Ya
pudiera yo hablar las lenguas de los hombres y aún
de los ángeles; ya pudiéramos tener fe como para mover
montañas; aún cuando repartiéramos entre los pobres
todo lo que tengamos... si no tenemos amor, de nada nos sirve. (Cf.
I Cor.13, 1- 3)
Esta lectura que acabamos de proclamar y acoger, se nos presenta como
un desafío evangélico y un programa para nuestra primera
Asamblea Nacional de Cáritas-Cuba que hemos tenido el gozo de
celebrar al cumplir 10 años de servicio, a los pies de la Madre
de Jesús y madre de todos los hombres que lleva en Cuba precisamente
y para más obligación nuestra el dulce y comprometido
nombre de la Caridad.
En ningún otro lugar, y bajo ningún otro patrocinio mejor,
podrían reunirse los que en Cuba tienen, tenemos, el sagrado
deber de animar el compromiso fundamental de la vida cristiana: Cáritas
es nuestro nombre, nuestro programa, pero también nuestro examen
cotidiano y será el juicio definitivo sobre nuestras vidas al
consumarse nuestra peregrinación por este mundo, como nos ha
recordado el Evangelio proclamado. Esta página que como tan bellamente
ha dicho el Papa en su última carta apostólica "Novo
milenio isiesnte" no es una simple invitación a la caridad;
es una página de cristología, que ilumina el misterio
de Cristo. Sobre esta página la Iglesia comprueba su fidelidad
como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia.
Conscientes de esta responsabilidad y gozosos de haber podido animarla,
no sin deficiencias y limitaciones tremendas, deseo darles las gracias
por su participación en esta Asamblea que, sin duda ha sido para
todos nosotros, un momento de revisión, de evaluación,
de nuevos proyectos, de mucho ánimo y de renovar la esperanza
que en este servicio de Cáritas debe llevar el nombre de perseverancia;
es decir, esperar contra toda esperanza y servir por encima y por debajo,
de cualquier limitación humana y social.
Agradezco a cuantos han venido de otras Iglesias hermanas a compartir
con nosotros su experiencia y esperanza. No puedo menos que recordar,
con fraterno y agradecido afecto a mi hermano, el Obispo Fernando Prego,
quien me precedió en este servicio y a quien esta Asamblea debe
estar alegrando desde donde ahora contempla al Buen Pastor.
Deseo, igualmente, hacer explícito un gesto de agradecimiento
a cuantos a lo largo de estos diez años han venido animando,
coordinando y sufriendo por hacer de la caridad de Cristo un programa
cotidiano de servicio eficaz y cercano. A nuestro amigo Piro, a Leonel
y a todos los que han formado parte del Equipo nacional, de la oficina
de Cáritas y de los equipos diocesanos. A todos nuestros benefactores
y colaboradores que han venido gestando y acompañándonos
con su solidaridad puntual, constante y efectiva, gracias en nombre
de la Iglesia que peregrina en Cuba y en nombre de todos los cubanos
que han recibido, en la hora más difícil, un servicio
callado y fraterno de Cáritas.
2. Diez años en la vida bimilenaria de la Iglesia no es más
que un respiro. Pero hay circunstancias en que un respiro salva la vida
y da fuerzas para volver a empezar. En mi opinión este pudiera
ser el símil que resumiera lo que Cáritas ha hecho. Ustedes
han examinado evaluaciones y logros, revisiones y deficiencias, errores
y éxitos, proyecciones y visión futura. Eso han hecho,
luego del respiro reanimador, los que tienen la responsabilidad de diagnosticar
lo que pasó y cuidar de la salud porvenir con un tratamiento
adecuado. Eso hemos querido hacer en esta Asamblea.
Las lecturas que hemos escuchado dicen mucho para Cáritas-Cuba,
como para todo cristiano, aún para cualquier persona de buena
voluntad que cultive en su corazón la vocación de servicio.
La carta de San Pablo a los Corintios, escuchada muchas veces, pero
quizá no lo suficientemente vivida pone las cosas en su lugar:
Amigos de Cáritas, esa lectura tiene un mensaje para ustedes
y nosotros: Nuestro servicio no es solo hablar en las lenguas de los
hombres, y cuando estas no se entiendan o no se escuchen, seguir intentando
hasta "hablar las lenguas de los ángeles". Esas gestiones
y deseos de diálogo con quienes deben ser nuestros interlocutores
serán frío metal, que resuena vacío y discordante,
si ese diálogo no surge, se acompaña del amor a los
que sufren y se alimenta y se inspira del amor de los que sufren.
