Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003


REFLEXIONES

 

JESUCRISTO, MODELO DE UNA IGLESIA ENCARNADA Y EVANGELIZADORA

MARÍA DE LOS ÁNGELES GARRIGA GONZÁLEZ, RSCJ

 

 

Introducción

Jesucristo modelo

Iglesia encarnada

Iglesia evangelizadora

Una Iglesia que anuncia y practica el Reino

Conclusión

Bibliografía

Referencias

 

 

 

MARÍA DE LOS ÁNGELES GARRIGA GONZÁLEZ, RSCJ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Introducción

Es este un título muy amplio y de marcado acento teológico. No creo que pueda abarcar todo lo que estas palabras contienen y evocan pues no tengo el conocimiento académico suficiente, ni siquiera una larga vida en cuyas experiencias poder apoyarme. Pero sabiendo que todos somos “capaces de Dios”, me atrevo a compartir algo con respecto a este tema apasionante y que nos toca la vida a todos de un modo u otro.
En primer lugar miraremos a Jesucristo y luego a la Iglesia que lo sigue. Es fundamental como punto de partida, establecer que no vemos a Jesús como un fundador que creó unos estatutos o regla de vida necesariamente enmarcada en una época y cultura, ni a la Iglesia como a un grupo de afiliados que tratan de continuar el esquema inicial, con las necesarias adaptaciones a los tiempos nuevos. La relación de Jesús con la Iglesia es mucho más profunda, entra dentro del misterio de su ser totalmente divino y totalmente humano, y dentro del misterio de cada persona y comunidad que se adhiere a Él y acoge libremente por el Bautismo la novedad del Reino como Gracia. Cada vez que aparezca el término Iglesia siempre se referirá al Pueblo de Dios, a cada bautizado, a cada comunidad cristiana que vive una relación con la persona de Jesús que le lleva a la experiencia del seguimiento.
Jesucristo es el fundamento, más que fundador, de la Iglesia. Ella es realidad que nos constituye, nos define como personas, nos vincula con Jesús y entre nosotros (1Cor 12, 12 ss) con una vocación que integra nuestra vida humana, nuestras relaciones y todo nuestro mundo en camino hacia la plenitud del Reino de Dios. Si queremos vernos como Iglesia hoy, tenemos necesariamente que mirar a Jesucristo y descubrir en Él las ofertas que Dios nos está haciendo en el presente1 para vivir nuestra vocación en nuestro mundo, y gestar en lo pequeño el Reino de amor y paz en nuestra realidad cubana.
Para hablar de Jesús vamos a contemplarlo en los evangelios. Seguiremos de cerca su itinerario, sus gestos, palabras, acciones, sentimientos y actitudes. Esto nos llevará a conocerlo íntimamente y adherirnos a su persona y su misión de anunciar y construir el Reino de Dios. Luego, desde esta opción personal, por lo tanto comunitaria, vamos a iluminar y cuestionar algunos aspectos de la realización histórica actual de nuestro ser Iglesia.

