No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro.
No esperen de los otros lo que Ustedes son capaces
y están llamados a ser y a hacer.
No dejen para mañana el construir una sociedad nueva,
donde los sueños más nobles no se frustren y donde
Ustedes puedan ser los protagonistas de su historia.
(Juan Pablo II, Camagüey, 23 de enero de 1998)
Pudiera parecer que este titular
es pura redundancia. Es una verdad de Perogrullo, es
el colmo de la evidencia. Pero la vida diaria de nuestro pueblo nos
intenta convencer, cada vez más, de que nuestros problemas, todos,
son causados por otros.
Al ver la televisión cubana, al leer nuestros periódicos,
la justificación es clara: nuestros problemas no surgen de nuestras
propias limitaciones, de nuestros errores, o por lo menos de nuestra
falta de compromiso en su solución en la mayoría de los
casos, sino que son culpa y responsabilidad de otros, de fuera, de la
naturaleza
de todos, menos de nosotros mismos.
Aún más, con frecuencia, ni siquiera se reconocen nuestros
propios errores, ni nuestra crisis económica a la que se llama,
eufemísticamente, período especial. No se
reconocen nuestras crisis político-ideológicas, a las
que se llama campañas diversionistas del enemigo
a las que hay que responder con la batalla de ideas. No
se reconocen nuestros problemas sociales, a los que se llama consecuencias
del bloqueo.
En efecto, si no hay crisis económica en Cuba a causa de nuestros
propios errores de gestión y a la cerrazón al mundo por
voluntarismo político
¿Qué cosa es esto que
dura ya casi quince años y que llamamos período
especial?.
Si no hay crisis política e ideológica en Cuba a causa
de no enseñar el difícil arte de pensar con cabeza
propia-como lo hizo el Padre Félix Varela- entonces
¿Qué cosa es lo que se llama diversionismo,
o desviaciones extranjerizantes, sobre todo en los jóvenes cubanos?...
Y ¿por qué son tantos los que se quieren marchar de este
país? ¿porqué son todavía más los
que creen ciegamente que lo de fuera, o lo yuma,
es lo máximo?
Si no hay crisis social en Cuba a causa del paternalismo y del autoritarismo
del Estado que intenta controlar todo y, en su afán de poder,
pretende resolver todos y cada uno de los problemas sociales,
viendo competencias falsas y tildando de enemigos a quienes intentan,
de buena voluntad, contribuir a la solución de alguna de esas
carencias sociales con soluciones venidas desde abajo, desde dentro
de los propios grupos vulnerables y no con mesianismos venidos de arriba,
entonces
¿Qué cosa es eso que estamos viendo en cada
esquina de nuestra ciudad y en cada barrio, mientras más adentro,
peor?
Si no hay crisis cultural en Cuba a causa del cierre de mentes, a causa
de intentar invadir todos los aspectos de la subjetividad de las personas,
es decir, de su alma, y de imponer e inventar actividades socio-
culturales, siempre a causa de alguna fecha, o contra alguna manifestación
enemiga y no a partir de la creatividad espontánea de las
personas, ni de la libertad del espíritu de los creadores que,
según creemos nosotros, y según nos dice Dios desde el
Génesis, somos todos y no unos cuantos iluminados de una o de
otra forma de pensar, entonces
¿Qué cosa es eso que
se baja en programas que parten de arriba, de fuera del
ambiente propio de los creadores, que siempre tienen una dimensión
confrontativa?.
La cultura no existe si se organiza contra alguien, o contra algo, o
contra otros. Eso no es, ni puede ser, cultura porque parte del odio,
de la confrontación, de la revancha, de la mezquindad
y
nada de eso cultiva a la persona humana que es la definición
de cultura. La cultura no es, ni puede ser, un frente de batalla, una
tropa de choque, sino un campo de verdad y de belleza, un sembradío
de virtudes. Y las virtudes no pueden, por definición, servir
de armas para aplastar a nadie.
