La movilidad humana es una realidad inseparable
de la
vida de las personas y de la vida en sociedad. Es un fenómeno
que ha cobrado, en nuestros días, una importancia que no se puede
ignorar.
En efecto, a medida que las relaciones humanas aumentaron, las necesidades
de trabajo y de sustento fueron ampliándose y formaron naciones
y bloques geográficos cada vez más grandes e interdependientes,
en una palabra, en la misma medida en que el hombre y la mujer desarrollaron
su condición de ser social y, cada país fue constituyendo
una sola casa para sus ciudadanos, y el mundo fue convirtiéndose
en la casa de todos..., en esa misma medida la movilidad humana se ha
convertido, prácticamente, en una manifestación del nivel
de desarrollo social de primer orden.
La movilidad y los medios de transporte para facilitarla, no son problemas
secundarios que se pueden tolerar, no son fenómenos adicionales
fruto del deseo de divertirse de la gente que sale a viajar. Los que
están en las carreteras durante horas y horas, al sol y sin acceso
a lugares donde tomar agua, hacer sus necesidades, o por lo menos sentarse;
son personas, no ganado. Son seres humanos; cada cual con su problema,
sus preocupaciones y su destino; no grupos de animales que suelen atravesarse
desesperadamente frente a los pocos vehículos que transitan.
Moverse no es un lujo, es una necesidad para poder vivir.
De modo que, debemos considerar el hecho de la movilidad humana no sólo
como un problema a resolver, sino, en primer lugar, como una necesidad
intrínseca de la naturaleza del ser humano. Es una necesidad
vital, esencial a la naturaleza humana y al mundo actual. Una necesidad
que no puede desconocerse, que no puede ocultarse, que, como toda necesidad
esencial, debe satisfacerse.
Si una necesidad vital no se satisface, se daña seriamente la
calidad de la vida humana, se lesiona su estabilidad, se provoca un
nivel de estrés dañino y desgastante que va destrozando
la existencia de las personas poco a poco, sin darle la importancia
que tiene este deterioro cotidiano de nuestra existencia.
Facilitar, pues, la movilidad humana y por consiguiente resolver el
problema del transporte, es un derecho humano, un deber del Estado y
una responsabilidad de todos. Es, por tanto, un indicador del nivel
de vida que tiene un pueblo, de la preocupación por la calidad
de vida de este pueblo que tiene un gobierno, de la consideración
que tengamos todos a la dignidad propia de cada persona.
No puede considerarse a un pueblo con un nivel de vida digno cuando
el problema del transporte es de tal magnitud que salta a la vista,
y duele en la cara de cada cubano y de cada persona que viene de visita
a nuestro país.
Todos sabemos que ningún problema es sencillo, que toda dolencia
social tiene sus razones, que todas necesitan recursos para resolverse.
Todos sabemos el problema del combustible que sufre nuestro país,
es decir, que sufrimos todos y cada uno de los cubanos, o por lo menos,
la inmensa mayoría de los cubanos.
No desconocemos que además del combustible, se necesitan piezas
de repuesto, neumáticos, baterías, y otros muchos accesorios
para garantizar el transporte público. Sin embargo, consideramos
que el fenómeno de la movilidad humana no ha sido suficientemente
estudiado y, quizás, considerado como inherente a la dignidad
de la persona humana y como uno de los principales indicadores del nivel
de vida de la sociedad, por las autoridades en nuestro país.
La actual realidad del transporte en Cuba así lo indica, aún
cuando existieran las mejores intenciones.
Escuchamos continuamente, por la calle, estas preguntas que sostienen
la consideración anterior: Si el problema es de falta de combustible,
¿Por qué hay combustible cuando se paga con dólares
en el CUPET? ¿Por qué aparece el transporte para otras
actividades masivas? ¿Por qué existe algo de combustible
para el transporte de mercancías para las tiendas por divisas
y vemos una cantidad casi incontable de vehículos de negocios
y firmas, no extranjeras sino del Estado cubano, camionetas, vans, (llamados
güagüitas), camiones con inmensas propagandas de cerveza,
servicios y enseres que no están al alcance de la mayoría
de nuestro pueblo y al mismo tiempo, no hay combustible para el transporte
público, no hay, incluso en ocasiones, ni para las ambulancias
del servicio de urgencias de los policlínicos y hospitales?
