3. La misión de la Iglesia: ofrecer el Evangelio
En el ENEC la Iglesia cubana “optó por la evangelización, cuando en nuestra pastoral no íbamos más allá del llamado testimonio silencioso”(1)Los obispos de Cuba que animaron el Encuentro respiraban la pasión evangelizadora universal: “nuestra Iglesia cubana debe estar también abierta a las problemáticas misioneras internacionales; no podemos ser indiferentes a este servicio misionero de la Iglesia en esos territorios pobres y lejanos donde la Iglesia tiene y tuvo siempre millares de sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, profesionales... que dejaron todo por llevar el Evangelio”(2). Pero, dada la situación de Cuba, es natural que se preocupen directamente de la misión en el territorio cubano. Y aquí distinguimos: la tarea evangelizadora en el interior de la Iglesia, y la evangelización de los alejados.
1) En el interior de la Iglesia
De acuerdo con lo dicho sobre la condición o ser de la Iglesia, se imponen algunas prioridades
1. Fomentar la “experiencia cristiana”.Si la Iglesia es ante todo y finalmente la comunidad de hombres y mujeres que “han sido alcanzados por el Espíritu de Cristo”, la primera preocupación pastoral no son la organización eclesial las leyes, sino que las personas se conviertan, que vivan una fe “experienciada”, gusten la cercanía benevolente de Dios revelado en Jesucristo. Comentando las palabras del evangelio -”éste es mi Hijo amado, escúchenle”, los obispos cubanos hacen suya la recomendación de Juan Pablo II: “del conocimiento vivo de esta verdad, dependerá el vigor de la fe de millones de hombres; dependerá también el valor de su adhesión a la Iglesia y de su presencia viva de cristianos en el mundo; de este conocimiento derivarán opciones, valores, actitudes y comportamientos capaces de orientar y definir nuestra vida cristiana y de crear hombres nuevos y luego una humanidad nueva por la conversión individual y social”(3). En una sociedad cada vez más plural el porvenir del cristianismo reclama y sólo se garantiza con la experiencia viva y personal que los bautizados tengan de Dios revelado en Jesucristo.
La personalización de la fe cristiana no es fácil en un pueblo religioso como el cubano, donde no son infrecuentes las manifestaciones visibles de religiosidad, cuando llegan a la Iglesia muchos que durante años han estado alejados de la misma y no han tenido la debida catequesis. El ENEC ya detecta el peligro de caer en el ritualismo sacramental. Se reconoce que, dada la situación política, la vida eclesial “se vuelve sobre sí misma en actitud de replegamiento, absorbida por el culto y la sacramentalización”. Pero al mismo tiempo se observa: “si la Iglesia ha podido vivir a la creciente desacralización , también la sociedad cubana, es porque la Iglesia no está para sacralizar sino para evangelizar; sería una falsedad si la Iglesia pretendiera sustituir la evangelización por la sacralización, lo cual, además de un error pastoral, sería una herejía práctica”(4).El gran reto para la Iglesia cubana no es la celebración de sacramentos válidos canónicamente sino “verdaderos”, que sean profesiones públicas y alimento de una fe vivida personal y comunitariamente. Teniendo en cuenta, claro está, que, “si bien los sacramentos suponen la fe, existe siempre la posibilidad de una sacramentalización evangelizadora”(5)
2. Espiritualidad encarnada “versus” espiritualismos Realizar la existencia con el espíritu de Jesús –en cuya experiencia van siempre unidas intimidad con Dios, apasionamiento por la llegada del reino, y opción preferencial por los pobres- la espiritualidad cristiana excluye todo espiritualismo evasivo. Hay que superar la pretensión “espiritualista” de relacionarse con Dios olvidando su compromiso en la llegada del reino y su compasión eficaz hacia los excluidos ha sido siempre y es hoy amenaza para la verdad cristiana de la Iglesia. Ya san Pablo denunciaba esa deformación en la comunidad de Corinto: algunos en nombre del Espíritu negaban al Jesús de la historia, olvidaban la conducta histórica de Jesús donde Dios es inseparable del reino y defensor de los pobres. El ENEC recuerda que “una concepción puramente pietista, como realidad sólo trascendente, sin relación con el mundo, es falsa”(6).
