Revista Vitral No. 58 * año X * noviembre - diciembre de 2003


HECHOS Y OPINIONES

 

GLOBALIZACIÓN Y LA INTEGRACIÓN EUROPEA

LUDGER KUEHNHARDT

 

 

Parlamento Europeo, lugar de consenso y proyección de las líneas generales de la integración europea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I- Globalización y los actuales Iímites de Ia integración europea

Se ha dicho, que la globalización transforma el Leviatán en Behemoth. El poder autónomo y homogeinizador del estado ha sido descrito puntualmente y en parte anticipado, en su profunda efectividad, por Thomas Hobbes. La necesidad de una autoridad poderosa que vele por el mantenimiento de la sociedad, en vista de la ausencia de reglas religiosas vigentes, legitima al Leviatán. Esta imagen del estado, en tiempos de globalización, parece ser sustituida por el concepto de un estado retardado que ya no es capaz de practicar el poder sobre sus ciudadanos, mientras el individualismo multicultural y redes globales de toda índole, desperdician gran parte de sus capacidades homogeinizadoras.
Con este argumento se relaciona a menudo la tesis de que los “ganadores” de la globalización se desatan de las lealtades tradicionales y nacionales, mientras que los “perdedores” de la globalización se quedan aislados de sus frutos sin que puedan apostar a las tradicionales formas de solidaridad nacional. Como consecuencia de la pérdida de capacidad de acción del Estado, estarían dados por perdidos, a través de la globalización, también el estado de derecho y la solidaridad de un estado del bienestar. Esta argumentación puede ser puesta a priori en tela de duda. Pero se podría preguntar con la misma lógica, hasta dónde las consecuencias de la globalización pueden socavar los procesos de ordenamiento y acción en la Unión Europea.
Esta pregunta parece ser aun más evidente ya que entretanto la Unión Europea tiene la responsabilidad en el ochenta por ciento de todas las leyes político-económicas de los estados miembros. La pregunta sobre las decrecientes capacidades de acción del estado, o sea, de la política, se impone aun más en relación con las ideales metas de una unión política en Europa, que amplía la necesidad de capacidad de acción política por sobre el campo de la política económica en otros ámbitos políticos, como en el campo de las políticas exterior y de seguridad. Al final podría pasar que no se trataría de conceptos políticos, sino más bien de las consecuencias de una competencia para obtener buen personal dirigente: ¿Triunfará aquí también la globalización mercantil sobre la política?¿Cuáles serán las consecuencias de la calidad de capacidad directiva en la política, cuándo los mejores entran en servicio en el campo del mercado globalizado y ya no quieren trabajar en asuntos públicos?
Es paradójico, pero inevitable: La próxima ronda en el proceso europeo de decisión se ocupará de interrogantes en las cuales se tratará de esclarecer cuan más necesaria es Europa para moldear de manera duradera y efectiva el mercado común y el euro. Realidades económicas, como las provenientes de la globalización, obligarán a la Unión Europea a intentar alcanzar más regulaciones supranacionales. La globalización no es tanto una frontera para la integración europea. La globalización muestra a la integración europea sus límites hasta ahora.
Sistematizando se pueden señalar tres aspectos que indican las consecuencias de la globalización en la continuación y aceleración del camino de unificación europeo.
1. Implicaciones de la Globalización en la consistencia de la gobernación en la Unión Europea;
2. Implicaciones de la globalización en el tema de la legitimidad pública de la Unión Europea y su capacidad de incentivar la lealtad entre los eurociudadanos.
3. Implicaciones de la globalización en la razón de ser de la Unión Europea.
1. Cualquier mirada hacia el futuro es por su naturaleza solamente especulativa, pero hay razones de peso para imaginar, que el proceso de la integración europea estará expuesto a los acontecimientos globales. Desde el fin de la guerra fría Europa se encuentra frente a la demanda de tener un papel internacional más importante. Muchos responsables de decisiones en la Unión Europea han manifestado la necesidad de un acentuado perfil político mundial de la Unión Europea. Retos, como el conflicto Norte-Sur, el del Cercano Oriente o el terrorismo internacional, serán trasladados a la Unión, pero también los acontecimientos pacíficos de un régimen comercial global estimularán a la Unión Europea para destacarse en su rol internacional.
