Revista Vitral No. 70 * año XII * noviembre-diciembre de 2005


OPINIÓN

 

ROBESPIERRE Y EL TERROR REVOLUCIONARIO UNA HUELLA
EN EL TIEMPO

JESUHADÍN PÉREZ VALDÉS

 

 

 

 

Maximiliano de Robespierre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Las fechas los nombres y los hechos históricos expuestos
en este material son reales y han sido basados en
los argumentos de autoridades en las ciencias históricas.
Todo lo que a continuación ofrezco a consideración del lector,
ha sido desarrollado fielmente, sin cargos de conciencia.
El autor.

“La autoridad reposa, ante todo, sobre la razón.
Si ordenas a tu pueblo tirarse al mar, hará la revolución”.
Antoine de Saint-Exupery.

¿Son las revoluciones espontáneas e impredecibles?

Por supuesto que no, a todas les antecede un grupo de fenómenos sociales comunes. Necesitan -como el grano- un tiempo previo para la maduración, para la unificación de los diferentes estratos, para que se arraigue y tome fuerza en la conciencia de los grandes grupos el fenómeno de la violencia y la lucha como medio para combatir la injusticia, el despotismo y la miseria material.
En la mayoría de los países-en diferentes épocas- en donde ha habido estallidos sociales revolucionarios, ha sido la depresión económica, la pobreza material y las arbitrariedades gubernamentales, el principal detonante de la revolución misma.
En las etapas prerrevolucionarias no es raro ver brotar aislado, pero bien definido, el descontento popular que en ocasiones llega a tomar forma de verdaderas rebeliones abiertas. Estos brotes son ahogados por los poderes oficiales mediante intimidación o el uso de la fuerza.
En medio de todas estas circunstancias, educados en el devenir popular y con el espíritu de la reforma, surgen hombres que organizan y encauzan el fervor creciente pero desorganizado de las masas populares. Son los hombres que se alzan como cabezas de sus pueblos y en nombre de estos cambian de forma radical el curso de la historia.
El catorce de julio de l789 un hecho trascendental puso fin a siglos de poder absoluto. Con la toma de La Bastilla, se abre para Francia y para el mundo un nuevo e incierto camino. Los hombres que liderearon aquella revolución fueron adorados como dioses y con el mismo fervor patriótico … decapitados.
Fue una época turbulenta e imprecisa, y muchos que avivaron las llamas, soplando las brasas con su propio aliento, sucumbieron después ante su marcha arrolladora y voraz…porque la revolución se tragaba sumariamente a muchos de sus propios hijos.

Maximiliano de Robespierre

El 6 de mayo de l758, en la ciudad de Arrás, provincia de Artois, nace Maximiliano-Marie-Isidore de Robespierre. Era hijo de una acomodada familia patricia reconocida y respetada en su ciudad natal.
A los siete años quedó huérfano de madre, tres años más tarde el cabeza de la casa, Francois de Robespierrre, abandona Arrás y más tarde Francia, hasta que en 1777 muere en Munich, Alemania. La catástrofe familiar alteró todo el mundo infantil de Maximiliano. La abundancia dio paso a la pobreza y la ausencia del cariño maternal a la soledad.
Maximiliano estudió en el colegio Luis el Grande , que preparaba a sus estudiantes para la Facultad de Derecho de La Sorbona..
Según fuentes allegadas a él Maximilian0 era pobre, la beca estipulada para él en Arrás (según A. Nanfred) era de 450 libras al año, lo que era excesivamente poco para vivir en París. Era estudioso, callado y solitario.
Robespierre fue creciendo y madurando mientras el régimen absolutista estaba en plena descomposición. Vivió la época de censura casi descubierta de Luis XV. Respiró el aire de euforia provocado por los muchachos de la Libertad, como eran llamados en aquellos tiempos los norteamericanos en su lucha por la independencia; con oído y razonamiento perspicaz, comprendía perfectamente los aires que precedían a la tormenta.
En agosto de 1788, por necesidad, el Rey anunció oficialmente una convocatoria a los Estados Generales. (la situación económica del Estado monárquico era sumamente precaria), hacía doscientos años no se reunían los E. Generales y este hecho provocó reacciones diversas. En ese entonces el joven abogado era muy conocido en Arrás, por lo que fue elegido como uno de los veinticuatro electores del tercer estado de Arrás, y como uno de los doce diputados de los E. Generales. (A-1)
Según muestran los discursos de Robespierre de 1788 y 1789, sus concepciones políticas aún no eran tan radicales, tenía esperanzas y confiaba aún en la buena voluntad de Luis XVI. Sus exigencias eran puramente democráticas. Buscaba la abolición de las diferencias entre los estamentos, la libertad individual, la libertad de prensa, la distribución equitativa de los impuestos y los derechos de todos al poder ejecutivo. Lo cual no le diferenciaba demasiado del resto de los diputados, ni siquiera de Marat.
En esta época no encuentran los historiadores llamamientos a la lucha armada en los discursos del diputado de Arrás.
Robespierre era uno de los seiscientos diputados del Tercer Estado. Su luz era opacada por el conde de Mirabeau, el Marqués de La Fayette, Charles Lamberth y otros.

La revolución

La (…) revolución, (…) en muy poco tiempo nos ha hecho testigo de los acontecimientos mas grandiosos que jamás ha conocido la historia de la humanidad….” (1) estas fueron las palabras con las que definió Robespierre su actitud con respecto a la revolución. (Carta a Buissart); entonces comenzó a valorar el enorme potencial del pueblo, su fuerza pujante y salvaje, llegando a aprobar la ejecución sin juicio previo del comandante de La Bastilla y del jefe de los comerciantes. Refiriéndose a esto escribió: “El señor Foudón fue ahorcado (..) por decisión del pueblo.”. (1) como abogado conocía la legalidad violada, de ahí su lacónica aprobación …
En las siguientes intervenciones ante la Asamblea Constituyente, Robespierre atacaba las diferentes corrientes políticas adoptadas por esta que,según sus concepciones tenían un carácter perpetuador del sistema jurídico y constitucional aristocrático y rico. Comenzaba a aparecer en la palestra asamblearia el carácter reformador que después llegaría a ser verticalmente radical del abogado de Arrás. Iniciaba las fricciones entre sus concepciones populares e igualitaristas (A-2) y la constitución vigente. Exigió en septiembre de 1789 la implantación de la rendición de cuentas de los funcionarios ante los electores. Mantenían posiciones similares Marat, Camilo Desmoulins, George Danton.
Sus peticiones raras veces eran aprobadas. Las ideas de igualdad política y soberanía popular, eran la base de las intervenciones de Robespierre en la Constituyente y el Club de los Jacobinos durante 1789-1791.
En junio de 1791 se había discutido en la Constituyente la ley La Chapaelier la cual prohibía a los obreros organizarse en sindicatos y realizar huelgas, Maximiliano de Robespierre no se opuso a esta ley ni en el 91 ni más tarde y mantuvo una actitud indiferente ante los intereses de los obreros.
Sobre la base de reiteraciones el diputado de Arrás fue oído, y su éxito comenzó a aumentar rápidamente a partir de 1790. Pero su popularidad nunca llegó a la Asamblea Nacional, donde sus discursos eran recibidos con indiferencia.
“La voz de Robespierre (…) no era muy fuerte, no podía imponerse al ruido, era miope y entornaba los ojos, a veces se ponía espejuelos, probablemente no veía más allá de la 3ª o 4ª fila de asientos. No podía ganar para su causa el auditorio de la Asamblea Nacional Constituyente”. (2)

La toma de La Bastilla, 14 de julio de 1789.

