Revista Vitral No. 44 * año VIII * julio-agosto 2001


EDUCACIÓN CÍVICA

 

EL DESGANO DE VIVIR

DAGOBERTO VALDÉS

 

 

El pueblo cubano es un pueblo emprendedor. Cuando tiene la libertad y la motivación para serlo, trabaja y se esfuerza por lograr lo que se propone. Pero, con frecuencia, nos encontramos con que hay una apatía, una indiferencia, una falta de participación, un dejar las cosas como están, un dejar pasar, un desgano de vivir, que nos preocupa a todos.
Se emprenden, quizá, algunas iniciativas, obras meritorias, servicios públicos, pero al poco tiempo se deterioran, se paralizan, mueren; no porque alguien los haya combatido, no por falta de estructuras y en ocasiones ni por falta de recursos, se trata de las personas que lo protagonizan, del ánimo con el que lo hacen, de la falta de iniciativa para salvar las dificultades, pero sobre todo por falta de voluntad para perseverar.
Al mirar a nuestro alrededor deberíamos preguntarnos, por qué tantas cosas se detienen, por qué no duran los proyectos, por qué las construcciones duran una eternidad para ser terminadas, por qué se cambia continuamente de responsables, por qué no hay muchas obras perdurables, estables, por qué, en fin, las personas no se consagran con estusiasmo a una obra y la convierten en el sentido de su vida con constancia y tenacidad.
En ocasiones, parece ser como si hubiera una desintegración de las funciones sociales de las personas, un abandono de su responsabilidad. Existen las normas de actuación, pero resultan inadecuadas, ignoradas, contradictorias. Estas normas no son legitimadas por los mismos que deberían asumirlas como orientación de su vida.

 

La Falta de Motivaciones

Los sociólogos atribuyen estas actitudes a un fenómeno llamado anomía que significa literalmente "ausencia de normas de conducta" pero que más bien es entendido como una pérdida de valores que lleva a actitudes contradictorias ante la vida y por una falta de sentido de la propia existencia.
Esta desviación social tiene diferentes grados: comienza simplemente por un estado de confusión de un grupo o de toda la sociedad que viven sometidos a un permanente conflicto interno entre sistemas de valores contradictorios entre sí. Por ejemplo, cuando en una misma familia unos miembros defienden, sostienen o imponen un estilo de vida a sus hijos y otros miembros de la misma familia intentan imponer otro estilo esencialmente distinto.
Otro ejemplo: cuando la familia intenta educar a sus hijos en un conjunto de valores y la escuela les inculca otro. Ante esta realidad la actitud de los hijos que no encuentran asideros creíbles se manifiesta como un sentimiento de desorientación e inquietud profunda que puede llegar a sentimientos de separación radical y una pasividad por falta de motivaciones, con alguno de los dos grupos, con los dos al mismo tiempo, o con todo lo que constituyen los ambientes de su existencia. Se trata de un abstencionismo existencial, de un conformismo total. La persona no quiere saber más, ni quiere participar en nada, ni le interesa modificar nada de lo que le rodea. El ciudadano es llevado y traído, se arrastra, vegeta, se ovilla como un caracol, y así cree que se protege de las "luchas" circundantes.
¿Hemos conocido casos como éstos? ¿Nos hemos sentido alguna vez así? ¿Los adolescentes, jóvenes y adultos que nos rodean viven de alguna manera esta situación de "anormalidad moral"?
Un segundo grado de anomía, todavía más agudo, es cuando esa confusión inicial y esa pasividad se radicaliza en rebeldía, en deseos de ruptura total con todo lo que pueda aparecer como norma de conducta, o como sentido de la vida, o como motivación profunda, esta conducta puede llegar a la violencia, a la marginalidad social, al enfrentamiento con los demás o consigo mismo, puede llegar hasta el suicidio.

Este problema social no sólo concierne a las personas sino también a los grupos y a toda la sociedad. Y, con frecuencia, se presenta en los ciudadanos como un estado moral mientras que en la sociedad se presenta como una característica propia de los tiempos de crisis profunda.
La anomía, o falta de objetivos en la vida, no aparece de pronto, es un proceso que según una investigación de L. Srole, se caracteriza por varias etapas que se pueden traducir en las siguientes articulaciones psicológicas:

a) Sensación de estar abandonados por los líderes significativos.
b) Sensación de que el orden social es ficticio, inseguridad que proviene de la imposibilidad de predecir el futuro.
c) Sensación de que las metas que en otro tiempo eran alcanzables ahora se encuentran cada vez más lejos;
d) Impresión de que las metas que se habían ya interiorizado se vienen abajo, con el consiguiente sentimiento de vacío interior y de desorientación.
e) percepción de que las relaciones interpersonales han perdido su función de apoyo y solidaridad, con la consiguiente sensación de aislamiento. 1

Este proceso personal desemboca en un "sentimiento de desesperación y abandono que acompaña a la falta de acceso a los objetivos que prescribe la cultura" en la que se vive, entendiendo cultura como el modo de ser y de comportarse en una sociedad determinada, e implica además "el rechazo de aquellos que, en términos de conflicto de clase, son los portadores y elaboradores de los objetivos que se imponen" en esa cultura.
Esta pudiera ser una explicación que respondiera a las preguntas formuladas al inicio de esta reflexión. Lo que podemos comprobar en la realidad cubana que vivimos es que, cada vez más, crece el sentimiento de inseguridad en el futuro, de incertidumbre sobre el sentido de la vida presente, de contradictorias lecturas sobre la historia pasada, de inviabilidad de los proyectos de vida que no se sometan a lo prescrito y lo esperado de la autoridad.