3. Confesar a Dios revelado en Jesucristo Es la cuestión de fondo que indirectamente la Iglesia de Cuba ya se planteó en 1986. Sólo Jesucristo nos revela inequívocamente el rostro del verdadero Dios: “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. “Toda la acción de Dios- dice el ENEC- está expresada en Cristo”(7)Pero “puede ocurrir que deformemos esa imagen opacando el verdadero rostro de Dios y siendo en parte causa del ateísmo; en nuestra sociedad debemos revelar con nuestra propia vida que Dios no es una alienación para el hombre, sino la Medida sin medida que obliga al hombre, creado a su imagen, a no estancarse nunca sino a superarse sin cesar con la gracia de Dios; así mismo, que Dios no es rival del hombre, sino que es quien garantiza la libertad del hombre, el respeto a su conciencia, le confía toda la responsabilidad en la historia, el desarrollo y la transformación del mundo; es misericordioso pero no encubridor del mal sino que toma la defensa de las víctimas de las injusticia y de la opresión, y se identifica con los necesitados...; en fin, debemos revelar que la religión no es un temor, sino un amor, como bien precisa San Juan: no hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor”(8). El tema no es afirmar que Jesucristo es Dios; sino aceptar la divinidad singular que implica esa fe y desmontar las falsas divinidades que continuamente todos nos fabricamos
Tal vez no hemos meditado suficientemente en esta llamada del ENEC ¿De qué divinidad estamos hablando y qué divinidad perciben los hombres que aquí en Cuba, para buscar la liberación del pueblo, han creído necesario prescindir de Dios y de la religión? ¿qué imagen de Dios tienen y dan los mismos cristianos que viven agobiados por miedos a castigos y condenaciones de un juez severo e insobornable? Hace veinte años nuestros hermanos que se reunieron en el ENEC soñaban para la Iglesia cubana “un estilo de vida espiritual que no excluya a Dios ni excluya al mundo; donde nadie tenga necesariamente que negar a Dios para afirmar al hombre; donde el compromiso con Dios alimente e ilumine el compromiso con el mundo en la búsqueda del bien de todos, y la búsqueda del bien de todos no tenga necesariamente que eliminar a Dios”(9).
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Entrega del escudo de la Universidad de La Habana
al Eminentísimo
Cardenal Eduardo Pironio, de feliz memoria,
durante al celebración del ENEC. |
4. “En estado de reconciliación”
“La Iglesia, misterio de comunión que deriva de su condición sacramental, de su sustancial referencia trinitaria, aspira, pues, a ser, comunidad reconciliada y reconciliadora; incluye esta aspiración en la misión”(10). La teología tradicional hablaba de gracia “sanante” y gracia “elevante”. Se trata de la única transformación realizada gratuitamente por Dios que se auto-comunica en la intimidad del ser humano para introducirlo en la comunión trinitaria y abrirlo a los demás con un corazón fraterno. Pero la humanidad sufre alineaciones y rupturas, tiene que ser reconciliada. Según la teología paulina, en Jesucristo Dios nos ha reconciliado, nos ha hecho hijos y hermanos de todos, ha derribado los muros que nos separan; la comunión con Dios implica siempre la reconciliación. Con palabras del ENEC, “porque la persona humana es limitada y pecadora, al hablar del amor a Dios y al prójimo, no se puede dejar de hablar de reconciliación; las limitaciones de nuestra condición humana y el pecado, que es la más grande de ellas, han introducido rupturas que es necesario superar constantemente”. Como la Iglesia es signo e instrumento de unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano, “responsabilidad de la Iglesia es vivir en estado re reconciliación”(11)
Rolando Cabrera, que ha estudiado muy a fondo el tema de la reconciliación, cree que esa tarea “es el alma que sustenta la misión de la Iglesia en Cuba”(12).De hecho el Documento Final del ENEC declara: “ asumiendo su vocación de servidora del pueblo, la Iglesia en Cuba, tanto en sus pastores como en sus laicos comprometidos, se siente llamada a encarnar una actitud de reconciliación y diálogo a nivel nacional”(13).
Por citar algunos ámbitos que necesitan atención reconciliadora, en Cuba perduran las heridas históricas aún no superadas del todo, como son las discriminaciones raciales y sexistas. El carácter totalizante de la ideología marxista leninista ha sido factor de divisiones e injusticias en el tejido social. Aunque oficialmente ha quedado superado el ateísmo de Estado, perduran los prejuicios contra lo religioso. Hay todavía en algunos cristianos y en algunos militantes del régimen actitudes fanáticas y cerradas. A esto se suman las rupturas familiares debidas a muchos factores. Una ruptura sobre la que ya llamó la atención el ENEC es la existente entre los cubanos que han salido fuera del país y los que siguen aquí dentro del proceso político del mismo. Amén de rupturas, o al menos distanciamiento, entre las distintas confesiones cristianas y dentro de la misma Iglesia entre “los de siempre”, “los que regresan” y “los que llegan nuevos”. (14).
La realidad cubana actual necesita de reconciliación. Y el ENEC asume una espiritualidad “de presencia, de diálogo, perdón”. Quiere una Iglesia”reconciliada y reconciliadora”; que la reconciliaciliación sea no simplemente como una tarea sectorial, sino como una perspectiva global del quehacer evangelizador”(15)
5. Despertar el sentido de misión
Se reconoce que “el sentido misionero ha faltado de modo general en una Iglesia que, en momentos difíciles, se habituó al testimonio callado como el medio casi exclusivo de evangelización”. Por eso hay que “redescubrir las posibilidades de evangelización y concienciar al respecto a las comunidades cristianas”(16) .La preocupación misionera “nos interpela a despertar la conciencia y el compromiso misionero, a cambiar nuestras estructuras pastorales para que sean más misioneras; no está la solución en declarar en un documento a Cuba como ´territorio de misión`, sino en ponernos todos en estado de misión y declararnos misioneros todos los cristianos´”(17); “hay que desarrollar más la conciencia misionera”(18); “sin abandonar la pastoral de conservación o mantenimiento donde todavía hay mucho que hacer, la Iglesia cubana, fiel al mandato del Señor, debe abrirse a la misión en sus agentes de pastoral, en sus bautizados, en sus estructuras pastorales, buscando formas de participación de todos en la misión y formando con profundidad a los laicos en esta conciencia”(19).
