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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000 |
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JUBILEO |
JUBILEO DE LA PATRIA HOMILÍA PRONUNCIADA POR MONS. JOSÉ SIRO BACALLAO EL 8 DE SEPT. DEL 2000 EN LA PARROQUIA DE NTRA. SRA. DE LA CARIDAD |
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Queridos hermanos y hermanas: Nos reunimos esta memorable noche del año 2000 para celebrar con gozo especial el jubileo de la Patria. A los pies de la imagen bendita de Ntra. Madre, Patrona y Reina nos reunimos sus hijos para decirle una vez más: ¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios! Si en este día celebramos el jubileo de la Patria, es lógico que reflexionemos sobre los tres elementos que componen esta gozosa fiesta. - Veamos el primer término, Jubileo: Mucho se ha hablado, aún en nuestro País, porque aquí vive la Iglesia, del jubileo. Expresa alegría; no sólo alegría interior, sino un júbilo que se manifiesta exteriormente, ya que la venida de Dios es también un suceso exterior, visible, audible, tangible, como recuerda San Juan en su 1ª Carta: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos mirado y nuestras manos han palpado acerca del Verbo que es la Vida, pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio" (Jn 1ª - 1). Es justo, pues, que toda la expresión de júbilo por esta venida tenga su manifestación exterior. Esta indica que la Iglesia se alegra por la salvación, invita a todos a la alegría y se esfuerza por crear las condiciones para que las energías salvíficas puedan ser comunicadas a cada uno. Por ello, el 2000 marca la fecha del Gran Jubileo, que es en cierto modo, igual a cualquier otro, pero al mismo tiempo viene siendo diverso y más importante que los anteriores. "En la historia de la Iglesia, ha dicho el Papa Juan Pablo II, cada jubileo es preparado por la Divina Providencia". Así lo podemos corroborar en el transcurso del año y de las múltiples celebraciones que han sido, como la de los jóvenes, una grandiosa efusión del Espíritu Santo. - Analicemos el término Patria, cuyo jubileo celebramos en esta ocasión. Dice nuestro José Martí que "por la confusión de los términos se confunden los hombres. No hay que estar a las palabras, sino a lo que está debajo de ellas". Y continúa hablando de la Patria en esta forma: "Quienes vivimos para ella, no necesitamos frases sobre ella. De ella es mandar y de nosotros obedecer. Es nuestra adoración, no nuestro pedestal ni nuestro instrumento". Por otra parte, nos dice el siervo de Dios el Padre Varela: "Al amor que tiene todo hombre al País en que ha nacido, y al interés que toma en su prosperidad le llamamos patriotismo. La consideración del lugar en que por primera vez aparecimos en el gran cuadro de los seres, donde recibimos las más grandes impresiones que son las de la infancia, por la novedad que tienen para nosotros todos los objetos, y por la serenidad con que los contemplamos cuando ningún pesar funesto agita nuestro espíritu, impresiones cuya memoria siempre nos recrea; la multitud de objetos a que estamos unidos por vínculos sagrados, de naturaleza, de gratitud y de amistad; todo esto nos inspira una irresistible inclinación y un amor indeleble hacia nuestra patria. En cierto modo nos identificamos con ella, considerándola como nuestra madre, y nos resentimos de todo lo que pueda perjudicarla. Como el hombre no se desprecia a sí mismo, tampoco desprecia ni sufre que se desprecie su patria que respeta, si puedo valerme de esta expresión, como parte suya. De aquí procede el empeño en defender todo lo que le pertenece, ponderar sus perfecciones y disimular sus defectos. Aunque establecidas las grandes sociedades, la voz patria no significa un pueblo, ni una ciudad, ni una provincia; sin embargo los hombres dan siempre una preferencia a los objetos más cercanos, o por mejor decir, más ligados con sus intereses individuales, y son muy pocos los que perciben las relaciones generales de la sociedad, y mucho menos los que por ellas sacrifican las utilidades inmediatas o que les son privativas». Y continúa el Padre Varela: ""No es patriota el que no sabe hacer sacrificios a favor de su patria, o el que pide por éstos una paga, que acaso cuesta mayor sacrificio que el que se ha hecho para obtenerla, cuando no para merecerla. El deseo de conseguir el aura popular es el móvil de muchos que se tienen por patriotas, y efectivamente no hay placer para un verdadero hijo de la patria, como el de hacerse acreedor a la consideración de sus conciudadanos por sus servicios a la sociedad; mas, cuando el bien de ésta exige la pérdida de esa aura popular, he aquí el sacrificio más noble y más digno de un hombre de bien y he aquí el que desgraciadamente es muy raro. Pocos hay que sufran perder el nombre de patriotas en obsequio de la misma patria, y a veces una chusma indecente logra con sus ridículos