El nacimiento de Jesucristo es
para los creyentes un acontecimiento trascendental en la historia de
la humanidad.
Dios se acerca a la humanidad, se hace hombre para restablecer las relaciones
rotas por el mismo hombre que se cierra a Dios.
Navidad es ruptura del aislamiento en que caen el hombre y la mujer
cuando se cierran a Dios y se bloquean en la soberbia del que cree que
no necesita de nadie para vivir, ni para sobrevivir, ni para ser mejor.
De nadie... ni de Dios.
La persona humana que acepta esta cercanía del Hijo de Dios,
del Dios con nosotros, que viene a compartir nuestra humanidad, se abre
a la relación con su Creador para compartir su Trascendencia.
Navidad es, pues, fiesta de la apertura y de la comunión.
Navidad es vencer el aislamiento más empobrecedor: el del mismo
hombre que no quiere abrirse a lo mejor, a lo distinto, al cambio, al
otro, al Otro Absoluto que es Dios.
Navidad nos invita a reflexionar sobre la pobreza que significa el aislamiento
personal y nacional y sobre la riqueza que supone una apertura a todo
lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Las personas y los pueblos están llamados a vivir en relación
con las demás personas y pueblos. Esta es su vocación
a trascender el egoísmo personal y la cerrazón nacional
para establecer lazos de participación, integración y
fraternidad.
Cuba tiene vocación a la apertura. Cuba será mejor cuando
se integre a su región y al mundo occidental al que pertenece
por naturaleza e identidad. El Papa expresaba en su visita a nuestro
país:
"Cuba tiene un alma cristiana y eso la ha llevado a tener una vocación
universal. Llamada a vencer el aislamiento, ha de abrirse al mundo y
el mundo debe acercarse a Cuba, a su pueblo, a sus hijos, que son sin
duda su mayor riqueza. ¡Esta es la hora de emprender los nuevos
caminos que exigen los tiempos de renovación que vivimos, al
acercarse el Tercer milenio de la era cristiana!" (Homilía
en la Misa en la Plaza José Martí de La Habana. No. 7)
"En nuestros días ninguna nación puede vivir sola.
Por eso, el pueblo cubano no puede verse privado de los vínculos
con los otros pueblos, que son necesarias para el desarrollo económico,
social y cultural." (Palabras de despedida en el Aeropuerto no.
4)
Han pasado cuatro años de aquella inolvidable Visita Papal y
la situación en Cuba siguen igual o peor en relación a
la apertura y al aislamiento.
No se observan signos creíbles de apertura real. Es más,
algunas posturas y actitudes, algunas palabras y declaraciones, algunos
hechos y decisiones, parecen no contribuir a la apertura y las relaciones
sino a la cerrazón, el inmovilismo y el aislamiento.
La mayoría de las naciones y los gobiernos han hecho gestos y
gestiones para vencer el aislamiento de Cuba y hacia Cuba.
A pesar de todo, siguen los bloqueos:
-el embargo norteamericano y "las medidas económicas restrictivas
impuestas desde fuera del País, injustas y éticamente
inaceptables";
-el bloqueo interno a "las iniciativas que pueden configurar una
nueva sociedad".
-el bloqueo a la libertad de conciencia que, con frecuencia, impide
que se diga con transparencia lo que se piensa y que se haga con honestidad
lo que se dice.
-el bloqueo a la libertad religiosa que, impide que la fe se exprese
con pleno derecho de ciudadanía en "ámbitos públicos
reconocidos" pues, por lo que se puede ver, con frecuencia, los
laicos comprometidos, y aún los niños en las escuelas,
se ven cada vez, más restringidos y controlados por razones de
los compromisos que emanan de su fe religiosa o simplemente por llevar
un crucifijo en el pecho en los centros de enseñanza.
-el bloqueo a la autonomía de la sociedad civil y a su libertad
de asociación, reunión y expresión.
Aislar es ignorar al otro y excluirlo. Es también cerrarse y
considerarse como poseedor de toda la verdad, de la única verdad.
Tanta responsabilidad tiene ante el aislamiento de un pueblo quien lo
excluye desde fuera como quien cierra por dentro la puerta. La puerta
de la casa y la del corazón.
No hay cerrazón sino coherencia cuando los demás exigen
que uno deje de ser lo que es y debe ser, y uno permanece fiel a su
proyecto. Pero si los demás desean que uno sea mejor de lo que
es y debe ser, entonces cerrarse, pensando que no hay nada que cambiar
y que el resto del mundo es el que está equivocado no es sólo
un error sino una involución.
No cambiar para bien es perecer. No cambiar es cerrarse y cerrar el
paso a la renovación de la mente, de las estructuras, de las
naciones. No cambiar hacia delante es enquistarse en el pasado y vivir
en la inercia de lo que se hizo y lo que se fue. Ser es prever, adelantarse,
trascender. El inmovilismo y la cerrazón son las verdaderas y
más profundas causas del aislamiento.
Sin ceder soberanía, sin perder identidad, Cuba debe abrirse
al mundo que la rodea. Abrirse y cambiar es ser soberano, es "ser
protagonista, de su propia historia personal y nacional"- como
lo postuló el Papa desde hace cuatro años.
Navidad no es sólo poner el tradicional nacimiento y el caro
árbol de luces y estrellas.
En la Navidad del 2001 pedimos al Señor de la Historia que cesen
todos estos bloqueos, los inmovilismos y las cerrazones, y que Cuba
salga del aislamiento al que es sometida desde fuera y desde dentro.
Navidad de Jesús: encarnación y redención.
Navidad de Cuba: apertura y cambio.
Por eso, ¡Feliz Navidad!
Pinar del Río, 8 de Diciembre de 2001