 

Acomodarse o Escapar

Las consecuencias de este creciente fenómeno social pueden comprobarse en el crecimiento, hasta hoy imparable, del deseo de escapar, de la sensación de estar encerrados y su consecuente actitud de salir a toda costa y sin saber muchas veces hacia donde ir: Los que pueden y tienen con qué, salen del país en esa sintomática marea de cubanos que abandonan su tierra. Para los que no logran traspasar el muro creciente de los trámites burocráticos y migratorios, únicos en el mundo civilizado, se abandonan en un exilio interno, que convierte su casa y lo que queda de su familia en un "bunker" de artificio que no se parezca para nada al mundo que lo rodea puertas afuera; y de tanto vivir así se acaba viviendo en un "bunker espiritual" que lleva por nombre y por rasgo definitorio el individualismo.
Este individualismo no es sólo un "sálvese el que pueda" sino que, en ocasiones, llega al inmovilismo y el desinterés existencial, al abstencionismo de iniciativas y a la falta de voluntad para buscar otras "salidas" dentro del país, que provoca que muchos "se queden en el barco que se hunde" en la increíble pasividad del que ve sozobrar su propia vida en la frágil espera de "lo que pasará".
Es necesario despertar de este letargo, y ayudar a otros a tomar las riendas de su vida, a buscar "salidas" que rompan la disyuntiva de "te vas o te acomodas".
Variadas son las actitudes que asumimos frente a esta situación, entre ellas pueden estar:

-Los conformistas que aceptan los fines y pueden disponer de los medios para vivir.
-Los innovadores que aceptan los fines, pero no los medios prescritos, buscando otros nuevos.
-Los renunciantes que, con actitud pasiva, no aceptan ni los medios ni los fines.
-Los ritualistas que siguen aceptando y usando los medios a pesar de que en su interior rechazan los fines.
-Los reformadores o rebeldes que no aceptan ni los fines ni los medios y propugan otro orden social.

 

Entre la Pasividad y el Cambio: Las Ganas de Vivir

No es bueno, ni sano quedarse en la constatación de los hechos y en la queja de los males. Uno de los primeros remedios a esta anomalía cívica es encontrar sus causas profundas.
R.K.Merton nos presenta una de esas causas:
"La anomía nace del hecho de que en determinadas sociedades se ejerce una fuerte presión generalizada (es decir, sobre todas las capas sociales indistintamente) para interiorizar algunos fines, y luchar por alcanzarlos, que son propios de una capa o clase social, sin que al mismo tiempo se brinden a todos ni las mismas oportunidades iniciales ni los mismos medios institucionales para poder alcanzar dichos fines. "Esta desarticulación social" tiene lugar sólo cuando una clase puede intentar imponer a otras su hegemonía cultural. En otras palabras, la anomía tiene su raíz en la desigualdad de oportunidades, en los procesos de prepotencia y de exclusión, en la negativa de parte de algunos ciudadanos a prestar asentimiento a los valores que impone la clase hegemónica." 2
Por otro lado, la condena de los fracasados o de los reformistas, "basada en argumentos más aparentes que válidos se les reprocha su mala voluntad, sus pocas ganas de trabajar, su falta de iniciativa no hace más que confirmar la existencia de un proyecto punitivo consistente en marginar a los inconformistas"3
El estilo de vida, es decir, la cultura, que se impone por decreto, es la raíz de ese sopor en el que parece que vivimos cuando solamente esperamos que la vida pase. El autoritarismo y el paternalismo entumece el alma y adormece la responsabilidad.No es condenando, ni segregando al que parece amodorrado, o no quiere participar como se despiertan las conciencias. No es quejándonos de que las nuevas generaciones no se movilizan o tienen un compromiso "light", suave como se sale de la anomía y se reencuentran las motivaciones.
Se sale de la inercia y el ritualismo existencial identificando sus causas, removiéndo la imposición que nos aplasta como una losa, transformando la conformidad en inicitativas, venciendo la segregación y el aislamiento con la inclusión y la solidaridad.
Un país será mejor cuanto más ciudadanos haya protagonistas de su libertad, conscientes de su responsabilidad y promotores de la solidaridad.
Recuperemos nuestras ganas de vivir.

 

Referencias bibliográficas
1 Srole,L., Diccionario de sociología. p. 97.
2 Merton, R.K. "Estructura social y anomía".
3 Dic. Sociología. p. 95.


 

 

Revista Vitral No. 44 * año VIII * julio-agosto 2001
Dagoberto Valdés
(Pinar del Río, 1955) Ingeniero Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Miembro del Secretariado Ejecutivo Nacional de la Unión Católica de Prensa en Cuba. Miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz, del Vaticano. Trabaja en el almacén "El Yagüín", de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.