"La
política es algo sucio, no vale la pena meterse en
eso, casi siempre quien se mete, termina siendo escalera de otros que
se cogen la tajada más grande..." . Cosas como estas estoy
oyendo casi desde que era un niño, a mucha de la gente que conozco.
Ciertamente la palabra política causa en muchos repugnancia,
como si oyeran hablar de un mal social; en algunos1 aparece unida indisolublemente
a las palabras ideología o partido; para otros, es un forma de
ir más rápido a Estados Unidos, y para otros gracias a
Dios, es una manera de procurar el bien de los demás y de la
Patria entera, por lo cual están dispuestos a grandes sacrificios,
han sufrido heroicamente, o han dado la vida. La política influye
en el menú diario de cualquier familia o en el futuro de cualquier
adolescente, más de lo que la mayoría de las personas
se imagina. Por eso cuanto más atención se le preste,
sobre todo por parte de aquellos que sienten vocación de servicio
a la sociedad, mejor puede ser la convivencia y más oportunidades
tendrá cualquier persona de realizarse como tal. Por eso vale
la pena reflexionar sobre la educación en esta dimensión
de la existencia humana.
Lo primero que hay que decir es que la política no se reduce
a la práctica de uno o varios partidos, ni es cosa vedada a ciertas
élites de elegidos, eruditos o ricos. La política es una
manera de comportarse en sociedad que implica trabajar porque el orden
de ésta, sea cada vea más propicio al bienestar y la realización
de las personas, las familias y los grupos que en ella conviven. Política
viene de "polis" que en latín significa "pueblo".
Política es "hacer por el pueblo", así que se
hace política (en sentido amplio) cuando cualquiera hace algo
bueno con su vecino o porque en su trabajo las relaciones humanas o
la producción vayan mejor, o cuando se enseña a las personas
a discernir su comportamiento social según su propio proyecto
de vida2. También se hace política cuando se milita en
un partido que tiene una propuesta de organización de la sociedad
y aspira a ponerla en práctica desde el poder. La política
fue considerada por muchos durante largo tiempo, como una extensión
de la guerra sólo usando las "armas" de la diplomacia
y las leyes. Ya la mayoría de la humanidad ha superado esa visión,
considerando la política como una forma de las relaciones entre
las personas, las instituciones y los pueblos, en la que la paz es una
premisa.
Hoy muy pocos cuestionan que la democracia es "el ordenamiento
social más conforme a la naturaleza humana"3. En muchos
países, en los últimos años, se han instaurado
democracias luego de largos períodos de dictadura o totalitarismo;
sin embargo las dificultades que han afrontado, los conflictos bélicos
que han aparecido cuando todos esperaban los "dividendos del cese
de la Guerra Fría 4 y las crisis de apatía política
de los ciudadanos en muchos países democráticos, demuestran
que la democracia es cuestión de compromiso ciudadano a nivel
de toda la sociedad y no sólo de que exista parlamento, elecciones
y varios partidos. Dicho compromiso debe ser educado.
Por eso me alegré cuando después del ENEC5 la Iglesia
se preocupó por brindar educación cívica, o cuando
oí decir que en las escuelas en Cuba iban, al fin, a enseñar
cívica después de tanto tiempo. El Padre Varela, el primero
que nos enseñó a pensar, fue también el primero
en desempeñar una cátedra en la que se enseñaba
el difícil arte de hacer política en Democracia. Aquella
escuela fue la semilla de patriotas que contribuyeron a la libertad
de Cuba. Varela decía que cuando los mejores hijos de la nación
rehúsan ocuparse de los asuntos públicos, entonces la
Patria cae en manos de sus peores hijos, de los que no quieren otra
cosa que fama, riqueza y poder. Sin educación para la vida política
difícilmente habrá esos hijos dignos que la llevarán
por buenos caminos.
La educación debe formar a la persona en su racionalidad, su
voluntad, su afectividad y su corporeidad, sin intentar separar una
cosa de la otra. La dimensión política de ésta
no puede ser entonces algo separado, ni un elemento al que se supediten
los demás, es sencillamente la promoción de actitudes
específicas que tienen que ver con el comportamiento social de
la persona. La educación política empieza en la cuna.
Es en la familia donde primero se enseña a convivir y a servir
a los demás, a darle importancia a lo que sucede en el barrio
o el pueblo, a la enfermedad de un vecino, o a la mala cosecha de un
veguero por culpa de la crecida del río.
