Revista Vitral No. 58 * año X * noviembre - diciembre de 2003


EDUCACIÓN CÍVICA

 

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN CUBA
CON LOS DERECHOS ECONÓMICOS Y SOCIALES?

DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

Olof Palme Primer Ministro de Suecia durante muchos años. Fue un personaje popular en su país. Su asesinato en 1986 conmocionó a Suecia y al mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


A la memoria de Olof Palme,
Primer Ministro de Suecia,
asesinado al salir de un cine de su barrio.

Un buen amigo que estudió en la universidad una carrera de Ciencias Sociales y Políticas, y ahora está intentando aprender de la realidad de la vida en Cuba, me dejó pensando hace unas semanas al contarme sus experiencias en un barrio marginal de La Habana.
No voy a contarles los detalles de esa conversación en una animada tertulia, porque sería repetir lo que podemos encontrarnos todos en cualquiera de esos barrios, en cualquiera de cada una de las provincias de Cuba.
La inmensa mayoría de los cubanos está luchando por sobrevivir. Su primera preocupación y ocupación es buscarse el sustento diario. “Primero comer y después filosofar”- afirmaba un viejo refrán. Este podría ser el resumen de la situación.
Ahora sólo deseo compartir dos moralejas que he podido sacar de esa reflexión:
Una: Que junto a las restricciones y violaciones de los derechos civiles y políticos, va creciendo en Cuba la imposibilidad real de satisfacer los derechos económicos y sociales.
Dos: Que a fuerza de ver lo que vemos y sentir lo que sentimos, no debemos acostumbrarnos a la calamidad.
Quiero explicar cómo llegué a la primera convicción:
El mundo reconoce hoy tres tipos de derechos humanos:
Los derechos civiles y políticos: que son aquellos que garantizan el derecho a la libertad de conciencia, a la libertad de religión, a la libertad de expresión, a la libertad de reunión, a la libertad de asociarse para fines pacíficos y honestos, el derecho a viajar libremente dentro y fuera de su país. También el derecho a elecciones libres, a participar en el gobierno del propio país, el derecho a elegir y ser elegido para cargos públicos, el derecho a revocar a los gobernantes cuando se considere que no pueden o no están dando lo mejor de sí, etc.
Los derechos económicos, sociales y culturales: que son aquellos que garantizan un puesto de trabajo digno, un salario justo, una seguridad social por accidente y enfermedad, una vivienda decorosa para cada familia que se forma, el derecho al descanso retribuido, que comprenda el derecho a la recreación, el sano esparcimiento y el disfrute de la naturaleza, con el salario y los ahorros que percibimos. El derecho a los servicios públicos como el agua potable, corriente y estable, el servicio eléctrico sin interrupciones y que llegue a todos, el acceso a unas instituciones y servicios de salud que llegue a todos por igual y que tenga la calidad y el trato humano que requieren los pacientes y sus familiares, el derecho a un sistema e instituciones de educación que llegue a todos, que permita a los padres escoger el tipo de educación, el lugar, la calidad, la orientación cívica y religiosa de los colegios de sus hijos y que les garantice a éstos unas escuelas con un clima de decencia, honradez, estabilidad, cercanía a la familia y respeto por las individualidades de cada estudiante, etc.
Los derechos de los pueblos: que son aquellos que se refieren a la soberanía de las naciones, a su derecho a la autodeterminación, a la libertad de elegir su sistema político y económico, a proteger a sus propios ciudadanos de las injerencias extranjeras, etc.
Ahora bien, miremos a nuestro alrededor y preguntémonos con sinceridad y franqueza: ¿Cuáles de estos derechos constituyen la preocupación más cotidiana y constante para la gran mayoría del pueblo cubano?
Si preguntáramos a un padre de familia, o a un estibador, o a una madre soltera cuáles de estos derechos le están provocando más daño a su familia, o a su trabajo, o a sus hijos, ¿qué responderían?
