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marzo-abril. año VII. No. 42. 2001

ÍNDICE

ECONOMÍA

  

 

DE AYUDA HUMANITARIA

A COOPERACIÓN PARA LA TRANSICIÓN

por MaríaCaridad Gálvez Chiú

 

     

 

 

Ayudar no siempre es tan fácil como parece. A lo mejor por eso es que muchas veces los necesitados se resisten a la ayuda. En ocasiones, afecta la dignidad del que la recibe; otras veces crea una dependencia nada sana para nadie; y otras, sencillamente, se ofrece con un fin nada ético, sólo para hacer sentir bien o servir de utilidad al que "ayuda".
En economía, donde todo parece ser una cuenta, las ayudas son un tema muy polémico. Se inserta en la eterna discusión entre la ética y la economía; pero, no obstante, llegado el momento, unos tienen el deber de ayudar y lo cumplen, y otros necesitan ser ayudados y aceptan la ayuda. De cualquier forma unos somos complemento de los otros y nadie puede vivir solo dignamente, y la solidaridad es un valor humano que llega hasta donde no llega la justicia.
En los momentos que está viviendo Cuba la solidaridad se ha convertido en noticia de primera: solidaridad de... solidaridad con...
Ayudar a alguien favorece, por lo que no debemos dificultarle la acción al que viene con buena voluntad a ayudar, es su oportunidad de darse, de hacer algo por los demás. Por otra parte, es falta de humildad pensar que no podemos aceptar la ayuda de nadie; si necesitamos ayuda debemos reconocerlo y aceptar lo que se nos ofrece. Tampoco podemos pensar que no tenemos obligación de ayudar solo porque no está establecido por decreto; la solidaridad es una obligación moral que nos humaniza; pero es importante que sepamos reconocer aquellas ayudas que crean dependencia o mal educan. Tanto los que ayudan como los que reciben el efecto de la misma deben sensibilizarse con la necesidad que tenemos todos de hacer las cosas por nosotros mismos.
Las situaciones difíciles, como la que vive nuestro país, hacen a veces aceptar cualquier tipo de ayuda, y otras se convierten en algo enfermizo al sospechar de sus intenciones. En el mundo de hoy las relaciones entre los países son cada vez más de interdependencia, de reciprocidad. Los que ayudan comprenden que necesitan de los ayudados, entre otras cosas, porque los efectos de la globalización hacen que lo que ocurre en cada país repercuta en los demás directa o indirectamente.
En esta etapa del proceso que vive nuestro país muy pocos discuten la necesidad de un cambio socioeconómico esencial en Cuba. Cuando leí la noticia de que la UNIÓN EUROPEA (UE) cambiaría su estilo para ayudar a Cuba, de una ayuda humanitaria a una cooperación que facilite la transición, me sentí verdaderamente esperanzada.
En 1996 la ayuda humanitaria alcanzó el monto de 8,6 millones de euros de los 14,4 que representó la ayuda total destinada a Cuba procedente de la UE; 10,3 millones en 1997; 9,8 en 1998 y 11,4 en 1999. Sin embargo, en el año 2000, se preveía que esta ayuda bajara considerablemente: que no superara los 2 millones de euros, de un total de 15,8 millones en que se calculaba la aportación total a Cuba.
Me pareció interesante reflexionar acerca de cómo debería ser para mí una ayuda que favoreciera la transición en Cuba y producto de esa reflexión pude concretar las siguientes ideas que me gustaría compartir, sobre todo porque puede estimular a otras personas a hacer lo mismo.

1. La ayuda para que contribuya a la transición debe ser para desarrollar la sociedad más que para paliar la situación.
Lo primero que me satisfizo fue el cambio de palabra cooperación por ayuda, porque la palabra cooperación tiene una carga comprometedora, es decir, no se trata de ayudar sino de "operar con", lo que significa que la ayuda solo será una parte de lo necesario para cualquier obra o proyecto, el que la recibe debe poner lo demás, debe comprometerse a trabajar para poder prescindir de ella alguna vez. La ayuda que necesita la economía de Cuba no es asistencial, no es de "más pescado", sino de "más pescadores". Necesitamos ayuda para fomentar el protagonismo de la persona en la economía, para que los cubanos tengamos la oportunidad de ser sujetos y no solo objetos de una estrategia económica que ni conocemos. No se trata entonces de ayudar a mantenerse a una sociedad excluyente y paternalista, se trata de desarrollar una sociedad sobre la base de la libertad y la responsabilidad. Para facilitar la transición en Cuba, según mi criterio, es necesario estimular la iniciativa privada, lo que pudiera hacerse a través de la promoción del trabajo por cuenta propia y de las organizaciones verdaderamente no gubernamentales que han logrado, en medio del bloqueo interno, existir. Es importante también promover el compromiso personal y social, exigiendo la conveniente utilización de esta ayuda, de manera que en determinado momento pueda prescindirse de ella; es decir, apoyar proyectos que sean realmente liberadores y que contribuyan al desarrollo humano integral, condición indispensable para la prosperidad de cualquier sociedad.

