Un elemento novedoso en lo que
toca al empoderamiento es el llamado empoderamiento de subsistencia
y que, como seguramente coincidirán conmigo, tiene mucha relación
con lo que, en teología latinoamericana llamábamos «visión
desde el reverso de la historia». Trataré de explicarlo
con la famosa historia de Hilaria Clinton.
En abril de 1995, unos meses antes de que comenzara la Conferencia Mundial
de Naciones Unidas sobre la mujer en Beijing, Hilaria Clinton, la Primera
Dama de los Estados Unidos, visitó Bangladesh. Había llegado
hasta allí para ver por sí misma los éxitos obtenidos
por los proyectos del Banco Grameen, de los que se decía que
tanto habían empoderado económicamente a las mujeres de
Bangladesh. Para el Banco Grameen y las agencias de desarrollo este
empoderamiento de las mujeres significa que una mujer tiene ingreso
propio y cuenta con algunos bienes.
Cuando Hilaria Clinton entrevistó a las mujeres de la villa de
Maishahati y les preguntó respecto a su situación, las
mujeres contestaron que sí, que ahora contaban con un ingreso
propio. También tenían algunos bienes: algunas
vacas, gallinas, patos. Sus hijos iban a la escuela. La Sra. Clinton
quedó satisfecha respecto a que las mujeres de Maishahati estaban
obviamente económicamente empoderadas. Pero no estaba preparada
para que las mujeres de la villa le formularan a ella las siguientes
preguntas:
Apa (hermana mayor), ¿tienes vacas?
No, no tengo vacas.
Apa, ¿tienes tu propio ingreso?
Bueno, en el pasado tuve mi propio ingreso. Pero desde que mi esposo
es presidente y nos mudamos a la Casa Blanca, dejé de ganar mi
propio dinero.
Apa, ¿Cuántos hijos tienes?
Una hija.
¿Te gustaría tener más hijos?
Sí, me gustaría tener uno o dos hijos más, pero
estamos contentos con Chelsea.
Las mujeres de Maishahati se miraron la una a la otra y murmuraron:
¡Pobre Hilaria! No tiene vacas, no tiene ingreso propio
y solamente tiene una hija. Para las mujeres de Maishahati Hilaria no
estaba empoderada. Sintieron pena por ella.1
¿Qué tiene que ver la Primera Dama de los Estados Unidos
con las mujeres de Maishahati? ¿Qué conexión existe
entre estos dos empoderamientos? ¿Por qué tienen lástima
de Hilaria estas mujeres pobres`? ¿Acaso no tiene ella
todo lo que desea? ¿Son estas mujeres simplemente ingenuas o
ignorantes? Parece que no. Ellas saben muy bien que la señora
Clinton es de un país rico´y que debe tener montañas
de dinero. Sólo que eso no es lo que ellas llamarían empoderamiento.
Esta historia nos revela que hay diferentes perspectivas cuando hablamos
de empoderamiento. Las mujeres de Maishahati tienen una perspectiva
desde abajo´, desde lo necesario, desde una perspectiva
de subsistencia. Mirar el mundo desde esta perspectiva hace que todas
las cosas y las relaciones se vean desde otra óptica, sobre todo
el concepto de qué es lo que constituye una buena vida.
Esta visión desde abajo´, que ayuda a considerar
la vida desde otros criterios, tiene profundas raigambres evangélicas.
Hay conceptos diferentes de riqueza y pobreza. Cuando mujeres como estas
nos enseñan que no necesitan de un mercado lleno de artículos
importados para sentirse empoderadas, nos demuestran lo absurdo que
son a veces nuestros conceptos de pobreza y riqueza.
Jesucristo en el evangelio alertó siempre a sus discípulos
sobre dos cosas que pueden ser sumamente engañosas: el poder
y la riqueza. Con respeto a esta última, siempre estuvo en contra
de la acumulación sin sentido y de la posesión concebida
como un fin en sí mismo. El empoderamiento no tiene que significar,
necesariamente acceder al estilo de vida de acumulación y despilfarro
al que nos tienen acostumbrados cierta propaganda de los medios de comunicación
social. Las estrecheces por las que a veces tenemos que pasar, podrían
enseñarnos mucho sobre lo que es verdaderamente importante.
Miremos solamente las grandes manifestaciones globalifóbicas.
Casi todas ellas están encabezadas por personas del primer mundo,
es decir, por aquellos que viven en países ricos, en países
donde el concepto de la buena vida es un supermercado lleno de artículos
importados. Lo que pasa es que ya no aceptan tan fácilmente este
modelo de riqueza. ¿Por qué? Por el hecho de que han caído
en la cuenta (una de las cosas buenas de la globalización...alguna
habría de tener) que el intento por alcanzar este tipo de buena
vida´ ocasiona mucha destrucción: destrucción de
la naturaleza, destrucción de la cultura y la vida de otros pueblos,
destrucción de las capacidades y la dignidad de otras gentes,
destrucción del futuro de muchos niños y niñas,
en fin, destrucción de una buena parte de lo que llamamos humanidad.
