Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003


ECLESIALES

 

UN HOMBRE DE DIOS AL SERVICIO DE TODOS

NAZARIO VIVERO

 

 

No es el momento de adentrarnos en la biografía de una rica subjetividad convertida por el pueblo fiel, creyente y patriota, con razón, en símbolo eficaz, “sacramento”, de una vida más auténtica, cristiana y cubana, sacerdotal y cívica, mística y pastoral. Menos aún lo es para glosar la significación múltiple de la obra y enseñanza del “Padre-Obispo” en su triple ministerio de magisterio, santificación y gobierno; de iluminación, espiritualidad y orientación. Desde la diversidad de horizontes geográficos y mentales, progresivamente, se irán desvelando facetas y revelando dimensiones, renovadas o inéditas, del hombre, del ciudadano, del pastor enraizado y cosmopolita, encarnado y universal, católico en sus múltiples acepciones.
Hoy se trata sólo de referirnos al acontecimiento de su muerte terrena, de su partida a la casa del Padre; la primera como término inexorable inscrito en el destino y la finitud humanos, la segunda como destinación prometida por la Bondad creadora, redentora y plenificadora, acogida en la libertad de un “fiat” creyente, ratificado en una fidelidad, sin falla, al amor de Dios y al servicio a los hermanos. Acontecimiento que nos habla de limitación, fugacidad, emoción del instante, pero también, y sobre todo, de novedad que dilata horizontes, de llamado gratuito, de promesa de realización sobreabundante, transfigurada.
En efecto, el pasado 16, en torno a las 10.45 de la noche y tras una semana de haber batido, con altibajos, pero con éxito, para doblegar una bronconeumonía, su corazón deficiente dejó de latir y el desenlace, “postergado” por la plenitud de una vida espiritual y por la oración y la esperanza de muchos, se hizo presente, dramático, con su doble faceta de dolor irremediable y de cántico de alabanza y acción de gracias al Padre de la vida sin término, al único Señor de la historia, al Espíritu que sentencia: “siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”. Culminaba así el peregrinaje terreno del camagüeyano nacido el 18 de Septiembre de 1915, habanero de escolaridad en la Salle del Vedado y la Universidad, de la que egresa Doctor en Filosofía y Letras; peregrinaje del sacerdote diocesano ordenado en 1944 por su coterráneo y primer Cardenal cubano, Manuel Arteaga y Betancourt, quien, como su tío Ricardo, había trabajado sacerdotalmente en Venezuela. Peregrinaje del párroco de la Iglesia de la Caridad en la capital por muchos años, coincidiendo incluso con el período de la dictadura militar entre 1952 y 1959, que lo vio testimoniar, de palabra y de obra, por la dignidad humana, la libertad de la patria y el servicio a los más humildes. Peregrinaje del sacerdote sabio, prudente y auténtico, llamado, por su condición de nativo y doctor, a ser Rector de la Universidad Católica a poco de instaurado el régimen revolucionario, función que continuó asumiendo, incluso tras su nombramiento como Obispo titular de Vinda y Auxiliar de La Habana el 15 de Mayo de 1960, simultáneamente con el años más tarde Obispo de Matanzas, Mons. José M. Domínguez. Peregrinaje que conoció un punto mayor de fractura - no deseada y nunca aceptada en su injusticia radical - en su labor sacerdotal y su vivencia de compromiso cívico en el suelo patrio, con motivo de la expulsión, destierro e imposibilidad de reinserción nacional permanente, el 17 de Septiembre de 1961. Acontecimiento mayor en su vida, y que, asumido en la reciedumbre de la fe y en el “amor que todo lo espera”, lo convirtió, primero en misionero en Colombia durante algunas semanas y, más tarde, desde 1962 y hasta su muerte, en evangelizador modelo, enraizado en Venezuela y desde allí proyectado, sin tregua ni desaliento, a toda la Diáspora cubana en más de un continente y a través de varias iniciativas duraderas (ej. Fraternidad Sacerdotal, UCE, diversas Fundaciones de ayuda, Comunidades de Reflexión Eclesial Cubana, etc.).
El jueves 20, en la Catedral de Los Teques (Venezuela), diócesis en la que trabajó sacerdotalmente de manera ininterrumpida desde 1969, y de la que durante todo ese lapso fue Vicario General, fue sepultado tras una celebración eucarística de alta emotividad humana y contenido creyente, testimonios del sentido evangélico y del cariño sincero de obispos, sacerdotes y fieles, venezolanos y cubanos, venidos de variadas regiones y diversas extracciones sociales, pero con un sensible acento de sencillez popular, de inmediatez cotidiana y benevolente.
Memoria agradecida

Procesión de entrada de Obispos venezolanos: el 3o. Mons. Pío Bello s.j., Obispo Emérito de Los Teques. Detrás Mons. Agustín Román, cubano, Ob. Auxiliar de Miami y al final el Nuncio Apostólico, Mons. André Dupuy.

