Cuba se acerca a la configuración
normal de una sociedad pluralista. Cada vez, con mayor nitidez, se van
configurando los diferentes sectores de la sociedad cuyo surgimiento
y protagonismo son indispensables para cualquier modelo democrático.
Esos sectores que conforman la sociedad en la que vivimos, son conocidos
con el nombre de actores sociales, o protagonistas sociales. Entendido
en el sentido de que son aquellas personas, instituciones y asociaciones
que mueven la vida social, que la viven en carne propia,
que la estudian, que la ponen en práctica, que describen las
necesidades y las hacen conscientes, que analizan la realidad y la sistematizan.
Los actores sociales son aquellos que influyen en la toma de decisiones
a cualquier nivel y no sólo en la cúpula del poder, son
aquellos que influyen y además determinan, cuando por sus actos
y por su influencia logran, de alguna manera, aunque sea pequeña
o mínima, determinar las decisiones de cualquier sector de la
sociedad.
Por ejemplo: si un grupo de artistas presenta una iniciativa propia
y específica de su manifestación artística, y esa
iniciativa aún cuando sea insignificante provoca que los organismos
del Gobierno que tienen que ver con la cultura, se «muevan»,
se reúnan, consulten y decidan una línea de trabajo, una
respuesta a esa iniciativa, ese grupo de artistas se ha convertido en
un actor social, aún cuando su iniciativa no haya alcanzado su
fin ni su realización siquiera. Pero ha movido a un sector del
Estado y eso determina su protagonismo social.
Otro caso: si el Estado toma una decisión con relación
a un sector de la sociedad, por ejemplo: presiona para que cierren los
trabajos por cuenta propia, y logra su objetivo aún de una forma
indirecta, y además, eso provoca que los que se buscaban el sustento
por esa vía legal, tomen la decisión de pasar a la ilegalidad
o marcharse del país, entonces el Estado ha jugado su rol como
actor o protagonista social, aún cuando no aparezca directamente;
pero es responsable de ese movimiento social.
En un modelo de sociedad autoritaria los actores o protagonistas sociales
se reducen a dos: el Estado, que ostenta todo el poder, y los ciudadanos
que, en su inmensa mayoría, acatan y obedecen las decisiones
venidas de arriba. Una muestra de ello: cuando usted se
presenta a quejarse a un establecimiento estatal y la recepcionista
le dice que ella no tiene nada que ver con eso y lo dirige a un jefe
de departamento, éste le escucha y le dice con toda tranquilidad
que lo comprende, pero que esa orientación viene de su Jefe.
Usted logra entrevistarse con ese Jefe y éste, después
de escucharle, le explica que, si por él fuera, él lo
puede comprender, pero esa decisión viene de los organismos superiores.
Si usted logra llegar al ministerio que atiende el ramo, puede muy bien
encontrarse con un funcionario que le explica que eso es política
del Estado y que él no puede hacer nada para modificarla
porque no está dentro de sus estrategias de trabajo, es decir,
dentro de su competencia. Usted simple ciudadano, que no lo es, se convierte
en ese momento en súbdito de un modelo de sociedad en la que
sólo hay dos actores sociales: uno, que se hace llamar Estado
y todos los demás que sirven de correa de transmisión
para sus decisiones.
La identificación
y el protagonismo de los actores sociales: una señal de cambio
Cuando este modelo va quedando obsoleto y los transmisores intermedios
comienzan a pensar con su cabeza y a actuar con su propia voluntad,
entonces se ha iniciado un cambio de modelo social. Comienzan a surgir
nuevos actores sociales y comienzan a abrirse nuevos espacios para la
participación social, para la animación de los sectores
y ambientes de la sociedad, y nuevos espacios para la toma de decisiones
a cualquier nivel. Se hace manifiesta la diversidad de criterios. Se
hace más transparente la pluralidad de opciones. Se expresa más
evidentemente que hay otros grupos o sectores que han comenzado a tomar
conciencia de su papel como actores sociales.
