Revista Vitral No. 47 * año VIII * enero-febrero 2002


EDITORIAL

 

EL DERECHO A UN NIVEL DE VIDA DIGNO

 

 

El año 2002, Centenario del nacimiento de la República de Cuba, nos invita a reflexionar en nuestra historia y a sacar de ella, de sus luces y sus sombras, lecciones de vida.
Esta mirada sobre nuestra nación y su devenir, debe ser profunda y desprejuiciada. No debe detenerse en el pasado, ni distraernos del presente, ni desanimarnos para el porvenir.
Cuba, cada uno de los cubanos, de aquí y en la diáspora, debe sacar del magisterio de la historia, luces para el presente y caminos para el mañana. Todo aniversario conlleva alegrarse de lo bueno vivido, esfuerzos para enmendar lo errado y buenos propósitos para el futuro.
Muchos son esos propósitos, porque muchas son las necesidades de la Patria, de sus gentes más sencillas, de cada uno de nosotros y de los que aman a Cuba dondequiera que vivan y como quiera que piensen.
Una de esas aspiraciones es el derecho a alcanzar un nivel de vida digno.
Todo el mundo quiere vivir bien. Todos desean mejorar. Todos esperamos que la situación cambie, para algo superior a lo que tenemos y que el futuro no se parezca al presente, ni tampoco al pasado.
Este anhelo, es legítimo en cuanto no lesione la dignidad, la libertad y los derechos de la persona humana y salvaguarde unas estructuras comunitarias impregnadas de justicia social.
Un nivel de vida digno de la persona humana, de toda persona, sin discriminaciones por razones de sexo, edad, color, creencia, opción política o posición económica, es, además de un derecho, un deber al que todos debemos responder con responsabilidad.
Vivir dignamente supone en primer lugar, tener derecho y posibilidad real de nacer, de existir y de encontrar un lugar acogedor al venir a este mundo. Un lugar propicio para vivir no es sólo una casa, un hogar seguro, una cama, unos alimentos, medicinas y vacunas. Supone también un clima de concordia familiar, una pareja estable y entregada a la educación de sus hijos, una sociedad que respete los derechos del niño antes de nacer y durante toda su vida. Cuba, cada uno de los cubanos, merece este primer y elemental nivel de vida.
Cuando se habla de un nivel de vida digno se habla también del derecho a la alimentación adecuada y suficiente. No se trata de repartir lo poco que haya entre todos, cosa que ya no es posible hacer por las diferencias de poder adquisitivo y de poder de influencias,( que sería hacer justicia distributiva), sino de producir lo suficiente y crear empleos para todos y que los salarios alcancen a lo necesario para vivir sin angustia, por lo menos, que es hacer justicia social. Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar este nivel de vida.
La salud es otro aspecto elemental para poder alcanzar una vida digna. No se trata sólo de tener un sistema de atención primaria repartido por todo el territorio, eso es algo bueno y saludable. Tampoco basta con tener una red de policlínicos y hospitales al que tienen acceso todos los ciudadanos, eso no lo tienen por desgracia un número considerable de países, y debían tenerlo. Alcanzar un nivel digno en la salud es que todas esas estructuras funcionen como se espera, tengan los recursos que necesitan, cuenten con un personal de la salud que se sienta feliz de estar aquí, satisfecho de ejercer su vocación aquí, y dispuesto a brindar esos servicios en cualquier lugar del mundo donde voluntariamente desee ir sin que nadie se lo programe ni se lo impida, pues es su derecho inalienable. En este sentido, debemos desear que nuestros médicos y demás trabajadores de la salud permanezcan en nuestro país a pesar de las dificultades, pero el éxodo de cualquier profesión no se detiene a la fuerza, prohibiendo la salida del país, sino preguntándonos ¿por qué durante largas décadas los médicos y enfermeras cubanos vivían aquí felices y por ningún motivo deseaban emigrar? ¿Por qué ahora hay miles de médicos formados aquí mismo y educados para servir a la Patria, que desean irse para cualquier lugar del mundo menos permanecer en su tierra? Emigrar es un derecho que debe ser respetado, nadie puede retener a nadie que no tenga delitos o adeudos declarados y previamente concertados con mutuo consentimiento. Pero no es ése el problema de fondo: el problema es responder con sinceridad y objetividad a las preguntas anteriores. La solución es crear aquí las condiciones de existencia y el ejercicio de la profesión que no lesionen el nivel de vida decoroso mínimo que están encontrando esas personas, incluso en países de zonas de pobreza mayor que nuestro país. Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar en este nivel de vida en el que, en su tiempo, alcanzó tan dignos resultados.
Otro aspecto que conforma el nivel de vida decoroso es la educación y la cultura. Nuestro país siempre ha tenido en este aspecto niveles de dignidad y profesionalidad muy relevantes. Todos sabemos que hoy día los resultados no se corresponden con esos esfuerzos en frutos de educación integral a pesar de los niveles de instrucciones brindados y al alcance de todos. Ya lo sabemos, instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo. Cuba tiene un caudal humano impresionante. ¿Por qué hemos visto crecer la vulgaridad, el maltrato, la violencia, la delincuencia y los ambientes de cultura marginal más allá de lo que tenía nuestra sociedad hace unos años? Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar en este otro índice de nivel de vida.
