Situándonos
frente a
la dolorosa realidad de que SOR LIGIA PALACIO JARAMILLO ha pasado a la
casa del Padre Celestial, y por lo tanto nos vemos precisados a aceptar
en la fe su separación física; evocarla y hacer presente
su recuerdo no deja de colmarnos de sentimientos de dolor, porque ya no
podremos contar con la presencia; de la hermana, amiga e incansable misionera
que marcara nuestras vidas con ejemplos dignos de imitar, motivantes,
y comunicadores de impulso renovador en toda acción emprendida.
Así, reportaba una fuerte dosis de gozo por lo que se hacía
en favor de los demás, especialmente de los desheredados, sin particularismos,
sin tener en cuenta la raza, credo, ideología o condición.
De esta manera llegaba al fin de cada día, de cada jornada, en
medio del cansancio pero con la inmensa alegría del deber cumplido.
Y se complacía a su vez en repetir la frase del Evangelio: "somos
siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
Es esta convicción profunda la que la hace única, ella misma;
pequeña, de figura grácil, siempre sonriente pero exigente
y pronta, revelaba en su comportamiento y locuaz expresión un profundo
y entrañable amor, sentido de pertenencia a su patria, que gozaba
de comunicar, de defender o condenar si era preciso, desde su agradable
aroma de café hasta el doloroso flagelo del narcotráfico,
que a tantos hermanos corrompe y a tantas familias daña y hunde
en el abismo del sin sentido de la vida.
¡Cuánta creatividad, y cuánto deseo de comunicar sin
desmayar, con un arduo trabajo, la maravillosa experiencia y la convicción
profunda de que en el hoy y el ahora de la historia _como lo fuera en
la Compañía primigenia, en la aurora de hace 367 años_,
vale la pena entregar la vida a Dios, vale la pena pertenecerle a Él
para que otros tengan vida, con el único programa Vicentino: "el
amor es inventivo hasta el infinito".
Y se iba haciendo cada día más fuerte esta convicción.
Por eso experimentó que no no le bastaba la patria, que era preciso
ir sin fronteras, a dónde los Superiores -por designio de Dios-
tuvieran a bien enviarla; pues en su vocación particular hay la
llamada vocación Ad Gentes (ir a otras gentes a anunciar la Buena
Nueva, a sembrar la semilla del Reino de Dios, del Evangelio).
Fue enviada a un Curso de Formación a París, cuna de su
Congregación, y fue allí precisamente donde hizo su opción
definitiva por la vocación misionera, solicitud que fuera acogida,
y desde entonces destinada a esta bella isla de Cuba, como ella acostumbraba
llamarla. No tardó mucho en inculturarse, y, sin reserva alguna,
entregarse del todo a la causa de los más pobres. Un día
tuvo que dejar ésta tierra sufrida y ésta Iglesia entregada
al amor y al servicio. Con la ilusión de regresar, estoy seguro
se identificó tanto, que el no volver fue para ella su peso y su
dolor, pues tuvo que aceptar, forzosamente, este impedimento que como
misionera transformó en la adorable cruz que se abraza por amor
al que nos amó primero.
LA
ENCARNACIÓN: CAMINO DEL PROFETA
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Se me ocurre pensar que el nombre de Sor Ligia encerraba ese misterio
de la prontitud, del pensamiento rápido, de la ocurrencia, del
paso ligero y firme que arrastra, que convence, que deja meditando y deseando
imitar, del romper el quietismo, del atreverse a sacudir, del urgir al
otro. "Por Dios, muévanse, hay que hacer algo, antes de que
sea demasiado tarde" solía repetir. En el hoy de la historia,
su nombre resuena en nuestras mentes y corazones con agradable recuerdo.
Y no me queda otra alternativa que llamarla LIGIA, PROFETA DE LA FE Y
LA ESPERANZA.
Sor Lígia se encarnó; nunca se sintió extranjera
aquí en Cuba, porque como Bautizada, Alma Consagrada y Misionera,
urgida por el Evangelio, puso su píe en el arado y quiso ser digna
del Señor Jesús que la llamaba cada día, y entendió
que para ello era preciso dejar Patria, Casa, Padres, Hermanos, seguridades,
por Él y su Evangelio, para ir a la tierra que Cristo le indicaba.
Y Cuba, Pinar del Río, se constituyeron precisamente en la tierra
que Dios le tenía reservada, como para muchos de los misioneros,
para la difícil pero bella tarea evangelizadora.
Como misionera reveló su audacia con la misma certeza con que lo
hiciera Jesús al responder a los discípulos que le decían:
"Maestro, ahí están tu madre y tus hermanos",
Él respondió: "Mi madre y mis hermanos son todos los
que acogen mi Palabra y la cumplen". Cuando se tiene la misma fe,
cuando los corazones se identifican por la hospitalidad, la acogida sincera
y el compartir de hermanos, necesariamente la consecuencia lógica
es hacerse uno. Es encarnarse.
EL
POBRE ES SIGNO DE PASCUA
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Ella con frecuencia se gozaba afirmando que el Pobre es signo de Pascua.
Queriendo decir que Dios hizo participar a Cristo de la Pobreza para hacer
desembocar esa pobreza y esa cruz en la alegría.
