Sobre la Sociedad Civil (SC) se han escrito kilómetros de papel, y es bueno seguir haciéndolo, sobre todo cuando al escribir se realiza el esfuerzo de aplicar conceptos a nuestra realidad, y el de pensar, proyectar, y criticar nuestro incipiente entramado social, que se regenera de forma gradual luego de haber sido prácticamente destruido en la primera mitad de la década del 60 del siglo pasado.
¿Está ocurriendo una transición del sistema socio-económico en Cuba? Si lo está, ¿hacia dónde y de qué depende que sea más rápida o más lenta? La respuesta tiene muchas aristas, y seguramente el lector tendrá la suya. Lo que sí creo que es consenso en todos los que se la hacen es que el papel de la sociedad civil es decisivo, y yo me atrevería a decir que determinante, en la naturaleza y velocidad de los cambios que, a mi juicio, están ocurriendo.
Si por transición se entiende solamente el cambio de las personas que ejercen los principales cargos de la nación, entonces la sociedad civil no cuenta y el rumbo de la misma estaría decidido sólo por esas personas. Pero si por transición se entiende el cambio de unos grados de ejercicio de libertades civiles y reconocimiento de derechos fundamentales a mayores grados de éstos, de unos grados y estilos de participación en los poderes públicos a otros más humanos, de unos grados de bienestar económico y unas posibilidades de producir y beneficiarse de ello por parte de los ciudadanos a otros mayores, entonces evidentemente, la promoción y el rumbo de los cambios tendrían como protagonistas a los ciudadanos y grupos de la sociedad civil.
Animación
Cuando un ciudadano encuentra un buen trabajo que le alcanza para vivir dignamente, trabaja más y mejor cada vez, porque ve los frutos. Cuando un ciudadano encuentra un grupo de personas con sus mismos gustos artísticos o recreativos, puede usar mejor su tiempo libre y disfrutar la creación artística si forman un club o un liceo, pueden generar auténticos espacios de sano esparcimiento y promoción artística que podrían, incluso, brindar a su vez oportunidades de darse a conocer a artistas y profesionales de la recreación. Si varios trabajadores por cuenta propia descubren la ventaja de asociarse y tienen la oportunidad de hacerlo, generarían una cooperativa o pequeña corporación que a su vez, puede generar cada vez mayores beneficios, aumentar la calidad de los servicios y ofrecer más empleo. La posibilidad de asociarse anima la creación de riqueza y belleza en el ser humano, más aun, la posibilita. Cuantas más posibilidades de asociarse libremente, mayores posibilidades de desarrollo tiene la persona.
La salida de la Edad Media y del primer capitalismo salvaje, pasó precisamente por la posibilidad de asociarse de los ciudadanos, generándose así organizaciones que se complementaban entre sí, y al mismo tiempo podían equilibrar el poder de los gobernantes, permitiendo a los ciudadanos reclamar derechos. De esa forma salieron las legislaciones más avanzadas y los estilos de convivencia más humanos que conocemos hoy en el mundo.
¿Son las asociaciones civiles de Cuba un espacio de libertad y realización para las personas que la integran? ¿Se presentan así al resto de la sociedad? De la respuesta a esta pregunta depende el hecho de que determinada organización contribuya a que la sociedad avance hacia mayores grados de desarrollo, es decir, favorezca la transición para bien. Si se trata de una simple correa de transmisión del poder del estado ya no es parte de la sociedad civil, si es independiente, pero reproduce en su estilo y objetivos las mismas realidades que quiere cambiar, difícilmente sea atractiva para muchas personas de buena voluntad.
Evidentemente no todas las asociaciones son beneficiosas ni tienen buenos fines. Ahí entra la función de las leyes y del Estado. Su principal aporte a la sociedad civil es velar porque las asociaciones que la componen no dañen el bien común y sean éticamente aceptables. He aquí un equilibrio difícil de lograr, pues puede que el Estado se limite a permitir sólo aquellas organizaciones que convengan a sus intereses políticos o, simplemente, a crearlas para intentar ocupar completamente los espacios de socialización de los ciudadanos. Si no existe el debido marco jurídico que regule, pero que a la vez permita la libre asociación dentro de ciertos marcos éticos, entonces la socialización de las personas, y por tanto su desarrollo humano, se dificulta y el progreso mismo se hace ilegal. En Cuba son cientos las personas y organizaciones que han pedido legalizarse a las instancias correspondientes del Estado y no han recibido respuesta. En consecuencia, muchos han decidido crear y mantener sus propios espacios al margen de la ley, que en este caso no responde en muchas ocasiones a las necesidades más urgentes y a los principales referentes éticos de los ciudadanos, por tanto, debe cambiar.
