Revista Vitral No. 71 * año XII * enero-febrero de 2006


EDUCACIÓN CÍVICA

 

CUBA:
ENTRE LA VERDAD
Y LOS INTERESES

DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

 

 

Con frecuencia los cubanos nos preguntamos sobre qué principios se basan las relaciones internacionales con Cuba.
En otras ocasiones, personas de cualquier lugar del mundo, interesados en la amistad con el pueblo cubano, se preguntan cuáles son los criterios que fundamentan las relaciones de sus propios gobiernos con Cuba.
Más extraño aún, los cubanos que vivimos en la Isla y los que viven dispersos por el mundo, nos preguntamos, igualmente, cuáles son las bases éticas de las relaciones entre compatriotas que viven en el exilio o la emigración; o los vínculos entre ellos y los que permanecemos en la Isla.
No pocas veces los hechos, en las relaciones internacionales nos confunden. Las posturas parecen incoherentes. Las palabras y declaraciones van bien separadas de las actitudes. Pero, sobre todo, creo que el talón de Aquiles de las relaciones internacionales es, en este momento, que los raseros éticos de decisión no son iguales para todos, sino que dan la impresión de ser ajustados a los intereses económicos o geopolíticos.
La clave de estas diplomacias errantes parece ser que priorizan los intereses de la economía y de la ideología por encima de los intereses de los ciudadanos. Sabemos que muchos países desean e intentan responder a los intereses de la nación, pero la realidad de las relaciones comerciales, económicas, financieras, del tráfico de influencias y de las alianzas ideológicas, no han logrado, hasta hoy, colocar por encima de todos ellos, los derechos humanos de cada cubano, el bien común y los derechos de este pueblo. Más bien, es a costa de ellos.
A no pocos cubanos nos resulta incomprensible cómo esos países y sus representantes pueden aceptar, tolerar, interpretar y hasta apoyar en Cuba, lo que en sus propios países les resulta, hoy mismo y desde siempre, intolerable, irrespirable, increíble.
A veces nos preguntamos, perseverando en la creencia de las buenas intenciones que nadie juzga: ¿Podría ser la antigua y socorrida falacia de que “el fin justifica los medios”? ¿O será quizás una interpretación radical de la prudencia? ¿O tal vez sea la resignada opción por “un mal menor”? ¿O quizás sea que hay gobiernos o partidos que todavía creen sinceramente que las alianzas ideologizadas están por encima de los derechos de cada persona y pueblo?
Si fuera alguna de estas alternativas, es posible que muchos cubanos pudiéramos aún entender, aunque no aprobar, esas incoherentes relaciones de doble rasero. Pero, desgraciadamente, todo nos hace suponer que la tupida nube de intereses de política interna en esos países o bloques y de conveniencias económicas, opaca “ese sol del mundo moral” como llamó José de la Luz y Caballero al sentido de la justicia.
Podríamos poner algunos ejemplos, en forma de preguntas:
En el caso de las relaciones Cuba-Estados Unidos: ¿se basan en la ética y la eficacia o están demasiado determinadas por factores de la política interior estadounidenses en relación con el Sur de la Florida, más que con la realidad de la Isla del Caribe?
En el caso de la Unión Europea: ¿Las relaciones con Cuba se basan en posturas éticas y eficaces o responden a las políticas internas de España, entre PP y PSOE, o entre bloques y regiones dentro de la Unión?
En el caso de América Latina: ¿las relaciones con Cuba se basan en una comunidad de culturas y opciones democráticas o son determinadas por vaivenes electorales internos?
En el caso de Asia: ¿esas relaciones son determinadas por la capacidad financiera de Cuba o por razones ideológicas de etapas superadas o por posiciones éticamente aceptables?
En el continente africano, al que no deberíamos dejar una vez más para lo último en este análisis: ¿las relaciones con Cuba se basan sólo en los lazos históricos y culturales, o también y sobre todo, en fundamentos de derechos humanos y soberanía desde abajo? ¿O quizá sea también necesario usar el mismo rasero ético, de modo que lo que no es aceptable para los africanos, ni para Europa, en Sudafrica o en Marruecos, tampoco lo sea en Cuba o para Cuba?
Y vienen otras preguntas más generales pero que a lo mejor nos conciernen a todos:
- ¿Estarán todavía las relaciones internacionales determinadas por una mentalidad arcaica, propia de un mundo superado históricamente pero subsistente en mentalidades y mecanismos diplomáticos no renovados?
- ¿No será que la diplomacia y los relaciones entre naciones aún están pensadas y diseñadas sólo y exclusivamente desde los gobiernos y para los intereses de los gobiernos?
- ¿No pertenecerán esas relaciones erráticas al esquema mental de un mundo fracturado por las diferencias ideológicas o por los intereses comerciales de un mundo a medio tejer más que a un mundo globalizado e intercomunicado?
