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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000

ÍNDICE

ENTREVISTA

  

 

COOPERAT

 

 

 

 

VAS

DEL PADRE OJEA

Nota de la Redacción

Al ser publicada esta entrevista, el Padre Claudio Ojea había fallecido; el 20 de octubre, a los 88 años de edad. Sirva este testimonio de amor a Cuba y a la Iglesia como homenaje al querido sacerdote.

 

 

por María Caridad Gálvez Chiú

 

 

     

 

Karina: –P. Claudio ¿es cierto que usted organizó una Cooperativa?

P.Claudio: –Curiosísima Karina, es muy cierto que siendo Cura Párroco de San Luis (Pinar del Río) organicé una cooperativa, como se dice hoy, "agro-industrial" para fabricar cigarros.

Karina: –¿No le parece que sería interesante para los lectores de Vitral conocer algo sobre aquella experiencia?

P. Claudio: –Tal vez encuentren algo interesante y de provecho; pero ten presente que eso fue hace medio siglo, y de entonces acá ha habido inmensos cambios, como decimos en el campo: "Ha llovido mucho". Sería necesario una introducción para las jóvenes generaciones –no tengo a mano y es difícil encontrar respecto a muchas cosas números exactos como suelen pedir ustedes, los estudiosos de la economía–,tampoco soy ducho en la terminología de ustedes. Y por último, con mis ochenta y tantos (el tanto es de 8) a cada paso te soltaría un "refrán" y unos paréntesis de nunca acabar.

Karina: –No obstante todos sus peros, estoy dispuesta a oírle y copiarle; en la terminología, cuando sea necesario le auxiliaré o supliré; en cuanto a refranes y paréntesis, me tomaré la libertad de suprimirlos o sintetizarlos; y por supuesto le preguntaré cuanto estime conveniente.

P. Claudio: –Hermana Karina, cierra los ojos o con los ojos abiertos, salta cincuenta años atrás (tus papás no se habían casado), trasládate al vecino pueblo de San Luis y encontrarás algunas grandes fincas tabacaleras de fama, y sólidas en el aspecto económico, que no suelen tener problemas en la venta.

Hay otras medianas que tienen problemas y los van resolviendo; y hay otras, no pocas, pequeñas, que anualmente confrontan el problema de la venta.

En estas últimas, las pequeñas, cuando el precio no es rentable, es decir, no cubre los gastos, el pequeño cosechero o vende y queda "empeñado" esperando desquitarse el próximo año; o guarda la cosecha con la zozobra de más gastos, aumento de los intereses, fumigación, amenaza de algún temporal, etc.

Tú sabes bien como vueltabajera que el tabaco no es comestible, se puede mascar y fumar y mitigar temporalmente la necesidad de comer; pero no alimenta. Su destino es morir quemado. Oí decir en mi tiempo que el famoso "Churchill" primer Ministro de Inglaterra cuando la última guerra mundial, y que siempre tenía un puro habano en la boca, dijo a los cubanos (gobernantes y negociantes del tabaco): "Muchas gracias por sus regalos de habanos, tengo para el resto de mi vida, lo que necesito es pólvora y balas".

Este "quedarse la cosecha" movió a algunos vegueros emprendedores a elaborar tabacos. Así nació la marca "El Baño" (nombre de la finca) de José María Fernández; "Arteaga", de Pedro Arteaga, y en San Juan y Martínez, "Llevada".(Y algunos pequeños chinchales). No obstante, por su naturaleza y por no ser mecanizada, este tipo de elaboración era complicada, y muy limitada en el consumo de rama.

Y aunque el tabaco de San Luis era en su mayoría fino y no del tipo llamado de "picar" (mucho más barato), algunos cosecheros pequeños consideraron que era una buena estrategia poder decir a los mercaderes: «Pues lo llevaré a la Cooperativa»; había margen para hacerlo.

Es conveniente saber que en el mercadeo del tabaco había una práctica generalizada y comprobada. Cuando un mercader o comprador iba a ver a un cosechero y no se ponían de acuerdo era muy raro y difícil que fuese a verlo otro mercader.

No me consta si era un acuerdo explícito entre ellos, o era costumbre tradicional en ese antiguo giro; tampoco se acostumbraba salir a buscar comprador, ni llevar "muestras". En una palabra el pequeño cosechero estaba muy indefenso.

Karina: –Siendo el iniciador usted, el Cura Párroco ¿tuvo carácter confesional, o discriminatorio?

P. Claudio: –Absolutamente abierta para cualquier pequeño agricultor tabacalero, sin distinción de ningún tipo, inclusive algunas mujeres esposas o hijas de cosecheros, y muy pocos con intereses ligados a los pequeños cosecheros.

Karina: –¿Tuvo dificultad en la parte jurídica o legal?

P. Claudio: –Con algunas orientaciones recibidas de La Habana, y con la asesoría gratuita de un inteligente y prestigioso abogado pinareño muy amigo nuestro, el Dr. Orlando de la Portilla, todo el "papeleo" se realizó pronto y fácilmente, y adquirimos personalidad jurídica pública.

Karina: –¿Enseguida comenzaron a fabricar cigarros?

