-Apuntes para su estudio-
I
Es objeto de mi reflexión desde hace algún tiempo el tema
al cual dedico estas cuartillas, no en tono conclusivo sino con el propósito
de motivar el deseo de indagación científica en quienes
las lean, porque este es, a mi juicio, un aspecto medular para nuestro
magisterio al estar íntimamente relacionado con el ideal
educativo hacia el cual se encamina el trabajo docente cotidiano.
Es decir, el maestro debe tener presente, siempre, cómo es el
hombre que debe formar...Aspecto que no resulta nada fácil porque
debe haber un consenso en la escuela que signifique compromiso colectivo
e individual ¿ por qué razón? porque si se cumple
el principio didáctico de la sistematicidad poco se podrá
alcanzar. Constituye, pues, un desafío que requiere tensar todas
las fuerzas pedagógicas, espirituales y morales ... de lo contrario
el convenio se convertirá en meras palabras sin sentido objetivo.
Se lesiona a la patria cuando el maestro no es o deja de ser
un Evangelio vivo. Se lesiona a la patria, desde mi punto de
vista, cuando se pretende que el alumno repita el juicio o la valoración
que exprese el maestro; ese puede ser el punto de partida para el análisis
pero no para las conclusiones.
Ya desde las primeras décadas de la República ese trascendente
maestro que fue Ramiro Guerra alertaba al profesorado sobre la necesidad
de mirar hacia atrás, es decir, de hurgar en las raíces...Alentada
por esta necesidad/convicción, ya iniciado el siglo XX, me remonto
en estas reflexiones a los estudios que he realizado a partir de : las
Actas de la Sociedad Económica de Amigos del País (S.
E.A.P.) hasta la década del 40 del siglo XIX; documentos del
Archivo Nacional de Cuba, básicamente, de las obras de las figuras
criollas consideradas clásicas en la educación en un período
en que la nacionalidad luchaba por cuajar. El proceso antes señalado
me inclina a pensar que el ideal educativo de aquellos próceres
y coincido con Ramiro Guerra era, entonces, fijar
los derroteros de una educación nacional...
II
Creo que los educadores que por su saber y ejecutoria podían
señalar pautas a seguir, desarrollaron por el mismo camino
un estilo de educar que se oponía al sustentado por el gobierno
colonial, aportándole cada cual su sello personal.
Recuerdo en esta evocación al Pbro. José Agustín
Caballero, nuestro primer maestro notable, quien dedicara al magisterio
cubano de todos los tiempos consejos que considero inolvidables, los
cuales fueron publicados en Papel Periódico a partir
de su fundación en 1791: Así como el Sol es más
sano y agradable en su nacimiento y el agua se toma limpia y pura en
sus manantiales, y las fieras cogidas en sus cuevas se domestican y
amansan fácilmente, así los niños pueden ser conducidos
con amor a donde la voluntad de los maestros los llevan... Recuerda,
maestro, que el laurel crece hermoso y derecho cuando desde pequeño
es ayudado artificialmente... Y refiriéndose directamente
a quienes debían formar en las aulas a hombres de conocimientos
sólidos y sensibles de espíritu, profirió sentencias
que seguramente no pensó que pudieran tener frescura a esta altura
de nuestra historia: El arte de inspirar las ideas en las
cabezas de otros,...de dirigírselas bien, es un arte más
raro de lo que se piensa: los que son tontos lo son porque tienen ideas
falsas...Hay muchos hombres inconsecuentes porque hay muchos maestros
tontos: Y si estas palabras del padre Agustín tuvieron
como origen la carencia de formación profesional de aquellos
a quienes viera enseñar en las aulas que visitó como miembro
de la S.E.A.P., hoy en los casos en que podamos repetirlas, -porque
no desconozco que, gracias a Dios, Cuba conserva todavía muy
buenos maestros - , puede deberse a la improvisación a la que
a menudo se recurre (por diversas circunstancias) y a la falta de vocación,
aspecto que a menudo van de la mano con la ausencia de amor porque,
con palabras del hombre de la rosa blanca, la enseñanza
es, ante todo, una obra de infinito amor.
El estilo de educar del padre Agustín quien parece haber
sido el primero, históricamente, que en Cuba enseñó
a pensar-, se caracterizó por la entrega del amor, la sobriedad,
la invitación a la reflexión, el afán de acercar
a los alumnos a la naturaleza y a promover en ellos el sentimiento de
la justicia así como el amor al idioma castellano.