 

La crisis

En julio de 1791, el matrimonio real, reducido considerablemente su poder de gobierno y ante la amenaza de la nueva e incierta República, intenta fugarse y es detenido. Estallan protestas populares, el clima se torna en extremo delicado. Comienza la crisis de Varennes. El 21 de julio la gente destrozaba en las calles las estatuas de Luis XVI, Robespierre aprovechó esta efervescencia popular y acusó a la A. Nacional de traicionar los intereses de la nación….La Asamblea en estos momentos estaba influida fundamentalmente por los constitucionalistas (revolucionarios conservadores) pero después de una mala maniobra al fusilar la manifestación popular del 17 de julio de 1791, perdían cada vez más terreno. Mientras que Robespierre – como el agua que va cubriendo todos los lugares bajos alimentada con la lluvia de la tormenta- ampliaba su influencia, ya no solo en el Club Jacobino, o de Marsella, y Versalles, si no en la Asamblea misma. Casi todo el pantano (diputados que no tenían posición política bien definida) estaba de su lado.

La guerra

En octubre de 1791 los líderes girondinos (burguesía mercantil y terrateniente) lanzaron un llamado al pueblo para declarar la guerra a los tiranos del exterior (monarquías vecinas) y liberar sus pueblos. La propaganda de guerra revolucionaria estimulaba el fervor patriótico y fue aceptada con entusiasmo por las masas. Robespierre rechazó estos planes ultra-revolucionarios de la Gironda, pero después acomodó sus conceptos a las nuevas circunstancias y sitúó a la guerra en un contexto distinto, “justo”, frente al absolutismo monárquico circundante…
Pero…la guerra se convirtió en un rosario de fracasos y el pueblo comenzó a culpar al Rey y a la odiada Reina extranjera. (A-3). Robespierre oportunamente volvió a la carga, como en los días difíciles de la crisis de Varennes y esbozó un programa para destruir rápidamente el aparato político estatal. El 10 de agosto de 1792 el pueblo se sublevó, el rey Luis XVI fue recluido en la torre de Temple y, se hizo pedazos la monarquía milenaria.
Y mientras el Rey era privado de todo su poder e influencia, Robespierre justo después del mediodía- del mismo 10 de agosto- era elegido miembro del Consejo General y de la Comuna.
Pero …
¿Qué era la Comuna de París?
Era un nuevo órgano de poder, surgido el 10 de agosto, inspirado e impulsado políticamente por los jacobinos. (burguesía media y pequeña, campesinado y plebeyos de la ciudad), no se fundaba en la ley de poder vigente sino que respondía a los intereses de la rebelión armada, de la cual Maximiliano de Robespierre era uno de los políticos más destacados
Hubo desde el mismo comienzo un amplio divorcio entre la legalidad constitucional y este nuevo órgano de poder revolucionario y radical. El conflicto entre la Comuna y la Asamblea Legislativa no se hizo esperar, pronto tomó forma de lucha declarada e irreconciliable.
Pero la Comuna prevaleció . El diputado del tercer estado de Arrás ignoró la legalidad formal, la desacreditó y contrapuso a ésta la que consideró suprema…la de la Comuna, la creada por ellos mismos…”los revolucionarios” donde él, Maximiliano de Robespierre tenía mucha influencia. La Comuna no actuaba sobre la base legal de las normas constitucionales, era un poder que se regía por la utilidad revolucionaria, por lo que tenía un marco auto-legalizado bastante abierto.
¿Quiénes eran los nuevos correligionarios de Maximiliano de Robespierre en el supremo “órgano rector”. Picapedreros, pintores de brocha gorda, periodistas principiantes, cerveceros, escribientes, carpinteros...gente común, desconocida, con poca preparación académica, nombres que no sobrepasaban el nivel de una calle, a lo sumo de sus barrios, poseída solamente de esa inteligencia práctica que poseen los pueblos.
En septiembre de 1792, en París se reunió la Convención. Robespierre se postuló, salió el diputado de más respaldo en votos de la capital. (ya para esa época la popularidad sobrepasaba los límites regionales). Era la figura principal en el partido jacobino.
Marat escribiría:”…la gloria con la que se cubrió defendiendo (…) los intereses del pueblo.”(4) El 21 de septiembre fue proclamado: “El primer día” del primer año de la República y el cuarto de la Libertad.
Después del 22 de septiembre la oposición girondina acusó a Marat y a Robespierre de tratar de instaurar una dictadura. Robespierre respondió, la lucha se hizo cada vez más encarnizada; más tarde, durante la Convención, cuando se trató el asunto de la muerte del Rey, Robespierrre, Marat, y Saint-Just adoptaron posiciones extremistas sabiendo de antemano que los girondinos (más conservadores) tratarían de salvarle la vida al Rey. Al fin la suerte del Rey fue definida: “·El 3 de diciembre de 1792, (...) Robespierre exigíó la pena de muerte para el Rey. No debía ser juzgado sino castigado. Las viejas leyes constitucionales habían sido sustituidas por la nueva ley suprema.
¿Y era realmente la suerte del Rey lo que importaba? Alfred Manfred, historiador marxista, reconoce: “No era la suerte del ex-monarca lo que estaba en juego en este debate (entre los conservadores y los radicales), lo que se discutía era el destino de la revolución, si debía avanzar o detenerse. (..)”
Lo más curioso era que hacía muy poco tiempo-seguro embriagado por conceptos diferentes y de otra posición de poder- había exigido que se aboliera para siempre la pena de muerte en la Constituyente,
El 21 de enero en la plaza de la revolución fue guillotinado Luis Capeto.

La guerra a la oposición de la Gironda

En abril de 1793, Robespierre en un discurso acusó directamente al lider de la Gironda de traición, aclaró que no eran todos los diputados afines a la Gironda, sino a Brissot. Con ésta estrategia no atacaba a la Gironda en conjunto, -lo cual resultaría más difícil- sino que cortaría su cabeza solamente. Esta lucha entre los jacobinos y los girondinos no era nueva, desde 1791 se había agudizado, pero en esta etapa del 93 era simplemente una cuestión de supervivencia, al punto que al intervenir Robespierre en el club Jacobino el 8 de mayo de 1793 definió categóricamente: “En Francia han quedado solo dos partidos: El del pueblo y sus enemigos, -y remata- el que usa pantalones cosidos con hilos dorados: ese es el enemigo de los “sans-culottes” (pueblo, plebeyos, pobres.)
Robespierre tomó en consideración algunas demandas populares, que anteriormente había rechazado con antipatía, como la Ley del Máximo (ponía precio fijo al trigo) como estrategia política, sabiendo que la Gironda se opondría, y así granjearse el apoyo plebeyo. También inició y aprobó un empréstito forzoso de mil millones de francos cobrados a los ricos (A-4), y exigió la creación de un ejército popular y la detención de los sospechosos como instrumento de base para el control masivo y formar, por último, los Comités Populares de Vigilancia.(CPV).
Así fue achicando el margen de maniobra de la oposición, acosándola hasta llevarla a un callejón sin salida, después, aprovechando el apoyo social mayoritario, convovó la sublevación y el pueblo enardecido aplastó la Gironda, y entregó el poder absoluto al partido Jacobino. Se abría así un nuevo capítulo en la historia de la Revolución y de Francia. Comenzaba la dictadura Igualitarista-Revolucionaria-Radical Jacobina…la guillotina tocaría su propia sinfonía.

