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marzo-abril. año VII. No. 42. 2001

ÍNDICE

  

 

Exupery (a la der.) junto a su mecánico, en enero de 1938CARTA A UN

A M I G O

por Jorge Adalberto Núñez Hernández

 

     

 

Antoine de Saint-Exupéry es entre nosotros conocido por su más universal libro "El Principito". Todavía nos sorprende su singular calidez en el lenguaje, por la visión transparente sobre la amistad, la fidelidad, la maravilla de la niñez cuando se conserva a través de la pureza de los ideales. El amor a su rosa y a los atardeceres plenos de melancolía. Se llega a amar profundamente cuando se domestica, aún con el riesgo de sufrir un poco. Aún cuando se sufre un poco por alguien, siempre algo queda en la vida con un sentido que nunca había tenido, como el trigo le recordaría a la zorra el cabello del principito. Mucho se ha escrito sobre este amigo de toda nuestra vida, que nos cautiva para siempre una vez que se ha leído. Pero en sus páginas palpamos la espiritualidad sorprendente de su autor. La lectura de otro libro de este escritor -"Carta a un rehén"- me ha acercado más aún a quien supo vivir sus sueños al mismo tiempo comprometido fuertemente con su realidad y la realidad de su patria y de la humanidad toda.

Su vida

Antoine de Saint-Exupéry nació en Lyon, en 1900. Siendo muy joven participó como aviador en la Primera Guerra Mundial. Después de grandes proezas, cayó con su avión en territorio enemigo y permaneció 4 años prisionero. Acabada la guerra, pasó a ser piloto civil. Tuvo a su cargo el aeropuerto de Juby entre el Atlántico y el Sahara. En vuelos de audacia admirable cruzó varias veces el desierto, salvando la vida de unos aviadores españoles caídos en Río de Oro. Atravesó el Atlántico, el Pacífico, Los Andes, América de norte a sur. El gobierno de Francia lo condecoró públicamente en 1930, tanto por su valor natural como por la elegancia de su heroísmo. En Buenos Aires conoce a su futura esposa, Consuelo, a la cual le propone matrimonio mientras sobrevuelan la ciudad. Al desatarse el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial, exige que se le acepte como piloto de guerra a pesar de ser mayor de edad.
Muere este hombre formidable el 31 de julio de 1944 con grados de comandante, en una misión de reconocimiento. Fue localizado su avión recientemente en un lugar cercano a donde hace 2 años un pescador encontró un anillo con el nombre de su esposa.

