Revista Vitral No. 45 * año VIII * sept.-octubre 2001


RELIGIÓN

 

LO QUE DEBES SABER ANTES DE CASARTE

P. ANTONIO F. RODRÍGUEZ DÍAZ

Roger van der Weyden, "los siete Sacramentos" (fragmento)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antes de casarte debes saber muchas cosas importantes que con frecuencia no hablan de ellas los futuros esposos. A veces ni siquiera los padres las tocan hoy día. En sentido opuesto son otras las cosas de las que se hablan; pero éstas, lamentablemente, son las menos importantes o de las que no se debe hablar, pues son superficiales o vanas y, no pocas veces, conducen a la destrucción del matrimonio o, si éste perdura, no puede crecer en riquezas espirituales y, por consiguiente, poco o nada puede aportar al enriquecimiento de la pareja como tal, de los hijos, de las demás personas, de la Iglesia y de la patria.

I.- La familia

¿Qué es lo primero y más importante que debes saber antes de casarte?. Que vas a fundar una familia. Esta es de todas las realizaciones de los seres humanos la más valiosa. Sin familia no pueden formarse las personas humanas. Sin una buena familia no puede haber iglesia ni patria. Por eso, la familia está primero que el estado y primero que la iglesia. El estado y la iglesia deben estar al servicio del crecimiento de la familia, para que en por un mecanismo de retroalimentación la iglesia y la patria sean enriquecidas. Es difícil que una persona que no cuide a su familia, pueda amar transparentemente a la iglesia y a la patria.
Ahora bien, el cimiento de una familia es el amor. No se puede fundar una familia sin que en ella exista el amor, el cual, debe sintetizarse en tres modos diferentes: conyugal, paterno-filikal y entre los distintos miembros de la familia entre sí. Me referiré a continuación al amor conyugal, puesto que éste es el tema que nos ocupa.


I I.- ¿Qué es el amor interpersonal?