Las bases del poder ilimitado

Hasta ahora hemos conocido al político hábil y oportunista que con maniobras mordaces y sutiles ha escalado los peldaños del poder y la influencia. Pero aún faltaba lo mejor, había que dar un respaldo mucho más formal al nuevo gobierno. La Revolución debía hacerse en un sistema legal más serio y oficial, más elaborado y coherente. La vieja Constitución era incómoda y estaba repleta de sutilezas legales, había que ajustar la Constitución…o mejor aún; era necesario rehacerla totalmente, ésta respondería más útilmente a los nuevos desafíos e intereses. Era necesario unificar al pueblo, aglutinarlo ideológicamente e ir promoviendo las concepciones clasistas e igualitaristas de los Jacobinos.
En solo tres semanas fue “diseñada” la nueva Constitución, la adoptaron en la Convención y la promulgaron al pueblo …fue aceptada. (¿Podría ser de otra manera?) Estaba inspirada fundamentalmente en la corriente popular-revolucionaria del momento y estaba llamada a ser la base política e ideológica que cohesionaría todas las fuerzas de la nación.

Preludio de una dictadura

La nueva Constitución era un instrumento para –entre otras cosas- enfrentar la oposición. Inspirados en el legado de Juan Jacobo Rousseau compartían la idea de que en determinadas condiciones se puede recurrir a la implantación de la dictadura de una o varias personas investidas de amplios poderes.
Las decisiones tomadas en la Convención sobre la base de la nueva “Constitución” convertían el poder revolucionario en una fuerza irrevocable, y los decretos tomados, sin importar cuan terroríficos fueran, serían llevados al efectos sin miramientos. (ver-5).

La gran dictadura

Del 31 de mayo al 2 de junio, ante un nuevo movimiento de fuerzas, se produce en el país otra sublevación. Durante los años transcurridos Robespierre (también Marat) habían comprendido la utilidad para la lucha de decisiones puramente “dictatoriales”. En correspondencia con esto, el 31 de mayo se adoptó una forma totalmente nueva de gobierno “La Dictadura”. La acusación de la Gironda se había hecho realidad.
Por su parte la Gironda se convirtió en principal aglutinador de la oposición reaccionaria y disidencia.La lucha se convirtió en una lucha clasista, era la lucha de los pobres contra los ricos.

Las garras del poder

A principios de septiembre la Convención decretó : “Poner el terror en el orden del día”.(A-6). En días anteriores se había tendido una red de nuevos “órganos revolucionarios”, llamados “Comités Revolucionarios” y “Sociedades Populares”, además el partido jacobino había extendido en todo el país sus filiales.
El aparato estatal se fortalecía. Se centralizaba el poder, se mantenía una política ingerencista en lo que correspondía al comercio y la economía, encabezada por un órgano con poderes “ilimitados” y potestades “indiscutibles”. Este gendarme autoritario y nacionalista se llamaría: “Comité de Salvación Pública”, Y su figura más influyente: Maximiliano de Robespierre.

“Transeúnte no llores mi suerte. Si yo viviera tú estarías muerto.”
Epitafio en los restos de Maximiliano de Robespierre.

El 5 de febrero, en un discurso en la Convención, puntualizó: “En la situación existente la primera regla de nuestra política debe ser la de dirigir al pueblo por medio de la razón y a los enemigos (…) por medio del terror”. Y agregó “El terror no es más que la justicia rápida, severa e inflexible, por lo tanto es una manifestación de la virtud”.(8).
Así el abogado de Arrás consolidaba el poder del jacobinismo. –que era, al fin, su propio poder- a través de medidas cada vez más radicales, rigurosas y terroríficas. La revolución, después de acabar con la monarquía, aplastaba a sus enemigos con la misma alevosía con la que la monarquía había tiranizado antes al Tercer Estado. La actitud despótica y autoritaria provenía ahora del bloque jacobino y su principal figura era Maximiliano de Robespierre; la historia demostraría hasta dónde llegaría su ambición.

“El hombre al que todos temen”

De la Convención y el partido jacobino salían los decretos, las resoluciones y las directrices por las que se regía toda la nación. En ambos órganos se concedía el derecho a la palabra a cualquier tribuno, todos tenían derecho formal a manifestarse en correspondencia con sus concepciones, pero en sus ideas podían encontrar fácilmente el camino de la guillotina.
¿Quién marcaba la pauta entre lo bueno y lo correcto, lo inmoral y perjudicial para el pueblo? ¿Quién era el hombre que con tan solo un gesto de su mano ponía a temblar al auditorio de la Asamblea o del Partido Jacobino? No podía ser otro que el abogado de Arrás: Maximiliano de Roberpierre. De demagogo idealista, era ahora un nombre de Estado, el más poderoso e influyente hombre de Estado de toda la Asamblea, de todo el partido jacobino y de toda la nación.
Dando por segura su labor en la república como una misión dada por la providencia , creyéndose un enviado casi mesiánico de la justicia y la virtud, salvador para el pueblo de la libertad y el derecho, embriagado de su propia incorruptibilidad y dotado de los poderes casi absolutos que le ofrecía su sistema de gobierno,consideraba toda opinión contraria a la suya no como algo diferente, sino como la más abominable traición. Y como un Dios absoluto, exigía la muerte de todo el que pensara de otra manera..”Un hombre así no tolera contradicción ni opinión opuesta a la suya (…). No tolera a nadie a su lado y menos frente a él. Solo soporta a los hombres si reflejan, como espejos, sus propias opiniones, si son sus esclavos (como S.Just y Couthon,) persiguió a los que se apartaron de su opinión, pero sobre todo, terriblemente a los que se opusieron a su voluntad, a los que no respetaron su infalibilidad” (9).
Un hombre así es un hombre muy peligroso; un hombre que cree tener la verdad absoluta y agita su verdad sobre la cabeza de los demás puede, en nombre de esa verdad en la que cree, asesinar la propia justicia que defiende.
En la medida que el poder robespierrista eliminaba uno a uno sus enemigos, el timón del poder –ilógicamente- le hacía cada vez más resistencia…los enemigos parecían brotar como los hongos después de cada tormenta. Robespierre ante el reto, emprendió el camino del terror como arma para mantener el terror.

Legalización del terror:

Después del 22 de Pradial (10 de junio, ver A-7) Robespierre, jurista y licenciado en derecho, conscientemente, reduce las garantías del acusado durante el proceso judicial en aras de agilizar e intensificar el terror revolucionario. (esta medida llegaría al límite de lo increíble en el proceso contra George Danton y Camilo Desmoulins.)
El proyecto de ley fue presentado por Couthon el 10 de julio y simplificaba el proceso con el fin de sumir más rápidamente a sus “enemigos” en el terror.
En el año de 1793 Francia atravesaba una aguda crisis política y alimentaria, en marzo estalló la sublevación anti-jacobina, rápidamente se extendió como un fuego por toda Francia, para el verano, de 83 departamentos 60 estaban en poder de los sublevados.
Ante la precaria situación los jacobinos arremetieron contra los vestigios del régimen señorial, redistribuyendo la propiedad de la tierra en beneficio del campesinado, liberándolo de cargas y deudas, entregándole también las propiedades de los emigrantes (A-8) y gran parte de los bienes nacionales. Con la ley de reforma agraria de junio-julio de 1793, los jacobinos buscaban un apoyo, una base sustentable donde poder asentarse para maniobrar, ya que desde la condena a Luis Capeto las fuerzas de la reacción y la contrarrevolución se multiplicaban aceleradamente.
El gobierno jacobino buscaba el soporte humano para poder luchar contra el inmenso enemigo que le acechaba por todas partes. Ofrecía al campesinado bienes y la libertad que puede ofrecer el marco de una dictadura.(¿!).

Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793
en la parisina Plaza de la Revolución
(ahora llamada Plaza de la Concordia).

 

El terror ilimitado

Para poder mantenerse en el poder, además de granjearse el favor plebeyo, se recurrió al uso indiscriminado del terror. Esto condujo a una especie de depreciación de la vida. El terror dejó de ser una medida extrema para convertirse en una práctica cotidiana. En septiembre se aprobó una ley llamada: “Ley sobre los sospechosos”, y empezó a aplicarse el terror ya no sólo contra los enemigos jurados de la revolución si no contra todos los supuestos violadores de leyes anteriores, el terror adquiría otra orientación y otras dimensiones. Para ese entonces no solo dejaba sin aliento a los enemigos, si no que se volvía contra el propio bloque jacobino. Los especuladores, los malversadores, los infractores de la Ley del Máximo…hasta llegar al punto de enjuiciar a los comandantes con los que se consiguieran la victoria. Coustine, Houchard y Westermann fueron generales que subieron al cadalso por no poder garantizarla.

Corrupción

A pesar de toda esta política terrorífica, la corrupción entre la élite jacobina no se hizo esperar. Aprovechándose de las confiscaciones revolucionarias y de bienes mal guardados, muchos diputados que pronunciaban ardientes discursos sobre el noble deber de la República, acaparaban, malversaban y metían las manos en los bolsillos del Estado llevándose todo lo que podrían. (Algunos cuestionan a Danton por la vida fácil que llevó; Marthies, A-9)

Mil setecientos noventa y cuatro

Aunque el gobierno jacobino se mantenía en pie, Robespierre se daba cuenta que se estaba haciendo presión en su contra desde hacía algún tiempo. La presión provenía de dos lugares diferentes dentro del mismo partido jacobino.
En marzo de 1794, Hébert –redactor del periódico popular Le pere Duchesne y miembro de la extrema izquierda- y sus partidiarios, cubrieron con un manto fúnebre la Declaración de los Derechos del Hombre y llamaron a la revuelta, pero el miedo y la falta de determinación impidió que el pueblo reaccionara. El 24 de marzo Hébert, Ronsin, Nomoro, y todos los demás partidiarios fueron conducidos al Tribunal Revolucionario. La guillotina resolvió las diferencias…Nunca antes el terror había sido un instrumento contra el propio bloque jacobino.

“George Danton, la izquierda liberal…”

Maximiliano de Robespierre, era un hombre rígido, dogmático, predicador de la moral y defensor ferviente de la virtud. Vivía una vida sumamente sencilla si se tiene en cuenta el poder que ostentaba dentro del gobierno jacobino. Defendía la modestia y culpaba a la riqueza de corromper lo mejor del hombre…Danton decía: “No hay virtud más firme que la virtud que pongo de manifiesto cada noche con mi esposa”. Y Robespierre, para quien la virtud resultaba algo celestial, digno de veneración, replicaba con evidente irritación: “¿cómo puede ser defensor de la libertad un hombre al que le es ajena toda idea de la moral?” (11). El abogado de Arrás se equivocaba, Danton era un verdadero amante de la libertad, pero no compartía las ideas ni los métodos utilizados para mantener la causa viva. Era un patriota y lo demostró después, cuando informado del golpe que le esperaba y teniendo la posibilidad de escapar, no quiso hacerlo, argumentando que: “La patria no puede llevarse en la suela de los zapatos” (12).
Georges Danton, refiriéndose a la política de “extremo terror” diría: “Lo que debilita nuestra causa, es la severidad de nuestros principios, que atemoriza a mucha gente”. (13). Por sus convicciones tanto Danton como el grupo que le seguía fueron considerados como los Indulgentes o los Moderados, y fueron criticados por Hébert y sus partidarios. Una vez que la guillotina se ocupó de los heberistas, Danton fue convirtiéndose en la principal espina de los robespierristas. Alrededor de Danton se fueron agrupando aquellos exponentes de facciones más bien reformistas, que pretendían que la revolución pasara a otra etapa mucho más liberal. Danton era una figura de mucho prestigio y poder, era prácticamente la segunda en influencia en todo el país, un hombre talentoso y de grandes aptitudes…la suerte de Danton sería compartida por Camilo Desmoulins.
Robespierre comprendía que la destrucción de Danton no sería tan fácil como la de Hébert (Hébert se había mostrado cobarde durante el proceso) Robespierre debió comprender que era inadmisible iniciar con Danton un proceso similar al de los enemigos de la república. Empujar a Danton implicaba empujar a la guillotina a un hombre con enormes méritos ante la revolución…pero lo hizo. Vió en George Danton y Camilo Desmoulins enemigos de sus propósitos, estorbos políticos para alcanzar sus más supremos objetivos y, sin importar cuan juntos habían estado ni cuanta lucha habían compartido ni siquiera lo que significaban para la república o el pueblo francés, les lanzó al cadalso (A-10). “Robespierre en su fuero interno decidió que era necesario quebrar y aplastar ésta última fuerza que obstaculizaba el avance”. (14)

La lucha

Como era de suponer del espíritu de Danton, dado a la lucha y sin temor a la muerte, defendió su justa causa hasta el final, convirtiéndose muchas veces durante el proceso de acusado en acusador.
A la primera pregunta sobre cuál era su nombre y su lugar de residencia –pregunta puramente formal- respondió: “Mi lugar de residencia pronto será el nirvana y mi nombre lo encontrarán en el panteón de la historia”. Con la fraseología típica del siglo XVIII y su fuerte voz, avalada por la simpatía de la mayoría de los presentes en el tribunal, convirtió el proceso en algo incierto para los acusadores, a tal punto que tuvieron que suspender la sesión. Después de reanudar el proceso la situación continuó siendo difícil, Danton continuaba con la iniciativa –también Camilo Desmoulins- entonces, ante la posibilidad de no avanzar, Saint –Just –el escudero de Robespierre- irrumpió en la sesión y groseramente violó las ya restringidas leyes formales, impidiendo a los acusados hacer uso de la palabra, modificando descadaramente el procedimiento de la investigación judicial.
El 4 de abril de 1794 se dictó pena de muerte contra Georges Danton.
Al pasar, en una carreta rumbo a la plaza de la ejecución, frente a la casa del carpintero Duplay –donde vivía Robespierre- Georges Danton gritó a toda voz: ¡Maximiliano pronto tú me seguirás! (15) Danton no se equivocó.
Antes de subir los últimos peldaños de la muerte, se acercó a Camilo y lo besó, el verdugo le advirtió que su acción estaba contra la ley…Danton respondió: “Imbécil tu no podrás impedir que nuestras cabezas se besen en la cesta”.
Y sobre el cadalso mismo miró el verdugo y le dijo:”Levanta mi cabeza y muéstrala al pueblo, ella lo merece.” (15).

