La tesis de que el hombre es un ser social no es válida solamente para explicar la compleja formación y desarrollo de su personalidad o los factores y condicionamientos sociales que pueden influir o determinar el surgimiento y evolución de distintos tipos de neurosis o psicosis, sirve también para la identificación de las bases sociales necesarias en un proceso educativo humanizante y edificador de la espiritualidad humana.
Este principio puede constituir una guía para bosquejar, de algún modo, los síntomas de lo que pudiéramos denominar patogenia social, o sea, los indicadores del deterioro o la enfermedad de la sociedad, como espacio natural de la vida del ser humano y de ella misma como entidad humana, y con ello los difusos límites entre dicha patogenia y el funcionamiento normal de esta.
Una propiedad inherente a toda sociedad es su diversidad, su composición heterogénea, la coexistencia de diferentes grupos y estratos sociales, con sus orígenes, costumbres, principios, creencias, valores, tradiciones y modos de vida, que matizan, y dan colorido a la sociedad toda, tanto en un plano macro, meso como microsocial. Conjuntamente con esta cualidad heterogénea, plural y dispar de la sociedad, existe otra propiedad de la sociedad: la tolerancia, que en este contexto representaría cómo deben ser los nexos o vínculos entre los diferentes grupos, estratos y capas sociales, traducidos en: aceptación de las diferencias, respeto mutuo, diálogo y negociación, para ventilar los roces o conflictos que surjan entre ellos.
El dinamismo es otra de las propiedades distintivas de toda sociedad que suele revelarse a través de la participación de los diferentes grupos y estratos sociales en la gran variedad de actividades humanas típicas del entorno social: laborales, culturales, educativas, políticas, deportivas, entre otras, y al mismo tiempo, en la compleja red comunicacional que en el espacio de estas actividades se desarrollan. No obstante, esta propiedad alcanza su plenitud, no solo en el carácter activo de la sociedad como sistema vivo, sino y sobre todo, en su capacidad de transformación y desarrollo.
A la sociedad la distingue de igual modo el hecho de poseer una estructura, mediante la cual el complejo entramado de las relaciones sociales adquiere una configuración; a través de ella, se dejan entrever las clases, capas y estratos sociales, dominantes y subordinados, los sectores excluidos, el tipo de relaciones del Estado con el pueblo, el tipo de normas sociales y los mecanismos de control y regulación que intervienen en esas interconexiones. Tal vez la fórmula más conocida de esta propiedad es la que se ha expresado en la tríada de la interrelación: individuo- grupo social – sociedad.
Asimismo un sistema social que se distinga por su normalidad considerará a la persona como sujeto, centro y fin de este, haciendo valer el respeto a los derechos inalienables y universales del ser humano, en la misma medida que exigirá de él la asunción de sus deberes y el compromiso consciente con la sociedad, que se traduce no solo en altos niveles de participación, sino también en el respeto a las normas y principios que la sostienen.
Como todo sistema vital, la sociedad tiene un origen, hablo de ese proceso que va de la gestación hasta la configuración de la identidad social reconocida como nacionalidad. En este proceso participan, por supuesto: las etnias, los grupos sociales con sus culturas y tradiciones, las influencias culturales foráneas, el sistema socioeconómico y la tendencia política que prevalece y se impone.
La orientación o sentido de la sociedad en su constante movimiento y evolución es otra de sus particularidades distintivas, lo que equivale a decir que las relaciones sociales mediante la actividad conjunta, las influencias de la cultura, la educación y las redes y canales de comunicación mediáticas o propiamente sociales, se transforman hacia una dirección que, normalmente, deberá ser de progreso. Desde el punto de vista social son las necesidades, los valores, los principios y los objetivos estratégicos potenciados por el sistema, asi como sus tradiciones, los que definen la tendencia y proyección de la sociedad.
A su vez la apertura es otra propiedad característica de toda sociedad en condiciones de normal funcionamiento. Ninguna sociedad es capaz de subsistir como ente aislado, siempre deberá y tendrá que existir en relaciones con otros sistemas sociales o sociedades, de lo contrario se condenará a desaparecer para dar lugar a otro tipo de sistema social, por tanto cuando hablemos del término sociedad, debemos incluir el apellido abierta.
La autonomía caracteriza de igual modo a la sociedad, por cuanto los grupos y sectores sociales, clases y capas que la conforman tienen independencia, voluntad de elección y decisión sobre sus actos y relaciones, en una frase: vida propia. Esto a su vez se sustenta en el hecho de que su célula es la persona y a ésta no solo le es inherente la conciencia y la voluntad de sentido, sino también el libre albedrío y la iniciativa de acción.
Finalmente toda sociedad surge, evoluciona y existe en y no fuera de determinadas condiciones: económicas, políticas, culturales, antropológicas, ideológicas, estéticas, de relaciones internacionales, de modos de comunicación y lenguajes, entre otras.
