DECLARACIÓN FINAL DEL 1ER. CONGRESO MUNDIAL CONTRA LA
PENA DE MUERTE.

ESTRASBURGO 21, 22 Y 23 JUNIO 2001
Nosotros, ciudadanos y abolicionistas militantes reunidos en Estrasburgo
del 21 a 23 de junio 2001 con motivo del primer congreso mundial
contra la pena de muerte organizado por la "Asamblea contra
la Pena de Muerte" declaramos:
La pena de muerte significa el triunfo de la venganza sobre la
justicia y viola el primer derecho del ser humano, el derecho de
vivir. La pena capital no podrá jamás disuadir el
crimen. Constituye un acto de tortura y el último tratamiento
cruel, inhumano y degradante. Una sociedad que recurre a la pena
de muerte alienta simbólicamente a la violencia. Todas las
sociedades respetuosas de la dignidad de sus miembros, deberán
esforzarse por abolir la pena capital.
Nos alegramos que numerosos Presidentes de Parlamento hayan decidido
lanzar al Parlamento Europeo un "Llamado solemne por una moratoria
mundial de las ejecuciones de condenados a muerte en el camino de
la abolición universal", el viernes 22 de junio.
Pedimos la abolición universal de la pena de muerte. En esta
perspectiva pedimos a los ciudadanos, a los estados y a las organizaciones
intergubernamentales de ponerse de inmediato en esta obra para que:
-los Estados ratifiquen los convenios y tratados internacionales
y regionales a favor de la abolición;
-los países, que ya no ejecutan la condena a muerte, supriman
definitivamente de su legislación la pena de muerte;
-los Estados, que condenan a muerte a personas menores en el momento
de los hechos, pongan fin a esta flagrante violación del
derecho internacional;
-los deficientes mentales no pueden ser condenados a muerte;
-ningún Estado que haya abolido o no practique ya la pena
de muerte, proceda a extradiciones hacia países donde se
aplica la pena de muerte, ya que esto alentaría la aplicación
de la misma.
-los Estados publiquen de manera regular y transparente las informaciones
sobre las condenas a muerte, las condiciones de detención
y las ejecuciones de los condenados.
-Sostenemos que se examine por el Consejo de Europa la compatibilidad
del estatuto de observador de los Estados Unidos y Japón
con su aplicación de la pena capital.
-Apelamos al Consejo de Europa y a la Unión Europea a insistir
para que Turquía, Rusia y Armenia determinen abolir definitivamente
la pena de muerte para todos los crímenes y que conmuten
el conjunto de condenas a muerte.
-Apelamos a la Unión Europea a persistir en sus esfuerzos
a favor de la abolición de la pena de muerte en el marco
de sus relaciones internacionales.
Más allá de las recomendaciones generales, nosotros
difundiremos las recomendaciones precisas, país por país,
que aprobaron la acción de los abolicionistas.
Nos empeñamos en crear una coordinación mundial de
asociaciones y de militantes abolicionistas, teniendo por primer
objetivo instaurar una jornada mundial por la abolición universal
de la pena de muerte.
Apelamos de las profesiones judiciales y médicas que confirmen
la incompatibilidad de sus valores con la pena de muerte y a intensificar
país por país sus acciones contra la pena de muerte.
Nos asociamos al conjunto de peticiones reunidas por "Amnistía
Internacional" o a "La Comunidad de San Egidio",
"Asamblea contra la Pena de Muerte", la "Federación
Internacional de Organizaciones de Derechos del Hombre", "Manos
fuera de Caín" y cualquier otra organización
y apelamos a los abolicionistas a firmar la petición internacional
siguiente:
"Nosotros, ciudadanos del mundo, demandamos el cese inmediato
de toda ejecución de condenados a muerte y la abolición
universal de la pena de muerte".
En fin, apelamos a todos los Estados a emprender todas las iniciativas
que contribuyan a la adopción por las Naciones Unidas de
una moratoria mundial de las ejecuciones, en la perspectiva de la
abolición universal.
