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marzo-abril. año VI. No. 36. 2000 |
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HECHOS Y OPINIONES |
GOYA UN GENIO ENFERMO
Francisco de Goya, genial pintor español nacido en 1746 en los campos cercanos a Fuende-todos, nos ofreció no sólo ricas lecciones para la Historia del Arte, sino que nos dio la oportunidad de penetrar en los misterios de una enfermedad que lo convirtió en víctima de su talento. Se conoce por datos, que desde los 2 años de edad, ya se consideraba un niño enfermo, pues padecía con mucha frecuencia de enfermedades propias de la niñez. Con respecto a la enfermedad que padeció de adulto se han planteado innumerables diagnósticos, es notorio reseñar que hoy día, con el paciente delante nuestro y con una serie de complementarios, radiografías, endoscopías, tomografías axiales compu-tarizadas o Resonancia Magnética Nuclear, en muchas ocasiones dudamos acerca de un diagnóstico, e incluso la ciencia médica actual se ha visto en situaciones donde éste no existe hasta pasados varios años de evolución de una enfermedad. Por lo anterior es algo aventurado emitir un diagnóstico retrospectivo de un paciente que vivió en los siglos XVIII y XIX.
Diagnósticos que se le plantearon: Esquizofrenia: Etimológicamente "squizo" (rota), "frenia" (mente), o sea, mente-rota, su evolución es continuamente progresiva hasta la pérdida de contacto con la realidad del enfermo, pérdida de todas las capacidades intelectuales, pensamiento distorsionado. Dicho diagnóstico no es sustentable en el caso del artista, pues la enfermedad que padecía evolucionaba por etapas, donde la "mejoría aparente" era un hecho frecuente, además de que en estos períodos trabajaba incesantemente, es evidente que un paciente con tal diagnóstico perdería el juicio de forma ininterrumpida. Se le planteó una sífilis, que fue el criterio más extendido debido a los episodios de ligereza y promiscuidad del pintor y que pudieron ser percibidos por los médicos de su época como "Justo Castigo Divino". Esta enfermedad ataca el Sistema Nervioso Central y produce en la descendencia abortos y lesiones congénitas, si tenemos en cuenta lo anterior, su único hijo sobreviviente y sano de entre los 5 que tuvo, nacido el 2 de diciembre de 1784, Francisco Xavier Pedro, fue precisamente el último. Siendo la sífilis una enfermedad progresiva, el efecto sobre la descendencia hubiese sido inverso: sanos los primeros y enfermos los últimos; señalo que amén de estos cinco hijos bautizados se le achacan otros quince. Otros diagnósticos que se le plantearon fueron: una neurosis depresivo-ansiosa, una paranoia, ataque viral, diagnósticos que escapan a toda probabilidad, si se sabe que sufrió un aparente episodio de tifus, por una carta que escribió a su médico, Arrieta, donde dice que padeció "tabardillo". El planteamiento acerca de que padeció una intoxicación por plomo es hoy día el más acertado, teniendo presente no sólo la sintomatología que presentó, sino que la profesión (pintor) es más propensa e incluso considerada una enfermedad profesional desde esa época por los médicos, tal como aparece plasmado en el Morbus Artificum diatriba de Ramazzini (Tratado de las enfermedades profesionales). La intoxicación crónica por plomo presenta trastornos progresivos que, sin embargo, tienen remisiones en forma de recuperaciones "milagrosas", empieza con signos y síntomas banales, como pérdida del apetito, palidez, trastornos del sueño, irritabilidad, ribete de Burton, etc.; continúan mareos, vértigos, artralgias saturninas, cólicos abdominales intensos, parálisis por polineuritis tóxica que afectan al Sistema Nervioso Central y al periférico, siendo la lesión más grave la encefalopatía saturnina con dolores de cabeza continuos, zumbido de oídos, delirios, alucinaciones y sordera irreversible, el riñón sufre finalmente un coma urémico. Correlacionemos la clínica anterior con alguna correspondencia acerca de Goya o de él mismo: ·Marzo 1773: Cosme de Acuña a Diego Cardoqui: "... que se haya en la actualidad ausente y accidentado de perlesía (parálisis flácida). Don Francisco de Goya. ·Marzo 1773: Goya a Pedro Arascot: "He estado 2 meses en cama con dolores cólicos". ·Enero 1774: Martínez a Zapatier: "... el ruido en la cabeza y la sordera nada han cedido, pero está mucho mejor de la vista". ·Febrero 1774: Diario de Jovellanos: "Escribí además a Goya a su favor, que me contestó que a resultas de su apoplejía no era hábil ni para escribir". ·Abril 1777: Goya a Zapatier: "Amigo ya estoy mejor gracias a Dios que me he escapado de buena". ·Finalmente, a los 80 años de edad y en correlación del ataque plúmbico al aparato uniranio, los médicos que lo atendieron, el 29 de mayo de 1825, tres años antes de su muerte, señalan: "Certificamos que Don Francisco de Goya, pintor de su Majestad Católica, se halla atacado actualmente de perlesía de la vejiga.
