Revista Vitral No. 76 * año XIII * noviembre - diciembre de 2006


OPNIÓN

 


POBREZA,
ENTRE LAS ESPERANZAS
Y EL MIEDO



JESUHADIN PÉREZ VALDÉS

 

 

 

 

“Tenía hambre, y ustedes formaron un comité para investigar mi hambre;
no tenía hogar, e hicieron un informe sobre mi problema; estaba enfermo,
y organizaron un seminario sobre la situación de los desprotegidos;
investigaron todos los aspectos de mi condición, pero todavía tengo hambre,
carezco de hogar y sigo enfermo.”…
Anónimo.

“En aquel verano me ocupaba de pastar las vacas semimuertas. Recogía en el prado flores de trébol, las secaba, las trituraba y mi madre las mezclaba con el tamo de alforfón; con eso y con sopa de ortigas nos alimentábamos. Hasta el fin de mis días no olvidaré a quienes morían de hambre”. (Relatado por M. Galushko).
“En Park Station, estación ferroviaria de Johannesburgo, viven 2 300 hombres, mujeres y niños. Duermen en los andenes, usando retazos de frazadas viejas como camas, o en casuchas de cartón. Por toda la ciudad viven miles en forma parecida. No disponen de agua, instalaciones sanitarias, ni electricidad.” (Publicado por: W.T. Society of New York.).
“…un anciano vende virgencitas de túnico blanco, una mujer carga sus dulces, caramelos y empanadillas con la bandeja atada al cuello; un niño con la cara pegada al cristal, pide unos reales; otro, desde el desamparo de su rostro sucio y los pies descalzos mira hacia fuera…” (Estado Bolívar, Agosto 2004).

