Del 24 al 28 de mayo de este año la Iglesia cubana celebrará la PRIMERA ASAMBLEA NACIONAL MISIONERA. Asamblea que se celebrará dentro del Año de la Misión que está siendo un año “para recordar con gratitud al pasado, vivir con entusiasmo el presente y abrirse con esperanza al futuro”. Así se expresa en un plegable que con este motivo se ha repartido en las parroquias.
Este año de la misión, y la asamblea dentro de él, es una gracia de Dios para nuestra Iglesia precisamente a los diecinueve años de la celebración del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC). Uno de los planteamientos en los que más se insistió en el ENEC fue que la Iglesia debe ser evangelizadora. “Queremos que la Iglesia que está en Cuba cumpla, ante todo, su misión evangelizadora con responsabilidad, audacia y creatividad, audacia y creatividad, proclamando a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. “la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre” (Juan Pablo II, Puebla, 28.1. 1979). Para esto debemos trabajar a fin de que la Iglesia en Cuba acometa, con conciencia misionera, los esfuerzos necesarios para ser fiel en anunciar, a tiempo y a destiempo, el Evangelio de Jesucristo” (ENEC 1119 y 1120). Y en la Instrucción Pastoral de los Obispos de Cuba con motivo de la promulgación del Documento Final del ENEC leemos que “la Iglesia cubana, fiel al mandato del Señor, debe abrirse a la misión en sus agentes de pastoral, en sus bautizados, en sus estructuras pastorales, buscando formas de participación de todos en la misión y formando con profundidad a los laicos en esta conciencia...Sembremos en nuestros corazones la pasión evangelizadora, la conciencia de ser “enviados” y el deseo de compartir con los demás nuestra experiencia de fe” (49).
Muy serios fueron los planteamientos que el ENEC hizo acerca de la evangelización como misión de la Iglesia. Con el Papa Pablo VI nos recordó que “evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad”. Evangelizar siempre será colaborar en el encuentro, personal y comunitario, del hombre con Cristo; hacer presente con la palabra y la vida, el amor universal de Dios, del cual, el cariño fraterno, la genuina amistad humana, la acogida cálida y la comprensión, son signos insustituibles” (ENEC 255). De ahí que el ENEC expresara que para la Iglesia es un desafío “ser sacramento universal de salvación y buena noticia, no sólo para los cristianos de diversos niveles de formación religiosa y de autenticidad de vida cristiana, sino también para (los) creyentes sincréticos...para tantos hombres y mujeres...sobre todo jóvenes, insatisfechos por el secularismo potenciado por el ateísmo estructural...para los no creyentes convencidos...Dicho más brevemente...ser sacramento universal de salvación en el seno de la nueva cultura emergente en nuestro país” (236-238).
Por eso el ENEC, siguiendo al Papa Juan Pablo II, trató insistentemente de la inculturación del Evangelio y de la evangelización de la cultura pues, como reconoce el Papa, “la síntesis entre la cultura y la fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe” pues la cultura es el medio para lograr que el hombre sea más hombre; y los cristianos estimamos que esto no es posible sin la apertura a la trascendencia, sin la fe en Dios y en Jesucristo quien manifiesta el hombre al propio al propio hombre. Esta síntesis es una exigencia de la fe porque, como nos recuerda el propio Papa, “la fe que no se hace cultura no ha sido plenamente acogida, no ha sido totalmente pensada, no ha sido fielmente vivida” (cfr. ENEC 469-471).
De ahí que el ENEC plantee que “una Iglesia...que busca espacios nuevos para la evangelización...tiene necesidad de alcanzar, con su palabra y su acción, todos los campos de la vida, de la cultura. Si hasta ahora nuestra Iglesia, sobre todo en los últimos años, por las circunstancias en que ha vivido, cuando hablaba de evangelización, hablaba pensando en la evangelización de persona a persona, hoy completa esta concepción tratando de alcanzar con su mensaje no sólo a las personas individualmente, sino a los diversos ambientes en que esas personas se desarrollan. Si se había insistido mucho en los grupos al interior de la comunidad y por estados de vida o de edad (niños, catequesis, adolescentes, jóvenes, matrimonios), ahora se trata de concebir la evangelización o pre-evangelización también en los grupos humanos según su misma forma de pensar o sus relaciones en la sociedad. Se trata del paso de la evangelización individual –siempre necesaria- a la evangelización de los ambientes y de los grupos humanos en el mismo contexto en que viven” (485 y 486). Es en este marco que el ENEC trata del humanismo, la religiosidad popular, la secularización, el ateísmo, la política, la economía, la relación entre la cultura de un pueblo y lo mejor de la cultura universal, la educación, la ciencia, las artes, las letras, los medios de comunicación social, la cultura física, el deporte, el tiempo libre, la recreación, las relaciones con la naturaleza (cfr. 489-601).
Después del ENEC la Iglesia ha continuado su tarea evangelizadora y ha avanzado en ella. Se han multiplicado las misiones populares “a nuestro estilo”, han aumentado las llamadas casas de misión, han crecido los grupos misioneros en cada diócesis y en cada comunidad, se han realizado los encuentros de Historia y Nacionalidad Cubana, las Semanas Sociales, se ha organizado Caritas nacional, diocesana y parroquial, se ha instituido la Comisión Justicia y Paz, se mantienen iniciativas como el Aula Fray Bartolomé de las Casas, las comisiones católicas para la cultura, las consultorías cívicas y diversas publicaciones diocesanas, en las diócesis las estructuras pastorales se organizan pensando en la misión. Y paro de contar para no alargar la enumeración. Es cierto, después del ENEC la Iglesia se ha abierto considerablemente a la misión si la comparamos con los años anteriores al mismo.
Sin embargo, hay mucho por hacer. Por eso agradezco al Señor este Año de la Misión y miro con esperanza la realización de la PRIMERA ASAMBLEA NACIONAL MISIONERA. Hace poco en una reunión del Obispo con sacerdotes, religiosas y laicos de esta diócesis en la que, entre otras cosas, se habló de la próxima asamblea misionera, un joven sacerdote hizo esta pregunta: “Este año de la misión, ¿qué hace diferente a nuestra diócesis en relación con otros años?” Agradecí esta pregunta y pienso que el año misionero y la próxima asamblea misionera ayudarán a toda la Iglesia cubana (y en ella a nuestra diócesis) a comprometerse más en la misión siguiendo y actualizando lo propuesto en el ENEC para que el abanico misionero de nuestra Iglesia continúe abierto con mayor nitidez a los diferentes ambientes de la sociedad a los que hasta ahora se ha abierto, y, asimismo, se abra a otros nuevos a los que el Espíritu Santo quiera conducirla.
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Participantes en la Asamblea del Encuentro
Nacional Eclesial Cubano (ENEC). |