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Olof Palme Primer
Ministro de Suecia durante muchos años. Fue un personaje
popular en su país. Su asesinato en 1986 conmocionó
a Suecia y al mundo.
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A la memoria de Olof Palme,
Primer Ministro de Suecia,
asesinado al salir de un cine de su barrio.
Un buen amigo que estudió
en la universidad una carrera de Ciencias Sociales y Políticas,
y ahora está intentando aprender de la realidad de la vida en Cuba,
me dejó pensando hace unas semanas al contarme sus experiencias
en un barrio marginal de La Habana.
No voy a contarles los detalles de esa conversación en una animada
tertulia, porque sería repetir lo que podemos encontrarnos todos
en cualquiera de esos barrios, en cualquiera de cada una de las provincias
de Cuba.
La inmensa mayoría de los cubanos está luchando por sobrevivir.
Su primera preocupación y ocupación es buscarse el sustento
diario. Primero comer y después filosofar- afirmaba
un viejo refrán. Este podría ser el resumen de la situación.
Ahora sólo deseo compartir dos moralejas que he podido sacar de
esa reflexión:
Una: Que junto a las restricciones y violaciones de los derechos civiles
y políticos, va creciendo en Cuba la imposibilidad real de satisfacer
los derechos económicos y sociales.
Dos: Que a fuerza de ver lo que vemos y sentir lo que sentimos, no debemos
acostumbrarnos a la calamidad.
Quiero explicar cómo llegué a la primera convicción:
El mundo reconoce hoy tres tipos de derechos humanos:
Los derechos civiles y políticos: que son aquellos que garantizan
el derecho a la libertad de conciencia, a la libertad de religión,
a la libertad de expresión, a la libertad de reunión, a
la libertad de asociarse para fines pacíficos y honestos, el derecho
a viajar libremente dentro y fuera de su país. También el
derecho a elecciones libres, a participar en el gobierno del propio país,
el derecho a elegir y ser elegido para cargos públicos, el derecho
a revocar a los gobernantes cuando se considere que no pueden o no están
dando lo mejor de sí, etc.
Los derechos económicos, sociales y culturales: que son aquellos
que garantizan un puesto de trabajo digno, un salario justo, una seguridad
social por accidente y enfermedad, una vivienda decorosa para cada familia
que se forma, el derecho al descanso retribuido, que comprenda el derecho
a la recreación, el sano esparcimiento y el disfrute de la naturaleza,
con el salario y los ahorros que percibimos. El derecho a los servicios
públicos como el agua potable, corriente y estable, el servicio
eléctrico sin interrupciones y que llegue a todos, el acceso a
unas instituciones y servicios de salud que llegue a todos por igual y
que tenga la calidad y el trato humano que requieren los pacientes y sus
familiares, el derecho a un sistema e instituciones de educación
que llegue a todos, que permita a los padres escoger el tipo de educación,
el lugar, la calidad, la orientación cívica y religiosa
de los colegios de sus hijos y que les garantice a éstos unas escuelas
con un clima de decencia, honradez, estabilidad, cercanía a la
familia y respeto por las individualidades de cada estudiante, etc.
Los derechos de los pueblos: que son aquellos que se refieren a la soberanía
de las naciones, a su derecho a la autodeterminación, a la libertad
de elegir su sistema político y económico, a proteger a
sus propios ciudadanos de las injerencias extranjeras, etc.
Ahora bien, miremos a nuestro alrededor y preguntémonos con sinceridad
y franqueza: ¿Cuáles de estos derechos constituyen la preocupación
más cotidiana y constante para la gran mayoría del pueblo
cubano?
Si preguntáramos a un padre de familia, o a un estibador, o a una
madre soltera cuáles de estos derechos le están provocando
más daño a su familia, o a su trabajo, o a sus hijos, ¿qué
responderían?