Es notable por su mística, realismo y actualidad la tercera parte de los documentos del ENEC, consagrada a la “acción pastoral”; de sumo interés para la evangelización en la sociedad cubana de nuestros días.
Sin la pretensión ni siquiera de hacer un resumen, vislumbré tres despuntes:
-Mirar al mundo con amor. En Cuba se ha dado un cambio social “tan radical y profundo que derriba e instaura valores, despierta esperanzas nuevas y engendra también sentimientos de decepción”(20). Consciente del cambio, la Iglesia del ENEC reconoce que “hay en este mundo muchos valores fuera de la fe cristiana que no sólo abren el camino hacia la evangelización, sino que son en sí mismos valores cristianos”(21)"hay un germen de verdad en cada hombre, en cada sistema, en cada religión”(22). Por ello, ante esa novedad cultural, la Iglesia no se cierra en sí misma defensivamente, “contempla, de manera redentora, con los ojos de Dios, el mundo de los hombres y de las cosas”(23) Una mirada “para descubrir en la experiencia los signos y las señales del Dios vivo que camina con nosotros; sí con todos los que viven en esta tierra, creyentes y no creyentes, los cercanos y los lejanos, los que siembran y los que desparraman, porque todos están invitados a la fiesta de la vida que el Padre nos regala”(24). Es preciso considerar a la Iglesia no sólo como distinta del mundo, sino como existiendo y trabajando para él. Para presentar la actitud de la Iglesia con el mundo actual, Pablo VI recurrió a la parábola evangélica del buen samaritano, imagen de Aquel que “por nosotros y por nuestra salvación, descendió”. El espíritu del ENEC nos orienta en esa dirección.
Distinguir proselitismo y evangelización. El ENEC puntualiza: “es necesario que distingamos bien entre proselitismo y misión; una cosa es el proselitista y otra el misionero; una cosa es el propagandista y otra el mensajero; una cosa es el activista y otra el evangelizador; el proselitista se preocupa por aumentar el número, el misionero por anunciar el evangelio; el proselitista pesca para el grupo, el misionero para el Señor; el proselitista está para indoctrinar, el misionero está para convertir; el proselitista compromete la palabra, el misionero compromete la vida; el proselitista tiene la pasión de la cantidad, el misionero tiene la pasión de la verdad; es más fácil ser proselitista que misionero”(25).
Si realmente y con sinceridad nos abrimos al Padre que a todos da vida y aliento, creeremos en los demás, confiando en ellos, aunque no crean ni piensen como nosotros, aunque no se inscriban en nuestras files ni pertenezcan a nuestro gremio; aunque no crean como nosotros ni actúen según nuestros puntos de vista. Sólo se evangeliza cuando se ama de verdad a las personas. El proselitismo es una lamentable perversión religiosa. Juan Pablo II nos invitó : “Cuba, ábrete al mundo”; pero ¿cómo abrirnos al mundo allende los mares, si no somos capaces de abrirnos, aceptar, afirmar y defender al que vive en nuestro mismo pueblo aunque no acepte nuestro credo?
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Salón de plenaria y debate de los delegados durante el evento. |
Diálogo en la búsqueda de la verdad... La Iglesia cubana, precisamente por ser signo de comunión, “tiene que ser la iglesia de la apertura, la iglesia del diálogo, la iglesia de la participación, la iglesia de la mano extendida y de las puertas abiertas, la iglesia del perdón, la iglesia de la diaconía”. Quienes gestaron el ENEC, “optaron por la apertura cuando las puertas parecían estar cerradas y las cortinas bajadas”(26).