Reclamar la libertad de asociación o, lo que es lo mismo, el natural desarrollo de la sociedad civil, es reclamar la posibilidad de que cada persona pueda realizar su propia dimensión social de forma plena, lo cual es un elemento constitutivo, y por tanto inalienable, de la naturaleza humana.
Animar viene del latín “anima” que significa alma. “Dar alma” a la dimensión social de las personas en Cuba es una necesidad imperiosa y una tarea tan urgente como sembrar arroz o criar pollos, porque a estas otra tareas ayuda sobremanera el que las personas puedan convivir en paz y trabajar juntas.
Articulación
Cuando usted se levanta por la mañana necesita agua, insumos de aseo, desayuno, electricidad para alumbrarse, transporte para ir al trabajo sin embargo, ninguna persona puede al mismo tiempo producir jabón, cosechar trigo para hacer pan, tener vacas que den leche, producir electricidad o fabricar un carro para trasladarse. Nuestra vida es posible por la articulación del trabajo de muchos. Esa es la articulación propia de la sociedad civil que se manifiesta no sólo en los protagonistas de la economía, como en el ejemplo anterior, sino en toda la sociedad.
En Cuba hemos experimentado un modelo social donde dicha articulación fue sustituida por la supeditación a las orientaciones directas del Estado en todos los sectores sociales, los resultados son conocidos; el tránsito debe producirse de esas formas centralizadas de control a formas descentralizadas de apoyo a los ciudadanos, los grupos, las empresas, y los propios gobiernos locales, teniendo cuidado de no caer en el liberalismo salvaje que no tiene en cuenta a los que no pueden competir, producir, pensar, crear, o triunfar.
Cualquiera que pretenda realizar su propia vocación social de forma independiente debe preguntarse ¿con qué objetivos y estilo lo hago? pero también: ¿qué soy capaz de hacer con otros, que tienen otro estilo, otros objetivos, pero con los que puedo encontrar algunos puntos de coincidencia?. Esta segunda pregunta es hoy tal vez la más importante para la naciente sociedad civil cubana, en la que la capacidad de trabajar en conjunto diferentes organizaciones es muy escasa, y a veces parece imposible, aun cuando los objetivos sean comunes y los estilos de trabajo se parezcan mucho.
La articulación entendida desde la tolerancia y la búsqueda de los espacios comunes rompe la lógica de las “batallas” y la exclusión o espanta el fantasma de la violencia, que a veces ha ocurrido de forma verbal, aunque sean los métodos pacíficos los que priman de manera casi absoluta en la sociedad civil cubana. Quien busca la articulación piensa siempre con quién puede colaborar a la hora de prestar un servicio, siempre es mejor utilizar los servicios de quien lo ha venido haciendo y tiene experiencia que duplicar esfuerzos, siempre que el otro satisfaga las propias expectativas. La articulación no es contraria a la libre competencia, imprescindible para el buen funcionamiento del mercado, más bien la complementa y ayuda en el sentido de que un trabajador por cuenta propia o empresario cualquiera puede competir mejor cuando es parte de una organización, que cuando está solo.
Cuando se ejerce debidamente el derecho de la libre asociación, dentro de marcos éticos y legalmente regulados, y éste se acompaña con el esfuerzo de la articulación entre diferentes organizaciones, la sociedad progresa y sus ciudadanos viven mejor. Es este el que debe ejercitar la sociedad civil en Cuba.
Consenso
La mayor expresión de la articulación en la sociedad es el consenso, que significa el trabajo común, hacia objetivos comunes, con estilos y prácticas elegidas libremente por organizaciones y personas que tienen, a su vez, sus propios objetivos y estilos y actúan de forma independiente en la sociedad.
En una sociedad con tradición democrática arraigada el consenso es precisamente dicho orden democrático que, no obstante, requiere un constante esfuerzo de cuidado y perfeccionamiento. En nuestra sociedad en transición el consenso significa posponer diferencias, e incluso cierta cuota de renuncia al ejercicio inmediato de partidismo político en algunos casos, para lograr con otros los objetivos comunes de servicio a los ciudadanos y desarrollo de la sociedad civil.
¿Es posible un consenso tal en Cuba? De la respuesta a esta pregunta depende en gran medida la salida de nuestra sociedad de la actual etapa de su historia, de esa respuesta depende también si son fundados o no los temores que muchos en Cuba tienen al cambio.
El consenso ciertamente cuesta esfuerzos, tolerancia, capacidad de perdonar, habilidad en la búsqueda de alternativas ante las diferencias, constante negociación y, sobre todo, mucha voluntad, máxime cuando las condiciones sociales bajo las que se genera dicho consenso pueden cambiar constantemente, como es propio en una sociedad en tránsito. Yo confío en que la gran capacidad de recuperación de nuestro pueblo, su perspicaz iniciativa y su espíritu pacífico de matriz cristiana puedan lograrlo.