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(ZENIT.org).- Publicamos a continuación el mensaje que difundió
el miércoles 26 de noviembre de 2003 la Conferencia Episcopal de
la República Dominicana en el que se constata la crisis que atraviesa
el país y se piden al gobierno medidas urgentes para atajar la
situación.
MENSAJE DE LOS OBISPOS DOMINICANOS
De nada sirven ya ni las lamentaciones ni las explicaciones. No podemos
permitir que el país se hunda. Estamos a tiempo.
Jesucristo sintetizó la Moral y la Espiritualidad -la Ley y los
Profetas- en amar a Dios y en amar al prójimo como a nosotros mismos.
Añadió que lo segundo era semejante a lo primero. San Juan
en su primera carta comenta: «si alguno dice yo amo a Dios y no
ama a su hermano, miente, pues quien no ama a su hermano que ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de él este
mandato: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Juan
4, 20-21).
Amar al prójimo como a uno mismo es identificarse con él.
Esta identificación con lo que la mayoría del pueblo dominicano
piensa y siente en estos momentos es lo que nos ha movido a hacer público
este Mensaje.
Con ello queremos ser fieles al Concilio Vaticano II que en el proemio
de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
nos recordó que «los gozos y las esperanzas, las tristezas
y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres
y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias
de los discípulos de Cristo» (Gaudium et Spes, n. 1).
1. Medidas adecuadas y drásticas
De nada sirven ya ni las lamentaciones ni las explicaciones. Ambas prácticas
están agotadas. Hemos llegado a un punto crítico que lo
que se impone son acciones inaplazables, eficaces y drásticas para
salir rápidamente del hoyo en que estamos metidos.
Analizando a fondo la situación, es evidente que la raíz
de nuestros problemas mayores está en el deterioro económico,
agudizado progresivamente.
La misma crisis energética es hoy económica.
Las medidas adoptadas no han ido obteniendo los resultados deseados y
se impone un análisis más certero y medidas más adecuadas.
No esperemos que las causas externas desaparezcan o mejoren (por ejemplo
que el precio del petróleo baje o que la economía mundial
se recomponga...) y enfrentémoslas creativamente y eliminemos las
causas internas, las nuestras.
Cuando el balance no cuadra porque son mayores los egresos que los ingresos,
no hay más remedio que aumentar los ingresos o bajar los egresos
o hacer ambas cosas a la vez.
De acuerdo a este principio tan sencillo y de sentido común, el
Gobierno debe rápidamente tomar todas las medidas necesarias para
aumentar la producción y reducir los gastos presupuestables.
En esta línea no es sabia la solución de sobrecargar de
impuestos a los que los pagan sino la de lograr que todos paguen lo que
están obligados a pagar. Es de justicia la contribución
de todos al bien común y es obligación del Poder Público
exigirla.
Pero esto no basta. Es necesario, sobre todo en un momento de emergencia
como el nuestro, que el Estado se concentre en los gastos necesarios y
prioritarios y elimine todos los gastos suntuosos, inútiles, superfluos
o prescindibles. Esto incluye la eliminación de sueldos de lujo,
de empleos superfluos y de subvenciones generosas.
Exhortamos a los Partidos Políticos que se comprometan a realizar
una campaña electoral histórica con austeridad y el empleo
de mínimos recursos. Tanto más cuanto que los que se presentan
son figuras públicas sobradamente conocidas por todos los dominicanos
Pero tampoco esto basta. Es decir, atajar la dilapidación y la
dispersión de la disponibilidad económica del Estado. Es
necesario adecentar la administración pública: no permitir
a nadie saquear los bienes del Estado que son patrimonio de todos, sacando
inmediatamente de la administración pública, castigando
con severidad e inhabilitando de por vida para cualquier cargo público
al que busque enriquecerse con los bienes del Estado o disponer de ellos
para su propio provecho.
Pero quizás todo esto no baste y lo que se imponga sea la revisión
de los actuales funcionarios y la presencia refrescante de nuevas figuras,
altamente cualificadas, comprometidas a enderezar el rumbo de la nación.
Y no hay que temer, si es el caso, de recurrir a gente extra-partido o
apolítica, dotada de conocimientos, experiencia, sensibilidad social
y amor patrio.
2. Fuga de capitales
Ante el temor de devaluaciones progresivas de la moneda nacional, buscando
la seguridad de sus pequeños o medianos ahorros, de sus fondos
comerciales y de inversión y de sus capitales bien o mal avenidos,
dominicanos y dominicanas de todos los estratos sociales han ido recurriendo
a convertir sus pesos en dólares y a colocarlos fuera del país.
El monto actual de estos capitales fugados -pequeños, medianos
y grandes- parece ser escandaloso y es una de las causas de nuestra situación.
No negamos que a algunos, en buena parte, les impulsó a hacer esto
el evadir los impuestos nacionales, pero es evidente que la razón
más profunda de este fenómeno ha sido la falta de una legislación
adecuada y la desconfianza. Desconfianza del Poder Ejecutivo, del Poder
Legislativo, del Banco Central, de la Superintendencia de Bancos y de
la Nación.