Siguiendo el espíritu evangélico del concilio, la iglesia cubana pasa del anatema y el rechazo, al amor, la comprensión y el diálogo, pues la verdad no se impone más que por la fuerza de la misma verdad “que penetra con suavidad y firmeza a la vez, en las almas”(27). Mons Adolfo lo dice así: “todavía están en la memoria el recuerdo costoso de épocas en que pretendíamos combatir el error mediante la Inquisición, y no dio resultado; después mediante el anatema sit ,y no dio resultado luego, mediante el Indice, y no dio resultado; después mediante el Santo Oficio, y no dio resultado; finamente mediante la apologética,y tampoco dio resultado. En nombre de la verdad y de la eficacia no se puede abdicar del amor, y el amor aventaja siempre al juicio”(28). Ningún acontecimiento posterior al ENEC –continúa diciendo Mons Adolfo- sea adverso, sea favorable deberá cambiar esa voluntad unánime y esa intuición evangélica de los católicos cubanos que dijeron: sí a la apertura que abra espacios nuevos al Evangelio; sí al diálogo que sea sincero y realista, hacia fuera y hacia dentro”(29). Según el ENEC, el diálogo es “un estilo propio de ser cristiano”, se fundamenta en la condición de la Iglesia como pueblo reunido en la comunidad trinitaria(30).La búsqueda de la verdad “no obliga a renunciar a lo que tenemos por certeza dada en la fe; menos a disimularla o ponerla en tela de juicio; pero la verdad no es propiedad mía ni tuya, es de ambos, dice San Agustín; no vamos al diálogo con toda la verdad en nuestro poder absoluto, sino en la búsqueda de la verdad para encontrarla juntos, en el sincero reconocimiento de los elementos plurales que hay en ella”(31)
2) Presencia pública de la Iglesia
La Iglesia del ENEC está viviendo “un clima cultural ajeno a la fe cristiana, los empeños por propagar el ateísmo, así como la consideración negativa de todo lo religioso”(32). En esta situación “no aspira nuestro ENEC a una reconquista de poderes, a un rescate de posiciones, favores o privilegios para la Iglesia; ésta no quiere otra cosa que el espacio necesario para cumplir su misión”(33).
a) Un derecho inalienable
La Iglesia del ENEC está siendo afectada por la “privatización de la religión”. Según esa ideología, “la religión es un asunto exclusivamente individual; no debe expresar su punto de vista, su visión de la historia, del hombre y del mundo en el ámbito social, y mucho menos pretender influir en la toma de decisiones que tengan lugar en la colectividad, ni en las aspiraciones y organización de la sociedad”. Y lógicamente reacciona: “ aceptar ese reduccionismo de la fe supondría negar una de las dimensiones esenciales a la misma; la Iglesia siempre ha defendido y reclamado sus derechos contra la privatización de la fe religiosa; ha tratado de ser fiel a su Fundador Jesucristo, cuyo mensaje se dirige a cada hombre, considerado no individualmente, sino en relación con los demás, en el seno de la comunidad humana”(34); “no queremos resucitar viejas ideas de cristiandad.., pero tampoco queremos quedarnos en la sacristía”(35)
Claro que la satisfacción de este derecho exige “un estilo renovado y audaz de presencia entre los hombres y de acción pastoral”(36). Un estilo renovado implica no sólo “mantener e incrementar la presencia en terrenos ya cultivados sino abrirse también a nuevas posibilidades de hacer presente el amor universal de Dios”(37). Supone un cambio “en la pastoral vigente hasta ahora, que ha sido mayormente de conservación, y ha estado organizada desde dentro y para dentro”(38). Dado que, según el ENEC, “el sacerdote se ve reducido a la función cultual”, se comprende la preocupación por formar y promover al laicado.
b) Desde la misión religiosa
“La Iglesia en Cuba, como en todo el mundo, sabe que su misión específica no es de orden político, económico o social, sino eminentemente religioso”(39)..Pero la fe cristiana tiene como centro a “Dios de los hombres”, Dios del reino y defensor de los pobres. Así la fe “manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del hombre, y por ello dirige la mente hacia soluciones plenamente humanas”(40). Por eso concluye el ENEC “lo específicamente religioso cristiano tiene siempre una dimensión social y política”(41). Se niega la fe cristiana cuando “se nos permite hablar de Dios, pero no del mundo que Dios quiere”(42) La evangelización “puede llegar a fecundar nuevas culturas e inspirar procesos de auténtica liberación personal y social, si se encarna y responde a las necesidades y esperanzas de los hombres”(43)
La Iglesia , dice el ENEC, “ no es ni quiere que la consideren, una instancia de poder”(44). “no aspira nuestro ENEC “a una reconquista de poderes, a un rescate de posiciones, favores o privilegios para la Iglesia; ésta no quiere otra cosa que el espacio necesario para cumplir su misión: anunciar, en franca amistad, su fe a todos los hombres”; “servir a nuestro pueblo aportando la luz del Evangelio y el amor cristiano como contribución específica a la vida social” (45).