Si nos detenemos en algunos de los derechos económicos y sociales
puede ser que nuestras respuestas sean sorprendentes. Por ejemplo:
Salarios que no alcanzan para vivir: He aquí la violación
fundamental de los derechos económicos, sociales y culturales.
Si el salario no es suficiente, entonces el trabajador y su familia no
pueden tener acceso a los demás derechos sociales y culturales,
aún cuando éstos fueran totalmente gratuitos, que no lo
son ya, sino porque varios miembros de la familia tienen que utilizar
su tiempo libre para hacer otro trabajo que les genere el sustento que
el salario principal no le cubre.
En un país donde el salario se pague en la moneda nacional y las
tiendas principales oferten productos esenciales en otra moneda, es una
de las violaciones fundamentales de los derechos económicos y sociales.
En un país donde se ofrezca una estimulación mínima
en divisas y se retrase su pago y pasen meses sin retribuirla se están
violando los derechos de los trabajadores.
En un país donde los trabajadores dependan de su centro de trabajo
para que le den el derecho a comprar o le regalen una muda
de ropa y zapatos para trabajar está violando los derechos de los
trabajadores. Si, además, esa muda anual de ropa y zapatos no llega
entonces la situación se agrava porque no se pueden adquirir en
otro lugar con el salario que se le paga al trabajador.
Si, además, el sindicato no defiende las conquistas de los trabajadores,
entonces se viola el derecho de estos a organizarse para la defensa de
sus propios derechos, universalmente reconocida.
Si a algunos trabajadores no les alcanza el salario para vivir y se ven
compelidos a resolver, como se le dice eufemísticamente
a robar, entonces una violación de los derechos económicos
se convierte, además, en fuente de corrupción y descomposición
ética de los trabajadores.
La alimentación: El derecho a tener una alimentación adecuada,
no con ostentación pero si con lo suficiente y bien cocinado, es
uno de los derechos económicos y sociales elementales. Para nadie
es un secreto los problemas que hay en Cuba con la alimentación
elemental de la mayoría de los ciudadanos. No contamos a los que
por su posición social o por recibir dólares de su familia
o de sus negocios, tienen un estándar de vida diferente a la inmensa
mayoría del pueblo.
No tenemos que decir mucho aquí, porque todos nos tenemos que alimentar
y este es un test que se realiza solo. ¿Existen o no problemas
serios con la alimentación de amplios sectores de nuestra sociedad?
¿Es el único y principal culpable el bloqueo
de los Estados Unidos? Tenemos referencias de que en este momento los
Estados Unidos son el principal suministrador de alimentos a Cuba, pagados
al contado. ¿La producción de yuca, boniato, maíz,
arroz, frijoles, verduras, frutas, leche, etc. dependen del embargo?
Si una familia no tiene resuelto el problema de la alimentación
de sus hijos, difícilmente se le podrá argumentar sobre
otros derechos como la salud o la educación o la cultura, porque
sin alimentarse bien estos otros se deterioran por la base. Tampoco se
le podrá hablar de derechos civiles o políticos porque primero
hay que comer para poder participar en la vida civil de manera plena.
El problema de la vivienda: No se trata de las viviendas afectadas por
los ciclones que hace años vienen afectadas y algunas de ellas
sin solución y la gente en los albergues. Estas son contingencias
imprevisibles pero subsanables si se priorizan de verdad y con los recursos
que lleva. Se trata del problema de la vivienda en general. Es decir,
de aquel viejo refrán popular que dice:el que se casa, casa
quiere. En efecto, toda familia que se funda, todo matrimonio que
se forma, tiene derecho a tener su propio hogar para poder conformar su
propia familia sin interferencias de los demás y sin molestar ni
sobrecargar a los mayores de la casa.
Todos sabemos que la inmensa mayoría de los que se casan van a
vivir agregados, que significa quedarse a vivir en la misma
casa o en una barbacoa o un pequeño y hacinado agrego de la casa
de los padres de algunos de ellos o de una abuelita. Esto, además
de ser una violación de los derechos económicos y sociales
de las parejas jóvenes, es además, una violación
de la intimidad y la estabilidad de los mayores en la familia y es, también,
una fuente permanente e irremediable de conflictos familiares. ¿Es
o no es así?
