Revista Vitral No. 57 * año X * septiembre-octubre 2003


ECOS

 

NOVENO ANIVERSARIO DE VITRAL

 

PALABRAS INICIALES PARA EL NOVENO ANIVERSARIO DE VITRAL DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

Querido Sr. Obispo.
Admirado José Prats Sariol.
Estimados amigos del Jurado: Susana Haug, Jesús
David Curbelo, Raúl Capote, Luis Hugo Valín, Bernal Castellanos y Yenia María González.
Quiero saludar de una manera especial a la Sra. Gisela Delgado, esposa del amigo Héctor Palacios y a la Sra. Blanca Reyes, esposa de nuestro amigo y miembro de anteriores jurados, el poeta Raúl Rivero.

Queridos amigos todos:

Tal como vivimos hoy, un aniversario de una reducida publicación católica en una provincia de campo no es ni siquiera motivo de significación.
Cuba tiene temas mayores de los que ocuparse.
Cuba es, en sí misma, hoy, nuestro esencial punto de mira, nuestra agonía y al mismo tiempo nuestra esperanza. Para ella sea cuanto somos y hacemos.
No obstante es de humanos celebrar el tiempo que pasa como don y tarea vivida.
Por eso celebramos el IX Aniversario de Vitral: que siempre, pero en este año aún más quiere ser puente y ventana, sembradío para el espíritu y espacio para respirar y levantar la cabeza.
Nuestro ámbito es el de la cultura y el de la fe, que es siempre, cuando es de verdad, un vivero del espíritu. Ambas, cultura y fe, deberían alzar el ánima humana, del lodazal al monte.
Que esta noche de búsquedas y transparencias sea como la hierba buena, o como la miel del monte, o como cualquier otra hierba de las que repartía la inolvidable Celia Cruz al ritmo de un Compay que supo esperar y luego al final, ambos han encontrado lo que es más importante, la justicia y la paz de Dios.
Eso esperamos y deseamos también para Cuba y para cada uno de los cubanos: la justicia y la paz de Dios.
Muchas gracias.

Dagoberto Valdés.

José Prats Sariol, a la derecha, junto al Obispo José Siro, durante
la velada artística de esa noche.


VITRAL O LA PERSEVERANTE SAGA, VALORACIÓN CRÍTICA DEL ÚLTIMO AÑO DE LA REVISTA VITRAL

JOSÉ PRATS SARIOL

Monseñor José Siro González Bacallao, Obispo de
Pinar del Río.
Ingeniero Dagoberto Valdés, Director de Vitral.
Distinguido auditorio:

