Se acerca el mes de octubre, mes
en que la Iglesia Católica en todo el mundo mira - desde el siglo
pasado - con una atención especial hacia las misiones1 . No quiere
decir esto que la misión de la Iglesia sólo se realiza
en el décimo mes del año, ni que comenzara en fecha tan
avanzada como el siglo XX - ella comenzó en el siglo primero,
después que Cristo enviara a los apóstoles - sino que,
como consecuencia del entusiasmo misionero del siglo XIX y del movimiento
espiritual que le acompañara, se fijó la fecha del penúltimo
domingo de este mes como el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND)
- de ahí se ha querido que todo el mes de octubre tenga un marcado
carácter misionero - para dedicarlo a la colaboración
económica y espiritual con aquellos que, habiendo partido a "tierras
lejanas" - en aquel momento, África y Asia en particular
-, representaban el esfuerzo evangelizador de toda la Iglesia.
¿Hacia dónde van los
misioneros? ¿De dónde vienen?
A lo largo de la historia, los esfuerzos misioneros han tenido un vaivén
geográfico, fruto de los cambios de lugar del centro de la "cristiandad":
durante los tres primeros siglos el cristianismo se expandió
desde el Asia Menor - Jerusalén en particular - hacia Europa
y el mundo conocido de entonces; siglos más tarde, cuando Europa
fue "cristianizada", los misioneros europeos han partido desde
allí hacia el resto del mundo para "predicar el evangelio
a toda criatura" (Cfr. Mc 16, 15). Se comienza a hablar, pues,
de "tierras de misión" o de "tierras lejanas"
a donde se proyectaba la evangelización, en la época en
que se ponía como "centro geográfico" del cristianismo
u ombligo del mundo a Europa; y desde allí partían todos
los esfuerzos misioneros.
Es desde esta perspectiva cristiana con rostro europeo que se ha elaborado
la reflexión misionológica y se ha proyectado la evangelización
"ad gentes" - a las gentes - hasta un ayer muy reciente: los
misioneros salían de Europa hacia el nuevo mundo; la contribución
económica para sostener a las iglesias más jóvenes
surge en el viejo continente dirigida al resto de las naciones; la colaboración
espiritual - ofrecimiento de la oración y los sacrificios2 -
a favor de los misioneros, a veces en una especie de padrinazgo, se
elabora y fomenta en los países de "vieja cristiandad"
con la mirada puesta en los "no-cristianos".
Hoy en día, sin embargo, se percibe un cambio de perspectiva:
las calles de las grandes ciudades de Europa son recorridas por misioneros
con piel e indumentaria africana, sudamericana o asiática - las
jóvenes Iglesias, antes "misionadas", se convierten
en misioneras-; la colaboración espiritual es asumida por los
nuevos cristianos de los países "de misión"
a favor de las naciones tradicionalmente "católicas";
la reflexión teológica se enriquece con el aporte que,
desde otras culturas, representa la fe vivida y celebrada en la misma
Iglesia Católica, universal, de siempre; es en América,
y en particular en América Latina, donde se encuentra el mayor
número de católicos y donde surge la mayor cantidad de
vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Va cambiando el rostro
de la Iglesia. ¡Que bien lo representa el Colegio Cardenalicio
- aunque pudiera variar más - con tantos rostros no europeos!
En aquella perspectiva, el siglo XIX y primera mitad del siglo XX vieron
una nueva oleada en la conciencia misionera de la Iglesia, lo cual se
reflejó en un sinfín de misioneros europeos diseminados
por los caminos del mundo, gastándose y desgastándose
por hacer más humana la vida del hombre. De esa manera se desarrolla
también el movimiento espiritual, antes mencionado, que despierta
y fortalece la vocación misionera aún de aquellos que
quedaron en la "retaguardia", y que acentúa el valor
misionero de la aparente inutilidad de una vida dedicada a la oración
ofrecida a Dios en favor de los otros; destaca la figura de Santa Teresita
del Niño Jesús quien, habiendo consagrado su vida a la
unión esponsal con Jesucristo por medio de la oración
en la Orden religiosa de las Madres Carmelitas Descalzas, y sin salir
nunca de su convento, fue declarada Patrona Universal de las Misiones
junto a San Francisco Javier3
Las Obras Misionales Pontificias
Al mismo tiempo - principios del siglo XX - se estructura, y alcanza
su madurez, un Organismo de la Iglesia - las Obras Misionales Pontificias
- que tiene por finalidad inspirar, fomentar, educar y encauzar el espíritu
y la colaboración misionera entre las Iglesias hermanas. Este
organismo - dispuesto bajo la autoridad del Papa, al servicio de la
Iglesia Católica, para la Evangelización de los pueblos
- tiene cuatro ramas: Propagación de la Fe, Infancia Misionera,
San Pedro Apóstol y la Unión Misional, que se esfuerzan
por cultivar, en todos los católicos, el sentido misionero universal
de la fe cristiana: Jesucristo murió por todos y no podemos descansar
hasta que toda la humanidad se encuentre con Él; por eso promueve
el intercambio de misioneros - sacerdotes, religiosos, religiosas y
laicos4 entre las distintas Iglesias locales5 , de un país a
otro; por eso estimula a la colaboración económica a favor
de las iglesias más pobres, promoviendo una colecta universal
el penúltimo domingo del mes de octubre, Domingo Mundial de las
Misiones (DOMUND)6 ; por eso invita a la colaboración espiritual
a todos los sectores del Pueblo de Dios: niños, adolescentes
y jóvenes, enfermos y ancianos, matrimonios y consagrados, sacerdotes
y obispos, porque el simple hecho de ser un bautizado - que no es tan
simple - conlleva a ser misionero, a sentir como suyo el deseo de Jesucristo
de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
¿Qué son las misiones?
