III. La Bioética
abierta al Trascendente
1. Valores del Nuevo
Paradigma
Es correcto reaccionar contra la
degradación ambiental, y también es correcto darse cuenta
que el desarrollo tiene límites y que desarrollo que no tenga
en cuenta la degradación que causa en la naturaleza, no se debe
sostener. Por otro lado, también es correcto que se busque el
bienestar y que se procure el mayor bienestar para el mayor número
de habitantes del planeta.
También es correcto que se procure la calidad de vida, especialmente
si esta se entiende como la autoconciencia de la posición que
alguien ocupa en su situación plena, tanto ecológica,
como cultural en el sentido amplio, que comprende aspectos económicos,
sociales, religiosos, políticos y culturales propiamente dichos
en el campo de la educación.
Es correcto propugnar por los derechos humanos, por el respeto a las
minorías sociales, por la democracia, por la equidad de todos
los hombres, o sea, su igualdad fundamental, tanto de varones como mujeres,
ajustar las relaciones entre el hombre y su ambiente, las relaciones
entre el individuo y la comunidad. Es correcto propugnar por la justicia
social, y es patente la injusticia económica que está
hoy presente en el mundo.
Es impostergable exigir salud para todos, al menos en sus cuadros básicos;
y es de primera necesidad el lograr también la educación
para todos.
2. Antivalores del
Nuevo Paradigma.
El antivalor más importante es que el nuevo paradigma se presenta,
como dicen, como una nueva espiritualidad que suple a todas las religiones
ya que éstas son ineptas para preservar al ecosistema. Prácticamente
se trata de una nueva religión secularista, una religión
sin Dios, o si se quiere con un dios nuevo que sería la misma
tierra, a la que le dan el nombre de Gaia. Esta divinidad tendría
como elemento dependiente al hombre.
La serie de valores que sostiene el nuevo paradigma son valores subordinados
a esta divinidad que se traduce en el supremo valor ecológico
que llama desarrollo sostenible. Y dentro de este desarrollo sostenible,
la finalidad ética suprema que sería el bienestar.
Por supuesto que se encuentra en total negación del Cristianismo
y del hecho histórico fundante del Cristianismo que es la Encarnación
del Verbo, la muerte redentora de Cristo y su Resurrección gloriosa.
Si se acepta este hecho histórico, el presupuesto del nuevo paradigma
cae por completo.
Esto no quiere decir que los valores enunciados en el nuevo paradigma
también caigan, pues se trata de valores que no son ajenos al
pensamiento cristiano sino que se exigen en él. Desde el Génesis
se habla del homo sapiens y el homo faber, ambos
se deben conciliar, no es el hombre el amo despótico de la naturaleza
sino el trabajador sabio que la domina respetando sus leyes.
Por lo que no se acepta el nuevo paradigma es por su negación
de Dios y por su negación de la otra vida y en concreto por la
negación de Cristo como el único salvador.
Se acepta la igualdad de sexos, pero no en el sentido de la homosexualidad
y la destrucción de la familia. Se acepta el control de la natalidad,
pero no su destrucción como la que se planea con la cultura de
la muerte aplicada en especial al tercer mundo.
No es lo mismo bienestar que felicidad. Cristo no nos promete ilusoriamente
el bienestar total en este mundo, sino la felicidad. El crisol de cualquier
religión, o como dice el nuevo paradigma, espiritualidad, es
la solución al problema de la muerte, que no lo tiene de ninguna
manera el nuevo paradigma, pues simplemente prescinde de él,
y lo que lleva consigo, en especial del sufrimiento, del dolor y de
la enfermedad. Cristo es el único que da una respuesta satisfactoria
desde su cruz gloriosa en la resurrección.
El nuevo paradigma tiene uno de sus grandes problemas cuando se da cuenta
de que todo lo debe fundar en un consenso que no procede de verdades
objetivas, sino de pareceres subjetivos y entonces se esfuerza por forjar
consensos artificiales. Estos consensos son absolutamente vanos. Por
eso es que una Ética o Bioética basada en el nuevo paradigma
no tiene consistencia.
Por eso a continuación, frente al nuevo paradigma exponemos los
fundamentos objetivos de una verdadera Ética que brote de la
Ley Natural y del hecho histórico revelado de Jesucristo Redentor.
Como en la parte anterior, nos remontamos al pensamiento cartesiano.
3. Ser y Pensar
En cuanto a la corriente de pensamiento que da objetividad a la Ética
nos encontramos con la posición aristotélico-tomista que
es asumida básicamente por el mismo Magisterio de la Iglesia
Católica, sin descuidar los elementos válidos que se encuentren
en el discurrir subjetivista del que hemos hablado y en todos los aportes
que la han enriquecido desde la parte católica.
