Revista Vitral No. 60 * año X * marzo-abril de 2004


TESTIMONIO

 

LA IGLESIA COMO SACRAMENTO DE RECONCILIACIÓN ENTRE LOS CUBANOS DE LA ISLA Y EL EXTERIOR

MANUEL JORGE HIDALGO

Imagen auténtica de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre hallada en el siglo XII en la Bahía de Nipe. La devoción a la Patrona de Cuba siempre ha sido y será motivo de unidad entre los cubanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mucho se ha escrito sobre las diferencias que existen entre los cubanos que viven en la
Isla y los que se fueron al exilio. Particularmente al nivel de los privilegiados hay fuertes diferencias en ideología y en métodos de desarrollo económico y estructura política.
El gobierno cubano continúa abogando por mantener un solo partido y un sistema económico con muy poco espacio para una empresa privada. La comunidad del exilio mantiene que Cuba debería adoptar una estructura de múltiples partidos políticos y mercados abiertos basados en el modelo que existe a través del mundo libre. Aunque el conflicto muchas veces parece irreconciliable, una institución ha articulado un camino hacia la reconciliación que ha ayudado a miles de cubanos en el exilio a reconectarse con la Isla en modos que nunca parecían haber sido posibles bajo las circunstancias del régimen, todavía en el poder. La posición de la Iglesia Católica a favor de la reconciliación ha ayudado a fortalecer a la Iglesia como una institución tanto en la Isla como en el exilio y ha permitido convertirse en una fuerza unificadora a un mar de discordias tumultuosas. Otras instituciones deberán seguir el liderazgo de la Iglesia si Cuba algún día resuelve sus cuatro décadas de un viejo conflicto dentro de la Isla y con los Estados Unidos, donde la mayoría de los exiliados cubanos residen.
Contrario al resto de América Latina, la Iglesia Católica en Cuba fue relativamente débil anterior a los 1950. Fue prominentemente una Iglesia urbana y elitista con la mayoría de su clero procedente de España. El hecho de que el padre de la independencia cubana, José Martí, era agnóstico y masón libre, también ayudó a debilitar la imagen de la Iglesia a los ojos de la sociedad política cubana. No obstante, para fines de los años 40 y principios de los 50, organizaciones católicas iban creciendo en miembros y en influencia. Como dice Jerry Poyo, “En los 1950, los católicos emergieron por primera vez como participantes en la arena de la vida pública, política y social. Una nueva generación de católicos militantes se preparó para participar en la vida nacional con la esperanza de llevar a Cuba en una nueva dirección.”2
Una organización en particular, la Agrupación Católica Universitaria (ACU) comisionó un estudio en 1957 que todavía es citado en la Isla como uno de los retratos más exactos de las condiciones rurales en Cuba anterior a la Revolución de 1959. La ACU era una organización de hombres localizada cerca de la Universidad de La Habana dedicada al desarrollo espiritual y a la justicia social. Muchos miembros de ACU participaron en el Directorio Revolucionario (DR), un movimiento contra Batista que tenía una presencia mucho más fuerte en la Habana que el Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro. Aunque el líder del DR, José Antonio Echevarría, no era un miembro de ACU, era muy conocido como activista católico y su muerte, durante el ataque a Batista en el Palacio Presidencial en 1957, abrió el camino para que el Movimiento 26 de Julio tomara una posición central.
Después que Fidel Castro subió al poder y comenzó a colectivizar la propiedad privada, muchos en la Iglesia comenzaron a ser críticos de su régimen y empezaron a hablar fuertemente contra los elementos comunistas en el círculo interno de Castro. Durante el Congreso Católico en Noviembre de 1959, mas de un millón de activistas se reunieron en la Plaza de la Revolución donde el Dr. José Ignacio Lasaga de la Agrupación Católica dijo un elocuente discurso, “Justicia social sí; redención del trabajador sí; comunismo no!” La multitud entusiásticamente contestó, “Cuba sí, comunismo no!”3 El Arzobispo de Santiago, Mons. Enrique Pérez Serantes, escribió una carta pastoral llamada “Por Dios y por Cuba” emitida en mayo de 1960 sobre la infiltración comunista en la Revolución. En esta carta él se refiere directamente a los elementos comunistas diciendo, “No podemos seguir diciendo que el enemigo está llamando a la puerta porque en realidad ya está dentro de la casa, hablando como si ya fuera el dueño.” Eventualmente muchos de los católicos cubanos más activos escogieron el exilio en vez de enfrentarse a la tormenta que venía con la transición de Cuba al comunismo.
De los 100,000 cubanos que inicialmente emigraron después de la Revolución cubana se estima que el 80% eran católicos practicantes activos.4 Esta es una cantidad sorpresivamente grande comparada con el numero de católicos practicantes activos en toda Cuba en años anteriores a la revolución, que se calculaba solamente en 24%5.
Activistas católicos y miembros del clero se fueron de Cuba en los primeros años de la Revolución por diferentes motivos. Una vez que los colegios católicos fueron nacionalizados muchos perdieron sus trabajos y necesitaron encontrarlos como profesores en otro lugar. Muchos miembros del clero eran de España y habían sufrido represiones severas durante la Guerra Civil Española. Ellos no querían correr el riesgo de ir a prisión y ser atacados otra vez. En algunos casos extremos, fueron expulsados de Cuba, como fue el caso de 131 de ellos que fueron forzados a abordar el barco español “La Covadonga” 5 meses después de la invasión de Bahía de Cochinos. Otro motivo del por qué muchos católicos se fueron radica, como explicaba anteriormente, en que la Iglesia era predominantemente urbana y con la élite se fue la clase de gente más adversamente afectada por la Revolución Cubana.