Los servicios públicos: el agua, la luz, el combustible para cocinar:
Otro factor grave y constante en nuestra sociedad. No está resuelto
el problema del suministro ininterrumpido del servicio eléctrico.
¿De qué sirve que las redes de tendidos eléctricos
lleguen a los más recónditos lugares, si luego hay apagones
e inestabilidad en el voltaje, que rompe nuestros viejos equipos electrodomésticos?
No está resuelto el problema del agua potable y su suministro continuo
y suficiente. El derecho a tener agua potable está seriamente dañado
en Cuba. Todos sabemos que el agua está siendo tomada en algunos
lugares de presas y otros embalses sin la calidad requerida. Además
de que las redes y los bombeos no cuentan con piezas, equipos y reparaciones
que necesitan urgentemente. Y por último, en este ejemplo, ¿con
qué cocinar? Es un signo del nivel de vida de un pueblo y del grado
de desarrollo de sus habitantes los medios con que se cocina. Para nadie
es un secreto el regreso a la leña y el carbón, y todo lo
que esto conlleva de sufrimientos para las amas de casas y para toda la
familia. Estos tres derechos básicos: al agua, a la electricidad
y a una forma humanizada y accesible económicamente para cocinar
son, quizás, las tres violaciones de los derechos económicos
y sociales más sensibles y que más repercuten en el estado
de opinión de la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas.
Y considero que son un problema por darle prevalencia a otras prioridades
no tan esenciales que todos conocemos.
El descanso y la recreación: Otro de los derechos económicos
y sociales lo constituye el acceso al descanso digno, periódico
y suficiente, diario, semanal y anual. Se trata de descanso real, es decir,
cesar en el agobio del trabajo, de la subsistencia, de la lucha por sobrevivir.
¿Tenemos los cubanos este descanso después de las 8 horas
de trabajo, lo tenemos el fin de semana, lo tenemos durante un mes de
vacaciones?
Y en cuanto a la recreación, es todavía más difícil
de responder afirmativamente. ¿Tenemos los cubanos de a pie el
derecho a una recreación honesta, en correspondencia con un salario
que nos permita ahorrar algo para disfrutar las vacaciones en un lugar
modesto pero cómodo y accesible para los nacionales que no sea
el campismo. ¿Pueden las personas mayores de 40 ó 50 años
irse a un campismo con las condiciones que tienen los nuestros? ¿No
tienen, acaso, los mayores, nuestros abuelos y padres, el derecho a recrearse
austera pero cómodamente en un pequeño motel, con agua corriente
que no sea un río y con electricidad y una mesa para comer sentados
y no en el piso y sobre todo, tener amparo de los mosquitos? Es que parece
casi inaudito estar hablando del derecho a la recreación y a las
vacaciones en una pequeña cabaña, cuando los anteriores
derechos al salario, a la alimentación, a la vivienda no están
garantizados para muchos. La reacción que he tenido al tratar de
defender el derecho a la recreación y al descanso es el siguiente:
¿Cómo vamos a irnos a pasar unas vacaciones por ahí
cuando no tenemos ni para levantar un cuartito para la niña que
se nos casó hace tres años y la tenemos viviendo en nuestro
propio cuarto con su primer niño?
