Casi todos los días, mientras
espero la carreta para ir a las yaguas, me encuentro con un amigo, antiguo
maestro, que siempre anda apurado en su bicicleta. Siempre le pregunto:
¿cómo va la cosa? Y siempre me contesta igual: ¡Ahí,
tratando de levantar cabeza!
Al paso del tiempo, me ha ido contando sus intentos para encontrar una
forma honrada y suficiente para mantener a sus tres hijos. Primero,
puso una pizzería, tuvo que quitarla porque «se lo comieron
a multas los inspectores»-según me explicó-. Le
dije que quizá las condiciones no eran buenas pues era en un
portal...Mi amigo encogió los hombros y me dijo ¡hasta
bata blanca tenía!
A los dos meses me dijo había puesto un banco de alquilar películas
pero tuvo que quitarlo porque le decomisaron los filmes y le prohibieron
alquilar... Le dije que a lo mejor alguna película tenía
un contenido reprobable...Mi amigo me miró serio y me dijo ¡
figúrate, las grabé de las películas del sábado!
Al comienzo de este año me dijo que ahora sí había
encontrado la forma de levantar cabeza, vendía fritas
en un carrito ambulante en una esquina muy popular. A la semana le colocaron,
por casualidad otro carrito de una cadena estatal que vende
las mismas fritas pero con menor calidad. Entonces le dije: y por qué
la gente no te compra las tuyas que están mejores. Un poco molesto
me contesta: ¡cómo me van a comprar si tuve que quitarme
porque vino un inspector de salud pública y me mató a
multas y decretos por las mismas cosas que tenía el carrito de
al lado, pero me dijo que aquel era responsabilidad del organismo.
No voy a seguir contando el vía crucis del cuentapropista
porque todos los cubanos conocemos esta calle de amarguras.
Luego pasó a vender maní, a parquear bicicletas, a vender
puercos, a criar pollos, a hacer vinos, ahora tiene una barbería
en un portal... Fui yo quien pasé por allí y cuando le
hice la consabida pregunta: eh, mi amigo, ¿cómo va la
cosa?
Me guiñó un ojo, y mirando para ambos lados, me dijo con
esa picardía cubana: ¡Aquí, mi amigo, chapeando
bajito... a ver si me dejan levantar cabeza!
La lucha por la supervivencia.
Así es la vida de la inmensa mayoría de los cubanos de
hoy. En el fondo hay un problema serio y sin solucionar: los salarios
son insuficientes y el sueldo no da para vivir. Mucho menos para guardar
para cuando se presente una emergencia y, todavía menos, para
progresar modestamente como es deseable y legítimo.
Nadie puede vivir, lo sabemos, con esta fractura entre la moneda en
que te pagan y la divisa en que tienes que comprar. Los atrasos que
se generan en el pago de las estimulaciones en divisas y la disminución
de los porcientos debido a la irrentabilidad de las empresas agravan
esta lucha por la subsistencia y fomentan el abandono de los puestos
de trabajo porque la cuenta no da.
Entonces, en la calle, se establecen dos caminos para ganarse la vida:
los que optan por la vía de la ilegalidad, el robo, la corrupción...
y los que intentan levantar cabeza por medios honestos, con el propio
trabajo, con una cuota no pequeña de sacrificios. Se entiende
que los que optan por la delincuencia se topen con las medidas correctivas
y con la condena de la sociedad. Pero, ¿por qué se trata
a casi todo el que trabaja por cuenta propia como si fuera una persona
marginal, no confiable, sujeto de cierta peligrosidad?
¿Por qué se teme a la iniciativa de los ciudadanos?
En realidad hay una pregunta mucho más profunda que debemos hacernos:
¿Qué es lo que se considera peligroso, la persona del
que no es empleado del Estado y tiene un trabajo por su cuenta, o se
teme a la iniciativa propia de los ciudadanos?
Se trata, a mi manera de ver, de un miedo a la capacidad de autogestión
de los ciudadanos. Se trata de miedo a que una persona tome las riendas
de su vida económica, se busque un trabajo honesto que le permita
tener lo necesario para vivir por su cuenta y no depender de un salario
del Estado.
Se teme a estas iniciativas no sólo por la independencia económica
que puede alcanzar un trabajador por cuenta propia, sino a que esa independencia
trae consigo misma una gestión propia, una independencia del
Estado que ejerce el papel de único empleador. Porque éste
constituye el más grande control ejercido sobre los cubanos.
Si hay un único empleador hay que portarse bien con
él porque si no haces lo que se te pide, pierdes el trabajo y
no tienes con qué alimentar a tu familia. Precisamente por esto
tenemos dos alternativas: o pasas a luchar la vida en el sector de los
cuentapropistas con todos los riesgos, presiones y discriminaciones
que esto conlleva, o te cambias de trabajo para volver a caer bajo el
control y la dependencia del mismo dueño: el Estado.
Y ya lo dice aquel lamentable pero todavía real refrán
popular: el que paga, manda.
Así, los cubanos se debaten hoy en este círculo vicioso
que como la legendaria serpiente se muerde su propia cola: con el trabajo
con el Estado no hay quien levante cabeza y cada vez que lo intentan
por cuenta propia, enseguida les cortan las alas y....a volver a empezar.
Está demostrado: el trabajo por cuenta propia puede constituir
un proyecto de vida para cualquier ciudadano honesto.
