Revista Vitral No. 44 * año VIII * julio-agosto 2001


ECUMENISMO Y MISIONES

 

EL CAMINO HACIA LA UNIDAD

P. OSCAR GALCERÁN

 

 

En el recién concluido Consistorio1 , al hacer un balance del Año Jubilar durante el primer día de sesiones, el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité Vaticano para el año santo, constataba que uno de los pocos sueños del Papa para el Jubileo, que se quedaron en el tintero, fue la celebración de un encuentro pancristiano de representantes de todas las confesiones e Iglesias. Al decir esto sólo se hacia eco de los sentimientos ecuménicos que han motivado a este Papa a realizar variadas acciones encaminadas a lograr la tan deseada unidad de los cristianos.
Y al día siguiente, cuando el cardenal Cormac Murphy O'Connor, arzobispo de Westminster, Londres, cogió la provocación al vuelo y en su intervención, propuso: "¿por qué no hacer ahora ese encuentro?", estaba reflejando los nuevos aires ecuménicos que - desde el Concilio Vaticano II - soplan en la Iglesia e irrumpen en el nuevo milenio para conquistar la unidad en la caridad. Y dado que Gran Bretaña es un auténtico laboratorio del diálogo ecuménico, ofreció la acogida de su país para celebrar esta cumbre tan deseada por Juan Pablo II. No lo dijo, pero - dicen los que saben y ante quienes me inclino con respeto - sin duda la iniciativa sería vista con buenos ojos por la Reina de Inglaterra2

 

El Concilio Vaticano II: puerta y camino a la unidad

 

Razones para la unidad
No se trata de decir que "todas las Iglesias son iguales porque todas buscan el bien de la humanidad", ni que "lo mismo da una religión u otra porque todas presentan al absoluto, quien es capaz de saciar el ansia de felicidad del hombre". Relativizar el valor de las distintas Iglesias cristianas o de las distintas religiones3 no es el camino de la unidad, sería diluir la identidad propia de cada una en una especie de nebulosa sin definir, sería - dicho en cubano - "meter todo en un mismo saco", lo que podría dar la impresión de unidad, pero no dejaría de ser una hermosa caricatura - caricatura al fin y al cabo -, un modelo de uniformidad en la que todos perderían su identidad, particularmente la Iglesia Católica que se destaca por tener a Cristo como su fundador.
La primera - y, en verdad, suficiente - razón para la unidad es el deseo expreso de Jesús hecho oración, junto a sus apóstoles, en la última cena: "No ruego sólo por ellos (los que me diste), sino también por los que crean en mí a través de su palabra. Que todos sean una sola cosa; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean una sola cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí." (Jn 17, 20-21).
La segunda, tercera y N+1 razón no es más que prolongación de la primera. "La realidad de la división se produce en el ámbito de la historia, en las relaciones entre los hijos de la Iglesia, como consecuencia de la fragilidad humana para acoger el don que fluye continuamente del Cristo-Cabeza en el Cuerpo místico"1 . La división de nosotros, los cristianos, ha sido un testimonio terriblemente anti-evangélico. De frente al mundo ateo, hemos hablado de caridad cristiana - y con razón, hemos de hacerlo - pero en la Historia de la Iglesia, en nombre del amor de Dios, nos hemos matado unos a otros. De frente al mundo no evangelizado, hemos empañado las hermosas páginas de la Historia de las Misiones, cuando católicos y protestantes - quienes, con una generosidad admirable, sacrificaron sus vidas porque escucharon el mandato de Jesús2 a favor de la extensión del Reino - hemos presentado a un Cristo dividido, mutilado, empobrecido. De frente a la Humanidad toda, ¿cómo explicar la cantidad de mártires cristianos - testigos del Invisible - que dieron su vida por Aquel que les dio el mandamiento del amor y, sin embargo, lo hicieron desde trincheras opuestas o al menos distintas y distantes?.

