Revista Vitral No. 44 * año VIII * julio-agosto 2001


REFLEXIONES

 

BUSCANDO EL SUR: GÉNERO Y DESARROLLO

MERCEDES RUIZ-GIMÉNEZ AGUILAR

 

 

1. UN PROCESO DE LIBERACIÓN

La visibilidad creciente de la mujer en el desarrollo ha dado origen desde hace más de dos décadas a una serie de reflexiones, investigaciones y debates que en los últimos diez años han suscitado nuevas propuestas desde el proceso de reflexión-acción-reflexión, recogidas en cientos de publicaciones de todo tipo.
Es importante contrastar estas reflexiones con la autoevaluación que las mismas mujeres inmersas en los procesos de desarrollo se hacen a partir de la experiencia y de la práctica. Estas páginas recogen parte de los diálogos sostenidos con algunas mujeres de América Latina, pioneras y activistas de los movimientos que han abierto nuevas esperanzas en el proceso de liberación y de democratización desde una perspectiva de género.1
Un análisis con memoria histórica permitiría plantearnos una serie de interrogantes y preguntas sobre cuál ha sido el papel de la mujer en las diferentes sociedades y cómo se ha llegado a una injusta subordinación femenina y marginación en la práctica cotidiana de casi todas las sociedades y religiones. En Occidente hemos estado marcados durante mucho tiempo por una mirada de la historia desde la perspectiva judeo-cristiana que parte de una imagen de la creación en la que Eva sale de la costilla de Adán y que no coincide con los mitos fundantes de otras culturas. Revisar el marco en el que se sitúa la mujer en los pueblos y países del Sur, el papel que desempeña en la promoción del desarrollo, en la lucha contra la pobreza y su inserción en la sociedad, supone tener en cuenta los contextos históricos, multiculturales y pluriétnicos de los que las mujeres son parte integrante.
El rol del feminismo ha sido determinante en el proceso de cambio hacia la visibilidad de la mujer y su incorporación en la promoción del desarrollo. Sin embargo hay que señalar también que este avance fue posible cuando la cooperación internacional pasó de un desarrollo centrado en el crecimiento económico y de redistribución, a un enfoque de desarrollo sostenible centrado en la persona humana y en el respeto y protección de la tierra, la Pachamama, del Medio Ambiente.
Durante todos estos años, en América Latina y en otros contextos de países del Sur la movilización de fuerzas sociales de género ha permitido romper algunas barreras, superar obstáculos, sensibilizar y abrir nuevas esperanzas para la construcción de una sociedad de igualdad de derechos para mujeres y hombres, tal y como se proclama en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Es cierto que se han dado leyes a favor de la no discriminación de la mujer y que las mujeres del Sur han avanzado en el reconocimiento de sus derechos, en el nivel de escolaridad, atención a su salud y en el trabajo fuera del hogar pero no han logrado una autonomía económica y siguen teniendo una limitada participación en el ámbito público.
Sin embargo muchos patrones culturales todavía se mantienen firmes impidiendo el avance de la mujer. La brecha aún existente entre la igualdad de derecho y la desigualdad de hecho obliga a una intervención ineludible.
En el proceso de liberación de la mujer se abrieron nuevas perspectivas con la Declaración de Pekín (1995) en la que se destaca que "el ´empoderamiento´ de las mujeres y su plena participación de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluyendo la participación en los procesos de toma de decisiones y el acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz" (epígrafe 13)

 

2. FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA

La reivindicación de que los derechos de la mujer son también derechos humanos ha llevado a los movimientos feministas a contribuir en ella con la toma de conciencia de la creciente feminización de la pobreza, la exclusión y violencia ejercida sobre las mujeres sobre todo en los pueblos del SUR y en los contextos de exclusión social de todos los países. La mujer en su condición de pobre pasa a ser la pobre entre los pobres.
A pesar de la intervención de la Cooperación al desarrollo y de todas las Declaraciones de principios y Cumbres Mundiales de todo tipo en las que se consagra y se reconoce el derecho humano a la igualdad ante la ley y a la no discriminación, los hechos demuestran que los derechos de las mujeres no han sido percibidos, reconocidos y defendidos a lo largo de la historia como derechos humanos. Los diagnósticos e investigaciones realizadas subrayan que, a pesar de que exista una igualdad de derecho, se da la desigualdad de hecho con una brecha radical. Las mujeres no han accedido a la igualdad ni a la libertad de la misma manera que los hombres; las pautas sociales y culturales que discriminan a las mujeres han sido recogidas por las instituciones jurídicas y políticas. El derecho y la ley se han encargado de hacer que parezca "natural" la obediencia de la mujer al marido, el trabajo doméstico a cargo de la esposa, el hogar y las tareas que allí desempeña como lugar de la mujer
La mujer padece violencia y es víctima de la exclusión, pero también puede decirse que es víctima de la esclavitud a la que está sometida. Millones y millones de mujeres y niñas, por el mero y exclusivo hecho de serlo, sufren de estas violencias. Al menos una de cada tres mujeres ha sido apaleada, obligada a entablar relaciones sexuales bajo coacción o maltratada de alguna manera. Estos datos y muchos más se encuentran en los informes de Naciones Unidas. También hay que tener en cuenta la violencia de la pobreza a la que están sometidas las mujeres de los países del Sur. No tenemos más que consultar los índices del bienestar humano para constatar que quienes llevan la peor parte son las mujeres. (Informe Estado de la Población Mundial 2000. Vivir juntos en Mundos separados. Hombres y Mujeres en tiempos de cambio)
Hasta hace unos años los problemas de la pobreza se homogeneizaban desde una lectura de estratificación social, subsumiendo la desigualdad de la mujer en un campo generalizado de desigualdades. Ahora se habla de la creciente feminización de la pobreza y se ubica a la mujer como la pobre entre los pobres. Según los informes del PNUD las mujeres representan el 70% de la población pobre del mundo. Las desigualdades en educación siguen siendo flagrantes, pues las dos terceras partes de los adultos analfabetos del mundo, o sea 565 millones de personas, son mujeres que en su mayor parte viven en las regiones en desarrollo de África, Asia y América Latina. A escala mundial la escolarización de niñas es inferior a la de los niños. Una de cada cuatro niñas no asiste a la escuela mientras que en el caso de los varones es uno de cada seis. Las mujeres solo reciben el 10% de los salarios del mundo y poseen el 1% de las propiedades del mundo. En el ámbito público su representación es aún muy deficiente: solo el 13% de los parlamentarios de todo el mundo son mujeres.
Los datos críticos que nos ofrece último Informe del FNUAP (Fondo de Población de las Naciones Unidas) sobre "El Estado de la Población Mundial 2000" permite concluir que la desigualdad de género menoscaba la plenitud individual de las personas y frena el desarrollo de los países y la evolución de las sociedades, en detrimento tanto de las mujeres como de los hombres. La condición de ciudadana de segunda clase de la mujer entraña un costo financiero y social que atenta contra el desarrollo sostenible.
La igualdad de género en el acceso a la distribución de la riqueza, del poder y del conocimiento, es un problema que lejos de verse atenuado parece aumentar en el contexto de las sociedades neoliberales y globalizadas. La vinculación que existe entre mujeres y pobreza no es de hoy, data de antiguo. Sin embargo el fenómeno denominado feminización de la pobreza se asocia a la crisis mundial de las dos últimas décadas que ha tenido como principal característica la visibilidad del aumento de los índices de pobreza en la población femenina en particular.
Hablar de feminización de la pobreza es reconocer la desproporcionada representación del sexo femenino entre los pobres comparada con la de los hombres. Los dos elementos básicos del concepto de feminización de la pobreza son: un predominio de las mujeres entre los pobres y el impacto no fortuito, con sesgo de género, de las causas de la pobreza.
Revertir esta tendencia hace ineludible un modelo de intervención, con una cooperación que promueva un desarrollo en equidad y democracia que actúe conscientemente sobre estas diferencias en forma intencional. Hay que defender el enfoque de género no sólo desde el lado de la equidad, de la ética, de la cultura y de los derechos sino desde el lado de la democracia. No podemos seguir admitiendo que más de la mitad del mundo esté excluida -no sólo por el número, sino como asunto democrático, como parte del gobierno de las mayorías- de la autorepresentación de las propias mujeres.
Abordar un trabajo de desarrollo en esta perspectiva significa:

