Revista Vitral No. 58 * año X * noviembre - diciembre de 2003


ECUMENISMO Y MISIONES

 

LA NAVIDAD ES PARA TODOS

P. OSCAR GALCERÁN DÍAZ

 

 

 

 

Cuando este número de la revista llegue a sus manos estaremos en Navidad, o quizás ya pasó; o tal vez esta llegue a usted el año entrante, o el próximo fin de año, y sin embargo no habrá llegado atrasado este artículo porque la Navidad – palabra que se deriva de la Natividad – es noticia siempre actual y siempre viva; ocurrió hace 2003 años y continúa ocurriendo cada año y cada día; como dicen unas canciones – villancicos – que en este tiempo se cantan: “Navidad no tiene días, como no los tiene el sol, permanece iluminando y ofreciéndonos calor”[1] y “cuando el mundo se hace humano es Navidad”[2]
La Navidad es este tiempo de fin de año, en el cual ahora tenemos la moda – antes fue “pecado” por lo que significaba de “debilidad ideológica” – de poner arbolitos adornados con guirnaldas y demás gangarrias[3]. Incluso en las “shopping” cubanas ya es habitual encontrar estos adornos en venta desde noviembre - como en cualquier país capitalista - en una moneda que no es la nuestra, lo cual no me preocuparía - pues los arbolitos no son esenciales - sino fuera porque en esa misma moneda hemos de comprar los productos básicos de la alimentación, el aseo y el vestido. Esto así, hemos de reconocer que ha quedado como algo folclórico o que “se usa» y eso significa que hay que entrar en la “onda”; o dicho de otra manera más popular: “¿Adónde va Vicente? Adonde va la gente”[4]
Tenemos ya las salas de nuestras casas adornadas, pero la Navidad no es cuestión de adornos y bombillitas, esa es la cáscara[5]. Más aún, como gesto de benevolencia con el Papa Juan Pablo II a raíz de su visita a Cuba, tenemos feriado, por decreto, el día 25 de diciembre, día de Navidad; y sigue siendo cáscara. Tenemos día de asueto, tenemos arbolito y guirnaldas, puede que dentro de poco tengamos villancicos en los medios de comunicación del Estado - los únicos que existen -; pero aún así no tenemos la razón de todo eso.

¿QUÉ ES LA NAVIDAD?

Para los cristianos - católicos y de cualquier otra denominación cristiana - la Navidad es el día en que celebramos el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, en carne humana. El hecho y las circunstancias, en la ciudad de Belén en tiempos del rey Herodes, en la pobreza de un establo, acostado en un pesebre y rodeado de animales; su madre se llamó María y su padre adoptivo se llamó José; fue anunciado por un ángel a unos pastores y por una estrella a unos “magos” del Oriente, quienes fueron a adorarle en diversas circunstancias - nos lo cuentan los Evangelios de Lucas, capítulo 2, y de Mateo, capítulo 1.
En dichos Evangelios no se dice nada del día en que nació Jesús porque nadie se acordaba, ni siquiera María, su madre[6], y fue hacia el año 345 d. C. cuando se determinó escoger oficialmente esta fecha. La iglesia primitiva, con ese afán de inculturar el Evangelio - recordemos el discurso de Pablo en el areópago ateniense estableciendo la relación entre el “Dios desconocido” que adoraban los griegos y Jesús a quien él anunciaba; (Cf. Libro de los Hechos de los Apóstoles 17, 22-34) - lejos de rechazar en bloque los ritos paganos existentes, los asumía y cristianizaba. De esa manera “tomó” una fiesta religiosa que desde los primeros tiempos habían celebrado los romanos - la fiesta del Sol vencedor[7] - y la cristianizó: este niño, cuyo nacimiento celebramos, es el verdadero Sol invicto, fuente inagotable de luz y de vida.
Y no hemos dicho nada del arbolito. Ese árbol es un pino y se está haciendo de nuevo tradición en Cuba. La tradición arranca de los pueblos germanos y es significativo su sentido: así como el pino conserva su verdor cuando todos los demás árboles aparentemente se secan en lo más crudo del invierno, así la esperanza cristiana, verde, se conserva viva cuando llegan los tiempos duros en que muchos desesperan. Las luces - guirnaldas -, el brillo y los adornos reafirman ese sentido de esperanza. Si nos decidimos a plantar un pinito y lo adornamos, no dejemos de vivir en esperanza.
Los católicos añadimos unas figuras - el “Belén” como se le llama a menudo - que nos recuerdan a los personajes presentes: el niño Jesús recién nacido, José y María, los pastores, los “Reyes Magos” e incluso unas ovejas, una vaca y un mulo. Los demás cristianos, por su conocido rechazo a las imágenes, no incorporan el Belén a sus celebraciones, lo cual es lógico teniendo en cuenta su interpretación de los textos del Antiguo Testamento.
Los villancicos es otro elemento común a todos los cristianos. Su origen es muy antiguo, pero parece que su mayor desarrollo data del siglo XIX. Cantan al niño Dios, a María y José, a aquel pueblecito de Belén y hasta a la vaquita y al mulito; cantan en fin la alegría de saber a Dios entre los hombres.