¿Qué es el Ecumenismo?
El término ecumenismo deriva de la palabra griega oikoumene, la cual hace referencia al mundo habitado en el que coexisten diversos pueblos, con diversidad de lenguas y culturas, teniendo en común, sin embargo, la misma humanidad. En la literatura cristiana primitiva se amplía a la acepción de la Iglesia universal o a la de los usos y doctrinas eclesiales con validez universal; por eso los concilios que hablan en nombre de toda la Iglesia serán llamados concilios ecuménicos.
Es a mediados del siglo XIX, en ambientes protestantes de Inglaterra, cuando se utiliza el termino más para expresar un espíritu, una actitud personal que una realidad geográfica universal. A principios del siglo XX, comienza a usarse como la relación amistosa entre Iglesias, con la finalidad de promover la paz internacional, el intento de unión de varias Iglesias, o incluso el deseo de gestar un espíritu de cercanía entre los cristianos de diversas confesiones.
Sólo a partir del Concilio Vaticano II (1962 - 1965), la Iglesia Católica-Romana - movida por esa corriente subyacente de la gracia, que había ido suscitando en su seno un ardiente deseo de unidad - acepta su incorporación al movimiento ecuménico que, según reconocieron los Padres conciliares, había "surgido por impulso del Espíritu Santo". Y en el Decreto sobre el ecumenismo afirman: "Puesto que hoy, en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo, se hacen muchos intentos, con la oración, la palabra y la acción, para llegar a aquella plenitud de unidad que quiere Jesucristo, este sacrosanto Concilio exhorta a todos los fieles católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica" (UR 4)1


El ecumenismo, fruto del diálogo
Se puede hablar mucho sobre un tema que aún es poco conocido - y quizás todavía poco apreciado - en diversos sectores del mundo cristiano; pero, sin pretender agotar el tema, he recogido diversos testimonios que nos aproximan a una definición: "Es la búsqueda de la unidad a pesar de las diferencias", "El esfuerzo que hace la Iglesia para buscar puntos en común para la unidad en Cristo" me han dicho dos seminaristas del primer año de Filosofía del Seminario San Carlos y San Ambrosio; "El ecumenismo comienza cuando se admite que los otros - y no solamente los individuos, sino los grupos eclesiásticos como tales - tienen también razón, aunque afirmen cosas distintas que nosotros; que poseen también verdad, santidad, dones de Dios, aunque no pertenezcan a nuestra cristiandad. Hay ecumenismo cuando ... se admite que otro es cristiano no a pesar de su confesión sino en ella y por ella" (Yves Congar2 )
El ecumenismo es ese esfuerzo de unidad entre quienes profesamos una misma fe trinitaria, revelada por Jesucristo, y asumida, vivida y proclamada desde el amor a Dios, como centro de nuestra existencia y por encima de todo, y al prójimo, como Él nos ha amado: hasta entregar la vida. Unidad, que sólo desde el diálogo sereno y sincero puede construirse; diálogo basado en el respeto al otro, a su dignidad y su libertad, que echa sus raíces en la caridad de Cristo. El diálogo es camino bordeado de árboles frondosos, que refresca al caminante, es punto de encuentro con un amigo; es como el soplo del Espíritu: no se ve, no se oye, no se palpa, pero debe estar detrás y delante de cualquier intento de acercamiento al "otro", a todo "otro".
Sin diálogo no hay ecumenismo posible.

