Si miramos y vivimos nuestra realidad, observamos que las relaciones entre las personas, en no pocas ocasiones, están viciadas o corruptas porque se establecen sobre la base del soborno o el interés egoísta. Dicho con un ejemplo: si alguien va a una consulta médica porque necesita hacerse alguna investigación, en no pocas ocasiones tiene que «resolverla» con sus «amistades» o mediante regalos «desinteresados» a quienes desempeñan esa función. Esta situación no solo se da en el sector de la Salud (muy sensible porque trata con la vida de las personas) sino que, lamentablemente, es un fenómeno muy generalizado en todas las esferas de los servicios.
Cuando el hombre y la mujer se ven obligados o inducidos por la necesidad a sobornar para recibir lo que, por derecho o normalidad, les corresponde, estamos en presencia de una de las más terribles maneras de vivir las relaciones interpersonales y sociales entre los ciudadanos. Esta expresión de la corrupción, nos muestra el grado de deterioro moral y cívico que enfrenta nuestra sociedad donde se ha ido creando una cultura y estilo de vida en la que «el mundo funciona y anda al revés», a lo bueno se le llama malo y a lo malo, bueno; las personas valen por lo que tienen o pueden y no por el hecho de ser personas, los ciudadanos resuelven las dificultades que se les presentan en la medida que más «socios», (sociolismo1) tengan.
En Cuba es muy difícil determinar las causas que engendran el soborno porque, al hacerse tan sutiles y entremezclados los límites de lo ético y lo inmoral, de lo correcto y lo incorrecto, de la necesidad y el oportunismo, las personas pueden confundir su comportamiento hasta llegar a justificarlo preguntándose… ¿cómo va a ser malo tratar de resolver o agilizar un trámite si es algo a lo que tengo derecho? y aunque tengan que burlar los canales establecidos legalmente para ello, tratarán de resolver sus necesidades.
Debido a su importancia y a la necesidad de solucionar con urgencia este mal que tanto daño hace y podría hacer a la sana convivencia en la sociedad, es necesario que profundicemos y analicemos cuáles son algunas de las causas que lo provocan:
1- La deformación ética y cívica ocupa un lugar primario. Si una persona no tiene una formación moral y social sólida que haga que su vida sea regida y orientada por una escala de valores y una opción fundamental, donde el servicio responsable a los demás ocupe un lugar principal, es más propensa a que asuma actitudes egoístas y de desprecio hacia los otros, viéndolos y empleándolos como medio utilitario para resolver sus problemas.
2- También influye fuertemente el hecho de que la remuneración que se percibe por realizar alguna profesión sea insuficiente para satisfacer las necesidades básicas, esto en no pocas ocasiones «obliga» o, por lo menos, tienta e induce a aceptar el soborno.
3- La burocracia generalizada que se eleva hasta niveles insospechados en nuestras instituciones y esferas de servicios, y es capaz de acabar con la paciencia del más paciente y con todo el entramado y efectivo funcionamiento de una sociedad, porque resolver un simple trámite, es imposible, si no tienes, como dice la “vox populi”, un amigo que te «resuelva», mucho dinero para pagar, o algún poder para intercambiar «servicios». Esto trae consigo que las personas empleen el soborno para solucionar sus necesidades o como medio para hacerlo de forma más rápida y efectiva.
4- La falta de opciones y pluralidad, el sistema único y centralizado de organización de nuestro país, la carencia de un tejido social armónico y diverso, en cuyo seno le sea favorable a cada miembro de la sociedad desarrollarse como persona libre y responsable, empobrece y ralentiza tanto la vida social, que por reacción instintiva de rechazo a este estado antinatural, los ciudadanos buscan caminos para burlar las normas establecidas, que en vez de favorecer la coexistencia, la dificultan. Lamentablemente, a pesar de los efectos positivos que esta búsqueda de nuevos caminos pudiera traer a una sociedad con estas características, esto favorece la aparición de fenómenos negativos como el soborno.
La persona necesita, y fue hecha, para relacionarse con los demás. En gran medida su realización personal depende de la apertura, el servicio y la entrega que tenga hacia los otros. Si esta apertura se hace sobre la base de intereses mezquinos, o con medios erróneos como el soborno, se degrada y vicia la convivencia, deformándose el proceso de personalización-socialización que debe vivir todo ser humano.
La socialización es inherente, constitutiva de la persona, sin embargo, a pesar de esto, la relación entre ellas no es algo que esté predeterminado o venga dado de forma concreta y definitiva; somos personas con un núcleo de libertad, grabado en nuestro ser naturalmente, que sustenta nuestra dignidad y, en virtud de eso, nos corresponde a todos la tarea de ir construyendo esas relaciones interpersonales y sociales sobre criterios y estilos de convivencia que contribuyan a nuestro crecimiento personal y social.