P.Claudio: –Había que "registrar una marca", como se decía entonces.

Para el tabaco torcido la gestión era sencillísima, mediante petición y un muy pequeño impuesto si el nombre solicitado no aparecía registrado, y enseguida le concedían el permiso.

Pero para las marcas de cigarros había una condición: no se concedía si el solicitante no demostraba tener todo listo para producir, es decir, tener la fábrica ya organizada. (La razón de esta aparente anomalía tiene su explicación; pero sería largo y no viene al caso)

Con gestiones amistosas y sin desembolsar un centavo, se le concedió a la Cooperativa de Pequeños cosecheros la marca «Coopera».

Karina: –Estoy deseosa de saber cómo se arreglaron respecto a la maquinaria.

P.Claudio: –A eso voy; pero antes una pequeña introducción.

Me parece, y este parecer es fruto de la observación, que en la sociedad moderna, una parte de los empresarios (sean fabricantes, sean comerciantes) por temor a la competencia van sembrando un temor y admiración por la mecanización y pintándole como casi imposible. Decirle a un pequeño cosechero, vamos a fabricar cigarros, era para que te virara la espalda murmurando: está loco. Pues oirás: entré en un "rastro" de la calle Salud en la Habana (de joven seminarista había adquirido esa costumbre), y vi que estaban limpiando una "Bancaza" larga y rara y pregunté enseguida:

"¿Y eso para qué sirve?".

"Para hacer cigarros", fue la respuesta.

"¿Y la vende?"

"Por supuesto".

Ya estaba la máquina.

Por "catálogo" importamos de EE.UU. un pequeño machete, máquina para hacer la picadura, pequeña, pero suficiente para nuestro propósito. Se adquirió una "encajetilladora criolla"; es decir, hecha en Cuba. El papel y la goma especial: los mismísimos de las grandes fábricas que se adquirían en La Habana. Ya estaba en pie la fabri-quita.

Hubo quien apostara a que no llegaríamos a hacer cigarros. Y salimos a la calle con un cigarro de hechura perfecta, y una cajetilla modesta como las de ese tipo.

 

Dos de las cajetillas de cigarros salidas de la fábrica.

 

Karina: –¿Cuál fue la cantidad invertida? ¿Cuánto gastaron en montar la fábrica?

P.Claudio: –Han pasado más de 40 años, el precio, detalle de cada cosa, no lo recuerdo; pero puedo hacer una cuenta global que no falla: serían como máximo 60 socios (tal vez eran menos) y cada uno aportó, mediante el Bono entregado, cien pesos, no hubo préstamo alguno, ni donativo; también todo el trabajo y gestiones lo hicimos los socios fundadores gratuitamente. Respecto al local apropiado, que en aquellos momentos hubiera sido imposible encontrar, el fundador y dueño de la fábrica de Tabacos "El Baño", José M. Fernández Gómez, "Pepe", lo cedió gratuitamente y adaptó, gesto que siempre le agradecí. Además, con su trabajo personal y experiencia, fue el brazo derecho de la Cooperativa. Estoy seguro que El Señor se lo ha tenido en cuenta.

Con esa bicoca, seis mil pesos, el importe de cualquier pequeña cosecha, montamos la fabriquita. No está de más escribir para los lectores "avispados" que lo nuestro era un "chinchal", como decir un auto del año 40 comparado con auto último modelo; pero hacía cigarros.

Karina: –Entonces a coser y a cantar...

P. Claudio: –Noooo. ¡Qué poco dura la alegría en casa del pobre!

Cuando salimos a la venta el cigarro no tuvo aceptación, sencillamente no se compraba.

Unos decían que la cajetilla, otros que la liga, etc.

En realidad, enfrascados en la fabricación, poco conocíamos del comercio cigarrero. En aquel tiempo estaba en plena efervescencia la publicidad del cigarro; y ciertas marcas tenían lo mejor en programas de la Televisión, sin abandonar otros medios como la radio y los carteles, y, sobre todo, un comercio minoritario (bodegas y kioscos) ligado a intereses económicos o políticos de almacenistas (Mayoritarios). Por otra parte no habíamos hecho propaganda alguna.

Karina: –¿Cuál fue la actitud, como dice usted de los fundadores?

P.Claudio: –Serena, no nos "desplomamos", sino empezamos a estudiar el problema; por suerte, la Cooperativa no tenía compromiso inmediato de fabricar con nadie, y no se debía un solo centavo, podíamos esperar.

Karina: –¿Y cuándo se les acabó la alegría?

P.Claudio: –Ahora procuraré de manera especial ser justo y no ofender a nadie ni vivo, ni muerto. Cuando un grupito de socios que nada habían trabajado surgió como una manga de viento o tornado para tomar las riendas de la Cooperativa, pero con una energía y desespero dignos de mejor causa, las presiones fueron al máximo y en todos los órdenes.

Me mantuve sereno y firme, pues me parecía injusto desplazar de mala manera a quienes tanto se habían sacrificado y estaban convencidos del objetivo de la Cooperativa.

Karina: –¿Pero no había posibilidad de acuerdos o conciliación de criterios?