-Modificar la posición de desigualdad y subordinación de la mujer en relación a los varones en los campos económico, político, social, cultural y étnico.
-Abordar también los aspectos referidos a la condición de la mujer que tienen que ver con sus ingresos, salud, vivienda, a fin de mejorar las condiciones de su vida cotidiana.

 

3. APUNTES SOBRE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS CONCEPCIONES DE LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN EL DESARROLLO, DESDE UNA PERSPECTIVA LATINOAMERICANA

Los enfoques de política hacia las mujeres en los países del Sur reflejan los cambios en las políticas macroeconómicas respecto al desarrollo, así como los cambios en las políticas estatales hacia la mujer. Los diferentes enfoques surgen y operan respondiendo a los contextos económicos-políticos y a los cambios de las políticas de las agencias financieras.
En la primera década del desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial, Naciones Unidas promovió su enfoque de "bienestar" que presuponía que la modernización tendría efectos multiplicadores y que el crecimiento económico revertiría el empobrecimiento de gran parte de la población. Esta época se caracterizó por la invisibilidad de las mujeres en los procesos de desarrollo.
En los años 70, creció en América Latina la preocupación por los derechos humanos en un contexto de dictaduras militares en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, El Salvador, Guatemala y Nicaragua o en situaciones de violencia generalizada, guerra sucia, como en Perú y Colombia. En estos contextos los movimientos de derechos humanos tuvieron como prioridad en sus prácticas los derechos civiles y políticos en consecuencia los derechos de las mujeres quedaron todavía excluidos en la medida en que éstas se mantenían en el mundo "privado". Sin embargo durante los años de mayor represión, los movimientos de derechos humanos de América Latina tuvieron como militantes a muchas mujeres en su calidad de familiares, compañeras o madres de víctimas.
Ya en los contextos de transición hacia las democracias, la acción de las mujeres surgió de manera nítida como un movimiento aparte con sus propias reivindicaciones, su propia perspectiva que fue adquiriendo una identidad colectiva desde la cual se empezaron a denunciar las condiciones de desigualdad, discriminación y violencia que circundaban la vida de las mujeres. La búsqueda de una mayor participación de la mujer se enmarcaba dentro del objetivo de alcanzar el reconocimiento de los derechos de las mujeres como parte de los derechos humanos. Fue entonces cuando las mujeres salieron de la invisibilidad y el silencio en que habían estado sumidas, para extender sus roles tradicionales de madres, esposas y amas de casa y participar en la defensa de los derechos humanos.
El restablecimiento de la democracia formal y los procesos de pacificación que se dieron en los distintos países facilitó un inicio de articulación entre movimientos feministas y los de derechos humanos lo que permitió avanzar:

