Revista Vitral No. 62 * año XI * julio-agosto de 2004


OPINIÓN

 

LA FAMILIA CUBANA Y EL CONCEPTO UTILITARISTA

JOSÉ M. FERNÁNDEZ-VEGA BARRETO

 

 

Entonces yo conmigo hablaré: “alma mía, tienes muchas cosas almacenadas para muchos años; descansa, come, bebe, pásalo bien”. Pero Dios le dijo: “Necio esta misma noche te reclaman tu alma, ¿quién se quedará con lo que amontonaste?” Así le pasa al que amontona para sí mismo en vez de trabajar para Dios. (Lc 12, 12-21)
Existe un pecado o mal que arrastramos los cubanos desde el origen de nuestro surgimiento como pueblo, unas veces manifestado en un materialismo vulgar y otras en un utilitarismo o materialismo sutil; es el poner las cosas materiales, el “triunfo” profesional, el “éxito”, el “prestigio”, etc. en el lugar de Dios, de tal forma que todo nuestro ser está en función de estas metas que nos atan y esclavizan; su origen ciertamente es más antiguo y general que nuestra existencia como pueblo y nace de la actitud soberbia del hombre que pretende erigirse en la medida suprema del bien y del mal –Entonces yo conmigo hablaré- y no reconocer a Dios como única instancia superior capaz de juzgar el bien y el mal. En esto, todos pecaron (Rom. 3, 23).
Nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros reproducimos, como la canción de «La Cigarra», el mismo mal, quizás con más ropaje, justificaciones y menos sentimientos de culpa, pero no sin ella; estamos heridos por el mismo pecado original, el demonio nos confunde. De ahí que rehuyamos el dolor a cualquier precio y en toda su acepción como “el diablo a la cruz”, esta sigue siendo una gran necedad contrapuesta a la búsqueda afanosa de la satisfacción de nuestros apetitos carnales y temporales; por eso el mismo Cristo Crucificado aunque nos mueva a lágrimas su pasión y la apreciemos como una gran injusticia, seguimos sin entender su proceder y en el fondo sigue siendo para nosotros un ingenuo, un bobo, un infeliz, por no decir otras palabras más fuertes que se usan contra los cristianos, uno que “pudiendo” -según nuestro código- no supo huir a tiempo o aprevechar la situación y convertirse en “rey”, “que se jorobe, para que se metió en eso”, “el que por su gusto muere la muerte le sabe a gloria”, “eso no te conviene”, “¡Dios te libre, Señor!” “No, no pueden sucederte esas cosas” (Mt. 16, 22), “yo no le hago patria a nadie”. Sin embargo el dolor es parte ineludible de la vida, tarde o temprano nos toca.
Varela dedicó tiempo a reflexionar sobre este mal revelando sus raíces, máscaras y conexiones, nos mostraba una de sus aristas: “Hasta hoy –Siglo XIX-, el pecado casi universal en aquella Isla ha sido el de la indiferencia: todos han creído que con pensar en sus intereses y familias han hecho cuanto deben, sin acordarse de que estos mismos objetos de su aprecio siguen la suerte de la Patria; que será lamentable si no toman parte en ella los hombres que pueden mejorarla; y aún hacerla feliz”1. O aquello de que en Cuba no había más sentimiento de Patria que el amor a los sacos de azúcar y las cajas de café; no olvidemos tampoco que muchos hacendados camagüeyanos la idea que tenían de luchar por la libertad era alzarse en armas cada uno en sus respectivas haciendas.
Pretender salvar a nuestros hijos procurando que alcancen una gran competencia profesional, artística o intelectual; apartándolos de otros caminos difíciles, como el de ser honrados, porque pueden acarrear una gran cuota de sufrimiento es una gran falacia; un hombre que oculta y teme decir lo que piensa con el objeto de “triunfar” en la vida no es un hombre honrado, ni un hombre libre como nos decía Martí: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresía...Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado...Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas...no es un hombre honrado”. Y nos advertía acerca de uno de estos caminos difíciles que tanto rehuimos con aquello de que “la política es algo sucio” cuando lo realmente sucio son nuestras pretensiones y egoísmos: Cuando la política tiene por objeto salvar para la virtud y para la felicidad un pueblo de seres humanos que la opresión pudre en el vicio y el hombre lanza al crimen, cuando la política tiene por objeto salvar aquel pueblo, raíz principal de la vida, donde los seres humanos que se envilecen sutilmente, de la vileza que les rodea, son nuestros hijos y nuestras hijas, sólo pueden desertar de la política los que deserten de sus propios hijos...Y en otra parte: No hay viles mayores que los que miran exclusivamente los intereses de la Patria como medio de satisfacer su vanidad o levantar su fortuna.
