Monseñor José Siro González Bacallao, Obispo de
Pinar del Río.
Señor Julio Ramón Pita.
Integrantes de la Presidencia del acto.
Amigos de la revista Vitral.
Presentes todos.
Queridos amigos:
Agradezco esta invitación
para hablar hoy aquí al objeto de presentarles el libro José
Martí, clarividencia y muerte, escrito por Julio Ramón
Pita quien obtuvo el PRIMER PREMIO del Concurso VITRAL 2003. Mis agradecimientos
van muy especialmente dirigidos al autor; a mi muy querido amigo del
alma Obispo Monseñor José Siro González Bacallao;
a Dagoberto Valdés, siempre apreciado y admirado y a todos los
amigos de Vitral y de la Diócesis de Pinar del Río, territorio
donde tengo una parte muy importante de mis vivencias de juventud porque
mis padres poseían una finca en el municipio de Candelaria de
donde, por cierto, es oriundo Don Siro. Quizás entre otras cosas
de concepto, muy importantes, que me unen a su persona, sea también
ese sentido de paisano circunstancial una razón más para
mi afinidad con quien he denominado en algunas de mis crónicas
periodísticas un Obispo guajiro al que las dignidades ni las
jerarquías nunca han apartado de su origen y esencias genuinamente
populares y campesinas, lo que ha determinado que lleve la mitra y el
báculo con la autenticidad y la sencillez de los hombres que
trabajan la tierra en los sugerentes, míticos y hermosos parajes
pinareños.
Pero no es de Don Siro de quien vine a hablarles hoy, aunque no puedo
evitar mencionarlo con todo mi aprecio y admiración cuando me
acerco a sus angustias, a su obra y a sus desvelos como pastor ejemplarizante
y paradigmático. Es de otro hombre muy sencillo y sumamente modesto,
aquí presente junto a mí, Julio Ramón Pita, autor
del libro que debo presentarles en esta ocasión, quien a mi criterio
forma parte del selecto grupo de personas que peregrinan por la vida
muy en silencio pero siempre dispensando el bien, tal y como lo hacen
las mariposas en la naturaleza que nos rodea, según me dejó
escrito en un hermoso libro, regalo por mi cumpleaños en 1947,
el maestro de mis primeras letras quien quiso ejemplificarme una norma
de vida en esa ocasión tan importante para mí.
En la encomienda que hoy cumplo con gran gusto, y que me honro por su
realización en este ámbito diocesano pinareño,
debo comenzar por presentarles al autor, en primera instancia para que
puedan comprender mejor la urdimbre del estudio y el análisis
martianos que hoy ponemos en circulación. En este orden de cosas,
muy particularmente considero que sólo puede lograr un entendimiento
verdaderamente acertado y profundo para escribir sobre las esencias
espirituales y entrañas místicas de José Martí
un autor que, a su vez, posea las cualidades que le son inherentes a
un místico capaz de vivir y desenvolverse dentro de la sacralidad
propia de la trascendencia martiana, tan tergiversada, pretendidamente
ocultada e incluso hasta vilipendiada por quienes se han acercado a
la obra y vida del Apóstol con la intención de interpretarla
conforme a criterios que son extemporáneos e incluso contradictorios
con el modo de pensar y actuar de nuestro José Martí.
Para entrar en materia debo decirles que tuve la gran satisfacción
de haber asistido a la conferencia magistral que meses atrás
dictó Julio Ramón Pita en la Casa de Laicos del Arzobispado
cuando se presentó el número de la revista Espacios donde
fue publicado su trabajoAproximaciones a la hombradía de
José Martí, y personalmente considero que tanto
el artículo como la conferencia de Pita entonces, son importantes
antecedentes del libro premiado por el Concurso VITRAL de 2003 que hoy
estamos presentando a ustedes. Recuerdo, y les testimonio, que Julio
Ramón Pita con sus emocionadas y sentidas palabras de aquel momento
supo guiarnos sabiamente a los presentes en el Salón de Actos
de la Casa Laical, por el camino que nos condujo hacia un mundo poco
incursionado, y muy desconocido en consecuencia, que penetra en lo más
interno de la entraña espiritual y mística de nuestro
José Martí. Descubrir, asomarse e introducirse dentro
del maravilloso ámbito del Espíritu y la religiosidad
mística de José Martí tiene costos muy altos en
medio de las coyunturas en que nos encontramos inmersos y nuestro autor
no dudó en hacerlo en mi criterio con mucho acierto y pasando
por encima de grandes prejuicios y muy acendrados esquemas.