En el desarrollo de una identidad colectiva desde donde desvelar la desigualdad, la discriminación y la violencia hacia las mujeres.
En ganar nuevos espacios de participación con la aspiración de alcanzar el pleno ejercicio y goce de sus derechos ciudadanos, así como de sus derechos humanos.
A mediados de los años 70, con la estrategia de "crecimiento con equidad" de Naciones Unidas, se centró la atención en la satisfacción de las necesidades básicas para mejorar el nivel de vida de los sectores pobres. En esos años se dio inicio a la Década de la Mujer. Y es entonces cuando la mitad femenina de la población latinoamericana que había permanecido oculta y sometida a evidentes situaciones de discriminación, violencia y desigualdad, salió del anonimato y comenzó a visualizar la posición clave de las mujeres en el desarrollo.
Por otra parte los Organismos Internacionales empezaron a preocuparse de las mujeres por el crecimiento demográfico y pusieron en marcha programas de control de la fertilidad. En aquel entonces se valoró a las mujeres sobre todo como madres y esposas identificándolas en sus roles reproductivos. A pesar de reconocer a las mujeres como protagonistas en los planes y programas de control de natalidad, se les siguió considerando como "beneficiarias" de proyectos de desarrollo y no tuvieron otra participación que la de ser receptoras de alimentos y servicios. Las mujeres fueron consideradas como agentes económicos para atender a sus "intereses prácticos" pero nada cambió en las relaciones de poder al interior de la sociedad y de la familia, dejando de lado los "intereses estratégicos de género". El crecimiento con equidad y el enfoque de eficiencia no tuvieron en cuenta la ciudadanía de las mujeres, ni la mejora de las relaciones de poder dentro de la familia.
En aquella época se empieza a organizar una corriente de trabajo y activismo de los movimientos feministas que trabajaban en las agencias de cooperación para analizar y revertir los efectos desastrosos de la planificación del desarrollo. Surge así lo que se llama la corriente de "Mujeres en el Desarrollo" (enfoque MED). Esta tendencia tiene como supuesto principal que las mujeres han estado excluidas del desarrollo y su objetivo es integrarlas, hacerlas visibles con el fin de contar con sus potencialidades e integrarlas en las políticas de desarrollo. Sin embargo este enfoque consideró a las mujeres aisladamente, buscando soluciones parciales y señalando sus necesidades a través de intervenciones específicas o en proyectos con un "componente" de mujer. Las acciones estuvieron enmarcadas en enfoques tradicionales reforzando sus roles genéricos, el reproductivo y las actividades productivas tradicionalmente femeninas, sin cuestionar la división social del trabajo. La primera etapa estuvo centrada en la defensa del bienestar y en la búsqueda de mejores condiciones materiales de las mujeres. Los proyectos de generación de ingresos fueron una de las consecuencias más importantes de esta etapa. La mujer en este marco fue considerada como un objeto receptor de ayuda persistiendo su marginalización política de las opiniones y excluida de las políticas y procesos de desarrollo. Se dio lo que Erika Marke(1989), llama la "feminización del desarrollo", que permitió incrementar la productividad en las áreas económicas consideradas tradicionalmente como femeninas pero no erradicar la subordinación y explotación de las mujeres para generar más justicia.
En los años 80, con el deterioro de la economía mundial y la recesión económica de los países en desarrollo, se da un fuerte contraste entre la progresiva expansión del interés por el tema de la situación de las mujeres y el creciente deterioro de las condiciones de vida de la mayor parte de las poblaciones del Sur, muy en especial en las mujeres. Las estrategias de "lucha contra la pobreza" de las Agencias Especializadas de Naciones Unidas y de la Cooperación Internacional ligaron las desigualdades económicas entre hombres y mujeres con la pobreza y no con las asimetrías entre los géneros y la subordinación a la que está sometida la mujer. Surge dentro de la corriente "Mujer y Desarrollo", el llamado "enfoque de eficiencia" que promovió una mayor participación económica de las mujeres. Las estrategias se orientaron a movilizar a las mujeres y a unirlas en cooperativas y otros tipos de grupos asociativos para desarrollar proyectos productivos. Se puso el acento en las actividades económicas de las mujeres y la generación de ingresos pero sin formar una conciencia crítica que permitiera relacionar la situación de la mujer con causas estructurales de desigualdad o con temas de distribución de poder para promover una estrategia de cambio de su posición social.
Poco después las organizaciones feministas de los países del Sur comenzaron a cuestionar las estrategias de desarrollo y lo adecuado de centrarse sólo en las mujeres. La red de mujeres del Sur DAWN-MUDAR en el informe presentado en el Foro Alternativo de las Mujeres en Nairobi (1985) expresó explícitamente que "el feminismo es un movimiento político... con el compromiso de quebrantar las estructuras de la subordinación genérica y una visión de la mujer como participante plena e igual al hombre en todos los niveles de la vida social".
Nace así el nuevo enfoque de "Género en el Desarrollo" (GED). El objetivo de esta tendencia es el cambio de las relaciones asimétricas e injustas entre mujeres y hombres y la mejoría de todas las personas y de la sociedad en su conjunto, tanto en términos materiales, como físicos y emocionales con el fin de lograr la plena ciudadanía y la democracia social. Incorporará más explícitamente en el debate la importancia de las relaciones de poder, del conflicto y las relaciones de género para entender la subordinación de las mujeres con el objetivo de promover el mayor acceso de las mujeres al poder que permita mejorar su posición social y aumentar su autoestima.
Los movimientos feministas del Sur intensifican a partir de este momento su cuestionamiento sobre el carácter inmutable de las desigualdades y de un modelo de desarrollo que sigue manteniendo a la mujer en un estado de subordinación. El modelo alternativo que proponen promueve las capacidades humanas en un marco de relaciones justas entre mujeres y hombres. Las mujeres no son vistas ya como sectores vulnerables o productoras de recursos económicos, sino como agentes activas del cambio que deben ser tenidas en cuenta en todas las fases del proceso de desarrollo y participar en la toma de decisiones que les afectan.

