Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005


DE FELÍZ MEMORIA

 

JUAN PABLO II,
UN GRAN COMUNICADOR

GUSTAVO ANDÚJAR

 

 

 

 

En su “Carta a los artistas” de 1999, el Santo Padre Juan Pablo II decía que a ellos, a los artistas, se sentía “…unido por experiencias que se remontan muy atrás en el tiempo y han marcado de modo indeleble mi vida”. Y es que él mismo fue un artista: actor y dramaturgo en sus años jóvenes, poeta siempre, su mundo creativo fue más bien el de la palabra, y no sólo por su impresionante corpus doctrinal plasmado en encíclicas, cartas y exhortaciones apostólicas, mensajes, homilías y muchos otros documentos. Poseedor de una hermosa voz, clara y profunda, nos sorprendieron sus dotes de declamador en el bello CD Abbà Pater, compilado en 1999 (Sony / Radio Vaticana / Audiovisuales San Pablo), en el que recita en italiano, acompañado por la sugerente música de Leonardo de Amicis y Stefano Mainetti, una variedad de inspiradores textos: oraciones, salmos y pasajes evangélicos, entre los cuales se destacan “Beatitudini” (“Bienaventuranzas”) y el “Pater Noster”, que canta en latín, con la melodía tradicional pero con un ritmo muy contemporáneo.
Ferruccio De Bortoli, director del Corriere della Sera, el diario de mayor tirada de Italia, dijo en una ocasión: “el secreto fundamental de la comunicación es el respeto por el público. Juan Pablo II, al igual que Juan XXIII, nos ha enseñado a usar bien los medios de comunicación. Ha sabido emplear bien no sólo su cultura y su vida ascética sino también sus dotes de actor. La comunicación es también esto: emplear todo lo que uno es para dar lo mejor”.

El Papa de los medios

Peregrino incansable siempre dispuesto a llegar a todos, Juan Pablo II recibió calificativos muy diversos: el Papa de los jóvenes, el Papa de los enfermos, el Papa defensor de la Vida, el Papa del ecumenismo… Aunque limitados, porque un gigante como él no puede encasillarse en clichés estrechos, tienen su parte de verdad, porque señalan todos, con mayor o menor tino, algunas de las muchas facetas de su fascinante personalidad. Uno que encuentro especialmente acertado es el que lo describe como “el Papa de los medios”.
Durante el pontificado del Papa Woytila se consolidaron las redes globales que los satélites de comunicación venían tejiendo alrededor del mundo desde los años sesenta, pero, sobre todo, se produjeron, en los años 80, la revolución de las computadoras personales y el video, y en los 90, el explosivo desarrollo de la Internet y la digitalización del audiovisual. El ideal informativo de la «noticia al instante de producirse» pasó a ser «la noticia mientras se está produciendo», transmitida ahora en vivo y desde el propio lugar del acontecimiento.
Si alguien captó en toda su significación el alcance de esta revolución mediática, y sus implicaciones para el anuncio del Evangelio, fue Juan Pablo II. En la encíclica Redemptoris missio, publicada en 1990, nos propone como ejemplo de sagacidad apostólica la mostrada por San Pablo al predicar en el Areópago de Atenas (Hc 17, 22-31), y hace un paralelo entre la situación del apóstol ante los griegos y la de los evangelizadores contemporáneos, empleando el símbolo del areópago para representar los ambientes que reclaman hoy la acción evangelizadora de la Iglesia.
El primero de los “areópagos del tiempo moderno” que señala el Papa en su encíclica es precisamente el mundo de las comunicaciones. No quiere que lo consideremos sólo como un conjunto de medios que la Iglesia puede y debe usar “para multiplicar el anuncio” al “difundir el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia”, sino que nos advierte que “se trata de un hecho más profundo, porque la evangelización misma de la cultura moderna depende de su influjo”, dado que los medios definen el entorno en el que toma forma esa cultura, y afirma que debemos “integrar el mensaje mismo en esta «nueva cultura» creada por la comunicación moderna”, reconociendo que existen “nuevos modos de comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos sicológicos”.
Tema constante éste en el magisterio del Papa, que volvió a ponerlo sobre el tapete en dos importantes ocasiones en este año: en su mensaje por la Jornada de las Comunicaciones Sociales del 2005, y en su última carta apostólica, “El Rápido desarrollo”, dedicada precisamente a los medios de comunicación, al cumplirse cuarenta años del decreto conciliar Inter mirifica. En este último documento de su extenso magisterio, destaca el Papa cómo “…la Iglesia advierte que el uso de las técnicas y de las tecnologías de la comunicación contemporánea es parte integrante de su propia misión en el tercer milenio...” (2).
Durante su pontificado, y bajo su orientación, el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales produjo un significativo grupo de documentos: Pornografía y violencia en las comunicaciones sociales: una respuesta pastoral (1989); Aetatis novae (1992); Ética en la publicidad (1997); Ética en las comunicaciones sociales (2000); Ética en Internet (2002); La Iglesia e Internet (2002). Durante ese mismo período, los inspiradores mensajes anuales del Santo Padre por la Jornada de las Comunicaciones Sociales han seguido con atención los desarrollos y retos, las oportunidades y amenazas que se vislumbran en este campo.
Predicó con el ejemplo hasta el final; el P. Peter Malone, presidente de SIGNIS Mundial, ha resaltado el gran simbolismo de las imágenes transmitidas el Viernes Santo, cuando el mundo vio al Santo Padre siguiendo los oficios por televisión: el Papa estaba rezando con los medios.


