Revista Vitral No. 74 * año XIII * julio-agosto de 2006


CARTA DESDE LA HABANA

 

EN POS DE UNA ÉTICA INCLAUDICABLE

FÉLIX SAUTIÉ MEDEROS

 

 

Estimados lectores de Vitral:

Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones del resumen del curso de la asignatura de Ética Cristiana que, como profesor, acabo de impartir.
La formación es siembra y muy especialmente cuando la asignatura es Ética Cristiana. Entonces se hace más vigente aún la parábola de El Sembrador. Ser maestro, ser profesor es ser sembrador en el campo de los seres humanos, que por naturaleza debería resultar propicio si no se desvirtúa por motivo del miedo, la ignominia y la sumisión sin principios. No siempre la semilla cae dentro del espacio adecuado, porque también hay quienes son como las piedras del camino que no producen simientes, dados sus miedos y claudicaciones, e incluso hay quienes se escandalizan y se oponen al cambio y a la conversión de lo malo que tienen dentro por lo bueno del mensaje renovador que el Espíritu de Dios les sopla desde el Evangelio. Sobre todo cuando lo que se les transmite no se corresponde con sus intereses e ideas preconcebidas.
Hay palabras claves que producen miedo en los que son timoratos o subordinados a los poderes temporales del mundo. También existen las demagogias y manipulaciones de quienes truenan antes de ser tronados, de quienes con frases altisonantes y muchas veces vacías enuncian enjundiosas consignas o menciones históricas grandilocuentes, hilvanadas en la estructura del lenguaje pero sin tener conexión alguna con la conciencia, con el corazón, con los sentimientos y con la verdad. He visto además a quien comete fraude tratando de engañar a todos y se convierte en cambio en guardián de una determinada ortodoxia con las consignas externas y algunas verdades virtuales, atacando como procedimiento a quienes les resultan molestos por las llamadas que hacen a sus conciencias. He podido vivir con fuerza lo que Jesús nos anunció hace más de dos mil años para quienes se dispusieran a seguir tras Él. Me he sentido reconfortado con la promesa de que en cambio estará con nosotros hasta el final de los siglos y que a quienes no lo nieguen tampoco Él los negará delante de su Padre Celestial. Todo esto he vivido como resultado de un curso encaminado a lograr que el pensamiento propio primara por sobre los miedos y las consignas.
La Ética como responsabilidad de la libertad y el engarce ineludible de la ética con la libertad han sido constantes del sílabo impartido; porque la ética constituye un conjunto de actitudes humanas para la convivencia social fundamentada en el ejercicio del libre albedrío con que hemos sido dotados por nuestro Padre Creador. Cuando la persona no ejerce su derecho supremo a la libertad, los principios de la ética se resienten o son sustituidos por la sumisión vergonzante, por la doble moral simuladora o por el cinismo sin barreras. En la enseñanza de la ética deben limpiarse las cizañas y las piedras del camino que a veces están muy fuertes y esparcidas. Entonces, como el sembrador, se debe trabajar persistentemente y disponerse a enfrentar las inclemencias temporales que se interponen por la labor de quienes no quieren que las simientes de la verdad crezcan con fuerza y salud. El sembrador debe procurar que las buenas semillas caídas en los terrenos fértiles de quienes son honestos y decididos, puedan cubrir con flores y frutos los campos por sobre las malezas y los obstáculos del momento. Entonces la siembra debe proponerse por sobre todo marchar en pos de una ética inclaudicable y propia del seguimiento de Jesús.

 

 

 

 

 

Revista Vitral No. 74 * año XIII * julio-agosto de 2006