Si nos detenemos en algunos de los derechos económicos y sociales puede ser que nuestras respuestas sean sorprendentes. Por ejemplo:
Salarios que no alcanzan para vivir: He aquí la violación fundamental de los derechos económicos, sociales y culturales. Si el salario no es suficiente, entonces el trabajador y su familia no pueden tener acceso a los demás derechos sociales y culturales, aún cuando éstos fueran totalmente gratuitos, que no lo son ya, sino porque varios miembros de la familia tienen que utilizar su tiempo libre para hacer otro trabajo que les genere el sustento que el salario principal no le cubre.
En un país donde el salario se pague en la moneda nacional y las tiendas principales oferten productos esenciales en otra moneda, es una de las violaciones fundamentales de los derechos económicos y sociales.
En un país donde se ofrezca una estimulación mínima en divisas y se retrase su pago y pasen meses sin retribuirla se están violando los derechos de los trabajadores.
En un país donde los trabajadores dependan de su centro de trabajo para que “le den” el derecho a comprar o le regalen una muda de ropa y zapatos para trabajar está violando los derechos de los trabajadores. Si, además, esa muda anual de ropa y zapatos no llega entonces la situación se agrava porque no se pueden adquirir en otro lugar con el salario que se le paga al trabajador.
Si, además, el sindicato no defiende las conquistas de los trabajadores, entonces se viola el derecho de estos a organizarse para la defensa de sus propios derechos, universalmente reconocida.
Si a algunos trabajadores no les alcanza el salario para vivir y se ven compelidos a “resolver”, como se le dice eufemísticamente a robar, entonces una violación de los derechos económicos se convierte, además, en fuente de corrupción y descomposición ética de los trabajadores.
La alimentación: El derecho a tener una alimentación adecuada, no con ostentación pero si con lo suficiente y bien cocinado, es uno de los derechos económicos y sociales elementales. Para nadie es un secreto los problemas que hay en Cuba con la alimentación elemental de la mayoría de los ciudadanos. No contamos a los que por su posición social o por recibir dólares de su familia o de sus negocios, tienen un estándar de vida diferente a la inmensa mayoría del pueblo.
No tenemos que decir mucho aquí, porque todos nos tenemos que alimentar y este es un test que se realiza solo. ¿Existen o no problemas serios con la alimentación de amplios sectores de nuestra sociedad? ¿Es el único y principal culpable el “bloqueo” de los Estados Unidos? Tenemos referencias de que en este momento los Estados Unidos son el principal suministrador de alimentos a Cuba, pagados al contado. ¿La producción de yuca, boniato, maíz, arroz, frijoles, verduras, frutas, leche, etc. dependen del embargo?
Si una familia no tiene resuelto el problema de la alimentación de sus hijos, difícilmente se le podrá argumentar sobre otros derechos como la salud o la educación o la cultura, porque sin alimentarse bien estos otros se deterioran por la base. Tampoco se le podrá hablar de derechos civiles o políticos porque primero hay que comer para poder participar en la vida civil de manera plena.
El problema de la vivienda: No se trata de las viviendas afectadas por los ciclones que hace años vienen afectadas y algunas de ellas sin solución y la gente en los albergues. Estas son contingencias imprevisibles pero subsanables si se priorizan de verdad y con los recursos que lleva. Se trata del problema de la vivienda en general. Es decir, de aquel viejo refrán popular que dice:”el que se casa, casa quiere”. En efecto, toda familia que se funda, todo matrimonio que se forma, tiene derecho a tener su propio hogar para poder conformar su propia familia sin interferencias de los demás y sin molestar ni sobrecargar a los mayores de la casa.
