El pueblo cubano es un pueblo emprendedor.
Cuando tiene la libertad y la motivación para serlo, trabaja
y se esfuerza por lograr lo que se propone. Pero, con frecuencia, nos
encontramos con que hay una apatía, una indiferencia, una falta
de participación, un dejar las cosas como están, un dejar
pasar, un desgano de vivir, que nos preocupa a todos.
Se emprenden, quizá, algunas iniciativas, obras meritorias, servicios
públicos, pero al poco tiempo se deterioran, se paralizan, mueren;
no porque alguien los haya combatido, no por falta de estructuras y
en ocasiones ni por falta de recursos, se trata de las personas que
lo protagonizan, del ánimo con el que lo hacen, de la falta de
iniciativa para salvar las dificultades, pero sobre todo por falta de
voluntad para perseverar.
Al mirar a nuestro alrededor deberíamos preguntarnos, por qué
tantas cosas se detienen, por qué no duran los proyectos, por
qué las construcciones duran una eternidad para ser terminadas,
por qué se cambia continuamente de responsables, por qué
no hay muchas obras perdurables, estables, por qué, en fin, las
personas no se consagran con estusiasmo a una obra y la convierten en
el sentido de su vida con constancia y tenacidad.
En ocasiones, parece ser como si hubiera una desintegración de
las funciones sociales de las personas, un abandono de su responsabilidad.
Existen las normas de actuación, pero resultan inadecuadas, ignoradas,
contradictorias. Estas normas no son legitimadas por los mismos que
deberían asumirlas como orientación de su vida.
La Falta de Motivaciones
Los sociólogos atribuyen estas actitudes a un fenómeno
llamado anomía que significa literalmente "ausencia de normas
de conducta" pero que más bien es entendido como una pérdida
de valores que lleva a actitudes contradictorias ante la vida y por
una falta de sentido de la propia existencia.
Esta desviación social tiene diferentes grados: comienza simplemente
por un estado de confusión de un grupo o de toda la sociedad
que viven sometidos a un permanente conflicto interno entre sistemas
de valores contradictorios entre sí. Por ejemplo, cuando en una
misma familia unos miembros defienden, sostienen o imponen un estilo
de vida a sus hijos y otros miembros de la misma familia intentan imponer
otro estilo esencialmente distinto.
Otro ejemplo: cuando la familia intenta educar a sus hijos en un conjunto
de valores y la escuela les inculca otro. Ante esta realidad la actitud
de los hijos que no encuentran asideros creíbles se manifiesta
como un sentimiento de desorientación e inquietud profunda que
puede llegar a sentimientos de separación radical y una pasividad
por falta de motivaciones, con alguno de los dos grupos, con los dos
al mismo tiempo, o con todo lo que constituyen los ambientes de su existencia.
Se trata de un abstencionismo existencial, de un conformismo total.
La persona no quiere saber más, ni quiere participar en nada,
ni le interesa modificar nada de lo que le rodea. El ciudadano es llevado
y traído, se arrastra, vegeta, se ovilla como un caracol, y así
cree que se protege de las "luchas" circundantes.
¿Hemos conocido casos como éstos? ¿Nos hemos sentido
alguna vez así? ¿Los adolescentes, jóvenes y adultos
que nos rodean viven de alguna manera esta situación de "anormalidad
moral"?
Un segundo grado de anomía, todavía más agudo,
es cuando esa confusión inicial y esa pasividad se radicaliza
en rebeldía, en deseos de ruptura total con todo lo que pueda
aparecer como norma de conducta, o como sentido de la vida, o como motivación
profunda, esta conducta puede llegar a la violencia, a la marginalidad
social, al enfrentamiento con los demás o consigo mismo, puede
llegar hasta el suicidio.
Este problema social no sólo concierne a las personas sino también
a los grupos y a toda la sociedad. Y, con frecuencia, se presenta en
los ciudadanos como un estado moral mientras que en la sociedad se presenta
como una característica propia de los tiempos de crisis profunda.
La anomía, o falta de objetivos en la vida, no aparece de pronto,
es un proceso que según una investigación de L. Srole,
se caracteriza por varias etapas que se pueden traducir en las siguientes
articulaciones psicológicas:
a) Sensación de estar abandonados por los líderes significativos.
b) Sensación de que el orden social es ficticio, inseguridad
que proviene de la imposibilidad de predecir el futuro.
c) Sensación de que las metas que en otro tiempo eran alcanzables
ahora se encuentran cada vez más lejos;
d) Impresión de que las metas que se habían ya interiorizado
se vienen abajo, con el consiguiente sentimiento de vacío interior
y de desorientación.
e) percepción de que las relaciones interpersonales han perdido
su función de apoyo y solidaridad, con la consiguiente sensación
de aislamiento. 1
Este proceso personal desemboca en un "sentimiento de desesperación
y abandono que acompaña a la falta de acceso a los objetivos
que prescribe la cultura" en la que se vive, entendiendo cultura
como el modo de ser y de comportarse en una sociedad determinada, e
implica además "el rechazo de aquellos que, en términos
de conflicto de clase, son los portadores y elaboradores de los objetivos
que se imponen" en esa cultura.
