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noviembre-diciembre. año VII. No. 40. 2000 |
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RELIGIÓN |
Y EUCARISTÍA
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El hecho de ser el año dos mil año jubilar ha sido para toda la Iglesia un año de estar recordando la Navidad, es decir, el nacimiento del Hijo de Dios que hace dos mil años se encarnó por obra del Espíritu Santo en las entrañas de la Santísima Virgen, María de Nazaret. Este ha sido también en la Iglesia el año de la eucaristía, sacramento de la presencia real de Jesucristo entre nosotros, presencia que de manera única nos alienta, conforta y fortalece a lo largo de toda nuestra vida de discípulos y discípulas de Él. En la Eucaristía nosotros adoramos a Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre. Al instituir el sacramento de la Eucaristía, Jesucristo tomó el pan en sus manos y dijo: "Esto es mi cuerpo" (cf. Lc 22,19 y 1 Co 11,24). Sí, el cuerpo del Hijo de Dios y de la Virgen María, que nació en Belén, se crio en Nazaret, por nosotros se hizo siervo (cf.Jn 13,14) y entregó su vida por nosotros; sí, en la Eucaristía está Jesucristo realmente presente. El propio Jesucristo que dijo sobre el pan "Esto es mi cuerpo", también dijo estas mismas palabras sobre los desvalidos y los pobres. Las dijo cuando al hablar del hambriento, del sediento, del desnudo, del preso... expresó: "A mí me lo hicieron"; se identificó plenamente con ellos al decir: yo tuve hambre, yo tuve sed, yo estuve desnudo, enfermo y preso... (cf. Mt 25,35 ss). Ciertamente que la presencia de Cristo en el pan y el vino consagrados no es el mismo género de presencia de Cristo que se da en el pobre y desvalido, pero en ambos casos se trata de presencia real, El pobre y el desvalido no contienen necesariamente dentro de sí a Cristo, el pobre y el desvalido no producen por sí mismos la gracia ni son signo eficaz de la gracia como lo es la Eucaristía. Pero, no obstante, quien no está dispuesto a acoger al pobre y al desvalido no acoge plenamente a Cristo pues Él se ha identificado plenamente con ellos. Por la encarnación todo hombre ha sido asumido por el Verbo; sin embargo, por el modo con que la encarnación ha sucedido, son los pobres y desvalidos los que son asumidos de manera muy particular por Él. Recuerdo con gratitud que mis catequistas, los Hermanos Maristas, nos insistían en que Jesús pudo haber nacido y vivido como un hombre rico e ilustre ("pudo haber nacido en un palacio", nos decían), pero no, nació y vivió como pobre, desvalido, indefenso. Cada vez que estamos ante alguien que es pobre, desvalido, indefenso, ante alguien que sufre deberían sonar en nuestros oídos las palabras de Jesús: "Esto es mi cuerpo". Probablemente, como otros muchos años, esta Navidad muchos católicos participaremos en Misa; muchos, incluso comulgamos. Esto es algo que acrecienta nuestra esperanza pues de manera especial la Eucaristía en la Navidad es una celebración de alabanza a Dios por todo lo que Cristo es, por todo lo que Él nos ha revelado, por el estilo con el que nos ha revelado. Y es una celebración que acrecienta, asimismo, nuestro compromiso de tener los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo (cf. Flp 2,5). Así se renovará la vocación de la Iglesia: ser de los pobres, desvalidos, indefensos. Por medio de los cubanos que hoy son así, Cristo le dice a la Iglesia: "Esto es mi cuerpo".
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