¿QUÉ SIGNIFICA LA NAVIDAD?

Recientemente tuve la oportunidad de darle “botella” a un pastor evangélico y, como estaba “cocinando” en mi cabeza este artículo, le hice esa pregunta. Con premura, porque estábamos llegando a su casa y porque su temperamento así se mostró, me respondió: “Recordamos el nacimiento de Jesucristo, el Salvador”.
Por ahí anda la clave de la Navidad.
Los cuatro evangelistas nos presentan a Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios, el Mesías que anunciaban los profetas y que vino a este mundo “no a condenarlo sino a salvarlo” (Cf. Juan 3, 17)[8]. La experiencia pascual, el haber visto a Jesús muerto en la cruz y haberle descubierto resucitado - vivido como experiencia de fe comunitaria - hizo que comprendieran que toda la vida de Cristo había sido obra salvadora de Dios. De ellos, como ya les comenté, sólo dos tuvieron la bendita idea de contarnos algo de su nacimiento e infancia. Los cuatro nos dicen que Jesús es el Salvador (Cf. Mateo 20, 28 y 26, 28; Marcos 10, 45; Lucas 19, 10; Juan 17, 3); es el Señor para la gloria de Dios Padre (Cf. Carta a los Filipenses 2, 11)[9]
El hecho de que toda la Humanidad ponga un arbolito en este tiempo no es signo de que esté celebrando la Navidad, pero sí es consecuencia de aquella primera Navidad. El hecho de que toda la Humanidad esté comprando regalos - intercambio de regalos, Día de Reyes o Santa Claus, como queramos llamarle - no es necesariamente signo de alegría y paz, pero sí es consecuencia de aquella noche santa en que los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo, y en la tierra, gracia y paz a los hombres” (Lucas 2, 14)[10]. El hecho de que en este tiempo nos felicitemos - aunque en Cuba tristemente se perdió la tradición de felicitar por la Navidad y sólo quedó la felicitación de Año Nuevo - no es signo de fraternidad universal, tan maltratada en nuestros tiempos, pero sí es consecuencia de que “Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros” (Juan 1, 14)[11].
La Navidad es la actualización en la Historia de la profecía de Isaías: “La joven está encinta y va a tener un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel” (7, 14)[12] que significa Dios está con nosotros. Más allá de la Historia de la Humanidad, se entreteje la Historia de la Salvación Humana, que se hace realidad en un momento histórico concreto: “cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés, para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos” (Gálatas 4, 4 -5)[13][13]. Litúrgicamente la Navidad concluye con la fiesta de la Epifanía (que popularmente llamamos el Día de Reyes) la cual resalta la revelación, la manifestación de Dios al mundo representado en aquellos “Magos venidos de Oriente” (Cf. Mateo 2, 1)
Dios se hizo hombre y vive en medio de los hombres. Es el gran acontecimiento que marca la Historia de la Humanidad, aún para los que no lo conocen. Como dice bellamente el canto: “Dios ha nacido, y en la carne humana está escondido”[14]. La vida de Jesús nos muestra que Dios y su Palabra no son realidades de otro mundo lejano, sino presencia y compañía entre los hombres; que no es un hecho histórico pasado, sino historia actual, vida compartida con nosotros, por “obra del Espíritu Santo” (Cf. Mateo 1, 20)[15] Cristo se ha encarnado históricamente para hacernos nacer de nuevo; nace realmente como hombre perfecto, pero cargado de trascendencia divina.
La Navidad es punto de encuentro para todos los hombres sin distinciones y, mucho menos, sin exclusiones. Todos tenemos un sitio en aquel establo desde donde hemos sido convocados a vivir como hermanos:
· Los cristianos todos descubrimos en “aquel niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en una pesebrera” (Lucas 2, 12)[16] al Hijo de Dios, Cristo el Señor, a quien adoramos postrados de rodillas y ante quien ponemos nuestra vida entera para que nos transforme a su imagen.
· Los creyentes de otras religiones – judíos, musulmanes, budistas y las demás religiones – pueden reconocer la bondad del Absoluto que se manifestó abundantemente en la vida de aquel niño que nació en Belén de Judá (Cf. Lucas 2, 6) y que enseñó una nueva manera de relacionarse con el Creador de todo, con los demás y consigo mismo.
· Los creyentes espontáneos, los que buscan a Dios y no saben dónde ni cómo encontrarle, que no han tenido la oportunidad de conocer alguna doctrina, podrán maravillarse junto con los pastores al contemplar “lo que ha sucedido” (Cf. Lucas 2, 15) y que Dios quiere comunicarle también a ellos: “Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga Vida Eterna” (Juan 3, 16)[17]
· Los ateos sinceros, los que han recibido una falsa imagen del Dios de la Vida y, con razón, no pueden creer en Él, o los que nunca han tenido la oportunidad de conocerle, podrán preguntarse ¿qué tiene ese niño que a tantos adultos cautiva después que marcó la historia hace 2003 años? ¿qué tiene, pues ante él los reyes han depuesto sus coronas, los sabios han reconocido su ignorancia y los humildes lo han tuteado?
En un mundo que valora el “tener” por encima del “ser”, Dios se acerca tanto al hombre que se hace uno más para decirnos a cada uno en particular, con su Encarnación: “eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo” (Cf. Isaías 43, 4)[18]; nos dice que el valor de la persona está dado exclusivamente por su ser de persona y que “vale” mucho para Él; tanto vale que murió en la cruz para salvarlo. En un mundo atenazado por las guerras y los conflictos Dios viene a nosotros como “príncipe de la Paz” (Isaías 9, 6) en la figura de un niño indefenso para decirnos que somos hermanos, que tenemos un origen común y hemos sido llamados a un mismo destino glorioso, que la paz no se alcanza con las guerras, las armas ni la represión, sino que es fruto de la justicia y el amor.
Celebrar la Navidad es creer en el valor de lo pequeño, en la riqueza de los pobres, en la unidad de lo diverso; es creer en el triunfo de la justicia y la paz. Si es así, pongamos muchos arbolitos, de todos los tamaños, con muchas luces y adornos; estaremos anunciando que la esperanza es posible, que la última palabra la tiene el hombre porque Dios nos entregó el amor. Y el amor dignifica al hombre.
Entonces, ¡¡FELIZ NAVIDAD!!