En los siguientes 18 años, la Iglesia Católica en Cuba se convirtió en la Iglesia del Silencio. La Constitución comunista formó un estado ateo y gentes conocidas como católicos eran rutinariamente discriminados para trabajar y estudiar y algunos sacerdotes hasta fueron enviados a campos de re-educación. No fue hasta 1979 que los Obispos Latino Americanos tuvieron una Conferencia en Puebla, México, junto con el comienzo de la teología de la liberación en la región, que el clero en Cuba conceptualizó un plan para fortalecer la Iglesia y organizarse a nivel nacional. La Iglesia de Cuba estaba en una posición única en toda Latinoamérica dado que era incapaz de abrazar la teología de la liberación en un país donde el gobierno reclamaba la defensa de los pobres de la nación. El Padre René David, un profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio en la Habana Vieja le dió el término de “teología de la reconciliación” como respuesta cubana a la teología de la liberación.
En esencia el P. David creyó que un primer paso hacia la reconciliación entre el gobierno de Cuba y la Iglesia hubiera sido comenzar a secularizar el estado donde este ya no sería oficialmente ateo. El P. David retó a la Iglesia a reflexionar en la Doctrina Social de la Iglesia y el mensaje de perdón en los Evangelios para abrir el espacio necesario a una reconciliación más ancha que tuviera lugar a nivel nacional. Para que esta reconciliación fuera no sólo entre la Iglesia y el Estado pero más importantemente, entre los miembros de la Iglesia, un proceso de diálogo y reflexión necesitaba ser organizado. Para los próximos 7 años la Iglesia estuvo comprometida en el proceso de la Reflexión Eclesial Cubana (REC), que incluía una serie de reuniones a nivel local y regional. En 1986 todas las parroquias se reunieron en un encuentro nacional llamado el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC).
Los Documentos Finales del ENEC resaltan la misión de la Iglesia de “involucrarse más directamente en el proceso revolucionario,” continuando el trabajo hacia “una transformación interna, mayor fuerza teológica y evangélica y más receptividad a los desarrollos por parte del gobierno.”6 Mientras que el Documento celebra ciertas ganancias sociales hechas por la Revolución en educación y cuidado de salud, también hace una critica muy fuerte por discriminar los católicos y adherirse a una política oficial de ateísmo científico.7 No obstante, las bases que se establecieron en el documento ayudaron a un diálogo mas profundo con todos los sectores en conflicto dentro de la Iglesia en Cuba. Los mismos conceptos de diálogo y reconciliación son descritos no como opciones pragmáticas en un ambiente político restringido sino, como un modo de ser verdaderamente cristiano. Como se explicó en el Documento, “Más que una opción, el diálogo es un estilo, una forma inherente de ser en la Iglesia, una exigencia en el ministerio de evangelización, reconciliación y servicio a la sociedad.”8
El Documento Final del ENEC también describe la dolorosa era de separación al principio de los años sesenta, cuando miles de católicos se fueron del país al exilio y mantiene que es posible encontrar un campo común a través de la Iglesia en la unidad de fe. También explica, que en la preparación para ENEC, se hizo una reflexión para buscar modos de unirse con los católicos cubanos que viven en el exterior mientras que reconoce que irse de la Isla no sería una opción viable en lo adelante para aquellos que deseen contribuir al bien de la Patria. Esta determinación fue hecha varios años antes cuando, por primera vez en casi veinte años, los cubanos exiliados volvieron a visitar sus familias debido a la relajación de la prohibición de viajar a Cuba hecha por el Presidente Carter en 1979. La Iglesia estuvo preocupada por los efectos de desestabilización que ese encuentro de masas podría causar y publicó una carta pastoral sorpresiva en septiembre 27 de 1979. El autor John Kirk resumió la carta del modo siguiente:
Los Obispos Cubanos dieron una severa advertencia sobre los peligros sociales y espirituales del regreso de los exiliados y criticaron al gobierno de los Estados Unidos. Sin duda, el regreso de miembros de la comunidad era una invitación ha redescubrir la dignidad de sus raíces cubanas y a buscar acercamiento con la Patria. En esa pastoral faltaba el énfasis de pastorales anteriores donde daban a conocer la naturaleza desastrosa de la sociedad cubana bajo los comunistas.9
Por supuesto esta fue una carta controversial dado que por décadas se asumía que escapar era la única opción para aquellos que eran perseguidos por expresar su fe. No obstante, la carta es un buen ejemplo de la Iglesia en Cuba al acomodar no solo el reto del gobierno cubano sino también de la comunidad exilada. En esencia el reto, como se explicó en el ENEC, fue mantener y conservar el abrazo de la causa de reconciliación y alcanzar a aquellos divididos ideológicamente que por décadas había mantenido posiciones antagónicas y en conflicto abierto.
