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marzo-abril. año VI. No. 36. 2000 |
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AMADO MARTÍNEZ MALO NOS HABLA DEL PEDRO JUNCO QUE CONOCIÓ
Lo sencillez de la prosa, sin otra pretensión que la de contar, garantiza, a pesar de las constantes irrupciones de otros testimonios, anécdotas y apreciaciones, la coherencia del recuerdo que Amadito nos entrega en su Pedro Junco. Viaje a la Memoria que Ediciones Vitral y la Comisión Católica para la Cultura ofrecieron al público lector el pasado 25 de abril, en el 80 aniversario del natalicio del compositor pinareño. Libro en mano, como ya es habitual en nuestras presentaciones, los asistentes pudieron intercambiar con el autor, que ahondó en sus recuerdos, y con la inmediatez y frescura de la oralidad nos hizo sentir que a 57 años de la muerte del creador de Nosotros, la amistad que los uniera sigue viva en él, demostrando una vez más lo imperecedero de este sentimiento. La brillante actuación del trío Oasis, que ofreciera un amplio ramillete de boleros y otras piezas de su repertorio, acentuó el ambiente de cubanía de la noche, poniendo un sello de distinción que sólo el timbre de sus voces y guitarras habría podido conseguir. / por José Raúl Fraguela Martínez.
GRUPO MUSICAL PEREGRINOS DEL AMOR
Con un proyecto de evangelización a través de la música, esta agrupación musical cristiana de la parroquia de san José en Bahía Honda, Pinar del Río, surge en 1997 con un formato de 5 integrantes, que mantuvo por un año. Transcurrido este, sufre una reestructuración que posibilita el inicio de un trabajo más profundo y abarcador desde el punto de vista artístico, quedando entonces con un formato de 8 integrantes: -Hernán L. Alfonso Javier: Director, tecladista, compositor y arreglista. -Aliet pedroso Noroña: Bajista, compositor y arreglista. -Roberto García Lomeda: Bajista, guitarrista, compositor y vocalista. -Merquiades Blanco: Baterista. -Antonio Palacios: Percusión cubana (bongóes y cencerros) -Zenén Valdés: Percusión cubana (tumbadora) -Adiamne Sánchez: Vocalista. -Yosvani Alonso Castillo: Vocalista, compositor y percusión menor. El grupo tiene como objetivo general anunciar como laicos cristianos, la Buena Noticia de Jesús en medio de nuestro pueblo y denunciar todo lo que no promueva a la persona humana. En el año que recién termina nuestro programa se enriqueció con el incremento constante de actividades no sólo en nuestra comunidad, sino en otras de la Diócesis como San Cristóbal, La Palma, Cabañas, donde, invitados por los párrocos, amenizamos las fiestas patronales. Además, en la parroquia de Los Palacios, donde se efectuó la Pascua joven, participamos también trasmitiendo la palabra de Dios musicalizada. Así como en el Cerro de Cabra, durante la peregrinación jubilar con que los jóvenes de la diócesis celebraron los 2000 años del nacimiento de Cristo. Para este nuevo año, nuestra misión principal es realizar una gira por toda la Diócesis para celebrar con todas las comunidades pinareñas el jubileo por el tránsito al Tercer Milenio, de tanta importancia en la historia de la Iglesia.
DE VISITA EN PINAR DEL RÍO EL SR. MACIEJ STASINSKI DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL DIARIO POLACO GAZETA WYBORCZA
El periodista polaco Maciej Stasinski, el segundo jefe del departamento de Relaciones internacionales del influyente diario polaco "Gazeta Wyborcza" hizo una visita amistosa a Vitral y al Centro de Formación Cívica y religiosa de Pinar del Río el pasado 12 y 13 de abril. Este periódico, dirigido por el conocido intelectual Adam Michnik, desempeñó un importante papel en la transición pacífica de Polonia. Su equipo de redacción estuvo muy cercano al Sr. Lech Walesa desde mucho antes de ser el presidente de Polonia. Stasinski fue recibido por el Sr. Obispo Mons. José Siro González a su llegada a la Diócesis, con quien sostuvo una cordial entrevista. Luego el periodista polaco se reunió con el Equipo de la Revista Vitral y algunos responsables de los grupos de educadores, economistas, informáticos y de la Consultoría del Centro de Formación Cívica y Religiosa, además compartió con redactores de las revistas "D´Liras", "La Gaveta" y "Meñique". En la noche participó en la Presentación del libro publicado por Ediciones Vitral titulado "Saco, Sagra y el cólera morbo", del autor habanero Adrián López, que obtuvo el Premio de Ensayo, Vitral 1999. En esa ocasión tuvo oportunidad de intercambiar y conocer un buen número de escritores e intelectuales jóvenes pinareños. El día siguiente hizo un recorrido por la zona turística de Viñales en compañía del premiado y su familia, regresando posteriormente a la Capital.