No te cases, si no amas a la persona con quien te vas a casar. Muchas veces las personas confunden el amor con el sentimiento romántico, y piensan que aman al novio o a la novia, según el caso, cuando lo que poseen es una emoción o un sentimiento idílico, idealizado, que no corresponde con la realidad, y que, en consecuencia no es duradero, y cuando ocurren los inconvenientes y dificultades en la relación de la pareja, ésta se derrumbará por carecer de los sólidos cimientos, que sólo el amor proporciona.
El amor heterosexual nace de la atracción corporal y psíquica de la persona amada. Los enamorados suelen expresar esto con la expresión: "Me gusta su manera de ser". Habiualmente el primer enamoramiento es el corporal, que va a sustentar el psíquico. Un error muy extendido en los jóvenes actuales se halla en confundir el amor con el enamoramiento corporal; de ahí que, cuando ya no se sienta atracción por el cuerpo de la otra persona, ocurre la ruptura o la infidelidad. El tiempo, por su parte, mostrará el desgaste de la belleza y la juventud corporal, por lo que además de la belleza corporal, es necesario buscar las cualidades psíquicas o espirituales de la persona amada, lo que el lenguaje popular denomina tener el alma hermosa. Éste es uno de los aspectos esenciales que nos diferencian del sexo animal, cuando por otra parte se da cierta similitud biológica entre el comportamiento sexual de los animales (específicamente mamíferos) y el de las personas humanas.
La similitud radica en la dimensión biológica del comportamiento sexual. No he hablado de igualdad biológica sexual entre los mamíferos y el hombre, porque ésta no existe; sino de semejanza biológica en su sistema genital, formado por los órganos genitales del cuerpo, los nervios y las hormonas sexuales. Sin embargo, aun en el plano biológico, se da una diferencia esencial entre mamíferos y personas, como nos lo enseñan los estudios de biología comparada. Constituye, por lo tanto, un error igualar la sexualidad humana -extraordinariamente superior-, a la animal, lo cual constituye un reduccionismo, porque la sexualidad humana, aunque posee una base biológica, tiene, como veremos a continuación otras dimensiones. Luego, no sólo es superior la actividad sexual de la persona humana con relación a la animal, desde el punto de vista biológico, sino que, además, tiene lo que a aquellos les falta: la dimensión psíquica. Aquí estamos ante lo propiamente humano del comportamiento sexual de las personas. La estructura psíquica del hombre le confiere a éste tres elementos: el afectivo, (conocimiento) y el volitivo (voluntad).
La vida sexual de la persona humana está determinada entre otros elementos (conocimiento y voluntad) por la afectividad, esto es el cariño, las pasiones, los gestos afectivos entre las personas que se aman, a lo cual se añade el conocimiento mutuo de los intereses de cada uno, sus gustos, cualidades y defectos personales, proyectos, etc.; pero es la voluntad la que expresará la libre elección hacia la persona amada, hasta la negatividad de acceder al gesto amatorio por una de las partes, aun cuando ésta se halle muy enamorada del otro. Toda esta riqueza le falta a los animales. El arte literario, pictórico, escultórico y musical ha expresado a lo largo del tiempo la dimensión psíquica de la vida sexual en los hombres a través de toda su historia.
Pero el amor conyugal necesita de la dimensión interpersonal de la sexualidad humana. En este aspecto radica los más propiamente específico, del comportamiento sexual de los humanos. Si la relación sexual entre un hombre y una mejor no logra el amor interpersonal, no se puede hablar de amor. Si una pareja no vive este amor, lo mejor que hacen es no casarse. A continuación describiré las características de este amor, las cuales deben servir de instrumento de medición para valorar si una pareja está verdaderamente enamorada o si se engañado o confundido, pensando que se aman, cuando realmente no es así.
El amor interpersonal está sostenido esencialmente por el diálogo, de ahí que algunos autores lo llamen la dimensión dialógica de la sexualidad. El diálogo transparente entre la pareja, capaz de conocer al otro, no por medio de una pesquiza policíaca, sino por lo que la persona amada revela de sí, sin recurrir a calculados ocultamientos, los cuales excluyen la sinceridad, que muestra la verdad y produce la maduración de la dimensión psíquica de la sexualidad humana, pues el amor interpersonal constituye el más alto nivel de la dimensión psíquica de la vida sexual.
Cuando en la relación heterosexual ninguna de las partes busca exclusivamente o en primer lugar su propio bien, esforzándose en eliminar cuanto de egoísmo pueda existir, nos hallamos ante lo que se llama amor oblativo. La palabra oblativo significa ofrenda, ofrecimiento. Ocurre cuando la persona es capaz de ofrecerse, toda ella, para que la persona amada sea feliz, aun contando con su sacrificio y abnegación. La oblatividad comprende la benevolencia y la beneficencia. La primera significa la buena voluntad hacia la persona amada, y excluye, por consiguiente, las sospechas, las segundas y malas intenciones hacia quien se ama, las cuales evidencian inseguridad, y enrarecen el amor dialógico. Si hay transparencia entre la pareja, no puede haber lugar para las sospechas. La beneficiencia consiste en la búsqueda en primer lugar del bien de la persona amada. Cuando se habla de este bien, debe entenderse el placer sexual genital, psíquico, dialógico del amado o amada. De lo contrario se estaría tomando al otro como un objeto y no como una persona.
Aquella relación heterosexual en la que una persona busca a la otra por el interés exclusivamente genital, económico o de representar cierta apariencia ante la sociedad, etc. constituye una relación utilitarista, en la cual las personas no se consideran como tales, sino que descienden a objetos genitales, económicos o de conveniencias sociales. Evidentemente en estos casos no existe una relación de amor interpersonal. Lo que existe es, tristemente, una relación interobjetual.
La fórmula del consentimiento de los esposos en la celebración del sacramento del matrimonio expresa con toda claridad la esencia del amor interpersonal: "Yo, te quiero a ti, como esposo (a) y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida".
Como vemos, todo cuanto he explicado del amor interpersonal corresponde a lo que en Filosofía se denomina Antropología del Amor Heterosexual. En otras palabras, el amor interpersonal corresponde a la naturaleza de la persona humana. Así es el amor heterosexual que coresponde al ser humano, y que tiene como base la dignidad de la persona humana. Las demás formas de vivir la sexualidad son insuficientes e imperfectas y, por ende, inferiores al amor interpersonal, por lo que no se hallan capacitadas para sostener adecuadamente un matrimonio.
Lógicamente, la experiencia del amor interpersonal de la pareja excluye, por su misma naturaleza, la infidelidad y el divorcio. El amor interpersonal produce la unidad y la indisolubilidad del matrimonio. La unidad matrimonial puede expresarse en la siguiente expresión gráfica: "te quiero a ti solo (a)". La indisolubilidad puede sintetizarse en esta otra frase: "Te quiero a ti para toda la vida". La unidad es lo contrario a la infidelidad conyugal. La indisolubilidad es lo opuesto al divorcio, La persona que viva su relación sexual pensando en la posibilidad de la infidelidad o del divorcio, no vive el amor interpersonal, y, en consecuencia no debe casarse.

