Revista Vitral No. 51 * año VIII * septiembre-octubre 2002


PEDAGOGÍA

 

EL ESTILO CUBANO DE EDUCAR

PERLA CARTAYA COTA

 

 


-Apuntes para su estudio-

I

Es objeto de mi reflexión desde hace algún tiempo el tema al cual dedico estas cuartillas, no en tono conclusivo sino con el propósito de motivar el deseo de indagación científica en quienes las lean, porque este es, a mi juicio, un aspecto medular para nuestro magisterio al estar íntimamente relacionado con el “ideal educativo” hacia el cual se encamina el trabajo docente cotidiano. Es decir, el maestro debe tener presente, siempre, cómo es el hombre que debe formar...Aspecto que no resulta nada fácil porque debe haber un consenso en la escuela que signifique compromiso colectivo e individual ¿ por qué razón? porque si se cumple el principio didáctico de la sistematicidad poco se podrá alcanzar. Constituye, pues, un desafío que requiere tensar todas las fuerzas pedagógicas, espirituales y morales ... de lo contrario el convenio se convertirá en meras palabras sin sentido objetivo.

P. Félix Varela


Se lesiona a la patria cuando el maestro no es – o deja de ser – un Evangelio vivo. Se lesiona a la patria, desde mi punto de vista, cuando se pretende que el alumno repita el juicio o la valoración que exprese el maestro; ese puede ser el punto de partida para el análisis pero no para las conclusiones.
Ya desde las primeras décadas de la República ese trascendente maestro que fue Ramiro Guerra alertaba al profesorado sobre la necesidad de mirar hacia atrás, es decir, de “hurgar en las raíces”...Alentada por esta necesidad/convicción, ya iniciado el siglo XX, me remonto en estas reflexiones a los estudios que he realizado a partir de : las Actas de la Sociedad Económica de Amigos del País (S. E.A.P.) hasta la década del 40 del siglo XIX; documentos del Archivo Nacional de Cuba, básicamente, de las obras de las figuras criollas consideradas clásicas en la educación en un período en que la nacionalidad luchaba por cuajar. El proceso antes señalado me inclina a pensar que el ideal educativo de aquellos próceres – y coincido con Ramiro Guerra – era, entonces, “fijar los derroteros de una educación nacional”...

II

Creo que los educadores que por su saber y ejecutoria podían señalar pautas a seguir, desarrollaron “por el mismo camino” un estilo de educar que se oponía al sustentado por el gobierno colonial, aportándole cada cual su sello personal.

Rafael María de Mendive


Recuerdo en esta evocación al Pbro. José Agustín Caballero, nuestro primer maestro notable, quien dedicara al magisterio cubano de todos los tiempos consejos que considero inolvidables, los cuales fueron publicados en “Papel Periódico” a partir de su fundación en 1791: “Así como el Sol es más sano y agradable en su nacimiento y el agua se toma limpia y pura en sus manantiales, y las fieras cogidas en sus cuevas se domestican y amansan fácilmente, así los niños pueden ser conducidos con amor a donde la voluntad de los maestros los llevan... Recuerda, maestro, que el laurel crece hermoso y derecho cuando desde pequeño es ayudado artificialmente...” Y refiriéndose directamente a quienes debían formar en las aulas a hombres de conocimientos sólidos y sensibles de espíritu, profirió sentencias que seguramente no pensó que pudieran tener frescura a esta altura de nuestra historia:” “El arte de inspirar las ideas en las cabezas de otros,...de dirigírselas bien, es un arte más raro de lo que se piensa: los que son tontos lo son porque tienen ideas falsas...Hay muchos hombres inconsecuentes porque hay muchos maestros tontos”: Y si estas palabras del padre Agustín tuvieron como origen la carencia de formación profesional de aquellos a quienes viera enseñar en las aulas que visitó como miembro de la S.E.A.P., hoy – en los casos en que podamos repetirlas, -porque no desconozco que, gracias a Dios, Cuba conserva todavía muy buenos maestros - , puede deberse a la improvisación a la que a menudo se recurre (por diversas circunstancias) y a la falta de vocación, aspecto que a menudo van de la mano con la ausencia de amor porque, con palabras del “hombre de la rosa blanca”, la enseñanza es, ante todo, una obra de infinito amor.