10 AÑOS SIRVIENDO EN CUBA
Después de su regreso a nuestra Patria, las Hijas Mínimas de María Inmaculada cumplen diez años de misión en Cuba. Fundadas por el Siervo de Dios Padre Pablo de Auda, Jesuita, hace 114 años en Méjico las hermanas tuvieron colegio y otros trabajos en nuestra Isla antes de la Revolución. A su regreso en 1990, fundaron de nuevo una Misión en la Ciudad de Pinar del Río. Desde entonces las Hnas. Hermelinda, esperanza, Catalina, Leisi, Soledad, Lidia y Bernarda han compartido y vivido las alegrías y los agobios de nuestro pueblo. Como decía el guión de la Eucaristía con la que El Sr. Obispo y toda la Comunidad celebraban este aniversario: "Cuando muchos cubanos optan por abandonar su País, estas hermanas optan por venir a vivir nuestra situación y a anunciar en medio de ella el Evangelio de Jesucristo. No tenemos cómo agradecer este gesto de entrega, solidaridad y fraternidad cristianas. Decimos como el Salmo: "¿Cómo agradeceré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el Cáliz de la Salvación, invocando su Nombre". En la procesión de ofrendas de la Misa en la Parroquia de La Caridad las hermanas presentaron, junto con el pan y el vino, una luz, una Biblia, las Constituciones de la Congregación religiosa, unas sandalias y flores, signos todos de su presencia laboriosa y comprometida con la historia de este pueblo: como la Encarnación de Cristo que se celebraba ese día 25 de Marzo: ¡Ellas actualizan la Encarnación! Y por eso "salvan" con Cristo. Gracias hermanas. ¡Y que sea así por muchos años! / por Dagoberto Valdés
"PROTEOS"
LOS CIEN OJOS DE DAVID
David González Valdés, es un pintor que provoca odios y fervores. Desde hace algunos años la opinión más generalizada ha sido la de que es, sin dudas, un excelente pintor sin la suerte que arrastra la amistad con ciertos críticos y especialistas en Artes Plásticas. Sin embargo, se hace necesario, imprescindible diría yo, un abordamiento de su obra por parte de los más indicados para ello, pues, se trata de un pintor que al no encontrar la suficiente valoración en la provincia se nos está como escapando a otros predios. Los que tuvimos el privilegio de asistir a su reciente exposición "retrospectiva", en la Casa de la Cultura de San Luis, fuimos testigos de un singular acontecimiento cultural. El recinto se vio colmado por un público ávido de paladear los cuadros del pintor sanluiseño que, a fuerza de sacrificios y empeño personal ha logrado ir abriéndose un espacio en el rico y vasto universo de la plástica cubana. Antes de disfrutar de las cartulinas y lienzos, se pudo apreciar un opening o performance concebido por los instructores de la Casa de Cultura, que acogieron la idea de la exposición con entusiasmo desde sus inicios. No hubo presentaciones ni discursos, y, eso fue lo mejor que pudo haber pasado: lo más importante, el verdadero rey de la noche, fue el arte. Desde el mismo performance que dejó inaugurada la muestra se demostró la veracidad de una constante en la obra del creador: el tiempo, y el miedo del hombre a ese lacerante y apremiante compañero de la vida. Nadie se atrevió a cruzar por encima del gran reloj, dibujado en el piso, para obedecer la invitación del duermevela–guía del espectáculo inaugural. Ante los treinta cuadros que integran la exposición "PROTEOS", de David González, el primer golpe que siente el espectador es el de una poderosa vocación pictórica, una vida desbordada en su amor por el arte, desgarrada, tierna, irónica. Yo vacilaría para elegir el mejor, mas, no dejo de comprender que cada uno de ellos tiene sus admiradores. Se descubre, inmediatamente, el desarrollo alcanzado; pero si los que hemos conocido y trabajado con el pintor desde sus inicios no dudamos en atestiguar que algunas cualidades han llegado casi al límite, tampoco podemos olvidar (y lamentar su ausencia) aquellas increíbles manchas trabajadas de su exposición personal "Sueño de la realidad", realizada en la Galería Atilano Armenteros, de San Luis, en el año 1988, donde logró plantear asuntos de extraordinaria importancia tal