Los comentarios -cautelosos o apocalípticos
o clarividentes- acerca de la coyuntura proliferan, estos días,
en los medios de comunicación. No voy a repetir "lo obvio
aullante". El problema está en saber leer la coyuntura a
la luz de los signos de los tiempos, descubriendo causas, intereses,
"efectos colaterales", juegos de vida o muerte para la familia
humana.
Los terrorismos, en plural
Creo, sin embargo, que a toda la Humanidad, y concretamente a la Iglesia,
nos toca tomar nota de urgencia y asumir, corresponsablemente, los desafíos
de esta hora.
Ha empezado un nuevo milenio, un tiempo nuevo, que llaman "un cambio
de época". No tanto, precisamente, por las torres gemelas
del 11 de septiembre; que hay muchos otros días, muchas torres,
y muchos terrorismos, antes y después de ese 11 de septiembre.
Cuatro terrorismos, sin duda, hay que destacar para entender y juzgar
correctamente los actos terroristas y las guerras de terror, los terrorismos
enloquecidos y las sistemáticas guerras imperiales. Hay un terrorismo
individual, cometido por cualquier asaltante en cualquier esquina o
vereda; otro terrorismo, grupal, perpetrado por cualquier facción;
el terrorismo de Estado, que es a veces del Estado propio de cada país
o de los prepotentes Estados imperialistas y colonizadores, sobre todo
del más terrorista de todos ellos, a lo largo de los dos últimos
siglos; y el terrorismo del Sistema, hoy del capitalismo neoliberal,
que es el terror económico y social para la mayor parte de la
Humanidad, sometida al hambre, a la marginación y al desespero.
Los desafíos de esta hora
Tres desafíos, concretamente, debe asumir con osadía
profética y libertad evangélica la Iglesia de Jesús,
para ser creíble y evangelizadora hoy:
-la descentralización mundializada.
-la participación corresponsable.
-el diálogo solidario.
La mundialización, por gracia de Dios y por el humano proceso
de la historia, es "inevitable". Y esa mundialización
exige el reconocimiento de los varios mundos como pueblos, culturas,
religiones, dentro de un solo mundo humano; sin primero, sin tercero,
sin cuarto. Ese reconocimiento reclama, para que sea real y no apenas
escrito, la descentralización de las instancias de planificación
y de decisión. Lo cual les debe ser exigido tanto a la ONU y
demás organismos mundiales como a la Santa Sede y a las curias
eclesiásticas. Solamente esta descentralización hará
posible la participación corresponsable y efectiva de los varios
pueblos y estamentos. Quien concretamente pide sólo la democratización
de la Iglesia, está pidiendo muy poco. A la Iglesia hay que pedirle,
y en la Iglesia debemos dar, más que democracia: vida fraterno-sororal,
cogestión adulta, ministerialidad plural, libertad evangélica.
El muy probado teólogo Juan Antonio Estrada declara lúcidamente:
"Hoy el catolicismo está lastrado con una institucionalización
que ya no corresponde ni a las necesidades actuales, ni a las exigencias
ecuménicas, ni a la sensibilidad de los fieles. Tampoco cuenta
con el consenso global de la teología, ya que cada vez abundan
más las corrientes y escuelas que impugnan el modelo vigente
y proponen cambios desde un conocimiento renovado de la Escritura y
de la Tradición".
A propósito de la participación adulta en la Iglesia,
se acaba de celebrar el Sínodo dedicado al ministerio episcopal.
Un sínodo que se suponía coronación de todo un
serial de sínodos por temas y hasta por continentes. La verdad
es que este último sínodo ha confirmado la decepción
que el instrumento-sínodo viene provocando prácticamente
desde su aplicación, por no ser deliberativo y decisorio. Me
permito contestar fraternalmente la satisfacción que el cardenal
Joseph Ratzinger manifestaba sobre el curso de los debates, en este
último sínodo: "Se podía temer -dice el purpurado
alemán- que el sínodo se bloquease en torno a las relaciones
entre la curia romana y los obispos, sobre los poderes de la asamblea
sinodal o la estructura de las conferencias continentales y nacionales,
estrangulando de este modo la vida de la Iglesia". Lo que estrangula
la vida de la Iglesia es, precisamente, señor cardenal, la falta
de revisión a fondo de las relaciones entre la curia romana y
los obispos, el modo de elección de los mismos, la restringida
ministerialidad, la inculturación no efectuada, la problemática
entera de la colegialidad y la corresponsabilidad. El que hayan sido
tan pacíficas y concordes las sesiones sinodales podría
deberse a la sistemática negativa de espacio oficial y a la omisión
resignada de los participantes. Más para un "nostra culpa"
que para un "Te Deum" de acción de gracias.
