Revista Vitral No. 71 * año XII * enero-febrero de 2006


SUELTO

 

LAS REVOLUCIONES,
EL AZAR Y LAS LEYES HISTÓRICAS

JOSÉ ANTONIO QUINTANA

 

 

El agua comienza a evaporarse a los cien grados centígrados. ¿Cuáles fueron las condiciones necesarias y suficientes para el derrumbe del socialismo europeo; dónde estaban escritas, quién lo predijo?
El hielo se hace líquido a cero grados centígrados, ¿Cuándo acabará y cómo, el capitalismo en el mundo?
El agua aumenta un onceavo de su masa al congelarse. ¿Se extirpará de la historia el socialismo marxista-leninista; quién puede asegurarlo y por qué puede estar seguro de ello?
La aceleración normal de la gravedad es 980,7 centímetros por segundo cuadrado; en La Habana esa misma aceleración es 978,7 centímetros por segundo cuadrado. Ni siquiera las leyes exactas de las presumibles ciencias exactas son a veces exactas para todo tiempo y lugar.
Dicen los que creen que la historia está regida por leyes que estas se cumplen en la profundidad del horizonte del progreso, en un plazo cuya duración nadie puede precisar pero que la sensatez, esencia del conservadurismo y la precaución científica, aconsejan a considerar bastante largo, sobre todo si el cumplimiento de tales leyes promete un paraíso. Pensando en algo parecido se le ocurrió a lord Keynes responderle a Juan B. Say que “en el largo plazo todos estaremos muertos”.

Primera sesión de los Estados Generales, que se erigieron en
Asamblea Nacional, y dieron paso a lo que se considera el
primer episodio de la Revolución Francesa. Tomado de Encarta.

 

II
¿A qué le debe más el progreso social, a las revoluciones violentas o a la evolución? Las revoluciones han abierto brechas por donde, en ocasiones, ha fluido expedita y traumatizada la historia; han roto las estructuras de contención con que los intereses creados y las fuerzas de conservación de lo establecido han retardado o frenado la velocidad del progreso. Pero los luengos períodos de evolución pacífica son los que han dado forma, coherencia y estabilidad a la convivencia humana. El cambio que ha proporcionado la evolución ha sido, con los conocidos y muchas veces inevitables defectos, creador y consolidador de instituciones perdurables, propiciador de la formación de costumbres y hábitos indispensables para el desarrollo equilibrado de la sociedad humana. La evolución supera lo caduco sin presiones extemporáneas ni anticipaciones inmaduras, no usa precipitados e impacientes catalizadores; lo que crea, perdura. Lo que producen la impaciencia y la anticipación apresurada, o muere o se diluye, o pervive parcial y reminiscentemente.

III
¿Cumplen las revoluciones íntegramente y para siempre las tareas que proclaman y se imponen o se frustran o se atenúan sus contenidos históricos? ¿Se malogran o debilitan todas sus aspiraciones o solo las más radicales?
Parecería lógico buscar las respuestas a las anteriores interrogantes en lo acontecido en la misma historia; observar qué les ha sucedido a las revoluciones más conocidas. Digo a las más conocidas porque son las únicas cuyos análisis permiten respuestas razonadas y porque, aunque la violencia ha sido omnipresente en el pasado sabido, no abundan las revoluciones con personalidad y nombre propios en las fronteras de la historia, allí en donde una cualidad socio-económica nueva se hace evidente. ¿Qué revolución violenta determinó el tránsito de la comunidad primitiva al esclavismo y cuál propició la de este régimen a la sociedad feudal? Cualquiera se da cuenta de que es imposible atribuir a Espartaco o a otros sublevados contra Roma, Grecia o Egipto la desaparición de la esclavitud como sistema social predominante. La violencia estuvo entre las fuerzas propiciadoras del cambio, solo eso. No fue, en aquellas ocasiones, “la partera de la historia”.
A mi juicio, hay cuatro revoluciones violentas que cumplen todos los requisitos para ser llamadas así y cuyo acontecer es adecuado para ilustrar las respuestas a las preguntas hechas arriba. Son acontecimientos de violencia social organizada, dirigida, informada en principios e ideas establecidos con anterioridad; movimientos que han ido más allá de la revuelta o de la toma del poder para cambiar los mandos políticos y preservar el orden. Son sacudidas populares que han transformado profundamente las relaciones de propiedad, la organización económica y las estructuras sociales de los países en que han ocurrido. Consecuentemente, han creado conceptos, instituciones, normas, costumbres y valores en los ámbitos culturales, éticos, ideológicos y de derecho en sus respectivas épocas y naciones. Se trata de revoluciones genuinas, generadas dentro de las fronteras de los países en que han sucedido y en las que una clase social, casi siempre en detrimento de las otras, ha ejercido hegemónicamente el poder. Creo que esas revoluciones son la francesa del siglo XVIII, y la bolchevique, la china y la cubana, del siglo XX .

