Mucho se ha escrito sobre las diferencias
que existen entre los cubanos que viven en la
Isla y los que se fueron al exilio. Particularmente al nivel de los
privilegiados hay fuertes diferencias en ideología y en métodos
de desarrollo económico y estructura política.
El gobierno cubano continúa abogando por mantener un solo partido
y un sistema económico con muy poco espacio para una empresa
privada. La comunidad del exilio mantiene que Cuba debería adoptar
una estructura de múltiples partidos políticos y mercados
abiertos basados en el modelo que existe a través del mundo libre.
Aunque el conflicto muchas veces parece irreconciliable, una institución
ha articulado un camino hacia la reconciliación que ha ayudado
a miles de cubanos en el exilio a reconectarse con la Isla en modos
que nunca parecían haber sido posibles bajo las circunstancias
del régimen, todavía en el poder. La posición de
la Iglesia Católica a favor de la reconciliación ha ayudado
a fortalecer a la Iglesia como una institución tanto en la Isla
como en el exilio y ha permitido convertirse en una fuerza unificadora
a un mar de discordias tumultuosas. Otras instituciones deberán
seguir el liderazgo de la Iglesia si Cuba algún día resuelve
sus cuatro décadas de un viejo conflicto dentro de la Isla y
con los Estados Unidos, donde la mayoría de los exiliados cubanos
residen.
Contrario al resto de América Latina, la Iglesia Católica
en Cuba fue relativamente débil anterior a los 1950. Fue prominentemente
una Iglesia urbana y elitista con la mayoría de su clero procedente
de España. El hecho de que el padre de la independencia cubana,
José Martí, era agnóstico y masón libre,
también ayudó a debilitar la imagen de la Iglesia a los
ojos de la sociedad política cubana. No obstante, para fines
de los años 40 y principios de los 50, organizaciones católicas
iban creciendo en miembros y en influencia. Como dice Jerry Poyo, En
los 1950, los católicos emergieron por primera vez como participantes
en la arena de la vida pública, política y social. Una
nueva generación de católicos militantes se preparó
para participar en la vida nacional con la esperanza de llevar a Cuba
en una nueva dirección.2
Una organización en particular, la Agrupación Católica
Universitaria (ACU) comisionó un estudio en 1957 que todavía
es citado en la Isla como uno de los retratos más exactos de
las condiciones rurales en Cuba anterior a la Revolución de 1959.
La ACU era una organización de hombres localizada cerca de la
Universidad de La Habana dedicada al desarrollo espiritual y a la justicia
social. Muchos miembros de ACU participaron en el Directorio Revolucionario
(DR), un movimiento contra Batista que tenía una presencia mucho
más fuerte en la Habana que el Movimiento 26 de Julio de Fidel
Castro. Aunque el líder del DR, José Antonio Echevarría,
no era un miembro de ACU, era muy conocido como activista católico
y su muerte, durante el ataque a Batista en el Palacio Presidencial
en 1957, abrió el camino para que el Movimiento 26 de Julio tomara
una posición central.
Después que Fidel Castro subió al poder y comenzó
a colectivizar la propiedad privada, muchos en la Iglesia comenzaron
a ser críticos de su régimen y empezaron a hablar fuertemente
contra los elementos comunistas en el círculo interno de Castro.
Durante el Congreso Católico en Noviembre de 1959, mas de un
millón de activistas se reunieron en la Plaza de la Revolución
donde el Dr. José Ignacio Lasaga de la Agrupación Católica
dijo un elocuente discurso, Justicia social sí; redención
del trabajador sí; comunismo no! La multitud entusiásticamente
contestó, Cuba sí, comunismo no!3 El Arzobispo
de Santiago, Mons. Enrique Pérez Serantes, escribió una
carta pastoral llamada Por Dios y por Cuba emitida en mayo
de 1960 sobre la infiltración comunista en la Revolución.
En esta carta él se refiere directamente a los elementos comunistas
diciendo, No podemos seguir diciendo que el enemigo está
llamando a la puerta porque en realidad ya está dentro de la
casa, hablando como si ya fuera el dueño. Eventualmente
muchos de los católicos cubanos más activos escogieron
el exilio en vez de enfrentarse a la tormenta que venía con la
transición de Cuba al comunismo.
De los 100,000 cubanos que inicialmente emigraron después de
la Revolución cubana se estima que el 80% eran católicos
practicantes activos.4 Esta es una cantidad sorpresivamente grande comparada
con el numero de católicos practicantes activos en toda Cuba
en años anteriores a la revolución, que se calculaba solamente
en 24%5.
