Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005


NUESTRA HISTORIA

 

DOS PERSONAJES PINTORESCOS:
LIBORIO Y EL BOBO DE ABELA

WILFREDO DENIE VALDÉS


 

 

 

 

A finales de la primera década del pasado siglo en las páginas del periódico La política cómica, dirigido por Ricardo de la Torriente, apareció un personaje humorístico conocido como Liborio, figura representativa del pueblo cubano. El caricaturista, de forma chispeante, expone un personaje que, manteniendo siempre un silencio sepulcral, pone al desnudo la maltrecha situación que reinaba en el país en aquel período incierto por la aviesa política de los gobernantes de turno.
Liborio escuchaba picarescamente a aquellos conmilitones explotadores del pueblo, pero, siempre permanecía incólume sin decir una sola palabra, apareciendo como una víctima en las caricaturas; en su imagen se podía apreciar el desprecio por aquella repugnante clase social que se burlaba del pueblo oprimido por la miseria más espantosa. Liborio diría para sí: “todavía tenemos la opción de algunos legisladores que no cumplan con su mandato pasarle la cuenta en las próximas elecciones” como lo estipulaban las leyes de la República vigentes en aquel entonces.

¿Quién fue el creador de ese famoso personaje? El libro de Adelaida de Juan titulado Las artes plásticas plantea que fue el pintor y caricaturista vasco Víctor Patricio Landaluce que llegó a Cuba en el año 1863. En aquel entonces el país se encontraba en plena efervescencia nacionalista por las doctrinas de Varela, Saco y José de la Luz y Caballero. Los testimonios de la última parte de su vida se cifran en la versión que nos dejara de nuestros tipos populares: Liborio, guajiro de guayabera y jipi aficionado a los gallos de pelea, el calesero elegante que celebra a la mulata coqueta, la captura del cimarrón, la negra cortando caña y otros.
No es lo anecdótico donde hemos de encontrar la trascendencia de sus obras, o en la riqueza plástica de las mismas, sino en su ejecución hábil y segura, en su poder de observación de los verdaderos valores históricos y sobre todo en la captación de lo esencial de los tipos populares, donde descansa el mérito extraordinario que para nuestra pintura tiene la obra de Landaluce.
Destacado pintor que tantas obras dejara para la posteridad, Víctor Patricio Landaluce murió en Guanabacoa en el año 1889.
Por lo que hemos podido apreciar la caricatura de Liborio creado por Landaluce devino en un personaje muy querido y admirado por todo el pueblo de Cuba por lo que representó en el ulterior ámbito nacional de defensa de las causas populares.
Una de las pruebas más evidentes de la personalidad humorística Liborio, como símbolo representativo de todo el pueblo cubano, fue cuando el legislador Emilio Arteaga presentó al Congreso de la República una ley, conocida como Ley Arteaga, bajo el gobierno de José Miguel Gómez. Esta ley, después de aprobada, establecía:
“Artículo 1: “Queda prohibida la emisión en pago de jornales, sueldos, o de cualquier otra obligación, de vales, chapas, fichas metálicas o de cualquier otra clase que tengan el carácter de signos representativos de la moneda.”
Con la llamada Ley Arteaga comenzó a estabilizarse la moneda, operación por la cual el Estado computa el equivalente de su unidad monetaria en plata u oro y fija la relación entre ambos valores. Esta Ley dio como resultado la abolición de las acuñaciones de monedas con el valor inferior al debido para aumentar los ingresos de los desgobiernos que tenían el señorío de la moneda.
Liborio desde La política cómica ironizó esta demanda justa del pueblo cubano de la siguiente forma. “mientras te paguen con chapa o con el papel mojado , -decía el mayoral- , no escapas: ¡siempre serás un explotado!” (Ver caricaturas)
Pero hablemos de otro pintoresco personaje que conocimos como el Bobo de Abela.
Eduardo Abela nació en San Antonio de los Baños. Ricardo de la Torriente, desde la Academia San Alejandro, advirtió muy pronto lo que había en Abela, cual fue su alumno.
Nació el Bobo en La semana, periódico humorístico y ameno de Sergio Carbó, delicado condimento de la vida cubana. En la espiritual compañía de las insinuantes ilustraciones de La semana, de los chistes sugerentes y de las amables críticas, creció el advenimiento del Bobo.
El Bobo de Abela era un personaje que tenía la costumbre de opinar, como todo un buen cubano y decir, a través de un chorro de ironías, sus opiniones. Allí donde hubo una injusticia, estalló también su trompetilla criolla. La historia del Bobo de Abela refleja una grave contingencia que vivió y sufrió nuestro pueblo. Por lo que hace al Bobo no es sólo su existencia lo que se puede probar. Es que hay verdad en la connotación del personaje con lo más fuerte y representativo del sentimiento cubano.
Aquel Bobo no era considerado así por imbécil o simple mentecato. Había algo más, y era la cualidad socarrona de dejarse caer, de hacerse “el mosquita muerta”. En lo futuro, cada peripecia política de Cuba hará desmembrar el paso de estos seres por el escenario nacional y sus expresiones tendrán otra vigencia.
La caricatura es de una intención excepcional. Cierta vez se le prometía a la ciudadanía el perfeccionamiento del hombre. “...el hombre tendrá que irse...”. Lo del perfeccionamiento, quedaba fuera del principio. En la clave de Abela ¨el hombre¨ significaba una sola cosa, y sobreentendía la alusión.