El caos del terror

Un mes más tarde, Lucila Desmoulins –esposa de Camilo Desmoulins -vestida de blanco como un ángel, sucumbía ante la hoja filosa de la guillotina. El utensilio de muerte trabajaba con la violencia de una máquina de coser. La sombra oscura sobre los gruesos tablones del altar mortuorio no dejaba nunca de estar fresca, era renovada constantemente por sangre nueva, joven y muchas veces inocente. El sol apenas secaba la huella de lo nefasto cuando otro cuerpo inundaba el suelo silencioso de la plaza revolucionaria.
Y parecía no cansarse la mano jacobina, ni aflojarse el puño férreo del triunvirato, ni el índice inquisidor de Robespierre; buscaban –como una bestia excitada por la sangre- más culpables para saciar su sed de almas.
El 10 de junio, George Augusto Couthon, -un hombre inválido- se hizo llevar en su silla especial hasta la tribuna de la Convención. ¿Para qué?..Para decir: Basta de tanta sangre ¿Para sustituir el castigo por el perdón? ¿Para convocar a la piedad y la amnistía…? No…Su misión era otra, más diabólica, más veraz, más aniquiladora ¡pretendía en nombre del Comité de Salvación Pública –paradójico nombre –ampliar las posibilidades de utilización del “terror revolucionario”, simplificar el proceso judicial en perjuicio de los acusados. El tribunal adquirió poderes prácticamente ilimitados para realizar actividades punitivas. En consecuencia se eliminó el interrogatorio previo a los acusados. También se eliminó el derecho a la defensa y el término: enemigo del pueblo, se utilizó de forma más amplia –e irracional- pues también se autorizaba su utilización –preludio de muerte- a cualquier persona “indeseable”..es bueno recordar que las personas de más influencia en el Comité de Salvación Pública eran Maximilien de Robespierre, Saint-Just y George A. Couthon. Eran llamados por muchos: El Triunvirato. Cuando Couthon propuso esta ley, Robespierre no confiaba en el Comité de Seguridad General encargado de “aplicar el terror”.
Pero una fuerza invisible merodeaba el espacio de la Convención, algunos temían este poder tan concentrado, tan indiscutible, del terror que despide un terror que como una lengua de fuego lame toda la nación.
En el interior del país las cosas eran aún peores . El terror tan oficialmente aprobado se había convertido en un método de abusos y expoliaciones , un pretexto para las represiones y el enriquecimiento ilícito . Francia completa -bajo el terror revolucionario – se había sumido en el caos.

La resistencia

En la Convención, Bourdon de l`Oise –cautelosamente- expuso su desacuerdo, otros miembros lo apoyaron desde el silencio. Exista un clima de temor que impedía a la Convención manifestarse, el poder del Triunvirato era casi absoluto, un poder tan grande es enormemente peligroso, y la guillotina espera; un paso en falso, un señalamiento, una acusación y eres borrado para siempre como Luis Capeto, como Coustine, como Westerman, como Desmoulins y Danton; pero se percibía el desacuerdo, la resistencia encubierta. Robespierre intervino más no logró un éxito total, las cosas no estaban funcionando como antes, Robespierre se percata de eso. Desde ese momento Maximiliano de Robespierre se negó a apoyar y utilizar la política de terror revolucionario. Entró inmediatamente en conflicto con los demás miembros del Comité de Salvación Pública y deja de asistir a las reuniones. El terror revolucionario – el arma más terrible utilizada contra sus enemigos y contra los enemigos del poder jacobino-se le escapó de las manos y gravitaba ahora–como un buitre negro- sobre su cabeza.

El giro

Pronto comienzan a llegar informes del buró de la policía del C. S. P (policía secreta robespierrista) lo llaman “dictador”, “sanguinario”, “rector de los destinos de la república”, lo consideran el hombre que con tan solo un movimiento de cejas podía determinar el destino del país, de sus ciudades, de miles de personas. (16).
Ya nada se podía hacer…el Dictador, como en los días prerrevolucionarios de Luis XVI, presentía el extraño aire que precede a la tormenta. Algo se preparaba en secreto, lo percibía en la resistencia repentina de las comisiones y más claramente aún, en la amabilidad y sumisión extrema de algunos diputados que sabía eran sus enemigos. (17).
¿Por qué el complot? Por miedo…No se le perdona a un hombre la imposición durante semanas, durante meses, del miedo que destroza el alma con la incertidumbre y paraliza la voluntad; nunca ha podido soportar la humanidad, o una parte de la humanidad por lo menos, la dictadura de un solo hombre sin odiarlo. (18).
¿Quiénes son? Ante una incorruptibilidad tan ilimitada la mayoría de los diputados no tenía la conciencia completamente limpia. Uno había obrado algo descuidadamente en asuntos financieros; el segundo había contradicho alguna vez a Robespierre; el tercero se había ocupado de mujeres –todos eran crímenes a los ojos del puritano de la República- ; el cuarto había cultivado alguna amistad con Danton, o alguno de los otros cientocincuenta condenados; el quinto ha ocultado un condenado; el sexto ha recibido una carta de un emigrado..(19).

El odio de los enemigos

Barras , Tallien, Canet, Fouché, cincuenta, sesenta diputados ya no se atreven a dormir en sus casas, se muerden los labios cuando Robespierre pasa junto a ellos, muchos cierran los puños en la espalda mientras vitorean sus discursos (20).
No se puede gobernar mucho tiempo sobre la base del terror sin ganarse inevitablemente muchos enemigos; primero los realistas, después los girondinos, la extrema izquierda, la izquierda liberal; demasiada sangre había corrido bajo el puente. En mes y medio, del 23 de Pradial al 8 de Termidor se habían dictado ¡Mil quinientas sesenta y tres! sentencias, de ellas mil doscientas ochenta y cinco de muerte…¿Era responsable Robespierre de ese terror que había alcanzado dimensiones extremas?. Dejemos que Albert Manfred, historiador marxista, continúe. Indudablemente desempeñó un papel importante (significativo) en la aprobación de la ley del 22 de Pradial, -ley que eliminaba las garantías del acusado- pero a eso se reducía toda su participación” (21).Sin embargo, durante el proceso contra Hérbert, Rondin, Vincent y otros, el propio historiador reconoce: “Sabía hacia donde iba y el propio proceso, desde el punto de vista jurídico, constituye una evidente desviación de las normas universalmente conocidas de las jurisprudencia.” (22).
Hippolyte Tarlé, un historiador que vivíó la experiencia de la Comuna de París y escribió sobre la revolución se manifiestó con odio furioso y antipatía sobre Robespierre. (23). Es bastante probable que este odio estuviera presente durante los últimos meses del gobierno del abogado de Arrás. Es evidente que él –persona desconfiada y perspicaz -lo percibiera y comprendiera el nivel de responsabilidad que le correspondía asumir ante los acontecimientos que se avecinaban. Además, existen pruebas que dejan ver que tenía plena conciencia del complot en su contra. En cierta ocasión recibió una carta anónima de uno de los diputados de la Convención que le decía en tono amenazador: “Pero serás capaz de prever, lograrás eludir el golpe de mi mano a la de otros veinte y dos (…) tan decididos como yo”. El 1º de junio, en el Club Jacobino, Robespierre denuncia: “Yo hoy no me pronunciaría contra una pandilla si ella no hubiera llegado a ser tan poderosa (…)”. Y el 7 de julio diría: “¡Alegrémonos, entonces agradezcamos al cielo por haber servido a nuestra patria tan bien como para ser considerados dignos de los puñales…!”(24).