 

4. HACIA EL EMPODERAMIENTO DE LA MUJER

Tener en cuenta no sólo los "intereses prácticos" sino también los "intereses estratégicos de género" tiene que ver con la superación de la subordinación femenina, con la participación en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluyendo la participación en los procesos de toma de decisión. Si esto no se da los procesos de desarrollo seguirán siendo un fracaso.
La Conferencia de Beijing (1995) marcó un nuevo hito. Los movimientos feministas dan un paso más hacia lo que llaman la estrategia del empoderamiento (del inglés "empowerment") para superar la marginación de las mujeres. Esta estrategia tiene como meta que las mujeres logren mayor poder en todos los ámbitos de la vida social y familiar y en el ámbito político, fortaleciendo sus capacidades y su protagonismo.
Virginia Vargas, una de las promotoras peruanas de esta tendencia en América Latina, subraya la importancia que tiene el llegar a fortalecer las capacidades y el protagonismo de las mujeres desde el empoderamiento. No habla de poder en términos de dominación del otro, sino en términos de potenciación de la autoestima de las mujeres, de la mejora de su posición social y su capacidad para influir en el proceso de transformación de las estructuras sociales. Para ello es importante la noción de "autonomía" como poder para controlar la propia vida, derecho a elegir y a participar. El empoderamiento es un proceso social que promueve la participación de las personas, las organizaciones y las comunidades para tomar el control sobre sus propios destinos. Vargas sostiene que la mayoría de las políticas de desarrollo que hasta ahora se han impulsado no benefician integralmente a las mujeres y en algunos casos hasta las perjudican pues no tienen en cuenta que las desigualdades de poder entre los géneros les crean condiciones desventajosas a la hora de acceder a los beneficios y recursos del desarrollo. Hasta el momento, pese a los esfuerzos realizados son contadas las intervenciones a favor del desarrollo que han afrontado adecuadamente las diferencias de situaciones, papeles, responsabilidades, necesidades, oportunidades, prioridades existentes entre mujeres y hombres, tanto en el acceso a servicios básicos como en la toma de decisiones o en el control de los recursos económicos.
Esta perspectiva es fundamental cuando estamos trabajando por un desarrollo sostenible que requiere un especial énfasis en el fortalecimiento de la sociedad civil, basado en la participación de todas, en la democratización de las relaciones sociales y las de género así como la defensa de los derechos humanos. Esto incluye una política específica de género para lograr la participación de todoas y oportunidades para grupos tradicionalmente excluidos, como las mujeres.

