El concepto imagen-objeto se ha
develado en nuestros días a través de una conciencia de
desdoblamiento, una conciencia de imaginar; conciencia vívida
en la misma contemplación. Ahora predomina el enfrentamiento
con la acción y el artista escudriña, juega, descorre
ciertos velos para que el perceptor asuma y juzgue. Ahora bien, ¿es
posible que en el arte contemporáneo existan elementos novedosos
que ni siquiera por la intertextualidad hayan sido descubiertos o conquistados?.¿
Es posible que en estos tiempos convulsos (donde a menudo no se cree)
alguien se convierta en HACEDOR, en innovador de un movimiento o una
forma artística?. Yo diría que es posible, que este aspecto
se materializa en la manera que tiene cada creador de asumirse y darse
a través de su sello profesional o sus estereotipos.
Emilio López Hernández así define esta concentración
de polémicas, lecturas indefinidas y modos de expresión,
esta cálida madeja de preocupaciones, estilos y sentidos que
es el arte contemporáneo. Para Emilio la acción se concretiza
en la imagen en cuanto hace conciencia de que el proceso creador que
asume es todo acción, en cuanto el concepto que está no
detrás, en el fondo ni en alguna capa esotérica del pensamiento
humano sino en el mismo valor de la imagen, esa confabulación,
se vierte en el encuentro del espectador con la obra.
Hoy en el mundo de la crítica se tiene notable fe en la colonización
del arte extra-límite. Algunos suponen que en la pintura, por
ejemplo, el artista ha de limitarse a dos dimensiones reales y una ficticia.
Con Emilio, y seguramente otros artistas (como de hecho los conozco),
sucede lo contrario. Sus representaciones no sucumben por ineficiencia.
Sus imágenes no pecan de ser meras y frías imágenes
donde solo se aprecia un excelente, bueno o pasajero uso de la formación
académica. (Emilio se graduó en la Escuela Profesional
de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera
de Trinidad).
La figura en su obra es el punto de partida y de regreso y escapa paseando
autosuficientemente por universos inusitados, mundo a los que va y regresa
feliz
feliz
La palabra-me refiero al concepto, a la historia, al trasfondo - está
ahí, al alcance de los que quieren abrir los ojos y VER, desde
el primer contacto imagen-público. Una mujer de espaldas con
alas reales de paloma, sentada en la cabeza de una cabra o digamos ese
perfil que mira y penetra con el solo poder de su imagen, hacen de un
cuadro limitado-repito: un lienzo montado en su respectivo marco, con
dos dimensiones reales y una ficticia - una acción, una fuente
colmada de palabras, un poema.
Lo que más nos asombra de este creador no es solo la juventud
que lo colma; es el pequeñísimo intervalo de tiempo existente
desde el 2002, fecha en que se gradúa de pintura, hasta hoy.
Apenas dos años han transcurrido y ya el artista cuenta con 6
exposiciones personales y alrededor de 20 colectivas, incluidos salones
y varios proyectos de exposición fuera y dentro de la villa de
Trinidad, en los que, de hecho, está trabajando.
Si hablamos de un artista, cualquiera que este sea, debemos comenzar
por esa primera etapa suya en que todavía no ha encontrado su
verdadero karma, en que sus obras, aún ejercicios de estudiante,
no se definen en una tendencia o estereotipo porque ese es el tiempo
de la experimentación y la búsqueda. Si nos referimos
a Emilio tenemos que viajar a sus inicios, donde muestra una atracción
formal hacia el expresionismo. Entonces se dejó llevar por las
fuertes explosiones de color y texturas (desde siempre creyó
en la capacidad de lo visual). Manejó la espátula sin
preocuparse por el futuro
Luego, como el que no espera más del arte que crear, transita
al estado más puro de lo que consideró su poética:
regresó al principio del mundo, explotando (en el mejor sentido)
texturas naturales como plumas, pieles de bovinos y cueros de pescado.
El rojo y las tonalidades oscuras acentuaban la proposición conceptual
del artista. Ese era en aquellos momentos el perfil de otro instante,
de otra vida. El origen de todo cuanto existe y se mueve.
