Durante décadas muchos economistas
han supuesto que la ciencia económica puede y debe desarrollarse
al margen de la ética, considerando que ésta era una imposición
arbitraría sobre una ciencia positiva totalmente autónoma.
Así ha crecido un impresionante cuerpo de conocimientos económicos,
cuya aplicación a la vida real no siempre ha resultado un beneficio
para el hombre, precisamente por su falta de conexión con la
ética.
Pretendo explicar por qué la economía necesita de la ética,
por qué ésta no es una imposición arbitraria sobre
aquella, sino una ciencia de orden superior, cuyos principios básicos
deben inspirar a las demás ciencias humanas, y cómo la
D.S.I aporta luces para entender el papel de la ética en relación
con la economía y los principios que deben inspirar a ésta.
En definitiva, la clave está en la unidad del hombre, algunas
de cuyas actividades estudia la economía, y cuyo fin último
explora la ética, de la mano de la D.S.I. Se entiende así
que la ética sea condición necesaria para una adecuada
comprensión de la economía y para que sepa guiar con éxito
la conducta humana.
Relación entre economía
y ética
Ética y economía están llamadas a desarrollarse
conjuntamente, por la unidad de su sujeto. La economía no se
ocupa de la producción, del intercambio o de la riqueza, sino
de conductas humanas. Y, por tanto, necesita la tutela de la ética,
que se ocupa del fin del hombre y de los medios para alcanzarlo.
Si preguntamos al hombre de la calle qué son las actividades
económicas, seguramente nos hablará de un amplio conjunto
de acciones humanas de producción, distribución, acumulación
y consumo de bienes y servicios, es decir, diría que hay ciertas
actividades que son económicas, en tanto que otras como: gobernar
un país, dormir o leer una novela, no lo son.
Pero si hiciésemos esa pregunta a un economista, probablemente
nos contestaría con una definición ya clásica:
"la economía es la ciencia que trata de aquel aspecto de
la conducta humana que surge de la escasez de medios para conseguir
fines dados". No hay, pues, un conjunto de acciones humanas que
sean económicas, sino un aspecto económico en todas las
acciones humanas, si tiene que ver con la asignación de recursos
escasos entre fines alternativos. Y su objetivo es la eficiencia.
Esta definición de Robbins, interpretada a lii luz de las teorías
de Max Weber, permitió a varias generaciones de economistas desentenderse
de la ética. Los fines, decían los señala la política,
en el plano nacional e internacional, y la psicología, en el
plano individual. Y son precisamente los fines los que llevan consigo
una carga ética, los medios son, simplemente, recursos técnicos
para conseguir los fines. Luego la economía, ciencia de medios,
es una ciencia neutra, libre de valores. Al economista le corresponde
buscar soluciones eficientes; la moralidad se tiene que juzgar en otra
fase del proceso, la de proposición de los fines.
Pero la ética no es una imposición externa a la economía,
sino, en la terminología que emplean los economistas, es la condición
de equilibrio y estabilidad del sistema económico, más
aún, de toda la vida individual y de la sociedad.
oEn el plano individual, la inobservancia de las reglas éticas
lleva a conductas que acaban contradiciendo el propio desarrollo y cumplimiento
del fin del hombre, aunque aparentemente sean eficientes desde el punto
de vista de la economía. Porque la ética es, en definitiva,
la ciencia que permite identificar el fin del hombre, el fin de todas
sus acciones, y, por tanto, también la adecuación de los
medios para alcanzarlo; es, una ciencia práctica que guía
la libertad humana para la consecución de su fin.
oDel mismo modo, en el plano social, la observancia de las reglas económicas
no basta para asegurar la estabilidad de la evolución de la sociedad
a largo plazo, si no se atiende a los criterios éticos, la sociedad
no tendrá garantizado el cumplimiento de su fin.
La observancia de las reglas de la ética, tanto en el plano
individual como social, no viene exigida sólo por un deber de
conciencia, de origen extrínseco, sino por una necesidad intnnseca
de la persona y por la misma condición del hombre como ser social:
sin un mínimo de ética, la vida individual lleva a la
infelicidad, y la vida social es imposible, y esto da la verdadera dimensión
de aquel deber.
Un ejemplo puede aclarar el sentido de estas afirmaciones. Supongamos
que el director de una empresa, para vender más, ordena a sus
empleados que oculten ciertos defectos de una mercancía; en términos
éticos, que falten a la veracidad. Eso, indudablemente, puede
aumentar los beneficios, pero, al mismo tiempo, pone en marcha un proceso
de aprendizaje moral, en este caso adquisición de vicios, en
el propio director y en los demás. Si decir mentiras a los clientes
es rentable, ¿por qué no decirlas también a los
trabajadores, a los accionistas, a la familia y a los amigos?. Si está
invitando a sus vendedores a mentir a los clientes, ¿no les está
enseñando también a mentirse entre sí y a hacerlo
en su vida privada?. Faltar a la veracidad para vender más significa
poner en marcha un proceso de deterioro moral cuyo final no podemos
prever; pero que irá, sin duda, mucho más lejos de lo
que sospechábamos.