Jesucristo modelo

Para nosotras, las Religiosas del Sagrado Corazón, esta expresión de “Jesucristo Modelo” encierra un gran contenido y significado. Nuestra fundadora la usó para referirse a nuestro modo de unirnos y conformarnos con las actitudes y sentimientos de su corazón, es decir, con el núcleo de su persona. Jesucristo es para nosotras el centro, la referencia última y primera, la fuente donde beber, el libro abierto donde encontrar toda respuesta. No estaba lejos nuestra Madre Sofía Barat de lo que ciento cincuenta años después hizo a la Iglesia renovar su mirada sobre sí misma en medio del mundo.
El Concilio Vaticano II afirmó que Dios se nos ha comunicado definitivamente en Jesús y que esta comunicación es insuperable y abierta a todos lo tiempos y culturas (Heb 1, 1). 2 Podemos contemplar los misterios de su vida humana - divina como el horizonte de lo que somos y estamos llamados a ser por Gracia de Dios. Desde su modo de entrar en nuestra historia hasta su Pascua, en cada gesto, palabra y acción de Jesús, en cada circunstancia y situación a las que se acercó, en cada anuncio y denuncia que hizo, en cada milagro y gesto de compasión y misericordia, en cada definición y opción suyas, estamos teniendo acceso al misterio de Dios, a su Revelación total, al don de su Vida para que el mundo tenga vida abundante (Jn 10, 10). Sólo contemplando a Jesús, podremos descubrir la novedad de Dios que se nos ofrece para cada tiempo, cada circunstancia, cada cultura.3
Jesús de Nazaret es Dios hecho hombre, Dios “anonadado” y “abajado” hasta nuestra carne (Fil 2, 6 ss). Su vida que nace frágil e indefensa en un portal de Belén, en una situación histórica de opresión civil y religiosa, en una cultura tradicionalista rígida, en una familia pobre y anónima, nos muestra el gran gesto de Dios: hacerse hombre. Dios ha querido saber por experiencia propia qué es ser persona humana, se ha puesto en nuestro lugar y se ha hecho cercano de manera total, inmediata, personal.4
La vida humana de Jesús nos muestra cómo Dios se solidarizó con nuestra vida, y aprendió como nosotros. Creció, maduró, escuchó, oró. Jesús comprobó personalmente los sufrimientos y dolores, las tentaciones y dificultades que encontramos para ser verdaderamente humanos e hijos de Dios y sufrió en su cuerpo las consecuencias del egoísmo y la agresividad de los poderosos. Conoció la oscuridad de la fe ante la aparente ausencia de Dios en el momento de la prueba (Mc 15, 34). Sufrió nuestro pecado, sin cometer Él ningún acto que lo apartara de la voluntad del Padre o que lo hiciera cómplice del mal. 5
Vamos a fijarnos en algunos rasgos de Jesús que pueden darnos luz para seguir contemplándolo y descubriendo lo que Dios nos ofrece en Él y con Él:
La mirada de Jesús es una mirada diferente, capaz de penetrar la realidad y descubrir en su fondo, tal vez oscuro y misterioso, la presencia del Dios de la Vida que hace a toda persona y realidad capaz de bien y de amor:
¨ Vio en Simón, en Andrés y en los Zebedeos, los pescadores de hombres que necesitaba el Reino (Mc 1, 16-20).
¨ A Natanael también lo descubrió en toda la hondura de su persona (Jn 1, 47-48).
¨ A Zaqueo le vio el corazón con deseos de cambio (Lc 19, 1 ss).
¨ Descubrió el gesto pequeño de la viuda como más valioso que el de los magnates de Jerusalén (Lc 21, 1-3).
¨ Al contemplar la fastuosidad y belleza del templo, pudo descubrir la injusticia y la fragilidad de las construcciones humanas (Mt 24, 1-2).
Los actos de Jesús son acción de Dios, son la expresión de su Palabra que baja y fecunda la tierra para volver a Dios después de cumplir su encargo (Is 55, 10-11). Como bajan la lluvia y la nieve...
¨Desde su salida de Galilea para hacerse bautizar por Juan, el retiro al desierto, la llamada de los primeros discípulos, y el relato de un día de su vida, el evangelista Marcos nos presentará los hechos en los que Jesús va haciendo la obra de Dios, su reinado presente en medio de la gente sencilla, sus gestos de acogida, liberación, misericordia, ternura (Mc 1, 31. 40-41).
