Revista Vitral No. 62 * año XI * julio-agosto de 2004


PATRIMONIO CULTURAL

 

RITA LONGA Y
LA VIRGEN DEL CAMINO

RITA LONGA

 

 

 

Nota:
Quizás sí resulte interesante conocer el pensamiento de la escultora Rita Longa sobre la inspiración que la movió a realizar una de sus mejores obras: la Virgen del Camino. Escrito por la misma Rita Longa, este artículo ha sido fotocopiado de la revista Flos Campi, órgano de la Asociación de Antiguas Alumnas del Sagrado Corazón. Externado de La Habana. Año XXIII, Nº 23, 1948.
Ha sido enviado para su publicación por la Hna. Raquel Pérez, rscj.
Parroquia del Rosario, Vedado, La Habana.

A la salida del Puente Alcoy, donde se cruzan los caminos de Güines y Guanabacoa, existían dos comercios. Una bodega llamada “La Sorpresa”, que daba su nombre a ese lugar y otra llamada “La Virgen del Camino”, propiedad de un español de la provincia de León, que le había puesto ese nombre en honor de la patrona de esa región de España. En esa misma esquina, una ruta de ómnibus locales tenía su paradero y había instalado una pequeña urna con la imagen de la Virgen de la Caridad, similar a las que se encuentran en otros paraderos de La Habana. Por esta coincidencia, la pequeña imagen era conocida como «la Virgen del Camino», ya que estaba precisamente frente al establecimiento de ese nombre, en el cruce de caminos a la salida de La Habana. Con el vasto plan de Obras Públicas todo aquello fue demolido para dar espacio a amplios parques y avenidas, entre ellos a un camino más, el que habría de enlazar la Carretera Central con la Vía Blanca. El entonces Ministro de Obras Públicas, Arquitecto José R. San Martín, hombre de clara visión y católico fervoroso, quiso reparar la desaparición de aquel pequeño oratorio y prometió a los vecinos una imagen de la Sma. Virgen que sería emplazada en la pérgola del parque, y así sería guía y amparo de todos los viajeros, pues desde su mirador sería lo último y lo primero que se divisaría al salir o entrar en la capital.
Así fue como me encargó la imagen, pidiéndome hiciera mi interpretación de la Sma. Virgen y no me limitara a copiar a ninguna de las que, antes que yo, habían hecho ya artistas de todas las épocas. Inmediatamente me dirigí al parque para estudiar “in situ” las proporciones, orientación y composición que debería llevar la imagen. Allí hablé con un grupo de vecinos que, enterados del asunto, me llevaron a ver la fotografía de la patrona de León, que guardaba el propietario de la bodega. Se trataba de una imagen del tipo de las que el inmortal grupo de Miguel Ángel ha popularizado con el nombre de “Pietá”: María sosteniendo el cadáver de su Hijo. Se encuentra en lo alto de una montaña por la que ascienden los fieles siguiendo las estaciones del Vía-Crucis. De ahí le viene sin duda el nombre de Virgen del Camino, como hay otros tantos ejemplos por todos los caminos de Europa. Este santuario fue construido por una rica familia de la región en cumplimiento de una promesa. Recordando las palabras del Ministro, expliqué a mis oyentes que la nuestra sería enteramente distinta, y que haríamos una Virgen para los caminos de Cuba.
Ya sabía yo que la imagen sería de bronce, que mediría cerca de dos metros de alto, que su mirada estaría dirigida hacia el camino, etc., pero no tenía aún lo que se conoce comúnmente por “inspiración”. No fue sino semanas más tarde, en uno de mis múltiples viajes por la Carretera Central. Sumida por completo en la meditación del problema, rápida como un relámpago me vino la realización de lo que es nuestra palma real. ¿En qué camino cubano no se encuentra su silueta inconfundible? ¿Y qué mejor lugar para una Virgen que sería amparo de los caminantes que el penacho de una palmera? Veíala en actitud de marcha, batidos sus velos por la brisa, sosteniendo entre sus manos la Rosa de los Vientos para señalar el rumbo en todos los caminos de la vida.

Imagen en bronce de la Virgen del Camino, realizada por la escultora cubana Rita Longa.


