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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000

 

JUBILEO

  

 

NO HAY EUCARISTÍA SIN IGLESIA,

NI IGLESIA SIN EUCARISTÍA

 
por Sergio Lázaro Cabarrouy

     

 

Era una de estas tardes húmedas y de calor insoportable. Sobre las siete de la noche comenzaron a llegar los peregrinos de otras partes de la diócesis a la Catedral para participar en la Jornada Eucarística Diocesana, como parte de las celebraciones en ocasión del Jubileo; abrazos, apretones de manos, preguntas sobre la marcha de obras y sobre personas conocidas, manifestaciones de solidaridad, "cuenta conmigo"... y todo lo que suele pasar en un encuentro como éste en el que se reúnen quienes comparten la misma fe y los mismos empeños. Se trata de un extraordinario acontecimiento de eclesialidad.

Luego el recibimiento al Obispo, en el que los asistentes se situaron a ambos lados de la acera que atraviesa el jardín hacia el atrio. Cerca de las 8:30 comenzó la celebración en la que participaron la mayoría de los sacerdotes de la diócesis. Varios jóvenes de la comunidad de la Catedral escenificaron pasajes del Evangelio: Las enseñanzas de Jesús sobre el pan de vida, el sermón del monte, la multiplicación de los panes y los peces, y la última cena. Los actores vestían como en la época y dijeron textualmente los fragmentos de la Sagrada Escritura.

Terminada la representación comenzó la Misa, cuyos cantos fueron animados por el grupo musical Ágape de la parroquia del barrio de Maica en esta ciudad. Las lecturas se centraron en el misterio Eucarístico, comenzando por sus primeros orígenes en la Pascua judía en los días de la liberación de Egipto (Éxodo 24, 3-8), y terminando por la última cena de Jesús con sus discípulos, en la que se instituyó la Misa (Mc 14, 12-16, 22-26). En el salmo (Sal 115, 12-15) se cantó al Señor como salvador de todos los hombres, y en la segunda lectura se leyó un precioso pasaje 8Hb 9,11-15) en el que el autor enseña sobre la eucaristía, tradición que había recibido de los primeros cristianos. Luego de la lectura del Evangelio, el Obispo besó el libro de las Sagradas Escrituras, lo alzó y bendijo a los presentes haciendo con éste la señal de la cruz.

La homilía estuvo dedicada a profundizar en el misterio eucarístico, el cual marca el origen de la Iglesia y es parte de su esencia. No es posible la Iglesia sin el alimento de Dios mismo en el pan y el vino, y al mismo tiempo, el misterio eucarístico no se hace presente sin la existencia de la asamblea reunida en torno al Señor. Es decir no hay Iglesia sin Eucaristía y no hay Eucaristía sin Iglesia. El Obispo advirtió que no es posible profundizar en la fe católica sin que la persona aprenda a adorar el Santísimo Sacramento, aprovechando su presencia a veces inadvertida en el sagrario, y estableciendo una conexión cada vez más profunda entre la eucaristía y la vida. La homilía recorrió brevemente la inmensa y rica doctrina eucarística de la Iglesia. La Eucaristía es el alimento principal de la fe.

En el momento del ofertorio varias personas entre ellas, niños, adultos y personas mayores, fueron hasta el altar con velas encendidas simbolizando la luz que trajo Cristo al mundo. Algunos vestían uniformes escolares, ropas de trabajo, etc, representando los diferentes ambientes de nuestra realidad, y dejaron en el altar utensilios y herramientas propios de las ocupaciones que representaban. Las luces de la catedral iluminaban a medias.

Durante la consagración llamó la atención el momento en que los celebrantes alzaron el pan y el vino y lo tuvieron en alto mientras el coro repitió varias veces. " A ningún otro adorarás...", Este detalle litúrgico, tan sencillo, resulta de gran valor en medio de un pueblo acostumbrado a adorar falsos mesianismos.

Al final de la Misa hubo hora santa, que comenzó con la adoración del santísimo y prosiguió con una procesión alrededor del templo Catedral.

Al finalizar la Jornada Eucarística, los peregrinos de otros pueblos montaron en sus camiones, no sin animadas charlas de despedida y "últimos contactos". Los asistentes cada uno cogió su rumbo, luego de la calurosa y piadosa celebración que de seguro ayudará a muchos, en su camino hacia Cristo en medio de este año Jubilar. La Iglesia en Pinar del Río había vivido otra experiencia de comunión, signo de la realidad que quiere ayudar a construir, como parte de la edificación del Reino de Dios, en esta nuestra querida Cuba.

 

25 de junio del 2000