Revista Vitral No. 45 * año VIII * sept.-octubre 2001


ECUMENISMO Y MISIONES

 

MISIONERO, ¿A DÓNDE VAS?

P. OSCAR GALCERÁN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se acerca el mes de octubre, mes en que la Iglesia Católica en todo el mundo mira - desde el siglo pasado - con una atención especial hacia las misiones1 . No quiere decir esto que la misión de la Iglesia sólo se realiza en el décimo mes del año, ni que comenzara en fecha tan avanzada como el siglo XX - ella comenzó en el siglo primero, después que Cristo enviara a los apóstoles - sino que, como consecuencia del entusiasmo misionero del siglo XIX y del movimiento espiritual que le acompañara, se fijó la fecha del penúltimo domingo de este mes como el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND) - de ahí se ha querido que todo el mes de octubre tenga un marcado carácter misionero - para dedicarlo a la colaboración económica y espiritual con aquellos que, habiendo partido a "tierras lejanas" - en aquel momento, África y Asia en particular -, representaban el esfuerzo evangelizador de toda la Iglesia.

 

¿Hacia dónde van los misioneros? ¿De dónde vienen?

A lo largo de la historia, los esfuerzos misioneros han tenido un vaivén geográfico, fruto de los cambios de lugar del centro de la "cristiandad": durante los tres primeros siglos el cristianismo se expandió desde el Asia Menor - Jerusalén en particular - hacia Europa y el mundo conocido de entonces; siglos más tarde, cuando Europa fue "cristianizada", los misioneros europeos han partido desde allí hacia el resto del mundo para "predicar el evangelio a toda criatura" (Cfr. Mc 16, 15). Se comienza a hablar, pues, de "tierras de misión" o de "tierras lejanas" a donde se proyectaba la evangelización, en la época en que se ponía como "centro geográfico" del cristianismo u ombligo del mundo a Europa; y desde allí partían todos los esfuerzos misioneros.
Es desde esta perspectiva cristiana con rostro europeo que se ha elaborado la reflexión misionológica y se ha proyectado la evangelización "ad gentes" - a las gentes - hasta un ayer muy reciente: los misioneros salían de Europa hacia el nuevo mundo; la contribución económica para sostener a las iglesias más jóvenes surge en el viejo continente dirigida al resto de las naciones; la colaboración espiritual - ofrecimiento de la oración y los sacrificios2 - a favor de los misioneros, a veces en una especie de padrinazgo, se elabora y fomenta en los países de "vieja cristiandad" con la mirada puesta en los "no-cristianos".
Hoy en día, sin embargo, se percibe un cambio de perspectiva: las calles de las grandes ciudades de Europa son recorridas por misioneros con piel e indumentaria africana, sudamericana o asiática - las jóvenes Iglesias, antes "misionadas", se convierten en misioneras-; la colaboración espiritual es asumida por los nuevos cristianos de los países "de misión" a favor de las naciones tradicionalmente "católicas"; la reflexión teológica se enriquece con el aporte que, desde otras culturas, representa la fe vivida y celebrada en la misma Iglesia Católica, universal, de siempre; es en América, y en particular en América Latina, donde se encuentra el mayor número de católicos y donde surge la mayor cantidad de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Va cambiando el rostro de la Iglesia. ¡Que bien lo representa el Colegio Cardenalicio - aunque pudiera variar más - con tantos rostros no europeos!
En aquella perspectiva, el siglo XIX y primera mitad del siglo XX vieron una nueva oleada en la conciencia misionera de la Iglesia, lo cual se reflejó en un sinfín de misioneros europeos diseminados por los caminos del mundo, gastándose y desgastándose por hacer más humana la vida del hombre. De esa manera se desarrolla también el movimiento espiritual, antes mencionado, que despierta y fortalece la vocación misionera aún de aquellos que quedaron en la "retaguardia", y que acentúa el valor misionero de la aparente inutilidad de una vida dedicada a la oración ofrecida a Dios en favor de los otros; destaca la figura de Santa Teresita del Niño Jesús quien, habiendo consagrado su vida a la unión esponsal con Jesucristo por medio de la oración en la Orden religiosa de las Madres Carmelitas Descalzas, y sin salir nunca de su convento, fue declarada Patrona Universal de las Misiones junto a San Francisco Javier3

 

