El año 2002, Centenario
del nacimiento de la República de Cuba, nos invita a reflexionar
en nuestra historia y a sacar de ella, de sus luces y sus sombras, lecciones
de vida.
Esta mirada sobre nuestra nación y su devenir, debe ser profunda
y desprejuiciada. No debe detenerse en el pasado, ni distraernos del
presente, ni desanimarnos para el porvenir.
Cuba, cada uno de los cubanos, de aquí y en la diáspora,
debe sacar del magisterio de la historia, luces para el presente y caminos
para el mañana. Todo aniversario conlleva alegrarse de lo bueno
vivido, esfuerzos para enmendar lo errado y buenos propósitos
para el futuro.
Muchos son esos propósitos, porque muchas son las necesidades
de la Patria, de sus gentes más sencillas, de cada uno de nosotros
y de los que aman a Cuba dondequiera que vivan y como quiera que piensen.
Una de esas aspiraciones es el derecho a alcanzar un nivel de vida digno.
Todo el mundo quiere vivir bien. Todos desean mejorar. Todos esperamos
que la situación cambie, para algo superior a lo que tenemos
y que el futuro no se parezca al presente, ni tampoco al pasado.
Este anhelo, es legítimo en cuanto no lesione la dignidad, la
libertad y los derechos de la persona humana y salvaguarde unas estructuras
comunitarias impregnadas de justicia social.
Un nivel de vida digno de la persona humana, de toda persona, sin discriminaciones
por razones de sexo, edad, color, creencia, opción política
o posición económica, es, además de un derecho,
un deber al que todos debemos responder con responsabilidad.
Vivir dignamente supone en primer lugar, tener derecho y posibilidad
real de nacer, de existir y de encontrar un lugar acogedor al venir
a este mundo. Un lugar propicio para vivir no es sólo una casa,
un hogar seguro, una cama, unos alimentos, medicinas y vacunas. Supone
también un clima de concordia familiar, una pareja estable y
entregada a la educación de sus hijos, una sociedad que respete
los derechos del niño antes de nacer y durante toda su vida.
Cuba, cada uno de los cubanos, merece este primer y elemental nivel
de vida.
Cuando se habla de un nivel de vida digno se habla también del
derecho a la alimentación adecuada y suficiente. No se trata
de repartir lo poco que haya entre todos, cosa que ya no es posible
hacer por las diferencias de poder adquisitivo y de poder de influencias,(
que sería hacer justicia distributiva), sino de producir lo suficiente
y crear empleos para todos y que los salarios alcancen a lo necesario
para vivir sin angustia, por lo menos, que es hacer justicia social.
Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar este nivel de vida.
La salud es otro aspecto elemental para poder alcanzar una vida digna.
No se trata sólo de tener un sistema de atención primaria
repartido por todo el territorio, eso es algo bueno y saludable. Tampoco
basta con tener una red de policlínicos y hospitales al que tienen
acceso todos los ciudadanos, eso no lo tienen por desgracia un número
considerable de países, y debían tenerlo. Alcanzar un
nivel digno en la salud es que todas esas estructuras funcionen como
se espera, tengan los recursos que necesitan, cuenten con un personal
de la salud que se sienta feliz de estar aquí, satisfecho de
ejercer su vocación aquí, y dispuesto a brindar esos servicios
en cualquier lugar del mundo donde voluntariamente desee ir sin que
nadie se lo programe ni se lo impida, pues es su derecho inalienable.
