Revista Vitral No. 63 * año XI * septiembre-octubre de 2004


BIOÉTICA

 

FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS Y TEOLÓGICOS DE LA BIOÉTICA (II)

CARDENAL JAVIER LOZANO BARRAGÁN

La Bioética abierta al Trascendente

1. Valores del Nuevo Paradigma
2. Antivalores del Nuevo Paradigma
3. Ser y Pensar
4. Bioética como proyecto
5. Técnica y Bioética
6. Proyecto inteligente
7. El «yo mejor»
8. Formulación histórica
9. La Naturaleza y la Ley Natural
10. Naturaleza como actividad: el orden
11. La libertad
12. La Revelación
13. Principios de la Bioética abierta

Algunas aplicaciones prácticas

1. Inseminación homóloga
2. Clonación humana
3. Células madres
4. El pre-embrión

5. Donación y Transplante de Órganos
6. Xenotransplantes
7. Conservación de la vida en enfermos terminales

Notas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

III. La Bioética abierta al Trascendente

1. Valores del Nuevo Paradigma
Es correcto reaccionar contra la degradación ambiental, y también es correcto darse cuenta que el desarrollo tiene límites y que desarrollo que no tenga en cuenta la degradación que causa en la naturaleza, no se debe sostener. Por otro lado, también es correcto que se busque el bienestar y que se procure el mayor bienestar para el mayor número de habitantes del planeta.
También es correcto que se procure la calidad de vida, especialmente si esta se entiende como la autoconciencia de la posición que alguien ocupa en su situación plena, tanto ecológica, como cultural en el sentido amplio, que comprende aspectos económicos, sociales, religiosos, políticos y culturales propiamente dichos en el campo de la educación.
Es correcto propugnar por los derechos humanos, por el respeto a las minorías sociales, por la democracia, por la equidad de todos los hombres, o sea, su igualdad fundamental, tanto de varones como mujeres, ajustar las relaciones entre el hombre y su ambiente, las relaciones entre el individuo y la comunidad. Es correcto propugnar por la justicia social, y es patente la injusticia económica que está hoy presente en el mundo.
Es impostergable exigir salud para todos, al menos en sus cuadros básicos; y es de primera necesidad el lograr también la educación para todos.

2. Antivalores del Nuevo Paradigma.
El antivalor más importante es que el nuevo paradigma se presenta, como dicen, como una nueva espiritualidad que suple a todas las religiones ya que éstas son ineptas para preservar al ecosistema. Prácticamente se trata de una nueva religión secularista, una religión sin Dios, o si se quiere con un dios nuevo que sería la misma tierra, a la que le dan el nombre de Gaia. Esta divinidad tendría como elemento dependiente al hombre.
La serie de valores que sostiene el nuevo paradigma son valores subordinados a esta divinidad que se traduce en el supremo valor ecológico que llama desarrollo sostenible. Y dentro de este desarrollo sostenible, la finalidad ética suprema que sería el bienestar.
Por supuesto que se encuentra en total negación del Cristianismo y del hecho histórico fundante del Cristianismo que es la Encarnación del Verbo, la muerte redentora de Cristo y su Resurrección gloriosa. Si se acepta este hecho histórico, el presupuesto del nuevo paradigma cae por completo.
Esto no quiere decir que los valores enunciados en el nuevo paradigma también caigan, pues se trata de valores que no son ajenos al pensamiento cristiano sino que se exigen en él. Desde el Génesis se habla del “homo sapiens” y el “homo faber”, ambos se deben conciliar, no es el hombre el amo despótico de la naturaleza sino el trabajador sabio que la domina respetando sus leyes.
Por lo que no se acepta el nuevo paradigma es por su negación de Dios y por su negación de la otra vida y en concreto por la negación de Cristo como el único salvador.
Se acepta la igualdad de sexos, pero no en el sentido de la homosexualidad y la destrucción de la familia. Se acepta el control de la natalidad, pero no su destrucción como la que se planea con la cultura de la muerte aplicada en especial al tercer mundo.
No es lo mismo bienestar que felicidad. Cristo no nos promete ilusoriamente el bienestar total en este mundo, sino la felicidad. El crisol de cualquier religión, o como dice el nuevo paradigma, espiritualidad, es la solución al problema de la muerte, que no lo tiene de ninguna manera el nuevo paradigma, pues simplemente prescinde de él, y lo que lleva consigo, en especial del sufrimiento, del dolor y de la enfermedad. Cristo es el único que da una respuesta satisfactoria desde su cruz gloriosa en la resurrección.
El nuevo paradigma tiene uno de sus grandes problemas cuando se da cuenta de que todo lo debe fundar en un consenso que no procede de verdades objetivas, sino de pareceres subjetivos y entonces se esfuerza por forjar consensos artificiales. Estos consensos son absolutamente vanos. Por eso es que una Ética o Bioética basada en el nuevo paradigma no tiene consistencia.
Por eso a continuación, frente al nuevo paradigma exponemos los fundamentos objetivos de una verdadera Ética que brote de la Ley Natural y del hecho histórico revelado de Jesucristo Redentor. Como en la parte anterior, nos remontamos al pensamiento cartesiano.

