Con ocasión del debate de los intelectuales ocurrido en Cuba, sobre todo, durante los meses de enero-febrero de 2007. Vitral publica uno de esos mensajes electrónicos, enviado y autorizado por su autor, como una pequeña muestra de nuestro interés y participación en esa actitud de transparencia y debate público, que es siempre signo de esperanza para Cuba.
Desiderio:
El debate que se está desarrollando comenzó estando yo en España y cuando llegué a La Habana, encontré en mi correo que un amigo se había encargado de remitirme el intercambio de mensajes efectuado al respecto. Te diré que en un primer momento sentí que se estaba pasando cuentas al eslabón más débil de una gran cadena. Me pareció que algunos se presentaban limpios de toda culpa y capaces de juzgar a los demás sin mirar para la viga que ellos mismos han tenido y tienen en sus ojos.
Yo he sido participante de excepción en muchas cosas que se han estado hablando y he sido además victimario y víctima como muchos más que hemos creído en la posibilidad de tomar el Paraíso por asalto a partir del concepto tan repetido de que la violencia es la partera de la Historia. También han actuado dentro de mí las prevenciones que ya de viejo se me han exacerbado sobre las élites, las vanguardias y las masas en las que nos clasificaron y nos han enquistado desde hace más de 50 años.
Yo he formado parte de élites y de las vanguardias y he actuado conforme a sus postulados y a la vez he sido víctima de esas mismas élites conformadas a partir de los más diversos signos y sectores. Además he recordado el pasaje evangélico de Mateo que dice que “con la misma medida que midáis se os medirá” así como el pasaje de Juan sobre la Mujer Adúltera en el que Jesús dijo que tire la primera piedra quien esté libre de pecado, entonces los que la juzgaba se fueron todos. Allí se plantea que mientras decía eso Jesús se puso a escribir sobre la tierra y algunos especialistas han planteado que muy probablemente escribió los nombres de quienes habían estado con la adúltera, sobre todo de los allí presentes que planeaban apedrearla. Todas esas cosas y muchas más que sería muy extenso explicarlas, han venido a mi mente con motivo del inicio del debate.
No obstante estos sentimientos iniciales sobre los inicios del diálogo, las reflexiones que te envió Belkis Vega y que me hicieron llegar a mi correo, golpearon con fuerza a mi conciencia y me decidieron a escribir algunas reflexiones al respecto y enviártelas.
Yo pienso a la vuelta de los años y después de haber vivido mucho, que todo este asunto inicial es un conjunto de lo mismo de hoy, hilvanado globalmente, porque estoy muy de acuerdo con un artículo planteado por un periodista de Ciego de Ávila titulado “La crisis de la baja cultura” (Francis Sánchez) y con las opiniones de Amir Valle. Yo pienso que el problema que se planteó al respecto del tema inicial no fue algo aislado sino parte de la política de la Revolución en ese momento y que si se quiere ir a fondo hay que cuestionar a la política del Sistema en sus propios errores y desviaciones y mirar para arriba, no solo para abajo porque siempre para abajo y muy especialmente para los caídos es más fácil y menos riesgoso hacerlo.
No eludo responsabilidades, aunque algo tengo que ver con el proceso de rectificación que culminó con la liquidación de la famosa Resolución No.3. Pavón, de quien he sido amigo, me considero aún serlo y con quien he concordado y discrepado también, en realidad fue un ejecutor de algo que le orientaron desde los mismos centros de poder con los que han compartido y comparten muchos de los que hoy lo critican sin atreverse a ir más a fondo como en realidad requieren los verdaderos análisis de los problemas.
Desde hace 50 años he estado arriba, en los planos medios y abajo. Mis primeros tropiezos fueron en Juventud Rebelde, en Cultura también terminé con discrepancias y problemas serios y en 1994 tuve los últimos golpes antes de salir del mundo oficial. Y debo decirte que las veces que he estado abajo y he sido golpeado se podrían contar con los dedos de las manos, quizás de una sola, a quienes se me han acercado para apoyarme o simplemente animarme, que no fueran mi esposa, mis hijos, mi familia y algunos pocos amigos de siempre. Eso de alabar a quien está en el mazo y pisotear a quien está abajo, haciendo leña del árbol caído, es una de las mayores perversiones de ésta época, que además se presta mucho para el oportunismo y la doble moral que nos rodea por todas partes.
Otro problema generalizado desde las cúpulas hasta las bases, es la descalificación y el insulto para quienes piensan distinto, lo que nubla el entendimiento imprescindible para el debate sosegado que permita hurgar en las causas verdaderas de los problemas a los efectos de arrancarlas de raíz y resolver la sucesión de crisis en que hemos estado desenvolviéndonos desde hace muchos años.