Hermanos de Cáritas y creyentes de toda la Iglesia, esta lectura
de San Pablo tiene un mensaje para todos nosotros: Hablar de parte
de Dios y entender sus más profundos misterios y tener fe como
para mover montañas, "es nada". ¿Hemos entendido
bien?. Nada. Si no vivo el amor servicial porque no quiero o porque
no puedo, por mis ataduras y complejos personales. Nuestra fe y formación
cristiana no es nada, si no ejerzo la caridad, que es el amor entregado,
sacrificado y gratuito, porque no lo cultivo o porque no me permiten
ir más allá en ámbitos cada vez más cercanos
y abiertos a todos. En otras palabras "la fe sin obras es muerta".
Eso debemos comprender los que tenemos fe. Eso deben comprender lo
que no comprenden nuestras obras.
Animadores de Cáritas, responsables nacionales y diocesanos,
responsables de programas y proyectos, esta lectura de San Pablo tiene
también otro mensaje para ustedes, para nosotros, para mí.
Un mensaje quizá el más delicado y grave para nosotros.
Quizá deberíamos prestarle mucha atención después
de celebrar esta Asamblea y siempre: "Si reparto entre los pobres
todo lo que tengo, y aún si entrego mi propio cuerpo... de
nada me sirve". He aquí el desafío: Repartir no
sirve, es necesario compartir. Asistencia sola no sirve de nada, es
necesario promover. Entregar alimentos y medicinas, sólo y
siempre, sin cambiar nada, de nada sirve. Es necesario trabajar por
la justicia distributiva que reparte a otro nivel y por la justicia
social que reivindica los derechos de toda persona, especialmente
de los que sufren.
Por eso quienes identifican Cáritas con reparto no han entendido
la vocación de la Iglesia. Si en nuestras comunidades la gente
nos ve sólo como los que repartimos, como los que entregamos,
como los que regalamos cosas y recibimos otros regalos en donaciones,
no han entendido nuestra misión y por algo será. Si en
nuestra sociedad nos identifican sólo como los que reparten "peces"
pero no como los que enseñan al mismo tiempo a pescar por si
mismo que es ayudarlos a "ser protagonistas de su propia historia
personal y social", no nos han entendido y por algo será.
Los "peces" serán siempre necesarios pero dice San
Pablo que si no van acompañados de la promoción que lleva
al protagonismo de la autogestión personal y comunitaria, "no
sirven de nada".
Es por ello que insistimos con nuestros interlocutores en que debe ser
reconocido nuestro derecho a tener una personalidad jurídica
para poder "compartir la vida" de nuestros conciudadanos en
igualdad de posibilidades y de oportunidades y para evitar que se nos
identifique injustamente sólo con el "repartir". Es
por ello que debemos hacer más consciente, no sólo nuestro
derecho de compartir la vida, los espacios públicos y las instituciones
de nuestro pueblo sino nuestro deber de servirlo, pues sin este servicio
a la justicia social y a la promoción humana sólo seremos
un platillo discordante y una agencia distribuidora que olvida o no
tiene acceso al alma de la gente, al alma del pueblo.
Entendámonos bien: Repartir no es compartir. Compartir no es
competir.
3. En este sentido, quisiera que tuviéramos muy en cuenta las
enseñanzas del Santo Padre en Cuba, especialmente su Mensaje
al Mundo del Dolor desde el Santuario del Rincón. De ese Mensaje,
que debería ser el programa de Cáritas-Cuba, escojo sólo
unos párrafos:
"El sufrimiento... no puede ser transformado y cambiado con una
gracia exterior sino interior... El sufrimiento no es sólo de
carácter físico, como puede ser la enfermedad. Existe
también el sufrimiento del alma, como el que padecen los segregados,
los perseguidos, los encarcelados por diversos delitos o por razones
de conciencia, por ideas pacíficas aunque discordantes... El
dolor llama al amor, es decir, ha de generar solidaridad, entrega, generosidad
en los que sufren y en los que se sienten llamados a acompañarlos
y ayudarlos en sus penas.
Por eso cuando sufre una persona en su alma, o cuando sufre el alma
de una nación, ese dolor debe convocar a la solidaridad, a la
justicia, a la construcción de la civilización de la verdad
y del amor. Un signo elocuente de esa voluntad de amor ante el dolor
y la muerte, ante la cárcel o la soledad, ante las divisiones
familiares forzadas o la emigración que separa a las familias,
debe ser que cada organismo social, cada institución pública,
así como todas las personas que tienen responsabilidades en este
campo de la salud, de la atención a los necesitados y de la reeducación
de los presos, respete y haga respetar los derechos de los enfermos,
los marginados, los detenidos y sus familiares, en definitiva, los derechos
de todo hombre que sufre. La indiferencia ante el sufrimiento humano,
la pasividad ante las causas que provocan las penas de este mundo, los
remedios coyunturales que no conducen a sanar en profundidad las heridas
de las personas y de los pueblos, son faltas graves de omisión,
ante las cuales todo hombre de buena voluntad debe convertirse y escuchar
el grito de los que sufren" (no.3 y 4)
Hace tres años que el Papa nos dejó este mensaje, que
junto con todo el resto de su magisterio en Cuba constituye un programa
de trabajo y de vida para esta Iglesia y aún para toda persona
de buena voluntad. Después de esta Asamblea Nacional de Cáritas
debemos preguntarnos una vez más: ¿Qué hemos hecho
con estas enseñanzas? ¡Qué bueno sería que
nos esforcemos en ponerlas en práctica de forma vivida e integral!