 

5. LA MUJER QUE VIENE: PROPUESTAS Y ALGUNAS TENDENCIAS QUE ESTÁN EN MARCHA

En las puertas del año 2001, la sociedad mundial es testigo del proceso de protagonismo creciente e irreversible de la mujer en los procesos de desarrollo. En las últimas décadas la contribución reivindicativa de los movimientos feministas se combina con la presencia creciente de las mujeres en diferentes ámbitos de la actuación pública.
Está en marcha irreversiblemente el proceso de empoderamiento que permite que la mujer viva desde su autoestima el derecho a su autonomía. Autonomía entendida como poder para controlar su vida, con posibilidad de expandir sus potencialidades, de elegir en la vida y participar activamente en el cambio social y político.
En este proceso de reivindicaciones y luchas de la mujer latinoamericana en el inicio del siglo XXI podemos señalar algunas tendencias :

1. La mujer que viene no sólo busca una mayor equidad en la educación sino que quiere contribuir a un conocimiento transformador, a un conocimiento basado en valores, donde el conocer, sentir y captar la realidad se haga desde la perspectiva de la mujer.

Como sostiene Xavier Gorostiaga: "La recuperación del rostro femenino de la realidad... buscando una igualdad con equidad que supere la raíz del machismo del sistema patriarcal en la organización del poder, como visión del mundo y sentido de la vida. Equidad radical para ver y comprender la realidad desde la otra cara del ser humano, la cara femenina", UCA 1997) Investigadoras y académicas de América Latina caminan hacia la democratización del conocimiento desde la mujer como factor crucial para la democratización del poder lo que podría ser un factor determinante para la reforma y transformación del sistema educativo y la universidad. La recapitalizacion del conocimiento desde una dimensión cultural es uno de los retos fundamentales porque tiene que ver con el cambio de la subjetividad y de los sentidos comunes.

2. La mujer que viene quiere ejercer plenamente su derecho ciudadano.

Aida Naranjo, Asesora de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres del Perú, sostiene que la mujer que viene tiene rostro de ciudadana y no sólo de clienta electoral. Reconocer, crear las condiciones necesarias y otorgar el papel de agentes de cambio a las mujeres es un reto importante en el siglo XXI. Así lo subraya Amartya Sen, Premio Nóbel de Economía, defensor acérrimo de la importancia que tiene en un mundo de opulencia y desigualdades defender las libertades y la defensa de los derechos destinados a promover las iniciativas en las mujeres, y su participación como ciudadanas de pleno derecho en los diferentes esferas del poder político.
A partir de los años 90 se da un énfasis muy fuerte en todo lo que era la consolidación de la ciudadanía política de las mujeres (ley de cuotas, negociación con los Estados). " Debemos llegar a tener movimientos ciudadanos con mujeres y hombres donde estén todos los sectores que buscan la transformación, esto robustecerá las democracias," subraya Virginia Vargas. El fortalecimiento ciudadano de la mujer tiene experiencias interesantes a nivel del poder local. Es de destacar la participación de las mujeres en los Municipios en Bolivia con la ley de participación ciudadana. En Ecuador hay también experiencias interesantes en los diferentes cantones. Las mujeres han levantado sus propuestas y las han planteado a los Municipios: mujeres rurales, mujeres campesinas, indígenas. Existen mujeres indígenas, las mujeres negras, con movimientos pujantes que ya no quieren seguir siendo beneficiarias sino agentes de cambio. Ellas son las que están tomando la iniciativa en los Municipios del Perú con el apoyo de algunas ONGs.
Hay experiencias en la región andina y en Chile, a nivel comunal, municipal y nacional de la participación de las mujeres en los presupuestos participativos con perspectiva de género. Esto es bien interesante. Primero porque los presupuestos participativos han sido una experiencia pequeña pero que se ha dado en diferentes lugares de América Latina. La mirada de los presupuestos con perspectiva de género tiene una doble virtud. Primero desarrollar miradas de rendición de cuentas, de transparencia y exigencia a los gobiernos. A nivel Municipal, además de eso, está el tema del poder, es empoderar a las mujeres sobre todo las que llegan a nuevos cargos. Esto se da ya en Chile, México, Uruguay, Brasil tanto en Municipios rurales como urbanos. Esto nos indica por dónde van las búsquedas para consolidar esta nueva posibilidad que tienen las mujeres de utilizar sus derechos, ya no solamente en beneficio de sus propias reivindicaciones sino en beneficio de una propuesta colectiva más democrática que incluya el enfoque de género. Esto da una herramienta interesante a este otro grupo de mujeres que están llegando a tener algunos niveles de poder político a partir de mecanismos como el de las cuotas a nivel de elección municipal, cuotas a nivel de elecciones nacionales. Por ejemplo en Perú el número de regidoras que hay en este momento a partir de las cuotas, ha pasado del 5% al 28%. Igual ha pasado en Ecuador. En todos los países que han tenido cuotas ha sido significativa la presencia en el poder local. El reto está ahora en cómo fortalecer y consolidar esta presencia de la mujer con perspectiva democrática, dándole las herramientas y estrategias que afirmen su cuota de poder y su accesibilidad democrática.