También es ambiente propicio para enseñar a elegir, empezando
por el caramelo que más le guste y terminando por la ropa, los
estudios o la forma de pensar sobre los asuntos fundamentales de la
existencia humana. Por ejemplo, cuando animo los encuentros de computación
del CFCR, es común encontrar que varias personas no saben decidir
qué color poner al escritorio de la computadora, qué nombre
poner a su espacio de trabajo o qué tipo de letra escoger para
un texto. Si eso es así ¿cómo pedirles que tomen
decisiones por sí solos respecto a su trabajo, su carrera, el
matrimonio o el servicio desinteresado en la política? Si las
personas aprenden desde pequeñas a elegir, y se les enseñan
criterios de juicio para ello, entonces sabrán discernir entre
las diferentes alternativas políticas que se encuentre y dar
su voto a la mejor, no a la que más lindo se presente o a la
que trate de comprarle. Sabrá elegir el estilo, la afiliación
y los colaboradores si se decide a protagonizar alguna otra política
concreta.
El agobio de la supervivencia diaria, entre otros factores, ha hecho
perder a muchas familias estas perspectivas. Muchas familias dejan con
frecuencia la responsabilidad de la educación cívica y
política de sus hijos sólo en manos de la escuela, que
si bien tiene su rol, no debe ser la única responsable, máxime
cuando el estilo pedagógico y los contenidos éticos, religiosos
y cívicos no pueden ser escogidos por los padres.
Hace mucho tiempo que la educación política en Cuba está
ligada a una ideología y está de acuerdo a una manera
concreta de organizar la sociedad. La palabra ideología se refiere
a un conjunto de ideas relacionadas con la forma de ver al hombre, la
vida, la política, el progreso social, etc., y que se propone
como un camino para la superación de los problemas que aquejan
a la humanidad, y llevan al hombre a su realización plena, La
práctica impuesta u optada de las ideologías, ha significado,
para muchos, toda una forma de vivir y de comportarse que rompe con
tradiciones, religiosidad, y ha limitado los derechos fundamentales
de las personas, como condición para alcanzar el progreso y el
bienestar. La humanidad ha superado ya hace una década este modo
de ver el camino para conseguir sus sueños y ha optado, en su
mayoría, por la democracia, el respeto a las tradiciones, las
comunicaciones, la globalización, reconociendo en las desviaciones
y manipulaciones de la democracia y el irrespeto a la persona, el caldo
de cultivo que llevó a muchos pueblos al totalitarismo y la guerra.
Es entonces preocupante que hoy en Cuba se siga supeditando la educación
política a la ideología, ya que puede que en lugar de
despertar vocación al servicio, despierte apatía, lejos
de enseñar, desinforme, máxime cuando se ha identificado
a esa ideología con la Patria misma. La educación política
no debe tratar de reproducir un determinado estatus social, más
bien debe formar a la persona para la participación crítica
y transformadora de ésta, como garantía de su desarrollo
y estabilidad, pues con ciudadanos conscientes, educados en la participación
y la tolerancia de lo diferente 1 queda menos espacio para la corrupción
y la violencia. Es difícil que una persona pueda formar su propia
opinión o actuar conforme a ésta cuando se le han enseñado
sólo dogmas incuestionables; es difícil que utilice los
recursos del diálogo cuando sólo oye hablar de repuesta
violenta contra el que discrepa. Es casi imposible la convivencia social
en la que funcione un verdadero contrato social, sin ciudadanos que
la hagan posible en todos los ambientes. La educación política
debe formar en los principios generales de la solidaridad, la tolerancia,
el respeto a las leyes, la búsqueda de la justicia y la primacía
de la persona humana, para que, partiendo de éstos, se forme
su propia manera de pensar y tome las inclinaciones que estime más
afines con su proyecto de vida.
La mayoría está de acuerdo en que la apatía y la
desidia que padecen hoy muchos cubanos, sobre todo jóvenes, encuentra
una de sus soluciones en la educación acertada, pero también
la encuentra en la posibilidad de una participación ciudadana
libre y responsable, para la cual todos debemos crear espacios.
