Revista Vitral No. 74 * año XIII * julio-agosto de 2006


ECONOMÍA

 

¿ES VIABLE TERMINAR CON MEDIO SIGLO
DE RACIONAMIENTO EN CUBA?


CARMELO MESA-LAGO

 

 

El sistema de racionamiento fue introducido en Cuba en 1962 y gradualmente se extendió en los siguientes decenios para incluir a la mayoría de los alimentos y productos manufacturados. La crisis económica que siguió al colapso del campo socialista provocó un recorte drástico de las cuotas de racionamiento y, a pesar de la recuperación económica parcial desde 1995, las cuotas mensuales de racionamiento en 2006 sólo cubren de 7 a 10 días de necesidades alimenticias. En un discurso pronunciado en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005, el Presidente Fidel Castro anunció que el racionamiento terminaría pronto. En febrero de 2006 Francisco Soberón, Presidente del Banco Central, se refirió a dicho discurso destacando la frase que “nuestro sistema actual de distribución no se corresponde con el principio de Marx que cada cual emplee al máximo sus necesidades y reciba según su esfuerzo”. Seguidamente Soberón explicó que existe una contradicción entre los que viven solo de su salario, el cual es insuficiente para comprar bienes a precios de mercado, y aquellos que reciben ingresos no laborales (lícitos como las remesas e ilícitos) que les permite vivir cómodamente, pero ambos se benefician de los bienes racionados subsidiados por el Estado. “Esto resulta catastrófico para la economía del país y éticamente inaceptable” y “Nos conduce gradualmente a la extinción de la libreta de racionamiento” como actual estrategia de la Revolución.
Este artículo traza los antecedentes del racionamiento en Cuba, compara los precios en los mercados racionados y no racionados, calcula el poder adquisitivo de salarios y pensiones, y evalúa la viabilidad de cinco estrategias alternativas potenciales para terminar el racionamiento.

El inicio y la evolución del racionamiento en Cuba

La justificación oficial para introducir el racionamiento fue que el poder adquisitivo de la población había crecido más rápido que la producción de bienes de consumo y la capacidad estatal para importarlos: si se hubiese permitido que los precios fuesen fijados por la oferta y la demanda, se hubiesen disparado y perjudicado a los grupos pobres y de bajo ingreso. Con el fin de protegerlos, el gobierno fijó los precios de forma centralizada y mediante una libreta aseguró cuotas mínimas para todo el pueblo a precios subsidiados, a veces inferiores al costo de producción. El racionamiento funcionó como un instrumento igualitario y de bienestar mínimo en el medio de la escasez reinante, pero fue costoso para el Estado, no evitó las largas colas frente a las tiendas estatales y provocó el surgimiento y rápida expansión del mercado negro donde los bienes se venden a precios varias veces más altos que el precio de racionamiento. En el decenio del 70 y primera mitad del 80 el gobierno luchó contra el mercado negro a través de los mercados paralelos y campesinos donde los precios se determinaban por la oferta y la demanda. Pero esos dos mercados fueron abolidos durante el Proceso de Rectificación de Errores anti-mercado en la segunda mitad de los 80.
El principal problema del suministro a la población ha sido que la producción de alimentos y otros bienes de consumo, después de un incremento en los decenios de los 70 y los 80, declinó drásticamente durante la crisis de los 90 y en 2004-2005 la mayoría de los productos estaba por debajo del nivel de 1989, por ejemplo: carne de vaca -63%, pescado y mariscos -65%, azúcar -69%, leche de vaca -51%, huevos -32%, cítricos -22%, textiles -87% y tabaco en rama -42%. Sólo la producción de algunos frijoles y hortalizas, así como la de viandas se reporta mayor que antes de la crisis. Como resultado el gobierno fue incapaz de mantener las cuotas de racionamiento y las redujo de forma que en 2006 sólo cubren entre 7 y 10 días de las necesidades alimenticias mensuales y mucho menos respecto a las necesidades de bienes manufacturados.

