Recién comenzado el siglo.
XVII, allá por los años de 1604 a 1605, en el extremo
norteoriental de nuestra querida Isla, en aguas de la anchurosa Bahía
de Nipe y siendo tiempo de tormenta, era fuertemente batida por las
encrespadas olas una débil canoa de remos, a bordo de la cual
se encontraba un jovenzuelo de 12 años llamado Juan Moreno, mulato,
y otros dos mayores que él, indios, hermanos, que se nombraban
Juan Rodrigo uno, y el otro Juan Diego, de apellido Hoyos y que por
coincidencia, al nombrarse Juan los tres marinos, han pasado a la historia
con el nombre de los Tres Juanes. Iban en busca de tres
tercios de sal para el Hato de Barajagua, que era propiedad de S.M.
Felipe III de España, Real Señor de Minas de Santiago
del Prado, y distante unas 15 millas de la Villa del Cobre.
Los jóvenes pescadores descubrieron flotando entre las olas un
bulto, sorprendidos quedaron al comprobar que no era una víctima
de la tormenta, tenían entre sus manos a una imagen, a la que
acompañaba, entre las olas, una tabla que en caracteres mayúsculos
decía: Yo soy la Virgen de la Caridad.
La virgencita medía 43 centímetros de alto, vestía
una túnica hasta los pies y un manto que a partes iguales caía
desde sus hombros; de ojos vivos, el color de su piel era moreno claro.
De rostro dulce, como de madre la mirada, envuelta en un halo de luz
de reina, de serena autoridad.
Recogieron la imagen con mezcla de amor, asombro, regocijo y una veneración
que rayaba en lo supersticioso. Se dieron a la tarea de recoger la sal
y rápidamente llegaron al hato de destino con la preciosa carga.
Unidos los vecinos de Barajagua y los de las Minas de El Cobre, en las
faldas de la Sierra Maestra, le hicieron una rústica cabaña
a la que llamaban su virgen, hasta que fue trasladada a
la Iglesia parroquial del Cobre donde por tres años se quedó
en ese lugar. Más tarde se levantó el hermoso Santuario
Nacional de la Virgen del Cobre, a la que el Papa Benedicto XV consagró
como Patrona de Cuba el 24 de Septiembre de 1915 quedando
establecido como día conmemorativo el 8 de Septiembre de cada
año.
Con el decursar de los años crecía la devoción
de los cubanos a La Virgen Morena, que bajo la advocación de
la Virgen de la Caridad será Madre y Patrona de todo
nuestro pueblo, que le reza y se postra ante su altar lleno de fe y
cariño, como fiel compañera de sus luchas. Primero, se
extendió el amor hacia ella en toda aquella agreste región
y poco a poco fue ganando devotos de oriente a occidente, y no hay que
dudar, que con la venida de los mambises hasta nuestras tierras, que
realizaron la hazaña de la Invasión en 1895, éste
creció. Ellos, con su amor proverbial a la Madre de Dios, la
trajeron en sus mentes y en sus corazones como una mambisa más,
que les acompañara por la manigua irredenta en la sagrada misión
por la independencia de Cuba.
Lo cierto es que a mediados de la primera mitad del siglo XX, entre
1921 y 1922 contaba la querida Virgen con un sinnúmero de devotos
en esta occidental provincia de Pinar del Río. En su ciudad capital
precisamente, un grupo de pinareños, que a ella la tenían
como amparo de sus penas y como feliz bienhechora de sus alegrías,
acordaron, por diversas razones, pero todos guiados por un amor entrañable
hacia la Madre del Cielo, levantar en la Loma del Cuartel,
(aún hoy se le conoce por ese nombre, dado que allí existió
un cuartel español nombrado Cuartel Ravena) una casa
a la Virgen de la Caridad, que diera noble cobija a la Santa y a sus
fieles, que ya eran numerosos por estos lares.
