Introducción
Es este un título muy amplio
y de marcado acento teológico. No creo que pueda abarcar todo
lo que estas palabras contienen y evocan pues no tengo el conocimiento
académico suficiente, ni siquiera una larga vida en cuyas experiencias
poder apoyarme. Pero sabiendo que todos somos capaces de Dios,
me atrevo a compartir algo con respecto a este tema apasionante y que
nos toca la vida a todos de un modo u otro.
En primer lugar miraremos a Jesucristo y luego a la Iglesia que lo sigue.
Es fundamental como punto de partida, establecer que no vemos a Jesús
como un fundador que creó unos estatutos o regla de vida necesariamente
enmarcada en una época y cultura, ni a la Iglesia como a un grupo
de afiliados que tratan de continuar el esquema inicial, con las necesarias
adaptaciones a los tiempos nuevos. La relación de Jesús
con la Iglesia es mucho más profunda, entra dentro del misterio
de su ser totalmente divino y totalmente humano, y dentro del misterio
de cada persona y comunidad que se adhiere a Él y acoge libremente
por el Bautismo la novedad del Reino como Gracia. Cada vez que aparezca
el término Iglesia siempre se referirá al Pueblo de Dios,
a cada bautizado, a cada comunidad cristiana que vive una relación
con la persona de Jesús que le lleva a la experiencia del seguimiento.
Jesucristo es el fundamento, más que fundador, de la Iglesia.
Ella es realidad que nos constituye, nos define como personas, nos vincula
con Jesús y entre nosotros (1Cor 12, 12 ss) con una vocación
que integra nuestra vida humana, nuestras relaciones y todo nuestro
mundo en camino hacia la plenitud del Reino de Dios. Si queremos vernos
como Iglesia hoy, tenemos necesariamente que mirar a Jesucristo y descubrir
en Él las ofertas que Dios nos está haciendo en el presente1
para vivir nuestra vocación en nuestro mundo, y gestar en lo
pequeño el Reino de amor y paz en nuestra realidad cubana.
Para hablar de Jesús vamos a contemplarlo en los evangelios.
Seguiremos de cerca su itinerario, sus gestos, palabras, acciones, sentimientos
y actitudes. Esto nos llevará a conocerlo íntimamente
y adherirnos a su persona y su misión de anunciar y construir
el Reino de Dios. Luego, desde esta opción personal, por lo tanto
comunitaria, vamos a iluminar y cuestionar algunos aspectos de la realización
histórica actual de nuestro ser Iglesia.
Jesucristo modelo
Para nosotras, las Religiosas del Sagrado Corazón, esta expresión
de Jesucristo Modelo encierra un gran contenido y significado.
Nuestra fundadora la usó para referirse a nuestro modo de unirnos
y conformarnos con las actitudes y sentimientos de su corazón,
es decir, con el núcleo de su persona. Jesucristo es para nosotras
el centro, la referencia última y primera, la fuente donde beber,
el libro abierto donde encontrar toda respuesta. No estaba lejos nuestra
Madre Sofía Barat de lo que ciento cincuenta años después
hizo a la Iglesia renovar su mirada sobre sí misma en medio del
mundo.
