Revista Vitral No. 71 * año XII * enero-febrero de 2006


OPINIONES

 

LA SOCIEDAD DE LA
INFORMACIÓN Y EL CONOCIMIENTO

ORLANDO FERNÁNDEZ GUERRA

 

 

Con mucha frecuencia escuchamos hoy el nombre de “Sociedad de la Información”, para calificar a un tipo de organización que ha ido emergiendo progresivamente desde el centro mismo de la sociedad industrial. Sin embargo, no son muchas las personas que podrían responder con objetividad a la pregunta sobre qué es tal sociedad. Sin tantos rodeos me parece imposible contextualizarla de la siguiente manera: “la Sociedad de la Información es esa que está creciendo y desarrollándose a impulsos de la globalización”.pués esto suscitaría preguntas de no menor importancia como ¿Qué es concretamente?¿de dónde ha salido?, etc.
Una buena manera de explicar este fenómeno sería volver al pasado reciente para buscar en él sus raíces, máxime si es posible rastrearlo en el mismo espíritu que dio comienzo a lo que se ha llamado la Edad Moderna.
La Edad Moderna nació como resultado de toda una gran cadena de acontecimientos históricos entre los que se cuentan la caída de Constantinopla en el año 1453, el descubrimiento del nuevo mundo en 1492, los nuevos descubrimientos astronómicos y tecnológicos, el auge de la economía urbana y mercantil, la reforma protestante iniciada por Lutero en 1517 y la Contrarreforma católica de Trento.
Estos acontecimientos tienen una dimensión política, económica y teológica que no nos hacen falta en este momento. Otros, directamente dependientes de los anteriores, pero con una perspectiva más cultural, por estar relacionados con el tránsito del conocimiento, serán los que nos van a interesar.
Estos sucesos son el magisterio de muchos profesores bizantinos emigrados a Europa tras la caída de Constantinopla. El redescubrimiento de los manuscritos antiguos guardados en los monasterios desde el Renacimiento. caronlingio. Las traducciones críticas de los clásicos greco-romanos. El nacimiento de la ciencia moderna. Y, finalmente, la invención de la imprenta.
Como resultado de ellos brotó ese fenómeno cultural llamado Renacimiento y con él el Humanismo. El hombre del Renacimiento expresó con magnificencia la conciencia que tuvo de su época a través de la literatura, las artes plásticas, la arquitectura y el pensamiento filosófico y teológico.
El Humanismo renacentista supuso un redescubrimiento del hombre. De su dignidad, de su libertad. Pero el hombre del renacimiento se redescubre también en el espacio y el tiempo. No sólo porque los viajes interoceánicos amplían su horizonte geográfico, desplazándose y conquistando nuevos espacios en otras latitudes; sino también porque se desplaza en el tiempo buscando en culturas del pasado –especialmente la greco-latina –, sus propias raíces. Proyectando luego hacia el futuro su optimismo, su confianza en sí mismo, en su ciencia, en el progreso. Con el hombre moderno nacen las utopías, que ya sabemos son el caldo de cultivo de las ideologías.
El humanismo renacentista posibilita la libertad de pensamiento, concretamente, la plataforma ideológica y filosófica para la aparición de un pensamiento realmente autónomo. Además de la posibilidad de poder disentir en una sociedad que salía progresivamente del régimen de cristiandad medieval para hacerse secular.
La libre circulación de la información. Se calcula que en los primeros 50 años después de inventada la imprenta fueron publicados más de 30 000 títulos, el primero de ellos: la Biblia, que provee el acceso directo a los textos sagrados, sin la mediación e interpretación del clero, favoreciendo un pluralismo de las ideas (que será una consecuencia directa de la libertad en el pensamiento que se enriquecerá por el contacto con culturas olvidadas en occidente).
En adelante fue desapareciendo lentamente el monopolio de la información y el conocimiento, que la Iglesia Católica había retenido por siglos. El saber se “seculariza” naciendo con ello una “cultura laica” que todavía hoy nos alcanza. El libre acceso a la información y la libertad de pensamiento se convierten en el “talante” que el hombre del renacimiento lega a las futuras generaciones.