vez sin que él mismo fuese consciente de ello. En aquel entonces, ya estaban presentes en el pintor preocupaciones que ahora alcanzan su plenitud y sorprenden a quienes no lo conocían. Desde aquel entonces siempre respondí a los que lo tachaban de loco que David era un "loco" auténtico y mucho menos divertido que los que imaginara Edgar Allan Poe, en su maravillosa historia de manicomio; que era un joven que se tomaba la vida muy en serio. Once años han pasado de entonces acá y este sanluiseño, pequeño de estatura y grande de alma, ha demostrado que, desde sus albores, no fue un pintor contemplativo, y si lo fue, lo hizo porque su corazón y sentimientos eran eso en aquellos años. Unas veces pasional y otras reflexivo, no se dejó aplastar por la pobreza cultural del Municipio y se labró un destino noble y perdurable para sí y para su pueblo; destino anexo a su naturaleza pero forjado por una voluntad capaz de vencer los dardos y las pequeñeces que siempre intentan lacerar el talento. David supo levantarse del anonimato, salir vencedor, y darnos una prueba definitiva de lo hecho y lo por hacer; prueba visible y luminosa que nos lleva a esperar lo que muchos ya sospechan. "Proteos" cumple su cometido pero no totalmente porque David González ha tratado muchos temas que no estuvieron presentes en la exposición. Ha pintado paisajes llenos de detalles ignorados y sensualidad insular, y mujeres, árboles, agua, naturaleza (dos ausencias que también lamento) como símbolos de la infinita renovación de la vida. Por eso creo que, más que una retrospectiva total, se aprovechó, y muy bien aprovechada, la ocasión de mostrar el trabajo de David en los tres últimos años (él pinta desde hace más de veinte) e invitarnos a ver los resultados de un proceso. La colección fue seleccionada con tacto y proporciona ejemplos fehacientes y disímiles del talento creador del artista. Sin embargo, pienso que se pudo prescindir de alguna que otra obra en aras de garantizar una mayor y más poderosa síntesis. Al inicio del recorrido nos encontramos con cuatro pequeños cuadros a lápiz sobre cartulina (¿o técnica mixta?) previas al gran salto que se producirá en la obra de David al año siguiente. Son cuadros en blanco y negro, cargados de cierto halo mítico, con figuraciones geométricas y seguras en las cuales el gato aparece como animal noble, omnipresente, misterioso, plástico; cuadros salidos de la necesidad de búsqueda, de visiones no tan reflexivas como las que conformarían la serie de los "Argonautas" o "Argos Mas", en la cual el artista asume un tema mitológico para dar mirada introspectiva a sí mismo y a su entorno apelando a espacios más abiertos y sugerentes despojados de una sobrecarga de significados y significantes que atentaban contra la comprensión y efectividad del mensaje. Siguiendo el recorrido vemos óleos sobre cartulina pertenecientes a la serie "Historias mal contadas" que conformó un pequeño número de cuadros transitorios, también reflexivos o autoreflexivos puesto que parten del criterio que el artista tiene de la historia como relato tan manipulable como lo sea su relator. Entre estos no vacilo en destacar el titulado "Náufragos", verdadero soplo de luz y de esperanza; es un cuadro bien pequeño que merecía un formato mayor: admirablemente luminoso, desbordado de belleza y fuerza artística. ¡Es tan hermoso el hombre desnudo que pide auxilio, tan dramáticas las cabezas cortadas sobre un plato de aguas, espantadas del fracaso en su intento de alcanzar el horizonte perdido en un espacio amarillo, sin límites. Cuadros que algunos no acaban de entender por el privilegiado uso del amarillo y el cierna como si los cielos y los mares no pudieran ser de ese color o David no tuviera derecho a imaginarlos. Este artista es un hombre que duda, y, como Proteo, mira y ve con ojos múltiples la realidad y la vida aunque a veces corra el riesgo de ignorarse a sí mismo. También es un hombre de humor fácil y feliz que existe en un país soñado y real al mismo tiempo, cuyos habitantes y atmósfera son similares, donde él hace ostentación