El Concilio Vaticano II afirmó que Dios se nos ha comunicado
definitivamente en Jesús y que esta comunicación es insuperable
y abierta a todos lo tiempos y culturas (Heb 1, 1). 2 Podemos contemplar
los misterios de su vida humana - divina como el horizonte de lo que
somos y estamos llamados a ser por Gracia de Dios. Desde su modo de
entrar en nuestra historia hasta su Pascua, en cada gesto, palabra y
acción de Jesús, en cada circunstancia y situación
a las que se acercó, en cada anuncio y denuncia que hizo, en
cada milagro y gesto de compasión y misericordia, en cada definición
y opción suyas, estamos teniendo acceso al misterio de Dios,
a su Revelación total, al don de su Vida para que el mundo tenga
vida abundante (Jn 10, 10). Sólo contemplando a Jesús,
podremos descubrir la novedad de Dios que se nos ofrece para cada tiempo,
cada circunstancia, cada cultura.3
Jesús de Nazaret es Dios hecho hombre, Dios anonadado
y abajado hasta nuestra carne (Fil 2, 6 ss). Su vida que
nace frágil e indefensa en un portal de Belén, en una
situación histórica de opresión civil y religiosa,
en una cultura tradicionalista rígida, en una familia pobre y
anónima, nos muestra el gran gesto de Dios: hacerse hombre. Dios
ha querido saber por experiencia propia qué es ser persona humana,
se ha puesto en nuestro lugar y se ha hecho cercano de manera total,
inmediata, personal.4
La vida humana de Jesús nos muestra cómo Dios se solidarizó
con nuestra vida, y aprendió como nosotros. Creció, maduró,
escuchó, oró. Jesús comprobó personalmente
los sufrimientos y dolores, las tentaciones y dificultades que encontramos
para ser verdaderamente humanos e hijos de Dios y sufrió en su
cuerpo las consecuencias del egoísmo y la agresividad de los
poderosos. Conoció la oscuridad de la fe ante la aparente ausencia
de Dios en el momento de la prueba (Mc 15, 34). Sufrió nuestro
pecado, sin cometer Él ningún acto que lo apartara de
la voluntad del Padre o que lo hiciera cómplice del mal. 5
Vamos a fijarnos en algunos rasgos de Jesús que pueden darnos
luz para seguir contemplándolo y descubriendo lo que Dios nos
ofrece en Él y con Él:
La mirada de Jesús es una mirada diferente, capaz de penetrar
la realidad y descubrir en su fondo, tal vez oscuro y misterioso, la
presencia del Dios de la Vida que hace a toda persona y realidad capaz
de bien y de amor:
¨ Vio en Simón, en Andrés y en los Zebedeos, los pescadores
de hombres que necesitaba el Reino (Mc 1, 16-20).
¨ A Natanael también lo descubrió en toda la hondura
de su persona (Jn 1, 47-48).
¨ A Zaqueo le vio el corazón con deseos de cambio (Lc 19,
1 ss).
¨ Descubrió el gesto pequeño de la viuda como más
valioso que el de los magnates de Jerusalén (Lc 21, 1-3).
¨ Al contemplar la fastuosidad y belleza del templo, pudo descubrir
la injusticia y la fragilidad de las construcciones humanas (Mt 24,
1-2).
Los actos de Jesús son acción de Dios, son la expresión
de su Palabra que baja y fecunda la tierra para volver a Dios después
de cumplir su encargo (Is 55, 10-11). Como bajan la lluvia y la nieve...
¨Desde su salida de Galilea para hacerse bautizar por Juan, el retiro
al desierto, la llamada de los primeros discípulos, y el relato
de un día de su vida, el evangelista Marcos nos presentará
los hechos en los que Jesús va haciendo la obra de Dios, su reinado
presente en medio de la gente sencilla, sus gestos de acogida, liberación,
misericordia, ternura (Mc 1, 31. 40-41).
¨Son evidentes sus prioridades: lo primero es la misericordia, la
ternura, luego la oración y desde ahí, la salida a predicar
(Mc 1, 30-39).
¨Muestra la voluntad del Padre de acoger y amar a todos sus hijos
e hijas. No es un Dios que viene ajustando cuentas, ni pasando factura
a tanto pecado, desviación y olvido que de seguro aquella gente
había vivido, sino que primeramente llama a la conversión
con gestos concretos de cercanía y misericordia (Mt 8,1-4; Lc
5, 17-26).
¨No impone su acción misericordiosa, sino que pregunta a
la persona cuáles son sus necesidades y búsquedas para
desde ahí responder con el amor que libera (Lc 18, 35-43).
Las palabras de Jesús son por excelencia lenguaje de Dios. No
van a conectar primeramente con la sabiduría especulativa de
los sabios y entendidos, sino que se expresa en un lenguaje
abierto y simbólico que sintoniza con las experiencias humanas,
con la vida y la sabiduría cotidiana de los sencillos y
humildes (Mt 11, 25-26).
¨ Es un lenguaje abierto y sugerente, que más que definir
a Dios con conceptos cerrados, introduce a la gente en el Misterio del
Padre rico en misericordia6 y abre espacios para una respuesta de fe
sincera desde actitudes humanas interiores (Mt 13; Mc 4; Lc 15 y 16;
Jn 10, 1-16; 15, 1-10).
