Jilma Madera fue,
al parecer, predestinada a nacer y crecer, a crear, a vivir y morir
en un lugar nombrado San Cristóbal. Su vida, su obra y su pensamiento
así lo demuestran: concebida en los alrededores del poblado pinareño
de San Cristóbal, por un posible error en el tiempo de embarazo,
vio la primera luz de este mundo en San Cristóbal de La Habana,
el 17 de septiembre de 1915. No muchos días después, sobre
un reptil de acero, por el camino de hierro fue traída para el
templo familiar. Allí transcurrió su infancia y adolescencia
entre la encrestada cordillera de Guaniguanico y la nerviosa serenidad
de la llanura del sur.
Española por la vía paterna, francesa por la materna,
recibió un caudal de cultura en el seno familiar. Ya las posibilidades
de la municipalidad no llenaban la sana y útil ambición
de los que necesitan y desean superarse. La capital del país
se impuso como objetivo y en 1930 partieron.
Jilma recordaba, con ese encanto estremecedor y melancólico de
la nostalgia, su niñez encantada recurriendo muchas veces a las
nubes y a las montañas para, con especial ilusión óptica,
conformar figuras o grupos de ellas con la belleza que pudiera fabricar
toda su infantil imaginación. Las vacaciones en la finca eran
todo un acontecimiento y para ella algo de lo más añorado.
Además de los estudios normales sus padres le matricularon en
una escuela de música para estudiar piano: Cinco años
dando martillo sobre aquel teclado de medioluto sin poder
convencer a mis padres y hermanos mayores que ese no era mi arte.
Nos dijo varias veces. A los 22 años matriculó en la Escuela
de San Alejandro y sintió acercarse a su vocación. En
una clase, pasado ya algún tiempo, el profesor Teodoro Ramos
Blanco presentó una modelo para que posara y los alumnos intentaran
un perfil de la misma. Jilma no miraba para la que posaba, lo cual llamó
la atención del profesor y, dirigiéndose a la mesa de
ella, le dijo: señorita, ese perfil no se parece al de
la modelo. Jilma le respondió: Profesor, esta no
es la modelo...ésta soy yo. Ramos Blanco le replicó:
Pero es que tampoco se parece a usted, a lo que Jilma, con
la fineza que le caracterizaba, le dijo: Profesor, las personas
nunca nos vemos como realmente somos. Después de este diálogo,
el autor del «Maceo de las Taironas» le dijo: No ocupe
su tiempo en otra cosa, usted es escultora por excelencia: ¡Hágase!
Aunque Jilma estudió grabado, dibujo y otras líneas de
las artes plásticas, ocupó casi todo su tiempo en la escultura;
dedicándose a modelar, esculpir, tallar utilizando madera, barro,
piedra, metal, cera y amalgamas, etc.
Al casarse, viajó a los Estados Unidos viaje de luna de
miel- y ocupó su tiempo libre en visitar galerías, talleres
e intercambiar con artistas consagrados. Allí dejó puertas
abiertas en Washington, Nueva York y Boston. La II Guerra Mundial se
recrudecía y con un grupo de amigos martianos firmó la
carta de condena dirigida al Eje (Berlín, Roma, Tokio).
Viajó a Puerto Rico donde realizó varias obras menores
y sendos bustos de Hostos y Betances. Vuelve a los EE:UU y comienza
a trabajar el mármol con especialistas, trabaja la terracota
y realiza el primer busto a Franklin D. Roosevelt fundido en bronce.
De EE.UU viaja a México y se detiene para observar cuidadosamente
todo lo relacionado con las distintas culturas del país. Revisó
en los museos las esculturas de los toltecas, zapotecas, mayas, etc.
Se personó en las famosas pirámides esculpidas de la civilización
de Teotihuacan, subió hasta la cima de la Pirámide del
Sol. Llegó a Yucatán y continuó hacia el norte
de Guatemala. Se hizo fotografiar sobre la Pirámide de Uxmal.
