(A Miriam Gómez)
La Habana lucía bella desde el barco. El mar estaba calmo, una superficie clara de azul casi cobalto a veces rayada por una ancha costura azul profundo...La ciudad apareció repentinamente, toda blanca, vertiginosa. Vi arriba unas cuantas nubes sucias pero el sol brillaba fuera de ellas y La Habana no era una ciudad pero el miraje de una ciudad, un espectro..1
I
Guillermo, has dejado eternizada la ciudad que hiciste tuya, aquella Habana de un Infante vivo, 2 hoy ciudad de tantos infantes muertos. Tu palabra se alza como voz de perfil voraz hasta convertirse en un punto central del anillo que puede agrupar a los pocos que seguimos barcos dedicados a denunciar la faena de batir palmeras. Pencas gigantescas que cubrieron techos de bohíos lejanos, regresando en viaje ávido y constante, como nudos que atan mis pestañas.
Olas en guitarra con cuerdas de granizo o tambor que fuera despedazado antes de encarcelarlo (aquel fiel Bongo, negro familiar y querido, cuyo único delito era vivir en mi casa), se impusieron silencios de muerte: errabundos y continuos. –Rechazo de antiguo presagio/refrán, “chivo que rompe tambor con su pellejo paga”-. Ésos te persiguen en la venganza al caracol a quien no dejan en paz junto a su casa; no olvidemos. Alguna vez sus labios dejarán de hacernos beber los arañazos de las sábanas de aguas verdes causados por el sueño roto. Te juro que hoy he contemplado la multiplicación de los panes, ni siquiera había peces; se extendían por los barrios isleños largos corredores convertidos en puertas múltiples, oscuras y sanguinolentas: de cada una de ellas surgieron guerreros verde olivo, mustios y doblados. Sienten el miedo que inspira su cuerpo enfermo y siniestro ante la inevitable aventura de la ausencia:
Si los sueños de la razón dan monstruos, ¿qué dan los sueños de la sinrazón? Soñé porque de nuevo me dormí: el sueño es tan persistente como el insomnio...
La miseria se confunde entre espejos murmurantes, detrás, cuelgan estatuas y carteles caídos de dioses que no fueron junto a muros que, desde todos los tiempos, quedaron derribados. Fragmentos enormes y pesados que al caer despiertan fuertes gemidos. Existen testimonios dentro y fuera; hay seres, debe haberlos, capaces. Atados a la lava que este año ha brotado desde el Etna, como las llamaradas recónditas que guarda en su corazón dolorido el Turquino. Ellos sobrevivirán. También anidan en ambos lados los que colaboran: son los llamados a desaparecer con el ocaso en la frialdad de una luna que anuncia el blanco de sus huesos.
II
No tengo nostalgias de aquel sol crecido porque supimos habitar dentro del polvo de una arena incontenible que ha llegado a ser desierto. Verás deternerse los pasos que son ya débil trote de bestia macilenta y siendo uno, encontraremos cada huella porque la noche cobrando forma de mujer, se asomará en “vista del amanecer en el trópico”. Los hechos tendrán lugar en fecha temprana; antes, mucho antes de que todo en la intimidad, se convierta en “puro humo”.
Escucho el pregón repugnante de visitas a ciudad tan poco conocida; cantada en el vituperio coloquial de muchos, dibujada en la mediocre escritura de algunos. Tú, Guillermo, nos contaste que “ella cantaba boleros” y al escuchar su música, presté toda mi atención cuando me acercaba a la expresión justa grabada con instrumento de orfebre conocedor de la burla deliciosa, súbita e inesperada:
Soñé que salía durante 68 días consecutivos,
al golfo nocturno y no conseguía ni siquiera
un pescado, ni una sardina y Bustrófedon y
Eribó y Arsenio Cué no dejaban salir
conmigo a Silvestre porque decían que yo
estaba completa y definitivamente salao,
pero el día 69 (un número de suerte en
La Habana de noche: Bustrófedon dice que
es porque es capicúa)...
La Habana, vestida ahora de hilachas desgarradas en colores amarillos, inicia una carcajada lenta, paseando junto al muro del Malecón al que nos llevara tantas tardes de domingo, mi padre. Hembra en arranque de canto fuerte o bolero suave, cintura que perderá la inclinación y, erguida, en vuelta de revés (que semeja claroscuro de remate, rebaja; ganga de liquidación total, puterío de esquinas. Ellos, nosotros, todos reconocen que es hambre de llanto), comienza un pálido aleteo y sangrando aún, vislumbro tras su medio vestir o desnudez total: seguro anuncio de nuevo resplandor.
