septiembre-octubreo. año VI. No. 33. 1999


HECHOS Y

OPINIONES

 

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CIBERCULTURA:

APOCALÍPTICOS

E INTEGRADOS

 

por Oscar Llanes Gómez

 

 

 

El mundo analógico y el mundo digital van a convivir durante mucho tiempo. Y en la medida en que unos se queden en el mundo analógico y otros, en el digital, se irá generando una división cada vez más preocupante en las sociedades.

JUAN LUIS CEBRIÁN. Periodista español,

autor del libro La red, Ediciones Aguilar-El País, 1998.

 

Alguien podría culparme de iluso por creer que los cubanos tenemos este problema, cuando en Cuba hay otras cosas más urgentes que resolver. Podría decirme que en Cuba ni siquiera hemos desarrollado el mundo analógico a la perfección y así, sucesivamente, destrozarme con apocalípticos argumentos. Pero ninguno es cierto. Yo, que no soy un apocalíptico de las nuevas tecnologías, sino un integrado a la manera de Umberto Eco; les digo que Cuba tiene hoy, como ningún otro país, la opción de saltar hacia delante en la digitalización de la sociedad. De hecho hay toda una estrategia en ese sentido que incluye poderosas inversiones. Exactamente por no estar tan desarrollado nuestro mundo analógico, el salto al digital es más viable y posible, incluso es una necesidad urgente. Mi idea central esta noche es cuán preparados estamos para ese salto y en qué medida seremos parte del mismo.

Ustedes que de alguna forma tienen acceso a un ordenador, más menos a una impresora, casi nunca al servicio de email y sueñan con ahogarse en un naufragio de internautas; sabrán que desde el día que tocaron un teclado por primera vez, no han podido deshacerse de él. Puede ser costumbre, adicción e incluso enfermedad mental (según los últimos estudios), pero igual debió sucederle al primer hombre-mono que puso un tronco bajo la piedra que quería acarrear, sin saber que inventaba la rueda. Rueda que hoy día, sea de hierro, con aire, de madera, dentada, con correa o sin ella, de ligeros rayos de acero y hasta ponchada; preferimos al prehistórico tiempo de no tenerla.

Es una cuestión de integrarse y siguiendo esta teoría: los integrados somos aquellos que hacen de la nueva tecnología el arma fundamental para enfrentar los problemas no resueltos, aliviar al enfermo, alimentar al pobre, conquistar nuevos mundos, salvar la naturaleza y sobre todo hacer más cosas en menos tiempo y con más calidad, algo que hace años conocimos como eficiencia. Temores siempre hay: ¿cuántos muertos por accidentes de tránsito ha generado la rueda en los últimos 40 mil años? Ese temor es infinitamente menor al miedo de permanecer en el mismo lugar.

De la preparación se ha hablado muchas veces, mal que bien la mayoría de las personas adultas con menos de 30 años en Cuba han recibido algún tipo de enseñanza sobre computadoras, al menos teoría. Yo no voy a profundizar sobre las potencialidades del intelecto promedio del cubano. Más bien quisiera exponer los riesgos de limitar el acceso de la población a la llamada cibercultura.

Hace tan solo unas horas, Bill Clinton reconoció que «hay (en el mundo) una creciente división entre los que tienen acceso a la economía digital y a la InterNET y los que no, y esta división se reproduce en la educación, los ingresos, la región en la que se vive y la raza a la que se pertenece». Algo que cualquier presidente puede decir hoy de su país y que sucede también en el nuestro. Cualquier puesto de trabajo medio de hoy, incluido el de una secretaria, requiere el manejo de una computadora, alguna versión de Windows y procesadores de textos y datos. Para quienes no reúnan ese requisito la plaza se cierra, su salario baja, su educación se estanca y le toca, por su cuenta, sumarse a los escasos, restringidos y atrasados cursos de computación para trabajadores que se imparten en el país. Lejos de las capitales la computadora es un objeto del futuro, algo nunca visto, el diablo del 2000, etc. Provocando también un atraso educacional y laboral en esas poblaciones.

Si bien es cierto que las computadoras se venden por la libre y a precios módicos en nuestro país. También es cierto que es una minoría quien accede a ellas porque significa acceder al todopoderoso dólar que circula restringido en la isla. Sólo contamos con las computadoras que poseen las empresas, instituciones, escuelas y organismos estatales que a la vez sirven de pupitre, mesa de trabajo y correo para los miles de usuarios de nuestro país. Ustedes pueden concluir, porque son parte de ello, que los que hoy pueden sentarse al menos una hora delante de un monitor con un juego, un software, un texto o un CD-ROM son más instruidos, más ricos, más citadinos y universales que el resto. Evidentemente se hace imprescindible para esta sociedad generar un desarrollo vertical de la informática para defender las conquistas sociales que en los años 60 se resolvían con campañas de alfabetización, empleos, hospitales y tierras parceladas. Y es que hoy necesitamos repartir entre los nuestros la cibercultura, algo que no existe materialmente, una suerte de ángel, aura, plasma invisible que nos rodea en forma de impulsos electromagnéticos, nuestro ADN social: una cadena interminable de ceros y unos.