2. La cooperación debe contrarrestar los efectos del mercado en la inversión en Cuba con ayuda de otro tipo.
Ya sabemos que la inversión extranjera ha producido grandes diferencias sociales entre los que tienen acceso a los beneficios de esta apertura y la mayoría que no lo tiene. Si alguien quiere ayudar a Cuba debe hacerlo pensando en contrarrestar estos efectos negativos. Con la introducción de elementos de mercado en medio de un sistema excesivamente centralizado, en esta última década, los cubanos hemos sentido los efectos negativos de las fuerzas del mercado, sin la libertad de iniciativa que conlleva éste en los países de economía de mercado. Pero después de tantos años de economía centralizada podríamos caer en una sobrevaloración del mercado como solución a los problemas económicos, lo que nos llevaría irremediablemente a un liberalismo que ya ahora estamos viviendo en algunos sectores y lugares donde, por supuesto, se manifiestan signos de prosperidad económica; pero también de despersonalización y degradación moral. Una ayuda económica para Cuba que facilite la transición debe estar en el orden de contrarrestar los efectos del mercado; pudiera ser una ayuda para promover la honestidad en las personas, la solidaridad, la participación real en el proceso que vive el país sin caer en el exilio interno, la preocupación por algo más que su situación personal. Pudiera ser una ayuda que beneficiara a aquellos que por una u otra razón no pueden acceder al ambiente de la inversión extranjera ni del turismo.

3. Los intereses de los privados no tienen por qué ser los de los gobiernos.
Los inversionistas privados extranjeros pueden tener intenciones que no se corresponden con el bien de la sociedad cubana, sino sólo con su propio beneficio; pero los intereses de los gobiernos no tienen por qué ser los de los privados. No se trata de controlar las inversiones privadas, se trata de que las acciones de los gobiernos, al ayudar a Cuba, sin entorpecer los intereses de los privados, sean en otro orden, en otro sentido, de manera que equilibre el beneficio de los cubanos y el beneficio de los inversionistas. Actuando como agentes económicos o como reguladores de las relaciones internacionales, los gobiernos del mundo pueden cambiar poco a poco el estilo de cooperación con Cuba de manera que promuevan aquí lo mismo que quieren promover en sus países. Una de las maneras de facilitar la transición en Cuba, por parte de los gobiernos del mundo, sería condicionar su cooperación a una actuación ética y justa del gobierno cubano, en cualquier esfera social o económica.

4. Se necesita identificar bien las organizaciones no gubernamentales.
En Cuba hay una situación especial con respecto a las organizaciones no gubernamentales. Algunas sólo aparentan serlo; pero en realidad responden a los intereses estatales. Por eso me parece imprescindible para que la ayuda en realidad cumpla su objetivo, que se identifique bien a quién va a encargársele la administración de esta ayuda. Si ya se plantea que a través de las ONG es una vía, es importante que los que ayudan no se confundan con falsas apariencias, deben investigar y estar verdaderamente seguros de que una organización no es gubernamental, porque solo esto asegurará que los cubanos seamos sujetos de la ayuda y no solo objetos que se dejan ayudar a través de un gobierno que cree saber lo que es mejor para nosotros.

5. Considerar que no solo el gobierno es interlocutor sino también el pueblo.
Depende de a quién queremos ayudar. Hasta ahora solo el gobierno ha decidido dónde y como utilizar los recursos recibidos. Comoquiera que se pretende cambiar el estilo de ayuda, también hay que cambiar el modo de administrarla o usarla. Promover el protagonismo personal en la vida económica y social del país debe pasar necesariamente porque seamos los cubanos y no solo el gobierno quien determine la ayuda que necesitamos, en qué términos la aceptamos, cómo la vamos a utilizar, etc. Los cubanos somos también interlocutores, con quienes se puede negociar la ayuda y las colaboraciones. Además, también tenemos para aportar: nuestro compromiso, nuestro talento, nuestra disposición a servir a Cuba y al mundo.

6. Fortalecer la sociedad civil debe ser un objetivo de la ayuda.
La situación de Cuba cambiará en la misma medida en que seamos capaces de cambiarla los cubanos; pero cada cubano solo no puede hacer nada por cambiar la situación. Necesitamos espacios donde poner en común nuestras ideas, necesitamos asociarnos. La exigua sociedad civil que existe en Cuba debe desarrollarse y no continuar ahogándose. La ayuda a Cuba debe tratar de fortalecer la sociedad civil como espacio para el protagonismo personal y como tejido social que ampare al ciudadano ante el Estado.
Uno de los principales impedimentos, aunque no el único para asociarse, es la falta de formación cívica; las personas no saben la importancia de asociarse, no conocen su derecho a hacerlo, etc. También la falta de fondos monetarios afecta la independencia de las organizaciones que han intentado convivir en Cuba. En estas dos líneas podría comenzar a cambiar la cooperación para facilitar la transición en Cuba.
Después de la visita del Papa a nuestro país el mundo dio un gran gesto abriéndose a las relaciones con Cuba; atendiendo a una exhortación que hiciera el Santo Padre. Agradezco mucho y es para mí una gran satisfacción y una gran esperanza que, en estos momentos, además de pensar en abrirse la UE esté pensando en cómo y hasta dónde abrirse para que esta apertura contribuya a la apertura de Cuba, a los cubanos y al mundo.

 


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