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Guillermo Cabrera Infante. |
III
¿Cuántos premios te han sido negados?,3 no puedo ni debo enumerar o mencionar siquiera (opino que no valen la pena), las innumerables componendas a las que te has negado.4 ¿Cómo citar nombres de los inútiles que se te acercan con tarjeta de discípulos o seguidores?: les conoces aunque crean los tunos que su música no quedó identificada aún antes de que traspasaran tu puerta o llamasen a tu casa de Londres. Mea Cuba tiene la claridad total de tu palabra. Reveladora de la esencia a la que nos llevas en la creación imaginaria donde apuntas siempre a una realidad distinta y más profunda. Afirmé cómo entendía tu escritura en aquel curso de El Escorial.5 Mi razonamiento fue a Don Miguel en rastro del gran loco de todos los senderos, busqué allí los hilos que trazaban camino a tu escritura. Pregunté ¿para quién escribe este hombre y qué tienen sus libros que despiertan tanto malestar en mucha gente?:
El tema de Cabrera Infante es una gran metáfora que se llama Cuba. Esa recurrencia temática que le caracteriza es propia de auténtica creación artística. Pienso que la vida nos hace. Somos protagonistas de nuestra propia circunstancia sostenida en batalla íntima que es tensión vital y también, desgarramiento. La dictadura cubana terminará, no hay proceso histórico con raíces de eternidad. Sin embargo: tus trabajos, todos ellos, se presentan en un marco de veracidad que logran en forma repetida mayor dimensión que el acontecer mismo. Como contradicción, los hechos y hombres de hoy dejarán de existir. Siendo entonces posible que después de ellos mismos, permanezcan tus páginas por su calidad intrínseca e indomables denuncias; dentro del espacio que la vida nos permite percibir como atisbo de perdurabilidad.
Narrativa, ensayos, artículos, guiones de cine, distinciones, cursos, traducciones, prólogos, comentarios inteligentes: páginas que intentan una vez y muchas, descubrir y descubrirnos con humor y estilo muy peculiares, la realidad de la vida humana en que estamos inmersos y por ende, enfrentarse a la sociedad y sus instituciones. Nada más ni nada menos que interpretar el curso del sentido o sinsentido del propio e individual acontecer del hombre y su entorno en el momento histórico en que nos ha tocado representar el papel: capítulo de novela que nos tocó vivir.
IV
El ángel tenía en su mano un libro-pistola.
¿Sería San Antón? No era un
libro-pistola, ni si quiera un libro, era
una pistola, simplemente, larga, que
movía frente a mi cara. Pensé que sería
un libro porque cada vez que oigo la
palabra pistola, echo mano a mi libro...
Tu palabra se enfrenta, les sacude, lluvia pertinaz, pequeñez increíble de una letra diminuta en su soledad, tormenta de trópico en páginas cosidas. Adivinas el color e intención de sus rostros: te llamo desde Nueva York o Madrid; y tanto Miriam como tú, tienen la información precisa, la noticia exacta. Les obligaremos a recordar mostrando testigos y pruebas impresas en viejas fotografías o películas que congelaron para siempre las imágenes de sus crímenes. Isla en giros continuos, mar que se volvió violeta al teñirse con cuerpos de balseros, seres silenciados que parecen fantasmas arrastrando cadenas: girasoles líquidos, inadvertidos, durmientes.
Entiendo la angustia padecida pero no hay que pasar por alto el vidrio cubierto por el musgo en tierra de sol constante, dime:
¿crees que existe la luz que guarda crepúsculos de miedo?
¿la vergüenza se viste de vendidos o comprados cuernos?
¿existen animales salvajes que duermen sobre montículos de piedras que no tiene la geografía?
¿hay en esa Isla jirafas entonando salmos en las vegetaciones diurnas?
¿por qué estamos donde no escogimos lugar ni señas?
