Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005


ÚLTIMA HORA

 

"EL EVANGELIO HAY QUE VIVIRLO Y PROCLAMARLO EN LOS DIFERENTES AMBIENTES DE LA SOCIEDAD"

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
DE MONS. MANUEL HILARIO DE CÉSPEDES


 

Monseñor Manuel Hilario
durante sus palabras
de agradecimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Monseñor Manuel Hilario bendice a los fieles participantes en la ceremonia de su Ordenación.

 

 

 


U
na de las primeras cosas que aprendí en Pinar del Río fue decir “Alabao”. Hoy lo he repetido varias veces desde lo más íntimo de mí.
Alabado sea Dios por el sacramento que acabo de recibir el cual, a pesar de mis insuficiencias, me ha incorporado al orden de los obispos, cuya cabeza es el Papa, y que sucede al Colegio de los Apóstoles (cfr. CD 3) .
Alabado sea Dios que como de la mano me ha venido conduciendo hasta aquí, y alabado sea también porque, como lo espero, me seguirá conduciendo.
He experimentado la mano de Dios a través de mis padres, ambos hoy en el cielo orando por mí. Ellos me llevaron a la parroquia para ser bautizado y comenzar así mi vida en la Iglesia. Como hijo de la Iglesia y a su servicio he vivido, y como hijo de la Iglesia y a su servicio espero morir.
He experimentado la mano de Dios a través de mis cuatro hermanos, una hoy también en el cielo orando por mí. Desde que nací todos ellos no han hecho más que mostrarme cariño, respeto y aguante a mis muchas malacrianzas.
He experimentado la mano de Dios a través del resto de mi familia, siempre atenta a dónde está y qué hace el menor de mi generación.
He experimentado la mano de Dios a través de los Hermanos Maristas que me enseñaron el catecismo, afincaron en mí el amor a la Santísima Virgen que ya me había transmitido mi madre al enseñarme a rezar el Ave María. Los Hermanos Maristas me entusiasmaron a participar en la Juventud Estudiantil Católica; en ella aprendí que el Evangelio hay que vivirlo y proclamarlo en los diferentes ambientes de la sociedad. Los Maristas y la Víbora forman parte importante de mi niñez e inquieta adolescencia.
He experimentado la mano de Dios en mis años de universitario en Mayagüez. Allí el Señor me llamó al sacerdocio.
He experimentado la mano de Dios que me apretó fuerte y cálidamente en los años que pasé en la Arquidiócesis de Caracas. Allí fue el seminario, la ordenación sacerdotal y los doce primeros años de servicio sacerdotal en el inolvidable Petare. Le debo mucho a la Iglesia venezolana. Ella me acogió como a un hijo y supo comprenderme, aceptarme y acompañarme en mi proyecto de regresar a Cuba en la primera oportunidad. Como así fue.
He experimentado la mano de Dios a través de las oraciones y otras acciones de cristiana solidaridad de las Madres Carmelitas del Monasterio de Santa Teresa de Jesús del Vedado.
He experimentado la mano de Dios a través de la diócesis de Pinar del Río que abrió sus puertas primero a través de sus obispos Mons. Manuel Rodríguez Rozas y Mons. Jaime Ortega Alamino, hoy Cardenal Arzobispo de La Habana; y desde el 15 de septiembre de 1984 a través de muchas personas de Minas-Santa Lucía, La Caridad y San Francisco de Asís, las tres parroquias donde aquí he sido feliz. Muchos laicos pinareños de esas y de otras comunidades, entre los que se encuentran numerosos jóvenes, han sido y son mis amigos, ahijados y compadres. Todos ellos me han acercado a Dios. Quienes más me conocen deben suponer que en estos días he recordado especialmente a Lola Careaga.. La diócesis pinareña me envió al ENEC que fue para mí un tiempo de gracia que incrementó mi admiración y mi amor por la Iglesia cubana.
He experimentado la mano de Dios a través del presbiterio de esta diócesis. Su amistad me ha hecho crecer como hombre, como cristiano, como sacerdote. Me está siendo difícil separarme de él.
He experimentado la mano de Dios a través del Sr. Nuncio, Mons. Luigi Bonazzi, que me transmitió el nombramiento de obispo en nombre del Papa Benedicto XVI. En estos días Mons. Bonazzi ha estado cercano, cálido y servicial, haciéndome sentir así el cariño paterno del Santo Padre. Estoy seguro de que lo seguirá estando. Gracias al Santo Padre que me ha llamado a ser miembro del Colegio Episcopal para servir a la Iglesia
He experimentado la mano de Dios a través de cada uno de los obispos cubanos que han confiado en mí y me han acogido afectuosamente como miembro de la Conferencia Episcopal. Me confío a la gracia de Dios que me ayudará a desempeñar mi labor dentro de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

He experimentado la mano de Dios a través de los sacerdotes, religiosas, seminaristas y laicos matanceros que en estos días he conocido, y que me han asegurado su oración y su colaboración en el servicio que debo prestar en esa diócesis a la que estoy aprendiendo a querer. Que con la intercesión de san Carlos Borromeo el Señor bendiga a los matanceros.
En verdad tengo que repetir “alabao” .Y alabado sea Dios por quien he dejado para este momento pues lo deseo destacar ya que ha sido un regalo de Dios para mí, alguien con quien he convivido casi veintiún años, quien me abrió las puertas de su casa, su familia, su corazón y es para mí obispo, maestro, padre, amigo, hermano. Mons. Siro: Alabado sea Jesucristo por lo que Ud. es y por lo que Él me ha dado a través de Ud.
Qué bueno que mi ordenación episcopal haya sido en un día en el que celebramos una fiesta de la Santísima Virgen. A ella, la Virgen de la Caridad, me encomiendo para que llegue a ser un buen pastor.
Muchas gracias a todos ustedes por haber venido. Sé del esfuerzo que muchos han tenido que hacer. Que Dios se los recompense como solamente- Él lo sabe hacer.
A todos les pido que oren por Matanzas y por mí.

 

Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005