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marzo-abril. año VII. No. 42. 2001

ÍNDICE

JUSTICIA

Y PAZ

  

 

LA

EDUCACIÓN POLÍTICA

GARANTÍA DE LA PAZ Y EL PROGRESO

por Sergio Lázaro Cabarrouy

 

     

 

 

"La política es algo sucio, no vale la pena meterse en eso, casi siempre quien se mete, termina siendo escalera de otros que se cogen la tajada más grande..." . Cosas como estas estoy oyendo casi desde que era un niño, a mucha de la gente que conozco. Ciertamente la palabra política causa en muchos repugnancia, como si oyeran hablar de un mal social; en algunos1 aparece unida indisolublemente a las palabras ideología o partido; para otros, es un forma de ir más rápido a Estados Unidos, y para otros gracias a Dios, es una manera de procurar el bien de los demás y de la Patria entera, por lo cual están dispuestos a grandes sacrificios, han sufrido heroicamente, o han dado la vida. La política influye en el menú diario de cualquier familia o en el futuro de cualquier adolescente, más de lo que la mayoría de las personas se imagina. Por eso cuanto más atención se le preste, sobre todo por parte de aquellos que sienten vocación de servicio a la sociedad, mejor puede ser la convivencia y más oportunidades tendrá cualquier persona de realizarse como tal. Por eso vale la pena reflexionar sobre la educación en esta dimensión de la existencia humana.


Lo primero que hay que decir es que la política no se reduce a la práctica de uno o varios partidos, ni es cosa vedada a ciertas élites de elegidos, eruditos o ricos. La política es una manera de comportarse en sociedad que implica trabajar porque el orden de ésta, sea cada vea más propicio al bienestar y la realización de las personas, las familias y los grupos que en ella conviven. Política viene de "polis" que en latín significa "pueblo". Política es "hacer por el pueblo", así que se hace política (en sentido amplio) cuando cualquiera hace algo bueno con su vecino o porque en su trabajo las relaciones humanas o la producción vayan mejor, o cuando se enseña a las personas a discernir su comportamiento social según su propio proyecto de vida2. También se hace política cuando se milita en un partido que tiene una propuesta de organización de la sociedad y aspira a ponerla en práctica desde el poder. La política fue considerada por muchos durante largo tiempo, como una extensión de la guerra sólo usando las "armas" de la diplomacia y las leyes. Ya la mayoría de la humanidad ha superado esa visión, considerando la política como una forma de las relaciones entre las personas, las instituciones y los pueblos, en la que la paz es una premisa.


Hoy muy pocos cuestionan que la democracia es "el ordenamiento social más conforme a la naturaleza humana"3. En muchos países, en los últimos años, se han instaurado democracias luego de largos períodos de dictadura o totalitarismo; sin embargo las dificultades que han afrontado, los conflictos bélicos que han aparecido cuando todos esperaban los "dividendos del cese de la Guerra Fría 4 y las crisis de apatía política de los ciudadanos en muchos países democráticos, demuestran que la democracia es cuestión de compromiso ciudadano a nivel de toda la sociedad y no sólo de que exista parlamento, elecciones y varios partidos. Dicho compromiso debe ser educado.


Por eso me alegré cuando después del ENEC5 la Iglesia se preocupó por brindar educación cívica, o cuando oí decir que en las escuelas en Cuba iban, al fin, a enseñar cívica después de tanto tiempo. El Padre Varela, el primero que nos enseñó a pensar, fue también el primero en desempeñar una cátedra en la que se enseñaba el difícil arte de hacer política en Democracia. Aquella escuela fue la semilla de patriotas que contribuyeron a la libertad de Cuba. Varela decía que cuando los mejores hijos de la nación rehúsan ocuparse de los asuntos públicos, entonces la Patria cae en manos de sus peores hijos, de los que no quieren otra cosa que fama, riqueza y poder. Sin educación para la vida política difícilmente habrá esos hijos dignos que la llevarán por buenos caminos.


