Desde hace algún tiempo
vengo encontrando a un amigo campesino, hombre que trabaja de sol a
sol, de lunes a domingo por el mediodía, que no sale nunca a
darse un paseo con su familia y vive en una casa hecha por él
"a pulmón", como a cada rato me dice.
Pues bien, a este hombre "pegado al surco", le mataron uno
de los bueyes de su única yunta de trabajo, de la que vive él
y sus cinco hijos. No quisiera contarles la tragedia que se posó
sobre aquella modesta familia. "¿Con qué arar el
pedacito de tierra? ¿Con qué "jalar" por ese
barranco la pipa de agua del río hasta el bohío? ¿Con
qué fanguear los topes del "arrocito para comer?"
Y... ¿de dónde vamos "a sacar" para comprar
otro animal?

Pero lo peor de todo, lo que no tiene razón, ni
sentido es que, para colmo de males, unos funcionarios visitan a mi
amigo y le ponen una multa por "haberse dejado robar y sacrificar
un animal de su propiedad", "por no haber cuidado bien el
buey de su yunta".
De modo que, a la desgracia de ser víctima de un robo injustificable,
producto del aumento de la delincuencia, se suma el tener una abultada
multa. Esta regulación convierte al inocente en culpable, pone
casi en el mismo plano a la víctima del robo y al ladrón,
al convertirse ambos en deudores de la sociedad, ambos tienen que pagar
aunque sea en cuantía diferente.
Así pasa al que pierde un buey de trabajo o un caballo de tiro
o de monta. Todos sabemos que siempre han existido ladrones pero hay
una causa que está en el origen de este problema que es que existen
siempre compradores de la carne de esos animales y mientras exista mercado
se estimula el sacrificio. Todos sabemos también por qué
existen personas que compran esta carne, aún sabiendo o sospechando
que es robada. Mientras no haya carne en las carnicerías y a
un precio asequible para un trabajador normal no desaparecerá
o por lo menos no disminuirá significativamente este fenómeno
porque persiste la causa última que lo provoca.
Existen otros tipos de multas a inocentes. Hace unos días leía
en la prensa nacional un artículo que presentaba otro problema
propio de la situación que crea la penuria del poco valor de
nuestra moneda y la necesidad que crean los mercados de divisas(1).
Se trata de artículos que se venden en este tipo de tienda llamadas
popularmente en Cuba como "shoping" y que son "multados"
por los mismos trabajadores de la tienda. Esta "multa" consiste
en alterar el precio con que viene facturado y poner una etiqueta que
señale al inocente comprador un precio superior, cuya diferencia
va a parar al bolsillo de los aquellos inescrupulosos empleados.
Conozco a una persona que fue a comprar un equipo de grabación
y se encontró en la misma tienda en anaqueles diferentes el mismo
equipo, de la misma marca, del mismo modelo con dos precios diferentes.
Al pedir aclaración y buscar la factura y el listado de precios
se argumentó un "error" lamentable al poner la etiqueta
del precio. El error, por supuesto, era con un precio superior al facturado.
En este caso, se "multa" al inocente que es doblemente víctima
de castigo: tener que comprar un equipo con una moneda que no es la
suya ni la de su salario y tener que pagar, además, por ello
un precio alterado.
Pudiéramos seguir mencionando otros casos de medidas injustas
que no ayudan a coartar o castigar a los delincuentes, sino que van
a empeorar la situación del inocente que sufre el embate del
que delinque. Así están las multas, en ocasiones, excesivas,
reiteradas y a veces, arbitrarias, que se aplican a los trabajadores
por cuenta propia hasta provocar que cierre su pequeño negocio.
Los perjudicados no sólo son los pequeños empresarios
sino la ciudadanía que cada día tiene menos opciones y
menos servicios. Todos recordamos el florecimiento de paladares, cafeterías,
heladerías, guaraperas, pizzerías, vidrieras de dulces
y otras golosinas, expendios de refrescos siempre fríos y fritas
acabaditas de freír... ¿por qué han desaparecido?
La inmensa mayoría de los propietarios argumentan que no pudieron
soportar las "multas".