El Dios de los aztecas y la Serpiente Emplumada (Quetzalcoatl) esculpida
en la piedra viva. De los contemporáneos conoció a Diego
Rivera, David Alfaro Siqueiros que influyó en sus esculturas
a partir de sus líneas, y aunque no conoció personalmente
a Orozco, su obra pictórica la atrajo, principalmente El
Esclavo. Desde este viaje comenzó a trabajar las máscaras
y allí realizó el boceto de Lamento, una de
sus más interesantes y conmovedoras creaciones: Toda una mezcla
de placer y sentimiento, de satisfacción y angustia y una denuncia
artística de la extraordinaria capacidad femenina en la que se
funde el amor, la pasión y la incomprensión.
De sus trabajos en terracota nos resulta impresionante su posición
antibíblica en cuanto a la creación de la mujer: Génesis,
obra que dedicó a una sobrina suya y que seguramente conserva,
presenta, lejos de lo descrito por la Escritura, a un Adán sin
sexo y con las contracciones propias del parto y el torso de Eva saliendo
por el costado. Esta obra de unos 25 cms posee los más mínimos
detalles de los accidentes musculares de un hombre. Al decir
esto, me siento obligado a referir un trabajo-estudio que Jilma realizó
sobre el recorrido de los músculos en diferentes posiciones y
circunstancias y que fue reconocido por varios cirujanos y profesores
de Anatomía de la Universidad de La Habana. Existe en su taller.
Ya he dicho en otros escenarios que quien busca ser es porque nunca
ha sido, y lo peor es que nunca será. Este no es el caso de Jilma,
ya que ella supo, en todos los estadios de su vida conciente, lo que
en realidad era y ello le permitió la entrega total a su creación
singularísima.
Debemos recordar que Jilma fue una mujer con una cultura universal,
si excluimos la política y la religión. Ella podía
consumir 4 ó 5 horas conversando sobre grandes músicos
de cualquier época, podía utilizar ese mismo tiempo en
explicar el desarrollo de la civilización egipcia. Con fluidez
explicaba el desarrollo de esta o aquella manifestación del arte
o la literatura en tal o cual cultura. Ella aprendió a participar
correcta y adecuadamente en una recepción, una entrevista, una
cena de cortesía y también conversar largamente con un
humilde y poco instruido amigo.
Cuando la alfabetización contaba- por poco me ponen
a alfabetizar en el Vedado...yo les puse condición: a la provincia
de campos bellísimos y amados... Así nos llegó
a una humilde casa campesina del municipio La Palma, en el camino a
Playa Berracos, donde sembró la semilla de la amistad y la comunicación
hasta su último minuto. De igual forma, cuando se inauguró
la plaza Don Diego Rodríguez, el cual hubo de fenecer
pocas semanas antes, se personó allí como autora del busto,
con un discreto y serio vestido beige y estampación de puntos
negros: Jilma conoció lo bello y lo calamitoso del ser humano.
Regresó a Cuba con una nueva concepción escultórica
y trabajó arduamente en las obras Madre india, Ensimisma,
que reprodujo a tamaño natural en piedra viva. Ya para entonces
acumulaba los relieves de El pacto del silencio, que recuerda
al fiel y muy leal campesino Pedro (Perico) Pérez y sus hijos
cuando se comprometieron en guardar los restos del Lugarteniente General
Antonio Maceo y los de su ayudante Panchito Gómez Toro. Otros
relieves como Finlay y Cervantes, etc.
Salió hacia Europa y se sorprende de ser muy conocida y considerada
allí. Llegó a Barcelona, viajó a Madrid en tren,
viajó a Marsella y Lyon (Francia) y que agasajada por la intelectualidad
de estos puntos de Europa. En España realizó el boceto
de Viceversa, obra que expresa el poder y la fuerza
del espíritu sobre la carne...del amor sobre la pasión.
Trabajó mucho como suelen trabajar los hombres que se hacen
jornaleros o siervos de sí- y vendió algunas piezas allá.