Parece ser un problema de prioridades. O un problema de administración
o de distribución. La realidad es que nos vamos acostumbrando
a que los recursos aparecen, las obras se terminan, los servicios se
garantizan, las escuelas se reparan, los hospitales se reconstruyen,
las casas de damnificados se edifican... todo, cuando se le da la máxima
prioridad. Un país no puede funcionar bien así, con ese
estilo, a ese ritmo de: ahora no se puede hacer casi nada por falta
de recursos y mañana se puede todo y a toda marcha, un país
no puede funcionar bien con esas desproporciones. Sobre todo un país
en el que se expresa que todo está protegido, que todo está
planificado, que todo está pensado para el bienestar de todos.
Pues todos los días, cuando salimos por la mañana a intentar
trabajar y llegar a tiempo al trabajo, nos encontramos con que no hay
transporte. Van pasando días y meses y años y el problema
del transporte no sólo no se resuelve sino que se agudiza. Basta
con asistir a la Terminal de Ómnibus Intermunicipal al final
de la tarde para escuchar por los «altoparlantes» que no
va a salir el Ómnibus o Transporte Popular o Camello que hace
el recorrido una sola vez al día entre la capital provincial
y los pueblos más distantes. Basta con salir a la calle, acercarse
a las salidas de las carreteras o pasar por la autopista nacional. La
verdad sobre la falta de prioridad para resolver el problema del transporte
o, por lo menos, aliviarlo ,está en cada esquina y en cada experiencia
humana que es mejor no contar. Lo peor es que nos vamos acostumbrando
a esa triste realidad, pasando a su lado, sin que intentemos hacer algo
para que, por lo menos, aumente la sensibilidad ante este espectáculo
lamentable.
Pero, el fenómeno de la movilidad humana no se restringe al problema
del transporte público, como todos sabemos. No basta con asignar
un poco más de petróleo y resolver con dos
o tres rastras convertidas en algo que se ha llamado, inoportunamente,
transporte popular. Quien tomó esta iniciativa, sin duda, para
resolver y como dice nuestro pueblo, sacar de donde
no hay, estaba, sin duda sensibilizado con la escasez de transporte,
pero olvidó o no tuvo en cuenta una serie de elementos que son
más importante que el resolver a como dé lugar.
No se puede sacar de donde no hay. No puede inventarse desde la miseria
porque regresamos a la prehistoria. Si de verdad, tenemos en gran consideración
y respeto al pueblo no llamemos popular a algo que es tan
inhumano, tan animal, tan improvisado y tan masificante como esas rastras
o vagones de tren o camiones de carga convertidos en camellos,
en una solución lejana del nivel de vida que habíamos
alcanzado, no sólo nosotros los cubanos, sino otros países,
tenidos como menos desarrollados o por lo menos, más capitalistas
en el sentido de lo inhumano de sus soluciones. Recordamos una noticia
publicada en la sección Hilo directo de Granma que
informaba que en Haití un grupo de ciudadanos había organizado
una protesta pública porque alguna autoridad local había
resuelto el problema del transporte con camiones.
¿Por qué a nadie se le ocurre transportar turistas en
camiones? ¿Por qué a las agencias de viajes no les ha
pasado por sus innovaciones adaptar camellos o bicitaxis entre sus ofertas?
¿O es que los cubanos no tenemos la misma dignidad y derechos
que los turistas extranjeros para resolver nuestros problemas de transporte?
Se trata de un problema de sensibilidad, de derechos, de respeto a nosotros
mismos.
Del mismo modo, la calidad de la movilidad humana se extiende más
allá del medio de transporte a la atención al que viaja.
Comparemos entre una terminal de Omnibus Vía Azul,
por ejemplo, y todas las otras. ¿Por qué el trato y las
condiciones ambientales, y los servicios y el ambiente son tan desagradables
e inhumanos en las otras, y tan bien pensado, tan iluminado, tan humanizado
y tan digno en aquella? No puede ser que existan estas diferencias conscientemente,
sin que se intente hacer otra cosa bien diferente, en una sociedad donde
la atención al hombre y la mujer sea lo principal, porque este
es un Estado de los trabajadores manuales e intelectuales, porque dice
la Constitución de la República de Cuba, en su artículo
9, inciso a, y tercera pleca: El Estado socialista: a) realiza
la voluntad del pueblo trabajador - y garantiza la libertad y la dignidad
plena del hombre, el disfrute de sus derechos, el ejercicio y cumplimiento
de sus deberes y el desarrollo integral de su personalidad.