Los últimos días de Robespierre

El verano de 1794 fue sofocante. Robespierre dormía mal. Un torbellino de ideas acaparaba su espíritu todo el día, al ocaso podía dormir sólo hasta la media noche. A esa hora se vestía y salía a pasear con los labios apretados, un libro en la mano y su enorme perro de Terranova, Brown. Lo veían vagar indiferente por las calles o por los bosques cercanos. Algunos lo notaban triste, callado, preocupado; otros aseguraban que afilaba el hacha para el combate, preparaba el veneno para volver a matar, o temía, también él – el hombre que tanto terror repartía–sabiendo que su hora definitiva se acercaba- tenía derecho a temer.
En sus caminatas nocturnas se acercaba –ya en la madrugada- a las puertas de los establecimientos donde se hacían largas colas, pues los alimentos escaseaban. Se paraba al final y comenzaba a conversar con la gente de su alrededor. El pueblo vivía mal. Todos maldecían al gobierno revolucionario, se quejaban de su difícil suerte, injuriaban a “ese Maximiliano de Robespierre culpándole de todas las desdichas que se habían abatido sobre sus espaldas. Maximiliano los escuchaba con atención, a veces hacía preguntas, pero nunca discutía.” (25).
Al amanecer regresaba, entonces dormía un rato, mientras Brown escuchaba a sus pies los ruidos del exterior.
En este tiempo mantuvo una extraña indiferencia sobre el poder político. No se presentó en la Convención ni en la Comisión, se le veía indeciso, vacilante, inactivo..¿Por qué?..Alphonse Aulare creía que su actitud era debido a su respeto por la legalidad; al no sentirse apoyado por la mayoría de la Convención perdió los fundamentos para continuar la lucha. Marthies rechazó esta aseveración mediante la actitud demostrada por Robespìerre ante circunstancias en las que había actuado con intrepidez, pasando por encima de las rigurosidades legales: (14 de julio de 1789; 10 de agosto del 1793; 31 de mayo de 1793 (26) (27).
A. Manfred señala: “Este hombre de acción , (…)de férrea voluntad y de energía indomable, había perdido el espíritu activo que lo caracterizaba. No actuaba porque había comprendido que la Revolución (…) ya no se subordinaba más (…). El líder del partido de la Igualdad (…) comenzó a convencerse(…) que no eran la igualdad y la virtud las que triunfaban (…).”(28).
Y el biógrafo Stefan Zweig afirma con maestría inigualable: “no se sabe, alrededor de la figura de Robespierre se encierra todavía hoy – al cabo de tantos años- una sombra de misterio. Nunca adivinará por completo la historia a este hombre impenetrable. Nunca se sabrán sus últimos pensamientos, si quiso verdaderamente la “dictadura” para él, o la República para todos. Si quiso salvar la República o heredarla (…) . Nadie conoció sus pensamientos más secretos”.(28).

El combate final

“La Revolución se ha congelado, todos sus principios se han debilitado, solo han quedado los bonetes rojos sobre las cabezas de la intriga.” (29).
Saint-Just.

“La mañana del 8 de Termidor comienza. Día histórico. De madrugada ya pesa el cielo despejado de julio, (A-11) ardiente sobre la ciudad despreocupada. Y únicamente en la Convención, reina –desde temprano- una actividad extraña…”(30). Así comienza Stefan Zweig la descripción del legendario día . Pero Robespierre había perdido la iniciativa, el letargo había enfriado su espíritu. Su aparición en la tribuna fue -en gran medida – obligada. La Convención había decidido que los Comités redactaran un informe sobre las acciones de Robespierre. No fue él quien había decidido el lugar ni el momento de la batalla…no sería suya la victoria.
Y en efecto, apenas abre la sesión: “ataviado solamente –como para la fiesta aquella del ser supremo- llevando ya el histórico traje celeste, con las medias blancas de seda, sube a la tribuna…”(30) Maximiliano Mario-Isidoro de Robespierre.
“No piensen que he venido aquí a formular acusación; estoy dedicado a una tarea más importante y no asumo obligaciones de otros; hay tantos peligros que nos amenazan directamente, que este problema tiene solo una importancia secundaria.” (31). Así comenzó el tribuno de Arrás su discurso de aquel día… Pero habló y mencionó conspiraciones, traición, conjuras, maquinaciones pero nada es concreto, nada es exacto su discurso más bien parecía un acertijo, son necesarias las suposiciones, no pronunció ningún nombre, dejó gravitar el hacha sobre los innominados, le bastó con hipnotizar”… (30). Al final un estruendo de aplausos estalló en la Asamblea, su discurso atemorizó y turbó a muchos de los delegados presentes. Había dudas, temores cobardías, miserias humanas pero había también el extraño valor que emana de la desesperación y el miedo.
Un satélite pidió la impresión del discurso y el discurso se publicó, pero fue anulada la proposición de enviarlo a las Comunas. El discurso lleno de retórica, pero incierto, hace que algunos protesten. Bourdon de L’Oise, habló contra el discurso y va despertando a los demás de la timidez del temor. “Los cobardes se agrupan, se unen en un acto de valor desesperado y culpan a Robespierre de haber formulado sus amenazas demasiado confusamente…¡Qué diga por fin claramente, a quién acusar!” (30) Pero -extrañamente- Robespierre se negó a responder. Tampoco propone otra solución ¿Por qué? Nadie lo sabe, es uno de los secretos que se llevó eternamente. Dicen algunos que el golpe definitivo lo daría Saint-Just al día siguiente sobre las víctimas paralizadas. Pero el temor no siempre paraliza, a veces es el terror mismo el que obliga a la acción.
Después el abogado de Arrás repitió el discurso en el club jacobino (A-12), donde fue acogido más benéficamente, aunque hubo protestas, pero los disconformes fueron sacados de la sala. Luego fue a casa del carpintero Duplay, -donde vivía- y se acostó a dormir.
Mas sus enemigos no dormían. Sabían que al día siguiente Saint-Just “cantará” y sus cabezas rodarán. En tanto se reúnen en secreto; traman, asustan, convencen, entonces aparece de noche, tarde, como para confundir su rostro plomizo con las sombras: Fouché, él da los toques finales, ajusta las cuerdas, aconseja, susurra; a las dos de la madrugada todos están de acuerdo.

La hora ha llegado

Nueve de Termidor. Desde la mañana hace un calor insoportable, humectante, forzoso, pero la sala de sesiones de la Convención está repleta, las galerías están abarrotadas, la gente espera en silencio…
Saint-Just sube a la tribuna, serio, paciente, seguro de sí mismo, comienza en un tono frío, impersonal, filoso. Ha subido a desenmascarar, a sumir en la inexistencia, a borrar, a rematar a los aturdidos contusos del día anterior. Pero no puede terminar, no puede ni siquiera comenzar. Los conspiradores saben que si habla este hombre. No lo dejarán hablar; ni a él ni a Robespierre. Son demasiados influyentes, demasiados fuertes aún, demasiado incorruptibles; demasiado peligrosos.
Tallien lo interrumpe, Sain-Just busca apoyo formal en Collet de Herbois, el presidente de la sesión, pero el ex – actor profesional es cómplice de la conspiración. Entonces le concede la palabra –eliminando de la tribuna a S. Just – a Billaud – Varenne, quien fue sucedido por Tallien …
Éste comenzó a protestar contra la dictadura de Robespierre y S. Just y sobre la inclinación de éstos al terror y la muerte. Robespierre trató de subir a la tribuna pero fue inútil, entonces exigió: “Por última vez, presidente de los asesinos, (se refiere a Collet de Herbois. (nota el autor) exijo la palabra”. (32) La campanilla presidencial apagó su voz …Los demás gritan, chillan, inventan un millón de pretextos para callarlo “ La cobardía contenida de seiscientas almas inseguras, el odio y la envidia acumulados en semanas y meses, se echan ahora contra el hombre ante quien temblaron todos .” (33) Saint-Just, en la vera, agita los papeles del informe pero no puede leerlos. Después se tranquiliza, se aparta un poco y con una sonrisa burlona observa toda la farsa, toda la tragedia montada para opacar sus voces.
Uno tras otro se suceden los complotados, pero sus intervenciones son vagas, imprecisas, inexactas, nadie se atreve a decir lo principal, nadie quiere este protagonismo arriesgado, peligroso; entonces, alguien grita desde lejos, desde las galerías más apartadas:
«¡Arréstenlo! Arresten a Robespierre..! Un silencio absoluto le sigue ¿Quién lo dijo? ¿Un valiente y reconocido diputado? ¿Un enemigo declarado del abogado de Arrás? No . Fue un ignorado, un hombre insignificante que nadie conocía, un tal Louchet, un atrevido, un imprudente, un loco; pero dijo lo que todos querían oír. Este breve silencio debló parecerle-a Louchet- una eternidad. Luego los conspiradores mediante ruidosas exclamaciones y aplausos, crecía nuevamente una situación de desorden y caos, aprobaron decididamente la propuesta de Louchet; el desconocido. Esa fue su misión, su objetivo. Antes que el sol dejara de brillar, todo había terminado.
Agustín –hermano menor de Robespierre-profundamente consternado con la suerte de Maximiliano, “exige un decreto de acusación”.(32). Su deseo es satisfecho de inmediato, y por demás, también reciben igual decreto Saint,.Just, Couthon y la presidencia del Tribunal Revolucionario.
... “La República a muerto”. (32) – dijo Robespierre al descender de la Convención. El Comité de Seguridad General se ocupó de los arrestados, mientras los complotados celebraban con júbilo la victoria; devorando una suculenta cena, mas ocurriría lo impredecible.

