Revista Vitral No. 46 * año VIII * noviembre-diciembre 2001


ECONOMÍA

 

EL ESTADO EN EL TERCER MILENIO

ROLANDO SUÁREZ

Conferencia dictada en el Encuentro Diocesano de Economistas celebrado en Pinar del Río, el 28 de Julio de 2001



Rolando Suérez,
mientras impartía la conferencia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


N
o pretendo profetizar sobre el futuro del Estado en el milenio que estamos viviendo. Este trabajo es una presentación de las realidades que se obsevan y una reflexión incompleta sobre los documentos del magisterio de la Iglesia y otros que anteceden esta realidad y que tienen proyección hacia el futuro. Los acontecimientos sociales, políticos y económicos actuales no están suficientemente desarrollados y requieren de estudios más completos para llegar a una síntesis adecuada.
El hombre es un ser social, fue creado hombre y mujer y esto constituye la comunidad básica. Por tal motivo el propio hombre es parte siempre de una sociedad "Una sociedad es el conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual, una sociedad perdura en el tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir. Mediante ella, cada hombre es constituido " heredero ", recibe "talentos" que enriquecen su identidad y a los que debe hacer fructificar. "(C.C. 1880)
Cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas especificas, pero "el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana".
Toda comunidad debe buscar el bien común y este abarca el conjunto de condiciones de la vida social, con los cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.
El Estado es la organización o estructuración política (pública) de dicha sociedad. Siempre que hay sociedad hay Estado aunque no exista una constitución o carta magna única. El Estado no es el resultado de un contrato entre los hombres ni de la división en clases sociales. Se funda en la propia naturaleza humana y su existencia implica la autoridad y pertenece al orden previsto por Dios y por ello debe desarrollarse dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común concebido dinámicamente.
Con las peculiaridades de cada sociedad condicionadas por la identidad de cada pueblo o nación y su propia historia, el Estado debe "tender siempre a formar un tipo de hombre culto, pacifico, benévolo respecto de los demás para provecho de toda la familia humana".
La organización política o sea el Estado debe contener por tanto, los derechos y deberes de los miembros de la sociedad, el ejercicio de la soberanía, los instrumentos que sirven para buscar el bien común y las estructuras de poder y su funcionamiento.
No se debe confundir los conceptos de Estado y gobierno. El gobierno no es más que la administración del Estado. La concepción marxista y su teoría sobre la dictadura del proletariado introdujeron el concepto de que un partido político -el de la clase obrera- estaba por encima de la autoridad del gobierno para alcanzar sus fines. La administración del Estado implica el ejercicio de una parte de la autoridad limitada por el sometimiento a un orden jurídico que ella no debe ni puede implantar.
Los Estados nacionales es un fenómeno que tiene su origen después de la caída del Imperio Romano, pero se desarrolla fuertemente a partir de las revoluciones norteamericanas y francesas y es trasplantado, a todas las naciones de la era moderna como paradigma.
Es importante tener en cuenta que nacionalidad implica una identidad de una sociedad y que estas nacionalidades trataron de formar su propia estructura u organización política, o sea su Estado, pero en muchos casos varias nacionalidades han constituido Estados. Para el caso de Cuba salvo el debate de 1869 en Guáimaro entre líderes de Cuba y del Camagüey sobre un estado federal o una república unitaria, triunfó finalmente, gracias a la comprensión y gallardía de Ignacio Agramonte que, en aras de la unidad, cedió en sus convicciones, tenemos una república unitaria, pero sin dudas el tema ha surgido como punto de discusión en diversos momentos de nuestra historia.
Resumo esta parte precisando que para que haya Estado es necesario que exista una identidad de una sociedad como tal, o sea que pueda ser diferenciada claramente y que se adopte una organización política para la búsqueda del bien común a través del ejercicio del poder.

 

 

El mundo actual después del muro caído para todas partes, y la llamada postmodernidad

