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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000

ÍNDICE

JUSTICIA

Y PAZ

  

 

LA ACADEMIA CATÓLICA DE CIENCIAS SOCIALES

Una institución al servicio del pueblo de Cuba

 
por Salvador Larrúa Guedes
 
 

     

 

¿Por qué surge la Academia?

Al inaugurarse la República casi junto con el siglo XX, la Isla vivía un momento muy difícil. Se acababan de romper las viejas estructuras del poder colonial, había finalizado la intervención norteamericana, y el país comenzaba su primer ensayo de gobierno: difícil empeño cuando la economía aún no se había recuperado de los destrozos causados por la Guerra del 95 y la población había perdido 300,000 habitantes -uno de cada cinco, como saldo conjunto de la contienda, el hambre, el bloqueo y las epidemias.

Entonces, en la práctica, no teníamos legislaciones obreras. Las pocas estipulaciones legales referidas al mundo del trabajo eran anacrónicas. En general, los obreros carecían de instrucción, en su mayoría eran analfabetos y no conocían otros derechos que los demasiado restringidos de la administración colonial. Las grandes masas incultas de antiguos esclavos, (la esclavitud fue abolida sólo dieciséis años antes de la proclamación de la República) que no sabían leer ni escribir, nunca se enteraron de la existencia de sus derechos sino de forma confusa y desorganizada. Ellos, los más olvidados, nunca conocieron otro que el del látigo sobre sus espaldas.

Obreros y antiguos esclavos, ciegos de pronto por el violento resplandor de la libertad recién estrenada, no tenían más preparación para asumirla que la adquirida a través de muchos años de sufrimientos, pero como no tenían preparación no sabían qué hacer con ella. Fueron presa fácil de los numerosos capitalistas norteamericanos que comenzaron a invertir en Cuba y buscaban mano de obra barata, de los españoles que no se retiraron a pesar de la derrota y de los no muy abundantes empresarios criollos (la mayoría de los ricos de Cuba perdió sus activos durante la guerra). En su mayoría, esos personajes lucraron con la escasa o nula instrucción de los más pobres, lo que resultaba muy fácil porque no tenían leyes que los protegieran, y si las leyes hubieran existido, pocos habían podido apelar a ellas.

Desaparecido el dominio ideológico de España, intervenida y dominada la Isla por una potencia extranjera, mermada y disminuida la Iglesia en sus agentes pastorales, se produjo un extenso vacío intelectual y espiritual y no hubo freno para que entraran en la isla las doctrinas más extrañas y disímiles. Seudosocialistas de todas clases, anarcosindicalistas, comunistas, caían en bandadas sobre los trabajadores y hablaban a las masas incultas de obreros en un lenguaje abigarrado del que no comprendían otras palabras que las que se asociaban a sus sueños y necesidades más imperativas: salario, viviendas, empleo, escuelas, justicia... por otra parte, aquel lenguaje exuberante e incontenible azuzaba sus pasiones más bajas, exaltaba los ánimos, adulaba, enaltecía y mentía. Se acumulaban promesas y más promesas sobre un mundo dorado de los trabajadores, y los medios para obtenerlo, demasiado radicales, debían pasar siempre por un conjunto de medidas extremas... eran influencias ajenas que llegaban de horizontes desconocido, de culturas exóticas, que portaban resabios y amarguras de otras tierras y se desarrollaron en países con situaciones, estructuras sociales e influencias civiles que nada tenían que ver con nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestras raíces marcadas y crecidas en el humanismo católico y el pensamiento cristiano.

 

Se proyecta la Academia Católica de Ciencias Sociales

A punto de terminar el segundo decenio del siglo XX aquellos problemas sociales inquietaban a un grupo de hombres buenos, frailes predicadores y terciarios dominicos. El Prior de San Juan de Letrán, fray Francisco Vázquez, y el Prior de la Orden Tercera de Santo Domingo, Dr. Domingo Villamil, buscaban desde hacía tiempo la forma de emprender alguna actividad que vinculara a los dominicos actuales, desde el punto de vista intelectual, con los antecesores que fundaron la Universidad de La Habana, en consonancia con el carisma de la Orden y el vigor que manifestaba en esos tiempos. Comenzaron a pensar en diversos proyectos para dar respuesta a esa inquietud, pero no lograban concretarlos.

