marzo-abril. año VI. No. 36. 2000


EDITORIAL 

 

  

 

CUBA:

VIVIR EN TRÁNSITO

  

     

   

Todo tránsito comienza con algo que está muriendo y termina con algo que está naciendo. En el tránsito se tiene la impresión de vivir entre dos espacios y entre dos tiempos. Entre un pasado que trata de sobrevivir y un futuro que comienza a afirmarse, pero que todavía no está aquí.

(Mensaje de los Obispos cubanos en ocasión del Jubileo del año 2000, párrafo 4)

  

Vivir entre dos tiempos no es nada fácil. Pero es, al mismo tiempo, apasionante. Brinda al que desea vivir esa tensión, consciente y libremente, la posibilidad de darle a la vida un sentido y una profundidad irrepetibles. Por eso nuestros Obispos han marcado el tiempo presente como una "hora única" para Cuba.

Ante un tiempo con tal significado para el futuro pueden existir varias opciones:

 

-Los que no son conscientes de la hora en que viven: la vida es para ellos pura inercia y monotonía. Estos se dejan llevar por la vida.

-Los que se quedaron en la hora pasada y no han puesto su reloj en hora: la vida es para ellos pura nostalgia del tiempo pasado que consideran mejor.

-Los que sólo piensan en que ya vendrán tiempos mejores y pierden la hora presente, confiando en que todo caiga de arriba o de afuera: la vida es para ellos agobiante y alienada espera de algo que no construyen con sus manos.

-Los que son conscientes de los retos y desafíos de la hora presente pero no se deciden a darle respuestas: su vida está paralizada por el miedo o la desidia, pero con la angustia del que sabe que "está perdiendo su cuarto de hora".

-Los que han abierto los ojos a la hora única en que vivimos y comparten con los demás las tensiones presentes buscando remediar las consecuencias de las dificultades de la sobrevivencia: su vida es consuelo solidario para los problemas compartidos pero sin cambiar las causas que los provocan.

-Están, por fin, los que responden con un compromiso de vida serio y perseverante a los retos de la hora presente: su vida es entrega generosa que al mismo tiempo se pone al servicio del cambio de las causas de los problemas y del remedio de sus consecuencias. Estos son protagonistas de su existencia. Y llevan las riendas de su vida.

Ya sabemos que no es fácil comprometerse en la tarea de esta hora única. Pero se abre ante nosotros el camino de la transición. Ante esta realidad nuestros obispos nos dicen: "Cristo es la puerta. Ustedes los caminantes... no tengan miedo, a todos los que tengan sed en ese camino, Él les dará a beber un agua viva"

Es cierto que todo camino largo e incierto provoca sed de justicia, sed de paz. La sed del que se esfuerza por avanzar en esta vida y tropieza con los obstáculos que impiden llegar a los tiempos nuevos. Sed de una nueva forma de convivir. Sed de mayores grados de libertad y responsabilidad. Sed de mayor igualdad y solidaridad. Sed de algo nuevo y distinto de lo que estamos viviendo en el agobio cotidiano. Sed de vivir la vida con la intensidad y autonomía propios de la dignidad y los derechos de todo hombre y mujer. Sed de ser mejores, de una vida próspera, del mejoramiento humano. Sed de virtud.

A todos los que sufrimos esta sed debe llegar la solidaridad de la Iglesia. La Iglesia no es una sociedad alternativa sino una parte de la sociedad que anima toda alternativa de justicia y libertad, cumpliendo la misión de Jesucristo su fundador y único Maestro: "El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para dar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y dar vista a los ciegos: a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año de gracia del Señor" (Lucas 4, 18-19.)

La Iglesia es fiel a su misión cuando "estimula las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad"- como nos decía Juan Pablo II y ahora nos exhortan nuestros Obispos. Aún más, cuando los demás miembros de la sociedad no han abierto los ojos a nuevas alternativas, ella tiene el deber de proponer una justicia nueva, así nos lo exigen aquellas palabras de Su Santidad el Papa dichas "con especial apremio e insistencia" desde la Plaza José Martí:

"La Iglesia, al llevar a cabo su misión, propone al mundo una justicia nueva, la justicia del Reino de Dios. En diversas ocasiones me he referido a los temas sociales. Es preciso continuar hablando de ello mientras en el mundo haya una injusticia, por pequeña que sea, pues de lo contrario la Iglesia no sería fiel a la misión confiada por Jesucristo. Está en juego el hombre, la persona concreta. Aunque los tiempos y las circunstancias cambien, siempre hay quienes necesitan de la voz de la Iglesia para que sean reconocidas sus angustias, sus dolores y miserias. Los que se encuentren en estas circunstancias pueden estar seguros de que no quedarán defraudados, pues la Iglesia está con ellos y el Papa abraza con el corazón y con su palabra a todo aquel que sufre la injusticia."