de poderío y magia. Su tiempo es el tiempo de la reflexión, mas, no se entrega a ella totalmente porque sabe que, entonces, carecería de la pasión necesaria para legar una obra trascendente. Él es un aire destrozando neblinas, perfumado por el aroma de las vegas de tabaco y las yerbas del monte: un güije solo y travieso que no se deja aplastar por influencias de maestros por grandes que estos sean. Siguiendo la lógica de la exposición, llegamos a su última sección para enfrentarnos a los lienzos y cartulinas de la serie en la que aún trabaja el pintor: "Visitaciones y Duermevelas". Son cuadros de madurez, cuajados de empastes y difuminaciones, poblados por seres indefinibles entre lo humano y lo animal, deambulando por una ciudad antigua que puede ser San Luis si tomamos en cuenta las referencias a los techos de tejas, a la torre de su iglesia, a sus noches plácidas y misteriosas, oscuras, colmadas de pájaros agoreros, lunas claras, susurros, espectros, gritos apagados por paredes de arena. Son lienzos y cartulinas trabajados más por los dedos, la sangre, y el calor del pintor que por los pinceles y las espátulas. Ahí está la "Muchacha con gatovela", imagen penetrante; para mí el cuadro de los cuadros expuestos, limpio, impactante, donde se resume todo un modo de hacer y se percibe la inefable belleza del gran arte. Simple y provocador como las joyas valiosas, libre del abigarramiento surrealista de otras obras. ¡Qué ojos los de la muchacha! Frente a este gran lienzo uno se queda fascinado por la inocente perversidad de la mirada. Emana de él una extraña mezcla de huracán y de brisa como en los grandes cambios terrenales. La ciudad duerme detrás, con su multitud de fantasmas nocturnos que no se ven, mas, se presienten. ¡Y el gatovela! Insomne, vigilante, entre las manos de la muchacha, adivinando a quien pasa furtivamente en las sombras, dejándose acariciar la pelambre manchada por luz nocturna. Ese gato es el príncipe de la noche, señor de los tejados y los amores locos, aullantes; compartidor de traiciones y embelesos ocultos en los días. La muchacha, el gatovela, y la manzana luminosa, provocativa en la ventana como el sexo o el corazón de la mujer que espera en la callada pompa de la noche para ofrecerse entera. Este es un cuadro triste, enigmático, de una tristeza hermosa, pleno de sueño y drama. El público no acababa de atenuar la fuerte impresión del cuadro anteriormente alabado cuando casi chocaba con "Un pedazo de pan para el invierno"; cuadro tal vez sobrecargado de figuraciones pero absolutamente coherente con el pensamiento del pintor, que no concibe espacio vacuo en la noche. Es un cuadro de imaginación delirante, chagaliano; con esos seres como flotando en el aire con su robo, su almohada, o su ofrenda vital; ciegos, disfrazados sobre el pan caliente, recién horneado, dormidos sobre él. Un cuadro bien facturado, fiel al sueño que lo creó como un mundo de aproximaciones a la realidad, armónicamente concebido, resultado de intuiciones y urgencias sucesivas, con capas de color supuestas para otorgar mayor credibilidad a lo soñado. Más adelante, casi al final de la exposición, está "El último sueño del profeta", un óleo sobre cartulina de elevada factura y múltiples significados, que representa a Cristo suavemente dormido entre los fantasmas de la noche. No es el Cristo que comúnmente nos muestran los pintores, agónico, desesperado, roto por las heridas y las burlas, llevando su dolor hasta el desgarramiento; el Cristo de David, acaso más real que los otros, es un hombre común que sueña el sueño y la tristeza de la vida. Un cuadro sin alardes que nos inquieta y nos sigue. "Persistencia del rapto", es un cuadro más filosófico que onírico. Representa a un hombre desnudo cargando una luna enorme sobre un tablero de ajedrez, con los pies amarrados entre velas que alumbran su camino y lo descubren. Para mí, es una pintura autobiográfica; David es un ciudadano que carga con demasiadas preocupaciones existenciales, un ciudadano dotado de valentía y pasión en constante lucha consigo