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Parlamento Europeo,
lugar de consenso y proyección de las líneas generales
de la integración europea.
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I- Globalización
y los actuales Iímites de Ia integración europea
Se ha dicho, que la globalización
transforma el Leviatán en Behemoth. El poder autónomo y
homogeinizador del estado ha sido descrito puntualmente y en parte anticipado,
en su profunda efectividad, por Thomas Hobbes. La necesidad de una autoridad
poderosa que vele por el mantenimiento de la sociedad, en vista de la
ausencia de reglas religiosas vigentes, legitima al Leviatán. Esta
imagen del estado, en tiempos de globalización, parece ser sustituida
por el concepto de un estado retardado que ya no es capaz de practicar
el poder sobre sus ciudadanos, mientras el individualismo multicultural
y redes globales de toda índole, desperdician gran parte de sus
capacidades homogeinizadoras.
Con este argumento se relaciona a menudo la tesis de que los ganadores
de la globalización se desatan de las lealtades tradicionales y
nacionales, mientras que los perdedores de la globalización
se quedan aislados de sus frutos sin que puedan apostar a las tradicionales
formas de solidaridad nacional. Como consecuencia de la pérdida
de capacidad de acción del Estado, estarían dados por perdidos,
a través de la globalización, también el estado de
derecho y la solidaridad de un estado del bienestar. Esta argumentación
puede ser puesta a priori en tela de duda. Pero se podría preguntar
con la misma lógica, hasta dónde las consecuencias de la
globalización pueden socavar los procesos de ordenamiento y acción
en la Unión Europea.
Esta pregunta parece ser aun más evidente ya que entretanto la
Unión Europea tiene la responsabilidad en el ochenta por ciento
de todas las leyes político-económicas de los estados miembros.
La pregunta sobre las decrecientes capacidades de acción del estado,
o sea, de la política, se impone aun más en relación
con las ideales metas de una unión política en Europa, que
amplía la necesidad de capacidad de acción política
por sobre el campo de la política económica en otros ámbitos
políticos, como en el campo de las políticas exterior y
de seguridad. Al final podría pasar que no se trataría de
conceptos políticos, sino más bien de las consecuencias
de una competencia para obtener buen personal dirigente: ¿Triunfará
aquí también la globalización mercantil sobre la
política?¿Cuáles serán las consecuencias de
la calidad de capacidad directiva en la política, cuándo
los mejores entran en servicio en el campo del mercado globalizado y ya
no quieren trabajar en asuntos públicos?
Es paradójico, pero inevitable: La próxima ronda en el proceso
europeo de decisión se ocupará de interrogantes en las cuales
se tratará de esclarecer cuan más necesaria es Europa para
moldear de manera duradera y efectiva el mercado común y el euro.
Realidades económicas, como las provenientes de la globalización,
obligarán a la Unión Europea a intentar alcanzar más
regulaciones supranacionales. La globalización no es tanto una
frontera para la integración europea. La globalización muestra
a la integración europea sus límites hasta ahora.
Sistematizando se pueden señalar tres aspectos que indican las
consecuencias de la globalización en la continuación y aceleración
del camino de unificación europeo.
1. Implicaciones de la Globalización en la consistencia de la gobernación
en la Unión Europea;
2. Implicaciones de la globalización en el tema de la legitimidad
pública de la Unión Europea y su capacidad de incentivar
la lealtad entre los eurociudadanos.
3. Implicaciones de la globalización en la razón de ser
de la Unión Europea.
1. Cualquier mirada hacia el futuro es por su naturaleza solamente especulativa,
pero hay razones de peso para imaginar, que el proceso de la integración
europea estará expuesto a los acontecimientos globales. Desde el
fin de la guerra fría Europa se encuentra frente a la demanda de
tener un papel internacional más importante. Muchos responsables
de decisiones en la Unión Europea han manifestado la necesidad
de un acentuado perfil político mundial de la Unión Europea.
Retos, como el conflicto Norte-Sur, el del Cercano Oriente o el terrorismo
internacional, serán trasladados a la Unión, pero también
los acontecimientos pacíficos de un régimen comercial global
estimularán a la Unión Europea para destacarse en su rol
internacional.
El desarrollo internacional, tanto en el ámbito económico
como en el político, obligará más fuertemente a la
UE a responder preguntas sobre la voluntad política y a actuar
también en forma activa fuera de sus fronteras geográficas.