3. Ser y Pensar
En cuanto a la corriente de pensamiento que da objetividad a la Ética nos encontramos con la posición aristotélico-tomista que es asumida básicamente por el mismo Magisterio de la Iglesia Católica, sin descuidar los elementos válidos que se encuentren en el discurrir subjetivista del que hemos hablado y en todos los aportes que la han enriquecido desde la parte católica.
En esta corriente de pensamiento, la verdad consiste en la conformidad del pensamiento con el objeto. No es el pensamiento del hombre el que crea la realidad, sino la existencia de la realidad es la que le da la posibilidad de ser pensada. El criterio de moralidad por el cual sabemos si una acción es buena o mala es ciertamente el hombre, la naturaleza humana, pero considerada en su complejidad que implica su apertura al Trascendente. La moralidad consiste en el camino para realizar «el proyecto hombre», pero este camino no sólo no excluye del modelo trascendente al mismo hombre, sino que necesariamente lo incluye. Alguien no puede al mismo tiempo ser su propio presente y su propio futuro. En esta forma el hombre no crea la moralidad, sino que ésta lo trasciende, está allí y encuentra al hombre, «obstat». No es que no se implique el sujeto, más aun, es el sujeto el que recorre el camino y en cierta forma lo traza, pero no a su arbitrio absoluto, hay normas que lo trascienden.
El hombre tiene su autonomía al gozar de su libertad, sin embargo, esta autonomía, este ser norma de sí mismo, no es absoluta, el hombre en su realidad limitada y en continua construcción, tiene necesariamente que estar abierto hacia un modelo que lo trasciende.

4. Bioética como proyecto
Al hablarse de ciencias de la vida y preguntarse sobre la conducta humana correcta a observarse en las ciencias experimentales que manipulan la vida, la pregunta entraña los siguientes factores: vida humana, carencia de vida humana, incremento de vida humana, mejoramiento de vida humana, cauces que seguir para lograr este mejoramiento, desviaciones que evitar. En último término nos encontramos frente al binomio necesidad-satisfactor. Esto quiere decir que hay un sujeto vital que pretende mejorarse, y si pretende mejorarse, tiene que recorrer un camino, y si tiene que recorrer un camino, tiene que trazarlo, y si tiene que trazarlo debe saber primero a dónde va para poder trazarlo. En el campo de la vida se debe saber qué es la vida, cuál es la vida mejor que apetece, por qué caminos debe conducirse y cuáles debe evitar, ya que en lugar de dar vida la podrían quitar. La Bioética aparece así como el proyecto de construcción del hombre a través de las ciencias de la vida y de la salud.

5. Técnica y Bioética
En otras palabras, el horizonte de la Ética en sí misma es la finalidad. Para entendernos mejor podríamos fingir una Tecnología neutra, (ya que en efecto no hay ciencias neutras, pues cada ciencia significa análisis y síntesis y la síntesis no puede ser neutra). Si pudiéramos pues hablar de una Tecnología neutra, encerrada en sí misma, deberíamos decir que según las leyes del laboratorio: hipótesis, experimentación, tesis, nuevas hipótesis, nuevas tesis y nuevas experimentaciones, el horizonte de la Técnica en sí misma es la mera posibilidad, en cambio, el horizonte de la Ética es la finalidad. Esto es, la Técnica dejada en sí misma puede construir o destruir al hombre, la Técnica en sí misma es ciega, por más adelantada y maravillosa que aparezca. La Biotecnología es en sí misma ciega y ambivalente.

6. Proyecto inteligente
Por tanto, para que pueda existir una verdadera Bioética que nos dé normas para comportarnos en los campos de la salud y de la vida, lo primero que tenemos que preguntarnos es sobre el proyecto de hombre que se tenga en mente en la manipulación de dichos campos de la salud y de la vida. Curiosamente, tener un proyecto a la vez que denota inteligencia denota también debilidad, porque un proyecto significa la intención de mejorar la realidad que aparece deficiente, pues de lo contrario no se tendría proyectos para mejorarla. La Bioética auténtica debe aparecer como el proyecto para mejorar la misma vida humana que engloba todas las ciencias de la vida y la salud como su inteligencia, como aquel «intus legere» (intelecto, leído dentro) que en cada análisis tiene siempre presente la síntesis de llegada que no puede ser otra cosa que la construcción de la vida humana.