Mi abuela contaba que un hombre cara de ogro le rugió a Dios no haberle concedido el premio gordo de la lotería. Y Dios, sonriente, le sugirió que por lo menos comprara el billete. Años después comprendí que Aea —como le decía de niño para ahorrarme consonantes y vocales débiles— siempre lanzaba el chiste a los compañeros de la autolástima y de tú tienes la culpa. Ella, que tampoco era mujer de esperanzarse con ruletas, enviaba su vista azulosa contra el plañidero de turno, y en cuanto el quejoso de la suerte se desconcertaba, en un segundo le servía la pregunta: “¿Usted compró el billete?”
Vitral compró el billete antes de empezar, pero desde luego que no buscaba una chiripa. Ni le hacía ni le hace falta.. Y Dios, desde luego, inmediatamente concedió su favor. Hoy celebramos otro aniversario de esa voluntad fundacional y de esa gracia. Enumerar las vicisitudes que ha vencido en nueve años sería aliarnos a los plañideros de turno permanente, pobres chirimoyas que cuando no están verdes están podridas. Especímenes que como ustedes saben abundan en cualquier rincón del globo, pero que suelen reproducirse mejor en climas cercanos al Trópico de Cáncer cuando en la agricultura echan abonos mefíticos.
Parece mejor un breve paseo por las publicaciones periódicas cubanas, y es lo que les propongo: contextualizar Vitral. Tal vez el hecho de que nuestro querido director de Vitral sea a la vez ingeniero agrónomo, haya contribuido a evitar los fertilizantes antinaturales, las contaminaciones empobrecedoras del corazón y de la razón. Lo cierto es que sólo se entienden mejor las resonancias de nuestra revista pinareña —hay pinos en toda Cuba— si la remitimos a una intermitente pero pertinaz tradición que debe enorgullecernos, darnos fuerza. Los mejores sesgos en los que se apoya exigen un deslinde. Lo intentaré contra dos peligros ciertos y una amenaza inevitable. A la siempre letal y latosa barrera de la loa ditirámbica se une el escollo o bajío del aldeanismo. Pero Vitral —y he releído sus números para no equivocarme— huye de bombos y autobombos tanto como de mirarse el ombligo. La amenaza inevitable, sin embargo, soy yo mismo. Ahí ruego que no excusen con mi honradez los posibles disparates, y mucho menos los puntos debatibles, los que favorecen el diálogo crítico, esa rara ave que vuela desde las rayas naranjas del amanecer hasta los chispazos mandarinas del alba siguiente, en una continuidad que sabemos temblorosa, sesgada en sus hojas y a veces estrujada y hasta echada a la basura, pero siempre renaciendo, siempre picoteando a los cabezones.
El Vitral —queridos amigos— matiza la luz. El Vitral es parte consustancial del paisaje arquitectónico cubano, como nos visualizaran Amelia Peláez y René Portocarrero. Nuestras vidrieras modulan, amparan —mamparas— contra los enceguecimientos de la demasiada luz, más oscura aún que las cavernas o la noche nubosa y sin luna. El tino del bautizo de la revista abre la primera precisión. Al llamarla Vitral la aleja del Mediodía, la acerca a Orígenes y a Nadie Parecía, llega hasta Espuela de Plata, va hacia el Verbum, y los conocedores aquí presentes de la aventura lezamiana saben a qué me refiero. No el sol deslumbrante del mediodía —ese que nunca deja ver lo más importante, es decir, los detalles, los contornos, el individuo— sino el que aletea el prisma porque no cree en los bultos, porque sabe que detrás del concepto de masa hay siempre una élite discriminante y un fanatismo que subordina el color, que no da color. ¿Habría que recordar las exactas premoniciones de José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas o la cientificidad deconstructivista de Elían Canetti en Masa y poder?
El juego de gradaciones de la revista, a través del acierto de su título, es la certeza de que mucha palabrería determinista oscurece las percepciones más sencillas, las ontológicamente importantes, las que entre cada ser —y sus estares formando mutas— prioriza la familia como célula básica, en una dimensión íntima que rehuye por inasibles las de pueblo y muchedumbre. Muy a propósito cae la más reciente novela de Mario Vargas Llosa. Se titula El paraíso en la otra esquina. En ella Flora Tristán, nadando en las utopías sociales que tanto proliferaron en la Europa del siglo XIX, trata de encontrar los sentidos de su aciaga existencia en la Unión Obrera y en los movimientos emancipadores de la mujer. Su nieto, el pintor Paul Gauguin, busca su paraíso al otro lado del mundo, en Tahití y en el perfume salvaje o Noa-Noa, en el sueño de que sólo el arte considerado por Europa como primitivo inyectará savia al viejo continente. Política y arte —simplifico la urdimbre narrativa— creen que en la otra esquina hallarán las soluciones. Aquí la fábula del gran novelista peruano es una desoladora ironía. Al final —y les omito el cuento para que se la lean— Flora y Paul, vocación social y destino artístico, quedan frente a sí mismos, que parece suficiente ante los enigmas, ante la muerte y la Fe. Vitral —como la mayoría de ustedes sabe— surge cuando apenas quedaban esquinas sanas tras el derrumbe del que aparentaba ser el más fuerte paraíso en la historia de la humanidad.
Nació después y desde luego que no comenzó cargando con fardos remendados. Cuando aparece la revista predomina en el pensamiento occidental la certeza de que la historia es experiencia y no ideología, de que su construcción forzosa conduce al desastre, o peor, a una masacre de los mejores sesgos de la humanidad, los que el cristianismo exalta, como el amor al prójimo y la consecuente caridad, como la humildad de no creerse dueño de la verdad absoluta porque pretenderla —como viera Jacques Maritain— siempre es irracional.
A diferencia de una revista que exige hace tiempo una valoración crítica —La Quincena que dirigiera primero el Padre Biaín y en sus últimos números el P. Mariano Errasti— Vitral se enfrenta al vacío y no al bloque. Aquí tal vez sea imprescindible una breve digresión. Apunto al margen que todavía la mayoría de los periódicos y revistas nacionales carecen de estudios a profundidad, sobre todo de análisis comparatísticos de carácter diacrónico, lo que se recrudece con los de la segunda mitad del pasado siglo y los escasos años de este tercer milenio de terrorismos y vacuidad internáutica, de siderales contrastes entre muy ricos y muy pobres que avergüenzan la especie.
De La Quincena a Vitral retomo la filosofía neotomista de Jacques Maritain. Pero no sólo porque forme parte de la poderosa zona del pensamiento existencialista católico que tanto me interesa o para exaltar las bondades de sus ideas sociales -Del régimen temporal y de la libertad (1933)—, sólo refutadas hoy en día por fanáticos y viudos de Hegel y su prole marxista. Lo hago para recordar en De la existencia y lo existente (1946) el axioma de que existir es actuar. La contextualización que aquí trato de esbozar asume este principio nada contemplativo como una de las marcas indelebles que tuvo La Quincena, que tiene Vitral por las huellas de Vivarium, de Palabra Nueva, de la saga que aquí en Pinar del Río o allá en La Habana o en Santiago de Cuba siempre ha hecho honor a la frase que Lezama solía repetirme en El Curso Délfico como método para operar en nuestra circunstancia: “El rasguño en la piedra”. Ese “rasguño” es la metáfora de Vitral, fue siempre la de los padres franciscanos en publicaciones como San Antonio (1910-38) y Semanario Católico (1938-55) hasta La Quincena (1955-61), inspira la fuerte saga de publicaciones católicas, como la olvidada Lumen, de la Agrupación Católica Universitaria.
