Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003


POESÍA

 

LOS ÁRBOLES DEL CASINO

RAFAEL ALMANZA ALONSO

 

 

1

Oda al cedro

¡Esa sustancia
Se deja trabajar, se entrega en obra!
¡Oro oscuro, excelencia
Y servicio! ¡Tu vida fue: tu carne
Ahora vivimos, Cedro! ¡Y tu perfume
Sobrevive! ¡Mi casa que sostienes
Con tus vigas para toda la Tierra!
¡Y yo, solo, echándome en los versos, conversando
Con hermanos y amigos!
¡Tálame, Amor, de un hachazo deslumbrante!


14 de enero de 1990.
A Daniel Morales.


2

Un laurel

Mientras a tu vera los hombres intentan y destruyen
Tú, bello laurel, sabes que ha llegado ya la primavera.
Otra mudanza, otra ley, esa que vives
Desde todo tú mismo, pues tú eres
Centro de ti en tu figura
Razón y voluntad en cada sortija en que te engendras.
Las aguas alegres sobre ti, y el cielo,
Y el ritmo del rumor. Y tú en el mundo
Erigido y cabal
Sin atentado contra nada, espléndido.
¿Quién pudiera alzarse contra ti, qué brío
Que no se condenara en el asalto, fuera
Verdugo de tu impulso, de la ascensión
Terrestre?

Dime ahora en el espacio
De tus frutos que granan, qué milagro
Puedo esperar de mí, qué bondad todavía
De la sonrisa universal merezco.
Porque a tu sombra voy, en reverencia,
A contemplar mi enigma
Como severa admonición que nunca
Quisiera ya olvidar:
Tu misión de silencio en la forma del tiempo
Cumplida.

junio, 1989.
A Antonio Domínguez.


3

Flamboyanes del río

¿Por qué somos tan pródigos con nuestras vidas
Que las regamos así, a lo largo del río,
Con la misma insurgencia poderosa
De los flamboyanes en junio? ¿Qué lujoso sentido
Nos obliga a regalar rendidamente
La hora que ya sabíamos que íbamos a vivir
Con todo el fuego? ¿O está allí, en esa inflorescencia
desmedida,
En ese alegre ofrecimiento ciego,
El triunfo de todas las raíces
Signadas por el inexplicable Amor?
No me doy para vengarme de no haber recibido
No me doy para que me des, no me doy para salvarme
ni salvarnos.
Nos damos porque sí, por la alegría secreta
Indescifrable.

¡Arrástrame en el murmullo delicioso,
deslízame de la tarde en la curva,
Hacia el ejercicio de la luz
En las copas de los abiertos flamboyanes!
Sus ramajes como dedos numerosos, como manos aliadas
La arquitectura que erige el techo rojo del alba
La cúpula en la cópula de paz.
Estamos recibiendo con el pecho descubierto
El curso de las aguas destinadas, arduo
Y jubiloso también. Y así nos vamos
Con los ricos esmaltes de la aurora, a inaugurar
La Isla en nuestra libertad, el Amor Nuevo.
¡Victoria, victoria!

19 de junio de 1989.
A Reynaldo Chinea.


4

La ceiba de la República

Para la siembra de hoy, no traemos más memoria que la
del alba de los sueños feroces
Lo que fuera alegría de la sangre y sangre puramente derramada,
Incendio de la entera justicia, justicia de la inflexible pasión.
De la extraña locura de nuestros padres, de sus ambiciones
pueriles y fantásticas, de sus flaquezas y cóleras insalvables
Responderemos sólo con las nuestras.
Les guste o no, con nosotros comienza otra vez la historia
de la Isla, y se inaugura el mundo en nuestra voz.
Para cavar esta cuna traemos justamente las manos
absolutas de quien se entrega siempre
De quien no ha necesitado poseer.
Para darte, Ceiba, vida soberbia y prodigiosa
Traemos el agua de nuestras lágrimas de júbilo, el azoro
de ver, callar, reir.
En coro nos reunimos en torno al círculo de tus futuras raíces:
Somos uno en tu eje, y somos fuente en el uno
La libertad de la alianza y la alianza de la libertad.
Para cada uno de nosotros, gloria:
Que cada esmeralda tuya respire el oxígeno divino,
el coraje del sol.
Para ti, el abono increíble de nuestros deseos
Pugnando por hundirse en el abrazo de la tierra,
alzándose a la locura del cielo,
Esculpiendo en cada día el oscuro gesto de la eternidad.
Desde ti, la fe:
Porque no hay otra fuera de tus ramas maternales,
Porque no hay sombra fuera de tu escogida luz.
Nadie nos privará de la patria por atrevernos a pensar
con nuestro decoro de hombres,


Nadie nos sacará de tu extendida raíz.
Contra todos los extravíos de la historia tú seguirás
tejiendo la semilla de la tribu de los niños,
Contra todos los desvíos de tus hijos tú seguirás buscando
el reino simple del amor entre los hombres
La escultura generosa de tu nombre, República de Cuba,
por todas las islas y los siglos.

Camagüey, 28 de junio de 1989.
A Carlos Sotuyo.

 

 

Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003
Rafael Almanza Alonso
(Camagüey, 1957)
Ensayista y poeta. Licenciado en Economía. Ha publicado varios libros.