En esta corriente de pensamiento, la verdad consiste en la conformidad
del pensamiento con el objeto. No es el pensamiento del hombre el que
crea la realidad, sino la existencia de la realidad es la que le da
la posibilidad de ser pensada. El criterio de moralidad por el cual
sabemos si una acción es buena o mala es ciertamente el hombre,
la naturaleza humana, pero considerada en su complejidad que implica
su apertura al Trascendente. La moralidad consiste en el camino para
realizar «el proyecto hombre», pero este camino no sólo
no excluye del modelo trascendente al mismo hombre, sino que necesariamente
lo incluye. Alguien no puede al mismo tiempo ser su propio presente
y su propio futuro. En esta forma el hombre no crea la moralidad, sino
que ésta lo trasciende, está allí y encuentra al
hombre, «obstat». No es que no se implique el sujeto, más
aun, es el sujeto el que recorre el camino y en cierta forma lo traza,
pero no a su arbitrio absoluto, hay normas que lo trascienden.
El hombre tiene su autonomía al gozar de su libertad, sin embargo,
esta autonomía, este ser norma de sí mismo, no es absoluta,
el hombre en su realidad limitada y en continua construcción,
tiene necesariamente que estar abierto hacia un modelo que lo trasciende.
4. Bioética
como proyecto
Al hablarse de ciencias de la vida y preguntarse sobre la conducta humana
correcta a observarse en las ciencias experimentales que manipulan la
vida, la pregunta entraña los siguientes factores: vida humana,
carencia de vida humana, incremento de vida humana, mejoramiento de
vida humana, cauces que seguir para lograr este mejoramiento, desviaciones
que evitar. En último término nos encontramos frente al
binomio necesidad-satisfactor. Esto quiere decir que hay un sujeto vital
que pretende mejorarse, y si pretende mejorarse, tiene que recorrer
un camino, y si tiene que recorrer un camino, tiene que trazarlo, y
si tiene que trazarlo debe saber primero a dónde va para poder
trazarlo. En el campo de la vida se debe saber qué es la vida,
cuál es la vida mejor que apetece, por qué caminos debe
conducirse y cuáles debe evitar, ya que en lugar de dar vida
la podrían quitar. La Bioética aparece así como
el proyecto de construcción del hombre a través de las
ciencias de la vida y de la salud.
5. Técnica
y Bioética
En otras palabras, el horizonte de la Ética en sí misma
es la finalidad. Para entendernos mejor podríamos fingir una
Tecnología neutra, (ya que en efecto no hay ciencias neutras,
pues cada ciencia significa análisis y síntesis y la síntesis
no puede ser neutra). Si pudiéramos pues hablar de una Tecnología
neutra, encerrada en sí misma, deberíamos decir que según
las leyes del laboratorio: hipótesis, experimentación,
tesis, nuevas hipótesis, nuevas tesis y nuevas experimentaciones,
el horizonte de la Técnica en sí misma es la mera posibilidad,
en cambio, el horizonte de la Ética es la finalidad. Esto es,
la Técnica dejada en sí misma puede construir o destruir
al hombre, la Técnica en sí misma es ciega, por más
adelantada y maravillosa que aparezca. La Biotecnología es en
sí misma ciega y ambivalente.
6. Proyecto inteligente
Por tanto, para que pueda existir una verdadera Bioética que
nos dé normas para comportarnos en los campos de la salud y de
la vida, lo primero que tenemos que preguntarnos es sobre el proyecto
de hombre que se tenga en mente en la manipulación de dichos
campos de la salud y de la vida. Curiosamente, tener un proyecto a la
vez que denota inteligencia denota también debilidad, porque
un proyecto significa la intención de mejorar la realidad que
aparece deficiente, pues de lo contrario no se tendría proyectos
para mejorarla. La Bioética auténtica debe aparecer como
el proyecto para mejorar la misma vida humana que engloba todas las
ciencias de la vida y la salud como su inteligencia, como aquel «intus
legere» (intelecto, leído dentro) que en cada análisis
tiene siempre presente la síntesis de llegada que no puede ser
otra cosa que la construcción de la vida humana.
7. El «yo mejor»
Para que un proyecto vital funcione (como cualquier otro proyecto),
necesita comprender lo más exhaustivamente posible la realidad
vital que pretende mejorar, y el «yo mejor» al que se aspira
llegar. Este «yo mejor», a la vez que es la meta y finalidad,
es el modelo que se intenta reproducir. De acuerdo a estas dos realidades
se traza una tendencia, un camino, un «ethos» del «yo»
al «yo mejor». Y este camino es la Ética, en nuestro
caso, la Bioética. En ella encontraremos normas, que no pueden
ser meramente formulaciones o imperativos externos al «yo»,
sino que son construcciones reales del mismo «yo» que poco
a poco lo van aproximando a ese «yo mejor», haciéndolo
aumentar en densidad vital.