Activistas católicos y miembros del clero se fueron de Cuba en
los primeros años de la Revolución por diferentes motivos.
Una vez que los colegios católicos fueron nacionalizados muchos
perdieron sus trabajos y necesitaron encontrarlos como profesores en
otro lugar. Muchos miembros del clero eran de España y habían
sufrido represiones severas durante la Guerra Civil Española.
Ellos no querían correr el riesgo de ir a prisión y ser
atacados otra vez. En algunos casos extremos, fueron expulsados de Cuba,
como fue el caso de 131 de ellos que fueron forzados a abordar el barco
español La Covadonga 5 meses después de la
invasión de Bahía de Cochinos. Otro motivo del por qué
muchos católicos se fueron radica, como explicaba anteriormente,
en que la Iglesia era predominantemente urbana y con la élite
se fue la clase de gente más adversamente afectada por la Revolución
Cubana.
En los siguientes 18 años, la Iglesia Católica en Cuba
se convirtió en la Iglesia del Silencio. La Constitución
comunista formó un estado ateo y gentes conocidas como católicos
eran rutinariamente discriminados para trabajar y estudiar y algunos
sacerdotes hasta fueron enviados a campos de re-educación. No
fue hasta 1979 que los Obispos Latino Americanos tuvieron una Conferencia
en Puebla, México, junto con el comienzo de la teología
de la liberación en la región, que el clero en Cuba conceptualizó
un plan para fortalecer la Iglesia y organizarse a nivel nacional. La
Iglesia de Cuba estaba en una posición única en toda Latinoamérica
dado que era incapaz de abrazar la teología de la liberación
en un país donde el gobierno reclamaba la defensa de los pobres
de la nación. El Padre René David, un profesor del Seminario
de San Carlos y San Ambrosio en la Habana Vieja le dió el término
de teología de la reconciliación como respuesta
cubana a la teología de la liberación.
En esencia el P. David creyó que un primer paso hacia la reconciliación
entre el gobierno de Cuba y la Iglesia hubiera sido comenzar a secularizar
el estado donde este ya no sería oficialmente ateo. El P. David
retó a la Iglesia a reflexionar en la Doctrina Social de la Iglesia
y el mensaje de perdón en los Evangelios para abrir el espacio
necesario a una reconciliación más ancha que tuviera lugar
a nivel nacional. Para que esta reconciliación fuera no sólo
entre la Iglesia y el Estado pero más importantemente, entre
los miembros de la Iglesia, un proceso de diálogo y reflexión
necesitaba ser organizado. Para los próximos 7 años la
Iglesia estuvo comprometida en el proceso de la Reflexión Eclesial
Cubana (REC), que incluía una serie de reuniones a nivel local
y regional. En 1986 todas las parroquias se reunieron en un encuentro
nacional llamado el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC).
Los Documentos Finales del ENEC resaltan la misión de la Iglesia
de involucrarse más directamente en el proceso revolucionario,
continuando el trabajo hacia una transformación interna,
mayor fuerza teológica y evangélica y más receptividad
a los desarrollos por parte del gobierno.6 Mientras que el Documento
celebra ciertas ganancias sociales hechas por la Revolución en
educación y cuidado de salud, también hace una critica
muy fuerte por discriminar los católicos y adherirse a una política
oficial de ateísmo científico.7 No obstante, las bases
que se establecieron en el documento ayudaron a un diálogo mas
profundo con todos los sectores en conflicto dentro de la Iglesia en
Cuba. Los mismos conceptos de diálogo y reconciliación
son descritos no como opciones pragmáticas en un ambiente político
restringido sino, como un modo de ser verdaderamente cristiano. Como
se explicó en el Documento, Más que una opción,
el diálogo es un estilo, una forma inherente de ser en la Iglesia,
una exigencia en el ministerio de evangelización, reconciliación
y servicio a la sociedad.8
El Documento Final del ENEC también describe la dolorosa era
de separación al principio de los años sesenta, cuando
miles de católicos se fueron del país al exilio y mantiene
que es posible encontrar un campo común a través de la
Iglesia en la unidad de fe. También explica, que en la preparación
para ENEC, se hizo una reflexión para buscar modos de unirse
con los católicos cubanos que viven en el exterior mientras que
reconoce que irse de la Isla no sería una opción viable
en lo adelante para aquellos que deseen contribuir al bien de la Patria.