Hoy en día, cuando un europeo - o un católico de algún
país donde la Iglesia ha sido constituida establemente - habla
de "ir de misiones" o evangelización "ad gentes",
está pensando en "salir" más allá de
sus fronteras, generalmente a un país del Tercer Mundo para dar
el catecismo7 a grupos de niños en una escuela pública
o privada; preparar niños o jóvenes, en la Iglesia parroquial,
para que reciban el sacramento de la comunión o la confirmación;
convocar públicamente a grupos humanos para algún tipo
de formación doctrinal o sacramental; servir a los pobres en
obras de asistencia social, promovidas por la Iglesia o por alguna ONG;
participar en algún movimiento cívico que eduque en valores
o que organice escuelas-talleres para ofrecer especialización
técnica elemental a las nuevas generaciones; ofrecer servicios
de orientación psicológicos o jurídicos para hacer
la vida más humana; colaborar en la radio local o el periódico
con algún artículo o testimonio para la sección
de religión, de noticias o de vida eclesial; todo esto es evangelizador,
pero no es exactamente "misión"; es lo que se llamaría,
en lenguaje misionológico, "pastoral ordinaria". Piensan
en las misiones con el estilo eclesial que ellos conocen de una iglesia
organizada e inmersa en la vida social y dirigida a grupos humanos,
perdiéndose la relación interpersonal. Su riqueza está
en su espíritu universal, que les lleva a dejar atrás
su cultura, sus costumbres, sus compromisos, a veces su idioma e incluso,
¿por qué no?, sus comodidades, para ir a otra nación
- "a las gentes" - a anunciar la Buena Noticia del Evangelio.
Sus límites están, muchas veces, en una visión
limitada y esquemática de la acción de la Iglesia, sin
comprender - hasta que no lo descubren por la propia experiencia -que
el Evangelio ha de ser anunciado a cada persona como si fuera la única,
y que el Espíritu Santo no se deja encasillar en esquemas y va
mostrando, en cada tiempo y lugar, los nuevos caminos que más
convienen para la evangelización de los hombres.
Casualmente he encontrado dos noticias misioneras que pueden servir
de modelo de evangelización "ad gentes" o, más
bien, de evangelización "ad intra" - "hacia dentro"
del propio país: "Utilizar los medios de comunicación
social para anunciar al Señor Jesús fue uno de los compromisos
asumidos por jóvenes de diversos países asiáticos,
al concluir la II Jornada Asiática de la Juventud. Desde el 12
de agosto hasta el 17, jóvenes de países como Bangla Desh,
Camboya, India, Japón, Nepal, Filipinas, Tailandia y Vietnam,
entre otros, se reunieron en la Universidad Catolica Fu Jen, en las
cercanías de Taipei, ..." (tomado de NOTICIAS ECLESIALES,
22 de agosto de 2001) y la otra, "CREAN OFICINA DE MÚSICA
Y ARTE CATÓLICO EN BRASIL, RIO DE JANEIRO, 21 de agosto de 2001,ACI:
Como respuesta al llamado del Santo Padre a evangelizar con nuevo ardor,
la Arquidiócesis de Curitiba junto con "Madreterna Producciones"
ha lanzado la I Oficina de Música y Arte Católico en Brasil,
que se llevará a cabo del 24 al 26 de agosto en el colegio Marista
Paranaense. La apertura se llevará a cabo con una Eucaristía
a las 7 de la noche en la parroquia San Pío X, y durante los
días del evento se realizarán 20 cursos simultáneos
a cargo de conocidas personalidades de la música brasileña.
Según los organizadores, el objetivo será preparar a las
personas que trabajan con el arte y la música dentro de la evangelización,
ya sea cantada, tocada, interpretada e incluso los que trabajan detrás
del escenario".