Afortunadamente, el Espíritu y la Iglesia continúan caminando;
y las bases se mueven. La conciencia y la práctica de que "somos
Iglesia" no es apenas un movimiento, es una "movimentación"
a lo largo y ancho de toda la Iglesia de Jesús, que son las varias
iglesias que profesan su nombre y anuncian su Reino. Nunca como hoy,
en la práctica, y a veces forzando barreras, diferentes sectores
de la Iglesia, y concretamente el laicado -masculino y femenino-, han
sido tan libres y creativos, tan adultos y corresponsables en la lectura
bíblica, en el pensamiento teológico, en la liturgia,
en los ministerios, en las pastorales, en la acción social
Están creciendo, en el mundo, un clamor y ya una acción
en torno a un verdadero proceso conciliar. Que continúe y actualice
y amplíe el Vaticano II; que responda a las grandes urgencias
eclesiales y a las grandes expectativas de la Humanidad, hija de Dios.
Esa movilización de las bases se da también, en mayor
escala, dentro de la Sociedad como un todo. Ya van siendo cada vez más
los movimientos y acciones de ciudadanía, cooperación,
solidaridad; los varios forums libres y alternativos a la economía,
al pensamiento y a la política neoliberales, pasando de la simple
contestación a la propuesta, de la impotencia a la convocación
eficaz.
En esta hora kairós de mundialización y de madurez de
conciencia, que es, simultáneamente, una hora nefasta de nuevas
prepotencias, de macrodictaduras, de fundamentalismos y de radicalizaciones,
se nos impone, como un don y como una conquista, el diálogo,
interpersonal, intercultural, ecuménico y macroecuménico.
Un diálogo de pensamientos, de palabras y de corazones. No la
mera tolerancia, que se parece demasiado a la guerra fría, sino
la convivencia cálida, la acogida, la complementariedad.
La caída de las torres debería ser también la caída
de unas escamas que empañan los ojos del Occidente cristiano
frente al mundo árabe y musulmán. Desde ese 11 de septiembre,
traído y llevado como si fuese el mayor terrorismo de la historia,
el Occidente, cristiano o no, está necesariamente obligado a
reconocer que el mundo árabe y el Islam existen, y que el Islam
congrega más de mil millones de fieles de diferentes pueblos
y culturas. Durante muchos siglos la Sociedad occidental y la Iglesia
-demasiado occidental siempre- han sido prejuicio, hostilidad y guerra
con el Oriente musulmán.
Nuestra Agenda Latinoamericana-Mundial de 2001 propone, precisamente,
como gran tema de la hora, "las culturas en diálogo",
y la Agenda'2003 propondrá, concretando ese tema, el diálogo
interreligioso: "las religiones en paz dentro de sí y entre
sí, para la paz del mundo"; y la Agenda'2004, si Dios nos
concede aún tiempo de andadura, estará dedicada, con espíritu
de conversión, a "nuestros respectivos fundamentalismos".
La campaña contra el Banco Mundial, realizada en Barcelona durante
el pasado mes de junio, se estructuraba en torno a siete ejes de debate
y acción, que abarcan ampliamente los mayores desafíos
y prospectivas de esta hora:
o democracia, participación y represión
o derechos sociales y laborales
o migraciones
o derechos ecológicos, derechos ambientales,
modelo agroalimentario.
o globalización y militarismo.
o mujer y globalización.
o globalización y desarrollo
.
