Revista Vitral No. 60 * año X * marzo-abril de 2004


LECTURAS

 

PRESENTACIÓN DEL LIBRO
"JOSÉ MARTÍ, CLARIVIDENCIA
Y MUERTE"

FÉLIX SAUTIÉ MEDEROS

Julio Ramón Pita, autor del libro, durante sus palabras de saludo y agradecimiento en la noche del lanzamiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Félix Sautié, leyendo las palabras de presentación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Monseñor José Siro González Bacallao, Obispo de Pinar del Río.
Señor Julio Ramón Pita.
Integrantes de la Presidencia del acto.
Amigos de la revista Vitral.
Presentes todos.

Queridos amigos:

Agradezco esta invitación para hablar hoy aquí al objeto de presentarles el libro José Martí, clarividencia y muerte, escrito por Julio Ramón Pita quien obtuvo el PRIMER PREMIO del Concurso VITRAL 2003. Mis agradecimientos van muy especialmente dirigidos al autor; a mi muy querido amigo del alma Obispo Monseñor José Siro González Bacallao; a Dagoberto Valdés, siempre apreciado y admirado y a todos los amigos de Vitral y de la Diócesis de Pinar del Río, territorio donde tengo una parte muy importante de mis vivencias de juventud porque mis padres poseían una finca en el municipio de Candelaria de donde, por cierto, es oriundo Don Siro. Quizás entre otras cosas de concepto, muy importantes, que me unen a su persona, sea también ese sentido de paisano circunstancial una razón más para mi afinidad con quien he denominado en algunas de mis crónicas periodísticas un Obispo guajiro al que las dignidades ni las jerarquías nunca han apartado de su origen y esencias genuinamente populares y campesinas, lo que ha determinado que lleve la mitra y el báculo con la autenticidad y la sencillez de los hombres que trabajan la tierra en los sugerentes, míticos y hermosos parajes pinareños.
Pero no es de Don Siro de quien vine a hablarles hoy, aunque no puedo evitar mencionarlo con todo mi aprecio y admiración cuando me acerco a sus angustias, a su obra y a sus desvelos como pastor ejemplarizante y paradigmático. Es de otro hombre muy sencillo y sumamente modesto, aquí presente junto a mí, Julio Ramón Pita, autor del libro que debo presentarles en esta ocasión, quien a mi criterio forma parte del selecto grupo de personas que peregrinan por la vida muy en silencio pero siempre dispensando el bien, tal y como lo hacen las mariposas en la naturaleza que nos rodea, según me dejó escrito en un hermoso libro, regalo por mi cumpleaños en 1947, el maestro de mis primeras letras quien quiso ejemplificarme una norma de vida en esa ocasión tan importante para mí.
En la encomienda que hoy cumplo con gran gusto, y que me honro por su realización en este ámbito diocesano pinareño, debo comenzar por presentarles al autor, en primera instancia para que puedan comprender mejor la urdimbre del estudio y el análisis martianos que hoy ponemos en circulación. En este orden de cosas, muy particularmente considero que sólo puede lograr un entendimiento verdaderamente acertado y profundo para escribir sobre las esencias espirituales y entrañas místicas de José Martí un autor que, a su vez, posea las cualidades que le son inherentes a un místico capaz de vivir y desenvolverse dentro de la sacralidad propia de la trascendencia martiana, tan tergiversada, pretendidamente ocultada e incluso hasta vilipendiada por quienes se han acercado a la obra y vida del Apóstol con la intención de interpretarla conforme a criterios que son extemporáneos e incluso contradictorios con el modo de pensar y actuar de nuestro José Martí.
Para entrar en materia debo decirles que tuve la gran satisfacción de haber asistido a la conferencia magistral que meses atrás dictó Julio Ramón Pita en la Casa de Laicos del Arzobispado cuando se presentó el número de la revista Espacios donde fue publicado su trabajo”Aproximaciones a la hombradía de José Martí”, y personalmente considero que tanto el artículo como la conferencia de Pita entonces, son importantes antecedentes del libro premiado por el Concurso VITRAL de 2003 que hoy estamos presentando a ustedes. Recuerdo, y les testimonio, que Julio Ramón Pita con sus emocionadas y sentidas palabras de aquel momento supo guiarnos sabiamente a los presentes en el Salón de Actos de la Casa Laical, por el camino que nos condujo hacia un mundo poco incursionado, y muy desconocido en consecuencia, que penetra en lo más interno de la entraña espiritual y mística de nuestro José Martí. Descubrir, asomarse e introducirse dentro del maravilloso ámbito del Espíritu y la religiosidad mística de José Martí tiene costos muy altos en medio de las coyunturas en que nos encontramos inmersos y nuestro autor no dudó en hacerlo en mi criterio con mucho acierto y pasando por encima de grandes prejuicios y muy acendrados esquemas.