La persistente y creciente interdependencia de los mercados, servicios
y desarrollos tecnológicos, incluso los desarrollos sociales y
culturales globales, ampliarán los horizontes de la UE e influirán
en las metas e instrumentos de la gobernación pluridimensional
en la Europa actual. La Unión Europea no solamente estará
expuesta en forma creciente a la competencia económica internacional.
Ella deberá tomar decisiones políticas de extensas consecuencias
para la disputa entre los que apoyan los conceptos de integración
intergubernamentales y supranacionales. Esto es sin duda previsible en
lo relacionado con lo que los franceses llaman gouvernance économique.
Un duradero y estable euro es absolutamente inimaginable si no camina
con sólidas estructuras de administración política
económica y financiera en el ámbito europeo, como ha sido
el caso en todos los estados nacionales durante la época de su
soberanía monetaria. Luego de la tranquila introducción
del euro muchos europeos tratarán esta pregunta más pragmáticamente
que antes y no seguirán simplemente conceptos nominales del escepticismo
europeo, cuando es notorio que solamente a través de más
Europa se garantiza bienestar económico.
Otro ejemplo es el campo de la educación. Los derechos de reserva
de la identidad nacional, derechos federales de autonomía y escepticismo
colectivo sobre beneficio y normas de la política europea de educación,
han sido hasta ahora una bandera que ha frenado el desarrollo de una marcada
y visible política de educación europea. A raíz de
la cumbre europea de Lisboa en el año 2000 existe consenso entre
los gobiernos de la Unión de que la misma debe por lo menos realizar
tareas coordinadas en la política educativa, como por ejemplo en
lo relacionado al desarrollo del curriculum y la formación de futuras
estructuras en el sistema educativo de los estados de la Unión.
La Comisaria de la Unión Europea para la Educación, Viviane
Reding, ha adoptado posiciones claras en lo relacionado a las tareas de
la UE en este campo, que hace algunos años habría sido un
tabú. Entretanto se han introducido en la UE métodos comparativos,
bench-marking, no para calificar, sino para ofrecer conceptos exitosos
dignos de imitación. En comparación con las fortalezas del
sistema americano, especialmente en el campo de las universidades de élite
e institutos de investigación, todavía Europa es subdesarrollada.
Sería muy beneficioso si bajo la presión de la globalización
se desarrollara poco a poco un mercado común de educación
europeo. El mercado común y el euro deben ser a la larga complementados,
o por lo menos garantizados, mediante una consistente política
europea de educación.
La discusión sobre la gobernación en la Unión Europea
va a continuar en forma controversial entre los defensores de derechos
prerrogativos nacionales y regionales y aquellos que apoyan soluciones
europeas dondequiera que sean necesarias, con el fin de dar respuestas
a la globalización o a la dominanción de los Estados Unidos
de América. Si Europa rehusara la integración que la globalización
exige del continente socavaría las fortalezas del logrado Mercado
Común y así las oportunidades futuras de su juventud. Una
gobernación consistente en la UE no debe alcanzarse a costa de
la identidad local, regional o nacional. Al contrario, la diversidad de
identidad en Europa debe ser precisamente asegurada donde es necesario
mediante la integración. El éxito en el logro de esta meta,
es el mejor argumento para otorgar significación y legitimidad
al concepto de buena gobernación en la Unión Europea.
Una agenda política más amplia, una creciente complejidad
y variedad en las formas y estructuras de la gobernación en la
Unión Europea, así como la necesidad de reaccionar en forma
intensiva ante los desafíos globales, afecta la interrogante de
la legitimidad que disfruta la UE en los eurociudadanos. Mientras más
hablen las instituciones europeas de una Europa de los ciudadanos,
más deben dejarse medir con el ideal de una democracia europea.
Es indispensable un creciente sentimiento por la UE como cosa propia,
para calentar las relaciones entre sus instituciones y los ciudadanos
que, a raíz del Tratado de Maastricht, han obtenido una propia
ciudadanía europea. En la discusión por la gobernación
global se habla, dentro de este contexto, del necesario sense of
ownership, un concepto que describe en forma acertada las tareas
europeas. En vista de los débiles mandatos de acción europeos,
sobre todo en el campo de la seguridad interna y externa, la mayoría
de los eurociudadanos prefieren protegerse bajo el manto de sus seguros
estados nacionales. Este hecho no debe inducir a la apresurada conclusión
de que una reforzada legitimidad europea es en principio mirada con escepticismo.