¡ Tal conciencia se tiene de la importancia de estos postulados, que siglos después serán considerados como parte del “derecho natural” y recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en sus artículos 18 y 19!.
Art: 18: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
Art: 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, este derecho incluye el de no ser molestado a causas de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, etc.
El Renacimiento sembró la semilla de lo que ahora llenamos globalización de la cultura. Y, por supuesto, de la sociedad de la información que dentro de ella se configura. Subrayo ex profeso globalización y no universalización, porque en adelante trataré de describir una realidad ya en proceso de consumación; y no una realidad que pudiera valer para todos, pero que permaneciese en el plano de lo ideal.
Ciertamente fue en la década de los setenta cuando se comienza a hablar de esta emergente “sociedad de la información”. Una serie de eslóganes vinieron a abonar los tecnológicos y las nuevas pautas sociales que dentro de la sociedad se iban engendrando: “La información es poder”. “Quien controla la información tiene el poder”.”La información vale más que el dinero”.
La irrupción y desarrollo de las Nuevas Tecnologías estaban provocando cambios significativos a nivel económico, laboral, social, educativo., y político, ¡de una envergadura tal ¡ que estaban comprometiendo la manera misma de entender la cultura. Ahora era “la información”la que aparecía como el elemento aglutinador y estructurador de la sociedad.
En la sociedad industrial -caracterizada por el empleo de las máquinas de producción y los procesos relacionados con la energía la clave de la riqueza se formulaba de la siguiente manera: cómo nos apoderamos, retenemos o explotamos este territorio. En la sociedad de la información la clave de la riqueza se enfoca de otro modo: qué tenemos que hacer para retener, cosechar y comerciar conocimientos.
La búsqueda de la riqueza es ahora, en gran parte, la búsqueda de la información y su aplicación a los medios de producción. A esta sociedad la caracterizan sus mecanismos para la producción, el tratamiento, y la distribución de la información. Cuanto mayor es la cantidad de información generada por una sociedad, mayor es la realidad de convertirla en conocimiento.
Ya no se trata de desarrollar bienes tangibles, como se venía haciendo en la sociedad industrial. Sino de producir bienes intelectuales, ligados directamente a la educación, la salud pública, la información, el medio ambiente, el ocio, etc.
Por tanto, va a necesitarse desde el punto de vista tecnológico, la infraestructura necesaria para su utilización en todos los ámbitos de la economía y de la vida social. El nuevo dios del progreso exige sus sacrificios y la humanidad rinde culto a la tecnología.
Por ello, los gobiernos se apresuran en poner en marcha acelerados, -y a veces atropellados-, procesos de informatización de la economía interna y de alfabetización digital de la población, incluyendo nuestro país. Porque esto es hoy condición indispensable para un desarrollo económico sostenible.
¿Por qué es que ésta nueva sociedad va a modificar nuestra forma de entender la cultura? ¿Por qué va a hacer que muchas de nuestras acciones cotidianas se conformen con ella? Las tradiciones familiares y religiosas, el trabajo, el tiempo libre…, La forma en que representamos, organizamos y valoramos nuestra realidad se transforma por el contacto con las Nuevas Tecnologías.
No son estas un conjunto de aparatos complicados de aprender o ajenos a nuestra forma de vivir. ¡Todo lo contrario!, las NT están modificando nuestra percepción de la realidad. Nos encontramos nuevamente en la misma situación que el hombre del Renacimiento: El espacio y el tiempo ya no volverán a tener el mismo significado para nosotros.
El espacio de información global es distinto del espacio geográfico convencional. Ahora es un espacio interconectado, interactivo, con multitud de relaciones al mismo tiempo. Es perfectamente posible, por ejemplo, hablar con personas, trabajar con documentos o participar de eventos culturales, -incluso, culturales-, con personas situadas en lugares diametralmente opuesto al nuestro en el planeta.
