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septiembre-octubre. año VII. No. 39. 2000 |
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JUSTICIA Y PAZ |
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LA ACADEMIA CATÓLICA DE CIENCIAS SOCIALES Una institución al servicio del pueblo de Cuba por Salvador Larrúa Guedes |
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¿Por qué surge la Academia? Al inaugurarse la República casi junto con el siglo XX, la Isla vivía un momento muy difícil. Se acababan de romper las viejas estructuras del poder colonial, había finalizado la intervención norteamericana, y el país comenzaba su primer ensayo de gobierno: difícil empeño cuando la economía aún no se había recuperado de los destrozos causados por la Guerra del 95 y la población había perdido 300,000 habitantes -uno de cada cinco, como saldo conjunto de la contienda, el hambre, el bloqueo y las epidemias. Entonces, en la práctica, no teníamos legislaciones obreras. Las pocas estipulaciones legales referidas al mundo del trabajo eran anacrónicas. En general, los obreros carecían de instrucción, en su mayoría eran analfabetos y no conocían otros derechos que los demasiado restringidos de la administración colonial. Las grandes masas incultas de antiguos esclavos, (la esclavitud fue abolida sólo dieciséis años antes de la proclamación de la República) que no sabían leer ni escribir, nunca se enteraron de la existencia de sus derechos sino de forma confusa y desorganizada. Ellos, los más olvidados, nunca conocieron otro que el del látigo sobre sus espaldas. Obreros y antiguos esclavos, ciegos de pronto por el violento resplandor de la libertad recién estrenada, no tenían más preparación para asumirla que la adquirida a través de muchos años de sufrimientos, pero como no tenían preparación no sabían qué hacer con ella. Fueron presa fácil de los numerosos capitalistas norteamericanos que comenzaron a invertir en Cuba y buscaban mano de obra barata, de los españoles que no se retiraron a pesar de la derrota y de los no muy abundantes empresarios criollos (la mayoría de los ricos de Cuba perdió sus activos durante la guerra). En su mayoría, esos personajes lucraron con la escasa o nula instrucción de los más pobres, lo que resultaba muy fácil porque no tenían leyes que los protegieran, y si las leyes hubieran existido, pocos habían podido apelar a ellas. Desaparecido el dominio ideológico de España, intervenida y dominada la Isla por una potencia extranjera, mermada y disminuida la Iglesia en sus agentes pastorales, se produjo un extenso vacío intelectual y espiritual y no hubo freno para que entraran en la isla las doctrinas más extrañas y disímiles. Seudosocialistas de todas clases, anarcosindicalistas, comunistas, caían en bandadas sobre los trabajadores y hablaban a las masas incultas de obreros en un lenguaje abigarrado del que no comprendían otras palabras que las que se asociaban a sus sueños y necesidades más imperativas: salario, viviendas, empleo, escuelas, justicia... por otra parte, aquel lenguaje exuberante e incontenible azuzaba sus pasiones más bajas, exaltaba los ánimos, adulaba, enaltecía y mentía. Se acumulaban promesas y más promesas sobre un mundo dorado de los trabajadores, y los medios para obtenerlo, demasiado radicales, debían pasar siempre por un conjunto de medidas extremas... eran influencias ajenas que llegaban de horizontes desconocido, de culturas exóticas, que portaban resabios y amarguras de otras tierras y se desarrollaron en países con situaciones, estructuras sociales e influencias civiles que nada tenían que ver con nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestras raíces marcadas y crecidas en el humanismo católico y el pensamiento cristiano.