Todos sabemos que la inmensa mayoría de los que se casan van a vivir “agregados”, que significa quedarse a vivir en la misma casa o en una barbacoa o un pequeño y hacinado agrego de la casa de los padres de algunos de ellos o de una abuelita. Esto, además de ser una violación de los derechos económicos y sociales de las parejas jóvenes, es además, una violación de la intimidad y la estabilidad de los mayores en la familia y es, también, una fuente permanente e irremediable de conflictos familiares. ¿Es o no es así?
Los servicios públicos: el agua, la luz, el combustible para cocinar: Otro factor grave y constante en nuestra sociedad. No está resuelto el problema del suministro ininterrumpido del servicio eléctrico. ¿De qué sirve que las redes de tendidos eléctricos lleguen a los más recónditos lugares, si luego hay apagones e inestabilidad en el voltaje, que rompe nuestros viejos equipos electrodomésticos? No está resuelto el problema del agua potable y su suministro continuo y suficiente. El derecho a tener agua potable está seriamente dañado en Cuba. Todos sabemos que el agua está siendo tomada en algunos lugares de presas y otros embalses sin la calidad requerida. Además de que las redes y los bombeos no cuentan con piezas, equipos y reparaciones que necesitan urgentemente. Y por último, en este ejemplo, ¿con qué cocinar? Es un signo del nivel de vida de un pueblo y del grado de desarrollo de sus habitantes los medios con que se cocina. Para nadie es un secreto el regreso a la leña y el carbón, y todo lo que esto conlleva de sufrimientos para las amas de casas y para toda la familia. Estos tres derechos básicos: al agua, a la electricidad y a una forma humanizada y accesible económicamente para cocinar son, quizás, las tres violaciones de los derechos económicos y sociales más sensibles y que más repercuten en el estado de opinión de la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas. Y considero que son un problema por darle prevalencia a otras prioridades no tan esenciales que todos conocemos.
El descanso y la recreación: Otro de los derechos económicos y sociales lo constituye el acceso al descanso digno, periódico y suficiente, diario, semanal y anual. Se trata de descanso real, es decir, cesar en el agobio del trabajo, de la subsistencia, de la lucha por sobrevivir. ¿Tenemos los cubanos este descanso después de las 8 horas de trabajo, lo tenemos el fin de semana, lo tenemos durante un mes de vacaciones?
Y en cuanto a la recreación, es todavía más difícil de responder afirmativamente. ¿Tenemos los cubanos de a pie el derecho a una recreación honesta, en correspondencia con un salario que nos permita ahorrar algo para disfrutar las vacaciones en un lugar modesto pero cómodo y accesible para los nacionales que no sea el campismo. ¿Pueden las personas mayores de 40 ó 50 años irse a un campismo con las condiciones que tienen los nuestros? ¿No tienen, acaso, los mayores, nuestros abuelos y padres, el derecho a recrearse austera pero cómodamente en un pequeño motel, con agua corriente que no sea un río y con electricidad y una mesa para comer sentados y no en el piso y sobre todo, tener amparo de los mosquitos? Es que parece casi inaudito estar hablando del derecho a la recreación y a las vacaciones en una pequeña cabaña, cuando los anteriores derechos al salario, a la alimentación, a la vivienda no están garantizados para muchos. La reacción que he tenido al tratar de defender el derecho a la recreación y al descanso es el siguiente: ¿Cómo vamos a irnos a pasar unas vacaciones por ahí cuando no tenemos ni para levantar un cuartito para la niña que se nos casó hace tres años y la tenemos viviendo en nuestro propio cuarto con su primer niño?