A la “realidad natural” de nuestro “espacio físico”, pueden sumársele ahora la “realidad virtual” del “ciberespacio”, con lo que se ensancha el universo perceptual del hombre. No volverá a ser necesario estar atado a un lugar, o a un esquema laboral, para conseguir el pan nuestro de cada día, porque han nacido las empresas virtuales y el tele-trabajo.
En cuanto al tiempo, este es también generador de riqueza. Ganar tiempo es ganar valor de producción:”Time is money”, se dice popularmente. Los productos, las ideas, las soluciones hay que sacarlas cuanto antes al mercado. El factor velocidad se ha convertido en el elemento constituido de la nueva forma de crear riqueza, y es un factor clave en el tratamiento, transmisión, búsqueda y valoración de la información.
La sociedad misma se ha vuelto tan veloz que los acontecimientos pasan de prisa. Las noticias de hoy son olvidadas mañana, porque otras han venido a sustituirlas. Al hombre ya no le sirven sus esquemas y modos de interpretación de la realidad porque necesita situarse constantemente dentro de una realidad en perpetuo cambio.
Y cuando la clave de la supervivencia no es la estabilidad sino el cambio, es de sospechar que muchos de los tradicionales sistemas de gobierno queden obsoletos y anticuados rápidamente. Esta es, entre otras, la causa de que muchas ideologías, atadas a situaciones muy particulares de la revolución industrial, hayan entrado en crisis y fracasado estrepitosamente.
¿Cuál es el vehículo de esta rápida transformación de una sociedad en otra? El crecimiento de una gran red digital, Internet, aparece en un momento de madurez tecnológica del hombre. Tengo la sensación de que si no hubiesen sido inventadas las computadoras, de todos modos el hombre se las habría ingeniado para establecer un puente con cualquier otro artefacto entre todos los pueblos y culturas y así compartir informaciones.
La red de redes ha sido el motor impulsor de la globalización, y el símbolo más elocuente de la Sociedad de la Información, Internet asegura que la forma en que nos comunicamos, invertimos y miramos el mundo vaya siendo cada vez más global. Si la revolución industrial reunió a la gente con las máquinas en las fábricas, la revolución tecnológica que ha supuesto Internet ha reunido a la gente con el conocimiento y la información en compañías virtuales. Si la revolución industrial tardó cien años para comenzar a desarrollarse, Internet ha tardado tan sólo …siete…
Gracias a Internet, existe el comercio global, la política global, la biblioteca global, la universidad global, el ocio global y hasta los vicios globales, Internet no es un jueguito de atari para los que tienen un ordenador, Internet es hoy una herramienta básica, -¡imprescindible!-, para desarrollar un trabajo serio y competitivo. Y para tener una educación ampliamente informada y actualizada. Antes se decía : -quien no sepa leer y escribir es un analfabeto- Ahora se dice: -quien no sepa leer, escribir, operar un ordenador y hablar inglés es un analfabeto-. ¡Y tal afirmación no está tan lejos de la realidad !
A medida que ha crecido Internet se ha convertido en la columna vertebral del comercio global. Por esta razón, las comunicaciones y la calidad y alcance de las redes serán decisivas para determinar la fuerza económica de una nación. Dicho de modo más sencillo, un país será más prospero, más desarrollado y tendrán mayor nivel de vida sus habitantes, en la medida que sus redes sean más grandes, más interactivas y más disponibles para el comercio global.
Matemáticamente hablando , a menor conexión con la redes mayor pobreza económica y viceversa. Una frase podría sintetizar esta disyuntiva: “La interactividad es hoy la madre del desarrollo económico”.
De ahí que la competencia por la mejor información haya reemplazado la competencia por la mejor tierra de cultivo o el mejor yacimiento de carbón. Los países necesitan hoy cultivar y comerciar sus conocimientos de manera efectiva. Necesitan estar más conectados que nunca y poseer mayor educación que nunca. Porque los activos intelectuales son fuente inmediata de riqueza.
