LLEGADA
DE LA TARDE FIGURA ENTRE LOS REMISOS
No
me place ver una función de cine,
dirijo
mis ojos sobre la puesta solar
y
una novela de Garcia Márquez
habita
entre las ortigas.
Espero
por la mariposa que aísla
tanta
oscuridad en un plazo sin adeudos,
decido
guardar las castañuelas
porque
me confunden con una trama suicida;
y
el estigio no conoce más
que
esa burla abarrotando los designios,
sin
el consuelo
de
por lo menos un cirio
llevándonos
de la mano fuera del diluvio.
Llegada
la tarde figura entre los remisos
aunque
el color que trae la recompensa
sacude
los campanarios,
prefiero
ser un necio –no el de Silvio–
poniendo
sábanas blancas –no en balcones–
sobre
los ataúdes del articulista,
prefiero
guardar las castañuelas
pues
esta fauna nos afila los dientes y el alma,
y
echo a un lado
las
miles de caras que poseemos
tomando
para todos mis coetáneos
un
rostro apacible,
una
flor que no cambie su color blanco,
y
una bandada de palabras
que
lleven para una plaza –con bandera blanca
en
las manos–, a sordos, negros, blancos,
cristianos,
musulmanes, disidentes y políticos,
con
el único deseo
de
vestir esta tarde con palabras blancas.