marzo-abril. año VI. No. 36. 2000


PATRIMONIO

CULTURAL 

  

LA ARQUITECTURA

DE LA AGROINDUSTRIA AZUCARERA

Trapiche de un ingenio durante la molienda. Grabado de Federico Mialhe

LOS BATEYES DE MADERA 

 

por Nelson Melero Lazo.

 

              

Para concluir con el tema de la arquitectura de madera que hemos abordado en los dos artículos anteriores, quisiera hacerlo refiriéndome a un aspecto muy significativo dentro de nuestra historia, el de la agroindustria azucarera, a la que ya había hecho mención con anterioridad y, dentro de ésta, al lugar que siempre ocupó desde sus inicios la arquitectura construida en madera, a la cual quisiera referirme en el presente con mayor particularidad.

 

Antecedentes Generales de la Agroindustria Azucarera en Cuba. Período Colonial

Resulta obligado referirnos a los antecedentes de la misma, que se inicia con la introducción en nuestro país de la caña de azúcar durante el siglo XVI, aunque no será hasta las últimas décadas de éste en que comience el desarrollo industrial de la misma. Durante el período comprendido entre el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, la producción azucarera estaba dedicada fundamentalmente a cubrir las necesidades que demandaba el consumo interno y el de la metrópoli, sin que su aporte al mercado internacional constituyera un hecho significativo.

Es en la segunda mitad del siglo dieciocho, a partir de un conjunto de hechos socioeconómicos y políticos, que se producirán cambios decisivos en el desarrollo de la industria azucarera cubana.

Entre ellos se encuentran:

-La toma de La Habana por los ingleses en 1762, que propició una apertura en la actividad comercial de la Isla que hasta ese momento se encontraba monopolizada por Sevilla y Cádiz.

-La disminución de la producción de azúcar de remolacha a consecuencia de las guerras en el viejo continente y un grupo de modificaciones introducidas en esta producción que pudieron ser aplicados en mejorar los procesos industriales de obtención de azúcar de caña.

-El invento y perfeccionamiento de la máquina de vapor por James Watt en Inglaterra en 1769 y su aplicación en el proceso industrial azucarero.

-Y la revolución haitiana de 1791 que ocasionó la ruina de esa industria en este país, productor en ese momento de los dos tercios de la producción mundial de azúcar. Este estallido social provocó una fuerte migración de colonos hacia Cuba y otras islas del Caribe, contribuyendo no sólo al desarrollo en nuestra área geográfica de esta industria, sino también de la cafetalera. (Foto 1)

La actividad agroindustrial azucarera organizada dentro de los ingenios en este período, estableció una estructura espacial y arquitectónica denominada por un vocablo de origen indígena, el batey. Esta producción basada en el trabajo esclavo, adecuó dicha estructura al modo de producción, generando una composición autárquica y cerrada, en cuyo interior era posible resolver todas las necesidades del proceso, salvo la actividad agrícola que si debía desarrollarse en los campos de caña.

El pequeño ingenio del siglo XVIII, con una producción reducida, rudimentaria y artesanal, lo define el Dr. Manuel Moreno Fraginals en su monumental obra El Ingenio. Complejo Económico Social Cubano del Azúcar, como "industria doméstico-rural", ocupa extensiones limitadas de tierra y sus dotaciones esclavas no superaban las 80-100 personas. Estos complejos productivos se expandieron por todo el territorio, creando una unidad dentro del marco físico natural, al existir entre ellos intereses económicos y sociales similares, pero estableciéndose a la vez una independencia particular en cada uno de ellos. (Foto 2)

 

Foto 2: Grupo de construcciones de madera en el batey de un ingenio. Grabado de Federico Mialhe.

Foto 3: Casa de Calderas del Ingenio Santa Susana. Grabado de Eduardo Laplante.

Foto 4: Ingenio Manacas, Trinidad. Grabado de Eduardo Laplante.

El siglo XIX va a constituir el de mayor auge y desarrollo de la industria azucarera dentro del período colonial cubano y a ello van a contribuir de igual forma un conjunto de hechos importantes de carácter socioeconómico y político, entre los que podemos mencionar:

-El desarrollo y la modernización de las técnicas agrícolas, dadas por la concentración de la pro- ducción en ingenios de mayor capacidad. De 2000 pequeños ingenios diseminados por todo el país, en 1899 se reducen a solamente 207.

-La expansión de los cultivos de la caña de azúcar favoreció también esta disminución al requerir de mayores extensiones de terreno para la siembra. Los ingenios poseen más de 30 caballerías de tierra y dotaciones esclavas entre 300-500 personas.

