Revista Vitral No. 57 * año X * septiembre-octubre 2003


DANZA

 

ALICIA- GISELLE
60 AÑOS DEL MILAGRO. 1943 - 2003

ROLANDO DÍAZ RODRÍGUEZ

Alicia con Anton Dolin y el elenco del Ballet Theatre. Fue su debut como Giselle, el 2 de noviembre de 1943.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alicia y Esquivel en «Giselle».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La escena de la locura, clímax del primer acto.

 

 

“Cómo puedes bailar Giselle, si Giselle eres tú”
Harnold Haskell.

Este año se cumple el 60 aniversario del debut de Alicia Alonso como intérprete de Giselle. Este personaje que ella logró hacer suyo convirtiéndolo en leyenda. Los cubanos podemos sentirnos orgullosos de Alicia y de que ella haya sido la más grande intérprete de Giselle que el mundo haya conocido.
Sirva este trabajo como un sencillo homenaje a nuestra Prima Ballerina Assoluta. Muchas gracias por habernos regalado una Giselle como la suya.
Alicia Alonso era entonces una jovencita de unos 16 años de edad, cuando en el año 1938 llegó a la ciudad de New York llena de ilusiones y con el propósito de alcanzar un amplio desarrollo en su carrera como bailarina profesional. En los Estados Unidos, Alicia encuentra trabajo como corista en varias comedias musicales que se presentan en los teatros de Broadway, y en el año 1939 ingresa al elenco del Ballet Caravan, pequeña compañía en la que emprende varias giras por el interior de los propios Estados Unidos. Un año después, en 1940, se une al cuerpo de baile del Ballet Theatre, hoy conocido bajo el nombre de American Ballet Theatre, y es en esta compañía donde nacería la leyenda de Alicia-Giselle.
Alicia había comenzado sus estudios de ballet en la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, siendo su primer maestro Nicolai Yavorsky, un ruso emigrado en Cuba. El 29 de diciembre del año 1931 debuta, cuando es aún una estudiante, en una función en el Teatro Auditorium.
Graduada en el verano de 1937 como bailarina profesional y apreciando el poco nivel y desarrollo que el arte del ballet tenía entonces en Cuba, decide viajar hacia los Estados Unidos, país donde la danza comenzaba a alcanzar un creciente desarrollo.
Alicia comenzaría a participar en el ballet “Giselle” desde el otoño del año 1940, durante las funciones que entonces se daban en la Civic Opera House de Chicago. También se incorporó ese mismo año al elenco del Ballet Theatre, tomó parte en las producciones de “Giselle” montadas en esa compañía por el famoso bailarín y coreógrafo Anton Dolin. Al bailar esas funciones de 1940, Alicia era una campesina más y luego una de las amigas de Giselle. Mientras participaba en las puestas en escena de ese ballet, la Alonso analizaba e interiorizaba su personaje, lo que significaba para los amigos campesinos de Giselle, sus sentimientos y emociones cuando enloquecía, y más tarde cuando moría. No era una más dentro del grupo, ella era una amiga verdadera de Giselle. Estas observaciones, estos estudios, le servirían después para su propia interpretación de Giselle. Cuando bailaban las consagradas Naná Gollmer y Alicia Márkova, ambas maravillosas intérpretes de Giselle, Alicia igualmente las observaba y estudiaba, tomándolas como ejemplo y punto de referencia, pero nunca con la idea en su mente de imitarlas, sino con el objetivo de cómo bailaría ella algunos pasos, cómo interpretaría algunos pasajes, qué actitudes y gestos enfatizaría más.
Mucho se ha dicho, comentado y escrito sobre el debut de Alicia en “Giselle”, aquella fecha memorable del 2 de noviembre de 1943 en el Teatro Metropolitan Opera House de New York. El mito y la leyenda se mantienen vivos, pese al decursar del tiempo.