Este trabajo no solamente da para sostener y alimentar a la familia
sino que puede ir más allá de lo económico ya que
ayuda a un proceso de desarrollo de la propia personalidad del cuentapropista
que al ver que su negocio pudiera prosperar con sus propias iniciativas
y esfuerzos toma confianza en sí mismo, eleva su autoestima,
confía más en sus propias posibilidades de progresar,
se libera del sometimiento servil a las estructuras burocráticas
del Estado, se libera del miedo a quedarse sin recursos para sostener
a su familia y se libera, en fin, de esa otra dependencia que lo ata
toda la vida a tener dos caras para complacer al Estado que le da trabajo,
impidiendo que piense con su cabeza, que diga sin miedo lo que piensa
y que actúe de acuerdo con lo que piensa y con lo que dice.
Una sociedad en la que se desaten estas potencialidades personales y
estas fuerzas de desarrollo social basada en la autogestión de
los propios ciudadanos, no sólo mejora el nivel de vida sino
que facilita el desarrollo humano integral. No puede haber cultura general
integral si no se permite levantar cabeza a los ciudadanos. La cultura
general integral debe cultivar también una cultura del trabajo,
una cultura de vida en la que cada persona aprenda a cultivar sus cualidades
y capacidades hasta llegar a ser un ciudadano adulto que no dependa
toda la vida de lo que le dan, de lo que le toca, de lo que le pagan,
de lo que le quitan o le regalan.
Un pueblo culto es un pueblo que ha aprendido a levantar cabeza por
sí mismo. Es un pueblo que levanta la cabeza porque tiene algo
dentro de ella, porque quiere pensar con cabeza propia y quiere que
se le permita desarrollar ese pensamiento propio y ponerlo pacíficamente
en práctica. Hoy se habla mucho de los estímulos materiales
y morales. Se intenta aliviar los salarios que no alcanzan con un plan
de estimulación. Parece mentira que en un país con las
potencialidades humanas, las capacidades intelectuales, laborales y
de relaciones sociales propias de la idiosincrasia del cubano, se reduzcan
e identifiquen esas estimulaciones con una jabita de aseo, con el derecho
a comprar un televisor, con un campismo o un porciento de una moneda
extranjera...que, por otro lado, hay que ir a gastar obligatoriamente
a las tiendas llamadas, sin recato, recaudadoras de divisas,
regresando a manos del que lo concedió como una dádiva
estimuladora pero que no permite invertir con ellas, ni crear nuevos
empleos, ni conceder autonomía al ciudadano. Esto, ni soluciona
el problema, ni conduce a la raíz del mismo, ni estimula la verdadera
forma de ser del cubano, que es una persona emprendedora casi por naturaleza
propia. Esas estimulaciones hablan muy bajo de lo que es capaz de estimular
a nuestro pueblo.
En el período de 1994 a 1996 cuando se liberaron varios empleos
y trabajos por cuenta propia, se demostró, sin lugar a dudas,
lo que es capaz de resolver la creatividad, el espíritu emprendedor
y la potencialidad de abrirse camino y levantar cabeza de los cubanos,
de todos, porque lo mismo progresó un profesional que un campesino
que un obrero o una ama de casa. Ese debería ser el verdadero
plan de estimulaciones que el Estado cubano debería liberar.
Porque estimula sin crear dependencias. Porque desarrolla las potencialidades
humanas sin someter las conciencias. Porque permite que cada ciudadano
preste un servicio o un producto social sin tener que ponerse máscaras
en la cara, en el cerebro y en el corazón, ni tener que rendir
un tributo de obediencia incondicional al Estado como único empleador.
Por eso la crisis económica de Cuba no ha levantado cabeza. Es
verdad que tenemos un embargo económico y que el aislamiento
internacional crece provocado por conductas internas, pero el mayor
y peor bloqueo es aquel que se ha implantado sobre la creatividad, la
gestión propia y el trabajo independiente de los cubanos. Una
última pregunta nos puede conducir a una reflexión muy
seria y grave: ¿Por qué sabiendo que al liberar el trabajo
por cuenta propia los cubanos hemos demostrado nuestra inmensa capacidad
de recuperación y la posibilidad real de progreso y mejora del
nivel de vida y de los servicios en general el Estado ha cerrado la
concesión de muchas nuevas patentes?. ¿Por qué
se ha detenido ese proceso?, ¿por qué se han disminuido
los trabajos por cuenta propia?, ¿por qué la mayoría
de los cubanos de a pie que intentan trabajar honradamente cada vez
que intentan comenzar un trabajo independiente no pueden levantar cabeza?
Cuba sí tiene posibilidades reales de salir de la crisis en que
vive. Cuba puede solucionarla, en primer lugar, con su propio esfuerzo.
Cuba tiene todas las capacidades y potencialidades para progresar. Cuba
tiene el primero y principal de los recursos que se necesitan para salir
de esta situación extrema: ese primer y más importante
recurso son los propios cubanos. Ellos son y deben
ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional.
Pero esto no es posible, no puede haber protagonismo de los cubanos,
no puede haber ejercicio de la soberanía que todos tenemos por
derecho propio, sufriendo ningún tipo de bloqueos, especialmente
con el bloqueo de la iniciativa, de la participación cívica
y de la gestión independiente o asociada de los ciudadanos.
Por eso, tiene razón mi amigo que está luchando por trabajar
honradamente para mantener a su familia y no tener que marcharse de
este país:
¡Lo único que hace falta es que nos dejen levantar cabeza!