Kerenski (a la izquierda) se convirtió en el jefe
socialista del gobierno provisional de Rusia en 1917.

 

IV
La revolución francesa vino al mundo queriendo a los hombres iguales, fraternos y libres. Todas las muchas injusticias e inequidades, crueldad, despotismo y oscurantismo incluidos, debían ser suprimidos y sus benéficos efectos debían no solo aliviar y sanar a los siervos, a los plebeyos, sans cullotes y a todos los oprimidos y preteridos franceses sino irradiarse allende las fronteras y los mares y propiciar la redención de Europa y de las posesiones de ultramar. Los inflamados y reflexivamente elaborados discursos de las más conspicuas figuras del jacobinismo, muchas veces, proclamaron la justicia total. La redención absoluta fue idea, deseo y movimiento inicial que fue perdiendo intensidad, velocidad, líderes y adeptos en el decursar de un brevísimo tiempo histórico. Apoderado de la revolución, Napoleón, con el pretexto de exportar graciosamente la libertad y por la necesidad de defender a Francia de los ataques de las fuerzas retrogradas del continente, sojuzgó y saqueó a Europa y convirtió la República en un Imperio. Después de Bonaparte volvieron los reyes y, con la paz, el revuelto escenario social se recompuso y todo quedó diferente y parecido; arriba, en el ápice de la sociedad, unos nuevos señores de sangre roja en sustitución de los antiguos de sangre azul y, debajo, todas las demás capas, hasta los miserables de Hugo en el fondo, que se siguieron llamando igual pero fueron más numerosos. La República Francesa también sería una metrópoli que expoliaría colonias en varios continentes. ¿Qué quedó de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad de las inspiradas proclamas iniciales? Después de la revolución francesa hubo más libertad y menos desigualdades en el mundo, tanta libertad y tanta igualdad como parece que era históricamente posible, es decir, mucho menos que las necesarias.

V
Las revoluciones socialistas de inspiración marxista y marxista-leninista se impusieron la tarea, según su prédica común, de redimir la sociedad entera y conquistar toda la justicia, así lograrían terminar lo que la revolución francesa dejó incompleto. La clase obrera y su partido de vanguardia se harían del poder político, reorganizarían el Estado para usarlo como instrumento de la revolución y construirían primero un régimen socialista, imperfecto e injusto aún pero superior al capitalismo, que prepararía las condiciones materiales y espirituales para acceder al comunismo, estadio en el cual los seres humanos tendrían satisfechas todas sus necesidades; la justicia y la igualdad serían totales y el Estado y las clases sociales se extinguirían. El comunismo sería el reino de la libertad y la felicidad: el paraíso terreno.
La revolución socialista soviética de octubre estuvo tratando de construir el socialismo durante más de setenta años. Fue cercada y agredida militarmente en dos ocasiones de las cuales salió victoriosa. Primero, en los inicios del proceso experimental, los ejércitos blancos y las bandas paramilitares organizadas por los estados capitalistas europeos arremetieron sin tregua contra ella. Después soportó el golpe principal de la Segunda Guerra Mundial. Siguió adelante, sorteó escollos, alcanzó metas económicas increíbles. Obtuvo desarrollos en los ámbitos de la cultura, la ciencia y la técnica que junto con las fortalezas de su economía la convirtieron en una superpotencia. Parecía que la Unión Soviética era el lugar donde, por fin, se edificaría una sociedad comunista y, de repente, se desmoronó como un castillo de naipes.
El socialismo soviético fue destruido por la contrarevolución más inesperada e incruenta que recuerda la historia. Una acumulación de errores, injusticias, insatisfacciones e hipocresía social, conformó una masa crítica de descontento irreversible que hizo posible que una revolución auténtica fuera acabada por sus propios beneficiarios y protagonistas. El ciudadano que no hizo un gesto para acabarla contribuyó a corroerla con su indiferencia. Si hubo una acción aislada, desesperada, encaminada a salvarla, careció de simpatía, de crédito social y de capacidad de aglutinación…..murió al nacer. Nadie allí trató de evitar lo inevitable. Parecía que hubiera un tácito consenso social en dejar que el régimen desapareciera. Parecía que la gente no estaba dispuesta a mover un dedo para salvar una revolución que ya no era la de octubre. O quizás el que no era el mismo de octubre era el pueblo. O lo que parece más probable: no era el mismo pueblo ni era la misma revolución. Era algo completamente vulnerable, reversible, que una sola mano podía volver del revés sin que 270 millones de manos trataran de impedírselo.
El Partido fue disuelto por decreto y con ello decapitada la revolución. Los militantes no protestaron o lo hicieron como hacía tiempo acostumbraban a hacerlo, a escondidas. Ellos, como el resto del pueblo, estaban hastiados de vivir una falsa vida humana, de profesar una fe vacua, de idolatrar dioses y símbolos fatuos e inspirarse en un evangelio de agotadas promesas y de angostos horizontes; cansados de tener más armas que comida y más comida y vestidos que riqueza interior, de existir sin vivir, de mirar sin ver y callar si veían, de obedecer, de mentir. Aparentemente conformes, esperaban un milagro y terminaron por creer en el primer profeta y en el primer suceso que les cambió la vida. El partido inmortal era de acero solo en las reuniones y congresos, en las pancartas y en los desfiles, en la prensa, en la propaganda….. En la realidad tenía millones de termitas horadándole el tuétano. Se acabó.
De la gran revolución de octubre no quedó nada; allí donde existió se reconstruye el capitalismo. Constituyó un gran fracaso histórico.