¨ Su discurso toca la realidad y denuncia las injusticias que la
situación política y religiosa provocan contra los más
débiles y propone un nuevo orden que trasciende cualquier esquema
político donde sitúa a la persona humana en primer lugar
(Mt 23, 13-39; Jn 2, 13-16; Lc 20, 20-26).
Los pasos de Jesús hacen presente al Dios que camina con su pueblo
desde el Antiguo Testamento. Su movimiento por la geografía reducida
de la Palestina romana, del Israel dividido y excluyente, ponen de manifiesto
cómo es Dios.
¨ Su éxito efímero entre las muchedumbres lo llevan
a caminar de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, con su comunidad reducida
de discípulos, tratando de construir con ellos una comunidad
al servicio del Reino (Mt 5, 18; Mt 9,1; Mt 15,21; Mt 16,13; Mt 18,
24; Mt 19,1).
¨ Se mueve en un itinerario incluyente, que da prioridad a la periferia,
los márgenes, y desde allí pone en camino a los que todos
creían paralizados sin remedio (Jn 5, 1-18).
¨ Su origen galileo, su apelativo de nazareno, no le
impidieron marchar libre por los caminos de Palestina hasta la propia
Jerusalén (Mt 16,21; 20, 17) y enfrentar allí el conflicto
inevitable que provoca la novedad de su mensaje (Mc 14, 43-15, 37).
Las relaciones de Jesús evidencian las preferencias y falta de
prejuicios de un Dios que sorprende y cuestiona los esquemas humanos,
culturales o religiosos, que incluso en su nombre empequeñecen
la dignidad de la persona.
¨ No tiene a menos juntarse con los pobres, los pecadores públicos
y ladrones (Mt 9, 9-13; Lc 19, 1-9; Lc 5,15).
¨ Aunque en la tradición judía estaba muy arraigada
la falta de aprecio de la mujer, Jesús, que fue tan fiel a su
pueblo y se encarnó en su cultura, vivió relaciones de
amistad y cercanía con muchas mujeres (Lc 8, 1-3; 10, 38-42)
y defendió su dignidad (Jn 8, 1-11; Lc 7, 36-50). Los niños
y jóvenes tiene un lugar privilegiado en sus gestos y enseñanzas
(Lc 7, 11-17; Mt 19, 13-15; Mt 18, 1-6).
¨ Jesús se acerca, toca, se compadece, sana y libera a los
enfermos, los de males comunes y también los malditos
por la lepra o los espíritus inmundos (Lc 5, 12-14;
Mc 5, 1-20; Lc 17, 11-19). No teme la contaminación,
otro criterio tradicional inhumano e injusto.
Jesús trae la novedad de Dios-amor que no puede ser más
que bueno, que busca siempre comunicarse con sus hijos sin distinción
de raza, religión o conducta; un Dios que potencia a las personas
para alcanzar la condición divina por medio del Espíritu
que Jesús comunica; un Dios siempre dispuesto a perdonar; un
Dios al servicio de la humanidad, trabajando en favor suyo; un Dios
«débil, que no se impone y nada puede frente a nuestro
rechazo; un Dios tierno que se solidariza con los parias de la tierra;
un Dios dinámico que nos ofrece el Reino como propuesta de futuro
que compromete nuestros deseos y acciones.7
Su ser Hijo de Dios e Hijo del Hombre se expresa en su decir, su hacer,
su sentir, en fin, en toda su persona. Fijémonos ahora en algunos
rasgos del contenido fundamental de su anuncio y su práctica
del Reino que constituyen también llamada a que contemplemos
y vivamos en consecuencia:
· La felicidad y la alegría en el Reino son consecuencia
de una vida que asume las actitudes y el estilo del Dios que Jesús
encarna (Mt 5 1-12). La pobreza es el primer rasgo del modo de ser de
Dios-con-nosotros.
· Los ciudadanos del Reino no son eficaces por el número,
sino por la calidad de su presencia y su compromiso con la realidad
(Mt 5, 13-16; Lc 13, 18-20).
