Rita Longa, más bien elegante
que fuerte, muestra una delicadeza acaso demasiado frágil que
salva a veces con la gracia que imprime a algunas figuras.(1)
Yeso, madera, piedra y bronce, es el rango cubierto por la diversidad
de materiales, obligados a la obediencia por la indomable fuerza de
sus manos, y no sin luchar por afilar la sensibilidad estética,
hecho de expresión y relieve en la forma, con el que más
de una vez se lanzó a conquistar el espacio, ese dominio intermedio
entre el cosmos y el caos, región de posibilidades infinitas
en sus propiedades situacionales; capaz de proyectar la jerarquía
de un momento a la luz, a lo que después de lo presagiado se
magnifica en un esfuerzo de manos que van ensamblando una ortografía
de la forma, con el sólido sentido de un juego de resonancias
polifónicas.
Rita intimiza su espiritualidad, donde gana y traduce su espacio interno,
sin límites ni restricciones, ordenando con diversos materiales
su vasta creatividad. Es la eterna poetisa en busca de su alma, aferrándose
con fuerzas imaginarias a su mundo íntimo. Ella y su obra, expresan
la especialidad poética de su confianza profunda, desplegando
la metamorfosis en el espacio de su reino de imágenes, de una
intensidad luminosa de la energía de su fuerza creadora.
Rita traslada su poesía de reminiscencia y en 1943, esculpe para
el altar mayor de la iglesia recién construida, ubicada en el
barrio de Miramar (5ta y 26), la imagen de Santa Rita de Casia, abogada
de lo imposible.
Santa Rita nació en Rocco Porrena, región Italiana de
Umbría en mayo de 1381. Es modelo en todas las situaciones de
la vida: como joven, llena de pureza e ideales; como esposa y viuda,
maltratada y torturada; como madre sufrida por la muerte de sus hijos
gemelos; y finalmente, como religiosa en el Convento de las Agustinas
de Casia, donde pronuncia votos de humildad, pobreza, caridad, ayuno
y oración. Vivió 40 años enclaustrada y se vio
privilegiada con uno de los estigmas de la Pasión: una espina
en la frente, la cual despedía un desagradable olor. Fue canonizada
en 1900 por León XIII.
Por su parte, Rita Longa se concentra y une la sensibilidad, dejándose
conquistar por este espíritu que toma, poco a poco, conciencia
de su claridad en este reino de lo imaginario, de lo abstracto y concreto,
reanimando la historia con la imagen, etérea y sensual de una
pieza de excepcional cubanía que se imbrica con un culto popular
en el pueblo. El yeso se mezcla en sus poderosas manos imprimiéndole
su impronta del espacio, la luz y la forma, plasmándole un movimiento
sutil y a la vez humano, convirtiéndola en una experiencia onírica
real, transformando toda contemplación del universo en una afirmación
de su espiritualidad.
Santa Rita, escultura indestructible de yeso, que por el olvido no fue
llevada al bronce, pero sí fue bajada del altar mayor para el
que fue esculpida por nuestra artista, dejando el privilegio de sus
valores a este pueblo, al que envuelve con la dulzura de su sonrisa
enigmática, permaneciendo hoy, con dignidad alianzadora, en los
espacios ilimitados de una pequeña capilla, en el lateral de
esta iglesia.
A Santa Rita, en muchas provincias cubanas, el pueblo la identificó
con Obba, deidad guerrera, dueña de lagos y lagunas, eterna enamorada
de Changó; su amor por él, le hizo cortarse una oreja,
y al ser repudiada por este acto, se retiró a la soledad, al
cementerio, convirtiéndose en la guardiana de las tumbas. Obba
es el símbolo de la fidelidad conyugal y se le representa como
una mujer joven y sensual.
En África, Obba vivió en la tierra Takua y se dice que
sus hijas son valerosas e incomprendidas y frecuentemente pasan por
experiencias sentimentales amargas, cuyas raíces se encuentran
en los celos que sienten por ellas sus esposos; en el orden material,
los hijos de esta orisha, suelen triunfar y son generalmente feministas.
Su sincretización parece tener como referencia su carácter
de casada y el de haber perdido a su esposo, así como el que
ambas consiguieron poderes excepcionales.
El altar de Santa Rita en Miramar, siempre nos ofrece la oportunidad
de contemplar múltiples ramos de flores multicolores, como símbolo
de la fugacidad de las cosas materiales, de la primavera y la belleza;
flores que rodean a la imagen en su pequeño espacio de exiliada
católica.
Rita Longa, inmersa en su reino fecundo, esculpe por encargo varias
obras religiosas y en 1948 surge la Virgen del Camino, obra monumental
fundida en bronce ubicada en el populoso barrio de San Miguel del Padrón,
consagrada el día 7 de junio por el Cardenal Arteaga, quién
la coronó con un halo de estrellas. Según el calendario
festivo religioso, esta virgen católica celebra su fiesta el
2 de abril.
Una vez más, la artista se entrega a los juegos de su impaciencia
y crea con sus manos aladas, la figura de movimientos ondulantes en
la copa de nuestra ciudadanía: la palma real, donde sus olas
batidas por el viento invisible, la elevan evocando la eternidad, con
la intensidad del tiempo infinito, independiente de toda contingencia
limitativa, superando los conflictos de las contradicciones espirituales
en la intensidad absoluta y permanente de la vida; escapando a las vicisitudes
de los cambios y del tiempo. En sus manos, que denotan la potencia del
dominio de una concentración mística, símbolo de
supremacía y poderío, nos presenta una Rosa de los Vientos
señalándole al caminante la senda de su intensa sabiduría,
los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, donde nuevamente
se reencuentra con su creadora irradiando, obteniendo y ocupando la
luz, la forma y el espacio.
El pueblo cubano la hace suya y comienza el culto popular hacia esta
imagen de la Virgen del Camino que crece en esta barriada donde existe
la simbiosis de las culturas religiosas de origen africano. Monedas
y flores se integran al paisaje de su majestuosidad y ya es identificada
como un camino de la orisha Yemayá, por la espuma enredándose
en su túnica de lino; viajera intemporal que con su brújula
mística muestra el camino a los navegantes y viajeros. Su nombre
completo es Yemayá Konlá, que camina, flota, sobre las
cúpulas de los árboles, en especial la palma real, atemperando
el realismo del reflejo de su propia imagen en las aguas quietas de
su fuente.
Para finalizar robaremos a la arquitecta y escritora, Emma Álvarez
Tabío, su nieta Tuini, un reclamo de amor plasmado:
... Rita Longa sigue sonriendo, sin prestar atención. Sabe
que, después de la tormenta, sus manos apretarán un puñado
de tierra, y todo volverá a comenzar(2)
1 Emilio Ballagas, 1937.
Tomado de La obra escultórica de Rita Longa. Alejandro G. Alonso.
Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1998. Pág. 39.
2 En Revista Archipiélago, 1996.