No puede existir desarrollo humano ni convivencia pacífica si estas relaciones se establecen sobre la base inconsistente y retorcida del soborno, es necesario que, a través de la reflexión y la práctica, busquemos soluciones nuevas y actuales que eliminen o reduzcan al mínimo este flagelo.
La persona humana es la inconfundible protagonista de toda la vida social. Cuando esta pasa a ser considerada un simple objeto, cuando se diluye o trata de diluir dentro de la masa amorfa del colectivo o del consumismo desenfrenado, se menosprecia y degrada su sagrada dignidad y los valores fundamentales de la vida social; la verdad, la libertad y la justicia ceden su espacio a la mentira, la esclavitud y la injusticia, prevaleciendo sus distintas manifestaciones en el soborno, la corrupción y la falta de solidaridad como expresión del egoísmo.
Un sistema que se defina humanista y socialista debe poner todo su empeño para tratar de eliminar las desigualdades, de forma que se establezcan entre las personas unas relaciones de interdependencia que lleguen a estar basadas verdaderamente sobre una ética social, donde se eliminen las estructuras de pecado que dominan y deterioran las relaciones entre los hombres y mujeres, frenando y dificultando las relaciones entre el tejido de la sociedad civil.
No me explico cómo es que nuestros programas de enseñanza no tienen entre sus asignaturas básicas una de ética y moral, donde se eduque para realizar y vivir nuestro proyecto de vida de acuerdo con una escala de valores que no excluya algunos de ellos en favor de otros, por aquí pasa la solución a este problema del soborno, de nada sirve crear leyes, por rigurosas que sean, condenando esto si no se educa con profundidad a las personas en este aspecto moral y ético.
No me explico cómo es que en nuestros programas de educación no exista una asignatura de Cívica, ciencia que como todos sabemos enseña a comportarse a los miembros de la sociedad sobre principios básicos de fraternidad, solidaridad y respeto que garanticen una convivencia pacífica, con la que se aprende el funcionamiento global de una sociedad y se recibe una profunda formación política. Por aquí también pasa la solución a este problema. No se pueden establecer relaciones sanas entre los miembros de la sociedad y sus diferentes agrupaciones e instituciones si no se conoce cuál es su papel y cómo deben funcionar correctamente.
Si sabemos que los bajos e insuficientes salarios provocan una más fácil aceptación del soborno, la corrupción y el robo, deformando tan tremendamente las relaciones interpersonales y sociales ¿por qué no tratar de establecer un salario mínimo digno? Si el estado no puede priorizar o asumir esto, ¿por qué no toma iniciativas que permitan a propietarios privados crear fuentes de empleos que ayuden a complementar este déficit? Creo que por aquí también pasa la eliminación del soborno.
Mientras no se reduzca la enorme estructura administrativa sobre la que está organizada nuestra sociedad, fuente de burocracia que dificulta la dinámica y efectividad de la vida social, será imposible ponerle coto al soborno y a la corrupción porque las personas querrán solucionar sus problemas y si para esto tienen que escoger un método alternativo, aunque sea ilegal o inmoral, lo harán por necesidad instintiva y primaria y, en cierta medida, egoísta.
Mientras no se diversifique la sociedad, se permita la propiedad privada y se establezca una sana competencia, fruto de la pluralidad de opciones; mientras no se promueva la autonomía y la interdependencia entre las distintas organizaciones de la sociedad, las relaciones personales y sociales podrán estar muy influidas por flagelos como el soborno y la corrupción.
No se puede convivir en paz, buscar el desarrollo de un país, si no existe respeto hacia los derechos humanos. Toda sociedad que busca y construye el bien común debe buscar el justo equilibrio entre el respeto a los derechos humanos y la convivencia pacífica, para ello debe cimentar las relaciones entre sus miembros sobre la base de valores como la honradez, la rectitud, la equidad, la fraternidad y no sobre la base del soborno, la injusticia, la inmoralidad o la ilegalidad. Para esto es necesario que todos los cubanos demos nuestro pequeño aporte, es definitorio para lograrlo.
Nota:
1. Sociolismo: Relativo a los «socios», como en Cuba se llama a amigos, conocidos o compinches de negocios; degeneración de las relaciones interpersonales y sociales que le posibilitan a las personas solucionar algún problema con el tráfico de influencias, por amistad o por dinero y no por la ley; pudiera definirse también como una forma de corrupción.