La virtud crea fraternidad y forja el carácter de las personas
y de los pueblos. La virtud y el amor fraterno, esos son los auténticos
progenitores de la cultura. La cultura que excluye y margina
no es cultura. La que incluye a todos y respeta la diversidad esa es
la verdadera cultura. La culturaconfrontativa que combate
al otro no es cultura. La que es propositiva y comparte con el otro
es la verdadera cultura. La cultura que cierra las bocas
y las mentes por el miedo y no dialoga no es cultura. La que abre primero
el corazón y el espíritu, para dar paso libre a la inteligencia
y a la palabra, esa es la verdadera cultura.
En una palabra, la cultura es el cultivo de la verdad y de la belleza,
por eso es tan importante cultivar la transparencia en nuestra sociedad.
He aquí el primer paso para asumir la propia responsabilidad
de nuestros problemas. Verlos con la transparencia de la
verdad. Ningún problema que exista en nuestro país depende
total y exclusivamente de otros, ni de fuera, ni de los que se consideran
como enemigos. Todos los problemas tienen una parte, o toda la responsabilidad,
de la persona o la sociedad donde ocurre.
La cortina de maniqueísmo que han corrido sobre nuestros ojos
y nuestras mentes los medios de comunicación social en Cuba,
y también en ocasiones otros medios fuera de ella, nos han presentado
el mundo absolutamente dividido en dos partes: una totalmente buena
y otra totalmente mala.
Si vemos, por ejemplo, la televisión cubana, todos los males
sociales, económicos, políticos, toda la corrupción,
los vicios, y hasta los desastres naturales, ocurren fuera de Cuba.
Si nos guiamos por eso, el mundo está perdido, es inviable, es
irreparable, empeora por días en todos los países, es
un desastre apocalíptico y pronto va a desaparecer por sus errores
insalvables.
Por otro lado, y en esa misma televisión o periódico,
todo lo bueno del mundo está en Cuba, todo lo mejor e insuperable.
Aquí no existe ningún problema grave, todos son leves
y aislados, todos son fruto del bloqueo o de la acción de los
otros. Ninguno es reconocido como error propio o de los organismos,
o de las estructuras o del sistema. Este pareciera ser el paraíso
terrenal, pero sin Adán y Eva, porque estos eran seres humanos
y fallaron. Ni la serpiente existe en este Edén, porque el mal,
lo que induce a lo malo está fuera de nosotros.
Esta dicotomía de la realidad que nos presenta una Cuba virtual,
cada vez más lejana de la Cuba real, debe ser superada por la
transparencia para que podamos ver, reconocer, nuestros
propios errores y asumir que son nuestros. Así de sencillo y
de tremendo. Transparencia en los medios, pero también y primero,
transparencia en las mentes, en los corazones de los cubanos. Transparencia
en nuestras familias, en nuestras relaciones humanas, donde la desconfianza
y el miedo paralizan y no dejan ver. Porque es el
amor quien ve como dijo un día Martí.
Transparencia en nuestros centros de trabajo y en nuestros barrios,
donde vivimos en la zozobra de quién es quién y qué
podrá decir que nos perjudique. Así no se resuelven los
problemas porque en un clima de sospecha, de desconfianza, de delación,
de intrigas y jugar al todos somos policías, no pueden reconocerse
los problemas, porque decir que los hay nos perjudica, porque decir
que son de nuestra responsabilidad nos afecta, porque buscar sus causas
verdaderas nos malea y nos señala como enemigos.
Los verdaderos enemigos de nuestra sociedad, y de cualquiera país,
son los que ocultan sus errores y los del país, los que disimulan
los problemas para ver por donde escapan, los que inventan cifras, arreglan
informes y usan la palabra para encubrir la verdad y no para decirla.