En este sentido, debemos desear que nuestros médicos y demás
trabajadores de la salud permanezcan en nuestro país a pesar
de las dificultades, pero el éxodo de cualquier profesión
no se detiene a la fuerza, prohibiendo la salida del país, sino
preguntándonos ¿por qué durante largas décadas
los médicos y enfermeras cubanos vivían aquí felices
y por ningún motivo deseaban emigrar? ¿Por qué
ahora hay miles de médicos formados aquí mismo y educados
para servir a la Patria, que desean irse para cualquier lugar del mundo
menos permanecer en su tierra? Emigrar es un derecho que debe ser respetado,
nadie puede retener a nadie que no tenga delitos o adeudos declarados
y previamente concertados con mutuo consentimiento. Pero no es ése
el problema de fondo: el problema es responder con sinceridad y objetividad
a las preguntas anteriores. La solución es crear aquí
las condiciones de existencia y el ejercicio de la profesión
que no lesionen el nivel de vida decoroso mínimo que están
encontrando esas personas, incluso en países de zonas de pobreza
mayor que nuestro país. Cuba, cada uno de los cubanos, merece
mejorar en este nivel de vida en el que, en su tiempo, alcanzó
tan dignos resultados.
Otro aspecto que conforma el nivel de vida decoroso es la educación
y la cultura. Nuestro país siempre ha tenido en este aspecto
niveles de dignidad y profesionalidad muy relevantes. Todos sabemos
que hoy día los resultados no se corresponden con esos esfuerzos
en frutos de educación integral a pesar de los niveles de instrucciones
brindados y al alcance de todos. Ya lo sabemos, instruir puede cualquiera,
educar solo quien sea un evangelio vivo. Cuba tiene un caudal humano
impresionante. ¿Por qué hemos visto crecer la vulgaridad,
el maltrato, la violencia, la delincuencia y los ambientes de cultura
marginal más allá de lo que tenía nuestra sociedad
hace unos años? Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar
en este otro índice de nivel de vida.
La recreación y el cuidado del ambiente, son dos elementos que
hablan elocuentemente del nivel de vida de un pueblo. Estamos refiriéndonos
a la verdadera recreación humana, no a la promiscuidad de un
campamento o a lo que se ha venido en llamar "área cerrada",
o "punto de la pipa" de una pésima cerveza, ni a las
"actividades" planificadas donde la recreación consiste
en que van a "dar" un pedacito de pollo y el ambiente se convierte
en un esperar que lo den para comérselo como sea o llevarlo para
la casa, sin compartir con los compañeros de trabajo o de estudio.
Los salarios no alcanzan para el disfrute de unas vacaciones dignas
sin angustias ni lamentos. A pesar de la divulgación sobre el
cuidado de la naturaleza vemos un descuido grande en crear vertederos
clandestinos, contaminar ríos y bahías; el humo de los
automóviles, sobre todo estatales, es cada vez mayor y los ruidos
sobrepasan cualquier nivel admisible a la salud auditiva de los ciudadanos.
Así se va deteriorando nuestra salud mental por falta de descanso
y distracciones sanas.Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar
en este índice frente al cuál, muchas veces, permanecemos
indiferentes por considerar otros más urgentes para nuestro nivel
de vida.
Las libertades civiles y políticas, los derechos a expresar libremente
lo que pensamos sin miedo a la represalia laboral, política,
judicial o educacional; los derechos a asociarnos, reunirnos y organizarnos
para fines honestos y pacíficos sin miedo a sentirnos vigilados,
escuchados, filmados o penetrados por ajenos; los derechos a participar
en el debate público en igualdad de condiciones y de medios de
comunicación para hacerlo; el derecho a elegir, ser elegido y
ser revocado directamente por los ciudadanos sea cual sea la diversidad
de la opción política, siempre que trabaje para el bien
común con medios éticamente aceptables. Todos estos son
componentes esenciales de la libertad inherente a toda persona humana;
por lo tanto no habrá un nivel de vida digno si alguna de estas
libertades y derechos son violados, condicionados o abolidos. Cuba,
cada uno de los cubanos, merece que mejoremos estos aspectos que conforman
un nivel de vida digno.