Con la existencia del campo socialista se constituyó en el mundo una política de bloques, que algunos denominaron guerra fría, y cuyo campo de batalla se desarrolló en las jóvenes naciones que fueron surgiendo a partir del proceso de descolonización y que en su momento culminante abarcó también a Estados constituidos desde el siglo diecinueve.
Sin bien el número de Estados se ha multiplicado en extremo y hasta pequeñas islas hoy en día son estados, como forma de no continuar siendo colonia, esta es la realidad de nuestro Caribe; el desarrollo al propio tiempo, y especialmente en la segunda mitad del siglo veinte, de entidades del comercio y la industria que se extienden a varios estados y los monopolios de la información y medios de comunicación, así como el incremento sin precedentes de la movilidad humana y el desarrollo de tecnologías que implican una división del trabajo de carácter mundial, algunos elementos de los estados se han visto duramente mellados y a lo cual no se opone ningún bloque porque ya no hay muro que los contenga.
Añádase a lo anterior que el poder financiero acumulado por la especulación, no por la generación de bienes, tiene proporciones descomunales y sin precedentes, lo cual convierte a esos centros financieros en fuerzas superiores a muchos estados por poseer ellos mismos más recursos que los presupuestos de estos pequeños estados y por ello vulnerables estos últimos en su soberanía.
Los bloques actuales se están conformando, al no existir muro, por intereses económicos y políticos y no por identidad social. Y el fenómeno de la globalización tiende a homogenizar estas identidades en perjuicio de las propias sociedades en las cuales el individuo se desenvuelve. Estos bloques, cuyo lado positivo es la solidaridad en función de un bien común, pero subordinado al mercado, nuevo centro y divinidad que al desarrollarse tropieza con esa organización que se llama Estado y trata de limitarlo.
Si este desarrollo no encuentra límites, que deben ser los que pongan en riesgo el bien común, ya a escala planetaria, el Estado con la concepción de los últimos siglos desaparecerá y se transformará, pero estimo que los grupos con identidad, las sociedades prevalecerán, si tienen conciencia de ello sobre estas concepciones.
De acuerdo a estos riesgos y ventajas basadas en la solidaridad a escala planetaria -o sea la globalización de la Caridad- el Estado del presente milenio debe tener en cuenta los principios que el magisterio de la Iglesia siempre ha defendido.

 

 