III.- El Noviazgo.

En esta misma línea debo decir que el matrimonio es la expresión verdadera de un amor total y definitivo, el cual no se logra en pocos días, sino que necesita tiempo para madurar. Esto implica el noviazgo, que es la institución necesaria para conocerse como personas, para medir la progresiva maduración del amor interpersonal, para hacer los proyectos profundos futuros, El noviazgo es importantísimo, por eso es la institución de la realidad que prepara el matrimonio, y en el cual se deben tener "los pies muy bien puestos en la tierra". Muchos matrimonios que han fracasado encuentran las causas de ello en un noviazgo mal vivido, en el cual no se conocieron las personas que después fueron esposos. El divorcio es la frustración en mayor o menor grado de lo que pudo haber sido la realización de un hermoso proyecto de amor interpersonal, y no fue; y por consiguiente afecta de algún modo a las personas que experimentan esta ruptura; pero sobre todo a los hijos, cuando los hay.
La brevedad del noviazgo impide el conocimiento profundo de los futuros esposos, de sus cualidades buenas y de los defectos, de sus capacidades humanas para cumplir los deberes de la futura vida conyugal y familiar. Hay personas que por su naturaleza psicológica son incapaces para cumplir con estos deberes y muchas veces la muestran ya en el noviazgo (otras veces la ocultan y aparecerá en el matrimonio). También es necesaria la mirada hacia la familia de la cual proviene cada uno de los novios. En esto debemos ser realistas. Por lo general, -y toda regla tiene su excepción-, somos el fruto del ambiente familiar en el que nos hemos criado. Nunca olvidaré el consejo que daba hace años un campesino a sus hijos, cuando éstos tenían novia y pensaban casarse: "Vayan a la casa de la novia, observen cómo es el modo de vida de esa familia, porque lo que ustedes van a ver allí, es lo que ustedes van a tener en sus familias". No absoluticemos este consejo, pero quedémonos con toda la sabiduría que destila de él. No olvidemos que en la actualidad, dada la escasez de vivienda y otras circunstancias entre ellas las laborales, la relación con las respectivas familias de cada uno de los esposos, resulta muy fuerte en la práctica. En mi ya larga vida sacerdotal, he comprobado con dolor cómo muchos esposos, verdaderamente enamorados, han terminado divorciándose, debido a las intromisiones de las suegra, y otros familiares en la vida interna de la pareja o en la educación de los hijos. La relación de la nueva familia que nacerá del matrimonio con las respectivas familias de cada uno de los esposos, es un tema que se ha de analizar con detenimiento por los novios antes de casarse, a fin de que después no ocurran situaciones no previstas, llamadas a causar conflictos que repercutirán en la vida conyugal. Cuando los padres delegan la educación de sus hijos en abuelos, ello les confiere tácitamente un derecho de intromisión en la vida de los hijos y del matrimonio como tal; y esto no debe ser así.
El noviazgo ayuda a la maduración humana de los futuros esposos. Es necesario poseer una madurez plena para sustentar el peso humano de la realización total del amor interpersonal en la vida matrimonial. Los matrimonios de varios años pueden dar pruebas fehacientes de la anterior afirmación, puesto que el matrimonio no sólo es dormir juntos, sino también es comer, vivir, crecer, tener hijos, educarlos y estar unidos para el bien.
Hay un viemo refrán cargado de verdad: "El que se casa, casa quiere". Sólo por razones de peso, el nuevo matrimonio debe vivir "agregado", como gráficamente se dice en el pueblo. El vocablo "agregado" por sí solo dice todo, y creo que no necesita explicación.
Sin ánimo de ser cáustico, dios nos libre de vivir "agregados". Por eso, en la medida de sus posibilidades, esfuércense los novios por busca, aunque sea un "bajareque" para poder vivir solos. Esto es lo natural y normal, pues ayuda a la responsabilidad conyugal y paternal, y mientras más responsables somos, seremos más libres.


