Revista Vitral No. 46 * año VIII * noviembre-diciembre 2001


HECHOS Y OPINIONES

 

PROTAGONISMO Y COMPROMISO

TONY PINO

Palabras en el Gesto Público de depositar una ofrenda floral ante el monumento a José Martí, Apóstol de nuestra independencia, en el Parque Central de Cienfuegos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Queridos amigos participantes de esta VIII Semana Social Católica:
"Protagonismo" y "compromiso" son las palabras claves de este evento; protagonismo, por la muy conocida frase de Juan Pablo II: "Ustedes son y deben ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional"; y compromiso, por ser el eje central del mensaje de los obispos cubanos "Un cielo nuevo y una tierra nueva" que está sirviendo de iluminación a esta Semana. Protagonista fue Martí, y comprometidos estaban los obreros cienfuegueros que saludaron a la República con este Arco el 20 de mayo de 1902. Protagonistas y comprometidos somos todos los aquí presentes, y por eso, quizás, nos atrevemos a repetir las mismas palabras y a recalcar los viejos énfasis.
Vivimos tiempos difíciles: he aquí una frase muy recurrida en todo discurso. Desde la perspectiva social, me pregunto cuáles no lo son. La dificultad ha servido desde siempre para eludir el protagonismo y el compromiso en nombre de idealismos exacerbados. Entonces se le dice falso al progreso y se apela a determinadas pobrezas tiránicas como conquistas si aquellas riquezas democráticas no brindan seguridad alguna. Digamos que el verdadero protagonista no se deja engañar por progresos de marketing. Jamás vuelve la mirada; para él no existen las estatuas de sal. Y esto, bajo ningún concepto, significa ignorar la propia historia.
Cuando las palabras no convencen es porque están desprovistas de contenido; y el contenido de las palabras es el silencio. Por eso, quizás, el Maestro termina siendo más elocuente en su evocación marmórea y la República es más deseada en su monumento triunfal, que cuando se citan a diestra y siniestra y se intercambian criterios que luego se refugian en la libertad de opinión más opresiva. Un año antes de su muerte Martí le escribía a un amigo: "(...) sólo estimo verdaderamente a los hombres que, como Ud., no han perdido el entusiasmo por las cosas grandes, en el gozo de las comodidades de la vida". A este monumento vienen muchos; pero pocos son los que evocan verdaderamente el espíritu martiano. No importa. En la misma carta, el Apóstol señalaba: "Sobre las columnas, que son siempre pocas, se levantan los templos".
Y en los templos reina el silencio. Puede que no se haya considerado suficientemente la fuerza del silencio como manifestación. Tal vez debamos rescatar el entusiasmo grande por el silencio profundo. Dado que muchos no pueden olvidar lo que han perdido, sería bueno que llegaran al desapego místico con respecto a lo que no pueden olvidar. Con mucha frecuencia el recuerdo se convierte en el crecimiento desmesurado y canceroso de los capítulos de una historia desconocida, conocida a medias o inventada a conveniencia, en medio de una evocación sutil sin protagonismo ni compromiso sinceros.
Hace 509 años Cristóbal Colón llegaba al llamado Nuevo Mundo. Mucho se ha discutido hasta la fecha sobre las implicaciones de ese hecho. Lo cierto es que de realidad no escapa, y con esa realidad se instauró un nuevo matiz fundamentalísimo en nuestra historia: el de saber quiénes somos y hacia dónde vamos; es decir, el de protagonizar, a conciencia, lo que se vive.
La realidad de la colonización nos llevó por los derroteros civilizatorios del Viejo Mundo. Nos llevó a nuestras principales tomas de conciencia sobre la identidad nacional; sobre una cultura, deudora, sí, pero cada vez más autóctona y original. Nos llevó a Guerras de Independencia y a la proclamación de la República. También con la presencia española vino la presencia de la Iglesia, la cual, no obstante la perspectiva circunstancial de determinados hechos, es, si se quiere, la presencia permanente de una oportunidad de reconciliación, análisis objetivo y defensa de la dignidad humana. En verdad, el protagonismo y el compromiso son inseparables de la presencia.