Esa decisión parece fundamental cuando, ante la inexistencia de partidos políticos, algunos esperan que la Iglesia supla esa deficiencia. Pero al mismo tiempo, como sirve al “Dios de los hombres”, no puede quedar indiferente ante el deterioro de las personas y de los pueblos. Para ella los derechos humanos tienen algo de divino, y cuando éstos son atropellados entra en conflicto sin remedio contra las causas del mismo. Sin pretensiones exclusivistas y mucho menos monopolizantes, “en diálogo franco y respetuoso, la Iglesia propone su visión del mundo, del hombre y de la convivencia humana para, en colaboración con hombres de diversos credos e ideologías, trabajar todos juntos en la creación de un mundo realmente solidario en que los hombres puedan crecer como hombres y reconocerse como hermanos”(46). No ser ni aparecer como un poder político más, y sin embargo entrar en el dinamismo social como fuerza liberadora que defiende los derechos humanos, es la difícil tensión en que tiene que moverse la Iglesia en Cuba.
c) Ámbitos del compromiso
“La Iglesia impulsa a los cristianos a participar en el vasto campo de los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y las profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales; así pueden llegar a ser artífices en la construcción de un nuevo orden moral, donde el hombre vale más por ser que por tener o poder...”. Este compromiso es urgente, pues “muchos han acusado a los cristianos de tener la mirada puesta en la vida eterna y estar despreocupados de los asuntos del mundo; la fe aparece así como un factor alienante, negativo para el desarrollo del hombre y de la sociedad”. Y el ENEC transcribe el texto del Concilio “se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales”(47).
Sin embargo, se constata, “muchos laicos viven su vida de fe como algo separado de su quehacer en el mundo”, “el laico no tiene conciencia de que él es la Iglesia presente y operante en el mundo, ni trae al seno de la comunidad cristiana sus vivencias en la sociedad”; “la faceta más destacada de la labor del laicado cubano es, aún en la actualidad, su labor intraeclesial; su acción evangelizadora se circunscribe fundamentalmente a la comunidad cristiana”. Es verdad que “ en la sociedad los laicos han hecho presente a la Iglesia, sobre todo con su fidelidad a ella y con su testimonio de vida; particular relevancia ha tenido en este contexto el testimonio de los trabajadores”.Pero, hablando en general, “la vida eclesial del seglar queda así como mutilada, limitada al culto y a las tareas apostólicas relacionadas con la vida interna de la comunidad”.
Agradeciendo “las pruebas de fidelidad y amor a la Iglesia que ha dado el laicado cubano en todos los frentes”, el ENEC reclama la presencia y acción evangelizadora de los laicos “en medio de las estructuras de la sociedad”(48). La invitación permite una sugerencia:
Se trata de un compromiso que va más allá de las actividades intraeclesiales y de la beneficencia social; se trata de participar en la política, en la estructuración económica y social, en la legislación y en la administración destinadas al bien común. Y así comenta el ENEC : la fe cristiana “no puede vivirse sin referencia a la política; ésta debe ser redimida por la acción del cristiano, como cualquier campo de actividad humana; no puede hablarse de un cristiano despolitizado o una Iglesia ajena a la política, ya que toda acción dirigida a ayudar o a convertir al hombre, o a transformar a la sociedad, tiene necesariamente una incidencia política...”. Pero “la realización concreta de las tareas políticas es una misión específicamente laical, y son los propios laicos quienes deben encargarse de ésta, con autonomía libertad y plena responsabilidad”(49). Se abre aquí un nuevo campo de acción para los seglares cristianos, y urge definir bien la identidad del político católico parece fundamental sobre todo cuando hay que reconstruir el tejido de la sociedad. Sin embargo se reconoce que, “en el orden pastoral ha predominado un enfoque cultual, no se ha promovido suficientemente una espiritualidad laical, pudiendo constatarse una gran falta de formación e información en este sentido entre los laicos y aún entre los sacerdotes”(50).
Un compromiso que va más allá de la presencia y actividad en mediaciones confesionales católicas. En un Estado laical y en una sociedad plural, habrá que buscar e inventar otras formas de presencia.
3) Los católicos cubanos y el Estado socialista
Cuando se celebra el ENEC, la presencia pública de la Iglesia en la sociedad cubana tiene como interlocutor un Estado socialista que, tal como es percibido, “propone una concepción exclusivamente científico-materialista del mundo, una visión del hombre, de la historia, del futuro, de la globalidad de la existencia, que se diferencia de la visión cristiana del hombre y contrasta en muchos aspectos con ella”(51). Una situación nueva para el pueblo cubano y también para la Iglesia. En su Instrucción Pastoral con motivo de la Promulgación del Documento Final, los obispos se confiesan con humildad: “sabíamos cómo ser cristianos en la época colonial, en la época capitalista, en una sociedad sacralizada; tenemos que ser cristianos ahora, en una sociedad desacralizada y secularizada, de inspiración marxista”(52).
Participando del espíritu del Vaticano II, el ENEC propone “el diálogo como cauce de solución a los problemas que concepciones diversas de mundo y del hombre pueden plantear”. Y hacen suyas las palabras que meses antes había dicho Juan Pablo II: “el diálogo conducido por el único amor a la verdad y también con la prudencia requerida, no excluye a nadie, ni a aquellos que se honran con altos valores humanos sin reconocer aún al Autor de los mismos, ni a aquellos que se oponen a la Iglesia y la persiguen de diferentes maneras” (53) .