El ser odioso no es perdonado, no podría vivir en la caricia de su giba o raspando su costado. Nadie demanda secuestro de bienes que ni siquiera existen pero aspiré al derecho legítimo a descansar su “último sueño”6 bajo la tierra propia para mi madre y, no lo tuve. Las noches ajenas ahondan como cuchillo afilado y, lejos, aprendí que nuestro mar, libre de postigos, ausente de persianas, es capaz de mojar sediento mis muslos, aunque a veces habite en tierras de secano.
V
Sobre las aguas dormidas de aquellas olas, haces despertar nuestros espejos y la memoria, en su cámara ignota, regala la sorpresa que debe vestir en cada instante el ejercicio cierto de quien maneja la letra para que no quede confuso o perdido con el texto falso y perecedero del cuentacuentos insolente que desconoce el oficio. No molestan ya los insectos en los ojos, hemos visto a la envidia vestirnos de inocentes discretos. Callamos, sabiendo que los pájaros ni en invierno, ruedan nunca por la nieve. Entonces, me los saco, salen de sus cuencas y los lanzo al vacío, prefiero la oscuridad de la mirada a la escama siniestra que aterroriza al hombre cuando la maldad le persigue o calumnia. Me he asomado a muchas vidrieras de joyerías y nunca he visto la preciada piedra protectora que dicen le regaló un chicherekú por milagro confabulado de escaparate antiguo. Changó, llegado el día, se ocupará de los chorros de agua que viajan en trineo, como hiciera el malvado con los cuellos que desaparecieron desde el Morro o la Cabaña. Viejos castillos de la España colonial convertidos en falsos palacios de cultura y propaganda.: “Egú fan” con su “egugú” porque en su momento, nada temerán. Lidia lo advirtió:
“Egugú orisa la solo dó la Esbu ba okuá niyé kin bá kua niyé.”
En el patio de mi casa 7 contemplé el asesinato de los colores del arcoiris reventón y bajé las escalas de todo el pentagrama hasta quedarme sin aliento:
allí descansaron, atadas
las manos de mi padre
y su sombra se escondió en el cielo
de todas las preguntas.
Allí nos cubrió el miedo
Y nos amamantó el desamparo.
Ahora, en duermevela
me entrego a las lámparas
donde se perdieron nuestras sonrisas.
Agradezco tu decir de noches crecidas
que no pude estrenar
verano eterno con canto de sinsonte
flor sin pétalos
a fuerza de deshojarla.
Contribuiste en el arsenal de muchos, a fabricar mi
hondura.
...ya no puedo más registra y registra y
registra que viene el mono con un
cuchillo y me registra me saca las
tripas el mondongo para ver qué color tiene
ya no se puede más.8
por tu probada dignidad
por tu hacer en la palabra
por las denuncias tantas
y cada violación
a nuestra tierra
te bendiga y cuide Dios.
Nos guarden y te guarden
Los Santos Orishas:
Guillermo Cabrera Infante.9
Notas:
1. Guillermo Cabrera Infante: Tres Tristes Tigres (se indicarán en cursiva las citas pero no las páginas o edición consultada,
debido a las numerosas publicaciones que ha tenido esta novela)
2. Referencia al título de G. Cabrera Infante: La Habana para un infante difunto, 1ªedic., Seix Barral, Barcelona, 1979 Ttítulo que de inmediato nos traslada a la conocida obra de Maurice Ravel: “ Pavane pour une infante défunte, 1899).
3. G. Cabrera Infante recibió el “Premio Cervantes” el año 1997.
4. G.Cabrera Infante renuncia el 16 de marzo del 200 al título de “Doctor Honoris Causa” que le fuera concedido por la “Florida International University” de la ciudad de Miami.
5. Rosario Hiriart: “La recurrencia temática o Guillermo Cabrea Infante” (Conferencia pronunciada en 1997 en un curso sobre G. Cabrera infante en El Escorial. Inédita hasta la fecha).
6. Rosario Hiriart: Último Sueño, Huelva, “Colección de poesía Juan Ramón Jiménez”, 1998.
7. Rosario Hiriart: El patio de mi casa, Icaria editorial, Barcelona, 2000.
8. G. Cabrera Infante: palabras que concluyen la novela Tres Tristes Tigres.
9. Todas las citas en cursiva son de Guillermo cabrera Infante en la novela Tres Tristes Tigres (primera edición: 1967, ha alcanzado un sinnúmero de impresiones y traducciones a múltiples idiomas).
Tomado del libro de su autoría: Fetiches cubanos