Los grandes árboles tienen siempre profundas raíces

Al llegar a la cárcel de Luxemburg, el jefe de la prisión –simpatizante de Robespierre-se negó a recluirlo. Hubo que buscar otro lugar para el dictador. La prefactura de la policía. Pero la situación se complicó. La Comuna de París y el Partido Jacobino no reconocieron –como había sucedido en otras ocasiones- la decisión de la Convención y llamaron al pueblo a sublevarse.
Hanriot, presidente del Tribunal Revolucionario – inicialmente arrestado- fue puesto en libertad y comenzó a agrupar fuerzas leales. Se infló la burbuja jacobina. La superioridad estuvo por un momento del lado de los robespierristas, se formó nuevamente el desorden, el miedo y la confusión. Todo lo resuelto se desató, lo controlado se convirtió en una nube de gas que no pudo atraparse con las manos, ni intimidarse con gritos ni con leyes pre-establecidas, los complotados corrían de aquí para allá, el mundo temblaba a sus pies, el aire se enrarecía, como si no fuera suficiente alguien informó que con Robespierre están...!Artilleros!....y ¡La Guardia Nacional!...la superioridad militar estaba definida.
¿Qué hacer ahora? Por algunos momentos los sediciosos piensan que todo está perdido para ellos. Pero no es todo; a Barras le comunican que se acerca una columna numerosa a la Convención. Tiemblan, se estremecen, se muerden los labios, están a punto de saltar por las ventanas y correr en desbandada, pero en el último momento un error del enemigo los salva y logran, por lo menos, ganar tiempo.
Estaban en juego sus cabezas –la guillotina silenciosa esperaba- y se apresuraron a actuar. Apoyados en la legalidad convencional, redactan apresuradamente una resolución que declaraba fuera de la ley a Maximilien de Robespierre y a sus compañeros. Enviaron correos a todas las secciones afines a la Convención, así como a las unidades militares fieles y equilibraron el poder.
Sin embargo los excomulgados se atascaron redactando llamamientos patrióticos al pueblo. Ellos, entumecidos en un extraño romanticismo –confiando tal vez en su burbuja, no coordinaron sus acciones prácticas y despreciaron la fuerza de los miles, quizás de decenas de miles (según Manfred) que esperaban en el patio de la alcaldía y se les hizo tarde.
Después de las once de la noche una unidad de tropas irrumpió en el edificio de la alcaldía, penetraron violentamente en la sala donde estaban reunidos los líderes radicalistas. Un gendarme -nombrado Merda- disparó a Robespierre y lo alcanzó en la mandíbula destrozándole el rostro y empapándole de sangre. La balanza se inclinó ahora del otro lado – estalló la burbuja jacobina- y fueron los robespierristas los que se desconcertaron... el hermano del abogado de Arrás- Agustín- se lanzó por la ventana. Lewas, desesperado se pegó un tiro; a las dos de la madrugada estaba Maximiliano de Robespierre -el aún ayer hombre más poderoso de Francia- tendido, ensangrentado, con la mandíbula destrozada, sobre dos sillones, en la antesala de la Convención. (33)
Cuando el sol volvió a iluminar la ciudad entera, Robespierre y sus compañeros, todos – tanto los vivos como los muertos- veinte y dos en total, fueron guillotinados sin juicio previo; como el comandante de la Bastilla y el jefe de los comerciantes de aquel 14 de julio de l789, hecho que el propio Robespierre aprobó.
Cosa curiosa, cuando el carro conducía lentamente al cadalso al “dictador” jacobino por la calle de Saint-Honoré, el mismo de Luis XVI, Danton, Desmoulins, y de seis mil víctimas más, la multitud se manifestó con entusiasmo y curiosidad (33) La ejecución de estos “ defensores del pueblo”- según el término utilizado por Manfred y otros partidarios-fue acogida por la multitud plebeya, con el júbilo y la alegría de una “fiesta popular”(S. Zweig).
Un día después fueron ejecutadas otras setenta y una personas vinculadas al grupo robespierrista. La dictadura llegaba a su fin. Caía el telón . La tragedia había terminado.
Pasarían muchos años para que la historiografía volviera a mencionar al líder de los jacobinos. Su nombre se excluyó durante aproximadamente cien años de los anales de la historia, asociándose siempre a la avidez de poder, al derramamiento de sangre, el despotismo y la tiranía.
Para los liberales la Revolución jugó un papel importante en determinada época histórica, donde los matices reformistas revolucionarios fomentaron el carácter democrático y republicano del gobierno, pero la línea de reconocimiento liberal llegó hasta George Danton; Robespierre era el lado opuesto, era- para ellos- el símbolo de la intolerancia, la ingerencia y el autoritarismo.
No solo los liberales burgueses definieron a Robespierre como el estigma del mal, sino autores con concesiones políticas típicas de la mediana y pequeña burguesía escribieron sobre él con irritabilidad y repulsión.(Michelet y T. Carlile).
Pero de todos los escritores e historiadores fue Hippolyte Taine quien más odio vertió sobre el papel. Su rencor visceral llegó incluso a predominar en su obra dándole, en determinados momentos, una distinción a su trabajo, un brillo. Este hombre vivió la experiencia de la Comuna de París.
Para muchos Robespierre significó el “radicalismo vertical revolucionario”, el principal promotor del terror. Mignet consideraba que el papel de Robespierre en la Revolución había sido: “Terrible”, aseguraba que contaba con todo lo que necesitaba un “tirano”.(34) Fouret y Richet afirman que «durante el régimen dictatorial robespierrista Francia patinó y salió de costado. (35) Tal como sucede cuando se maneja a gran velocidad”..
Pero no todos odiaron a Robespierre.
C. Marx lo catalogó como “el hombre más grande de una época gloriosa”. (36) George Julián Harney, amigo de Marx y Engels, diría: “Yo sé que aún se considera de mal tono mirar a Robespierre de otra forma que no sea como se mira a un mostruo, pero pienso que no está lejos el día que se sustentará un criterio totalmente diferente sobre el carácter de este hombre extraordinario» (37)
Lenin construiría un monumento a su memoria en el parque moscovita Alexandrovski en agosto de 1918 y un malecón en la ciudad de Leningrado también llevaría su nombre. (A-13).
Queda clara la profunda afinidad y simpatía que sentían los líderes de la Revolución Bolchevique con el dictador jacobino
Los partidarios del “Estado Fuerte”, rector y administrador de los destinos de la nación elevaron al nivel de héroe a este hombre del siglo XVIII y justificaron su terror con la violencia precedente reaccionaria y contrarrevolucionaria, aunque el terror jacobino dejó una extensa huella en la historia.
¿Un dictador sanguinario o un apóstol del pueblo? ¿Un político oportunista y habilidoso o una astilla de madera que el viento lanza sobre las olas de un mar tormentoso? ¿Su terror fue un medio para salvar la república o para heredarla? Nadie sabe, como dijera Zweig: “nunca se sabrá” Las interpretaciones estarán sujetas siempre a la influencia inevitable de las corrientes ideológicas, de los intereses personales o de las pretenciones de los que tienen la responsabilidad de mostrarnos la epopeya fundamental de la Revolución.
Por ende, nunca sabremos la verdad, aunque parte de ella esté tatuada –ineludiblemente- en la historia.