Es evidente que se trata de un principio ético que nos lleva a los padres de la nacionalidad cubana, pero sin desiderativas “teleologías insulares” con pretensiones de estrechos embudos —el obcecado Ese sol del mundo moral— que desembocan —tras increíbles saltos malabares— en un episodio heroico (1953-8) pero de consecuencias cargadas de aristas que rebasan el tema de este aniversario de Vitral; cuyos hechos posteriores, ante su irreversibilidad, vale mejor incorporarlos sin rencor, mucho menos con intolerancia del otro lado, como pueden leer en las reflexiones del personaje central en mi cuento Grilled Shrimp Pasta, que tuvo el honor de aparecer por primera vez en español en el número 53 de Vitral. Aunque Orestes Ferrara ironizara con que Cuba es el país de los viceversas, lo sensato —y vale recordar los consejos de su Santidad el Papa Juan Pablo II cuando nos visitó— es pensar que los males no tienen por qué ser cíclicos, que sobre todo las jóvenes generaciones no deben empantanarse con hipotecas de sus padres, mucho menos de sus abuelos, muy en especial los putativos.
Deslindo. Y permítanme ir a mi infancia en el barrio de El Vedado. Allí, muy cerca del parque Mariana Grajales, creo que a los diez años, eso es en 1956, un primo estudiante de medicina, que luego se haría psiquiatra, comenzó a llenar mi voracidad lectora con los didácticos folletos de la ACU (Agrupación Católica Universitaria) y no sé si de la JEC (Juventud Estudiantil Católica), como complemento de la formación que recibía con los hermanos de La Salle, donde cursé la enseñanza primaria y parte mínima —hasta 1961— del bachillerato. Me parece estar en la sala de casa oyendo cómo me explicaba lo que apenas entendía. Pero muy cerca, en un librerito de la saleta, estaban los ejemplares de La Quincena. Entre muñequitos del Pato Donald y el burrito de Juan Ramón Jiménez, entre tres películas de vaqueros en la matiné dominical del cine Roly, la leía, la hojeaba, supongo que algo se me pegara para presumir con mis condiscípulos lasallistas de 13 entre B y C. Después, en la temprana adolescencia, mientras disfrutaba de las Confesiones de San Agustín —que también es un libro de aventuras— y rechazaba los volúmenes del Padre Balmes —aún no sé la causa, no he vuelto a ellos—, regresé a la colección de La Quincena, que por cierto se perdió cuando parte de mi familia, entre ellos mi primo, abandonó el país. O fue a parar a la maravillosa biblioteca de Mario Parajón, “tutor” que también perdí pocos años después, aunque a veces recupero sus pródigas enseñanzas en Madrid o en Chinchón.
Recuerdo que enseguida capté la oposición a fenómenos bien concretos, muchos literalmente de concreto armado. Ahora que en el paralelo reflexiono, me doy cuenta de la diferencia con Vitral, debajo de las preciosas coincidencias éticas y de la voluntad fundacional. Sé que garabateo una intuición cuyos argumentos esperan por un estudio riguroso de aquella olvidada publicación. Pero me parece que La Quincena se caracterizaba por un espíritu de oposición a males de la picaresca y del choteo criollos y a posiciones filosóficas materialistas, a sectas religiosas ciertamente anquilosantes y a programas sociales absurdos. No pretendía, no era su objetivo, abrir puertas sino advertir contra puertas que conducían a los círculos donde Dante fue acompañado por Virgilio. Al hacerlo, claro está, abría otras puertas, aunque entonces y sobre todo después apenas las vimos, aunque tuvieran que pasar muchos años para que yo y muchos de mi generación las viéramos.
Confieso mi miopía, mi estupidez, que como saben es quedarse alelado, estupefacto. La vergüenza propia, peor que la ajena, exige un arrepentimiento que de alguna manera estas palabras realizan. Lo que me parece contextualizable, al lado de mis errores, es cómo La Quincena partía de la esperanza y Vitral de la desesperanza. Creo que ahí se resume la diferencia de actitud, muy propia una de los años 50 y también muy propia la otra de los años 90. La que editaban los padres franciscanos trató de limpiar aquellas esperanzas de los virus y bacterias que las enfermaban, que desvirtuaban los proyectos sociales inoculándoles utopías reductivistas y cosmovisiones con ateísmos de barbería. La sustentación era hacer y era, desgraciadamente, probar sin medidor de errores. La ingenuidad y la ignorancia, cuando no la mala fe, se encargarían del resto. Las advertencias sonaron enemigas. El resquebrajamiento de la sociedad civil cuando la dictadura de Fulgencio Batista favoreció la mordaza. Se cuenta de números censurados y hasta de uno cuya edición fue echada al mar... La Quincena desaparece, queda como signo de época, aunque son objetables sus intentos por cubrir un espectro noticioso —como la Bohemia de entonces— ajeno a sus propósitos evangelizadores. Aunque al releerla saludamos que dejara constancia, por ejemplo, de los Equipos de Matrimonios Cristianos, como muestra una hermosa foto de Estela Pascual junto a su esposo José Ignacio Rasco, de cuya saga ecuménica aún recibimos fortaleza y sendero.
En todos sus números La Quincena ponía una máxima de Pío XII que es de ahora mismo: “Los cristianos, con pleno derecho, se interesan de los problemas políticos y, en general, de la vida pública”. Era más ligera que Vitral, pero en sus páginas se halla el espíritu crítico que aconsejara Pío XII. Desde denuncias sobre la falta de fondos del Palacio de Bellas Artes en 1954, que había impedido su inauguración, hasta acusaciones contra los traficantes de pornografía. Bajo la foto de un bohío hambriento el pie dice: “Sólo un diez por ciento de los guajiros viven en condiciones satisfactorias”. En un artículo sobre el desempleo en 1955 se afirma que hay 30,000 cubanos que quieren dar pico y pala. Esa es la saga que se retoma, que enorgullece y desafía.
Vitral arranca cuando las vicisitudes no sólo son tan palpables como los mogotes del Valle de Viñales sino tan picantes como el ají guaguao. La propuesta es distinta. El deseo es volver a esperanzar. La tarea —eso sí— es tan compleja y ardua como la de su predecesora, pero en otra dirección. No desconstruye sino construye. Voy a desmenuzar un poquito esta última afirmación, cuyo valor aclaro que es de carácter general, y que como tal establece la diferencia por predominio, pues en Vitral también hay reconstrucción, remozamiento, restauración... Y a estas alturas de la realidad cubana no creo que nadie honrado y con dos dedos de frente le tenga miedo a las restauraciones, cuando los inmuebles se lo merecen. ¿No afirmaba Eugenio D’Ors que “todo lo que no es tradición es plagio”?