En los días finales del mes de octubre de aquel 1943, el Ballet Theatre mantenía su temporada más alta en el Metropolitan. Se presentaban ocho funciones semanales, el repertorio como colofón era el ballet “Giselle”, encabezado por la famosa Alicia Márkova. Para esas funciones ya se habían vendido y estaban agotadas todas las entradas. “Giselle” debía aparecer en escena el día 2 de noviembre y cuando apenas faltaban unos días, la Márkova, repentinamente se enfermó, viéndose imposibilitada para bailar. En tales circunstancias, la dirección del teatro o suspendía las funciones, o por el contrario buscaba una sustituta de la Márkova. Se decidieron por esta segunda alternativa, pero la tarea no era nada fácil, cuando se les planteó el problema, ninguna de las primeras bailarinas quisieron aceptar. Se había consultado entre éstas a Nora Kaye y Rosella Hightower. Ninguna quiso asumir tal responsabilidad.
Alicia fue consultada casi al último momento, los directores del teatro sentían indecisión debido a que la joven bailarina hacía pocos meses se había incorporado a la compañía tras haberse sometido a una operación de la vista. Cuando se le preguntó a la Alonso si ella se atrevería a sustituir a la bailarina inglesa, Alicia no titubeó y contestó con un “SÍ”.
La responsabilidad era grande para la bailarina cubana, casi no hubo tiempo para los ensayos, pero Alicia contó con la colaboración de Anton Dolin, su partenaire, y que además, era autor de la versión que debían bailar, fue de mucha ayuda para ella, además contaba con la experiencia de haber visto bailar a la propia Márkova en ese rol y de haber bailado antes el Grand Pas de Quatre, ballet de espíritu romántico, como era el propio “Giselle”.
Alicia realizó un esfuerzo colosal: no sólo debía acudir a los ensayos de “Giselle”, sino que debía bailar en las demás funciones regulares de la compañía en las que ella desempeñaba papeles principales. Alicia cuenta que se levantaba con las zapatillas puestas y que sólo se las quitaba muy tarde en la noche, incluso que almorzaba calzada con éstas.
El día anterior al debut, Alicia recibió una sorpresa, que según cuenta, le sirvió de mucho estímulo. Alicia Márkova le enviaba el adorno de cabeza con el que había debutado ella años atrás en “Giselle” y en una nota que acompañaba al regalo, le escribía: “Baila maravillosamente, sé que puedes”.
La noche del 2 de noviembre de 1943, la enorme “herradura de diamantes” del antiguo Metropolitan Opera House de New York, se encontraba abarrotada. Desde el último balcón, hasta el primer asiento de la platea, estaban ocupados. Había, sin embargo, una cierta inconformidad en la sala, cierto aire de disgusto. Ellos habían pagado, y a buen precio, por ver la Giselle de la gran Alicia Márkova, ya consagrada en este personaje. ¿Y qué se les ofrecía a cambio?: la actuación de una joven bailarina que prometía llegar a convertirse en una Prima ballerina, pero sin ningún nombre y sin jamás haber bailado ese difícil rol.
Detrás de las cortinas, entre bastidores, Alicia, adolorida por las ampollas que tenía en ambos talones de sus pies a causa del continuo roce de las zapatillas, estaba consciente de su alta responsabilidad y de que aquella noche se le ofrecía una gran oportunidad que no podía desperdiciar.
Los directores del teatro estaban nerviosos, se preguntaban internamente ¿Cómo saldría aquella arriesgada empresa de sustituir a la bailarina inglesa? ¿Cómo respondería la Alonso?
Hasta esa fecha, Alicia Márkova tenía el mérito de ser la más sobresaliente ballerina romántica de la época y la más consagrada de las Giselles que entonces se presentaban. Todo esto era cierto, había debutado cuando sólo era una niña de 14 años en los Ballets Rusos de Sergio Diaghilev y desde entonces su estilo comenzó a revelarse, hasta que tras el retiro de la sublime Olga Sperssivtseva, ocurrido en 1932, se convirtió en la única ballerina puramente romántica de su tiempo.
Márkova debutó en Giselle en 1934 y a partir de esa fecha su consagración en ese personaje fue in-crescendo, convirtiéndose en una especie de mito.
