¿Quién no ha tarareado
por estos días, en el baño al menos, un fragmentico de
Polo Montañez, ya sea rítmico o melódico? Guajiro
Natural, por citar sólo un ejemplo, ha pasado de título
de una canción popular a vocablo estereotipado de la jerga pueblerina
de parques y cuatroesquinas, con el sello indiscutible de lo que llegó
para quedarse. No todas las generaciones han gozado esta circunstancia
de ser testigos del estallido de una popularidad espontánea que
se impone así, sin saber cómo y a pesar de todo.
Es raro, a estas alturas, pasar por un hogar pinareño donde no
haya un cassette de Polo Montañez, o pasar un día en que
su voz no nos llegue a los tímpanos diez o doce veces. No caben
dudas de que estamos ante un verdadero fenómeno de popularidad.
No de popularidad impuesta, ni de popularidad fabricada, ni de popularidad
favorecida por circunstancias. De popularidad contagiada sí,
porque esa es la verdadera popularidad; la que se adquiere por contagio,
y lo cierto es que Polo Montañez se ha propagado como un virus,
resistente a todo tipo de medicamento, curativo o preventivo.
Por mera asociación de ideas, ahora nos vienen a la mente un
sinnúmero de popularidades fabricadas, que no podemos menos que
comparar con aquellas casi tres décadas de películas soviéticas
que no dejaron en el recuerdo de nadie ni siquiera el nombre de un personaje,
un actor o un director. Sí, porque, a decir verdad, nuestras
retinas y nuestros tímpanos están impregnados de celebridades
que todavía no nos han hecho mover los labios ni siquiera una
vez para cantar o silbar uno de sus éxitos. Sin embargo, este
guajiro natural, impregnado de tizne de carbón y narigón
de bueyes logró conquistar el gusto de todo un pueblo mucha antes
de que los medios de difusión se percataran de su existencia,
¿no es verdad que se trata de un fenómeno sui generis
en nuestro país?
No es lo mismo caer desde arriba, que llegar desde abajo, y esto último
es precisamente lo que ha logrado este humilde tractorista de San Cristóbal;
y no somos pocos los que aún nos preguntamos cómo logró
hacerlo, pues, aunque nadie duda de su indiscutible calidad como creador
e intérprete, todos sabemos que esto no representa más
que un número en la lista para coger el tren, y que de ahí
a tener el billete en la mano va un gran trecho. Sin embargo Polo Montañez
está en estos momentos cómodamente sentado en asiento
de primera en el tren de la fama, y todo parece indicar que su viaje
es largo. Y, ¿saben quién le resolvió el pasaje?
Su identidad. Sí, esa señora tan tirada a menos últimamente
y de la que tantos guajiros hemos tratado inútilmente de escapar
una y otra vez. Y lo fácil que resulta tener contenta a la identidad;
basta con hacer lo que hace Polo Montañez, es decir, asumirnos
tal cual somos. Estoy seguro de que este gran compositor e intérprete,
disfrazado de pepillo de bulevar nunca hubiera pasado de ser una insignificante
mediocridad; ha sido su apego al surco y la guataca, pura devoción
y orgullo de su origen campesino, o, lo que es lo mismo, su elevado
sentido de la identidad, aquello que le ha granjeado tal reconocimiento
y respeto a lo largo y ancho de todo el país. Semejante ejemplo
de personalidad propia quizás a muchos nos resulta más
envidiable que su reconocida talla extra de cantante.
No han sido pocas las veces que me he preguntado como es posible que
en un país exclusivamente agrícola como el nuestro, la
palabra guajiro pueda significar una ofensa. Es cierto que, a veces,
el hombre refinado de las ciudades siente cierto menosprecio por la
educación rústica del hombre de campo, pero lo verdaderamente
digno de desprecio es la evasión de este último. ¿Quién
ha dicho que el hecho de nacer en uno u otro lugar determina los verdaderos
valores de una persona...? ¿a qué otra cosa puede aspirar
una comedia que a hacer reír?
Ya lecciones de este tipo han dado Brindis de Salas, Miguelito Cuní
y el insigne Beny Moré a aquellos negros que han pasado sus vidas
inútilmente tratando de parecer blancos, lo cual ha sido otro
de los males caricaturescos que ha padecido nuestra sociedad. El cubano
que intente huir de ser guajiro y negro no es otra cosa que un pájaro
tratando de lucir escamas en vez de plumas.
Confiemos en que todos podamos apreciar en Polo Montañez el valioso
mensaje de identidad que vibra más allá de su hermosa
voz y sus maravillosas composiciones. En hora buena, Guajiro Natural.