8. Formulación
histórica
Dicen que el que no conoce la historia corre el peligro de repetirla.
En el pasado se obtuvieron con mucho esfuerzo grandes logros y si las
ciencias y técnicas actuales están tan aventajadas en
el campo de la salud y de la vida es porque se han apoyado en esa continuidad
creciente de esfuerzos que significa en último término
la misma humanidad. Es cierto que a la vez que estos logros hubo también
grandes errores y acomodos a épocas pasadas que hoy no es correcto
repetir. Pero los logros están allí, como valores que
heredamos y que nos hacen más grandes que nuestros antepasados.
Vale el aforismo que humildemente dice: «Somos enanos, pero subidos
en las espaldas de gigantes».
Esta alusión a la Filosofía de la Historia viene al caso
a nuestro respecto pues todo lo anterior, por supuesto que en contextos
muy diferentes y muy lejanos a las conquistas actuales de la ciencia
y de la técnica había sido estudiado y formulado de la
manera más precisa. Haciendo una síntesis muy apretada
podríamos resumir lo dicho con expresiones que hoy en día
deben tener plena vigencia: la Ética es una consecuencia de la
Metafísica: si la naturaleza tiene una finalidad, entonces fundamenta
una Antropología en la cual el hombre se presenta como un ser
dotado de finalidad y como tal caminando hacia dicha finalidad. Le Ética
nos describe ese caminar hacia la finalidad. Pero si prescindimos de
la Metafísica, no hay finalidad y tampoco hay Antropología,
ni por consecuencia, Ética.
9. La Naturaleza
y la Ley Natural
Se decía no poder admitirse la naturaleza pues su concepto es
de algo estático y cerrado y que no concuerda con la significación
actual de las ciencias, en especial con las ciencias médicas
que no son más de lo observable sino de lo manipulable. Sin embargo,
hay un error en esta concepción de naturaleza, no es el concepto
estático su verdadero concepto; quizá nos ayudaría
a comprender mejor su significación objetiva considerar los conceptos
clásicos de Ley Natural.
Se suelen dar tres definiciones de Ley Natural: una es: «Ratio
vel voluntas divina, ordinem naturalem conservari iubens, perturbari
vetans» (La razón o la voluntad divina que manda conservar
el orden natural y prohíbe perturbarlo). Otra: «Participatio
legis aeternae in creatura rationali» (La participación
de la ley eterna en la creatura racional). Otra: «Lumen intellectus
insitum nobis a Deo per quod cognoscimus quid agendum et quid vetandum»
(La luz del entendimiento infundida en nosotros por Dios por la cual
conocemos qué hay que hacer y que hay que evitar).
10. Naturaleza como
actividad: el orden
En la primera definición podemos encontrar la clave para entender
la naturaleza: se nos habla del orden natural. El orden es todo lo contrario
a inactividad. Ha sido clásicamente definido como «Parium
dispariumque rerum apta dispositio» (La colocación apta
de las cosas pares y dispares). Es por tanto una relación que
implica la más intensa actividad. Entiende la disparidad y tiende
hacia la unidad como convergencia de distintos. Es Parménides
y Heráclito juntos. El orden contiene una convicción firme
de finalidad y ejemplaridad. Exige una trascendencia porque conlleva
un modelo al que dinámicamente siempre se tiende. La época
actual se caracteriza por procedimientos analíticos cada vez
más complejos. Le falta el procedimiento sintético que
precisamente hará converger el análisis hacia un objetivo
que no debe ser otro que la construcción del mismo hombre. El
resultado del procedimiento sintético se llama orden.
Es lo que llamábamos «proyecto hombre». Este modelo
es a la vez que lógico y verdadero, volitivo y bueno: es la profunda
verdad y amor del mismo hombre, pero no se conciben como una multiplicación
cuantitativa matemática de los deseos proyectivos del mismo hombre,
sino como algo que lo supera a lo vez que lo colma plenamente y que
se expresa en la definición como la Razón o la Voluntad
divina. Éste entrar en el ámbito de la divinidad es entrar
en el claro oscuro del misterio, puesto que el cumplimiento de esta
ley es ya participar en su plenitud que da la felicidad y es ir llenando
vitalmente al hombre, pues al hacerlo, participa de la llamada Ley eterna,
(segunda definición), esto es, el modelo trascendente, un modelo
trascendente que no es ninguna clase de estaticidad mecánica,
sino que se ha hecho inmanente a la vez en la historia irrepetible de
la Encarnación del Verbo. Esta es la luz que propicia la claridad
de miras en la propia construcción (tercera definición).