Carta a un rehén

Este otro libro es difícil de describir o enmarcar conceptualmente. Sin tener un orden o sentido aparentes, toca temas tan variados como el amor profundo a su patria, el drama de los emigrantes, los ejes que pueden orientar la existencia humana, su experiencia en la guerra y su amor al desierto.
Ante todo, su humanismo es el único eje esencial a lo largo de sus páginas.
Este escritor no hace ninguna profesión de naturaleza religiosa o filosófica. Su palabra brota naturalmente de su propia experiencia. Asumida desde unos valores ampliamente universales, tiene sin embargo unos valores profundamente evangélicos "cuando un hombre quiere manifestarse plenamente, solo lo logrará con la muerte". Este sentido de entrega y sacrificio en su vida está trazado como un mapa en sus páginas y no es otra cosa que la consecuencia misma de su opción, íntimamente relacionada con sus ideales, esperanzas y sueños.
Conoció muy cerca el desierto, aprendió a amarlo, y esta vivencia marcó fuertemente su espiritualidad. "Cualquiera que haya conocido la vida en el Sahara, donde todo es, aparentemente, mera soledad y desamparo, llora aquellos años, a pesar de todo, como los más hermosos que ha vivido", "Y como el desierto no ofrece ninguna riqueza tangible, como no hay nada que ver ni oír en el desierto, se está constreñido a reconocer - puesto que allí la vida interior, lejos de dormirse, se fortalece- que el hombre está animado por solicitaciones invisibles. El hombre está gobernado por el Espíritu. En el desierto valgo lo que valen mis divinidades." La experiencia, pues, del desierto, del amor a la soledad que nos hace volcarnos hacia nosotros mismos, le imprime fuerza a su respiración interior. Fue esa cuaresma, y durante ella aprendió a sopesar el valor de sus divinidades, es decir, de todo lo que orienta y le anima a serle fiel a sus opciones.
Se percibe la fina sensibilidad del escritor "¡Qué poco ruido hacen los verdaderos milagros! ¡Qué simples son los acontecimientos esenciales!, "Lo esencial, lo más frecuente, no tiene peso. Una sonrisa es a menudo lo esencial"
La amistad también se muestra desnuda, limpia, tremenda y es el corazón mismo del libro, que pretende ser una declaración de principios, casi un credo de Saint-Exupéry. El rehén es su amigo querido, por quien sufre, quien le da sentido y valor a su entrega y sacrificio, y lo mezcla todo maravillosamente con su sentido de amor a su Francia dominada por la garra oscura del fascismo. "Experimentaba la necesidad de sentir más sólidos y duraderos que yo mismo a aquellos a quienes necesitaba para orientarme. Para conocer o regresar. Para existir"., "La suerte de cada uno de ellos a quienes amo me atormenta con más gravedad que una enfermedad en mí mismo instalada. Descubro que la fragilidad de ellos me amenaza en mi esencia.", "Tengo necesidad de ayudarte a vivir.", "Si todavía combato, combatiré un poco por ti". Su ideal y su vivencia de la amistad son un testimonio esperanzador que trasciende cualquier época y viene a nacer de uno de los momentos históricos más difíciles que ha atravesado la humanidad. "Amigo mío, tengo necesidad de ti como de una cumbre donde se puede respirar". "Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido, me siento puro en ti y voy hacia ti. Tengo necesidad de ir allí donde soy puro".
Su profunda espiritualidad lo lleva a valorar a la persona por encima de sus ideales políticos o su profesión religiosa. Mira al hombre con la estatura de quien conoce a fondo la naturaleza humana. "Nosotros, los hombres, adoptamos grandes aires, pero sabemos, en lo secreto del corazón, de la vacilación, de la duda, de la pena..."
En este libro, sale a relucir una dimensión política y social del autor, que además de elevarse del plano algo más intimista de "El Principito", está en una completa armonía con su cosmovisión. Esto lo proyecta y su espiritualidad, lejos de ser alienante, es tremendamente comprometida con su patria y con el destino de toda la humanidad. Su instrumento, su escala para valorar las sociedades y las políticas realmente tienen un alcance universal. "¡Respeto del Hombre! ¡Respeto del hombre!... Si el respeto del Hombre está en el corazón de los hombres, ciertamente los hombres - siguiendo el camino inverso - terminarán por fundar el sistema social, político o económico que consagrará tal respeto."
Criticó con fuerza los totalitarismos "Una tiranía totalitaria podría satisfacernos, es verdad en nuestras necesidades materiales. Pero no somos ganado para engordar. La prosperidad y el confort no bastan para colmarnos (...) ¡Respeto por el hombre! ¡Respeto por el hombre!... ¡He allí la piedra de toque! Cuando el nazi respeta exclusivamente lo que se le asemeja, sólo se respeta a sí mismo. Rechaza las contradicciones creadoras (...) El orden por el orden castra al hombre de su poder esencial el de transformar tanto al mundo como a sí mismo. (...) Somos, los unos para los otros, peregrinos que a lo largo de caminos diversos penamos con destino a la misma cita (...) Cualquiera que sea la urgencia de la acción nos está vedado -so pema de que la acción permanezca estéril- olvidar la vocación que ha de gobernarla. Queremos fundar el respeto al hombre ¿Por qué nos habríamos de odiar dentro de un mismo campo? Nadie entre nosotros tiene el monopolio de la pureza de las intenciones. Puedo combatir, en nombre de mi camino, el camino que otro ha elegido; puedo criticar los pasos de su razón -los pasos de la razón son inciertos- Pero debo respetar a ese hombre, en el plano del Espíritu, si pena hacia la misma estrella".
Está claro el pensamiento de Saint-Exupéry en cuanto al sincero pluralismo que debe haber en las sociedades. Sin ser su libro la constitución de un proyecto social o político, encierran sin embargo valores profundamente éticos que sí nos permiten valorar las diversas realidades. Su ideal político, su forma de acercamiento al hombre de todos los tiempos es un monumento permanente al respeto de la dignidad de la persona humana, un llamado al amor que lleva a inmolarse, a darse a sí mismo por la libertad y la plenitud de las personas a quienes se ama. El amor a su patria está desligado de ataduras ideológicas. Es solo la consecuencia del amor a sus raíces, a lo que es él mismo como hombre. "Todos pertenecemos a Francia como ramas de un mismo árbol, y yo serviré tu verdad como tú hubieses servido la mía(...) Se trata de haceros libres en la tierra donde tenéis el derecho fundamental de desarrollar vuestras raíces.(...) Las verdades nuevas se preparan siempre en las cuevas de la opresión. (...) Y sea lo que fuere lo que hiciéramos, no tendremos derecho a reconocimiento alguno. No hay medida entre la lucha libre y el aplastamiento en la noche. No hay medida común entre el oficio de soldado y el oficio de rehén. Vosotros sois los santos."
Antoine de Saint-Exupéry fue un hombre plenamente entregado a su época, consciente de cuánto necesitaba de él su Francia querida. Su espiritualidad lo llevó a un compromiso muy claro con su patria sin perder su gran profundidad y la dureza de la época no oscureció su esperanza ni su confianza en una humanidad mejor. Para nuestra juventud, para toda nuestra cuba del nuevo milenio de la era cristiana, la lectura de los libros de este hombre universal y el sólido testimonio de su vida son un llamado al respeto por el hombre y su dignidad. También él creyó en el mejoramiento humano.

 


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