El domingo 16 de marzo a eso de
las once de la noche falleció en una clínica de la ciudad
de Los Teques, Venezuela, Mons. Eduardo Boza Masvidal, quien siendo
Obispo Auxiliar de La Habana en septiembre de 1961 fue sacado a la fuerza
de su residencia en la habanera parroquia de La Caridad y colocado a
bordo del trasatlántico Covadonga, surto en la bahía
de La Habana, y enviado al exilio. Poco tiempo después de su
expulsión, Mons. Boza se estableció en Caracas donde el
entonces arzobispo de esa sede, el Cardenal José Humberto Quintero,
le encargó la parroquia personal de Ntra. Sra. de la Caridad
para la atención de los cubanos residentes allí. Varios
años más tarde, el entonces obispo de Los Teques, Mons.
Juan José Bernal, le pidió que sirviera como Vicario General
de esa diócesis cercana a la capital venezolana, servicio que
prestó hasta el día de su fallecimiento.
En dos ocasiones, Mons. Boza visitó Cuba después de su
expulsión. La última de ellas durante la visita del Papa
Juan Pablo II. En esa ocasión participó en todas las celebraciones
junto con los miembros de la Conferencia de Obispos Católicos
de Cuba.
Siendo yo un adolescente militante de la JEC, conocí a Mons.
Boza, quien era ya obispo auxiliar, y desde entonces fue para mí
una figura sacerdotal iluminadora. Más tarde durante mi estancia
de dieciocho años en Venezuela, primero como seminarista y luego
como sacerdote, tuve el privilegio de tratarlo más de cerca.
Durante ese tiempo constaté la veneración y el respeto
que en la Iglesia venezolana se le tenía al obispo cubano: obispos,
sacerdotes, religiosos y laicos trataban a Mons. Boza con un cariño
especial. Es que el obispo cubano exilado fue una de esas personas junto
a las cuales se sienten deseos de ser mejor. Él fue un sacerdote
de la estirpe del P. Varela: los grandes amores de Mons. Boza fueron
Cuba y la Iglesia.
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El Papa Juan
XXIII recibe a Monseñor Eduardo Boza Masvidal tras
su expulsión de Cuba. Roma 1961.
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Recuerdo que Mons. Boza decía que ante los problemas sociales
no se debe tener la actitud de los brazos cruzados ni la del puño
en alto, sino la actitud de los brazos abiertos que es la actitud de
Cristo en la cruz. Él decía que esta es la actitud del
amor y del servicio, de la entrega generosa y fecunda; es la actitud
de recibirlos a todos para abarcar las miserias y necesidades de todos;
y decía también que con los brazos abiertos es como se
obra la transformación del mundo. Es la actitud del sacrificio.
Con esa actitud vivió él. Mons. Boza fue un cubano congregante.
El cuerpo de Mons. Boza fue depositado cn la Catedral de Los Teques
en la cripta de los obispos de esa diócesis. Esto es signo de
la alta estima de la Iglesia venezolana por este cubano que también
amó y sirvió a esa buena gente que lo acogió con
generosidad.
Venezolanos y cubanos tenemos ya un nuevo intercesor en el cielo. Ambas
naciones están pasando por un momento dificil de su historia.
Mons. Boza está ya orando por ambas naciones e Iglesias. Quizá
esta sea su forma actual de vivir su lema episcopal: No he venido
a ser servido, sino a servir
A través de personas así todos recibimos un baño
de luz, de la luz de Cristo Jesús.