Cuotas mensuales de racionamiento por persona en La Habana (1962, 1989, 2005), y precios en pesos en Mercados Racionados, Agropecuarios y Shopping, 2005

Productos

Cuotas de Racionamiento (años)

Precios en Pesos
(2005)

1962

1989

2005

Raciona-miento

Mercados
Agrícolas

Shopping  (TRD)

Carne de vaca con soya (libra)

3

1

0.50

0.80

No

43-215

Pollo (libra)

3

2

1

0.70

No

29-53

Pescado (libra)

1

Libre

0.688

0.70

No

68-135

Arroz (libra)

6

5

5

0.25

4-5

11-14

Frijoles (libra)

1.5

1.25

1.875

0.40

8-20

30-40

Viandas (libra)

14

5

4

0.40

2-4

No

Manteca (libra),aceite soya (litro)

2

1.5

0.50

0.20

10-18

54

Huevos (unidades)

5

Libre

8

0.15

1-2

2-3

Leche  (litro), polvo en shopping

6

3

0

No

6

64

Pan (pequeño)

Libre

Libre

30

0.05

10

No

Azúcar (libra)

Libre

6

5

0.10-0.15

No

16-22

Café(libra)

1

0.375

0.25

5.00

No

145-158

Cigarros (paquete)

Libre

4

3

2-2.50

No

9-57

Tabacos (unidades)

Libre

4

0

No

No

Varía

Gasolina (galón)

Libre

10

0

No

No

73-86

Jabón para baño o lavar (pastilla)

2

1.5

1

0.20-0.25

No

8

Detergente (botella)

1

0.5

0.25

0.90

No

24

Desodorante (botella pequeña)

 

 

0

No

No

36-48

Papel higiénico (rollo)

Libre

1

0

No

No

26

Pasta dientes (tubo pequeño)

1

1

1

0.65

No

60

Cerveza (nacional, botella o lata)

Libre

Libre

0

No

No

20-26

Notas: Fuentes al final. Precios en pesos convertibles (CUC o chavitos) en la shopping convertidos a pesos a la tasa de cambio de 24 a uno. “No” significa que el producto no es ofertado en un mercado dado.

Las primeras tres columnas del Cuadro muestran las cuotas mensuales de racionamiento por persona en La Habana en 21 bienes de consumo en tres años: En 1962 al comienzo del racionamiento, en 1989 en vísperas de la crisis, y al final de 2005. En 1962 siete bienes eran vendidos por la libre (sin cuotas) pero su número se había reducido a cuatro en 1989 y ningún bien era vendido por la libre a fines de 2005. Con un par de excepciones, las cuotas de todos los bienes disminuyeron de manera constante entre 1962 y 2005, por ejemplo, la gasolina, los tabacos, el papel higiénico y la cerveza eran vendidas por la libre pero ahora no están disponibles siquiera por el racionamiento; el pan se vendía por la libre pero ahora se limita a pancito diario, el azúcar cayó de venta libre a 5 libras y los cigarros de venta libre a tres paquetes mensuales; las cuotas de aceite, pollo, viandas, café y detergente se redujeron entre 50% y 75%. La leche de vaca solo se vende para los niños menores de 7 años o adultos bajo una dieta médica (un litro diario); antes los ancianos podían comprar 6 latas de leche condensada o evaporada al mes, pero ese suministro se descontinuó a comienzos de los 90s. La mantequilla no se consigue por el racionamiento y las papas son la única vianda que se ofrece esporádicamente; ¿cómo es posible que según cifras oficiales la producción de viandas haya aumentado más de tres veces pero no se vende malanga por el racionamiento y tampoco virtualmente boniato y yuca? Muy pocas medicinas pueden ser compradas en las farmacias del Estado.
El pueblo sobrevivió a pesar del severo recorte de las cuotas debido a las reformas aplicadas por el gobierno en 1993-96 que permitieron la circulación libre del dólar, el envío de remesas del exterior en esa moneda, la inversión extranjera, la resurrección de los mercados agropecuarios (que venden a precios de mercado), la reautorización del trabajo por cuenta propia y la creación de las tiendas de recuperación de divisas (TRD o shopping) que venden productos con precios en divisas fijados por el Estado. En 2004 alrededor del 62% de la población recibía remesas en dólares de parientes y amigos en el extranjero que les permitía comprar bienes en los mercados agropecuarios y las shopping. El ingreso para comprar en esos mercados procedía del trabajo por cuenta propia, los paladares, pagos en dólares por debajo de la mesa a los empleados de las empresas mixtas, especulación en el mercado informal o negro, etc. Sin embargo, la nueva ola anti-mercado que comenzó en 2003 y continúa actualmente revirtió las reformas más importantes: prohibición del uso directo del dólar como medio de compra; imposición de un gravamen de 10% al cambio del dólar por el peso convertible (el CUC no es en realidad convertible ya que no se cambia en el mercado internacional y su valor se fija de manera arbitraria por el gobierno a una tasa de cambio de 24 pesos); apreciación del CUC en 8% (proporcionalmente, reduciendo el valor del dólar); restricciones en el número y las actividades de los cuentapropistas y paladares; endurecimiento y críticas a los mercados agropecuarios; y aumento de precios en las shopping entre 10% y 30%, así como fijación de dichos precios en CUC (añadiendo un incremento adicional de 10% debido al gravamen sobre el dólar). Como resultado de estas medidas anti-mercado, así como del endurecimiento inhumano del embargo por la administración del Presidente Bush (reducción de visitas, gasto diario, etc.), el monto de las remesas y el acceso a los bienes en las shopping se redujo en 2005.