Revolución Cultural China, una de las
iniciativas de la revolución comunista China.

 

VI
La revolución china, como la de Viet Nam, emergió victoriosa entre los combates contra renegados y agresores extranjeros. Asido el poder político, Mao Tse Tung y sus seguidores, parados en las lindes de una nueva época, apreciaron la enormidad del empeño revolucionario. Alimentar, vestir, alfabetizar y echar a andar por los caminos del progreso a aquel gigante hambreado, iletrado, harapiento y descalzo parecía un imposible. Pero lo lograron. Y lograron un poco más, y entonces se estancaron. Entre experimentos socio-políticos, giros de ciento ochenta grados, tigres de papel, culto a la personalidad, revoluciones culturales y obcecaciones extremistas, perdieron el rumbo y quedaron atrapados en extremismos, ridículos mesianismos y no pocos resentimientos. Un día algunos se dieron cuenta de que algo andaba mal…. Y la pasaron mal. Otro día muchos otros se percataron de que muchas cosas andaban muy mal… enfrentamientos, luchas intestinas, revoluciones palaciegas. Un buen día una plaza inmensa se colmó de activos contestatarios, de disidentes y de contrarrevolucionarios decididos a hacer ver al mundo que todo andaba pésimamente. Corrió la sangre. Se llenaron las cárceles y todo comenzó a cambiar. Mutaciones socialistas a lo chino, la última versión de un socialismo que no se dejó torcer el brazo por Nikita ni por el tío Sam… tampoco por el imperio del sol naciente.
China comienza a parecer una potencia. En la urdimbre de los veloces acontecimientos que la caracterizan, como en un caos browniano, parecen discernirse futuribles de superpotencia. Mega-ciudades milagrosas, incursiones al espacio, armas nucleares, crecimiento rápido y sostenido y comercio atractivo y absorbente. Una rara magia oriental sustentada sobre dos sistemas sociales: capitalismo y socialismo. Pero, ¿es la revolución china de hoy, en cuanto a ideas, principios y aspiraciones, la misma de la Gran Marcha, la de Mao Tse Tung; es marxista, marxista-leninista? ¿Se pueden construir el capitalismo y el socialismo a la vez con la esperanza de que el segundo no solo salga ganando sino que obtenga la llave de los truenos? ¿Llegará hasta su fin esencial un socialismo halado por un capitalismo rutilante? Quizás. No es imposible que salga otra paloma del sombrero de la historia, aunque, tal vez, sea difícil que resulte real y definitiva.

Imagen de 1958 de los guerrilleros de
la Sierra Maestra. Tomada de Encarta.

