Revista Vitral No. 66 * año XI * marzo-abril de 2005


JUAN PABLO II Y LOS DERECHOS HUMANOS


VIRGILIO TOLEDO LÓPEZ

 

 

Es indiscutible que varios Papas han empleado gran parte de su magisterio en la promoción, educación y defensa de los derechos humanos, por ejemplo, León XIII, Papa (1878-1903) considerado por muchos, autor de la primera declaración papal ante los cambios y la transición de la sociedad moderna al siglo XX, publicó el 15 de mayo de 1891 la encíclica “Rerum Novarum”, clarificando la postura de la Iglesia católica acerca de la debida justicia social. Más tarde, sobresale el magisterio de Juan XXIII, Papa (1958-63) con su encíclica Pacem in Terris, (Paz en la Tierra), de 1963 la que no pocos estiman como la Carta Magna de los Derechos Humanos. Un punto que elevó a la plenitud la promoción de los Derechos Humanos se alcanza, durante su pontificado, con la convocatoria al Concilio Ecuménico Vaticano II.
Seguidamente Pablo VI, Papa (1963-1978) se mantuvo fiel al espíritu del Concilio Ecuménico, llevándolo a feliz término; del Concilio emanó la Constitución Gaudium et Spes (Gozos y Esperanzas) en 1965, que definió la pastoral de la Iglesia referente a su papel y misión ante el mundo actual.
Juan Pablo II, Papa (16 de octubre de 1978- 2 de abril de 2005) sucesor del corto papado de Juan Pablo I, merece un punto y aparte para hacer un análisis mínimo de sus enseñanzas sobre los derechos del hombre y la mujer, debido al papel tan amplio, determinante e inherente a su misión como Pastor de la Iglesia Católica y que desempeñó sin desfallecer, en un cuarto de siglo de papado.
Desde el mismo momento, en que Juan Pablo II asumió la conducción de la Nave de Pedro, este gran Papa optó en su magisterio por el ser humano. Su primera encíclica de 1979, Redemptor Hominis, es una muestra de su pasión por la persona humana y su dignidad, cuando escribe TODOS LOS CAMINOS DE LA IGLESIA CONDUCEN AL HOMBRE.

Juan Pablo II alzó su voz en la ONU, el foro más universal del planeta, para promover y defender los derechos de la persona humana.


Juan Pablo II define con claridad nunca antes contemplada en el magisterio pontificio, cómo debe ser la misión de la Iglesia ante todo hombre y mujer, sin distinción. Veamos:
“La Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya «suerte», es decir, la elección, la llamada, el nacimiento y la muerte, la salvación o la perdición, están tan estrecha e indisolublemente unidas a Cristo.” (R. H. No 14ª).
Sigue diciendo: “Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de todos aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre —todo hombre sin excepción alguna— ha sido redimido por Cristo…” (No. 14c)
“Siendo pues este hombre el camino de la Iglesia, camino de su vida y experiencia cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia de nuestro tiempo debe ser, de manera siempre nueva, consciente de la «situación» de él.”(No. 14d)
Con esta visión holística que tuvo de todo el hombre, en todos los ambientes donde este debía convivir y desarrollarse, este extraordinario Papa, procedente de un pueblo como la Polonia del siglo XX, que sufrió sistemática y profundamente la violación de las libertades fundamentales, desarrolló una exquisita sensibilidad que, como brújula fiel, orientó su vida de pontífice.
Por eso, difícilmente podamos encontrar un aspecto, un ambiente, un sector del ser humano que el Santo Padre Juan Pablo II no haya iluminado certeramente con su magisterio sobre los derechos humanos.
Es imposible hacer una valoración que abarque toda la labor de Juan Pablo II sobre los derechos humanos, por eso solo intentaré hacer una panorámica muy rápida para que nos hagamos una idea y nos motivemos a profundizar en este sector de su rico magisterio.

