Revista Vitral No. 60 * año X * marzo-abril de 2004


DEPORTES

 

QUE CUBA SE ABRA AL MUNDO TAMBIÉN EN EL DEPORTE

ORLANDO FREIRE SANTANA

José Ariel Contreras durante el juego en que blanqueó a Australia (primer lanzador que lo hizo durante ese torneo) en los Juegos Olímpicos de Sidney de 2000.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Maels Rodríguez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El deporte no fue ajeno al enfrentamiento que sostuvieron los países del este y el oeste
durante el período de la llamada Guerra Fría, que culminó en las postrimerías del siglo pasado con la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del campo socialista. Atrás habían quedado los tiempos fundadores del barón Pierre de Coubertin, cuando competir era el fin esencial de la actividad deportiva, y se pasaba a una etapa de rivalidad en la que cada sistema social aspiraba a que los triunfos y medallas oficiaran como garantía de una supuesta supremacía sobre su oponente.
Paradójicamente, y a pesar de la gran cantidad de recursos e intereses que tal oposición ponía en juego, transcurrían importantes competencias, como los Juegos Olímpicos, que no propiciaban el tope entre los mejores deportistas del mundo. A la mayoría de los certámenes convocados por el Comité Olímpico Internacional (COI) solo acudían los denominados atletas aficionados; mientras que los deportistas profesionales, casi siempre exponentes de mayores reservas de calidad, debían competir en otras ligas o circuitos.
Pero el paso del tiempo fue erosionando gradualmente el concepto de deportista aficionado. Es cierto que el deporte de alto rendimiento precisa de un atleta que entrene a diario y que dedique gran parte del año a competir en lides que le aseguren mantener la forma óptima. En esas circunstancias muchos de ellos aceptaban ayudas de entidades dedicadas a comercializar artículos deportivos o patrocinar competencias de primer nivel. Otras veces el propio Estado otorgaba simbólicas plazas laborales a determinados atletas, que en la práctica les aseguraban la cobertura económica para concentrarse únicamente en la actividad del músculo.
Todo lo anterior, unido al interés de los organizadores de los más importantes eventos internacionales de contar con las figuras cimeras del deporte mundial, ha propiciado que en los últimos tiempos haya desaparecido la barrera que separaba a los aficionados de los profesionales. La mayoría de las Federaciones Internacionales eliminaron de sus siglas la condición de deporte aficionado, y en los certámenes regionales como Centroamericanos y Panamericanos, así como también en Juegos Olímpicos, ya compiten los unos contra los otros.
La consecuencia de semejante evolución de los acontecimientos se ha presentado con un carácter más marcado sobre los deportistas que antaño clasificaban como aficionados. Ahora pueden aquilatar realmente su calidad deportiva al competir con rivales que requieren de toda su entrega y preparación; acceden con mayor frecuencia a jugosos premios en metálico y hasta su manera de pensar sufre una metamorfosis al vislumbrar horizontes de realización personal que van más allá del orgullo de representar a la patria en un evento internacional.
De igual modo los países que concebían su universo deportivo en el capítulo aficionado resultan los grandes perjudicados. Ya no son los dueños indiscutibles de las medallas en disputa, como sucedía antes cuando las naciones con deporte profesional debían enviar a las competencias internacionales a atletas de segunda categoría o con niveles de entrenamiento inadecuados. Asimismo comienzan a perder atletas que constituyeron auténticas inversiones de las que pensaban extraer abundantes beneficios.
Otro signo distintivo de estos tiempos es el tránsito de atletas del Sur subdesarrollado hacia el Norte industrializado. Son innumerables los casos de deportistas africanos y caribeños, por sólo citar dos de las áreas más afectadas por esta migración, que hoy compiten bajo las banderas de Canadá, los países de Europa occidental u otras regiones del Primer Mundo. Tan manifiesta tendencia llevó al COI a emitir una disposición que establece plazos para que los atletas puedan representar internacionalmente a sus nuevos países de adopción. Mas, aún así, constituye un flujo difícil de detener en esta época caracterizada por el fin del antagonismo ideológico y el afianzamiento de la disparidad entre los distintos niveles de desarrollo.