Hablando de “nuestra sociedad socialista”, se exige de la Iglesia “un prudente discernimiento evangélico, tanto en el juicio como en las actitudes concretas, ya que en realidad los valores y contravalores aparecen profundamente imbricados”. Y como aviso para evitar juicios precipitados, se apuntan algunos logros, por ejemplo la “democratización real de la enseñanza, un valor del que todo cristiano se alegra”; y “la extensión de servicios asistenciales que todo cristiano afirma”(54). El ENEC llega a decir: “en principio desde la fe no se puede objetar un modelo de economía solidaria, panificada nacionalmente, que parte de una concepción del destino común de bienes y de los recursos del país, así como la primacía del trabajo frente al capital”(55). Como hace el mismo ENEC, ahora distingo la relación de la Iglesia con el Estado socialista, y la relación con el “ateísmo estructural” del marxismo.
“Propiciar un diálogo constructivo”
La rápida estructuración en Cuba del actual sistema económico-social, inspirado en la ideología materialista, “tomó por sorpresa a los católicos y a los creyentes en general”. Los obispos “se sintieron justamente preocupados y llamaron fuertemente la atención sobre los riesgos de esta ideología para la fe” (56). Dos razones justificaban esa preocupación: el trato que había recibido la cuestión religiosa en realizaciones históricas del marxismo; y el ateísmo militante con que se presentaba el Estado Socialista. En la confrontación de la Iglesia con el Estado, entraron “otros factores de tipo económico y político” que oscurecían “las motivaciones religiosas que eran, sin duda, las fundamentales para la Iglesia”(57). Así “surgió el enfrentamiento y sobrevinieron las dificultades ya conocidas; quedaron después el recelo mutuo y las incomprensiones”(58).
“Sobre este fondo oscuro se han ido dando algunos pasos para un diálogo que sabemos difícil, por las características mismas de la ideología marxista y sus puntos de vista respecto a la fe religiosa; y también por el carácter integral de la fe cristiana, por su contenido dogmático y por su tradicional consideración negativa del ateísmo”(59). Sin embargo “los cristianos debemos ejercitarnos en el perdón y disponernos a superar los recíprocos agravios pasados con una actitud constructiva de cara al futuro”. Debemos estar dispuestos al diálogo, que es “un estilo, una forma de ser inherente a la Iglesia, una exigencia de su ministerio de evangelización, de reconciliación y de servicio a la sociedad”. Y el ejercicio de ese diálogo debe seguir adelante aunque sus resultados san “parciales o nulos”(60).
Uniendo esta invitación al diálogo, con la presencia pública de la Iglesia en Cuba, y teniendo en cuenta que todo sistema evoluciona en el dinamismo histórico de la sociedad, dos sugerencias parecen oportunas:
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Cardenal Pironio, de feliz memoria,
con los obispos cubanos de aquel entonces. |
1) El ENEC desea que “la participación de los católicos en la construcción de la civilización del amor debe contar de manera muy efectiva, con el marco y la dinámica propios del proyecto socialista vigente en nuestro país”(61). En este proyecto la Iglesia se ha visto y se ve privada de mediaciones confesionales católicas que tuvo en otro tiempo. Esta limitación puede ser un indicativo para que los cristianos se acostumbren a entrar y participar en las mediaciones e instituciones sociales de carácter secular y en legítimo pluralismo.
2) La otra sugerencia se refiere a la evolución del Estado Socialista. En 1992 cesó el ateísmo oficial y se declaró el carácter laico del estado cubano. Ha desaparecido el ateismo oficial, principal reparo que tenían los obispos en el ENEC contra el sistema. Es verdad que se sigue viendo con recelo y con reservas, y hasta con disgusto, la intervención de la Iglesia en el ámbito sociopolítico; pero también puede haber puede haber excesiva desconfianza por parte de algunos cristianos. Debe quedar claro que la libertad religiosa no es sólo libertad de culto dentro de los templos; la Iglesia tiene una misión profética y caritativa que realizar en la sociedad cubana, y el cristiano tiene derecho a ser identificado como tal en sus compromisos y actividades como ciudadanos. Una cosa es que el Estado se declare laico y otra que entienda y ponga en práctica lo que implica esa cualificación. Sin embargo, estos y otros «peros» no deben pasar por alto que se ha dado un cambio y es necesario entrar, discurrir y dialogar en la nueva puerta que se abre para un diálogo constructivo en una sociedad moderna, secular y plural.
En relación con el ateísmo estructural
“Al realizar su misión, la Iglesia católica no sólo encuentra a las personas no creyentes (marxistas o no) sino que ella misma se encuentra inmersa, como todo el pueblo cubano, en un marco de ateismo estructural, de inspiración marxista-leninista, que lo permea todo y que constituye el sustrato ideológico-filosófico-político de nuestra sociedad socialista”(62). Y el ENEC quiere abrir caminos que lleven a “una situación de diálogo entre católicos y marxistas”(63). Y sugiere: “el mejor modo de entablar un diálogo es comenzar por aspectos prácticos de la actividad común en bien de la colectividad que integramos”(64). Eso no debe excluir sino “preparar y propiciar un diálogo también teórico, conceptual y filosófico sobre los grandes temas que tienen que ver con el ser humano, su papel en la historia, su vida política y social, su destino trascendente”(65). Más adelante el ENEC añade: que para este diálogo entre cristianos y marxistas, se necesita “una comprensión y una información, lo más amplia posible, de la específica racionalidad marxista”(66).