3. La mujer que viene reivindica su autonomía económica.

Tanto Aída García Naranjo como Virginia Vargas, peruanas expertas en género, subrayan que la mujer latinoamericana del siglo XXI no se contenta con la vieja estrategia de satisfacción de las necesidades básicas aunque sea también necesario atenderlas, sino que promueve nuevas estrategias productivas y de ciudadanía que superen las estrategias de mera subsistencia.
Hasta ahora los derechos económicos y sociales de las mujeres fueron derechos que aparecieron y se afirmaron con menos fuerza que los derechos políticos. Ahora se está pagando el pato con lo que está pasando: la utilización de las mujeres por parte de ciertos partidos políticos como ocurre en el Perú. Por eso dentro de una nueva mirada hay que tratar de articular las dos dimensiones y subrayar la absoluta importancia de la dimensión económica para poder conseguir el empoderamiento de la mujer. Hay muchos intentos y reflexiones feministas, especialmente por parte de las economistas feministas, que ya no solamente dicen que hay que revalorizar lo que las mujeres hacen en lo privado sino que elevan nuevas categorías, la categoría de la economía reproductiva por ejemplo. Junto a la economía productiva, al mismo nivel y con el mismo énfasis, están poniendo la economía reproductiva (social y física) que tiene que ver tanto con el trabajo de la mujer dentro del hogar como con lo que trabaja a nivel comunal y colectivo. En los últimos años, algunas investigaciones han demostrado con mucha claridad que, en relación con la atención dirigida al bienestar de las mujeres, operan con fuerza algunas variables como la capacidad de procurarse una entrada de dinero independiente, de encontrar un empleo fuera de la casa, de tener derechos sobre la propiedad, de leer y escribir, de participar con conocimiento de causa en la toma de decisiones externas a la familia.
En estos años, aunque todavía en pequeña escala, se está intensificando la recuperación de la lucha por los derechos económicos y sociales. Es evidente que allí donde la mujer tiene capacidad para obtener ingresos, tiene un papel económico que desempeña fuera de la familia, sabe leer y escribir, llega a un nivel superior de educación y accede al derecho de propiedad, la mujer ha crecido en poder y en independencia. El aumento de poder -su independencia económica así como su emancipación- puede tener consecuencias trascendentales para las fuerzas y los principios organizativos que rigen las divisiones en el seno de la familia y en la sociedad en su conjunto. La mujer que viene tiene un rostro de mayor empoderamiento, de mayor autonomía a partir no sólo del discurso sino también de una base económica y de mayor autoestima que le permitirá enfrentar incluso la violencia doméstica. El tema de la violencia contra la mujer está vinculado muchas veces a la dependencia económica y no sólo a la cultural.
En este proceso es fundamental el tema del empleo. Es evidente que la educación es necesaria para la viabilidad de las nuevas estrategias pero en el campo de la producción es central el derecho al empleo y a la independencia económica para la mujer. La autonomía económica sólo se consigue vía el acceso al empleo, a la propiedad, al crédito y a la justicia económica. Es lo que va a definir a la mujer que viene. La mujer que viene va a entrar, ya ha entrado, en la lucha por su autonomía económica basada en la reivindicación de la justicia económica y con propuestas para el acceso al empleo. En América Latina se ha dado ya el aumento en el empleo. Las mujeres en el Perú estaban hace unos años en una tasa de acceso al empleo del 29% y hoy superan el 40%. En el caso de los trabajadores informales, la tasa de participación femenina es enorme. En el comercio ambulatorio se ubica en el 85%. Pero siempre dentro de la marginalidad económica.