7. El «yo mejor»
Para que un proyecto vital funcione (como cualquier otro proyecto), necesita comprender lo más exhaustivamente posible la realidad vital que pretende mejorar, y el «yo mejor» al que se aspira llegar. Este «yo mejor», a la vez que es la meta y finalidad, es el modelo que se intenta reproducir. De acuerdo a estas dos realidades se traza una tendencia, un camino, un «ethos» del «yo» al «yo mejor». Y este camino es la Ética, en nuestro caso, la Bioética. En ella encontraremos normas, que no pueden ser meramente formulaciones o imperativos externos al «yo», sino que son construcciones reales del mismo «yo» que poco a poco lo van aproximando a ese «yo mejor», haciéndolo aumentar en densidad vital.

8. Formulación histórica
Dicen que el que no conoce la historia corre el peligro de repetirla. En el pasado se obtuvieron con mucho esfuerzo grandes logros y si las ciencias y técnicas actuales están tan aventajadas en el campo de la salud y de la vida es porque se han apoyado en esa continuidad creciente de esfuerzos que significa en último término la misma humanidad. Es cierto que a la vez que estos logros hubo también grandes errores y acomodos a épocas pasadas que hoy no es correcto repetir. Pero los logros están allí, como valores que heredamos y que nos hacen más grandes que nuestros antepasados. Vale el aforismo que humildemente dice: «Somos enanos, pero subidos en las espaldas de gigantes».
Esta alusión a la Filosofía de la Historia viene al caso a nuestro respecto pues todo lo anterior, por supuesto que en contextos muy diferentes y muy lejanos a las conquistas actuales de la ciencia y de la técnica había sido estudiado y formulado de la manera más precisa. Haciendo una síntesis muy apretada podríamos resumir lo dicho con expresiones que hoy en día deben tener plena vigencia: la Ética es una consecuencia de la Metafísica: si la naturaleza tiene una finalidad, entonces fundamenta una Antropología en la cual el hombre se presenta como un ser dotado de finalidad y como tal caminando hacia dicha finalidad. Le Ética nos describe ese caminar hacia la finalidad. Pero si prescindimos de la Metafísica, no hay finalidad y tampoco hay Antropología, ni por consecuencia, Ética.

9. La Naturaleza y la Ley Natural
Se decía no poder admitirse la naturaleza pues su concepto es de algo estático y cerrado y que no concuerda con la significación actual de las ciencias, en especial con las ciencias médicas que no son más de lo observable sino de lo manipulable. Sin embargo, hay un error en esta concepción de naturaleza, no es el concepto estático su verdadero concepto; quizá nos ayudaría a comprender mejor su significación objetiva considerar los conceptos clásicos de “Ley Natural”.
Se suelen dar tres definiciones de Ley Natural: una es: «Ratio vel voluntas divina, ordinem naturalem conservari iubens, perturbari vetans» (La razón o la voluntad divina que manda conservar el orden natural y prohíbe perturbarlo). Otra: «Participatio legis aeternae in creatura rationali» (La participación de la ley eterna en la creatura racional). Otra: «Lumen intellectus insitum nobis a Deo per quod cognoscimus quid agendum et quid vetandum» (La luz del entendimiento infundida en nosotros por Dios por la cual conocemos qué hay que hacer y que hay que evitar).

10. Naturaleza como actividad: el orden
En la primera definición podemos encontrar la clave para entender la naturaleza: se nos habla del orden natural. El orden es todo lo contrario a inactividad. Ha sido clásicamente definido como «Parium dispariumque rerum apta dispositio» (La colocación apta de las cosas pares y dispares). Es por tanto una relación que implica la más intensa actividad. Entiende la disparidad y tiende hacia la unidad como convergencia de distintos. Es Parménides y Heráclito juntos. El orden contiene una convicción firme de finalidad y ejemplaridad. Exige una trascendencia porque conlleva un modelo al que dinámicamente siempre se tiende. La época actual se caracteriza por procedimientos analíticos cada vez más complejos. Le falta el procedimiento sintético que precisamente hará converger el análisis hacia un objetivo que no debe ser otro que la construcción del mismo hombre. El resultado del procedimiento sintético se llama orden.
Es lo que llamábamos «proyecto hombre». Este modelo es a la vez que lógico y verdadero, volitivo y bueno: es la profunda verdad y amor del mismo hombre, pero no se conciben como una multiplicación cuantitativa matemática de los deseos proyectivos del mismo hombre, sino como algo que lo supera a lo vez que lo colma plenamente y que se expresa en la definición como la Razón o la Voluntad divina. Éste entrar en el ámbito de la divinidad es entrar en el claro oscuro del misterio, puesto que el cumplimiento de esta ley es ya participar en su plenitud que da la felicidad y es ir llenando vitalmente al hombre, pues al hacerlo, participa de la llamada Ley eterna, (segunda definición), esto es, el modelo trascendente, un modelo trascendente que no es ninguna clase de estaticidad mecánica, sino que se ha hecho inmanente a la vez en la historia irrepetible de la Encarnación del Verbo. Esta es la luz que propicia la claridad de miras en la propia construcción (tercera definición).