¨Son evidentes sus prioridades: lo primero es la misericordia, la ternura, luego la oración y desde ahí, la salida a predicar (Mc 1, 30-39).
¨Muestra la voluntad del Padre de acoger y amar a todos sus hijos e hijas. No es un Dios que viene ajustando cuentas, ni pasando factura a tanto pecado, desviación y olvido que de seguro aquella gente había vivido, sino que primeramente llama a la conversión con gestos concretos de cercanía y misericordia (Mt 8,1-4; Lc 5, 17-26).
¨No impone su acción misericordiosa, sino que pregunta a la persona cuáles son sus necesidades y búsquedas para desde ahí responder con el amor que libera (Lc 18, 35-43).
Las palabras de Jesús son por excelencia lenguaje de Dios. No van a conectar primeramente con la sabiduría especulativa de los “sabios y entendidos”, sino que se expresa en un lenguaje abierto y simbólico que sintoniza con las experiencias humanas, con la vida y la sabiduría cotidiana de los “sencillos y humildes” (Mt 11, 25-26).
¨ Es un lenguaje abierto y sugerente, que más que definir a Dios con conceptos cerrados, introduce a la gente en el Misterio del Padre rico en misericordia6 y abre espacios para una respuesta de fe sincera desde actitudes humanas interiores (Mt 13; Mc 4; Lc 15 y 16; Jn 10, 1-16; 15, 1-10).
¨ Su discurso toca la realidad y denuncia las injusticias que la situación política y religiosa provocan contra los más débiles y propone un nuevo orden que trasciende cualquier esquema político donde sitúa a la persona humana en primer lugar (Mt 23, 13-39; Jn 2, 13-16; Lc 20, 20-26).
Los pasos de Jesús hacen presente al Dios que camina con su pueblo desde el Antiguo Testamento. Su movimiento por la geografía reducida de la Palestina romana, del Israel dividido y excluyente, ponen de manifiesto cómo es Dios.
¨ Su éxito efímero entre las muchedumbres lo llevan a caminar de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, con su comunidad reducida de discípulos, tratando de construir con ellos una comunidad al servicio del Reino (Mt 5, 18; Mt 9,1; Mt 15,21; Mt 16,13; Mt 18, 24; Mt 19,1).
¨ Se mueve en un itinerario incluyente, que da prioridad a la periferia, los márgenes, y desde allí pone en camino a los que todos creían paralizados sin remedio (Jn 5, 1-18).
¨ Su origen galileo, su apelativo de “nazareno”, no le impidieron marchar libre por los caminos de Palestina hasta la propia Jerusalén (Mt 16,21; 20, 17) y enfrentar allí el conflicto inevitable que provoca la novedad de su mensaje (Mc 14, 43-15, 37).
Las relaciones de Jesús evidencian las preferencias y falta de prejuicios de un Dios que sorprende y cuestiona los esquemas humanos, culturales o religiosos, que incluso en su nombre empequeñecen la dignidad de la persona.
¨ No tiene a menos juntarse con los pobres, los pecadores públicos y ladrones (Mt 9, 9-13; Lc 19, 1-9; Lc 5,15).
¨ Aunque en la tradición judía estaba muy arraigada la falta de aprecio de la mujer, Jesús, que fue tan fiel a su pueblo y se encarnó en su cultura, vivió relaciones de amistad y cercanía con muchas mujeres (Lc 8, 1-3; 10, 38-42) y defendió su dignidad (Jn 8, 1-11; Lc 7, 36-50). Los niños y jóvenes tiene un lugar privilegiado en sus gestos y enseñanzas (Lc 7, 11-17; Mt 19, 13-15; Mt 18, 1-6).
¨ Jesús se acerca, toca, se compadece, sana y libera a los enfermos, los de males comunes y también los “malditos” por la lepra o los “espíritus inmundos” (Lc 5, 12-14; Mc 5, 1-20; Lc 17, 11-19). No teme la “contaminación”, otro criterio tradicional inhumano e injusto.
Jesús trae la novedad de Dios-amor que no puede ser más que bueno, que busca siempre comunicarse con sus hijos sin distinción de raza, religión o conducta; un Dios que potencia a las personas para alcanzar la condición divina por medio del Espíritu que Jesús comunica; un Dios siempre dispuesto a perdonar; un Dios al servicio de la humanidad, trabajando en favor suyo; un Dios «débil”, que no se impone y nada puede frente a nuestro rechazo; un Dios tierno que se solidariza con los parias de la tierra; un Dios dinámico que nos ofrece el Reino como propuesta de futuro que compromete nuestros deseos y acciones.7