Para nuestra tradición democrática Vitral toma el lema —en portada— “La libertad de la Luz”. Y no esconde que es tendenciosa, es decir, que representa una dirección afectiva y racional: la del Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa. Para construir las nuevas certidumbres parte de Jesucristo a través de las vidrieras que somos cada uno de nosotros. Y parte de no cometer la solapada sinécdoque de dar su parte de pensamiento cubano por el todo. Las páginas de cada número defienden un amplio espectro de puntos de vista cristianos, presididos por la honradez, pero no significa —me parece— dar espacio a los que no ceden ni una pulgada de su hegemónico espacio. Aea, mi abuela del chiste, también repetía: “Cada pájaro con su bandada”. Sería una forma de demagogia —como si no fueran suficientes— concederles a fanáticos los beneficios que su soberbio monólogo pisotea. Las sectas para los sectarios, al César lo que es del César.
Y es que Vitral al jugar limpio tiene derecho a exigir la misma honestidad. Si nos vamos a mayo-junio de 1994, Año 1, No. 1, leemos en el Editorial la primera frase: “Vitral quiere ser un espacio para la transparencia y la luz multicolor de nuestra cultura y nuestra sociedad” —y si de algo puede enorgullecerse la revista es de sus editoriales, como sabrán apreciar los historiadores y filósofos sociales. La fidelidad sin inmovilismos dejó muy bien establecida su marca: “Tendrá el alma como raíz”. Y allí mismo —parece que ocurriera nueve turbulentos años después— declara: “Tan polícroma y plural quiere ser nuestra revista como escasos son, en nuestras ventanas actuales, la diversidad de diseños y matices”, porque desea “salir de la postración por los caminos de la creatividad”.
Sólo les recuerdo que el Editorial se publica escasos meses antes del éxodo que hoy conocemos como el de los balseros. En ese número inaugural el Obispo de Pinar del Río señaló con firmeza la ruta: “...será un espacio de comunicación y diálogo con la Iglesia ad intra y con la sociedad que necesita de orientaciones sabias y mensajes válidos”. Por ahí siempre ha ido, avanzado —de la mano de San Rosendo, como indicara en su primera colaboración Dagoberto Valdés Hernández sobre el santo patrono de Pinar del Río. Y si en ese entonces alguien dudó de la gallardía, el Editorial del No. 2, contra las casi endémicas políticas de avestruces criollos, trata precisamente sobre la emigración y sus pesadillas. Allí el final es dramático, se vuelve trágico cuando lo leemos y nos damos cuenta de que —desgracia y vergüenza— es de hoy. Dice, en realidad ruega: “...permanezcamos viviendo aquí... buscando, juntos, soluciones a nuestros problemas, sin abandonar a Cuba a su suerte y sin buscar su suerte lejos de aquí”.
La mejor valoración de las resonancias de Vitral es casi seguro que se halla en sus editoriales. Seguirlos es seguir una parte decisiva de lo sucedido en Cuba, pero no como una entidad abstracta —y por ello manipulable— sino como latidos de los seres individuales que le dan existencia real. Alguna vez los editoriales debieran formar un CD, su navegación daría no pocos derroteros. Invito a hacerlo, quizás con un prólogo explicativo y una cronología de sucesos nacionales e internacionales relevantes que faciliten la contextualización orgánica. Los correspondientes al último año mantienen la saga no de un paradigma inalcanzable sino de sintagmas como tributos siempre perfectibles y por ello ávidos de reparos, de opiniones. Con esa intención se han escrito, y ahí quizás está su tesoro comunicativo contra las petulancias.
Enumero desde el No. 49, el dedicado al centenario de la República. En él se dice: “Debemos hacer que la República de Cuba sea cada vez más una sociedad inclusiva y abierta, nunca más excluyente y sectaria. Debemos hacer que la República de Cuba sea un hogar nacional de reconciliación y consensos, de proyectos pluralistas y concertaciones solidarias”. El Editorial siguiente, del No. 50, se titula “Todo pasa”, bajo la sapiencial paradoja de que todo llega. Y en efecto, se trata de una argumentada diatriba contra el inmovilismo soporífero y anquilosante: “Si no nos preparamos para el futuro —dice uno de sus párrafos—, nos sorprenderán los cambios inevitables y será el caos y la violencia que nadie quiere (...) Pensémoslo sosegadamente. Cese la crispación. Ceda la presión para que disminuya el miedo. Demos espacios de auténtico debate público. Pongamos en manos de todos los ciudadanos toda la información y no las partes de ella que nos convenga. Confiemos en que las personas son seres normales que, con sus pobrezas y limitaciones, pueden informarse, discernir, elegir y equivocarse. Lo otro no es ni humano, ni considera a los demás como lo que son”.
El del No. 51 trata sobre el transporte. No creo justo amargar esta velada con el tema, con clases de metafísica. Sólo apuntar que la última frase exhorta: “No nos acostumbremos a la calamidad”. El que sigue —noviembre-diciembre del 2002— tiene en su título la clave: “Navidad: celebrar entre todos la convivencia pacífica”. El del No. 53 —“¿Hacia dónde va la Iglesia en Pinar del Río?”— merece una meditación que lo relacione con las encíclicas sociales y el papel del laicado, su voluntad autocrítica “al filo del primer Centenario de nuestra querida y pequeña Diócesis”, al mirar hacia dentro, mira hacia el horizonte. El siguiente (No. 54) es bien puntual contra “Una confusión lamentable”, la suscitada por la inauguración de un convento de las Hermanas de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida en La Habana, ocurrida el 8 de marzo de 2002. Y el más reciente —mayo-junio, No. 55— no puede ser más sereno y más inmerso en los acontecimientos. Su titular es elocuente, y triste: “Quien cierra el paso al cambio en paz, abre la puerta a la violencia”. Uno de sus párrafos sugiere: “Pero los cubanos también sabemos que quienes cierran la puerta al diálogo, a la tolerancia, a la solución pacífica de las crisis, quienes se dejan tentar, aunque sea por un momento, por las incitaciones de la represión y de la fuerza, no solamente ponen en manos de los enemigos de nuestra soberanía y nuestra dignidad los motivos para entrar en la dinámica de la confrontación que a nadie más que a los violentos sirve, sino que, al mismo tiempo, al cerrar la puerta al cambio gradual y pacífico, se abre, aún cuando no se quiera, el camino pendiente y resbaladizo de la violencia. Y eso no puede ser. No puede ser, si queremos ser fieles a lo más sagrado de las tradiciones de la historia, la cultura y la religión del pueblo cubano. Y lo más sagrado de esas tradiciones es ‘el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre’. Lo más sagrado es la vida y la paz”.
Insisto en que lo más meritorio de Vitral se halla en sus valientes editoriales. Desde ellos las pertinencias e impertinencias de las 55 sesgaduras que acumula definen sus receptores, los instan —al igual que a su equipo de colaboradores— a evitar las edulcoraciones, los miedos a la autocensura tanto como a los dañinos asedios de la parcialización o del resentimiento. Cada editorial da la seña, modula la inevitable heterogeneidad de los demás textos que cada número ofrece. Y desde una coherencia incólume, que se remonta a la azul cubierta de papel de bajo gramaje, similar a la de la habanera Vivarium, que con Pedro Pablo Oliva —orgullo pinareño y mundial de la pintura lúdica y traviesamente conceptualista— estaba aún lejos de las mejoras en carátula y papel y parcialmente en diseño que hoy observamos, pero que sabía a dónde quería llegar, de dónde —con humildad y caridad— no quería apartarse.
