Palabras en el Gesto Público de depositar una ofrenda floral
ante el monumento a José Martí, Apóstol de nuestra
independencia, en el Parque Central de Cienfuegos. |
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Queridos amigos participantes de
esta VIII Semana Social Católica:
"Protagonismo" y "compromiso" son las palabras claves
de este evento; protagonismo, por la muy conocida frase de Juan Pablo
II: "Ustedes son y deben ser los protagonistas de su propia historia
personal y nacional"; y compromiso, por ser el eje central del
mensaje de los obispos cubanos "Un cielo nuevo y una tierra nueva"
que está sirviendo de iluminación a esta Semana. Protagonista
fue Martí, y comprometidos estaban los obreros cienfuegueros
que saludaron a la República con este Arco el 20 de mayo de 1902.
Protagonistas y comprometidos somos todos los aquí presentes,
y por eso, quizás, nos atrevemos a repetir las mismas palabras
y a recalcar los viejos énfasis.
Vivimos tiempos difíciles: he aquí una frase muy recurrida
en todo discurso. Desde la perspectiva social, me pregunto cuáles
no lo son. La dificultad ha servido desde siempre para eludir el protagonismo
y el compromiso en nombre de idealismos exacerbados. Entonces se le
dice falso al progreso y se apela a determinadas pobrezas tiránicas
como conquistas si aquellas riquezas democráticas no brindan
seguridad alguna. Digamos que el verdadero protagonista no se deja engañar
por progresos de marketing. Jamás vuelve la mirada; para él
no existen las estatuas de sal. Y esto, bajo ningún concepto,
significa ignorar la propia historia.
Cuando las palabras no convencen es porque están desprovistas
de contenido; y el contenido de las palabras es el silencio. Por eso,
quizás, el Maestro termina siendo más elocuente en su
evocación marmórea y la República es más
deseada en su monumento triunfal, que cuando se citan a diestra y siniestra
y se intercambian criterios que luego se refugian en la libertad de
opinión más opresiva. Un año antes de su muerte
Martí le escribía a un amigo: "(...) sólo
estimo verdaderamente a los hombres que, como Ud., no han perdido el
entusiasmo por las cosas grandes, en el gozo de las comodidades de la
vida". A este monumento vienen muchos; pero pocos son los que evocan
verdaderamente el espíritu martiano. No importa. En la misma
carta, el Apóstol señalaba: "Sobre las columnas,
que son siempre pocas, se levantan los templos".
Y en los templos reina el silencio. Puede que no se haya considerado
suficientemente la fuerza del silencio como manifestación. Tal
vez debamos rescatar el entusiasmo grande por el silencio profundo.
Dado que muchos no pueden olvidar lo que han perdido, sería bueno
que llegaran al desapego místico con respecto a lo que no pueden
olvidar. Con mucha frecuencia el recuerdo se convierte en el crecimiento
desmesurado y canceroso de los capítulos de una historia desconocida,
conocida a medias o inventada a conveniencia, en medio de una evocación
sutil sin protagonismo ni compromiso sinceros.
Hace 509 años Cristóbal Colón llegaba al llamado
Nuevo Mundo. Mucho se ha discutido hasta la fecha sobre las implicaciones
de ese hecho. Lo cierto es que de realidad no escapa, y con esa realidad
se instauró un nuevo matiz fundamentalísimo en nuestra
historia: el de saber quiénes somos y hacia dónde vamos;
es decir, el de protagonizar, a conciencia, lo que se vive.
La realidad de la colonización nos llevó por los derroteros
civilizatorios del Viejo Mundo. Nos llevó a nuestras principales
tomas de conciencia sobre la identidad nacional; sobre una cultura,
deudora, sí, pero cada vez más autóctona y original.
Nos llevó a Guerras de Independencia y a la proclamación
de la República. También con la presencia española
vino la presencia de la Iglesia, la cual, no obstante la perspectiva
circunstancial de determinados hechos, es, si se quiere, la presencia
permanente de una oportunidad de reconciliación, análisis
objetivo y defensa de la dignidad humana. En verdad, el protagonismo
y el compromiso son inseparables de la presencia.
