Antoine
de Saint-Exupéry
es entre nosotros conocido por su más universal libro "El
Principito". Todavía nos sorprende su singular calidez en
el lenguaje, por la visión transparente sobre la amistad, la fidelidad,
la maravilla de la niñez cuando se conserva a través de
la pureza de los ideales. El amor a su rosa y a los atardeceres plenos
de melancolía. Se llega a amar profundamente cuando se domestica,
aún con el riesgo de sufrir un poco. Aún cuando se sufre
un poco por alguien, siempre algo queda en la vida con un sentido que
nunca había tenido, como el trigo le recordaría a la zorra
el cabello del principito. Mucho se ha escrito sobre este amigo de toda
nuestra vida, que nos cautiva para siempre una vez que se ha leído.
Pero en sus páginas palpamos la espiritualidad sorprendente de
su autor. La lectura de otro libro de este escritor -"Carta a un
rehén"- me ha acercado más aún a quien supo
vivir sus sueños al mismo tiempo comprometido fuertemente con su
realidad y la realidad de su patria y de la humanidad toda.
Su
vida
Antoine de Saint-Exupéry
nació en Lyon, en 1900. Siendo muy joven participó como
aviador en la Primera Guerra Mundial. Después de grandes proezas,
cayó con su avión en territorio enemigo y permaneció
4 años prisionero. Acabada la guerra, pasó a ser piloto
civil. Tuvo a su cargo el aeropuerto de Juby entre el Atlántico
y el Sahara. En vuelos de audacia admirable cruzó varias veces
el desierto, salvando la vida de unos aviadores españoles caídos
en Río de Oro. Atravesó el Atlántico, el Pacífico,
Los Andes, América de norte a sur. El gobierno de Francia lo
condecoró públicamente en 1930, tanto por su valor natural
como por la elegancia de su heroísmo. En Buenos Aires conoce
a su futura esposa, Consuelo, a la cual le propone matrimonio mientras
sobrevuelan la ciudad. Al desatarse el conflicto bélico de la
Segunda Guerra Mundial, exige que se le acepte como piloto de guerra
a pesar de ser mayor de edad.
Muere este hombre formidable el 31 de julio de 1944 con grados de comandante,
en una misión de reconocimiento. Fue localizado su avión
recientemente en un lugar cercano a donde hace 2 años un pescador
encontró un anillo con el nombre de su esposa.
Carta
a un rehén
Este otro libro
es difícil de describir o enmarcar conceptualmente. Sin tener
un orden o sentido aparentes, toca temas tan variados como el amor profundo
a su patria, el drama de los emigrantes, los ejes que pueden orientar
la existencia humana, su experiencia en la guerra y su amor al desierto.
Ante todo, su humanismo es el único eje esencial a lo largo de
sus páginas.
Este escritor no hace ninguna profesión de naturaleza religiosa
o filosófica. Su palabra brota naturalmente de su propia experiencia.
Asumida desde unos valores ampliamente universales, tiene sin embargo
unos valores profundamente evangélicos "cuando un hombre
quiere manifestarse plenamente, solo lo logrará con la muerte".
Este sentido de entrega y sacrificio en su vida está trazado
como un mapa en sus páginas y no es otra cosa que la consecuencia
misma de su opción, íntimamente relacionada con sus ideales,
esperanzas y sueños.
Conoció muy cerca el desierto, aprendió a amarlo, y esta
vivencia marcó fuertemente su espiritualidad. "Cualquiera
que haya conocido la vida en el Sahara, donde todo es, aparentemente,
mera soledad y desamparo, llora aquellos años, a pesar de todo,
como los más hermosos que ha vivido", "Y como el desierto
no ofrece ninguna riqueza tangible, como no hay nada que ver ni oír
en el desierto, se está constreñido a reconocer - puesto
que allí la vida interior, lejos de dormirse, se fortalece- que
el hombre está animado por solicitaciones invisibles. El hombre
está gobernado por el Espíritu. En el desierto valgo lo
que valen mis divinidades." La experiencia, pues, del desierto,
del amor a la soledad que nos hace volcarnos hacia nosotros mismos,
le imprime fuerza a su respiración interior. Fue esa cuaresma,
y durante ella aprendió a sopesar el valor de sus divinidades,
es decir, de todo lo que orienta y le anima a serle fiel a sus opciones.
Se percibe la fina sensibilidad del escritor "¡Qué
poco ruido hacen los verdaderos milagros! ¡Qué simples
son los acontecimientos esenciales!, "Lo esencial, lo más
frecuente, no tiene peso. Una sonrisa es a menudo lo esencial"
La amistad también se muestra desnuda, limpia, tremenda y es
el corazón mismo del libro, que pretende ser una declaración
de principios, casi un credo de Saint-Exupéry. El rehén
es su amigo querido, por quien sufre, quien le da sentido y valor a
su entrega y sacrificio, y lo mezcla todo maravillosamente con su sentido
de amor a su Francia dominada por la garra oscura del fascismo. "Experimentaba
la necesidad de sentir más sólidos y duraderos que yo
mismo a aquellos a quienes necesitaba para orientarme. Para conocer
o regresar. Para existir"., "La suerte de cada uno de ellos
a quienes amo me atormenta con más gravedad que una enfermedad
en mí mismo instalada. Descubro que la fragilidad de ellos me
amenaza en mi esencia.", "Tengo necesidad de ayudarte a vivir.",
"Si todavía combato, combatiré un poco por ti".