mismo, pues, no importa lo pequeño del campo de batalla si lo verdaderamente ennoblecedor e imperecedero ocurre en su cerebro. De modo que "Persistencia del rapto" viene a ser uno de sus propios cuestionamientos ante la dureza y veleidosidad de la existencia; las preguntas eternas e incontestables: ¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué estoy aquí? ¿A dónde voy? El último gran lienzo "El mi sobre mi el tiempo", está en la misma cuerda del anterior. Es la noche ciega dominando el tiempo, su tiempo; difuminada, perdida entre las viejas paredes y los fantasmas que ella misma ha creado. De simple pero efectiva composición en el espacio. Ligeramente grotesco y lúgubre, y, sin embargo, atractivo. La paleta de David está dominada por los ocres, los amarillos, los rojos, el negro, el azul. No es un colorista y lo parece a veces. Tal vez prefiere esos colores por la infusión de gloria, entusiasmo, y luz que representan para el espíritu. Hay, entre los cuadros expuestos, uno que me llamó la atención por la serenidad que de él se desprende; se titula "Las cuatro estaciones", y representa un rostro de mujer, mulata y fina; sus ojos nos miran fijamente con algo de cansancio, como si cargaran secretos dolorosos imposibles de disimular completamente. Su figura impregna la atmósfera del cuadro con una intimidad doméstica y da la impresión de querer comunicarnos algo así como sus luchas internas. Es un bello cuadro y, sin embargo, extraño dentro de la serie "Visitaciones y Duermevelas", donde aparece. Quizás una visitación terrenal. Como un homenaje a Víctor Manuel. Después de recorrer y paladear cada uno de los cuadros de la exposición "Proteos", de examinar atentamente sus formas, sugerencias, e intenciones, creo tener derecho a decir algunas verdades, refutables o no, pero mías: lo primero que me gustaría decir es que David González logrará su propósito de ser un gran pintor, y eso, de por sí, es algo bien importante; lo segundo, es que ante sus cuadros, compréndase o no su tema, el alma es tocada por una impresión de felicidad o dulce melancolía; lo tercero, que su pintura es hechicera y proyecta su pensamiento al horizonte. Existen elementos que resultan una constante en la obra del pintor como son las escaleras que llevan a ninguna parte y desaparecen en las márgenes del cuadro; los relojes, como obsesión por el tiempo que se escapa indetenible y nos horroriza; figuraciones truncas, suspendidas en el espacio donde desaparecen abruptamente; ambientes surreales, expre-sionistas; techos de tejas; lunas robadas, cabalgadas, mordidas, devoradas; superficies saturadas de ideas y neofiguraciones. Algo que imagino todos los poetas agradecerán a David González, es su admirable cualidad de ser un pintor literario, algo que viene a completar su innegable talento. Quien lo conoce bien sabe que así ha sido siempre y no ignora sus facultades para la poesía, ni para desatar ideas loables y profundas. Además, encomiable es también su lucha frente al lienzo virgen para obtener resultados, sin apelar a trampas impactantes pero transitorias, sino a través de una potente armonía entre colores, temas y dibujo. Casi al final de este trabajo vuelvo a lamentar la ausencia de los dibujos y paisajes de David porque la presencia de ellos es esta exposición demostraría que él es, como proteo, un ser mutante, múltiple, y, al mismo tiempo único y, también, que las cimas no se conquistan sin esfuerzo, sin la búsqueda angustiosa de la verdadera creación. No puedo evitar pensar en De Chirico ante estos cuadros en los cuales existe algo de él, ni en sus palabras de 1914: "Para que una obra de arte sea verdaderamente inmortal es necesario que salga completamente de las fronteras de lo humano; el sentido común y la lógica la perjudican... Lo que escucho nada vale; sólo existen mis ojos que ven abiertos, y más todavía si están cerrados". El sueño de David no es el sueño de los que simplemente duermen; es el sueño de Proteo, del Duermevela que se entrega a la noche sin dejar de mirarnos. / por René Valdés Torres. San Luis, Enero/2000.