Todas estas propiedades o características (entre otras que pudieran surgir) distinguen no solo a la sociedad, sino su normal funcionamiento y pueden constituir una especie de indicadores o parámetros para evaluar el “estado de salud” de cualquier sistema social.
Pretender establecer una frontera tangible entre la normalidad y la patogenia social, es una tarea nada sencilla pero muy necesaria, si de análisis sociopsicológicos se trata, para evaluar aspectos como consolidación o degeneración social, vínculos del Estado y el gobierno con los demás sectores de la sociedad, fortaleza o debilidad de la sociedad civil, influencia social de tendencias ideopolíticas, identidad social o crisis de ella, proyecciones sociales, tipo de sociedad, análisis comparativos de sociedad entre muchos otros aspectos.
A continuación pretendo esbozar lo que considero signos o síntomas de patogenia social.
Nada puede resultar más antisocial (en su literal sentido) que pretender homogenizar la sociedad, y entonces, mediante el rasero del igualitarismo vulgar, estandarizar las diferencias: de sexo, de procedencia, étnicas, culturales, educativas, de creencias religiosas o políticas.
La otra cara de la moneda, que expresaría igualmente la negación forzosa de la diversidad como propiedad social, es la del fomento del acendrado individualismo que en una especie de ego o close up, pretende relegar continuamente el bien y la participación de la comunidad social o, incluso, utilizarla en función del beneficio personal.
En este aspecto que tratamos conviene destacar que un funcionamiento normal de la sociedad, comprendería la diversidad social como principio justo de desarrollo social teniendo como pilar las interrelaciones persona – sociedad.
Otro signo de patogenia social es la intolerancia social que tiene distintas expresiones, ya sea como represión de la clase o del partido dominante hacia todos o algunos sectores sociales, el unipartidismo, la falta de libertad de expresión política, cultural, religiosa, científica o de otro género, la censura de prensa, la discriminación (en algunas o todas sus formas), el elitismo, el fanatismo religioso o político, el culto a la personalidad, las luchas interétnicas, la xenofobia, la violencia social, entre otras.
Otra manifestación sociopatogénica es la rigidez y la falta de dinamismo social, que suele reflejarse en el burocratismo, la disfuncionalidad de las instituciones sociales, el desmembramiento de la sociedad civil, la verticalidad de las relaciones Estado y gobierno con el pueblo, la anomia social (el empobrecimiento de la vida social en todos los órdenes), la dependencia absoluta del ciudadano con el estado, la exclusión de la participación de la persona de las decisiones estatales o del gobierno.
Asimismo otro signo inequívoco de patogenia social es el desmembramiento social, que se traduce no solo en la destrucción del entramado de la sociedad civil, sino además en las divisiones y el deterioro de la familia, en la acentuación de las diferencias y los conflictos de clases y capas sociales, en la inversión de la relación entre el Estado, el gobierno y las instituciones con la persona, donde se pone a esta última en función y servicio de los primeros.
Mucho se ha hablado de las sociedades que, producto de la influencia de culturas extranjeras, dependencias de otros estados, sometimientos forzosos después de guerras fraticidas, intromisión en sus asuntos internos, falta de cultura identitaria, entre otras razones, que la hacen perder o ver atrofiada su identidad, no solo nacional, sino local y también personal. Este es precisamente un síntoma sociopatogénico vinculado a la cuestión del origen como propiedad o característica social. Por ejemplo, cuando no sé cómo soy como pinareño y cubano, y la imagen que tengo de mí en estos sentidos es caricaturesca, externa, no soy capaz de reconocerme como persona en estos dos planos; entonces, es muy probable que tenga de mí como persona un concepto muy limitado, más bien introspeccionista. Si a esto añado que soy hijo de padres divorciados, que mi padre apenas me ve y además mi familia es muy corta y se comunica poco conmigo, probablemente me desconozca bastante y pudiera presentar en algún momento, junto con una profunda carencia afectiva, conflictos de identidad y signos de despersonalización.
Igualmente pudiéramos considerar como otros síntomas de patogenia social, el deterioro de valores, la falta de proyectos que den sentido a la vida a largo y mediano plazo, la corrupción, la depravación, dentro de la que incluimos la prostitución, así como el incremento de la marginalidad, la enajenación, el deterioro del nivel económico tanto a nivel personal como familiar y social, además de la falta de apertura social.
La evaluación del comportamiento funcional de una sociedad, no puede hacerse solamente desde un ángulo, sea este económico, político, cultural o de otro género, es necesario hacerlo desde un prisma holístico e integrador, en este sentido, el disponer de la mayor cantidad de aspectos mensurables posibles nos permite enjuiciar, lejos de la subjetividad, el compromiso político u otra intención el Estado y la proyección de un sistema social.