11. La libertad
Es la teoría ética y la práctica ética un conjunto que se abre al verdadero concepto de libertad, que no consiste simplemente en hacer lo que se antoje, sino en ese atributo de la voluntad que la dirige hacia la propia construcción. En este sentido el criterio de morali-dad es el mismo hombre en su complejidad total y no en el encerramiento en su propia incapacidad de construirse y en su enorme capacidad de destruirse. Esta complejidad lo lleva a tener conciencia de su propia realidad que significa ser relacional, abierto, y así empezar y caminar, o sea, abrirse libremente hacia el Otro, que en este caso es la plenitud de la Fuerza, de la Verdad y del Amor, que es precisamente Dios. Por la libertad del hombre en su proyecto de construcción se abre siempre a las fuerzas del auténtico progreso de la Biotecnología, para verificar cada vez más su plenitud vital, en armonía constante con Dios, con toda la humanidad, y con el entorno ambiental total.

12. La Revelación
Esta Ética abierta, «objetiva», real, sin fronteras, en el pensamiento católico se abre a la plena comunicación de Dios Padre Omnipotente que realiza en nosotros la Verdad de su Hijo por su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección. Colma todas nuestras aspiraciones llevándonos por el Camino que es Cristo, en la plenitud del Amor de su Espíritu. La Ética y Bioética católicas son el caminar en nosotros de Cristo hacia su Padre a través de su muerte y resurrección, por el Amor del Espíritu Santo. La Bioética será así el caminar en nosotros del Espíritu por los caminos de las ciencias de la vida y de la salud. «Los que son conducidos por el Espíritu, esos son los hijos de Dios». El Espíritu infunde en el hombre la capacidad del caminar hacia la construcción del Cristo total, que son las virtudes, y traza la comprensión de Cristo mismo como camino por el cauce de los Mandamientos y del Sermón de la Montaña. La Bioética católica será así:
«el estudio sistemático y profundo de la conducta que construye al hombre mediante las ciencias de la vida y de la salud, al caminar en Cristo hacia el Padre, plenitud de la vida, por la fuerza del Espíritu Santo».
Esta visión teológica significa un diálogo profundo y estructural con todas las ciencias y tecnologías implicadas, con todos los pensamientos unificantes de los análisis, efectuados por las diversas corrientes filosóficas o teológicas, en diálogo también con otras religiones, teniendo en cuenta que es un estudio de la conducta, y que por tanto no se puede quedar sólo en la línea de reflexión, sino que debe de concretizarse en luz que guíe en la difícil solución de los problemas que la Ingeniería genética propone.

13. Principios de la Bioética abierta
Como decíamos, la Bioética abierta al Trascendente es la construcción misma de la vida. En la concepción católica, es una construcción teándrica, donde la acción divina y la humana se entrelazan. Al traducir estas acciones en principios de acción pudiéramos hacer la siguiente formulación:
1. La vida humana es creada por Dios. La persona humana es creada por Dios, de Él ha salido y hacia Él debe de tender como a su causa ejemplar y final. La persona es imagen de Dios, miembro del Cuerpo de Cristo, ciudadano del pueblo de Dios.
2. La vida humana se recibe por la humanidad, no en propiedad, sino en administración. La vida humana es inviolable desde su concepción hasta su fin natural. La dignidad de la persona humana es inviolable. Aquí se funda toda la Antropología y la Bioética.
3. La vida humana debe originarse sólo en el matrimonio y sólo en el acto conyugal.
4. Los cónyuges no son la causa de la vida humana sino los instrumentos de Dios en la comunicación de dicha vida
5. La única explicación de la vida y su única fuente es Cristo muerto y resucitado. Desde Cristo la persona humana es capaz de reflexionar, es en sí misma fin y nunca puede ser tomada como medio El sufrimiento y la muerte si se toman unidos a la muerte de Cristo son la única fuente de vida.
6. La persona humana tiene su libertad y su responsabilidad que debe ejercer para realizarse a sí misma. No hay libertad sin responsabilidad, lo que implica respetar la libertad de un tercero.
7. La totalidad está sobre la parte y hay veces que hay que renunciar a la parte en aras de la totalidad.
8. La persona humana es solidaria y debe tender hacia el bien común.
9. En este contexto se aceptan y se justifican los tres principios de la posición de la Bioética subjetivista, a saber, la autonomía, la beneficencia y la justicia.
10. La persona humana es la síntesis del universo y es quien da razón de todo lo que existe. Las ciencias y las técnicas biomédicas actuales deben estar al servicio de la vida humana y no viceversa; son para construir al hombre y nunca para destruirlo.