El derecho a la vida

Abordaremos algunos aspectos sobre los que se pronunció, empezando por el derecho a la vida, fuente y condición primaria para el disfrute de los demás derechos. Sobre él nos dice:
La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo Dios, encuentra su primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida humana. Se ha hecho habitual hablar, y con razón, sobre los derechos humanos; como por ejemplo sobre el derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a la familia y a la cultura. De todos modos, esa preocupación resulta falsa e ilusoria si no se defiende con la máxima determinación el derecho a la vida como el derecho primero y fontal, condición de todos los otros derechos de la persona”. (Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici. párrafo 38b)

La libertad religiosa

Veamos, en palabras de Juan Pablo II, la importancia que tiene la libertad religiosa como derecho y condición imprescindible para respetar y promover la dignidad de la persona, como expresión más profunda de sus aspiraciones que determinan su visión del mundo y orientan su relación con los demás.
Ante todo, la libertad religiosa, exigencia ineludible de la dignidad de cada hombre, es una piedra angular del edificio de los derechos humanos y, por tanto, es un factor insustituible del bien de las personas y de toda la sociedad, así como de la realización personal de cada uno. De ello se deriva que la libertad de los individuos y de las comunidades, de profesar y practicar la propia religión, es un elemento esencial de la pacífica convivencia de los hombres. La paz, que se construye y consolida a todos los niveles de la convivencia humana, tiene sus propias raíces en la libertad y en la apertura de las conciencias a la verdad. (Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 8 de diciembre de 1987. Párrafo 3)

Los derechos de la familia

Esta persona necesita de un hábitat primario donde pueda desarrollar todas sus dimensiones, la familia, primera escuela de derechos humanos e Iglesia doméstica, desempeña este rol. Para ello debe disponer de un mínimo en el que esté contemplada la satisfacción de sus derechos fundamentales. El Papa durante su visita a Cuba nos lo decía al expresar:

Hoy las familias en Cuba están también afectadas por los desafíos que sufren actualmente tantas familias en el mundo. Son numerosos los miembros de estas familias que han luchado y dedicado su vida para conquistar una existencia mejor, en la que se vean garantizados los derechos humanos indispensables: trabajo, alimentación, vivienda, salud, educación, seguridad social, participación social, libertad de asociación y para elegir la propia vocación. La familia, célula fundamental de la sociedad y garantía de su estabilidad, sufre sin embargo las crisis que pueden afectar a la sociedad misma. Esto ocurre cuando los matrimonios viven en sistemas económicos o culturales que, bajo la falsa apariencia de libertad y progreso, promueven o incluso defienden una mentalidad antinatalista, induciendo de ese modo a los esposos a recurrir a métodos de control de la natalidad que no están de acuerdo con la dignidad humana. (Homilía sobre la familia, en Santa Clara, Cuba, 25 de enero de1998 párrafo 3b.)

La educación de los derechos humanos: deber de toda la sociedad

La Iglesia y la sociedad deben contribuir a la educación en los derechos, él nos dijo en Cuba lo siguiente refiriéndose a esto:
La Iglesia llama a todos a encarnar la fe en la propia vida, como el mejor camino para el desarrollo integral del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y para alcanzar la verdadera libertad, que incluye el reconocimiento de los derechos humanos y la justicia social. A este respecto, los laicos católicos, salvaguardando su propia identidad para poder ser «sal y fermento» en medio de la sociedad de la que forman parte, tienen el deber y el derecho de participar en el debate público en igualdad de oportunidades y en actitud de diálogo y reconciliación. Asimismo, el bien de una nación debe ser fomentado y procurado por los propios ciudadanos a través de medios pacíficos y graduales. De este modo cada persona, gozando de libertad de expresión, capacidad de iniciativa y de propuesta en el seno de la sociedad civil y de la adecuada libertad de asociación, podrá colaborar eficazmente en la búsqueda del bien común. (Homilía sobre la Patria, en Santiago de Cuba, Cuba, 24 de enero de 1998 párrafo 4b.)
Continúa explicando…
La libertad que no se funda en la verdad condiciona de tal forma al hombre que algunas veces lo hace objeto y no sujeto de su entorno social, cultural, económico y político, dejándolo casi sin ninguna iniciativa para su desarrollo personal. Otras veces esa libertad es de talante individualista y, al no tener en cuenta la libertad de los demás, encierra al hombre en su egoísmo. La conquista de la libertad en la responsabilidad es una tarea imprescindible para toda persona. Para los cristianos, la libertad de los hijos de Dios no es solamente un don y una tarea, sino que alcanzarla supone un inapreciable testimonio y un genuino aporte en el camino de la liberación de todo el género humano. Esta liberación no se reduce a los aspectos sociales y políticos, sino que encuentra su plenitud en el ejercicio de la libertad de conciencia, base y fundamento de los otros derechos humanos. (El Papa libre y nos quiere a todos libres). (Homilía sobre la sociedad, en La Habana, Cuba, 25 de enero de 1998 párrafo 6b.)
Una visión global sobre los derechos humanos es aquella que abarca el desarrollo de la persona humana y todas sus dimensiones. Juan Pablo II en la Encíclica Sollicitudo rei sociales opina:
No sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetara y promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las Naciones y de los pueblos. (Sollicitudo rei sociales. SR Párrafos 33 a.)