Precios en mercados racionados y no racionados y poder adquisitivo del pueblo

Las tres últimas columnas del Cuadro comparan los precios en pesos en mercados racionados y no-racionados (agropecuarios y shoppings) en La Habana en diciembre de 2005. Hay enormes diferencias en las relaciones entre los precios no racionados y racionados, por ejemplo, 100 veces en pescado, 200 veces en pan y 92 veces en pasta de dientes; 18 y 52 veces en arroz (el primero entre precios racionados y en mercados agropecuarios y el segundo entre precios racionados y shopping), y 90 y 270 veces en aceite. Más aún, muchos artículos racionados desaparecen por meses (jabón, detergente) y la calidad de los bienes racionados y algunos no racionados se ha deteriorado considerablemente: la carne se ha sustituido por una mezcla molida de soya, frijoles y algo de carne; el arroz racionado es de grano pequeño y roto; las papas a menudo están podridas; el pescado es chico y lleno de espinas; el jabón de baño carece de perfume y se desintegra con facilidad; los zapatos se rompen después de unos pocos meses de uso, y la botella de detergente líquido racionado sólo sirve para lavar platos, por lo que hay que comprar una bolsa de polvo detergente en la shopping para lavar la ropa.
El salario promedio mensual al final de 2005 era 334 pesos (equivalente a 16,70 dólares a la tasa oficial de cambio de 20 pesos por un dólar), el salario mínimo era 225 pesos (11,25 dólares), la pensión promedio mensual era 180 pesos (9 dólares), la pensión promedio recibida por la mitad de los pensionados era 150 pesos (7,50 dólares) y la ayuda por asistencia social era 122 pesos (6 dólares). La canasta entera de bienes racionados para los primeros 7-10 días del mes cuesta sólo 30 pesos, pero las tarifas eléctricas añaden 10 a 20 pesos, el transporte por ómnibus 12 a 20 pesos (una carrera en un botero o almendrón cuesta entre 10 y 20 pesos), y las tarifas aumentadas de teléfono y agua entre 8 y 10 pesos; pero la gran mayoría de la población es dueña de una vivienda (aunque en estado regular o malo) y sólo una minoría paga por arriendo el 10% del salario, un promedio de 33 pesos; el costo total de estos bienes y servicios oscila entre 60 y 115 pesos. Con el ingreso que queda, toda la población debe comprar los alimentos no disponibles por el racionamiento ya sea en mercados agropecuarios o en las shopping por los 20-23 días restantes en el mes, así como otros alimentos y manufacturas que no se dan por el racionamiento. Eso sería imposible para los beneficiarios de asistencia social o la pensión mínima o promedio, así como para los que ganan el salario mínimo, si no recibiesen remesas, ayuda familiar o un ingreso extra (muchos pensionados venden artículos en las calles y realizan otros trabajos similares). Con lo que sobra, el trabajador con un salario promedio puede comprar la mitad de los alimentos adicionales necesarios en los mercados agropecuarios y las shopping. Una libra ya sea de carne, pollo o pescado, cuatro libras de arroz, dos libras de frijoles, dos cebollas, una botella de aceite de soya y 4 huevos cuestan 213 pesos, dos tercios del salario promedio. Otros artículos esenciales de higiene comprados en las shopping (una pastilla de jabón de baño, bolsa de detergente, botella de desodorante y rollo de papel higiénico) cuestan 100 pesos, casi un tercio del salario promedio. Si alguien quiere adquirir una olla de presión o darse el lujo sibarítico de comer una libra de jamón les costará casi la mitad del salario promedio mensual o toda la pensión mínima, y un bombillo eléctrico en la shopping toma 30% del salario promedio y 50% de la pensión promedio. Muchos autos están inmovilizados debido a que las piezas de repuesto, sólo disponibles en las shopping ,son carísimas o porque un galón de gasolina toma 22% del salario promedio mensual.