No me refiero sólo a protagonistas individuales. Me refiero,
también, además, y sobre todo, a grupos de personas, instituciones,
gremios, comunidades, que en sus pequeños espacios, han comenzado
su protagonismo social que puede fácilmente comprobarse. El protagonismo
y la efectividad de los actores sociales se mide y se valida sobre todo
cuando los demás protagonistas sociales comienzan a reaccionar,
comienzan a actuar, se mueven en función de los nuevos
actores. Hemos escuchado en diversas reuniones de organismos estatales
frases como esta: el lugar que nosotros dejemos vacío,
va a ser ocupado por otros, o los espacios que no abramos
nosotros, van a ser abiertos y copados por otros.
Esto, en mi opinión, es una de las señales inequívocas
de que en Cuba hay otros actores sociales, de que en Cuba existen otros
que pueden y quieren abrir y llenar espacios. Y lo que es más
importante aún, que esos otros actores sociales deben tener un
grado de eficacia o de protagonismo tal que son causa y pretexto de
aquellas reuniones, de estas decisiones, de tales programas, de ciertas
prioridades del Estado. Si fueran inexistentes, o aún esos actores
sociales no tuvieran casi ninguna influencia social, o ninguna capacidad
para abrir, animar, cubrir y compartir espacios, el Estado no dedicaría
tiempo, esfuerzos muy serios; tampoco movilizaría organismos,
instituciones y personas para responder a estos nuevos actores
y a aquellos nuevos espacios.
Estoy convencido de que existen en Cuba nuevos y diversos actores sociales,
personas, grupos, organizaciones... y de que existen en Cuba nuevos
y diversos espacios que son abiertos, animados, compartidos y ofrecidos
a cualquier persona de buena voluntad por esos mismos actores sociales.
Por cierto, que esto podría parecer una verdad de Perogrullo,
pero para algunos cubanos que no conocen otros modelos para la convivencia
ciudadana, esta es quizá una visión nueva, o que les abre
nuevos puntos de vista para ver lo que está pasando
a su alrededor.
Sobre todo para nosotros va dirigida esta reflexión. También
para los que son ya actores sociales en cualquier esquina de nuestra
sociedad o en su mismo centro. Porque debemos decir también claramente
que en una sociedad civilizada y moderna los diversos actores sociales
no son, ni deben ser, enemigos o contrarios irreconciliables. Cuando
esto se percibe así, u ocurre así, es porque alguno de
los actores sociales quiere ocupar y sustraer el espacio y el servicio
de los demás. Cuando esto ocurre y uno sólo de los grupos
o instituciones sociales aspira o intenta o alcanza dominar y anular
a los demás protagonistas cívicos esta sociedad no puede
llamarse democrática.
Quizá sirva para superar esas visiones reductivas, recordar quiénes
son reconocidos casi universalmente, como los actores sociales y cuáles
son sus espacios y competencias específicos, sus limitaciones
y formas de complementarse, de modo que comprendamos que ninguno por
separado es capaz de cubrir todo el dinamismo de una sociedad democrática.
Parece ser un criterio aceptado por muchos en el mundo contemporáneo
que los actores sociales se agrupan y reconocen en tres sectores o ámbitos
de la sociedad, a saber:
- la sociedad civil: entendida en sentido estricto, es decir, como la
red o entramado de organizaciones, grupos, instituciones, gremios, sindicatos,
iglesias y otras asociaciones que tienen una autonomía con relación
al Estado y a la sociedad política, que actúan en un espacio
propio y articulado de la sociedad y que permiten al ciudadano organizarse,
participar e influir en la vida social desde las estructuras cívicas
que son propias y caracterizan a la sociedad civil. Estas estructuras
pueden ser sociales, culturales, económicas, laborales, eclesiales,
fraternales, etc. Estas organizaciones cívicas no se agrupan
por su ideología, ni exigen a sus miembros definirse en una de
ellas, ni aspiran a alcanzar el poder del Estado; se agrupan por intereses
sociales, culturales, religiosos, etc. En esto se diferencian de la
sociedad política.
