El poeta cubano José Antonio Ponte ha reunido en forma de libro una serie de artículos publicados en diversas revistas y momentos acerca del grupo literario Orígenes. El texto que los agrupa, se titula El libro perdido de los origenistas. Recientemente ha aparecido una nueva edición del mismo, publicado hace un par de años por Ed. Aldus de México. Esta última edición de la obra ha sido impresa bajo el sello de la Editorial Renacimiento en Sevilla(1). Muchos de los temas abordados por Ponte merecen un claro elogio, otros no tanto. Nos parece que hay un grupo de factores que este autor no tuvo en cuenta.
El tema de la rehabilitación de los poetas origenistas me parece mucho más complejo de como lo presenta Ponte. Buena parte del silencio que sobre estos escritores calló durante años, fue debido a que otros temas y modelos recababan la atención de la crítica. La idea de la conspiración para el silencio puede parecernos algo paranoide. La búsqueda por parte de los críticos de los arquetipos legitimados no parece que haya sido por decreto. La rehabilitación más que una iniciativa oficial pareció deberse a exégesis permeadas de un discurso de época, así se pensaba entonces. La primera generación de origenólogos fieles al espíritu lezamiano debió enfrentarse con un gusto más que con una iniciativa oficial. No se trata de culpar al oficialismo de un espíritu de época. El aislamiento lezamiano fue también un autoaislamiento y un resultado del producto de algún funcionarillo que se creyó intérprete de las políticas estéticas.
La intervención de Lezama Lima en el oscuro incidente del caso Padilla refleja la ingenuidad del poeta, ese ingenuo culpable de que nos hablaba Reinaldo González. Desde 1968 a 1976, año en que fallece, Lezama participó en varios sucesos destacados de la vida cultural cubana. Fue incluso invitado oficialmente a hacerlo. No quiere decir esto que su literatura fuera vista como modelo de lo que la república cubana de las letras de la época consideraba como el mejor modelo.
La nota del jurado que, según cuenta posteriormente Manuel Díaz Martínez, redactaron Lezama y él dice lo siguiente:
“...en Fuera del juego se sitúa del lado de la Revolución, se compromete con la Revolución y adopta la actitud que es esencial al poeta y al revolucionario: la del inconforme, la del que aspira a más porque su deseo lo lanza más allá de la realidad vigente.”(2)
Ellos, por tanto, y eso quedó bastante claro habían premiado el libro por su apego al lado de la Revolución, no por su actitud contestataria, si es que la hubo realmente. José Zacarías Tallet, quien también fue miembro del jurado que premió a Padilla, no recibió después de esto ninguna reprimenda por su actitud. Recuérdese que este último poeta era un hombre de izquierda, vinculado al minorismo y profundamente comprometido por la revolución. Quizás el libro paradigmático de este tipo de estudios sea El grupo minorista y su tiempo de la Dra. Ana Cairo Ballester(3).
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Portada del libro de Ponte. |
La biografía literaria de Lezama entre 1968 y 1976 se puede reconstruir sin ninguna dificultad aunque es muy cierto que esto no ocurrió de la misma forma con otros de los implicados en el caso Padilla. Nos referimos a Antón Arrufat, Manuel Díaz Martínez y el mismo Heberto. Es muy cierto también que, en el caso de los dos últimos, su actividad literaria se vio empañada por una serie de sucesos colaterales al polémico concurso UNEAC de 1968. Este suceso supuso el protagonismo de nuevas figuras a la cabeza de la república cubana de las letras. Se trata de una nueva república encabezada por José Antonio Portuondo y un grupo de poetas pertenecientes a la generación del cincuenta entre los que vale la pena mencionar a Luis Pavón. En resumen, se debe tener cuidado con el mito de atribuirle al caso Padilla la causa de todos los males de lo que pudo ocurrir con el gusto literario de finales de los sesenta y los setenta. Se trata de una postura muy facilista que evita adentrarse en un análisis serio de la crítica literaria y sus modelos durante el período.
Hubo mucho de autoaislamiento en el proceso cultural que se inició en ese año de 1968. Se sucedieron una serie de ediciones extranjeras de la obra lezamiana y dentro esta fue poco conocida. La obra de Eliseo Diego mantuvo el interés del gusto de la nueva república de las letras. Fue el autor creyente del grupo Orígenes que más publicó en el referido período seguido muy de cerca por el matrimonio Vitier-García Marruz.
