Revista Vitral No. 48 * año VIII * marzo-abril 2002


REFLEXIONES

 

LOS SACERDOTES ESTÁN LLAMADOS A

VIVIR EN LA VERDAD

Homilía de Monseñor José Siro González Bacallao, Obispo de Pinar del Río, en la Ordenación Sacerdotal de Miguel Ángel Blanco Sanjudo y Juan Cárlos Carballo Pérez. 1ero. de Marzo de 2002 .

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:
Gran fiesta y por tanto gozo inconmensurable, en el marco de la memoria de aquel ilustre monje, obispo y guerrero del siglo X, San Rosendo, que los primeros pobladores de esta noble ciudad escogieron como patrono en el siglo XVI, cuando apenas contaba con medio centenar de habitantes que comenzaron a llamarla "Pinal" del Río.
Gran fiesta porque dos jóvenes del pueblo han sido escogidos por el Señor, como Jeremías el de Helecías. Cada uno con su aparente camino humano ya trazado, el uno especialista agro-pecuario y el otro ingeniero hidráulico, pero en realidad llamados por el Señor portentosamente para ir a donde el Señor diga y hacer lo que Él quiera. Hoy por la imposición de manos y la oración consagratoria de su obispo, les será conferido el sacerdocio ministerial que la Iglesia otorga a los que, tras larga y cuidadosa preparación son admitidos a esta noble dignidad y amoroso servicio. Dignidad para los elegidos, servicio para los demás hombres y mujeres que con ellos compartirán la vida comunitaria de la Iglesia y del pueblo.
Ante la dignidad y el servicio de este misterio y ministerio que es el sacerdocio, podemos, hoy, tantos hermanos y hermanas de nuestras comunidades presentes en esta Santa Iglesia Catedral, preguntarnos:
¿Quién no es el Sacerdote? Como el Bautista tenemos que contestar enseguida: Yo no soy la Palabra, yo no soy el Enviado, yo soy el que prepara el camino, yo soy el que anuncia.
Hoy también tienes que decir tú, elegido por Dios para tan gran ministerio:
Yo no soy un solterón que guarda unas leyes que la Iglesia pide, o quizás las cumple a medias y con poco espíritu.

Juan C. Carballo y Miguel A. Blanco (de izquierda a derecha)

Yo no soy un infeliz que ha renunciado a las legítimas delicias de una familia, al cariño de una esposa y un hijo.
Yo no soy el agente de una gran empresa, que se preocupa porque ésta crezca y luzca.
Yo no soy un tipo raro extraído de esta sociedad para que viva como un hombre raro, apartado de su pueblo y al mismo tiempo a costa de un grupo humano.
Yo no soy un individuo que forma clase, a pesar de ser uno en el pueblo en el que me ha tocado vivir.
Yo no soy un egoísta que, perteneciendo a una institución como es la Iglesia, vive sin compartir en nada las privaciones y penurias de su pueblo.
Yo no soy un acomodado, cuyo lema es "ande yo caliente y muérase la gente".
Así podríamos seguir enumerando otras cosas y formas de ser y vivir que no corresponden al sacerdocio católico.

Los candidatos se postran en señal de humildad, mientras se invoca la intercesión de los Santos

