Introducción muy
general
Consideraciones sobre nuestros últimos
50 años
Cinco grandes desafíos para el cristiano
de este siglo
Elementos para una crítica radical
a los poderes
Efectos más significativos de la
globalización contemporánea
Algunas pistas que pueden ayudar en la tarea
de armonizar unidad y diversidad
El totalitarismo: dominación total
Elementos a tener en cuenta para construir
una Iglesia de comunión en la época actual
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1.- Introducción muy general
1.1) El título que encabeza estas reflexiones es, obviamente,
muy abarcador y complejo. Abarcador por cuanto toca dos realidades muy
extensas: la Iglesia y la sociedad; complejo porque ambas
realidades lo son. Es más fácil, tal vez, abordar esta temática
desde el ámbito eclesial que desde la perspectiva estrictamente
social. Por otra parte, tanto la Iglesia que vive inserta en un
marco social específico- como la sociedad resultan afectadas por
los cambios de paradigmas, por el paso del tiempo, por el impacto de las
ideas y las tecnologías, por la movilidad social, por el flujo
continuo de información, en fin, por el proceso de creación
cultural que siempre está en devenir, in fieri. Todo
ese in fieri, esa movida contemporánea,
trae bondades (el progreso) a la vez que provoca, inevitablemente, muchos
desajustes en las personas y en los grupos.
1.2) Tal vez la primera afirmación que me atrevería a hacer
es la de la unidad en la diversidad que encontramos en la elección
de los Doce (Cf. Mt. 10,1-4)... A juzgar por lo que el mismo texto nos
dice, y sin pretensiones exegéticas, el grupo de los Doce era bien
diverso, había de todo o para todos los gustos, desde celosos partidarios
de la independencia judía hasta colaboradores del imperio romano,
desde personas bien adultas (como Pedro que tenía barca propia
y suegra) hasta un jovencito que salía de la adolescencia (Juan).
Por si fuera poco no faltan los incrédulos o suspicaces
(como Tomás) ni la sombría figura de un traidor (Judas).
1.3) El decursar de la vida de la Iglesia (y por supuesto de la sociedad)
ha sido, muchas veces, como un acordeón donde, expansionando o
contrayendo el fuelle, ha ido saliendo una melodía que tiende a
buscar su equilibrio armónico entre la unidad y la diversidad.
El Concilio Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium, en el
número 23, dice:
La divina Providencia ha hecho que varias Iglesias fundadas en diversas
regiones por los Apóstoles y sus sucesores, al correr de los tiempos,
se hayan reunido en numerosos grupos estables, orgánicamente unidos,
los cuales, quedando a salvo la unidad de la fe y la única constitución
divina de la Iglesia universal, tienen una disciplina propia, unos ritos
litúrgicos y un patrimonio teológico y espiritual propios.
Entre las cuales, algunas, concretamente las antiguas iglesias patriarcales,
como madres en la fe, engendraron a otras como hijas y han quedado unidas
con ellas hasta nuestros días con vínculos más estrechos
de caridad en la vida sacramental y en la mutua observancia de derechos
y deberes. Esta variedad de las iglesias locales, tendente a la unidad,
manifiesta con mayor evidencia la catolicidad de la Iglesia indivisa.
De modo análogo, las conferencias episcopales hoy en día
pueden desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el
afecto colegial tenga una aplicación concreta.
1.4) La apoyatura teológica de esta unidad en la diversidad la
subraya Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes en el número
24:
... el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como
también nosotros somos uno (Jn. 17,21-22) abriendo perspectivas
cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre
la unión de las personas divinas y la unión de los hijos
de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el
hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí
mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera
de sí mismo a los demás.