«No hay nada que decir. Los pueblos como los astros tienen el derecho al eclipse. Y está bien que asi sea, con tal de que vuelva la luz y el eclipse no degenere en noche».
Víctor Hugo.

Anexo

A-1 El sistema monárquico dividía la nación en diferentes estamentos. El primero era la nobleza, libre de impuestos, no podían ser condenados a castigos corporales y solo podían ser juzgados en tribunales especiales compuestos por nobles. El segundo estamento era el clero y también era privilegiado. El tercero- inferior en privilegios- lo conformaban los pequeños burgueses, artesanos, campesinos y pueblo en general. (según M. Rosental y P. Iudín Tercer estado, tercer estamento.
A-2 Robespierre creía en el igualitarismo absoluto.
A-3 El Rey contaba todavía con relativos poderes y mucha influencia.
A-4 Los ricos eran partidarios girondinos.
A-5 “De madrugada son sacados sesenta jóvenes de prisión (...) No se les lleva a la guillotina – que según palabras de Fouché- trabaja muy despacio, si no afuera, al llano (...) Los cañones colocados a diez pasos de ellos, indican el método de matanza (...) Se amontona y ata a los indefensos en un pelotón de desesperación (...) que (...) se estremece y llora resistiéndose inútilmente. A una voz de mando las bocas de los cañones truenan (...) vomitando plomo sobre toda la masa humana (...) La primera descarga no acaba con todas las víctimas, algunos han perdido un brazo o una pierna, otras enseñan los intestinos (...) Se oye una nueva orden y carga la caballería con sus sables y pistolas sobre los que quedan (...) hasta que se acaba la última voz agonizante. Como premio se le permite a los verdugos despojar a los cadáveres –aún calientes- (...) antes de enterrarlos, desnudos y destrozados en las fosas. Mil seiscientas ejecuciones en pocas semanas” Descripción de Stefan Zweig del cumplimiento, a partir del 4 de dic. del documento emanado de la Convención el 12 de octubre, Castigo a la ciudad de Lión por el levantamiento.
A-6 Para controlar la resistencia.
A-7 La Revolución, en su afán por desligarse del pasado monárquico y religioso, modificó el calendario gregoriano de la siguiente forma:
Enero, Pluvioso; febrero, Ventoso; marzo, Germinal; abril, Floreal; mayo, Pradial; junio, Messidor; julio, Termidor; agosto, Fructidor; septiembre, Vendimiario; octubre, Brumario; noviembre, Frimario; diciembre, Nivoso.
A-8 Durante la Revolución numerosas personas temerosas de su seguridad y bienestar personal, así como otras a quienes las medidas revolucionarias había afectado, eligieron el camino del exilio. El gobierno revolucionario las privó de sus propiedades y confiscó sus bienes, redistribuyendo las propiedades de los emigrantes, las tierras, los castillos, según los intereses políticos y sociales de los revolucionarios. Esto fomentó malversación, fraude y corrupción.
A-9 Ejemplo de corrupción: Marie-Francois Laporte se apropió de 20 000 000 de francos. Otros fueron Merlin de Trionville, Chabot , Basire, Fabré de Englatine, Herault de Séchelles..
A-10 Camilo Desmoulins era amigo personal de Robespierre, habían estado juntos en la misma escuela y habían compartido –prácticamente- el mismo pupitre.
A-11 El 8 de Termidor es el 26 de julio de nuestro calendario actual.
A-12 Algunas versiones dicen que Robespìerre catalogó este discurso como su testamento político.
A-13 Este monumento se construyó en una época en que todos los materiales de construcción escaseaban severamente. No solo estos materiales, sino que no había ni ropa, ni comida, ni armas, ni metales; se hizo con materiales alternativos de muy mala calidad lo que provocó el deterioro rápido de la obra. En muy poco tiempo de exposición a los elementos naturales, quedó totalmente destruido. El autor no tiene datos sobre reconstrucciones posteriores.

Referencias:

1.- Correspondencia de Maximilien. Agustín Robeso. Pág..42-50.
2.- Robesp. Tres ret. A. Manfred. Pág. 215-216.
3.- “ “ “ “ 224.
4.- L’ ami du peuple. 3v 1792 Nº 648.
5.- Robesp. Tres ret. A. Manfred pág..232.
6.- “ “ “ “
7.- Fouché. S. Zweig…pág..62.
8.- Robsp. Tres ret. A. Manfred. Pág. 241.
9.-Fouché. S. Zweig. Pág..77.
10- “ “ “ “.
11-Las notas entre los dantonistas. A. Marthies..pág..138.
12-Robesp. Tres ret. A. Manfred..pág..264.
13- “ “ “ “ 249.
14- “ “ “ “ 272.
15- “ “ “ “ 273.
16- “ “ “ “ 277.
17- Fouché. S. Zweig. Pág..88.
18- “ “ “ 86.
19- “ “ “ 87.
20- “ “ “ 86.
21-Robespierre. Tres ret.. A. Manfred. Pág..254.
22- “ Robespierre. Tres “ “ “ 257.
23 H. Taine. Les orígenes de la France contemporaine. La rev.
24- Robesp. Tres ret. A. Manfred. Pág 279.
25- “ “ “ “ 281.
26. Historia política de la Revolución Francesa. A. Aulare. Pág 601-615.
27- Robesp. La Comune. Le 9 Termidor. A. Manfred. Pág 268.
28- Fouché. S. Zweig pág 95.
29- Óuvres Completes. Saint-Just. T-3 pág-508.
30 Fouché. S. Zweig. Pág 91-94.
31- M. Robes. Discours et rapports. Ch. Vellay. Pág..384.
32- Robesp. Tres ret. A. Manfred. Pág..287-288.
33- Fouché. S. Zweig. Pág 97-98.
34 Historia de la Revolución Francesa. F. Minet. Pág- 187-203.
35- La Revolución F.F. y D:R.
36- Obras. C. Marx. F. Engles. T-2. pág..599-611.
37- Festividad de las naciones. C.:M. y F. E,. t-2 pág..595.
38- Robespierre. Tres ret. A. Manfred. Pág..290.

 

 

Revista Vitral No. 70 * año XII * noviembre-diciembre de 2005
Jesuhadín Pérez Valdés
Radiomecánico –A- Unidad Empresarial de Servicios. Labora en el taller de electrónica del Rpto Hnos Cruz, en la ciudad de P. del Río, como técnico de equipos de sonido y luces.