No quiero aburrirlos con un recuento prolijo. Apunto que las mismas características generales del número inaugural se han mantenido durante el último año, junto a la consolidación fructífera del concurso literario homónimo, que ofrece un sitio alternativo dentro del país, sobre todo para los jóvenes ávidos de accesos. Las secciones fijas, así como el sector informativo, cumplen sus proyectos formativos, sus incitaciones. Privilegio la reproducción de documentos esenciales como las palabras de James Carter en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 14 de mayo del 2002, la Declaración del Consejo Diocesano de Laicos de Pinar del Río con relación al Proyecto Varela, los discursos cuando se le otorga a Osvaldo Payá Sardiñas el Premio Sajarov o la carta del Papa y la “Nota del Comité Permanente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba” cuando los fusilamientos y encarcelaciones.
En los últimos números resaltan las colaboraciones de Pedro Pablo Arencibia Cardoso, P. Oscar Galcerán, René Zamora Marín, Natalia Bolívar, Oscar Espinosa Chepe, Perla Cartaya Cota, Ricardo González Alfonso, Silvia Pedraza Lubián, Mons. Ramón Suárez Polcari... Profundamente perspicaz —para releer y tomar apuntes— me pareció la conferencia del P. Jesús Garmilla, pronunciada en el Santuario del Cobre. El ensayo de Carlos Alberto Montaner sobre “El miedo a la información” merece ser estudiado por su agudeza y documentación. Espero para discutirlo fraternalmente el libro sobre Orígenes y la catolicidad del talentoso Amaury Francisco Gutiérrez Coto, a juzgar por las entregas que viene haciendo. Es necesario que un “especialista en yaguas” —¿Hay algo más cubano y universal?— llamado Dago por sus amigos, agrupe sus valiosos ensayos en un libro que prestigiaría a Ediciones Vitral o a cualquier otra del mundo hispano. Erudito y oportuno es el estudio de Manuel Fernández Santalices: “Asociaciones y movimientos católicos en Cuba; su proyección social en la República”. Hay consenso en desear más entrevistas como las de Willy Chirino y Maggie Carlés, tal vez alguna inédita a la recién fallecida Celia Cruz, orgullo de nuestra música, guarachera insuperable.
También que en los números venideros la portada sea tan sobria y verdaderamente artística como las 50 y 52, que las pocas erratas advertidas disminuyan y las ilustraciones sean siempre congruentes, que tipografía y diseño jerarquicen más los platos fuertes, según el lugar común de que muy pocos leen completa cualquier publicación periódica. Con majaderías —las que mi abuela nunca me perdonó— me atrevo a pedir que el Consejo de Redacción aumente las exigencias a los textos literarios —como sugirió Rafael Almanza— y solicite colaboraciones sobre temas substanciales: racismo, marginalidad. corrupción... Un toque de humor y de sátira, incluyendo la gráfica, tal vez haga respirar mejor a cada entrega.
Quizás —y perdonen la frescura de echar agua a mi cubo— vendrían muy bien textos sobre apreciación literaria y expresión oral y escrita. El castigo que padece el idioma alarma y ultraja. Baste observar la indigencia de palabras y la sintaxis de polvorienta notaría que predomina en los medios, sobre todo en la radio (Incluyo a Radio Martí) y la televisión. ¿Cuántos maestros y profesores tienen de verdad, cotidianamente, el hábito de leer? La semana pasada el Presidente de la Real Academia Española de la Lengua, Víctor García de la Concha, se lamentaba: “Muchos jóvenes tienen una pobreza léxica y de expresión que les hace difícil articular una frase normal con sujeto, verbo y complemento directo”. Cuba no es una excepción.
Pensé terminar con unas palabras de Raúl Rivero Castañeda, pronunciadas en este mismo sitio. “Vitral refleja la vida y convida a la meditación. Nos recuerda en cada número quiénes somos” —dijo el poeta de los recientes Puente de guitarra (Ed. Univ. Puebla, México, 2002) y Recuerdos olvidados (Ed. Hiperión, Madrid, 2003), el periodista de Sin pan y sin palabras (Ed. Península, Barcelona, 2003).
Pensé terminar con unas palabras de Monseñor José Siro González Bacallao. En la sección Reflexiones del No. 55 intenta desbaratar concepciones jerárquicas cerradas, extrapoladas de la organización estatal, referidas a la Iglesia. Allí pide: “Y no olvidemos que la Iglesia como sacramento es un signo, cuya lectura o interpretación depende de la precomprensión que tienen sus lectores. Incluso muchos cristianos tienen todavía una visión piramidal de la Iglesia y siguen pensando en los obispos como portadores de un poder y de una influencia en la sociedad similar al modo de los poderosos de este mundo”. Creo que este clamor es muy saludable, hacia dentro y hacia fuera, hacia los prejuicios que aún en mí sobreviven. A veces cometo la torpeza ignorante, cuando reviso la historia de la Iglesia Católica, de pensar que no eran seres humanos los que actuaban... Al carácter perfectible, sin excusar errores pero sin dejar de situarlos, mucho contribuye —como dice Monseñor José Siro— la “fe personalizada”. Desde ella, sin la manida, cobarde transferencia de responsabilidades al superior, será posible la “misericordia”, el “diálogo y reconciliación”, “sembrar esperanzas”.
Pensé terminar con la reveladora crónica del P. Manuel H. de Céspedes y García Menocal cuando el fallecimiento de Monseñor Eduardo Boza Masvidal en Venezuela, expulsado de Cuba en 1961. Mi idea era encarnar en su conducta la que nos exige la patria, hacer mías las palabras del Padre Manuel: “Recuerdo que Mons. Boza decía que ante los problemas sociales no se debe tener la actitud de los brazos cruzados ni la del puño en alto, sino la actitud de los brazos abiertos que es la actitud de Cristo en la cruz”.
Pensé terminar como empecé, con una de las frases de mi abuela, a propósito del bautizo de mi hija menor por el P. Ángel Gaztelu en la Iglesia del Espíritu Santo, en 1976. Como el padrino fue José Lezama Lima, Aea dijo: “Ahora le toca a la niña”, que significa lo mismo que comprar el billete, ganarnos el Cielo.
Opté por una variante de la inicial. Siendo esta la primera ocasión que dentro de Cuba se menciona en bien y en público a Raúl Rivero, tras una condena a 20 años y un presidio que dura más de cuatro meses, me parece corresponder al espíritu honrado y digno de Vitral si concluyo con unos versos de mi amigo de siempre. Pertenecen al poema “Patria” y dicen algo muy cercano al sentido del Vitral que festejamos hoy: “La noche es nuestra / porque hemos surgido de la noche / y fuimos a tu luz / la incandescencia terrenal / la luminosidad que entregas / a unos hijos y a otros / para que al menos tengamos / la misma claridad / a la hora de vivir y de morir (...) Patria, todo esto es el amor / tú me dolías”.