En los inicios de la República volvieron a quedar sepultados los grandes ideales humanistas, con el llamado «Plan Varona» de educación que ponía el énfasis en los conocimientos técnicos-científicos en detrimento de las humanidades; visión anglosajona que respondía, si se quiere, al estado de destrucción de nuestra base económica pero que olvidaba las otras dimensiones trascendentales del hombre heredero igualmente de un racionalismo ateo que ve en el progreso científico, la solución a todos los problemas y la salvación del hombre espejismo autosuficiente que ha llevado al fracaso tantas ideologías curiosamente seudo científicas -convertir a la ciencia o la razón en Dios, dejar de concebirlas como un instrumento y asumirlas como un fin en sí mismas al que se sacrifica cualquier cosa y cualquier humano si es necesario- y que nada tienen que ver con Martí y nuestras legítimas raíces fundacionales.
¿En qué derivaron estas concepciones en el resto de la República?, lo invito a ver las películas Un hombre de éxito o La bella del Alhambra.
Pero ¿de dónde nos vendrá esa virtud necesaria para que haya Patria?, ¿de dónde esos valores de la honradez, la verdad, la libertad, el amor, la paz, el servicio, la justicia, el sacrificio?, ¿acaso de saber mucha computación, mucho inglés, muchas artes plásticas, mucha música, mucha danza, mucho deporte, de tener muchos conocimientos históricos y cultura general, de un trabajo social masivo?. Estos conocimientos son importantes, no hay duda de ello, pero no son lo esencial, es más pueden ser contraproducente si están vaciados de ética y un sano pluralismo; pues nos anularían el decoro y nos convertirían en máquinas más perfectas para el mal. Nuestros problemas no se deben tanto a la carencia de aptitudes, habilidades y “habilidosos”, como falta de actitudes y valores básicos y legítimos. El demonio nos vuelve a confundir, antes lo importante era ser médico, profesional, universitario, etc. y para ello ocultábamos lo que pensábamos y le sacábamos los trapos sucios a nuestros hermanos en aquellas denigrantes asambleas de “méritos y deméritos” y vendíamos nuestra alma al diablo, hoy se nos presentan otras “oportunidades” aparentemente “buenas”; ¿cuál será el costo para la virtud y para la familia? Es preferible entrar a la Vida Eterna sin ninguno de estos títulos que perder la misma con todos estos títulos y diplomados juntos, si te estorban para tu salvación, córtatelos.
¿Suplirán estas becas lo que debe venir por vía familiar?, no lo creo, no lo ha sido hasta ahora, son los mismos bueyes viejos los que aran estas nuevas tierras; pura ilusión. “Escucha, cubano: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estos preceptos que yo te dicto hoy. Se lo repetirás a tus hijos.” (Dt. 6, 4-7). Martí nos recuerda: “La educación del temor y la obediencia estorbará en los hijos la educación del cariño y el deber. De los sistemas opresores, no nacen más que hipócritas o déspotas”...Alguien podría decir que ilustrados pero hipócritas y déspotas. También nos dice Martí: “Mejor sirve a la Patria quien le dice la verdad y le educa el gusto que el que exagera el mérito de sus hombres famosos”. Silvio nos diría: “de tu viejo gobierno de difuntos y flores”.
Los antiguos pensaban que la mayor necedad consistía en “propter vitam rationes perdere vivendi (perder, por amor a la vida, las razones para vivir)”. “(¿De qué le sirve vivir bien al que no puede vivir para siempre?). ¿Quid prodest bene cui non datur semper vivere?2”.
Jesús dijo también a sus discípulos: “No se preocupen por la vida pensando: ¿qué vamos a comer? No se inquieten por el cuerpo: ¿con qué nos vamos a vestir? Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Miren las aves; no siembran ni cosechan, no tiene despensa ni granero, y, sin embargo, Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves!
