
Mons. José Siro durante
su predicación
Queridos hermanos y hermanas:
Con ésta solemne Eucaristía concluye la misión que me encomendara el Siervo de Dios Padre Félix Varela y de la cual hice participes a los queridos laicos María Caridad Gálvez Chiu, Dagoberto Valdés Hernández, y Virgilio Toledo López. Han sido interesantes Jornadas Varelianas que a nivel parroquial se realizaron en las cuatro Vicarías de la Diócesis. En esas Jornadas se ha proyectado el documental cubano-brasileño del Padre Varela los viernes anteriores al domingo correspondiente, en el que formando un ilustrado panel se han expuesto las tres principales etapas de la vida del Padre, a saber:
1. Nacimiento y formación como estudiante, profesor y reformador de la enseñanza en el Seminario de San Carlos.
2. Su labor como parlamentario en las Cortes de Cádiz
3. Su compleja y ejemplar vida de sacerdote en Estados Unidos.
4. La explicación del Obispo sobre el proceso de beatificación del Padre.
En cada Parroquia hemos dejado un lindo cuadro de la estatua del P. Varela que preside el jardín parroquial de la Catedral y hemos distribuido en abundancia, folletos con la biografía del ilustre sacerdote y estampas con la oración al Siervo de Dios.
En este trigésimo tercer domingo del año el profeta Daniel quiere hacernos comprender que toda la historia del mundo es una lucha. Al lado de los justos toman parte las fuerzas celestes. Dios está con ellos frente a los grandes poderes de la tierra. Toda ésta lucha es un misterio oculto a los ojos sin fe, que solo al fin de los tiempos será descubierto.
En la época del profeta Daniel, el rey Antioco IV era el enemigo de Dios.
Los justos sufren la persecución y en medio de este dolor surge un grito de esperanza: Dios está con ellos.
Pero la vida del hombre tiene hambre de eternidad y detrás de la muerte del justo se descubre la tragedia de unas vidas que terminan en su lucha por la vida. Los que duermen en el polvo, aquello que lo dieron todo por el Reino no fueron derrotados, viven. La muerte es un sueño abierto a un despertar, pero el despertar no es idéntico para los mártires y los opresores.
Este reino que está más allá de la muerte, don total de sí mismo, es diferente a los reinos de la Tierra y la vida de los santos es una vida transfigurada. Lo que triunfa es el amor y la esperanza más allá de toda prueba.
Dios puede convertir el polvo, nuestro pobre polvo, en estrellas, que eternamente brillarán. El amor exige eternidad. La sangre de los mártires, y el sacrificio martirial, en ésta época cercana a Cristo, nos abrió la luz de la esperanza en una vida eterna. Los sabios según Dios, son los que por sus enseñanzas y vida han empujado a los hombres, sus hermanos, por el camino de la virtud. Por su unión con Dios, fuente de toda vida, han sido vida para sus hermanos.
Con cuánta verdad podemos aplicar esas consideraciones a nuestro querido Padre Varela, constante defensor de lo más puro, ejemplo de alma inmaculada, que une su misticismo de maestro a la alta entrega del sacerdote ejemplar que asciende a las cumbres de la santidad.
Es cierto que a Varela, si no se le olvidó, se le deja de estudiar con esa pasión que sin dudas inspiró quien vivió apasionado por los problemas de su época. A los varelistas de nuestro tiempo se debe un nuevo empeño, un justo propósito de ver al gran cubano en todas las facetas de su vida. Unos, con amoroso afán, se han dado a la búsqueda de nuevos escritos de Varela; otros, han ofrecido nuevos aportes críticos, o han jugado ambos papeles, el del investigador y el del crítico.
De todo esto va saliendo lo que pudiéramos llamar el redescubrimiento del P.Varela. Ya no es solamente sacerdote de vida ejemplar que rompe lanzas contra los impíos y los fanáticos. No es solamente el filósofo que libera un reducto más del escolasticismo medieval en América y pone a la juventud de su país en el camino de la verdadera filosofía. Es algo más.
Es el primer propagandista de la independencia de Cuba, es el patriota.
El pensamiento separatista cubano tiene una raíz: Varela, y una copa: Martí.
Pero de la raíz a la copa frondosa del árbol martiano está circulando la misma savia. Se comprende la vigencia del P. Varela porque su pensamiento es pensamiento vivo y su noble magisterio cívico no ha cerrado su curso.
Para esta gran tribulación de la que habla Jesús en el Evangelio, para el gran momento de la Paresia, de la triunfal venida del Hijo del Hombre, la esperanza debe estar penetrada de vigilancia, pero esta vigilancia impone vivir alejado del pecado y realizar obras buenas.
El Padre Varela alertaba a los cubanos de su tiempo y a los de estos tiempos, cubanos de todas las edades, pero sobre todo a los jóvenes, a estar atentos a muchos males que siguen siendo nuestros males y muchas de las fórmulas que apuntó siguen siendo fórmulas salvadoras.
Varela tuvo dos grandes cultos en su vida: la Religión y la Patria. Su ideario cívico o político no está en contradicción con su ideario religioso, porque ambos surgen de una misma bondad, de un mismo afán de pureza y servicio. Varela pensaba que la religión no debía depender de la política, ni la política de la religión. A la religión, todo lo concerniente a lo divino; a la política todo lo relativo a lo humano. Pero Varela sin dejar de tener mentalidad política es, por encima de todo, un temperamento profundamente religioso. Los políticos sin religión, como todos los que no sienten la noble aspiración divina, para el sabio sacerdote, no son más que impíos y la impiedad es el mayor de los males sociales, porque destruye todos los vínculos de aprecio, y a causa de la misma “el honor viene a ser un nombre vano, el patriotismo una máscara política, la virtud una quimera y la confianza una necedad” (Cartas a Elpidio, Cáp. 11-párrafo 19).
Varela considera que los dos Santos principios de la felicidad humana: la justa libertad y la religión sublime, están en perfecta armonía y son inseparables. Quizás sea esta su idea dominante. Más de una vez afirma que no puede haber moral pública sin religión. Por eso le hemos de ver siempre librando su gran batalla contra los impíos, los supersticiosos y los fanáticos.
Deseos no me faltan de seguir hablando del ilustre cubano y santo sacerdote que puso los cimientos de nuestra cubanía, pero no es posible en razón de la implacable medida del tiempo. Confío en que las biografías que hemos repartido por toda la Diócesis nos ayuden y muevan a conocerlo mejor, para más amarlo.
Pido a Dios nuestro Padre, Señor de la historia, que esta Eucaristía, que cierra como con broche de oro, nuestra gran misión vareliana por la Diócesis, sea como la piedra que pongamos en esa calzada gloriosa que un día llevará a nuestro querido Padre Varela al honor de los Altares, pido a todos ustedes queridos pinareños, que como cubanos y como hijos de la Iglesia, ayudemos con nuestro interés y nuestra devoción a pagar la deuda que tenemos con este ejemplar patriota, santo sacerdote e inolvidable cubano.
Amén.