El triunfalismo, el paternalismo y la grandilocuencia universalista de un lenguaje y una actuación oficial que nos ha rodeado y que nos rodea por todas partes, es otro grave problema que genera una sucesión de males hoy agudizados y cuya solución, necesariamente, ha de pasar por reconocerlos todos sin excepción con un verdadero espíritu autocrítico, asumiendo nuestra verdadera dimensión y nuestros propios errores, porque no niego que haya por ahí quien se atreva a tirar una primera piedra pero digo a responsabilidad que yo no lo conozco incluyéndome lógicamente a mí mismo, que tampoco podría tirarla y pienso que muy pocos podrían hacerlo.
Ya hace algunos años que vengo escribiendo en mis artículos periodísticos, que lamentablemente solo se publican afuera en mi condición de corresponsal de prensa extranjera (las veces que me he decidido a enviar algunos a la prensa nacional he recibido el silencio como respuesta por lo que hace ya muchos años que ni siquiera lo intento) con la excepción de la sección fija que mantengo en la revista Vitral de Pinar del Río, sobre la necesidad urgente de hacer un diálogo inclusivo de todos con todos y promover una efectiva reconciliación de los cubanos de adentro y de afuera en pro del bien común de la Patria, porque los pases de cuentas y las amenazas, repudios, insultos y descalificaciones de unos contra otros, desde todos los signos políticos e ideológicos sin excepción de ninguno, pueden generar una cadena de odios capaz de dar al traste con la nación misma.
Creo que hay que analizarlo todo, comenzando por lo más importante que afecta a la población, reducida siempre a solo el cumplimiento de lo establecido, así mismo considero que el miedo generalizado a perder el estatus silencia la realización de este necesario análisis. Por eso, en mi criterio, habría que comenzar por debatir los problemas básicos de libertad de expresión y de conciencia, la necesidad imprescindible de verdaderas aperturas económicas que permitan la solución de muchas penurias que cada vez se generalizan más, así como que la población pueda sostenerse a sí misma con su trabajo a partir de salarios con verdadero poder adquisitivo, vinculando el salario a la norma de cumplimiento sobre la base de que todos reciban según su aporte de acuerdo con la cantidad y la calidad de su trabajo. Igualmente considero necesario facilitar un máximo despliegue de la creatividad individual y colectiva eliminando todas las trabas que se le interponen. Todo esto unido con una verdadera defensa de lo bueno que la Revolución ha traído, como es la educación, la salud pública, la seguridad social y los intentos de lograr una real equidad distributiva que no debe confundirse con el igualitarismo, dejando a un lado al triunfalismo que tanto nos daña y reconociendo, ante todo, los problemas actuales de estos logros que son muchos.
Estoy en contra de destruir la Revolución y mucho menos de sustituirla por un capitalismo feroz, pero sí pienso que hay que hacer muchas reformas, muchas rectificaciones y muchos cambios para salvar el proceso de justicia social y equidad distributiva en que se ha inspirado. Para eso considero que es imprescindible dejar el miedo a un lado, opinar libremente, estar dispuesto a trabajar en lo que sea necesario para lograr las rectificaciones y los cambios, mirando hacia el conjunto de problemas globales que nos afectan, desde arriba hasta abajo, excluyendo los rencores, los resentimientos, el odio y la búsqueda de chivos expiatorios entre los pequeños caídos en desgracia que ya no pueden defenderse. Así como abrir paso definitivamente, y no sólo de forma virtual, a las nuevas generaciones para que asuman los principales y más altos timones de mando de la sociedad.
En este orden de cosas, estoy plenamente de acuerdo con el desarrollo de un diálogo cada más abierto a los problemas fundamentales generadores de los otros problemas, con un alto grado de civilización que se manifieste principalmente por el respeto de todos, sin excepción alguna, por las opiniones de todos (y valga la necesaria redundancia), aún por las opiniones de quienes pudiéramos considerar enemigos. Sé que después de tantos años de polarización esto es muy difícil, pero tenemos que intentarlo para salir adelante como nación. Tengo muchas cosas escritas y publicadas sobre estos asuntos y no quiero extenderme más. Creo que hay que tender puentes antes que cortarlos, sobre eso hace algunos años escribí un artículo, porque pienso que cada vez tenemos menos tiempo para resolver nuestros problemas sin que se produzca el caos y la desolación.
Por eso doy por bienvenido el diálogo sin insultos, sin rencores, sin odios y con el respeto de todos para con todos, que busque el ideal martiano planteado en su frase: “Con todos y para el bien de todos”.