Nota:
Quizás sí resulte interesante conocer el pensamiento de
la escultora Rita Longa sobre la inspiración que la movió
a realizar una de sus mejores obras: la Virgen del Camino. Escrito por
la misma Rita Longa, este artículo ha sido fotocopiado de la
revista Flos Campi, órgano de la Asociación de Antiguas
Alumnas del Sagrado Corazón. Externado de La Habana. Año
XXIII, Nº 23, 1948.
Ha sido enviado para su publicación por la Hna. Raquel Pérez,
rscj.
Parroquia del Rosario, Vedado, La Habana.
A la salida del Puente Alcoy, donde
se cruzan los caminos de Güines y Guanabacoa, existían dos
comercios. Una bodega llamada La Sorpresa, que daba su nombre
a ese lugar y otra llamada La Virgen del Camino, propiedad
de un español de la provincia de León, que le había
puesto ese nombre en honor de la patrona de esa región de España.
En esa misma esquina, una ruta de ómnibus locales tenía
su paradero y había instalado una pequeña urna con la
imagen de la Virgen de la Caridad, similar a las que se encuentran en
otros paraderos de La Habana. Por esta coincidencia, la pequeña
imagen era conocida como «la Virgen del Camino», ya que
estaba precisamente frente al establecimiento de ese nombre, en el cruce
de caminos a la salida de La Habana. Con el vasto plan de Obras Públicas
todo aquello fue demolido para dar espacio a amplios parques y avenidas,
entre ellos a un camino más, el que habría de enlazar
la Carretera Central con la Vía Blanca. El entonces Ministro
de Obras Públicas, Arquitecto José R. San Martín,
hombre de clara visión y católico fervoroso, quiso reparar
la desaparición de aquel pequeño oratorio y prometió
a los vecinos una imagen de la Sma. Virgen que sería emplazada
en la pérgola del parque, y así sería guía
y amparo de todos los viajeros, pues desde su mirador sería lo
último y lo primero que se divisaría al salir o entrar
en la capital.
Así fue como me encargó la imagen, pidiéndome hiciera
mi interpretación de la Sma. Virgen y no me limitara a copiar
a ninguna de las que, antes que yo, habían hecho ya artistas
de todas las épocas. Inmediatamente me dirigí al parque
para estudiar in situ las proporciones, orientación
y composición que debería llevar la imagen. Allí
hablé con un grupo de vecinos que, enterados del asunto, me llevaron
a ver la fotografía de la patrona de León, que guardaba
el propietario de la bodega. Se trataba de una imagen del tipo de las
que el inmortal grupo de Miguel Ángel ha popularizado con el
nombre de Pietá: María sosteniendo el cadáver
de su Hijo. Se encuentra en lo alto de una montaña por la que
ascienden los fieles siguiendo las estaciones del Vía-Crucis.
De ahí le viene sin duda el nombre de Virgen del Camino, como
hay otros tantos ejemplos por todos los caminos de Europa. Este santuario
fue construido por una rica familia de la región en cumplimiento
de una promesa. Recordando las palabras del Ministro, expliqué
a mis oyentes que la nuestra sería enteramente distinta, y que
haríamos una Virgen para los caminos de Cuba.
Ya sabía yo que la imagen sería de bronce, que mediría
cerca de dos metros de alto, que su mirada estaría dirigida hacia
el camino, etc., pero no tenía aún lo que se conoce comúnmente
por inspiración. No fue sino semanas más tarde,
en uno de mis múltiples viajes por la Carretera Central. Sumida
por completo en la meditación del problema, rápida como
un relámpago me vino la realización de lo que es nuestra
palma real. ¿En qué camino cubano no se encuentra su silueta
inconfundible? ¿Y qué mejor lugar para una Virgen que
sería amparo de los caminantes que el penacho de una palmera?
Veíala en actitud de marcha, batidos sus velos por la brisa,
sosteniendo entre sus manos la Rosa de los Vientos para señalar
el rumbo en todos los caminos de la vida.
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Imagen en bronce
de la Virgen del Camino, realizada por la escultora cubana Rita
Longa.
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De vuelta a La Habana, fui a visitar al Cardenal Arteaga. Su Eminencia,
a quien me ligan afectos muy hondos, se entusiasmó con la iniciativa
de un gobernante que quería colocar a la Sma. Virgen en un parque
público, pero me expresó la duda de que la advocación
a la Virgen del Camino se encontrara entre las aceptadas por la liturgia.
Sin embargo, reconoció que sería una interpretación
más de la Sma. Virgen, inagotable fuente de inspiración
para los artistas de todos los tiempos, como lo fue para Rafael en su
Virgen de la Silla, para Leonardo en su Virgen de las Rocas, para la
Religiosa del Sagrado Corazón que nos dio a Mater Admirábilis.