Debo añadirles también que conocía a Pita desde antes de aquellos acontecimientos que hoy recuerdo, incluso tuvimos la oportunidad de coincidir en obras y empeños que nos resultaron comunes dentro del campo de los análisis éticos y filosóficos de los valores que deben ser cultivados en nuestras sociedades contemporáneas, pero debo confesarles que durante aquella conferencia de que les hablo, y como resultado de la lectura de su artículo publicado en Espacios, se descubrió ante mí y ante los presentes al encuentro en el local de la Plaza del Cristo en La Habana Vieja, principalmente a los que fuimos capaces de interpretarlo en su más profundo sentimiento, la dimensión de un intelectual edificado y crecido a partir de las esencias y de la materia prima propias de la buena tierra en que cayeron las semillas de que se nos habla en la parábola del sembrador que Jesús de Nazaret nos legara con tanta profundidad de significado e interpretaciones, algunas de las cuales aún están pendientes de descifrar y que por cierto está contenida en el Evangelio correspondiente al día de hoy precisamente.
Yo siempre había esperado, y espero, de Julio Ramón Pita obras importantes y análisis de profundidad real, porque lo he seguido de cerca en su labor intelectual y periodística de la revista Espacios, pero nuevamente debo confesarles que aquella conferencia y aquel artículo memorables superaron todas las expectativas que al respecto yo podía tener. Descubrí que a pesar de que pensaba conocerlo, se revelaba entonces en aquellos trabajos martianos, tan acertadamente profundos ante mí, una persona de la que no había percibido antes la capacidad mística e intelectual que le permitieron sumergirse con gran maestría dentro del mundo del espíritu, propio de las vidas trascendentes como la de José Martí, lo que definitivamente ha realizado Pita pasando por encima de los esquemas dogmáticos, de los lugares comunes del lenguaje, del miedo umbral que nos describen algunos teólogos, a quienes aprecio mucho y con quienes me siento muy identificado, así como también dejando a un lado las interpretaciones de compromiso o mediatizadas que se fundamentan en los intereses mezquinos y en las conveniencias propias de quienes sólo se preocupan de cuidar sus currículos y su estatus social. Aquellos descubrimientos tan gratos tuve que testimoniarlos porque quien pretenda ser cronista de su época no puede pasar por alto estas vivencias ejemplarizantes. Califiqué con un párrafo al Pita, cuyo conocimiento había culminado de completar en aquellos días, que se lo cito ahora como resumen de lo que debo expresarles sobre nuestro autor laureado a quien les presento en la compleja y apreciada misión que cumplo ante ustedes ahora., Escribí entonces y reitero hoy que Julio Ramón Pita “es un hombre modesto y desapercibido para muchos, mientras que menospreciado por otros y muy querido por quienes realmente lo conocemos y apreciamos su calidad humana e intelectual. Pita esconde en su interior una personalidad ilustrada, un humanismo excepcional y una honradez intelectual a toda prueba”. Eso fue algo que afirmé como calificación no sólo de la obra y las palabras que apreciamos sus amigos, oyentes y lectores en aquella oportunidad, sino también como resultado de la observación y seguimiento de su modo de ser y de su labor intelectual durante los avatares y las circunstancias que juntos hemos tenido que afrontar. Todo esto, aún mayormente potenciado, puedo afirmarles en este acto después de haberme leído, estudiado e incluso meditado el contenido del libro al que tan justamente se le ha concedido el primer lugar del Concurso VITRAL 2003.
Ahora, una vez que dentro de mis modestas posibilidades he tratado de presentar al autor, les ruego me permitan exponerles algunas características, valores así como expresiones analíticas y conceptuales que he podido apreciar y disfrutar en la obra en cuestión: José Martí, clarividencia y muerte.