A punto de terminar el segundo decenio del siglo XX aquellos problemas sociales inquietaban a un grupo de hombres buenos, frailes predicadores y terciarios dominicos. El Prior de San Juan de Letrán, fray Francisco Vázquez, y el Prior de la Orden Tercera de Santo Domingo, Dr. Domingo Villamil, buscaban desde hacía tiempo la forma de emprender alguna actividad que vinculara a los dominicos actuales, desde el punto de vista intelectual, con los antecesores que fundaron la Universidad de La Habana, en consonancia con el carisma de la Orden y el vigor que manifestaba en esos tiempos. Comenzaron a pensar en diversos proyectos para dar respuesta a esa inquietud, pero no lograban concretarlos. Una tarde, cuando los Terciarios celebraban el culto del Tercer Domingo, visitó San Juan de Letrán el Dr. Mariano Aramburo Machado, notable jurisconsulto católico, filósofo y escritor brillante, quien venía a conversar con el Prior del Convento acerca de un proyecto que estaba preparando. Aramburo estaba convencido de que los dominicos, de acuerdo con su gloriosa historia intelectual en Cuba, eran los más llamados a realizar sus propósitos. Cuando explicó en líneas generales su proyecto, tanto el exponente como el oyente quedaron sorprendidos por la forma en que coincidían sus ideas. Hacía falta una institución que estudiara los urgentes problemas sociales de la Cuba de la época, y que propusiera soluciones acertadas. Estos eran también los objetivos del Dr. Domingo Villamil, y desde aquel día comenzaron a tomar forma las ideas que compartían; muy poco después el proyecto se concretaría con la fundación de la Academia Católica de Ciencias Sociales.
El Dr. Mariano Aramburo Machado Hombre de patriotismo muy especial, de clara inteligencia, sumamente religioso y preocupado por los problemas sociales que nublaban el cielo de la Cuba de esa época, el Dr, Mariano Aramburo era un brillante profesor universitario, autor de los textos de Filosofía del Derecho que durante muchísimos años formaron parte del currículum de estudios de esa facultad universitaria. Dicha obra magistral no fue el único fruto de su actividad intelectual. En otro de sus libros titulado Arte del buen vivir, el Dr. Aramburo mezclaba también la filosofía y el derecho con una visión sana y cristiana de la existencia que debía ser la base del difícil arte de la convivencia y del diálogo entre los hombres. Siempre preocupado por los acuciantes problemas que debían tener solución adecuada para el desarrollo de la sociedad cubana, en 1916 el Dr. Aramburo había sido el promotor de la fundación de la revista Cultura, que surgió con el estímulo y el apoyo de los Padres Paúles, los que habían convertido la hermosa Iglesia de la Merced, sede principal de la Congregación de la Misión en Cuba, en un importante centro intelectual de La Habana de entonces y donde se impartían conferencias magistrales, y el arte y la literatura tenían la mejor acogida entre otras actividades, como si todas las manifestaciones culturales llegaran atraídas por las bellezas encerradas en este templo. Sus grandes inquietudes sociales impulsaban ahora al Dr. Aramburo, miembro de numerosas corporaciones y academias nacionales y extranjeras y Ministro Plenipotenciario de Cuba en Chile, para llevar a cabo la que sería su obra mayor: la fundación de la Academia Católica de Ciencias Sociales.
Fundación de la Academia Hace casi 81 años, el 26 de octubre de 1919, se inauguró oficialmente la Academia Católica de Ciencias Sociales, en un acto sencillo pero no exento de gran solemnidad, que fue presidido por Monseñor Tito Trocchi, Delegado Apostólico para Cuba y Puerto Rico, y Monseñor Pedro González Estrada, Obispo de La Habana. La ceremonia se efectuó en el mismo local que hoy ocupa -como un símbolo profético- el Aula «Fray Bartolomé de las Casas», que fue desde ese momento la sede de la Academia hasta que este instituto desapareció al final de la década de los años 50. La interpretación heráldica del escudo de la Academia nos habla muy claro de sus fines: una corona imperial sobre la cruz simbolizando el dominio absoluto de Jesús. Bajo la cruz la estrella de Santo Domingo, que ilumina a la ciencia en forma de un libro, del que se aprovechan los conocimientos atesorados por los predecesores para proyectar el futuro, y a las manos de obreros y empresarios, estrechamente apretadas, representando la unión cristiana como premisa de la vida digna y decorosa de los hombres. Alrededor del escudo, la leyenda latina que traducida al español afirma que «La justicia y la paz se besan», y las ramas de mirto y de laurel representando el honor y la gloria. Como es de suponer en una institución de este género fundada por los Padres dominicos, y según el texto del Artículo 1º de los Estatutos de la Academia aprobados en 1919, La Academia Católica de Ciencias Sociales, que se instituye bajo el patrocinio de Santo Tomás de Aquino, tiene por objeto la exposición, propagación y defensa de la verdad católica en lo que concierne a las disciplinas nombradas, el estudio y esclarecimiento de las cuestiones que dichas ciencias comprenden, y la iniciativa y propulsión de las reformas que conduzcan al mejoramiento moral y económico del proletariado, a la armonía de las diversas clases sociales, y al cumplimiento cristiano de la justicia (sic) (1).