11. La libertad
Es la teoría ética y la práctica ética un
conjunto que se abre al verdadero concepto de libertad, que no consiste
simplemente en hacer lo que se antoje, sino en ese atributo de la voluntad
que la dirige hacia la propia construcción. En este sentido el
criterio de morali-dad es el mismo hombre en su complejidad total y
no en el encerramiento en su propia incapacidad de construirse y en
su enorme capacidad de destruirse. Esta complejidad lo lleva a tener
conciencia de su propia realidad que significa ser relacional, abierto,
y así empezar y caminar, o sea, abrirse libremente hacia el Otro,
que en este caso es la plenitud de la Fuerza, de la Verdad y del Amor,
que es precisamente Dios. Por la libertad del hombre en su proyecto
de construcción se abre siempre a las fuerzas del auténtico
progreso de la Biotecnología, para verificar cada vez más
su plenitud vital, en armonía constante con Dios, con toda la
humanidad, y con el entorno ambiental total.
12. La Revelación
Esta Ética abierta, «objetiva», real, sin fronteras,
en el pensamiento católico se abre a la plena comunicación
de Dios Padre Omnipotente que realiza en nosotros la Verdad de su Hijo
por su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección.
Colma todas nuestras aspiraciones llevándonos por el Camino que
es Cristo, en la plenitud del Amor de su Espíritu. La Ética
y Bioética católicas son el caminar en nosotros de Cristo
hacia su Padre a través de su muerte y resurrección, por
el Amor del Espíritu Santo. La Bioética será así
el caminar en nosotros del Espíritu por los caminos de las ciencias
de la vida y de la salud. «Los que son conducidos por el Espíritu,
esos son los hijos de Dios». El Espíritu infunde en el
hombre la capacidad del caminar hacia la construcción del Cristo
total, que son las virtudes, y traza la comprensión de Cristo
mismo como camino por el cauce de los Mandamientos y del Sermón
de la Montaña. La Bioética católica será
así:
«el estudio sistemático y profundo de la conducta que construye
al hombre mediante las ciencias de la vida y de la salud, al caminar
en Cristo hacia el Padre, plenitud de la vida, por la fuerza del Espíritu
Santo».
Esta visión teológica significa un diálogo profundo
y estructural con todas las ciencias y tecnologías implicadas,
con todos los pensamientos unificantes de los análisis, efectuados
por las diversas corrientes filosóficas o teológicas,
en diálogo también con otras religiones, teniendo en cuenta
que es un estudio de la conducta, y que por tanto no se puede quedar
sólo en la línea de reflexión, sino que debe de
concretizarse en luz que guíe en la difícil solución
de los problemas que la Ingeniería genética propone.
13. Principios de
la Bioética abierta
Como decíamos, la Bioética abierta al Trascendente es
la construcción misma de la vida. En la concepción católica,
es una construcción teándrica, donde la acción
divina y la humana se entrelazan. Al traducir estas acciones en principios
de acción pudiéramos hacer la siguiente formulación:
1. La vida humana es creada por Dios. La persona humana es creada por
Dios, de Él ha salido y hacia Él debe de tender como a
su causa ejemplar y final. La persona es imagen de Dios, miembro del
Cuerpo de Cristo, ciudadano del pueblo de Dios.
2. La vida humana se recibe por la humanidad, no en propiedad, sino
en administración. La vida humana es inviolable desde su concepción
hasta su fin natural. La dignidad de la persona humana es inviolable.
Aquí se funda toda la Antropología y la Bioética.
3. La vida humana debe originarse sólo en el matrimonio y sólo
en el acto conyugal.
4. Los cónyuges no son la causa de la vida humana sino los instrumentos
de Dios en la comunicación de dicha vida
5. La única explicación de la vida y su única fuente
es Cristo muerto y resucitado. Desde Cristo la persona humana es capaz
de reflexionar, es en sí misma fin y nunca puede ser tomada como
medio El sufrimiento y la muerte si se toman unidos a la muerte de Cristo
son la única fuente de vida.
6. La persona humana tiene su libertad y su responsabilidad que debe
ejercer para realizarse a sí misma. No hay libertad sin responsabilidad,
lo que implica respetar la libertad de un tercero.
7. La totalidad está sobre la parte y hay veces que hay que renunciar
a la parte en aras de la totalidad.
8. La persona humana es solidaria y debe tender hacia el bien común.
9. En este contexto se aceptan y se justifican los tres principios de
la posición de la Bioética subjetivista, a saber, la autonomía,
la beneficencia y la justicia.
10. La persona humana es la síntesis del universo y es quien
da razón de todo lo que existe. Las ciencias y las técnicas
biomédicas actuales deben estar al servicio de la vida humana
y no viceversa; son para construir al hombre y nunca para destruirlo.
IV. Algunas
aplicaciones prácticas de estos principios:
1. Inseminación
homóloga
No se proscribe necesariamente el uso de algunos medios artificiales
destinados únicamente ya sea a facilitar el acto natural, ya
sea a procurar el logro del propio fin normalmente realizado (Pío
XII, A los participantes al IV Congreso Internacional de Médicos
Católicos. 30.9.49, AAS 41 (1949) 560). Es el caso de la inseminación
artificial homóloga, o sea, al interno del matrimonio con el
semen del cónyuge, cuando ése es obtenido a través
del acto conyugal normal.