Atento al cine

Juan Pablo II valoró siempre al cine como un medio particularmente eficaz. En su discurso ante un congreso internacional celebrado en Roma en 1999, dijo: “El cine goza de una riqueza de lenguajes, de una multiplicidad de estilos y de una variedad de formas narrativas verdaderamente grande: realismo, fábula, historia, ciencia ficción, aventura, tragedia, comedia, crónica, dibujos animados, documentales... Por eso, ofrece un tesoro incomparable de medios expresivos para representar los diversos campos en que se sitúa el ser humano, y para interpretar su imprescindible vocación a lo bello, lo universal y lo absoluto. Así, el cine puede contribuir a acercar a personas distantes, reconciliar a enemigos, y favorecer un diálogo más respetuoso y fecundo entre culturas diversas, señalando el camino de una solidaridad creíble y duradera, presupuesto indispensable para un mundo de paz. ¡Sabemos cuánta necesidad de paz tiene el hombre para ser verdadero artista y realizar un verdadero cine!”
Pero el cine es también entretenimiento, y el Papa comprendió también claramente su valor en este sentido. En el Jubileo del mundo del espectáculo, en diciembre de 2000, expresó: “Aunque, en sentido propio, la alegría cristiana se sitúa en un plano más directamente espiritual, abarca también la sana diversión, que hace bien al cuerpo y al espíritu. Por tanto, la sociedad debe estar agradecida con quien produce y realiza transmisiones y programas inteligentes y relajantes, divertidos sin ser alienantes, humorísticos pero no vulgares. Difundir una auténtica alegría puede ser una forma genuina de caridad social”.
Sus relaciones con figuras destacadas del cine frecuentemente hicieron noticia. Una de las más notorias fue la que mantuvo con su compatriota y amigo, el realizador Kzrysztoff Zanussi, cuya cinta biográfica “De un país lejano” brinda tal vez algunas claves para entender la naturalidad del acercamiento del Papa a los medios audiovisuales. La película muestra al pequeño Karol cuando, con sólo seis años de edad, observa con atención los preparativos y la realización de las representaciones locales de la Pasión.
La vida del pintor polaco Albert Chmielowski, el fundador de los franciscanos albertinos que dedicó su vida a atender a los mendigos, y que fuese canonizado por Juan Pablo II en 1989, fue llevada al cine por Zanussi en 1997, con guión de Boleslaw Taborski, adaptado del texto del propio Juan Pablo II, quien vio la película junto con el director.
Otro realizador que tuvo la oportunidad de mostrarle en privado su película a Juan Pablo II fue Roberto Benigni, con La vida es bella. Fue notable la discreción de Benigni en cuanto a la positiva respuesta del Papa a su cinta, evitando así aprovechar el evento como elemento de promoción comercial. Benigni comentó jocosamente, sin embargo, que se sintió tan emocionado que abrazó y besó muy efusivamente al Papa, mientras le llamaba “Babbo” (“Papaíto”), que era la única expresión que le venía a la mente. El Santo Padre, un tanto sorprendido por la vehemencia del artista, le dijo con una sonrisa: “Sí, es usted muy italiano”.
Son también de destacar su amistad y colaboración artística con Monica Vitti y Vittorio Gassman, quienes grabaron en 1997 un exitoso CD con poesías escritas por Karol Woytila entre 1939 y 1978, antes de convertirse en Juan Pablo II. La experiencia sería repetida al año siguiente por Monica Vitti y Alberto Sordi. Sordi tuvo una destacada intervención en el mencionado Jubileo del mundo del espectáculo, en la que reconoció el empeño del Santo Padre por promover una relación constructiva con el mundo del cine. “¡Gracias por ser Papa!”, dijo con gran emoción.