Una tarde, cuando los Terciarios celebraban el culto del Tercer Domingo, visitó San Juan de Letrán el Dr. Mariano Aramburo Machado, notable jurisconsulto católico, filósofo y escritor brillante, quien venía a conversar con el Prior del Convento acerca de un proyecto que estaba preparando. Aramburo estaba convencido de que los dominicos, de acuerdo con su gloriosa historia intelectual en Cuba, eran los más llamados a realizar sus propósitos.

Cuando explicó en líneas generales su proyecto, tanto el exponente como el oyente quedaron sorprendidos por la forma en que coincidían sus ideas. Hacía falta una institución que estudiara los urgentes problemas sociales de la Cuba de la época, y que propusiera soluciones acertadas. Estos eran también los objetivos del Dr. Domingo Villamil, y desde aquel día comenzaron a tomar forma las ideas que compartían; muy poco después el proyecto se concretaría con la fundación de la Academia Católica de Ciencias Sociales.

 

El Dr. Mariano Aramburo Machado

Hombre de patriotismo muy especial, de clara inteligencia, sumamente religioso y preocupado por los problemas sociales que nublaban el cielo de la Cuba de esa época, el Dr, Mariano Aramburo era un brillante profesor universitario, autor de los textos de Filosofía del Derecho que durante muchísimos años formaron parte del currículum de estudios de esa facultad universitaria. Dicha obra magistral no fue el único fruto de su actividad intelectual. En otro de sus libros titulado Arte del buen vivir, el Dr. Aramburo mezclaba también la filosofía y el derecho con una visión sana y cristiana de la existencia que debía ser la base del difícil arte de la convivencia y del diálogo entre los hombres.

Siempre preocupado por los acuciantes problemas que debían tener solución adecuada para el desarrollo de la sociedad cubana, en 1916 el Dr. Aramburo había sido el promotor de la fundación de la revista Cultura, que surgió con el estímulo y el apoyo de los Padres Paúles, los que habían convertido la hermosa Iglesia de la Merced, sede principal de la Congregación de la Misión en Cuba, en un importante centro intelectual de La Habana de entonces y donde se impartían conferencias magistrales, y el arte y la literatura tenían la mejor acogida entre otras actividades, como si todas las manifestaciones culturales llegaran atraídas por las bellezas encerradas en este templo. Sus grandes inquietudes sociales impulsaban ahora al Dr. Aramburo, miembro de numerosas corporaciones y academias nacionales y extranjeras y Ministro Plenipotenciario de Cuba en Chile, para llevar a cabo la que sería su obra mayor: la fundación de la Academia Católica de Ciencias Sociales.

 

Fundación de la Academia

Hace casi 81 años, el 26 de octubre de 1919, se inauguró oficialmente la Academia Católica de Ciencias Sociales, en un acto sencillo pero no exento de gran solemnidad, que fue presidido por Monseñor Tito Trocchi, Delegado Apostólico para Cuba y Puerto Rico, y Monseñor Pedro González Estrada, Obispo de La Habana. La ceremonia se efectuó en el mismo local que hoy ocupa -como un símbolo profético- el Aula «Fray Bartolomé de las Casas», que fue desde ese momento la sede de la Academia hasta que este instituto desapareció al final de la década de los años 50.

La interpretación heráldica del escudo de la Academia nos habla muy claro de sus fines: una corona imperial sobre la cruz simbolizando el dominio absoluto de Jesús. Bajo la cruz la estrella de Santo Domingo, que ilumina a la ciencia en forma de un libro, del que se aprovechan los conocimientos atesorados por los predecesores para proyectar el futuro, y a las manos de obreros y empresarios, estrechamente apretadas, representando la unión cristiana como premisa de la vida digna y decorosa de los hombres.

Alrededor del escudo, la leyenda latina que traducida al español afirma que «La justicia y la paz se besan», y las ramas de mirto y de laurel representando el honor y la gloria.

Como es de suponer en una institución de este género fundada por los Padres dominicos, y según el texto del Artículo 1º de los Estatutos de la Academia aprobados en 1919,

La Academia Católica de Ciencias Sociales, que se instituye bajo el patrocinio de Santo Tomás de Aquino, tiene por objeto la exposición, propagación y defensa de la verdad católica en lo que concierne a las disciplinas nombradas, el estudio y esclarecimiento de las cuestiones que dichas ciencias comprenden, y la iniciativa y propulsión de las reformas que conduzcan al mejoramiento moral y económico del proletariado, a la armonía de las diversas clases sociales, y al cumplimiento cristiano de la justicia (sic) (1).