Además, ¡quién de entre ustedes, por mucho empeño que haga puede añadir un medio metro más a su estatura? (Lc. 12, 22-25)
No estén siempre pendientes de lo que comerán o beberán; no se atormenten. Los que viven para el presente mundo se preocupan por todas estas cosas. Ustedes en cambio, piensen que su Padre sabe lo que necesitan. Por tanto, trabajen por su reino, y él les dará todas estas cosas por añadidura. (Lc 12, 29-31)”.
La Biblia Latinoamericana nos explica: No son sus pertenencias las que les dan la vida. Que tu preocupación por tener lo que te falta no te haga descuidar lo que hoy te daría la vida. Hay ricos que viven, porque saben sacrificar sus intereses y comodidades por algo grande. Y también hay pobres que viven, porque en medio de sus muchas preocupaciones y privaciones tienen alguna razón de sacrificarse: ya sea por una niña, o por sus hijos, o por sus compañeros. O, más sencillamente, porque viven para Dios.
El que trabaja para Dios sabe encontrar su felicidad en el momento presente; procura crear, ahí donde vive, un tejido de relaciones sociales mediante las cuales cada uno da a los demás y recibe de ellos, en vez de ambicionar y conquistar las cosas en forma egoísta.
¿Cómo educar a nuestros hijos de forma que no sean sumisos con los poderosos ni soberbios con los humildes, como nos pedía Varela?
Damos mucha importancia a que la juventud pueda estudiar. Muchos padres sacrifican la vida entera para que su hijo sea un buen técnico o llegue a la Universidad. Esto no basta para dar la verdadera sabiduría. Deberíamos sentir vergüenza al comparar el tiempo que pasamos aprendiendo cosas incluso poco útiles, mirando la televisión o leyendo novelas, con el que consagramos a conocer a Dios. Conocer a Yahvé, que tiene compasión, que hace justicia en la tierra y la gobierna según el derecho (Jer 9, 23), este es el único medio para mantenerse firme frente al mal; también es lo que nos dará deseo de imitar a Dios y dedicarnos a llevar bondad, derecho y justicia a la tierra.
¿Y qué decir de los supuestos “vivos” que se aprovechan y abusan de sus puestos, de sus influencias, de sus relaciones, del orden injusto, de la corrupción?, los que escalan de rodillas, golpeando, estafando, vendiendo, tirando cristianos a los leones, los Pilatos de hoy, los que cornean a las ovejas más débiles hasta echarlas fuera (Esq. 34, 21); Dios juzgará también todo esto. ¿No comprenderán estos delincuentes que para comer su pan se comían a mi pueblo y no invocaban a Dios? (Salmo 53,5)
Hoy todo el mundo te desea en los años nuevos y cumpleaños, “Mucha salud”, deseo de viejo moribundo y sin fe, ¿para qué le sirve la salud al que vive en el infierno sino es para alargarle el suplicio? ¡Por Dios! Estamos llamados a algo más, a la Vida Eterna, no al infierno eterno. Desconfiemos de los que nos ofrecen “triunfos” y “éxitos” aparentes; Jesús exalta a los que el mundo suele considerar débiles. Y les dice: “Dichosos vosotros, los que parecéis perdedores, porque sois los verdaderos3, nos recuerda Juan Pablo II.
¿Para qué son todas estas “metas” aparentemente saludables?, para esclavizarte mejor, diría el lobo de la Caperucita. Que no nos separe o aparte de Dios, ni rompa la familia en mil pedazos. Ni una beca, ni una misión, ni una visa, ni una ideología, nada –ni el tener, ni el saber, ni el poder, ni el disfrutar, ni los aplausos- sino se está dispuesto a renunciar a estas cosas que no son malas en sí mismas, pero que pueden ser utilizadas para ahogarnos y perdernos, seguimos cojeando de la misma pata, olvidamos lo esencial y al final lo perdemos todo, “La Vida”, la verdadera, la eterna, la de las bienaventuranzas, la que ya empieza aquí, la que ya podemos gozar desde ahora, pero que muchas veces nos exige perder esas otras vidas minúsculas que no nos saciarán, ni nos harán felices nunca porque son como el agua salada mientras más tomamos más sed y que tanto nos angustiamos en alcanzar y conservar-la salud, la seguridad, la ostentación, el prestigio, etc.- Pongamos nuestra total confianza sólo en Dios y si aparentes males amenazan con destruir nuestras familias por seguir su voluntad de amor y justicia sepamos que Dios sabe sacar bien del mal y que estas “desgracias”-la exclusión social, la enfermedad, la cárcel, la muerte física, la pobreza- no son las que destruirán a nuestras familias, cuando se viven desde la fe y se asumen como consecuencia de la fidelidad a Dios y su palabra, y si no pregúntenselo a las familias católicas o de testigos de Jehová probadas en la persecución; no temamos a los que sólo puedan matar el cuerpo sino a los que pueden matarnos el espíritu.