Y en el número 25 añade la conclusión lógica
de lo afirmado:
La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de
la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están
mutuamente condicionados. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas
las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por
su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida
social no es , pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a
través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios,
del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre
en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación
... En nuestra época, por varias causas, se multiplican sin cesar
las conexiones mutuas y las interdependencias ... Este fenómeno,
que recibe el nombre de socialización, ... ofrece muchas ventajas
para consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para
garantizar sus derechos ... las perturbaciones que tan frecuentemente
agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de
las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden
, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan
también el ambiente social.
1.5) Con estos números del Concilio hay abundante material para
la reflexión en torno al tema que nos ocupa, no obstante intentaré
esbozar algunos elementos más específicos u orientativos.
2.- Consideraciones
sobre nuestros últimos 50 años
2.1) Enero de 1959 marcó un cambio epocal para nosotros los cubanos.
En el ámbito eclesial todavía no había ocurrido el
Concilio Vaticano II y la mentalidad de cristiandad era la
dominante. Frente al proceso de transformaciones estructurales que se
ponía en marcha y ante el sesgo ateizante que le precedía
y acompañaba, estábamos descolocados, desmarcados
y esto dificultó el asumir con otra mirada teológica y cultural
los retos que se nos iban presentando... Pero el tiempo pasó y
vino el Concilio, y vino Medellín y Puebla y Santo Domingo y el
ENEC y llegaron los momentos de pasar balance y aprender de
lo vivido para proyectar, en lo posible, el futuro.
2.2) Y llegó el nuevo milenio y el fin del siglo XX. Para la Iglesia
universal ha terminado un período en el cual:
-hubo Cruzadas e Inquisición;
-se dio el colonialismo y el centralismo del poder;
-brotaron legiones de mártires, santos y santas de las más
variadas condiciones;
-ocurrió el Concilio Vaticano II;
-aparecieron nuevas teologías contextuales, entre ellas las teologías
de la liberación de A. Latina;
-eclosionó la presencia y protagonismo irreversible del laicado
y, particularmente, de la mujer.
2.3) En la sociedad cubana de este milenio parece darse una especie de
esquizofrenia en la que coexisten, en precaria yuxtaposición, un
discurso ranciamente militante que recuerda la década heroica
del 70 con una vida ciudadana marcada por las consecuencias de la globalización
neoliberal y la dolarización. En mi opinión de lego en cuestiones
de economía creo se han ido implementando, casi sin darnos cuenta,
las medidas del F.M.I. a la criolla y una especie de keynesianismo
tropicalizado.
2.4) Para nuestra Iglesia de Cuba... Hay infinidad de retos y escasez
de recursos tanto materiales como humanos. Quizá una dificultad
adicional y muy seria es la que llamaría devaluación
de la mística... En nuestra sociedad cubana actual se tiene
muchas veces la sensación de desplome de toda mística -aún
la simplemente humana-, la sensación de carencia de espiritualidad
en el sentido más amplio del término. Personalmente tengo
la impresión de que no estamos adecuada ni suficientemente presentes
de manera efectiva en los mundos de la marginalidad cultural, económica,
racial y política y que no siempre tenemos esa mística
misionera. A modo de ejemplo y sin espíritu criticón
hago referencia al número 19 de la reciente Instrucción
Teológico Pastoral de fecha 8 de septiembre último
pasado. En dicho número se dice:
... La Iglesia por su origen, por su fin y por los medios propios
de su quehacer pastoral es diferente del Estado, diversa de la sociedad
civil o de las asociaciones o grupos que constituyen la misma
A continuación, en el número 20, se añade:
... La Iglesia no es una sociedad alternativa a la comunidad de
los hombres. Tampoco es una realidad más en igualdad de condiciones
en el concierto de entidades que conforman la sociedad civil, ni siquiera
puede considerarse una parte de la misma, pues es una comunidad abierta
a todos y acoge en su seno a quienes pertenecen a diversos estamentos
estatales, gubernamentales e incluso militares.