En cambio es ilícita la fecundación «in vitro»,
la FIVET, pues el hijo no nacería como don del amor sino como
fruto de laboratorio 3.
2. Clonación
humana
En los últimos años ha adquirido importancia la investigación
sobre clonación por transferencia nuclear. Ella se realiza extrayendo
quirúrgicamente el núcleo de un óvulo y reemplazándolo
por el núcleo de una célula somática, generalmente
obtenida de un cultivo celular. Los embriones que se desarrollan tienen
una dotación de genes idéntica a la de la célula
dadora del núcleo (con la excepción del ADN mitocondrial).
En varias especies de mamíferos se ha conseguido que algunos
de estos embriones, luego de ser implantado en útero, completen
su desarrollo embrionario y fetal.
Este procedimiento aplicado al ser humano es radicalmente distinto de
la procreación, involucra una riesgosa manipulación del
embrión y evidencia una inaceptable determinación de generar
embriones con características genéticas predeterminadas.
La gran pérdida de embriones que se produce, la disociación
parental que se opera, así a continuación tocamos algunas
de las principales cuestiones de Bioética que se ventilan hoy
en día. La doctrina que exponemos está principalmente
tomada de las actualizaciones de nuestra Carta de los Agentes Sanitarios
que se están realizando en los números 31, 36, 46, 86,
87, 89 y 129
Como la interferencia antinatural con el proceso de descendencia humana,
han hecho que el procedimiento haya sido de modo casi unánime
rechazado en su aplicación al hombre. La Santa Sede lo ha reprobado
enérgicamente.
«También los intentos y las hipótesis de obtener
un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante
«fisión gemelar», clonación, partenogénesis,
deben ser considerados contrarios a la moral, en cuanto están
en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como
de la unión conyugal» (CDF, Donum Vitae I,6).
La clonación humana se incluye en el proyecto del eugenismo y,
por tanto, está expuesta a todas las observaciones éticas
y jurídicas que lo han considerado ampliamente... En el proceso
de clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la
persona humana: la filiación, la consaguinidad, el parentesco
y la paternidad o maternidad... Se alimenta la idea de que algunos hombres
puedan tener un dominio total sobre la existencia de los más,
hasta el punto de programar su identidad biológica (Pontificia
Academia para la Vida, Reflexiones sobre la clonación,
n.3, en LOsservatore Romano, 25.6.1997, p.7).
En cuanto al proceso de la descendencia humana que se mencionaba anteriormente,
dado que en el supuesto de la clonación se reproduce el nuevo
ser humano con los 46 cromosomas idénticos al donador y que la
reproducción se hará siempre por mitosis, y como es evidente,
excluyendo la meiosis, el producto se verá privado de la diversidad
natural que le aportarían los 23 cromosomas que tendría
derecho a recibir de parte del miembro restante de la pareja normalmente
fecundante. Como en estos 26 cromosomas omitidos se pierde no sólo
la herencia genética de la comparte, sino de su ascendencia,
esto significa una daño incuantificable del patrimonio genético
de la humanidad, dado que no sólo se carece de los genes de dicha
comparte, sino de las combinaciones con posibilidades innumerables que
dichos genes propician, y además, se omiten las recurrencias
virtuales que tienen en estos genes los genes de las generaciones anteriores.
Concluyendo así, la clonación humana no es lícita
porque se opone a la dignidad de la persona humana, a la igualdad de
derechos para todos, a la riqueza del patrimonio genético de
la humanidad, favorece la discriminación y porque se opone a
la dignidad de la procreación ya que la generación de
un nuevo hombre debe ser fruto del mutuo amor de la pareja y no de un
proceder asexual y agámico.
3. Células
madres
Entre las amenazas recientes a la vida y dignidad de los embriones figura
el uso indiscriminado de las «células madres» o «células
estaminales» (stem cells). Estas son células muy indiferenciadas
y pluripotenciales que están presentes desde el estado de blastocito
(cuarto día del desarrollo embrionario) y que dan origen por
diferenciación a todos los tipos de células del embrión.
En el laboratorio ellas puedes ser cultivadas e inducidas a diferenciarse
en cualquier tipo de células, (como por ejemplo, epidermis, células
cardíacas, neuronas, etc.) Las células así diferenciadas
podrían ser utilizadas para la reparación de órganos
o tejidos o incluso para evitar el recurso del transplante de tejidos
u órganos.