El deporte cubano se ha visto muy castigado en años recientes por esta fuga de atletas, la que en resumidas cuentas forma parte del contexto general migratorio por el que atraviesa nuestra sociedad. Deportistas de boxeo, atletismo, esgrima, baloncesto, voleibol y otras especialidades han marchado a otros países. Particular impacto causó la disputa entre las autoridades deportivas de Cuba y España en torno a la estelar saltadora de longitud Niurka Montalvo. El Comité Olímpico Cubano apeló ante el COI e impidió que Montalvo compitiera en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, lo cual privó a España, su nueva patria, de una casi segura medalla. En represalia, España canceló una base permanente de entrenamiento que tenían los atletas cubanos en el país ibérico. A propósito, algunos opinan que el bajo rendimiento que hoy adolece nuestro atletismo es una consecuencia de ello.
Capítulo aparte merece el análisis acerca de nuestro deporte nacional, el béisbol. Siempre debe de haber constituido para cualquier pelotero cubano una cima el poder jugar en las Grandes Ligas del béisbol norteamericano. Allí se desempeñaron figuras rutilantes de nuestra pelota como Orestes Miñoso, Conrado Marrero, Camilo Pascual, Edmundo Amorós y otros muchos. Los caza-talentos de esa Liga estaban conscientes del potencial de calidad que anidaba en la pelota cubana y que debido al diferendo político-ideológico que enfrenta a ambos países, ha impedido el libre flujo de peloteros de la mayor de las Antillas a la Meca del béisbol mundial.
Es cierto que no faltaron en todos estos años de Revolución los intentos por atraer a los peloteros cubanos hacia las Grandes Ligas. Sin embargo, durante el período que transcurrió entre la primera mitad de los años 60 y la pasada década de los 90 no hubo ninguna captación de importancia. El iniciador de la actual avalancha fue el lanzador capitalino René Arocha, quien aprovechó un tope de entrenamiento contra un equipo estadounidense para desertar de la delegación cubana. Arocha, ciertamente, ya había dado lo mejor de sí en nuestras Series Nacionales; no obstante, en su primer año en las Grandes Ligas jugó con los Cardenales de San Luis y obtuvo un excelente promedio de nueve juegos ganados y solo una derrota.
La trascendencia de esa actuación consistió en demostrar que los peloteros cubanos estaban aptos para triunfar en cualquier béisbol y abrió el camino a los que seguirían su huella. Ellos fueron Rolando Arrojo y los hermanos Liván y Orlando “el Duque” Hernández, estos dos últimos con faenas tan brillantes que llevaron a sus equipos: Marlins de La Florida y Yankees de Nueva York, respectivamente, a la conquista de sendas Series Mundiales.
La gota que colmó la copa vino con la decisión de José Ariel Contreras de abandonar el Equipo Nacional para desempeñarse en ese otro nivel. Un vacío inconmensurable para el ya deteriorado pitcheo cubano. Precisamente Contreras, el héroe frente a los Orioles de Baltimore, el mismo que había sido llamado por las máximas autoridades del país como “el titán de ébano”.
El caso Contreras debe haber desatado una especie de psicosis entre las autoridades deportivas nacionales con vistas a evitar nuevas deserciones. Cualquier sospecha, conversación comprometedora o el más mínimo contacto con personas residentes en el exterior podía constituirse en un estigma que tronchaba la carrera de un atleta. En ese contexto se inscribe la tribulación del también pinareño Yobal Dueñas
En el año 2002 Yobal fue el héroe indiscutible del triunfo cubano en una Copa Intercontinental al batear un jonrón en el juego decisivo contra Corea del Sur. Era el dueño absoluto de la segunda almohadilla en el equipo Cuba, y la televisión transmitió escenas en las que el pelotero recibía el homenaje de su CDR y juraba lealtad a la pelota revolucionaria. Pero, inexplicablemente, no fue incluido en el equipo que asistió a los Panamericanos de República Dominicana en el 2003. Ese es el único estímulo que tienen los atletas cubanos, representar a la Patria en eventos internacionales. Cuando se les priva de esa posibilidad, y se hallan en plenitud de condiciones, la única opción que les queda es mirar al exterior. Efectivamente, tanto Yobal como el lanzador espirituano Maels Rodríguez, también eliminado de la delegación panamericana, se las arreglaron para abandonar el país ilegalmente.
