Revista Vitral No. 48 * año VIII * marzo-abril 2002


EDUCACIÓN CÍVICA

 

MULTAR AL INOCENTE

DAGOBERTO VALDÉS HERNÁNDEZ

 

 


Desde hace algún tiempo vengo encontrando a un amigo campesino, hombre que trabaja de sol a sol, de lunes a domingo por el mediodía, que no sale nunca a darse un paseo con su familia y vive en una casa hecha por él "a pulmón", como a cada rato me dice.
Pues bien, a este hombre "pegado al surco", le mataron uno de los bueyes de su única yunta de trabajo, de la que vive él y sus cinco hijos. No quisiera contarles la tragedia que se posó sobre aquella modesta familia. "¿Con qué arar el pedacito de tierra? ¿Con qué "jalar" por ese barranco la pipa de agua del río hasta el bohío? ¿Con qué fanguear los topes del "arrocito para comer?"
Y... ¿de dónde vamos "a sacar" para comprar otro animal?

Foto: Sergio Lázaro Cabarrouy

Pero lo peor de todo, lo que no tiene razón, ni sentido es que, para colmo de males, unos funcionarios visitan a mi amigo y le ponen una multa por "haberse dejado robar y sacrificar un animal de su propiedad", "por no haber cuidado bien el buey de su yunta".
De modo que, a la desgracia de ser víctima de un robo injustificable, producto del aumento de la delincuencia, se suma el tener una abultada multa. Esta regulación convierte al inocente en culpable, pone casi en el mismo plano a la víctima del robo y al ladrón, al convertirse ambos en deudores de la sociedad, ambos tienen que pagar aunque sea en cuantía diferente.
Así pasa al que pierde un buey de trabajo o un caballo de tiro o de monta. Todos sabemos que siempre han existido ladrones pero hay una causa que está en el origen de este problema que es que existen siempre compradores de la carne de esos animales y mientras exista mercado se estimula el sacrificio. Todos sabemos también por qué existen personas que compran esta carne, aún sabiendo o sospechando que es robada. Mientras no haya carne en las carnicerías y a un precio asequible para un trabajador normal no desaparecerá o por lo menos no disminuirá significativamente este fenómeno porque persiste la causa última que lo provoca.
Existen otros tipos de multas a inocentes. Hace unos días leía en la prensa nacional un artículo que presentaba otro problema propio de la situación que crea la penuria del poco valor de nuestra moneda y la necesidad que crean los mercados de divisas(1). Se trata de artículos que se venden en este tipo de tienda llamadas popularmente en Cuba como "shoping" y que son "multados" por los mismos trabajadores de la tienda. Esta "multa" consiste en alterar el precio con que viene facturado y poner una etiqueta que señale al inocente comprador un precio superior, cuya diferencia va a parar al bolsillo de los aquellos inescrupulosos empleados.
Conozco a una persona que fue a comprar un equipo de grabación y se encontró en la misma tienda en anaqueles diferentes el mismo equipo, de la misma marca, del mismo modelo con dos precios diferentes. Al pedir aclaración y buscar la factura y el listado de precios se argumentó un "error" lamentable al poner la etiqueta del precio. El error, por supuesto, era con un precio superior al facturado. En este caso, se "multa" al inocente que es doblemente víctima de castigo: tener que comprar un equipo con una moneda que no es la suya ni la de su salario y tener que pagar, además, por ello un precio alterado.
Pudiéramos seguir mencionando otros casos de medidas injustas que no ayudan a coartar o castigar a los delincuentes, sino que van a empeorar la situación del inocente que sufre el embate del que delinque. Así están las multas, en ocasiones, excesivas, reiteradas y a veces, arbitrarias, que se aplican a los trabajadores por cuenta propia hasta provocar que cierre su pequeño negocio. Los perjudicados no sólo son los pequeños empresarios sino la ciudadanía que cada día tiene menos opciones y menos servicios. Todos recordamos el florecimiento de paladares, cafeterías, heladerías, guaraperas, pizzerías, vidrieras de dulces y otras golosinas, expendios de refrescos siempre fríos y fritas acabaditas de freír... ¿por qué han desaparecido? La inmensa mayoría de los propietarios argumentan que no pudieron soportar las "multas".
