Expectante y preparado estaba en Cuba todo el pueblo para el paso de Ernesto, evento climatológico, que por fortuna se debilitó y finalmente disipó antes de llegar a suelo cubano. De lo que no se ha podido librar el criollo es de un fenómeno de otra índole. Llamado ASTRO, este meteoro adopta categoría 10 en la escala de precios relativos al salario.
Pasado ya más de un mes de tan arbitraria medida, el cubano no se acostumbra a la idea de abonar nada más y nada menos que cerca del 500 % del anterior valor del pasaje en los ómnibus nacionales. La mayoría de las personas atribuyen esta situación a los ancestrales pequeños gigantes de los ojos rasgados. Por un valor de 100 millones de dólares, el país compró a la República Popular China, ómnibus de primera clase, con aire acondicionado –categoría a la que el cubano medio de esta generación no estaba acostumbrado- que en algunos casos incluyen unas pantallas de visualización, donde el pasajero puede disfrutar de videos musicales del gusto del chofer, o de los más disímiles filmes, que sólo por haber sido realizados en ese formato, puédeseles encasillar como séptimo arte.
ASTRO, siglas de Asociación de Transporte por Ómnibus, no deja espacio para otra opción: el pasajero solo puede elegir esa primera clase. Aunque debo puntualizar que en este caso, ese es un término muy relativo, este reportero con casi 190 cm. de estatura, viaja extremadamente incómodo en este medio de transporte, pues las piernas no hallan acomodo en tan reducido espacio entre los asientos.
Las famosas Yutong –marca de estos ómnibus y calificativo que se ha generalizado- ha obscurecido aún más el panorama del trasporte en Cuba. Los anteriores autobuses, en su mayoría Ikarus han desaparecido, algunos de ellos se han destinado al transporte obrero y otros a fines fuera del interés del transporte público interprovincial.
Ejemplifico con el hipotético caso de una persona que vive en la cuna del son, este santiaguero tiene continuados turnos en hospitales especializados de la capital debido a una enfermedad determinada. Para transportarse desde su Santiago hasta la Capital en los mencionados ómnibus nacionales, -únicos para su uso en moneda nacional- tiene que pagar por concepto de pasaje más de 300 pesos para la ida y la vuelta. Esta suma es superior al salario medio mensual de un cubano.
Sólo le queda a esta persona dos opciones, retirarse a los hospitales de su provincia, restringir su atención con los mejores especialistas del país y quedar excluida de varias pruebas o cirugías que sólo se realizan en La Habana o recurrir a los pestilentes y nunca puntuales trenes de los Ferrocarriles de Cuba que además de poseer pésimas condiciones para viajar, las filas para reservar en ellos son interminables pero, a la vez, limitadas, por lo que en muchas ocasiones también es imposible recurrir a este medio. En el momento de la redacción de este artículo, este reportero se encuentra inmerso dentro de uno de esos cajones inmensamente cálidos, para trasladarse de la capital hacia su amada Santa Clara por sólo 10 pesos. Lo que no revelaré es cómo conseguí el pasaje. La corrupción en estos sectores sería motivo de otro artículo.
Más que una promoción al movimiento atropellado en los tres ejes de coordenadas, que la persona experimenta en estos coches, sea este comentario una exhortación a hacer colas para viajar por Ferrocarriles de Cuba. Se pasa calor y se llega al destino literalmente hecho leña, pero la economía individual hace inclinarse la balanza hacia esta opción.
Los cubanos no somos de primera clase, todavía somos gente humilde y si las instancias estatales quieren suministrarnos lo que nos corresponde por derecho propio, que lo hagan a un precio asequible para todos.