IV. Algunas aplicaciones prácticas de estos principios:

1. Inseminación homóloga
“No se proscribe necesariamente el uso de algunos medios artificiales destinados únicamente ya sea a facilitar el acto natural, ya sea a procurar el logro del propio fin normalmente realizado” (Pío XII, A los participantes al IV Congreso Internacional de Médicos Católicos. 30.9.49, AAS 41 (1949) 560). Es el caso de la inseminación artificial homóloga, o sea, al interno del matrimonio con el semen del cónyuge, cuando ése es obtenido a través del acto conyugal normal.
En cambio es ilícita la fecundación «in vitro», la FIVET, pues el hijo no nacería como don del amor sino como fruto de laboratorio 3.

2. Clonación humana
En los últimos años ha adquirido importancia la investigación sobre clonación por transferencia nuclear. Ella se realiza extrayendo quirúrgicamente el núcleo de un óvulo y reemplazándolo por el núcleo de una célula somática, generalmente obtenida de un cultivo celular. Los embriones que se desarrollan tienen una dotación de genes idéntica a la de la célula dadora del núcleo (con la excepción del ADN mitocondrial). En varias especies de mamíferos se ha conseguido que algunos de estos embriones, luego de ser implantado en útero, completen su desarrollo embrionario y fetal.
Este procedimiento aplicado al ser humano es radicalmente distinto de la procreación, involucra una riesgosa manipulación del embrión y evidencia una inaceptable determinación de generar embriones con características genéticas predeterminadas. La gran pérdida de embriones que se produce, la disociación parental que se opera, así a continuación tocamos algunas de las principales cuestiones de Bioética que se ventilan hoy en día. La doctrina que exponemos está principalmente tomada de las actualizaciones de nuestra Carta de los Agentes Sanitarios que se están realizando en los números 31, 36, 46, 86, 87, 89 y 129
Como la interferencia antinatural con el proceso de descendencia humana, han hecho que el procedimiento haya sido de modo casi unánime rechazado en su aplicación al hombre. La Santa Sede lo ha reprobado enérgicamente.
«También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante «fisión gemelar», clonación, partenogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral, en cuanto están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal» (CDF, Donum Vitae I,6).
La clonación humana se incluye en el proyecto del eugenismo y, por tanto, está expuesta a todas las observaciones éticas y jurídicas que lo han considerado ampliamente... En el proceso de clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la persona humana: la filiación, la consaguinidad, el parentesco y la paternidad o maternidad... Se alimenta la idea de que algunos hombres puedan tener un dominio total sobre la existencia de los más, hasta el punto de programar su identidad biológica” (Pontificia Academia para la Vida, “Reflexiones sobre la clonación”, n.3, en L’Osservatore Romano”, 25.6.1997, p.7).
En cuanto al proceso de la descendencia humana que se mencionaba anteriormente, dado que en el supuesto de la clonación se reproduce el nuevo ser humano con los 46 cromosomas idénticos al donador y que la reproducción se hará siempre por mitosis, y como es evidente, excluyendo la meiosis, el producto se verá privado de la diversidad natural que le aportarían los 23 cromosomas que tendría derecho a recibir de parte del miembro restante de la pareja normalmente fecundante. Como en estos 26 cromosomas omitidos se pierde no sólo la herencia genética de la comparte, sino de su ascendencia, esto significa una daño incuantificable del patrimonio genético de la humanidad, dado que no sólo se carece de los genes de dicha comparte, sino de las combinaciones con posibilidades innumerables que dichos genes propician, y además, se omiten las recurrencias virtuales que tienen en estos genes los genes de las generaciones anteriores.
Concluyendo así, la clonación humana no es lícita porque se opone a la dignidad de la persona humana, a la igualdad de derechos para todos, a la riqueza del patrimonio genético de la humanidad, favorece la discriminación y porque se opone a la dignidad de la procreación ya que la generación de un nuevo hombre debe ser fruto del mutuo amor de la pareja y no de un proceder asexual y agámico.