La educación política es, primero que todo, educar para
el servicio sin interés de poder o lucro: Una persona políticamente
formada ha aprendido a aceptar responsabilidades y las cuotas de poder
que éstas implican para hacer más llevadera la vida de
los otros; y al mismo tiempo, a recibir loas y consideraciones, como
reconocimiento a lo que debía hacer según lo que él
mismo ha escogido. También ha aprendido a participar responsablemente
en las organizaciones o grupos que eligió, no porque le obliguen
ni para quedar bien, sino porque así lo ha decidido, ha aprendido
a expresar su opinión política y a votar. Esta dimensión
de la educación debe enseñar a no dejarse guiar ciegamente
por la propaganda política y discernir lo posible y lo real de
cualquier propuesta. Debe también enseñar la sensibilidad
por lo que pasa a su alrededor, para que no pasen inadvertidos el sufrimiento
y las injusticias que nos rodean en la vida cotidiana.
La educación política tiene lugar también dentro
de los grupos y organizaciones de la sociedad civil. Ésta, vista
como el entramado de sindicatos, organizaciones diversas, iglesias,
fundaciones, grupos de amigos, etc., en los cuales los ciudadanos optan
libremente por participar, como forma de influir en la realidad que
vive, o, sencillamente, satisfacer sus expectativas o aficiones, es
un marco natural para educar en el empeño por la "polis".
Estas organizaciones de la sociedad civil conforman el "ambiente"
de socialización más inmediato a la familia, y es donde
la persona completa y realiza su compromiso social. Ahí puede
aprender a tolerar lo diverso, a proponer sus iniciativas ante los demás
que pueden o no discrepar, a dar su apoyo o colaboración a lo
que realmente esté afín con sus aspiraciones, en fin,
a convivir en sociedad. Difícilmente pueda tenerse un compromiso
concreto de tipo representativo en el gobierno (aunque sea local) o
emitir un voto acertado en las elecciones, si no se tienen experiencias
de participación civil en marcos más familiares como los
de la sociedad civil. En estos marcos se verifica de manera privilegiada
la soberanía personal y de los grupos y se consigue lo que resulta
casi imposible de lograr con políticas gubernamentales, en lo
que se refiere a desarrollo local, representatividad y ejercicio de
derechos y deberes ciudadanos.
Punto aparte merece el fomento de la sinceridad y la transparencia.
Esto atraviesa toda la educación y define en gran medida la vida
futura de las personas. En la política, la mentira es una de
las causas por las que muchas personas consideran este empeño
como cosa de gángsters y corruptos, llevándolos a caminos
equivocados6.
La Iglesia, como parte de la comunidad educativa a la que puede acceder
la persona, tiene el deber de dar una educación cívica
y ética a los cubanos, sobre todo a la juventud, nos ha dicho
el Papa en su homilía en Camagüey. Eso es parte de la misión
encomendada por Jesucristo, y creo que las obras en este sentido deben
profundizarse y multiplicarse, para animar a las personas y a la sociedad
entera hacia nuevas y mejores realidades.
La Educación Política es imprescindible para desarrollar
y consolidar el orden democrático en cualquier sociedad porque
ayuda a las personas a aprender a comportarse en medio de la comunidad
política, como elector responsable y como protagonista en el
seno de la sociedad civil. En Cuba no debemos descuidar esta dimensión
de la educación o equivocar los objetivos o los medios, porque
corremos el riesgo de que resulte imposible alcanzar mayores grados
de democracia y convivencia pacífica, por no contar con personas
preparadas para ello. Confío plenamente en que sobre la virtud
de los cubanos para el ejercicio de la política en este momento
crucial de nuestra historia.
24 de junio de
2000,
Solemnidad de San Juan Evangelista.
Bibliografía y notas
1. Cf. Mensaje
de Juan Pablo II a los cubanos en ocasión del primer aniversario
de su visita.
2. Proyecto de Vida. Se refiere a una forma de vivir en la que la persona
ha elegido claramente los objetivos a los que dedicará su vida.
De manera que ordene libremente sus actitudes, sus ocupaciones, etc.
Conforme a las opciones que ha hecho.
3. Discruso del Santo Padre en el Aula Magna de la Universidad de La
Habana. Dichoso el Mensajero. Ediciones Vitral 1998.
4. Véase "Los nudos gordianos" de Federico Mayor Zaragoza,
el tema de la paz y sus amenazas en el umbral del nuevo milenio se tratan
muy bien ahí.
5. ENEC, Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Febrero de 1986.
6. La utopía desarmada, de Jorge Castañeda. En esta obra
se hace historia, bien pensada y bien contada de la izquierda en América
Latina, y se describen muy bien los principales dilemas a los que se
ha enfrentado la democracia en el continente.