El 8 de septiembre de este año
los obispos nos entregaron la Instrucción Teológico-Pastoral
La presencia social de la Iglesia (ITP). A continuación
presento una síntesis de dicho documento que está dirigido
a los sacerdotes, los diáconos, las religiosas y a todos los
fieles laicos.
Esta ITP consta de cuatro partes además de una introducción
y una conclusión.
En la introducción los obispos recuerdan que hace diez años
de la publicación de su carta pastoral El amor todo lo
espera. En aquella carta los obispos expresaban su preocupación
por el acelerado deterioro de la situación económica que
tuvo rápidas repercusiones sociales y describían los factores
externos e internos de la crisis, señalando que en estos últimos,
los internos, es donde había que encontrar causas y elementos
de solución. El gobierno rechazó con tergiversaciones
e insultos lo expresado entonces por los obispos, sin dejar ni la más
mínima rendija a una aportación positiva por parte de
la Iglesia. No obstante, debido a diferentes circunstancias, al año
siguiente de la publicación de aquella carta se comenzaron a
poner en práctica algunas de sus propuestas. Aunque permanecía
la cerrazón política, parecía que soplaban nuevos
aires debido a que disminuyeron la presión ideológica
y la propaganda; incluso algunos intuyeron una tolerancia mayor para
el futuro. Todo esto favoreció que se preparara y realizara la
visita del Papa Juan Pablo II.
Para muchas personas la propuesta motivante de nuevas esperanzas que
el Papa nos dejó: Que Cuba se abra con todas sus magníficas
posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba. Para los
obispos este llamado del Papa no es sólo una invitación
para que nuestro país se inserte en el concierto de las naciones,
sino también un reclamo para que se dé una apertura que
propicie el ejercicio y el respeto a los derechos integrales del hombre,
desde el derecho a la vida, a la salud y a la educación hasta
el derecho a la libertad de expresión y de participación
social y política.
La primera parte de la ITP se titula Mirando la realidad.
Aquí se expresa que los horizontes de pluralismo, tolerancia
y apertura que se vislumbraban después de la visita del Papa
parece que entraron en un rápido proceso de revisión.
A esto se suma que se cerró también la apertura que se
había comenzado a dar a los cubanos en la economía. Recordemos
las multas elevadas y la negación de permisos a los trabajadores
por cuenta propia. Rápidamente llegó la época de
la batalla de ideas, las marchas, las
tribunas y las mesas redondas que indican que se ha
vuelto a los métodos de los primeros años de la Revolución
en lo referente a la ideología. Se ha identificado indebidamente
la ideología del gobierno con todo el ordenamiento jurídico
y la realidad ética del país, de modo que el Estado se
ha convertido a sí mismo en conciencia de los ciudadanos. Hoy
todo lo que no coincida con la ideología oficial es considerado
ilegal y es combatido sin tener en cuenta lo bueno y verdadero que pueda
tener.
En esta parte del documento los obispos expresan una vez más
su preocupación por las condenas impuestas a un número
considerable de opositores políticos y la aplicación de
varias penas de muerte. Recuerdan la preocupación del Papa ante
estas acciones que parecen cerrar, de momento, el camino a la libertad
de expresión y a la comprensión entre los cubanos. Los
obispos comparten los sentimientos del Papa y piden al gobierno un gesto
de clemencia hacia esas personas.
La segunda parte de la ITP trata de la naturaleza y misión de
la Iglesia. Aquí se expresa que la Iglesia no es sólo
una realidad social, sino sobre todo un acontecimiento de Gracia, un
misterio de fe. Jesucristo es una persona original. Él no sólo
fundó la Iglesia, sino que es el fundamento de la Iglesia. Por
eso, porque el fundamento de la Iglesia es esa persona original que
es Jesucristo, la Iglesia tiene también su originalidad. De ahí
que la Iglesia está en la sociedad, pero no es sólo otro
elemento más de la sociedad; es una comunidad abierta a todos
que acoge a los que pertenecen a diversas entidades de la sociedad,
sin excluir a las estatales, las gubernamentales ni a las militares.
El proyecto que la Iglesia propone a la sociedad es el mismo de Jesucristo,
es decir, el Reino de Dios, fraternidad donde todos puedan sentarse
como hermanos a la mesa de la Creación.
La Iglesia tiene una Palabra y unos Sacramentos que Cristo le ha dado
y con ellos ayuda a mejorar la sociedad civil en la medida en que la
Iglesia sea una comunidad de fe que haga inolvidable a Jesucristo.
La misión de la Iglesia es anunciar a Jesucristo mediante el
servicio del amor al prójimo y a la sociedad. La Iglesia es profética,
como Jesucristo, y por eso anuncia con amor y, llegado el caso, denuncia
con amor. Por ser profética la Iglesia debe ser germen de solidaridad
y debe mostrar el nuevo lazo de solidaridad universal al que nos convoca
el Evangelio. La solidaridad no es un sentimiento superficial, sino
una determinación firme y perseverante de empeñarse por
el bien de todos y de cada uno. En este campo los laicos deben hacer
valer el peso de su opinión para que el poder político
se ejerza con justicia.