Los hombres y demás organismos nacimos de alguna extraña
partícula o quizás de otros seres diferentes que mutaron
a partir de otros y de otros y así, en un perpetuo círculo
que no dispone fin
me dijo una vez, sentados ambos en el
comedor de la casa donde tiene un pequeño taller, precisamente
cuando trabajaba de lleno en su proyecto de grado. Lo importante para
él era situarse en la raíz de ese ciclo terrenal. El rojo,
con sus gamas, que se ha estigmatizado como revelador de agresividad,
se convierte en el más claro símbolo de vida .
Desde su precepto el mundo es una constante mutación y
uno mismo el resultado fusiona al hombre con los animales: cabras,
gallos, mariposas, perros, peces
los enlaza para demostrar su innegable
afinidad y también con el propósito de vitalizar un regreso
al estado más elemental, al instinto pero a la inocencia, al
sentimiento verdadero
Un día el artista se sentó en medio de su isla, su isla
llena de encanto y emociones, y los duendes - u otros seres para no
llamarles musas-le susurraron ideas nuevas. Así llevó
a cabo algunos cambios en su quehacer factual. Me refiero ahora a esa
época suya en que no sabíamos (nosotros
todos) donde
concluía en su pintura el erotismo. Jugó con temáticas
laberínticas como el sexo desde una ternura casi infantil, desde
una originalidad adulta, desde esa poesía donde se mueven DOS.
|
Título
Contra natura. Técnica, oleo/lienzo, dimensiones, 120x60cm.
|
Es menester que me detenga para hacer esta pequeña acotación.
A lo largo de su trayectoria artística, Emilio se ha interesado
por la obra poética de muchos escritores-tal el caso de Jorge
Ángel Hernández P. o Carlos Martí Brenes-y esto
lo ha manifestado jugando con títulos retóricos como Escribiré
sobre tu vientre los apellidos de mis demonios o El pecado
seré yo en tus entrañas. Así la blanca carne
de una sábana es más que un símbolo y el monumento
desnudo en el crepúsculo
Cuando te abres
cuando arden
galaxias en tu lengua
cuando
Hay una fábula. Hay ciertos amantes húmedos y ceñidos,
hay un domingo cuyos peces se pierden tras la piel
Y así también se pierde esta etapa-como todo lo que fluye-caracterizada
por el movimiento interno, la soltura de las líneas y los colores
brillantes, donde los órganos que dan vida a la sexualidad son
a la vez otras criaturas en busca de su sitio y de su historia.
Situemos pues al artista en el plano de esos que poseen plena conciencia
de que representar es saber y saber, sin lugar a dudas, es informar,
por cuanto informar es comunicar.
No hay que olvidarlo: en esta Edad Moderna muchas imágenes visuales-producto
de que los caminos para penetrar en las realidades y significarlas dependen
cada vez menos del ojo, sino de otros sentidos que intervienen en la
creatividad artística-sin desaparecer, pierden su valor epistemológico.
No así cuando conocemos las realidades plásticas de Emilio.
Yo más que nadie me he detenido-y digo más que nadie por
la cercanía cotidiana-a estudiar prácticamente su obra
y a seguir de cerca, de muy cerca, toda la trayectoria del creador,
he vibrado en demasía ante la potencialidad de sus figuras y
las conversiones (como el que entrega todo) de sus conceptos y singularidades
factuales.
Esta ocasión, protagoniza el PEZ condecorándolo como ser
omnipotente y omnipresente. Es evidente el cambio: su obra ha alcanzado
un dominio existencial, diría mucho más escudriñante,
dialéctico e inquisidor y sus formas valoradas a través
de nuevas texturas y contenidos, han producido efectos potencialmente
ágiles, interpersonales, de cercanía vital y concupiscente
roce, actuando igual que dispositivos en la acción del ser humano
de compenetrarse y reaccionar ante lo suprasensible de este mundo.