Protección del medio ambiente: Este quizá sea el menos popular, por la falta de educación ecológica y medioambiental que existe en nuestro país. Diariamente se están violando nuestros derechos a respirar un aire puro, a evitar un entorno ensordecedor, a protegernos de los desechos de las pocas y atrasadas fábricas que alrededor de la ciudad nos permiten observar todos los días una nube de hollín y otros productos dañinos para la salud que cubren grandes extensiones de terrenos cultivables y zonas urbanas. El escape de gases tóxicos de automóviles y camiones rebasa ya toda previsión. Basta salir a la calle. Esto es muy fácil de comprobar sobre todo en el interior del país. El ruido en nuestras calles, escuelas, centros de trabajo, lugares públicos, no sólo viola la tranquilidad ciudadana sino que es un verdadero flagelo para la salud de muchos. Lo peor es que choferes y otras personas responsables de esta contaminación y polución ambiental justifican la misma argumentando que en la situación en que vivimos no se puede estar pensando en esos “humitos”. Al pasar un camión junto a una parada y dejar a todos dentro de una nube de CO2, le escuché decir a un agente del orden: ¿Qué vamos a hacer, pararlos todos?
Tengo la impresión de que estoy tratando de ejemplificar algunas alteraciones de los derechos económicos y sociales en nuestro país. No se trata de una queja inútil, estoy convencido de que en la medida que los ciudadanos y las autoridades locales y provinciales tomen más conciencia de estas violaciones, que no se corresponden con ningún proyecto de dignificación del ser humano, esto permita a las más altas autoridades del país contar, aún más, con la colaboración de la ciudadanía al decidirse dar a estos problemas económicos y sociales, fuente y principio de otras muchas desgarraduras que sufren la dignidad y los derechos de los ciudadanos de hoy, la máxima prioridad que tienen en sí mismos.
Esto no sólo pasa en Cuba, pasa en todos y cada uno de los países que se enfrentan a sus propios desafíos. Sobre todo en aquellos que quieren diseñar proyectos nuevos y no desean retrotraerse en la historia. Todos los de América Latina, los de África, los más lejanos de Asia, pero también en Europa: quiero traer a la memoria a ese pequeño país, Suecia, donde hace algunos años se intentó edificar un modelo de estado de bienestar, con un alto nivel de seguridad social. Recuerdo la figura sencilla y paradigmática de su Primer Ministro Olof Palme, tan confiado de su pueblo y tan cercano a su vecindario que murió fulminado de un balazo al salir del cine de su barrio. Luego, otros creyeron que había pedido mucho a los suecos y que el estado de bienestar social no se correspondía con las leyes del puro y duro mercado. Esto nos enseña que todo proyecto de justicia social debe cuidar mucho la educación de su pueblo en valores y en derechos y deberes ciudadanos. Porque no todo depende de una sola circunstancia y no todo depende de unas pocas personas, aún cuando tengan las mejores intenciones. El tiempo pasa y los proyectos deben actualizarse y no deben descuidarse de sus raíces y de sus finalidades.
Se hace necesario y urgente una formación cívica y una educación en derechos humanos desde la primaria hasta la universidad. Debemos cultivar, en adultos y jóvenes, una cultura de los derechos básicos y elementales así como de los derechos de segunda y tercera generación, porque lo peor que puede pasar es que ni siquiera nos demos cuenta de que se están violando nuestros derechos, y los de los demás, o que seamos violadores inconscientes de los mismos y entonces no podamos comprometernos y colaborar en la solución cooperada de estas situaciones que, estamos seguros, nadie quiere ni busca, pero que todos sufrimos y tenemos el deber de subsanar.
Educar para una cultura de los derechos y de los deberes cívicos. Que deben caminar juntos. Educar y trabajar todos, desde el lugar donde estemos, para ir cambiando la mentalidad y la dejadez, la desidia y la complicidad con las violaciones de los derechos económicos y sociales que son base y primicia de los derechos civiles y políticos; ambos grupos de derechos son inseparables e inviolables, universales e igualmente equiparables en urgencia y necesidad.
Pero no nos distraigamos.
Primero vivir y vivir dignamente… para poder participar y alcanzar un desarrollo humano integral y una convivencia social libre y solidaria.


 



 

 

Revista Vitral No. 58 * año X * noviembre - diciembre de 2003
Dagoberto Valdés (Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz, del Vaticano. Trabaja en el almacén "El Yagüín", de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.