Su ser Hijo de Dios e Hijo del Hombre se expresa en su decir, su hacer, su sentir, en fin, en toda su persona. Fijémonos ahora en algunos rasgos del contenido fundamental de su anuncio y su práctica del Reino que constituyen también llamada a que contemplemos y vivamos en consecuencia:
· La felicidad y la alegría en el Reino son consecuencia de una vida que asume las actitudes y el estilo del Dios que Jesús encarna (Mt 5 1-12). La pobreza es el primer rasgo del modo de ser de Dios-con-nosotros.
· Los ciudadanos del Reino no son eficaces por el número, sino por la calidad de su presencia y su compromiso con la realidad (Mt 5, 13-16; Lc 13, 18-20).
· La transformación del mundo según el Plan del Padre se realiza desde lo pequeño, con el concurso de los esfuerzos y compromisos de todos los seguidores de Jesús, en la misión de escuchar, consolar, liberar y animar al pueblo (Mt 10; Lc 10, 1-23).
· La cercanía de Dios no invalida los procesos de crecimiento y maduración de la vida humana, ni nos inmuniza contra el mal que nos acecha y nos rodea. Nos da más bien la certeza de nuestra capacidad y posibilidad, por la Gracia, de vivir en plenitud desde lo pequeño lo que será para siempre nuestro destino en Dios (Mt 13, 1-30).
· El Reino es también misterio escondido que no todos llegan a descubrir, pero los que lo encuentran necesariamente han de definirse de modo radical, no por su sola buena voluntad, sino por el atractivo irresistible de una realidad tan maravillosa (Mt 13, 44-50); aunque siempre cabe la posibilidad de la libre renuncia si es que hay otros atractivos humanos que nos esclavizan (Mt 19, 16-24; Lc 9, 57-61).
· El Reino es un don gratuito de Dios, que no se fija en nuestros méritos, sino que se da por pura generosidad y misericordia suyas (Mt 20,1-16). Todos podemos rehacer los vínculos que hayamos roto y recomenzar nuestro proyecto de vida según los valores y actitudes del Reino (Lc 15, 1-32).
· La dinámica del Reino no se basa en leyes y ritos, sino en las actitudes interiores y en la búsqueda de responder al bien necesario para cada persona (Mc 7, 1-13; Lc 6, 1-11; Mt 15, 10-11).
· No hay nacionalidad, cultura o religión que pueda atribuirse la posesión del Reino, sino que a todas llega esta realidad con su capacidad de inculturación y liberación (Mc 7, 24-30; Jn 4, 21-24; Lc 7, 1-10).
· No solo al final llegaremos a disfrutar y poseer aquello que Dios nos promete, sino que en medio de nuestro caminar y de nuestro esfuerzo, el Padre nos regala experiencias de plenitud que nos renuevan las fuerzas y nos hacen tomar decisiones consecuentes con nuestra opción por Jesús y el Reino (Mc 9, 1-10; Lc 10, 21-22).8
· La única jerarquía posible entre aquellos que viven este estilo de Jesús es la que otorga el colocarse al servicio incondicional, gratuito y amoroso de los demás. En el Reino las cosas funcionan justo al revés de lo común en la organización humana (Mc 9, 35; Jn 13, 12-17; Mc 10, 41-45; Lc 10, 25-37).
· Cuando se viven estos valores hasta el final es inevitable el conflicto con los poderes e instituciones de este mundo. La prueba de la persecución, el dolor y la muerte son paso inevitable. (Mt 26, 39-46; Mc 8, 34-35; Mc 10, 33-34).
El Reino es Jesús. Así de sencillo y de misterioso. En su persona, su predicación y su acción Dios se hace presente y su fuerza salvadora comienza a transformar nuestro mundo. Sin embargo, no se queda en Jesús esta realidad de Dios presente y actuante. Por el Espíritu que hemos recibido somos también sujetos de este misterio de la Encarnación.9 Como miembros de su estirpe sacerdotal, real y profética, somos Iglesia, es decir, miembros del Cuerpo de Cristo. Estamos unidos a Él y entre nosotros por los sacramentos, en especial el Bautismo y la Eucaristía.10 En esta pertenencia, que no es externa sino que configura todo nuestro ser, se juega nuestra fidelidad al Plan de Dios y a nuestra vocación y misión en el mundo.