Quienes se vuelven activistas en contra del neoliberalismo, viniendo
de países ricos, es porque han descubierto que el paradigma dominante
en que se basa no puede durar largo tiempo sin terminar destruyendo
lo que encuentra a su paso, y han optado por buscar una nueva perspectiva,
una nueva visión.
Este es uno de los aspectos en los que el empoderamiento tendría
que cristianizarse`, es decir, en donde el mensaje del evangelio
podría tener un papel preponderante. La mirada desde el
reverso de la historia`nos permite desmitificar falsas creencias promovidas
por algunas minorías que tienen mucha fuerza en el nivel de la
comunicación social y que han terminado por vendernos su estilo
de vida como si fuera el único o el mejor posible, o, peor aún,
como si el planeta mismo no tuviera otro futuro distinto.
La convicción de que la visión desde abajo` es igualmente
válida y digna da a las personas que se empoderan desde esta
perspectiva, un sentido de orgullo, de dignidad, de coraje, de sentido
de igualdad, no solamente para dirigirse a la primera dama llamándola
`hermana mayor`, sino, como ocurre en el caso de los zapatistas mexicanos,
para dejar de pensarse a sí mismos como mendigos y comenzar a
pararse en los propios pies.
Esta perspectiva tiene también dimensiones que van más
allá del empoderamiento de los grupos y llega a abarcar hasta
la concepción misma de economía. El problema no parece
ser solamente la discusión sobre la bondad o maldad de la economía
de mercado. A fin de cuentas, el mercado es solamente un medio, un instrumento,
no un dios. Lo verdaderamente importante es si un sistema económico
se orienta solamente a la expansión de la industria, la producción
y el consumo de productos y a la acumulación del capital, o si
la economía pone la vida, y todo aquello necesario para producir
y mantener la vida en el planeta, en el centro de la actividad económica
y social.
Esta mirada desde abajo` puede también ayudar a que se
deje de pensar que el disfrute, la felicidad, la abundancia, le están
vedados a quienes no sigan el estilo promovido por la economía
neoliberal. Hay que cortar de tajo la falacia de que, eventualmente,
todos los pueblos colonizados de la base de la pirámide social
van a alcanzar, por la fuerza del mercado mismo, el nivel de vida de
los de la cúspide. Eso no solamente no es cierto, sino que ni
siquiera es deseable. La visión desde abajo` debe ayudarnos
a reflexionar seriamente en qué es lo que en verdad queremos
cuando buscamos una buena vida` y dónde podemos encontrar
las fuentes de nuestro empoderamiento. Y en esto, déjenme decirlo,
los pueblos latinoamericanos esperamos mucho del pueblo cubano: aquí
puede gestarse, cuando las condiciones de la transición estén
dadas, una nueva manera de concebir el bienestar y la riqueza.
La paciencia histórica y el
misterio de la opción
Una cosa muy importante para quienes aspiramos a ser agentes de empoderamiento
es cultivar la paciencia histórica. Ya hemos dicho que los cambios
son complejos y que no se consiguen de manera simple. También
hemos hecho hincapié en que hay que aprender a gozar los pequeños
triunfos y no desesperarse ante lo grande de la tarea.
Pero no es lo mismo decirlo a vivirlo. Lo cierto es que muchos agentes
de empoderamiento se cansan, se desaniman. Aunque muchas veces se ha
insistido en el carácter crucial del cambio personal, sosteniendo
que todo el mundo puede aprender a decir la verdad, todo el mundo puede
aprender a vivir en el conflicto con su vida personal, todo el mundo
puede aprender a respetar a los demás plenamente, lo cierto es
que aunque todo el mundo podría decidir llevar a cabo todo esto,
se necesitan razones para hacerlo.
Es aquí donde entra lo que, en cristiano, llamaríamos
conversión, porción de vida. Ya sabemos que en los evangelios
no hay razones para el discipulado: hay impacto y convencimiento. Como
si el mensaje de Jesucristo, de repente, se mostrara como algo verdaderamente
valioso y la decisión de asumirlo en la propia vida se impusiera
de manera misteriosa. Algo así es lo que quiere expresar la parábola
del tesoro escondido o del comerciante de perlas finas (Mt 13, 44-46).
Hay que fijarse que cuando se descubre el valor del reino se deja de
tener sensatez humana`, pero, al mismo tiempo, no es una aventura
a ciegas ni una pérdida de lo propio a fondo perdido. No. La
perla, el tesoro, tienen un valor que sobrepasa aquello que se deja.