· La transformación del mundo según el Plan del
Padre se realiza desde lo pequeño, con el concurso de los esfuerzos
y compromisos de todos los seguidores de Jesús, en la misión
de escuchar, consolar, liberar y animar al pueblo (Mt 10; Lc 10, 1-23).
· La cercanía de Dios no invalida los procesos de crecimiento
y maduración de la vida humana, ni nos inmuniza contra el mal
que nos acecha y nos rodea. Nos da más bien la certeza de nuestra
capacidad y posibilidad, por la Gracia, de vivir en plenitud desde lo
pequeño lo que será para siempre nuestro destino en Dios
(Mt 13, 1-30).
· El Reino es también misterio escondido que no todos
llegan a descubrir, pero los que lo encuentran necesariamente han de
definirse de modo radical, no por su sola buena voluntad, sino por el
atractivo irresistible de una realidad tan maravillosa (Mt 13, 44-50);
aunque siempre cabe la posibilidad de la libre renuncia si es que hay
otros atractivos humanos que nos esclavizan (Mt 19, 16-24; Lc 9, 57-61).
· El Reino es un don gratuito de Dios, que no se fija en nuestros
méritos, sino que se da por pura generosidad y misericordia suyas
(Mt 20,1-16). Todos podemos rehacer los vínculos que hayamos
roto y recomenzar nuestro proyecto de vida según los valores
y actitudes del Reino (Lc 15, 1-32).
· La dinámica del Reino no se basa en leyes y ritos, sino
en las actitudes interiores y en la búsqueda de responder al
bien necesario para cada persona (Mc 7, 1-13; Lc 6, 1-11; Mt 15, 10-11).
· No hay nacionalidad, cultura o religión que pueda atribuirse
la posesión del Reino, sino que a todas llega esta realidad con
su capacidad de inculturación y liberación (Mc 7, 24-30;
Jn 4, 21-24; Lc 7, 1-10).
· No solo al final llegaremos a disfrutar y poseer aquello que
Dios nos promete, sino que en medio de nuestro caminar y de nuestro
esfuerzo, el Padre nos regala experiencias de plenitud que nos renuevan
las fuerzas y nos hacen tomar decisiones consecuentes con nuestra opción
por Jesús y el Reino (Mc 9, 1-10; Lc 10, 21-22).8
· La única jerarquía posible entre aquellos que
viven este estilo de Jesús es la que otorga el colocarse al servicio
incondicional, gratuito y amoroso de los demás. En el Reino las
cosas funcionan justo al revés de lo común en la organización
humana (Mc 9, 35; Jn 13, 12-17; Mc 10, 41-45; Lc 10, 25-37).
· Cuando se viven estos valores hasta el final es inevitable
el conflicto con los poderes e instituciones de este mundo. La prueba
de la persecución, el dolor y la muerte son paso inevitable.
(Mt 26, 39-46; Mc 8, 34-35; Mc 10, 33-34).
El Reino es Jesús. Así de sencillo y de misterioso. En
su persona, su predicación y su acción Dios se hace presente
y su fuerza salvadora comienza a transformar nuestro mundo. Sin embargo,
no se queda en Jesús esta realidad de Dios presente y actuante.
Por el Espíritu que hemos recibido somos también sujetos
de este misterio de la Encarnación.9 Como miembros de su estirpe
sacerdotal, real y profética, somos Iglesia, es decir, miembros
del Cuerpo de Cristo. Estamos unidos a Él y entre nosotros por
los sacramentos, en especial el Bautismo y la Eucaristía.10 En
esta pertenencia, que no es externa sino que configura todo nuestro
ser, se juega nuestra fidelidad al Plan de Dios y a nuestra vocación
y misión en el mundo.
Iglesia encarnada
Mucho se ha escrito sobre la Iglesia, su ser y su misión en
el mundo. Creo que conceptos claros ya hay suficientes en los Documentos
de Concilio y en innumerables libros de prestigiosos teólogos.