Su ideal y su vivencia de la amistad son un testimonio esperanzador
que trasciende cualquier época y viene a nacer de uno de los
momentos históricos más difíciles que ha atravesado
la humanidad. "Amigo mío, tengo necesidad de ti como de
una cumbre donde se puede respirar". "Yo, que como todos,
experimento la necesidad de ser reconocido, me siento puro en ti y voy
hacia ti. Tengo necesidad de ir allí donde soy puro".
Su profunda espiritualidad lo lleva a valorar a la persona por encima
de sus ideales políticos o su profesión religiosa. Mira
al hombre con la estatura de quien conoce a fondo la naturaleza humana.
"Nosotros, los hombres, adoptamos grandes aires, pero sabemos,
en lo secreto del corazón, de la vacilación, de la duda,
de la pena..."
En este libro, sale a relucir una dimensión política y
social del autor, que además de elevarse del plano algo más
intimista de "El Principito", está en una completa
armonía con su cosmovisión. Esto lo proyecta y su espiritualidad,
lejos de ser alienante, es tremendamente comprometida con su patria
y con el destino de toda la humanidad. Su instrumento, su escala para
valorar las sociedades y las políticas realmente tienen un alcance
universal. "¡Respeto del Hombre! ¡Respeto del hombre!...
Si el respeto del Hombre está en el corazón de los hombres,
ciertamente los hombres - siguiendo el camino inverso - terminarán
por fundar el sistema social, político o económico que
consagrará tal respeto."
Criticó con fuerza los totalitarismos "Una tiranía
totalitaria podría satisfacernos, es verdad en nuestras necesidades
materiales. Pero no somos ganado para engordar. La prosperidad y el
confort no bastan para colmarnos (...) ¡Respeto por el hombre!
¡Respeto por el hombre!... ¡He allí la piedra de
toque! Cuando el nazi respeta exclusivamente lo que se le asemeja, sólo
se respeta a sí mismo. Rechaza las contradicciones creadoras
(...) El orden por el orden castra al hombre de su poder esencial el
de transformar tanto al mundo como a sí mismo. (...) Somos, los
unos para los otros, peregrinos que a lo largo de caminos diversos penamos
con destino a la misma cita (...) Cualquiera que sea la urgencia de
la acción nos está vedado -so pema de que la acción
permanezca estéril- olvidar la vocación que ha de gobernarla.
Queremos fundar el respeto al hombre ¿Por qué nos habríamos
de odiar dentro de un mismo campo? Nadie entre nosotros tiene el monopolio
de la pureza de las intenciones. Puedo combatir, en nombre de mi camino,
el camino que otro ha elegido; puedo criticar los pasos de su razón
-los pasos de la razón son inciertos- Pero debo respetar a ese
hombre, en el plano del Espíritu, si pena hacia la misma estrella".
Está claro el pensamiento de Saint-Exupéry en cuanto al
sincero pluralismo que debe haber en las sociedades. Sin ser su libro
la constitución de un proyecto social o político, encierran
sin embargo valores profundamente éticos que sí nos permiten
valorar las diversas realidades. Su ideal político, su forma
de acercamiento al hombre de todos los tiempos es un monumento permanente
al respeto de la dignidad de la persona humana, un llamado al amor que
lleva a inmolarse, a darse a sí mismo por la libertad y la plenitud
de las personas a quienes se ama. El amor a su patria está desligado
de ataduras ideológicas. Es solo la consecuencia del amor a sus
raíces, a lo que es él mismo como hombre. "Todos
pertenecemos a Francia como ramas de un mismo árbol, y yo serviré
tu verdad como tú hubieses servido la mía(...) Se trata
de haceros libres en la tierra donde tenéis el derecho fundamental
de desarrollar vuestras raíces.(...) Las verdades nuevas se preparan
siempre en las cuevas de la opresión. (...) Y sea lo que fuere
lo que hiciéramos, no tendremos derecho a reconocimiento alguno.
No hay medida entre la lucha libre y el aplastamiento en la noche. No
hay medida común entre el oficio de soldado y el oficio de rehén.
Vosotros sois los santos."
Antoine de Saint-Exupéry fue un hombre plenamente entregado a
su época, consciente de cuánto necesitaba de él
su Francia querida. Su espiritualidad lo llevó a un compromiso
muy claro con su patria sin perder su gran profundidad y la dureza de
la época no oscureció su esperanza ni su confianza en
una humanidad mejor. Para nuestra juventud, para toda nuestra cuba del
nuevo milenio de la era cristiana, la lectura de los libros de este
hombre universal y el sólido testimonio de su vida son un llamado
al respeto por el hombre y su dignidad. También él creyó
en el mejoramiento humano.
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