Según testimonio de la señora Mery Pereira, Vda. De Tiburcio
Lorenzo, hija de un matrimonio muy devoto de la santísima Virgen,
los señores Francisco Pereira Simón y Josefa Méndez,
simultáneamente surge en varias personas la hermosa idea. Entre
las pioneras se encontraba la señora Edelmira Fors, que por hallarse
su esposo, el señor Antonio Méndez, alejado de la ciudad
en cumplimiento de una misión militar, en Santiago de Cuba, ofrece
a la Virgen de la Caridad la promesa de hacerle una iglesia en esta
zona. En poco tiempo el señor Méndez volvió a Pinar
del Río. Motivo más que suficiente para que rápidamente
se diera a las tareas preliminares de crear un Patronato para comenzar
la recaudación de fondos. Otras damas de la época, pensaron
hacer lo mismo, dada la distancia que mediaba entre sus casas y la Iglesia
Catedral, pero ellas no habían obtenido respuestas satisfactorias.
Entre todos los interesados, unidos y convocados por el inmenso cariño
a la Madre Mayor, se dieron a la tarea de hablar con Monseñor
Manuel Ruiz, el Obispo de entonces en esta Diócesis. Él
les da su aprobación, pero diciéndoles también
que la Iglesia no contaba con los fondos que tal empeño necesitaba.
Ellas, ni cortas ni perezosas, acometen la formación de un Patronato
de laicos para costear los gastos de tan meritoria obra de fe y devoción.
Desde los primeros instantes se pudo contar con el inquieto entusiasmo
de varias personas de la localidad, que formaban la directiva del mencionado
Patronato: señora Edelmira Fors, Directora; señora Celia
Muñoz de García Valdés, Presidenta; Berta Muñoz,
Secretaria; señor Francisco (Panchito) Pereira, Tesorero.
Numerosos fueron los contribuyentes, tales como Isabelita Fors, Pedro
Behety, la familia Pereira, las hermanas Fors, la familia Huerta, Tula
de la Torre Rendón, María Luisa Cuervo de Legorburu, la
señorita María Cabada, María González de
Huerta y su esposo, el concejal Ricardo Huerta, las Docal, Tomasita
Obregón y cientos de contribuyentes rendían una meritoria
labor para tan importante tarea. Mercedes (Cheché) Fors fue nombrada
desde un inicio Camarera de la Virgen y cuidó del templo mientras
su salud se lo permitió, casi hasta su muerte.
Las iniciativas para obtener fondos suficientes fueron muchas y diversas:
se hicieron rifas, tómbolas, verbenas, bailes... sin menospreciar
las donaciones de personas que veían con buenos ojos la erección
del templo a la Virgen del Cobre. Los que promovieron la idea de la
construcción de la capilla procedían de la conocida Loma
del Cuartel, por lo que se desechó la idea de hacerla cerca
del Obispado en un terreno que se proporcionaba con tal fin, por ser
éste un lugar muy distante del ya mencionado y no del objeto
de su interés.
Triunfó el sueño acariciado, siempre bien acogido, de
construirla en lo alto de la calle San Juan, actualmente Rafael Morales
y González, entre Retiro y Solano Ramos, donde hoy se localiza
en el número 100G.
Para ello fue necesario hacer el traspaso de la propiedad del terreno
a nombre del señor Máximo Díaz, su dueño,
al Sr. Obispo de Pinar del Río, Mons. Ruiz. El contratista designado
fue el señor Antonio Sordo Cuervo y rápidamente se emprendió
la obra que todos apoyaron plenos de júbilo y gozo en el corazón.
Se fue avizorando, con gran entusiasmo, como crecía de las manos
llenas de amor de sus constructores un templo sencillo, pero digno de
María de la Caridad del Cobre. Consta de una nave rectangular,
en cuyas paredes laterales se encuentran dos puertas y nueve ventanas
que abren sobre los jardines que flanquean dicha nave de 9 metros de
ancho por 17 de largo.
