PLEGARIA
En la partida de Jorge Coll,
a todos los amigos que se fueron,
a todos los que seguirán el camino del exilio,
a todos los que siguen presentes
Al Santo Mar, Patrono de los Inconformes:
A ti, Mar, que protestas
por la tierra que encarcela tus deseos;
que levantas tu espuma
en las pretensiones de paz
que son los malecones;
que prestas tu caricia a cuerpos destruidos,
eternos buscadores de la eterna añoranza
más allá del horizonte
que no es el fin
sino el comienzo de lo que no podemos;
a ti, Mar, presentamos
nuestras súplicas:
Que no caigamos en la tentación
de utilizarte de frontera,
que siempre una ola tuya
destroce las distancias que son
nuestros abismos,
nuestros puentes colgando de las nubes
y nuestras nubes ocultando nuestros puentes;
Que no caigamos en la pretensión
de querer dominarte por el día
después de haber temblado
(y olvidado) por la noche,
porque un barco bajo el sol
es siempre un ir,
tal vez volver,
pero un barco casi sombra es un recuerdo,
una mala interpretación
de un sueño mal soñado;
Que no caigamos en la indiferencia
de olvidarte, precisamente,
porque no tienes manera de irte para siempre,
porque la tierra tiene allí su límite,
donde tú empiezas;
o quizás la tierra no sea más
que un permiso dado a tu corazón
para que muestre y sean reconocidas tus bondades,
tantas veces ocultas por la circunstancia
de una tormenta;
Que no tratemos de justificar
con tu belleza
la miseria vivida en tu ignorancia,
porque esas tardes de puestas de tristeza,
esos amaneceres trasnochados,
son producto de una danza incontenible
que bailamos por el eterno mecanismo
de nuestra imperfección
-¡bendita imperfección!-;
Que no te utilicemos,
en fin,
para ahogar las penas
o para que tengas un parto de alegrías,
porque nosotros, los hombres,
somos expertos en adoptar lo ajeno,
en hacer crecer a nuestro lado
ese único pedacito de mundo
que no nos interesa para nada;
que no te utilicemos,
repito,
por tu grandeza,
para expresar las mismas palabras
que en tantas ocasiones se repiten,
las mismas palabras que se escurren
huidizas, justificando la nostalgia
de un alma que
y-a n-o p-u-e-d-e m-á-s
con tanta... locura...
Te lo pedimos
a ti, Mar, que vives y reinas
en los corazones inconformes;
a ti, que acoges nuestros desechos,
nuestros desprecios,
y nuestros castillos en la arena
allá, en la lejana infancia
y acá, en el cercano escándalo
de una dispersión sin sentido.
Te lo pedimos a ti
que eres capaz del silencio
aun cuando te tragas para siempre
algún cuerpo,
alguna idea,
o algún mensaje pequeño,
impreciso,
inútil,
acusado
de convertirse eternamente
en un fragmento de esperanza.
Líbranos -¡límpianos!-
del mal
que significa despedir,
por ahora,
una botella cargada de angustias,
porque nuestro anhelo,
el recurso imprescindible del anhelo,
perdona, querido Mar,
se queda con nosotros.
.Amén
14 de Marzo de 1994
S/T
Los amigos
son ángeles
que sufren como hombres
y por eso lloran con sabor eterno.
El amigo llega y abraza al amigo.
se vieron ayer, se han visto hoy,
cualquiera piensa que no se han visto nunca,
que acaban de conocerse. Se trata de que la gente
ha olvidado el arte de abrazar a los amigos, en todo instante,
en todo tiempo,
en toda circunstancia.
Y en ninguna.
Mi amigo llega y se olvida de la mala noche,
de las preguntas sin término, de los planes que nunca serán;
se olvida de la fiebre, y del agobio y del perro enfermo
que se marchó de casa para que no lo viesen
morir
los niños.
(En secreto, hay quien dice que mi amigo
habló con el perro alguna noche. Hablaron de la muerte
y del olvido. Y el perro se sintió tan buen amigo
que decidió marchar para que los niños
tuvieran un adelanto de cielo en su partida.
Y mi amigo lloró
Alguna noche, mientras filmaba el cielo con estrellas y partida.
En secreto me han dicho que mi amigo
Busca en las estrellas a su amigo.)
Mi amigo está contento porque ha visto que sus hijos
han descubierto el valor de la lluvia y de la arena
y del cemento que se unta en el cabello
y endurece las ideas más mezquinas.
Cortar esas ideas es mejor
A tiempo,
Mientras juegan, mientras sueñan.
Entonces mi amigo se alegra porque sabe
que Dios le ha hecho un buen regalo:
su familia.
Sé que mi amigo no piensa demasiado en el afecto;
Pero sé que no lo piensa porque lo siente demasiado.
Es que mi amigo no ha olvidado, como la gente,
el arte de abrazar a los amigos.
Alguien me pregunta:" ¿No estás exagerando,
no cuentas sobre ángeles,
fantasías que nunca has encontrado
en los días encorvados de tu vida?"
Yo sonrío, porque descubro
Que la gente ha olvidado todas las artes, inclusive
El arte de encontrar buenos amigos.
Tan sencillo que es.
Yo sonrío, porque sé que para olvidar y para encontrar
y seguir sonriendo, sólo hay que creer y no tener reparos en
abrazar
a un buen amigo,
una vez encontrado. Ángel o no,
es un arte, lo sé, pero muy cercano.
Tan cercano
Que el propio abrazo puede hacer que lo olvides
y no lo veas
Del mismo modo que no puedes leer las letras
de algún libro
Si te cae sobre los ojos cuando sueñas.
¿Te das cuenta?... Hablando de mi amigo
lo olvidaba, porque estaba recordando que no hay caminos
para acercarse
a lo que quieres. El camino
sólo hace falta recorrerlo. El camino
se abre, quizás,
en los minúsculos detalles de la ciencia; en la explicación,
sin sentido, del sentido que tienen los avances; y en el lamento,
necesario, del fracaso que tienen los abrazos
que nunca han tenido el valor
de ser soñados.
Mi amigo,
Lo olvidaba,
Ha hecho que sus hijos no me teman
Viendo como carga con mis pasos
con sonrisas,
con ternura disfrazada
con holgura de alma
con detalle de amigo.
Y sé que cuando duerme
mi amigo no olvida porque sueña,
quizás sin imágenes, quizás con pesadillas;
mi amigo sueña que el otro día ya amanece,
y que podrá abrazar a su amigo, que soy yo,.
Muy importante:
después de abrazar a Dios, a su esposa y a sus hijos
(y al perro que partió en el recuerdo).
Mañana preguntaré a mi amigo
que ha hecho con estas palabras. Y él,
estoy seguro, sin pena,
sin falsa educación,
sin protocolos,
me dirá que algún cohete fabricó para sus hijos
o algún pequeño barquito de palabras,
de papel,
de fantasía
con el papel amigo, con la poesía olvidada, abrazada,
más aún: vivida.
Entonces sabré,
porque ya lo sabía,
que mi amigo
no ha podido olvidarme. Y tengo esa certeza porque yo,
cada mañana, lo abrazo y no lo olvido.
-¿Por qué será que la gente se lamenta
de no tener buenos amigos?
Tan sencillo que es,
después que amanece, poder abrazar
algún
amigo.
Para mi amigo Páblisher.