La repatriación de esos capitales cambiaría notablemente
nuestra situación económica. Las posibilidades de inversión
productiva en el país, en la industria, en la agropecuaria, en
el comercio, en la repoblación forestal, en la energía eléctrica,
en la vivienda, en el turismo y en el área de servicios son amplísimas
y sólo esperan capital disponible, valentía y creatividad
empresarial.
Lo sucedido con varios Bancos ha traído la contrapartida de una
mayor vigilancia sobre ellos y de una mayor responsabilidad y esmero en
ellos. En un régimen democrático de libertad e iniciativa
privada la Banca tiene una función fundamental. Además de
inmoral es peligrosísimo para la estabilidad de la nación
que personas, grupos o instituciones inescrupulosas, por razones inconfesables
e intereses bastardos se dediquen a difundir noticias falsas, calumnias
o dudas sin fundamento alguno contra entidades bancarias concretas con
el fin de dañar su reputación y desequilibrar aún
más la nación. Esto se está haciendo y merece nuestra
condenación y repulsa.
3. Reajuste salarial
La Iglesia siempre ha defendido el salario justo y lo ha exigido. Sintetizando
su pensamiento, el Concilio Vaticano II proclama: «La remuneración
del trabajo debe ser tal que le permita al individuo y a su familia una
vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo
presente el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, asi como
las condiciones de la empresa y del bien común» (Gaudium
et Spes n.67).
Nadie puede negar que, en el momento presente, el poder adquisitivo de
los dominicanos ha quedado reducido a menos de la mitad y que, por lo
tanto, es de justicia ineludible e inaplazable el reajuste salarial. No
una subida simbólica y limitada sino un verdadero reajuste salarial.
A los que proclaman que tal reajuste es inflacionario, les recordamos
que de nada sirve la oferta industrial y comercial si son muy pocos los
que pueden adquirirla. Lo que hay que atajar, para bien de la economía,
es la recesión. La adecuación de los salarios al costo real
de la vida en los pueblos que la adoptan no trae sino beneficios a su
economía nacional.
A este respecto queremos recordar un párrafo fundamental de la
Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia
en el mundo actual: «En la vida económico-social deben respetarse
y promoverse la dignidad humana, su entera vocación y el bien de
toda la sociedad, porque el ser humano es el autor, centro y fin de toda
la vida económico-social» (Gaudium et Spes, n.63).
4. Crisis internas de los Partidos políticos
Hace tiempo que venimos diciendo que, superadas las ideologías
antagónicas, los partidos políticos están llamados
a revisar seriamente su función, su modo de actuar; a no dirigir
sus mayores energías a la mera conquista del Poder Público
por el poder mismo y, obtenido, a perpetuarlo por cualquier vía;
y a ofrecer, por encima de todo, soluciones reales y eficaces a los males
sociales y económicos existentes y previsibles.
En medio de tantas dificultades lo que la nación espera de los
políticos no es el fragor de sus luchas internas sino posibles
soluciones, «alternativas», a los problemas que nos aquejan.
Quiere paz, signos de esperanza y que todo ese derroche de energías
se concentre en la búsqueda aunada y firme de soluciones a nuestros
males.
Hay quienes creen que la renuncia del Honorable Sr. Presidente a su repostulación
favorecería altamente la paz social, la confianza y la gobernabilidad.
Lo dejamos a su conciencia.
Invitamos a todo el pueblo dominicano a unirse en oración. «Yo
les digo: pidan y se les dará. Busquen y hallarán; llamen
y se les abrirá, porque el que pide recibe; el que busca halla,
y al que llama, se le abre» (Lc 11, 9-10) dijo Jesucristo. En la
presencia de Dios, Nuestro Padre, meditemos sobre cuánto hemos
expresado en este Mensaje y pidámosle confiadamente, poniendo por
intercesora a la Virgen de Altagracia, Protectora Nacional, que nos dé
fortaleza, generosidad y sabiduría y, sobre todo su gracia para
que podamos superar todas nuestras dificultades.
Santo Domingo, 25 de noviembre del año 2003.
LES BENDICEN,
+Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo
+Ramón Benito de la Rosa y Carpio Arzobispo Metropolitano de Santiago
de los Caballeros, Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano
+Juan Félix Pepen, Obispo Emérito
+Juan Antonio Flores, Obispo Emérito
+Roque Adames, Obispo Emérito
+Fabio Mamerto Rivas, SDB, Obispo Emérito
+Jesús María de Jesús Moya, Obispo de San Francisco
de Macorís
+Tomás Gerónimo Abreu, Obispo de Mao-Monte Cristi
+Francisco José Arnáiz, S.J., Obispo Emérito
+José D. Grullón, Obispo de San Juan de la Maguana
+Antonio Camilo, Obispo de La Vega
+Amancio Escapa, OCD, Obispo Titular de Cene y Obispo Auxiliar de Santo
Domingo
+Pablo Cedano Cedano, Obispo Titular de Vita y Obispo Auxiliar de Santo
Domingo
+Nicanor Peña, Obispo de Puerto Plata
+Francisco Ozoria Acosta, Obispo de San Pedro de Macorís
+Freddy Bretón, Obispo de Bañí
+Rafael L. Felipe Núñez, Obispo de Barahona
+Diómedes Espinal, Obispo Titular de Vardimissa
Auxiliar del Arzobispo de Santiago de los Caballeros
+ Ramón Benito Ángeles Fernández, Secretario General
del Episcopado Dominicano
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