Debo añadirles también que conocía a Pita desde
antes de aquellos acontecimientos que hoy recuerdo, incluso tuvimos
la oportunidad de coincidir en obras y empeños que nos resultaron
comunes dentro del campo de los análisis éticos y filosóficos
de los valores que deben ser cultivados en nuestras sociedades contemporáneas,
pero debo confesarles que durante aquella conferencia de que les hablo,
y como resultado de la lectura de su artículo publicado en Espacios,
se descubrió ante mí y ante los presentes al encuentro
en el local de la Plaza del Cristo en La Habana Vieja, principalmente
a los que fuimos capaces de interpretarlo en su más profundo
sentimiento, la dimensión de un intelectual edificado y crecido
a partir de las esencias y de la materia prima propias de la buena tierra
en que cayeron las semillas de que se nos habla en la parábola
del sembrador que Jesús de Nazaret nos legara con tanta profundidad
de significado e interpretaciones, algunas de las cuales aún
están pendientes de descifrar y que por cierto está contenida
en el Evangelio correspondiente al día de hoy precisamente.
Yo siempre había esperado, y espero, de Julio Ramón Pita
obras importantes y análisis de profundidad real, porque lo he
seguido de cerca en su labor intelectual y periodística de la
revista Espacios, pero nuevamente debo confesarles que aquella conferencia
y aquel artículo memorables superaron todas las expectativas
que al respecto yo podía tener. Descubrí que a pesar de
que pensaba conocerlo, se revelaba entonces en aquellos trabajos martianos,
tan acertadamente profundos ante mí, una persona de la que no
había percibido antes la capacidad mística e intelectual
que le permitieron sumergirse con gran maestría dentro del mundo
del espíritu, propio de las vidas trascendentes como la de José
Martí, lo que definitivamente ha realizado Pita pasando por encima
de los esquemas dogmáticos, de los lugares comunes del lenguaje,
del miedo umbral que nos describen algunos teólogos, a quienes
aprecio mucho y con quienes me siento muy identificado, así como
también dejando a un lado las interpretaciones de compromiso
o mediatizadas que se fundamentan en los intereses mezquinos y en las
conveniencias propias de quienes sólo se preocupan de cuidar
sus currículos y su estatus social. Aquellos descubrimientos
tan gratos tuve que testimoniarlos porque quien pretenda ser cronista
de su época no puede pasar por alto estas vivencias ejemplarizantes.
Califiqué con un párrafo al Pita, cuyo conocimiento había
culminado de completar en aquellos días, que se lo cito ahora
como resumen de lo que debo expresarles sobre nuestro autor laureado
a quien les presento en la compleja y apreciada misión que cumplo
ante ustedes ahora., Escribí entonces y reitero hoy que Julio
Ramón Pita es un hombre modesto y desapercibido para muchos,
mientras que menospreciado por otros y muy querido por quienes realmente
lo conocemos y apreciamos su calidad humana e intelectual. Pita esconde
en su interior una personalidad ilustrada, un humanismo excepcional
y una honradez intelectual a toda prueba. Eso fue algo que afirmé
como calificación no sólo de la obra y las palabras que
apreciamos sus amigos, oyentes y lectores en aquella oportunidad, sino
también como resultado de la observación y seguimiento
de su modo de ser y de su labor intelectual durante los avatares y las
circunstancias que juntos hemos tenido que afrontar. Todo esto, aún
mayormente potenciado, puedo afirmarles en este acto después
de haberme leído, estudiado e incluso meditado el contenido del
libro al que tan justamente se le ha concedido el primer lugar del Concurso
VITRAL 2003.
Ahora, una vez que dentro de mis modestas posibilidades he tratado de
presentar al autor, les ruego me permitan exponerles algunas características,
valores así como expresiones analíticas y conceptuales
que he podido apreciar y disfrutar en la obra en cuestión: José
Martí, clarividencia y muerte.