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José Prats Sariol. (La Habana, 1946)
Ha publicado: «Erótica» (cuentos) 1987, que es el último libro suyo publicado en Cuba,
y «Mariel» (novela, una de las cinco finalistas en el Concurso Internacional
Rómulo Gallegos) 1997. También varios libros: ensayo, crítica literaria y arte.
Este año aparecerá en España su novela «Las penas de la joven Lila».


INTERVENCIONES Y MENSAJES DE FELICITACIÓN
CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DEL
NOVENO ANIVERSARIO DE VITRAL

VITRAL: como te quiero

Año tras año celebra
su aniversario Vitral
y según pasan los años
es mayor su calidad.
Y cada día son más
los que la quieren leer
los que desean saber
como pueden suscribirse
y corren para inscribirse
y la revista obtener.

Y resulta un gran placer
para quien en ella escribe
saber el gusto que causa
a todo el que la recibe.
Y el espíritu que vive
entre sus trabajadores
que realizan sus labores
a mano, con maestría
laborando día a día
luchando por ser mejores.

Unidos de mil amores
ponen toda su atención
porque salga la revista
con la mayor corrección.
Y una gran satisfacción
inunda a sus creadores,
a sus colaboradores,
que sienten ya como suyo
el inmenso y gran orgullo
de ser sus realizadores.

Y celebremos señores
juntos este aniversario
y confiemos en que el próximo
sea algo extraordinario.

Hoy algunas presencias
nos hacen sentir mejor
y lamentamos ausencias
que nos causan gran dolor.
Y en medio del fragor
del aniversario nueve
sentimos que algo se mueve,
miramos alrededor
y escuchamos el clamor
del décimo que ya viene.

Felicidades Vitral
tus amigos te queremos
y aunque hoy nos lamentemos
porque hay algunos ausentes,
ténganlo todos presente
que siempre fieles seremos.

Les dije el año anterior
que yo tenía que cambiar
porque no asimilaba
las críticas a Vitral

Como persona diversa
tengo que reconocer
que algunos tienen mal gusto
¿y qué le vamos hacer?

Y como en años pasados
repito al finalizar
la frase que ya conocen
¡Cómo te quiero Vitral!

Margarita Gálvez


VITRAL, puerta de luz que aviva la esperanza

Primeramente mi saludo y el recuerdo a todos aquellos hermanos que nos han acompañado en otros aniversarios y actividades y que hoy, por sumarísimos eventos, están impedidos de compartir físicamente con nosotros la alegría de este momento.
Si La Guarachera de Cuba: Doña Celia Cruz, la más grande figura femenina de la música afrolatina de todos los tiempos, estuviera hoy materialmente entre nosotros, seguramente con su inigualable voz, que conservó hasta sus últimos días, cantaría parafraseando su último hit, que “Esa Vitral tiene tumbao y no camina de lao”, para finalmente gritar su mundialmente conocido, pero poco conocido en Cuba, ¡¡AZÚCAR!!
En este aniversario de Vitral, continuando mi costumbre en estas conmemoraciones, deseo decir algunas palabras.
En este recinto, el día 5 de abril del presente, y en las palabras de presentación de un libro, el destacado escritor Amir Valle expresó:
“Creo que con este libro la Colección Vitral va a seguir cultivando muchos cauces de luz en momentos en que, sencillamente, como decía Dagoberto, solamente la cultura de la vida, puede salvar.” (Vitral 55,89)
En este noveno aniversario de la revista Vitral, publicación de la cultura de la vida, afirmo que con cada uno de sus esperados números, nos distanciamos, como sociedad, de la antinatural, asfixiante y falsa uniformidad de las ideas y nos acercamos a la expresión pública y franca del complejo, pero inevitable, mundo de la pluralidad. Vitral, publicación de inspiración y ética cristiana, invita con sus editoriales a conformar una sociedad diversa que más que tolerante sea cordial y en que realmente no sean excluidas, censuradas o discriminadas las personas y sus ideas por el signo político que manifiesten o por cualquier otro motivo que vaya en contra de sus derechos y dignidad humanos. Una sociedad en la que quepan todos los cubanos, una sociedad en la que quepan Celia Cruz y Compay Segundo, Gastón Baquero y Nicolás Guillén, Felipe Pazos y Carlos Rafael Rodríguez, Leví Marrero y Emilio Roig de Leuchsering, José “Pepe” Triana y Abelardo Estorino. Una sociedad en la que no se intente, infructuosamente, ignorar la obra de Guillermo Cabrera Infante, Premio Cervantes.
Gracias y felicidades Vitral por haber contribuido durante estos nueve años a alimentar la esperanza de que puede existir ese futuro en el que todo será amor entre cubanos, amor entre hermanos, en que se le dirá NUNCA MÁS al crispado, y en ocasiones soez, lenguaje de trincheras y batallas. Gracias y felicidades Vitral por enseñarnos el camino y las herramientas, no las armas, para hacer realidad ese sueño. Gracias y felicidades Vitral por mantener tu luz pese al apreciamiento de los vientos.
En definitiva, gracias y felicidades Vitral por ser, más que ventana, puerta de luz que aviva la esperanza.

Pedro Pablo Arencibia Cardoso

¡Ánimo, que la última palabra es de Dios!