Firmada en Estrasburgo,
el 22 junio 2001
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STRASBURGO (Francia) - Llegados
de unos veinte países de todos los continentes, doscientos parlamentarios,
universitarios, periodistas, ex-condenados a la pena capital, abogados
y militantes han convertido del 21 al 23 de junio pasado a Estrasburgo
en la capital mundial de la lucha contra la pena de muerte.
No fue casual la elección de esa cuidad de 500.000 habitantes
a la orilla del Rhin : Estrasburgo, martirizada durante tres guerras
en menos de un siglo, estuvo en el centro de la lucha a muerte entre
Francia y Alemania antes de simbolizar la reconciliación para
la construcción de una comunidad Europea democrática.
De campo de batalla, Estraburgo se hizo punto de encuentro : en esa
ciudad se reúnen hoy, cada mes, los diputados de los 15 países
de la Unión Europea y, cuatro veces al año, delegaciones
parlamentarias de los 43 Estados miembros del Consejo de Europa.
Quizás más importante aún : aquí cada uno
de los ciudadanos del continente -de Vladivostok a Belfast, y de Reykjavik
a Nicosia- puede llevar a su gobierno hasta el banco de los acusados.
En la sala de la Corte Europea de los Derechos Humanos, anclado a la
orilla del río en frente del Parlamento Europeo, los Estados
soberanos pueden verse condenados a pagar cuantiosas reparaciones a
las víctimas de violaciones de las garantías enumeradas
en la " Convención Europea de los Derechos Humanos ".
A menudo los países han sido incluso presionados a cambiar sus
leyes nacionales para ponerlas en conformidad con los dictámenes
del tribunal de los derechos humanos de Estrasburgo.
También aquí se diseñó después de
la segunda guerra mundial, la estrategia para hacer hoy de Europa un
continente libre de ejecuciones capitales. En esa ciudad, donde se escribió
durante la Revolución francesa el " canto de guerra del
ejercicio del Rhin" -bautizado después como "La Marsellesa"-
se lanzó en junio del 2001, en la primavera del primer año
del Tercer Milenio, el llamamiento para " la abolición universal
de la pena de muerte".
La presidenta del Parlamento Europeo, la francesa Nicole Fontaine y
el presidente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, el
británico Lord Russell-Johnston, fueron los primeros en firmar
el texto en un gran registro en cuya cubierta roja se proclama que "
nadie puede ser condenado a la pena de muerte ni ejecutado ". Acto
seguido, una quincena de presidentes de parlamentos nacionales -el francés
Raymond Forni a la cabeza -rubricaron el histórico documento
que pide a todos los Estados instaurar " sin demora y en todo el
mundo una moratoria de las ejecuciones de los condenados a la pena capital
y tomar iniciativas para la abolición de la pena de muerte en
sus legislaciones internas".
Antes de empuñar la pluma los presidentes de Chile, Ucrania y
Costa de Marfil anunciaron, bajo ovaciones, que sus países acababan
de abandonar la pena de muerte.
Lejos de triunfalismos, los militantes contra la pena capital recordaron
que este suplicio sigue vigente en 86 países. Incluso unos pocos
Estados, incluyendo a Cuba (febrero 1999), endurecieron su arsenal represivo,
extendiendo su campo de aplicación
En el 2000, 1 457 detenidos
fueron ejecutados, la mayoría en China (más de 1 000),
Arabia Saudita (123), Estados Unidos (85), Irán (75). Incluso
7 países siguen aplicando la pena capital a delicuentes menores
de edad, entre los cuales figuran Estados Unidos (14 ejecuciones durante
los 10 últimos años).
A pesar de esa macabra contabilidad, los luchadores de la vida encuentra
motivos de aliento en otras cuentas : desde 1995, 25 Estados han renunciado
legalmente a la pena de muerte mientras otros, como Turquía (desde
1984) o Rusia (desde 1996) observan de hecho una moratoria.
Animados por el éxito de Estrasburgo, los organizadores se han
dado cita para el II Congreso mundial contra la pena de muerte el 22
de junio del 2002 en los Estados Unidos donde aseguran vislumbrar una
evolución de la opinión publica a favor de la abolición.
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