Encontró pues perfectamente, al encarnarse en Cuba y al entregarse
en plenitud sin reservas al trabajo (Apostolado, como le llamamos los
Cristianos y más aún las Almas consagradas) con los pobres,
los marginados, los desheredados que a su paso sirvió, que hay
pues una relación entre la pobreza y la Liberación. "Cuando
el Cristiano ha reconocido en el pobre los rasgos de Jesús, y se
sabe instrumento del Padre para la realización de su plan de amor,
y decide vivir en plenitud su vocación, se siente él también
comprometido en realizar en el mundo la victoria sobre el sufrimiento."
La contemplación lleva al servicio, a la lucha contra la miseria.
Si se está atento al pobre, su miseria es su voz, voz de Dios,
que es una invitación urgente a salir de nuestra comodidad, emprendiendo
la lucha contra el sufrimiento. Esta es la forma de VIVIR LA PASCUA Y
ACTUALIZARLA EN EL MUNDO.
Sí, Ella se ENCARNÓ, porque cualesquiera fuere su edad cronológica,
Niños, Jóvenes, Adultos, Ancianos y familia en general,
para liberarlos de ese flagelo que azota, como Hija de la Caridad, entendió
que el serlo, su Identidad propia como tal, le urgía a abrazar
la pobreza de los desheredados, su humanidad, poniendo en sus manos los
instrumentos, enseñándoles a trabajar para que con el fruto
del esfuerzo se constituyeran en agentes de su propia Promoción.
Con su testimonio vivífico, no dejaba de recordarnos la exigencia
de un estilo de vida, una pobreza voluntaria acogida en la libertad, que
comparte Espiritualmente un corazón limpio de ambiciones y exteriormente
una vida sencilla y frugal. Sólo en casos muy excepcionales será
necesario que la encarnación nos lleve al extremo de vivir exactamente
igual que los pobres, porque vivir la pobreza será necesario para
comprender a los que la sufren; pero puesto que la pobreza es un mal en
sí misma, hay que hacer el esfuerzo de sacar a los pobres de su
postración, ayudarles a liberarse de su peso, no contentándose
con demostrarles que nosotros también somos capaces de vivir en
su estado de postración, porque esto no sería más
que un consuelo, pero no una redención verdadera. El pobre sabe
que su estado no es justo, y le seguirá pareciendo injusto aunque
otros voluntariamente quieran vivirlo. Lo que el pobre espera es que alguien
que comprenda su pobreza haga el esfuerzo de sacarle de ella, abriéndole
-y recorriendo con él- el camino de sus derechos como persona;
y nadie está mejor preparado para comprender al pobre que los que
voluntariamente aceptan y practican la pobreza, porque en ella adoran
el misterio (el anonadamiento de Cristo. Cfr. Ef. 8 ) que representa.
POR
SUS OBRAS LOS CONOCEREIS...
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La Libertad
de Espíritu conque Sor Lígia hizo suyas, y se apropió
de las virtudes constitutivas de su íntimo ser de Consagrada
en la Iglesia y en el mundo: la Humildad, la Sencillez y la Caridad,
la hizo tan fuerte que las sintetizó en una: LA CARIDAD. LA VIRTUD
MAYOR, LA QUE NO PASA, COMO DICE EL EVANGELIO, la que da el sello propio,
el nombre que llevan las hijas de San Vicente. Y fue de esa manera que
ella lo reveló, lo demostró en todas las obras que -en
escasos cinco años- realizara o ejecutara, y que por su empeño
moviera a otros a vivir, a identificarse con ellas, formando multiplicadores
para perpetuar el bien emprendido en favor de los más necesitados.
La CARIDAD la consideró siempre como fundamento exclusivo de
su Espiritualidad, y por lo tanto en Ella estaba tan viva y exhuberante
que la revistió de múltiples virtudes, así:
Cuando COMPADECÍA, era la práctica de la MISERICORDIA
la que vivía.
Cuando CONDESCENDÍA, era la práctica de la BENIGNIDAD
la que vivía.
Cuando SOPORTABA, era la práctica de la MANSEDUMBRE la que
vivía.
Cuando GOZABA EN DAR, era la práctica de la GENEROSIDAD la
que vivía.
Cuando REDIMÍA de la pobreza, era la práctica de la
JUSTICIA la que vivía.
Y como Hija de la Caridad, para que el servicio en Cuba, en Pinar del
Río, se hiciera con cariño y eficacia, el Amor lo revestía
de Humildad y Sencillez, porque "la caridad no es engreída
y se hace TODA A TODOS" (1 Cor 12)
Recordando felizmente a SOR LIGIA, todos constatamos que sólo
Dios, dueño de la mies, sembró ésta semilla de
Caridad en CUBA, la abonó con dedicación, como sólo
El sabe hacerlo, la cultivó con delicado Amor, le dio el tiempo
para fructificar, y al encontrar el fruto ya maduro, con el mismo Amor
que la sembró y en el FIEL CUMPLIMIENTO DE LA MISION, un sábado
10 de Febrero la cosechó. Le pido a este maravilloso sembrador
que, con su Bendición, Él sea la recompensa para ésta
Iglesia Cubana, para las queridas Hermanas de la Caridad, para las Almas
Consagradas, los Laicos comprometidos en la Evangelización, y
los Pobres a quienes Sor Ligia sirvió -por la Felicidad que a
su vez le proporcionaron.
He aquí la Esperanza que nos anima y continuará como una
luz inextinguible iluminando hasta que un día nos encontremos
con ella en un NUEVO AMANECER de nuestra existencia. Que como Sor Ligia,
merezcamos por nuestras Buenas Obras que en la antesala del cielo sean
los pobres, los excluidos y los marginados a quienes hemos servido con
Amor, los que nos abran las puertas del Reino Prometido.
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