Revista Vitral No. 57 * año X * septiembre-octubre 2003


RELIGIÓN

 

«LA PRESENCIA SOCIAL
DE LA IGLESIA»
SÍNTESIS DE LA INSTRUCCIÓN TEOLÓGICO- PASTORAL
DE LA CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

P. MANUEL H. DE CÉSPEDES

 

El 8 de septiembre de este año los obispos nos entregaron la Instrucción Teológico-Pastoral “La presencia social de la Iglesia” (ITP). A continuación presento una síntesis de dicho documento que está dirigido a los sacerdotes, los diáconos, las religiosas y a todos los fieles laicos.
Esta ITP consta de cuatro partes además de una introducción y una conclusión.
En la introducción los obispos recuerdan que hace diez años de la publicación de su carta pastoral “El amor todo lo espera”. En aquella carta los obispos expresaban su preocupación por el acelerado deterioro de la situación económica que tuvo rápidas repercusiones sociales y describían los factores externos e internos de la crisis, señalando que en estos últimos, los internos, es donde había que encontrar causas y elementos de solución. El gobierno rechazó con tergiversaciones e insultos lo expresado entonces por los obispos, sin dejar ni la más mínima rendija a una aportación positiva por parte de la Iglesia. No obstante, debido a diferentes circunstancias, al año siguiente de la publicación de aquella carta se comenzaron a poner en práctica algunas de sus propuestas. Aunque permanecía la cerrazón política, parecía que soplaban nuevos aires debido a que disminuyeron la presión ideológica y la propaganda; incluso algunos intuyeron una tolerancia mayor para el futuro. Todo esto favoreció que se preparara y realizara la visita del Papa Juan Pablo II.
Para muchas personas la propuesta motivante de nuevas esperanzas que el Papa nos dejó: “Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Para los obispos este llamado del Papa no es sólo una invitación para que nuestro país se inserte en el concierto de las naciones, sino también un reclamo para que se dé una apertura que propicie el ejercicio y el respeto a los derechos integrales del hombre, desde el derecho a la vida, a la salud y a la educación hasta el derecho a la libertad de expresión y de participación social y política.
La primera parte de la ITP se titula “Mirando la realidad”. Aquí se expresa que los horizontes de pluralismo, tolerancia y apertura que se vislumbraban después de la visita del Papa parece que entraron en un rápido proceso de revisión. A esto se suma que se cerró también la apertura que se había comenzado a dar a los cubanos en la economía. Recordemos las multas elevadas y la negación de permisos a los trabajadores por cuenta propia. Rápidamente llegó la época de la “batalla de ideas”, “las marchas”, “ las tribunas” y “las mesas redondas” que indican que se ha vuelto a los métodos de los primeros años de la Revolución en lo referente a la ideología. Se ha identificado indebidamente la ideología del gobierno con todo el ordenamiento jurídico y la realidad ética del país, de modo que el Estado se ha convertido a sí mismo en conciencia de los ciudadanos. Hoy todo lo que no coincida con la ideología oficial es considerado ilegal y es combatido sin tener en cuenta lo bueno y verdadero que pueda tener.
En esta parte del documento los obispos expresan una vez más su preocupación por las condenas impuestas a un número considerable de opositores políticos y la aplicación de varias penas de muerte. Recuerdan la preocupación del Papa ante estas acciones que parecen cerrar, de momento, el camino a la libertad de expresión y a la comprensión entre los cubanos. Los obispos comparten los sentimientos del Papa y piden al gobierno un gesto de clemencia hacia esas personas.
La segunda parte de la ITP trata de la naturaleza y misión de la Iglesia. Aquí se expresa que la Iglesia no es sólo una realidad social, sino sobre todo un acontecimiento de Gracia, un misterio de fe. Jesucristo es una persona original. Él no sólo fundó la Iglesia, sino que es el fundamento de la Iglesia. Por eso, porque el fundamento de la Iglesia es esa persona original que es Jesucristo, la Iglesia tiene también su originalidad. De ahí que la Iglesia está en la sociedad, pero no es sólo otro elemento más de la sociedad; es una comunidad abierta a todos que acoge a los que pertenecen a diversas entidades de la sociedad, sin excluir a las estatales, las gubernamentales ni a las militares.
El proyecto que la Iglesia propone a la sociedad es el mismo de Jesucristo, es decir, el Reino de Dios, fraternidad donde todos puedan sentarse como hermanos a la mesa de la Creación.
La Iglesia tiene una Palabra y unos Sacramentos que Cristo le ha dado y con ellos ayuda a mejorar la sociedad civil en la medida en que la Iglesia sea una comunidad de fe que haga inolvidable a Jesucristo.
La misión de la Iglesia es anunciar a Jesucristo mediante el servicio del amor al prójimo y a la sociedad. La Iglesia es profética, como Jesucristo, y por eso anuncia con amor y, llegado el caso, denuncia con amor. Por ser profética la Iglesia debe ser germen de solidaridad y debe mostrar el nuevo lazo de solidaridad universal al que nos convoca el Evangelio. La solidaridad no es un sentimiento superficial, sino una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien de todos y de cada uno. En este campo los laicos deben hacer valer el peso de su opinión para que el poder político se ejerza con justicia.