aplausos convertir en asesinos de la patria a los que podrían ser sus más fuertes apoyos. Honor eterno a las almas grandes que saben hacerse superiores al vano temor y a la ridícula alabanza". (Hasta aquí el Padre Varela). Queridos hermanos y hermanas, el Papa nos legó un mensaje inalienable en su visita a Cuba, con el contenido de sus discursos y homilías, en los cuales menciona veintidós veces la palabra patria. - Tercer elemento para nuestra reflexión en este encuentro: La Santísima Virgen de la Caridad, Patrona y Reina de Cuba, Madre de todos los cubanos. ¿Por qué razón al celebrar el jubileo de la Patria escogemos el día de su fiesta? Porque es la Señora, que vestida de humilde y pequeña imagen, apareció en Nipe y empapó sus vestidos de mar y de sol cubanos, de polvo de cobre, de dulzor de caña de azúcar, de humo de tabaco, de murmullo de brisa, de cantos de sinsontes, de verdor de palmas, de olor de caimitos, de mangos y de pinos. Porque es la Señora que en la montaña oriental adornó su manto con luces de cocuyos, que acarició sus oídos con rumor de arroyuelos, gritos de campesinos abriendo el vientre de nuestras tierras para sembrar la semilla llena de esperanza; que miró con ojos misericordiosos a esos sus pobres hijos que hacia Ella dirigen miradas de súplica, de acción de gracias o de humilde ofrenda; que abrió sus labios para bendecir enfermos, alentar desconsolados, santificar uniones, proteger hogares. Porque es la Señora que en la triste noche del pasado colonial recogió lágrimas de infelices esclavos y al mismo tiempo animó ansias de libertad de los que lucharon por ella; la que habitó en barrancones y al toque de tambores escuchó el lamento del África sufrida que vivía entre los cubanos. Porque es la Señora que recibió la visita en 1868 del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, que supo buscar entre los brazos benditos de la Virgen, la generosidad para soltar sus esclavos y el valor para luchar por la libertad de los que la procuraban. Porque es la Señora que alentó en el alma del joven Félix Varela, genio y padre de intelectuales, el llamado a la consagración total a Dios en el Sacerdocio. La que inspiró al prócer Figueredo el precioso legado de nuestro himno nacional. La que arrancó de los místicos labios del mulato Plácido, de mirada alta, de corazón y alma sencillo, su hermosa Plegaria a Dios. Porque es la Señora que nos inspira un amor profundo a nuestras tradiciones, una adhesión inmensa al tronco robusto que plantaron nuestros mayores: Martí, Maceo, Agramonte y todos los que lavaron sus vestidos en el rojo vivo de su sangre. La que impulsó al General Calixto García a ir con sus aguerridos soldados a visitarla en su Casa del Cobre para implorar la bendición sobre una Patria que comenzaba a ser libre. La que alentó a nuestros mambises, los bravos veteranos de la Independencia, a pedir al Vicario de Cristo que la declarase Patrona de Cuba. Porque es la Señora que inspiró a nuestras madres a nombrar a sus hijas Caridad. La que con una humilde estampa recuerda su amorosa presencia a los que viven al calor del hogar. La que visitan nuestros hombres y mujeres que vuelven de las guerras o de distintas misiones, para dejar su ofrenda, su delicado ex - voto. La que mueve a nuestros escritores, artistas y deportistas a depositar a sus pies en la Basílica del Cobre, sus ricas medallas y sus bellos trofeos. María es esta mujer que anudó nuestra historia nacional con lazos de amor, de amistad, de esperanza y consuelo. Ella es Madre que despierta el corazón filial que duerme en cada cubano. Ella es diálogo de fe que mueve a sus hijos a confiar en su Hijo Jesús y no buscar soluciones en el desarraigo, la desesperanza o el suicidio. Ella es áncora de esperanza que alimenta las ansias de vivir en paz, justicia y libertad. Ella es Madre del Amor divino que alienta a sus hijos e hijas a no convertirse en un pueblo pagano y carnal. A Ti, Madre de la Caridad del Cobre, han venido, y vienen y vendrán en el transcurso de las edades todos tus hijos cubanos. Tu nombre y tu imagen están esculpidos en la mente y en el corazón de todos los cubanos, dentro y fuera de la Patria, como signo de esperanza y centro de comunión fraterna, como te dijera el Papa al coronarte como Reina de Cuba. Termino mi homenaje a la Patria y a la Señora del Cobre con estas bellas cuartetas de desconocido poeta: Refugio de pecadores, tabla en un mar con tormenta, Tú nos traes a Jesús y tú a Jesús nos acercas.
Bendice a nuestros muchachos rostro joven de la Iglesia que va abriendo guardarrayas de amor y de vida eterna.
Haz que nuestros gobernantes movidos por la nobleza no cierren ojos y oídos a ese mal que nos acecha.
Dale paz a nuestra Patria pues de la paz eres reina: que nunca jamás se manche de sangre la guayabera.
REINA DE CUBA, RUEGA POR NOSOTROS. AMÉN.
8 de septiembre 2000, Jubileo de la Patria
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