Revista Vitral No. 51 * año VIII * septiembre-octubre 2002


EDITORIAL

 

EL TRANSPORTE

 

 


La movilidad humana es una realidad inseparable de la
vida de las personas y de la vida en sociedad. Es un fenómeno que ha cobrado, en nuestros días, una importancia que no se puede ignorar.
En efecto, a medida que las relaciones humanas aumentaron, las necesidades de trabajo y de sustento fueron ampliándose y formaron naciones y bloques geográficos cada vez más grandes e interdependientes, en una palabra, en la misma medida en que el hombre y la mujer desarrollaron su condición de ser social y, cada país fue constituyendo una sola casa para sus ciudadanos, y el mundo fue convirtiéndose en la casa de todos..., en esa misma medida la movilidad humana se ha convertido, prácticamente, en una manifestación del nivel de desarrollo social de primer orden.
La movilidad y los medios de transporte para facilitarla, no son problemas secundarios que se pueden tolerar, no son fenómenos adicionales fruto del deseo de divertirse de la gente que sale a viajar. Los que están en las carreteras durante horas y horas, al sol y sin acceso a lugares donde tomar agua, hacer sus necesidades, o por lo menos sentarse; son personas, no ganado. Son seres humanos; cada cual con su problema, sus preocupaciones y su destino; no grupos de animales que suelen “atravesarse” desesperadamente frente a los pocos vehículos que transitan. Moverse no es un lujo, es una necesidad para poder vivir.
De modo que, debemos considerar el hecho de la movilidad humana no sólo como un problema a resolver, sino, en primer lugar, como una necesidad intrínseca de la naturaleza del ser humano. Es una necesidad vital, esencial a la naturaleza humana y al mundo actual. Una necesidad que no puede desconocerse, que no puede ocultarse, que, como toda necesidad esencial, debe satisfacerse.
Si una necesidad vital no se satisface, se daña seriamente la calidad de la vida humana, se lesiona su estabilidad, se provoca un nivel de estrés dañino y desgastante que va destrozando la existencia de las personas poco a poco, sin darle la importancia que tiene este deterioro cotidiano de nuestra existencia.
Facilitar, pues, la movilidad humana y por consiguiente resolver el problema del transporte, es un derecho humano, un deber del Estado y una responsabilidad de todos. Es, por tanto, un indicador del nivel de vida que tiene un pueblo, de la preocupación por la calidad de vida de este pueblo que tiene un gobierno, de la consideración que tengamos todos a la dignidad propia de cada persona.
No puede considerarse a un pueblo con un nivel de vida digno cuando el problema del transporte es de tal magnitud que salta a la vista, y duele en la cara de cada cubano y de cada persona que viene de visita a nuestro país.
Todos sabemos que ningún problema es sencillo, que toda dolencia social tiene sus razones, que todas necesitan recursos para resolverse. Todos sabemos el problema del combustible que sufre nuestro país, es decir, que sufrimos todos y cada uno de los cubanos, o por lo menos, la inmensa mayoría de los cubanos.
No desconocemos que además del combustible, se necesitan piezas de repuesto, neumáticos, baterías, y otros muchos accesorios para garantizar el transporte público. Sin embargo, consideramos que el fenómeno de la movilidad humana no ha sido suficientemente estudiado y, quizás, considerado como inherente a la dignidad de la persona humana y como uno de los principales indicadores del nivel de vida de la sociedad, por las autoridades en nuestro país. La actual realidad del transporte en Cuba así lo indica, aún cuando existieran las mejores intenciones.
Escuchamos continuamente, por la calle, estas preguntas que sostienen la consideración anterior: Si el problema es de falta de combustible, ¿Por qué hay combustible cuando se paga con dólares en el CUPET? ¿Por qué aparece el transporte para otras actividades masivas? ¿Por qué existe algo de combustible para el transporte de mercancías para las tiendas por divisas y vemos una cantidad casi incontable de vehículos de negocios y firmas, no extranjeras sino del Estado cubano, camionetas, vans, (llamados güagüitas), camiones con inmensas propagandas de cerveza, servicios y enseres que no están al alcance de la mayoría de nuestro pueblo y al mismo tiempo, no hay combustible para el transporte público, no hay, incluso en ocasiones, ni para las ambulancias del servicio de urgencias de los policlínicos y hospitales?