Después de todo lo dicho, queda claro que la ética tiene
un status superior a la economía, porque orienta todo el actuar
del hombre, en su vida individual y social, y porque establece las reglas
de conducta que todos deben respetar, también cuando intentan
alcanzar la eficiencia económica. No resultaría lógico,
por tanto, que las reglas que rigen el comportamiento económico
fuesen distintas de las que ordenan la conducta política, familiar,
etc. Con otras palabras, la ética de la economia, no es distinta
de la ética en general: no hay varias éticas, sino la
aplicación de la misma ética a campos diversos.
La ética es necesaria y está a nuestro alcance mediante
la reflexión personal, la recta razón y con la ayuda de
la sociedad, y tanto la conciencia como la misma sociedad nos invitan
a vivirla.
La D.S.I, como parte de la teología moral, es un medio seguro
puesto a disposición de los hombres para que conozcan y vivan
esa étíca, con la seguridad que dan la fe y la fundamentación
en una antropología auténtica, basada en la Revelación
cristiana, y con el impulso del Espíritu que lleva a realizarla
en todo tiempo y lugar. Lo que la Doctrina Social de la Iglesia proporciona
son: principios de reflexión, criterios de juicio y directrices
de acción.
La ética económica
en la D.S.I
La ética es la ciencia del fin del hombre, y la Doctrina Social
de la Iglesia una explicación que la Iglesia, experta en humanidad,
hace de ella, a la luz de la Revelación.
Se debe reconocer la legítima autonomía de las ciencias
humanas, pero también su depondencia de la ética, como
veremos seguidamente.
En primer lugar, la Iglesia reconoce claramente que la actividad económica
tiene un ámbito propio: "Si por autonomía de la realidad
terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan
de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y
ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia
de autonomía" (CI 836 a).
Pero esa autonomía tiene un límite: "Si autonomía
de lo temporal quiere decir que la realidadcreada puede ser independiente
de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no
hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales
palabras" (0 36b).
Por otro lado, la separación neta y teórica entre economía
y ética no tiene sentido en la vida, que es siempre una síntesis,
porque el sujeto único de toda clase de actividad es el mismo
hombre, cuyos actos libres y conscientes no pueden rehuir la valoración
moraL
La economía, pues, es necesaria: no bastan los principios morales
para conocer las causas de la inflación, para reducir los costos
financieros de una empresa o para cerrar el déficit en la balanza
de pagos de un país. El análisis técnico de la
economía forma parte de la autonomía que le reconoce la
Doctrina Social de la Iglesia. Sin embargo, la economía es insuficiente
en al menos dos momentos de ese proceso:
1-Todo razonamiento económico parte de un concepto del hombre
y de la sociedad, de unas motivaciones y fines, que pueden ser correctos
o no. A menudo, el economista elabora conclusiones erróneas porque
sus supuestos no son los apropiados. En ese ámbito entra la ética,
junto con la antropología, la psicología filosófica,
la sociología, etc.
2-Las recomendaciones de acción que resultan de los estudios
de los economistas tiene también un componente autónomo:
en definitiva, la cuestión de si para detener una inflación
es más eficaz la restricción monetaria, el aumento de
los impuestos o la congelación de los salarios y precios es,
en primer lugar, una cuestión técnica. Pero el problema
no se acaba en ese ámbito, porque la puesta en práctica
de aquellas recomendaciones tendrá efectos que entrarán
inmediatamente en el terreno de la ética.
Conviene subrayar los dos peligros de los que se debe huir, de un lado
del "moralismo" de creer que todo es factible, olvidando que
la economía tiene leyes estrictas, que no se pueden violar, la
buena voluntad y la motivación ética no son suficientes.
Pero también hay que evitar el "economicismo" que considera
que las fuerzas del mercado son suficientes para conseguir la perfecta
armonía social y el pleno desarrollo de los individuos.
Lo anterior no quiere decir que el economista deba limitarse a consultar
al moralista a la hora de elaborar sus conclusiones, sino que, tratándose
de actividades muy complejas, se impone un intenso diálogo interdisciplinar.
Este diálogo debería empezar por una mejor formación
filosófica y moral de los economistas, a fin de elaborar la base
antropológica y filosófica de su disciplina, que les permita
obtener conclusiones realmente útiles, teniendo en cuenta, siempre
en cuenta, los aspectos éticos de sus recomendaciones.