2.5) Entonces me pregunto: si la Iglesia no pertenece a la sociedad civil
siendo así que la mayoría de sus miembros son laicos, dónde
se sitúa, ya que no es concebible después de Vaticano II
un modelo eclesiológico de cristiandad en el cual la Iglesia es
un poder enfrente o al lado del poder civil (la Iglesia del pacto colonial
o del Patronato Regio) como lo indica el número 19 de la Instrucción.
Y me sigo preguntando, porque no veo con claridad el modelo de comunión
y participación tan propio de la Iglesia de A. Latina y del cual
se hizo eco el ENEC. Creo, con todo respeto, que éste es un punto
polémico de la Instrucción y al afirmar esto
estoy haciendo uso del principio de unidad en la diversidad que deseamos
para la Iglesia y la sociedad. A mi entender se le dan extensiones diversas
al término Iglesia y hay una determinada visión o comprensión
del término sociedad civil que no comparten todos los
que saben de estas cosas. Estas cuestiones no nos deben extrañar
pues en la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II subsisten
dos eclesiologías que se complementan: la comunitaria
(Cf. Nº 5) y la jurídica (Cf. Nº 19). Tal
vez en nuestra Instrucción aparecen los ecos de esas
dos eclesiologías ... pero es a los teólogos a quienes toca
dirimir y clarificar estas cuestiones que, no obstante, nos interesan
a todos.
3.- Cinco
grandes desafíos para el cristiano de este siglo
3.1) Este siglo o será místico o no será humano...,
entendiendo la mística como ese sentido profundo de la vida, esa
abertura y apertura al horizonte de Dios, esa búsqueda de la respuesta
última.
3.2) El siglo XXI cristiano optará por los excluidos o no será
cristiano. A medida que aumenta el abismo que separa a los poseedores
de los desposeídos y en la medida en que aumenta el número
de éstos con la consiguiente merma de la dignidad humana en esos
grandes grupos, esa opción aparece con meridiana claridad como
constitutivo esencial de la Iglesia.
3.3) El siglo XXI cristiano o será ecuménico o no será
eclesial. Podrá ser un amplísimo mosaico de minicristianismos
sin consistencia evangélica y sin comunión testimoniante
donde cada grupo se recree en su parcela frente a un mundo en creciente
secularización y sincretización, pero no la Iglesia de Jesús,
testigo de la Pascua, enviada para que el mundo crea (Jn.
17,20).
3.4) El siglo XXI o será ecológico o simplemente no será.
Todos los datos que aporta la ciencia actual indican que los humanos estamos
acabando con el aire, con el agua, con los bosques, con la vida. La ecología
es la gran política pendiente y ha de ir siendo, cada vez más,
ética, teología, espiritualidad.
3.5) El siglo XXI conceptualizará y vivirá una antropología
libre de las ideologizaciones de derecha o de izquierda
o la persona y los grupos humanos serán, una vez más, manipulados
y sometidos a los poderes de este mundo.
3.6) Todo lo anterior significa que este siglo ha de disponerse sinceramente
al diálogo:
a) con Dios, con el Dios de todos los nombres, con el Dios de todas las
religiones, con el Dios de todos los rostros y preguntas y esperanzas;
b) con la naturaleza (el cosmos), nuestro hogar;
c) con los seres humanos todos, de toda raza, lengua, nación, cultura;
un diálogo abierto, alegre, enriquecedor;
d) de cada humano consigo mismo, con las preguntas y respuestas al sentido
de la vida, las cosas, Dios.
4.- Elementos para una
crítica radical a los poderes
4.1) Queda fuera de toda duda que el poder, sea civil o religioso, se
justifica en la medida que resulta un servicio a la comunidad. Dicho de
una manera contrastante, si el poder no sirve, no sirve para nada. Sin
embargo, ocurre que el poder cuando se organiza e instituye corre el riesgo
de olvidar el para qué de su misión y pasar por alto, o
descuidar, o violar flagrantemente los derechos de las personas y de los
grupos.
