Nos visitó, para satisfacción de todos los que amamos la danza, el Ballet de Camagüey, una de las compañías danzarias más importantes de nuestro país. Puede afirmarse, sin lugar a dudas, que es lo más completo después del Ballet Nacional de Cuba.
Tras haber pasado por diferentes etapas desde su fundación, hace ya treinta y tantos, la agrupación, ahora bajo la dirección de la Lic. Regina María Balaguer, continúa un desarrollo artístico en ascenso con jóvenes artistas talentosos, donde sobresalen sus dos principales figuras femeninas: Liuba Corzo y Siuchen Ávila, bailarinas de brillante técnica, gracia y agilidad en sus desenvolvimientos. Poseedoras, además, de una hermosa línea y un físico radiante. Las acompaña un cuerpo de baile muy bien entrenado y disciplinado, así como bailarines masculinos de la talla de Iradiel Rodríguez, Yannis García, Ledián Soto y Yanel Herrera, de hermosas figuras y presencia escénica formidable.
La visita del Ballet de Camagüey, los días 2,3 y 4 de junio el 2006, nos volvió a acercar al mundo mágico de la danza y muy en especial a la danza académica, al llamado ballet clásico. La compañía presentó esta vez un variado programa en el que figuraron fragmentos del repertorio tradicional, como lo es Festival de las Flores en Genzano, ballet del período romántico, original de Auguste Bournonville, una de las figuras emblemáticas de ese período histórico del ballet. También ofrecieron los pas de deux de Arlequinada y Adam, así como una particular versión el ballet Carmen.
Festival de las Flores en Genzano, basado en la coreografía original de Auguste Bournonville , fue uno de los más gratos momentos de la función, donde se lució mucho el cuerpo de baile integrado por muy jóvenes bailarines seguros, de movimientos balanceados y cuidadores de proyectar el espíritu tradicional de este ballet. En tanto que el pas de deux Arlequinada, con coreografía original de Voinones, resultó ser un divertimento, con movimientos graciosos, un tanto grotesco, y una vis cómica, que agradó mucho al público. El pas de deux Adam, con la coreografía de José A. Chávez, nos envolvió en la magia del clasicismo, revelándonos a un joven bailarín, Reinier Díaz, que deleitó a los espectadores con su línea pura, sus equilibrios y deslizamiento por el escenario y hermosa figura.
Pero sin dudas la gran polémica resultó ser la puesta en escena de Carmen, en una novedosa versión del coreógrafo Osvaldo Beyro. Un taller donde se hace una fusión de diferentes técnicas de la danza y además se mezclan ritos africanos con bailes del manglar y bailes populares modernos como el break. La coreografía, muy complicada, en ocasiones sobrepasó con ciertos movimientos el buen gusto y la decencia. No se debe confundir lo novedoso con la obscenidad. Se sabe, y debe ser así, que el ballet, como expresión artística, necesita evolucionar y no puede quedarse estancado, como una reliquia musical, pero se debe tener mucho cuidado al asumir esa evolución. La técnica de la danza es por sí sola rica en expresión corporal y se puede aprovechar para que un coreógrafo elabore su danza, incluso es válido que se agreguen movimientos propios, pero nunca se debe sobrepasar ciertos límites. Es algo que se debe tener muy en cuenta.
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Alicia Alonso en Carmen el célebre ballet de Alberto Alonso,
junto a tres
de las más destacadas figuras masculinas del ballet
cubano: Jorge Ezquibel (Escanillo), José Zamorano (Zúñiga)
y Orlando Salgado (Don José).
Foto: Valiente. |
Liuba Corzo, bailarina principal de la compañía, encarnó el rol protagónico de Carmen. Se movía en las apretadas redes de una complicada coreografía y lo hizo bien. Su baile fue de altos quilates, preciso y ligero. Una bailarina dotada de una bella línea, grandes extensiones, equilibrio en las puntas, baile armonioso y deslizamientos efectivos. Pero hubiésemos querido verla en otros papeles que se avienen más con su personalidad. Aún así se lució y dotó a su personaje de lo que necesitaba, sensualidad, erotismo y engaño. Una Carmen moderna y juvenil, de nuestro tiempo, que como la cigarrera de Prosper Merime, juega con el amor de dos hombres y cae, al final, víctima de ese juego, atrapada por la pasión, la seducción y el engaño.
Después de apreciar esta versión del coreógrafo Osvaldo Beyro sentimos nostalgia de la memorable y magnífica Carmen, creada por el maestro Alberto Alonso, la más completa de todas, que logra atrapar en una coreografía.