Debo comenzar por el título, que en mi criterio resulta ser una
primicia anunciadora de su contenido, en el que Pita intenta describirnos,
y en gran parte lo logra porque todavía falta mucho que descubrir
en esta dirección, el juego y el contrapunteo con la muerte y
el futuro por delante realizado por José Martí en virtud
de sus esencias e intríngulis trascendentes e iluminados. Opino
que esta no es tarea fácil para enfrentarla porque para poder
sumergirse dentro de la dimensión mística, profética
e iluminada de nuestro José Martí les reitero que considero
necesario poder compartir sus sentimientos, esencias espirituales y
convicciones asumidas que, por cierto, las verdaderamente martianas,
no son muy abundantes hoy. Por eso valoro de inicio la valentía
intelectual y la decisión de nuestro autor que, sin sutilezas
ni veladas intenciones, manifiesta desde el título mismo su propósito
de presentarnos en su libro esta dimensión tan desconocida, y
en ocasiones desestimada, de un Martí místico y sacralizado.
Ante todo aprecio que nuestro autor trata de penetrar en el transcurrir
del movimiento ascendente que busca la Luz inefable que sólo
puede surgir de Dios, desarrollado en lo más interno del alma
de José Martí, y que una vez que logra sintonizarse con
este movimiento, en virtud de la ejercitación de una muy interesante
calistenia espiritual y alquímica, pueda describirnos en consecuencia
en las páginas del libro que hoy presentamos, con un muy atinado
dominio por su parte del lenguaje teológico, filosófico
y profético que les invito a disfrutar, las entrañas espirituales,
místicas, sacralizadas y humanísticas de José Martí,
las que se nos facilita escudriñar y asimilar en nuestro propio
beneficio y en el de los seres humanos en general, mediante el estudio
y la meditación más que en la lectura de la obra que les
estoy presentando.
Las preguntas que se plantea Pita en el capítulo titulado Prefiguración,
tienen una profundidad y trascendencia en el tiempo que las hacen permanecer
como interrogaciones permanentes y siempre renovadas en cada nueva circunstancia
de nuestra Historia Nacional. Preguntas que, considero, no son para
ser respondidas con criterios e interpretaciones que cierren el caso,
por denominar de alguna forma, los renovados análisis y las constantes
búsquedas de razones, en muchas ocasiones angustiosas, para que
nuestro Apóstol haya caído en combate durante una escaramuza
militar tan fácil de haber sido sorteada por soldados y oficiales
que contaban con la maestría y la conducción tan calificadas
como las de aquel momento en el territorio de Dos Ríos. Quizás
esto sucedió como circunstancia extraordinaria y especial de
nuestro destino histórico de nación, dirigida a darle
un final abierto al transcurrir del tiempo y a la ejercitación
del análisis y la meditación permanente así como
para el ejercicio de la búsqueda incesante de experiencias siempre
vitalizadoras. Pita juega con estos conceptos, pero en mi criterio,
sin descubrírnoslos directamente porque quizás también
los manifiesta de forma instintiva sin tomar total conciencia de la
magnitud de lo que realiza dado el respeto con que se desenvuelve ante
algo que resulta tan trascendente y tan propio de los designios y los
planes de nuestro Creador y que, como consecuencia de su carácter
divino, debe ser abordado con gran cuidado y con plena responsabilidad
por quienes somos y seremos descendientes en el tiempo y en las convicciones
de aquellas generaciones de cubanos que se lanzaron a la manigua para
defender el respeto a la diversidad y al derecho ajeno de todos por
igual, con el propósito principal de legarnos una Patria con
todos y para el bien de todos, que Martí inspirara como líder
espiritual, político y social indiscutible. Los invito a tomar
esta hipótesis que, según mi criterio, es inducida por
Pita en su libro para introducirnos en el mundo místico que da
cobijo a los días y coyunturas en que se produjo la caída
en combate de José Martí, que consecuentemente resultan
ser un ámbito más amplio que surge y se extiende a través
de la corta pero fructífera existencia de nuestro Apóstol,
en el que la vida y la muerte son partes consustanciales de un peregrinaje,
de unos objetivos y de unas misiones asumidas, que todos los seres humanos
sin excepciones estamos llamados a realizar con mayor o menor contenido
y trascendencia y que en Martí resultan sublimes y excepcionales
y adquieren connotaciones extraordinarias para la Historia y los destinos
de Cuba y de los cubanos.