De 1968 a 1976 se publican dos volúmenes de singular relevancia dentro de la obra lezamiana. Se trata de Poesía completa y La cantidad hechizada de 1970. El número de ediciones fuera de Cuba supera con creces las impresiones cubanas y la causa está en el poco interés que despierta su literatura en un contexto literario embriagado por las hazañas heroicas de la Revolución. Ese mismo año de 1970 también aparece la Recopilación de textos sobre Lezama Lima. Serie Valoración Múltiple bajo el sello de la Casa de las Américas y preparada por Pedro Simón. Este último junto con Armando Álvarez Bravo, quien prologara algunas de sus obras aparecidas en el extranjero y quien tuvo a su cargo la Órbita de Lezama Lima, son quizás los dos origenológos más destacados del período. No obstante, es la época de estudiar el minorismo y la Revista de Avance; no había llegado la hora de Orígenes todavía.
El hecho de que Alfredo Guevara le enviara, tan pronto supo de la enfermedad de Lezama, una ambulancia que llegó junto con su llamada a la esposa del poeta, refiere ese cuidado oficial por la vida del fundador de Orígenes(4). Tanto los esposos Vitier – García Marruz como a Octavio Smith, Cleva Solís, Roberto Friol y Eliseo Diego, a quienes se le podrían llamar los poetas de biblioteca, realizaron una destacada obra de rescate de la literatura decimonónica cubana desde sus respectivas instituciones. La ignorancia hizo que esas investigaciones no fueran valoradas en su momento. Era el instante propicio para la construcción épica de un discurso literario desde la izquierda y lo que no se aviniera con esta necesidad urgente de la nación se fue dejando de lado. Por una cuestión de urgencia de las nuevas circunstancias y de gusto general. El mar de nuevas publicaciones que se debió al boom editorial del proceso revolucionario fue relegando a un segundo plano a aquellos que no eran consumidos como los otros. Las obras de los origenistas quedaron sepultadas en ese mar de publicaciones.
Conviene establecer una cronología de aquellos sucesos que después de la muerte de Lezama contribuyeron a su “rehabilitación”. Yo preferiría decir a su “regreso póstumo” a ocupar un cargo protagónico dentro la república cubana de las letras. Ese período va desde 1976 con la muerte del poeta, hasta los primeros años de la década de los noventa. Esta etapa está marcada por la viuda de Lezama, quien guardó celosamente su papelería y los inéditos que han aparecido póstumamente. El fallecimiento de esta eficaz albacea supuso un giro en los estudios lezamianos cuando el archivo particular de él pasó a ser propiedad pública. A pesar de ello, en 1977 se publica Oppiano Licario, con prólogo del historiador cubano Manuel Moreno Fraginals(5), y Fragmentos a su imán, con unas palabras introductorias de Cintio Vitier(6). Estas son las primeras de sus obras publicadas póstumamente.
Al fallecer aquellas figuras de izquierda que formaron parte de la Revista de Avance, quedó volver los ojos a un grupo posterior que esperó el tiempo requerido la atención de la crítica. En este proceso de reaparición del origenismo para la crítica literaria marxista, tuvo una especial relevancia la crítica e historiografía extranjera, más que un complot oficial para rehabilitarlos.
Al morir Lezama Lima, Vitier quedó como líder natural del origenismo de la Isla que, a diferencia del que pasó al exilio, mantuvo su unidad de grupo. A diferencia de Eliseo Diego y de Octavio Smith, ha sido siempre un hábil ensayista al igual que su esposa Fina García Marruz. El ensayo no fue el género que reconcilió al grupo Orígenes con el gusto literario de una nueva república letrada interesada por la escritura que sabe cómo insertarse en la épica del proceso revolucionario. La novela o la “novela poética” fue el género o el “híbrido genérico” que intentó esa reconciliación. Así escribió De Peña Pobre, sobre cuya génesis ha dicho su autor:
“Nunca estuvo entre mis sueños o proyectos escribir una novela, ni siquiera fui nunca muy aficionado al género. Cuando empecé a escribir, en noviembre de 1976, como oscura respuesta a la muerte de Lezama, lo que sería De Peña Pobre, no sabía que estaba empezando una novela”(7).
La novela fue concluida en 1979, es decir, tres años después de la desaparición física de Lezama y como oscura respuesta a ese suceso. Pronto tuvo un par de ediciones cubanas y fue traducida al ruso con su consecuente aparición en la otrora URSS. A la revista literaria Orígenes le faltaba un lugar dentro del proceso épico ejemplar de la nación cubana y Cintio Vitier, consciente de esa carencia, escribió la novela para tratar de situarlos dentro de esa tradición. Recordemos incluso que los elogios realizados por la crítica literaria soviética(8) y latinoamericana(9) a la novela son anteriores a los primeros acercamientos hechos en Cuba.
