Revista Vitral No. 51 * año VIII * septiembre-octubre 2002


SUELTO

 

FIESTA DE RECONCILIACIÓN
Y DIÁLOGO
CELEBRA LA IGLESIA DE PINAR DEL RÍO EL CENTENARIO DE LA REPÚBLICA
EN LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD


S.E. MONS. JOSÉ SIRO GONZÁLEZ BACALLAO

 

 


Homilía de Mons. José Siro González, Obispo de P. del Río.
En la Fiesta de la Caridad del Cobre, en el año del Centenario de la República

Queridos Hermanos y Hermanas:

Quien fuera mi profesor de Historia de la Iglesia, el Padre Calixto García Vélez, nieto del General Calixto García , nos contaba que su abuelo le recordaba en una ocasión las palabras que le dirigió a la Virgen Santísima de la Caridad cuando su tropa fue a darle gracias en su Santuario: “Madre y Señora de la Caridad, nos acompañaste en el camino de la emancipación, no nos abandones ahora en el camino de la libertad”.
Este año, queridos hermanos, celebramos la Gran Fiesta de todos los cubanos, la fiesta de Nuestra Madre, Patrona y Reina en la conmemoración del Centenario de nuestra República de Cuba. Algunos cubanos lo han recordado, muchos lo han ignorado, pero no obstante es el año del Centenario de tan gran acontecimiento, y con sentimientos de gratitud, como aquellos ilustres próceres de nuestra Independencia, queremos ofrecerlo a la Virgen Mambisa.