La mentira nunca sana el problema sino que lo agrava. La verdad, como
el bisturí y la sutura, duele
pero cura. No hay que temerle
al dolor que provoca la verdad, dicha con respeto y con paciencia, porque
si la verdad nos duele, como personas y como nación, es porque
todavía nos queda algo de conciencia y de vergüenza.
La indolencia es la muerte de la conciencia. Si la verdad no duele,
ni el amor que cura duele, algo muy profundo e importante ha muerto
en nosotros. Un daño muy grave ha gangrenado el cuerpo social.
Es el daño antropológico. Es la persona del ser humano
quien más ha sufrido, aún cuando tuviera algo para comer
y vestir, y leer y vivir. Si el espíritu de cada persona y el
alma de la nación se ven constreñidos al círculo
de una sola ideología, de una sola religión o de un solo
proyecto politico-social, la jaula puede ser de oro, pero el alma se
puede secar.
Gracias a Dios y a las más auténticas reservas morales
y espirituales de nuestro pueblo, Cuba no tiene el alma seca, ni su
subjetividad está dañada irreparablemente. Nada es blanco
y negro, ni aquí ni en ningún sitio del mundo.
Confiamos en ese hondón espiritual de los cubanos, confiamos
en su capacidad de recuperación en momentos de crisis. Su historia
lo demuestra, como también demuestra que siempre ha tenido problemas
que eran y son suyos propios y no de nadie. Ya sabemos que hay influencias
externas que pueden ser dañinas para los que, mal educados aquí,
vuelven sus ojos para lo extranjero como lo mejor del mundo y no han
aprendido a querer y mejorar lo nuestro. No se trata ni de fiebre foránea
ni de nacionalismos trasnochados. Se trata de Cuba, abierta al mundo
y el mundo abierto a Cuba como dijo el Papa. Pero para ello ya sabemos
que Cuba tiene que abrirse a sus propios hijos de aquí, sin excluir,
ni presionar, ni encarcelar a ninguno por la forma de pensar o de creer.
Confiamos en que los cubanos de aquí y de cualquier orilla del
mundo, podremos cultivar estas propuestas y proponer otras mejores.
Para solucionar el Problema de Cuba sería necesario:
Primero: abrir los ojos para poder ver, analizar, con transparencia
y verdad, lo que está pasando en Cuba. En la Cuba real no en
la virtual.
Segundo: abrir la mente, educarla, para poder entender,
por qué está pasando y por qué hace tanto tiempo
que está pasando y no pasa nada.
Tercero: abrir la conciencia, despertarla, educarla en la
verdad y la humildad, en la sinceridad y la justicia, para poder reconocer
y tener un criterio de juicio, por nosotros mismos, sobre quiénes
somos los responsables de lo que está pasando en Cuba.
Cuarto: abrir la voluntad, entrenarla, fortalecerla en la
perseverancia racional y emocional, en la constancia de alma, en la
forja de actitudes, para poder emprender la solución, entre todos
y desde abajo, de forma subsidiaria y solidaria, de nuestros propios
problemas.
Quinto: abrir el corazón, para hacer todo lo anterior
con amor de hermanos, sin odios, ni violencias, para poder reconstruir
con el cariño sin miedo, para poder hacer la nueva República
cordial que deseaba Martí, sin la dureza que a veces tienen las
ideologías, ni los sectarismos que a veces tiene la política,
ni la corrupción que a veces tienen las relaciones sociales,
sin el sálvese el que pueda del individualismo que
tiene la libertad cuando no viene de la mano con la solidaridad.
Sexto: abrir el alma, para que no se nos seque la fe en
el mejoramiento humano, para que nuestra confianza en Dios, fuente de
toda virtud y de todo amor, haga crecer nuestra espiritualidad personal
y la espiritualidad de nuestro pueblo.
Así nuestros problemas serán nuestros y serán resueltos
entre nosotros, todos los cubanos.
Así, nuestros problemas podrán servir para que Cuba sea
ella misma y de todos los cubanos.