Sólo que tal valor no es descubierto siempre por todos. Comprendemos
fácilmente que mucha gente del pueblo hubiera visto los milagros
de Jesús, escuchado sus comparaciones, y descubriera el secreto
escondido detrás de su promesa de vida para todos. ¿Por
qué entonces no funcionó el mismo mecanismo en los fariseos,
que presenciaron milagros, escucharon parábolas, pero nunca decidieron
seguir a Jesús sino, por el contrario, fueron sus grandes opositores?
Puede darse muchas razones: el poder ideológico que los fariseos
vieron en peligro, la vergüenza de los cuestionamientos públicos
de Jesús, etc. Pero lo cierto es que tocamos los umbrales de
un misterio que nos sobrepasa. Me recuerda ese sino que llevan los poetas
en la sangre y en el destino. Como lo señala hermosamente Hugo
Diz. Un río es solamente un río en la retina de
aquellos que miran un río. Una mujer es solamente una mujer en
la retina de aquellos que miran únicamente una mujer. En la retina
de algunos un río no es un río solamente, y menos una
mujer, solamente una mujer. ¿Qué es lo que provoca
el cambio? El misterio. Algo así pasa con quienes tienen la vocación
de servir al empoderamiento de los demás. A ellos puede aplicarse
aquello que San Agustín dijo del tiempo: Si no me preguntan,
lo sé; si me preguntan no lo sé.
Quizá esta manía por la permanencia en aquello por lo
que optamos y cuyo origen se pierde en el misterio, pueda explicarse
también con la palabra vocación, talentos recibidos, etc.
En fin, son aproximaciones para arañar un misterio que nos sobrepasa.
Es claro que todas las cosas podrían funcionar mejor si todos
actuáramos de acuerdo a determinados ideales. Pero es ingenuo
el que piensa que todos van a seguir los ideales prescritos. Los activistas`
son y serán siempre una minoría. Por eso el diálogo
entre quienes se dedican a esta tarea es indescriptible. Pero también
habría que intentar canales de diálogo con aquellos que
no están dispuestos a abandonar los valores del discurso dominante.
Así, mientras hay personas que cuando son víctimas de
abusos prefieren sentarse y esperar, otros resisten. Pero este grupo
de resistentes, repetimos, suele ser pequeño. Y no se trata solamente
de la apatía generalizada, sino del miedo que muchas veces también
nosotros sentimos, asociado a cierta desesperación. Y sin embargo,
a pesar de estas y de otras dificultades, no podemos sino tratar de
implicar, de contagiar a más personas a través del diálogo
para que descubran que hay otras maneras de mirar la vida.
Una mirada a la no violencia
Una de las opciones que tiene fuertes vínculos con el mensaje
de Jesucristo es la no violencia. Escuchamos una descripción
de a qué es a lo que nos referimos: La no violencia puede
combinar la resistencia activa, incluyendo la desobediencia civil, con
el diálogo. Puede combinar la no cooperación, retirar
el apoyo a un sistema que se considera opresor, con el trabajo de construir
alternativas en positivo. En algunas ocasiones, y como forma de comportarse
en medio del conflicto, la no violencia intenta aportar elementos de
reconciliación: reforzar el tejido social, dar poder a quienes
se encuentran en los márgenes de la sociedad e implicar a gente
de distintos bandos a la hora de buscar una solución. Aún
cuando no sea posible alcanzar tales objetivos de un modo inmediato,
la no violencia ha de mantenernos firmes en no destruir nunca a otras
personas 2.
Es un compromiso del cristiano implicado en procesos de empoderamiento
la renuncia expresa y práctica a la violencia como medio para
solucionar conflictos. Pero la no violencia no es pasividad. Debe repartirse
de lo que apuntaba ya Bryan Law 3: Hay dos compromisos para quien, en
el desmantelamiento de la cultura del poder sobre, decida
utilizar la concepción de la no violencia. Uno es renunciar a
toda participación o complicidad en las dominaciones o explotaciones
de cualquier índole, sacarlas de la vida personal y desafiarla
en otras personas o instituciones cada vez que se las encuentre. El
segundo es renunciar a toda participación y complicidad en conductas
sumisas o de víctima. El doblegarse a conductas de víctima
no ayuda a acabar con la injusticia ni a satisfacer las necesidades
reales de las personas. No empodera a la gente.
La violencia pasa por la experiencia del perdón. El perdón
no desempodera` necesariamente. Habría que rescatar la
dignidad del acto de perdonar y de pedir perdón.
Notas:
1- Esta historia y algunos de los comentarios de este apartado, se encuentran
en la Introducción del libro Eine Kuh fur Hillary: Die Subsubsistenzperspektive
(München 1997)
2- Esta es la descripción que aporta la Internacional de Resistentes
a la Guerra en su Declaración de Principios, que puede consultarse
en el portal www.wri-irg.org
3- Cfr. Law B., «From Power to Empowerment», revista XY:
men, sex, politics 5 (1995-1996).