Convinimos en que sería bendecida en una gran Misa de campaña
el día de la inauguración del parque.
Entusiasmado también el Ministro con el proyecto, comenzamos
a trabajar en firme. Fueron días de febril actividad, pues la
fecha de la inauguración se había fijado para el 20 de
mayo y contábamos con pocos meses. Las dificultades no faltaron.
Poco a poco fuimos venciéndolas, y ya el 19 de mayo a las doce
de la noche se daban los últimos toques a la instalación.
Habíamos trabajado día y noche, con sol intenso y bajo
diluvios tropicales, pero ahí estaba la imagen. En su bronce
se habían fundido algunas monedas; otras se encontraban enterradas
en el concreto de sus cimientos, ofrendas todas de los que, sacrificando
hasta sus horas de descanso, habían colaborado en la ejecución.
El público, siempre curioso, se había agrupado a nuestro
alrededor y preguntaba interesado:
-¿Qué Virgen es esa?
-La Virgen María.
Y tuve que explicar más de una vez que siempre era la Virgen
María, unas veces aparecida en Lourdes o en Fátima, otras
nacidas de la imaginación de algún artista, como en este
caso.
-¿Y de quién es?
-De todos ustedes; son ustedes los que tienen que cuidarla.
De entre un grupo se alzó una voz:
-Me quedaré aquí hasta que ustedes vuelvan.
Era un fornido muchacho, vecino del lugar. Y temerosa de que algo sucediera
a la imagen, convinimos en nombrarlo sereno extraoficial.
A la mañana siguiente, cuál no sería mi sorpresa
al ver en el fondo de la fuente que rodea a la imagen, unas cuantas
monedas. Me explicó el sereno improvisado que personas que pasaban
por allí las habían tirado y que él no sabía
qué hacer. Le ordené que las dejara allí hasta
nuevo aviso. Esa noche ya sumaban varios pesos las ofrendas, y aquel
buen ciudadano, teniendo necesidad de retirarse, las recogió
y entregó a un vigilante que se encontraba de guardia cerca del
lugar. Pero siguieron cayendo las monedas en la fuente y llegó
una noche en que alguien quiso aprovecharse, llevándose el dinero.
Nuestro sereno se interpuso y surgió la riña. Inevitablemente
intervino la policía. El muchacho explicó que él
estaba cuidando la imagen y ofreció como prueba la entrega que
había hecho al vigilante. Pero como no sabía su nombre
ni tenía pruebas de haberlo hecho, lo llevaron al Vivac, acusado
de robarse el dinero de la Virgen. Felizmente todo se aclaró
con la presentación del vigilante, motivando el incidente que
se designara una guardia permanente oficial.
Y siguió produciéndose el fenómeno. Todas las mañanas
recogíamos dos o tres pesos que guardábamos hasta ver
qué destino se daría a esas modestas dádivas. Al
ver que la suma recogida iba creciendo, consulté al Ministro.
Y de él partió la iniciativa: ese dinero sería
para la Casa de Beneficencia y Maternidad. Notificado el Dr. Portela,
director de la Casa Cuna, lo aceptó gustoso señalando
que lo destinaría a los niños inválidos de esa
institución.
Y así fue creciendo lo que todos llaman «el milagro de
la Virgen del Camino». A ninguna hora del día o de la noche
está enteramente vacía la pérgola. Los días
festivos es una verdadera peregrinación. Las gracias concedidas
a los que van a pedirle son innumerables. Siempre tiene flores frescas
y hasta ramos de novia. Medallas, anillos, pulsos, etc., son llevados
a la Casa de Beneficencia hasta determinar su destino. Y la cuenta abierta
en el Banco Continental a su nombre, ya pasa de $6.000.00 alcanzando
a $60.00 el promedio diario de la colecta.
Por motivo de los múltiples actos oficiales, fue imposible bendecir
la imagen el 20 de mayo como se había pensado. Y al correr de
los días y producirse esta espontánea e inesperada devoción
en nuestro pueblo, ya ha dejado de ser una imagen más de la Sma.
Virgen, convirtiéndose en la inconfundible Virgen del Camino
de La Habana.
Como señaló muy bien el Cardenal Arteaga, es el Tribunal
de Ritos de Roma el que, después de estudiar la historia y comprobar
que no se trata de una expresión de entusiasmo transitorio, debe
sancionar esa nueva devoción a María. Cosa que no dudamos
suceda.
Pues, si Ella no estuviera de acuerdo, ¿habría sembrado
en la mente del Ministro de Obras Públicas la iniciativa de la
erección de su imagen? ¿Me habría inspirado en
su ejecución? ¿Y habría hecho que todo un pueblo
acudiese a venerarla y a ofrecerle sus limosnas que servirían
de ayuda y apoyo a los pobres niños que no pueden caminar?