Si por lo menos este mensaje al mundo del dolor lo hiciéramos
nuestra brújula, lo diéramos a conocer, lo reflexionáramos
en nuestras comunidades y nos preguntáramos cómo irlo
poniendo en práctica. Ya sería algo.
Yo sé que la visita del Papa dejó una huella imborrable
en Cuba y especialmente en su Iglesia. El tiempo da serenidad y va asentando
las cosas. A solo un año de aquella visita el mismo Santo Padre
nos envió otro mensaje pidiendo que pusiéramos en practica
sus enseñanzas. En ese mensaje ponía el énfasis
en que los cubanos "somos y debemos ser los protagonistas de nuestra
propia historia personal y nacional".
Los Obispos en nuestro Mensaje "Un cielo nuevo y una tierra nueva"
con motivo del Jubileo, decíamos que es"un exigente y esperanzador
programa de vida que nosotros... queremos hacer nuestro y ponerlo en
práctica".
Ese programa de cuatro puntos fue presentado por el mismo Pontífice:
"Asumir esa responsabilidad debe significar hoy para la Iglesia
en Cuba poder profesar la fe en ámbitos públicos reconocidos;
ejercer la caridad de forma personal y social; educar las conciencias
para la libertad y el servicio de todos los hombres y estimular las
iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad. En ella los derechos
humanos y la justicia social encuentren por igual, sin menoscabo de
unos en detrimento de otros, el necesario reconocimiento y una efectiva
promoción institucional." (22 de Enero de 1999)
Queridos hermanos y hermanas al concluir ésta Asamblea tengamos
muy presente este programa de cuatro puntos. Digo de cuatro puntos porque
podría ser una tentación muy fácil decir que nosotros
los de Cáritas sólo nos dedicaremos a poner en práctica
el segundo punto que habla de "ejercer la caridad de forma personal
y social", pero caeríamos precisamente en esa dicotomía
del hombre, en esa reducción de la labor de Cáritas que
desconoce y, aún más, ofende al mismo concepto de la caridad.
Profesar la fe en ámbitos públicos reconocidos, y no concedidos,
es una forma eminente de la caridad con la espiritualidad de nuestro
pueblo. Trabajar para alcanzarlo es también misión de
Cáritas.
Educar las conciencias de los cubanos para la libertad y el servicio
responde a una de las necesidades del alma de nuestro pueblo que sufre
y es ejercicio de la caridad para hoy y para que el futuro sea de justicia
y de paz. Trabajar en la formación cívica de las conciencias
es también misión de Cáritas.
Estimular las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad en
Cuba es quizá, o sin el quizá, la mayor obra de justicia
y caridad para con nuestro pueblo con el que queremos compartir suerte
y destino. Trabajar para que esas iniciativas sociales, culturales,
políticas y económicas, surgidas del propio seno de nuestra
sociedad, contribuyan al protagonismo de los cubanos y al nacimiento
de una convivencia social nueva, es también trabajo de Cáritas.
Al concluir el Jubileo, el Santo Padre ha dicho: "la puerta santa
se cierra, pero la Puerta viva que es Cristo, seguirá abierta".
Nosotros, los cubanos que no pudimos compartir con el Papa, por la televisión,
la Navidad de los 2000 años del nacimiento de Cristo, ni pudimos
ver cerrarse la puerta de la Basílica de San Pedro como cientos
de millones de personas en el mundo entero, sabemos por experiencia
que toda puerta que se cierra, es promesa de otras que se abrirán.
Por Cristo, Puerta viva, Dintel de Salvación, Corazón
abierto por la herida de un soldado, entrará el futuro de Cuba.
Lo creemos y lo sabemos, lo esperamos y trabajamos por ello.
Y tú,
María de la Caridad y de la Esperanza,
Servidora fiel,
Transparencia del Hombre, que dejaste pasar la
Luz para el pueblo que caminaba en tinieblas,
Seno Generoso que abriste las puertas del mundo
al único Redentor: Míranos.
Aquí estamos, sufriendo, esperando, trabajando.
Tú, que en tus manos nos presentas a Jesús y su
Cruz:
Abre para Cuba un porvenir de justicia y de paz,
en la libertad y en la caridad.
Amén.