Otro tanto pasa con personas que tienen amigos, familiares, conocidos o hermanos de su misma logia o de la misma Iglesia, que vienen a Cuba de visita y se han encontrado con el absurdo de que no pueden hospedarse en la casa de sus amigos o hermanos de religión. No porque no hayan sido cordialmente acogidos por ellos, sino porque varios organismos del Estado se presentan en la casa e imponen "multas" a la hospitalidad de los inocentes pretextando que algunos delincuentes tienen "Rent room" clandestinos. Cuba debe ser el único país donde las personas no pueden hospedar libremente en su casa a extranjeros que vienen a visitarlos por temor a ser "multados" por dar cama y comida a amigos que incluso son conocidos por todos los vecinos del barrio. Siempre se ha dicho que los cubanos somos hospitalarios por excelencia. No entiendo como se puede "multar" tal valor ciudadano. Claro que se dirá que es por los que rentan su casa a turistas. No es el caso de debatir este otro derecho de hacer con la casa de uno lo que le parezca, se trata una vez más, de multar al inocente.
Podríamos hablar de otro tipo de "multas", es decir, de especies de cargas impositivas que parecen increíbles. Sólo deseo mencionar dos que por su injusticia deben ser meditadas y solucionadas: una, los contratos de firmas extranjeras en Cuba que contemplan retribuir el trabajo de sus empleados con dólares y que en la realidad entregan esa divisa al Estado cubano y este paga a los empleados en moneda nacional. Esto es éticamente inaceptable y debía ser considerado tanto por el Estado cubano como por la empresa extranjera.
La otra "carga impositiva" que podemos llamar de cierta forma metafórica "multa" son los salarios contratados para algunos profesionales cubanos que trabajan en el extranjero. Todos conocemos de esos casos en que los que trabajan, incluso en medio de no pocos sacrificios, empezando por el de estar lejos de su país y separados de su familia, sólo reciben un por ciento pequeños del salario que realmente devenga y, en ocasiones, es más de la mitad de su remuneración lo que pasa a manos del Estado cubano.
Nadie quiere poner en duda la necesidad de los impuestos, incluso sobre la renta, sobre el salario, sobre las ganancias, etc. Todo estado necesita de la imposición tributaria para sostener los servicios comunitarios, el orden interior, la defensa, el mismo aparato administrativo del Estado. Pero, un impuesto o contribución no puede ser varias veces mayor que los mismos ingresos y eso es lo que sienten los profesionales que se enteran del monto de su salario y de la parte inferior que realmente llega a sus bolsillos y a la economía de su familia. Esta es otra forma de "multar" al inocente para sufragar no sólo los gastos de los servicios públicos de salud, educación, y otros a lo que nadie se opone, sino que, en ocasiones, se usa para subsidiar la ineficiencia, la irrentabilidad y el absurdo de la mala administración de ciertas empresas.
Quiera Dios que lo que se ha llamado "perfeccionamiento empresarial" tenga muy presente solucionar este déficit, esta ineficiencia con la que, los que más trabajan y más se sacrifican, aún lejos de sus hogares y de su Patria, no deben cargar. No debemos estimular lo contrario de lo que deseamos.
Creo que es posible reflexionar sobre estas situaciones injustas que no son más que "multas" a la honestidad del campesino, a los derechos de los consumidores, a la ética autogestión del trabajador por cuenta propia, a la proverbial hospitalidad de los cubanos y al sacrificio de profesionales y empleados que, con su competencia y profesionalidad, ponen el nombre de Cuba en alto tanto en empresas mixtas aquí como en servicios casi siempre difíciles en el exterior.
Esto no contribuye a crear una conciencia cívica y a estimular la participación generosa de los ciudadanos. Es virar al revés la dinámica social. La salud del cuerpo social depende en gran medida de poner al derecho estos mecanismos:
La economía debe ponerse al servicio del ciudadano, no la persona humana, en función de los vaivenes de la economía.
Las verdaderas multas deben ponerse en función de prevenir, erradicar y reprimir al delincuente no para castigar a sus víctimas.
Las contribuciones tributarias o impuestos deben ponerse en función del bien social, de la eficiencia del estado, de alcanzar una cada vez más justa redistribución de la riqueza obtenida como fruto del trabajo honrado, no como mecanismo para desestimular, desmantelar y acabar con la iniciativa de los ciudadanos y la autogestión de los pequeños empresarios.
De lo contrario, lo que es un correctivo se convierte en señal de injusticia y lo que debe ser estímulo para el hombre de trabajo se convierte en una carga insoportable para el que se sacrifica.
Entonces se estará "multando" al que mantiene una actitud cívica y estarán pagando justos por pecadores.

Nota:
1 .Períodico "Granma" del Jueves 31 de Enero del 2002


 

 

Revista Vitral No. 48 * año VIII * marzo-abril 2002
Dagoberto Valdés (Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz, del Vaticano. Trabaja en el almacén "El Yagüín", de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.