Finalmente, el ENEC sirvió de invitación a todas las partes en conflicto para venir a una mesa común a construir la nación, no olvidando el pasado pero escogiendo el camino de la reconciliación y el perdón. El gobierno, como siempre, estaba receloso con la noción de que la Iglesia competía con el Estado. Los autores del ENEC hicieron un llamado firme para una solución pacifica del conflicto mientras que insistieron en que la Iglesia no estaba interesada en obtener poder. Ellos escribieron: “La Iglesia no quiere presentarse a sí misma dentro de la sociedad civil como una entidad poderosa confrontando otras entidades poderosas, ni tampoco por encima de otros, como una corte suprema que juzga y decide lo que es bueno y lo que es malo.”10 A través de ENEC la Iglesia trató de ocupar un nivel intermedio en el conflicto y pidió a todos los cubanos encontrar en sus corazones el perdón y moverse adelante.
El régimen cubano también fue afectado por la teoría de la liberación y por primera vez vio a la Iglesia como un potencial aliado en la lucha por construir una sociedad socialista. El papel fundamental que jugó la Iglesia en la revolución nicaragüense y en la lucha en El Salvador con el asesinato del Arzobispo Oscar Romero tuvo un impacto imborrable en la élite de Cuba. El punto más alto de la nueva actitud del régimen hacia la Iglesia, tuvo lugar en 1984 cuando un fraile brasileño, escribió un libro llamado Fidel y la religión. En el libro Castro se expresa cándidamente sobre su crecimiento en la religión y lo que él consideró principios revolucionarios fundamentales de Jesucristo. Hacia 1991 el régimen optó por cambiar la Constitución y declaró a Cuba un estado secular por lo tanto trató de abrir el camino para que los católicos tomaran parte activa en las estructuras de la élite gubernamental. Esto no quiere decir que muchos católicos estén dispuestos ha hacerlo pero, de un modo simbólico, fue un gran paso para que el Estado abandonara el ateísmo y su actitud oficial hacia la religión.
Desde 1986 la comunidad católica en el exilio ha cumplido los retos articulados por ENEC y se re-conectó con la gente de Cuba a través de la institución de la Iglesia. Han podido tomar ventaja de leyes sobre viajes más relajadas por parte de ambos, Cuba y los Estados Unidos, para visitar las iglesias de sus pueblos y en algunos casos reconstruirlas, como las capillas que existían en sus centrales azucareros. Hasta cierto punto estos esfuerzos se organizaron en un nivel con familias individuales visitando sus antiguas propiedades y haciendo arreglos con la Iglesia y figuras del gobierno para reconstruir capillas abandonadas desde hacia mucho tiempo.
Un proyecto organizado por la ACU, llamado “Techos para Jesús” ha podido distribuir más de $200,000 en los 1990 para reconstruir numerosas iglesias a través de la Isla. Esto es un desarrollo particularmente importante para la comunidad de cubanos exiliados dado que envuelve ayudar las necesidades espirituales de una comunidad más amplia y no solamente miembros de familias individuales. Los cubanos que residen en el exterior ya han remitido aproximadamente 825 millones anuales a los miembros de su familia haciendo que las remesas sean la fuente número uno del ingreso extranjero.11
Otro ejemplo de una ayuda en gran escala de los exiliados a la comunidad cubana en general tuvo lugar en 1996 después del huracán Lily. La Iglesia en Miami, bajo el liderazgo de los Obispos Agustín Román y Thomas Wenski organizó una recogida de alimentos que resultó en el embarque de 240,000 toneladas de comida para la gente de Cuba. Un pequeño segmento de la comunidad del exilio se opuso a los esfuerzos del Obispo Román, quien sufrió el exilio saliendo de Cuba a la fuerza en el barco “Covadonga” y se le asociaba con los de línea dura, recibió amenazas de muerte. No obstante los embarques se hicieron y otros se han hecho después. La conexión entre Catholic Charities en Miami y Caritas Cuba en La Habana fue solidificada. Caritas representa el lado de los servicios sociales de la Iglesia en Cuba y está organizada en cada diócesis y en cada Iglesia a través de la Isla. Es común observar colas fuera de los dispensarios médicos de Caritas y doctores cubanos recomiendan Caritas a sus pacientes para las prescripciones. Por primera vez desde la Revolución Cubana, la Iglesia ha podido ayudar a las necesidades materiales así como a las necesidades espirituales de la gente de Cuba.
Desde la visita del Papa a Cuba en 1998 la Iglesia ha experimentado un crecimiento sin paralelo y gran popularidad a través de la Isla. La visita del Papa también permitió que muchos cubanos que vivían en el exterior visitaran la Isla por primera vez desde que se fueron hace más de 40 años. Las iglesias cubanas con frecuencia están llenas cualquier domingo y cada vez mayor número de gente joven atiende los servicios y se hacen activos en la comunidad de la Iglesia. Aunque la Iglesia Católica en Cuba tiene la capacidad de invitar jóvenes cubano-americanos a la Isla para hacer trabajo de servicio mientras que se conectan con la patria de sus padres, todavía no se ha instituido ese programa. Un esfuerzo como ese hará maravillas para asegurar las posibilidades de una reconciliación a largo plazo y que las líneas de conflicto sean casi inexistentes. No obstante, el mensaje de la Iglesia para la reconciliación y su crecimiento institucional ha permitido que miles de cubanos en el exilio se hayan re-conectado con la Isla en modos que nunca creyeron posible mientras que el régimen de Castro estuviera en el poder. Es imperativo que más cubanos se reconcilien unos con otros para que la transición a la democracia pueda ocurrir y haya un futuro sostenible. La Iglesia seguramente mantendrá un papel crucial durante el importante y delicado esfuerzo transicional.