-La aplicación de la máquina de vapor a partir de 1820 y la introducción de mejoras tecnológicas en el proceso de obtención de azúcar, sobre todo en el área de evaporación de los ingenios.

-La introducción del ferrocarril en 1837, como una necesaria respuesta a la transportación de los volúmenes del producto terminado.

-La transformación social ocurrida dentro de la actividad industrial motivada por la abolición de la esclavitud y la introducción del personal asalariado. (Foto 4 )

Es importante destacar el auge obtenido por la industria azucarera cubana durante esta etapa, en que llegó a alcanzar hacia la mitad del siglo XIX, el 25% de la producción mundial de azúcar de caña. En la región centro-occidental de Cuba; Habana, Matanzas, Trinidad, Cienfuegos y Sagua La Grande, se procesará el 90% del azúcar producida nacionalmente. En la región oriental, aunque existen ingenios, la producción de éstos no constituye un aporte significativo.

El ingenio y la actividad productiva agrícola generada por la siembra, el cultivo, el corte y la zafra azucarera, van a constituir importantes factores que contribuirán a la concentración de la población rural de nuestros campos. Ya desde fines del siglo XIX, más del 50% de la misma se agrupó en los bateyes de los ingenios.

Desde el último cuarto del pasado siglo y en las primeras décadas del presente va a continuar desarrollándose el proceso de concentración de la industria azucarera cubana. Quiero hacer un paréntesis en este punto, para señalar que en nuestro trabajo nos detendremos en este período de tiempo porque es precisamente el momento en que se produce la construcción de estos conjuntos de arquitectura en madera a los que hemos hecho referencia en el título de este trabajo. (Foto 3)

Nuevamente un conjunto de aspectos de carácter socioeconómico y político influenciarán y marcarán este período:

-La guerra de independencia que a partir de 1895 y por más de un lustro contribuyó al deterioro y la destrucción de un gran número de plantaciones e ingenios azucareros como consecuencia de la tea incendiaria, tanto de capitales españoles como criollos.

-La existencia en el país de condiciones favorables para el desarrollo de una plantación extensiva de caña de azúcar, una vez concluida la guerra, sobre todo en la región oriental, donde se produjo la deforestación de grandes territorios que permitieron disponer de tierras para estos cultivos.

-La inversión de grandes capitales norteamericanos en la construcción de nuevos centrales azucareros en esta región.

En los primeros treinta años del presente siglo, la producción azucarera crece vertiginosamente disminuyéndose el número de centrales a un poco más de 150 en todo el país.

La infraestructura técnica de transporte por ferrocarril, se organiza y se extiende a todo el territorio nacional, estableciendo una red vial que vincula las actividades generadas por la zafra azucarera y las poblaciones establecidas en su entorno.

La construcción de la carretera central y de un sistema de vías secundarias se imple-menta también para dar respuesta a la transportación de la caña hacia los centrales desde campos bastante distantes y garantizar el abastecimiento de mercancías, equipos, piezas, combustibles y otros aseguramientos necesarios para la producción. Esta vía contribuyó a consolidar en el país el sistema de asentamientos poblacionales que se desarrolló a lo largo de su recorrido. (Foto 7)

 

Los Bateyes de Madera

La construcción por capitales norteamericanos de grandes centrales en la zona oriental del país en las primeras décadas del presente siglo, imprimió una fisonomía diferente a los bateyes, los que adquirieron una nueva expresión.

La compactación típica y cerrada de los bateyes coloniales se transformó en una mayor dispersión de sus elementos, con la particular presencia de la vivienda aislada, que además, expresa muy claramente la compartimentación de las clases que van a ocupar cada área del poblado. El batey del nuevo central azucarero, va a expresar en su articulación espacial y urbana, así como en la calidad y el diseño de su arquitectura, esta definida estratificación de las clases sociales. La casa del administrador, la mejor y más distinguida, las viviendas aisladas de los trabajadores administrativos, las edificaciones en tiras de los operarios del central y los barracones de los jornaleros y de otro personal de servicio, que conserva en la esencia de su estructura la de su antecedente colonial. Esta imagen es reconocible y se repite en muchos poblados azucareros que aún se conservan en las actuales provincias de Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín y Guantánamo. 