De vuelta a La Habana, fui a visitar al Cardenal Arteaga. Su Eminencia, a quien me ligan afectos muy hondos, se entusiasmó con la iniciativa de un gobernante que quería colocar a la Sma. Virgen en un parque público, pero me expresó la duda de que la advocación a la Virgen del Camino se encontrara entre las aceptadas por la liturgia. Sin embargo, reconoció que sería una interpretación más de la Sma. Virgen, inagotable fuente de inspiración para los artistas de todos los tiempos, como lo fue para Rafael en su Virgen de la Silla, para Leonardo en su Virgen de las Rocas, para la Religiosa del Sagrado Corazón que nos dio a Mater Admirábilis. Convinimos en que sería bendecida en una gran Misa de campaña el día de la inauguración del parque.
Entusiasmado también el Ministro con el proyecto, comenzamos a trabajar en firme. Fueron días de febril actividad, pues la fecha de la inauguración se había fijado para el 20 de mayo y contábamos con pocos meses. Las dificultades no faltaron. Poco a poco fuimos venciéndolas, y ya el 19 de mayo a las doce de la noche se daban los últimos toques a la instalación. Habíamos trabajado día y noche, con sol intenso y bajo diluvios tropicales, pero ahí estaba la imagen. En su bronce se habían fundido algunas monedas; otras se encontraban enterradas en el concreto de sus cimientos, ofrendas todas de los que, sacrificando hasta sus horas de descanso, habían colaborado en la ejecución. El público, siempre curioso, se había agrupado a nuestro alrededor y preguntaba interesado:
-¿Qué Virgen es esa?
-La Virgen María.
Y tuve que explicar más de una vez que siempre era la Virgen María, unas veces aparecida en Lourdes o en Fátima, otras nacidas de la imaginación de algún artista, como en este caso.
-¿Y de quién es?
-De todos ustedes; son ustedes los que tienen que cuidarla.
De entre un grupo se alzó una voz:
-Me quedaré aquí hasta que ustedes vuelvan.
Era un fornido muchacho, vecino del lugar. Y temerosa de que algo sucediera a la imagen, convinimos en nombrarlo sereno extraoficial.
A la mañana siguiente, cuál no sería mi sorpresa al ver en el fondo de la fuente que rodea a la imagen, unas cuantas monedas. Me explicó el sereno improvisado que personas que pasaban por allí las habían tirado y que él no sabía qué hacer. Le ordené que las dejara allí hasta nuevo aviso. Esa noche ya sumaban varios pesos las ofrendas, y aquel buen ciudadano, teniendo necesidad de retirarse, las recogió y entregó a un vigilante que se encontraba de guardia cerca del lugar. Pero siguieron cayendo las monedas en la fuente y llegó una noche en que alguien quiso aprovecharse, llevándose el dinero. Nuestro sereno se interpuso y surgió la riña. Inevitablemente intervino la policía. El muchacho explicó que él estaba cuidando la imagen y ofreció como prueba la entrega que había hecho al vigilante. Pero como no sabía su nombre ni tenía pruebas de haberlo hecho, lo llevaron al Vivac, acusado de robarse el dinero de la Virgen. Felizmente todo se aclaró con la presentación del vigilante, motivando el incidente que se designara una guardia permanente oficial.
Y siguió produciéndose el fenómeno. Todas las mañanas recogíamos dos o tres pesos que guardábamos hasta ver qué destino se daría a esas modestas dádivas. Al ver que la suma recogida iba creciendo, consulté al Ministro. Y de él partió la iniciativa: ese dinero sería para la Casa de Beneficencia y Maternidad. Notificado el Dr. Portela, director de la Casa Cuna, lo aceptó gustoso señalando que lo destinaría a los niños inválidos de esa institución.
Y así fue creciendo lo que todos llaman «el milagro de la Virgen del Camino». A ninguna hora del día o de la noche está enteramente vacía la pérgola. Los días festivos es una verdadera peregrinación. Las gracias concedidas a los que van a pedirle son innumerables. Siempre tiene flores frescas y hasta ramos de novia. Medallas, anillos, pulsos, etc., son llevados a la Casa de Beneficencia hasta determinar su destino. Y la cuenta abierta en el Banco Continental a su nombre, ya pasa de $6.000.00 alcanzando a $60.00 el promedio diario de la colecta.
Por motivo de los múltiples actos oficiales, fue imposible bendecir la imagen el 20 de mayo como se había pensado. Y al correr de los días y producirse esta espontánea e inesperada devoción en nuestro pueblo, ya ha dejado de ser una imagen más de la Sma. Virgen, convirtiéndose en la inconfundible Virgen del Camino de La Habana.
Como señaló muy bien el Cardenal Arteaga, es el Tribunal de Ritos de Roma el que, después de estudiar la historia y comprobar que no se trata de una expresión de entusiasmo transitorio, debe sancionar esa nueva devoción a María. Cosa que no dudamos suceda.
Pues, si Ella no estuviera de acuerdo, ¿habría sembrado en la mente del Ministro de Obras Públicas la iniciativa de la erección de su imagen? ¿Me habría inspirado en su ejecución? ¿Y habría hecho que todo un pueblo acudiese a venerarla y a ofrecerle sus limosnas que servirían de ayuda y apoyo a los pobres niños que no pueden caminar?


 

 

Revista Vitral No. 62 * año XI * julio-agosto de 2004