En su encíclica Ecclesiam suam, 1964, Pablo VI se refirió al ateísmo como “el fenómeno más grave de nuestro tiempo”. No lo vinculemos exclusivamente al marxismo; tal vez más sutil y pernicioso que el ateísmo combativo, sea el ateísmo muy cercano a la increencia o indiferencia religiosa y muy parejo con la superficialidad del hombre productor y consumidor. Por eso es urgente que asimilemos la interpretación del ateísmo dada en el concilio(67).
Ha unos años huvo un slogan que fue título de un libro para expresar el cambio realizado en el concilio: Del anatema al diálogo. Es verdad que simplificaba la postura de la Iglesia anterior al concilio y de la Iglesia en el concilio. El mismo Pío IX, que condenó al modernismo, declaró que “los hombres en una ignorancia invencible de nuestra religión, pero que guardan fielmente la ley natural y sus mandamientos tal como Dios los ha grabado en sus corazones... pueden, con la ayuda de la luz de la gracia divina obtener la vida eterna”. Por su parte el concilio, si bien no tiene una postura condenatoria, tampoco acepta un falso irenismo; en la misma constitución GS se dice: “la Iglesia no puede dejar de reprobar con dolor pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas que son contrarias a la razón y a la experiencia humana y que privan al hombre de su innata grandeza”.Luego no hay un simple y ciego paso del anatema al diálogo. Pero ciertamente se abandona una obsesión apologética por atacar y destruir al ateo, y se adopta una postura dialogal.
Ese cambio implica aceptación del otro como hermano, portador de su verdad que puede enriquecer al propio creyente. En el n. 19 de la GS se pasa de la consideración y juicio abstractos sobre el ateismo, al plano existencial; intentando comprender las motivaciones también positivas presentes en el ateísmo: afirmación apasionada por el hombre, protesta rebelde contra el mal, la injusticia, la miseria y el sufrimiento. La reflexión sobre motivaciones y génesis del ateísmo, muchas veces provocado por la enseñanza y conducta de los mismos religiosos cristianos, exige de nosotros que revisemos de qué Dios estamos hablando con nuestra “vida religiosa, moral y social”(68).
Ya he indicado cómo el ENEC ve aquí una cuestión pendiente para los cristianos en Cuba: la cuestión no es tanto si existe o no existe Dios, sino de qué divinidad estamos hablando, y qué consecuencias tiene esa visión para la vida de los seres humanos. Por eso ni el concilio ni el ENEC sitúan el diálogo entre cristianos y marxistas en el ámbito metafísico de la teodicea, sino en el terreno de la ética, en el reconocimiento de la dignidad para todas las personas: “la búsqueda de los derechos humanos esenciales”, “la construcción de un mundo mejor en nuestra patria”; “comenzar por los aspectos prácticos de la actividad común en bien de la colectividad que integramos”.No es cuestión de que el creyente cristiano se presente “por encima de las estructuras sociales como una especie de alto tribunal que juzga y enumera lo bueno y lo malo”. En actitud modesta y desde su fe, debe aceptar al otro, que también es portador de su verdad, y emprender “la búsqueda solidaria del bien común”(69). En todas las actividades evangelizadoras, pero especialmente aquí, donde muchos se dicen ateos, hay que pasar del diálogo al testimonio. Precisamente porque en la génesis del ateísmo, muchas veces la conducta de los mismos cristianos ha sido motivo para no creer en Dios ni el la religión. Ni eclesiocentrismo –una Iglesia cerrada en sí misma- ni antropocentrismo: ser humano curvado sobre sí mismo. Una Iglesia en actitud samaritana, para que la humanidad se abra y no niegue la trascendencia que la constituye.
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Asalto de un grupo de jóvenes al Encuentro
Nacional Eclesial Cubano de 1986. |
4. María, signo e icono de la Iglesia
En una visión católica de la Iglesia no puede faltar la figura de la Virgen María, miembro eminente del pueblo de Dios. El ENEC la presenta vinculada y como fruto del Espíritu Santo
El Vaticano II celebra el amor singular de la Iglesia y su devoción singular a María como “imagen purísima de lo que la Iglesia toda entera ansía y espera ser”(70). También de la Iglesia cubana “que quiere mirarse en María como en un espejo y quiere cumplir fielmente la referencia obligada que ella misma nos dio: “hagan lo que diga”(71).Sin esta referencia la eclesiología del ENEC, esa reflexión sobre la Iglesia en Cuba, quedaría incompleta.