Juan Pablo II, el Papa de los derechos del hombre, comparte con
la sencillez que lo caracterizó, junto al pueblo africano.


Otras Naciones necesitan reformar algunas estructuras y, en particular, sus instituciones políticas, para sustituir regímenes corrompidos, dictatoriales o autoritarios, por otros democráticos y participativos. Es un proceso que, es de esperar, se extienda y consolide, porque la «salud» de una comunidad política —en cuanto se expresa mediante la libre participación y responsabilidad de todos los ciudadanos en la gestión pública, la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de los derechos humanos— es condición necesaria y garantía segura para el desarrollo de “todo el hombre y de todos los hombres”. (Sollicitudo rei sociales. SR Párrafos 44e.)
Como dije anteriormente no pretendo agotar todo el magisterio de Juan Pablo II con relación a los derechos humanos, solamente es una aproximación. Concluyo esta, con dos alocuciones que demuestran la universalidad e indivisibilidad de los mismos.
No es posible ahora extendernos sobre este punto. Quisiera destacar, sin embargo, que ningún derecho humano, está seguro si no nos comprometemos a tutelarlos todos. Cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro. Es indispensable, por lo tanto, un planteamiento global del tema de los derechos humanos y un compromiso serio en su defensa. Sólo cuando una cultura de los derechos humanos, respetuosa con las diversas tradiciones, se convierte en parte integrante del patrimonio moral de la humanidad, se puede mirar con serena confianza al futuro. El secreto de la paz verdadera reside en el respeto de los derechos humanos. (Mensaje para Jornada Mundial por la Paz, 1 de enero de 1999. Párrafo 12a )
Es importante para nosotros comprender lo que podríamos llamar la estructura interior de este movimiento mundial. Una primera y fundamental «clave» de la misma nos la ofrece precisamente su carácter planetario, confirmando que existen realmente unos derechos humanos universales, enraizados en la naturaleza de la persona, en los cuales se reflejan las exigencias objetivas e imprescindibles de una ley moral universal. Lejos de ser afirmaciones abstractas, estos derechos nos dicen más bien algo importante sobre la vida concreta de cada hombre y de cada grupo social. Nos recuerdan también que no vivimos en un mundo irracional o sin sentido, sino que, por el contrario, hay una lógica moral que ilumina la existencia humana y hace posible el diálogo entre los hombres y entre los pueblos. Si queremos que un siglo de constricción deje paso a un siglo de persuasión, debemos encontrar el camino para discutir, con un lenguaje comprensible y común, acerca del futuro del hombre. La ley moral universal, escrita en el corazón del hombre, es una especie de “gramática” que sirve al mundo para afrontar esta discusión sobre su mismo futuro. (“Los derechos de las naciones”. Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, 5 de octubre de 1995, Nueva York. Párrafo 3a .)
Queda claro que no se puede salvaguardar unos derechos en detrimento de otros sin lesionar la dignidad de la persona, por eso también, hay que cuidar el contexto global de la actualidad, es necesario seguir fortaleciendo a nivel internacional una profunda y sólida cultura de los derechos humanos.
Cuba necesita insertarse en esa visión global sobre los derechos humanos para que los cubanos podamos disfrutar plenamente del avance de los mismos en el mundo. Profundizar en el Magisterio de este gran Papa, sería una buena oportunidad para desarrollar la promoción, defensa y educación de todos, para esto es muy importante tener el concepto y la opción de que la persona debe ser el primer Camino no solo de la Iglesia, sino de cualquier proyecto político, social, cultural o económico encaminado a contribuir al desarrollo del ser humano y de la sociedad.


 

Revista Vitral No. 66 * año XI * marzo-abril de 2005
Virgilio Toledo López
(Pinar del Río, 1966)
Ingeniero Electrónico. Animador del CFCR de P. del Río. Responsable de la Consultoría Cívica del CFCR. Diseñador de la revista Vitral.