Cienfuegos nos recibió sonriendo
el 10 de octubre y nos sonrió esperanzada la historia de Cuba
en esa fecha, las calles limpias y bien diseñadas, las casas
sin portal con las puertas en la acera, como dispuestas a ofrecer continuamente
la hospitalidad de las familias y el calor humano de los hogares. Nos
sonrieron el Prado, lleno de luces y el Malecón, con un mar que
quiere besar continuamente la ciudad, en una sensación perpetua
de serenidad y quietud. Y nos acogió sonriente la comunidad católica
de Cienfuegos en la iglesia de Montserrat, ávida de ofrecer descanso
y comodidades a los invitados de toda nuestra geografía incluso
algunos de allende los mares- reunidos en la Perla del Sur-por fin entiendo
el porqué del nombre!- con el común deseo de trabajar
por los destinos de nuestra Iglesia y nuestra Patria. Comenzaba así
la VIII Jornada Social Católica.
La ceremonia de inauguración se realizó en la Catedral
"La Purísima Concepción". Las palabras de bienvenida
estuvieron a cargo de S. E. Mons. Emilio Aranguren, Obispo de la diócesis
y la inauguración fue realizada por el ingeniero Dagoberto Valdés,
miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz. El programa fue presentado
por el ingeniero Antonio Rodríguez, y se dio inicio a la primera
conferencia "Misión de la iglesia en la educación,
defensa y promoción de los Derechos Humanos", por S. E.
Mons. Miguel Irízar Campos, obispo del Callao, Perú, la
cual estuvo muy apoyada por su experiencia pastoral en la compleja situación
de su país.
La conocida frase del Santo Padre Juan Pablo II en la Misa de Camagüey
"Sean los protagonistas de su propia historia personal y social"
fue el núcleo que se mantuvo de alguna forma latente durante
todas las jornadas de trabajo las cuales se orientaron por los cuatro
aspectos propuestos por la COCC, en su mensaje pastoral "Un cielo
nuevo y una tierra nueva".
La celebración de la Eucaristía marcaba el comienzo de
las sesiones de trabajo, donde estos aspectos fueron desarrollados en
conferencias, llevados a análisis en equipos, con subsecuentes
votaciones y plenarias, hasta llegar a las líneas de acción,
para configurar así el futuro funcionamiento en nuestras comunidades.
La primera de estas conferencias fue "Profesar la fe en ámbitos
públicos reconocidos", impartida por Mons. Emilio Aranguren.
La segunda "Ejercer la caridad de forma personal y social",
por el padre Juan Pedro Borderón h.c. "Educar las conciencias
para la libertad y el servicio a cargo de S. E. Mons. Carlos Talavera,
obispo de Coatzoalcos, México y la última, "Estimular
las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad", realizada
por Raúl Torralbas, laico cienfueguero. Don Ángelo Gagliardí,
Secretario de la Nunciatura Apostólica en La Habana hizo público
un mensaje de Mons. Angelo Sordano, Secretario de Estado del Vaticano
a Mons. Pedro Meurice Estiú, Arzobispo de Santiago de Cuba y
presidente de la Comisión Justicia y Paz, junto a los participantes
en la Jornada Social. Las conferencias de "Democracia Participativa"
y "Servir a la causa de la justicia" impartidas por el Rvdo.
Padre Leonidas Ortiz, rector del ITEPAL y Mons. Frank J. Dewane, subsecretario
del Pontificio Consejo "Justicia y Paz", respectivamente,
enriquecieron y complementaron los debates. La cercanía y activa
presencia de Mons. Dewane, así como del Secretario de la Nunciatura
Apostólica, Don Ángelo Gagliardi, hablaron mucho del interés
con que la Santa Sede sigue las celebraciones de las Jornadas Sociales
y el compromiso del laicado en la vida civil y política de sus
paises.
El viernes 12 de octubre se realizó un acto público en
el parque de la capital cienfueguera, durante el cual fue depositada
una ofrenda floral frente al monumento de José Martí,
en nombre de los participantes en la Semana Social y la otra ofrenda
su unió al homenaje al nacimiento de la República realizado
por los obreros cienfuegueros, en un Arco que ellos erigieron por esa
causa a principios del siglo pasado. El coro de la Catedral interpretó,
secundado por todos, el Himno Nacional y el Himno de Cienfuegos (de
una profunda raíz cristiana) El ingeniero, laico de esa diócesis
y responsable de los Medios de Comunicación Social, pronunció
un pequeño discurso, pleno de cubanía y auténtico
patriotismo, amor a nuestra historia y a una Iglesia bien cubana. En
mi memoria (y en la de muchos de los presentes) quedó profundamente
grabado el primer acto cívico de la Iglesia en el que he tenido
el privilegio de participar. como primicia e invitación a la
construcción de un nuevo futuro para nuestra Patria.
Esa misma noche y después de la conferencia del padre Leónidas
Ortiz. disfrutamos de la hospitalidad de Mons. Aranguren en el obispado.
Las intensas jornadas se vieron entonces coronadas por una agradable
acogida, donde se sucedieron contradanzas de Lecuona y boleros junto
con canciones tradicionales cubanas y de otros países en una
atmósfera de auténtica hermandad, y la voz todavía
poderosa de Torcuato, un conocido laico nonagenario con la energía
y jovialidad de la que muchos jóvenes carecen. La Perla del Sur
nos ofrecía la última noche con auténtico compartir
y alegría de cristianos.
La última sesión de trabajo se realizó en la mañana
del sábado y estuvo relacionada con la evaluación de la
pasada Jornada en Matanzas, como una valoración de la continuidad
de las Semanas Sociales en nuestro país y se aprobaron y presentaron
en plenaria las líneas de acción. La Eucaristía
de clausura estuvo presidida por el Emmo. Card. Jaime L. Ortega Alamino
y contó con la presencia también del Nuncio Apostólico,
Mons. Luis Robles, en la Catedral de Cienfuegos.
Concluyó la VIII Jornada Social Católica. En mi recuerdo
personal, quedan también los apretones de manos, las amistades
nuevas, la humildad de un anciano sacerdote que nos besaba las manos,
la alegría contagiosa del padre Juan Pedro, la mirada noble y
limpia de una hermosa cienfueguera, el abrazo fraterno de Oswaldo Payá
y Dagoberto Valdés, la hospitalidad de Cienfuegos. Para todos
los que tuvimos la dicha de participar, quedó la viva impresión
de un laicado más comprometido, cada vez más sensible
ante las realidades que afectan tan duramente a nuestra Patria, pero
también de una Iglesia que necesita ser signo visible de amor
y reconciliación en medio de discursos y propagandas guerreristas,
lugar de encuentro, hacedora de puentes, signo de Esperanza y presencia
de Cristo en medio de nuestro pueblo. La historia nos observa atenta.
Nuestra Patria nos mira esperanzada.