El frente es de estilo ecléctico con predominio del neoclásico,
con cuatro columnas compuestas, que sostienen el arquitrabe, donde lleva
una antigua frase latina a relieve: ARSE VERSE, que significa:
¡Aléjate Fuego!, a la usanza de los viejos templos... el
tiempo y sus inclemencias, lejos de borrar la frase, nos la ha devuelto
a la actualidad, donde aún no ha perdido vigencia, y al restaurarse
y pintarse, en fecha muy reciente la capilla, ha vuelto a presidir su
fachada exterior, y sobre éste un frontón triangular al
estilo griego sirve de base a una cruz y detrás un asta, en cuyo
espacio se halla un bajo relieve: el cáliz con las iniciales:
JHS (Jesús Hombre Salvador), dos ramas, una de olivo y otra de
encino lo adornan. En la parte superior de la copa aparece una hostia
de la que se desprenden rayos de luz.
Las puertas que dan acceso al templo son tres: la central, mayor que
las dos que se encuentran a sus lados. Sobre ellas hay tres claraboyas,
la del centro es una elipse y las otras dos restantes, son circulares.
Para iluminar en las noches, se hayan situadas dos elegantes bombas
de cristal que están escoltando la puerta principal, en cuyo
dintel aparece con grandes caracteres sobre fondo blanco esta frase
escrita en latín: Mater Charitatis, es decir, Madre
de la Caridad.
Al portal se asciende por dos escalones que lo rodean. En el ala izquierda
del templo y desde el piso exterior se levanta airosa, culminando en
una pirámide enchapada de losas de barro rojizo, su torre cuadrada,
de unos 15 metros de altura, caracterizándola, haciéndola
visible desde muchos puntos de la ciudad, coronada con una cruz y en
su interior se encuentran las tres campanas, que con su alegre y ritmático
tañir convocan a los feligreses a rendir culto a la Patrona de
todos los cubanos. La misma torre-campanario, alberga en su base una
pequeña y ventilada oficina, que posee tres ventanas, una de
ellas es la única que se ve desde la fachada, sobre la cual existe
una gran tarja apaisada, que en duro mármol expresa: Testimonio
de agradecimiento al Sr. Adalberto Cabrera Amézaga que proyectó
y construyó esta iglesia, bendita el 7 y abierta al culto el
día 8 de septiembre de 1923. Esto se refiere, no a quien
sufragó o propuso la idea, que fueron las personas del mencionado
Patronato, sino se refiere al Sr. que dirigió las obras de la
construcción. Desde el interior de esta oficina parte una escalera
de caracol que va al coro, y otra desde ahí a la azotea, desde
donde se aprecia una espléndida vista panorámica de nuestra
querida ciudad: los tradicionales techos de rojas tejas, posiblemente
centenarios.
La modesta torre, no ha dejado de ser motivo de inspiración de
varios pintores, que queriendo reflejar un típico rincón,
cargado de tradición religiosa, la han plasmado en sus lienzos,
proporcionándoles a sus obras indiscutible autenticidad pinareña.
Un pequeño cantero rodea al muro frontal y los laterales, y al
mismo lado que la torre, es decir, sirviéndole de fondo, se encuentra
una columna rectangular, de moderada altura, que se yergue desde el
piso, rematada por una fina escultura de níveo mármol,
de la Santísima Virgen de la Caridad, con su inseparable y distintiva
embarcación que le da sello, llevando a los Tres Juanes
a bordo, que fue donada a nuestra Iglesia por los Padres Franciscanos
de San Antonio de Padua, de Miramar, en gesto de reconocimiento a la
devoción pinareña por la querida Madre nuestra. En la
medianía de dicha base de sostén se nos muestra una inscripción
con una bella dedicatoria, que dice así: Virgen de la Caridad,
Madre de los cubanos, ruega por nosotros, 8-IX-1988, fecha en
que fue erigida, por iniciativa del Consejo Parroquial.
De nuevo dentro de la nave y a mano derecha se encuentra un nicho empotrado
en la pared, que guarda los restos del que fuera su primer párroco,
y donde ofreció su primera Misa aquel memorable día de
la inauguración, el sábado 8 de septiembre de 1923, nos
referimos al querido e inolvidable Padre Cayetano Martínez Sánchez.