Durante los 30 primeros años del gobierno revolucionario, los
católicos cubanos no hablamos de "ir de misiones" y
cuando hablamos de "evangelizar" hacíamos alusión
casi exclusivamente al "testimonio callado", o a la "encarnación
en la sociedad" - apoyados por la Carta Encíclica Evangelii
Nuntiandi, del Papa Pablo VI, publicada en 1973 - fruto del temor que
provocó el estilo tan violento del ateísmo marxista de
las décadas 60 y 70; este testimonio es evangelizador, pero no
es "misión ad gentes". Dentro de las comunidades cristianas,
de finales del siglo XX y este primer año del XXI, ya encontramos
a otros que han dado un paso de avance y se disponen para formar parte
de los equipos misioneros parroquiales, con el objetivo de visitar a
las familias e invitarlas a la fiesta patronal u otro acontecimiento
de la comunidad y se ofrecen para "gestionar" una ayuda de
Cáritas o algún medicamento; esta acción es muy
oportuna y evangelizadora, pero tampoco es la "misión"
propiamente hablando. Otro grupo - penosamente más reducido -
ha ampliado su horizonte y piensan en una serie de acciones - que, en
ese mismo lenguaje misionológico antes mencionado, le llamarían
"primera evangelización" - encaminadas a dar a conocer
el mensaje del Evangelio a aquellos que no lo conocen y que se realiza
por medio de visitas "de puerta en puerta", o en encuentros
ocasionales de "tú a tú" con cualquier persona
en una "cola" u otro lugar público, buscando el diálogo
personal para despertar en los interlocutores el deseo de "encontrarse"
con Jesucristo - sintiéndose amados por Él - y se muevan
a amarle y servirle en una comunidad cristiana, que irradie la paz de
Dios en su entorno; o por medio de la participación activa en
una celebración litúrgica8 o la catequesis que se desarrolla
en alguna casa determinada de un barrio del campo o la ciudad; o escribiendo
un artículo de teología para alguna publicación
católica diocesana. Su riqueza está en el deseo de servir
en la evangelización de nuestro pueblo, en el entusiasmo y generosidad
con que se disponen a "salir" de sí mismos para ir
a buscar al otro. Su límite está en la visión tan
"estrecha" de la Iglesia, como si se agotara en la parroquia
o quizás en la diócesis: poca oración se hace por
la Iglesia universal, la colecta del DOMUND no se extiende a todas las
parroquias de Cuba, y, cuando se habla de ir a otro país, no
es exactamente como misionero sino como exiliado; se trata más
bien de misión "ad intra".
El Papa Juan Pablo II ha acuñado una expresión - "nueva
evangelización" - que complementa las expresiones "evangelización
ad gentes" y "pastoral ordinaria", con las cuales se
trata de definir la misión de la Iglesia. Al decir del Papa,
la evangelización ha de ser "nueva en su ardor, nueva en
sus métodos, nueva en su expresión", lo cual no quiere
decir que la novedad se agote en un modo nuevo, sino que incide en la
estructura misma de la persona y de la comunidad eclesial para re-editar
el encuentro con Cristo; dicho con sus palabras: "La nueva evangelización
se orienta ... especialmente en los países de antigua cristiandad,
pero a veces también en las Iglesias más jóvenes,
donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la
fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando
una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio" (R Mi 339 )
De ahí que el misionero no es el que está dispuesto, sino
el que "es enviado"; no es el que va, sino el que "sale";
no es el que encuentra, sino el que "está en búsqueda";
ser misionero no es una acción, es una actitud; no es un oficio,
es un servicio; no es un escogido, es un consagrado. Es más fácil
salir de nuestra casa para tocar la puerta de la casa de alguna persona
llevando un mensaje de la Iglesia, que salir de nosotros mismos - de
nuestros esquemas mentales preconcebidos, de nuestras simpatías
o antipatías - para "tocar" la puerta del corazón
de aquellos que no piensan como nosotros en materia de política,
de economía o de religión; porque tocar el corazón
del otro implica abrir el propio corazón, y sólo abriéndolo
podremos transmitir vida. Es más fácil estar dispuesto
a dar parte de nuestro tiempo para el servicio del Evangelio, que ser
enviado - a las gentes "de toda raza, lengua, pueblo y nación"
(Cfr. Ap 5,9) - a testimoniar ese mismo Evangelio; porque el enviado
ya no dispone de su tiempo pues le pertenece a Aquel que le envía
y le compromete, y sólo así hará fecunda su vida.
Es más fácil encontrar un oasis en el desierto, y quedarse
en él, que buscar la fuente de dónde brota un río
de agua fresca; es más fácil encontrar una persona acogedora
y receptiva de nuestras palabras, y quedarse con ella, que caminar en
actitud de búsqueda permanente de los otros y del Otro; porque
en la misma búsqueda está contenido el sentido de nuestros
esfuerzos. En fin, el misionero es "el que va" de sí
mismo a los otros, porque en ellos encuentra al absolutamente Otro,
a Dios mismo.