Las Obras Misionales Pontificias

Al mismo tiempo - principios del siglo XX - se estructura, y alcanza su madurez, un Organismo de la Iglesia - las Obras Misionales Pontificias - que tiene por finalidad inspirar, fomentar, educar y encauzar el espíritu y la colaboración misionera entre las Iglesias hermanas. Este organismo - dispuesto bajo la autoridad del Papa, al servicio de la Iglesia Católica, para la Evangelización de los pueblos - tiene cuatro ramas: Propagación de la Fe, Infancia Misionera, San Pedro Apóstol y la Unión Misional, que se esfuerzan por cultivar, en todos los católicos, el sentido misionero universal de la fe cristiana: Jesucristo murió por todos y no podemos descansar hasta que toda la humanidad se encuentre con Él; por eso promueve el intercambio de misioneros - sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos4 entre las distintas Iglesias locales5 , de un país a otro; por eso estimula a la colaboración económica a favor de las iglesias más pobres, promoviendo una colecta universal el penúltimo domingo del mes de octubre, Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND)6 ; por eso invita a la colaboración espiritual a todos los sectores del Pueblo de Dios: niños, adolescentes y jóvenes, enfermos y ancianos, matrimonios y consagrados, sacerdotes y obispos, porque el simple hecho de ser un bautizado - que no es tan simple - conlleva a ser misionero, a sentir como suyo el deseo de Jesucristo de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

 

¿Qué son las misiones?