Los años finales de la década del setenta que siguen a la muerte de Lezama, están marcados por esas publicaciones póstumas y la novela de Vitier. No obstante, rastrear la crítica relativa a la obra lezamiana en los ochenta supone comprender en líneas generales cómo fue cambiando el modelo de literatura como “reflejo de un proceso épico ejemplar” y se fue imponiendo una comprensión más amplia del “hecho literario”. Ese cambio no parece estar tan calculado por una conspiración maquinalmente planeada. Todos los que tengan un poco de sentido común, podrán ver el giro del modelo de obra literaria que se dio en los ochenta. Este proceso fue paulatino obviamente. No hubo ningún señor con silbato dispuesto a marcar el inicio y fin de una nueva etapa. No hubo un cambio brusco. Esta graduación del cambio refleja el carácter espontáneo del mismo. Las causas pueden ser muy variadas y vale la pena reflexionar sobre ellas.
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Grupo de origenistas compartiendo una cena. |
La crítica literaria sobre Lezama Lima en los setenta fue escasa y este problema no fue exclusivo de su obra. La bibliografía sobre la crisis de la crítica durante este período es muy abundante. “Ausencia siempre no quiso decir olvido”. En este sentido, la compilación de Madeline Cámara de 1988 Por una nueva crítica. Reflexiones sobre la crítica artístico-literaria en la Revolución(10) es paradigmática de este tema al recoger muchos de los artículos aparecidos en diversas revistas culturales durante la década del ochenta. Otro texto de enorme importancia es la selección de textos La literatura cubana ante la crítica de 1990(11). Estos textos no solo explican la escasez de estudios lezamianos durante los años ochenta, también dan cuenta del giro de modelo en el gusto y la crítica literaria que ocurrió durante la década.
Desde fuera de Cuba, le vino a la obra de Lezama Lima un enorme reconocimiento. Recordemos el Coloquio de la Universidad de Pottiers, en Francia, en 1982, que previamente había realizado otros sobre Nicolás Guillén y Alejo Carpentier. Algunos de los origenólogos cubanos asistieron a dicho evento. Este suceso, sumado al éxito de la primera novela de Vitier, inició un proceso paulatino en el cual es, muy difícil, por no decir imposible, hallar un plan articulado de rehabilitación.
Dos años más tarde, en 1983, la Dra. Ana Cairo compiló una selección de Lecturas sobre literatura cubana(12) en la cual recoge un conjunto de textos sobre Lezama Lima. Si se tiene en cuenta la finalidad eminentemente docente de la misma en los estudios de educación superior en Cuba se comprende la trascendencia de la misma al darle una dimensión histórica. La influencia de ese texto en las nuevas generaciones de graduados de la Licenciatura en Filología Hispánica y otras disciplinas afines dejó una huella en los editores, críticos publicistas e investigadores de varias generaciones.
Durante la década del ochenta aparecieron en Cuba diversas ediciones de la obra lezamiana entre las que cabe señalar la compilación de Abel Prieto, actual Ministro de Cultura de Cuba, que recoge una parte de sus ensayos tenidos como herméticos e incluso poco rigurosos durante muchos años la cual se titula Confluencias. Selección de Textos de 1988. Merece la pena señalar también la nueva edición de su Poesía completa, en 1985, que recogió muchos poemas todavía dispersos en revistas o en su papelería personal.
No es posible pasar por alto el número de la Revista de la Biblioteca Nacional “José Martí” dedicado a la papelería de Lezama Lima en 1988. En él se publicaron sus diarios privados, correspondencia y una buena selección de textos inéditos de enorme valor. No obstante, para hablar de la publicación de los fondos de Lezama Lima de esa institución cubana, es necesario hacer un aparte en los noventa y abundar más en la figura de Iván González Cruz como origenólogo.
Entre los origenólogos más destacados de los ochenta podemos mencionar a Jorge Luis Arcos, Enrique Saínz, José Prats Sariol, Abel Prieto, Ciro Bianchi Ross y Reinaldo González. Esto no quiere decir que ellos hayan sido los únicos que escribieron sobre Orígenes o los escritores de ese grupo. Se trata de aquellos que hicieron una contribución notable al estudio del tema.
Si bien la idea idílica de la familia de Orígenes, tal y cómo la presenta el matrimonio Vitier-García Marruz, no es un fiel reflejo de la realidad, tampoco el nido de víboras que pretende descubrir Ponte se corresponde con la más fidedigna verdad. En el Fondo Cubano de la Biblioteca de la Universidad de Miami, podemos hallar documentos muy reveladores acerca de la identidad del grupo Orígenes que refuerzan las teorías y taxonomías que hemos tratado de reforzar durante los últimos años. El bloque tradición del no, orígenes del exilio, no presenta la homogeneidad que busca presentarnos Ponte. Los manuscritos de Miami nos revelan a un Baquero que le escribe a Lydia Cabrera acerca de Lorenzo García Vega: “...ese cachorrito de serpiente a quien aludo ahí es el malvadito de Lorenzo García Vega, que parece que no rompe un plato pero rompe el hijoputómetro nada más que con acercársele. ¡Be careful!”(13) Tal parece que Baquero, Rodríguez Santos, Gaztelu y García Vega no eran un bloque tan unitario. Primaban otras relaciones, quizás aquellas del grupo mayoritario de creyentes de Orígenes que Fina García Marruz ha esbozado en su libro La familia de Orígenes(14).