Mons. José Siro González, durante la Homilía


La devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra es una característica que ha acompañado nuestra existencia desde los albores de nuestra nacionalidad. En vano se esfuerzan los que se empeñan maliciosamente en proclamar que la religión de este pueblo sean otras creencias y no la Santa Religión del dulce Maestro de Galilea, la Iglesia Católica, que sembró la semilla e hizo crecer nuestras raíces cristianas, de las que brotó este filial amor a la Madre de Dios.
Quiso el Señor otorgarnos el regalo de la imagen de nuestra Señora de la Caridad sobre las aguas de nuestra Bahía de Nipe en los comienzos del siglo XVII. Desde entonces, paulatinamente, la imagen que es expresión sensible de la presencia de la Reina de los cielos en medio de nosotros fue concentrando la devoción y el fervor de los cubanos, empezando por los más sencillos y los más humildes. Como a San Juan Diego en la Colina del Tepeyac, la Santísima Virgen escogió a tres nativos que iban en busca de sal para venir a su encuentro, navegando serenamente sobre las olas, apoyada en una tablita en la cual se leía:”Yo soy la Virgen de la Caridad”.
Pasaron los años, fueron naciendo a su bendita sombra las ansias de libertad. Vinieron las guerras de Independencia y fue invocada por nuestros patriotas que llevaban en sus pechos la venerada medalla y en sus sombreros la cinta-medida de la imagen, colocadas allí por las esposas y madres, que en el hogar rogaban pidiendo por la Patria y por el feliz regreso de los seres queridos.
No es pues de extrañar que al lograrse la independencia fueran precisamente los veteranos quienes solicitasen del papa Benedicto XV que declarara oficialmente Patrona de Cuba a la Virgen de la Caridad del Cobre.
Pasaron los años y en esta ocasión fue el mismo pueblo quien quiso levantar una digna Casa a la Madre de los cubanos y ayudó a la Jerarquía a construir el Santuario que se inauguró el 8 de Septiembre de 1927, y que se levanta airoso y acogedor en medio de las serranías del Cobre. Allí cada cubano, sin distinción de razas ni de credos, tiene un hogar común hacia donde vuelven los ojos de la fe cristiana del pueblo, como hacia el faro materno que conduce al Padre de los cielos.
Nosotros sabemos bien que María, la Madre de Dios y Madre nuestra bajo el dulcísimo nombre de Nuestra Señora de la Caridad es un don precioso que el Señor nos ha confiado. Cobran entre nosotros un eco especial aquellas palabras del Papa Pablo VI en su exhortación apostólica “Marialis cultus” dedicada toda ella al culto de la Virgen María: “El culto de la bienaventurada Virgen María, -nos enseña el Santo Padre- tiene su razón en el designio insondable y libre de Dios, el cual siendo amor eterno y divino, lleva a cabo todo según un designio de Amor; la amó y obró en Ella maravillas; la amó por sí mismo y la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y nos la dio a nosotros”. (M:C: Nº. 56).
Nosotros, pues, la hemos recibido de Dios. Llegó a nuestras playas en medio de las olas revueltas con el título de Virgen de la Caridad, inaugurando así, bajo su amor materno, nuestra historia de pueblo creyente, inspirado en el amor de Dios y comprometido en el amor fraterno.
Y al igual que la acogieron llenos de fervor aquellos tres primeros devotos, los cubanos a lo largo de nuestra, a veces difícil historia, la hemos acogido en nuestras vidas. Hemos sentido el influjo de su presencia bienhechora en medio de nuestras alegrías y en medio de nuestras penas. Veneramos su imagen bendita en nuestras casas, tenemos su nombre en nuestros labios y su amor en nuestros corazones. Hemos elevado hacia Ella nuestras plegarias, suplicantes y agradecidos. A Ella le han cantado nuestros grandes músicos, nuestros mejores poetas y escritores le han dedicado sus creaciones, nuestros artistas la han homenajeado con preciosas obras, nuestros más famosos atletas han puesto a sus pies sus valiosos trofeos. Todos la quieren honrar.
Como nos dijera con tantas unción y poesía el Santo Padre Juan Pablo II en ocasión de la coronación de su bendita imagen el 24 de enero de 1998: La historia cubana está jalonada de maravillosas muestras de amor a su Patrona, a cuyos pies las figuras de los humildes nativos, dos indios y un moreno, simbolizan la rica pluralidad de este pueblo. El Cobre, donde está su Santuario, fue el primer lugar de Cuba donde se conquistó la libertad para los esclavos. Amados fieles, no olviden nunca los grandes acontecimientos relacionados con su Reina y Madre”. (Fin de la cita).
Muy queridos hijos, este amor a la Virgen de la Caridad no puede limitarse, sin embargo, a sólo gestos externos o cálidas palabras. Yo les invito a que como le dijera un día el General Calixto García a la Patrona, examinemos cómo usamos de nuestra libertad y cómo tantas veces, ciegos y embrutecidos, idiotizados por los cantos de las sirenas del patriotismo, hemos tomado la escoria por oro, la mentira por la verdad, la cicuta venenosa por vino de purísima cepa, el crimen más infame por patriotismo de buena ley. A los pies del pequeño Hijo que tiene en sus brazos pidamos perdón de nuestros errores y pecados e imploremos la luz de lo alto que nos ilumine en el harto difícil camino que estamos haciendo.

Jóvenes de la Parroquia representando las distintas etapas de la República.


Imitemos pues a María en sus grandes virtudes, amémosla con el más firme y filial amor. Tengamos en cuenta que su devoción consiste en amarla e imitarla. Aprovechemos la ocasión de la celebración del Centenario de nuestra República para pedirle que acreciente nuestra fe, avive la esperanza, aumente y fortalezca el amor, ampare nuestras familias, proteja a los jóvenes y a los niños, que en su mayoría ni la conocen, consuele a los ancianos y a los enfermos, a los pobrecitos presos que no tienen asistencia religiosa, aunque los reglamentos indiquen su derecho a ella, y a todos los que sufren de una forma o de otra; una a sus hijos dispersos por el mundo en un hogar de hermanos; motive la reconciliación y el diálogo entre los cubanos, y nos cobije a todos bajo su manto protector.
Así podremos todos continuar entonando las bellas y esperanzadoras estrofas de su himno, que a través de los tiempos han cantado todas las generaciones de cubanos:
Y tu nombre será nuestro escudo.
Nuestro amparo tus gracias serán.

Amén.

Pinar del Río, 8 de Septiembre del 2002.

 

 

 

Revista Vitral No. 51 * año VIII * septiembre-octubre 2002
S.E. Mons. José Siro González Bacallao
(Candelaria 1930).
Consagrado Obispo de Pinar del Río el 16 de mayo de 1982. Presidente de Caritas-Cuba.