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marzo-abril. año VII. No. 42. 2001

ÍNDICE

HECHOS Y

OPINIONES

  

 

RESPETO A LA

V I D A

por Teresita Yániz de Arias

 

     

 

 

Desde hace varios años he tratado que la discusión sobre los derechos de las mujeres salga del apretado grupo del movimiento de mujeres y se haga tema de toda la sociedad, para que su vigencia nos permita vivir en un país más justo, más humano y, por ende, más cristiano. También he querido que sin miedo seamos capaces de debatir sobre el aborto, porque estoy convencida de que existen los argumentos científicos, legales y morales para rechazarlo, sin tener que acudir a dogmas de fe ni argumentos religiosos que, si bien son válidos para los creyentes, no lo serían para quienes no lo son.
Como no hemos sido capaces de abordar estos asuntos con el tiempo debido, ahora corremos el riesgo de confundir ambos temas y enzarzarnos en un enfrentamiento estéril y frustrante a propósito de la ratificación del Protocolo Facultativo para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres, que debe discutirse en la Asamblea Legislativa para cumplir los compromisos adquiridos por Panamá en el ámbito internacional y, sobre todo, con la mitad femenina de su población. A partir de su aprobación el Protocolo Facultativo permitirá a cualquier mujer elevar las denuncias de discriminación contra ella a un organismo internacional, cuando se le han desconocido sus derechos en su país.
Si como parte del movimiento de mujeres panameñas debo admitir que necesitamos abrir nuestros espacios de reflexión para hacerlos más amplios en los temas y más pluralistas en su composición, también es cierto que cada vez que se plantea la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres aparecen grupos conservadores que sospechan que esta agenda justa y necesaria esconde catástrofes sociales y morales que van de la destrucción de la familia, de paso por la promiscuidad, camino al aborto de libre demanda. Confundir de esta manera los impostergables reclamos por la igualdad de derechos entre todos los seres humanos, para limitarlos al debate a favor o en contra del aborto, supone una reducción argumentativa por parte de las posturas extremas que se enfrentan sobre este asunto, y poco tiene que ver con la lucha en la que estamos enfrascadas la inmensa mayoría de las mujeres alrededor del mundo.
Las mujeres tenemos derecho a ser respetadas como personas, a tener las mismas oportunidades que los hombres, a vivir plenamente nuestra sexualidad, a desarrollarnos profesionalmente en el campo que queramos, a recibir los mismos beneficios que los hombres por nuestro trabajo, a vivir sin miedo y sin violencia y a asumir la responsabilidad por nuestros actos. A eso aspiramos y lo exigimos sin que a cambio tengamos que hacer dejación de nuestra condición de mujeres ni renunciar a la maternidad y a la atención de nuestras familias ni desconocer los derechos de quienes son más débiles que nosotras ni a deshacernos de la insustituible ternura y de la fortaleza que nos ha permitido sobrevivir a la marginación, la pobreza, la violencia y el abandono.
En la defensa de nuestros derechos humanos las mujeres no podemos desconocer los de otros seres más débiles que nosotras y por ello el aborto y la eutanasia, en tanto en cuanto niegan el derecho a la vida, no pueden ser parte de nuestros reclamos. Pero tampoco aceptamos que quienes dicen defender la vida desconozcan que la lucha por la igualdad está indisolublemente ligada al respeto a nuestra dignidad, que comienza a reconocerse de manera concreta con la eliminación de todas las formas de discriminación y la posibilidad de denunciar las mismas como violaciones a los derechos humanos. Eso y nada más exigimos.
"La vida humana es sagrada: lo es desde el momento mismo de la concepción y lo será durante la larga o corta existencia que cada ser humano pase habitando esta casa común que es la Tierra. Decirlo, casi con orgullo, no supone muchas dificultades como tampoco las tienen los propósitos de enmienda, las manifestaciones de patriotismo, o los juramentos de amor. Las complicaciones surgen cuando las palabras, para tener sentido, hay que endosarlas con los actos concretos de defender la dignidad de todas las vidas, de arrancar las causas de nuestra maldad, de servir a la Patria o de seguir amando a pesar del desamor."

 


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