4.2) Cuando los derechos fundamentales de las personas no están
debidamente asegurados y protegidos las relaciones humanas se enrarecen,
los seres humanos eventualmente se envilecen sencillamente para subsistir
y el tejido social (y antropológico) se deteriora. Así las
cosas, para el cristiano todo aquello que dijo Jesús -y que nos
han predicado nuestros mayores- se ve seriamente amenazado y con frecuencia
llega a arruinarse. Por lo tanto, LO PRIMERO ES LA VIDA Y LA DIGNIDAD
DE LAS PERSONAS, tanto en lo individual como en lo comunitario. Es la
comunidad cristiana viva y dinámica el gran antídoto a la
ética individualista (Cf. G.S. 30 y 69) y el hogar
donde el ser humano se humaniza, personaliza y cristifica. Esta mirada
y vivencia integradora de lo individual y lo comunitario es un rasgo distintivo
de la Iglesia latinoamericana desde Medellín hasta Santo Domingo.
Después de eso y al servicio de eso están la religión,
la economía, la política y toda institución. Esta
fue la raíz del conflicto de Jesús con el templo y con la
religión de su pueblo y de su tiempo (Cf. Mc. 3,4ss). Las preguntas
de fondo son cruciales y sustentan esa crítica radical al poder:
4.2.1) ¿Qué es lo primero, lo más determinante y
lo que condiciona todo lo demás?, ¿es la vida de los seres
humanos con su dignidad, sus derechos y hasta su felicidad? ¿o
es la religión con sus dogmas, leyes, poderes, ritos, intereses,
influencias, etc.?, ¿o es la sociedad organizada por gobiernos
cuyos proyectos son ideologías de matriz política, económica,
tecnológica, étnica, racial, sexual, etc.?
4.2.2) No se puede defender la verdad religiosa o ideológica al
precio de sacrificar los derechos que hoy se reconocen como universalmente
válidos para todo ser humano. La credibilidad de las instituciones,
sean cuales sean, depende de la defensa de la vida humana y de la calidad
de esta vida, defensa que muchas veces significará entrar en contradicción
con los poderes de este mundo que oprimen y maltratan la vida de los seres
humanos.
4.2.3) A golpes de evangelio esta temática de defensa de la vida
y de los derechos de las personas toma un matiz peculiar pues se trata
de los derechos de los pobres quienes tienen derecho a tener
derechos y estos derechos son, claramente, subversivos dentro de cualquier
ordenación presente. Son esos pobres y oprimidos la instancia crítica
de cualquier sistema social, político, económico, religioso,
etc., vigente y es la defensa, protección y promoción de
sus derechos la tarea profética del proyecto de Jesús: el
Reino de Dios.
5.- Efectos más
significativos de la globalización contemporánea
5.1) Es ya un lugar común hablar del final de la modernidad y
de la grave crisis de la sociedad tradicional debida a la pérdida
de las certezas y seguridades objetivas propias de esa sociedad. Esta
crisis afecta a la Iglesia por cuanto ella está-en-el-mundo. Parece
que el proceso homogeneizador y centralizador de la modernidad ha llegado
a su fin.
5.2) En el ámbito eclesial se pueden describir, a grandes rasgos,
las fases por las que ha ido discurriendo esa homogeneización y
centralización:
5.2.1) El primer milenio del cristianismo se desarrolló bajo el
esquema de una Iglesia compuesta por cinco grandes patriarcados, de los
que el de Roma era uno, aunque el más importante. Cada uno tenía
su propia autonomía organizativa, teológica, ministerial
y sacramental.
5.2.2) En el segundo milenio se rompió este esquema y la parte,
Roma, se identificó con el todo, la Iglesia Universal, Europa se
consideró el modelo para todas las iglesias y el modelo romano
y europeo se impuso en todas partes.
5.2.3) En este tercer milenio que estamos inaugurando hay que volver a
acercarse, de algún modo, al primero y desandar el camino homogeneizante
y uniformador del segundo... Es una tarea muy difícil esta toma
de distancia.
