En el proceso de maduración
de la conciencia y el compromiso social del laicado católico
a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, empiezan
a celebrarse en Francia a comienzos del siglo pasado las que serían
las primeras Semanas Sociales Católicas.
Esos aires de reflexión y acción comprometidas con lo
social soplaron en diversos lugares del orbe y entre otros, en nuestra
Patria, de manera particular en la que fuera entonces Diócesis
de Cienfuegos cuando se celebró la Primera Semana Social Católica
en Sagua la Grande en el mes de diciembre de 1938, teniendo como tema
medular La Familia.
La siguiente se efectuó 4 años después en 1942
en Madruga, La Habana, y en 1951, también en La Habana, tuvo
lugar la tercera con el tema La solución cristiana a los
problemas agrarios de Cuba.
No es hasta noviembre de 1991 que se retoma la celebración de
las Semanas Sociales en ocasión del Centenario de la RERUM
NOVARUM, seguida en noviembre de 1994 por otra que tendría
como tema La misión reconciliadora de la Iglesia y su servicio
a la Justicia y la Paz en Cuba y en cuyo contexto fue constituida
la Comisión Justicia y Paz de Cuba presidida por Mons. Pedro
Meurice Estíu la que desde entonces ha asumido la organización
de tales eventos cada dos años.
El Cobre, mayo de 1997 y Matanzas, junio de 1999, siguen, en el orden
cronológico, como la VI y VII Semanas Sociales respectivamente,
caracterizadas cada una de ellas por la profunda reflexión sobre
la problemática socio-económica y humana de nuestro pueblo
y la responsabilidad promotora de la Iglesia, de manera particular la
VII cuyo tema central fue La reflexión eclesial sobre la
visita de Juan Pablo II a Cuba.
Las Semanas Sociales no constituyen un mero ejercicio académico-intelectual
donde se intercambian opiniones y criterios personales sin coherencia
existencial y sin mayores compromisos, sino que su identidad está
bien definida en estos cuatro puntos tomados de las Memorias del Primer
Encuentro Mundial de Responsables de Semanas Sociales auspiciado por
el Pontificio Consejo Justicia y Paz celebrado en Roma en 1995 y que
a continuación relacionamos.
1.- La Doctrina Social de la Iglesia es su fuente inspirativa
que debe caracterizar su método de trabajo, sus referencias teológicas
y antropológicas y debe ser el punto de partida para una hermenéutica
cristiana de las realidades y de los problemas sociales de nuestro tiempo.
Con la falta de una sólida referencia a la Doctrinas Social parece
difícil, si no imposible, calificar una experiencia como Semana
Social Católica.
2.- Estas Semanas son tales si tienen una relación, en
cualquier modo orgánico, con el Episcopado del país y
con sus programas pastorales, relación que resulta para dar autoridad
a las mismas.
3.- Las Semanas sociales deben ser, sobre todo, obra e iniciativa
del laicado, que tiene , en y a través de ellas, la oportunidad
de una adecuada expresión de la propia vocación laical,
tanto en su organización como en sus contenidos y propuestas.
La relación y el vínculo con el Episcopado serán
una ayuda y un sostén a la esencial caracterización laical
de las semanas Sociales y le garantizarán colocación y
respiro eclesial.
4.- Las Semanas Sociales, cuales laboratorios culturales posiblemente
permanentes, deben tener un alto perfil cultural, es decir, que sea
adecuado a la complejidad de los actuales problemas sociales y a la
dificultad implícita en la obra de discernimiento de los mismos.
Por tanto, un perfil cultural alto, alcanzado por una fecunda referencia
a las ciencias sociales tendrá una influencia positiva sobre
la obra y sobre las actividades formativas y de orientación socio-política
de los cristianos. (Epígrafe 4ª)