 

Las exequias fueron presididas por Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, Arzobispo-Obispo de la diócesis, ex Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y actual Presidente del Concilio Plenario de esa Iglesia, con quien concelebraron el Nuncio Apostólico de Su Santidad, Mons. André Dupuy, el actual Presidente de la Conferencia y Arzobispo de Mérida, Mons. Baltazar Porras, Mons. Emilio Aranguren, Obispo de Cienfuegos y Secretario de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, en representación del Episcopado Cubano, así como Mons. Agustín Román, Obispo auxiliar de Miami, el Obispo Auxiliar y Gobernador de la Arquidiócesis de Caracas, Mons. Nicolás Bermúdez, en ausencia del Cardenal-Arzobispo, Mons. Ignacio Velasco, otros obispos, la casi totalidad del clero de la diócesis, y de sacerdotes de origen cubano, tanto los que trabajan en Venezuela como algunos venidos de las áreas de Miami, Nueva York y Puerto Rico. A ellos se unieron, colmando la iglesia y participando desde las calles circundantes, un gran número de diáconos permanentes, religiosas, fieles laicos venezolanos, y cubanos establecidos en el país, así como autoridades civiles y personas de diversa edad y condición, los cuales, con su presencia, quisieron decir adiós, y expresarle su gratitud y solidaridad, personal, cristiana y latinoamericana, al Obispo que los había bautizado, confirmado, casado, confesado, alentado, orientado y ayudado en sus carencias e incertidumbres materiales, legales y morales, y en los sueños, ideales y planes de reconstrucción y renovación de sus vidas personales, familiares y ciudadanas, así como consolado y bendecido a sus familiares enfermos o fallecidos. Al Pastor que, desgarrado a la fuerza de su cultura de origen, se “había hecho todo a todos”, para, encarnado, por libre decisión, en una nueva realidad eclesial y nacional, hacerse “prójimo” de nuevos hermanos y, a través de ese ministerio, servir también, de otro modo, misteriosa, pero realmente, a Cuba y a la Iglesia que peregrina en la Patria.

Palabras, cantos, lágrimas y plegarias

Desde el lunes 17 al mediodía, hasta ser depositado en la cripta catedralicia reservada a los obispos diocesanos, el féretro con el cuerpo embalsamado del “Padre Obispo” permaneció expuesto todo el día y buena parte de la noche, para que, ininterrumpidamente, fieles y amigos, venidos de muchos rincones nacionales y del extranjero, participasen en las continuas eucaristías, rezasen ante su cadáver y se retirasen contando, emocionados, experiencias de encuentros con Mons. Boza.
La liturgia de las exequias tuvo varios momentos culminantes y de singular emoción y significación, pero de destacar fue, ante todo, el gran espíritu de recogimiento, de solemne mezcla de participación cultual y silencio reverente, meditativo, de atención a gestos y palabras y de expresión de sincero dolor transido por una esperanza trascendente. Un verdadero testimonio colectivo de fe, de autenticidad cristiana, de un “sursum corda” moral y cívico, nacional y latinoamericano.
Un primer momento particularmente significativo se relacionó con la homilía pronunciada por Mons. Román, tejida en torno a tres ejes: el de algunos recuerdos personales del joven y del seminarista, que encontró, en el novel sacerdote Boza, ejemplo, aliento y consejo, el del pastor y obispo, testigo de la fe, urgido por el sentido de la libertad y el compromiso con los más pobres, todo ello concretado en sus dos grandes “pasiones”: la Iglesia y Cuba, por la práctica de su lema episcopal, de clara raíz evangélica: “no he venido a ser servido, sino a servir”, y el del recurso a la oración cuaresmal para ejemplificar la dinámica de sufrimiento por la justicia, de renuncia y pobreza como signos de libertad interior, y de talante místico y santidad de vida como núcleo de su acción pastoral de anuncio, denuncia y compromiso; de su oficio profético, sacerdotal y “real”.
Un segundo momento lo constituyó la lectura de diversos mensajes y testimonios de presencia y solidaridad cristiana, fraterna, del Cardenal Secretario de Estado en nombre del Santo Padre Juan Pablo II, de los Cardenales Ortega y Velasco en nombre de las Iglesias particulares de La Habana y Caracas; del Cardenal venezolano Castillo Lara, venezolano, antiguo Gobernador del Estado Vaticano, hoy jubilado y residente en su pueblo natal, quien ejemplificó, en la vida sufrida, pero fecunda, de Mons. Boza, algunas de las limitaciones y contradicciones en las relaciones entre Iglesia y Estado, fe e ideología, religión y política. Particularmente sentidas fueron las palabras del Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y del Obispo de Los Teques, al referirse al testimonio de fe, de santidad, al impulso evangelizador y al servicio pastoral que Mons. Boza había ofrecido a la Iglesia en Venezuela, lo cual, se trasmutaba, a partir de ahora, en una intercesión poderosa y en la serena confianza de que su obra y enseñanzas se convertirán en motivo de difusión y estudio, y su tumba, como tierra fecundada por la semilla que muere para renacer, en lugar de peregrinación y renovación espiritual.
Un tercer momento, que agrupó las diversas secuencias finales, estuvo estructurado en varias cadencias. Una inicial, del responso y bendición del cadáver por todos los concelebrantes y el comienzo de la procesión, a hombros, por la nave central, hasta la salida del templo, con el canto solemne, recio, entrecortado por lágrimas crecientes de prácticamente todos los presentes, de los himnos nacionales de Venezuela y Cuba, particularmente de sus estrofas emblemáticas: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor...” y “Al combate corred... no temáis una muerte gloriosa, que morir por la Patria es vivir...”. Una intermedia, la procesión por las calles circundantes, adornadas con afiches con el rostro de Mons. Boza entrelazado por las banderas de Venezuela y Cuba, en medio de una mezcla de emociones: silencio participativo y aplausos espontáneos y sobrios, hasta detenerse de nuevo a la puerta del templo, para entonar nuevamente, con serena decisión y firmeza, los himnos nacionales. Una última, la procesión hasta el altar que da paso a la cripta, la apertura del féretro para rociar el cuerpo con tierra traída desde la Patria cubana, la irrupción, conmovedora, de la música y letra de las canciones “Cuando salí de Cuba dejé mi vida, dejé mi amor; cuando salí de Cuba, dejé enterrado mi corazón”, y “Guantanamera, guajira... cultivo una rosa blanca... para el amigo sincero..., y para el cruel.... cultivo una rosa blanca...”. Cesada la música, el obispo diocesano, con voz fraterna, casi nublada por intensa emoción y los sollozos de muchos a su alrededor, pronunció el “Descanse en paz”, engarzado en un ferviente “Padre nuestro... santificado sea Tu nombre...Hágase Tu voluntad...”, y un consolador “Dios te salve, María,...bendita..y bendito el fruto...Jesús; ...ruega por nosotros...en la hora de nuestra muerte”.
Fijando la atención en más de una boca y garganta de cubanos con rostros curtidos ya por los años, pero visiblemente rejuvenecidos en su espíritu por la experiencia de fe que estaban viviendo, quien como este cronista las recuerda, pudo escuchar los murmullos de ciertas canciones de antigua militancia juvenil católica, muy queridas y recordadas por Mons. Boza. Fue el caso de: “Juventud porvenir de la patria, juventud porvenir de la fe, el futuro descansa en tus brazos, tus espaldas serán su sostén”; de “Clarinada, en la alborada queremos dar...es la llamada de un ideal...encenderemos nueva luz, se alumbrarán los horizontes de la patria y sobre el cielo nuestros brazos, proyectarán el estandarte de la cruz...”; y “De pie, que Cristo ya nos llama...Amor de hermanos es nuestro amor...Servir será nuestra consigna...la humanidad es digna de ser servida...”. Mezcla armoniosa de enraizamiento y encarnación por un lado; de proyección y dilatación universal de la fe, la esperanza y el amor, por el otro. De ello fue modelo y servidor Mons. Boza, por su vivir según la voluntad del Padre, filialmente, para el servicio de todos, fraternalmente.

