Miente quien dice que la Iglesia
Católica ha negado alguna vez que el negro tiene alma.
Desde los tiempos cuando el apóstol San Pablo decía que
no hay ni griegos ni judíos, ni hombres ni mujeres, sino hijos
de Dios, la Iglesia ha predicado la unidad del género humano.
En Los Actos de los Apóstoles leemos que el apóstol San
Felipe predicó la doctrina de Jesús a un ministro de la
reina Candaces de Etiopía, quien llevó la buena nueva
del Evangelio a ese reino africano de población negra. La Iglesia
etíope es una de las más antiguas de la cristiandad. Fueron
cristianos los etíopes antes que los alemanes, los escandinavos
y otros pueblos europeos. Fueron etíopes Santa Ifigenia (según
la leyenda bautizada por el Apóstol San Mateo junto con su padre
el rey Egipto de Etiopía), San Elesbóam (emperador de
Etiopía) y San Moisés Abad. Cuando el rey del Reino del
Congo se hizo cristiano a fines del siglo XV un hermano suyo fue a estudiar
para sacerdote en Portugal y llegó a ser ordenado obispo.
Es cierto que ha habido casos de discriminación del negro por
parte de jerarquías locales. Un sínodo de la Iglesia de
Cuba en 1681 decidió no administrar el sacramento de órdenes
sagradas a los negros ni a otros de mala raza como los judíos
y esa decisión estuvo vigente hasta el año 1868. No explicaron
los padres de ese sínodo por qué decidieron algo tan contrario
a la tradición católica, pero sí discutieron extensivamente
modos de evangelizar al negro en Cuba. Como la religión es cosa
del alma me parece claro que al proclamarse a favor de la evangelización
de los negros, aún esos padres errados en sus prejuicios raciales
tenían bien claro que el negro tiene alma, porque no se evangeliza
a quien no tiene alma.
En el tiempo de España y la esclavitud de los negros se escribieron
tratados para la evangelización de los negros en Cuba y en otros
reinos hispanoamericanos. El mejor conocido de estos es De Instaurada
Aethiopum Salute, escrito en Colombia en 1627 por Alonso de Sandoval.
El colombiano que diga que la Iglesia Católica negaba que el
negro tiene alma es simplemente un ignorante de la historia de la Iglesia
en su patria, o una persona que dice lo que quiere sin preocuparle si
es verdad.
En el siglo XVII se comenzó en la Lima virreinal el proceso de
canonización del mulato peruano Martín de Porras.
Se ha interpretado que la Iglesia no condenara la esclavitud como es
debido a que no tenía al negro por humano. Los que así
piensan no saben la historia del Mediterráneo, en donde hasta
hace dos siglos cualquiera podía ser capturado en una guerra
y ser convertido en esclavo. El escritor español Miguel de Cervantes
Saavedra (1547-1616) fue esclavo de los moros en Argel por un buen tiempo.
Los negros no eran los únicos que podían verse esclavizados
hasta el siglo XVIII (después de la conquista de Irlanda por
el inglés Oliverio Cromwell en los años 1650 millares
de irlandeses fueron vendidos como esclavos en las islas inglesas del
Caribe).
En Rusia familias enteras se vendían como esclavos durante épocas
de malas cosechas para evitar morirse de hambre hasta 1640, cuando la
servidumbre feudal fue establecida en ese país.
El 22 de abril de 1639 el Papa Urbano VII publicó una bula reprobando
el tráfico de negros y prohibiendo al mundo católico que
privase de libertad a personas de esa raza y en 1689 el Cardenal Cibo,
de la Congregación para la Propagación de la Fe, mandó
a los misioneros de África que predicaran contra la costumbre
de vender seres humanos. También en 1686 el Tribunal de la Inquisición
en Roma condenó la reducción a la esclavitud en guerras
injustas en un documento influido por don Lorenzo de Silva Mendoza,
un pariente mulato del rey del Congo que logró hacer ver en el
Vaticano que algo nuevo estaba pasando con la esclavitud en la costa
atlántica de África, donde las guerras tenían lugar
simplemente para producir esclavos negros para las Américas.
En Cuba los padres capuchinos fray José de Jara y fray Epifanio
de Moiráns fueron acusados de soliviantar a los negros en 1684
por sus críticas contra la esclavitud. Un siglo más tarde
el jesuita habanero José Julián Parreño se atrevió
a criticar la esclavitud y el comercio de esclavos. Desafortunadamente,
la Iglesia como institución no condenó la esclavitud de
los negros en Cuba mientras esta duró (parcialmente abolida en
1880 y plenamente en 1886), aunque sacerdotes, como San Antonio María
Claret cuando fue arzobispo de Santiago de Cuba, predicaron que los
negros y los blancos somos igualmente miembros del género humano
y por tanto, esencialmente iguales. San Antonio fue un prelado conservador
que creía que Cuba podía ser libre bajo la Corona Española,
pero a pesar de esas ideas políticas que podríamos llamar
equivocadas, tenía claras las cosas en cuanto a las relaciones
humanas. Por ello intercedió a favor de los insurrectos anexionistas
de Joaquín e Agüero porque los creía culpables estimaba
que como seres humanos merecían ser tratados humanamente por
las autoridades, y se opuso al racismo en Cuba. Aunque San Antonio no
condenó la esclavitud defendía los derechos naturales
de los esclavos a la vida, al matrimonio y a la propiedad como cosas
intrínsecas a la naturaleza humana de las cuales no podían
ser privados a pesar de su condición de esclavos. El empaque
de su prédica igualitaria en el Oriente de Cuba ha sido alabado
no solamente por el sacerdote claretiano Reinerio Lebroc en su biografía
San Antonio María Claret: arzobispo misionero de Cuba (Madrid,
1922), sino también por. Verena Stolcke en su ensayo académico
de tema laico Racismo y sexualidad en la Cuba colonial (Madrid, 1992).
Ideas como que la Iglesia negaba que los negros tienen alma casi siempre
tienen su origen en el partidismo anticatólico de protestantes
en los siglos XVI y XVII y de masones y otros partidos ideológicos
del siglo XIX en adelante. Otras veces se deben a interpretaciones erróneas
de políticas segregacionistas de Iglesias locales, como la decisión
de no ordenar a los negros como sacerdotes del sínodo de la Iglesia
cubana en 1681. Tristemente, también hay malos católicos
que no quieren aceptar la doctrina oficial de la Iglesia de que todos
los seres humanos somos iguales ante Dios, y justifican su mala actitud
diciéndole a los que saben menos que ellos que la Iglesia enseña
lo que ellos creen. A pesar de no haber condenado la esclavitud como
hoy quisiéramos que hubiera hecho, la Iglesia Católica
siempre ha enseñado que jamás Dios desprecia los colores
sino precia almas.