Notas
1. Gerald E. Poyo, “Creando una comunidad de católicos en el exilio: Los primeros treinta años.” Trabajo presentado en la Segunda Conferencia del Instituto de Investigaciones Cubanas sobre Cuba y los Estudios de los Cubanos-Americanos (Miami: Florida International University) Marzo 18-20, 1999, 30.
2. Margaret E. Crahan, “Catolicismo en Cuba.” Estudios cubanos 19 (1989): 8.
3. Poyo, 1.
4. Jorge Domínguez, “Aspectos nacionales e internacionales de la Iglesia Católica en Cuba.” Estudios Cubanos, 19 (1989): 45. Esta cantidad es basada en un encuesta de 1954 y 1957 conducida por la ACU que encontró que 72.5% de los que respondieron decía que ellos eran Católicos pero solamente el 24% se consideraban ser practicantes activos. En contraste, 25% de los que respondieron dicen que consultan espiritistas regularmente típicos con la conexión de los cultos afro-cubanos.
5. Crahan, “Catolicismo en Cuba,” 20.
6. Domínguez aclara que el documento fue el más crítico desde 1960 y “sin precedencia en la reciente historia de la Iglesia en Cuba,” 56.
7. ENEC, 59 (traducción del inglés)
8 John Kirk, Entre Dios y el partido: Religión y política en Cuba revolucionaria. (Tampa: University of South Florida Press, 1989), 148.
9. Conferencia Episcopal Cubana, Encuentro Nacional Eclesial Cubano Documento Final e Instrucción Pastoral de los Obispos.
(Roma: Tipografía Don Bosco, 1987; reimpresión en Santo Domingo: Antiguos Miembros de las Juventudes de Acción Católica, 19), 61.
10. Lorena Barberia, “Remittances to Cuba: An evaluation of Cuban and U.S. Government Policy Measures,” The inter-University Committee on International Migration. Working Paper #15. September 2002, 25.


 

Revista Vitral No. 60 * año X * marzo-abril de 2004
Manuel Hidalgo, Jr.
Recibió una Maestría en Estudios Latinomericanos de la Universidad Internacional de la Florida en 2001. Este ensayo es un sumario de su tesis. Ahora vive en Silver Spring, Maryland con su esposa y tres hijos y es Director de Operaciones para el Centro Católico Hispano en Washington, D.C.