Ese disfrute y ese desarrollo integral de la personalidad de todos los
cubanos, se ve seriamente lesionado cuando las salas de estancia, tránsito,
salidas y llegadas y los sitios de paradas momentáneas o por
mucho tiempo del transporte llamado popular o de Astro o
de cualquier otro tipo, no reúnen las condiciones humanas y ambientales
mínimas requeridas. Quizá no nos hayamos preguntado nunca
por qué las terminales y paradas, los puentes y las salidas de
los pueblos y poco a poco la misma autopista, toda ella, se van haciendo
lugares propicios para el mal ambiente, las moloteras, los negocios
ilícitos, el refugio de personas jugadoras y borrachas, lugares
donde se grita, se realizan las necesidades primarias casi en público,
se tiran las personas a dormir en el suelo, se reúnen delincuentes
y abandonados? ¿Por qué esto no ocurre en los flamantes
bancos, en las tiendas con boutiques? Está claro que el ambiente
lo crean las mismas condiciones del lugar, el trato que se ofrezca,
la dignidad con que se conciba. Y la gente sabe distinguir y sabe a
dónde ir.
Una consideración especial merece la humanización e idoneidad
de los medios de transporte. El fenómeno avanza sin medida. Como
la movilidad humana es una necesidad y ésta no puede dejar de
hacerse, aunque se le intente reducir al mínimo, las personas
tenemos que movernos y, como el Estado no garantiza el nivel de transporte
suficiente, ni la calidad de los vehículos, ni el buen ambiente
de las terminales, ni el trato que merece un ser humano; entonces pululan
y crecen los remedios inhumanos como el bicitaxi. Engendro
prehistórico que explota el trabajo humano. Un ser humano tirando
de otro ser humano. Un joven, fijémonos que los mayores no pueden
con un bicitaxi, se trata de un hombre joven luchando por la vida dando
pedales. Ellos sí tienen un trato bueno con sus clientes, pero
en muchas ocasiones el cliente no los trata como seres humanos que son.
El problema no se restringe a la educación de los clientes sino
a que la raíz del problema es que no hay transporte. No se trata
de quitar los remedios calamitosos como los coches y bicitaxis; sin
buscar otros medios, se trata de dar a esos ingeniosos y luchadores
cubanos una oportunidad más digna y próspera para resolver
sus problemas y colaborar con un trabajo honesto y humano a la solución
del transporte.
Lo mismo ocurre con los coches de caballos: resuelven un gran problema
como los bicitaxis pero unos a costa de los animales de tiro y otro
a costa de las personas que pedalean. No nos acostumbremos a esta irracional
situación que se prolonga ya más de lo lógico.
Vayamos a la raíz del problema: la solución del transporte
y el nivel digno y humano de la movilidad.
Es verdad que el gobierno no tiene los recursos para comprar el petróleo
que necesita, ni las piezas y equipos para el transporte público.
Pero todos los días vemos en la televisión y la prensa
que los tiene y los utiliza para otros frentes y servicios.
Por eso podemos pensar que es un problema de darle la prioridad que
merece la movilidad humana.
Y si el Estado no puede, no tiene recursos, no alcanza a darle esta
prioridad, pues que abra la posibilidad para que los ciudadanos se organicen
y puedan aportar sus soluciones al transporte con el trabajo por cuenta
propia; sí, pero no reducido a trabajo de pedaleo en bicicleta
y tiro animal. Si la iniciativa no gubernamental se reduce a eso, el
concepto que se percibe sobre el hombre y sobre la naturaleza es primitivo
e inhumano. Nuestro pueblo merece otro tipo de transporte que no se
reduzca a los famosos camiones, bicitaxis y coches de caballos. La iniciativa
de los particulares no debe ser reducida a esos medios arcaicos. Si
el Estado reduce la creatividad y la laboriosidad de las personas a
esas soluciones casi salvajes, algo muy importante de los conceptos
sobre el ser humano y sobre el nivel de vida de la sociedad está
seriamente comprometido y menospreciado.
Aún más, creemos que el problema del transporte público,
más que un problema de recursos materiales es un problema de
concepto. Nadie puede regular la movilidad a su conveniencia sin lesionar
seriamente la dignidad y el derecho de los ciudadanos.
Es un problema de concepto. De cómo concebimos y consideramos
el derecho de toda persona a moverse a voluntad, a recibir un trato
humano y a disfrutar de un desarrollo integral de
su personalidad.
Y si es un problema de concepción sobre la persona humana y la
sociedad, es problema muy serio sobre el que tenemos que reflexionar
y actuar. No nos quedemos en la queja.
No nos acostumbremos a la calamidad.
Pinar del Río, 8 de septiembre de 2002
Fiesta de la Virgen de la Caridad
Madre, Reina y Patrona de Cuba