Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005


ÚLTIMA HORA

 

"HE EXPERIMENTADO
LA MANO DE DIOS EN MI VIDA
"

CRÓNICA DE LA ORDENACIÓN EPISCOPAL
DEL P. MANUEL H. DE CÉSPEDES GARCÍA MENOCAL


DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

El Obispo de Pinar del Río, José Siro, impone las manos al Presbítero Manuel Hilario de Céspedes, ordenándolo Obispo de la Iglesia Católica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así expresó Mons. Manuel Hilario de Céspedes y García Menocal, al dar las gracias en la ceremonia de su Ordenación Episcopal en la Iglesia Catedral de Pinar del Río en la mañana del pasado sábado 4 de Junio.
Hacía varios días que el clima era inhóspito. Llovía, tronaba y, aunque los guajiros estamos siempre contentos cuando llueve, no nos gusta que no salga el sol en nuestras fiestas. Pero Dios es grande y el sábado del Inmaculado Corazón de María amaneció, como Cuba, con un sol fresco y radiante. Signo de adelanto de una Iglesia que retoña un nuevo vástago en la ininterrumpida sucesión apostólica: Cuba tiene un nuevo obispo. El padre Manolo, tataranieto del Padre de la Patria, hasta ahora Vicario General de la Diócesis de Pinar del Río y Asesor de la Revista “Vitral” desde su fundación.
A pesar de que los ómnibus planificados nunca llegaron, muchos matanceros pudieron venir desde aquella provincia hermana para unirse a centenares de pinareños y habaneros que inundaron la Catedral y los jardines de una alegría profunda, de unos aplausos que expresaban la cercanía del obispo electo a su pueblo y de una emoción no contenida, por el futuro que todos intuyen para la Diócesis matancera, pero también para la Conferencia de Obispos católicos de Cuba y para toda nuestra Patria, con el primer nombramiento que hace el Papa Benedicto XVI para la Iglesia cubana.
Al filo de las diez de la mañana una larga y solemne procesión de sacerdotes y obispos entró cantando a la Catedral con el himno que desde hace 20 años se ha convertido en el inicio casi obligado de nuestras celebraciones: Una luz en la oscuridad, un arroyo de agua viva, un cantar a la esperanza, quiere ser tu Iglesia…
Los obispos de Cuba avanzaban lentamente al final de la procesión en medio de un mar de fieles que los aplaudían. Allá, muy cerca del Obispo Siro, todos pudimos aclamar con un vuelco en el corazón a Monseñor Felipe Estévez, obispo auxiliar de Miami que había venido especialmente para testimoniar que somos un mismo pueblo a ambos lados del mar que nos une y nos separa. Fue un vuelco cordial de solidaridad, cercanía y comunión. Gracias Mons. Estévez, gracias Iglesia que peregrina en la diáspora por estar presente en cada momento importante de la vida de la Patria y de su Iglesia. Pienso que ya no podría ser de otra manera. La interminable ovación que acompañó al abrazo que el recién ordenado obispo dio a Mons. Estévez así lo confirmó.
Monseñor José Siro González Bacallao, fue el consagrante principal y por tanto presidió la Santa Misa, a su lado los arzobispos de La Habana y Santiago de Cuba, que fueron los co-consagrantes. El Obispo Siro en su homilía, trazó los rasgos fundamentales de la misión y el talente de un obispo: padre, hermano y amigo. Luego una última recomendación: ¡Cuidado, no creerte por encima de los demás, de no colocarte lejos de tu pueblo! Tu eres sobre todo un cristiano y un servidor entre los demás hombres y mujeres que te han sido encomnendados y de todo el pueblo cubano.
Al final de la Misa el Nuncio de Su Santidad, Mons. Luigi Bonazzi, expresó que la Iglesia cubana toda se enriquecía con este nuevo don de un obispo. Y que el Señor Jesús ha dicho que “por sus frutos los conoceréis”, por tanto podemos decir que la Diócesis de Pinar del Río es uno de esos árboles con profundas raíces, azotados por vendavales y ciclones de todo tipo, pero que todo lo que está marcado por la cruz, siempre da frutos de redención. ¡Ánimo! Dijo el Nuncio a los pinareños, citando palabras del Papa Benedicto XVI en la Basílica de San Pablo al referirse al martirio que había marcado el siglo XX.

El Obispo hace la oración consecratoria
mientras imponen los Santos Evangelios
sobre la cabeza del P. Manolo.

La sangre de los mártires es siempre semilla de cristianos. Es una vieja convicción de la Iglesia. Juan Pablo II había dicho que también en el martirio civil incruento y cotidiano. Así recibimos este mensaje de ánimo y cercanía del Santo Padre, los pinareños y todos los católicos de Cuba. Lo sabemos: Estamos en las Manos del Señor. Y eso nos basta.
Mons. Manolo agradeció con la palabra más típica de los pinareños: ¡Alabao! Sí, Alabado sea Dios por todas las veces que a lo largo de su vida había sentido y palpado la Mano de Dios en su vida. Allí recordó a sus padres y sus hermanos, la educación de los Padres Maristas, de la Juventud Estudiantil Católica que le enseñó que la fe hay que vivirla encarnada y actuante en los ambientes de la sociedad, la Universidad de Mayagüez donde se hizo ingeniero eléctrico, recordó también el Seminario en Caracas y su labor sacerdotal en el barrio de Petare en los cerros de aquella capital. Luego, su regreso a la Patria y su servicio de casi 20 años en la Diócesis de Pinar del Río, siendo la mano derecha, el amigo, el hermano del Obispo Siro, a quien expresó su más sentida gratitud.

El Padre Manolo se postra en tierra para invocar
la interseción de los Santos.

La Iglesia de Matanzas gana un nuevo pastor y la Iglesia de Pinar gana también, porque quien da y entrega, se enriquece al dar…porque el que pierde su vida, la ganará.¡Qué bien una Iglesia local que forma sacerdotes que pueden ser buenos obispos para su pueblo.
La Iglesia cubana crece con un nuevo Obispo cuyo perfil pastoral es de pleno y sacrificado compromiso con una presencia encarnada profética y servicial de la Iglesia metida en medio de los gozos y esperanzas, de las alegrías y las penas de su pueblo, de nuestro pueblo.
Cuba crece al tener un pastor sencillo, cercano, con fuerte criterio propio, con deseos de ser “una ofrenda permanente” en el presente y el futuro de la Nación.


 

Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005