Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003


ESPECIAL

 

PALABRAS DE BIENVENIDA PRONUNCIADAS
POR S.E.R. CARDENAL JAIME ORTEGA ALAMINO,
ARZOBISPO DE LA HABANA, EN LA MISA CELEBRADA EN LA S.M.I CATEDRAL CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN
DE LA CASA DE LA ORDEN DEL SANTÍSIMO SALVADOR
DE SANTA BRÍGIDA EN ESTA CIUDAD

 

 


En estos días, queridos hermanos y hermanas, nuestra Arquidiócesis se regocija al recibir a las Hermanas de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida que vienen a fundar en La Habana. Con ese motivo se encuentra entre nosotros el Emmo. Sr. Cardenal Crescenzio Sepe, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, a quien deseo saludar ante todo con fraterno afecto eclesial. El Sr. Cardenal Sepe es cercano colaborador del Santo Padre Juan Pablo II, y ha venido a presidir esta Eucaristía y las demás acciones litúrgicas relacionadas con esta nueva fundación. Sea bienvenido Eminencia. Su presencia nos hace aún más cercano al Papa Juan Pablo II, tan al tanto siempre de la Iglesia que está en Cuba, que sabemos lleva en su corazón paternal. Él ha deseado vivamente esta fundación, pues el Santo Padre nunca ha cejado en sus empeños porque crezca el número de sacerdotes y religiosas de otros países que puedan prestar sus servicios a la Iglesia en nuestra Patria. El Papa espera, y así nos lo ha hecho saber, que la apertura de esta casa sea un signo de esperanza para las religiosas de distintas congregaciones que esperan desde hace años la autorización del gobierno cubano para venir a realizar su misión en Cuba.
Le suplico, Eminencia, sea portador ante Su Santidad de mi gratitud y la de la Conferencia de Obispos de Cuba que presido, por su luminoso ministerio en la Sede de Pedro y por el amor que dispensa a nuestra Iglesia en Cuba. El pueblo cubano no olvida su paso de Buen Pastor entre nosotros hace ya cinco años. También ruego a su Eminencia, lleve al Santo Padre el cariño filial de todos los católicos de Cuba y la cálida admiración del pueblo cubano.
Saludo también con sentimientos fraternos al Eminentísimo Sr. Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, Arzobispo de Guadalajara, al Sr. Nuncio Apostólico en Cuba, Mons. Luis Robles, a los Obispos y presbíteros invitados, [a las autoridades del país] a los distinguidos miembros del cuerpo diplomático acreditado en La Habana y a otros distinguidos visitantes e invitados.
Deseo saludar de modo particular a la Abadesa General de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, Madre Tekla Famiglietti, que ha puesto su corazón en esta nueva casa de La Habana.

Querida Madre,
Queridas Brigidinas:
Al acogerlas como Pastor y Obispo de esta Arquidiócesis, les aseguro mi paterno afecto y disponibilidad para atender a todo cuanto les sea necesario en el orden espiritual y eclesial. La Iglesia de La Habana es una gran familia en la que sacerdotes, religiosos, religiosas y diáconos viven en íntima comunión entre sí, con su Obispo, y con todos los fieles cristianos. Es además profunda la comunión de nuestra Iglesia con el Santo Padre y la devoción a su persona. Esta unidad que caracteriza a la Iglesia en Cuba ha hecho posible que se mantenga siempre constante y activa en el servicio del Señor, aún en los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir. Conozco, queridas hermanas, su espíritu eclesial y sé que se integrarán de corazón en esta Iglesia nuestra tratando de conocer paso a paso las peculiaridades del medio social totalmente diverso en que vive la Iglesia en Cuba.
Pronto descubrirán, queridas hermanas, el cariño de nuestro pueblo por las religiosas. Este especial afecto por las mujeres consagradas es proverbial en el pueblo cubano. Tanto las religiosas contemplativas, como aquellas que cuidan enfermos en los hospitales o en sus casas; las que atienden con amor inigualable a los ancianos, a los leprosos, a los discapacitados, las que animan las catequesis parroquiales, las que en nuestros barrios y campos visitan, consuelan, socorren, se ocupan de comunidades misioneras o de educación no formal, trabajan con madres solteras y con sus niños, todas son queridas de modo especial por católicos y no católicos. En nuestra Arquidiócesis están presentes 29 congregaciones religiosas femeninas. Diez de esas congregaciones han abierto sus casas en La Habana en los últimos 12 años.
Quiero ahora dirigirme a las abnegadas religiosas que sirven a la Iglesia y a nuestro pueblo en esta Arquidiócesis de La Habana desde hace años. Las saludo con el cariño de siempre. Conozco sus preocupaciones y anhelos en su continuo estar presentes en medio del pueblo. Se de sus desvelos por los necesitados, de ese sentimiento de impotencia que a veces las embarga ante tantas dificultades en el quehacer pastoral y en la vida de las personas que las rodean y cómo superan en la oración asidua, con esperanza cristiana, la prueba que les trae cada día. Ustedes saben que su Obispo está siempre cercano y hace cuanto puede por ayudarlas. El Señor premie con su gracia y su paz tantos esfuerzos y sacrificios.
A esta entrega amorosa se suma ahora la presencia de las Brigidinas en la Habana Vieja, que será una bendición del Santísimo Salvador para la gente humilde de este barrio, envuelta hoy por el turismo, pero necesitada de la Palabra de Dios y de la presencia de Cristo Eucaristía.
Esta bendición de Dios se hará efectiva por el testimonio de sus vidas consagradas al Señor y su amor preferencial por los pobres. Que Jesús Salvador las colme de fortaleza y de gozo en su decisión de servirlo entre nosotros, como lo hacen en tantas partes del mundo. Así lo pedimos al Señor por medio de la Virgen María de la Caridad, Nuestra Madre y Patrona.

 

 

Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003