La cuestión radica en lo que hemos logrado encarnar
después del Concilio y de las grandes renovaciones que se quisieron
llevar a cabo. La opción de nuestra Iglesia como resultado de
la Reflexión Eclesial Cubana (REC) que culminó en el Encuentro
Nacional Eclesial Cubano (ENEC) con la prioridad de Iglesia encarnada
es hoy más que nunca un desafío y una llamada a la conversión
a los cubanos católicos que queremos seguir a Cristo aquí
en nuestra tierra.
Seguir a Jesús es una decisión personal y por lo tanto
comunitaria. La Gracia que recibimos en el Bautismo florece al encontrar
la respuesta libre y consciente de la persona humana. Nunca seremos
Iglesia, por muchos sacramentos que administremos o recibamos, si no
logramos acompañar el crecimiento humano necesario para que se
dé esa opción libre por Jesús; si no continuamos
acompañando y alimentando nuestra relación personal y
la relación de nuestros hermanos de comunidad con el Dios que
se nos ha revelado en Jesús de Nazaret. En los tiempos actuales
esto es un imperativo pastoral ante las corrientes culturales y espirituales
que proliferan en este cambio de época.11 Con razón nuestro
Plan Global de Pastoral insiste en esta prioridad.
El peligro está en polarizarnos, en dejarnos llevar por el péndulo
de los movimientos históricos y sociales, a los que no somos
ajenos, y reducir nuestra contemplación de Jesús a un
campo de intimidad individual o grupal que en el peor de los casos puede
transformarse en un estado superior de conciencia que nos saque de este
mundo de conflictos y nos salve del caos que nos rodea,
o nos lleve a posturas fundamentalistas y cerradas.
Seguir a Cristo como Iglesia, como comunidad, implica que lo contemplemos,
como nos pide el Papa en la carta Tertio Millenio Ineunte,12 y nos dejemos
interpelar juntos por su vida, su palabra, sus gestos, sus acciones,
sus relaciones, su mirada, su mensaje y compromiso con el Reino. Solo
desde un encuentro verdadero con el Señor, donde nos sintamos
enamorados intensamente de su persona y su vida, donde gocemos de este
misterio que nos ha sido regalado de poder unirnos íntimamente
con Él, nacerá, por la Gracia del Espíritu, nuestra
respuesta de compromiso: ser, en la totalidad de nuestra persona, seguidores
de Cristo en medio de nuestra realidad, de nuestra vida económica
y política, de los grupos civiles y eclesiales en los que nos
desarrollamos.
En esta época de lo plural y lo diverso
no podemos pretender que hay un único camino de encuentro con
el Señor, ni un solo modo de llevarlo a la vida. Compartiremos
desde nuestra perspectiva una mirada crítica y a la vez llena
de sueños sobre la realidad de la Iglesia en Cuba en esta hora
que estamos viviendo.
Si queremos seguir a Jesús aquí tenemos que encarnarnos
en la vida de nuestra nación no como una élite de escogidos
y privilegiados, sino como hermanos de todos. Desde ahí prestar
atención a los gestos y signos de las personas y realidades en
las que vivimos. No podemos andar desconectados de los acontecimientos
y vivencias de las personas y grupos a los que hemos sido enviados.
Una Iglesia que mira como Jesús:
¨ Sabe descubrir la intención sana, los deseos no expresados,
las necesidades y carencias de los que se acercan y aún de los
que la desconocen, desechando una mirada condenatoria a priori de la
realidad, las personas o los acontecimientos.
¨ Confía en primer lugar en la capacidad de Dios que tienen
las personas, sabiendo que los sencillos y humildes son los preferidos
del Padre.
¨ Descubre y apoya los gestos pequeños de todos lo que se
esfuerzan por ser coherentes y vivir como Jesús.
¨ Reflexiona sobre los acontecimientos de la historia presente,
sin dejarse engañar por las apariencias, y denuncia la injusticia
que se esconde tras muchas estructuras políticas y sociales.
Una Iglesia que actúa como Jesús:
¨ Se hace presente en primer lugar con gestos más que con
discursos; gestos que hablan de Dios, que responden a las necesidades
de la gente, no sólo las más urgentes, sino también
las más profundas.
¨ Sale al encuentro, se acerca a la gente, toma la iniciativa, priorizando
los signos que muestran la misericordia y el amor de Dios para con los
más pobres y excluidos.
