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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000

 

NOTICIAS

  

 

NO LE FUE DADO

EL TIEMPO DE LA CALMA

 
por Ernesto Ortiz Hernández

     

 

En la tumba de Dylan Thomas el tiempo ahora lo puede todo. Comienza con

"Un sitio

donde tumbarse y nada más: el tiempo

ahora lo pudre."

¿Por qué pienso un poco tristemente en lo que ha sido la vida de Padilla? Heberto Padilla. Supongo que al releer ahora su El justo tiempo humano en ya estornudante y amarillenta Edición Unión del 62, y sentir la agitación de tanta letra vigorosa, ajena al devenir, a la llegada del "tiempo de la Hila", que "ya viene el tiempo de la Hila" (no digo de la Ira, no, sino el tiempo que viene, que vendría, que resultó por otras manos hilado-helado-congelado-empaquetado-exportado-etc., escapado en suma, enmarañado), influye en cualquier ánimo. Porque a Heberto se le ocurrió ser él mismo, ser con su poesía, ir explorando el mundo y cantándolo al mismo tiempo. Y ya sabemos que el mundo es real-real, y al canto eso no le importa. ¿Será por ese desencuentro que sobre la tumba de Dylan Thomas

"No hay el áspero aroma

en los vientos de los bosques de Gales

y a la hora de escuchar su canción

es el sollozo lo que se oye a través

de la casa nevada".

El poeta Padilla, cubano, 68 años, fue hallado al mediodía del lunes 25 de septiembre por colegas y alumnos suyos de la Universidad de Auburn, Alabama, donde ejercía a partir de este curso como profesor de literatura latinoamericana. Había muerto temprano en la tarde del día anterior, de un ataque al corazón. Su sepelio se realizó en el Miami Memorial Park, luego de un servicio religioso en la iglesia The Litle Flower, Coral Gables, en el 2711 (tú-seven-uan-uan) Indian Moun Tr. De haber muerto antes de 1980, cuando Padilla pudo salir al exilio, quizá no le habrían celebrado Misa en la Catedral, ni tuvieran tal sonoridad las sílabas latinas de la funeraria en su pinareña Puerta de Golpe (sino otra), lo amortajaría quizá el mismo silencio de ahora en esta isla suya (desgraciadamente la noticia de su muerte ha sido ignorada, desestimada por los medios, ni qué decir los de abajo y el resto), pero no se añadiría el peso brumoso de la tierra extraña.

De Mario Vargas Llosa se habla ya en la TV cubana, la de aquí, jíar, a propósito de las técnicas narrativas que desglosa en Cartas a un joven novelista, y que se tratan en el curso de narrativa televisado. Cierto que más fugaz que el reflejo de la luna en una tropical lata de coca lanzada al callejón, cierto que con el apéndice reventándose, el estigma, la marca del zorro. Aunque tras ganar el Premio Nacional de Poesía en 1968, con Fuera de Juego, se le endilgó a Padilla el sambenito, por considerar contrario a la opinión oficial el contenido de esos poemas; aunque, por estas razones Padilla fue convertido en otro hombre (ya no era Heberto Padilla sino Elcaso Padilla); aunque, escogiéndolo o no, fatalmente o para su suerte, estemos o no de acuerdo con las interpretaciones de aquellos sucesos que la honestidad (no la audacia y mucho menos la inocencia) nos impide situar enteramente en el pasado, en Padilla se concretó el dramatismo de la libertad del hecho literario ante los poderes que lo coartan; su poesía, rica para entender una época en Cuba, tiene suficientes valores para considerarse en los programas literarios de la isla, y reeditarse; y sería enriquecedor actualizar ante los lectores cubanos su quehacer luego del exilio, y ubicar en el sitio justo su verdadero aporte a la cultura cubana. Hay que mencionar también a Padilla.

Concluye así, en la tumba de Dylan Thomas:

"Un sitio solamente

para tumbarse y nada más: el tiempo

eterno que lo pudra".