La D.S.I ni pretende ofrecer soluciones, ni propone sistemas o programas
económicos y políticos, ni manifiesta preferencia por
unos u otros ( cf. SRS 41), pero considera que tanto la ciencia económica
y los análisis y recomendaciones de los expertos, como los programas
de acción y las medidas concretas propugnadas deben ser siempre
analizados desde el punto de vista de la ética, como condición
imprescindible para que todas las acciones contribuyan positivamente
al bien del hombre, en este sentido el Catecismo de la Iglesia Católica
dice en su número 2426 "La actividad económica, dirigida
según sus propios métodos, debe moverse no obstante dentro
de los limites del orden moral, según la justicia social, a fin
de responder al plan de Dios sobre el hombre".
Los princinios éticos según
la D.S.I.
En los documentos de la Doctrina Social de la Iglesia podemos encontrar,
aunque de forma no ordenada ni sistemética, un amplio elenco
de principios éticos aplicados a la economía:
o El punto de arranque es la dignidad de lá persona humana: El
hombre tiene el dereého y el deber de desarrollarse íntegramente
como persona, en todas las facetas de su vida personal y social, ahora
bien este desarrollo no puede ser meramente cuantitativo, sino que debe
ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre,
porque cuando no se respetan "las exigencias morales, culturales
y espirituales fundadas sobre la dignidad de la persona y sobre la identidad
propia de cada comunidad, todo lo demás- disponibilidad de bienes,
abundancia de -recursos técnicos aplicados a la vida diaria.
un cierto nivel de bienestar material- resultará insatísfactorio
y, a la larga, despreciable" (SRS 33d). El principio fundamental
de la ética cristiana y de toda la Doctrina Social de la Iglesia
es la dignidad eminente de la persona humana, que se funda en la creación
del hombre a imagen de Dios. De esa dignidad fluyen los derechos humanos
así como la igualdad esencial entre todos los hombres, compatible
con su legítima variedad.
oEl hombre como imagen de Dios, es un ser personal, con una interioridad
propia e intransferible, llamado con una vocación personal, y
directamente responsable ante Dios del cumplimiento de esa vocación.
Ahí radica su dignidad. y su libertad. La libertad, en el ámbito
económico, se manifiesta en el derecho a la libre iniciativa.
"En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover
su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación
dada por Dios para una misión concreta" (PP 15). Esto implica
una responsabilidad personal en su propio destino, responsabilidad que
se extiende también a cada familia, a la sociedad civil y a cada
país; ello lleva consigo el derecho a tomar la iniciativa en
todas las facetas de la vida personal y social, respetando siempre el
bien común y los derechos de los demás.
oEl principio de la libre iniciativa es importante en todas las facetas
de la vida, pero lo es mucho más en el ámbito económico
en que la excesiva intervención del Estado ha mostrado ser perniciosa
para el progreso, para la libertad y para el desarrollo personal. Surge
así el principio de subsidiariedad, en virtud del cual "ni
el Estado ni sociedad alguna deberían jamás sustituir
la iniciativa y la responsabilidad de los grupos sociales intermedios
en los niveles en que éstos puedan actuar, ni destruir el espacio
necesario para su libertad" (OA 46). También el derecho
de propiedad privada tiene el mismo fundamento que el de libre iniciativa,
como señala Juan Pablo II: "El hombre se realiza a sí
mismo por medio de su inteligencia y su libertad y; obrando así,
asume como objeto e instrumento las cosas del mundo, a la vez que se
apropía de ellas. En este modo de actuar se encuentra el fundamento
del derecho a la iniciativa y a la propiedad individual" (CA 43c).
oLa sociabilidad humana es otro gran principio ético: el hombre
necesita a los demás para la satisfacción de sus necesidades
más elementales y aun para la misma supervivencia; pero, sobre
todo, el hombre se realiza como hombre en sus relaciones con los demás,
de modo que la sociabilidad es no una necesidad, fruto de una carencia,
sino un requisito mismo de su humanidad. En efecto, "la índole
social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y
el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados.
Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciopes sociales
es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene
absoluta necesidad de la vida social" (GS 255. De aquí surge
el derecho de asociación. En la linea de esta dimensión
social se inserta un principio ético básico que es el
de la solidaridad, referido tanto a las personas como a las asociaciones
y a los países. Juan Pablo II la define como "la deterninación
firme y perseverante de empetiarse por el bien común" (SRS
381).
oEn virtud del principio de solidaridad la Doctrina Social de la Iglesia
se opone a todas las formas de individualismo social o político,
en contra del pensamiento económico más desarrollado hoy
en día, como se opone también a las diversas formas de
colectivismo. El principio de solidaridad ilumina también la
opción preferencial por los pobres. Con esa opción la
Iglesia asume el compromiso de la pobreza evangélica para sí
y para sus miembros. No supone una renuncia a la consecución
del bienestar económico, ni tampoco el predominio de los criterios
económicos sobre la ética, sino más bien una reordenación
de fines y medios hacía el verdadero fin de la actividad económica,
que es el hombre y todos los hombres, sobre todo el que sufre. No cabe
duda de que la ciencia económica debe considerar seriamente este
amor preferencial por los pobres como criterio para guiar sus trabajos.
