Revista Vitral No. 45 * año VIII * sept.-octubre 2001


PATRIMONIO

 

APUNTES SOBRE EL MUEBLE EN CUBA:
SU EVOLUCIÓN EN LA COLONIA Y EN LA REPÚBLICA

LÁZARO RODRÍGUEZ CORRALES

Como parte del rescate de nuestras tradiciones culturales y de la importancia de preservar todo el legado de viejas generaciones, ponemos a disposición de especialistas e interesados en el tema del mueble el presente artículo. Por su extensión decidimos brindar toda la información en dos partes para un mayor entendimiento y disfrute en términos generales.

 

 

 

El mueble comienza a desarrollarse en nuestro país a principios del siglo XVI como un indispensable mobiliario doméstico hasta ya entrado el siglo XIX, siempre acorde a los cambios socioeconómicos que tuvieron lugar en la metrópolis, que mantendría siempre su influencia, determinante unas veces y paralela o atenuada otras.
Las piezas más utilizadas en la isla, allá por el año 1600, eran el taburete, el catre, los bancos y los arcones; las excepciones en este caso se producían con la importación de ejemplares españoles que, por otra parte, sentaban las pautas estilísticas a seguir por los carpinteros residentes en la Colonia.
Caracterizado el mueble por su simplicidad de líneas, la escasez de talla y los ángulos rectos, dada las características rígidas del Renacimiento Histórico, eran acentuados por la carencia de mano de obra especializada, siendo el propio carpintero el que hacía su morada, a pesar de la pobreza económica del marco ambiental donde desarrollaba su vida.
Extendiéndose tan precaria situación del mueble, hasta el siguiente siglo, no se evidenciaron variaciones en las primeras cinco décadas, y no fue hasta finales del siglo XVIII que se produce el gran salto, cualitativo y cuantitativo, hablando de este objeto en cuestión.
La entrada legal e ilegal de muebles a la isla, así como también de piezas y artículos suntuarios, llevada a cabo por corsarios y piratas, se mantuvo y elevó gradualmente.
Ya a partir de la toma de La Habana por los ingleses y, posteriormente, con la relativa libertad del comercio, unido todo esto al nacimiento de una oligarquía criolla, se produjo un ascenso del gusto por lo suntuoso y el deseo, por parte de la burguesía imperante, de poblar sus casas-mansiones con inmensos juegos de salón, recámara, comedor y otros muebles no tan imprescindibles, pero que descubrían el poder económico y concordaban perfectamente con la imagen de afianzamiento material que perseguía reflejar.
En medio de tal situación se produce cierto cruce y, en ocasiones, una sustitución de modelos españoles por ingleses y algún que otro estilo de actualidad en Norteamérica, todo gracias al comercio con las trece colonias. Así nos encontramos indistintamente con taburetes castizos, a la par que taburetes a la inglesa de última moda.
A cargo de los propios carpinteros, y ocasionalmente de los carpinteros de ribera, se comienza a fabricar una mayor variedad de muebles que denotan una elaboración y acabado de calidad, dejando atrás la rigidez y la sequedad renacentistas, como preámbulo del estilo "imperio" que domina hasta la primera mitad del siglo XIX. (Fotos 1 y 2).

 


FOTO 1: Mesa "estilo imperio". !ra. mitad del s. XIX.

FOTO 2: Butacas y mesita auxiliar, 1ra. mitad del s. XIX.

FOTO 6: Velador "estilo perillas". Finales del s. XIX.
FOTO 3: Consola cubana "estilo inglés", s. XVIII
FOTO 4: Cómoda cubana "sacristía"

FOTO 5: Juego de Sala "estilo medallón". "da. mitad del s. XIX.
FOTO 7: Juego de Sala "estilo perillas". finales del s. XIX. Perteneciente a Rita Montaner. Museo Provincial de Historia, Pinar del Río.

 

 

Los ajuares de casa se vieron enormemente enriquecidos con nuevas piezas como: mesitas auxiliares, sillones, consolas (Foto 3), cómodas (Foto 4), que contrastaban notablemente con los humildes inventarios de las primeras décadas del siglo XVIII.
Para una mayor amalgama de estilos, modelos y modas, ya en los últimos albores del último siglo colonial salen a nuestro encuentro una enorme variedad y riqueza en el mobiliario, a la par que diversas influencias, aunque siempre con el predominio del estilo Imperio y las variantes inglesas y norteamericanas -especialmente el Sheraton- y las características líneas curvas, volutas y motivos clásicos de la ornamentación del mueble.
Con el estilo Imperio el mueble encuentra en Cuba su mejor expresión en cuanto a riqueza y originalidad. A pesar de que esta modalidad sigue patrones foráneos, fue con él que los artesanos desplegaron una mayor ingeniosidad al tiempo que gala de extraordinaria pericia, confiriéndole al detalle un carácter "puramente criollo".
En la primera mitad del siglo XIX el mueble se caracterizó por una gran homogeneidad en su estilo, "dejando mal parado" al Eclecticismo de aquella segunda mitad de siglo que, entre otras cosas, encontró su más acabada expresión en el llamado mueble de medallón (Foto 5), fiel exponente de un resurgimiento de los estilos franceses de la centuria del XVIII.
Al consolidarse totalmente las relaciones comerciales con los Estados Unidos se sumaron a aquellos muebles de medallón los conocidos como "americanos" que fueron portadores de la industrialización de la factura que también observamos en la llegada masiva del mobiliario "Thonet".
Es este el colofón histórico del mueble durante la colonia en Cuba, cristalización y, al mismo tiempo, imposición de nuevos gustos y llegada de todo tipo de muebles de Norteamérica, que incluían -en una menor escala- la entrada de los mimbres, que llenaron junto a los llamados de perilla las primeras décadas del presente siglo (Fotos 6 y 7).
A modo de conclusión podemos decir que el mueble resultó una copia de estilos extranjeros que nos llegó con la burguesía esclavista criolla a nuestro país con los cuales, por supuesto, no quedaron cubiertas las necesidades de las masas, y que, en forma de contradicción, permitieron un débil intento expresivo de nuestro carácter nacional.
Para el próximo encuentro lograremos adentrarnos, de una forma amena, en el mobiliario utilizado en Cuba durante la República, así como la acogida que encontraron por parte de la población consumidora en las primeras seis décadas del siglo XX.

Bibliografía consultada:
Tippe, María del Carmen. Arquitectura/Cuba, No. 353-354. Habana, 1982.

 

 

 

Revista Vitral No. 45 * año VIII * sept.-octubre 2001

Lázaro Rodríguez Corrales
(Pinar del Río, 1963)
Especialista en Contabilidad y Costo. Ha cursado estudios en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) en coordinación con la Cátedra Regional de la UNESCO de Ciencias de la Conservación de los Bienes Culturales para América Latina y el Caribe. Ha publicado artículos en revistas nacionales. Ha participado en Concursos Nacionales e Internacionales sobre la Cultura. Recientemente publicó una monografía con el sello de Ediciones Vitral. Es investigador y colabora con el Centro Provincial de Patrimonio, Archivo Provincial Histórico y la Biblioteca "Ramón González Coro".