Revista Vitral No. 76 * año XIII * noviembre - diciembre de 2006


PATRIMONIO CULTURAL

 

LA HERENCIA FAMILIAR:
UNA REFLEXIÓN A PROPÓSITO DE «LA CIUDAD PERDIDA» DE ANDY GARCÍA

UVA DE ARAGÓN

 

 

 

 

A medida que más años cumplo, más agradezco cuánto recibí de mis padres, abuelos y antepasados, y más me empeño en trasmitir a mis hijos y nietos esa rica herencia. Por eso aprovecho una película como The Lost City de Andy García para explicarles una vez más a mis hijas, y quizás por primera vez a mis nietos mayores, ya en edad de comprender, cuanto luchó Carlos Márquez Sterling —el único abuelo que mis hijas conocieron y con quien convivieron gran parte de su infancia— por buscar una salida pacífica para Cuba en esos difíciles años de a finales de los 50. Les cuento, además, como Carlos fue un hombre respetado en Cuba y en el exilio por su integridad, nacionalismo, sentido de justicia social, y voluntad de servicio.
Cuando se presenta la ocasión, les hablo a mis hijas de los abuelos que no conocieron: Ramón Clavijo, profesor dedicado con sabia pasión a encarrilar a muchachos y a enseñarles mucho más que las lecciones de gramática y ortografía –de quien probablemente mi hija Uvi ha heredado su vocación para el magisterio—; y el Dr. Ernesto R. Aragón, quien además de hacer de la medicina un sacerdocio, participó en la Reforma Universitaria, luchó junto a las feministas por los derechos de la mujer a la salud publica, y fue congresista dos años, durante los que introdujo proyectos de leyes a favor de disminuir la mortalidad infantil.
Les hablo también a mis dos hijas de uno de sus bisabuelos maternos, Alfonso Hernández-Catá, notable escritor y diplomático de carrera, que representó dignamente a la joven República, sirvió de puente entre los intelectuales cubanos y los europeos. Tal era su devoción por Martí, que de su propio bolsillo, financió en Madrid una edición de sus pensamientos a los veinticinco años de la muerte del Apóstol cubano. Les cuento asimismo cómo sus tíos abuelos estuvieron presos por oponerse a Gerardo Machado y como Don Alfonso renunció a su puesto diplomático por la misma razón, pese a las penurias económicas que ello representó para su numerosa familia.
Voy tirando del hilo y me remonto a la guerra del 68, y narro a mis hijas como el abuelo de don Alfonso fue fusilado por los españoles por conspirar a favor de la independencia de Cuba, y como el tío del escritor, Alvaró Catá, peleó en la guerra del 95 junto a Maceo, sobrevivió la guerra, y fue electo al primer congreso de la República.
Esa historia me lleva a menudo a hablarles de la familia Maceo y de tantos otros patriotas cubanos.
Por todas partes, digo a mis hijas y nietos: -ustedes proceden de familias que han servido a Cuba, que han creído en su derecho a la independencia, en el derecho de sus ciudadanos a la libertad y la justicia, y que a pesar de tener en algunos casos —no todos— posiciones holgadas, han querido dar, nunca recibir. Ustedes son herederos del legado no sólo de sus antepasados sino de un sin fin de hombres y mujeres dignos que han dado mucho por un Cuba mejor.
En fechas recientes, la enfermedad de Fidel Castro y la posibilidad de cambios en la Isla —inciertos, y tal vez aún distantes en tiempo— han traído a la palestra de nuevo el tema tan sensible de la reclamación de propiedades. He leído hace pocos días sobre una cubana que desea reclamar la casa de sus padres porque considera es la herencia de sus hijas.
Quisiera pensar que no hace falta tener parientes que contribuyeron de forma notable a la libertad de Cuba y al desarrollo de su República, para que los cubanoamericanos comprendamos que la herencia que debemos rescatar para nuestros hijos y nietos es mucho más que una residencia, por muchos recuerdos que pueda traernos.
Mis hermanas y yo también perdimos la casa que construyó nuestro padre con el fruto de su trabajo y nos dejó al morir en 1954. La casa donde crecimos y donde él murió. Nuestra pequeña patria. Nunca desde que nos fuimos ha vivido en ella una familia cubana, sino ha sido sede de la Embajada de Yugoslavia primero, y de Serbia, actualmente. Pero esa no era la verdadera herencia de mi padre. Nos dejó mucho más con su ejemplo de hombre justo, generoso, recto, cívico, con un gran sentido del deber y voluntad de servicio que ofreció a sus pacientes y a su país. Y ese legado intangible, ese patrimonio familiar y nacional, esa nobleza del espíritu, es lo que pido a Dios me ayude a emular, y trasmitir a mis hijas y nietos como herencia. Me parece mucho más valioso que una propiedad.

 

 

Revista Vitral No. 76 * año XIII * noviembre - diciembre de 2006
Uva de Aragón
(La Habana)
Ha publicado entre otros libros El caimán ante el espejo. Un ensayo de interpretación a lo cubano. Reside en Miami, donde es Subdirectora del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de La Florida.