Ángel Santos bajó
del cielo, lleno de buenas intensiones, al universo de los hombres.Vino
a probar suerte, con un buen corazón en ristre y el don de esculpir.
Tocó a las puertas del mundo. Alguien abrió:
¿Qué desea?
He llegado para quedarme - contestó Ángel Santos.
Y mostró una imagen construida por sus propias manos, una pieza
escultórica de inaudita belleza. Era un corazón de oro,
inmenso, gigantesco, sobre un precioso mosaico tallado en mármol;
una verdadera obra de arte. Con una particularidad adicional: el corazón
latía cual si estuviese vivo, al compás de los movimientos
diastólicos y sistólicos. Por la arteria aorta salían
al espacio las notas delicadas de la "Oda a la alegría",
de la novena sinfonía de Beethoven; en cambio, por la vena cava,
un hermoso flujo de iris diseminaba el espectro de la luz refractada
que se envolvía en el cuello del tronco venoso, como si fuera
una bufanda de colores.
El centinela hizo un gesto de autodefensa "in situ", en la
suspicacia de que se encontraba en presencia de un artefacto subversivo.
Nunca había visto una escultura así, comentó el
centinela en la antesala del mundo, sobrecogido por la enorme fuerza
que aquel artificio ejercía sobre él.
Cierto - contestó Ángel Santos. Y sonrió satisfecho
de su trabajo, con gran fe en la humanidad. -Entonces, ¿estoy
autorizado a entrar?
¡No! ¡Usted está bajo arresto! - declaró el
centinela apuntándole con un arma. - ¡Si trata de escapar,
le aplicaré la "ley de fuga"
¿Bajo arresto? - se extraño Ángel Santos -, ¿ley
de fuga? Espero que usted sepa lo que está haciendo.
¡A callar! - gritó el guardián, intransigente.
De súbito, el corazón comenzó a padecer desarreglos.
Se desvaneció su musicalidad; desapareció su luz. Una
ligera taquicardia lo fue invadiendo y, al compás de la arritmia,
el mundo se fue saturando de nubes y sombras, subieron las mareas, callaron
las aves, dejaron de silbar los vientos, se ensancharon los desiertos...
-En nombre de la esperanza...-comenzó a decir Ángel Santos.
-¡Silencio, en nombre del ejército! - atajó el centínela.
Ahora la taquicardia era más severa. Las personas reñían
y morían, las naciones entraron en guerra, los océanos
se secaron, la tierra se abrió en profundas grietas y de sus
entrañas brotaba lava encendida; la capa de ozono palidecía
infinitamente...
-En nombre del futuro... intentó mediar Ángel Santos.
-¡Silencio, en nombre del poder!- Conminó el centinela.
Finalmente, el corazón sufrió un infarto masivo. Por su
arteria aorta fluía un lamento triste, semejante al de una madre
que ha perdido a su criatura; por la vena cava despedía vapor
de humo industrial, del color de una noche sin luna y sin estrellas....
Entonces, cuando el planeta dejó de girar y el mundo se detuvo,
el poeta despertó, intranquilo y sudoroso, de su horrible sueño
de realidades. Y pensando en sus quimeras de "ángel",
en sus "santos" amores, escribió un soneto que tituló:
"Por favor, pase usted".