Dictó conferencias sobre el arte escultórico y también
sobre la cultura cubana y americana en general, ocupando importantes
cintillos en la prensa y la radio que se saturaba de los recuentos de
todos los episodios espantosos de la recién concluida guerra.
En su segundo viaje a Europa entra y se detiene en París. En
la Ciudad Luz, encontró muchos artistas e intelectuales
de latinoamérica. Ya dentro del Louvre contaba- recibí
el más conturbador de los impactos: La Victoria de Samotracia.
Una obra de veintitrés siglos que logró sacarme del mundo
por no sé que tiempo. Me dije: eso es lo que tú buscabas,
ahí lo tienes.
Siguió a Italia (Roma, Florencia, Nápoles) y de allí
a Grecia para recorrer personalmente todo lo que de valor escultórico
guardaba la ruina de una civilización. Junto a arqueólogos,
espeleólogos, historiadores, recorrió las tres zonas o
áreas que conforman el país: la continental, la peninsular
y la insular. Sin la menor muestra de osadía o suficiencia, aceptó
el reto de dictar una conferencia sobre la arquitectura y el arte
en la Grecia Antigua. Algo similar a lo que hizo en Nápoles
(Italia) al dictar una conferencia sobre El arte en el papel fabriano.Al
regresar a Cuba, encontró las convocatorias que le animaron en
su empeño desde el encuentro con La Victoria de Samotracia:
el complejo escultórico que se situaría en el frontis
del Palacio de Justicia, La República· y El
Cristo de La Habana. Sobre el primero presentó un boceto
que tituló El triunfo de la Justicia, que ganó
el primer lugar pero así fue Jilma, debía vendar los ojos
de la impetuosa mujer que representaba la Justicia. No aceptó
la exigencia del jurado y debatió con el tribunal de especialistas
en la escultura griega y latina y les convenció con el sólido
argumento de que si la justicia no ve, es ciega, y si es ciega
cómo podrá diferenciar lo bueno y lo malo?. Después
nos comentaba: las gentes piensan que lo legal es justo...¡qué
cosa! ¡cuántas leyes hay en el mundo preñadas de
injusticia!.
La segunda fue presentada en un boceto de 1.5 mts. =15 mts. Y ganó
el primer lugar. Esta sería situada a la entrada de la sede del
Banco Nacional de Cuba (hoy Hospital Hermanos Ameijeiras). Para lograrla
hizo solo dos bocetos, pero utilizó cinco modelos a fin de lograr
una mujer serena, dulce, sólida y dispuesta, pero nunca
hombruna y maternal como hay algunas por el mundo nos comentaba-.
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Jilma Madera,
junto a una parte
del Cristo de La Habana.
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El tercero, El Cristo lo consideró lo mejor de su
obra y primogénito monumental. Sólo este se pudo realizar
ya que la falta de presupuesto primero y, cuando lo hubo, la imposibilidad
de ejecutarlos por limitaciones físicas de Jilma, después,
hizo que se quedara en los impresionantes bocetos que se encuentran
en su casa-taller.
Los tres bocetos monumentales los realizó en cera; sólo
queda el del Triunfo de la Justicia; y le pregunté
por qué hacerlo a tan pequeña escala en cera, me dijo:
quien no sabe trabajar la cera no podrá trabajar el mármol.
En las nueve fotografías expuestas se pudo observar un buen número
de elementos para estudiar y profundizar en la vida, obra y pensamiento
de la sui generis creadora.
Aun en su libreta de viaje a otras llamaba cuadernos
de viaje- anotaba lo que consideraba de importancia.
Apuntó que se encontró con Celia (Celia Sánchez
Manduley) en Ocujal del Turquino, pudo observar claramente a Celia en
el momento en que hacían la guardia de honor en el Mausoleo de
Santa Ifigenia, el día 18 en la mañana. Celia era hija
del Dr. Manuel Sánchez Silveira, (médico) que representó
en la antigua provincia de Oriente el propósito de los martianos
de llevar al Turquino el busto de José Martí. Por cierto,
fue en esta jornada donde se inicia la incomparable amistad entre Celia
y Jilma.