Se ha propuesto obtenerlas a partir de embriones no utilizados en el
proceso de fertilización «in vitro», y conservados
a temperaturas muy bajas (-180º C). Este procedimiento involucra
la necesidad de darle muerte al embrión y debe ser absolutamente
rechazado. Tampoco es lícito obtener células estaminales
a partir de un embrión generado por clonación. «Todo
tipo de clonación terapéutica, que implique la producción
de embriones humanos y la subsiguiente destrucción de los embriones
producidos, con el fin de obtener células estaminales, es ilícita»
(Pontificia Academia para la Vida, Declaración sobre la
producción y uso científico y terapéutico de las
células estaminales embrionarias humanas, III, en LOsservatore
Romano, 25.8.2000, p.6).
En los últimos años ha crecido la demanda de células
estaminales, aun prescindiendo de las serias objeciones morales que
se suscitan por la destrucción de embriones. Los agentes y profesionales
de la salud deben estar en guardia porque puede ocurrir que células
obtenidas por destrucción de embriones o productos biológicos
derivados de ellas, sean ofrecidos comercialmente para la investigación
o la terapia. Es claro que quien recurre a esas células se hace
partícipe de la grave inmoralidad en la que se incurrió
para obtenerlas: «Mas allá de compartir, de manera más
o menos formal, la intención moralmente ilícita del agente
principal, en el caso que nos ocupa, hay una cooperación material
próxima en la producción y manipulación de embriones
humanos por parte del productor o del proveedor» (Pontificia Academia
para la Vida, Declaración sobre la producción y
uso... , III).
Debe señalarse, como signo alentador, que se están desarrollando
numerosas investigaciones destinadas a obtener células estaminales
o al menos muy indiferenciadas- a partir del cordón umbilical,
o aun de tejidos adultos. A pesar de que se trata de resultados preliminares
es indudable que aquí se ofrece un campo interesante para la
investigación bio médica que busque beneficiar a receptores
de implantes de tejidos, sin atentar contra la vida de los embriones.
«En consecuencia, todos estos progresos y los resultados ya obtenidos
en el campo de las células estaminales del adulto, dejan entrever
no solamente su gran plasticidad, sino también su amplia posibilidad
de prestaciones, que probablemente, no es diferente de la que poseen
las células estaminales embrionarias, dado que la plasticidad
depende en gran parte de la información genética, la cual
puede ser reprogramada» (Pontificia Academia para la Vida, Declaración
sobre la producción y uso..., III).
Sin embargo, hay que notar que una persona puede donar solamente aquello
de lo cual puede privarse sin peligro serio para la propia vida o la
identidad personal, y por una justa y proporcionada razón. Este
principio debe ser tenido en cuenta frente a la insistente pretensión
de recurrir a la clonación para obtener «células
madres» (o estaminales) que tengan la misma estructura genética
que el dador del núcleo, y que puedan entonces ser utilizadas
para generar poblaciones celulares diferenciadas (células de
la sangre, de la piel, etc.) aptas para ser implantadas en el organismo
de aquel sin temor a rechazo inmunológico. Tal procedimiento
es presentado con el nombre engañoso de «clonación
terapéutica». En tanto cuanto él involucra la destrucción
de embriones vivos para extraer sus «células madres»,
debe ser terminantemente rechazado.
En conclusión: el estudio y empleo de las células totipotenciales
o multipotenciales humanas, obtenidas con intención terapéutica
sin causar daño grave irreparable al sujeto humano posesor originario,
son lícitos. La obtención de las mismas que causen la
muerte o un daño grave irreparable al sujeto humano posesor originario,
no es lícita.
4. El pre-embrión
El desarrollo de un organismo humano empieza con la fecundación
y sigue una trayectoria continua de procesos de diferenciación
y crecimiento. Cada etapa de su vida está marcada por rasgos
morfológicos y funcionales distintivos. Tales son por ejemplo,
la primera división de segmentación (30 horas post-fecundación);
la formación del blastocito (día 4º aproximadamente);
la implantación en la mucosa uterina (día 6º a 7º
); la aparición de la circulación sanguínea uteroplacentaria
primitiva (día 13 aproximadamente). Desde el punto de vista del
desarrollo del embrión son también importantes el comienzo
de la actividad cardíaca o la formación de las primeras
redes neuronales. El mismo fenómeno del nacimiento (9º mes)
marca cambios biológicos decisivos. Por importantes que sean
estos y otros signos de etapas cumplidas que se quiera considerar, ellos
no revelan ninguna discontinuidad en un proceso que se desenvuelve ininterrumpidamente,
de acuerdo a un programa que está incorporado al propio embrión
o feto.