5.3) En el ámbito social también se sucedieron diversas
fases que iban entretejiéndose con las del ámbito eclesial:
5.3.1) La primera fue la del universalismo teocéntrico de la sociedad
medieval. La cristiandad abarcaba distintas naciones, pueblos, lenguas
y culturas.
5.3.2) Ese universalismo se rompió con el surgimiento de los Estados
nacionales con monarcas absolutos independientes del emperador
y del Papa (las dos instancias supranacionales del Medioevo) y se impone
la unidad desde la uniformidad de unos Estados nacionales determinados
por la pluralidad poblacional, lingüística, jurídica,
religiosa y política. Un solo Dios, un rey, una nación y
un pueblo son los parámetros que fundamentan la unidad interna
de los Estados nacionales. E. Durkheim en Las formas elementales de la
vida religiosa señala la importancia de la conciencia colectiva
(racional, afectiva y simbólica) como referencia para la identidad
de los individuos, así como su origen y legitimación religiosas
que afianzan la cohesión social y la solidaridad grupal.
5.3.3) Con el descubrimiento del Nuevo Mundo ocurrió un fenómeno
curioso. Colón descubrió las Indias nunca a
los indígenas americanos, proyectó sobre ellos
el ser asiático y los europeos posteriores difundieron
el ser americano marginándose la identidad específica
de los invadidos, colonizados y culturizados a la europea
que era la cultura frente a la no cultura. Este
desconocimiento del otro llegó a cuestionar la condición
humana del otro y a discutir el derecho a esclavizar a los
indígenas (y a los negros).
5.3.4) El mestizaje no fue una mediación que permitiera renegociar
la propia identidad cultural y relativizarla puesto que el mestizo unía
su condición de víctima cultural, fruto del concubinato
y la violación, a sus orígenes raciales inferiores
y a su condición de siervo colonizado (no ciudadano). El desprecio
o menosprecio o minusvaloración del indio, el negro, el asiático
o el árabe ha permanecido constante en la cultura hispánica
y europea hasta nuestros días.
5.3.5) Con la Revolución Francesa, para poner un hito emblemático
a otra fase nueva, se derrumba el edificio de la monarquía y aparece
el liberalismo económico. La consecuencia más relevante
es la competitividad individualista de las sociedades darwinistas, en
las que todos son competidores y se impone el éxito individual.
Así, pues, se debilitan las vinculaciones familiares, pierden contenido
las pertenencias naturales y políticas a un pueblo, nación
o Estado y se erosiona la idea de solidaridad con toda la humanidad cuando,
precisamente, más se afirman la dignidad y los derechos humanos.
En ese contexto las instituciones religiosas padecen una notable pérdida
de influencia en la sociedad. La secularización emergente favorece
la ausencia de un tejido social que haga plausible y creíble la
fe... Así las cosas la religión se privatiza
y se pasa de la fe en la autoridad a la autoridad de la fe personal.
5.3.6) La Revolución de Octubre marca otro jalón que no
puede pasarse por alto. La reacción al feroz individualismo del
liberalismo cifró sus expectativas en la distribución equitativa
de las riquezas y en una calidad de vida más humanizante para todos.
Sin embargo, el lastre ideológico del ateísmo militante
en los distintos regímenes de socialismo real, además de
otras razones de naturaleza organizativa y económica, frustraron
aquellos sueños. No es necesario abundar en el daño antropológico
subsecuente, ni en el reforzamiento del secularismo, ni en la privatización
de la fe.
5.3.7) Hay una pérdida gradual de las cosmovisiones universales
del pasado para dar paso, junto al escepticismo y el nihilismo de la cultura
y la filosofía, al testimonio de las convicciones personales, que
permiten tomar distancia de las modas culturales y de los estados de opinión
pública, creados por los medios de comunicación social y
los grupos que los controlan.