Iglesia encarnada

Mucho se ha escrito sobre la Iglesia, su ser y su misión en el mundo. Creo que conceptos claros ya hay suficientes en los Documentos de Concilio y en innumerables libros de prestigiosos teólogos. La cuestión radica en lo que hemos logrado “encarnar” después del Concilio y de las grandes renovaciones que se quisieron llevar a cabo. La opción de nuestra Iglesia como resultado de la Reflexión Eclesial Cubana (REC) que culminó en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) con la prioridad de “Iglesia encarnada” es hoy más que nunca un desafío y una llamada a la conversión a los cubanos católicos que queremos seguir a Cristo aquí en nuestra tierra.
Seguir a Jesús es una decisión personal y por lo tanto comunitaria. La Gracia que recibimos en el Bautismo florece al encontrar la respuesta libre y consciente de la persona humana. Nunca seremos Iglesia, por muchos sacramentos que administremos o recibamos, si no logramos acompañar el crecimiento humano necesario para que se dé esa opción libre por Jesús; si no continuamos acompañando y alimentando nuestra relación personal y la relación de nuestros hermanos de comunidad con el Dios que se nos ha revelado en Jesús de Nazaret. En los tiempos actuales esto es un imperativo pastoral ante las corrientes culturales y espirituales que proliferan en este cambio de época.11 Con razón nuestro Plan Global de Pastoral insiste en esta prioridad.
El peligro está en polarizarnos, en dejarnos llevar por el péndulo de los movimientos históricos y sociales, a los que no somos ajenos, y reducir nuestra contemplación de Jesús a un campo de intimidad individual o grupal que en el peor de los casos puede transformarse en un estado superior de conciencia que nos saque de este mundo de conflictos y nos “salve” del caos que nos rodea, o nos lleve a posturas fundamentalistas y cerradas.
Seguir a Cristo como Iglesia, como comunidad, implica que lo contemplemos, como nos pide el Papa en la carta Tertio Millenio Ineunte,12 y nos dejemos interpelar juntos por su vida, su palabra, sus gestos, sus acciones, sus relaciones, su mirada, su mensaje y compromiso con el Reino. Solo desde un encuentro verdadero con el Señor, donde nos sintamos enamorados intensamente de su persona y su vida, donde gocemos de este misterio que nos ha sido regalado de poder unirnos íntimamente con Él, nacerá, por la Gracia del Espíritu, nuestra respuesta de compromiso: ser, en la totalidad de nuestra persona, seguidores de Cristo en medio de nuestra realidad, de nuestra vida económica y política, de los grupos civiles y eclesiales en los que nos desarrollamos.
En esta época de “lo plural” y “lo diverso” no podemos pretender que hay un único camino de encuentro con el Señor, ni un solo modo de llevarlo a la vida. Compartiremos desde nuestra perspectiva una mirada crítica y a la vez llena de sueños sobre la realidad de la Iglesia en Cuba en esta hora que estamos viviendo.
Si queremos seguir a Jesús aquí tenemos que encarnarnos en la vida de nuestra nación no como una élite de escogidos y privilegiados, sino como hermanos de todos. Desde ahí prestar atención a los gestos y signos de las personas y realidades en las que vivimos. No podemos andar desconectados de los acontecimientos y vivencias de las personas y grupos a los que hemos sido enviados.
Una Iglesia que mira como Jesús:
¨ Sabe descubrir la intención sana, los deseos no expresados, las necesidades y carencias de los que se acercan y aún de los que la desconocen, desechando una mirada condenatoria a priori de la realidad, las personas o los acontecimientos.
¨ Confía en primer lugar en la capacidad de Dios que tienen las personas, sabiendo que los sencillos y humildes son los preferidos del Padre.
¨ Descubre y apoya los gestos pequeños de todos lo que se esfuerzan por ser coherentes y vivir como Jesús.
¨ Reflexiona sobre los acontecimientos de la historia presente, sin dejarse engañar por las apariencias, y denuncia la injusticia que se esconde tras muchas estructuras políticas y sociales.
Una Iglesia que actúa como Jesús:
¨ Se hace presente en primer lugar con gestos más que con discursos; gestos que hablan de Dios, que responden a las necesidades de la gente, no sólo las más urgentes, sino también las más profundas.
¨ Sale al encuentro, se acerca a la gente, toma la iniciativa, priorizando los signos que muestran la misericordia y el amor de Dios para con los más pobres y excluidos.
¨ No pretende resolver todos los problemas y carencias del pueblo, sino que muestra cuál es el camino para hacerlo entre todos, construyendo el Reino.
¨ No pasa factura a los que en el pasado la abandonaron, ni condena las conductas desde criterios y estructuras propias.
¨ Busca primeramente ligar con lazos de amor y ternura a los que se acercan llamados por el Padre o a los que retornan luego de gastar la fortuna.
¨ No impone su mensaje ni su acción, sino que dialoga con los hombres y mujeres de su tiempo, buscando responder a lo mejor de sus aspiraciones e inquietudes.
Una Iglesia que habla como Jesús:
¨Ilumina la vida de la gente desde la Palabra de Dios con un lenguaje sencillo, que toca la realidad que se está viviendo y la cuestiona.
¨Sabe usar los símbolos y ayudar a que todos se expresen y lleven a su vida cotidiana las actitudes y valores del Reino.
¨Denuncia sin miedo las injusticias que bajo cualquier signo se cometen contra las personas, aunque para ello tenga que arriesgar muchas seguridades.
¨Acompaña la vida y el compromiso político de las personas y grupos, mostrando siempre el horizonte del Reino como absoluto.
Una Iglesia que camina como Jesús:
¨Sale, no tanto en procesiones, sino desde comunidades comprometidas, a buscar a los más alejados, a los que están en los márgenes de la sociedad y desde allí camina con el pueblo, anuncia el Evangelio, se solidariza con los más pobres.
¨ No pone el acento en la estructura visible, ni en las muchedumbres que casi siempre son anónimas y manejables, sino en el dinamismo de las comunidades que viven en medio de la gente, en actitud de diálogo y colaboración para mejorar la vida humana de todos y anunciar desde ella la presencia del Dios de Jesús.
¨ Se compromete hasta el final y da los pasos que sean necesarios, asumiendo el conflicto y el descrédito ante el mundo y sus poderes.
Una Iglesia que se relaciona como Jesús:
¨ Sabe discernir dónde situarse para mostrar claramente la preferencia de Dios por los pobres y excluidos. Defiende, en primer lugar en sí misma, la igualdad de todos los hijos de Dios: hombres y mujeres, negros y blancos, cristianos y de otras religiones, así como la dignidad de toda persona sea cual sea su condición social o moral.
¨ No se aferra a las tradiciones, por muy santas que sean, cuando es evidente que van contra los valores que ella misma proclama.
¨ Está atenta para no dejarse engañar por las grandes eficacias del mundo y privilegiar siempre a las personas, comunidades, gestos y proyectos pequeños y en apariencia menos importantes.
¨ Sabe estar cerca de los enfermos de toda clase, en especial de aquellos que son además marginados por un tipo de dolencia vinculada con su conducta moral.