José Antonio Saco


El estilo de educar del padre Agustín –quien parece haber sido el primero, históricamente, que en Cuba enseñó a pensar-, se caracterizó por la entrega del amor, la sobriedad, la invitación a la reflexión, el afán de acercar a los alumnos a la naturaleza y a promover en ellos el sentimiento de la justicia así como el amor al idioma castellano.
No es de extrañar por tanto que de las enseñanzas de un maestro así, surgiera – en las propias aulas del Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio- otro docente, el P. Félix Varela y Morales- el primero en dar las clases de Filosofía en Español y no en Latín- cuyo estilo se basaba en desarrollar la independencia cognoscitiva de aquellos a quienes educaba, en incentivarlo para que “descubrieran” en el laboratorio de la escuela los secretos de la naturaleza, en su condición de primer profesor de física y química cubano, en tanto fomentaba en ellos el amor a las ciencias, a la música, a las bellas artes, el sentimiento de la justicia y el amor a Cuba, la patria.
Me apoyo en sus palabras para pensar que, prácticamente, coincidía con su antecesor en un ideal educativo: “formar hombres apasionados e integralmente formados”, aunque le imprimiera el sello indiscutible de su vigorosa personalidad. Se indignaba cuando- en su condición de miembro de la Sección de Educación de la S.E..A.P.- le llegaban noticias de maestros que ofendían y humillaban a los niños; quien así actuaba podía, a juicio del P. Varela, dedicarse a otros menesteres pero jamás sería maestro. Afincándose en su experiencia personal aconsejaba, refiriéndose a quienes hoy llamamos adolescentes, tratarlos como lo que ellos querían ser, es decir, hombres ya formados, e insistió en que esos “viejitos lampiños” solían ser utilísimos. Continúa el Maestro de la juventud cubana revelándonos su estilo al confiarnos un “secreto”: la mejor forma de manejar a los jóvenes, espoleando talento y buenas disposiciones, era estudiar el carácter de cada uno, adecuando a esas circunstancias la estrategia pedagógica. ¡Y cuanta razón pienso que le asistía cuando afirmó que un joven se deleita en toda lucha, sea de la clase que fuere, por eso la resistencia que encontraba sólo servía para aumentar sus esfuerzos pero nunca para conquistar sus inclinaciones...! ....¿Cómo no coincidir con el Maestro Varela cuando lamenta que algún colega interpretara haber obtenido una gran victoria cuando “los muchachos” no manifestaban ante él las ideas contrarias a las suyas o a las que ellos sabían debían expresar?... ¿Cómo no se percataban tales maestros, acotó el Padre, de que , simplemente, ocultaban el propio pensamiento premeditadamente, por temor a la calificación o a la reprimenda?... ¿Cómo no entender que la imposición del maestro – o de quien sea, agrego yo- sólo sirve para formar hombres hipócritas, desleales, lo cual es la negación del ciudadano que necesitaba – y necesita- la Isla que tanto amó?...Los testimonios lo describen –similar en esto al P. Agustín- como un profesor ejemplar. El P. Varela era pulcro y sencillo en el vestir y en el hablar, cariñoso, diligente, nervioso y rebosante de un cálido amor a Cuba, la patria que le vio nacer, a la cual debía obligaciones y sacrificios. Jamás mentía a sus discípulos y trataba creadoramente de cumplir con lo que él consideraba un principio: enseñar deleitando. Su estilo peculiar de ganar para Dios y para la Patria a los ávidos estudiantes que a su vera se formaban germinó, primero, en el bayamés José Antonio Saco que, según parece, fue su alumno preferido, y tanta confianza le tuvo que en sus manos quedó la cátedra de Filosofía – a pesar de que todavía no estaba graduado-cuando él pasó a la de Constitución.

