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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000 |
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ARCADIO CANCIO "Una realidad que surge de lo más profundo de la persona" por Armando Álvarez Bravo |
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La afirmación es lapidaria. Surgió en una conversación en que se discutía el arte cubano actual. En ella participaban dos distinguidos creadores cubanos. Uno le dijo al otro: «Hay artistas que hacen su obra para el MOMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York». El otro no discutió ese juicio. Sin lugar a dudas, este fin de siglo es prolífico en inéditas versiones de la creación plástica. En el conjunto de esa creación pueden hallarse genuinos y valiosos aportes. Pero también mucha de esa obra es superficial, mediocre, y tendrá vigencia mientras duren las corrientes de la moda y los intereses que la alientan. El pintor cubano Arcadio Cancio no pinta para el MOMA. Es algo que jamás se ha planteado. Le basta ser capaz de adentrarse en un repertorio de imágenes que inevitablemente son un viaje al pasado.... Las obras de Cancio figuran un medio y unos personajes en una realidad cubana cuya gravitación fue arrasada. Son casi siempre interiores en que las figuras se desplazan o se inmovilizan en un ambiente barroco. Este se encuentra dominado por los vitrales, las rejas, los adornos, los objetos y los muebles trabajados en un complaciente exceso de detalles. Son obras en que el intenso colorido que proyectan los cerrados interiores y los vistosos objetos, trata de establecer la sombra amable que resguarda de las violencias de la luz exterior. En su espacio, ocupado siempre por mujeres, se desenvuelven historias secretas. Esas historias pueden ser tan amargas como maravillosas. Todas están escritas con la tinta del paso del tiempo. Ese ambiente esencialmente cubano, quizás fuera mejor decir históricamente cubano, debe asimilarse desde el prisma de la belleza. Esta es patrimonio en que lo externo sólo es reflejo de unos sentimientos interiorizados. «La realidad que viene a mi pintura es una realidad que surge desde lo más profundo de la persona», dice el artista. «Tiene que ver con el mundo cotidiano de la casa, los postigos, los muebles, las mamparas, pero vistos desde dentro. En esta colección, hasta cuando pinto la ciudad, lo hago desde dentro» Cancio, de 60 años, manifiesta desconocer si el espíritu de su obra tiene que ver con sus recuerdos o con la violencia que vio en sus años formativos, y lo llevó a refugiarse en sí mismo. El cuadro Meditación es un buen ejemplo de ese enclaustramiento físico y espiritual. En una sala oscurecida hay dos mujeres que miran hacia lo alto, como si no supiesen lo que desciende sobre ellas. Sus rostros reflejan el dolor de un miedo contenido, pero también el triste reconocimiento de lo inevitable. La mujer del primer plano llora silenciosa. «Si es verdad que uno se pinta a si mismo, el haber pasado tanto en Cuba, de la que salí al exilio en 1968, tiene que aparecer en la obra», manifiesta el expositor. «Pero no me considero triste. A veces, las lágrimas que pongo, no son lágrimas, son un elemento de embellecimiento». La expresión de la belleza es esencial para el artista. Trata de plasmarla. Por eso siempre pinta mujeres. Encuentra en ellas la posibilidad de captar ritmo, delicadeza, magia, sueño y carnalidad. Una mañana de Domingo, en el que ha pintado a cinco mujeres, patentiza esa búsqueda de la belleza. A diferencia del dramatismo de otras de sus mujeres, éstas desprenden un sentido de paz y armonía, una calma que exalta su belleza física y espiritual. El uso apasionado del color, que en esta colección se intensifica; la sensualidad y el barroquismo ambiental; la carga emocional y estética que dominan estas obras sitúan al pintor graduado en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en la esfera de la llamada «Escuela de La Habana», con toda la pintura que ya se reconoce como lo clásico contemporáneo. «A veces dicen que mi quehacer tiene una tangencia con la producción de los maestros de la plástica cubana del siglo XX», dice Cancio. «Admiro a Carlos Enríquez, Portocarrero, y a otros grandes de esa pléyade. Pero a su vez, pienso que a estas alturas me he adentrado mucho en la vibración del Greco. Lo que quiere decir que hallo mi camino propio. Quizás elaboro la temática de una singular escuela, pero lo hago a mi manera». En la elaboración de ese modo, Cancio ha incorporado firmas de estilo propias. Una de las más evidentes son los pájaros que inserta en sus cuadros. Están vivos, muertos, muriéndose, jugando, derrochan vida. Pero, subliminalmente, son un símbolo de libertad personal y estética. El Jardín, un cuadro que desborda elementos y que está dominado por los rostros de una mujer y un hombre, una silla y un pájaro envueltos por una densa vegetación que tiene mucho de vitral, es un excelente ejemplo del modo de hacer del artista. Revela que sigue componiendo de forma clásica, como le enseñaron en San Alejandro. Casi siempre creando la figura desde lo triangular o del rombo. También descubre elementos destilados del surrealismo y del cubismo, esencialmente picassianos, y de las poéticas de los maestros de la Escuela de La Habana. Por otra parte, es una pintura que cuenta una historia, aunque sea por alusiones. «Quizás mis cuadros cuenten la historia de mis anhelos, de lo que hubiera vivido en el ayer que fue arrasado», manifiesta el artista. «Quizás lo que quiero contar es que rechazo las cosas de hoy y deseo volver al ayer. Pero mi obra es pintura. Sólo eso». Finalmente, la pintura de Cancio es un ejercicio de desarraigo que el creador quisiera que rompiera las barreras nacionales. Y aquí quizás la contradicción de esta obra. Uno de los sueños del expositor es poder pintar en Cuba. «La conexión que tiene mi pintura con Cuba es definitiva» afirma Cancio. «Yo me siento muy cubano y siento, dondequiera que me encuentre, que estoy en un lugar extraño. Pintar dentro de Cuba es pintar en otra luz. Acaso eso llevaria un cambio grande en mi trabajo». No puede dudarse de esa posibilidad. Pero tampoco puede imaginarse la producción del artista sin sus mujeres, sus pájaros, sus densos y cuajados interiores, su carácter dramático que persigue la belleza o se colma en ella. Mucho menos pueden pensarse cambios en las claves de su paleta. Los azules, los sienas para expresar reclusión, intimidad y reposo. Los amarillos como vibración luminosa de la ciudad. Los rosados como latidos de la sensualidad.