Iglesia evangelizadora

La misión de la Iglesia es la misma que la de Jesús: anunciar y construir el Reinado de Dios. Otro tanto se ha dicho sobre este tema mirando la Iglesia como sacramento del Reino y prolongación visible de Jesús al servicio del hombre, sobre todo a raíz del Concilio. La Constitución Gaudium et Spes abrió puertas a la búsqueda de las Iglesias particulares y de todo cristiano para seguir a Cristo en el mundo de hoy.13
Siguiendo el camino abierto con la REC, vamos viendo cómo sus prioridades siguen siendo válidas. Sólo desde una Iglesia encarnada y orante seremos verdaderamente una Iglesia misionera. La búsqueda continúa también aquí en nuestra Iglesia cubana, en concreto en esta Iglesia pinareña próxima a su centenario.
A partir de lo ya dicho, no me atrevo a dar respuestas hechas. Jesús es el camino (Jn 14,6). Tenemos que andar por él y responder a la Gracia. No obstante, podemos señalar algunos rasgos y hacernos algunas preguntas que nos hagan revisar nuestras posturas y criterios a la luz de sus valores y actitudes del Reino. Tenemos que volver una y otra vez al Evangelio y confrontar nuestras prácticas y estilos de evangelización. Nosotros también corremos el riesgo de divorciar nuestra vida de nuestro discurso.
He añadido algunas preguntas que podemos llevarlas luego a nuestras comunidades y grupos, a nuestra oración personal y desde lo que juntos compartamos seguir promoviendo los “pequeños pasos que alimentan la esperanza”:

Una Iglesia que anuncia y practica el Reino

1.-Vive las bienaventuranzas no como un código legal al que siempre se le pueden encontrar componendas, sino como el estilo de Dios al que estamos llamados todos. ¿Es la pobreza una opción o solo una realidad asumida porque no hay alternativas por el momento? ¿Qué significado tienen para nosotros los recursos materiales, siempre necesarios, en los que muchas veces se apoya nuestro trabajo en servicio del Reino?
2.-Se hace presente no tanto por su visibilidad física o numérica, como por la búsqueda sincera de mejorar la vida y las relaciones humanas de los grupos, realidades y pueblos donde está. ¿Por qué damos tanto valor al número a la hora de evaluar nuestras presencias, proyectos y acciones pastorales?
3.-Pone más acento en la construcción del Reino en medio de la realidad, que en la preservación de su estructura visible, su organización jerárquica, sus ritos y ornamentos establecidos. En qué medida nuestros esfuerzos se orientan en primer lugar a estar más cerca del pueblo, a escucharlo, consolarlo, animarlo y sanarlo?
4.-Acompaña los procesos catecumenales y de formación de nuestros niños adolescentes, jóvenes y adultos para que lleguen a la opción libre y gozosa por Jesús y su Reino en medio del mundo de hoy. ¿Por qué ponemos todavía los sacramentos como meta de los caminos de formación y nos ocupamos tan poco de dar seguimiento en comunidad de fe y vida a los que han expresado su deseo de seguir a Jesús?
5.-Da testimonio de su entrega radical a Jesús y el Reino a través del compromiso de cada uno de sus miembros, de cada una de sus comunidades, en medio de su vida familiar, de estudio y trabajo, de participación civil y política, no porque el Evangelio le aporte una ideología, sino por la vocación y misión que nacen de la adhesión a Jesús y su proyecto. ¿Por qué ponemos la radicalidad mucho más en lo personal que en lo comunitario? ¿Todavía la reducimos al ámbito íntimo y de lo moral, o a lo más al grado de compromiso intraeclesial?
6.-Se comporta al estilo del Padre que da gratuitamente por su amor generoso y misericordioso y no se fija en los méritos y haberes que cuentan para el mundo. ¿Con qué actitudes de fondo estamos recibiendo a los jornaleros de última hora o a los hijos que retornan? ¿Cuáles son nuestros criterios a la hora de “premiar” o reconocer a los demás?
7.-Pone las personas y la vida por encima de las leyes y los ritos establecidos y necesarios. Favorece y celebra en la liturgia lo que va aconteciendo en el interior y en las relaciones de los hombres y mujeres que forman la comunidad. ¿Qué sentido tienen los ritos en nuestra vida de fe y celebración comunitaria? ¿Son expresión de lo que vivimos e impulso al compromiso o norma que imponemos sin que toque la vida?
8.-No porque ha recibido gratuitamente la Verdad en Jesús, cree que ya la posee del todo; no asume posturas de intolerancia o imposición, sino que se abre al diálogo y la confrontación. ¿Cuál es nuestra postura personal y comunitaria ante lo diferente, ya sea por cultura, política o religión? ¿Cómo anda nuestro espíritu ecuménico y nuestra capacidad de diálogo y acogida de la pluralidad?
9.-Valora y defiende espacios y tiempos en lo personal y lo comunitario para la educación y cultivo de la oración y en ella de la experiencia personal de Dios. ¿Es la oración una dimensión prioritaria o todavía tapa huecos y se reduce porque hay mucho que hacer?
10.-Se organiza para atender a todas las necesidades de la comunidad y de la misión, de acuerdo a la realidad en la que vive y a los carismas y dones recibidos por cada uno de sus miembros, mostrando siempre la dignidad de todos y el valor del servicio a los demás como la clave de toda jerarquización. ¿Cómo se expresa el servicio de cada uno - obispos, consagrados, sacerdotes, laicos- en la comunidad según el ministerio al que ha sido llamado?
11.-Nunca sacrifica su razón de ser, ni su misión de construir el Reino, de defender la dignidad humana y de decir la verdad, por temor a la persecución, el conflicto y la muerte; mucho menos por lograr privilegios u oportunidades. ¿Estamos dispuestos al martirio? ¿A qué cosas buenas tendríamos que renunciar hoy para no comprometer nuestro ser y misión como seguidores de Jesús?