La tercera parte de este documento se refiere a la presencia pública
de la Iglesia, y en ella se recuerda que el fin que Jesucristo le asignó
a la Iglesia es de orden religioso; por eso la Iglesia no debe identificarse
ni siquiera parecerse a ningún partido político ni a ninguna
sociedad económico financiera, ni a una entidad asistencial para
enfermos y desvalidos. Pero su proclamación del proyecto de vida
de Jesucristo que es el Reino de Dios incide en la organización
social y política donde se juega la vida de los seres humanos.
El Reino de Dios, manifiesta la vocación integral del hombre.
Y la persona humana tiene tres dimensiones inseparables: el ejercicio
de la libertad, las relaciones fraternas y la búsqueda de lo
que trasciende al ser humano. Para que una sociedad sea sana, debe promover
y garantizar estas tres dimensiones. Y como esta promoción sólo
se da dentro de un tejido social, es en el tejido social donde deben
garantizarse los derechos humanos. Cuando está en juego la defensa
de estos derechos, toda la Iglesia, y con ella los obispos y sacerdotes,
ha de escoger una manera precisa de actuar con medios claramente conformes
al Evangelio.
La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra
con el ejercicio de la libertad porque sólo el hombre libre es
responsable. En una situación como la actual con tantos y tan
grandes problemas la actitud responsable es muy necesaria. Muchos, por
no saber qué hacer, piensan que escapan con la evasión
del alcohol, las drogas, el suicidio; o piensan que escapan hacia el
extranjero o hacia una simulación. Para ejercer la libertad de
los hijos de Dios hace falta oración, meditación de la
Palabra de Dios, la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia
y una serena reflexión compartida.
La misión de la Iglesia no es intervenir directamente en el ejercicio
del poder civil ni en las estructuras de la oposición a ese poder,
ni apoyar a uno u otro partido. Ahora bien, si entendemos la política
como la esfera pública en la que se articulan los intereses de
todos los ciudadanos para lograr el bien común, la Iglesia tiene
presencia pública en lo político, y debe intervenir cuando
se atente contra los derechos del hombre..
Por eso, como lo recordó el Papa cuando nos visitó, el
Estado debe promover un ambiente y una legislación que permita
a cada persona y a cada confesión religiosa expresar su fe en
los ámbitos de la vida pública y contar con lo necesario
para dar su aporte a la vida nacional. En este punto los obispos afirman
que hay aquí una lucha contra la Iglesia y que la Oficina de
Asuntos Religiosos, adscrita al Comité Central del Partido Comunista
de Cuba pretende controlar la acción evangelizadora de la Iglesia.
La Iglesia ha tenido que ser firme y unida para mantener su independencia
ante el poder del gobierno. Esto no significa que la Iglesia es indiferente
ante los problemas del país. La Iglesia no puede ser neutral
ante la falta de libertad del hombre o si no se da la participación
política de los ciudadanos según las opciones personales
de cada uno.
La cuarta parte y última parte de esta ITP se ocupa de algunos
problemas y algunas propuestas que requieren especial atención
para abrir caminos de futuro. Comienza expresando que el gobierno entiende
la libertad religiosa como libertad de culto. Ahora bien, la naturaleza
de la Iglesia requiere una presencia pública en la sociedad,
presencia evangélicamente significativa, como dice el P. Varela
para el bien de los pueblos no sólo en lo espiritual sino
también en lo temporal. La libertad religiosa incluye la
libertad de culto, e incluye también que los cristianos participen
en la vida sindical, profesional y política con la posibilidad
de proponer libremente su fe y la ética cristiana con sus implicaciones
sociales. Incluye también el derecho a construir templos, a que
se facilite la entrada al país de sacerdotes y religiosas, a
que la Iglesia tenga acceso normal a los medios de comunicación
y a su presencia en el campo educativo.
Expresa la ITP que la Iglesia debe trabajar por la reconciliación
y asumir las incomodidades que implique este trabajo. Por eso la Iglesia
no se cansa de insistir en desterrar los sentimientos de odio. En este
camino reconciliador la Iglesia no olvida a los cubanos que viven en
el extranjero
En esta parte el documento expone que decrece la esperanza en el pueblo.
Por eso los obispos nos exhortan a todos a que seamos testigos de Jesucristo.
Así podremos superar las adversidades y construir el futuro.
El futuro está habitado no por la desgracia, sino por la Gracia
de Dios. Esta confianza vence al mundo.
En la conclusión el documento nos exhorta a cultivar la coherencia
entre la fe y la vida, entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que
se hace en todos los ámbitos de la existencia personal y social.
Para eso hay que alimentarse del Evangelio, de la Eucaristía
y de la oración.
Expresan los obispos que con esta ITP desean infundir ánimo y
confianza en el alma de todos los católicos y de todos los cubanos
y ofrecen a la Virgen de la Caridad los frutos de esta reflexión.