Debo comenzar por el título, que en mi criterio resulta ser una primicia anunciadora de su contenido, en el que Pita intenta describirnos, y en gran parte lo logra porque todavía falta mucho que descubrir en esta dirección, el juego y el contrapunteo con la muerte y el futuro por delante realizado por José Martí en virtud de sus esencias e intríngulis trascendentes e iluminados. Opino que esta no es tarea fácil para enfrentarla porque para poder sumergirse dentro de la dimensión mística, profética e iluminada de nuestro José Martí les reitero que considero necesario poder compartir sus sentimientos, esencias espirituales y convicciones asumidas que, por cierto, las verdaderamente martianas, no son muy abundantes hoy. Por eso valoro de inicio la valentía intelectual y la decisión de nuestro autor que, sin sutilezas ni veladas intenciones, manifiesta desde el título mismo su propósito de presentarnos en su libro esta dimensión tan desconocida, y en ocasiones desestimada, de un Martí místico y sacralizado.
Ante todo aprecio que nuestro autor trata de penetrar en el transcurrir del movimiento ascendente que busca la Luz inefable que sólo puede surgir de Dios, desarrollado en lo más interno del alma de José Martí, y que una vez que logra sintonizarse con este movimiento, en virtud de la ejercitación de una muy interesante calistenia espiritual y alquímica, pueda describirnos en consecuencia en las páginas del libro que hoy presentamos, con un muy atinado dominio por su parte del lenguaje teológico, filosófico y profético que les invito a disfrutar, las entrañas espirituales, místicas, sacralizadas y humanísticas de José Martí, las que se nos facilita escudriñar y asimilar en nuestro propio beneficio y en el de los seres humanos en general, mediante el estudio y la meditación más que en la lectura de la obra que les estoy presentando.
Las preguntas que se plantea Pita en el capítulo titulado “Prefiguración”, tienen una profundidad y trascendencia en el tiempo que las hacen permanecer como interrogaciones permanentes y siempre renovadas en cada nueva circunstancia de nuestra Historia Nacional. Preguntas que, considero, no son para ser respondidas con criterios e interpretaciones que cierren el caso, por denominar de alguna forma, los renovados análisis y las constantes búsquedas de razones, en muchas ocasiones angustiosas, para que nuestro Apóstol haya caído en combate durante una escaramuza militar tan fácil de haber sido sorteada por soldados y oficiales que contaban con la maestría y la conducción tan calificadas como las de aquel momento en el territorio de Dos Ríos. Quizás esto sucedió como circunstancia extraordinaria y especial de nuestro destino histórico de nación, dirigida a darle un final abierto al transcurrir del tiempo y a la ejercitación del análisis y la meditación permanente así como para el ejercicio de la búsqueda incesante de experiencias siempre vitalizadoras. Pita juega con estos conceptos, pero en mi criterio, sin descubrírnoslos directamente porque quizás también los manifiesta de forma instintiva sin tomar total conciencia de la magnitud de lo que realiza dado el respeto con que se desenvuelve ante algo que resulta tan trascendente y tan propio de los designios y los planes de nuestro Creador y que, como consecuencia de su carácter divino, debe ser abordado con gran cuidado y con plena responsabilidad por quienes somos y seremos descendientes en el tiempo y en las convicciones de aquellas generaciones de cubanos que se lanzaron a la manigua para defender el respeto a la diversidad y al derecho ajeno de todos por igual, con el propósito principal de legarnos una Patria con todos y para el bien de todos, que Martí inspirara como líder espiritual, político y social indiscutible. Los invito a tomar esta hipótesis que, según mi criterio, es inducida por Pita en su libro para introducirnos en el mundo místico que da cobijo a los días y coyunturas en que se produjo la caída en combate de José Martí, que consecuentemente resultan ser un ámbito más amplio que surge y se extiende a través de la corta pero fructífera existencia de nuestro Apóstol, en el que la vida y la muerte son partes consustanciales de un peregrinaje, de unos objetivos y de unas misiones asumidas, que todos los seres humanos sin excepciones estamos llamados a realizar con mayor o menor contenido y trascendencia y que en Martí resultan sublimes y excepcionales y adquieren connotaciones extraordinarias para la Historia y los destinos de Cuba y de los cubanos.