En su labor Pita no tiene prejuicio alguno que le limite o le impida
manejar las claves místicas, metafísicas, teológicas
que son necesarias usar para adentrarse en este mundo del espíritu
que es inherente a la vida y la obra de nuestro José Martí
porque, además de obtener con ello una verdadera efectividad
y eficacia en un análisis de tal naturaleza y envergadura, pienso
que resultan imprescindibles también para saber caminar así
como a los efectos de armarse de la valentía y de la pericia
necesarias para moverse por los bordes de la existencia que hacen la
función de límites o fronteras con el espacio de la muerte,
lo que requiere incluso de una clara percepción de la muerte
como puerta de entrada que da paso de un estado del alma a otro más
trascendente y espiritual. En estos empeños es necesario, además,
disponer de un sentido y una comprensión mística de la
existencia. En mi criterio Pita posee plenamente estos atributos y requisitos
y hace uso adecuado de los mismos en el libro que estamos presentando,
con lo que su tránsito por dentro del mundo místico e
interno de José Martí, en mi criterio, lo realiza en plena
posesión de un pase de entrada y con la maestría propia
de un iniciado en los espacios que un día fueron ámbitos
habituales de Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa
de Jesús y Pierre Teilhard de Chardin, por tan solo mencionar
a algunos de los místicos que considero más representativos.
Hasta aquí el título, sus propósitos de contenidos
que anuncia y las licencias, virtudes e instrumentos que el autor posee
y utiliza para desarrollar el empeño que nos propone.
El análisis de la palabra y el don de la sacralidad en Martí
se desarrollan con una comprensión tan aguda, que, pienso, cuenta
no tan solo con las destrezas y los acuciosos esfuerzos investigativos
que despliega el autor, sino que también, y muy especialmente
se originan y fundamentan en la sintonía y la iluminación
que siempre surgen del Espíritu de Dios y los invito de nuevo
a meditar en lo que al respecto del Logos en esta ocasión, y
de lo sagrado nos revela esta obra que no sólo expone planteamientos
sino que, con mayor cuantía y profusión, nos insinúa
y estimula a convertirnos en exploradores de la psiquis y de las razones
profundas y sublimes que fundamentan la oratoria y la predicación
de un Apóstol que vaciándose de sí mismo y siendo
un sujeto verdaderamente creíble, al decir de Pita, con plena
posesión de kénosis no hablaba para convencer, sino
para conmover según la expresión de Stenger que
cita nuestro autor en la obra que estamos presentando.
La concepción de la religiosidad y del homo religiosus
de José Martí es otro aspecto de gran importancia que
Pita saca hacia la superficie de nuestro entendimiento social con argumentos
muy sólidos, como son los análisis escritos y las expresiones
de Martí en relación con las teorías de Darwin
y las objeciones que le plantea nuestro Apóstol, a lo que Pita
denomina como apotegma reduccionista de Darwin en relación a
que el hombre no es más que un animal, baste por
mi parte sólo este señalamiento para invitarles a conocer
y meditar sobre las razones y las ideas que Pita, con destreza de un
verdadero doctor de almas nos recopila, sintetiza y analiza a los efectos
de presentarnos El espíritu, su escalofrío y la
finalidad del sentido en un José Martí hombre de
fe, de religaciones y de vivencias y cumbres místicas que busca
los verdaderos orígenes de la vida no sólo en el ámbito
de la materia sino también, y muy fundamentalmente, dentro del
espacio real que tiene lo que es propio del espíritu en nuestro
Universo.
Creo que se nos plantea en este capítulo una utilidad y un valor
de mucho significado para las circunstancias y coyunturas en que nos
encontramos inmersos. Muy clara y explícita es la cita, que ampliamente
recoge y reseña Pita en esta parte de su trabajo, en la que tajantemente
Martí expresa, sin la menor posibilidad de que se dude sobre
lo contenido en su planteamiento, que: La vida es doble. Yerra
quien estudia la vida simple. Y esta cita la podríamos
encadenar en secuencia con otra que también recoge Pita en este
capítulo y que de igual forma resulta terminante para lo que
fundamenta nuestro autor sobre la mística, la religiosidad y
las creencias del maestro y cito el criterio de Martí sobre el
alma inmortal, con el pedido que la relean y mediten con profundidad
en el contexto que Pita nos expone así como que busquen su referencia
bibliográfica en el libro que presentamos, cito textualmente:
lo demuestro, lo abstracto se demuestra con lo abstracto, yo tengo
un espíritu inmortal, porque lo siento, porque lo creo, porque
lo quiero.