Una tapia de mármol gris recuerda su fecha de nacimiento: 23
de noviembre de 1899, en la provincia de León, Galicia, España
y falleció en esta ciudad de Pinar del Río, el 5 de febrero
de 1986. Fue develada por Monseñor José Siro González
Bacallao, Obispo de Pinar, el día en que se cumplían 10
años de su fallecimiento, en que recibió cristiana sepultura
en el Cementerio Católico de la ciudad. Guarda sus restos celosamente,
como fue su vida y su obra, celosa por el estricto cumplimiento del
deber y llena de amor a Dios. Estuvo él tan ligado a esta iglesia
en su desmedido afán de servicio, como están aún
sus palabras, su espíritu y su vida toda consagrada al sacerdocio
dentro de este templo que ayudó a fundar, fue tanto lo que lo
quiso que hoy, sus restos mortales, reliquia de inestimable valor, se
funden con sus paredes, inspirándonos y guiándonos por
los caminos de la fe y el amor al prójimo que nos inculcó
con su vertical ejemplo. Su sepelio fue la más grande demostración
de cariño del pueblo pinareño al que sirvió como
sacerdote durante 63 años consecutivos.
La Iglesia de la Caridad fue convertida en parroquia en mayo de 1977
y en ella se efectuó el primer bautizo, inscrito en el libro
parroquial: fue el 13 de mayo del mismo año: Sandra Delgado Luis.
El primer matrimonio fue el de Juan José Godoy Quintana con Juana
María Godoy Breijo, celebrado el 23 de noviembre de 1981.
Seguimos describiendo el interior de la Iglesia. Observamos que existe
un parabán de tres cuerpos, de madera y cristal que separa la
nave de la entrada directa de la calle. Seguidamente, vemos que sosteniendo
el entrepiso del coro (hoy en desuso para tal fin) se levantan cuatro
columnas cuadradas, en una de ellas, a nuestra derecha, está
adosada la pequeña pila de agua bendita.
La imagen del Cristo crucificado está muy cerca del nicho mencionado,
y a la izquierda y al frente se halla el confesionario.
Dos hileras de bancos se extienden hasta casi el presbiterio, enmarcando
tres pasillos: el central y dos laterales. En el presbiterio, dos escalones
más alto que el piso del salón, a la izquierda se ha situado
el ambón desde donde se dirige el sacerdote a la asamblea congregada
y a la derecha, la pila bautismal.
La mesa o altar, de blanco mármol, es lugar sagrado, desde allí
se oficia la Santa Misa. El retablo es de mármol gris y madera
de igual color, ornamentado con bellos relieves de madera pintados de
brillante dorado, al centro y en lugar prominente, lo preside la imagen
venerada de la Reina y Señora del templo: la Virgen de la Caridad,
nuestra querida Cachita. A ambos lados, dos ángeles
portadores de sendos candelabros la iluminan y cortejan con serena quietud.
Exactamente en este orden, al centro y debajo de la Virgen está
colocado un pequeño crucifijo, por último, el Sagrario.
A la derecha del retablo se halla, pendiendo del asta, nuestra bandera
nacional, diciendo de la cubanía que se respira y honra en dicha
Iglesia mariana y cubana.
A ambos lados de la nave se han colocado en sus respectivas hornacinas,
las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, del
que era muy devoto el P. Cayetano y que estaba en el altar del Sagrario
de la Catedral, de donde la trajo el Padre al ser nombrado su primer
párroco, esto es a la izquierda, a la derecha podemos apreciar
la imagen de San José, ambas bellamente restauradas.
Alternos, entre puertas y ventanas se han colocado varios apliqués,
que unidos a la araña que pende del centro del techo, dan lucidez
al templo. Es bueno señalar que para disfrute de los fieles,
se han dispuesto ventiladores adosados a las paredes convenientemente.
Al fondo del templo le siguen la sacristía y otros locales que
por necesidad de amplitud se han ido adicionando, siendo esta parte
la única que tiene altos.