¨ No pretende resolver todos los problemas y carencias del pueblo,
sino que muestra cuál es el camino para hacerlo entre todos,
construyendo el Reino.
¨ No pasa factura a los que en el pasado la abandonaron, ni condena
las conductas desde criterios y estructuras propias.
¨ Busca primeramente ligar con lazos de amor y ternura a los que
se acercan llamados por el Padre o a los que retornan luego de gastar
la fortuna.
¨ No impone su mensaje ni su acción, sino que dialoga con
los hombres y mujeres de su tiempo, buscando responder a lo mejor de
sus aspiraciones e inquietudes.
Una Iglesia que habla como Jesús:
¨Ilumina la vida de la gente desde la Palabra de Dios con un lenguaje
sencillo, que toca la realidad que se está viviendo y la cuestiona.
¨Sabe usar los símbolos y ayudar a que todos se expresen
y lleven a su vida cotidiana las actitudes y valores del Reino.
¨Denuncia sin miedo las injusticias que bajo cualquier signo se
cometen contra las personas, aunque para ello tenga que arriesgar muchas
seguridades.
¨Acompaña la vida y el compromiso político de las
personas y grupos, mostrando siempre el horizonte del Reino como absoluto.
Una Iglesia que camina como Jesús:
¨Sale, no tanto en procesiones, sino desde comunidades comprometidas,
a buscar a los más alejados, a los que están en los márgenes
de la sociedad y desde allí camina con el pueblo, anuncia el
Evangelio, se solidariza con los más pobres.
¨ No pone el acento en la estructura visible, ni en las muchedumbres
que casi siempre son anónimas y manejables, sino en el dinamismo
de las comunidades que viven en medio de la gente, en actitud de diálogo
y colaboración para mejorar la vida humana de todos y anunciar
desde ella la presencia del Dios de Jesús.
¨ Se compromete hasta el final y da los pasos que sean necesarios,
asumiendo el conflicto y el descrédito ante el mundo y sus poderes.
Una Iglesia que se relaciona como Jesús:
¨ Sabe discernir dónde situarse para mostrar claramente la
preferencia de Dios por los pobres y excluidos. Defiende, en primer
lugar en sí misma, la igualdad de todos los hijos de Dios: hombres
y mujeres, negros y blancos, cristianos y de otras religiones, así
como la dignidad de toda persona sea cual sea su condición social
o moral.
¨ No se aferra a las tradiciones, por muy santas que sean, cuando
es evidente que van contra los valores que ella misma proclama.
¨ Está atenta para no dejarse engañar por las grandes
eficacias del mundo y privilegiar siempre a las personas, comunidades,
gestos y proyectos pequeños y en apariencia menos importantes.
¨ Sabe estar cerca de los enfermos de toda clase, en especial de
aquellos que son además marginados por un tipo de dolencia vinculada
con su conducta moral.
Iglesia evangelizadora
La misión de la Iglesia es la misma que la de Jesús:
anunciar y construir el Reinado de Dios. Otro tanto se ha dicho sobre
este tema mirando la Iglesia como sacramento del Reino y prolongación
visible de Jesús al servicio del hombre, sobre todo a raíz
del Concilio. La Constitución Gaudium et Spes abrió puertas
a la búsqueda de las Iglesias particulares y de todo cristiano
para seguir a Cristo en el mundo de hoy.13
Siguiendo el camino abierto con la REC, vamos viendo cómo sus
prioridades siguen siendo válidas. Sólo desde una Iglesia
encarnada y orante seremos verdaderamente una Iglesia misionera. La
búsqueda continúa también aquí en nuestra
Iglesia cubana, en concreto en esta Iglesia pinareña próxima
a su centenario.
A partir de lo ya dicho, no me atrevo a dar respuestas hechas. Jesús
es el camino (Jn 14,6). Tenemos que andar por él y responder
a la Gracia. No obstante, podemos señalar algunos rasgos y hacernos
algunas preguntas que nos hagan revisar nuestras posturas y criterios
a la luz de sus valores y actitudes del Reino. Tenemos que volver una
y otra vez al Evangelio y confrontar nuestras prácticas y estilos
de evangelización. Nosotros también corremos el riesgo
de divorciar nuestra vida de nuestro discurso.