- la sociedad política: entendida, en sentido estricto, como
los partidos. movimientos y agrupaciones que tienen un programa político
para alcanzar el poder del Estado y participar junto con otros partidos
en cualquiera de sus estructuras: Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Estos actores tienen, además de su programa, unos estatutos de
funcionamiento interno para sus afiliados, una ideología única
para todos sus militantes aunque no la imponen a los demás ciudadanos
que no militan en ese partido o movimiento. Tienen unas estrategias
de carácter técnico, es decir, muy específicas
y medibles, con las que pretenden responder a las necesidades de todo
el pueblo. Tienen unas tácticas para alcanzar esas estrategias
y una forma específica de pertenencia y organización,
de financiamiento y de militancia que los convierte en una parte»
muy bien definida del todo que es el conjunto de la sociedad.
- El Estado: entendido como el conjunto de estructuras que sirven para
ejercer la autoridad y la soberanía que el pueblo, cada ciudadano,
ha depositado en sus representantes legítimamente elegidos de
forma libre, responsable, periódica y supervisada por organismos
internacionales cuando hay dudas de alguna de las partes. El Estado
está al servicio del pueblo y no es su dueño, ni su conciencia,
ni su padre, sino su servidor. No debe confundirse el Estado con un
partido, ni con la Nación,. ni con la Patria.
Sin espacio público
se silencia y se confunden los actores sociales
Todos estos actores sociales deben tener su lugar y su voz en el espacio
público, también llamado debate público. Que es
aquella posibilidad real, efectiva, medible y comprobable por todos,
de expresarse libremente, presentar sus propuestas, dialogar sobre el
estado de la nación, debatir las posibles y diversas soluciones,
organizarse para llegar a sus objetivos, aliarse para alcanzar consensos,
retirarse cuando no se sientan representados, criticar y denunciar libremente
lo que consideren inadecuado para la nación y poner a disposición
de todos los ciudadanos sus opiniones, proyectos, iniciativas, denuncias
y demandas. Esto es lo que se llama espacio público del que deben
gozar los tres actores sociales y no sólo alguno de ellos. Sin
espacio público no hay democracia. Sin debate público
no hay democracia.
Por eso el Papa Juan Pablo II dijo en Santiago de Cuba: La Iglesia
llama a todos a encarnar la fe en la propia vida, como el mejor camino
para el desarrollo integral del ser humano, creado a imagen y semejanza
de Dios, y para alcanzar la verdadera libertad, que incluye el reconocimiento
de los derechos humanos y la justicia social. A este respecto, los laicos
católicos, salvaguardando su propia identidad para poder ser
«sal y fermento» en medio de la sociedad de la que forman
parte, tienen el deber y el derecho de participar en el debate público
en igualdad de oportunidades y en actitud de diálogo y reconciliación.
Así mismo, el bien de una nación debe ser fomentado y
procurado por los propios ciudadanos a través de medios pacíficos
y graduales. De este modo cada persona, gozando de libertad de expresión,
capacidad de iniciativa y de propuesta en el seno de la sociedad civil
y de la adecuada libertad de asociación, podrá colaborar
eficazmente en la búsqueda del bien común. (Homilía
en Santiago no. 4)
Así una sociedad sana y democrática debe contar con la
actuación de estos tres actores sociales en igualdad de
oportunidades y en actitud de diálogo :el estado, la sociedad
civil y la sociedad política. Y los tres deben gozar del espacio
público para buscar, entre todos, el bien común. He aquí
en dos palabras la dinámica que debe favorecer y vivir una nación
que pretenda ser democrática.
Ahora bien, puede ocurrir con frecuencia que los papeles no estén
claros, que los roles se interpongan, que los espacios se solapen, que
las actuaciones se sustituyan unas por otras, unas veces por necesidad
suplatoria, otras por falta de una sosegada reflexión política,
otras por ese déficit de educación cívica del que
todos padecemos. En estos casos, siempre es bueno dialogar, debatir,
reflexionar y utilizar los pequeños espacios públicos
que tenemos para estudiar entre todos el protagonismo, la forma de complementarse
y el rol de cada uno de los tres actores sociales que, en mi criterio,
reviste en este momento una importancia capital para el presente y el
futuro de Cuba.