“Deseo poco y lo poco que deseo, lo deseo poco”, se cuenta que decía San Francisco, he ahí la clave de la felicidad para muchos, nuestros grandes deseos deben ser en todo caso deseos de santidad, de ideales de justicia. Mira donde esta tu corazón pues donde esta Él esta tu tesoro, y puede ser que este se te convierta en pura sal y agua. Guardemos tesoros indestructibles. Busquemos el agua viva que sólo ella nos aplacará la sed que ninguna otra cosa puede saciar, el Espíritu de Cristo que nos da la paz profunda del corazón, las delicias de su amor; sólo Jesús nos da ese tesoro: “Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo (Lc 14, 27)” . Martí nos enseña: “El espíritu es Dios mismo. Y ¡cuan descarriados van los pueblos cuando apalean a Dios!”
Cuando los hijos crecen y son “educados” lejos de sus padres, crecen sin Dios, sin afectos e inseguros, se vuelven mendigos de cariño y seguridades, son caldos de cultivo para ídolos y supersticiones; están indefensos ante los esclavizadores y pillos que les darán a cambio de su libertad y sus servicios: placeres, bienes materiales y “éxitos” humanos, cuando no promesas con las que los atarán pero con las que nunca podrán satisfacer las hambres voraces de lo hondo del ser, les darán pura piltrafa temporal; he aquí una de las grandes retroalimentaciones del utilitarismo, que comienza destruyendo esa institución sagrada, La Familia, sacramento querido por Dios, pilar de su creación, imagen de su trinidad, propiedad suya no del César y que no podemos destruir sin ocasionarle un gran dolor, una gran pena a él y a nosotros mismos; pues nos ponemos así en manos de un nuevo “Padre”, el maligno, padre sí de la mentira. Decía Stalin, discípulo aventajado del demonio: “Cojan un pollo y desplúmenlo vivo y se acurrucará en sus tobillos buscando calor”, no dejemos que nuestros hijos sean desplumados vivos. El resultado será el fatalismo, la intolerancia, la doble moral, el consumismo, la nada; ¿cuántos médicos y profesionales alcohólicos, depresivos, suicidas, pusilánimes e infieles no conocemos?, ¿cuántos intelectuales, artistas y deportistas famosos y a la vez materializados, pervertidos, drogadictos y vacíos no conocemos?, ¿cuántas prostitutas universitarias? Estos son los frutos amargos de la educación sin Dios, sin familia y utilitarista, no nos engañemos, la historia seguirá repitiéndose como tragedia.
A continuación les traslado unas reflexiones de Michel Quoist a propósito del verdadero “éxito” de los padres en la educación de sus hijos:
·Dices: “No trabajo por mí sino por los hijos: ¡no quiero que lleguen a ser tan desgraciados como yo”. Si pensando en “su porvenir”, sólo ves su situación material yerras. Educar a un hijo es darle el alimento pero también, y principalmente, materia para “ser”.
·¿Quieres preparar el porvenir de tus hijos? Haz que sean hombres.
Si conviertes a tus hijos en hombres, tranquilízate, ellos sabrán adquirir cuanto materialmente haga falta, para seguir siéndolo y para serlo más.
·La riqueza y el poder material no son en sí mal alguno; el mal está en creer que son la condición para la verdadera grandeza.
·Al fin y al cabo, poco importa que seas rico; lo que importa es que seas enteramente libre en tus riquezas.
San Pablo escribe a los Corintios: “Que quienes compran, vivan como si nada poseyeran; quienes disfrutan del mundo, como si en realidad no disfrutasen de él”. (I Corintios, VII, 30-31)
·No se requieren muchos bienes para paralizar a un hombre e impedir que se desarrolle; basta con que los estime por encima del espíritu; le aplastan(cf. El hombre en pie, pág. 17)
·Es preferible que pases realmente hambre de pan a que tu alma quede lentamente paralizada, luego sofocada por el peso de tus riquezas.
·Por el simple hecho de ser pobre no dejas de ser, automáticamente esclavo de las cosas materiales: el sueño, la envidia, los celos, la lucha por obtenerlas (no por hambre de justicia y amor al prójimo, sino por deseo de gozar de ellas egoístamente) son una atadura “espiritual” con el riesgo de revestir tanta gravedad como la otra.4