Tres tiempos, tres continentes, una desgracia como factor común: la pobreza. El costo social de la pobreza repercute en el sistema que la arrastra. Esta pandemia no tiene ángulo bueno y genera la inconformidad que prende la hoguera de las convulsiones sociales.
La modestia es virtud, la mendicidad un estado antinatural del hombre. La pobreza es una enfermedad contagiosa, oportunista y regenerativa; basta un puñado de buenas intenciones pero malas decisiones, para que del pie del más hermoso proyecto de justicia social brote un tumor que destruya, con su sepsis purulenta, el prestigio del sueño y las esperanzas de más de una generación. No basta con creer, hay que hacer, pero hacerlo bien. El relato de M. Galushko nos muestra lo peligroso de un ensayo bienintencionado en el material humano que se llama pueblo. Seis millones de personas perdieron la vida por hambre al ser confiscadas las cosechas a la población rural de Ucrania en el año 1932. A veces los políticos tienen la imaginación estropeada. Aprendamos: la pobreza cobra víctimas lo mismo por la exclusión del pragmatismo capitalista, que bajo la romántica campana de una utopía.
La buena voluntad es un principio moral positivo pero lamentablemente insuficiente. Lenin en un tiempo creyó que el dinero no hacía falta. El Consejo de Ministros(*) y el Ministerio de Finanzas(**) hasta abolieron los impuestos en metálico y casi sustituyen el rublo por una unidad contable. Pero la economía tiene sus propias leyes. Todos rectificaron después la aberración. El líder reconoció su fracaso y dio un cambio radical a su política; escribiría posteriormente: “El error principal de todos nosotros consistía (…) en que habíamos esperado lo mejor y por eso incurríamos en utopías…”
Pero… ¿y si forzamos tales leyes? Al principio —bajo la influencia de alguna inercia— tal vez no apreciemos nada, sin embargo, una lógica invisible contabiliza, al final, con la tarjeta de la depresión económica en los ojos, la crisis ajusta cuentas. Todas, hasta las que creímos insignificantes salen a flote: ineficiencia administrativa, estreñimiento burocrático, negligencia fiscal, deterioro de la base material, déficit productivo y mala calidad, devaluación monetaria, caída del nivel de vida de la población… efecto dominó. La cama está tendida entonces para que la pobreza copule y se reproduzca, ¡Ay de las capas más vulnerables de la población: jubilados, madres solteras, familias numerosas, personas de la calle… porque la miseria ha descendido sobre ellas sabiendo que le sobra el tiempo!
A muchos el problema le suena tan remoto como la India, donde cientos de miles viven en la calle, bajo toldos atados a varas de madera, pero está mucho más cerca, en nuestra misma cuadra… a escasos metros, donde un jubilado debe saldar $ 214.00 por concepto de crédito y pago de electricidad, y sólo recibe $ 164.00. Para este hombre —padre de familia además— un crecimiento macroeconómico colosal e histórico es una cifra vacía, sin significado, ajena. Escucha a los oráculos decir que la economía del país crece vertiginosamente, y se alegra por eso, pero su P.I.B. personal y familiar parece revivir la gran depresión mundial de los años treinta. Lo sufre, lo vive y lo odia. No es un problema ideológico sino matemático: $164.00 menos $214.00 es igual a: menos $ 50.00… El jubilado está obligado a ganar la lotería y como no existe tal posibilidad (no quita que algunos lo intenten) vende de puerta en puerta sin pagar impuestos, que es ilegal, pero en situaciones así la gente suele olvidar sus modales. Él tiene TV a color y un refrigerador nuevo pero todo lo demás ladra una pobreza astronómica. Ellis, conserje de New Orleáns, posee un estéreo, una nevera, una lavadora secadora, dos TV a color, un Chevrolet Lumina 1992...y respondió a un periodista de Newsweek: “He trabajado toda mi vida y no puedo pagar nada (…) quiero vivir mejor”. Ellis está entre los casi nueve millones de negros que viven en la pobreza en los Estados Unidos.
Pero regresemos acá:
En la columna vertebral de nuestra ciudad, en una casona restaurada, tiene su taller un poeta. Sensible, inteligente, inyecta savia para que al menos un retoño brote en cada uno de sus discípulos. Recita de memoria pensamientos de grandes: Sócrates, Shakespeare, Neruda, Balzac, Martí, Vallejo, conforman una densa apología que deja boquiabiertos a los interesados y dormidos, a los… demás. Pero este maestro al que tanto le debemos huye de su hogar el día de su cumpleaños; la espina de una miseria hiere la carne de su dignidad personal, siente vergüenza con sus amigos porque: “La casa ya no aguanta el peso de tantos años”. (Ver fuentes utilizadas Núm.7)
Y vuelve la pobreza a pavonearse, ya no en un hombre ingenuo e ignorante, vago o sin ambiciones, esta vez resulta un intelectual que muchos conocen, un maestro que piensa, “y entre todos los hombres el que más preocupa es quien piensa”. (Ver fuentes utilizadas Núm. 8). Toda pobreza es injusta, pero no hay pobreza más desgarradora que la de los que llevan tanta riqueza dentro y viven ahuecando el ala.
Parasitándonos a todos está y formando parte del paisaje público con morboso cinismo, ostentando una soberbia que mancha la identidad de la nación. La sentimos cada vez que hundimos las manos en nuestros bolsillos para cubrir esa necesidad del momento, en la calle con sus perros vagabundos, en los contenedores de basura desbordados y rotos con gente desgraciada que husmea dentro… La pobreza late en los coches tirados por caballos, en los recicladores de latas de cerveza, en las manos extendidas de mendigos hemipléjicos, en los portales siempre oscuros de las casas, en sus vitrales rotos, tapiados con los cartones sobrantes de algún electrodoméstico, en las goteras de los techos, la pintura de las paredes, la agonía del transporte público, el ayuno informativo de los kioscos de prensa, las conversaciones de la gente, sus ropas, su olor…
La pobreza vive como un hongo venenoso alimentada por las fétidas aguas de una inflación latente que sufrimos todos, pero que padecen más los mismos de siempre. Y mientras esto pasa The Economist asegura “que la humanidad nunca ha sido tan rica ni ha estado mejor preparada (…) para acabar con la pobreza como en la actualidad”, ¿ironía? tal vez, o quizás no formamos parte de esa misma humanidad.
El éxito es el resultado de estrategias adecuadas llevadas a efecto en el momento justo y este, además de prosperidad, ofrece un remanente que se llama prestigio. No es raro entonces que la riqueza haga a algunos mirar sobre el hombro, (esto no solo incluye personas, bien podríamos extenderlo a países) y provoque en los necesitados (hombres o pueblos) un real sentimiento de inferioridad, generando miedo, inseguridad y menoscabo de valores culturales sociales y morales. Al ser madera seca por la fuerza de la necesidad —la pobreza— puede alimentar el fuego de la corrupción, la prostitución y el servilismo materialista. Alwaken publicó el 8 de diciembre del 2005: “A consecuencia del bajo nivel económico y social —los pobres— normalmente se consideran unos inútiles.” Jacek, indigente polaco, asegura: “Al no ver ninguna posibilidad de que cambien las cosas, muchos van perdiendo poco a poco la convicción de que podamos mejorar…” ¿Qué salta ante nuestros ojos?, desesperanzas, vacío existencial; catalizadores del alcoholismo, las drogas o el suicidio, patologías de una sociedad enferma.