En la base de todos estos índices, está la libertad de
conciencia que es más que la libertad de culto y la libertad
religiosa que es más que el respeto a las creencias individuales
de los ciudadanos. La libertad de conciencia es el derecho de toda persona
a pensar con cabeza propia, a sostener criterios divergentes, a juzgar
libremente sobre su entorno, a emitir opiniones sin lesionar la dignidad
de los demás, a pensar y hablar sin hipocresía. La libertad
religiosa es más que hacer procesiones o abrir templos, es derecho
a predicar libremente y sin represalias la fe y sus consecuencias en
ámbitos públicos reconocidos; es ejercer la caridad de
manera personal y comunitaria con pleno derecho de servir sin estorbos
burocráticos o prejuicios ideológicos; es poder educar
las conciencias para la libertad y la responsabilidad con las instituciones,
los medios y la escuela pedagógica que elijan libremente los
padres y los adultos; es estimular las iniciativas que puedan configurar
una nueva sociedad, sin que por ello se tilde de intromisión
en asuntos políticos partidistas... Es, en fin, poder dar el
aporte propio de la religión a la edificación de una civilización
de la verdad y el amor. Cuba, cada uno de los cubanos, merece que mejoremos
este indicador fundamental de nuestro nivel de vida.
Otros muchos elementos quedan para poder considerar que un país
posee un nivel de vida digno: una vivienda decorosa para cada familia
que se forma; un trabajo accesible y no cada vez más lejos del
hogar para restar tiempo a la familia y al descanso; lo necesario para
poder confeccionar los alimentos sin el agobio adicional de buscarlos
y no tener con qué cocinarlos; el acceso al agua y la luz eléctrica,
es decir, a un agua limpia, corriente y potable y a un fluido eléctrico
sin el sobresalto de los apagones ni los cambios bruscos de voltaje
que acaban con los electrodomésticos; pero sobre todo, se necesita
un clima de confianza y de sosiego en que no vivamos constantemente
en crispación por un motivo hoy y otro mañana, para crecer
sanos y producir lo necesario. Se precisa una atmósfera de mayor
serenidad, un lenguaje de paz, unos métodos cívicos para
alcanzar fines civiles, no unos métodos y lenguajes militares
trasladados sin razón a los asuntos de la comunidad civil.
Al comenzar un año no debemos esperar que todo esto nos venga
del cielo. Nada de esto se obtiene sin el esfuerzo de cada cubano, de
cada institución, de cada organismo, de cada grupo y familia.
Seguramente estaremos pensando que decimos esto para que "otros"
lo gestionen, para que nos "den" lo que creemos merecer, para
que el Estado "resuelva" todos y cada uno de los problemas
y necesidades. Esto es un error de perspectiva y una posición
ciudadana descomprometida de la sociedad.
Ningún país puede elevar su nivel de vida sin la contribución
de cada uno de sus ciudadanos. Sin trabajo no hay país. Sin esfuerzo
personal no hay nivel de vida digno. Nadie debe quedar inerte ante estas
legítimas aspiraciones. A cada ciudadano nos corresponde trabajar
duro y perseverantemente y al Estado crear las condiciones y liberar
los mecanismos para que se vean los resultados de ese esfuerzo en el
bolsillo de cada cubano, en la mesa de cada familia, en la farmacia
de cada pueblo, en el aula de cada niño, en el taller de cada
trabajo, en las actividades de cada iglesia, en las relaciones con cada
grupo de la sociedad civil, en la participación política
pluralista, y en las relaciones internacionales.
Cuba, cada uno de los cubanos, merece ser lo que es, creer en lo que
confía, hacer lo que debe, pensar lo que hace, sentir sin rencores,
decir lo que siente, trabajar sin miedo y vivir en paz.
¿Vivimos realmente así?
Los cubanos tenemos las cualidades humanas, el talante emprendedor,
la capacidad de recuperación y el carácter necesario para
alcanzarlo. Lo demuestran, en unas horas, cuanto cubano sale y sirve,
en cualquier rincón del mundo.
Lo que más deseamos para Cuba en el 2002 es que queramos ser
así y que lo podamos hacer aquí.
Pinar del Río, 28 de Enero de 2002