La agonía de Goya empezó el 13 de abril de 1828 con una hemiplejia que le paralizó el lado derecho del cuerpo, estuvo así 13 días hasta la madrugada del 16 de abril de 1828 en que fallece. La hemiplejia es el último estado de la intoxicación saturnina, su enfermedad evolucionó por crisis. Como he mencionado anteriormente la medicina de esa época ya hablaba de las enfermedades de los pintores, siendo el escrito más sobresaliente El Diccionnaire Portafit de Santé (París 1760) donde describe el cuadro clínico y señala: "Están expuestos a este cólico los pintores, alfareros y plomeros", es de destacar como dato epidemiológico de esa época, que en el Hospital de la Caridad fundado en 1602 por María de Médicis, de 1353 enfermos atendidos entre 1755 y 1767 por "cólica metálica" apenas había 12 que no fueran pintores o gente que trabajaba el plomo. Fue pues, el plomo la causa más probable de los males de Goya. Es conocido que por vía digestiva penetra el plomo con los alimentos, del cual el 5% se absorbe y el resto se excreta por las heces fecales, este porciento que se absorbe, pasa al hígado, donde se elimina por la bilis. La absorción crónica, como la que ocurre al tragar partículas de pintura, sujetar el pincel con los dientes o "refinar" el pincel con la lengua para dar un toque preciso (como debe haber hecho Goya infinidad de veces), hace estas prácticas desaconsejables. Con todo, otra vía de entrada sin la participación del hígado es la respiratoria, donde de los alveolos pulmonares pasa directamente a la sangre. Teniendo en cuenta que la dosis tóxica de plomo es escasamente 2 miligramos por períodos prolongados, bastan fracciones del mineral para desencadenar una segunda intoxicación, esto explicaría las prontas recaídas de los pintores alejados de su trabajo por la enfermedad, poco después de volver a sus talleres. Goya era prodigioso en su arte y en la cantidad de su obra, se conoce que gustaba de pintar desenfrenadamente. Nada más la cuarta serie para la pintura de las paredes del comedor del Príncipe de Asturias, abarcaba 500 metros cuadrados, habiendo realizado esta obra solamente en tres o cuatro meses, se tiene datos acerca de los materiales que adquirió Goya para este trabajo, donde concluimos que el pintor estuvo expuesto a 24 millones de miligramos del contaminante –en esa época el Albayalde era el que mayor contenido de plomo tenía- de lo anterior deducimos que era imposible no verse afectado sin las protecciones con que se cuenta hoy día como: pinturas sin plomo y contenidas en tubos, lavados y baños frecuentes, máscaras, etc.; sin duda esta exposición y las de 1772 y 1773 desencadenaron la crisis de 1793 y la sordera. La enfermedad de 1819 tiene el antecedente inmediato en las alegres pinturas con que decoró su Quinta del Sordo, posteriormente recubiertas por sus Pinturas Negras. Sin embargo ¿cómo explicar las alternativas entre cuadros y grabados lúgubres, pintados durante o después de alguna crisis (Caprichos, Sueños, Disparates o Pintura Negra) intercalados con obras maestras de gran alegría popular, como La Tirana y Familia de Carlos IV? Él mismo dice acerca de sus disparates: "Me he aventurado a pintar algunos cuadros en que he encontrado el espacio que necesitaba para las observaciones que no había podido dar rienda suelta a mis caprichos y al poder de mi imaginación". Esto encaja perfectamente con la historia natural del saturnismo, enfermedad en la que se intercalan episodios agudos que ceden al alejarse el paciente de la fuente de plomo, ya que el que circula se fija en el hueso y el resto se elimina por las heces y orina, con lo que el enfermo se recupera completamente. La grandeza de Goya no se abate por las miserias de su enfermedad; enfermedad profesional por otro lado. Es una víctima de su oficio; sus Caprichos, Sueños, Disparates y, sobre todo, su grandiosa Pintura negra, de ninguna manera son producto de su intoxicación por plomo. No son como las obras producidas por otros artistas, bajo el influjo del alcohol, el hachis, trastornos mentales, drogas; teniendo como ejemplo el pintor Richard Dadd, conocido esquizofrénico que llevó a muchas de sus pinturas, por no decir a todas, el cúmulo de alucinaciones que padecía; otro a destacar, Edgar Allan Poe, escritor, de quien se dice que una de sus grandes obras "El Foso y el Péndulo" fue escrita teniendo como fondo las alucinaciones que sufría. Goya no fue un genio por ser enfermo. Goya fue, en cambio, un genio enfermo. Sí todo lo anterior es cierto, se sabrá algún día, si el pretendido cadáver del pintor (enterrado en Burdeos pero trasladado en 1919 a San Antonio de la Florida) se exhuma y se determina el contenido de plomo de sus huesos. No se encontrará la cabeza, pues fue robada en Burdeos por un maniático de la Frenología. Al genio no lo mataron sus excesos ni la locura, sino simplemente una "Enfermedad profesional".