Por otra parte, nuestros hermanos que programaron y editaron aquel Encuentro, remiten también a la experiencia y convicción de los primeros cristianos: el Espíritu es fuente de vida; como en un templo habita en la Iglesia y en el corazón de los files(72). Y en esta convicción, el Vaticano II declara que la Virgen María “templo del Espíritu Santo”(73). Otra versión de la “llena de gracia”, favorecida de Dios, “el fruto más espléndido de la redención”. Por eso la sensación del Espíritu y la devoción a María van muy unidos en la experiencia cristiana; el pueblo habla del Espíritu Santo y María con símbolos que son “el modo y el lenguaje del corazón, el más fácil de entender a todo hombre, particularmente al hombre cubano que es cordial, afectivo, sentimental, poco vengativo, poco rencoroso” (74) .
Aquel feliz Encuentro que hoy celebramos, quiso ser “la respuesta de la Iglesia cubana, bajo la inspiración docente del Espíritu Santo, a las necesidades nuevas”(75). Y por eso, de modo espontáneo se acude a la Virgen del Cobre, “el primer pueblo de Cuba donde se consiguió la libertad de los esclavos”(76). Su Mensaje Final es de confianza: “con nuestros anhelos, nuestra mirada serena, gozosa, esperanzada, se vuelve hacia María, la Madre del Amor, la Madre de los y sufridos en cuya tez morena nos vemos reflejados todos los cubanos; queremos aprender de ella, Señora Nuestra de la Caridad, a mantener nuestro SI y sufrir, como ella al pie de la cruz, cuando no quiso contarle al mundo su dolor, sino proclamarle como fuerza de su esperanza”(77).
Notas
1. AR:: ENEC, p. 8
2. Instrucción, n.40: ENEC, p.238
3. Intrucción.., nn.27-28: ENEC, p. 234
4. Intrucción..., n.118: ENEC, p.258
5. Instrucción..., n.61: ENEC, p.243
6. ENEC, n.135
7. Instrucción..., n.25: ENEC, p.234
8. ENEC, nn.258-259
9. ENEC, n.115
10. ENEC, n.228
11. ENEC, nn.288-289
12. Artífices de la reconciliación, p.71
13. ENEC, n.59
14. Tomo estos ejemplos de R. Cabrera, o.c., 69-70
15. ENEC, n.294
16. ENEC, n.196
17. Instrucción
, n. 49: ENEC, p. 239
18. Instrucción...,n.47:ENEC, p.239
19. Instrucción..., n.46: ENEC, p.239
20. ENEC, n.178
21. Instrucción..., n.54: ENEC, p. 241
22. Instrucción..., n. 88: ENEC, p.249
23. Mensaje final: ENEC, p. 14
24. Benedicto XVI, Carta al Señor Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, 2 de febr. 2006
25. Instrucción..., n.62: ENEC, p. 243
26. AR, pp 7 y 8
27. Vat II , Declar. “Sobre la libertad religiosa”, 1
28. AR,p.9
29. AR, p.8
30. ENEC, 158
31. Instrucción..., n.81:ENEC, p.247
32. ENEC, n.182
33. ENEC, n 185; ARENEC, p.11
34. ENEC, nn.403-404
35. Instrucción..., n.49: ENEC, p.240
36. ENEC, Mensaje final: ENEC, p.14
37. ENEC, n. 275
38. ENEC, n.199
39. ENEC, n.420
40. Vat II GS, 11, a cuya luz debe ser interpretado GS, 42
41. ENEC, n. 420
42. De una frase de Mons H.Peña, obispo de Holguín, traída por R. Cabrera, o.c., p. 244
43. ENEC, n.90
44. ENEC, n.416
45. AR: ENEC, p.11; ENEC, n.166.
46. ENEC, n.299
47. GS,43; ENEC, 731
48. ENEC, 191
49. ENEC, 763-765
50. ENEC, n. 735-745
51. ENEC, n. 150
52. Instrucción…,n.7: ENEC, n.228
53. ENEC, n.156-157
54. ENEC, n. 253
55. EEC, n.303
56. ENEC, 151-152
57. ENECm 153
58. ENEC,154
59. ENEC, 154-155
60. ENEC, 156-16o
61. ENEC,303
62. ENEC, n. 252
63. ENEC,n. 158
64. ENEC, n.173
65. ENEC, n.174.
66. ENEC, n. 252
67. LG, 16; DH, 2; GS, 19-21. Cf exposición clara en J. M;artín Velasco, Increencia y evangelización.Del diálogo al testimonio
(Santander, 1989, 79-86). De ahí recojo ideas y también algunos textos.
68. GS,19; Carta Apost. Tertio Millennio adveniente, 36
69. ENEC, 165,173,177
70. SC, 103
71. Instrucción Pastoral…, 155: ENEC, pp.265-266
72. ENEC, 220
73. LG, 153
74. LG, 65; AR,: ENEC, p.11
75. AR: ENEC, p. 9
76. ENEC, n. 70
77. Mensaje Final:
ENEC, n. 15