Muy contenta y orgullosa de cada uno de ustedes, los felicito en este nuevo aniversario, sé que los esfuerzos por vencer las dificultades de cada día han sido muchos, de ahí los numerosos logros que hemos visto a través de la luz que irradia el Vitral en cada uno de sus números.
Sus lectores esperan ansiosos su llegada, el interés por leerla ha aumentado considerablemente, esto es debido a que la revista continúa ganando en calidad, con sus excelentes editoriales, interesantes entrevistas, diferentes artículos, enriquecidos por los de los sacerdotes, religiosos y homilías de obispos, no puedo dejar de destacar la de nuestro querido Mons. Siro en la Misa Crismal, muy brillante, de una sabia enseñanza, que debe penetrar y quedarse en nosotros, para como Vitral proyectarla con nuestra propia luz, lo saludo con mucho cariño Monseñor y lo felicito en el 21 aniversario de su bien lograda vida episcopal.
Qué más decirles hermanos, si ya ustedes lo han dicho todo, que sigan trabajando con el mismo amor, la misma fe, las mismas esperanzas, en las mismas ansias de paz, libertad y reconciliación para el pueblo cubano.
¡Que el Dios de la Vida y del Amor los bendiga y proteja!
¡Que la Santísima Madre los cobije bajo su manto y su piadosa mirada los siga siempre!
Cuenten junto a las oraciones de San Rosendo con las de San Diego de Alcalá.
No olvido en estas oraciones al siempre recordado y querido Padre Mario.
Quiero terminar igual que la homilía antes mencionada “¡Ánimo! que la última palabra no la tienen los hombres, sólo la tiene el Señor Dios Nuestro!”
Amén.

Nancy Fernández-Fontecha
San Diego de los Baños.

 

Un estímulo para continuar esta obra dignificadora

Pinar del Río, 20 de julio del 2003.
“Año del 150 aniversario del nacimiento del Apóstol y Masón José Martí y Pérez”

Sr. Dagoberto Valdés
Director
Revista Vitral
Ciudad.

Estimado amigo:

Sean estas líneas portadoras de la felicitación sincera que Usted y su colectivo de trabajo merecen.
Son muchas las vicisitudes que han tenido que enfrentar desde su fundación, hasta este aniversario, pero el trabajo cotidiano y la Fe en Dios, han sabido vencer para hacer sentir el nombre de su Revista en todo el territorio nacional.
Esperamos que estas letras les sirvan de estímulo a continuar esa obra tan bella y dignificadora.

Sin más,
Fraternalmente,

Lic. Alfredo E. Pando Lara
Secretario Logia Paz y Concordia
Pinar del Río.

VITRAL: amiga de cada cubano

En su noveno cumpleaños:

Hablar de Vitral es hablar de la vida y obra del cubano, de su actuar, su pensar y sus expectativas.
Como una amante amiga ha tocado a nuestras puertas para compartir vivencias y temores, nostalgias y deseos, emociones y confesiones.
Esperar su llegada cada bimestre es llenar nuestra soledad con la presencia de algo muy querido que nos cuenta justamente lo que necesitamos saber.
Páginas maravillosas, llenas de magia, existencias veneradas que pierden su misterio al acercarnos a ellas, pensamientos compartidos, verdades inimaginables, conflictos que esperan soluciones y realidades nuestras que nunca pensamos ver plasmadas en un papel.
De ciencia habla la Revista, la poesía está presente siempre, por ella nos ha llegado la historia vestida con túnica encantada y hemos sido trasladados a otros tiempos. Consejos, opiniones, vidas fructíferas que han dejado su sublime ejemplo.
Lenguaje claro que nos llega muy hondo porque lo hemos necesitado escuchar siempre.
Por sincera, por tierna, por amiga, se ha convertido en algo necesario y preciso en nuestras vidas.
Quede por mucho tiempo Vitral entre nosotros, amiga de cada pinareño, de cada cubano, de cada ser humano que ha tenido el privilegio de tenerla en sus manos.
Si necesitas emociones
Y sinceridad escuchar,
No demores ni un momento
En escudriñar Vitral.

Vida
Ideas
Ternura
Razón
Amor
Lealtad.

Mairelis Bejerano Morales.




VITRAL, es alma, pero es también espejo,
en él nos miramos los cubanos

Estimado amigo Dagoberto Valdés Hernández

Cuando Ud. en uno de esos memorables talleres que organizaba la Iglesia, habló para nosotros en Cienfuegos de Sociedad Civil, dejó al irse un pequeño incendio.
La vida cambió para muchos de nosotros, que pasamos de rebeldes sin armas, a rebeldes armados de una idea que fue haciéndose luz poco a poco.
Vitral y el Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa se convirtieron en un ejemplo a imitar.
Los esfuerzos no produjeron los frutos deseados, quizás porque fuimos malos sembradores o porque Dios no quiso que fuera de otra manera. Después comprendimos que el intento nos había transformado.
Vitral y Ud. tienen en mí a un humilde servidor, a un colaborador más, que brinda su modesta pluma a ese empeño de luz que ya es.
Es siempre preferible el vitral a los muros, esa luz no es tamizada en los vidrios, es filtrada, reproducida, el vitral no disminuye, multiplica la luz, muestra su alma, la desnuda y purifica ante nosotros en ese eterno regalo de colores.
Siempre preferí el vitral a los muros, que ese espacio de luz, donde también nos reflejamos, nunca sea sustituido por la piedra.
El vitral, es alma, pero es también espejo, en él nos miramos los cubanos, él nos devuelve perfumada por la luz nuestra esencial riqueza.
Desempolvar los medios puntos, librar del olvido los cristales de colores empañados por la miseria humana. Para mirar al mundo a través de esos colores.
Una frágil lámina de cristal en su escudo, un sueño de luz como lema, la fuerza indestructible del alma de la luz. Quien escoge la luz como estandarte sólo puede estar lleno de ella, quien la brinda, la ofrece al convite, es parte de ella.
Un abrazo de,

Raúl Antonio Capote.

Nota: Disculpa la premura de estas líneas que no recogen ni un tercio de lo que quiero expresar, pero preferí dejarlo así a no decir nada.