- ¿Qué debería cambiar en las relaciones internacionales: los gestos y las medidas, muchas veces ineficaces y espurias, o debería cambiar, más bien y sobre todo, la mentalidad que solo piensa y decide con criterios individualistas y de política interna?
- ¿Siguen las relaciones diplomáticas dando demasiada y exclusiva prioridad a las relaciones entre los gobiernos, en lugar de llevar, con igual apertura y atención, las relaciones entre los tres principales actores sociales de todo país, es decir, que venga ya el estilo de una diplomacia renovada que se empeñe en equiparar las relaciones entre la sociedad civil, los políticos y los gobiernos de las naciones y las áreas de integración?
- ¿No constituye una ilusoria dicotomía, lesiva a ambas partes y a los ciudadanos de a pie, un estilo de relaciones que perciba como posible y eficaz un enfrentamiento agresivo al gobierno, al mismo tiempo y en el mismo lugar, que un acercamiento a los pueblos que han elegido democráticamente a esos gobernantes?
- ¿No debería cambiar la visión diplomática de guetos nacionales o peor aún partidistas hacia una visión holística de la comunidad internacional como una gran familia humana en la que la ley primera de las Repúblicas sea el culto a la dignidad plena de la persona humana, como quizás habría que parafrasear a José Martí, hombre universal que dijo que Patria es Humanidad?
Ya sabemos que las relaciones internacionales, como las interpersonales, son muy complejas y que habría diversidad y multitud de respuestas y justificaciones. Pero, ojalá que estas interpelaciones, hechas pensando en el pueblo cubano, en cada cubana y cubano de a pie, desde la mejor buena voluntad de incrementar y mejorar las relaciones con todos los países del orbe, nos sirva a todos, cubanos y hermanos de cualquier país del mundo, para ganar en seriedad, coherencia, profundidad y transparencia en ese diálogo complejo y multilateral con el que se deben tejer los lazos de la comunidad internacional.
“Que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades... y que el mundo se abra a Cuba.” Este fue el deseo y el proyecto que nos dejó el recordado Papa Juan Pablo II en su visita a Cuba hace ahora 8 años. Lamentablemente esa situación y esa necesidad mantienen hoy toda su vigencia.
Creo, incluso, que aumenta aceleradamente la necesidad de que cesen ya el aislamiento y los enfrentamientos y venga una apertura de relaciones internacionales con Cuba y desde Cuba, basados en un único y universal rasero ético que ponga por encima de todo interés o ideología la verdad sobre Cuba, la verdad sobre su soberanía, su dignidad y sus derechos que son los derechos humanos de todos los cubanos y cubanas, estén donde estén y piensen como piensen.
Cada vez se ve más claramente la necesidad de unas relaciones entre países, mejor pensadas, diseñadas y realizadas coherentemente dentro de un Marco Ético Internacional libremente aceptado y respetado, defendido y practicado por todos los gobiernos y pueblos de la tierra. Si los organismos internacionales no logran este presupuesto ético y no recobran autoridad moral para exigir su estricto cumplimiento sin doble rasero y sin disimulos cómplices, entonces la verdad sobre la comunidad internacional se verá seriamente lesionada y la paz habrá perdido otra vez una nueva oportunidad de cimentarse sobre las sólidas e inamovibles bases de la libertad, la justicia y el derecho.
Mientras este momento llegue, debería ser preparado el camino con unas relaciones entre países y comunidades regionales, basados en ese mismo Marco Ético Internacional que no podría ser otro que el respeto, la educación, el cultivo y la defensa de los Derechos Humanos, tanto civiles y políticos, como económicos y sociales, tanto los derechos personales como los derechos de los pueblos. Desde el 10 de diciembre de 1948 la humanidad ha dado el mayor paso de madurez cívica y humanística, pero parece que harán falta 60 años más para que esa Declaración Universal de Derechos Humanos se convierta en la práctica cotidiana de los gobiernos y sus diplomacias en un paso mayor de madurez política, es decir, de rasero moral inapelable tanto en la relación entre los Estados y sus ciudadanos, como en las relaciones entre las naciones.
Cuba, mientras tanto, se debate entre la verdad de su existencia como Nación, es decir, entre la verdad de la vida cotidiana de sus hijos... y los intereses de parte y de otras partes.
Confiamos en que ese debate tenga pronto una serena y eficaz resolución a favor de todos los cubanos y de las relaciones con Cuba y de Cuba con toda la familia humana.

 

 

Revista Vitral No. 71 * año XII * enero-febrero de 2006
Dagoberto Valdés
(Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Trabaja en el almacén «El Yagüín», de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.