IV.- Los Hijos

El amor interpersonal por su misma naturaleza no es cerrado en sí mismo. Si esto ocurriese, entonces dejaría de ser amor y se convertiría en una relación heterosexual enfermiza. El amor interpersonal consiste en YO que se abre a un TÚ y viceversa. De este flujo recíproco de amor oblativo, nace un NOSOTROS, abieto a otras vidas, entre las que se encuentran en primer lugar los hijos.
El acto sexual es la expresión más viva de la comunión corporal, psíquica e interpersonal de los esposos. Biológica y psíquicamente es por naturaleza fecundo. Cuando por razones egoístas, los esposos no realizan esta apertura responsable a la paternidad y a la maternidad, no están viviendo su amor interpersonal, porque están viviendo una conyugalidad de forma viciada por el egoísmo. En nuestro medio abundan las expresiones que manifiestan este egoísmo, tales como : "no tener hijos por ahora para poder disfrutar" (¿y acaso los hijos no son el mayor disfrute para unos esposos que se aman?), "Los hijos son una carga", "sólo dos hijos porque las condiciones económicas de Cuba no permiten tener más (pero, ¿en todos los casos esto es verdad, y nbo será un pretexto que oculta el egoísmo y la falta de generosidad de la pareja?). ¡Qué doloroso es cuando el pecado del aborto o la utilización de los Dispositivos Intrauterinos o el consumo de la píldora mal llamada anticonceptiva, pues todos estos son medios ciertamente abortivos, cortan la apertura a la vida del acto conyugal!..."


