Hermanos, son pocas las veces que visito esta
Diócesis de Pinar del Río, pero desde la primera vez que
lo hice siempre he tenido la misma sensación, eso que se dice
así, ordinariamente: los extremos se tocan. Cada vez que he venido
en distintas fechas, celebraciones, acontecimientos, he tenido esa impresión,
yo diría que se ha ido profundizando y enraizando. Sí,
esto me ha sucedido otras veces, yo diría, de manera especial
lo siento, lo percibo en estos momentos, hoy, mañana, que he
venido a participar en la celebración de los 50 años de
Monseñor Siro. Se me ha pedido además, que haga la presentación,
el prólogo, de éste pequeño libro que recoge, pienso
que no todas, pero la mayoría de las cosas de Mons. Siro.
Más que pretender hacerles llegar una relación, de aunque
sea lo fundamental, de lo que en este libro está recogido, yo
diría, que aquí están en estas palabras que como
siempre son muy limitadas para expresar las cosas, más bien,
los sentimientos que uno siente, percibe, cuando mira en conjunto estos
50 años de Mons. Siro.
A continuación les presento este libro
con las palabras que escribí para su Prólogo:
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Mons. Pedro
Meurice, diciendo las palabras de presentación del libro.
Foto: Rayko J. Díaz.
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Mi hermano y amigo en Cristo, en
la Iglesia y en Cuba, el Obispo José Siro González Bacallao,
cumple cincuenta años de vida sacerdotal. Una vida llena de penas
y esperanzas, de angustias y expectativas. Una vida llena de servicio
a Dios en su Iglesia y en el corazón mismo de su pueblo.
Esa ha sido quizá la característica medular de su vida:
la encarnación sacerdotal en medio de la vida cotidiana de su
pueblo y la audacia con que ha anunciado, de palabra y con obras, las
Buenas Noticias de Jesucristo para Cuba, a saber:
-Que hay un solo Dios, y que todas las demás realidades y autoridades
de este mundo pasan y son relativas.
-Que sólo Jesucristo es el Mesías, y que todos los demás
intentos de mesianismos terminan en frustración y opresiones
de todo tipo.
-Que la gloria de Dios es el hombre viviente y libre, y que toda lesión
a la dignidad del hombre y a sus derechos inalienables va contra la
voluntad de Dios y debe ser preocupación y motivo de solidaridad
por parte de la Iglesia.
-Que la Iglesia es el sacramento de Cristo en el corazón del
mundo y de la historia y que si ella se separa del mundo y de la historia
es como si la sal se volviera sosa y como si el fermento saliera de
la masa.
Estas Buenas Noticias que se encuentran, junto a otras, en los Evangelios
de Cristo, han sido la fuente y la motivación profunda de toda
la vida de Monseñor Siro y de todas las obras pastorales que
él ha promovido, patrocinado y cobijado durante sus años
de sacerdote y ahora, durante su largo y fecundo episcopado en la Diócesis
de Pinar del Río. Esa Iglesia habla, por sí sola y por
sus obras apostólicas, del estilo sacerdotal de su Obispo. Un
estilo encarnado, servicial y profético, como él mismo
decía en su Homilía de la Misa en el Centenario de aquella
Diócesis.
Y ya sabemos que quien se encarna de verdad, quien se mete en la vida,
la cultura y la historia de su pueblo, como lo hizo Jesús de
Nazaret, se embarra los pies con los polvos de ayer y los lodos de hoy.
Quien camina con su pueblo, no puede dejar de sufrir con él todas
las vicisitudes del camino.
Eso ha sufrido y gozado el Obispo Siro junto a su pueblo: cuando era
seminarista y vivió en aquel Seminario El Buen Pastor; cuando
lo vió expropiado y convertido en cuartel; cuando de joven sacerdote
vió expulsar a la mayoría de los curas de su Diócesis
y vio sufrir y morir de pena a curas y obispos; cuando sembraba con
sus amigos y feligreses campesinos el mejor tabaco del mundo y cuando
intentaba que no cayeran sobre la cabeza de la gente los techos de sus
templos.
