Ha sido una fiesta de pueblo. Con
la piedad propia del guajiro de Vueltabajo, con la emoción desbordada
y serena de la nobleza de alma, con la alegría y los regalos
de los sencillos. Así ha sido la Concelebración Eucarística
de los 50 años de vida sacerdotal de Monseñor José
Siro González Bacallao, Obispo de Pinar del Río.
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La alegría
por las Bodas de Oro de nuestro Obispo se refleja en los rostros
de los presentes. Foto: Rayko J. Díaz.
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El viernes 27, víspera de la fiesta, fue presentado un libro
publicado por Ediciones Vitral; del Obispado de Pinar del Río,
con una selección de conferencias, homilías, entrevistas
y palabras de ocasión del Obispo Siro. Caminando con mi pueblo,
entre penas y esperanzas es el título y la realidad que ha dado
origen a este libro de más de 200 páginas, con prólogo
de Mons. Pedro Claro Meurice Estíu, Arzobispo de Santiago de
Cuba y amigo entrañable del autor y de la Iglesia de Pinar del
Río quien vino desde Santiago a presentar el libro. La noche
culminó con las interpretaciones del sacerdote, poeta y autor
santiaguero, Jorge Catasús y un grupo de artistas pinareños.
Uno de ellos, el joven virtuoso del bel canto Félix Bernal, estrenó
su versión del Himno a la Libertad, basado en el Coro de los
Esclavos de la ópera Nabucco de Verdi, interpretación
que hizo vibrar a los presentes con los mismos anhelos y esperanzas
de aquel pueblo de Israel que salía del cautiverio de Babilonia.
Al amanecer del 28 de febrero, el carillón de la Catedral echaba
al vuelo la bandera cubana que ondeaba en el asta del Templo-madre y
comenzaron a llegar, desde todas las parroquias de la Diócesis
y desde todas las Diócesis de Cuba, los hermanos y amigos que
venían a participar de la alegría de los pinareños.
Compartimos la mesa a mediodía en la Casa Diocesana y a las cuatro
en punto de la tarde, entraban en la Catedral todos los Obispos de Cuba
presididos por Monseñor Siro que llevaba, erguido y sonriente,
las mismas vestiduras sagradas que estrenó hace cincuenta años.
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Al finalizar
la Celebración fue leída por el Encargado de Negocios
de la Santa Sede en Cuba, Monseñor Nicholas H. Thevenin,
una carta personalmente firmada por el Santo Padre Juan Pablo
II para Monseñor Siro y su Diócesis.
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El canto era todo un programa y una señal:Pueblo de reyes,
Asamblea Santa, Pueblo sacerdotal, Pueblo de Dios, bendice a tu Señor.
Era, sin dudas, un pontificado de pueblo, una Iglesia profética,
una asamblea de hermanos. Asistían también miembros del
Cuerpo diplomático, entre los que se encontraban los Embajadores
de Perú, Alemania y Polonia con sus familias. Junto a ellos un
nutrido grupo de sacerdotes y religiosas de toda Cuba, esposas y familiares
de los prisioneros de conciencia, una nutrida representación
del mundo de la cultura, de logias y asociaciones fraternales y dos
hermanos de la Iglesia que peregrina en la Diáspora: Patrick
y Beatriz Hidalgo del Movimiento En Comunión.
La homilía de Monseñor Siro fue recuento y proyecto, mirada
al pasado de medio siglo y visión de futuro, diciendo la verdad
de los sufrimientos y la esperanza de los frutos. Terminó dando
gracias por todos los bienes recibidos y por las semillas sembradas
y pidiendo perdón por las propias limitaciones y las de su Iglesia.
Verdad y Justicia. Perdón y Misericordia. Bello camino que debería
servir para la reconciliación y el reencuentro de todos los cubanos,
piensen como piensen y vivan donde vivan.
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Óleo
regalado por la Parroquia de Nuestra Señora de la Caridad
del
artista plástico Juan Miguel Suárez.
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Un momento muy emotivo fue la procesión de ofrendas en las que,
junto con el pan y el vino, fueron presentados símbolos de la
vida de Monseñor Siro llevados por amigos y feligreses: un rosario,
unas orquídeas, una pareja de tomeguines del pinar, unos instrumentos
de trabajo, un óleo del Valle de Isabel María, el libro
publicado por Ediciones Vitral y un logotipo de Cáritas de la
que el Obispo es Presidente Nacional.
Al finalizar la Celebración fue leída por el Encargado
de Negocios de la Santa Sede en Cuba, Monseñor Nicholas H. Thevenin,
una carta personalmente firmada por el Santo Padre Juan Pablo II para
Monseñor Siro y su Diócesis, entrañable gesto paternal
y solidario del Vicario de Cristo en apoyo a este Pastor bueno y a su
intrépida diócesis.
Luego una larga fila de regalos de todo tipo, desde la sencillez de
una postal hasta bellas obras de arte. Todo traído en manos de
gente sencilla y cercana, que más que lo que traían en
las manos desbordaban lo que sentían en el corazón, tal
como vibran los cubanos y los pinareños. Todo corazón
y simplicidad.
La emoción quebró el silencio y la voz del pastor que
sólo pudo pronunciar: ¡Gracias!... y luego impartir junto
a sus hermanos Obispos y el Sr. Cardenal-Arzobispo de La Habana, la
Bendición Apostólica.
Un mar de gente salía a las calles cercanas a la Catedral, se
abrazaban, se besaban, se detenían como para alargar la experiencia
de que, cuando la virtud y el amor se juntan, algo crece en el interior
de cada uno de los que comparten la fiesta de la fraternidad. Todos
sabemos que Cuba necesita mucho de estas fiestas.