La educación debe formar a la persona en su racionalidad, su voluntad, su afectividad y su corporeidad, sin intentar separar una cosa de la otra. La dimensión política de ésta no puede ser entonces algo separado, ni un elemento al que se supediten los demás, es sencillamente la promoción de actitudes específicas que tienen que ver con el comportamiento social de la persona. La educación política empieza en la cuna. Es en la familia donde primero se enseña a convivir y a servir a los demás, a darle importancia a lo que sucede en el barrio o el pueblo, a la enfermedad de un vecino, o a la mala cosecha de un veguero por culpa de la crecida del río.
También es ambiente propicio para enseñar a elegir, empezando por el caramelo que más le guste y terminando por la ropa, los estudios o la forma de pensar sobre los asuntos fundamentales de la existencia humana. Por ejemplo, cuando animo los encuentros de computación del CFCR, es común encontrar que varias personas no saben decidir qué color poner al escritorio de la computadora, qué nombre poner a su espacio de trabajo o qué tipo de letra escoger para un texto. Si eso es así ¿cómo pedirles que tomen decisiones por sí solos respecto a su trabajo, su carrera, el matrimonio o el servicio desinteresado en la política? Si las personas aprenden desde pequeñas a elegir, y se les enseñan criterios de juicio para ello, entonces sabrán discernir entre las diferentes alternativas políticas que se encuentre y dar su voto a la mejor, no a la que más lindo se presente o a la que trate de comprarle. Sabrá elegir el estilo, la afiliación y los colaboradores si se decide a protagonizar alguna otra política concreta.


El agobio de la supervivencia diaria, entre otros factores, ha hecho perder a muchas familias estas perspectivas. Muchas familias dejan con frecuencia la responsabilidad de la educación cívica y política de sus hijos sólo en manos de la escuela, que si bien tiene su rol, no debe ser la única responsable, máxime cuando el estilo pedagógico y los contenidos éticos, religiosos y cívicos no pueden ser escogidos por los padres.
Hace mucho tiempo que la educación política en Cuba está ligada a una ideología y está de acuerdo a una manera concreta de organizar la sociedad. La palabra ideología se refiere a un conjunto de ideas relacionadas con la forma de ver al hombre, la vida, la política, el progreso social, etc., y que se propone como un camino para la superación de los problemas que aquejan a la humanidad, y llevan al hombre a su realización plena, La práctica impuesta u optada de las ideologías, ha significado, para muchos, toda una forma de vivir y de comportarse que rompe con tradiciones, religiosidad, y ha limitado los derechos fundamentales de las personas, como condición para alcanzar el progreso y el bienestar. La humanidad ha superado ya hace una década este modo de ver el camino para conseguir sus sueños y ha optado, en su mayoría, por la democracia, el respeto a las tradiciones, las comunicaciones, la globalización, reconociendo en las desviaciones y manipulaciones de la democracia y el irrespeto a la persona, el caldo de cultivo que llevó a muchos pueblos al totalitarismo y la guerra.


Es entonces preocupante que hoy en Cuba se siga supeditando la educación política a la ideología, ya que puede que en lugar de despertar vocación al servicio, despierte apatía, lejos de enseñar, desinforme, máxime cuando se ha identificado a esa ideología con la Patria misma. La educación política no debe tratar de reproducir un determinado estatus social, más bien debe formar a la persona para la participación crítica y transformadora de ésta, como garantía de su desarrollo y estabilidad, pues con ciudadanos conscientes, educados en la participación y la tolerancia de lo diferente 1 queda menos espacio para la corrupción y la violencia. Es difícil que una persona pueda formar su propia opinión o actuar conforme a ésta cuando se le han enseñado sólo dogmas incuestionables; es difícil que utilice los recursos del diálogo cuando sólo oye hablar de repuesta violenta contra el que discrepa. Es casi imposible la convivencia social en la que funcione un verdadero contrato social, sin ciudadanos que la hagan posible en todos los ambientes. La educación política debe formar en los principios generales de la solidaridad, la tolerancia, el respeto a las leyes, la búsqueda de la justicia y la primacía de la persona humana, para que, partiendo de éstos, se forme su propia manera de pensar y tome las inclinaciones que estime más afines con su proyecto de vida.