El Ecumenismo es posible
Con el Evangelio de Jesucristo en la mano, la Iglesia quiere entrar en diálogo franco y fraterno con las distintas denominaciones cristianas - las cuales poseen el mismo Evangelio y no otro, la misma fe en Jesucristo, Señor de la Historia, y la misma herencia salvífica - para, arrodillados ante la Cruz, pedir perdón a Dios y a los hermanos por tantos siglos de incomprensión y pecado3 . Es, desde un proceso de conversión permanente, que podremos tender la mano, fruto de una mentalidad y un espíritu ecuménico totalmente renovado.
Este proceso de conversión no significa que "nos metamos" todos en una misma Iglesia, la mía, la tuya o una distinta totalmente nueva. La conversión es llamada de Dios a todos los cristianos para ser mejores cristianos; es invitación que Él nos hace para que volvamos a los orígenes apostólicos de nuestra fe.
De ahí que la búsqueda de la unidad se convierte en vivencia profunda de la fe personal y comunitaria, salvando la propia identidad, a fin de que en el tronco de la fe común broten las ramas llenas de vida y de frutos de las distintas Iglesias, que den sombra y alimento abundante al hombre de hoy, caminante sediento en busca de eternidad.

 

Referencias

1 El Consistorio es el encuentro de todos los Cardenales de la Iglesia Católica, quienes habitualmente se reúnen de esta manera para la elección de un nuevo Papa y para algunas ocasiones especiales. Los Cardenales son los colaboradores directos del Papa para el gobierno de la Iglesia, aunque normalmente no se reúnan de esta manera; realizan sus funciones de manera personal o en encuentros regionales, como los recientes Sínodos por continentes. Este Consistorio ha sido convocado, de manera extraordinaria, por el Santo Padre para reflexionar juntos y ayudarle a definir el rumbo de la misión de la Iglesia en el nuevo milenio.
2 Este análisis lo encontré en la agencia de noticias ZENIT, Servicio diario -22 de Mayo de 2001.
Nota: La Iglesia Anglicana surge por la reforma de la Iglesia Catolica en Inglaterra en el siglo XVI; desde entonces el rey es la autoridad máxima de esa Iglesia
3 Hacer una distinción, quizás innecesaria para el lector más entendido - perdóneme entonces por tanta palabrería - me parece oportuno en este momento: Iglesias y confesiones cristianas son aquellas que creen en Jesucristo, Hijo único de Dios, Dios mismo y Señor, uno con el Padre y el Espíritu Santo; las religiones son la manera en que los hombres buscan a Dios y se congregan según un "fundador" y con un cuerpo doctrinal más o menos elaborado; las grandes religiones no cristianas son Judaísmo, Islam, Budismo e Hinduismo; para las primeras se habla de ecumenismo, y para las segundas se habla de diálogo interreligioso, del cual podremos hablar en otra ocasión.
4 Carta Apostólica NOVO MILLENNIO INEUNTE del Sumo Pontífice Juan Pablo II al concluir el gran Jubileo del año 2000, firmada en Roma el 6 de enero de 2001, #48
5 "Jesús se acercó y les dijo: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"". (Mt 28, 18-20)
6 Decreto Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, aprobado el 20 de noviembre de 1964 con el siguiente resultado: 2129 Padres, 2054 votos a favor, 64 votos en contra, 6 votos iuxta modum y 5 votos nulos
7 Cardenal Yves Congar, 1905 - 1995, teólogo; llamado por el Papa Pablo VI como perito al Concilio Vaticano II - trabajó en el Decreto Unitatis redintegratio - y más tarde al cardenalato. En fecha tan temprana como 1937 - cuando en la Iglesia Catolica era impensable hablar de ecumenismo - escribió un libro titulado "Cristianos desunidos".
8 En gesto francamente desconcertante, durante el Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI pidió perdón al mundo por la desunión de los cristianos, en momentos en que estábamos acostumbrados a escuchar voces de condena y anatema. Años más tarde, durante este Año Jubilar recién concluido, el Papa Juan Pablo II, en nombre de la Iglesia Católica, ha pedido perdón por los errores del pasado, entre los que citó la dolorosa realidad de la desunión.


 

 

Revista Vitral No. 44 * año VIII * julio-agosto 2001
P. Oscar Francisco Galcerán Díaz
(La Habana, 1956) Sacerdote, Pinar del Río, 1987.Párroco de Mantua.