A pesar de que el constante y creciente
número de víctimas fatales en Irak y otras partes del
mundo han convertido la muerte de seres humanos en no noticia; la información
del fallecimiento del destacado bailarín español, conocido
en el mundo del arte por Antonio Gades, creó consternación
en el pueblo cubano.
El miércoles 21 de julio la primera plana de Granma, diario oficial
del Partido Comunista de Cuba, publicó una foto del artista acompañada
de la siguiente inscripción: Antonio Gades. Lamentable pérdida
de un inmenso amigo. A continuación la tercera página,
una de las ocho con que cuenta el diario, se dedicó íntegra
al artista español, En ella se califica a Gades como defensor
indeclinable de la Revolución cubana, el cual, en ocasión
de ser condecorado por el jefe del Estado cubano expresó: ...nunca
me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde
olivo, con un fusil en la mano para donde, como y cuando, siempre estar
a sus órdenes.
Aunque los cubanos de a pie carecemos de la posibilidad de expresar
nuestra condolencia públicamente, todos o casi todos, hemos sentido
muy hondo su pérdida y lo recordaremos siempre como el talentoso
bailarín que fue, con independencia de sus ideas políticas,
porque Gades, aunque expresó sentirse como miliciano, los cubanos
lo percibimos como lo que era, un gran artista, un virtuoso de la danza
que trascendió fronteras, tiempos e ideologías. Sin embargo,
cuando la cultura en general y el arte en particular devienen prisioneros
de la política, entonces dejan de ser lo que son, pierden su
universalidad y esencia para tornarse en instrumento del poder.
Para los cubanos es muy doloroso tener que esperar la muerte de los
artistas revolucionarios para rendirle póstumo homenaje
mientras que cuando desaparecen figuras queridas y cimeras, con el defecto
de tener ideas diferentes a las del poder político, entonces
tenemos que enterarnos por la onda corta, los canales de televisión
clandestinos, por videos que corren de mano en mano o sencillamente
por el rumor.
El miércoles 16 de julio del pasado año, cuando el mundo
entero lloraba la muerte de la famosa cantante cubana Celia de la Caridad
Cruz, los medios de comunicación de la tierra que la vio nacer
se limitaron a publicar, en el mismo diario Granma, una escueta nota
de prensa cuya parte más extensa se empleó para calificarla
de: «activa en las campañas contra la revolución
cubana en las últimas décadas es ídolo de la contrarrevolución.»
¿Por qué Gades sí y Celia no? ¿Es que Gades
es un amigo y Celia una enemiga de Cuba? La respuesta es sencilla. Se
trata de uno de los perniciosos efectos del control político
sobre el arte, Gades se identificó con la ideología del
poder en Cuba y Celia tuvo que abandonar su tierra por no compartir
esa misma ideología. Entonces se interpone la siguiente interrogante
¿Cuba es de todos los cubanos o solamente de los revolucionarios
aunque no sean cubanos? ¿Qué es Cuba, pueblo y gobierno
o solo gobierno? ¿A qué cubano se le consultó si
consideraba a Celia amiga o enemiga? Sólo en una cosa llevan
razón los que así proceden: Celia no era amiga de Cuba,
Celia sencillamente, era Cuba.
Sí de méritos se trata entonces vale la pena recordar
que en 1978 recibió una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood;
varios años después a un tramo de la miamense Calle Ocho
se le adjudicó el nombre de Celia Cruz Way; en 1989 recibió
el Grammy, premio al que fue nominada en 15 oportunidades, recibió
dos Grammy Latinos; grabó más de 70 álbumes; obtuvo
numerosos discos de oro y platino por los millones de copias vendidas;
recibió tres doctorados Honoris Causa en diversas universidades
norteamericanas y en 1994 el presidente Clinton le impuso el National
Endowment for the Arts, la más alta condecoración que
otorga el gobierno norteamericano en la esfera del arte.
Por su trayectoria emergieron infinidad de calificativos recibidos en
las más diversas partes del planeta, entre ellos: institución
de la música tropical, artista de talla internacional,
leyenda musical, reina de la salsa, azúcar,
la que sacó a Cuba del Mar de las Antillas y la paseó
por el mundo, Con qué derecho se puede privar a 11 millones
de cubanos de uno de sus ídolos de todos los tiempos devenida
en patrimonio de la humanidad. Si ser cultos es el único modo
de ser libres, hay que convenir que no se puede ser libre cuando se
niega el acceso a una parte de la propia cultura nacional. No se puede
hablar de desarrollo de la cultura si no es integral, porque ella es
indivisible.
Es bueno recordar, si de calidad se trata, que el Benny venció
en una sociedad de arraigados prejuicios machistas, mientras Celia,
siendo mujer, se impuso en esa misma sociedad como la primera voz femenina
en un mundo dominado por hombres. Sin embargo, en Cuba se desarrolla
anualmente el festival Benny Moré en memoria del bárbaro
del ritmo, el más grande cantante popular cubano, mientras ese
mismo homenaje se le niega a la guarachera de Cuba, la más grande
cantante popular cubana. Una artista que es obligado tener en cuenta
en cualquier evento que trate de música popular cubana o latina
del siglo XX.
Celia enriqueció la música popular cubana, la convirtió
en música latina y la paseó por el mundo como genuina
embajadora de esa manifestación artística, precisamente
porque como representante del arte y de la cultura no podía ser,
sino universal. Su dimensión espacial fue de tal envergadura
que trascendió los estrechos límites nacionales y se hizo
querer hasta en los más apartados rincones del planeta. Que a
la más grande sonera de la música cubana se le recuerde
en los medios de comunicación de otras partes del mundo y se
le silencie en la tierra que la vio nacer, habla por sí solo
del estado del arte en nuestra sociedad.
A esa misma Celia, por razones ajenas al arte y a la cultura, no se
le permitió asistir a los funerales de su madre y de su padre;
su nombre fue excluido incluso de diccionarios musicales y su voz censurada
en todos los medios de difusión de la Isla. Millones de cubanos
de las nuevas generaciones no la conocieron, pero la conoce el mundo.
Celia de Cuba se transformó en Celia del Mundo, no dejó
lugar por visitar, actuó en los más disímiles escenarios
en vida y después de su muerte, como cristiana, ascendió
hasta el escenario celestial. Ella-expresó el pasado año
Israel López, Cachao- es inmortal como lo son Benny Moré
o Carlos Gardel.
Su dimensión universal no la apartó nunca de Cuba. Celia
fue y es cubana. Me falta mi tierra, Cuba, -expresó en
más de una oportunidad- pero algún día la recuperaré.
Mujer cristiana y solidaria, verdadero ejemplo de amor al prójimo.
Por todo ello decimos Gades sí y Celia también.
La Habana, 22 de julio de 2004