Se ha hecho muy habitual sostener que algunas de estas etapas significan
el inicio de la «vida humana» del embrión y que por
ende marcan el momento en el que éste empezaría a merecer
el respeto que es debido a un ser humano. Así se suele hablar
de «pre-embrión» para designar un embrión
de menos de 14 días de desarrollo y en el cual no ha hecho aún
su aparición el fenómeno de la gastrulación. También
se ha afirmado que con anterioridad a su implantación (día
7º más o menos), el embrión no tiene la individualidad
que es nota característica de un ser humano. Estas afirmaciones
son interpretaciones enteramente arbitrarias de la realidad biológica
y antropológica, porque les dan significados especiales a momentos
que no son sino puntos en un continuo. No puede desconocerse sin embargo
que con esta fragmentación artificial de la vida embrionaria
lo que se pretende es hacer permisible una manipulación inaceptable
de los embriones precoces. La Iglesia siempre ha enseñado
y sigue enseñando que al fruto de la generación humana,
desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto
incondicional que moralmente se debe al ser humano en su totalidad y
unidad corporal y espiritual: el ser humano debe ser respetado y tratado
como persona desde el instante de su concepción, y, por eso a
partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la
persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente
a la vida (CDF, Donum Vitae I,1).
El embrión, aunque se le llame en un período «pre-embrión»,
siempre es una persona humana, por tanto, no es manipulable. Cualquier
procedimiento que entrañe la muerte de un embrión o «pre-embrión»
es un asesinato. Extraer células madres del embrión o
pre-embrión entraña su muerte, por tanto es gravemente
ilícito.
5. Donación
y Transplante de Órganos
Se dan tres clases de transplantes: autoplásticos, homoplásticos
y heteroplásticos. Los autoplásticos se realizan de partes
de la misma persona; los homoplásticos, del mismo género
de personas; los heteroplásticos, de distinto genero, de animales;
y artificiales. El principio es la conservación de la vida y
la identidad de la persona, tanto del recipiente como del donante. Son
lícitos los autoplásticos; en cuanto a los heteroplásticos,
no se aceptan donaciones de órganos que pongan en peligro la
vida del donante, o que interfieran con la identidad del recipiente
como fuera en transplantes de encéfalo o gona-das. Asegurado
lo anterior, la donación de órganos es una gran muestra
de caridad hacia el prójimo. No se acepta en ello la ganancia
económica.
En cuanto a la donación de órganos humanos después
de la muerte, es obvio que primero tiene que constar la muerte del posesor
originario. El Santo Padre Juan Pablo II, con ocasión del XVIII
Congreso Internacional de la Sociedad de Transplantes (Vers. Ital.,
LOsservatore Romano del 30.8.2000, p.2-4) dice así:
«Los órganos vitales singulares sólo pueden ser
extraídos después de la muerte...Conviene recordar que
existe una sola muerte de la persona, que consiste en la total desintegración
de ese conjunto unitario e integrado que es la persona misma, como consecuencia
de la separación del principio vital, o alma, de la realidad
corporal de la persona. La muerte de la persona, entendida en este sentido
primario, es un acontecimiento que ninguna técnica científica
o método empírico puede identificar directamente.»
Pero la experiencia humana enseña también que la muerte
de una persona produce inevitablemente signos biológicos ciertos,
que la medicina ha aprendido a reconocer cada vez con mayor precisión.
En este sentido los criterios para certificar la muerte, que la medicina
utiliza hoy, no se han de entender como la determinación técnico
científica del momento exacto de la muerte de una persona, sino
como un modo seguro, brindado por la ciencia, para identificar los signos
biológicos de que la persona ya ha muerto realmente. Es bien
sabido que, desde hace tiempo, diversas motivaciones científicas
para la certificación de la muerte han desplazado el acento de
los tradicionales signos cardio-respiratorios al así llamado
criterio neurológico, es decir, a la comprobación según
parámetros claramente determinados y compartidos por la comunidad
científica internacional, del cese total e irreversible de toda
actividad cerebral (en el cerebro, el cerebelo y el tronco encefálico)...La
Iglesia no hace opciones científicas. Se limita a cumplir con
su deber evangélico de confrontar los datos que brinda la ciencia
médica con la concepción cristiana de la unidad de la
persona, poniendo de relieve las semejanzas y los posibles conflictos,
que podrían poner en peligro el respeto a la dignidad de la persona
humana... Cuando se dan los signos anteriores, quien deba dar la certificación
de la muerte puede tener la certeza moral ...necesaria y suficiente
para poder actuar de manera éticamente correcta.
6. Xenotransplantes
En caso de utilidad el hombre puede servirse de los órganos de
los animales para posibles transplantes. En este caso como en los demás
transplantes se debe respetar la plena identidad psicológica
y genética del hombre. Y será lícito emplearlos
siempre y cuando se haya probado la posibilidad biológica de
realizar con éxito el transplante, sin exponer al recipiente
a riesgos excesivos.
El xenotransplante se halla en etapa principalmente experimental. De
los resultados de estos trabajos dependerá la evaluación
de la magnitud y aceptabilidad del riesgo al que se haya de someter
a los pacientes. De este riesgo depende principalmente del peligro de
rechazo de injertos procedentes de otra especie biológica y del
peligro de infecciones virales (zoonosis) que puedan ser introducidas
en el acto del implante.