NUEVO DE EDICIONES VITRAL
El pasado 12 de Marzo del 2000 el Sr. Ibraím La Rosa, especialista de literatura del Centro de Cultura Comunitaria, presentó el libro «Saco, Sagra y el cólera morbo» del autor habanero Adrián López Denis. Esta obra fue el Premio de Ensayo Vitral 99. Estuvieron presentes el Sr. Obispo, el P. Oraá, y el P. Oscar Garcerán del Seminario S. Carlos y un numeroso grupo de escritores y especialistas en historia y medicina. A continuación el prólogo del libro. "Viajero del Ganges", llamaban los autores de la época a la terrible enfermedad que azotó al planeta desde inicios del siglo XIX. La segunda pandemia del cólera, como la primera, se había iniciado, en efecto, en la India; pero, en esta oportunidad, había atravesado el Atlántico para instalarse en América. De los Estados Unidos saltó a Cuba. De poco valieron las predicciones de que, en algún momento, llegaría a la Isla. Nada se podía hacer. Nadie sabía cuáles eran sus causas. A nadie se le había ocurrido, todavía, que algunos microorganismos pudieran ser patógenos. Las bacterias eran sólo curiosidades, apenas visibles, cuyas imágenes revoloteaban en el ocular del microscopio. Nadie había observado el bacilo del cólera. Nadie sabía a ciencia cierta cómo luchar contra el mal. Tampoco se conocía cómo evitarlo, dónde refugiarse, dónde huir de él. ¿Cómo reacciona una sociedad ante el asalto de un enemigo invisible, desconocido, contra el cual no existen armas ni defensas confiables? Las víctimas caen a cada paso, hasta sumar cientos y miles, y hay que evitar la desesperación, conservar la esperanza, mostrar ecuanimidad, hasta que, de alguna manera inexplicable, los enfermos sean cada vez menos y el mal –asombrosamente– se detenga hasta casi desaparecer. Este instante de desasosiego, parálisis y eventual reacción es el que intenta capturar Adrián López Denis en su estudio sobre la primera epidemia de cólera que afectó a La Habana (y luego a toda Cuba) en 1833. La complicada trama de las relaciones sociales de una época, los entretelones del poder, las manquedades del saber, los temores y esperanzas de los individuos, son el sustrato y la esencia de la narrativa histórica, meticulosa y documentada, de la catástrofe, en cierta medida predictible, pero totalmente inevitable, que azotó a la población cubana en aquel lamentable "año del cólera". El momento se presta para una disección de la estructura social, invadida –como el cuerpo de los enfermos– por una presencia fatal, que amenaza la vida misma de la comunidad, sus estratos y jerarquías, sus creencias y hábitos. El mecanismo social, que parecía funcionar con inalterable precisión, se desordena, y este desajuste permite comprender mejor en qué consistía el orden reconocido y establecido, su fuerza y su debilidad. Recurso válido para el historiador, pero poco explotado en la historiografía universal, y prácticamente inédito en la nuestra. Las dificultades que genera un intento analítico de esta naturaleza otorgan aún mayor valor al examen que nos ofrece el biólogo e historiador López Denis en estas páginas, que son sólo un fragmento de una obra mayor, extenso panorama de una crisis, cuyo sentido y consecuencias más profundas esperan de él una síntesis concluyente./ prólogo de Pedro M. Pruna Goodgall. La Habana, 5 de febrero, 2000.
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