Revista Vitral No. 46 * año VIII * noviembre-diciembre 2001


RELIGIÓN

 

EL CRISTIANO Y LAS CRISIS

P. MANUEL H. DE CÉSPEDES Y GARCÍA-MENOCAL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Todos hemos experimentado crisis en nuestra vida. Me refiero a esos momentos en los que tenemos que tomar una decisión de tal importancia en la vida que puede llegar a cambiar total o parcialmente el rumbo de ella. Así pues, la crisis puede ser "saludable", no necesariamente tiene que marcar el comienzo de una etapa de deterioro en nuestra vida. La crisis no sólo ocurre en el ámbito individual, se dan también crisis nacionales. La crisis, en general, puede ser debida a diferentes causas y, por tanto, es de diferente índole. Hay crisis provocadas por desastres naturales, hay crisis provocadas por problemas laborales, hay crisis provocadas por situaciones económicas, políticas, sociales, hay crisis provocadas por relaciones familiares, por el divorcio, por la ruptura de una amistad. En fin, hay crisis de diferente índole, nivel, profundidad. Me atrevo a decir que en la vida de la persona humana es inevitable la crisis.
Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, a quien los cristianos seguimos, experimentó la crisis en su vida. Él es verdaderamente hombre, nada humano le es ajeno. La más grave de todas fue cuando se acercaba su muerte. Dice el evangelista que Jesús sintió temor y angustia, y expresó: Siento en mi alma una tristeza mortal (Mc 14,34). Y continúa el mismo evangelista:
Jesús se adelantó un poco y cayó en tierra, suplicando que si era posible no tuviera que pasar por aquella hora. Decía: "Abbá, o sea, Padre; para ti todo es posible; aparta de mí esta copa. Pero no, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú" (14,3 5-36). En otros lugares de los evangelios también podemos contemplar a Jesús en momentos de crisis, y en todas se comportó igual: no dejó de ser lo que Él es.
Jesús de Nazaret con su ejemplo nos enseña a vivir la crisis. Y también nos lo enseña con su palabra. Recuerdo esta parte de un discurso suyo: Algunos hacían notar a Jesús las hermosas piedras y los ricos adornos que habían sido regalados al Templo. Jesús dijo:
"Llegará el tiempo en que de todo lo que ustedes admiran aquí no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido." Le preguntaron entonces: "Maestro, dinos cuándo sucederá eso. ¿ Cuál será la señal de que va a suceder?" Jesús contestó: "Tengan cuidado y no se dejen engañar, porque muchos vendrán en mi lugar diciendo: Yo soy el Salvador, ésta es la hora de Dios. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se asusten, porque primero tiene que pasar eso, pero el fin no vendrá enseguida". Después les dijo: "Se levantará una nación contra otra, y una raza contra otra. Habrá grandes terremotos, pestes y hambres en una y otra parte. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo. Pero antes de eso, a ustedes los tomarán presos y los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los llevarán a las cárceles; los harán comparecer ante reyes y gobernadores porque llevan mi nombre. Esta será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. No se olviden entonces de lo que ahora les advierto, de no preparar su defensa. Porque yo mismo les daré palabras tan sabias que ninguno de sus opositores las podrá resistir o contradecir. Ustedes serán denunciados por sus padres, hermanos, parientes y amigos y algunos de ustedes serán ajusticiados. Ustedes serán odiados por todos a causa de mí nombre. Sin embargo, no se perderá ni uno de sus cabellos. Manténganse firmes y se salvarán" (Lc 2 1,5-19). La destrucción de Jerusalén a la que alude este discurso escatológico es el fin de una etapa de la historia salvífica. Es un tiempo de crisis. La finalidad de este discurso no es la descripción de unos acontecimientos; este discurso pretende, más bien, dar a los creyentes de la comunidad eclesial la fuerza y el coraje para que vivan el seguimiento de Jesús en medio de la crisis, recordándoles el valor del tiempo que están viviendo. Este discurso pretende dar al seguidor de Jesús la fuerza y el coraje para que en la crisis se comporte como lo que es: discípulo de Jesús.
El Evangelio también nos narra que después de haber pronunciado Jesús en la sinagoga de Cafarnaún lo que se conoce con el nombre del "Discurso del Pan de Vida", sus propios. discípulos lo criticaron y muchos dejaron de seguirlo. Entonces Jesús preguntó a los Apóstoles si también ellos iban a dejarlo. Y Pedro contestó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santó de Diós (Jn 6,68-69). Las palabras del discurso de la sinagoga de Cafarnaún parecieron duras a muchos hasta el punto de provocar una crisis, pero los Apóstoles decidieron seguir siendo lo que son: discípulos de Jesús. Más adelante tuvieron que pasar por otras crisis; la peor de todas fue la muerte de Jesús en la cruz; es verdad que flaquearon y titubearon, incluso uno de ellos traicionó al Maestro, pero los otros se mantuvieron, y se mantuvieron esperando, no sin miedo y desconcierto, después de la sepultura de Jesús. Lo sucedido posteriormente lo sabemos bien: todos se mantuvieron firmes hasta el fin de su vida.
¿Qué actitud tener en la crisis? ¿Cómo vivir la crisis? La crisis hay que vivirla perseverando en lo que somos: discípulos de Jesús. Perseverar no significa no decaer, no dudar, no claudicar, no sentir miedo. Perseverar consiste en saber volver a comenzar cada día, después de cada caída, en medio de cada crisis. Como Pedro después de negar a Jesús. Hay personas que ante la crisis piensan que ya ha llegado el final y que no lo pueden soportar e incluso llegan a la falsedad del suicidio. No es esto lo que nos propone Jesús. La crisis, por profunda y grave que sea, es siempre ocasión de crecer como cristiano y de dar testimonio cristiano. No perdamos esa oportunidad. Podemos decir que la crisis es tiempo especial de evangelización. ¡Cuánto se predica con el testimonio! Para dar ese testimonio es necesario que la crisis la veamos con los ojos de Jesús, tomemos las decisiones que tomaría él y actuemos con la sensatez con la que actuaría Él.
Los cristianos conocemos la vida de los Santos que han sabido perseverar como cristianos también en la crisis. Y no sólo me refiero a la vida de los hombres y mujeres reconocidos oficialmente como Santos en la Iglesia. Me refiero también a esos otros santos que cada uno de nosotros ha tratado personalmente y a quienes la crisis no los "destiñó", sino que la vivieron o la viven perseverando como discípulos de Jesús. Así se han crecido como cristianos, y su testimonio nos ayuda a vivir henchidos de esperanza.
Que en la fiesta familiar y nacional que es la Navidad de este desconcertante año 2001, la contemplación del Niño de Belén nos colme de esperanza... para perseverar.

 

 

Revista Vitral No. 46 * año VIII * noviembre-diciembre 2001
Padre Manuel Hilario de Céspedes y García-Menocal
(La Habana, 1944) Párroco de la Iglesia de La Caridad, en Pinar del Río. Asesor del Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa y de la Comisión Católica para la Cultura de Pinar del Río.