Los peces no hablan
literalmente tampoco sueñan, pero han
sido propuestos en su exacto lugar donde aparecen eternizados en cálidos
y fantásticos daguerrotipos, con una carga tal de emoción
y vida que llegan a exhalar el aire atónito de los espectadores
y a devolvernos a cambio una oleada llena de dimensiones sorprendentes.
El Pez es el fin, la justificación y el motivo y al mismo tiempo
es medio y vínculo; el homenaje, el aura, el sobresalto. Es dios
y hombre, corazón y metáfora. Siempre el pez jugando a
llenarlo todo, a procurar lo inasequible, a vitalizar lo inanimado,
resquebrajar y hundirse y dar a luz. Emilio ahora manejando las formas,
los tonos, los fondos como el que descubre maravillas en las cosas comunes,
quien asume la noche como privilegio: otra oportunidad para la nueva
venida de la luz. Sus peces estilizados censuran, provocan, convierten,
hablan lo que no pueden las palabras. De ahí obras en las que
juega con términos como Y Dios creó al pez a su
imagen y semejanza o Érase una vez el hombre.
Se muestra preocupado por el aspecto intrínseco del hombre (el
hombre que es simplemente el pez), sus agonías, su miedo o aceptación
a encontrarse justo frente a sí mismo, sus anhelos y sueños
para llegar a la otra orilla , el homenaje a los que ya no están.
Se pregunta qué hace un pez en el posible espejo. a dónde
van los peces, dónde la infinitud del pez amado. Escarba hasta
el nervio, se adentra en las situaciones porque el pez que soy no me
deja morir, porque es este rostro el que me aleja y hasta ironiza con
las últimas palabras del Capitán, siempre respetando el
ciclo de la vida.
|
Título.
El rojo en la garganta del pez. Técnica, mixta, dimensiones,
140x90 cm.
|
Para Emilio el pez no es un simple adorno ni un signo en la religión
(dígase católica o afrocubana), no está en el agua,
ni siquiera en la cornisa de alguna ventana con su piel dormida o en
la mira de algún furtivo arquero, como aparece en propuestas
de otros artistas cubanos de todos los tiempos: Amelia Peláez,
Belkis Ayón, Rubén Alpízar, Ever Fonseca, José
Pérez Olivares, Alexis Esquivel, incluso Fabelo (por citar solo
algunos). Los peces de Emilio tienen versiones particulares, potencialidades
felizmente más allá del agua o de la ambición de
un pescador tenaz. Cuando escribo y pienso en esto, me viene inmediatamente
a la cabeza aquello de los pájaros tirándole a la
escopeta debido a que estos peces jamás podrán ser
pescados por organismo alguno: ellos son el anzuelo sarcástico
con que se burla el creador y ascienden a la inmortalidad
El Pez/Dios y Todos.
El pez resquicio, hendidura a la contemporaneidad.
El pez silencio. Azul calidez y puerta.
El pez-anzuelo
El pez-arco.
El pez-equilibrio y sombra en la garganta.
El pez sangre dominando el mundo.
El pez travesía, ícono y trampa.
Y aquí aparece una nueva verdad: el Pez-molino, elemento (me
refiero al molino) con una enorme carga de emotividad y lecturas, de
encanto
que el autor define para algunas series en otras exposiciones
suyas.
Mientras tanto, Dios sigue siendo un anzuelo colgado del cielo y los
organismos nos revelamos contra Natura y los molinos giran
sin
pedirle a la vida alguna otra cosa.
Recuerdo ahora el artículo: Atención: hay peces
en la vía, publicado hace varios años en Revolución
y Cultura, donde Ismael S. Albelo comenta sobre la danza El pez
de la torre nada sobre el asfalto. Allí el pez es un ser
desnudo de vanidades y vestido de honestidad que se echa a rodar por
el asfalto, una vez desprendido de la torre elitista de lo intelectual.
En El poeta y el pez, otro artículo Jesús
Losada Guevara expresa que el poeta cuando dice PEZ no se limita
a reproducir convenciones tan fuertes como Cristo (
) representación
fálica, nacimiento o revelación, sino que está
representándose, creándose (
) con los emanados de
su ser irrepetible y singular, es decir, el Pez no es los peces, es
uno por el que entran todas las flechas.
|
Título.