¡OH, EL AMBIENTE!
por Gladys Serrat |
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"...líbranos, Señor, del egoísmo, del miedo; de dejarnos arrastrar por el ambiente...!" P. MANOLO
"¿Alguna vez ha estado en un taller de restauración? Cuando vemos amontonadas piezas valiosas podemos experimentar dolor, tristeza: el libro arruinado por la humedad, la pintura resquebrajada, una estatua rota, los pedazos de una vasija..." Comienza así un precioso tema estudiado en una reunión del Grupo de Mujeres Católicas de la parroquia La Caridad. Al leer de nuevo estas líneas no puedo sustraerme al deseo de expresar mi preocupación con respecto de tantas actitudes y manifestaciones que nos rodean; ¡cuánto por restaurar, qué necesidad de paciencia y amor para esta labor. "El restaurador –continúa- es paciente: primero debe limpiar sin dañar, sus ojos deben saber ver los colores que hay que regresar, sus manos extraordinariamente hábiles inician la reconstrucción de cada partícula, debe preguntarle al pasado: ¿cómo era esto?..." Reflexiono. Cuánto en nosotros necesita restauración, no alcanzan las palabras para expresarlo, ¡tanto ha sido el daño! Esta forma de vivir, estas costumbres, las mal interpretadas relaciones humanas dan como resultado el comportamiento deplorable de muchos niños y tantos jóvenes; son como piezas descuidadas, mal tratadas que piden a gritos una restauración. ¿Cómo será ésta? ¿Qué papel puede desempeñar cada uno de nosotros? Es alarmante ver como las familias han hecho de la calle en que viven una prolongación de sus casas: la gente vive en la calle, los niños juegan a todas horas en las calles, gritan, vociferan. Es la calle lugar para conversar, a veces a grandes distancias, asuntos particulares, planes mediatos e inmediatos que debían ser de la intimidad familiar. Me pregunto cómo enseñar a los papás jóvenes, lo nocivo que resulta para la educación de sus niños el regaño "a voz en cuello", el golpe arbitrario, la palabra soez delante de todos, se manifiestan igual en sus casas que en nuestra avenida principal, siempre las mismas escenas, todo es el mismo escenario. El regaño debe ser a la vez enseñanza, requiere ante todo de la mayor intimidad, lo contrario es irrespetar al niño y engendrar malas costumbres. Los abuelos mayores deben poner mayor empeño en ayudar a otra forma de crianza. ¿Por qué se dejan arrastrar por el ambiente? ¡Oh!, el ambiente. Es necesario, es maravilloso llevarse bien, compartir con los hermanos, ayudarnos mutuamente, mas, no debemos confundir la bendición de ser parte de una comunidad con el hecho de vivir en un colectivismo tribal y abrumador; que no nos engañe el ambiente! Con nuestra comunidad tenemos también obligaciones morales y sociales; una es educar a nuestros niños para servirla. Es muy sano, ya que el tiempo es escaso, aprovechar ese horario nocturno en que puede reunirse la familia, para en vez de decirle al niño (como sucede): "muchacho, vete a jugar a la calle y déjame tranquila", emplear un tiempecito para inculcar en estos futuros hombres y mujeres el deseo de "hogar", de conversar sobre lo que sucedió durante el día, de compartir con los suyos; ¡es tan saludable! Resulta tesoro incalculable crear el hábito de la lectura desde pequeños (las bibliotecas prestan libros); enseñar a las niñas a coser ropita para sus muñecas, a bordar, tejer; todos pueden jugar "a los ceritos", "al ahorcado", inventarles un crucigrama; esto no cuesta dinero sino un poco de preocupación. ¿Por qué niñas y niños jugando en nuestras oscuras calles, dando gritos y carreras diciendo palabrotas? El deterioro en nuestras situaciones necesita la labor paciente y restauradora de muchos: siempre es tiempo. No podemos contribuir con nuestra indiferencia a que formas inadecuadas de comportamiento engendren cada día más, costumbres incivilizadas. Afortunadamente, muchos padres educan a sus hijos para una vida sosegada y tranquila. Son niños que practican el saludo, dan las gracias, ayudan a un anciano si lo necesita. Contemplarlos es maravilloso. Son niños que emplean tiempo para la lectura, aprecian el recogimiento y la intimidad sublimes de su hogar, no todo está perdido. Esta reflexión no es afán de crítica malsana, jamás. Está motivada por el deseo de ayudar de alguna manera a estos niños y jóvenes que no son diferentes a los de otros tiempos: "... Somos los mismos, los del mismo río, ...lo que cambia son las aguas..." (Rosario González, Vitral No. 22).
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