3. Células madres
Entre las amenazas recientes a la vida y dignidad de los embriones figura el uso indiscriminado de las «células madres» o «células estaminales» (stem cells). Estas son células muy indiferenciadas y pluripotenciales que están presentes desde el estado de blastocito (cuarto día del desarrollo embrionario) y que dan origen por diferenciación a todos los tipos de células del embrión. En el laboratorio ellas puedes ser cultivadas e inducidas a diferenciarse en cualquier tipo de células, (como por ejemplo, epidermis, células cardíacas, neuronas, etc.) Las células así diferenciadas podrían ser utilizadas para la reparación de órganos o tejidos o incluso para evitar el recurso del transplante de tejidos u órganos.
Se ha propuesto obtenerlas a partir de embriones no utilizados en el proceso de fertilización «in vitro», y conservados a temperaturas muy bajas (-180º C). Este procedimiento involucra la necesidad de darle muerte al embrión y debe ser absolutamente rechazado. Tampoco es lícito obtener células estaminales a partir de un embrión generado por clonación. «Todo tipo de clonación terapéutica, que implique la producción de embriones humanos y la subsiguiente destrucción de los embriones producidos, con el fin de obtener células estaminales, es ilícita» (Pontificia Academia para la Vida, “Declaración sobre la producción y uso científico y terapéutico de las células estaminales embrionarias humanas”, III, en L’Osservatore Romano, 25.8.2000, p.6).
En los últimos años ha crecido la demanda de células estaminales, aun prescindiendo de las serias objeciones morales que se suscitan por la destrucción de embriones. Los agentes y profesionales de la salud deben estar en guardia porque puede ocurrir que células obtenidas por destrucción de embriones o productos biológicos derivados de ellas, sean ofrecidos comercialmente para la investigación o la terapia. Es claro que quien recurre a esas células se hace partícipe de la grave inmoralidad en la que se incurrió para obtenerlas: «Mas allá de compartir, de manera más o menos formal, la intención moralmente ilícita del agente principal, en el caso que nos ocupa, hay una cooperación material próxima en la producción y manipulación de embriones humanos por parte del productor o del proveedor» (Pontificia Academia para la Vida, “Declaración sobre la producción y uso... ,” III).
Debe señalarse, como signo alentador, que se están desarrollando numerosas investigaciones destinadas a obtener células estaminales –o al menos muy indiferenciadas- a partir del cordón umbilical, o aun de tejidos adultos. A pesar de que se trata de resultados preliminares es indudable que aquí se ofrece un campo interesante para la investigación bio médica que busque beneficiar a receptores de implantes de tejidos, sin atentar contra la vida de los embriones. «En consecuencia, todos estos progresos y los resultados ya obtenidos en el campo de las células estaminales del adulto, dejan entrever no solamente su gran plasticidad, sino también su amplia posibilidad de prestaciones, que probablemente, no es diferente de la que poseen las células estaminales embrionarias, dado que la plasticidad depende en gran parte de la información genética, la cual puede ser reprogramada» (Pontificia Academia para la Vida, “Declaración sobre la producción y uso...”, III).
Sin embargo, hay que notar que una persona puede donar solamente aquello de lo cual puede privarse sin peligro serio para la propia vida o la identidad personal, y por una justa y proporcionada razón. Este principio debe ser tenido en cuenta frente a la insistente pretensión de recurrir a la clonación para obtener «células madres» (o estaminales) que tengan la misma estructura genética que el dador del núcleo, y que puedan entonces ser utilizadas para generar poblaciones celulares diferenciadas (células de la sangre, de la piel, etc.) aptas para ser implantadas en el organismo de aquel sin temor a rechazo inmunológico. Tal procedimiento es presentado con el nombre engañoso de «clonación terapéutica». En tanto cuanto él involucra la destrucción de embriones vivos para extraer sus «células madres», debe ser terminantemente rechazado.
En conclusión: el estudio y empleo de las células totipotenciales o multipotenciales humanas, obtenidas con intención terapéutica sin causar daño grave irreparable al sujeto humano posesor originario, son lícitos. La obtención de las mismas que causen la muerte o un daño grave irreparable al sujeto humano posesor originario, no es lícita.