He añadido algunas preguntas que podemos llevarlas luego a nuestras
comunidades y grupos, a nuestra oración personal y desde lo que
juntos compartamos seguir promoviendo los pequeños pasos
que alimentan la esperanza:
Una Iglesia que anuncia
y practica el Reino
1.-Vive las bienaventuranzas no como un código legal
al que siempre se le pueden encontrar componendas, sino como el estilo
de Dios al que estamos llamados todos. ¿Es la pobreza una opción
o solo una realidad asumida porque no hay alternativas por el momento?
¿Qué significado tienen para nosotros los recursos materiales,
siempre necesarios, en los que muchas veces se apoya nuestro trabajo
en servicio del Reino?
2.-Se hace presente no tanto por su visibilidad física
o numérica, como por la búsqueda sincera de mejorar la
vida y las relaciones humanas de los grupos, realidades y pueblos donde
está. ¿Por qué damos tanto valor al número
a la hora de evaluar nuestras presencias, proyectos y acciones pastorales?
3.-Pone más acento en la construcción del Reino
en medio de la realidad, que en la preservación de su estructura
visible, su organización jerárquica, sus ritos y ornamentos
establecidos. En qué medida nuestros esfuerzos se orientan en
primer lugar a estar más cerca del pueblo, a escucharlo, consolarlo,
animarlo y sanarlo?
4.-Acompaña los procesos catecumenales y de formación
de nuestros niños adolescentes, jóvenes y adultos para
que lleguen a la opción libre y gozosa por Jesús y su
Reino en medio del mundo de hoy. ¿Por qué ponemos todavía
los sacramentos como meta de los caminos de formación y nos ocupamos
tan poco de dar seguimiento en comunidad de fe y vida a los que han
expresado su deseo de seguir a Jesús?
5.-Da testimonio de su entrega radical a Jesús y el Reino
a través del compromiso de cada uno de sus miembros, de cada
una de sus comunidades, en medio de su vida familiar, de estudio y trabajo,
de participación civil y política, no porque el Evangelio
le aporte una ideología, sino por la vocación y misión
que nacen de la adhesión a Jesús y su proyecto. ¿Por
qué ponemos la radicalidad mucho más en lo personal que
en lo comunitario? ¿Todavía la reducimos al ámbito
íntimo y de lo moral, o a lo más al grado de compromiso
intraeclesial?
6.-Se comporta al estilo del Padre que da gratuitamente por su
amor generoso y misericordioso y no se fija en los méritos y
haberes que cuentan para el mundo. ¿Con qué actitudes
de fondo estamos recibiendo a los jornaleros de última hora o
a los hijos que retornan? ¿Cuáles son nuestros criterios
a la hora de premiar o reconocer a los demás?
7.-Pone las personas y la vida por encima de las leyes y los
ritos establecidos y necesarios. Favorece y celebra en la liturgia lo
que va aconteciendo en el interior y en las relaciones de los hombres
y mujeres que forman la comunidad. ¿Qué sentido tienen
los ritos en nuestra vida de fe y celebración comunitaria? ¿Son
expresión de lo que vivimos e impulso al compromiso o norma que
imponemos sin que toque la vida?
8.-No porque ha recibido gratuitamente la Verdad en Jesús,
cree que ya la posee del todo; no asume posturas de intolerancia o imposición,
sino que se abre al diálogo y la confrontación. ¿Cuál
es nuestra postura personal y comunitaria ante lo diferente, ya sea
por cultura, política o religión? ¿Cómo
anda nuestro espíritu ecuménico y nuestra capacidad de
diálogo y acogida de la pluralidad?
9.-Valora y defiende espacios y tiempos en lo personal y lo comunitario
para la educación y cultivo de la oración y en ella de
la experiencia personal de Dios. ¿Es la oración una dimensión
prioritaria o todavía tapa huecos y se reduce porque hay mucho
que hacer?