Un aspecto que también es importante es que el xenotransplante
demanda la preparación de animales transgénicos. Este
proceso debería ser siempre evaluado cuidadosamente por expertos
para controlar el eventual sufrimiento exagerado de los animales, así
como el posible impacto genético sobre su especie y sobre el
medio ambiente.
7. Conservación
de la vida en enfermos terminales
Entre los tratamientos que se han de suministrar al enfermo terminal
se encuentran los analgésicos. Estos, favoreciendo un transcurso
menos dramático, contribuyen a la humanización y a la
aceptación del morir. Muchas veces el dolor disminuye la fuerza
moral en la persona; los sufrimientos agravan el estado de debilidad
y de agotamiento físico, obstaculizan el ascenso del alma y consumen
las fuerzas morales en lugar de sostenerlas. En cambio, la supresión
del dolor procura una distensión orgánica y psíquica,
facilita la oración, y hace posible una donación de sí
mismo más generosa. La prudencia humana y cristiana sugiere para
la mayoría de los enfermos el uso de medicamentos apropiados
para aliviar o suprimir el dolor, aunque de estos puedan derivarse entorpecimiento
o menor lucidez mental.
Puede ser que a veces el empleo, aun moderado, de analgésicos
pueda traer como efecto, además del alivio del sufrimiento, también
la anticipación de la muerte. Hay que notar que en tal caso la
muerte no es querida o buscada en ningún modo, aunque se corre
este riesgo por una causa justificable: simplemente se tiene la intención
de mitigar el dolor de manera eficaz, usando para tal fin aquellos analgésicos
de los cuales dispone la medicina.
Sucede además la eventualidad de causar con los analgésicos
la supresión de la conciencia en el agonizante. A este respecto
hay que notar que no se le debe privar de la conciencia si no es por
motivos graves, pues además de que puede haber intenciones inmorales
de parte de quienes rodean al enfermo al hacerlo, se priva a quien está
próximo a morir de la posibilidad de vivir su propia muerte,
introduciéndolo en una inconsciencia indigna de un ser humano.
Sin embargo, es diversa la situación cuando existe una seria
indicación clínica del uso de analgésicos supresores
de la conciencia, como es el caso de la presencia de dolores violentos
e insoportables. Entonces la anestesia es lícita, pero bajo condiciones
previas: que el agonizante haya satisfecho o pueda todavía satisfacer
sus deberes morales, familiares y religiosos.
El derecho a la vida se precisa en el enfermo terminal como derecho
a morir con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana. Esto no
significa procurarse o hacerse procurar la propia muerte, como tampoco
evitarla a toda costa. La medicina moderna dispone de medios con capacidad
de retardar artificialmente la muerte, sin que el paciente reciba un
real beneficio. Simplemente se le mantiene la vida o se logra prolongar
por algún tiempo la vida, a precio de ulteriores y duros sufrimientos.
Este es el caso definido como «obstinación terapéutica»,
consistente en el uso de medios particularmente extenuantes y pesados
para el enfermo, condenándolo de hecho a una agonía prolongada
artificialmente. Ante la inminencia de una muerte inevitable no obstante
los medios usados, es lícito en conciencia tomar la decisión
de renunciar a tratamientos que procurarían solamente un prolongamiento
precario y penoso de la vida, pero sin interrumpir el tratamiento normal
correspondiente al enfermo en casos similares. La alimentación
y la hidratación, aún artificialmente administradas, son
parte de los tratamientos normales que siempre se han de proporcionar
al enfermo, cuando no resultan gravosos para él; su indebida
suspensión significaría una verdadera y propia eutanasia
4.
Estos son sólo algunos ejemplos en esta materia, en la cual,
como se decía al principio, se debe proceder siempre en diálogo
con el conjunto de ciencias de la vida y sus relacionadas, como por
ejemplo, sociológicas, del medio ambiente, económicas,
etc..
Hay estudios muy detallados sobre cada uno de los puntos de estas aplicaciones
prácticas, que aquí se aducen sólo como un apéndice
muy resumido, sólo como a manera de ejemplo de aplicación
de los principios de una Bioética abierta al Trascendente y pensada
dentro de la Iglesia católica. La intención del presente
ensayo es no propiamente abundar en procedimientos en cada caso que
se presente, sino intentar una reflexión sobre los principios
y en el fundamento de los principios de una Bioética aceptable
para el católico y comprender lo que subyace en ciertas corrientes
de Bioética ajenas al pensamiento católico y que con frecuencia
se proponen.
Ciudad del Vaticano, febrero de 2003.
+ Javier Lozano Barragán
Notas:
3. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes
Sanitarios, n.23-24
4. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Carta de los Agentes
Sanitarios, nn. 119-124