Estudio para los mendigos (1924).
Obra de Käthe Kollwitz.


Nadie sale beneficiado con la pobreza, ni los consumidores ni los productores mismos. Una tienda se ha abierto en la ciudad. Vende solo artículos de prestigiosas marcas. Un perfume puede costar hasta $63.00 C.U.C. (1575.00 pesos no convertibles), los estantes exhiben Reebok, Fila, Wilson, Grendha… ¿el resultado?, el local permanece prácticamente vacío todo el día. ¿Por qué?, los precios ofenden los salarios promedio de los parroquianos. Algo es evidente: la pobreza no hace mercado. Nuestra boutique parece un museo de arte que recibe visitas libres, y es que con tales salarios promedios la candidatura a alguna pieza es reservada para los de la diáspora. No tenemos butaca para ese espectáculo. ¿Lo aceptamos?, a regañadientes. La codicia es un crimen moral, pero la prosperidad que estira la mano y logra alcanzar un producto de calidad superior brinda satisfacción, bienestar, animación personal, lo demás es una mentira. Solo los cínicos bebían en el hueco de sus manos, vivían en toneles y decían: nos basta. Somos otra generación. ¿«Ligeros de cascos» por eso?; no lo creo. Antón Chéjov escribió: “Dios nos ha creado con sangre caliente y nervios, y el tejido orgánico, si tiene vida, ha de reaccionar ante cualquier estímulo. Y agrega: “Los estoicos eran hombres extraordinarios, pero sus enseñanzas se han detenido hace dos mil años, (…) no han avanzado un palmo, ni avanzarán. ¿Por qué? Porque no son prácticas ni aptas para la vida. (…) Una doctrina que predica la indiferencia a las riquezas y las comodidades de la vida, (…) es totalmente incomprensible para la inmensa mayoría, porque esa inmensa mayoría nunca ha conocido ni las riquezas ni las comodidades…” Y, ¿si además sumáramos a nuestra orfandad de riquezas y comodidades un viento norte con rumores de leche y miel? Asimetría abismal que provoca comparaciones, reflexiones y sobre todo; escapismos.
Sufriendo sequía nos parece que solo llueve en el rancho vecino. Tres mil personas pasan diariamente la frontera entre México y Estados Unidos, muros de metal, iluminación nocturna, detectores electrónicos, infladas tarifas de polleros(***), chantaje de coyotes(****), o el gruñido con mordida incluida en el mismo paquete de la Border-Patrol, no han podido detener la avalancha. Huyen de la falta de bienestar en sus países y la incapacidad de sus gobiernos para curar esa enfermedad que se llama pobreza. ¿Presenciamos un nuevo tipo de globalización? Tal vez. ¿Las causas? Cuando casi cinco mil millones de personas inundan el sur, el ingreso por habitante crece un uno por ciento en dos años. ¿Pertenecemos nosotros también a esa muchedumbre inquieta o formamos parte de otra humanidad? Entre 1961 y el 2003 la Commisioner General of Inmigration reportó 849 614 cubanos llegados a diferentes puntos del territorio norteamericano, 231 637 —el 27%— lo hicieron entre 1991 y el 2003, 38 560 durante la crisis de los balseros en 1994. Alrededor de 180 000 han echado anclas en otros países, principalmente en Venezuela, México, y España. El 18 de diciembre de 1998 Bohemia publicó que al menos 1.5 millones radicaban en el exterior… y han pasado 8 años. Que la cercanía del cuadro o la trágica gritería de la periferia no nos impida ver la cruda realidad que vivimos.
La pobreza genera una fuerza centrífuga que empuja a la gente fuera. La mayoría busca alternativas económicas, esperanzas, entonces el norte absorbe y politiza, es el precio de tragar pobres y desgraciados; pero si el bocado es muy grande, escupe infelices de pies mojados que volverán a intentarlo de alguna manera, enganchados como están a un sueño de extramuros.
El fenómeno aterra, seamos realistas. No atenúa la pérdida que por cada cubano interceptado lo hayan intentado dos haitianos, la ausencia es igualmente dolorosa porque desgarra al individuo y desangra la nación. No hay que tener el oído en la tierra para sentir el temblor de pasos que corren en todas direcciones. Es vital crecer en bienestar y ese crecimiento ha de llegar a la base de la pirámide social y debe llegar rápido. No basta con voluntarismos. El Sha prometió en diez años convertir a Irán en un país con la prosperidad de occidente, veinte años después la gente cocinaba con estiércol seco.
La fortuna de los pueblos no se crea a lo Harry Poter sino sobre la base del desarrollo. Este ha de concebirse sin artificios, como el fruto maduro de una acertada política, porque ¿No debe la política, para ser una fuerza verdaderamente transformadora, reflejar acertadamente el desarrollo de la vida material de la sociedad?, «Desarrollo» es entonces la palabra de orden, pero….
