La casa
Con sus horcones para sostener el pudor de la familia, es un remoto
sueño al que nadie aspira.
Un ventanal ruinoso, cuatro tejas que no están, para que sepamos
del sol y las nubes. La puerta es más raída, pero es la
misma por donde mis tíos salieron a ganarse el mundo. En este
viejo rincón de Dios mi abuela tejió la mar de hilos con
que tía Flaviana cubrió sus piernas que eran el deseo
de los pescadores.
Una casa no es un sitio donde ocultarse del olvido, es una partícula
de tiempo, una minúscula aventura de Dios para beber la luz.
Confesiones de un muñeco en
la nieve
Tu nombre es Isla
y sobre esta mano instalaré la nieve.
Mi nombre es la nieve y sobre estas manos
hará el sueño mi Isla:
andarás sin manos y sobre esta isla
ha de hacerse la nieve.
De nieve hicieron mi voz
en una isla surcada de fuego
y retengo la vida minada en silencio.
Me sumo al vacío
soy padezco
mi nombre es Isla y mi destino es el mar.
Mis manos son tierra y mi corazón es de hielo.
Hago la luz al que parte
al que extravía el recuerdo
al que olvida montañas y madrugadas
y vende su olfato:
mi nombre es Isla y mi oficio es la memoria.
Qué importa el tamaño.
Mi nombre es la nieve
y mi corazón es un muro.
Qué importan tus manos
tu oficio y tu nombre.
Tu nombre es Isla
y te reclama el silencio.
Tu herencia es la nieve
la sordez el alud la soga
y el pozo las modas la puerta...
no la piedra ni el agua
no el adiós ni las manos...
Tu nombre es Isla
y tu destino es la nieve.
Invocación del monje Louis
ante
un olvidado monasterio
Si al menos este pueblo
reverdeciera el oscuro olvido
que antes guardaran sus portales.
Si la luz que nos envuelve
amaneciera en conjuro con las aves...
Es todo polvos
el puente que cubre el silencio de mi pueblo
San Germán
el triste sitio para ablandar el hierro de mi voz
San Germán
la cuenca diluida que me trajo al mundo.
Un silencio de polvo es tu favor.
Dos silencios logran habitarme:
el perdido color de tus maderos
y el salobre crimen de tus aguas.
Si al menos eso
un ángel que rescatara tus doncellas
si mediara un siglo para rehacerte las mejillas
la cintura las palabras.
Pero te pierdes pueblo mío
te pierdes
salpicado de calor
envidiando el agua de lluvia
que barra tu nostalgia.
Como una máxima de Heráclito
como su río aquel
tu polvo no es el polvo de otros tiempos
y tú te pierdes pueblo mío
te pierdes.
Oración del monje Louis mientras
toca
una puerta llagada por el tiempo
Si yo dijera agua y se abrieran otras puertas.
Si yo dijera luz y de un recodo del camino
otra luz me dijera: ...más luz, más luz...
Si yo fuera voz retablo esperanza.
Si al llegar de la batalla
estuvieran todos los pañuelos
como si llegara Wintbeck
con sus lanzas de matar y de hacer pan.
Pero en la noche dejé un perro solo en la montaña
y mi voz se pierde detrás del que me busca.
También soy un animal errante.
Soy acaso
acaso llamo y he llegado:
Wintbeck ríe por mí la carcajada...
Bajo la lluvia cantando así:
Estiró su voz para quedarse en los portales, para amansar la
ira del fantasma que le exige su himno.
Cuando alguien pasa bajo la lluvia y no llega y no se calienta
las tiras del pellejo en la hoguera de nuestras manos, ese alguien queda
en las cenizas que se extravían en la casa.
Siempre hay una costilla ausente, siempre sobra un grumo de pan para
el que llora su historia en el frío del agua, en las pestañas
de un viento preñado de olvidos.
No cierres tu puerta para siempre, en tu portal un asesino aspira a
ser un niño y entregarte la inocencia. Las puertas no se cierran
para siempre.
Un médico oscuro que se ha
sentado
Un médico oscuro que se ha sentado
a ver morir la noche entre sus manos
que han visto morir todo. Los humanos
empeños los silencios que han quedado
silbando en los oídos del pequeño
hijo de Dios la trova de los días.
Los sones que cuentan esas bravías
historias reales y del ensueño
perdurable de no morir jamás:
(otro modo de no mirar atrás)
ostentación humana un sueño vano.
(Sobre la vía de lo eterno imaginarse:
no-partida del estatismo y alejarse
sin conocer que es Papá-Dios el gran arcano.)
Última noticia
Ya veo la niebla sobre la blancura del país blanco. ¡Qué
feliz!
Pero, ojo. No me alegro, también veo las lujosas espadas alzarse
sobre las lágrimas del país blanco. Son los fantasmas,
los moribundos sueños de un país que no se conforma con
su noble historia, Detrás de las empuñaduras de esas blanquísimas
espadas, vendrá todo el crimen de la inocencia. Algún
Dios nos pedirá cuenta por tanta ignorancia y olvido.
Cuando lascivamente se alcen las espadas en la noche, otros guerreros
estarán muriendo más allá de toda la distancia
del hielo. La nieve y el frío no son toda la fortuna el deshielo
también consume otras distracciones también se es feliz
codo a codo mirando las junturas del iglú. Soy voraz o soñador
según se dispare la niebla sobre mí. A veces temo y no
temo que vengan las espadas, que un guerrero rompa con su música
y su rencor mi puerta, mi cortina de sueños.
Ver llegar la niebla y el rumor de las espadas, empuñadas por
esas almas llenas de pena y sed de guerra y triunfo, me supone más
solitario y aturdido aunque sé que luego un poco de este frío
se irá a un rincón y podré pegar el oído
a mis paredes de hielo. Soy privilegiado testigo: en las mañanas
escucho mimos y caricias, escucho ruidosas historias entre amantes y
valientes, silencios silencios silencios puedo adivinar caras tensas
ojos con mucho brillo si reparten el botín. Soy testigo de llantos
y ruegos que suceden cuando las espadas se pierden en la niebla.
Estoy hundido en mi iglú me sostengo el rostro lloroso hasta
que la levedad del fuego y el asado hagan posible la lumbre de mi hogar.
El escribano
Sacudía las palabras de su viejo saco y caían sin resistirse
sobre el embaldosado piso de la quinta. Voces forzadas a salir, a rabiar
su equilibrio en cada personaje.
El que atrapa una palabra, miente. El que rumia su canción inventa
un monasterio al mediodía.
El Escribano las arrima cuando la noche muere, renace y muere en el
pájaro de aguas que lo invoca. Hay palabras sucias y raídas.
El alfarero, el Escribano, les cuelga sus alhajas, las pule y echa al
mundo. Pero también las hay ingratas, palabras que se resisten
a pasear, a laborar sobre el labio del triste, que agoniza y las espera.
Como el pétreo inocente de Rodin, el Escribano sueña y
modela el barro de la frase de la mañana.