Revista Vitral No. 63 * año XI * septiembre-octubre de 2004


PATRIMONIO CULTURAL

 

GADES SÍ Y CELIA TAMBIÉN

DIMAS CASTELLANOS

Antonio Gades

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Celia Cruz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A pesar de que el constante y creciente número de víctimas fatales en Irak y otras partes del mundo han convertido la muerte de seres humanos en no noticia; la información del fallecimiento del destacado bailarín español, conocido en el mundo del arte por Antonio Gades, creó consternación en el pueblo cubano.
El miércoles 21 de julio la primera plana de Granma, diario oficial del Partido Comunista de Cuba, publicó una foto del artista acompañada de la siguiente inscripción: Antonio Gades. Lamentable pérdida de un inmenso amigo. A continuación la tercera página, una de las ocho con que cuenta el diario, se dedicó íntegra al artista español, En ella se califica a Gades como “defensor indeclinable de la Revolución cubana”, el cual, en ocasión de ser condecorado por el jefe del Estado cubano expresó: “...nunca me sentí un artista sino un simple miliciano vestido de verde olivo, con un fusil en la mano para donde, como y cuando, siempre estar a sus órdenes”.
Aunque los cubanos de a pie carecemos de la posibilidad de expresar nuestra condolencia públicamente, todos o casi todos, hemos sentido muy hondo su pérdida y lo recordaremos siempre como el talentoso bailarín que fue, con independencia de sus ideas políticas, porque Gades, aunque expresó sentirse como miliciano, los cubanos lo percibimos como lo que era, un gran artista, un virtuoso de la danza que trascendió fronteras, tiempos e ideologías. Sin embargo, cuando la cultura en general y el arte en particular devienen prisioneros de la política, entonces dejan de ser lo que son, pierden su universalidad y esencia para tornarse en instrumento del poder.
Para los cubanos es muy doloroso tener que esperar la muerte de los artistas “revolucionarios” para rendirle póstumo homenaje mientras que cuando desaparecen figuras queridas y cimeras, con el “defecto” de tener ideas diferentes a las del poder político, entonces tenemos que enterarnos por la onda corta, los canales de televisión clandestinos, por videos que corren de mano en mano o sencillamente por el rumor.
El miércoles 16 de julio del pasado año, cuando el mundo entero lloraba la muerte de la famosa cantante cubana Celia de la Caridad Cruz, los medios de comunicación de la tierra que la vio nacer se limitaron a publicar, en el mismo diario Granma, una escueta nota de prensa cuya parte más extensa se empleó para calificarla de: «activa en las campañas contra la revolución cubana en las últimas décadas es ídolo de la contrarrevolución.»
¿Por qué Gades sí y Celia no? ¿Es que Gades es un amigo y Celia una enemiga de Cuba? La respuesta es sencilla. Se trata de uno de los perniciosos efectos del control político sobre el arte, Gades se identificó con la ideología del poder en Cuba y Celia tuvo que abandonar su tierra por no compartir esa misma ideología. Entonces se interpone la siguiente interrogante ¿Cuba es de todos los cubanos o solamente de los revolucionarios aunque no sean cubanos? ¿Qué es Cuba, pueblo y gobierno o solo gobierno? ¿A qué cubano se le consultó si consideraba a Celia amiga o enemiga? Sólo en una cosa llevan razón los que así proceden: Celia no era amiga de Cuba, Celia sencillamente, era Cuba.
Sí de méritos se trata entonces vale la pena recordar que en 1978 recibió una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood; varios años después a un tramo de la miamense Calle Ocho se le adjudicó el nombre de Celia Cruz Way; en 1989 recibió el Grammy, premio al que fue nominada en 15 oportunidades, recibió dos Grammy Latinos; grabó más de 70 álbumes; obtuvo numerosos discos de oro y platino por los millones de copias vendidas; recibió tres doctorados Honoris Causa en diversas universidades norteamericanas y en 1994 el presidente Clinton le impuso el National Endowment for the Arts, la más alta condecoración que otorga el gobierno norteamericano en la esfera del arte.
Por su trayectoria emergieron infinidad de calificativos recibidos en las más diversas partes del planeta, entre ellos: “institución de la música tropical”, “artista de talla internacional”, “leyenda musical”, “reina de la salsa”, “azúcar”, “la que sacó a Cuba del Mar de las Antillas y la paseó por el mundo”, Con qué derecho se puede privar a 11 millones de cubanos de uno de sus ídolos de todos los tiempos devenida en patrimonio de la humanidad. Si ser cultos es el único modo de ser libres, hay que convenir que no se puede ser libre cuando se niega el acceso a una parte de la propia cultura nacional. No se puede hablar de desarrollo de la cultura si no es integral, porque ella es indivisible.
Es bueno recordar, si de calidad se trata, que el Benny venció en una sociedad de arraigados prejuicios machistas, mientras Celia, siendo mujer, se impuso en esa misma sociedad como la primera voz femenina en un mundo dominado por hombres. Sin embargo, en Cuba se desarrolla anualmente el festival Benny Moré en memoria del bárbaro del ritmo, el más grande cantante popular cubano, mientras ese mismo homenaje se le niega a la guarachera de Cuba, la más grande cantante popular cubana. Una artista que es obligado tener en cuenta en cualquier evento que trate de música popular cubana o latina del siglo XX.
Celia enriqueció la música popular cubana, la convirtió en música latina y la paseó por el mundo como genuina embajadora de esa manifestación artística, precisamente porque como representante del arte y de la cultura no podía ser, sino universal. Su dimensión espacial fue de tal envergadura que trascendió los estrechos límites nacionales y se hizo querer hasta en los más apartados rincones del planeta. Que a la más grande sonera de la música cubana se le recuerde en los medios de comunicación de otras partes del mundo y se le silencie en la tierra que la vio nacer, habla por sí solo del estado del arte en nuestra sociedad.
A esa misma Celia, por razones ajenas al arte y a la cultura, no se le permitió asistir a los funerales de su madre y de su padre; su nombre fue excluido incluso de diccionarios musicales y su voz censurada en todos los medios de difusión de la Isla. Millones de cubanos de las nuevas generaciones no la conocieron, pero la conoce el mundo.
Celia de Cuba se transformó en Celia del Mundo, no dejó lugar por visitar, actuó en los más disímiles escenarios en vida y después de su muerte, como cristiana, ascendió hasta el escenario celestial. Ella-expresó el pasado año Israel López, Cachao- es inmortal como lo son Benny Moré o Carlos Gardel.
Su dimensión universal no la apartó nunca de Cuba. Celia fue y es cubana. “Me falta mi tierra, Cuba, -expresó en más de una oportunidad- pero algún día la recuperaré”. Mujer cristiana y solidaria, verdadero ejemplo de amor al prójimo. Por todo ello decimos Gades sí y Celia también.
La Habana, 22 de julio de 2004

 

 

Revista Vitral No. 63 * año XI * septiembre-octubre de 2004
Dimas Castellanos
Periodista independiente. Ciudad de La Habana