Además, también sabemos lo que le pasa a los profetas:
Eso ha sufrido y gozado el Obispo Siro junto a su pueblo y como pastor
solícito de una Iglesia con una tradición laical y profética
de varios siglos cuando tuvo que recorrer en la destartalada Petronila,
su pequeño automóvil, todos los caminos sedientos de consuelo
y palabras de vida eterna. Lo vivió cuando ha reconstruido y
reanimado templos y comunidades con los Ministros laicos de la Palabra
y la Eucaristía y con su brigada de constructores y artistas,
porque Siro sabe que cuando la Iglesia no tiene casa, algo se
daña en el alma de los pueblos como dice en otra de sus
Homilías.
El Obispo lo ha vivido cuando ha sufrido incomprensiones por su eficaz
pastoral del mundo de la cultura que convoca y ofrece espacios a muchos
escritores y artistas; ha experimentado lo que le pasa a los profetas
cuando promueven iniciativas de formación cívica y religiosa
y cuando patrocinan publicaciones cuya transparencia y espacios multicolores
dejan pasar la luz más cubana con libertad y cercanía.
Lo ha experimentado, en fin, cuando a través de Cáritas
o de la Pastoral de Atención a los Presos y sus Familiares, ha
podido escuchar el grito de los que sufren y ha intentado
responder solidariamente a este clamor de su pueblo, como también
expresa en otra de sus Homilías recopiladas en este volumen.
Pero es mejor que cada uno de ustedes, amigos lectores, se adentre en
este libro que publica Ediciones Vitral como homenaje y gratitud a su
cercano Pastor. Todo en este libro nos habla de un sacerdote de Cristo
que no ha tenido otro acicate, y ningún otro proyecto de vida,
que servir a su pueblo como lo hace un cura y un Obispo.
La vida del Obispo Siro se parece mucho a esta compilación de
su magisterio: de la Conferencia en un Congreso Misionero en Brasil
hasta unas breves palabras de premiación en una Galería
de Arte de su ciudad; desde las palabras de recordación a una
religiosa misionera hasta el agradecimiento por una condecoración
cuyo signo es la Cruz; desde la Homilía siempre sencilla y encarnada
hasta el entrañable Acto de Consagración de su Diócesis
a la Virgen de la Caridad en El Cobre.
El mismo Obispo señala, en su Homilía de Acción
de Gracias con la que cierra esta primera antología de sus escritos,
los tres ejes de su vida sacerdotal: la Eucaristía, la devoción
a la Virgen y la entrega valiente y sacrificada a los hombres y mujeres
de su pueblo.
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Abrazo de Meurice y Siro,
muestra de la cercanía y el cariño que
los une. Foto:
Rayko J. Díaz.
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He aquí una síntesis y un proyecto de vida que puede servir
de ejemplo a los nuevos sacerdotes y obispos cubanos y también
a los mayores, que como este servidor, andamos todavía intentado
descubrir y poner en obra la mejor manera de servir, sin medida y sin
reservas, a la salvación y el progreso de nuestro pueblo.
Animo a todos los cristianos, y a aquellos cubanos de buena voluntad
que están buscando qué dice y qué hace la Iglesia
en Cuba, a que lean y reflexionen las enseñanzas y testimonios
que desbordan este libro. Los invito también a poner en práctica,
en sus propias vidas, según sus propios carismas y vocaciones,
aquellas mociones del Espíritu que, al leer estas enseñanzas,
soplará según dónde quiera y cómo quiera,
la impredecible voluntad de Dios.
Querido hermano, quiero terminar con las palabras de San Pablo a Timoteo:
Cuídate tú y cuida la enseñanza; se constante;
si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan. (1ra.
Tim. 4,16)
Que la Virgen de la Caridad, a quien tanto ama el intrépido Obispo
de Vueltabajo, y su glorioso Patrono San Rosendo, Obispo arriesgado
y sacrificado como él, sigan protegiendo, acompañando
y alentando a este Pastor guajiro a quien tanto aman y admiran muchos
pinareños y otros muchos cubanos.
Cuenta, querido hermano y amigo Siro, también con mi veneración
y afecto de corazón.