Superestrella

Recuerdo claramente la primera noticia que tuve sobre la famosa ópera rock Jesucristo, superestrella. El ingenioso título, que algunos encontraban irreverente, me hizo sonreír y me conquistó desde el principio, porque reconocí en aquel nombre atrevido muchas consonancias con el lugar que Cristo ocupaba ya en mi vida. ¿No es acaso la admiración profunda, y el empeño decidido de imitación de quien se percibe como modelo, la base del concepto de la sequela Christi, el “seguimiento de Jesús” en que debe consistir precisamente el cristianismo?
Si alguna figura pública de nuestro tiempo merecería este calificativo, es Juan Pablo II. En su caso, el estrellato fue genuino, totalmente ajeno al oropel físico o virtual (mezclado tantas veces con el escándalo como tristemente eficaz condimento) que constituye el único reclamo de tantos en esta época de sensacionalismos. Al Papa Woytila, con ese encanto personal que lo caracterizaba, el liderazgo le venía de modo natural, hasta el punto de ser reconocido universalmente como un fenómeno mediático.
Su ascendente sobre el público global venía sobre todo de la fuerza de su mensaje. Como lo destacara el Cardenal Ortega en la homilía de la Misa por el Santo Padre en la catedral de La Habana, Juan Pablo II era un gran comunicador sobre todo porque tenía algo que comunicar. Su firme compromiso con la Verdad y su apego a la recta doctrina le permitieron conformar uno de los más sólidos y amplios magisterios papales, mientras que su abrazo abierto a todos y su modo de decir, en el que la firmeza nunca estuvo reñida con la caridad fraterna, configuran un estilo inolvidable: uno a imitar.


Referencias

Juan Pablo II, Discurso al congreso internacional de estudios dedicado al tema: “El cine: imágenes para un diálogo entre los pueblos y una cultura de la paz en el tercer milenio”, 2 de diciembre de 1999.
Luengo, María. “Juan Pablo II y el cine, un ‘instrumento al servicio de la paz’”. Versión digital de “Pantalla”, mayo 2003. Consultado en línea en http://www.conferenciaepiscopal.es/cine/2003/primerplanomayo.htm, el 2005.03.16 a las 21:25.
Malone, Peter. “Juan Pablo II (1920 – 2005) El Papa de los medios” Nota de prensa de SIGNIS Mundial
Orellana, Juan. “Un pontificado de cine”. Versión digital de “Pantalla”, mayo 2003. Consultado en línea en http://www.conferenciaepiscopal.es/cine/2003/primerplanomayo.htm, el 2005.03.16 a las 21:18.
Zenit. “¿Se puede hacer cine ‘católico’? Congreso Internacional en Roma”. Consultado en línea en http://www.mercaba.org/V-i/2000-12-18/sede-1.htm, el 2005.03.15 a las 20:42.


   

 

Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005
Gustavo Andújar Robles
(La Habana, 1947)
Doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Presidente de SIGNIS Cuba, la Organización Católica Cubana para la Comunicación y miembro de la Comisión de Comunicación Social de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.