Sobre El Cristo de La Habana se debe tener en cuenta que
posee una marcada diferencia con los monumentales conocidos. Este no
está recibiendo, -como el del Corcovado, el de León (Guanajuato),
el de Lisboa, el de Lubango, el de los Andes, etc.- su autora lo concibió
enseñando. Situado justo en el lugar donde ya la agresividad
del mar se atenúa, nadie posó para moldear el boceto,
bendecido por el Papa, situado en eje con la Catedral de San Cristóbal
de La Habana. Y añade un detalle muchas veces criticado, lo referente
a su calzado, que lejos de ser sandalias como las de aquella época
son unas chancleticas de meter el dedo como le llaman aquí.
Aquellos son los pies de la propia Jilma.
Ya he dicho que Jilma era anticlerical, atea y cristiana. Lo que puede
parecer una contradicción no es más que una autodefinición
de la propia Jilma. Su cristianismo debe considerarse a partir del sincero
y profundo amor por su patria y, además, una extrema compasión
por sus semejantes. Ella fue amiga, admiradora y seguidora de un humilde
carpintero que en 42 meses estableció una doctrina que ha transcurrido
por veinte siglos. Hombre que amaba a los pobres y combatía la
pobreza, que amaba a los ricos y despreciaba las riquezas, que amaba
a los enfermos y arremetía contra las enfermedades, que amaba
al delincuente y odiaba el delito, que amaba a los oprimidos y condenaba
la opresión, que sacrificó su vida hasta la muerte para
que el hombre viviera eternamente, que llevó en sí mismo
la angustia infinita de los oprimidos y les animó a buscar la
verdad que les libertaría, del hombre de la Regla de Oro.
Nos resulta curioso el hecho de que un gran número de los antiguos
alumnos del Seminario Martiano se mostraran anticlericales y, no pocos,
ateos. Meditando al respecto encuentro las valoraciones que Martí
hiciera sobre la Iglesia y, no es secreto recién revelado, decir
que el Apóstol de nuestra independencia sentenciara hace más
de un siglo: El cristianismo muere a manos del catolicismo.
No albergo la menor duda que hoy diría:El cristianismo
muere a manos de los cristianos, porque el Cristo de Jilma, el
Cristo de Martí y el de los cristianos sinceros, es recrucificado
cada día, ya no por judíos y romanos, sino por los propios
cristianos. Pero esta realidad me recuerda al reformista Martín
Lutero, el cual no era un monje budista, o un islámico, o un
sintoista; era un sacerdote católico, apostólico y romano,
sólo que con una visión que se presentó por sobre
sus superiores de entonces y no se entendieron sus propuestas. Ya hoy
se ha superado todo aquello y no se necesitaría un Martín
Lutero, no se necesita por haberse estudiado, entendido y aplicado,
pienso, todo lo que provocó un innecesario sector llamado protestante.
Entiendo que si lo protestado ya no existe, tampoco debe existir ese
sector. Así nos sucede con el caso de Jilma, sólo que
ella no dejó, al menos que conozcamos, tal o cual razón.
Sí se puede asegurar que ella interpretó la doctrina del
Singular Nazareno como cualquiera de los religiosos seguidores de Él.
Y no se mostró agresiva o irónica con la Iglesia ni con
alguna secta religiosa, pues fue recibida en audiencia por tres personalidades
en el Vaticano, el último de los cuales fue el propio Papa, y
sus relaciones con S.E.R.el Cardenal Arteaga fueron respetuosas en los
días en que trabajaba El Cristo.
La casa donde ella vivió por más de medio siglo en Lawton,
la hizo su hermano para ella. Allí, en el piso de la sala se
puede descubrir una cruz cuando entra y, curiosamente cuando sale del
lugar también. En mi opinión modesta, pero algo argumentada,
puedo decir que la novia del mármol fue descristianizada: alguna
vez, el eco de la proclamación de la luz nos muestra la más
absoluta oscuridad, entonces no especulemos.