Palabras de presentación del poemario "Escrito desde
la cárcel", de José de Jesús Quiñones.
Premio Vitral 2001 |

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Amigos todos:
Estar preso es una circunstancia,
como enfermarse o no viajar. Emily Dickinson llevó una vida retirada
y sola en su casa natal de Amherst. A Ezra Pound lo mantuvieron en una
jaula metálica, piso de concreto, luz incandescente y un latón
que le servía de excusado, hasta que colapsó.
Nos damos cuenta. A la literatura, que es una dama cruel, no le basta
con el martirio y sí con la gracia de la idea enfundada en la
palabra, enriquecida, es verdad, por el trajín de los autos,
los virus y los muros de todas las celdas.
Yo creo firmemente en esto: aunque algunas cosas nos expliquen, nada
nos justifica, por eso todos estamos a punto de ser prendidos, como
reos o como antorchas, lo mismo da.
Sin embargo hay estrellas y es curiosa la suerte de algunos libros.
El día que leí Escrito desde la cárcel (el fajo
de hojas fotocopiadas que era entonces) no me pareció malo, pero
lo excluí, lo deporté al extremo oriental, la Siberia
o el Guantánamo de mi mesa, aunque dos de sus columnas poemáticas:
Cinco minutos para ver a mi madre (p.45) y Mirando el paisaje desde
mi celda (p. 38), me goteaban en la conciencia como un hipo.
Pero logré ser fuerte y busqué o inventé razones
para echarles mano: me molestaba el comercio del título. La intuición
de que el hombre quería sobornarme con su pena y la sencillez
de aquel libro entre un cúmulo de obras que apuntaban hacia lo
denso, pesaron más en mi balanza estropeándome el cuaderno
de Roberto de Jesús Quiñones.
Claro que yo no sabía quién era Roberto de Jesús
Quiñones. Hoy, a cuatro meses de haberle dado por fin mi voto,
todavía no lo conozco; lo que demuestra con creces la imparcialidad
de mi fallo y como la decisión fue unánime, Juan Carlos
Valls y Yasmín Sierra, pueden decir lo mismo.
No obstante de haberle ido bonito, mantengo que la tara del calabozo
induce más a perder que a ganar concursos y Escrito desde la
cárcel habría pasado sin gloria si no fuera, como señala
Ortiz en la nota de contracubierta, el testamento desgarrador de una
experiencia extrema, pero cantado, he ahí su triunfo, desde la
madurez, sin el bozal de lo patético, a través de una
poesía que busca lo lírico por defecto o por exceso de
la crisis existencial que la genera.
Significa que aunque se nuble, todavía hay luces y resplandores
otros y hay también connotaciones y fatuidades. Por eso me alegro
de este Gran Premio Vitral de Poesía y que dados le hayan sido
el óleo espléndido de Banasco, con perro ovillado al fondo
y las albas páginas de un librito cálido.
Es curiosa la suerte del escritor -decía Borges-. Al principio
es barroco (...) y al cabo de los años puede lograr, si son favorables
los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta
complejidad.
Ignoro los inicios del autor de esta noche. Un único poemario,
La fuga del ciervo, se adjunta debajo de su foto. En cuanto a los que
recién presentamos, los poemas del ciervo cazado, baldado y prisionero,
no son para nada infelices porque sólo a expensas de la modesta
y secreta complejidad es posible escribir, desde la cárcel, una
poesía así de lánguida.
Entonces, no hay dudas, los astros están con él.
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