Estructura y miembros de la Academia
Rector, Dr. Mariano Aramburo y Machado; Consiliarios, RR.PP. fray Francisco Vázquez y Germán Hilaire; Secretario, Dr. Domingo Villamil; Vicesecretario, Dr. José Guerra López; Tesorero, Dr José López Pérez y Bibliotecario, Dr. Francisco Elguero Iturbide (2) Desde el primer momento el Consejo realizó una labor destacada. De acuerdo con los Estatutos que quedaron aprobados desde el día en que se formó el Consejo, la Academia funcionaría con un máximo de treinta Académicos numerarios y treinta Académicos correspondientes (3). Con facto y competencia comenzaron a sumar la cooperación de personas de gran valor religioso e intelectual hasta un total de catorce. Con los seis ya nombrados, llegaron hasta veinte Académicos Numerarios en aquella época. Muchos de los miembros de la Academia eran hombres de talla singular en la ciencia, la religión y el humanismo. Para citar solamente a algunos voy a mencionar a Mons. Manuel Arteaga Betancourt, que unos años después sería el Cardenal Primado de la Isla de Cuba; al Dr. José María Chacón y Calvo, ilustre investigador, literato e hispanista cubano; al Dr. Manuel Dorta Duque, ilustre profesor universitario que fue después de Mariano Aramburo el segundo Rector de la Academia y que simultáneamente ocupó cargos muy altos en la jerarquía de la Universidad de La Habana, y aquel científico de talla excepcional, el Doctor Don Fernando Ortiz. Los Académicos debían ser católicos prácticos, de elevada moral y gran prestigio(4), y tener Grados Mayores en Teología, Derecho o Filosofía, o especial suficiencia científica en alguna de las materias propias del Instituto (5). Además de los insignes miembros citados, la Orden Tercera de Santo Domingo proporcionó varios personajes de gran relieve en todos los órdenes con los Terciarios Monseñor Alberto Méndez, Secretario del Obispado de La Habana; M.I. Sr. Dean de la Catedral, Dr. Felipe Caballero; y los Doctores Domingo Villamil, Francisco Lamelas y Juan Isern (6). Como quiera que se trataba de una institución católica, los principales eventos de la Academia sólo tenían lugar después de cumplir cabalmente los requisitos del ritual establecido. La fiesta de Santo Tomás de Aquino se celebraba en una Iglesia de la Orden de Predicadores, el 6 de marzo de cada año, con Vísperas y Completas solemnes, al final de las cuales se cantaba el himno y la oración del Santo mientras los académicos portaban velas encendidas. Al día siguiente se cantaba Tercia y a continuación tenía lugar una procesión claustral precedida por la imagen de Santo Tomás, seguida de Misa solemne con panegírico. En la Cuaresma había tres días de retiro seguidos de Comunión general, y cuando se producía el fallecimiento de algún académico se cantaba un funeral compuesto de Vigilia, Misa y Responso, y se aplicaban tres Misas en sufragio de su alma. Las sesiones de rutina de la Academia, que tenían periodicidad mensual, contaban con sus oraciones rituales que siempre terminaban así: V. Ora pro nobis Sancte Thoma R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi, De la misma forma, y con las mismas oraciones con que se iniciaban las sesiones académicas, se realizaban las rogativas previas a la promesa que realizaban los nuevos académicos, que culminaba cuando el Rector imponía al nuevo profesor la insignia de la Academia (7) .