5.4) Con un panorama como el descrito a grandes zancadas resulta perfectamente
comprensible la aparición tentadora de los integrismos y fundamentalismos
que proponen una ilusa e imposible vuelta atrás. En
esta época actual se hacen más necesarios que nunca los
creadores, místicos y profetas, que hablen vivencialmente de Dios.
Los líderes sociales y eclesiales deben ser carismáticos
y comunicativos, no funcionarios legales que se esconden tras el anonimato
de los cargos. Han de tener conocimientos teóricos y prácticos
sin llegar a ser tecnócratas burocráticos ni intelectuales
alejados de la vida.
5.5) El otro hito emblemático de nuestros tiempos ha sido el derribo
del Muro de Berlín, precedido por la crisis de las utopías
(en gran medida provocada por el fracaso de los regímenes de socialismo
real y la pujanza del neoliberalismo). El modo de vida occidental, bajo
la supremacía de los E.U.A., se impone a nivel mundial provocando
la aldeanización planetaria y la macdonalización
de la cultura. Se ha ido creando la conciencia de que los humanos
pertenecemos a un mundo cada vez más interaccionado e interdependiente.
Esto significa el final de los estados nacionales de la modernidad y el
comienzo de ámbitos superiores de decisión, que se convierten
en nuevos sujetos de soberanía pluriestatal. El horizonte es cada
vez más cosmopolita y menos provinciano.
5.6) En medio de esa, aparentemente avasalladora, aplanadora de la globalización
hay una reacción comunitarista. Los pueblos no quieren
perder sus raíces culturales ni cortar su identidad histórica
y así vemos resurgir el folklore, la renovación de las viejas
tradiciones, la irrupción de las concepciones federales, la revalorización
de la lengua y cultura maternas, la recuperación de la memoria
histórica, etc. Toda esta reacción busca, a fin de cuentas,
conservar la propia identidad.
6.- Algunas pistas que
pueden ayudar en la tarea de armonizar unidad y diversidad
En otros momentos de estos comentarios han ido apareciendo, al filo de
la exposición, algunas señales de ruta. Ahora
intentaré presentarles de manera más precisa lo que he titulado
como pistas en la tarea de armonizar unidad y diversidad.
6.1) La universalización tiene que equilibrarse con la particularización,
que exige el derecho a la diferencia.
6.2) El derecho a la diferencia en una sociedad plural y mestiza es inalienable
y no puede ser eliminado en el ámbito cultural, político,
económico y religioso.
6.3) La fusión de horizontes culturales distintos y la búsqueda
de consenso por participación y diálogo son los signos de
una cultura abierta, flexible y con una identidad consolidada. Por el
contrario, cuanto más insegura esté una sociedad de sí
misma, mayor es su cerrazón ante lo nuevo y más peligrosa
es su reactividad, que la lleva a cerrarse sobre sí misma.
6.4) El fundamentalismo cultural, nacional o religioso se basa en la negación
del futuro en nombre del pasado. Se da la fijación de una sociedad
cerrada que sacraliza las contribuciones de las generaciones del pasado
a costa de negar la vitalidad y creatividad de la actual.
6.5) Los integrismos fundamentalistas, tanto en lo religioso como en lo
político, son un grave peligro por cuanto buscan detener el curso
de la historia y fijar una esencia última, atemporal, inmutable
y estática. La pretendida esencia nacional y religiosa sería
incambiable y vendría del pasado seleccionado según las
propias preferencias. Se construye una identidad histórica
en la que se mezclan componentes reales, mitificaciones y claras mentiras.
Surge así una ficticia historia sacralizada de la religión
y de la nación, que se establece como criterio absoluto de identificación
y de permanencia.