Entonces, te preguntamos: Sacerdote ¿quién eres tú?
Y lo primero que tenemos que responder es:
Un hombre escogido por Cristo para ser como Pedro y Andrés, Santiago y Juan, pescador de hombres. Lo cual responde a una vocación, o sea, lo que "te toca ser" y a una misión, "lo que te toca hacer".
La vocación no se elige; se recibe, se acepta o no. La misión se cumple, se realiza, es permanente.
Sacerdote, eres el Padre, así te llaman los hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos del pueblo, porque, aún renunciando a una paternidad carnal, por el bautismo has engendrado para la vida eterna a un sinnúmero de hombres y mujeres. Estás, por tanto, llamado y obligado a amar y cuidar de esos hombres y mujeres que así te llaman. Como los santos a lo largo de la historia estás obligado a esta excelsa paternidad.
Sacerdote, eres el amigo. Sólo en el corazón del amigo se depositan las quejas y secretos, alegrías y planes que esconden en tu corazón los sufridos presos, las pobres viudas, los desorientados jóvenes, los inocentes niños.
Sacerdote, eres el Cura. Eres el hombre escogido, ordenado y privilegiado que administra los signos sagrados, los misteriosos sacramentos que Cristo instituyó y entregó a su Iglesia, para que los hombres puedan hacer el difícil camino de la vida, fieles a los mandatos del Señor.
Eres el hombre que bautiza invocando a la Santisíma Trinidad y dando entrada en la Iglesia a los que reciben esta gracia y este don. Eres el hombre que a pesar de tu condición pecadora, tienes el poder de perdonar pecados y decir: Yo te absuelvo.
Eres el hombre dichoso que puede pronunciar las mismas palabras que Jesús, nuestro Redentor, pronunció un Jueves Santo sobre el Pan y el Vino con el que te alimentas y alimentarás a los hombres y mujeres que se acerquen al Altar del Dios Altísimo.
Eres el hombre que unge con óleo santo y perdona los pecados del hermano o hermana que se disponen a hacer el camino de la eternidad.
Eres el pastor abnegado que vela con amor por tu rebaño, que es el del Buen Pastor.
Eres el misionero itinerante, que siembra a tiempo y destiempo la semilla del Evangelio.
Sacerdote, eres el Presbítero que como colaborador cercano y estrecho con el obispo, conduce a una porción del pueblo de Dios por los caminos difíciles y peligrosos de esta vida. Eres el hermano de tus hermanos sacerdotes que viven las responsabilidades, alegrías, proyectos y desafíos de una atípica fraternidad que se llama Presbiterio.
Queridos hermanos y hermanas, queridos Miguel Ángel y Juan Carlos, esta sencilla exposición y reflexión ¿a qué nos llama?

Los sacerdotes pinareños imponen las manos a Miguel Ángel y Juan Carlos.

En una palabra, a lo que dijera el Papa Juan Pablo II en su precioso libro "Don y Misterio", a "Vivir la verdad de nuestro Sacerdocio".
El Papa pone un acento singular en esta recomendación que aparece como una instancia primordial en el documento "Pastores dabo vobis" que propone a los presbíteros: "La verdad hay que vivirla"... Los Sacerdotes están llamados a vivir la verdad... El sacerdote está llamado a conservar y desarrollar en la fe la conciencia de la verdad entera y sorprendente de su propio ser"... debe permanecer en la verdad de su ser "y verse con los ojos de Cristo en su verdad completa".
Ante tanta grandeza de parte de nuestro sacerdocio - vocación y misión, y tanta miseria y limitación de parte de nuestra pobre carne, digámosle a María, la dulce Madre de Jesús, la tierna madre del sacerdote:
Concédenos, oh María,
que sintamos tu consuelo
en las numerosas aflicciones
que encontramos en nuestro camino,
y que muchas veces no podemos curar
con palabras puramente humanas.
Concédenos que podamos confortar
a mucha gente de nuestro noble y sufrido pueblo
que padecen males físicos
y amargas y secretas aflicciones
interiores que hacen pesado
el camino de tantos hombres
y de tantas mujeres,
de muchos jóvenes y adolescentes.
A veces estos sufrimientos no se expresan
y sin embargo esperan siempre de nosotros
una palabra, un gesto que sea signo
de la acción confortadora del Espíritu Santo.
Oh Señor, por intercesión de nuestra Madre
de la Caridad
abre ante todo nuestros corazones
a la acción misericordiosa del Espíritu,
al poder benéfico de la Sagrada Escritura, y al descanso confortante
de las palabras y de los gestos de la Iglesia.

San Rosendo bendito, bendice a estos neosacerdotes, a estos nobeles obreros de esta Iglesia particular que te honra y pide hoy y siempre tu amparo y protección. Amén

 

 

Revista Vitral No. 48 * año VIII * marzo-abril 2002
S.E. Mons. José Siro González Bacallao
(Candelaria 1930)
Consagrado Obispo de Pinar del Río el 16 de Mayo de 1982. Presidente de Cáritas-Cuba.

.