…desarrollo y bienestar general no son exactamente sinónimos y no siempre uno lleva al otro. La historia nos susurra: Gerardo Machado emprendió la construcción de la Carretera Central, del Capitolio, de la Avenida de las Misiones, de la escalinata universitaria… la misma por la que bajaron después los estudiantes armados de pancartas y gritos contra el presidente que presumió poseer el más ambicioso proyecto de desarrollo en el primer cuarto de siglo republicano. ¡La historia nos dice cada cosas! Reza Khan —el Sha iraní— construyó carreteras, ferrocarriles, oficinas, aeropuertos, barrios nuevos en las ciudades, sin embargo el pueblo seguía pobre y apático. El desarrollo es la fuerza que mueve y transforma, pero el desarrollo es a veces discriminativo, o peor aún; palabra huera, entonces funciona por un tiempo como anestesia de pueblos. Para el emperador etíope Haile Selassie —por ejemplo— fue un pretexto, un instrumento para gobernar un imperio descalzo hambriento y en harapos, porque el verdadero desarrollo era imposible sin reformas, y él no estaba dispuesto a cambiar demasiadas cosas. Su instinto le decía que mover una sola ficha del anacrónico juego podía derrumbar su fortaleza de naipes.
Toda política para no detenerse necesita un efecto más o menos demostrativo. El desarrollo de un país es absurdo si solo sirve para adornar índices periódicos de crecimiento, La riqueza que se crea es válida si aleja la pobreza que respira la gente. Nadie puede trabajar todo el tiempo para un futuro que no llega jamás. La esperanza y la fe son tan finitas como cualquier sentimiento humano. Los que no ven donde están los límites de los pueblos, o viéndolos no les prestan demasiada atención, comenten un grave error, la propia historia da cuentas.
El desarrollo es la sangre de las naciones, es a través de sus glóbulos que la sociedad se nutre y oxigena. El beneficio resultante destruye los morideros típicos de los estratos dolientes, regenerando capas nuevas de animación y progreso social.
La razón del desarrollo económico es el bien de todos. Las utilidades deben llegar de una forma u otra al más insignificante y anónimo hombre en un breve plazo, solo así la fortuna global tendrá sentido para el ser humano común. Solo así poseerá la riqueza un significado verdaderamente proletario.
Dos objetivos se empinan como faros: primero, la creación de la riqueza; segundo, la canalización de los beneficios a cada segmento social a través de los mecanismos tradicionales (seguridad social, revalorizaciones monetarias, mejoras salariales, servicios públicos, índices de surtido) en el más breve tiempo. ¿Cómo lograr estos retos? Aquí surgen las contradicciones; economistas, políticos, activistas sociales, hombres de negocios, filósofos y jefes de estado no se ponen de acuerdo. Todos persiguen la misma meta, todos tienen las mejores intenciones, pero cada uno defiende su propio programa. ¿Resultado? No existen, por el momento, fórmulas limpias de riesgo; solo un punto está despejado, un detalle común deberían anotar en sus bitácoras: no se encontrará un resultado diferente si solo se ensaya el mismo proyecto fracasado: Albert Eistein dijo: “El peor error de los hombres consiste en repetir la misma fórmula y esperar un resultado diferente”.
Quizás entonces pensar de otro modo no sea —después de todo— tan malo y debamos abrir nuestra mentalidad a esa dinámica económica que encienda la mecha de un macrocrecimiento que no rebote en las manos de los desposeídos como una pelota pasada de aire, sino que entre en la tiniebla de cada hogar necesitado, cada mesa parca, cada germen migratorio; porque ningún hombre, ninguna familia, ninguna aldea, ninguna nación, ningún sistema social trasciende sobre una base de harapos y frustraciones. La pobreza, en cualquier país, provoca una inestabilidad franca o silenciosa, pero existente. La contra-naturalidad de la miseria genera en las personas, los grupos o los pueblos —en mayor o menor grado— la concientización gradual de que «algo» debe cambiar, aunque no sepan qué, porque no existe resignación ante lo que va contra la naturaleza del ser humano.
El Homo Sapiens no evolucionó para vivir de sueños pendientes en cuevas oscuras que llaman casas, con cristales rotos, goteras en el techo y grifos secos, pensando en cómo arrebatarle a la vida la cena del día siguiente. No evolucionó en materia gris, mientras otros seres echaban cuernos y garras, para ahora vivir de cualquier modo. No, no basta con proceder del mono, es necesario convertirnos en hombres(*****).