1 El mes de octubre ha sido consagrado a la Virgen María,
madre de Jesucristo, con el título de Nuestra Señora
del Rosario, después que la flota naval europea venciera a
la armada otomana en Lepanto, un 7 de octubre de 1571, mientras el
Papa San Pío V - habiendo convocado una cruzada de oración
a favor de la victoria para evitar la invasión musulmana a
Europa - rezaba el Rosario. En Cuba, desde hace años, se ha
consagrado el primer domingo de este mes como el día del Seminario
- lugar donde se forman los futuros sacerdotes - y, por ende, como
día de cooperación espiritual y económica a favor
de las vocaciones sacerdotales; esta cooperación también
se ha extendido a todo el mes. De echo, no se superponen estas celebraciones
sino se complementan mostrando la riqueza espiritual que tiene la
Iglesia.
2 Este ofrecimiento desde el corazón, en la oración,
forma parte de la más genuina espiritualidad cristiana, misionera:
Jesucristo ofreció su vida en sacrificio - muriendo en la cruz
- por nosotros; el cristiano "ofrece" su vida - alegría
y acción de gracias, penas y dolores (sus sacrificios) voluntarios
e involuntarios -, unido a Cristo, por la salvación de los
hombres. Lo más insignificante ofrecido con amor y por amor
tiene un valor de salvación inconmensurable.
3 Sacerdote jesuita que murió por agotamiento físico
a la edad de 46 años en el Lejano Oriente, a punto de llegar
a las costas de China, después de haber evangelizado incansablemente
gran parte de la India y Japón. Su objetivo era la "salvación
de las almas". Desde que se "encontró" con Jesucristo,
no tuvo otro anhelo que anunciarlo a los que no lo conocían.
4 Hacia la segunda mitad del siglo XX se despertó y encauzó,
en la Iglesia Catolica de Europa, la inquietud misionera de los laicos:
ya no se trataba sólo de sacerdotes y religiosos o religiosas,
sino de cristianos con deseos de comprometerse con Cristo, casados
o solteros, en parejas, con sus hijos o solos; dando de su tiempo
por un mes, tres meses o algunos años; como catequistas enseñando
los fundamentos de la doctrina cristiana, u ofreciendo sus servicios
profesionales sin remuneración alguna; dirigido a países
del Tercer Mundo. Hoy los misioneros laicos ya no proceden sólo
de Europa, sino de todos los continentes, en un enriquecedor intercambio
misionero. Cuba también tiene, de la Diócesis de Pinar
del Río, una joven misionera prestando sus servicios en Manaos,
Brasil.
5 La estructura básica de la Iglesia Catolica es la diócesis
o arquidiócesis en dependencia de la mayor o menor población
o la extensión de territorio que ocupa, la cual tiene un obispo
o arzobispo al frente. Cada una de ellas es la concreción de
la Iglesia Universal, las cuales se congregan en torno al obispo o
arzobispo, que es cabeza de ellas como Cristo es Cabeza de toda la
Iglesia. Al hablar de Iglesia local algunos hacen referencia a una
diócesis en particular y otros, a las diócesis que están
presentes en un país; yo me inclino por la primera acepción.
6 Desde hace algunos años, cuando con nuestra moneda pudimos
comprar el dólar - moneda de circulación internacional
-, Cuba también ha dado su aporte financiero a ese fondo universal
para las misiones; es pequeño; somos pobres; pero lo hermoso
es que, a través de la colecta dominical de muchas parroquias
el día del DOMUND, los católicos cubanos hemos sabido
dar desde nuestra pobreza, compartiendo con otros pobres del mundo.
De más está decir que es vergonzoso vivir tendiendo
la mano sólo para recibir y nunca para ofrecer de lo nuestro.
7 El catecismo es la acción de la Iglesia Católica
encaminada a enseñar religión - educar en la fe - a
aquellos que tienen un conocimiento pobre o deformado, o que no conocen
nada, del conjunto de verdades sobre Dios, el Hombre y la misma Iglesia.
Normalmente se refiere la catequesis a los niños, pero ella
es necesaria para los jóvenes y los adultos, para los que esperan
recibir algún sacramento o ya los han recibido.
8 La celebración litúrgica es la acción de
la Iglesia encaminada a dar gloria y alabanza a Dios, y a cultivar
o encauzar los valores cristianos presentes en el corazón de
las personas que se confiesan creyentes. Consiste en la lectura de
un fragmento de la Palabra de Dios contenida en la Biblia, un comentario
de ella teniendo en cuenta el entramado social en que vivimos, y oraciones
de petición, de acción de gracias y alabanza.
9 Carta Encíclica titulada Redemptoris Missio, Juan Pablo
II, 1990.