6.6) Es preciso aceptar que lo plural y lo multicultural genera conflictos
y plantea más exigencias que el modelo tradicional de sociedades
porque el reconocimiento del otro inevitablemente modifica la propia identidad,
personal y colectiva, que es cambiante y relacional. El peligro para el
cual es preciso estar alertas es el de reconocer la diferencia pero de
forma no integradora, sino excluyente y discriminatoria, que consagra
la asimetría e impide cualquier transformación de la cultura
hegemónica.
6.7) Lo determinante a la hora de asumir un proyecto nacional independiente
es la voluntad mayoritaria, permanente y democrática de la población.
No es la pertenencia a una comunidad natural lo decisivo,
sino el contrato social suscitado por la voluntad política de los
ciudadanos.
6.8) Una identidad cultural colectiva que se define y desarrolla desde
una perspectiva meramente defensiva y victimista, y que sobrevive sobre
la base de discriminaciones, no tiene futuro y se convierte en caldo de
cultivo del nacionalismo agresivo y en plataforma para el surgimiento
de líderes autoritarios que movilicen políticamente esa
dinámica. Las víctimas serán no sólo los grupos
excluidos y calificados como amenaza para la cultura nacional,
sino los mismos miembros de estas sociedades a los que se manipula en
nombre de las pretendidas esencias de la nación, civilización
o cultura.
7. El totalitarismo:
dominación total
Hannah Arendt, destacada investigadora norteamericana contemporánea,
ha realizado un valioso estudio sobre el modo de organizar la sociedad
típico de los sistemas totalitarios. Este estudio se vertebra en
torno a lo que la Dra. Arendt llama dominación total.
La Dominación total se aferra a la idea de organizar
la pluralidad y la diferenciación infinitas de los seres humanos
como si todo el grupo humano fuese un solo individuo. Para alcanzar la
dominación total hay que lograr el desmoronamiento del ser humano
y este objetivo se logra mediante tres formas distintas de desapropiación:
-desapropiación jurídica, consistente en despojar a la persona
de sus derechos ciudadanos, de sus títulos, de su identidad jurídica.
Es como recorrer el camino inverso del convertirse en persona a través
de un despojo sistemático que reduce a la persona al nivel de individuo.
Lo que a alguien le servía para convertirse en persona, se desintegra
en un contexto de indefensión jurídica, v. gr.: la cárcel,
el campo de trabajo forzado, la militarización de las instituciones
civiles, la imposición de un régimen de campamento, el acoso
e intromisión sistemáticos en la vida privada, etc. ;
-desapropiación moral, consistente en incapacitar a la persona
para la solidaridad, el heroísmo o la resistencia a través
de alternativas entre dos formas de mal. En esta situación existencial
ninguna de las alternativas satisface la conciencia por cuanto la opción
por el bien prácticamente desaparece. Se trata, en pocas palabras,
de llevar a la persona a una situación tal que se le imposibilite
una decisión moral, v. gr.: ¿cómo podría un
ser humano decidir si las alternativas que tiene son traicionar y
por tanto, condenar a sus amigos- o enviar a su esposa e hijos de
los cuales es responsable en todos los sentidos- a la prisión o
a la muerte, o cuando incluso el suicidio significaría el asesinato
inmediato de su propia familia?... Este dilema es insoluble para la identidad
moral;
-desapropiación de la individualidad , consistente en destruir
la espontaneidad, la fuerza del hombre para emprender algo nuevo a partir
de sus propios recursos, algo que no se puede explicar sobre la base de
reacciones al ambiente y a los acontecimientos. Esta desapropiación
se verifica a través de la institucionalización de la violencia
en todas sus formas, desde la brutal común en prisiones y
calabozos- hasta la más refinada y sutil ejercida en centros estudiantiles
y laborales, en el vecindario, en el barrio, etc. Esta violencia produce
un ser muriente, seres humanos que pasan a no existir físicamente
o a encarnar el papel de una no-persona de las que habla G.