Una economía humana: Economía
al servicio del hombre y de todos los hombres.
La economía como hemos dicho es una ciencia de medios, autónoma
con leyes propias. Pero esas leyes, en su aplicación a la realidad,
aparecen siempre en relación con ciertos ideales o fines.
La ética se establece en la unión de posibilidad técnica
y libertad responsable. Las injusticias presentes están postulando
soluciones éticas para la economía. La economía,
en cuanto quehacer del hombre, debe someterse a la valoración
ética de racionalidad y bondad.
La economía cuenta con dos aspectos: uno productivo, técnico
o material, que tiende a la obtención de un producto para satisfacer
las necesidades; y otro social o humano, que encauza, orienta, promueve
o puede frenar el primero. Desgraciadamente la economía ha evolucionado
no en función de la satisfacción de las necesidades, sino
de la satisfacción del deseo de poder.
Actualmente la razón de ser de la economía es la producción
con la finalidad de consumir, No cuenta tanto la distribución
que posibilite la participación para la satisfacción de
las necesidades humanas.
El ideal antropológico es el hombre productivo. El hombre persigue
el crecimiento económico indefinido, de aquí, la exaltación
de la productividad. El valor supremo de la produccion determina todo
el proceso económico, no son las necesidades humanas la razón
de ser de la producción, sino que ésta se justifica a
sí misma legitimando la búsqueda del máximo beneficio,
sin tener en cuenta que sea un beneficio proporcionado y solidario a
la vez. Se ha inipuesto una racionalidad economicista. independiente
de la ética, que ha derivado en una "ética del progreso"
que encarna la opción por la riqueza y no la opción por
la vida, es necesaria una economía, no del crecimiento o máximo
beneficio, sino de la satisfacción de las necesidades humanas.
Es la vída -el derecho a los medios de vida- lo que debe configurar
la economía. La lucha por la vida o el proyecto de los pobres
se impone como Imperativo ético para orientar la actividad económica,
contando con la exigencia de la solidaridad que apunta hacia la satisfacción
de las necesidades de todos los seres humanos.
La desigualdad, que niega los medios de vida a las mayorías,
-está exigiendo una opción por la distribución.
En el paradigma de una economía de la solidaridad el ideal antropológico
no es el hombre productivo sino el hombre solidario.. El desarrollo
humano exige de la política mayor participación, y de
la economía, más justa y equitativa repartición
de los recursos.
Los principios para un nuevo modelo socio- económico han de ser
considerados desde la afirmación de la dignidad humana y la igualdad
de todos los hombres. La dignidad del hombre es independiente de lo
que tiene y de su función en la vida social. La dignidad humana
le otorga al hombre una primacía sobre los demás. De ahí
el respeto a la dignidad humana como valor supremo ante la organización
social.
"El hombre es el autor, el centro y el fin de toda actividad económico-
social" (G.S, 63). Brota así, pues, una economía
humanizada, es decir, al servicio de la persona. Este principio implica
que cualquier sistema económico debe ser juzgado, por el criterio
de lo que hace para el pueblo, cómo afecta al pueblo y hasta
qué punto permita la partIcIpacIón popular. La finalidad
de la economía consiste, pues, en procurar un bienestar humano
y social.
Vivimos en un mundo cada vez más interdependiente, esa interdependencia
debe ser organizada a la luz de la ética, donde juega un papel
fundamental la solidaridad como principio ético- político.
En una sociedad conflictiva, insolidaria y violenta, se impone el dinamismo
ético de la solidaridad, que significa asumir la interdependencia
y responder a ella en el compromiso por el bien común.
En la asunción del valor de la solidaridad y su traducción
en el compromiso a favor de la vida de los pobres encontramos el acceso
al Dios de la vida, al Dios cuya gloria consiste en el hecho de que
el hombre viva.
Bibliografía
Alfonso A. Cuadrón, "Manual de Doctrina Social de la Iglesia",
BAC. 1993. Fundación Pablo VI.
Camacho Idelfonso, "Doctrina Social de la Iglesia. Una aproximación
histórica", Editorial San Pablo, 38 edición.
Documentos de Magisterio de la Iglesia:
Octogesíma Adveniens de Pablo VI
Populorum Progresio de Pablo VI
Sollicitudi rei sociali de Juan Pablo II.
Centesimu Annus de Juan Pablo II.
Concilio vaticano II: Gaudium et Spes.
Catecismo de la Iglesia Católica.