Principales trabajos y proyectos de la Academia
2. Otros Trabajos y Proyectos de la Academia
Conclusiones La Academia Católica de Ciencias Sociales realizó trabajos de tremenda repercusión para el mundo obrero y para toda la sociedad cubana en su conjunto, no sólo porque fue la primera institución de nivel científico superior que examinó y estudió rigurosamente los problemas laborales y sociales para hallar soluciones idóneas, utilizando las ideas más avanzadas y las normas de la Doctrina Social Católica -lo que constituía no sólo una novedad para Cuba, sino para toda la América Latina- sino porque fueron también los académicos los que pensaron y otorgaron a los obreros los «Estatutos de la Unión Nacional de Trabajadores», primera organización cubana de carácter masivo que enfocó la situación del mundo del trabajo desde una óptica cristiana y también la primera en velar por los intereses de los campesinos, para los que confeccionó el «Proyecto para los Sindicatos Agrícolas». Con la Academia vio la luz en Cuba la primera entidad Católica dedicada a los estudios sociales dentro del carisma dominico, solamente comprometida con la verdad y con la ciencia como instrumento para llegar a conocerla.
NOTAS 1.Revista Antillana, año I, tomo I, no. 1, p.41. En: Biblioteca Nacional de Cuba, La Habana. 2.Larrúa Guedes, Salvador: Presencia de los dominicos en Cuba. Universidad Santo Tomás de Aquino, Santafé de Bogotá, 1997, p.225. 3.Ibidem (1),p.42 4.Ibidem. Cf. P. 42 5.Ibidem. 6.Memoria que los dominicos de La Habana dedican a su excelso fundador Santo Domingo de Guzmán en el séptimo centenario de su preciosa muerte (1221-1921). La Habana, 1921, pp. 163-164. En archivo Histórico de San Juan de Letrán. 7.Ibidem (1), pp. 48-50. 8.Aramburo, Dr. Mariano: Exposición del Proyecto de Código del Trabajo al Senado de la República el 20 de julio de 1920. Imprenta Maza, Arroyo y Caso, la Habana, 1920, p.4. En: Biblioteca Nacional de Cuba. 9.Ibidem. 10.Larrúa Guedes, Salvador: La primera legislación obrera de Cuba. Cuadernos del Aula «Fray Bartolomé de las Casas», No.2. La Habana, 1998, p.133 11.Ibidem. 12.Ibidem. 13.Aramburo, Dr. Mariano: Academia Católica de Ciencias Sociales. Discurso leído en la sesión de apertura del curso de 1922 a 1923 el 15 de octubre de 1922. Imprenta Maza, Arroyo y Caso, la Habana, 1922. En: Biblioteca Nacional de Cuba. 14.Don Fernando Ortíz colaboró con la Academia Católica de Ciencias Sociales. Aunque no fue miembro de número, hizo causa común con la Academia en cuestiones tales como el Código del Trabajo. Es asombroso el paralelismo que existe y las coincidencias presentes en los trabajos del sabio cubano que son homólogos con los de la Academia. Desde el Código del Trabajo hasta la construcción de casas baratas para obreros, las ideas del sabio y las de la Academia van por el mismo camino. 15.Dictamen de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) sobre el Proyecto del Código de Trabajo de Cuba presentado por los Dres. Mariano Aramburo y Fernando Ortíz, con fecha 15 de junio de 1929. 16.Boletín de legislación laboral, julio-septiembre de 1929. Citado por Carlos M. Morán en su obra Legislación del Trabajo, premiada por el Colegio de Abogados de la Habana en 1929 y editada en 1930 por Ediciones Cultural, S.A 17.CF. Ortíz, Fernando. La crisis política de Cuba, sus causas y remedios. Remedios proletarios. En: Le Riverend, Julio: Orbita de Fernando Ortíz. Ediciones Orbita, UNEAC, la Habana, 1973, p. 118. 18.Ibidem (16) 19.Ubicado en el territorio que ocupa en la actualidad el barrio de Pogolotti. 20.Ibidem (1). CF. Contenido de ese Proyecto.
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