La recreación y el cuidado del ambiente, son dos elementos que hablan elocuentemente del nivel de vida de un pueblo. Estamos refiriéndonos a la verdadera recreación humana, no a la promiscuidad de un campamento o a lo que se ha venido en llamar "área cerrada", o "punto de la pipa" de una pésima cerveza, ni a las "actividades" planificadas donde la recreación consiste en que van a "dar" un pedacito de pollo y el ambiente se convierte en un esperar que lo den para comérselo como sea o llevarlo para la casa, sin compartir con los compañeros de trabajo o de estudio. Los salarios no alcanzan para el disfrute de unas vacaciones dignas sin angustias ni lamentos. A pesar de la divulgación sobre el cuidado de la naturaleza vemos un descuido grande en crear vertederos clandestinos, contaminar ríos y bahías; el humo de los automóviles, sobre todo estatales, es cada vez mayor y los ruidos sobrepasan cualquier nivel admisible a la salud auditiva de los ciudadanos. Así se va deteriorando nuestra salud mental por falta de descanso y distracciones sanas.Cuba, cada uno de los cubanos, merece mejorar en este índice frente al cuál, muchas veces, permanecemos indiferentes por considerar otros más urgentes para nuestro nivel de vida.
Las libertades civiles y políticas, los derechos a expresar libremente lo que pensamos sin miedo a la represalia laboral, política, judicial o educacional; los derechos a asociarnos, reunirnos y organizarnos para fines honestos y pacíficos sin miedo a sentirnos vigilados, escuchados, filmados o penetrados por ajenos; los derechos a participar en el debate público en igualdad de condiciones y de medios de comunicación para hacerlo; el derecho a elegir, ser elegido y ser revocado directamente por los ciudadanos sea cual sea la diversidad de la opción política, siempre que trabaje para el bien común con medios éticamente aceptables. Todos estos son componentes esenciales de la libertad inherente a toda persona humana; por lo tanto no habrá un nivel de vida digno si alguna de estas libertades y derechos son violados, condicionados o abolidos. Cuba, cada uno de los cubanos, merece que mejoremos estos aspectos que conforman un nivel de vida digno.
En la base de todos estos índices, está la libertad de conciencia que es más que la libertad de culto y la libertad religiosa que es más que el respeto a las creencias individuales de los ciudadanos. La libertad de conciencia es el derecho de toda persona a pensar con cabeza propia, a sostener criterios divergentes, a juzgar libremente sobre su entorno, a emitir opiniones sin lesionar la dignidad de los demás, a pensar y hablar sin hipocresía. La libertad religiosa es más que hacer procesiones o abrir templos, es derecho a predicar libremente y sin represalias la fe y sus consecuencias en ámbitos públicos reconocidos; es ejercer la caridad de manera personal y comunitaria con pleno derecho de servir sin estorbos burocráticos o prejuicios ideológicos; es poder educar las conciencias para la libertad y la responsabilidad con las instituciones, los medios y la escuela pedagógica que elijan libremente los padres y los adultos; es estimular las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad, sin que por ello se tilde de intromisión en asuntos políticos partidistas... Es, en fin, poder dar el aporte propio de la religión a la edificación de una civilización de la verdad y el amor. Cuba, cada uno de los cubanos, merece que mejoremos este indicador fundamental de nuestro nivel de vida.
Otros muchos elementos quedan para poder considerar que un país posee un nivel de vida digno: una vivienda decorosa para cada familia que se forma; un trabajo accesible y no cada vez más lejos del hogar para restar tiempo a la familia y al descanso; lo necesario para poder confeccionar los alimentos sin el agobio adicional de buscarlos y no tener con qué cocinarlos; el acceso al agua y la luz eléctrica, es decir, a un agua limpia, corriente y potable y a un fluido eléctrico sin el sobresalto de los apagones ni los cambios bruscos de voltaje que acaban con los electrodomésticos; pero sobre todo, se necesita un clima de confianza y de sosiego en que no vivamos constantemente en crispación por un motivo hoy y otro mañana, para crecer sanos y producir lo necesario. Se precisa una atmósfera de mayor serenidad, un lenguaje de paz, unos métodos cívicos para alcanzar fines civiles, no unos métodos y lenguajes militares trasladados sin razón a los asuntos de la comunidad civil.
Al comenzar un año no debemos esperar que todo esto nos venga del cielo. Nada de esto se obtiene sin el esfuerzo de cada cubano, de cada institución, de cada organismo, de cada grupo y familia. Seguramente estaremos pensando que decimos esto para que "otros" lo gestionen, para que nos "den" lo que creemos merecer, para que el Estado "resuelva" todos y cada uno de los problemas y necesidades. Esto es un error de perspectiva y una posición ciudadana descomprometida de la sociedad.
Ningún país puede elevar su nivel de vida sin la contribución de cada uno de sus ciudadanos. Sin trabajo no hay país. Sin esfuerzo personal no hay nivel de vida digno. Nadie debe quedar inerte ante estas legítimas aspiraciones. A cada ciudadano nos corresponde trabajar duro y perseverantemente y al Estado crear las condiciones y liberar los mecanismos para que se vean los resultados de ese esfuerzo en el bolsillo de cada cubano, en la mesa de cada familia, en la farmacia de cada pueblo, en el aula de cada niño, en el taller de cada trabajo, en las actividades de cada iglesia, en las relaciones con cada grupo de la sociedad civil, en la participación política pluralista, y en las relaciones internacionales.
Cuba, cada uno de los cubanos, merece ser lo que es, creer en lo que confía, hacer lo que debe, pensar lo que hace, sentir sin rencores, decir lo que siente, trabajar sin miedo y vivir en paz.
¿Vivimos realmente así?
Los cubanos tenemos las cualidades humanas, el talante emprendedor, la capacidad de recuperación y el carácter necesario para alcanzarlo. Lo demuestran, en unas horas, cuanto cubano sale y sirve, en cualquier rincón del mundo.
Lo que más deseamos para Cuba en el 2002 es que queramos ser así y que lo podamos hacer aquí.

Pinar del Río, 28 de Enero de 2002

 

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