En estos días, queridos hermanos
y hermanas, nuestra Arquidiócesis se regocija al recibir a las
Hermanas de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida
que vienen a fundar en La Habana. Con ese motivo se encuentra entre
nosotros el Emmo. Sr. Cardenal Crescenzio Sepe, Prefecto de la Congregación
para la Evangelización de los pueblos, a quien deseo saludar
ante todo con fraterno afecto eclesial. El Sr. Cardenal Sepe es cercano
colaborador del Santo Padre Juan Pablo II, y ha venido a presidir esta
Eucaristía y las demás acciones litúrgicas relacionadas
con esta nueva fundación. Sea bienvenido Eminencia. Su presencia
nos hace aún más cercano al Papa Juan Pablo II, tan al
tanto siempre de la Iglesia que está en Cuba, que sabemos lleva
en su corazón paternal. Él ha deseado vivamente esta fundación,
pues el Santo Padre nunca ha cejado en sus empeños porque crezca
el número de sacerdotes y religiosas de otros países que
puedan prestar sus servicios a la Iglesia en nuestra Patria. El Papa
espera, y así nos lo ha hecho saber, que la apertura de esta
casa sea un signo de esperanza para las religiosas de distintas congregaciones
que esperan desde hace años la autorización del gobierno
cubano para venir a realizar su misión en Cuba.
Le suplico, Eminencia, sea portador ante Su Santidad de mi gratitud
y la de la Conferencia de Obispos de Cuba que presido, por su luminoso
ministerio en la Sede de Pedro y por el amor que dispensa a nuestra
Iglesia en Cuba. El pueblo cubano no olvida su paso de Buen Pastor entre
nosotros hace ya cinco años. También ruego a su Eminencia,
lleve al Santo Padre el cariño filial de todos los católicos
de Cuba y la cálida admiración del pueblo cubano.
Saludo también con sentimientos fraternos al Eminentísimo
Sr. Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, Arzobispo de Guadalajara,
al Sr. Nuncio Apostólico en Cuba, Mons. Luis Robles, a los Obispos
y presbíteros invitados, [a las autoridades del país]
a los distinguidos miembros del cuerpo diplomático acreditado
en La Habana y a otros distinguidos visitantes e invitados.
Deseo saludar de modo particular a la Abadesa General de la Orden del
Santísimo Salvador de Santa Brígida, Madre Tekla Famiglietti,
que ha puesto su corazón en esta nueva casa de La Habana.
Querida Madre,
Queridas Brigidinas:
Al acogerlas como Pastor y Obispo de esta Arquidiócesis, les
aseguro mi paterno afecto y disponibilidad para atender a todo cuanto
les sea necesario en el orden espiritual y eclesial. La Iglesia de La
Habana es una gran familia en la que sacerdotes, religiosos, religiosas
y diáconos viven en íntima comunión entre sí,
con su Obispo, y con todos los fieles cristianos. Es además profunda
la comunión de nuestra Iglesia con el Santo Padre y la devoción
a su persona. Esta unidad que caracteriza a la Iglesia en Cuba ha hecho
posible que se mantenga siempre constante y activa en el servicio del
Señor, aún en los tiempos difíciles que nos ha
tocado vivir. Conozco, queridas hermanas, su espíritu eclesial
y sé que se integrarán de corazón en esta Iglesia
nuestra tratando de conocer paso a paso las peculiaridades del medio
social totalmente diverso en que vive la Iglesia en Cuba.
Pronto descubrirán, queridas hermanas, el cariño de nuestro
pueblo por las religiosas. Este especial afecto por las mujeres consagradas
es proverbial en el pueblo cubano. Tanto las religiosas contemplativas,
como aquellas que cuidan enfermos en los hospitales o en sus casas;
las que atienden con amor inigualable a los ancianos, a los leprosos,
a los discapacitados, las que animan las catequesis parroquiales, las
que en nuestros barrios y campos visitan, consuelan, socorren, se ocupan
de comunidades misioneras o de educación no formal, trabajan
con madres solteras y con sus niños, todas son queridas de modo
especial por católicos y no católicos. En nuestra Arquidiócesis
están presentes 29 congregaciones religiosas femeninas. Diez
de esas congregaciones han abierto sus casas en La Habana en los últimos
12 años.
Quiero ahora dirigirme a las abnegadas religiosas que sirven a la Iglesia
y a nuestro pueblo en esta Arquidiócesis de La Habana desde hace
años. Las saludo con el cariño de siempre. Conozco sus
preocupaciones y anhelos en su continuo estar presentes en medio del
pueblo. Se de sus desvelos por los necesitados, de ese sentimiento de
impotencia que a veces las embarga ante tantas dificultades en el quehacer
pastoral y en la vida de las personas que las rodean y cómo superan
en la oración asidua, con esperanza cristiana, la prueba que
les trae cada día. Ustedes saben que su Obispo está siempre
cercano y hace cuanto puede por ayudarlas. El Señor premie con
su gracia y su paz tantos esfuerzos y sacrificios.
A esta entrega amorosa se suma ahora la presencia de las Brigidinas
en la Habana Vieja, que será una bendición del Santísimo
Salvador para la gente humilde de este barrio, envuelta hoy por el turismo,
pero necesitada de la Palabra de Dios y de la presencia de Cristo Eucaristía.
Esta bendición de Dios se hará efectiva por el testimonio
de sus vidas consagradas al Señor y su amor preferencial por
los pobres. Que Jesús Salvador las colme de fortaleza y de gozo
en su decisión de servirlo entre nosotros, como lo hacen en tantas
partes del mundo. Así lo pedimos al Señor por medio de
la Virgen María de la Caridad, Nuestra Madre y Patrona.