El desarrollo internacional, tanto en el ámbito económico como en el político, obligará más fuertemente a la UE a responder preguntas sobre la voluntad política y a actuar también en forma activa fuera de sus fronteras geográficas. La persistente y creciente interdependencia de los mercados, servicios y desarrollos tecnológicos, incluso los desarrollos sociales y culturales globales, ampliarán los horizontes de la UE e influirán en las metas e instrumentos de la gobernación pluridimensional en la Europa actual. La Unión Europea no solamente estará expuesta en forma creciente a la competencia económica internacional. Ella deberá tomar decisiones políticas de extensas consecuencias para la disputa entre los que apoyan los conceptos de integración intergubernamentales y supranacionales. Esto es sin duda previsible en lo relacionado con lo que los franceses llaman “gouvernance économique”. Un duradero y estable euro es absolutamente inimaginable si no camina con sólidas estructuras de administración política económica y financiera en el ámbito europeo, como ha sido el caso en todos los estados nacionales durante la época de su soberanía monetaria. Luego de la tranquila introducción del euro muchos europeos tratarán esta pregunta más pragmáticamente que antes y no seguirán simplemente conceptos nominales del escepticismo europeo, cuando es notorio que solamente a través de “más Europa” se garantiza bienestar económico.
Otro ejemplo es el campo de la educación. Los derechos de reserva de la identidad nacional, derechos federales de autonomía y escepticismo colectivo sobre beneficio y normas de la política europea de educación, han sido hasta ahora una bandera que ha frenado el desarrollo de una marcada y visible política de educación europea. A raíz de la cumbre europea de Lisboa en el año 2000 existe consenso entre los gobiernos de la Unión de que la misma debe por lo menos realizar tareas coordinadas en la política educativa, como por ejemplo en lo relacionado al desarrollo del curriculum y la formación de futuras estructuras en el sistema educativo de los estados de la Unión. La Comisaria de la Unión Europea para la Educación, Viviane Reding, ha adoptado posiciones claras en lo relacionado a las tareas de la UE en este campo, que hace algunos años habría sido un tabú. Entretanto se han introducido en la UE métodos comparativos, bench-marking, no para calificar, sino para ofrecer conceptos exitosos dignos de imitación. En comparación con las fortalezas del sistema americano, especialmente en el campo de las universidades de élite e institutos de investigación, todavía Europa es subdesarrollada. Sería muy beneficioso si bajo la presión de la globalización se desarrollara poco a poco un mercado común de educación europeo. El mercado común y el euro deben ser a la larga complementados, o por lo menos garantizados, mediante una consistente política europea de educación.
La discusión sobre la gobernación en la Unión Europea va a continuar en forma controversial entre los defensores de derechos prerrogativos nacionales y regionales y aquellos que apoyan soluciones europeas dondequiera que sean necesarias, con el fin de dar respuestas a la globalización o a la dominanción de los Estados Unidos de América. Si Europa rehusara la integración que la globalización exige del continente socavaría las fortalezas del logrado Mercado Común y así las oportunidades futuras de su juventud. Una gobernación consistente en la UE no debe alcanzarse a costa de la identidad local, regional o nacional. Al contrario, la diversidad de identidad en Europa debe ser precisamente asegurada donde es necesario mediante la integración. El éxito en el logro de esta meta, es el mejor argumento para otorgar significación y legitimidad al concepto de buena gobernación en la Unión Europea.
Una agenda política más amplia, una creciente complejidad y variedad en las formas y estructuras de la gobernación en la Unión Europea, así como la necesidad de reaccionar en forma intensiva ante los desafíos globales, afecta la interrogante de la legitimidad que disfruta la UE en los eurociudadanos. Mientras más hablen las instituciones europeas de una “Europa de los ciudadanos”, más deben dejarse medir con el ideal de una democracia europea. Es indispensable un creciente sentimiento por la UE como cosa propia, para calentar las relaciones entre sus instituciones y los ciudadanos que, a raíz del Tratado de Maastricht, han obtenido una propia ciudadanía europea. En la discusión por la gobernación global se habla, dentro de este contexto, del necesario “sense of ownership”, un concepto que describe en forma acertada las tareas europeas. En vista de los débiles mandatos de acción europeos, sobre todo en el campo de la seguridad interna y externa, la mayoría de los eurociudadanos prefieren protegerse bajo el manto de sus seguros estados nacionales. Este hecho no debe inducir a la apresurada conclusión de que una reforzada legitimidad europea es en principio mirada con escepticismo. Mientras el mandato de acción de la UE sea limitado, la medida de legitimidad de su existencia puede solamente ser medida en el marco de acción que brindan los estados nacionales. Solamente se puede comparar lo comparable. Quien espera más legitimidad ante la UE debe darle a la UE más competencias. Sólo así tiene sentido la pregunta sobre responsabilidad y legitimidad.