 

Estructura y miembros de la Academia

A partir del 19 de abril de 1919 estaba formado el Consejo de Gobierno, integrado por los siguientes académicos:

Rector, Dr. Mariano Aramburo y Machado; Consiliarios, RR.PP. fray Francisco Vázquez y Germán Hilaire; Secretario, Dr. Domingo Villamil; Vicesecretario, Dr. José Guerra López; Tesorero, Dr José López Pérez y Bibliotecario, Dr. Francisco Elguero Iturbide (2)

Desde el primer momento el Consejo realizó una labor destacada. De acuerdo con los Estatutos que quedaron aprobados desde el día en que se formó el Consejo, la Academia funcionaría con un máximo de treinta Académicos numerarios y treinta Académicos correspondientes (3). Con facto y competencia comenzaron a sumar la cooperación de personas de gran valor religioso e intelectual hasta un total de catorce. Con los seis ya nombrados, llegaron hasta veinte Académicos Numerarios en aquella época.

Muchos de los miembros de la Academia eran hombres de talla singular en la ciencia, la religión y el humanismo. Para citar solamente a algunos voy a mencionar a Mons. Manuel Arteaga Betancourt, que unos años después sería el Cardenal Primado de la Isla de Cuba; al Dr. José María Chacón y Calvo, ilustre investigador, literato e hispanista cubano; al Dr. Manuel Dorta Duque, ilustre profesor universitario que fue después de Mariano Aramburo el segundo Rector de la Academia y que simultáneamente ocupó cargos muy altos en la jerarquía de la Universidad de La Habana, y aquel científico de talla excepcional, el Doctor Don Fernando Ortiz.

Los Académicos debían ser católicos prácticos, de elevada moral y gran prestigio(4), y tener Grados Mayores en Teología, Derecho o Filosofía, o especial suficiencia científica en alguna de las materias propias del Instituto (5).

Además de los insignes miembros citados, la Orden Tercera de Santo Domingo proporcionó varios personajes de gran relieve en todos los órdenes con los Terciarios Monseñor Alberto Méndez, Secretario del Obispado de La Habana; M.I. Sr. Dean de la Catedral, Dr. Felipe Caballero; y los Doctores Domingo Villamil, Francisco Lamelas y Juan Isern (6).

Como quiera que se trataba de una institución católica, los principales eventos de la Academia sólo tenían lugar después de cumplir cabalmente los requisitos del ritual establecido. La fiesta de Santo Tomás de Aquino se celebraba en una Iglesia de la Orden de Predicadores, el 6 de marzo de cada año, con Vísperas y Completas solemnes, al final de las cuales se cantaba el himno y la oración del Santo mientras los académicos portaban velas encendidas. Al día siguiente se cantaba Tercia y a continuación tenía lugar una procesión claustral precedida por la imagen de Santo Tomás, seguida de Misa solemne con panegírico.

En la Cuaresma había tres días de retiro seguidos de Comunión general, y cuando se producía el fallecimiento de algún académico se cantaba un funeral compuesto de Vigilia, Misa y Responso, y se aplicaban tres Misas en sufragio de su alma.

Las sesiones de rutina de la Academia, que tenían periodicidad mensual, contaban con sus oraciones rituales que siempre terminaban así:

V. Ora pro nobis Sancte Thoma

R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi,

De la misma forma, y con las mismas oraciones con que se iniciaban las sesiones académicas, se realizaban las rogativas previas a la promesa que realizaban los nuevos académicos, que culminaba cuando el Rector imponía al nuevo profesor la insignia de la Academia (7) .

 

Principales trabajos y proyectos de la Academia

1. El Proyecto de Código del Trabajo

ver

PRESENTACIÓN AL SENADO DE LA REPÚBLICA DE CUBA DEL

PROYECTO DE CÓDIGO DEL TRABAJO

ELABORADO POR LA ACADEMIA CATÓLICA DE CIENCIAS SOCIALES

 

Un año después de inaugurada la Academia quedó terminado su primer Proyecto: el Código del Trabajo, en el que se consumieron todas las sesiones propias de ese período con la participación del pleno de Académicos Numerarios y de varios Académicos Correspondientes.