Mística para el camino
Esos procesos de cambio, que son sueño y misión, reclaman
de todos nosotros y nosotras, cristianos o no, una fuerte espiritualidad,
una mística de vida. Cada cual la vivirá según
la respectiva fe, pero sin esa espiritualidad no se hace camino. Pensando
en ello, y a raíz del retiro espiritual que celebramos cada año,
el equipo pastoral de la Prelatura, a orillas del Araguaia, en aquel
cerro acogedor de Santa Terezinha, yo resumía así esa
espiritualidad, tan nueva y tan antigua, como espiritualidad de:
oContemplación confiada. Abriéndose más gratuitamente
al Dios Abbá, que es, por autodefinición suprema, misericordia,
amor. Una contemplación, más necesaria que nunca en estos
tiempos de eficiencias inmediatas y de visibilidades. Confiada, digo,
porque tengo la impresión de que vuelve -o quizás nunca
se fue- la religión del miedo, del castigo, de la prosperidad
o del fracaso, según como uno se las haya con Dios. Nos falta,
pues, confianza filial, infancia evangélica, la descontraída
libertad de los pequeños del Reino.
oCoherencia testimoniante. Ya se ha repetido hasta la saciedad que vivimos
en la civilización de la imagen; que el mundo quiere "ver".
El testimonio fue siempre una especie de definición del ser cristiano:
"seréis mis testigos", decía Él por toda
recomendación, por todo testamento. Y ese testimonio, hoy más
que nunca, cuando todo se ve y todo se sabe, ha de ser coherente, sin
fisuras, en la vida personal y en la gestión estructural de la
Iglesia (que podrá ser una Iglesia católica o evangélica,
el Vaticano, una diócesis, una congregación religiosa,
una comunidad). Veracidad y transparencia pide el mundo, tan sometido
a la mentira y a la corrupción.
oConvivencia fraterno-sororal. A eso se reduce el mandamiento nuevo.
Este es el mayor desafío, y el más cotidiano para las
personas, para las comunidades, para los pueblos. Convivir, no coexistir
apenas; convivir cariñosamente en fraternura y sororidad; no
sólo en tolerancia mutua. Ayudar a hacer agradable la vida. Ser
sal de la tierra debe de significar eso también
oAcogida gratuita y servicial. Capacidad de encuentro y de diaconía.
No solamente bajarse del burro y atender al caído cuando por
casualidad uno se lo encuentra a la orilla del camino, sino hacerse
encontradizo. Acoger, a veces sólo con una palabra o una sonrisa,
pero acoger siempre, gratuitamente. Hacer de todos los ministerios y
de todas las profesiones aquel servicio desinteresado y generoso que
nos proponía el Señor, que no vino a ser servido sino
a servir. Es más fácil celebrar una Eucaristía
ritual que ejercer el lavapiés comprometido.
o Compromiso profético. Sigue siendo la hora, y quizá
más que nunca, de comprometerse proféticamente contra
el dios neoliberal de la muerte y la exclusión y a favor del
Dios del Reino de la Vida y de la Liberación. Hay que sacar de
la fe todo su jugo político. Hay que vivirla militantemente,
transformadoramente. Hacer de la profecía una especie de hábito
connatural -fruto específico del bautismo para los cristianos
y cristianas- de denuncia, de anuncio, de consolación. La caridad
sociopolítica es la forma de caridad más estructural.
Va a las causas, no sólo a los efectos. Cuida la Vida. Transforma
la Historia. Hace Reino.
o Esperanza pascual. Después de "la muerte de Dios"
y "la muerte de la Humanidad", en esa posmodernidad fácilmente
sin sentido y ya en el "final de la historia", parece que
la esperanza no tiene mucho que hacer. ¡Hoy más que nunca
se impone la esperanza! Ella es la virtud de los "después
de". "Contra toda esperanza" (productivista, consumista,
inmediatista, pasiva), esperamos. Debemos proclamar humildemente pero
sin complejos nuestra esperanza pascual y escatológica. Y debemos
hacerla creíble aquí y ahora. Porque esperamos, actuamos.
El tiempo y la historia son el espacio sacramental de la esperanza.
Aquí, en casa
Dentro de casa, en la prelatura de São Félix do Araguaia,
2002 significa un año de "transición". Oficialmente
el último año de "mandato" (ojalá haya
sido de servicio) del primer obispo de esta prelatura. Esto nos convoca
a una revisión y también a afirmar, modesta pero conscientemente,
las líneas fundamentales de nuestra pastoral. Después
de varios años de experimentación acabamos de aprobar
el "Manual da Prelatura de São Félix do Araguaia
- Objetivo, Atitudes, Normas". Una especie de directorio espiritual
y pastoral, breve pero denso, que recoge el objetivo de nuestra Iglesia,
las actitudes mayores que debemos cultivar y una serie de normas que
configuran la estructura y la acción de esta Iglesia particular
de São Félix do Araguaia.