La tercera parte de este documento se refiere a la presencia pública de la Iglesia, y en ella se recuerda que el fin que Jesucristo le asignó a la Iglesia es de orden religioso; por eso la Iglesia no debe identificarse ni siquiera parecerse a ningún partido político ni a ninguna sociedad económico financiera, ni a una entidad asistencial para enfermos y desvalidos. Pero su proclamación del proyecto de vida de Jesucristo que es el Reino de Dios incide en la organización social y política donde se juega la vida de los seres humanos. El Reino de Dios, manifiesta la vocación integral del hombre. Y la persona humana tiene tres dimensiones inseparables: el ejercicio de la libertad, las relaciones fraternas y la búsqueda de lo que trasciende al ser humano. Para que una sociedad sea sana, debe promover y garantizar estas tres dimensiones. Y como esta promoción sólo se da dentro de un tejido social, es en el tejido social donde deben garantizarse los derechos humanos. Cuando está en juego la defensa de estos derechos, toda la Iglesia, y con ella los obispos y sacerdotes, ha de escoger una manera precisa de actuar con medios claramente conformes al Evangelio.
La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el ejercicio de la libertad porque sólo el hombre libre es responsable. En una situación como la actual con tantos y tan grandes problemas la actitud responsable es muy necesaria. Muchos, por no saber qué hacer, piensan que escapan con la evasión del alcohol, las drogas, el suicidio; o piensan que escapan hacia el extranjero o hacia una simulación. Para ejercer la libertad de los hijos de Dios hace falta oración, meditación de la Palabra de Dios, la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia y una serena reflexión compartida.
La misión de la Iglesia no es intervenir directamente en el ejercicio del poder civil ni en las estructuras de la oposición a ese poder, ni apoyar a uno u otro partido. Ahora bien, si entendemos la política como la esfera pública en la que se articulan los intereses de todos los ciudadanos para lograr el bien común, la Iglesia tiene presencia pública en lo político, y debe intervenir cuando se atente contra los derechos del hombre..
Por eso, como lo recordó el Papa cuando nos visitó, el Estado debe promover un ambiente y una legislación que permita a cada persona y a cada confesión religiosa expresar su fe en los ámbitos de la vida pública y contar con lo necesario para dar su aporte a la vida nacional. En este punto los obispos afirman que hay aquí una lucha contra la Iglesia y que la Oficina de Asuntos Religiosos, adscrita al Comité Central del Partido Comunista de Cuba pretende controlar la acción evangelizadora de la Iglesia. La Iglesia ha tenido que ser firme y unida para mantener su independencia ante el poder del gobierno. Esto no significa que la Iglesia es indiferente ante los problemas del país. La Iglesia no puede ser neutral ante la falta de libertad del hombre o si no se da la participación política de los ciudadanos según las opciones personales de cada uno.
La cuarta parte y última parte de esta ITP se ocupa de algunos problemas y algunas propuestas que requieren especial atención para abrir caminos de futuro. Comienza expresando que el gobierno entiende la libertad religiosa como libertad de culto. Ahora bien, la naturaleza de la Iglesia requiere una presencia pública en la sociedad, presencia evangélicamente significativa, como dice el P. Varela “para el bien de los pueblos no sólo en lo espiritual sino también en lo temporal”. La libertad religiosa incluye la libertad de culto, e incluye también que los cristianos participen en la vida sindical, profesional y política con la posibilidad de proponer libremente su fe y la ética cristiana con sus implicaciones sociales. Incluye también el derecho a construir templos, a que se facilite la entrada al país de sacerdotes y religiosas, a que la Iglesia tenga acceso normal a los medios de comunicación y a su presencia en el campo educativo.
Expresa la ITP que la Iglesia debe trabajar por la reconciliación y asumir las incomodidades que implique este trabajo. Por eso la Iglesia no se cansa de insistir en desterrar los sentimientos de odio. En este camino reconciliador la Iglesia no olvida a los cubanos que viven en el extranjero
En esta parte el documento expone que decrece la esperanza en el pueblo. Por eso los obispos nos exhortan a todos a que seamos testigos de Jesucristo. Así podremos superar las adversidades y construir el futuro. El futuro está habitado no por la desgracia, sino por la Gracia de Dios. Esta confianza vence al mundo.
En la conclusión el documento nos exhorta a cultivar la coherencia entre la fe y la vida, entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace en todos los ámbitos de la existencia personal y social. Para eso hay que alimentarse del Evangelio, de la Eucaristía y de la oración.
Expresan los obispos que con esta ITP desean infundir ánimo y confianza en el alma de todos los católicos y de todos los cubanos y ofrecen a la Virgen de la Caridad los frutos de esta reflexión.

 

Revista Vitral No. 57 * año X * septiembre-octubre 2003
P. Manuel H. de Céspedes y García-Menocal
(La Habana, 1944)
Párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Caridad y de San Francisco de Asís, en Pinar del Río. Asesor de la Comisión Católica para la Cultura de Pinar del Río.