10.-Se organiza para atender a todas las necesidades de la comunidad
y de la misión, de acuerdo a la realidad en la que vive y a los
carismas y dones recibidos por cada uno de sus miembros, mostrando siempre
la dignidad de todos y el valor del servicio a los demás como
la clave de toda jerarquización. ¿Cómo se expresa
el servicio de cada uno - obispos, consagrados, sacerdotes, laicos-
en la comunidad según el ministerio al que ha sido llamado?
11.-Nunca sacrifica su razón de ser, ni su misión
de construir el Reino, de defender la dignidad humana y de decir la
verdad, por temor a la persecución, el conflicto y la muerte;
mucho menos por lograr privilegios u oportunidades. ¿Estamos
dispuestos al martirio? ¿A qué cosas buenas tendríamos
que renunciar hoy para no comprometer nuestro ser y misión como
seguidores de Jesús?
Conclusión
El encuentro con Jesucristo, la relación de amistad con Él,
no se da exclusivamente en la contemplación de los pasajes evangélicos.
Su presencia abarca otras realidades en las que también lo podemos
buscar, en las cuales lo podemos contemplar y escuchar, orar y seguirlo:
en toda persona humana (Mt 25,40), en toda comunidad cristiana (Mt 18,20),
en la Palabra (Jn 1,14) y en la Eucaristía (1Cor 11, 23-26).
Cada una de estas realidades necesita al menos una conferencia y luego
mucho de nuestra vida.
No hay que salir de la historia, de la realidad, para encontrarnos con
el Señor.14 Tenemos que buscarlo desde ella y con nuestros hermanos
para transformarla, a la luz del Evangelio y de lo que el Espíritu
nos inspira en cada situación. Contemplar a Jesús desde
la vida de cada cristiano, de cada comunidad inserta en el mundo, nos
llevará a asumir la lógica de Dios y actuar la novedad
del Evangelio en nuestro presente, como cuerpo de Cristo en la historia
que se encamina a su plenitud.
El compartir de esta noche, sin muchas pretensiones de ser conferencia,
habrá valido la pena si, más que aportar ideas, nos deja
inquietudes y preguntas, nos mueve a la búsqueda y sobre todo
a la oración de encuentro con Jesucristo vivo y resucitado. Es
la mejor garantía de compromiso en su seguimiento.
Que la reflexión y búsqueda de esta Iglesia diocesana
durante estos meses, propicie abundantes frutos de santidad y justicia
en todos su hijos en medio de este pueblo tan querido. Muchas gracias.
Bibliografía
Camacho, Fernando y Mateos, Juan, EL HORIZONTE HUMANO. La propuesta
de Jesús, ediciones El Almendro, Córdoba, 1998.
González Buelta, Benjamín, sj, ORAR EN UN MUNDO ROTO.
Tiempo de transfiguración, ediciones MSC, Santo Domingo, 2002.
González-Faus, José Ignacio, Misterio de Dios y justicia
humana en Jesucristo, en SALVADOR DEL MUNDO, ediciones SECRETARIADO
TRINITARIO, Salamanca, 1997.
DOCUMENTOS DEL VATICANO II. Constituciones. Decretos. Declaraciones,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1972.
Juan Pablo II, EL NUEVO MILENIO, editorial San Pablo, 2001.
Pagola, José Antonio, Jesucristo, Colección Biblia y Pueblo,
No. 2, Centro de Reflexión Teológica (CRT) México,
D. F., 1990.
Referencias
1 Cfr. González Buelta, Benjamín, sj, ORAR EN UN MUNDO
ROTO.
2 Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum,
No. 4
3 Cfr. González Buelta, op. cit.
4 Cfr. Pagola, José Antonio, Jesucristo, p. 59
5 Ib. , pp. 59 - 61
6 Cfr. González Buelta, op. cit. , p. 60
7 Cfr. Camacho, Fernando y Mateos, Juan, EL HORIZONTE HUMANO. La propuesta
de Jesús, pp. 94-120.
8 Cfr. González Buelta, op. cit.
9 Cfr. González-Faus, José Ignacio, Misterio de Dios y
justicia humana en Jesucristo, pp. 103-104.
10 Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, No.
7
11 González Buelta, op. cit., pp.61-64
12 Cfr. Juan Pablo II, El Nuevo Milenio. .
13 Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, Nos.
91-93
14 Cfr. González- Faus, op. cit., pp.100-102