Después vendría el más sonado de estos episodios, y que tuvo como centro al prometedor capitalino Kendry Morales. Él tampoco estuvo en los Panamericanos, pero sí formó parte del equipo que compitió días después en el Campeonato Mundial celebrado en nuestro país. Aquí se desempeñó a gran altura y obligó a los federativos nacionales a incluirlo en la selección que iría al preolímpico de Panamá.
En el país itsmeño se produjo un hecho que aún hoy permanece cubierto por un velo de misterio, al menos para la opinión pública nacional que depende de la información que ofrecen los medios de difusión oficialistas. Casi tras el arribo a Panamá y apenas sin jugar, Kendry Morales fue devuelto a Cuba bajo el pretexto de presentar “problemas personales”. La falta de noticias adicionales sobre el suceso destapó todo tipo de rumores y conjeturas, la mayoría de las cuales apuntaban que Kendry intentó desertar de la delegación y había sido descubierto por los agentes de seguridad que siempre acompañan a las comitivas cubanas.
La intriga aumentó cuando dio inicio la serie nacional y Kendry se reincorporó a su equipo, Industriales, para desaparecer nuevamente poco tiempo después cuando, según él, fue conminado a dejar ese colectivo. Al parecer, el corresponsal de la BBC de Londres en La Habana lo entrevistó y las declaraciones del pelotero aparecieron en la página web de esa emisora. Allí Kendry expresó que nunca pretendió abandonar el país y que las causas de sus desventuras son la sospecha y la desconfianza que prevalece en torno a su persona. Incluso hasta las viviendas de algunos de sus familiares fueron registradas en busca de algún elemento comprometedor. El resultado: puesta en peligro la carrera y forma deportiva de un brillante atleta. En cuanto a su futuro, si decide apostarlo aquí en la Isla, estimo difícil que logre exorcizar los demonios que le han endilgado. Prácticamente no le han dejado alternativas para evadir una insípida existencia. Sobran más comentarios...
Semejante enclaustramiento de nuestras autoridades deportivas con respecto a los atletas contrasta con la política aperturista que se sigue con los entrenadores y otros colaboradores del deporte. Según Humberto Rodríguez, presidente del INDER, en el pasado año más de 2000 técnicos y entrenadores cubanos prestaron servicio en 50 naciones. Mas también declaró que “Cuba ni vende, ni renta, ni regala atletas”(1). Es evidente que en la concepción de la jerarquía cubana subsiste la mentalidad de la Guerra Fría, cuando ser potencia deportiva ayudaba a brindar una imagen positiva del sistema social que se construía.
De todos modos no se vislumbra por el momento la manera de contener este drenaje de atletas. Cada día faltan más peloteros de la Serie Nacional y en otros deportes la tendencia también indica al éxodo. Es un problema de muy difícil solución, una de las cuales podría ser permitir que los deportistas compitieran en determinadas ligas profesionales y después representaran al país de origen en los principales eventos internacionales. Existen precedentes en el deporte mundial que aconsejan esa práctica. Desde luego, en el béisbol esa estrategia tropieza con la actitud de los dueños de equipos de las Grandes Ligas que no han permitido hasta ahora ceder a sus atletas para otras competencias.
No es suficiente con que los atletas de la élite disfruten de un nivel de vida por encima de la extendida pobreza del resto de la población, ni que cuando lleguen al retiro cuenten con una Comisión Nacional que atienda sus necesidades. Si son capaces de competir al más alto nivel y ser retribuidos acorde a su calidad deportiva, no se les debe poner obstáculos. El interés nacional no tiene por qué estar reñido con el empeño de la plena realización humana. Lo contrario es nadar contra la corriente.

(1) Periódico Granma, 2 de febrero del 2004

 

 

Revista Vitral No. 60 * año X * marzo-abril de 2004
Orlando Freire Santana,
(Jovellanos, Matanzas, 1953)
Graduado de Licenciatura en Economía Miembro del Consejo de Redacción de la revista Espacios, de la Arquidiócesis de La Habana.