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marzo-abril. año VI. No. 36. 2000 |
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GALERÍA |
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FAUSTOLANDIA CIUDAD IMAGINADA
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EL SUCESO 24 de Noviembre. Noche. Invierno tímido y agradable. Cálida liturgia de las presentaciones. Amistad. Acogida bien organizada y amable por parte del Centro Provincial de las Artes Visuales. Constatación de que, en el pintor, la perseverancia es robusta y el talento crece: se inaugura la quinta exposición personal de Fausto García González: La Ciudad Permanente.
EL ARTISTA No es un hombre solitario, pero gusta de las soledades..., y del silencio. Fue un niño casi siempre entre mayores, en un clima familiar aséptico, sin voces altas ni obscenas, ni gestos desafinados con el mono–tono de la corrección. Dice que fue inmensamente feliz y que nada material le faltó. Pintó desde los siete años, pero de sus primeros dibujos no puede inferirse un futuro pintor. Sobreprotegido por la madre, fue hurtado del sol, de los juegos bruscos y del bullicio infantil. No estuvo en parques de diversiones ni en playas. Paseaba en ómnibus junto a su madre, y desde su recurrente ventanilla observaba en silencio el reiterado paisaje en el que, no obstante, descubría, cada vez, formas, movimientos, colores y hasta animación, en las vetustas y calladas casonas del recorrido. ¿Por qué le impresionaban, sobre todo, los edificios? De vuelta a casa, lo absorbían las aventuras radiales, abundantes en los años 50 y 60. Después de oírlas, escribía los diálogos y comentarios en cuadernos que, al finalizar los episodios, parecían guiones de los mismos: ejercicios de memoria y divertimiento que lo entrenaban para no ser pintor. Otras veces, iba con su madre a sesiones espiritistas y allí, entre embrujos, vasos de agua, flores e incienso, se sentía sobrecogido, fascinado y a veces confundido. Allí soñó y conoció seres invisibles que incorporó a la numerosa familia de personajes de las aventuras radiales. Rodeadas y colmadas de todo eso transcurrieron su infancia y primera adolescencia, en un ambiente familiar de pulcritudes, corrección y regularidades casi geométricas. Luego creció, y como todos los jóvenes de su edad de entonces, fue acogido en el servicio militar obligatorio. Desmovilizado, comenzó a ganarse la vida en un trabajo que aun desempeña: dibujante técnico. Pero siempre pintó: ser pintor es la pasión primera de su vida, y es una suerte para su pueblo que sea así.
LA OBRA
Fausto se estrenó públicamente como caricaturista, fue lo primero que hizo, y lo hizo (lo hace) bien. ¿Qué lo llevó a la caricatura personal? Él no lo sabe. Habla de un impulso interior, de la inefable necesidad de hacerlo así. Tal vez se trate de la necesidad de expresar que las gentes no son perfectas, ni tan correctas como tuvo que creerlas o aceptarlas en su infancia por obligación; quizá sea la mejor manera, la forma artística incruenta de mostrar los diferentes grados en que todos somos, física o moralmente, ridículos, sin dejar de ser por ello decentes, inteligentes, o buenos; o el medio humorísticamente fino de amar el lado feo de los demás, de hacer reír sin lacerar: sus caricaturas son obras de cariño. Entre su abundante realización de caricaturas (muchas desaparecidas o bajo custodia de sus modelos), se destacan la de Humberto El Negro: comedimiento y risa fácil; la del otro Humberto (Carrazana): obeso, silencioso, humano; el desenfadado, criollo y desaliñado Tiburcio Lorenzo y el curvado y bigotudo Filingo. Son obras muy logradas la Rita Montaner, el Aldo Martínez-Malo y las tres Alicias (Alonso), sobre todo las Giselle. Y como sumun de excelencia, la dulzura, picardía y profundidad reflexiva que expresan las de Dulce María Loynaz. Pero Fausto no es sólo un caricaturista, o no es tanto un caricaturista como un pintor de fachadas, casas, e inmuebles distinguidos, sobre todo de aquellos más característicos e interesantes de la ciudad de Pinar del Río (también de Ciudad Habana). Pinta la ciudad como la mira o la imagina, con una mirada y una imaginación tan peculiares que han dado lugar a una especie de Faustolandia, una ciudad dibujada sobre papel y cartulina, un raro conjunto de casas que a veces parecen explotar, danzar, volar; edificios curvados, desequilibrados; fachadas tiernas, hurañas, alienadas. ¿Es Fausto el caricaturista de la Ciudad? No lo creo. Es muy posible que la caricatura esté presente en la obra faustiana como elemento precursor superado (no desaparecido), pero es a mi juicio, el expresionismo la nota dominante en su pintura. Fausto traduce las formas arquitectónicas exagerándolas; afirma las curvas hasta la deformación e intensifica los claroscuros hasta el horror a veces. Sus casas no están hechas para ser habitadas, ni para decorar. Al diseñarlas, no prima en el pintor la preocupación por el orden y la composición, mas bien parece que un torbellino de emociones crea, a través de un pincel no siempre obediente, un cierto des–orden, o re–ordenamiento, o re–composición de la realidad. Esas casas son pura expresión; cuando las observo no puedo dejar de recordar las descriptivas sentencias de Edschmid: "El artista expresionista transfigura todo su ambiente. El no ve: mira; no cuenta: vive; no reproduce: recrea; no encuentra: busca." La Catedral (1995), sobrecoge e inquieta como El Grito, de Munch. ¿Qué expresa esa catedral crispada, hirsuta, iracunda, deformada hasta las lindes de lo fantasmal? No es la caricatura de la catedral de La Habana, es la expresión de la misma según Fausto. ¿Y la bella Casona de Martí y Colón, pletórica de luz de mil y una noches, que parece que danza, que se cae, que vuela halada por burbujas de ensueño? Dentro de esta casona, surrealista, deformada, expresionista, se adivinan ánimas y música, risas, cuchicheos; los personajes de los episodios radiales y de las misas espiritistas de la infancia y de la adolescencia del artista brillan aquí, como aquellos otros de los desfiles romanos, por su ausencia. La "Entrada del Museo Provincial" es un cuadro distinto, decorativo, que muestra una galería bellamente desnuda... la geometría y los colores del piso sugieren un rumbo nuevo en la incesante búsqueda del pintor. Los atractivos fruteros son jalones en la misma dirección artística. ¿Y el Museo Antonio Guiteras?: es un palacio en beige y verde que flota sobre sus propios reflejos, y es la única obra en que aparece la figura humana: ¿homenaje del artista al héroe? ¿Preferencias? ¿Influencias? Del mundo, prefiere a Picasso; de Cuba, a Lam; de Pinar del Río... me rogó que no lo escribiera. Devoto de Lam, un salón de Fausto a veces parece una jungla en la que se entremezclan, traban y ensortijan... cosas. Una butaca, vanidosa frente a un espejo, se deforma regresivamente hacia el árbol curvado, de ramas retorcidas, habitante, quizás, de bosques lamianos. Fausto García González, como Cezanne, es fruto de la Espudástica. Paciente y Laborioso, busca y se renueva constantemente. Su obra de dibujos en blanco y negro, vista desde hoy, parece una siembra, un ejercicio, una colección de bocetos para una obra mayor que, según mi apreciación, comienza a cristalizar. El color reciente ha dotado a su obra de nuevos encantos. ¿Cuando nos deleitará con un primer óleo sobre lienzo? Paciencia, la originalidad de este talento no se aviene con la prisa. |
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