Desde luego, hacemos hincapié en recordar que obispo-viene-obispo-va,
pero la Iglesia continúa. Soñamos, pues, con una continuidad,
libre y creativa. El mismo Pueblo, el mismo Evangelio, el mismo Brasil
de América Latina. La misma Iglesia de Jesús, que para
nosotros también es la de Medellín
Y la de los Mártires. En julio de 2001, los días 14 y
15, celebramos en el Santuario de los Mártires de la Caminada
Latinoamericana, en Ribeirão Cascalheira, la gran romería
aniversario de los 25 años del martirio del P. João Bosco
Penido Burnier. Con el lema que resume esos sueños cristianos
de nuestra pequeña Iglesia y de este obispo de capa caída:
"Vidas por el Reino". El mantra que nos musicó Zé
Vicente y que ya se canta por ese Brasil adentro, expresa sentidamente
lo que con el lema queríamos decir:
"Vidas pela Vida,
vidas pelo Reino,
todas as nossas vidas,
como as suas vidas,
como a vida d'Ele,
o mártir Jesus".
En la región de la Prelatura, como en todo Brasil, nos toca vivir
un año de elecciones. Para presidente, gobernadores, senadores
y diputados, federales y "estaduales". Los nombres y los dados
están en el aire, y los intereses e intrigas también.
Las fuerzas de derecha, las eternas oligarquías, la élite
privilegiada y por eso mismo conservadora, conchaban, aparentemente
divididas pero confluyendo en última instancia cuando se trate
de asegurar el poder. Las derechas, por sus intereses, tienen el don
de la unión; las izquierdas, por sus tendencias, tienen el nefasto
carisma de la división. Así y todo, yo creo que ha crecido
la conciencia política de nuestro pueblo, y la voluntad de cambio.
La cruda realidad diaria, de desempleo, de carestía, de corrupción
y violencia, grita. Hay mucho movimiento popular andando, muchas expresiones
de ciudadanía y las pastorales sociales están arraigadas
y activas en el país. Aunque debamos admitir que todavía,
a la hora de votar un cambio más o menos radical, los pequeños
no pueden y los grandes tienen el poder del dinero y de los medios de
comunicación. Pero haga o no haga el pueblo presidente popular,
votar es indispensable, y el pueblo puede hacer senadores y diputados.
Ir transformando las asambleas legislativas y el congreso nacional es
una de las mayores urgencias políticas de Brasil.
Hacia "una tierra sin males"
La Campaña de la Fraternidad de este año 2002 es una
hermosa convocación a la lucha y a la esperanza. "Fraternidad
y Pueblos Indígenas" es el tema. Con el lema del mito fundamental
del pueblo guaraní: "Por una tierra sin males". Es
mucho pedir, pero es lo que quiere Dios y es lo que necesitamos. Como
recordábamos en la última Asamblea Nacional del CIMI (Consejo
Indigenista Misionero), esa "Tierra sin males" ha de traducirse,
sobre todo, en una "economía sin males", en una democracia
sin los males del privilegio y de la exclusión, en una sociedad
participativa, solidaria, libre y fraterna. En un mundo nuevo, que es
posible y es necesario.
Que "el mundo vuelve a empezar" podrá sonar a mucha
utopía. Y lo es. Pero con mucho fundamento. "Sabemos de
Quién nos fiamos". El Centro Ecuménico de Estudios
Bíblicos (CEBI) adopta y adapta, en su última felicitación
navideña, la palabra del matón arrepentido Riobaldo, para
cantar "al niño nacido de María, que llena de esperanza
el corazón de todos y nos lleva a proclamar: ¡Mi Señora
Dueña! ¡Un niño ha nacido, el mundo ha vuelto a
empezar!". En éstas, Riobaldo, el CEBI y esta carta circular
están en línea con la promesa de Dios: "He aquí
que hago nuevas todas las cosas" (Ap 21, 5).