Notas

(*) Consejo de Comisarios del Pueblo.
(**) Comisariado de Finanzas.
(***) Los polleros son traficantes de personas que cobran hasta 2 000 dólares por conducir a un emigrante a través de la zona de seguridad.
(****) Los coyotes son bandidos que, en complicidad con los polleros, les quitan las pertenencias a los emigrantes y violan las mujeres para después abandonarlos a su suerte generalmente en zonas desérticas.
(*****) El autor no defiende esta teoría, solo la utiliza como complemento textual.

Agradecimiento a Rosalba Núñez Alemán por la colaboración en la realización del texto.

Fuentes utilizadas en la realización de este trabajo

Por orden de aparición:

1. Las cartas sobre lo más trascendental. M Galushko. Selecciones de la prensa soviética. Abril 1988. A.P.N.
2. Revista K. 8 de Diciembre. 2005.
3. Voces del milagro. K. Blanco. A. Perera. A. Núñez. Casa Editora. Abril Septiembre. 2004.
4. Ucrania. Anuario de los T. Jehová. 2002.
5. “La impaciencia”. M. Pavlova. Literaturnaya Gaceta. Selecciones de la prensa soviética. Febrero – 1988 A.P.N.
6. Newswek. Versión en español.
7. Poetización del maestro tallerista en elemento tomado por el autor de este trabajo en uno de los encuentros didácticos a los que asistió.
8. Pensamiento escrito por el mismo maestro tallerista en uno de sus libros publicados. En este caso de cuentos cortos.
9. “¿Es viable terminar con medio siglo de racionamiento en Cuba?” Carmelo Mesa Lago; Vitral # 74. Julio –agosto 2006.
10. Obras. Antón Chéjov. “Pabellón # 6”. Serie: Clásicos Rusos. Editorial Progreso. Traducción al Español 1980.
11. U.S. Commissioner-General of Inmigration, Annual Report. 1908-1932.
12. U.S. Citizenship and Inmigration Services. 2003. Yearbook of inmigration Services.
13. U.S. Departament of Justice.
14. Statiscal Yearbook of the inmigration, and Naturalization Service. 1996-2002.
15. La migración cubana. Tendencias actuales y proyecciones. Jorge Duany. Versión en español
16. Balseros, boteros y el bombo. Ted Henken. 2005.
17. Bienvenidos a Guantánamo. F. Masud-Piloto. 2005.
18. “Tráfico de angustias”. Néstor Núñez. Rev. Bohemia. Diciembre 1998.
19. “Emigración cubana, mascarada y realidad”. Damián Alin. Rev. Bohemia. Dic. 1998.
20. El Sha, o la desmesura del poder. R. Kapuscinski.
21. Los presidentes de Cuba libre. Francisco Ichaso. D.M. 1956.
22. El Emperador. R. Kapuscinski.

 

 

Revista Vitral No. 76 * año XIII * noviembre - diciembre de 2006
Jesuhadín Pérez Valdés
Mecánico Radio-electrónico A. Unidad Empresarial de Servicios. 15 de octubre del 2006.