No es de extrañar por tanto que de las enseñanzas de un
maestro así, surgiera en las propias aulas del Colegio-Seminario
de San Carlos y San Ambrosio- otro docente, el P. Félix Varela
y Morales- el primero en dar las clases de Filosofía en Español
y no en Latín- cuyo estilo se basaba en desarrollar la independencia
cognoscitiva de aquellos a quienes educaba, en incentivarlo para que
descubrieran en el laboratorio de la escuela los secretos
de la naturaleza, en su condición de primer profesor de física
y química cubano, en tanto fomentaba en ellos el amor a las ciencias,
a la música, a las bellas artes, el sentimiento de la justicia
y el amor a Cuba, la patria.
Me apoyo en sus palabras para pensar que, prácticamente, coincidía
con su antecesor en un ideal educativo: formar hombres apasionados
e integralmente formados, aunque le imprimiera el sello indiscutible
de su vigorosa personalidad. Se indignaba cuando- en su condición
de miembro de la Sección de Educación de la S.E..A.P.-
le llegaban noticias de maestros que ofendían y humillaban a
los niños; quien así actuaba podía, a juicio del
P. Varela, dedicarse a otros menesteres pero jamás sería
maestro. Afincándose en su experiencia personal aconsejaba, refiriéndose
a quienes hoy llamamos adolescentes, tratarlos como lo que ellos querían
ser, es decir, hombres ya formados, e insistió en que esos viejitos
lampiños solían ser utilísimos. Continúa
el Maestro de la juventud cubana revelándonos su estilo al confiarnos
un secreto: la mejor forma de manejar a los jóvenes,
espoleando talento y buenas disposiciones, era estudiar el carácter
de cada uno, adecuando a esas circunstancias la estrategia pedagógica.
¡Y cuanta razón pienso que le asistía cuando afirmó
que un joven se deleita en toda lucha, sea de la clase que fuere, por
eso la resistencia que encontraba sólo servía para aumentar
sus esfuerzos pero nunca para conquistar sus inclinaciones...! ....¿Cómo
no coincidir con el Maestro Varela cuando lamenta que algún colega
interpretara haber obtenido una gran victoria cuando los muchachos
no manifestaban ante él las ideas contrarias a las suyas o a
las que ellos sabían debían expresar?... ¿Cómo
no se percataban tales maestros, acotó el Padre, de que , simplemente,
ocultaban el propio pensamiento premeditadamente, por temor a la calificación
o a la reprimenda?... ¿Cómo no entender que la imposición
del maestro o de quien sea, agrego yo- sólo sirve para
formar hombres hipócritas, desleales, lo cual es la negación
del ciudadano que necesitaba y necesita- la Isla que tanto amó?...Los
testimonios lo describen similar en esto al P. Agustín-
como un profesor ejemplar. El P. Varela era pulcro y sencillo en el
vestir y en el hablar, cariñoso, diligente, nervioso y rebosante
de un cálido amor a Cuba, la patria que le vio nacer, a la cual
debía obligaciones y sacrificios. Jamás mentía
a sus discípulos y trataba creadoramente de cumplir con lo que
él consideraba un principio: enseñar deleitando. Su estilo
peculiar de ganar para Dios y para la Patria a los ávidos estudiantes
que a su vera se formaban germinó, primero, en el bayamés
José Antonio Saco que, según parece, fue su alumno preferido,
y tanta confianza le tuvo que en sus manos quedó la cátedra
de Filosofía a pesar de que todavía no estaba graduado-cuando
él pasó a la de Constitución.
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José
de la Luz y Caballero
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José Antonio Saco, polémica personalidad de nuestra historia,
fue en San Carlos un brillante profesor de física y de química
a cuya enseñanza también hizo aportes significativos.
Su ideal educativo que se infiere de sus informes a la Sección
de Educación y de muchos de sus escritos- , era preparar
al cubano para el desarrollo económico del país
mediante una enseñanza científica y práctica .
El estilo de educar que preconizó se basaba en la vinculación
de la teoría con la práctica, en la atención a
las necesidades del desarrollo al preparar y explicar las clases, y
al cultivo de los valores espirituales tales como: patriotismo, la sensibilidad
humana, el amor a la cultura y el trabajo. Como maestro fue indoblegable
ante la injusticia, austero audaz, esforzándose dentro de sus
limitaciones humanas para ser como corresponde a un educador-
un modelo de ciudadano. Defendió la necesidad de fomentar tanto
el amor y el respeto al trabajo intelectual como al trabajo físico,
manual, insistiendo en concienciar en el alumnado mediante diversas
vías las ventajas materiales y morales que el trabajo produce.
Como líder de los jóvenes de su tiempo, proclamó
públicamente sus convicciones políticas, conociendo, como
el P. Varela, la amargura de vivir lejos de su tierra hasta el final
de su vida.