Es muy positivo que esta mención al Centenario de la República sea mirando al futuro, hacia el mes de mayo del 2002. Porque es probable que para los especialistas, el concepto de "república" esté bien claro. Sin embargo, ya nadie cree en las pretensiones democráticas que tienen estas formas de gobierno. Mucha tiranía y mucho despotismo se han escondido tras las repúblicas más disímiles. Del mismo modo, tras los homenajes se han escondido siempre las hipocresías más refinadas. La realidad del encuentro entre los dos Mundos se ha desgranado para sintetizarse luego en una nueva realidad que, por globalizada que esté, no puede ignorar sus raíces. Y es en las raíces -en la oscuridad trasnochada de las raíces- donde se encuentra la savia del compromiso que se respeta, del que no se ignora a sí mismo y busca su presencia constante en el decursar de los siglos.
Ser protagonista de la propia historia y estar comprometido con ella significa, previo silencio -silencio y oración, diría el hombre de fe-, ser muy preciso, evitando convertir los análisis en descargas de bilis y la bilis en pretexto sociológico. Coincidiremos en que estamos saturados de homenajes. Evidentemente, eso no significa despreciarlos. La saturación, en cualquiera de sus formas, apunta "a la propia historia personal y nacional". Ni este Gesto Público ni la Semana Social en que se enmarca, pueden ser el cauce para liberar tensiones acumuladas; pero sí pueden significar la liberación de nuestros cauces, sean cuales fueren las tensiones.
Para hablar con precisión hace falta sopesar el silencio de trasfondo -el silencio de la historia, a veces más que sus capítulos glosados y anotados-. No son idénticos el silencio de la mordaza y el silencio de la comprensión. La mordaza puede llegar a interpretarse como alimento y esto hace que se repitan una y otra vez las palabras en las que no se cree, llegándose a incorporarlas sin convencimiento, como mismo se asimilan los sueros dietéticos para paliar una anemia lacerante. Después, llega la época en que, apelando a la miseria, todo puede ser afirmado y negado al unísono. Necesariamente, toda persona que se encuentra inmersa en el análisis y en el compromiso social, está obligada a ser diáfana, aunque le cueste el martirio. Si fue clara y consecuente, su mensaje trasciende y cala.
Permítanme mencionar en este Gesto Público el nombre de uno de los más pobres de Dios en nuestra ciudad de Cienfuegos: Pascual. Pascual es uno de nuestros locos más singulares; uno de esos personajes que, quizás por la lejanía de lo convencional, se permiten una coherencia envidiable. Pascual asistió hace algunos años a una tertulia improvisada que teníamos algunos jóvenes en una Cafetería que ya no existe. Un día hablábamos de cuestiones sociales y, por supuesto, todos creíamos tener las soluciones apropiadas. Después de la algarabía consiguiente, Pascual aprovechó el profundo silencio del disenso para decir muy calmadamente: "Hay que instaurar la democracia a nivel cerebral". Y se marchó.
Un homenaje a la instauración de la República cubana y a nuestro Apóstol aprovechando el marco de esta Semana Social es, sobre todo, un homenaje a nuestros más profundos anhelos de libertad y democracia. Porque, ya se sabe, aunque estos términos devienen sinónimos a la hora de la síntesis constitucional, en la práctica, el despliegue de todos los incisos ahoga a todos los gobiernos republicanos.
"Y vio Dios que era bueno". Así se repite en el Génesis a cada paso de la Creación. Poco a poco, el caos se desvanece. Llega la claridad, la exactitud, la belleza, lo preciso. Martí dijo que la Patria estaba "menesterosa de espíritus creadores"... Se precisa crear (socialmente), no recrearse en el caos. Mezclando términos podría decirse que todo tipo de caos es siempre anticonstitucional. "Y vio Dios que era bueno". Así gusto de repetir cuando las cosas se complican en mi vida; me lo repito, primero, como cuestionamiento; luego como anhelo.
"Y vio Dios que era buena". Es el anhelo de esta VIII Semana Social Católica que estamos desarrollando. Que así sea.

 

 

Revista Vitral No. 46 * año VIII * noviembre-diciembre 2001
Tony Pino
(Cienfuegos) Poeta y narrador. Delegado a la VIII Semana Social.