El conocimiento profundo de la religión y de la Doctrina Social de la Iglesia, de las ciencias sociales, el derecho y la economía, y un riguroso examen de la situación de Cuba en materia de legislación laboral, unido a la apreciación de los avances más relevantes de otros países en esta disciplina, permitieron elaborar un Proyecto que recogió en un solo cuerpo legal muy moderno y depuradamente técnico, tanto que nunca se había legislado nada semejante a nivel mundial, (8) todas las cuestiones vinculadas al trabajo, la jornada laboral, el salario, la protección contra accidentes de trabajo, las indemnizaciones, la seguridad social, la capacitación de los aprendices, junto con el andamiaje completo de procedimientos legales para dar soluciones en justicia.

El Código fue presentado al Senado de la República el 20 de junio de 1920 por el Rector de la Academia, Dr. Mariano Aramburo, y se remitió una copia al Presidente de la Cámara de Representantes (9).

 

Algunos aspectos relevantes

En la actualidad, una lectura detenida del Código asombra por sus proyecciones y por su maciza coherencia. Nada quedó fuera de este documento que establece metas altas y soluciones audaces. El examen de los Títulos del Código es atractivo hasta para los desconocedores del Derecho.

El Proyecto disponía, en sentido general, la jubilación a los 65 años de edad con veinte de trabajo, y que se percibiría el 75 por ciento del salario promedio de los últimos cinco años. En el caso del Código de 1984, que es el que rige en Cuba actualmente, se fija para la jubilación la edad de 60 años para los hombres y 55 para las mujeres y al menos veinticinco años de trabajo en ambos casos. La jubilación se establece tomando como base el salario promedio de los últimos cinco años con mayor salario, dentro de los diez últimos años de trabajo, y a partir de una escala que reduce la cuantía de las jubilaciones proporcionalmente, de acuerdo con su monto actual, para los salarios mayores de tres mil pesos anuales. Del salario base se otorga el 50 por ciento, más el uno por ciento por cada año por encima de los 25 años de trabajo requeridos (10). En el caso de las pensiones por muerte, el Código de 1920 también fijaba para los hijos el 75 por ciento, que administraría la madre. Si el trabajador no tenía hijos, la esposa recibiría el 50 por ciento y si no era casado, los padres se beneficiarían con un 40 por ciento (11).

Además, el Código propuesto por la Academia disponía para la incapacidad parcial al menos el 50 por ciento del salario hasta que el obrero recuperara su aptitud... en este documento no se olvidó ninguna situación, y no quedó sin salvaguarda ningún derecho.

La odisea de un Proyecto magistral

 

Se dice que en 1920 el Código no se aprobó por falta de presupuesto. Debe ser cierto, porque en ese momento la Isla comenzaba a andar por el espinoso camino de una crisis económica con envergadura mundial. De no ser así, tal vez se hubiera implantado el Proyecto a pesar de las fuertes erogaciones monetarias que significaba su puesta en vigor, y con el fin de conjurar una tempestad obrera que comenzaba a formarse en el horizonte del país (12).

En 1922, 1923, 1929 y 1930 se hicieron nuevas gestiones para implantar el Código. El Proyecto fue tan apreciado en el exterior por su contenido y alcance, que lo solicitaron los órganos legislativos de varios países latinoamericanos para su estudio, mientras que la República de Chile lo tomó de modelo en 1921 para elaborar su propia legislación obrera (13).

 

Repercusión en el ámbito internacional

Los doctores Mariano Aramburo, J.I. Vidaurreta y el sabio Dr. Don Fernando Ortiz (14) redactaron una ponencia explicando la utilidad de la implantación del Código del Trabajo en Cuba, que adjuntaron a este Proyecto cuando fue presentado en 1929 a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), órgano encargado de esta materia por la Liga de las Naciones. La alta instancia internacional, después de estudiar la fundamentación y el Proyecto llegó a la conclusión de que:

...el Proyecto cubano de un Código del Trabajo de hondo contenido social, supera en materia de legislación laboral a sus homólogos de otros países... lo que significa un adelanto de muchos años respecto a las demás naciones... (15).