 

VII
Si insperado fue el desplome de la revolución soviética, más lo fue la aparición de la revolución socialista cubana. Sonó como un disparo en un concierto. ¿Socialismo en el patio del guardián de la democracia, del adalid del mundo libre? Nadie lo podía creer, ni la CIA, ni los comunistas cubanos; el azar haciendo de las suyas y cierta gente encorsetándole leyes para hacerlo parecer necesario e históricamente científico. Duraría poco. En los sesenta los pronósticos le daban menos tiempo para desaparecer que ahora. Lo cierto lo conoce todo el mundo: se equivocaron los pronósticos durante cuarenta y siete años.
La revolución cubana ha administrado cinco crisis letales en su corta vida histórica. La primera, en 1962, hizo decir al ápice revolucionario que íbamos a ser “la Hungría de América”, en alusión a la revuelta popular habida en aquel país contra el socialismo y la invasión soviética. Fue la crisis del sectarismo, del divorcio del naciente Partido con las masas según la interpretación que se le dio entonces.
La segunda estuvo relacionada con la producción de 10 millones de toneladas de azúcar y la construcción simultanea del socialismo y el comunismo. La acción obcecada para unos, o la necesidad económica para otros, de conseguir la mega-zafra, desarticuló y estancó la economía. Por otro lado, el método de gratuidades generalizadas, los horarios laborales dejados al arbitrio de la conciencia de los trabajadores y el abandono del cálculo económico, hicieron posible que se debilitaran considerablemente los incentivos para trabajar, que disminuyera grandemente la productividad del trabajo y que la liquidez monetaria inundara el país como un tsunami financiero.
La tercera crisis fue consecuencia, a mi juicio, de las medidas tomadas para corregir la segunda, o de la extensión o profundización de tales medidas hasta un punto en que, según la dirección revolucionaria, peligraba la estabilidad de las relaciones socialistas de producción y el sistema comenzaba a mostrar señales de convertirse en su contrario.
El ejercicio del cálculo económico, el uso de conceptos de incentivación tales como la rentabilidad y la ganancia, la ambición de autonomía por parte de los empresarios y otras medidas de eficiencia, extremadas o desvirtuadas, según el criterio oficial, condujeron al país a una situación de mayor peligro que en la segunda crisis. De esta última se pudo salir, de la tercera no era seguro que se podría si no se actuaba rápido: la revolución degeneraba hacia el capitalismo.
Cuando en Cuba se efectuaba el proceso de rectificación de los errores causantes de la tercera crisis, se hundió el campo socialista y le llegó a la revolución cubana, de regalo, la cuarta crisis, tan conocida y debatida que no es necesario explicarla, basta con mencionar el nombre conque se le bautizó: el período especial. O mejor dicho, basta con continuar padeciéndola, pues no ha terminado. Es la crisis más profunda y larga que ha sufrido la nación cubana en toda su existencia. Pero no es la última ni la más peligrosa para el sistema socialista.
La quinta crisis letal es la más insidiosa y destructiva; a ella llegan, de forma acumulada, todas las causas de crisis anteriores que no fueron erradicadas y se presentan hoy como tales, con la misma fisonomía con que se les conoció cuando se hicieron evidentes. Pero no llegan solas, las acompaña una causa de causas, una cualidad surgida de las modificaciones cuantitativas que han dañado por largos períodos la vida material, el acervo espiritual y la esperanza del pueblo. Los errores y defectos endógenos, unidos a los efectos del bloqueo, han hecho su trabajo contrarrevolucionario.
El ápice revolucionario ha reconocido públicamente que ha fallado la conciencia. ¿Cómo, si no, explicar el robo y el hurto generalizados, la extendida y muy diversamente expresada corrupción? La conciencia revolucionaria es la asunción por parte del pueblo de los valores que la revolución defiende. Si los valores se asumen por aceptación pero la conducta ciudadana no es correspondiente con los mismos se estaría en presencia de una conciencia teórica, de principios proclamados pero no practicados, de una fe negada por la acción. La conciencia que no se traduce en conducta ética, en probo quehacer ciudadano, conduce a lo que se conoce como doble moral, defecto cívico que lleva al ciudadano a declararse partidario de normas que no cumple. Cuando falla la conciencia colectiva se revela dañado el fondo moral de la comunidad. ¿Es este daño curable?
El peligro de la insuficiencia de conciencia para el sistema socialista radica en que la acción deletérea de la misma se ejerce, si se me permiten estos símiles, sobre el sistema inmune de la sociedad, debilitando las respuestas automáticas de la comunidad contra los vicios y aberraciones nacientes. Es del sano tejido moral de una nación de donde brotan los anticuerpos protectores del bien común.
La más poderosa revolución en los órdenes económico y militar puede ser autodestruida o redireccionada por una crisis de conciencia, por la acción sigilosa de carcomas morales.

VIII

Las carcomas más eficientes en el envanecimiento de los procesos sociales son la corrupción y la indiferencia, ambas poseen un recubrimiento que las hace muy resistentes a los ataques de la ley y la moral, se trata, sin dudas, de la simulación, la cual tiene a Jan como deidad protectora.

 

 

Revista Vitral No. 71 * año XII * enero-febrero de 2006
José Antonio Quintana
Economista pinareño.