Mutua complementación
entre los roles de los tres protagonistas sociales
Al final de este artículo quisiera dejar algunas opiniones en
relación con la mutua complementación de los tres actores
sociales. Estas opiniones están inspiradas en las enseñanzas
sociales cristianas.
- El Estado no debería asumir ni suplantar el protagonismo de
la sociedad civil ni de la sociedad política. Un Estado que no
reconoce el rol de esos otros dos actores sociales no sólo limita
la libertad y la participación de aquellos sino que empobrece
su mismo papel en la sociedad y pierde espacios, creatividad, críticas
constructivas e iniciativas que pueden aumentar la credibilidad del
mismo Estado, su legitimidad, su gobernabilidad, es decir, su capacidad
para servir a las legítimas necesidades del pueblo primero que
a su interés por mantener el poder. El Estado es siempre necesario.
Pero sus funciones y espacios deben limitarse a los principios de la
subsidiaridad y la solidaridad , que vale decir, que el Estado hará
solamente aquello que los demás actores sociales no puedan o
no quieran hacer. Y el Estado asistirá solidariamente a aquellos
miembros de la sociedad que lo necesiten por tener menos posibilidades
u oportunidades con la seguridad social, la creación de empleos,
la redistribución de las riquezas, etc.
- La sociedad política no debe prescindir ni del Estado ni de
la sociedad civil. No los deben tratar a priori, como enemigos irreconciliables.
Los partidos y movimientos políticos en Cuba deben respetar el
orden y la disciplina social, lo que no significa necesariamente aprobar
todo lo que el Estado hace. Los partidos políticos todos, deben
ser respetuosos del mismo modo, de la sociedad civil incipiente. Sabemos
y debemos convertir en uno de los raseros de nuestra actuación
que sin una sociedad civil independiente, soberana, con pluralidad de
ideologías y de metodologías sociales, las soluciones
políticas, por muy buenas y razonables y pacíficas que
sean desembocarán en nuevos autoritarismos. Aún más,
creo que es muy saludable y conveniente para Cuba que exista una sociedad
civil legítima que sirva de conciencia crítica, de interlocutora
múltiple y plural a los partidos y consensos políticos.
Todavía más, creo que es muy saludable y conveniente para
los mismos partidos políticos, para los consensos por no pocos
de ellos alcanzados, para los protagonistas individuales u organizados,
que tengan una sociedad civil que los interpele, los apoye, los denuncie
o los compela a ofrecer nuevas y mejores propuestas políticas.
Eso no sólo garantiza que nadie se crea con la totalidad de la
verdad, sino que exista un verdadero debate público porque sin
adversarios (ad versus, es decir, propuestas, programas, iniciativas,
soluciones alternativas, no personas contrarias) no hay verdadero debate
en la búsqueda del bien común.
- La sociedad civil no debe prescindir de la sociedad política
ni del Estado. Sería el caos, la anarquía, la atomización
de la sociedad. Ninguna de estas cosas son buenas para la salud de una
nación. La incipiente sociedad civil en Cuba y los consensos
que no pocas de sus organizaciones han alcanzado en una u otra articulación
cívica de las existentes, aún cuando crean que las alternativas
de la sociedad política son inviables, deben acercarse a los
actores políticos para participar con ellos y no necesariamente
contra ellos en dilucidar esas alternativas concurriendo al espacio
público en igualdad de oportunidades y en mutuo respeto y consideración.
Creo que es muy saludable y conveniente para Cuba que podamos comprender
que las soluciones de la sociedad civil y las propuestas de la sociedad
política no tienen por qué excluirse o mutuamente invalidarse.
Por ejemplo, si una organización de la sociedad civil piensa
que su estrategia de trabajo es lograr hacer conciencia a una madre
para que no deje suplantar su papel educativo en la vida de sus niños
ni por la escuela, ni por el PCC, ni por el Estado, y logra educar y
concienciar a un grupo de madres para que ejerzan su soberanía
educativa en complementación con la escuela y el resto de la
sociedad, esa iniciativa de la sociedad civil, sin duda, ha comenzado
ya a alcanzar un cambio en Cuba. Esta es una de las formas para alcanzar
el cambio. Pero no debemos desestimar ninguna otra forma pacífica.