Hoy en día, cuando un europeo - o un católico de algún país donde la Iglesia ha sido constituida establemente - habla de "ir de misiones" o evangelización "ad gentes", está pensando en "salir" más allá de sus fronteras, generalmente a un país del Tercer Mundo para dar el catecismo7 a grupos de niños en una escuela pública o privada; preparar niños o jóvenes, en la Iglesia parroquial, para que reciban el sacramento de la comunión o la confirmación; convocar públicamente a grupos humanos para algún tipo de formación doctrinal o sacramental; servir a los pobres en obras de asistencia social, promovidas por la Iglesia o por alguna ONG; participar en algún movimiento cívico que eduque en valores o que organice escuelas-talleres para ofrecer especialización técnica elemental a las nuevas generaciones; ofrecer servicios de orientación psicológicos o jurídicos para hacer la vida más humana; colaborar en la radio local o el periódico con algún artículo o testimonio para la sección de religión, de noticias o de vida eclesial; todo esto es evangelizador, pero no es exactamente "misión"; es lo que se llamaría, en lenguaje misionológico, "pastoral ordinaria". Piensan en las misiones con el estilo eclesial que ellos conocen de una iglesia organizada e inmersa en la vida social y dirigida a grupos humanos, perdiéndose la relación interpersonal. Su riqueza está en su espíritu universal, que les lleva a dejar atrás su cultura, sus costumbres, sus compromisos, a veces su idioma e incluso, ¿por qué no?, sus comodidades, para ir a otra nación - "a las gentes" - a anunciar la Buena Noticia del Evangelio. Sus límites están, muchas veces, en una visión limitada y esquemática de la acción de la Iglesia, sin comprender - hasta que no lo descubren por la propia experiencia -que el Evangelio ha de ser anunciado a cada persona como si fuera la única, y que el Espíritu Santo no se deja encasillar en esquemas y va mostrando, en cada tiempo y lugar, los nuevos caminos que más convienen para la evangelización de los hombres.
Casualmente he encontrado dos noticias misioneras que pueden servir de modelo de evangelización "ad gentes" o, más bien, de evangelización "ad intra" - "hacia dentro" del propio país: "Utilizar los medios de comunicación social para anunciar al Señor Jesús fue uno de los compromisos asumidos por jóvenes de diversos países asiáticos, al concluir la II Jornada Asiática de la Juventud. Desde el 12 de agosto hasta el 17, jóvenes de países como Bangla Desh, Camboya, India, Japón, Nepal, Filipinas, Tailandia y Vietnam, entre otros, se reunieron en la Universidad Catolica Fu Jen, en las cercanías de Taipei, ..." (tomado de NOTICIAS ECLESIALES, 22 de agosto de 2001) y la otra, "CREAN OFICINA DE MÚSICA Y ARTE CATÓLICO EN BRASIL, RIO DE JANEIRO, 21 de agosto de 2001,ACI: Como respuesta al llamado del Santo Padre a evangelizar con nuevo ardor, la Arquidiócesis de Curitiba junto con "Madreterna Producciones" ha lanzado la I Oficina de Música y Arte Católico en Brasil, que se llevará a cabo del 24 al 26 de agosto en el colegio Marista Paranaense. La apertura se llevará a cabo con una Eucaristía a las 7 de la noche en la parroquia San Pío X, y durante los días del evento se realizarán 20 cursos simultáneos a cargo de conocidas personalidades de la música brasileña. Según los organizadores, el objetivo será preparar a las personas que trabajan con el arte y la música dentro de la evangelización, ya sea cantada, tocada, interpretada e incluso los que trabajan detrás del escenario".
Durante los 30 primeros años del gobierno revolucionario, los católicos cubanos no hablamos de "ir de misiones" y cuando hablamos de "evangelizar" hacíamos alusión casi exclusivamente al "testimonio callado", o a la "encarnación en la sociedad" - apoyados por la Carta Encíclica Evangelii Nuntiandi, del Papa Pablo VI, publicada en 1973 - fruto del temor que provocó el estilo tan violento del ateísmo marxista de las décadas 60 y 70; este testimonio es evangelizador, pero no es "misión ad gentes". Dentro de las comunidades cristianas, de finales del siglo XX y este primer año del XXI, ya encontramos a otros que han dado un paso de avance y se disponen para formar parte de los equipos misioneros parroquiales, con el objetivo de visitar a las familias e invitarlas a la fiesta patronal u otro acontecimiento de la comunidad y se ofrecen para "gestionar" una ayuda de Cáritas o algún medicamento; esta acción es muy oportuna y evangelizadora, pero tampoco es la "misión" propiamente hablando. Otro grupo - penosamente más reducido - ha ampliado su horizonte y piensan en una serie de acciones - que, en ese mismo lenguaje misionológico antes mencionado, le llamarían "primera evangelización" - encaminadas a dar a conocer el mensaje del Evangelio a aquellos que no lo conocen y que se realiza por medio de visitas "de puerta en puerta", o en encuentros ocasionales de "tú a tú" con cualquier persona en una "cola" u otro lugar público, buscando el diálogo personal para despertar en los interlocutores el deseo de "encontrarse" con Jesucristo - sintiéndose amados por Él - y se muevan a amarle y servirle en una comunidad cristiana, que irradie la paz de Dios en su entorno; o por medio de la participación activa en una celebración litúrgica8 o la catequesis que se desarrolla en alguna casa determinada de un barrio del campo o la ciudad; o escribiendo un artículo de teología para alguna publicación católica diocesana. Su riqueza está en el deseo de servir en la evangelización de nuestro pueblo, en el entusiasmo y generosidad con que se disponen a "salir" de sí mismos para ir a buscar al otro. Su límite está en la visión tan "estrecha" de la Iglesia, como si se agotara en la parroquia o quizás en la diócesis: poca oración se hace por la Iglesia universal, la colecta del DOMUND no se extiende a todas las parroquias de Cuba, y, cuando se habla de ir a otro país, no es exactamente como misionero sino como exiliado; se trata más bien de misión "ad intra".
El Papa Juan Pablo II ha acuñado una expresión - "nueva evangelización" - que complementa las expresiones "evangelización ad gentes" y "pastoral ordinaria", con las cuales se trata de definir la misión de la Iglesia. Al decir del Papa, la evangelización ha de ser "nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión", lo cual no quiere decir que la novedad se agote en un modo nuevo, sino que incide en la estructura misma de la persona y de la comunidad eclesial para re-editar el encuentro con Cristo; dicho con sus palabras: "La nueva evangelización se orienta ... especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio" (R Mi 339 )
De ahí que el misionero no es el que está dispuesto, sino el que "es enviado"; no es el que va, sino el que "sale"; no es el que encuentra, sino el que "está en búsqueda"; ser misionero no es una acción, es una actitud; no es un oficio, es un servicio; no es un escogido, es un consagrado. Es más fácil salir de nuestra casa para tocar la puerta de la casa de alguna persona llevando un mensaje de la Iglesia, que salir de nosotros mismos - de nuestros esquemas mentales preconcebidos, de nuestras simpatías o antipatías - para "tocar" la puerta del corazón de aquellos que no piensan como nosotros en materia de política, de economía o de religión; porque tocar el corazón del otro implica abrir el propio corazón, y sólo abriéndolo podremos transmitir vida. Es más fácil estar dispuesto a dar parte de nuestro tiempo para el servicio del Evangelio, que ser enviado - a las gentes "de toda raza, lengua, pueblo y nación" (Cfr. Ap 5,9) - a testimoniar ese mismo Evangelio; porque el enviado ya no dispone de su tiempo pues le pertenece a Aquel que le envía y le compromete, y sólo así hará fecunda su vida. Es más fácil encontrar un oasis en el desierto, y quedarse en él, que buscar la fuente de dónde brota un río de agua fresca; es más fácil encontrar una persona acogedora y receptiva de nuestras palabras, y quedarse con ella, que caminar en actitud de búsqueda permanente de los otros y del Otro; porque en la misma búsqueda está contenido el sentido de nuestros esfuerzos. En fin, el misionero es "el que va" de sí mismo a los otros, porque en ellos encuentra al absolutamente Otro, a Dios mismo.