Discípulo del P. Agustín y del P. Varela, amigo entrañable
de Saco, José de la Luz y Caballero que también
ejerció como docente en San Carlos y en otros planteles concibió
el magisterio como una misión social patriótica. Maestro
de pensar profundo, tuvo como ideal educativo formar hombres y
no farsantes, hombres y no maquinitas repetidoras, sueño
hermoso que expuso al fundamentar el método explicativo. Convencido
de que era la niñez la esperanza de la patria, centró
su atención en los grados de la enseñanza primaria, sin
relegar a los otros niveles de enseñanza. Su estilo de educar
se caracterizó por la intención amorosa expresada
en los métodos de enseñanza que defendió y utilizó-
de desarrollar en los niños la imaginación, la independencia
de pensamiento y la creatividad, pero ¿cómo lo hacía?...
Siempre que el contenido de enseñanza lo permitía, realizaba
con sus alumnos viajes imaginarios a otros países
lo cual requería que, para prepararse para los mismos, los niños
indagaran sobre la geografía y la cultura del país en
cuestión. Así, Luz procuraba estimular la sana fantasía
y, cuando se trataba de Cuba, comenzaba por el estudio de la localidad,
e ingeniosamente procuraba proporcionarles conocimientos de la historia
patria sin que pudiera aparecer como asignatura en el plan de estudios.
Don Pepe conducía la clase de modo que los niños no temieran
expresar las ideas, si erraban al contestar no les decía estás
mal, sino hoy no pudiste llegar a donde debías, pero
mañana lo lograrás. Enseñar a pensar y en
qué pensar, educar en el patriotismo y para el patriotismo fue,
para él y coincidiendo con el P. Varela, una preocupación
central de su trabajo diario. Insistió en que no era necesario
hablarles a los niños de política porque tenía
la convicción de que si eran educados en el sentimiento de la
justicia, el sentido del deber y el amor a la patria, serían
capaces ya hombres- de cumplir con los deberes patrios. La literatura
era, según su criterio, una vía eficaz para educar el
patriotismo y el civismo, esforzándose en el propósito
de que sus alumnos aprendieran, leyeran y valoraran lo cubano
sin desconocer lo universal, e insistía a los maestros en la
necesidad de llegar a la esencia del mensaje moral, del valor educativo
de las obras que estudiaban.
Otra importante peculiaridad de su estilo de educar fue reunir al alumnado
en el Colegio del Salvador- en las famosas charlas sabatinas
en las cuales junto a los profesores, trabajadores asalariados,
vecinos de la barriada y algunos padres-, a partir de un fragmento de
una de las Epístolas de San Pablo o de un versículo del
Evangelio, desarrollaba una clase de moral y cívica que perduraría
en el recuerdo de los presentes.
Muchos fueron los discípulos que siguieron su ejemplo, tratando
tal vez de asumir el estilo lucista, pero él insistía
con la humildad que le caracterizaba en que cada maestro debía
escribir su propio libro...
III
.Durante la primera mitad del siglo XIX se apreciaba en la labor de
los educadores criollos objeto de mi análisis, un ideal educativo
vinculado a un proyecto político: lograr el desarrollo económico
de Cuba y su independencia.
.El estilo de educar de los fundadores de la pedagogía cubana
evolucionó en correspondencia con el devenir histórico
pero se observa en todos ellos el afán por la formación
de un hombre patriota, poseedor de los valores cristianos y morales
que formaron parte de sus propias vidas; por la formación de
hombres que tuvieran un pensamiento independiente, libre y democrático.
. El magisterio cubano, representado inicialmente y con toda dignidad
por las personalidades que he rememorado y por las que les sucedieron
entre ellos Moralitos, los hermanos Guiteras, Rafael María
de Mendive, Juan Bautista Sagarra y, en su expresión más
alta José Martí, Apóstol del pensamiento cubano,
supieron luchar en el campo de la teoría y de la práctica,
por la independencia del pensamiento inculcándoles, al unísono,
el camino del deber, es decir, la defensa de la Patria tal y como lo
concibiera el Padre de los Padres Fundadores de la nacionalidad, siervo
de Dios Félix Varela y Morales.
Si en el siglo XIX hubo pensadores y maestros que a la pedagogía
oficial del coloniaje y la opresión opusieron una pedagogía
liberadora, dirigida a formar hombres y no farsantes, durante la República
cuyo primer centenario celebramos este año-, la cultura
cubana contó también con educadores notables que, que
en condiciones a veces muy difíciles, se esforzaron para educar
en nuestros niños los valores morales que los conducirían,
en su momento, al cumplimiento de los deberes más elevados del
ser humano... Me refiero a los maestros que pusieron talento e ingenio
al servicio de la escuela pública elemental como instrumento
vital en defensa de la nacionalidad... más como Todo tiene
su tiempo(Ec. 3.1.), para versar sobre este tema llegará
su momento.