Para que se tenga una idea de lo que estamos hablando, el valor de todas las acciones de Microsoft, la mayor compañía productora de software del mundo supera los 380 mil millones de dólares anuales.
Por supuesto que Internet no es todavía tan global como para que absolutamente todo el mundo esté conectado a la red. En Cuba ya conocemos suficientemente las restricciones que tenemos para el acceso a la Web. A pesar nuestro la red sigue creciendo y hoy se calculan en alrededor de 300 000 nuevos usuarios cada semana. Y el tamaño de la Red de redes estima en un total, de aproximadamente, 700.000.000 de ordenadores interconectados.
Como puede apreciarse, la globalización también cuenta con sus propias tecnologías: informatización de la sociedad, miniaturización de los componentes electrónicos, digitalización de la información, comunicación por vía satélite, transmisión de datos por fibra óptica e integración a Internet.
Estoy persuadido de que no todo en la globalización es bueno, ni que el proceso de formación de esta sociedad de la información beneficia automáticamente a todos los hombres en todas las latitudes. En cualquier obra humana siempre hay beneficiados y perjudicados. Aunque en algunas suelen beneficiarse menos personas que en otras. Pero no creo que ponerse a luchar contra la globalización tenga algún sentido, ya que es un proceso no sólo imparable sino también irreversible.
Además, la globalización en sí misma no es mala. Visto ampliamente puede decirse que el hombre ha estado globalizándose desde su misma creación. Y la sociedad del conocimiento , que se gesta dentro de ella, encierra más posibilidades de libertad personal que todas las otras formas sociales precedentes.
Lo que es malo son algunos tipos de globalizaciones: la que fomenta el egoísmo y el individualismo, la que empobrece hasta la indigencia a los de menos recursos económicos, la que contamina el medio ambiente y olvida a las culturas locales. Estas globalizaciones sí son inaceptables.
La revolución industrial tuvo sus excesos. Y esto posibilitó la madurez política necesaria para que nacieran las instituciones de la sociedad civil que pusieron freno a los abusos de la industrialización.
Ante los excesos de la globalización, que homogeniza, desarraiga y desespiritualiza las culturas. Ante los excesos de la sociedad de la información, que crea exagerada dependencia de las tecnologías y aliena a grandes sectores de población, urge la aparición de un “pensamiento alternativo”, que ponga freno a la automatización del hombre y le devuelva su dignidad y libertad originaria.
En principio esto es obra de todos los hombres. Pero nosotros los creyentes, podemos aportar también una “espiritualidad alternativa”. Este es el gran reto que tienen las religiones hoy, ayudar al hombre a recobrar la dimensión espiritual de su existencia. ¿Y que institución más global y globalizadora de la salvación que la Iglesia, con siglos de experiencia mística y capacitada pastoralmente para insuflar un poco de su rica espiritualidad en este proceso?.
Muchos creyentes vivimos cotidianamente la experiencia de viajar entre el ordenador y el reclinatorio. La globalización nos ha encerrado en estereotipados modelos de vida. La tecnología nos ha robado muchísimas horas de sueño, pero la oración nos devuelve la esperanza, nos arraiga al suelo y nos compromete con el pordiosero para crear juntos un mundo nuevo.
Si algún humanismo con adjetivos puede hoy humanizar la globalización ese es el más integral de todos ellos: el humanismo de inspiración cristiana. Creo firmemente que el hombre del siglo XXI puede vivir en una sociedad cada vez más automatizada por la tecnología, sin dejar de ser por eso mismo un ente esencialmente espiritual. La religión no aportará ya una visión conceptual del mundo alternativa a la de la propia cultura, pero sí una profundidad espiritual y unas posibilidades nuevas en el ámbito de los valores humanos sin parangón con la que podrían brindar otras instituciones.
Dos grandes cubanos así lo han intuido cuando han dicho que: “el ser religioso está entrañado en el ser humano” (Martí). Y que “el freno santo de la religión es el único que puede subyugar las pasiones humanas” (Félix Varela).


 

Revista Vitral No. 71 * año XII * enero-febrero de 2006
Orlando Fernández Guerra.