Conclusión

El encuentro con Jesucristo, la relación de amistad con Él, no se da exclusivamente en la contemplación de los pasajes evangélicos. Su presencia abarca otras realidades en las que también lo podemos buscar, en las cuales lo podemos contemplar y escuchar, orar y seguirlo: en toda persona humana (Mt 25,40), en toda comunidad cristiana (Mt 18,20), en la Palabra (Jn 1,14) y en la Eucaristía (1Cor 11, 23-26). Cada una de estas realidades necesita al menos una conferencia y luego mucho de nuestra vida.
No hay que salir de la historia, de la realidad, para encontrarnos con el Señor.14 Tenemos que buscarlo desde ella y con nuestros hermanos para transformarla, a la luz del Evangelio y de lo que el Espíritu nos inspira en cada situación. Contemplar a Jesús desde la vida de cada cristiano, de cada comunidad inserta en el mundo, nos llevará a asumir la lógica de Dios y actuar la novedad del Evangelio en nuestro presente, como cuerpo de Cristo en la historia que se encamina a su plenitud.
El compartir de esta noche, sin muchas pretensiones de ser conferencia, habrá valido la pena si, más que aportar ideas, nos deja inquietudes y preguntas, nos mueve a la búsqueda y sobre todo a la oración de encuentro con Jesucristo vivo y resucitado. Es la mejor garantía de compromiso en su seguimiento.
Que la reflexión y búsqueda de esta Iglesia diocesana durante estos meses, propicie abundantes frutos de santidad y justicia en todos su hijos en medio de este pueblo tan querido. Muchas gracias.

Bibliografía
Camacho, Fernando y Mateos, Juan, EL HORIZONTE HUMANO. La propuesta de Jesús, ediciones El Almendro, Córdoba, 1998.
González Buelta, Benjamín, sj, ORAR EN UN MUNDO ROTO. Tiempo de transfiguración, ediciones MSC, Santo Domingo, 2002.
González-Faus, José Ignacio, Misterio de Dios y justicia humana en Jesucristo, en SALVADOR DEL MUNDO, ediciones SECRETARIADO TRINITARIO, Salamanca, 1997.
DOCUMENTOS DEL VATICANO II. Constituciones. Decretos. Declaraciones, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1972.
Juan Pablo II, EL NUEVO MILENIO, editorial San Pablo, 2001.
Pagola, José Antonio, Jesucristo, Colección Biblia y Pueblo, No. 2, Centro de Reflexión Teológica (CRT) México, D. F., 1990.

Referencias
1 Cfr. González Buelta, Benjamín, sj, ORAR EN UN MUNDO ROTO.
2 Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum, No. 4
3 Cfr. González Buelta, op. cit.
4 Cfr. Pagola, José Antonio, Jesucristo, p. 59
5 Ib. , pp. 59 - 61
6 Cfr. González Buelta, op. cit. , p. 60
7 Cfr. Camacho, Fernando y Mateos, Juan, EL HORIZONTE HUMANO. La propuesta de Jesús, pp. 94-120.
8 Cfr. González Buelta, op. cit.
9 Cfr. González-Faus, José Ignacio, Misterio de Dios y justicia humana en Jesucristo, pp. 103-104.
10 Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, No. 7
11 González Buelta, op. cit., pp.61-64
12 Cfr. Juan Pablo II, El Nuevo Milenio. .
13 Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, Nos. 91-93
14 Cfr. González- Faus, op. cit., pp.100-102

 

 

Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003

María de los Angeles Garriga González, RSCJ
Catalina de Güines, 18 de diciembre del 2002.