Otro tanto pasa con personas que tienen amigos, familiares, conocidos
o hermanos de su misma logia o de la misma Iglesia, que vienen a Cuba
de visita y se han encontrado con el absurdo de que no pueden hospedarse
en la casa de sus amigos o hermanos de religión. No porque no
hayan sido cordialmente acogidos por ellos, sino porque varios organismos
del Estado se presentan en la casa e imponen "multas" a la
hospitalidad de los inocentes pretextando que algunos delincuentes tienen
"Rent room" clandestinos. Cuba debe ser el único país
donde las personas no pueden hospedar libremente en su casa a extranjeros
que vienen a visitarlos por temor a ser "multados" por dar
cama y comida a amigos que incluso son conocidos por todos los vecinos
del barrio. Siempre se ha dicho que los cubanos somos hospitalarios
por excelencia. No entiendo como se puede "multar" tal valor
ciudadano. Claro que se dirá que es por los que rentan su casa
a turistas. No es el caso de debatir este otro derecho de hacer con
la casa de uno lo que le parezca, se trata una vez más, de multar
al inocente.
Podríamos hablar de otro tipo de "multas", es decir,
de especies de cargas impositivas que parecen increíbles. Sólo
deseo mencionar dos que por su injusticia deben ser meditadas y solucionadas:
una, los contratos de firmas extranjeras en Cuba que contemplan retribuir
el trabajo de sus empleados con dólares y que en la realidad
entregan esa divisa al Estado cubano y este paga a los empleados en
moneda nacional. Esto es éticamente inaceptable y debía
ser considerado tanto por el Estado cubano como por la empresa extranjera.
La otra "carga impositiva" que podemos llamar de cierta forma
metafórica "multa" son los salarios contratados para
algunos profesionales cubanos que trabajan en el extranjero. Todos conocemos
de esos casos en que los que trabajan, incluso en medio de no pocos
sacrificios, empezando por el de estar lejos de su país y separados
de su familia, sólo reciben un por ciento pequeños del
salario que realmente devenga y, en ocasiones, es más de la mitad
de su remuneración lo que pasa a manos del Estado cubano.
Nadie quiere poner en duda la necesidad de los impuestos, incluso sobre
la renta, sobre el salario, sobre las ganancias, etc. Todo estado necesita
de la imposición tributaria para sostener los servicios comunitarios,
el orden interior, la defensa, el mismo aparato administrativo del Estado.
Pero, un impuesto o contribución no puede ser varias veces mayor
que los mismos ingresos y eso es lo que sienten los profesionales que
se enteran del monto de su salario y de la parte inferior que realmente
llega a sus bolsillos y a la economía de su familia. Esta es
otra forma de "multar" al inocente para sufragar no sólo
los gastos de los servicios públicos de salud, educación,
y otros a lo que nadie se opone, sino que, en ocasiones, se usa para
subsidiar la ineficiencia, la irrentabilidad y el absurdo de la mala
administración de ciertas empresas.
Quiera Dios que lo que se ha llamado "perfeccionamiento empresarial"
tenga muy presente solucionar este déficit, esta ineficiencia
con la que, los que más trabajan y más se sacrifican,
aún lejos de sus hogares y de su Patria, no deben cargar. No
debemos estimular lo contrario de lo que deseamos.
Creo que es posible reflexionar sobre estas situaciones injustas que
no son más que "multas" a la honestidad del campesino,
a los derechos de los consumidores, a la ética autogestión
del trabajador por cuenta propia, a la proverbial hospitalidad de los
cubanos y al sacrificio de profesionales y empleados que, con su competencia
y profesionalidad, ponen el nombre de Cuba en alto tanto en empresas
mixtas aquí como en servicios casi siempre difíciles en
el exterior.
Esto no contribuye a crear una conciencia cívica y a estimular
la participación generosa de los ciudadanos. Es virar al revés
la dinámica social. La salud del cuerpo social depende en gran
medida de poner al derecho estos mecanismos:
La economía debe ponerse al servicio del ciudadano, no la persona
humana, en función de los vaivenes de la economía.
Las verdaderas multas deben ponerse en función de prevenir, erradicar
y reprimir al delincuente no para castigar a sus víctimas.
Las contribuciones tributarias o impuestos deben ponerse en función
del bien social, de la eficiencia del estado, de alcanzar una cada vez
más justa redistribución de la riqueza obtenida como fruto
del trabajo honrado, no como mecanismo para desestimular, desmantelar
y acabar con la iniciativa de los ciudadanos y la autogestión
de los pequeños empresarios.
De lo contrario, lo que es un correctivo se convierte en señal
de injusticia y lo que debe ser estímulo para el hombre de trabajo
se convierte en una carga insoportable para el que se sacrifica.
Entonces se estará "multando" al que mantiene una actitud
cívica y estarán pagando justos por pecadores.
Nota:
1 .Períodico "Granma" del Jueves 31
de Enero del 2002