Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003


ECLESIALES

 

PALABRAS PRONUNCIADAS POR MONS. EMILIO ARANGUREN EN LA MISA DE EXEQUIAS DE MONS. EDUARDO BOZA MASVIDAL,
EN VENEZUELA.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

S.E. Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, Arzobis
po-Obispo de Los Teques,
S.E. Mons. André Dupuy, Nuncio Apostólico en Ve
nezuela,
S.E. Mons. Baltazar Porras Cardozo, Arzobispo de
Mérida y Presidente de la CEV
Hermanos en el episcopado, presbíteros y diáconos,
religiosos y religiosas, hermanos y hermanas todos:

Nos une, en esta ocasión, el respeto y la admiración por un Pastor de la Iglesia que deja de estar físicamente entre nosotros y que, a la vez, nos deja el legado del testimonio de una vida entregada al servicio de Dios y del prójimo.
Todos los que le conocimos pudimos apreciar siempre en Mons. Eduardo Boza Masvidal su profundo amor a Cristo y a la Iglesia. Años probados por situaciones y hechos que reclamaron de él una inmensa cuota de sacrificio y un caudal inagotable de paciencia.
Así ha vivido Mons. Boza Masvidal largas cuatro décadas de exilio en la hospitalaria Venezuela, que le acogió amablemente y a la que él amó y sirvió como su segunda patria.
Son de todos conocidas las circunstancias que provocaron el impuesto exilio que padeció Mons. Boza. Este sufrimiento se convirtió en él en una pasión por Cuba, su pueblo y su Iglesia. Siempre estuvo, de Cuba, tan cerca como pudo. Atenuaba sus vicisitudes y aspiraciones alegrándose con los progresos que trabajosamente se hacían en la evangelización y henchido de gozo pastoral con la visita que el Santo Padre hiciera a nuestra Patria y de la que, felizmente, pudo participar junto a sus hermanos en el Episcopado Cubano.

Monseñor Emilio Aranguren, Obispo de Cienfuegos y Secretario de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, (izquierda) representó al Episcopado Cubano en las exequias.
A su lado Mons. José H. Sánchez Porras, obispo auxiliar de Caracas
y Mons. Nicolás Bermúdez.


Al despedir los restos mortales del buen pastor que fuera Mons. Boza, retengamos, junto con el afecto a su persona, la memoria viva y agradecida de sus cualidades humanas y sus virtudes cristianas, y el ejemplo de su sacerdocio vivido íntegramente. Que el homenaje mejor que le tributemos sea el de seguir su ejemplo.
La Iglesia que vive en Cuba agradece a Mons. Boza el apoyo que siempre le brindó y el testimonio de la vida santa que nos deja. Al mismo tiempo, la Iglesia que vive en Cuba agradece a la Iglesia en Venezuela y a este hermano pueblo, la bondadosa acogida que mitigó su dolor y gratificó sus trabajos pastorales, especialmente en esta Diócesis de Los Teques, en la que desarrolló su ministerio a lo largo de los últimos 34 años.
Dios, Señor de la Vida, reciba en su Gloria a nuestro padre y hermano y nos permita a todos seguir sus pasos en la virtud, por la extensión de su Reino en el mundo y por el bien de nuestros pueblos.
Hoy, 20 de marzo, último día de la estación del invierno, cae en tierra venezolana, la semilla del cuerpo de Mons. Boza. Ya mañana es primavera y todos esperamos que comience a ser fecunda. Esta es nuestra esperanza.
¡Que en paz descanse!.

Nota: La introducción no fue leída ya que participaron varios oradores y se alargaba mucho. Mons. Aranguren comenzó su alocución diciendo: “Nos une, en esta ocasión...”

 

 

Revista Vitral No. 54 * año IX* marzo-abril 2003