Esta pregunta viene rondándome
desde hace tiempo. Si en los hermanos países de Latinoamérica
halla respuesta económica inmediata, entre nosotros, donde la
propiedad privada en manos cubanas ha sido reducida prácticamente
a cero, es asunto más complicado. Ser pobre en Cuba no significa
no tener acceso a los servicios básicos de salud, educación
y cultura, ni estar abrumado por el desempleo ni acorralado por ignorancias,
pandemias y hambrunas. La mera pobreza material por supuesto que existe,
pero, por paradójico que resulte, no es comparable a la escualidez
espiritual que nos desarraiga y nos amenaza de asfixia.
Pobre en Cuba es el profesional cuya ubicación en la pirámide
de ingresos está por debajo de las del ladrón y el policía.
Pobre es el periodista que debe releer con cuidado lo que escribe, para
no exceder lo tolerado, delimitación esta tan intangible como
decisiva.
Pobre es, sobre todo, el ciudadano común, que no ocupe cargos
relevantes ni disponga de vínculos familiares o amistosos en
el exterior, porque no encontrará quien lo ayude económicamente,
mientras le repiten que es el dueño de una propiedad social sobre
la que no ejerce control ni potestad de ningún tipo.
Pobre es quien sale cada día para su trabajo sin la garantía
del transporte que lo conduzca, dispuesto a soportar como mínimo
dos horas a bordo de una rastra apropiada para el traslado de reses,
abarrotada de gente. Y así cada día del año y cada
año de la década, con la certidumbre de que todo puede
empeorar en cualquier momento.
Pobre es en Cuba la pareja que al contraer matrimonio no puede contar
con la posibilidad de alquilar ni siquiera una minúscula habitación
independiente donde constituir su hogar. Forzada a convivir agregada
indefinidamente a otro núcleo familiar, a menudo sobreviene el
divorcio como consecuencia inevitable de la carencia de privacidad.
Pobre es en Cuba el ciudadano a quien se le condena a desmesuradas penas
en prisiones de máximo rigor por ejercer derechos políticos
universalmente reconocidos. No menos pobres son los familiares del recluso,
quienes deben peregrinar de un extremo al otro de la Isla para llevarle
su ayuda.
Pobres somos todos los cubanos que hemos sido en mayor o en menor medida
marginados por represalias sociales y laborales a consecuencia de haber
expuesto con franqueza crítica nuestras ideas. A la prohibición
de ejercer determinadas profesiones, se agregan, en un plano más
íntimo, las separaciones familiares y la pérdida de amistades
entrañables, siempre por motivaciones político-ideológicas.
Pobres son quienes no conciben esperanzas de realización personal
en Cuba y la vinculan exclusivamente con la residencia en el extranjero.
Así, la deportación, que en tiempos coloniales fuera penalidad
impuesta, resulta hoy destino anhelado. Esta inquietante crisis de identidad
patriótica nos empobrece a todos por igual, y es una bomba de
tiempo de consecuencias incalculables para el porvenir de la nación.
Pobres somos en Cuba quienes no hemos podido compartir el nacimiento
de nuestros descendientes ni las horas finales de nuestros allegados,
desgarrados por la diáspora o por el cumplimiento de tareas internacionalistas.
Pobres son, en Cuba, quienes se han visto directa o indirectamente forzados
a renunciar a sus credos y prácticas religiosas por imperativos
ideológicos, puestos en tales disyuntivas como requisito para
desempeñar puestos de trabajos o poder continuar estudios. Quienes
permanecieron fieles a sí mismos saben el precio que tuvieron
que pagar por ello.
Pobres somos los cubanos cuando debemos soportar la exclusión
en hoteles, playas y otros centros de esparcimiento, sólo reservados
a los señores turistas.
Pobres son en Cuba los jubilados que revenden sus cuotas normadas para
obtener un ingreso extra. Entristece ver a los trabajadores a la hora
del almuerzo, merodeando por las calles con su merienda fuerte para
cambiarla por veinte pesos.
Pobres somos todos cuando el comerciante estatal o privado nos despoja
y además, por añadidura, nos maltrata. Pobres son los
ciudadanos que ven obstaculizada su iniciativa económica por
impuestos desmedidos.
Este listado empieza a tornarse monótono. Cada lector puede agregar
por su cuenta los casos que he omitido. Si alguno desease argumentar
las razones que nos enriquecen, seguiremos explorando esta temática.