4. En los años que vienen hay que seguir reforzando la generalización y validación de las experiencias de las mujeres en sus estrategias productivas frente a las estrategias de subsistencia que aun se siguen promoviendo en algunos casos desde la cooperación internacional.

Sin embargo el enfoque productivista no basta para la mujer que viene. Tiene que darse un enfoque integral vinculado al tema de la autonomía económica y al tema de la ciudadanía. Esto implica un nivel de corresponsabilidad también en las relaciones familiares, en el terreno del ámbito doméstico. Tiene que haber una redistribución de la carga familiar y una nueva asunción de roles domésticos en los varones como estrategia integral.

5. Establecer mayores conexiones con las nuevas generaciones.

Mirando hacia el futuro una de las cosas fundamentales, un reto para ver hacia dónde vamos, es ver por dónde se están moviendo las jóvenes. Los movimientos feministas y los movimientos de género son movimientos que no han logrado establecer conexiones claras con lo que las nuevas generaciones plantean o piensan. Virginia Vargas señala esta dimensión como "uno de los retos para saber hacia dónde vamos. Una de las cosas que a mí me parecen interesantes, que nosotras no lo tuvimos, que tuvimos mucha resistencia a ello, es este intento de las jóvenes de incorporar también a los hombres en su reflexión y en su lucha. El piso del que parten es diferente. Nosotras partíamos de un piso de total afirmación frente a esos tipos que no eran capaces de ceder un ápice. Los jóvenes de ahora, mujeres y hombres, están ya permeados por la lucha de 30 años de las mujeres. Yo he estado haciendo entrevistas con las jóvenes de Bolivia, Ecuador, Perú y todas ellas señalan como uno de los elementos importantes que quieren tener sus propios espacios, sus propias luchas pero quieren básicamente comprometer a los hombres en esta lucha y no dejarlos simplemente aislados. Y de ahí surgen todos los estudios de la masculinidad que comienzan a dar elementos interesantes. Es una nueva apertura, cómo le afecta a los hombres la confrontación de roles. Los roles que tuvieron hasta ahora no son los mismos, las condiciones han cambiado. Por eso es importante la reflexión de la masculinidad como visión crítica de los hombres a su rol pero también para saber cómo les está afectando la modificación de este rol, el cambio del poder, el tener que compartir mucho más que antes. Hay todo un aprendizaje ciudadano y personal en esto que es importante".
Llegar a la democracia de género es un proceso liberador ya en marcha. Supone una transformación democrática de los roles en una perspectiva de construcción de espacios y de propuestas más amplias y colectivas en las que mujeres y hombres, en pie de igualdad, aportemos nuestra colaboración para superar la discriminación en las relaciones de género y construir una ciudadanía planetaria sin exclusiones de ningún tipo.

 

REFERENCIAS

1 Es conveniente recordar que el concepto de género es una elaboración analítica que empieza a tomar mayor relevancia en el discurso feminista en los años 80 aunque el concepto empezó a elaborarse en los años 50. El concepto sexo hace referencia a las diferencias anatómico-fisiológicas entre mujeres y hombres en tanto que género se refiera a las características socioculturales que una sociedad atribuye a mujeres y hombres en virtud de sus diferencias biológicas. Sexo y género no son entonces conceptos equivalentes.

 

 

Revista Vitral No. 44 * año VIII * julio-agosto 2001
Mercedes Ruiz-Giménez Aguilar
Experta en Cooperación para el Desarrollo. Colabora con las ONGDs InteRed y AIETI. Madrid.