A todo este conjunto arquitectónico, que muy bien contrasta con
el ambiente urbanístico del lugar, lo circundan austeras rejas
de hierro entre columnas macisas, rematadas por severos copones, que
dan belleza y seguridad al sagrado recinto.
Otros sacerdotes han pasado por ella: el Padre Nicanor Valdés
Álvarez de la Campa y el Padre Manuel Hilario de Céspedes
y García Menocal, que es actualmente el párroco de esta
bendita casa desde abril de 1986.
No sería válido dejar de decir que la inauguración
de la Ermita de la Caridad fue toda alegría y bendiciones recíprocas
de los hijos a la Madre, por haberles dado la voluntad, la fuerza y
la fe con que lucharon denodadamente hasta ver coronados con los más
resonantes éxitos la construcción del templo dedicado
a la Virgen Mambisa. Y que fue un logro resonante de las gestiones honradas
y perseverantes del Patronato o Asociación de Nuestra Señora
de la Caridad, tampoco puede acallarse, que cumplió a cabalidad
el fin con el que fue creado, acompañados desde el cielo por
la Virgen, que veía en ellos su fe y grande admiración
por ella, bendiciéndolos.
Estuvieron presididos, la bendición, la Misa y los festejos religiosos
que le siguieron por el Padre Cayetano Martínez Sánchez
y por el Alcalde de la ciudad, Dr. Juan María Cabada.
Como nota curiosa se reseña que la primera boda celebrada en
la capilla de la Caridad fue la de la señorita Aurelia Torres
Crespo con el joven Damián Fernández Duque, el día
3 de julio de 1923.
Desde los primeros años de existencia de la Iglesia se llevaron
a cabo toda clase de festividades religiosas, tales como: Semana Santa,
la novena y procesión de la Virgen del Cobre en su día,
la Navidad, la primera Misa del Padre Oscar Galcerán el día
2 de mayo de 1990. Distintas personalidades de la Iglesia y la cultura
cubanas y extranjeras la han visitado.
Es necesario agregar que después de muchos años de construído
el templo, una restauración capital se llevó a efecto
en los meses de julio y agosto del año 2003, y que fue reinaugurada
con una solemne Misa presidida por Mons. José Siro González
el 29 de agosto de este mismo año, llevándose a cabo seguidamente
la novena dedicada a la Patrona de Cuba exitosamente.
Ha servido como sede a los más diversos grupos parroquiales que
se ocupan del catecismo, de los enfermos, los jóvenes, los matrimonios,
diversos barrios de la ciudad cuentan con la asesoría del párroco,
las religiosas y los laicos.
Pienso que pocas deben ser las iglesias que sean conocidas por tan diversos
nombres dentro de los fieles de nuestra Diócesis, cariñosamente
le llamamos: la Ermita, la Capilla, la
Parroquia, la Iglesia de la Caridad, y por todos es
conocida y querida, visitada y respetada como morada de la dulce Virgen
María de la Caridad, que entre nosotros, sus hijos, afortunadamente,
halló sitio seguro y amoroso donde prodigar sus bendiciones desde
los albores del siglo pasado hasta nuestros días.
Bibliografía
1.- Revista Vitral, Nº. 39, año 2000. Artículo:
Origen e Inauguración de la Iglesia de la Caridad, Pinar
del Río, por Rosario González Álvarez.
2.- Revista Vitral, Nº. 51, año 2002.Homilía
de Mons. José Siro González Bacallao, Fiesta de
reconciliación y diálogo.
3.- Testimonios de la señora Mery Pereira, Vda. De Lorenzo.
4.- Notas de los periódicos de la época, entre ellos:
La Tarde, en la edición del 10 de octubre de 1923.
5.- ¡Así es Cuba! Por Alberto Boix Comas.
6.- Testimonio del P. Manuel H. de Céspedes, Párroco de
la Iglesia.
7.- Testimonios del Sr. Dagoberto Valdés Hernández.