[1] “Siempre es Navidad”. Villancico
[2] “Navidad es todo el año”. Villancico
[3] Recuerdo en mi infancia la “fiesta” que significaba ir a las afueras del pueblo en que vivía a buscar un gajo de pino, o de quién sabe qué, para plantarlo, adornado con cualquier cosa que brillara, como signo de la Navidad, lo que significaba un signo de mi condición de cristiano.
[4] Del refranero popular
[5] Nadie compra un plátano porque la cáscara sea apetitosa.
[6] En aquellos tiempos no se encontraba ningún almanaque al lado del platero, en la cocina, o detrás de cualquier puerta. Y a eso se le suma que María y José estaban muy contentos con el nacimiento de su chiquillo, pero aquel niño pobre no llamó la atención de ningún periodista que recogiera la fecha. De manera contraria, sí se sabe la fecha de su pasión, muerte y resurrección - la primera luna llena después del equinoccio de primavera - porque ya había muchos ojos puestos en aquel hombre y en ello se apoyó la fe de la Iglesia.
[7] Luego del solsticio de invierno, 21 de diciembre, los días empiezan a ser más largos. De ahí esa fiesta del sol vencedor.
[8] Tomado de DIOS HABLA HOY; II edición; Ediciones SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS
[9] Tomado de la BIBLIA LATINOAMERICANA; LXXIV edición; Ediciones PAULINAS - VERBO DIVINO
[10] Ídem.
[11] Tomado de DIOS HABLA HOY; II edición; Ediciones SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS
[12] Ídem. Según todo parece indicar el primer texto de los libros bíblicos no existe pues ya se destruyó o, al menos, no se ha encontrado todavía, porque no existían bibliotecas o almacenes donde se guardaban los manuscritos. Eso sí, se han encontrado textos muy antiguos que se han conservado de manera providencial pues los guardaron en lugares con las condiciones óptimas para su conservación. Esos textos más antiguos son copias de copias, por lo que sucede que, a veces, hay detalles distintos entre un texto antiguo y otro tan antiguo como el primero. Este es un caso: un texto antiguo en hebreo dice joven; otro escrito en griego dice virgen. Muchos exégetas católicos se inclinan por la versión en griego. Para evitar confrontaciones estériles con los hermanos evangélicos he querido tomar el texto de esta Editorial, pues quiero mirar a Jesucristo, punto de encuentro de los cristianos todos.
[13] Ídem.
[14] “Porque Dios ha nacido”. Villancico
[15] Tomado de la BIBLIA LATINOAMERICANA; LXXIV edición; Ediciones PAULINAS - VERBO DIVINO
[16] Ídem.
[17] Ídem.
[18] Tomado de la Biblia de Jerusalén; Ediciones DESCLEE DE BROUWER



 

Revista Vitral No. 58 * año X * noviembre - diciembre de 2003
P. Oscar Francisco Galcerán Díaz
(La Habana, 1956)
Sacerdote, Pinar del Río, 1987. Párroco de Nuestra Señora de las Nieves en Mantua.
Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Vitral.