V.- El Sacramento del Matrimonio

Jesucristo instituyó los siete sacramentos de la Iglesia. Uno de ellos es el del Matrimonio. Todo cuanto hemos dicho acerca del amor interpersonal, si es vivido por una pareja de novios bautizados en la Iglesia Católica, debe expresarse en la celebración del sacramento del matrimonio. Esto quiere decir que si los novios no han madurado hacia el amor interpersonal, no tiene sentido que se casen , pues la celebración matrimonial no corresponderá con la realidad, no tendrá apoyo en ésta, y como consecuencia, pedirán irresponsablemente a la Iglesia el sacramento del matrimonio para el cual no están preparados, porque su amor no es interpersonal.
Muchas personas confunden la boda con el sacramento, cuando son dos cosas diferentes. La boda consiste en la elegancia de los trajes que vistan los novios en esa ocasión, en las fotos, el video, la marcha nupcial, el adorno de la iglesia, etc. Puede ser que esto quede muy bien; pero, sin embargo, al cabo del tiempo, a veces llamativamente corto, aquellos novios se divorcien civilmente, porque la boda no fue expresión de la celebración sacramental de su amor interpersonal, pues éste no existía. ¿Qué ocurrió? Que fueron a celebrar irresponsablemente un sacramento para el cual no estaban preparados, pues carecían del sustrato del amor interpersonal. Por eso, corresponde a los sacerdotes, animadores de grupos matrimoniales, y familiares y amigos ayudar a los novios en el discernimiento de la opción y celebración matrimonial para que ésta sea de una manera responsable.
Sin embargo, en relación con la situación anterior, pero todavía más escandalosa, se da el caso de novios que, debido a su ignorancia respecto a lo que es la Iglesia y el sacramento del matrimonio, unido esto a motivos superficiales (como puede ser lo bonito que es casarse por la Iglesia), sólo buscan la boda por la Iglesia y no el sacramento, porque, digámoslo claramente, su vida al ser tan superficial no les da para otra cosa que para buscar la celebración externa.. En el polo opuesto hallamos los novios que, a vivir responsablemente, su amor interpersonal comprenden desde la madurez de su fe cristiana, que no existe expresión más excelente de celebrar ese amor interpersonal que el rito católico del matrimonio, al cual no es necesario añadirle nada, pues manifiesta bellamente en las palabras y los gestos el amor de los que se casan. Música, flores; etc., adornan; pero no añaden nada a la celebración litúrgica del matrimonio. De ahí que podrán faltar estos últimos elementos mencionados, que, con tal que se celebre litúrgicamente el amor interpersonal, se ha realizado verdaderamente el matrimonio.
Con lo dicho anteriormente, quedan descartados como razones para casarse por la Iglesia las siguientes: Interés económico, deseo de emigrar, conveniencias personales o familiares, embullo de otras personas, etc., porque, digámoslo una vez más, la única razón para casarse por la Iglesia es que unos novios cristianos quieran celebrar su amor interpersonal ante la Iglesia para recibir la gracia sacramental que les ayudará a sustentar el peso humano del matrimonio en su realización total.
No hay realidad humana que no sea iluminada por la Palabra de Dios. El matrimonio es una muestra de ello. A continuación transcribo dos textos fundamentales de la Biblia que, doctrinal y moralmente nos hablan de la grandeza del matrimonio.
Jesús partió de aquel lugar y se fue a la región de Judea, a la otra orilla del Jordán. De nuevo la gente se fue congregando a su alrededor, y él, como tenía por costumbre, se puso también entonces a enseñarlos. Se acercaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron si era lícito al marido separarse de la mujer.

Jesús les respondió:
-¿Qué os mandó Moisés?
Ellos contestaron:
-Moisés permitió escribir un certificado de divorcio y separarse de ella.
Jesús les dijo:
-Moisés os dejó escrito ese precepto por vuestra incapacidad para entender. Pero desde el principio Dios los creó varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos uno solo. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios unió que no lo separe el hombre.
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le preguntaron sobre esto. él les dijo:
-Si uno se separa de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si ella se separa de su marido y se casa con otro, comete adulterio. (Mc 10, 1-12).

"Guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo. Que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratase del Señor; pues el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y al mismo tiempo salvador del cuerpo, que es la Iglesia. Y como la Iglesia es dócil a Cristo, así también deben serlo plenamente las mujeres a sus maridos.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para consagrarla a Dios, purificándola por medio del agua y la palabra. Se preparó así una Iglesia esplendorosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida; una Iglesia santa e inmaculada.
Igualmente, los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie odia a su propio cuerpo, antes bien lo alimenta y lo cuida como hace Cristo con su Iglesia, que es su cuerpo, del cual nosotros somos miembros.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y llegarán a ser los dos uno solo. Gran misterio éste, que yo relaciono con la unión de Cristo y de la Iglesia. En resumen, que cada uno ame a su mujer como se ama a sí mismo, y que la mujer respete al marido". (Ef 5, 21-33)

 

 

 

Revista Vitral No. 45 * año VIII * sept.-octubre 2001

P. Antonio Rodríguez Díaz
Güira de Melena (1951).
Ordenado Sacerdote en 1979. Ex-Rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana.En la actualidad es Cura Párroco de Artemisa.