Vivir en tránsito es caminar con los que se mueven y animar a los que se cansan a seguir caminando. Es cooperar para que los que sufren la parálisis del miedo puedan superarlo. Es dar voz a los que no tienen o no se les escucha. Es proponer una justicia nueva y "un cielo nuevo y una tierra nueva". Es reconocer las angustias, los dolores y miserias de los que sufren la injusticia. No es inventar una nueva sociedad alternativa frente a la que existe sino animar a inventar, en la que existe, nuevas alternativas que "hagan nuevas todas las cosas" desde el mismo corazón de la sociedad. Es la misión de los cristianos: ser fermento y sal.

Nos alegramos con el último mensaje de los Obispos cubanos y con ellos abrazamos a los que viven con nosotros y entre nosotros esta hora única de tránsito. Acogemos con especial atención estos entrañables sentimientos de afecto y solidaridad: "Nosotros, obispos cubanos, también abrazamos con el corazón y con nuestras oraciones a cuantos sufren injusticias en su cuerpo y en su espíritu. Deseamos que sea un abrazo solidario e inspirador, de modo que podamos cooperar todos en la solución de nuestros problemas actuales." (No. 35)

Inspiración para solucionar los problemas actuales de Cuba y los cubanos. Cooperar en esas soluciones. Abrazando al que sufre la injusticia del cuerpo y la que duele más por más profunda: la injusticia del alma. Esto nos ofrecen nuestros obispos. Eso debemos dar a todos nuestros compatriotas.

Muchas veces no sabemos bien cómo hacerlo. Toda obra buena debe dar también margen al tanteo, al error, a las limitaciones humanas. Todo esfuerzo por abrir caminos es propio de un período de transición. Eso es propio del caminante. Pero es necesario ir quitando los obstáculos que impiden ese tránsito de dondequiera que vengan.

"Permanecen entre nosotros —dicen los obispos en los nos. 14 y 15 del mensaje citado— diferentes obstáculos para las iniciativas que se generan en el seno de la sociedad cubana, estos dificultan el encuentro de nuevos caminos hacia el futuro y deben desaparecer. Desgraciadamente también permanecen "las medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país, injustas y éticamente inaceptables... las cuales deben cesar..."

El camino está hecho por caminantes que se deciden, paso a paso, a hacer el trayecto con su propia participación. Todos en Cuba y todos los cubanos que la aman y que viven dispersos por el mundo pueden ser caminantes y tienen derecho a un espacio en este camino. Nadie debe quedar en la cuneta. Nadie debe ser excluido, siempre que quiera caminar por los caminos de la justicia y de la paz.

Lo asumimos con las mismas palabras de nuestros pastores: "En su discurso de despedida en La Habana, el Papa Juan Pablo II mencionó varias dificultades que hoy afronta nuestro pueblo causadas: ´por la pobreza, material y moral, cuyas causas pueden ser, entre otras, las desigualdades injustas, las limitaciones de las libertades fundamentales, la despersonalización y el desaliento de los individuos...´ En este sentido es conveniente que se facilite la participación activa de todos los ciudadanos en lo económico, en lo político, social, cultural y religioso. Esto ampliaría los espacios para ejercer tanto los derechos como los deberes cívicos." (Mensaje de los Obispos cubanos por el Jubileo del 2000. no. 19)

Vivir en tránsito es moverse, pero no moverse caóticamente, sin sueños ni utopías. Es necesario seguir reflexionando el presente para diseñar un futuro mejor que lo de hoy y lo de ayer. Siguen siendo necesarios los proyectos y utopías. Pero ellos no nos darán certezas fáciles, ni marcarán el paso con pie de plomo.

"En las etapas de transición se vive como ´peregrino´, sin evidencias o con certezas difíciles... En efecto, a lo largo de la historia de salvación, en nuevos lugares y nuevos tiempos, nos vemos obligados a traspasar la frontera, a vivir en nuevas culturas y abrazar a nuevos pueblos. A caminar hacia delante sin un mapa, sin un camino ya trazado de antemano, en búsqueda de uno nuevo posible. Este tránsito no es nunca fácil. Se vive en tensión entre algo que comienza a perder sentido y la afirmación de nuevas maneras de entender, de sentir las cosas, de valorarlas y de actuar en la historia." (Mensaje citado. No. 5 y 7)

Que esas incertidumbres no nos desanimen. Que lo predispuesto de antemano no nos paralice. Que aprendamos, andando, a entender esta hora única, a sentir con un corazón nuevo y a actuar, con todos, sin miedo al porvenir.

Que la esperanza nos aliente contra toda desesperanza.

Que nuestro cansancio a otros descanse.

Para hacer este camino vale la pena entregar toda la vida.

¡Ánimo!

 

1 de Marzo del 2000

Solemnidad de San Rosendo

Patrono de Pinar del Río