En su labor Pita no tiene prejuicio alguno que le limite o le impida manejar las claves místicas, metafísicas, teológicas que son necesarias usar para adentrarse en este mundo del espíritu que es inherente a la vida y la obra de nuestro José Martí porque, además de obtener con ello una verdadera efectividad y eficacia en un análisis de tal naturaleza y envergadura, pienso que resultan imprescindibles también para saber caminar así como a los efectos de armarse de la valentía y de la pericia necesarias para moverse por los bordes de la existencia que hacen la función de límites o fronteras con el espacio de la muerte, lo que requiere incluso de una clara percepción de la muerte como puerta de entrada que da paso de un estado del alma a otro más trascendente y espiritual. En estos empeños es necesario, además, disponer de un sentido y una comprensión mística de la existencia. En mi criterio Pita posee plenamente estos atributos y requisitos y hace uso adecuado de los mismos en el libro que estamos presentando, con lo que su tránsito por dentro del mundo místico e interno de José Martí, en mi criterio, lo realiza en plena posesión de un pase de entrada y con la maestría propia de un iniciado en los espacios que un día fueron ámbitos habituales de Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Pierre Teilhard de Chardin, por tan solo mencionar a algunos de los místicos que considero más representativos.
Hasta aquí el título, sus propósitos de contenidos que anuncia y las licencias, virtudes e instrumentos que el autor posee y utiliza para desarrollar el empeño que nos propone.
El análisis de la palabra y el don de la sacralidad en Martí se desarrollan con una comprensión tan aguda, que, pienso, cuenta no tan solo con las destrezas y los acuciosos esfuerzos investigativos que despliega el autor, sino que también, y muy especialmente se originan y fundamentan en la sintonía y la iluminación que siempre surgen del Espíritu de Dios y los invito de nuevo a meditar en lo que al respecto del Logos en esta ocasión, y de lo sagrado nos revela esta obra que no sólo expone planteamientos sino que, con mayor cuantía y profusión, nos insinúa y estimula a convertirnos en exploradores de la psiquis y de las razones profundas y sublimes que fundamentan la oratoria y la predicación de un Apóstol que vaciándose de sí mismo y siendo un sujeto verdaderamente creíble, al decir de Pita, con plena posesión de kénosis “no hablaba para convencer, sino para conmover” según la expresión de Stenger que cita nuestro autor en la obra que estamos presentando.
La concepción de la religiosidad y del ‘homo religiosus’ de José Martí es otro aspecto de gran importancia que Pita saca hacia la superficie de nuestro entendimiento social con argumentos muy sólidos, como son los análisis escritos y las expresiones de Martí en relación con las teorías de Darwin y las objeciones que le plantea nuestro Apóstol, a lo que Pita denomina como apotegma reduccionista de Darwin en relación a que “el hombre no es más que un animal”, baste por mi parte sólo este señalamiento para invitarles a conocer y meditar sobre las razones y las ideas que Pita, con destreza de un verdadero doctor de almas nos recopila, sintetiza y analiza a los efectos de presentarnos “El espíritu, su escalofrío y la finalidad del sentido” en un José Martí hombre de fe, de religaciones y de vivencias y cumbres místicas que busca los verdaderos orígenes de la vida no sólo en el ámbito de la materia sino también, y muy fundamentalmente, dentro del espacio real que tiene lo que es propio del espíritu en nuestro Universo.
Creo que se nos plantea en este capítulo una utilidad y un valor de mucho significado para las circunstancias y coyunturas en que nos encontramos inmersos. Muy clara y explícita es la cita, que ampliamente recoge y reseña Pita en esta parte de su trabajo, en la que tajantemente Martí expresa, sin la menor posibilidad de que se dude sobre lo contenido en su planteamiento, que: “La vida es doble. Yerra quien estudia la vida simple”. Y esta cita la podríamos encadenar en secuencia con otra que también recoge Pita en este capítulo y que de igual forma resulta terminante para lo que fundamenta nuestro autor sobre la mística, la religiosidad y las creencias del maestro y cito el criterio de Martí sobre el alma inmortal, con el pedido que la relean y mediten con profundidad en el contexto que Pita nos expone así como que busquen su referencia bibliográfica en el libro que presentamos, cito textualmente: “lo demuestro, lo abstracto se demuestra con lo abstracto, yo tengo un espíritu inmortal, porque lo siento, porque lo creo, porque lo quiero.”