Pero «ningún profeta es bien recibido en su patria» (Lc 4, 24) y el Código tuvo mejor acogida en el extranjero que en Cuba, aunque fue muy bien valorado por la Secretaría de Estado de nuestro país. A pesar de que esta legislación no pudo implantarse, el Proyecto se convirtió en un modelo que aspiraban alcanzar los jurisconsultos de más valía, y una opinión autorizada realizó el siguiente comentario: «deseo apuntar que dicho Código es obra notable que honraría a cualquier país que lo adoptase» (16).

 

Vigencia del Código

El Código del Trabajo no dejó de estar presente en Cuba, a pesar de todo. Don Fernando Ortiz menciona muchos de los aspectos recogidos en el Código, junto con otras realizaciones de la Academia Católica de Ciencias Sociales como necesarios para que Cuba pudiera salir de la crisis en que estaba sumida en la década de los 20 (17).

Por otra parte, más de la mitad de los artículos del Código, pertenecientes prácticamente a todos los títulos y capítulos, finalmente garantizaron los derechos obreros en muchos puntos de materia laboral. El Proyecto de la Academia sentó cátedra y fue la fuente obligada de donde surgieron las legislaciones posteriores en aspectos tales como las Bolsas de Trabajo, relaciones contractuales, arbitraje, protección de la mujer, descanso retribuido, salario mínimo, indemnizaciones por enfermedad o accidente, y los seguros por ancianidad, invalidez y muerte.

De los 172 artículos del Código del Trabajo elaborado por la Academia en 1920, 129 formaron parte de diversas legislaciones posteriores (18) y es innegable su decisiva influencia sobre algunos artículos determinantes de la Constitución de 1940, mundialmente reconocida como una de las más progresistas que nunca se hayan redactado.

 

2. Otros Trabajos y Proyectos de la Academia

Por primera vez en nuestra historia, la Academia Católica de Ciencias Sociales elaboró un «Proyecto de ley sobre la Protección a la Mujer Trabajadora», que complementaba lo legislado al respecto en el Código del Trabajo, y que se publicó en la Revista Antillana, órgano de la institución en 1922. Un «Proyecto de Viviendas Económicas para Obreros», presentado a la sesión del instituto el 5 de noviembre de 1920 por el académico Juan Isern resultó tan valioso e impecable que el Congreso de la República, por Ley de 18 de junio de 1922, votó la aplicación de 1 millón 300 mil pesos de las reservas nacionales para construir 2000 casas. Posteriormente se aprobaron nuevos fondos y la iniciativa de la Academia hizo surgir, en las afueras de Marianao, un barrio bautizado con el profético nombre de «Redención» (19) en el que se construyeron cientos y cientos de casas nuevas y sólidas que los trabajadores amortizaron cómodamente con plazos muy largos.

Sería muy extenso enumerar todos los planes y proyectos que la Academia llevó adelante. Merecen citarse el «Proyecto para la formación de Sindicatos agrícolas», primer paso para llevar adelante en 1921 un «Plan de Reforma Agraria»(20), el segundo de la Isla de Cuba después de que el Arzobispo de Santiago de Cuba, San Antonio María Claret, preparara su «Proyecto de Reforma Agraria» en la década de los 50 del siglo XIX. También es preciso mencionar las «Conferencias Públicas para Obreros», que se dictaban semanalmente en el Centro Gallego para elevar los conocimientos de los trabajadores a fin de que éstos pudieran reclamar sus derechos, y en las que brilló fray Francisco Vázquez, Primer Conciliario de la Academia y Prior de San Juan de Letrán, así como la redacción de los «Estatutos de la Unión Nacional de Trabajadores», que fue la primera federación obrera de la Isla proyectada a partir de las estipulaciones de la Doctrina Social Cristiana.

Por su trascendencia es necesario mencionar la reforma en los estudios universitarios de la carrera de Derecho. Los análisis realizados por los académicos en este sentido condujeron a la modificación del currículum de esta carrera, que desde 1922 hasta varios años después del triunfo de la Revolución en 1959 quedaron vigentes y sin sufrir cambios de ningún tipo en la Universidad de La Habana, según la propuesta que realizara el Dr. Mariano Aramburo.