4. El pre-embrión
El desarrollo de un organismo humano empieza con la fecundación y sigue una trayectoria continua de procesos de diferenciación y crecimiento. Cada etapa de su vida está marcada por rasgos morfológicos y funcionales distintivos. Tales son por ejemplo, la primera división de segmentación (30 horas post-fecundación); la formación del blastocito (día 4º aproximadamente); la implantación en la mucosa uterina (día 6º a 7º ); la aparición de la circulación sanguínea uteroplacentaria primitiva (día 13 aproximadamente). Desde el punto de vista del desarrollo del embrión son también importantes el comienzo de la actividad cardíaca o la formación de las primeras redes neuronales. El mismo fenómeno del nacimiento (9º mes) marca cambios biológicos decisivos. Por importantes que sean estos y otros signos de etapas cumplidas que se quiera considerar, ellos no revelan ninguna discontinuidad en un proceso que se desenvuelve ininterrumpidamente, de acuerdo a un programa que está incorporado al propio embrión o feto.
Se ha hecho muy habitual sostener que algunas de estas etapas significan el inicio de la «vida humana» del embrión y que por ende marcan el momento en el que éste empezaría a merecer el respeto que es debido a un ser humano. Así se suele hablar de «pre-embrión» para designar un embrión de menos de 14 días de desarrollo y en el cual no ha hecho aún su aparición el fenómeno de la gastrulación. También se ha afirmado que con anterioridad a su implantación (día 7º más o menos), el embrión no tiene la individualidad que es nota característica de un ser humano. Estas afirmaciones son interpretaciones enteramente arbitrarias de la realidad biológica y antropológica, porque les dan significados especiales a momentos que no son sino puntos en un continuo. No puede desconocerse sin embargo que con esta fragmentación artificial de la vida embrionaria lo que se pretende es hacer permisible una manipulación inaceptable de los embriones precoces. “La Iglesia siempre ha enseñado y sigue enseñando que al fruto de la generación humana, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto incondicional que moralmente se debe al ser humano en su totalidad y unidad corporal y espiritual: el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción, y, por eso a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida” (CDF, Donum Vitae I,1).
El embrión, aunque se le llame en un período «pre-embrión», siempre es una persona humana, por tanto, no es manipulable. Cualquier procedimiento que entrañe la muerte de un embrión o «pre-embrión» es un asesinato. Extraer células madres del embrión o pre-embrión entraña su muerte, por tanto es gravemente ilícito.

5. Donación y Transplante de Órganos
Se dan tres clases de transplantes: autoplásticos, homoplásticos y heteroplásticos. Los autoplásticos se realizan de partes de la misma persona; los homoplásticos, del mismo género de personas; los heteroplásticos, de distinto genero, de animales; y artificiales. El principio es la conservación de la vida y la identidad de la persona, tanto del recipiente como del donante. Son lícitos los autoplásticos; en cuanto a los heteroplásticos, no se aceptan donaciones de órganos que pongan en peligro la vida del donante, o que interfieran con la identidad del recipiente como fuera en transplantes de encéfalo o gona-das. Asegurado lo anterior, la donación de órganos es una gran muestra de caridad hacia el prójimo. No se acepta en ello la ganancia económica.
En cuanto a la donación de órganos humanos después de la muerte, es obvio que primero tiene que constar la muerte del posesor originario. El Santo Padre Juan Pablo II, con ocasión del XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Transplantes (Vers. Ital., L’Osservatore Romano” del 30.8.2000, p.2-4) dice así: «Los órganos vitales singulares sólo pueden ser extraídos después de la muerte...Conviene recordar que existe una sola muerte de la persona, que consiste en la total desintegración de ese conjunto unitario e integrado que es la persona misma, como consecuencia de la separación del principio vital, o alma, de la realidad corporal de la persona. La muerte de la persona, entendida en este sentido primario, es un acontecimiento que ninguna técnica científica o método empírico puede identificar directamente.»
Pero la experiencia humana enseña también que la muerte de una persona produce inevitablemente signos biológicos ciertos, que la medicina ha aprendido a reconocer cada vez con mayor precisión. En este sentido los criterios para certificar la muerte, que la medicina utiliza hoy, no se han de entender como la determinación técnico científica del momento exacto de la muerte de una persona, sino como un modo seguro, brindado por la ciencia, para identificar los signos biológicos de que la persona ya ha muerto realmente. Es bien sabido que, desde hace tiempo, diversas motivaciones científicas para la certificación de la muerte han desplazado el acento de los tradicionales signos cardio-respiratorios al así llamado criterio neurológico, es decir, a la comprobación según parámetros claramente determinados y compartidos por la comunidad científica internacional, del cese total e irreversible de toda actividad cerebral (en el cerebro, el cerebelo y el tronco encefálico)...La Iglesia no hace opciones científicas. Se limita a cumplir con su deber evangélico de confrontar los datos que brinda la ciencia médica con la concepción cristiana de la unidad de la persona, poniendo de relieve las semejanzas y los posibles conflictos, que podrían poner en peligro el respeto a la dignidad de la persona humana... Cuando se dan los signos anteriores, quien deba dar la certificación de la muerte puede tener la certeza moral ...necesaria y suficiente para poder actuar de manera éticamente correcta.

6. Xenotransplantes
En caso de utilidad el hombre puede servirse de los órganos de los animales para posibles transplantes. En este caso como en los demás transplantes se debe respetar la plena identidad psicológica y genética del hombre. Y será lícito emplearlos siempre y cuando se haya probado la posibilidad biológica de realizar con éxito el transplante, sin exponer al recipiente a riesgos excesivos.
El xenotransplante se halla en etapa principalmente experimental. De los resultados de estos trabajos dependerá la evaluación de la magnitud y aceptabilidad del riesgo al que se haya de someter a los pacientes. De este riesgo depende principalmente del peligro de rechazo de injertos procedentes de otra especie biológica y del peligro de infecciones virales (zoonosis) que puedan ser introducidas en el acto del implante.
Un aspecto que también es importante es que el xenotransplante demanda la preparación de animales transgénicos. Este proceso debería ser siempre evaluado cuidadosamente por expertos para controlar el eventual sufrimiento exagerado de los animales, así como el posible impacto genético sobre su especie y sobre el medio ambiente.