Esta determinación fue hecha varios años antes cuando,
por primera vez en casi veinte años, los cubanos exiliados volvieron
a visitar sus familias debido a la relajación de la prohibición
de viajar a Cuba hecha por el Presidente Carter en 1979. La Iglesia
estuvo preocupada por los efectos de desestabilización que ese
encuentro de masas podría causar y publicó una carta pastoral
sorpresiva en septiembre 27 de 1979. El autor John Kirk resumió
la carta del modo siguiente:
Los Obispos Cubanos dieron una severa advertencia sobre los peligros
sociales y espirituales del regreso de los exiliados y criticaron al
gobierno de los Estados Unidos. Sin duda, el regreso de miembros de
la comunidad era una invitación ha redescubrir la dignidad de
sus raíces cubanas y a buscar acercamiento con la Patria. En
esa pastoral faltaba el énfasis de pastorales anteriores donde
daban a conocer la naturaleza desastrosa de la sociedad cubana bajo
los comunistas.9
Por supuesto esta fue una carta controversial dado que por décadas
se asumía que escapar era la única opción para
aquellos que eran perseguidos por expresar su fe. No obstante, la carta
es un buen ejemplo de la Iglesia en Cuba al acomodar no solo el reto
del gobierno cubano sino también de la comunidad exilada. En
esencia el reto, como se explicó en el ENEC, fue mantener y conservar
el abrazo de la causa de reconciliación y alcanzar a aquellos
divididos ideológicamente que por décadas había
mantenido posiciones antagónicas y en conflicto abierto.
Finalmente, el ENEC sirvió de invitación a todas las partes
en conflicto para venir a una mesa común a construir la nación,
no olvidando el pasado pero escogiendo el camino de la reconciliación
y el perdón. El gobierno, como siempre, estaba receloso con la
noción de que la Iglesia competía con el Estado. Los autores
del ENEC hicieron un llamado firme para una solución pacifica
del conflicto mientras que insistieron en que la Iglesia no estaba interesada
en obtener poder. Ellos escribieron: La Iglesia no quiere presentarse
a sí misma dentro de la sociedad civil como una entidad poderosa
confrontando otras entidades poderosas, ni tampoco por encima de otros,
como una corte suprema que juzga y decide lo que es bueno y lo que es
malo.10 A través de ENEC la Iglesia trató de ocupar
un nivel intermedio en el conflicto y pidió a todos los cubanos
encontrar en sus corazones el perdón y moverse adelante.
El régimen cubano también fue afectado por la teoría
de la liberación y por primera vez vio a la Iglesia como un potencial
aliado en la lucha por construir una sociedad socialista. El papel fundamental
que jugó la Iglesia en la revolución nicaragüense
y en la lucha en El Salvador con el asesinato del Arzobispo Oscar Romero
tuvo un impacto imborrable en la élite de Cuba. El punto más
alto de la nueva actitud del régimen hacia la Iglesia, tuvo lugar
en 1984 cuando un fraile brasileño, escribió un libro
llamado Fidel y la religión. En el libro Castro se expresa cándidamente
sobre su crecimiento en la religión y lo que él consideró
principios revolucionarios fundamentales de Jesucristo. Hacia 1991 el
régimen optó por cambiar la Constitución y declaró
a Cuba un estado secular por lo tanto trató de abrir el camino
para que los católicos tomaran parte activa en las estructuras
de la élite gubernamental. Esto no quiere decir que muchos católicos
estén dispuestos ha hacerlo pero, de un modo simbólico,
fue un gran paso para que el Estado abandonara el ateísmo y su
actitud oficial hacia la religión.
Desde 1986 la comunidad católica en el exilio ha cumplido los
retos articulados por ENEC y se re-conectó con la gente de Cuba
a través de la institución de la Iglesia. Han podido tomar
ventaja de leyes sobre viajes más relajadas por parte de ambos,
Cuba y los Estados Unidos, para visitar las iglesias de sus pueblos
y en algunos casos reconstruirlas, como las capillas que existían
en sus centrales azucareros. Hasta cierto punto estos esfuerzos se organizaron
en un nivel con familias individuales visitando sus antiguas propiedades
y haciendo arreglos con la Iglesia y figuras del gobierno para reconstruir
capillas abandonadas desde hacia mucho tiempo.