Orwell en su novela 1984; seres humanos cuya protesta llega a no tener
sentido porque su propio ser perdió toda significancia. El anonimato
de la no-persona en la masa dominada es un medio sumamente
eficaz para destruir la identidad individual. Tal fue la experiencia de
A. Soljenitzin descrita en su novela Archipiélago GULAG.
8.- Elementos a tener
en cuenta para construir una Iglesia de comunión en la época
actual
8.1) El fenómeno de la globalización es también
un reto para la fe cristiana y para la comunidad creyente. Una Iglesia
Universal no puede hoy ser europea, porque eso significaría que
ha fracasado en el intento (y misión) de inculturarse en la diversidad
de culturas y sociedades que integran el mundo de hoy.
8.2) Si una religión dice que es la que Dios ha elegido para toda
la Humanidad, y que por ello es verdadera y universal, tiene que mostrarlo
en la teoría y en la práctica. Cuanto más capacidad
tenga para integrar y asumir elementos extraños, sin
por ello perder sus rasgos diferenciales, más testimonia su vocación
universal, que se muestra también en que permanece ella misma a
pesar de los cambios que experimenta.
8.3) El cristianismo del tercer milenio se encuentra de nuevo con el viejo
conflicto planteado por Nobili y Ricci, los misioneros jesuitas que intentaban
crear un cristianismo asiático que no fuera una mera continuidad
del europeo.
8.4) La apertura, la capacidad de diálogo, la autocrítica,
la capacidad de crecer y de enriquecerse son las que generan una Iglesia
abierta, que es la forma de universalidad propia de la contingencia humana.
8.5) La identidad religiosa no es algo estático, sino que es procesual
y dinámica. La unidad de una tradición religiosa no viene
dada por la uniformidad, sino por la comunión en la pluralidad,
que lleva consigo diferencias y también conflictos. La capacidad
para resolverlos de forma pacífica y no impositiva, desde el respeto
a los derechos y dignidad de cada persona, es lo que genera confianza
y credibilidad en una confesión religiosa.
8.6) Cuando la creencia en Dios se convierte en una fuente de discordia,
hostilidad y odio para los demás, sean de dentro o de fuera de
la religión, ésta deja de ser signo y testimonio del Dios
vivo.
8.7) Afirmar una eclesiología de comunión exige no sólo
la aceptación de la pluralidad, sino también el conflicto.
Cuando se opta sin más por la vuelta a las certezas y seguridades
del pasado, por el fin de los experimentos y la ausencia de búsqueda,
se impone el tradicionalismo y aumenta el desfase respecto a las necesidades
de la sociedad actual.
8.8) La eclesiología de comunión pasa, igualmente, por un
gobierno descentralizado de la Iglesia que deje espacio real a los episcopados
locales y nacionales así como a la tarea de recuperación
de la sinodalidad y la colegialidad que son estructuras del primer milenio,
antes que se impusiera el modelo eclesiológico (monárquico)
vigente.
8.9) De la misma forma que se puede dar un fundamentalismo nacionalista
que teme a la globalización, se puede dar un conservadurismo eclesiológico
intransigente que considera a Vaticano II como una herencia perturbadora
que hay que controlar y minimizar para integrarlo en el modelo de la Iglesia
del siglo XIX que todavía perdura.
8.10) La inseguridad que genera un cambio de época, como la nuestra,
puede convertirse en pretexto para mantener estilos autoritarios desfasados
que creen la ilusión de seguridad y orden. El precio que paga o
puede pagar este estilo es la evasión silenciosa de muchos creyentes
y la pérdida creciente de credibilidad del cristianismo en una
sociedad plural y abierta, la sociedad hacia la cual, inevitablemente,
marcha este siglo.
N.B.
-Este texto ha sido preparado para el Consejo Diocesano de Laicos de Pinar
del Río celebrado el 1º de noviembre de 2003.
-Los números 5, 6, y 8 se inspiran en varios trabajos del P. Juan
A. Estrada, s.j., profesor de Filosofía de la Religión en
la Universidad de Granada.
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