Dos Proyectos, la «Reforma Económica» y la «Reforma Política», llaman mucho la atención y forman una trilogía junto con el «Código del Trabajo». Una reforma económica de acuerdo con las ideas más modernas para elevar el nivel y la calidad de la vida y hacer que los obreros participaran tanto en la formación del capital -como accionistas- como en los beneficios del trabajo, un Código laboral que resguardara sus conquistas, y una reforma política que llegaría por sí misma en la medida en que los trabajadores alcanzaran una posición decorosa en la sociedad y también en el campo de las ideas con una conciencia clara de sus deberes y derechos como ciudadanos, y de lo que podrían esperar de la administración estatal.

 

Conclusiones

La Academia Católica de Ciencias Sociales realizó trabajos de tremenda repercusión para el mundo obrero y para toda la sociedad cubana en su conjunto, no sólo porque fue la primera institución de nivel científico superior que examinó y estudió rigurosamente los problemas laborales y sociales para hallar soluciones idóneas, utilizando las ideas más avanzadas y las normas de la Doctrina Social Católica -lo que constituía no sólo una novedad para Cuba, sino para toda la América Latina- sino porque fueron también los académicos los que pensaron y otorgaron a los obreros los «Estatutos de la Unión Nacional de Trabajadores», primera organización cubana de carácter masivo que enfocó la situación del mundo del trabajo desde una óptica cristiana y también la primera en velar por los intereses de los campesinos, para los que confeccionó el «Proyecto para los Sindicatos Agrícolas».

Con la Academia vio la luz en Cuba la primera entidad Católica dedicada a los estudios sociales dentro del carisma dominico, solamente comprometida con la verdad y con la ciencia como instrumento para llegar a conocerla.

 

NOTAS

1.Revista Antillana, año I, tomo I, no. 1, p.41. En: Biblioteca Nacional de Cuba, La Habana.

2.Larrúa Guedes, Salvador: Presencia de los dominicos en Cuba. Universidad Santo Tomás de Aquino, Santafé de Bogotá, 1997, p.225.

3.Ibidem (1),p.42

4.Ibidem. Cf. P. 42

5.Ibidem.

6.Memoria que los dominicos de La Habana dedican a su excelso fundador Santo Domingo de Guzmán en el séptimo centenario de su preciosa muerte (1221-1921). La Habana, 1921, pp. 163-164. En archivo Histórico de San Juan de Letrán.

7.Ibidem (1), pp. 48-50.

8.Aramburo, Dr. Mariano: Exposición del Proyecto de Código del Trabajo al Senado de la República el 20 de julio de 1920. Imprenta Maza, Arroyo y Caso, la Habana, 1920, p.4. En: Biblioteca Nacional de Cuba.

9.Ibidem.

10.Larrúa Guedes, Salvador: La primera legislación obrera de Cuba. Cuadernos del Aula «Fray Bartolomé de las Casas», No.2. La Habana, 1998, p.133

11.Ibidem.

12.Ibidem.

13.Aramburo, Dr. Mariano: Academia Católica de Ciencias Sociales. Discurso leído en la sesión de apertura del curso de 1922 a 1923 el 15 de octubre de 1922. Imprenta Maza, Arroyo y Caso, la Habana, 1922. En: Biblioteca Nacional de Cuba.

14.Don Fernando Ortíz colaboró con la Academia Católica de Ciencias Sociales. Aunque no fue miembro de número, hizo causa común con la Academia en cuestiones tales como el Código del Trabajo. Es asombroso el paralelismo que existe y las coincidencias presentes en los trabajos del sabio cubano que son homólogos con los de la Academia. Desde el Código del Trabajo hasta la construcción de casas baratas para obreros, las ideas del sabio y las de la Academia van por el mismo camino.

15.Dictamen de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) sobre el Proyecto del Código de Trabajo de Cuba presentado por los Dres. Mariano Aramburo y Fernando Ortíz, con fecha 15 de junio de 1929.

16.Boletín de legislación laboral, julio-septiembre de 1929. Citado por Carlos M. Morán en su obra Legislación del Trabajo, premiada por el Colegio de Abogados de la Habana en 1929 y editada en 1930 por Ediciones Cultural, S.A

17.CF. Ortíz, Fernando. La crisis política de Cuba, sus causas y remedios. Remedios proletarios. En: Le Riverend, Julio: Orbita de Fernando Ortíz.

Ediciones Orbita, UNEAC, la Habana, 1973, p. 118.

18.Ibidem (16)

19.Ubicado en el territorio que ocupa en la actualidad el barrio de Pogolotti.

20.Ibidem (1). CF. Contenido de ese Proyecto.

 


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