Los niños deben recibir cariño, pero más que esto deben ver a sus padres expresarles el cariño; el núcleo de la familia es el matrimonio, los hijos no deben destruir este sino fortalecerlo, son estos los que deben aprender de sus padres y no a la inversa; cuando veo padres desviviéndose en atenciones a sus hijos por encima de sus necesidades reales a su edad y descuidando su relación de pareja que queda relegada a un segundo plano; veo familias camino a la ruptura y la desarmonía y veo hijos que serán siempre niños egoístas que se creerán que lo merecen todo, que aprenderán lo que es la vida, sino a mendigar o a robar a veces con violencia no sólo bienes materiales sino también afecto y reconocimiento.
Tampoco busquemos en Dios lo que las instituciones humanas animadas por el buen Espíritu, pueden resolver por sí mismas, ni busquemos en las instituciones humanas lo que sólo Dios puede dar; que Jesús no tenga que contestarnos como a aquella muchedumbre que lo buscaba por tierra y por mar después del milagro de los panes y los peces: En realidad ustedes no me buscan por los signos que han visto, sino por el pan que comieron hasta saciarse. Afánense, no por la comida de un día, sino por otra comida que permanece y con la cual uno tiene vida eterna. El Hijo del Hombre es esta comida; (Jn 6,26,27). Dios no es un resolvedor de visas ni de cajitas cumpleañeras, ni le gusta que lo confundan e igualen a horóscopos, chacras y cábalas, ni a ninguna nueva o antigua forma de superstición e idolatría.
El hombre se atormenta por el alimento, y su primera preocupación es asegurárselo para el mañana, porque si no come dejará de vivir. El hombre no tiene en sí mismo la vida y debe sacar constantemente de lo exterior lo necesario para mantenerla. Pero a pesar de todo, algún día, la vida se le escapa, porque no ha encontrado la comida que permanece.
En realidad el hombre necesita mucho más que pan: al comer y beber busca algo que le permita no tener más hambre y más sed. Pero esto solamente lo encontrará plenamente en el día de la resurrección, en la asamblea de todos los santos, en el cielo, donde habrá paz y unidad total perfecta, hacia allí nos conduce Cristo, Él es el camino. “Rico no es quien tiene más sino quien necesita menos”, que seamos ricos porque tenemos a Dios y sólo Dios sacia plenamente. Que el compartir sea nuestro lema y en esta obra de cuidar y salvar a la familia cubana vayamos acompañados de suficiente paciencias y bondad de la que el Señor mismo ha dado ejemplo en su relación con los hombres al venir no para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3, 17), Él fue ciertamente intransigente con el mal, pero misericordioso hacia las personas. Que se nos encuentre igualmente como a los Mosqueteros: “todos para uno y uno para todos”; tu problema es mi problema, tu gozo es mi gozo, el golpe dado en tu mejilla, ha sido dado en mi mejilla, tu preso es mi preso, tu hija es mi hija, tus derechos son mis derechos y que cuando llegue el día último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, nos encuentre a bordo ligeros de equipaje, casi desnudos, como los hijos de la mar.6

Bibliografía:

1.- Varela y Morales, Félix: Cartas a Elpidio, Editorial Cubana, Miami, 1996.
2.- San Agustín de Hipona: In Johannem, 45, 2.
3.- Juan Pablo II: Lòsservatore romano, 25 de marzo 2000, p.5.
4.- Quoist, Michel: Triunfo, Empresa Editorial Herder, S.A., Barcelona, Sexta edición 1998, p. 62-63.
5.- Carta enc. Humanae vitae (25 de julio 1968), 29: AAS 60 (19689, 501.
6.- Machado, Antonio: Poema Retrato, en Poesías completas, Editorial Arte y Literatura, la Habana, 2003.


 

 

Revista Vitral No. 62 * año XI * julio-agosto de 2004
José Manuel Fernández-Vega Barreto
(Bayamo, Granma. 20 de agosto de 1967)
Graduado de Ingeniería Mecánica en 1990, en el ISPJAM, Stgo. de Cuba. Laboró como especialista en diseño mecánico en la Fábrica de Máquinas de Riego de Bayamo. Actualmente es trabajador por cuenta propia, en reparación de enseres menores y profesor de Historia de la Iglesia en el Instituto Mons. Enrique Pérez Serantes, de Stgo. de Cuba.