José de la Luz y Caballero


José Antonio Saco, polémica personalidad de nuestra historia, fue en San Carlos un brillante profesor de física y de química a cuya enseñanza también hizo aportes significativos. Su ideal educativo –que se infiere de sus informes a la Sección de Educación y de muchos de sus escritos- , era “preparar al cubano para el desarrollo económico del país” mediante una enseñanza científica y práctica . El estilo de educar que preconizó se basaba en la vinculación de la teoría con la práctica, en la atención a las necesidades del desarrollo al preparar y explicar las clases, y al cultivo de los valores espirituales tales como: patriotismo, la sensibilidad humana, el amor a la cultura y el trabajo. Como maestro fue indoblegable ante la injusticia, austero audaz, esforzándose dentro de sus limitaciones humanas para ser – como corresponde a un educador- un modelo de ciudadano. Defendió la necesidad de fomentar tanto el amor y el respeto al trabajo intelectual como al trabajo físico, manual, insistiendo en concienciar en el alumnado mediante diversas vías las ventajas materiales y morales que el trabajo produce. Como líder de los jóvenes de su tiempo, proclamó públicamente sus convicciones políticas, conociendo, como el P. Varela, la amargura de vivir lejos de su tierra hasta el final de su vida.
Discípulo del P. Agustín y del P. Varela, amigo entrañable de Saco, José de la Luz y Caballero – que también ejerció como docente en San Carlos y en otros planteles concibió el magisterio como una misión social patriótica. Maestro de pensar profundo, tuvo como ideal educativo “formar hombres y no farsantes, hombres y no maquinitas repetidoras”, sueño hermoso que expuso al fundamentar el método explicativo. Convencido de que era la niñez la esperanza de la patria, centró su atención en los grados de la enseñanza primaria, sin relegar a los otros niveles de enseñanza. Su estilo de educar se caracterizó por la intención amorosa – expresada en los métodos de enseñanza que defendió y utilizó- de desarrollar en los niños la imaginación, la independencia de pensamiento y la creatividad, pero ¿cómo lo hacía?... Siempre que el contenido de enseñanza lo permitía, realizaba con sus alumnos “viajes imaginarios” a otros países lo cual requería que, para prepararse para los mismos, los niños indagaran sobre la geografía y la cultura del país en cuestión. Así, Luz procuraba estimular la sana fantasía y, cuando se trataba de Cuba, comenzaba por el estudio de la localidad, e ingeniosamente procuraba proporcionarles conocimientos de la historia patria sin que pudiera aparecer como asignatura en el plan de estudios.
Don Pepe conducía la clase de modo que los niños no temieran expresar las ideas, si erraban al contestar no les decía “estás mal”, sino “hoy no pudiste llegar a donde debías, pero mañana lo lograrás”. Enseñar a pensar y en qué pensar, educar en el patriotismo y para el patriotismo fue, para él y coincidiendo con el P. Varela, una preocupación central de su trabajo diario. Insistió en que no era necesario hablarles a los niños de política porque tenía la convicción de que si eran educados en el sentimiento de la justicia, el sentido del deber y el amor a la patria, serían capaces –ya hombres- de cumplir con los deberes patrios. La literatura era, según su criterio, una vía eficaz para educar el patriotismo y el civismo, esforzándose en el propósito de que sus alumnos aprendieran, leyeran y valoraran “lo cubano” sin desconocer lo universal, e insistía a los maestros en la necesidad de llegar a la esencia del mensaje moral, del valor educativo de las obras que estudiaban.

José Martí


Otra importante peculiaridad de su estilo de educar fue reunir al alumnado – en el Colegio del Salvador- en las famosas “charlas sabatinas” en las cuales – junto a los profesores, trabajadores asalariados, vecinos de la barriada y algunos padres-, a partir de un fragmento de una de las Epístolas de San Pablo o de un versículo del Evangelio, desarrollaba una clase de moral y cívica que perduraría en el recuerdo de los presentes.
Muchos fueron los discípulos que siguieron su ejemplo, tratando tal vez de asumir el estilo lucista, pero él insistía con la humildad que le caracterizaba en que cada maestro debía “escribir” su propio libro...

III

.Durante la primera mitad del siglo XIX se apreciaba en la labor de los educadores criollos objeto de mi análisis, un ideal educativo vinculado a un proyecto político: lograr el desarrollo económico de Cuba y su independencia.
.El estilo de educar de los fundadores de la pedagogía cubana evolucionó en correspondencia con el devenir histórico pero se observa en todos ellos el afán por la formación de un hombre patriota, poseedor de los valores cristianos y morales que formaron parte de sus propias vidas; por la formación de hombres que tuvieran un pensamiento independiente, libre y democrático.
. El magisterio cubano, representado inicialmente y con toda dignidad por las personalidades que he rememorado y por las que les sucedieron –entre ellos Moralitos, los hermanos Guiteras, Rafael María de Mendive, Juan Bautista Sagarra y, en su expresión más alta José Martí, Apóstol del pensamiento cubano, supieron luchar en el campo de la teoría y de la práctica, por la independencia del pensamiento inculcándoles, al unísono, el camino del deber, es decir, la defensa de la Patria tal y como lo concibiera el Padre de los Padres Fundadores de la nacionalidad, siervo de Dios Félix Varela y Morales.
Si en el siglo XIX hubo pensadores y maestros que a la pedagogía oficial del coloniaje y la opresión opusieron una pedagogía liberadora, dirigida a formar hombres y no farsantes, durante la República – cuyo primer centenario celebramos este año-, la cultura cubana contó también con educadores notables que, que en condiciones a veces muy difíciles, se esforzaron para educar en nuestros niños los valores morales que los conducirían, en su momento, al cumplimiento de los deberes más elevados del ser humano... Me refiero a los maestros que pusieron talento e ingenio al servicio de la escuela pública elemental como instrumento vital en defensa de la nacionalidad... más como “Todo tiene su tiempo”(Ec. 3.1.), para versar sobre este tema llegará su momento.

 

 

 

Revista Vitral No. 51 * año VIII * septiembre-octubre 2002
Perla Cartaya Cotta
Pedagoga habanera. Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Católica «Palabra Nueva».