Un proyecto organizado por la ACU, llamado Techos para Jesús
ha podido distribuir más de $200,000 en los 1990 para reconstruir
numerosas iglesias a través de la Isla. Esto es un desarrollo
particularmente importante para la comunidad de cubanos exiliados dado
que envuelve ayudar las necesidades espirituales de una comunidad más
amplia y no solamente miembros de familias individuales. Los cubanos
que residen en el exterior ya han remitido aproximadamente 825 millones
anuales a los miembros de su familia haciendo que las remesas sean la
fuente número uno del ingreso extranjero.11
Otro ejemplo de una ayuda en gran escala de los exiliados a la comunidad
cubana en general tuvo lugar en 1996 después del huracán
Lily. La Iglesia en Miami, bajo el liderazgo de los Obispos Agustín
Román y Thomas Wenski organizó una recogida de alimentos
que resultó en el embarque de 240,000 toneladas de comida para
la gente de Cuba. Un pequeño segmento de la comunidad del exilio
se opuso a los esfuerzos del Obispo Román, quien sufrió
el exilio saliendo de Cuba a la fuerza en el barco Covadonga
y se le asociaba con los de línea dura, recibió amenazas
de muerte. No obstante los embarques se hicieron y otros se han hecho
después. La conexión entre Catholic Charities en Miami
y Caritas Cuba en La Habana fue solidificada. Caritas representa el
lado de los servicios sociales de la Iglesia en Cuba y está organizada
en cada diócesis y en cada Iglesia a través de la Isla.
Es común observar colas fuera de los dispensarios médicos
de Caritas y doctores cubanos recomiendan Caritas a sus pacientes para
las prescripciones. Por primera vez desde la Revolución Cubana,
la Iglesia ha podido ayudar a las necesidades materiales así
como a las necesidades espirituales de la gente de Cuba.
Desde la visita del Papa a Cuba en 1998 la Iglesia ha experimentado
un crecimiento sin paralelo y gran popularidad a través de la
Isla. La visita del Papa también permitió que muchos cubanos
que vivían en el exterior visitaran la Isla por primera vez desde
que se fueron hace más de 40 años. Las iglesias cubanas
con frecuencia están llenas cualquier domingo y cada vez mayor
número de gente joven atiende los servicios y se hacen activos
en la comunidad de la Iglesia. Aunque la Iglesia Católica en
Cuba tiene la capacidad de invitar jóvenes cubano-americanos
a la Isla para hacer trabajo de servicio mientras que se conectan con
la patria de sus padres, todavía no se ha instituido ese programa.
Un esfuerzo como ese hará maravillas para asegurar las posibilidades
de una reconciliación a largo plazo y que las líneas de
conflicto sean casi inexistentes. No obstante, el mensaje de la Iglesia
para la reconciliación y su crecimiento institucional ha permitido
que miles de cubanos en el exilio se hayan re-conectado con la Isla
en modos que nunca creyeron posible mientras que el régimen de
Castro estuviera en el poder. Es imperativo que más cubanos se
reconcilien unos con otros para que la transición a la democracia
pueda ocurrir y haya un futuro sostenible. La Iglesia seguramente mantendrá
un papel crucial durante el importante y delicado esfuerzo transicional.
Notas
1. Gerald E. Poyo, Creando una comunidad de católicos en
el exilio: Los primeros treinta años. Trabajo presentado
en la Segunda Conferencia del Instituto de Investigaciones Cubanas sobre
Cuba y los Estudios de los Cubanos-Americanos (Miami: Florida International
University) Marzo 18-20, 1999, 30.
2. Margaret E. Crahan, Catolicismo en Cuba. Estudios cubanos
19 (1989): 8.
3. Poyo, 1.
4. Jorge Domínguez, Aspectos nacionales e internacionales
de la Iglesia Católica en Cuba. Estudios Cubanos, 19 (1989):
45. Esta cantidad es basada en un encuesta de 1954 y 1957 conducida
por la ACU que encontró que 72.5% de los que respondieron decía
que ellos eran Católicos pero solamente el 24% se consideraban
ser practicantes activos. En contraste, 25% de los que respondieron
dicen que consultan espiritistas regularmente típicos con la
conexión de los cultos afro-cubanos.
5. Crahan, Catolicismo en Cuba, 20.
6. Domínguez aclara que el documento fue el más crítico
desde 1960 y sin precedencia en la reciente historia de la Iglesia
en Cuba, 56.
7. ENEC, 59 (traducción del inglés)
8 John Kirk, Entre Dios y el partido: Religión y política
en Cuba revolucionaria. (Tampa: University of South Florida Press, 1989),
148.
9. Conferencia Episcopal Cubana, Encuentro Nacional Eclesial Cubano
Documento Final e Instrucción Pastoral de los Obispos.
(Roma: Tipografía Don Bosco, 1987; reimpresión en Santo
Domingo: Antiguos Miembros de las Juventudes de Acción Católica,
19), 61.
10. Lorena Barberia, Remittances to Cuba: An evaluation of Cuban
and U.S. Government Policy Measures, The inter-University Committee
on International Migration. Working Paper #15. September 2002, 25.