7. Conservación de la vida en enfermos terminales
Entre los tratamientos que se han de suministrar al enfermo terminal se encuentran los analgésicos. Estos, favoreciendo un transcurso menos dramático, contribuyen a la humanización y a la aceptación del morir. Muchas veces el dolor disminuye la fuerza moral en la persona; los sufrimientos agravan el estado de debilidad y de agotamiento físico, obstaculizan el ascenso del alma y consumen las fuerzas morales en lugar de sostenerlas. En cambio, la supresión del dolor procura una distensión orgánica y psíquica, facilita la oración, y hace posible una donación de sí mismo más generosa. La prudencia humana y cristiana sugiere para la mayoría de los enfermos el uso de medicamentos apropiados para aliviar o suprimir el dolor, aunque de estos puedan derivarse entorpecimiento o menor lucidez mental.
Puede ser que a veces el empleo, aun moderado, de analgésicos pueda traer como efecto, además del alivio del sufrimiento, también la anticipación de la muerte. Hay que notar que en tal caso la muerte no es querida o buscada en ningún modo, aunque se corre este riesgo por una causa justificable: simplemente se tiene la intención de mitigar el dolor de manera eficaz, usando para tal fin aquellos analgésicos de los cuales dispone la medicina.
Sucede además la eventualidad de causar con los analgésicos la supresión de la conciencia en el agonizante. A este respecto hay que notar que no se le debe privar de la conciencia si no es por motivos graves, pues además de que puede haber intenciones inmorales de parte de quienes rodean al enfermo al hacerlo, se priva a quien está próximo a morir de la posibilidad de vivir su propia muerte, introduciéndolo en una inconsciencia indigna de un ser humano. Sin embargo, es diversa la situación cuando existe una seria indicación clínica del uso de analgésicos supresores de la conciencia, como es el caso de la presencia de dolores violentos e insoportables. Entonces la anestesia es lícita, pero bajo condiciones previas: que el agonizante haya satisfecho o pueda todavía satisfacer sus deberes morales, familiares y religiosos.
El derecho a la vida se precisa en el enfermo terminal como derecho a morir con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana. Esto no significa procurarse o hacerse procurar la propia muerte, como tampoco evitarla a toda costa. La medicina moderna dispone de medios con capacidad de retardar artificialmente la muerte, sin que el paciente reciba un real beneficio. Simplemente se le mantiene la vida o se logra prolongar por algún tiempo la vida, a precio de ulteriores y duros sufrimientos. Este es el caso definido como «obstinación terapéutica», consistente en el uso de medios particularmente extenuantes y pesados para el enfermo, condenándolo de hecho a una agonía prolongada artificialmente. Ante la inminencia de una muerte inevitable no obstante los medios usados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a tratamientos que procurarían solamente un prolongamiento precario y penoso de la vida, pero sin interrumpir el tratamiento normal correspondiente al enfermo en casos similares. La alimentación y la hidratación, aún artificialmente administradas, son parte de los tratamientos normales que siempre se han de proporcionar al enfermo, cuando no resultan gravosos para él; su indebida suspensión significaría una verdadera y propia eutanasia 4.
Estos son sólo algunos ejemplos en esta materia, en la cual, como se decía al principio, se debe proceder siempre en diálogo con el conjunto de ciencias de la vida y sus relacionadas, como por ejemplo, sociológicas, del medio ambiente, económicas, etc..
Hay estudios muy detallados sobre cada uno de los puntos de estas aplicaciones prácticas, que aquí se aducen sólo como un apéndice muy resumido, sólo como a manera de ejemplo de aplicación de los principios de una Bioética abierta al Trascendente y pensada dentro de la Iglesia católica. La intención del presente ensayo es no propiamente abundar en procedimientos en cada caso que se presente, sino intentar una reflexión sobre los principios y en el fundamento de los principios de una Bioética aceptable para el católico y comprender lo que subyace en ciertas corrientes de Bioética ajenas al pensamiento católico y que con frecuencia se proponen.
Ciudad del Vaticano, febrero de 2003.
+ Javier Lozano Barragán

Notas:
3. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes Sanitarios, n.23-24
4. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes Sanitarios, nn. 119-124

 

 

 

Revista Vitral No. 63 * año XI * septiembre-octubre de 2004