Molino. Técnica,, Óleo/lienzo, dimensiones, 170x120
cm.
|
Y el artista se autosacrifica y sacrifica términos disponibles,
minutos de otras inquietudes, dialécticas y escenarios
y
para su siguiente exposición hace homenajes, domina concepciones
filosóficas, viajes premeditados. Recrea a Gregorio Samsa, no
como personaje del cuento La metamorfosis de Kafka, sino al ser atribulado
por las desavenencias de una sociedad, al hombre- bicho, cuya realidad
se le ha caído de pronto en la cabeza y cuyos sentimientos y
preocupaciones se centran en una horrible y sola certeza: ya no es un
hombre simple. (En el cuarto de Gregorio ya no hay luz.) Recrea a los
amigos de una forma mucho más personal, sacando a la superficie
lo que esconden
vibrando junto a ellos, los compara, los eterniza
como un puente a la orilla del sol, penetra en sus misterios, sueños,
limo y algunos contratiempos, se pregunta ¿ a quién espera?
.Y siente
Después, más adelante, adopta al hombre y sus perfiles
como preocupación fundamental. El hombre dependiendo de su entorno,
a expensas de conflictos y situaciones lúbricas o simplemente
víctima de la resignación. Comienza a utilizar nuevos
soportes como sacos viejos, cuya factura le permite acentuar la idea,
vitalizar la atmósfera.
Yo diría que en estos momentos, en medio de la vorágine
artística de Trinidad, donde no faltan los plásticos (por
no decir que casi sobran), Emilio ha alcanzado una maduración
profunda, concisa, en cuanto a sus ideas y el modo artístico
de manifestarlas. Ahora podemos apreciar una carga filosófica,
ética y estética mucho más pensada. Apunta al mundo
con la conciencia de sus acciones. Piensa en el SER no como aparición
de lo real, sino como un misterio, una dualidad, una metamorfosis
una contemplación, una búsqueda
descubriendo o tratando
de descubrir el fundamento de la existencia humana.
Tres personajes que pescan plácidamente dentro de una cabeza
de pescado (El Bote), el Cristo clavado no en su cruz, sino sobre un
enorme ser de dos cabezas (Homenaje a un loco), esa confrontación
de cuerpos distintos, pero con el mismo pensamiento, deformados estética
y elegantemente (Fuimos de un momento), la mujer, la luz, la soga, el
arco, la espiral
todo
todo apunta al arte del bosquejo, a
su elevada capacidad de captar, reflexionar y discernir sobre las perspectivas
de la vida humana dentro del todo analítico del universo.
Puedo citar ahora las palabras del crítico trinitario Atner Cadalso:
lo que en un inicio recordaba ciertos ejercicios de sensorialidad
para impactar al espectador en un primer choque táctil y visual
(
) fue cediendo a incursionar más acentuadamente en la
figura humana y su simbiosis múltiple con las formas animadas.
La desnudez de la piel permite la metamorfosis (
) En los cuadros
de Emilio el hombre vuela, se sumerge, se arrastra y vuelve a ser hombre
otra vez.
Hoy rememora su época de estudiante, su tiempo de soñar
infinitamente tanto
cuando sus alumnos le preguntan por un ejercicio
que entendieron a medias o una pincelada que no aseguran correcta. Trabaja
hoy en la misma academia donde se graduó. Es profesor del taller
de pintura para los jóvenes talentos que ingresan en la escuela,
el Taller de Primer Año como le llamábamos en mis tiempos.
Trabaja diario-eso puedo asegurarlo yo que convivo con Emilio-y quizás,
si me es otorgado de nuevo este privilegio de escribir sobre él,
para una revista como Vitral (repito: un honor al que humildemente he
de responder), otro día (cercano o lejano), habrá muchas
más cosas que revelarles a los queridos lectores, puesto que
dondequiera que haya un artista, existirán tantos peces como
sueños
Para siempre.