¡ Descanse en paz, Padre Obispo !.
Caracas, 24 de Marzo, 2003.

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Documentación publicada durante los días 19 al 21 de marzo del 2003 con motivo de la muerte de S.E. Mons. Eduardo Boza Masvidal

Comunicados o notas de prensa
–Conferencia Episcopal Venezolana
–Oficina de Prensa de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

Decretos
–Nº 14 de S.E.Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, Arzobispo-Obispo de Los Teques con motivo del fallecimiento de S.E. Mons. Eduardo T. Boza Masvidal.
–Nº 116 del Honorable Sr. Enrique Mendoza, Gobernador del Estado de Miranda

Misa de exequias (Catedral de Los Teques, 20 de marzo del 2003)
–Homilía de S.E.Mons. Agustín A. Román, Obispo Auxiliar de Miami.
–Mensaje “Mons. Boza, egregio confesor de la fe” de S.E.Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, Arzobispo-Obispo de Los Teques.
–Mensaje de la Unión de Católicos en el Exilio (UCE) leído por el P.Armando Rodríguez
–Mensaje de S.E. Mons. Emilio Aranguren, Obispo de Cienfuegos y Secretario General de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

Mensajes de condolencias
–Emmo. Sr. Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado del Vaticano
–Emmo. Sr. Cardenal Ignacio Antonio Velazgo García, Arzobispo de Caracas
–Emmo. Sr. Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana
–Emmo. Sr. Card. Rosalío Castillo Lara SDB
–Excmo. Mons. Adolfo Rodríguez Herrera, Arzobispo Emérito de Camagüey
–Buró Ejecutivo de la CLAT dirigida al Emmo. Sr. Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana

Otros artículos
–Datos biográficos de S.E. Mons. Eduardo Boza Masvidal
–Perfil humano-cristiano y pastoral de Mons. Eduardo Boza Masvidal
–“Carta de Año Nuevo” (2003) de Mons. Boza Masvidal
–(El Rosario): “Una oración que nos enseña a vivir”, de Mons. Boza Masvidal
_“Mensaje de despedida” escrito en julio del 2002

 

 

Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003

Nazario Vivero
(Cubano. Reside en Caracas)
Miembro del Pontificio Consejo para los Laicos.
Asesor de la Conferencia Episcopal Venezolana.