Otra caricatura servirá de ejemplo. Ha llegado el Bobo a la casa. Trae enrollado en la garganta un grueso pañuelo, para indicar que no traga, o lo que es lo mismo que no acepta lo que parece realidad. El niño irá al Bobo, hay entre ellos un diálogo:
“Entonces, hijito, ¿tú tenías otra?
¡Sí padrino; y, cómo cuando tú llegaste de la calle, te oí exclamar: ¡los fósforos!” La exclamación “¡los fósforos!” era una expresión de inconformidad dentro de las circunstancias políticas. El pueblo lo interpretó en forma simplista.
Son las caricaturas de Abela lecciones de ciencia cívica, y por medio de ellas presta su servicio. La titulada “Un Sistema” evidencia esta forma de gobierno:
“Hijito: yo nunca me he puesto frente al pueblo. Hace ya más de cien años dijo Varela: `Ningún gobierno tiene derecho, los tiene sí el pueblo, para variarlo en medio de ruina, en vez de serlo de prosperidad`.
Abela era un conversador pausado, de sobriedad chispeante y serena. La agudeza de sus palabras están subrayadas por un brillo peculiar en la pupila sonriente y socarrona.
El Bobo era el fumigador más eficaz contra el avestruz tropical, ese torpe animal que oculta bajo el ala su cabeza para no enterarse del peligro o de la realidad. Cree vivir en el mejor de los mundos, porque está convencido de que su Isla es de corcho.
En lo político el Bobo criticó, satirizó, fue látigo y carcajada, sembró rebeldía y fe, puso a contribución de la Patria y de la libertad su nobleza humorística. El pueblo lo comprendió riendo, aplaudiéndole, admirándolo. El Bobo, maestro y niño a la vez, fue patriota, héroe y fundador.
Cuando creía propio dar un latigazo que el pueblo sintiera, apelaba a la razón o a la historia. Así es con el casabe: “Papá me ha dicho que el casabe es el producto de la trituración de la pulpa de un tubérculo tropical enforbiático muy rico en vitaminas y fosfatos asimilables.
-”Él dirá lo que quiera; pero yo sigo creyendo que lo que estamos comiendo es catibía”
Eduardo Abela también fue caricaturista del Diario cubano bajo la dirección de Oscar Santo. De allí se trasladó a otro periódico La noche.
Hay características muy distintas de estos queridos personajes humorísticos, Liborio y el Bobo de Abela, pero ambos aparecen como símbolos de todo el pueblo. Ellos eran el espejo donde se miraban los desposeídos. Liborio aparecía como la imagen de la miseria, cándido, extenuado, sin decir nunca una sola palabra, siempre observaba pero con una mirada acusadora. El Bobo del sombrerito, gordito y simpático, lanzaba sus ironías con su trompetilla criolla.
A todo lo largo y ancho de nuestro país todavía está en boga la frase: “DESPREOCÚPATE, QUE ESO LO PAGA LIBORIO”.


   

Revista Vitral No. 67 * año XII * mayo-junio de 2005
Wilfredo Denie Valdés
(San Luis. Pinar del Río)
Licenciado en Historia. Fue Historiador de la ciudad de Pinar del Río durante muchos años.