Mientras los partidos políticos deben presentar iniciativas para
el cambio de forma quizá más global, más técnico,
más de arriba hacia abajo. Y esto no le valida para desestimar
las iniciativas de la sociedad civil que son en el sentido horizontal
y de las bases a la cima.
Considero que el día que ambas iniciativas se complementen, sin
ponerse a calcular ahora su total efectividad, ese día algo muy
importante se habrá movido en Cuba.
No se trata de falsas unidades, ni de uniformar el cambio, ni de ir
cada cuál por su camino sin mirar para el lado.
Se trata de ser con los demás, aún más, se trata
de ser para los demás, sin dejar de ser uno mismo.
Esto debemos lograrlo entre cubanos. Esto es lo que somos todos. Debemos
lograrlo también, en lo posible con el tercer actor social que
no debemos olvidar, ni prescindir de su existencia: el Estado. Está
ahí y tiene su función. Debemos no sólo respetarla
cuando sea legítima sino debemos exigirle que la cumpla con toda
coherencia y competencia. Sin las estructuras del Estado no habrá
orden, ni concierto, ni posibilidad de transición pacífica.
Por tanto, considero que hablar de transición pacífica
y desconocer al propio Estado, o enfrentar sin alternativas al Estado,
es sencillamente una ingenuidad o una incoherencia, digamos, no consciente,
tanto de los actores cívicos como de los políticos. No
existe en la experiencia del género humano una transición
pacífica, gradual y ordenada sin alguna participación
del Estado.
Esto hace mucho más grave la responsabilidad de los actores sociales
en el futuro de Cuba. Si la sociedad civil desconoce las alternativas
políticas y el papel del Estado, contribuye, de alguna forma,
quizá sin saberlo, a que el desorden social gane espacio, a que
la vía pacífica se deteriore.
Si la sociedad política desconoce las alternativas de la sociedad
civil o el papel del Estado, contribuye, de alguna manera, quizá
sin calcular su alcance, a que la vía participativa se deteriore,
a que la vía pacífica se vaya cerrando.
Si el Estado desconoce las alternativas de la sociedad civil y de la
sociedad política que van emergiendo y se mueven en Cuba, contribuye,
de una manera fundamental por tener la responsabilidad del orden y del
poder, a que la renovación de la sociedad se retarde, a que las
iniciativas y proyectos éticamente aceptables se pierdan, a que
se desborden el desorden y la indisciplina social que no encuentran
cauces adecuados y a que la vía pacífica para el cambio
que es ineludible, se haga de tal manera inviable que, aún sin
quererlo, se dé paso con esta cerrazón, a la vía
violenta que nadie quiere.
Nadie con sensatez, en Cuba y fuera de ella, desea para su pueblo esta
situación. Deseo expresar mi opinión de que nadie: ni
el Estado, ni la sociedad civil emergente, ni la sociedad política
que se mueve y propone en Cuba, desea la violencia, ni el desorden social,
ni la indisciplina desbordada ni las penurias de hoy, para Cuba.,
Entonces, si damos por sentado que nadie lo quiere, ¿qué
es lo que pasa?
¿Inercia?, ¿inmovilismo?, ¿aferrarnos al poder,
al temer, al dudar de todo y de todos?, ¿falta de diálogo?,
¿falta de voluntad política? ¿falta de realismo
político y cívico?, ¿falta de experiencia y de
educación para la democracia? ¿temores y amenazas reales,
externas o internas, que nos paralizan y atrincheran?
Debemos encontrar una respuesta, o mejor, algunas respuestas, que más
de una debe haber... y para ello se hace imprescindible el espacio público,
el Debate Público. Es una necesidad incuestionable. Es una necesidad
vital para el futuro de Cuba. Es una necesidad para la paz del corazón
y la paz social de cada cubano y de toda la nación. Cada uno
de los actores sociales está interpelado seriamente por esta
necesidad. Cada uno de ellos será validado por la respuesta que
proponga para esta necesidad.
Y si es una necesidad de Cuba y para Cuba: ¿se la vamos a negar?