Pita se sumerge decididamente dentro del misterio de lo que denomina, al referirse directamente a Martí, como “la percepción suya de la muerte como plano activo de transfiguración y la conjugación de esto, que son potencias que él advierte sobre sí en posterioridad de morir”; ya dentro del mundo del misterio, de los enigmas y del más allá en el que se inserta José Martí, aún desde muy joven hasta su tránsito hacia la otra vida, se introduce Pita de manos tan diversas y calificadas como son las de José Lezama Lima y Juan Marinello, lo que deviene clara expresión de la amplitud y profundidad de miras con que nuestro autor aborda la clarividencia y la muerte de José Martí. Su método en estos tránsitos a través del mundo martiano es específicamente y en sentido general, analítico y esencialista, su recorrido se realiza a través y por medio de una cronología de los días que van desde la República Dominicana a Dos Ríos, en la que clarividencia y mística se manifiestan en una permanente sucesión histórica, que reseña nuestro autor y que les propongo estudien a profundidad y acuciosamente en el capítulo que titula “El Alibi” y que subtitula con una pregunta llena de significados y sugerencias planteada por Ezequiel Martínez Estrada en su prólogo al Diario de campaña de José Martí que dice textualmente: “¿Pues no es esta narración de un rito sacrificial en que la víctima expiatoria se ofrece en holocausto para la salvación de un pueblo?”, interrogante que se convierte centro y nudo gordiano de todo el análisis y desarrollo que Pita nos plantea en este iluminado capítulo que, pienso, debe ser objeto de una lectura con los ojos y los sentidos del espíritu a los efectos de su mayor disfrute así como poder asimilarlo en las honduras del misterio de la vida y de la muerte, que de acuerdo con el sentido místico, clarividente así como de acción comprometida y sublimada de nuestro José Martí en todo el cumplimiento de su deber de vida, se manifiesta durante su fructífera existencia terrenal.
Para concluir su exposición magistral antes del “Epílogo”, Pita se introduce en el análisis de la forma que mucho se perfecciona dentro del estilo específico que desarrolla Martí y que, según pienso, es algo que no podía soslayarse porque lo ético y lo estético generalmente se desenvuelven en concordancia y constituyen en Martí cumbres de su ser, su mística y su espiritualidad en el más amplio sentido de los conceptos. No voy a profundizar en la reseña de un capítulo que no deberíamos dejar de degustar bajo ningún concepto.
En el “Epílogo” Pita describe minuciosamente los ultrajes que se hicieron con los restos mortales de nuestro José Martí, porque lo considera muy necesario a los efectos de todo su trabajo, según lo expresa textualmente como tesis al respecto usando lo que sentenció sobre ese asunto Don Ezequiel Martínez Estrada que cito a continuación: “si negáramos el significado histórico-mítico de estos penosos hechos rituales funerarios, estaríamos escamoteándole a la biografía del héroe cubano la virtud secreta de los ejemplos”. Quiero por mi parte, significarles además en este orden de pensamiento, que Pita en este capítulo consigna una pincelada que por su extensión parece mínima, pero que por su contenido nos deja insertos dentro del ámbito de los enigmas y los misterios que los acontecimientos de la muerte de José Martí en sí mismo poseen, y es el análisis de la breve nota que deja presuntamente el General español Ximénez de Sandoval donde trata a Martí con el sentido masónico de Hermano en un papel marcado con signos también masónicos del tipo Rosacruz, lo que potencia y compulsa una leyenda masónica que involucra a Martí con Ximénez Sandoval.
La última frase que plantea nuestro autor para culminar su libro es que “para José Martí, batallar no era dar muerte sino recibirla.”
Por mi parte quisiera decirles, para terminar con mi exposición, que considero este libro que hoy presentamos, fruto de la inspiración, el trabajo y la autoría de Julio Ramón Pita, como un importante instrumento de presente y de futuro con vista a las grandes tareas de formación, superación y reconstrucción en lo referido a las esencias morales y éticas que tenemos por delante todos los cubanos sin ningún tipo de diferencias ni excepciones, en las que la reconciliación, el perdón, el amor y el encuentro que se manifiestan en el batallar de José Martí constituyen un referente necesario, cercano y verdadero.
Muchas gracias.



 

 

 

 

Revista Vitral No. 60 * año X * marzo-abril de 2004
Félix Sautié Mederos
(La Habana, 1938)
Lic. en Ciencias Sociales y en Estudios Bíblicos y Teológicos. Miembro correspondiente a la Asociación de Teológos Laicos (católicos) de España. Profesor del Instituto Superior de Estudios Bíblicos y Teológicos de LA Habana (ISEBIT). Periodista; tiene publicados varios libros en España: «Sin Tiempo para Morir» (novela testimonio); Evangelio y Revolución, junto a otros autores con Pedro Casaldáliga y Benjamín Forcano; Cuba: Problemas y Retos; y otros más, así como múltiples crónicas y artículos periodísticos.