Mientras el mandato de acción de la UE sea limitado, la medida
de legitimidad de su existencia puede solamente ser medida en el marco
de acción que brindan los estados nacionales. Solamente se puede
comparar lo comparable. Quien espera más legitimidad ante la UE
debe darle a la UE más competencias. Sólo así tiene
sentido la pregunta sobre responsabilidad y legitimidad.
Mientras no se le otorgue a la UE amplios mandatos de acción similares
a los de los estados nacionales será infundada la crítica
a los deficits de legitimidad de la UE. Ninguna institución de
la UE en Bruselas puede otorgar mandatos a la UE si los estados miembros
y sus gobiernos no lo desean. Hacia allá deben ser dirigidas las
críticas de legitimidad de la UE. A la luz de los retos que trae
consigo la globalización se puede especular, en vista de las inevitables
necesidades, hasta dónde puede ser ampliada la capacidad de acción
de la UE. En el campo de la seguridad interna y de la política
exterior y de defensa este camino es inevitable, si es que Europa desea
imponerse en el mundo del siglo XXI.
Al tercer complejo de las consecuencias de la globalización para
la integración europea, toca la pregunta sobre la razón
de ser (raison détre) de la integración
europea futura. La idea de dicha integración ha experimentado desde
los años cincuenta considerables mutaciones. La reconciliación
interna que se inició con los acuerdos de Roma, y que llegará
a su consecución final cuando culmine la ampliación hacia
Europea Oriental, fue acompañada de una adopción creciente,
de un papel económico global por parte de la UE. La globalización
exigirá una dilatación de este papel global y así
trascenderá la raison détre inicial de
la integración europea. Es así como Europa, no obstante
sus contradicciones internas, se transformará de un continente
que marcha hacia la integración en actor global en todo sentido,
estimulado por retos externos. El papel económico que ya juega
Europa deberá ser complementado con un papel político y
con una contribución global al discurso cultural y moral.
Una buena y consistente gobernación, legitimidad y una ampliada
raison détre de la integración europea
se complementan y condicionan. Europa debe deshacerse por sus propios
esfuerzos de sus actuales contradicciones e insuficiencias. Que esto no
será fácil lo demuestran, por ejemplo, los cambios en la
concepción de muchos europeos frente a la migración. Hasta
hace poco la generosidad tenía gran valor en el marco de la reconciliación
europea. Entretanto se ha transformado en un concepto tenebroso detrás
de la presión migratoria global, en la isla de bienestar donde
se encuentra Europa. También deben esperarse otros contragolpes
y cautelas nacionales en el largo camino de Europa. Al final, el límite
de la voluntad política es la barrera más grande, que debe
ser superada antes de cada progreso, en el camino hacia la unificación
europea. Europa es en sí su más grande límite.
El concepto de frontera debe ser redefinido por la Unión Europea.
Para ello debe la UE marcar físicamente sus límites. Pero
más allá de la pregunta sobre límites después
de la ampliación de la UE en el oriente europeo, cuya realización
práctica puede durar hasta el segundo decenio del nuevo siglo,
Europa debe definir políticamente sus límites, como manifestación
de la proyección de sus intereses en el mundo.
Hasta el siglo XX Europa tenía la imagen de ser imperial y colonialista.
Dos dictaduras totalitarias y dos guerras mundiales causaron el autoderrocamiento
de Europa en el mundo. En la segunda mitad del siglo veinte, Europa logró
la reconciliación íntima de sus pueblos bajo el signo de
la democracia y de los derechos humanos. En el siglo XXI se exigirá
de Europa, siempre que sea necesario, que juegue su papel de socio del
mundo a fin de consolidar sus propios valores e intereses y estimular
su ampliación. Europa debe siempre hacerlo al lado de Estados Unidos
de América. Por eso Europa debe establecerse como socio igual e
importante de los EE UU, no sólo retóricamente.
Europa ya no representa en sí su primera tarea. La tarea de Europa
es colaborar en la delineación o formación de un nuevo orden
mundial. Europa se basa para ello en su experiencia y en sus recuerdos,
crece en este nuevo papel con sus recursos y duros debates, también
por el camino de nuevas experiencias. En este sentido la globalización
no limita la integración. Al contrario, la globalización
amplía la integración europea por cuanto exige de Europa
llenar objetivos y medios de su integración que se encuentran fuera
de su territorio.
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