Protección del medio ambiente: Este quizá sea el menos popular,
por la falta de educación ecológica y medioambiental que
existe en nuestro país. Diariamente se están violando nuestros
derechos a respirar un aire puro, a evitar un entorno ensordecedor, a
protegernos de los desechos de las pocas y atrasadas fábricas que
alrededor de la ciudad nos permiten observar todos los días una
nube de hollín y otros productos dañinos para la salud que
cubren grandes extensiones de terrenos cultivables y zonas urbanas. El
escape de gases tóxicos de automóviles y camiones rebasa
ya toda previsión. Basta salir a la calle. Esto es muy fácil
de comprobar sobre todo en el interior del país. El ruido en nuestras
calles, escuelas, centros de trabajo, lugares públicos, no sólo
viola la tranquilidad ciudadana sino que es un verdadero flagelo para
la salud de muchos. Lo peor es que choferes y otras personas responsables
de esta contaminación y polución ambiental justifican la
misma argumentando que en la situación en que vivimos no se puede
estar pensando en esos humitos. Al pasar un camión
junto a una parada y dejar a todos dentro de una nube de CO2, le escuché
decir a un agente del orden: ¿Qué vamos a hacer, pararlos
todos?
Tengo la impresión de que estoy tratando de ejemplificar algunas
alteraciones de los derechos económicos y sociales en nuestro país.
No se trata de una queja inútil, estoy convencido de que en la
medida que los ciudadanos y las autoridades locales y provinciales tomen
más conciencia de estas violaciones, que no se corresponden con
ningún proyecto de dignificación del ser humano, esto permita
a las más altas autoridades del país contar, aún
más, con la colaboración de la ciudadanía al decidirse
dar a estos problemas económicos y sociales, fuente y principio
de otras muchas desgarraduras que sufren la dignidad y los derechos de
los ciudadanos de hoy, la máxima prioridad que tienen en sí
mismos.
Esto no sólo pasa en Cuba, pasa en todos y cada uno de los países
que se enfrentan a sus propios desafíos. Sobre todo en aquellos
que quieren diseñar proyectos nuevos y no desean retrotraerse en
la historia. Todos los de América Latina, los de África,
los más lejanos de Asia, pero también en Europa: quiero
traer a la memoria a ese pequeño país, Suecia, donde hace
algunos años se intentó edificar un modelo de estado de
bienestar, con un alto nivel de seguridad social. Recuerdo la figura sencilla
y paradigmática de su Primer Ministro Olof Palme, tan confiado
de su pueblo y tan cercano a su vecindario que murió fulminado
de un balazo al salir del cine de su barrio. Luego, otros creyeron que
había pedido mucho a los suecos y que el estado de bienestar social
no se correspondía con las leyes del puro y duro mercado. Esto
nos enseña que todo proyecto de justicia social debe cuidar mucho
la educación de su pueblo en valores y en derechos y deberes ciudadanos.
Porque no todo depende de una sola circunstancia y no todo depende de
unas pocas personas, aún cuando tengan las mejores intenciones.
El tiempo pasa y los proyectos deben actualizarse y no deben descuidarse
de sus raíces y de sus finalidades.
Se hace necesario y urgente una formación cívica y una educación
en derechos humanos desde la primaria hasta la universidad. Debemos cultivar,
en adultos y jóvenes, una cultura de los derechos básicos
y elementales así como de los derechos de segunda y tercera generación,
porque lo peor que puede pasar es que ni siquiera nos demos cuenta de
que se están violando nuestros derechos, y los de los demás,
o que seamos violadores inconscientes de los mismos y entonces no podamos
comprometernos y colaborar en la solución cooperada de estas situaciones
que, estamos seguros, nadie quiere ni busca, pero que todos sufrimos y
tenemos el deber de subsanar.
Educar para una cultura de los derechos y de los deberes cívicos.
Que deben caminar juntos. Educar y trabajar todos, desde el lugar donde
estemos, para ir cambiando la mentalidad y la dejadez, la desidia y la
complicidad con las violaciones de los derechos económicos y sociales
que son base y primicia de los derechos civiles y políticos; ambos
grupos de derechos son inseparables e inviolables, universales e igualmente
equiparables en urgencia y necesidad.
Pero no nos distraigamos.
Primero vivir y vivir dignamente
para poder participar y alcanzar
un desarrollo humano integral y una convivencia social libre y solidaria.
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