El Estado del Nuevo Milenio

Me referiré aquí a los principios que deben regirlo, no a la forma que pudieran adoptar. Pero es interesante conocer que los paradigmas actuales no responden al futuro inmediato y esto implica que los instrumentos vigentes no son suficientes para el futuro.
El Estado -nación está en riesgo. Todo parece indicar que el súper estado es el que tiene más probabilidades y para ello ks procesos de integración deben observarse con detenimiento para no perder identidad y lograr solidaridad por interdependencia, de lo contrario una homogenización de la sociedad sería un verdadero desasfre.
La solidaridad implica llevar al mismo nivel la realidad económico social de cada grupo social y de cada sociedad, pero en un proceso en el que todos den y reciban y, repito se crea una interdependencia, pero al mismo tiempo una mezcla y en esto somos los cubanos expertos y eficaces, que nos lleve a una verdadera síntesis cultural y política en función del bien común.
"La soberanía de los estados nacionales, en este proceso quedará mermada. De hecho en los procesos de integración actuales en todos los casos se cede cada vez más soberanía, sin que se haya llegado a gobiernos supranacionales. El límite de esta cesión es el bien común definido como "el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección" (GS 26J). Si este bien común está en riesgo es un error ceder soberania.
Uno de los riesgos es la actuación, dentro de esas estructuras de integración, de los poderosos grupos o centros financieros, que con su actuación pueden limitar grandemente el bien común de muchos para ventaja injusta de otros. Luego el ejercicio de la soberanía debe comprender la capacidad de limitar estas actuaciones a escala de naciones integradas. No solo queda amenazada la soberanía sino la propia autoridad o gobierno.
La concentración de poder es un riesgo y la fórmula del Estado del milenio debe reforzar el derecho, entre otros muchos derechos personales y sociales el de constituir una familia con el ejercicio pleno de todas sus funciones y el de asociación como elemento de participación activa en la sociedad a partir de grupos de actuación pública, ordenados en la búsqueda del bien común y dentro del orden moral. Esto debe garantizar que no haya concentración de poder y que existan posibilidades efectivas de tomar parte libre y activamente en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, en el gobierno de la cosa pública , en la determinación de los campos de acción y de los limites de las diferentes instituciones y en la elección de los gobernantes.
El principio de subsidiarídad es básico para esta concepción. El Estado debe propiciar y garantizar que estas agrupaciones y asociaciones y en especial la debil familia actual se desarrollen y puedan actuar libremente y con todas las garantías, pero dentro de los límites que la propia sociedad imponga y que deben estar en el orden moral y del bien de la persona y su convivencia en sociedad. Lo que puedan hacer estas asociaciones y familias no debe inteiferirlo o limitar/o el Estado. Especial atención requiere el respeto a la vida. Esto no se planteaba en ninguna constitución como principio, pero en la actualidad los riesgos son tantos y el afán de decidir sobre la vida de las personas se ha tornado masivo que requiere especial regulación esta protección.
Un nuevo problema se presenta al respecto. El control sobre la autoridad se torna en los grandes bloques de integración y en las estructuras de la globalización más dfícil. A nivel de alcaldía, tal vez se pueda actuar directamente, pero cuando se trata de presupuestos y financiamientos a escala de bloque, las técnicas de supervisión pueden condicionarlo todo y ser insuficientes para la actuación de los grupos. He aquí un problema práctico no resuelto. Observemos que las decisiones de este tipo pueden ser tan remotas y sin identificación clara, pero condicionantes a toda actuación de la autoridad y sus controladores.
En el orden económico es importante conservar la propiedad privada y su función social y el libre mercado debe estar limitado en materia de distribución de bienes y beneficios por la intervención del Estado, especialmente siguiendo el principio de proteger a los ciudadanos y grupos más vulnerables y desarrollar entre ciudadanos el principio de solidaridad. Este es el punto que hoy en día ha trastocado la justicia social limitada que algunos pueblos alcanzaron. Ya no se trata de justicia y mejoras en el salario y en el trabajo, sino de dar espacio a todos para trabajar.
Hoy la economía basada en un desarrollo tecnológico sin precedentes no encuentra obstáculos en las asociaciones o sindicatos obreros e incluso empresariales. Deciden quien está excluido y quién no.
No puede haber desarrollo ni bien común sobre el principio del consumo y el mercado solamente. El elemento de solidaridad, de justicia social y de dignidad humana está por encima del mercado y esto es necesario tenerlo en cuenta en el momento de concebir un Estado moderno, pero se basa en el concepto de que la propia sociedad elabore un concepto humano y cristiano de desarrollo que no se identifica con el consumo.
En mi opinión el 95% de los artículos que se venden en una tienda no son necesarios para la vida feliz de una familia. Pero tampoco está definido el paradigma de desarrollo para esa familia. Detengámonos en un solo artículo que es muy codiciado: el automóvil. Este niega la familia numerosa, más de cuatro personas no pueden viajar en él. ¿Está condicionando este artículo nuestra vida?. Este vehículo depende de una fuente de energía limitada ¿Está destruyendo nuestro planeta este artículo?
Es por ello que los servicios públicos son los que requieren más control del Estado. La tendencia actual es contraria a esto y está al mismo tiempo minando el bien común. Servicios como la educación, los servicios de asistencia médica y sanitaria, abasto de agua y energía, comunicaciones y transportación, construcción de viviendas no deben estar sometidos al mismo régimen empresarial que las restantes producciones y servicios, porque se trata de derechos de los hombres y de los grupos que deben estar sometidos a su control e intereses. La solución de administración por parte del gobierno no ha sido eficaz hasta la fecha, pero queda por probar una mayor participación en la toma de decisiones sobre esto por parte de las grupos sociales organizados en asociaciones.
Unido al criteirio de propiedad privada está el concepto de empresa o corporación en sus diversas formas. El Estado marxista trató de controlar la empresa nacionalizándola y destinando sus beneficios a una caja común fuera del control de los que intervienen directamente en la empresa.
La Doctrina Social de la Iglesia proclama que la relación capital-trabajo debe estar sobre bases de comunidad. Esto implica que el papel de los sindicatos, que en la actualidad están en decadencia por motivo de la globalización neoliberal a nivel mundial, como organización de obreros debe relacionarse no sobre la base de contratos de trabajo que precisen salarios y beneficios sociales, sino contratos de asociación dónde el objetivo básico sea el desarrollo de una verdadera comunidad de intereses y de toma de decisiones desde su concepción y planificación hasta su ejecución.
La ganancia continuará siendo, excepto para los servicios públicos el indicador de la salud de estas empresas de participación. No obstante la obtención de capitales de inversión queda todavía como cabo suelto y no se ve claro desde mi percepción el papel del Estado y de las organizaciones y asociaciones. Una regulación parece ser lo efectivo en este caso.
En cuanto al tipo de gobierno y estructura la república democrática y participativa parece ser el ideal. En cuanto a la estructura del Estado; es muy importante que el gobierno central esté sometido a un control popular, que el acceso al gobierno sea por vía participativa y que a la estructuración de niveles intermedios: provincias, distritos, municipios, se dé una mayor participación y pragmatismo.
Personalmente considero por estar en línea con la realidad de nuestra Iglesia que el lugar donde el ciudadano, la familia y las asociaciones pueden tomar mayor influencia y control es en el municipio (parroquia). Esto implica que el concepto de propiedad municipal debe restituirse y que la autonomía e interdependencia deben definirse en los textos legales, de manera que lo que el ciudadano ve pueda ser controlado por él.
Las fuerzas armadas como elemento de defensa deben también estar sometidas al control popular, pero el instrumento para ello no está desarrollado por lo complejo de la tecnología militar actual, pero en ningún caso puede promover otra iniciativa que no sea la defensa y la agresión.
Hasta aquí mi reflexión Espero compartir con ustedes estas polémicas e incompletas ideas.

La Habana, 28 de julio del 2001.

 

 

Revista Vitral No. 46 * año VIII * noviembre-diciembre 2001
Rolando Suárez
(La Habana) Abogado. Asesor Jurídico de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.