Parece ser un problema de prioridades. O un problema de administración o de distribución. La realidad es que nos vamos acostumbrando a que los recursos aparecen, las obras se terminan, los servicios se garantizan, las escuelas se reparan, los hospitales se reconstruyen, las casas de damnificados se edifican... todo, cuando se le da la máxima prioridad. Un país no puede funcionar bien así, con ese estilo, a ese ritmo de: ahora no se puede hacer casi nada por falta de recursos y mañana se puede todo y a toda marcha, un país no puede funcionar bien con esas desproporciones. Sobre todo un país en el que se expresa que todo está protegido, que todo está planificado, que todo está pensado para el bienestar de todos.
Pues todos los días, cuando salimos por la mañana a intentar trabajar y llegar a tiempo al trabajo, nos encontramos con que no hay transporte. Van pasando días y meses y años y el problema del transporte no sólo no se resuelve sino que se agudiza. Basta con asistir a la Terminal de Ómnibus Intermunicipal al final de la tarde para escuchar por los «altoparlantes» que no va a salir el Ómnibus o Transporte Popular o Camello que hace el recorrido una sola vez al día entre la capital provincial y los pueblos más distantes. Basta con salir a la calle, acercarse a las salidas de las carreteras o pasar por la autopista nacional. La verdad sobre la falta de prioridad para resolver el problema del transporte o, por lo menos, aliviarlo ,está en cada esquina y en cada experiencia humana que es mejor no contar. Lo peor es que nos vamos acostumbrando a esa triste realidad, pasando a su lado, sin que intentemos hacer algo para que, por lo menos, aumente la sensibilidad ante este espectáculo lamentable.
Pero, el fenómeno de la movilidad humana no se restringe al problema del transporte público, como todos sabemos. No basta con asignar un poco más de petróleo y “resolver” con dos o tres rastras convertidas en algo que se ha llamado, inoportunamente, transporte popular. Quien tomó esta iniciativa, sin duda, para “resolver” y como dice nuestro pueblo, “sacar de donde no hay”, estaba, sin duda sensibilizado con la escasez de transporte, pero olvidó o no tuvo en cuenta una serie de elementos que son más importante que el “resolver a como dé lugar”.
No se puede sacar de donde no hay. No puede inventarse desde la miseria porque regresamos a la prehistoria. Si de verdad, tenemos en gran consideración y respeto al pueblo no llamemos “popular” a algo que es tan inhumano, tan animal, tan improvisado y tan masificante como esas rastras o vagones de tren o camiones de carga “convertidos” en camellos, en una “solución” lejana del nivel de vida que habíamos alcanzado, no sólo nosotros los cubanos, sino otros países, tenidos como menos desarrollados o por lo menos, más capitalistas en el sentido de lo inhumano de sus soluciones. Recordamos una noticia publicada en la sección “Hilo directo” de Granma que informaba que en Haití un grupo de ciudadanos había organizado una protesta pública porque alguna autoridad local había resuelto el problema del transporte con camiones.
¿Por qué a nadie se le ocurre transportar turistas en camiones? ¿Por qué a las agencias de viajes no les ha pasado por sus innovaciones adaptar camellos o bicitaxis entre sus ofertas? ¿O es que los cubanos no tenemos la misma dignidad y derechos que los turistas extranjeros para resolver nuestros problemas de transporte? Se trata de un problema de sensibilidad, de derechos, de respeto a nosotros mismos.
Del mismo modo, la calidad de la movilidad humana se extiende más allá del medio de transporte a la atención al que viaja. Comparemos entre una terminal de Omnibus “Vía Azul”, por ejemplo, y todas las otras. ¿Por qué el trato y las condiciones ambientales, y los servicios y el ambiente son tan desagradables e inhumanos en las otras, y tan bien pensado, tan iluminado, tan humanizado y tan digno en aquella? No puede ser que existan estas diferencias conscientemente, sin que se intente hacer otra cosa bien diferente, en una sociedad donde la atención al hombre y la mujer sea lo principal, porque este es un Estado de los trabajadores manuales e intelectuales, porque dice la Constitución de la República de Cuba, en su artículo 9, inciso a, y tercera pleca: “El Estado socialista: a) realiza la voluntad del pueblo trabajador - y garantiza la libertad y la dignidad plena del hombre, el disfrute de sus derechos, el ejercicio y cumplimiento de sus deberes y el desarrollo integral de su personalidad.”