Pita se sumerge decididamente dentro del misterio de lo que denomina,
al referirse directamente a Martí, como la percepción
suya de la muerte como plano activo de transfiguración y la conjugación
de esto, que son potencias que él advierte sobre sí en
posterioridad de morir; ya dentro del mundo del misterio, de los
enigmas y del más allá en el que se inserta José
Martí, aún desde muy joven hasta su tránsito hacia
la otra vida, se introduce Pita de manos tan diversas y calificadas
como son las de José Lezama Lima y Juan Marinello, lo que deviene
clara expresión de la amplitud y profundidad de miras con que
nuestro autor aborda la clarividencia y la muerte de José Martí.
Su método en estos tránsitos a través del mundo
martiano es específicamente y en sentido general, analítico
y esencialista, su recorrido se realiza a través y por medio
de una cronología de los días que van desde la República
Dominicana a Dos Ríos, en la que clarividencia y mística
se manifiestan en una permanente sucesión histórica, que
reseña nuestro autor y que les propongo estudien a profundidad
y acuciosamente en el capítulo que titula El Alibi
y que subtitula con una pregunta llena de significados y sugerencias
planteada por Ezequiel Martínez Estrada en su prólogo
al Diario de campaña de José Martí que dice textualmente:
¿Pues no es esta narración de un rito sacrificial
en que la víctima expiatoria se ofrece en holocausto para la
salvación de un pueblo?, interrogante que se convierte
centro y nudo gordiano de todo el análisis y desarrollo que Pita
nos plantea en este iluminado capítulo que, pienso, debe ser
objeto de una lectura con los ojos y los sentidos del espíritu
a los efectos de su mayor disfrute así como poder asimilarlo
en las honduras del misterio de la vida y de la muerte, que de acuerdo
con el sentido místico, clarividente así como de acción
comprometida y sublimada de nuestro José Martí en todo
el cumplimiento de su deber de vida, se manifiesta durante su fructífera
existencia terrenal.
Para concluir su exposición magistral antes del Epílogo,
Pita se introduce en el análisis de la forma que mucho se perfecciona
dentro del estilo específico que desarrolla Martí y que,
según pienso, es algo que no podía soslayarse porque lo
ético y lo estético generalmente se desenvuelven en concordancia
y constituyen en Martí cumbres de su ser, su mística y
su espiritualidad en el más amplio sentido de los conceptos.
No voy a profundizar en la reseña de un capítulo que no
deberíamos dejar de degustar bajo ningún concepto.
En el Epílogo Pita describe minuciosamente los ultrajes
que se hicieron con los restos mortales de nuestro José Martí,
porque lo considera muy necesario a los efectos de todo su trabajo,
según lo expresa textualmente como tesis al respecto usando lo
que sentenció sobre ese asunto Don Ezequiel Martínez Estrada
que cito a continuación: si negáramos el significado
histórico-mítico de estos penosos hechos rituales funerarios,
estaríamos escamoteándole a la biografía del héroe
cubano la virtud secreta de los ejemplos. Quiero por mi parte,
significarles además en este orden de pensamiento, que Pita en
este capítulo consigna una pincelada que por su extensión
parece mínima, pero que por su contenido nos deja insertos dentro
del ámbito de los enigmas y los misterios que los acontecimientos
de la muerte de José Martí en sí mismo poseen,
y es el análisis de la breve nota que deja presuntamente el General
español Ximénez de Sandoval donde trata a Martí
con el sentido masónico de Hermano en un papel marcado con signos
también masónicos del tipo Rosacruz, lo que potencia y
compulsa una leyenda masónica que involucra a Martí con
Ximénez Sandoval.
La última frase que plantea nuestro autor para culminar su libro
es que para José Martí, batallar no era dar muerte
sino recibirla.
Por mi parte quisiera decirles, para terminar con mi exposición,
que considero este libro que hoy presentamos, fruto de la inspiración,
el trabajo y la autoría de Julio Ramón Pita, como un importante
instrumento de presente y de futuro con vista a las grandes tareas de
formación, superación y reconstrucción en lo referido
a las esencias morales y éticas que tenemos por delante todos
los cubanos sin ningún tipo de diferencias ni excepciones, en
las que la reconciliación, el perdón, el amor y el encuentro
que se manifiestan en el batallar de José Martí constituyen
un referente necesario, cercano y verdadero.
Muchas gracias.