Viabilidad de cinco estrategias alternativas para terminar el racionamiento

Todo el análisis anterior demuestra que, a pesar de su insuficiencia, la magra canasta de alimentos y unos pocos productos manufacturados racionados son aún esenciales para la supervivencia de la inmensa mayoría de los cubanos. De acuerdo con el gobierno, la canasta de alimentos racionados garantiza la mitad de las necesidades de calorías diarias aunque realmente sólo cubre un tercio. En todo caso la pregunta enigmática es ¿cómo entonces puede terminarse el racionamiento? Cinco estrategias potenciales alternativas para enfrentar esa meta se evalúan abajo.
La vía más lógica para acabar con el racionamiento sería incrementar el suministro de bienes de consumo ya sea aumentando la producción interna o importándolos o una combinación de ambos. Esta alternativa no es viable en Cuba en el mediano plazo o mientras continúe la actual política económica por varias razones: la producción interna en 2005 estaba por debajo del nivel de 1989 en la mayoría de los bienes de consumo (como ya se ha visto) y la población creció 7% en los últimos 16 años; las importaciones de alimentos han aumentado de manera notable en los tres años precedentes, la mayoría desde los Estados Unidos a pesar del embargo, pero aún así son insuficientes para compensar la pobrísima producción interna y Cuba carece de las divisas necesarias para comprar las ingentes cantidades necesarias adicionales (el déficit de la balanza de mercancías en 2005 sobrepasó los 4.000 millones de dólares, un record histórico).
Aceptando dichas limitaciones el gobierno pudiera abolir la libreta de racionamiento pero mantener los actuales subsidios de precios, eliminar la adscripción obligatoria de las familias a una bodega estatal específica en el vecindario, y liberar a los consumidores para comprar la actual oferta limitada de bienes donde quiera que se encuentren. Esta medida generaría un caos porque la gente abandonaría sus trabajos para lanzarse a la caza de los alimentos generando las colas más largas bajo la revolución, interrumpiendo la producción y los servicios, y por ende creando una situación política potencialmente riesgosa, todo lo cual hace esta alternativa muy improbable.
El gobierno también pudiera abolir la libreta de racionamiento pero permitir que los precios se determinaran por la oferta y la demanda, y dejar a los que tienen dinero suficiente para comprar la oferta limitada de bienes a precios elevadísimos. Esta estrategia perjudicaría severamente a los pobres y grupos de bajos ingresos (académicos cubanos han estimado que la pobreza aflige al menos al 20% de la población habanera), precisamente la justificación que el gobierno dio al introducir el racionamiento en 1962. Además, esto expandiría de manera significativa las desigualdades en el acceso a los alimentos en favor de los grupos de mayor ingreso y provocaría deficiencias nutricionales graves en una parte importante de la población. En vista al presente discurso oficial de crítica a las desigualdades existentes en Cuba, las probabilidades de esta alternativa son remotas.
La anterior estrategia, no obstante, podría combinarse con un aumento de la asistencia social a los pobres y grupos de bajos ingresos a fin de que estos puedan comprar los bienes a precios de mercado. El gobierno parece haber tomado este camino desde 2005 mediante el incremento del salario y pensiones mínimas, así como del número de personas que reciben asistencia social y su monto. Estas medidas costaron 2.000 millones de pesos, equivalentes a 10% del PIB, lo cual provocó un aumento notable en los gastos del presupuesto y probablemente en el excedente de moneda en circulación, así como tensiones inflacionarias. Aún así esa dádiva ha sido más que insuficiente para mejorar el acceso de estos grupos vulnerables a los alimentos como se ha probado antes. En 2005 aproximadamente el 4% de la población recibía asistencia social pero la pobreza afectaba al 20% de manera que 17% no tenía acceso a esa ayuda y se requeriría incrementar cuatro veces el presupuesto de asistencia social para alcanzar a todos los necesitados, lo cual sería extremadamente costoso y generaría mayor inestabilidad financiera.

