La alegría
y la sorpresa se explican con facilidad porque uno se reencuentra con
uno mismo y sus ancestros, que tienen sus raíces en la fabulosa
cultura trivial, que cada nación acumula con el tiempo y la fantasía.
Una amiga mía, médico, de poco más de 30 años,
me demostró una tarde de diciembre su absoluta cubanía
cuando fue dando respuesta a cada pregunta no sólo con precisión
sino con regocijo, cada vez que descubría que la respuesta brotaba
sin esfuerzo, como un mecanismo automático.
En circunstancias como las que se viven ahora en Cuba, esa prueba, que
tiene sus conexiones con el delirio, el humor criollo y la memoria popular,
tiene también un mensaje claro que es como un ADN de la ciudadanía,
y una marca que desdeña torvas ideologías, dogmas abolidos,
y extremos vacíos.
Que mi joven amiga conociera la hora exacta en que se produjo el sangriento
asesinato de Lola, y comprendiera que aquel tipo es simplemente más
rollo que película, así como la estupidez que constituye
medirle los colmillos a un corcel que te acaban de obsequiar, me ayudó
a comprender que cuatro décadas de consignas y hojalatas importadas
no han podido secar los surtidores de nuestras esencias.
Ella supo de inmediato cuál es el destino del camarón
que se duerme. Fue rápida al comprender que es la muerte de Malanga
lo que hace llorar a Unión de Reyes, y no dudó ni un instante
al dar la dirección exacta del sitio de donde provienen los cantantes.
En la medida en que avanzaba el interrogatorio, la doctora se puso un
poco tensa porque el torneo, que había comenzado como un juego,
se convirtió para ella en una especie de momento crucial para
demostrar su amor por el lugar donde nació y su apego a la familia
que le transmitió la información y el compromiso.
La vi responder con alborozo Olga, ante la pregunta acerca
de la dueña de los tamales. La vi ubicar en Bainoa al burro,
y en Mayajigua a un tipo que se negaba a visitar la barbería.
Y escuché la descripción del lamentable estado en que
quedó el gallo de Morón, y el trágico barretín
que puso el punto final a una descarga bailable en el Guatao.
Ahora voy a hablar de la tristeza. Cuando se termina de leer el cuestionario
la gente siente un poco de mala conciencia. Porque mientras en el exterior
quienes han tenido que salir se empeñan por diversos caminos
en mantener viva nuestra nación, aquí hay que dedicarse
a tratar de sobrevivir.
En paisajes ajenos se puede percibir una voluntad de salvarlo todo.
Hasta esas ingenuidades fundamentales. Mientras en el mismo territorio
del amor, hay que concentrarse en aplaudir a los verdugos, trabajar
para el inglés, y aceptar el miedo. ¿Alguien me puede
decir para quién son las flores de Isolina?