Ese disfrute y ese desarrollo integral de la personalidad de todos los cubanos, se ve seriamente lesionado cuando las salas de estancia, tránsito, salidas y llegadas y los sitios de paradas momentáneas o por mucho tiempo del transporte llamado popular o de “Astro” o de cualquier otro tipo, no reúnen las condiciones humanas y ambientales mínimas requeridas. Quizá no nos hayamos preguntado nunca por qué las terminales y paradas, los puentes y las salidas de los pueblos y poco a poco la misma autopista, toda ella, se van haciendo lugares propicios para el mal ambiente, las moloteras, los negocios ilícitos, el refugio de personas jugadoras y borrachas, lugares donde se grita, se realizan las necesidades primarias casi en público, se tiran las personas a dormir en el suelo, se reúnen delincuentes y abandonados? ¿Por qué esto no ocurre en los flamantes bancos, en las tiendas con boutiques? Está claro que el ambiente lo crean las mismas condiciones del lugar, el trato que se ofrezca, la dignidad con que se conciba. Y la gente sabe distinguir y sabe a dónde ir.
Una consideración especial merece la humanización e idoneidad de los medios de transporte. El fenómeno avanza sin medida. Como la movilidad humana es una necesidad y ésta no puede dejar de hacerse, aunque se le intente reducir al mínimo, las personas tenemos que movernos y, como el Estado no garantiza el nivel de transporte suficiente, ni la calidad de los vehículos, ni el buen ambiente de las terminales, ni el trato que merece un ser humano; entonces pululan y crecen los remedios inhumanos como el “bicitaxi”. Engendro prehistórico que explota el trabajo humano. Un ser humano tirando de otro ser humano. Un joven, fijémonos que los mayores no pueden con un bicitaxi, se trata de un hombre joven luchando por la vida dando pedales. Ellos sí tienen un trato bueno con sus clientes, pero en muchas ocasiones el cliente no los trata como seres humanos que son. El problema no se restringe a la educación de los clientes sino a que la raíz del problema es que no hay transporte. No se trata de quitar los remedios calamitosos como los coches y bicitaxis; sin buscar otros medios, se trata de dar a esos ingeniosos y luchadores cubanos una oportunidad más digna y próspera para resolver sus problemas y colaborar con un trabajo honesto y humano a la solución del transporte.
Lo mismo ocurre con los coches de caballos: resuelven un gran problema como los bicitaxis pero unos a costa de los animales de tiro y otro a costa de las personas que pedalean. No nos acostumbremos a esta irracional situación que se prolonga ya más de lo lógico. Vayamos a la raíz del problema: la solución del transporte y el nivel digno y humano de la movilidad.
Es verdad que el gobierno no tiene los recursos para comprar el petróleo que necesita, ni las piezas y equipos para el transporte público. Pero todos los días vemos en la televisión y la prensa que los tiene y los utiliza para otros frentes y servicios.
Por eso podemos pensar que es un problema de darle la prioridad que merece la movilidad humana.
Y si el Estado no puede, no tiene recursos, no alcanza a darle esta prioridad, pues que abra la posibilidad para que los ciudadanos se organicen y puedan aportar sus soluciones al transporte con el trabajo por cuenta propia; sí, pero no reducido a trabajo de pedaleo en bicicleta y tiro animal. Si la iniciativa no gubernamental se reduce a eso, el concepto que se percibe sobre el hombre y sobre la naturaleza es primitivo e inhumano. Nuestro pueblo merece otro tipo de transporte que no se reduzca a los famosos camiones, bicitaxis y coches de caballos. La iniciativa de los particulares no debe ser reducida a esos medios arcaicos. Si el Estado reduce la creatividad y la laboriosidad de las personas a esas soluciones casi salvajes, algo muy importante de los conceptos sobre el ser humano y sobre el nivel de vida de la sociedad está seriamente comprometido y menospreciado.
Aún más, creemos que el problema del transporte público, más que un problema de recursos materiales es un problema de concepto. Nadie puede regular la movilidad a su conveniencia sin lesionar seriamente la dignidad y el derecho de los ciudadanos.
Es un problema de concepto. De cómo concebimos y consideramos el derecho de toda persona a moverse a voluntad, a recibir un trato humano y a “disfrutar” de “un desarrollo integral de su personalidad”.
Y si es un problema de concepción sobre la persona humana y la sociedad, es problema muy serio sobre el que tenemos que reflexionar y actuar. No nos quedemos en la queja.
No nos acostumbremos a la calamidad.

Pinar del Río, 8 de septiembre de 2002
Fiesta de la Virgen de la Caridad
Madre, Reina y Patrona de Cuba

 

 

 

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