 

1 El mes de octubre ha sido consagrado a la Virgen María, madre de Jesucristo, con el título de Nuestra Señora del Rosario, después que la flota naval europea venciera a la armada otomana en Lepanto, un 7 de octubre de 1571, mientras el Papa San Pío V - habiendo convocado una cruzada de oración a favor de la victoria para evitar la invasión musulmana a Europa - rezaba el Rosario. En Cuba, desde hace años, se ha consagrado el primer domingo de este mes como el día del Seminario - lugar donde se forman los futuros sacerdotes - y, por ende, como día de cooperación espiritual y económica a favor de las vocaciones sacerdotales; esta cooperación también se ha extendido a todo el mes. De echo, no se superponen estas celebraciones sino se complementan mostrando la riqueza espiritual que tiene la Iglesia.

2 Este ofrecimiento desde el corazón, en la oración, forma parte de la más genuina espiritualidad cristiana, misionera: Jesucristo ofreció su vida en sacrificio - muriendo en la cruz - por nosotros; el cristiano "ofrece" su vida - alegría y acción de gracias, penas y dolores (sus sacrificios) voluntarios e involuntarios -, unido a Cristo, por la salvación de los hombres. Lo más insignificante ofrecido con amor y por amor tiene un valor de salvación inconmensurable.

3 Sacerdote jesuita que murió por agotamiento físico a la edad de 46 años en el Lejano Oriente, a punto de llegar a las costas de China, después de haber evangelizado incansablemente gran parte de la India y Japón. Su objetivo era la "salvación de las almas". Desde que se "encontró" con Jesucristo, no tuvo otro anhelo que anunciarlo a los que no lo conocían.

4 Hacia la segunda mitad del siglo XX se despertó y encauzó, en la Iglesia Catolica de Europa, la inquietud misionera de los laicos: ya no se trataba sólo de sacerdotes y religiosos o religiosas, sino de cristianos con deseos de comprometerse con Cristo, casados o solteros, en parejas, con sus hijos o solos; dando de su tiempo por un mes, tres meses o algunos años; como catequistas enseñando los fundamentos de la doctrina cristiana, u ofreciendo sus servicios profesionales sin remuneración alguna; dirigido a países del Tercer Mundo. Hoy los misioneros laicos ya no proceden sólo de Europa, sino de todos los continentes, en un enriquecedor intercambio misionero. Cuba también tiene, de la Diócesis de Pinar del Río, una joven misionera prestando sus servicios en Manaos, Brasil.

5 La estructura básica de la Iglesia Catolica es la diócesis o arquidiócesis en dependencia de la mayor o menor población o la extensión de territorio que ocupa, la cual tiene un obispo o arzobispo al frente. Cada una de ellas es la concreción de la Iglesia Universal, las cuales se congregan en torno al obispo o arzobispo, que es cabeza de ellas como Cristo es Cabeza de toda la Iglesia. Al hablar de Iglesia local algunos hacen referencia a una diócesis en particular y otros, a las diócesis que están presentes en un país; yo me inclino por la primera acepción.

6 Desde hace algunos años, cuando con nuestra moneda pudimos comprar el dólar - moneda de circulación internacional -, Cuba también ha dado su aporte financiero a ese fondo universal para las misiones; es pequeño; somos pobres; pero lo hermoso es que, a través de la colecta dominical de muchas parroquias el día del DOMUND, los católicos cubanos hemos sabido dar desde nuestra pobreza, compartiendo con otros pobres del mundo. De más está decir que es vergonzoso vivir tendiendo la mano sólo para recibir y nunca para ofrecer de lo nuestro.

7 El catecismo es la acción de la Iglesia Católica encaminada a enseñar religión - educar en la fe - a aquellos que tienen un conocimiento pobre o deformado, o que no conocen nada, del conjunto de verdades sobre Dios, el Hombre y la misma Iglesia. Normalmente se refiere la catequesis a los niños, pero ella es necesaria para los jóvenes y los adultos, para los que esperan recibir algún sacramento o ya los han recibido.

8 La celebración litúrgica es la acción de la Iglesia encaminada a dar gloria y alabanza a Dios, y a cultivar o encauzar los valores cristianos presentes en el corazón de las personas que se confiesan creyentes. Consiste en la lectura de un fragmento de la Palabra de Dios contenida en la Biblia, un comentario de ella teniendo en cuenta el entramado social en que vivimos, y oraciones de petición, de acción de gracias y alabanza.

9 Carta Encíclica titulada Redemptoris Missio, Juan Pablo II, 1990.

 

 

 

Revista Vitral No. 45 * año VIII * sept.-octubre 2001

P. Oscar Francisco Galcerán Díaz
(La Habana, 1956)
Sacerdote, Pinar del Río, 1987.Párroco de Mantua.
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