Ya en nuestro anterior artículo nos habíamos referido a las características de la arquitectura de madera producida por el sistema denominado como "balloom frame" y a la incorporación en la misma de nuevos elementos que modificaron la manera tradicional de edificar nuestras viviendas, así como el empleo de soluciones constructivas y motivos complementarios ajenos a nuestras tradiciones de origen hispano. 

Como ejemplo de estos bateyes de madera, quisiera referirme de manera particular a un interesante conjunto que constituye un notable exponente de los tantos que aún existen en Cuba. Estas estructuras constituyen elementos muy frágiles tanto por las características propias del material con que están ejecutados, como por su condición de ser expresión de una arquitectura de marcado carácter popular a la que resulta más difícil que le sean reconocidos sus valores representativos de identidad, tipología e históricos; lo que hace que los mismos se encuentren bajo un constante peligro de desaparición.

Es éste el conjunto de edificaciones del batey del central Bolivia, antiguo Cunagua que se localiza en la provincia de Ciego de Ávila, y que fue construido totalmente en madera en 1918 por la compañía Víctor G. Mendoza.

El proyecto fue realizado por un arquitecto norteamericano y tanto su estructura urbana como la tipología constructiva de sus edificaciones responden a esquemas típicos de este país, que fueron trasladados sin producirles modificación alguna a sus soluciones de diseño.

La organización urbana se desarrolla a partir de un área central de parque con una extensión de veinte mil metros cuadrados. En sus extremos, estableciendo dos polos de equilibrio en el eje longitudinal de dicho espacio y una frente a otra se hallan la casa del administrador y la iglesia.

El resto de la urbanización la constituyen diez manzanas que definen un rectángulo en los que se distribuyen veinticinco chalets individuales con amplias áreas verdes entre ellos, algo característico de todo el conjunto, los que poseen variados diseños arquitectónicos, dedicados a viviendas de altos empleados y colonos; ochenta casas en tiras distribuidas en cuatro manzanas, en las que se crea un gran espacio verde interior formado por la unión de todos los patios individuales de las viviendas, que ocupaban los trabajadores administrativos y técnicos del Central; y un bloque de ciento treinta y seis habitaciones organizados en una planta claustral de cuatro naves alrededor de un patio central al interior de la manzana, en el que ubican cuatro bloques con servicios sanitarios, duchas y lavaderos colectivos. 

 

Foto 5: Vivienda principal del antiguo central Chaparra, actual Jesús Menéndez, Las Tunas

Foto 6: Vivienda construida por la United Fruit para un alto funcionario en Banes, Holguín.

Foto 7: Viviendas del antiguo central Stewart, actual Venezuela. Ciego de Ávila.

Las calles se hallaban protegidas inicialmente por álamos sembrados a ambos lados de la vía, que en 1932 fueron destruidos por un ciclón, sustituyéndose por los ocujes que hoy existen.

El conjunto se completa con un bloque de servicios, de estructura similar al de los barracones, en el que estaban situadas la bodega, tienda de ropa, peletería, ferretería. correo, barbería, cafetería, restaurante y otras actividades sociales. Dos edificaciones pertenecientes a las escuelas, una de hembras y otra para varones, el hospital, la casa de la directiva, las oficinas, la casa de los colonos, la casa parroquial contigua al templo y un cine-teatro aledaño al campo deportivo, que fue también reconstruido en 1932. 

Las construcciones en cuya fabricación se empleó el pino presentan signos graves de deterioro en las cubiertas y paredes, ocasionados por la humedad y el ataque de hongos e insectos, lo que ha provocado desplomes parciales de los techos en las viviendas y en los bloques de habitaciones y comerciales. Una referencia más reciente nos comentó que uno de estos edificios se perdió ya totalmente.

El área tradicional conserva su estructura urbana inicial manteniendo una notable integridad en sus elementos componentes, ya que el crecimiento del poblado se produjo en las afueras del núcleo original, sin alterar su diseño. El repertorio de arquitectura de madera que muestra el conjunto es muy amplio y variado como es común en la mayoría de los mismos.

El estado de conservación, desde hace ya algunos años en que lo visitamos por primera vez, esa grave, y desde entonces manifestamos nuestra exhortación a una urgente y necesaria acción que impidiera la pérdida de esta experiencia urbanística y arquitectónica cuya imagen se repitió abundantemente durante las primeras décadas de este siglo no sólo en la región oriental sino también en otras zonas de nuestro país. Hoy, con mayor preocupación al haber transcurrido algunos años más, volvemos a insistir en la imperiosa necesidad de reparar en esta arquitectura, tan urgida de intervenciones que permitan su mantenimiento y conservación.