A través de los años
he sido un convencido de que, a pesar de la separación que por
motivos políticos ha sufrido nuestro pueblo, siempre hemos podido
considerarnos como uno solo, identificados en el amor a la Patria. Así
también he creído que, como pueblo de Dios, aquellos que
marchamos al exilio y los hermanos que permanecieron en la Isla, unidos
en el amor a Dios y a su Santísima Madre, nuestra Virgen de la
Caridad del Cobre, hemos sido siempre una sola Iglesia.
Cuando en noviembre de 1994 coincidí en Roma con 250 católicos
cubanos llegados de la Isla para acompañar a su Eminencia Jaime
Ortega y Alamino en su consagración cardenalicia, comprobé
que aquel sentimiento de que éramos un solo pueblo, una sola
Iglesia, era real y no una utopía fraguada en el deseo y la añoranza.
Aquellos hermanos pensaban y sentían igual que yo, y me sentí
contento, seguro y parte de ellos. Allí estábamos, lejos
de la Patria, un grupo de cubanos exiliados que habían llegado
desde distintas partes para, junto a un numeroso grupo de hermanos y
hermanas llegados de Cuba, celebrar a nuestro nuevo cardenal.
En el año 2000 comenzaron los encuentros entre laicos cubanos
en la Florida y tuve la suerte de ser invitado para participar. La experiencia
la considero un regalo de Dios porque a través de compartir,
uno a uno o en grupo; a través de las discusiones (y las ha habido)
y de los testimonios, he podido apreciar mejor la enorme labor de evangelización
y formación que en un ambiente difícil de carestía
y hostilidad, viene desarrollando la Iglesia.
He conocido del trabajo callado pero efectivo que se realiza, del progreso
lento algunas veces, pero constante de ayuda a los necesitados, he conocido
sobre los programas con los jóvenes, con los ancianos y con los
niños sanos y retrasados mentales- he conocido detalles
sobre los comedores, la distribución de medicinas y tantos otros
trabajos llenos de sacrificio y ...¿por qué no decirlo?
de heroicidad. Y he podido constatar la unidad y el apoyo mutuo que
existe entre todos los miembros de la Iglesia en Cuba, basados en el
trabajo común y el amor cristiano.
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Grupo de cubanos
católicos que han participado en alguno de los encuentros
para facilitar el diálogo y la reconciliación entre
los cubanos de la Isla y
la Diáspora. Señalado, Germán J. Miret autor
del artículo.
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Todo ese caudal de información ha aumentado en nosotros la admiración
por los sacerdotes y laicos que en Cuba desarrollan su trabajo en tantos
y tan diversos campos de apostolado. Para mi propio crecimiento y aquel
de los que compartimos con ellos unos pocos días al año,
estos hermanos y hermanas son un gran ejemplo y es obligación
nuestra dar a conocer su labor y cooperar con ellos según nuestros
medios.
Por otra parte, los encuentros nos han dado la oportunidad de compartir
el sentir del exilio, el sentir de aquellos que no vivimos ajenos o
inconscientes al acontecer de nuestra amada isla; de los que, con frecuencia,
recorremos mentalmente las calles de nuestros pueblos y barrios para
no olvidarlos a pesar del tiempo y la distancia. Hemos podido compartir
lo que se siente cuando se vive en tierra extraña, que podrá
ser generosa y acogedora, pero que es siempre extraña. Tierras
donde nuestros hijos y nietos han nacido y que para ellos es su patria
pero en las que nosotros, sus mayores, nunca hemos dejado de sentirnos
desterrados de la nuestra.
Pero no todo ha quedado en la añoranza de la Patria, la morriña,
dirían los gallegos. También compartimos con los hermanos
llegados de Cuba nuestras experiencias en el trabajo de la Iglesia,
como el celo apostólico que nos ha llevado a la creación
o constitución de grupos y movimientos que sirven a distintas
necesidades, tanto de formación, como espirituales o incluso
de solución a necesidades materiales. Algunos de estos son: los
Cursillos de Cristiandad, los Encuentros Juveniles, los Impactos, Encuentros
Familiares, Encuentros Matrimoniales, la Acción Católica,
los Caballeros de Colón, los Caballeros Católicos, las
Conferencias San Vicente de Paul, Amor en Acción y tantos otros
que haría interminable la lista.
En estos encuentros de seglares cubanos hemos compartido también
los sueños de una Cuba futura, dichosa y cristiana, con paz y
progreso, donde reinen la verdad, la justicia, el amor y la libertad,
para que nunca más un cubano los busque en tierras extrañas.