P.Claudio: –No la había, estaban cerrados a la banda, lo que deseaban era el control total.

Karina: –Siendo el Párroco, y el grupo contrario lidereado por algunos católicos; ¿no trajo ésto problemas en su labor espiritual?

P.Claudio: –Propiamente ninguno, pues tuve sumo cuidado de no mezclar las cosas; nunca hablé del problema en la Iglesia. Y cuando me preguntaban exponía sencillamente el asunto, y que no se trataba de la fe, sino de distintos enfoques del campo social; sí se enfriaron algunas amistades que no me comprendieron y dejaron de visitarme.

El problema se puso al "rojo vivo"; por una parte prácticamente no podíamos trabajar, y por otra, la oposición sin quererlo estaba saboteando la Cooperativa. Algunos pensaron: posible intervención ajena mediante soborno; pero siempre rechacé ese pensamiento. Estaba y estoy convencido de que no hubo tal; me parecía que los agitaba la ignorancia y cierto afán desmedido de lucro o puestos de trabajo.

Karina: –¿Y cuál fue la solución?

P.Claudio: –La única posible: unas nuevas elecciones generales para ratificar la Directiva o renovarla...

Karina: –¿Así que tuvo que hacer política?

P.Claudio: –Ni la había hecho, ni la hice; casi padre de la criatura conocía a fondo y con detalles el problema. Los dos grupos opuestos y bien definidos se equilibraban, había como seis miembros ajenos a la lucha que iban a decidir. Pude verlos antes que votaran y les dije: "En sus manos está la decisión". (Recuerdo la palabra exacta. "Piénsenlo bien".)

Por ese pequeño margen el espíritu cooperativo que estaba grave se fue a bolina; murió. Quedaba viva, con el mismo nombre de marca, la fabriquita.

Karina: –La actitud de ustedes los fundadores ante la pérdida fue....

P.Claudio: –La de gente civilizada; entregamos documentos, máquinas, todo absolutamente; y les dejamos libres, cosa que ellos no hicieron con nosotros.

Karina: –Ahora una pregunta muy personal: ¿Con qué animo sufrió esa, podemos llamarle derrota?

P.Claudio: –Voy a responder de una manera muy personal (y como cristiano que soy por la gracia de Dios), con paciencia y humildad. Tú sabes que los estudiosos llaman a Dios Señor de la Historia, y con razón podemos también llamarle filialmente Señor de nuestras "historietas" (en minúscula por lo poco importante), y da ánimo para sobrellevar las contrariedades. Además, la Economía Divina tiene unas reglas muy especiales: "El ciento por uno", una alegría más que noventa y nueve; donde te descuides puede haber un premio para los "fracasados de buena fe"...

Karina: –Para no quedarnos en el aire: ¿Como siguió la fabriquita?

P.Claudio: –Las circunstancias que has oído me obligaron a separarme de cuajo de aquella iniciativa, lo mismo hizo casi toda la directiva saliente; lo que supe fue por rumores populares (Radio Bemba). Hicieron una nueva cajetilla, nueva liga, y estuvieron trabajando por varios meses, no recuerdo el tiempo exacto, hasta que llegó el cambio radical de la Revolución... Según tengo entendido no hubo intervención, fue como abandonada. Ni siquiera tengo idea de donde irían a parar los papeles y los hierros.

Satisfecha la pregunta voy a decirte algo muy importante y que nos confirmó en nuestro modo de pensar: En medio del "lío" que se formó, el comprador de la cooperativa, Ramón Hernández (otro de los fundadores que trabajó con entusiasmo), fue en vuelta de San Juan a ver un pequeño cosechero que no había venido; después de ir, antes de una semana se apareció un mercader y le compró el tabaco. Con lo que se comprobó la eficacia de la estrategia programada.

Karina: –¿No se le ocurre algún consejo para algún futuro organizador de cooperativas?

P.Claudio: –Me viene a la mente un dicho de Santa Teresa de Jesús, la de Ávila. "Temo más a una monja descontenta que a diez demonios". A primera vista parece falta de caridad, y huele a algo herético; pero no hay tal, la Santa no valora las personas, sino indica el peligro que supone. Te explico brevemente con un ejemplo: están dos religiosas en la huerta del convento trabajando, si diez demonios a la vez o uno detrás de otro se dirigen a una de ellas y le dice que siga trabajando y no obedezca a la campana, es casi seguro que no les hará caso; pero si cuando suena la campana la otra (la descontenta o frustrada) le da con el codo y guiñando un ojo le dice: vamos a acabar este trabajo, se puede apostar con seguridad que la oirá y seguirá; y lo mismo sucederá en otras circunstancias. Resumiendo: no se debe discriminar a nadie; pero se debe seleccionar meticulosamente a los aptos y convencidos, esto es vital para cualquier actividad de grupos o comunitaria.

Karina: –A usted no le quedaría deseos de oír hablar de cooperativas.

P.Claudio: –Te equivocas hermanita; pero si me preguntas más, ni ahora, te diré. Vamos a terminar como los capítulos de las Novelotas, con un suspenso, si Dios quiere en el otro diálogo hablaremos de la segunda.

 


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