Esta pudiera ser una explicación que respondiera a las preguntas
formuladas al inicio de esta reflexión. Lo que podemos comprobar
en la realidad cubana que vivimos es que, cada vez más, crece
el sentimiento de inseguridad en el futuro, de incertidumbre sobre el
sentido de la vida presente, de contradictorias lecturas sobre la historia
pasada, de inviabilidad de los proyectos de vida que no se sometan a
lo prescrito y lo esperado de la autoridad.
Acomodarse o Escapar
Las consecuencias de este creciente fenómeno social pueden comprobarse
en el crecimiento, hasta hoy imparable, del deseo de escapar, de la
sensación de estar encerrados y su consecuente actitud de salir
a toda costa y sin saber muchas veces hacia donde ir: Los que pueden
y tienen con qué, salen del país en esa sintomática
marea de cubanos que abandonan su tierra. Para los que no logran traspasar
el muro creciente de los trámites burocráticos y migratorios,
únicos en el mundo civilizado, se abandonan en un exilio interno,
que convierte su casa y lo que queda de su familia en un "bunker"
de artificio que no se parezca para nada al mundo que lo rodea puertas
afuera; y de tanto vivir así se acaba viviendo en un "bunker
espiritual" que lleva por nombre y por rasgo definitorio el individualismo.
Este individualismo no es sólo un "sálvese el que
pueda" sino que, en ocasiones, llega al inmovilismo y el desinterés
existencial, al abstencionismo de iniciativas y a la falta de voluntad
para buscar otras "salidas" dentro del país, que provoca
que muchos "se queden en el barco que se hunde" en la increíble
pasividad del que ve sozobrar su propia vida en la frágil espera
de "lo que pasará".
Es necesario despertar de este letargo, y ayudar a otros a tomar las
riendas de su vida, a buscar "salidas" que rompan la disyuntiva
de "te vas o te acomodas".
Variadas son las actitudes que asumimos frente a esta situación,
entre ellas pueden estar:
-Los conformistas que aceptan los fines y pueden disponer de los medios
para vivir.
-Los innovadores que aceptan los fines, pero no los medios prescritos,
buscando otros nuevos.
-Los renunciantes que, con actitud pasiva, no aceptan ni los medios
ni los fines.
-Los ritualistas que siguen aceptando y usando los medios a pesar de
que en su interior rechazan los fines.
-Los reformadores o rebeldes que no aceptan ni los fines ni los medios
y propugan otro orden social.
Entre la Pasividad y el Cambio: Las
Ganas de Vivir
No es bueno, ni sano quedarse en la constatación de los hechos
y en la queja de los males. Uno de los primeros remedios a esta anomalía
cívica es encontrar sus causas profundas.
R.K.Merton nos presenta una de esas causas:
"La anomía nace del hecho de que en determinadas sociedades
se ejerce una fuerte presión generalizada (es decir, sobre todas
las capas sociales indistintamente) para interiorizar algunos fines,
y luchar por alcanzarlos, que son propios de una capa o clase social,
sin que al mismo tiempo se brinden a todos ni las mismas oportunidades
iniciales ni los mismos medios institucionales para poder alcanzar dichos
fines. "Esta desarticulación social" tiene lugar sólo
cuando una clase puede intentar imponer a otras su hegemonía
cultural. En otras palabras, la anomía tiene su raíz en
la desigualdad de oportunidades, en los procesos de prepotencia y de
exclusión, en la negativa de parte de algunos ciudadanos a prestar
asentimiento a los valores que impone la clase hegemónica."
2
Por otro lado, la condena de los fracasados o de los reformistas, "basada
en argumentos más aparentes que válidos se les reprocha
su mala voluntad, sus pocas ganas de trabajar, su falta de iniciativa
no hace más que confirmar la existencia de un proyecto punitivo
consistente en marginar a los inconformistas"3
El estilo de vida, es decir, la cultura, que se impone por decreto,
es la raíz de ese sopor en el que parece que vivimos cuando solamente
esperamos que la vida pase. El autoritarismo y el paternalismo entumece
el alma y adormece la responsabilidad.No es condenando, ni segregando
al que parece amodorrado, o no quiere participar como se despiertan
las conciencias. No es quejándonos de que las nuevas generaciones
no se movilizan o tienen un compromiso "light", suave como
se sale de la anomía y se reencuentran las motivaciones.
Se sale de la inercia y el ritualismo existencial identificando sus
causas, removiéndo la imposición que nos aplasta como
una losa, transformando la conformidad en inicitativas, venciendo la
segregación y el aislamiento con la inclusión y la solidaridad.
Un país será mejor cuanto más ciudadanos haya protagonistas
de su libertad, conscientes de su responsabilidad y promotores de la
solidaridad.
Recuperemos nuestras ganas de vivir.
Referencias bibliográficas
1 Srole,L., Diccionario de sociología. p. 97.
2 Merton, R.K. "Estructura social y anomía".
3 Dic. Sociología. p. 95.