La política no debe cegarnos, la paranoia no debe obnubilar nuestro juicio. Hay muchos motivos para profundizar en las raíces de la gnoseología origenista. Es cierto que en nuestra poesía se presenta la dicotomía entre el poeta casaliano y el martiano, igual que para las letras españolas siempre hay un gongorino y un quevediano. Es verdad que los casalianos son muchas veces traídos a menos. Pero al igual que en la lírica de la península también podemos hallar un Garcilaso o un San Juan de la Cruz, hoy igual que ayer en la poesía cubana podemos hallar una poesía que trasciende los maniqueísmos presos del determinismo político. Se vuelve otra vez sobre un viejo pecado de los origenólogos a nadar sobre la superficie.
Estas breves notas acerca de la historia de los estudios lezamianos en Cuba y la evolución de la origenología requieren todavía de muchas precisiones pero nos dan una idea de cómo ocurrió realmente el “regreso póstumo” de Lezama y los origenistas al lugar preeminente que les corresponde en nuestra república de las letras. Es necesario evitar la comodidad mecánica del discurso de los marginados.
El mérito mayor del libro de Ponte lo es sin dudas su reflexión acerca del método y las fuentes para historiar el grupo Orígenes: “Tenemos todos estos objetos: cartas, regalos tendidos, fotografías, inscripciones en libros, dedicatorias, anécdotas, retratos de poetas hechos por pintores y palabras de poetas para exposiciones de cuadros. Tenemos el álbum de amigos de José Lezama Lima y la agenda verde claro donde hacía su lista de libros prestados. Tendríamos que imaginar conversaciones telefónicas, comidas, santos, bautizos, bodas, paseos, caminatas conversadas. Y, no bastando lo anterior, tendríamos que imaginar lo que no se dijeron entre ellos los origenistas”(15).
Referencias
1. Ponte, Antonio José.
El libro perdido de los origenistas. Ed. Renacimiento, Sevilla, 2004.
2. Dictamen del Jurado del Concurso UNEAC de 1968.
3. Cairo Ballerter, Ana.
El Grupo Minorista y su tiempo. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1978.
4. Ciro Bianchi Ross. “¿Cómo Murió Lezama Lima?” http://www.tiempo21.islagrande.cu/Lectura/como%20murio% 20lezama.htm
5. Lezama Lima, José. Oppiano Licario. Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1977.
6. Lezama Lima, José. Fragmentos a su imán. Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1977.
7. Vitier, Cintio. “Escrito ayer”. Prosas leves. Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1993. pp. 172-173.
8. Valeri Zemskov. “Una novela cubana: De Peña Pobre”. Revista de Literatura Cubana. Año III, No. 5, julio de 1985. pp. 98-111.
9. Prada Oropesa, Renato. “De peña pobre: novela y memoria”. Revolución y cultura. (121): 24-29; septiembre de 1982. Prada Oropesa, Renato. “De peña pobre: parámetros de lectura”. UNIÓN. (2): 49-65; abril-junio de 1984.
10. Cámara, Madeline (Comp.). Por una nueva crítica. Reflexiones sobre la crítica artístico-literaria en la Revolución. Ed. Pablo de la Torriente, La Habana, 1988.
11. Vázquez Díaz, René. (Comp.). La literatura cubana ante la crítica. Ed. Unión, La Habana, 1990.
12. Cairo Ballester, Ana. (Comp.) Lecturas sobre literatura cubana. Departamento de Textos y Materiales Didácticos, Ministerio de Educación Superior, La Habana, 1983.
13. Carta No. 12. Sub-series B: To Lydia Cabrera, n.d. 1929-[1991?] (continued) Select Correspondents: A-M. From Baquero, Gastón, n.d., 1978- [1991?] 30 items (25 online) Letter: [Madrid?], to Lydia [Cabrera], [Coral Gables, Fla.], n.d. Creator: Baquero, Gastón 1 item (8 p.) Note: Photocopy of typed letter signed with holograph corrections from Cuban writer and poet Gastón Baquero (1918-1997).
14. García Marruz, Fina. La familia de Orígenes. Ed. UNIÓN. La Habana, 1997. 15 Ponte, Antonio José. Idem. p. 96.