CANCIO UN CLÁSICO ROMÁNTICO EN EL EXILIO CUBANO por Myrna Currás
Arcadio Cancio nació en Cuba y hoy vive en Miami, en el exilio. Es un artista que trabaja la temática cubana con mucha independencia, solamente la de sus recuerdos, añoranzas y deseos internos; es la única dependencia que podemos ver en sus trabajos, y esto la hace conducir a otra dimensión, con una finalidad y un punto definido de destino. Es el último de los exponentes de la antigua escuela cubana en Miami, de la cual contamos también con los ya conocidos maestros Cundo y Mijares. Es una escuela explícita y decisiva, son clásicos y románticos, dos palabras adecuadas para definir esta obra ya que sería una inconsecuencia separarlas. Es una obra con objetivos bien definidos y uno de ellos es el de agradar, no sólo por la figuración sino también por el colorido. Además de poder representar su idea principal, todas con la continuidad a través de sus cuadros de las costumbres de su pueblo, contribuye a un enriquecimiento extendido de una cultura que gracias a pintores como él, logran hacer que traspasen fronteras y nuevas generaciones conozcan sobre sus orígenes. Así sus obras cumplen el ideal propuesto. Arcadio Cancio nos hace partícipe de sus impresiones personales, de lo que ha vivido desde niño y las experiencias que toda esa vida artística ha conllevado, excita en nosotros esa deleitación que duplica el goce de la realidad. Nos sentimos seducidos, transportados y eso es realmente todo lo que desea el artista. Para Arcadio es importante representar el arte teniendo en cuenta el principio y la razón de ser del mismo arte como tal, dentro de un contexto estético, deduciendo que sus obras no pueden subsistir fuera de la verdad y la justicia, que uniendo lo ideal con la razón, su ley impositiva es el respeto a las costumbres. Cancio es un ser humano sencillo, descomplicado, suave y ecuánime, también su obra lo es ya que adquieren sus cuadros las mismas características que su creador. Expondré ahora algunos datos de la entrevista que hicimos. Son interesantes sus respuestas, y aún nos ilustra mucho más sobre su persona y el arte que realiza. -Arcadio, cuéntanos cómo empezaste como artista. -Todos los niños pintan, con el tiempo algunos dejan de pintar y otros continúan; de éstos algunos, por diferentes problemas, dejan un día de pintar, pero otros siguen venciendo dificultades, porque encuentran que es una necesidad, una forma de expresarse. Lo que Ortega y Gasset afirmaba: «que la vocación es el imperativo de lo que cada cual siente que tiene que ser». Así a los 12 años asistí a un curso de dibujo en el Liceum de Guanabacoa, la ciudad en la que nací. A los 13 formé parte de la fundación de la escuela elemental de Artes Plásticas Concha Ferrat, un año después ingresaba en la escuela de Bellas Artes de San Alejandro. -Háblanos de tu pintura. -Mi pintura está dentro de la línea del modernismo, es figurativa, tiene elementos surrealistas. Soy un pintor de la memoria, plasmo en el cuadro mis recuerdos de las casas coloniales barrocas, recuerdos de la casa de mi abuela. Es por ello que algunos críticos me colocan en la línea de la llamada Escuela de la Habana. He tratado de crear un lenguaje o un estilo particular, personal de la figura humana. En mi obra pinto preferentemente la figura femenina, es más decorativa, más plástica, más bella, más interesante. Las pinto de cuerpos, cuellos y manos alargadas, con senos verticales, desnudos góticos. Estudio a los antiguos maestros, los manierismos de El Greco, esa torción dinámica de Miguel Angelo en lo que él llamaba figura «serpentina». Trato de crear una atmósfera de tranquilidad en que mi obra no sea ofensiva ni de mal gusto, que resalte la belleza del dibujo, del color, que dé placer. Como dice el maestro Fernando Botero: «Esta es mi pintura, si me preguntas cómo la califico, pues la califico como pintura». Así, sólo pintura, ya que creo que el pintor debe pintar desde dentro de sí mismo.
(Tomado de «Arte al día» Internacional. No. 75.Julio 1999)
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