Dadas estas circunstancias, no era fácil, como se aprecia, para la joven bailarina cubana asumir la tarea de esa sustitución, pero Alicia la asumió y supo salir airosa de esa gran prueba. Contaba a su lado con el apoyo de Anton Dolin, que sería su partenaire aquella noche. Dolin era un experimentado bailarín, de gran renombre y fama. Tenía acumulada una vasta experiencia en este ballet, en el que había debutado, precisamente al lado de la gran diva Olga Spessivtseva. Él era incluso el coreógrafo de la puesta en escena de «Giselle».
Nacido el 27 de julio de 1904 en la ciudad inglesa de Sussex, en el seno de una familia de ascendencia irlandesa, a los 10 años de edad inició sus estudios de danza en la Academia de la profesora Clarice Lanes, en la ciudad de Hove, continuándolos en Brihton con Grace y Lillie Come. El 24 de agosto de 1917 ingresó en la Academia de la Danza, que dirigía en Londres Serafina Astafieva, afamada bailarina y pedagoga rusa, y fue aquí, donde se produjo su encuentro con Serguio Diaghilev, que lo contrata para que se integre a las filas de su Ballet Ruso, debutando el 2 de noviembre de 1921 en la propia ciudad de Londres. Se inició así una meteórica carrera que lo hiciera mundialmente famoso. En 1934, como estrella invitada del Wic Wells Ballet de Londres, baila por primera vez, junto a Alicia Márkova, con la que habría de integrar una de las más célebres parejas de toda la historia del ballet del siglo XX y con ella fundará en 1935 el Ballet Márkova-Dolin.
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, en 1939, viaja en compañía de la propia Alicia Márkova a New York y en esta ciudad es uno de los fundadores del Ballet Theatre.
Cuando la sala del antiguo Metropolitan quedó a oscuras y tras la música, la fastuosa cortina se descorrió, Alicia Alonso salió a escena: por primera vez se vio convertida en la inocente campesina a la que el amor y la muerte transformaron en Willi. Al concluir pudo comprobar que el riesgo había valido la pena, los aplausos del público eran testimonio de esto. Alicia era Giselle, nacía la leyenda, el mito. A partir de esa fecha nunca dejaría de interpretarla. Su Giselle viajaría desde el Metropolitan a la Opera de París, desde el Bolshoi al Teatro Colón, de La Habana a Londres, Viena, Praga, a casi todas las ciudades del mundo.
Su primer Albrecht, el ya desaparecido bailarín y coreógrafo inglés Anton Dolin, diría recordando esa fecha memorable: “Tengo buena memoria. En la que pudo ser la última llamada yo la llevé y su mano temblaba en la mía. La dejé sola en el escenario para que recibiera el tributo de un público que había sido ampliamente recompensado por la ausencia de la gran Márkova con la presencia de la ya entonces igualmente grandiosa Alonso...”
Alicia Alonso creó su propia versión del ballet «Giselle», tomando como base la original de Perrot y Coralli, llevándola desde entonces de gira en cada salida al exterior del Ballet Nacional de Cuba. En París, durante el IV Festival Internacional de la Danza, esta versión causó especial impacto y en 1972, la dirección del mayor teatro de Francia, decidió que fuese esa la versión que allí se bailaría desde entonces.
Daniel Lesur, administrador de la opera de París, expresó en un homenaje a la propia Alicia : “Desde hacía mucho tiempo, desde el siglo pasado, Giselle era una pieza de museo, una cosa muerta. Usted, con su genio, la ha revivido, nos la ha restituido. Gracias a usted la vimos esta noche como hubiese querido verla Theofile Gautier”.
Alicia bailó “Giselle” hasta casi el final de su carrera como bailarina activa y siempre lo hizo de manera magistral. A pesar del tiempo, el “milagro” continúa, ella ha sido y es, la más grande Giselle del siglo XX.

Consultas:

«Alicia Alonso-Vladimir Vasiliev-Giselle» (Pedro Simón)
«El Ballet» (Boris Kochmo)
«La Giselle de Alicia Alonso» (An Barzel)
«Revista Cuba en el ballet» (VI. 3/nº 21)
«Anton Dolin y el Ballet de nuestro siglo» (Miguel Cabrera)
«Alicia, la maravilla de la danza». (Raul R. Ruiz)

 

 

Revista Vitral No. 57 * año X * septiembre-octubre 2003
Rolando Díaz Rodríguez
Graduado de Nivel Medio en Idioma Alemán, diseñador, decorador e historiador aficionado.