La mayoría está de acuerdo en que la apatía y la desidia que padecen hoy muchos cubanos, sobre todo jóvenes, encuentra una de sus soluciones en la educación acertada, pero también la encuentra en la posibilidad de una participación ciudadana libre y responsable, para la cual todos debemos crear espacios.
La educación política es, primero que todo, educar para el servicio sin interés de poder o lucro: Una persona políticamente formada ha aprendido a aceptar responsabilidades y las cuotas de poder que éstas implican para hacer más llevadera la vida de los otros; y al mismo tiempo, a recibir loas y consideraciones, como reconocimiento a lo que debía hacer según lo que él mismo ha escogido. También ha aprendido a participar responsablemente en las organizaciones o grupos que eligió, no porque le obliguen ni para quedar bien, sino porque así lo ha decidido, ha aprendido a expresar su opinión política y a votar. Esta dimensión de la educación debe enseñar a no dejarse guiar ciegamente por la propaganda política y discernir lo posible y lo real de cualquier propuesta. Debe también enseñar la sensibilidad por lo que pasa a su alrededor, para que no pasen inadvertidos el sufrimiento y las injusticias que nos rodean en la vida cotidiana.


La educación política tiene lugar también dentro de los grupos y organizaciones de la sociedad civil. Ésta, vista como el entramado de sindicatos, organizaciones diversas, iglesias, fundaciones, grupos de amigos, etc., en los cuales los ciudadanos optan libremente por participar, como forma de influir en la realidad que vive, o, sencillamente, satisfacer sus expectativas o aficiones, es un marco natural para educar en el empeño por la "polis". Estas organizaciones de la sociedad civil conforman el "ambiente" de socialización más inmediato a la familia, y es donde la persona completa y realiza su compromiso social. Ahí puede aprender a tolerar lo diverso, a proponer sus iniciativas ante los demás que pueden o no discrepar, a dar su apoyo o colaboración a lo que realmente esté afín con sus aspiraciones, en fin, a convivir en sociedad. Difícilmente pueda tenerse un compromiso concreto de tipo representativo en el gobierno (aunque sea local) o emitir un voto acertado en las elecciones, si no se tienen experiencias de participación civil en marcos más familiares como los de la sociedad civil. En estos marcos se verifica de manera privilegiada la soberanía personal y de los grupos y se consigue lo que resulta casi imposible de lograr con políticas gubernamentales, en lo que se refiere a desarrollo local, representatividad y ejercicio de derechos y deberes ciudadanos.


Punto aparte merece el fomento de la sinceridad y la transparencia. Esto atraviesa toda la educación y define en gran medida la vida futura de las personas. En la política, la mentira es una de las causas por las que muchas personas consideran este empeño como cosa de gángsters y corruptos, llevándolos a caminos equivocados6.
La Iglesia, como parte de la comunidad educativa a la que puede acceder la persona, tiene el deber de dar una educación cívica y ética a los cubanos, sobre todo a la juventud, nos ha dicho el Papa en su homilía en Camagüey. Eso es parte de la misión encomendada por Jesucristo, y creo que las obras en este sentido deben profundizarse y multiplicarse, para animar a las personas y a la sociedad entera hacia nuevas y mejores realidades.


La Educación Política es imprescindible para desarrollar y consolidar el orden democrático en cualquier sociedad porque ayuda a las personas a aprender a comportarse en medio de la comunidad política, como elector responsable y como protagonista en el seno de la sociedad civil. En Cuba no debemos descuidar esta dimensión de la educación o equivocar los objetivos o los medios, porque corremos el riesgo de que resulte imposible alcanzar mayores grados de democracia y convivencia pacífica, por no contar con personas preparadas para ello. Confío plenamente en que sobre la virtud de los cubanos para el ejercicio de la política en este momento crucial de nuestra historia.

24 de junio de 2000,
Solemnidad de San Juan Evangelista.

 


Bibliografía y notas

1. Cf. Mensaje de Juan Pablo II a los cubanos en ocasión del primer aniversario de su visita.
2. Proyecto de Vida. Se refiere a una forma de vivir en la que la persona ha elegido claramente los objetivos a los que dedicará su vida. De manera que ordene libremente sus actitudes, sus ocupaciones, etc. Conforme a las opciones que ha hecho.
3. Discruso del Santo Padre en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Dichoso el Mensajero. Ediciones Vitral 1998.
4. Véase "Los nudos gordianos" de Federico Mayor Zaragoza, el tema de la paz y sus amenazas en el umbral del nuevo milenio se tratan muy bien ahí.
5. ENEC, Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Febrero de 1986.
6. La utopía desarmada, de Jorge Castañeda. En esta obra se hace historia, bien pensada y bien contada de la izquierda en América Latina, y se describen muy bien los principales dilemas a los que se ha enfrentado la democracia en el continente.

 


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