Mientras no se le otorgue a la UE amplios mandatos de acción similares a los de los estados nacionales será infundada la crítica a los deficits de legitimidad de la UE. Ninguna institución de la UE en Bruselas puede otorgar mandatos a la UE si los estados miembros y sus gobiernos no lo desean. Hacia allá deben ser dirigidas las críticas de legitimidad de la UE. A la luz de los retos que trae consigo la globalización se puede especular, en vista de las inevitables necesidades, hasta dónde puede ser ampliada la capacidad de acción de la UE. En el campo de la seguridad interna y de la política exterior y de defensa este camino es inevitable, si es que Europa desea imponerse en el mundo del siglo XXI.
Al tercer complejo de las consecuencias de la globalización para la integración europea, toca la pregunta sobre la razón de ser (“raison d’étre”) de la integración europea futura. La idea de dicha integración ha experimentado desde los años cincuenta considerables mutaciones. La reconciliación interna que se inició con los acuerdos de Roma, y que llegará a su consecución final cuando culmine la ampliación hacia Europea Oriental, fue acompañada de una adopción creciente, de un papel económico global por parte de la UE. La globalización exigirá una dilatación de este papel global y así trascenderá la “raison d’étre” inicial de la integración europea. Es así como Europa, no obstante sus contradicciones internas, se transformará de un continente que marcha hacia la integración en actor global en todo sentido, estimulado por retos externos. El papel económico que ya juega Europa deberá ser complementado con un papel político y con una contribución global al discurso cultural y moral.
Una buena y consistente gobernación, legitimidad y una ampliada “raison d’étre” de la integración europea se complementan y condicionan. Europa debe deshacerse por sus propios esfuerzos de sus actuales contradicciones e insuficiencias. Que esto no será fácil lo demuestran, por ejemplo, los cambios en la concepción de muchos europeos frente a la migración. Hasta hace poco la generosidad tenía gran valor en el marco de la reconciliación europea. Entretanto se ha transformado en un concepto tenebroso detrás de la presión migratoria global, en la isla de bienestar donde se encuentra Europa. También deben esperarse otros contragolpes y cautelas nacionales en el largo camino de Europa. Al final, el límite de la voluntad política es la barrera más grande, que debe ser superada antes de cada progreso, en el camino hacia la unificación europea. Europa es en sí su más grande límite.
El concepto de frontera debe ser redefinido por la Unión Europea. Para ello debe la UE marcar físicamente sus límites. Pero más allá de la pregunta sobre límites después de la ampliación de la UE en el oriente europeo, cuya realización práctica puede durar hasta el segundo decenio del nuevo siglo, Europa debe definir políticamente sus límites, como manifestación de la proyección de sus intereses en el mundo.
Hasta el siglo XX Europa tenía la imagen de ser imperial y colonialista. Dos dictaduras totalitarias y dos guerras mundiales causaron el autoderrocamiento de Europa en el mundo. En la segunda mitad del siglo veinte, Europa logró la reconciliación íntima de sus pueblos bajo el signo de la democracia y de los derechos humanos. En el siglo XXI se exigirá de Europa, siempre que sea necesario, que juegue su papel de socio del mundo a fin de consolidar sus propios valores e intereses y estimular su ampliación. Europa debe siempre hacerlo al lado de Estados Unidos de América. Por eso Europa debe establecerse como socio igual e importante de los EE UU, no sólo retóricamente.
Europa ya no representa en sí su primera tarea. La tarea de Europa es colaborar en la delineación o formación de un nuevo orden mundial. Europa se basa para ello en su experiencia y en sus recuerdos, crece en este nuevo papel con sus recursos y duros debates, también por el camino de nuevas experiencias. En este sentido la globalización no limita la integración. Al contrario, la globalización amplía la integración europea por cuanto exige de Europa llenar objetivos y medios de su integración que se encuentran fuera de su territorio.

 

Revista Vitral No. 58 * año X * noviembre - diciembre de 2003
Ludger Kuehnhardt
(Munster, Alemania,1958)
Politólogo del Consejo de la Iglesia Católica para la Integración Europea. Director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Bonn.