 

Espacio donde confluyen luces diversas

Amigos y amigas:

La transición en Cuba es imprescindible e inevitable. La transición de los actuales grados de libertad a mayores grados de libertad, de los actuales grados de responsabilidad ciudadana, a mayores grados de responsabilidad ciudadana. De los actuales espacios y estilos de convivencia, a mejores, más amplios y más articulados espacios y estilos de convivencia. De las actuales formas de propiedad a formas más independientes e interdependientes de ejercicio de la propiedad por parte de los ciudadanos y grupos. La transición, en fin, de realidades soñadas por muchos pero tímida o imperceptiblemente presentes, a realidades vividas y plenamente presentes en la sociedad, siempre que sirvan al bien común.
Sin el concurso de la diversidad mestiza y rica de todos los cubanos no es posible que esta transición se realice por los caminos de la paz, y conduzca a mayores grados de progreso. El consenso tolerante de la fidelidad a la verdad, es ingrediente esencial para los nuevos tiempos que queremos para Cuba.
Con estas certezas agradezco a todos los que colaboran en Vitral, porque han contribuido a hacer crecer un espacio donde confluyen en paz luces diversas, de la misma manera en que deben confluir las iniciativas que pueden configurar una nueva sociedad en Cuba. Hago votos porque este pequeño espacio siga dando frutos y porque surjan otros, mucho más abiertos y eficaces, por donde pase mejor la luz.

Sergio Lázaro Cabarrouy.

 

VITRAL: siempre joven

Queridos amigos:

“La vida individual, aún la más activa y fructífera, es limitada en extremo. Solo el espíritu humano trata de sobrepasar esos límites.”
Para muchos la vejez pone fin a todo este andamiaje esperanzador, pero los cristianos tenemos a Jesús y a María junto a nosotros, que nos ayudan a formar un cálido nido de esperanza, de planes para el futuro, de sana alegría. Ese es mi caso. Aunque a veces doy un traspié y digo como el anciano exiliado español: “Estoy cansado de vivir tiempos históricos” ...¡Ay! ¡Me repongo y sigo adelante!! Y entre planear siempre incluyo a “Vitral”. Me digo:
-Pronto es el cumpleaños de la revista.
-Tengo que pensar de qué forma les hago llegar mis saludos... y llega!!! ¡¡¡Y yo sigo enviando unas pobres palabras para que alguien les ponga voz!!! ¡¡¡Aquí están!!! Mis saludos para todos ustedes, fieles amigos de “Vitral”, mis saludos a sus ejecutores y como siempre un fuerte abrazo a Mons. José Siro, nuestro Obispo, al que considero el ángel guardián de “Vitral”, ¡Felicidades! ¡Felicidades! ¡Felicidades, querida revista!

Rosario González


PALABRAS DEL MONS. JOSÉ SIRO GONZÁLEZ BACALLAO

¡ÁNIMO, QUE LA HISTORIA Y LA VERDAD ESTÁN DE NUESTRA PARTE!.


Señor José Prats Sariol, distinguido invitado, señores del jurado de las premiaciones,  señoras y señores, queridos hermanos todos:
 Celebramos hoy el noveno aniversario de nuestra querida Vitral. Como ocurre en la existencia de todo ser vivo, hay que tener en cuenta motivos de alegría y momentos de dificultades, pero todo ello nos lleva a un feliz y generoso servicio. Ese dejar pasar la libertad de la luz con humildad y dificultades, pero con empeño y constancia, ha sido nuestro afán y preocupación y creo que lo hayamos logrado. Es un servicio difícil sin dudas, también agradable, el de Vitral, porque a la luz y la libertad, no las pueden retener nada ni nadie y precisamente ese es el afán de la pinareña publicación, facilitar que llegue la libertad de la luz a los que lean sus páginas.
Es lógico que para el que vive en la tiniebla de la superstición, el fanatismo o la impiedad, la luz que deja pasar Vitral es incómoda e insoportable, pero también es natural que para los hijos de la luz, llamados a la verdad y la libertad, aunque vivan detrás de barrotes, sea la revista una espacio de vida y esperanza.
Así lo entienden los que hoy vienen gozosos a celebrar este aniversario, los que envían sus carticas tan lindas y emotivas, los que pronuncian sus palabras salidas de lo profundo del corazón. Su presencia esta noche, cada cual con su pena, así lo confirma.
Por ello doy las gracias a todos, agradezco de modo especial la bondad del amigo José Prats, y la de los componentes del jurado, su generosa disponibilidad, felicitaciones a la galardonada con el Gran Premio, así como los demás premiados. Gracias al querido grupo Ágape, a Dago y a todos los que han hecho posible esta agradable velada, Dios se lo pague.
¡Ánimo, que la Historia y la Verdad están de nuestra parte!.

PREMIOS DEL VI CONCURSO LITERARIO VITRAL 2003

GRAN PREMIO

OBRA: «Un ruido que nadie entiende ahora»
Autora: Anisley Miraz Lladoza
Trinidad, Sancti Spíritus
Argumentación: por la exaltación de los mejores valores del ser humano en un lenguaje sugerente y capaz de otorgarle trascendencia a la cotidianeidad.

El Jurado del Gran Premio estuvo integrado por los miembros de los cuatro géneros del VI Concurso Literario Vitral.

Premio NARRATIVA Y ENSAYO

NARRATIVA
OBRA: «Los personajes»
Autor: Jorge E. Lage Jiménez

ENSAYO
OBRA: José Martí: clarividencia y muerte.
Autor: Julio Ramón Pita.
Ciudad de La Habana

El Jurado de Narrativa y Ensayo
estuvo integrado por:

Amir Valle
Raúl Capote
Susana Haug
Premio de LITERATURA PARA
NIÑOS Y JÓVENES
 
OBRA: Cartas para no olvidar los sueños.
Autora: Leticia Fuentes Rodríguez.
La Palma, Pinar del Río

El Jurado de Literatura para niños
y jóvenes estuvo integrado por:

Rafael Bernal Castellanos.
Luis Hugo Valín
Yenia María González

Premio POESÍA

OBRA: «Un ruido que nadie entiende ahora»
Autora: Anisley Miraz Lladosa.
De Trinidad, Sancti Spíritus

El Jurado de Poesía estuvo integrado por:

José Prats Sariol.
Jesús David Curbelo.
Amauri Francisco Rodríguez Coto.

 

Miembros de los Jurados del concurso Vitral 2003, de izquierda a derecha: Yenia María González, Luis Hugo Valín,
José Prats Sariol, Jesús David Curbelo, Susana Haug, Raúl Capote, Rafael Bernal Castellanos.

 

 

 

 

 

Revista Vitral No. 57 * año X * septiembre-octubre 2003