Portada de libreta de racionamiento
de los núcleos familiares. cubanos.


Por último, el racionamiento pudiera restringirse a los pobres y grupos de bajo ingreso y que el resto de la población compre los bienes a precios fijados por la oferta y la demanda, con compras complementarias en los mercados agropecuarios y las shopping. Esta estrategia perjudicaría al segmento de ingreso medio, particularmente a los que no reciben remesas; para compensarlos el gobierno tendría que aumentar más aún el salario promedio lo cual conduciría a nocivos efectos presupuestarios, fiscales y de estabilidad financiera apuntados en el escenario anterior. El Presidente de Cuba ha estimado que la eliminación del racionamiento costaría 600 millones de pesos pero, en mi opinión, esa cifra subestima de manera gruesa el costo derivado del análisis previo.
En vista de la falta de alternativas fáciles, el anuncio del fin del racionamiento pudiera ser otro ingrediente simbólico del discurso oficial orientado a generar apoyo al proceso actual de recentralización económica, campaña contra la corrupción y aseguramiento al pueblo que la Revolución está en el camino correcto y tiene un futuro brillante. Esa promesa, junto a la de energía abundante en 2006, podría irse a bolina como muchas otras hechas por la dirigencia en los últimos 47 años: la mayor producción industrial por habitante en América Latina y el aumento en cuatro veces de la producción lechera para 1965, una zafra azucarera de 10 millones de toneladas y la creación de un Hombre Nuevo no egoísta en 1970, y la cuadruplicación de la producción de níquel, la creación de una potencia mundial en biotecnología y la autosuficiencia alimenticia en los 80.

Fuentes
Espinosa Chepe, Oscar. “Cuba en los Objetivos y Metas del Milenio” y “Fin del Racionamiento?”, La Habana, 23 septiembre y 6 diciembre 2005.
González, Rigoberto. “Una competencia…”, Santa Clara, 5 diciembre 2005.
Mesa-Lago, Carmelo. Buscando un Modelo Económico en América Latina, Caracas: Nueva Sociedad, 2002.
“The Cuban Economy 2004-2005”, Cuba in Transition, ASCE y ICCAS-Universidad de Miami, Vol. 15, 2005, pp. 1-18.
Oficina de Control de Distribución de Alimentos, La Habana, diciembre 2005 (cuotas y precios de bienes racionados).
Precios de mercados agropecuarios y TRD enviados desde Cuba por un economista independiente, diciembre 2005.
Resolución del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, La Habana, 30 noviembre, 2005.
Soberón, Francisco. “Que los sistemas de distribución vinculen el estándar de vida con el esfuerzo de cada cual”, Discurso en la VIII Reunión de Economistas de Cuba, El Economista de Cuba, febrero 2006.

 

 

Revista Vitral No. 74 * año XIII * julio-agosto de 2006
Carmelo Mesa-Lago
Economista cubano. Vive en Miami. Catedrático distinguido con la condición de Emérito de Economía y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburg. Catedrático de Relaciones Internacionales y América Latina en la Universidad Internacional de la Florida. Profesor de Economía Latinoamericana en el Instituto Universitario Ortega y Gaset. Profesor visitante en Alemania, Argentina, Cuba, Chile, España, México, Reino Unido y Uruguay. Es autor de más de 60 libros. Asesor regional de la CEPAL.