Es muy positivo que esta mención al Centenario de la República
sea mirando al futuro, hacia el mes de mayo del 2002. Porque es probable
que para los especialistas, el concepto de "república"
esté bien claro. Sin embargo, ya nadie cree en las pretensiones
democráticas que tienen estas formas de gobierno. Mucha tiranía
y mucho despotismo se han escondido tras las repúblicas más
disímiles. Del mismo modo, tras los homenajes se han escondido
siempre las hipocresías más refinadas. La realidad del
encuentro entre los dos Mundos se ha desgranado para sintetizarse luego
en una nueva realidad que, por globalizada que esté, no puede
ignorar sus raíces. Y es en las raíces -en la oscuridad
trasnochada de las raíces- donde se encuentra la savia del compromiso
que se respeta, del que no se ignora a sí mismo y busca su presencia
constante en el decursar de los siglos.
Ser protagonista de la propia historia y estar comprometido con ella
significa, previo silencio -silencio y oración, diría
el hombre de fe-, ser muy preciso, evitando convertir los análisis
en descargas de bilis y la bilis en pretexto sociológico. Coincidiremos
en que estamos saturados de homenajes. Evidentemente, eso no significa
despreciarlos. La saturación, en cualquiera de sus formas, apunta
"a la propia historia personal y nacional". Ni este Gesto
Público ni la Semana Social en que se enmarca, pueden ser el
cauce para liberar tensiones acumuladas; pero sí pueden significar
la liberación de nuestros cauces, sean cuales fueren las tensiones.
Para hablar con precisión hace falta sopesar el silencio de trasfondo
-el silencio de la historia, a veces más que sus capítulos
glosados y anotados-. No son idénticos el silencio de la mordaza
y el silencio de la comprensión. La mordaza puede llegar a interpretarse
como alimento y esto hace que se repitan una y otra vez las palabras
en las que no se cree, llegándose a incorporarlas sin convencimiento,
como mismo se asimilan los sueros dietéticos para paliar una
anemia lacerante. Después, llega la época en que, apelando
a la miseria, todo puede ser afirmado y negado al unísono. Necesariamente,
toda persona que se encuentra inmersa en el análisis y en el
compromiso social, está obligada a ser diáfana, aunque
le cueste el martirio. Si fue clara y consecuente, su mensaje trasciende
y cala.
Permítanme mencionar en este Gesto Público el nombre de
uno de los más pobres de Dios en nuestra ciudad de Cienfuegos:
Pascual. Pascual es uno de nuestros locos más singulares; uno
de esos personajes que, quizás por la lejanía de lo convencional,
se permiten una coherencia envidiable. Pascual asistió hace algunos
años a una tertulia improvisada que teníamos algunos jóvenes
en una Cafetería que ya no existe. Un día hablábamos
de cuestiones sociales y, por supuesto, todos creíamos tener
las soluciones apropiadas. Después de la algarabía consiguiente,
Pascual aprovechó el profundo silencio del disenso para decir
muy calmadamente: "Hay que instaurar la democracia a nivel cerebral".
Y se marchó.
Un homenaje a la instauración de la República cubana y
a nuestro Apóstol aprovechando el marco de esta Semana Social
es, sobre todo, un homenaje a nuestros más profundos anhelos
de libertad y democracia. Porque, ya se sabe, aunque estos términos
devienen sinónimos a la hora de la síntesis constitucional,
en la práctica, el despliegue de todos los incisos ahoga a todos
los gobiernos republicanos.
"Y vio Dios que era bueno". Así se repite en el Génesis
a cada paso de la Creación. Poco a poco, el caos se desvanece.
Llega la claridad, la exactitud, la belleza, lo preciso. Martí
dijo que la Patria estaba "menesterosa de espíritus creadores"...
Se precisa crear (socialmente), no recrearse en el caos. Mezclando términos
podría decirse que todo tipo de caos es siempre anticonstitucional.
"Y vio Dios que era bueno". Así gusto de repetir cuando
las cosas se complican en mi vida; me lo repito, primero, como cuestionamiento;
luego como anhelo.
"Y vio Dios que era buena". Es el anhelo de esta VIII Semana
Social Católica que estamos desarrollando. Que así sea.
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