La cibercultura no es poseer una computadora, no es visitar una página web, no es ser un genio informático. La cibercultura es un proceso de comunicación. Es, casi, la comunicación total. Cuando alguien abre InterNET y pide información cualquiera entra en contacto con el pensamiento más íntimo y actualizado de cientos de miles de personas de todo el mundo, algo insospechado, por ejemplo, en mis clases de historia, de arte o de economía en la universidad. Pero olvidemos InterNET. Hace 10 años todavía yo leía enciclopedias británicas de los años 50 y 60. Hoy, con sólo suscribirme a una revista, recibo anualmente una Enciclopedia digital gratis y además toda la información especializada de la revista. Eso es la cibercultura, recibir información y puntos de vista individuales desde cualquier rincón del mundo en tiempo real. Imagínense ver con sólo segundos de retraso las primeras imágenes de Marte, las declaraciones de Mónica Lewinsky, cómo explota un silo militar en Kosovo o la presentación de pruebas de la demanda de Cuba a los E.U.A. con imágenes, sonidos y textos a la vez. Justamente a eso no tiene acceso hoy más del 95 por ciento de los ciudadanos cubanos y el 99.9 período de 9 porciento de los informáticos cubanos.

¿Qué nos impide hoy a los cubanos el acceso a la cibercultura?

1. El desvarío económico que no voy a describir.

2. La escasa instrucción y preparación para manejar ingenios informáticos, programas y datos.

3. El atraso tecnológico de nuestras redes telefónicas, pues millones de computadores no conectadas entre sí es igual a millones de hombres que no se hablan.

4. El acceso, la administración y la censura del único sistema de transmisión de datos existente en Cuba.

Ahora bien, Cuba ha echado mano a la tecnología no como vía de superar crisis, sino por la necesidad dialéctica de los ingenieros, médicos, profesores, inversionistas, etc. que, mejor preparados que sus padres, no pueden ejercer sus profesiones sin ese avance tecnológico. Es decir, si Cuba no accede y desarrolla las nuevas tecnologías, desaparece. Esa es una verdad de perogrullo. Creo que la discusión sobre el problema cubano de acceso a la informática se suma a otro gran dilema que en Cuba se tendrá que resolver y es el de los niveles adquisitivos y la circulación de tres monedas.

El otro asunto clave sería el de tener acceso legal a la Red Pública Cubana de transmisión de Datos sin ser precisamente un trabajador o estudiante de una institución estatal. Hay, y no me apena defender este punto de vista, un problema técnico que impide realmente el acceso masivo a los servicios de Correo Electrónico y de InterNET en Cuba: las redes telefónicas nacionales son analógicas en su inmensa mayoría y no resistirían hoy un tráfico intenso de datos, por lo que sería (es) una verdadera locura navegar por semejante «arroyo». En cuanto a las restricciones de tipo morales y legales, hay soluciones jurídicas y aún técnicas para atajar la pornografía, la propaganda xenofóbica, el terrorismo, etc. Sin embargo, yo soy de los que defiende el criterio de la circulación libre de TODA la información que los usuarios crean importante para ellos, incluidas la pornografía, la propaganda xenofóbica y el terrorismo porque esos males deben combatirse primero dentro de la sociedad para eliminar a los clientes de esos servicios, No creo (y no quiero) que una Ley del Estado o una Central de InterNET puedan convertirse en filtro de la información que yo consumo. Si se permite hoy una restricción por cualquier causa, mañana pueden restringirse otras áreas por razones diferentes; eso en jurisprudencia se llama sentar un precedente. Quienes hemos tenido la suerte de navegar por InterNET, sabemos que la pornografía, el terrorismo o la propaganda xenofóbica son islas en un océano de informes; pero si la buscas, la encuentras. Sabemos también, que como todas las cosas de este mundo, el debate sobre InterNET tiene apocalípticos e integrados; y que por la World Wide Web circula muchísima porquería, errores garrafales, plagios, grandes desfalcos, ventas de drogas, todas las especulaciones financieras, proyectos militares y otras tantas tonterías más peligrosas que un video de sodomia o una clase de cómo crear una bomba casera: cosas estas acostumbrados a ver en la vida diaria o la TV y en las clases de Preparación Militar Inicial (PMI) que recibimos en la escuela.

Pero imagínense cuán imposible es atajar el desarrollo tecnológico, que yo puedo no tener acceso a la Red cubana y con un simple teléfono y una cuenta bancaria, digamos en México, ser un usuario de un servidor de allá. El gasto sería similar al de un ciudadano mexicano y sólo se incrementaría un poco por el costo de la llamada a Cuba (aunque esto también puede esquivarse). La paradoja es que unos cuantos cibernautas cubanos navegan por ese medio, otros por el mercado negro que igualmente utiliza cuentas fantasmas y servidores en el extranjero y otra parte accede directamente por vía satélite, aprovechando el acceso remoto, con una pequeña parabólica en el patio de la casa. Estos últimos son los que tienen el poder adquisitivo para comprar las máquinas en TECÚN, DITA o CIMEX.

Lo más grave que veo en la cibernética cubana, y que las autoridades aprueban y estimulan, es la piratería de software informáticos. En Cuba se compra, prácticamente, un Instalador de cada programa y a partir de él las copias se multiplican oficialmente entre empresas y organismos. De allí van a los particulares extraoficialmente, sin respetar en lo más mínimo el derecho de autor de esos programas. Me preocupa esta situación, porque el día que podamos acceder libre y rápidamente a la WWW, los cubanos entraremos entonces en un verdadero caos jurídico por el uso y, en ocasiones, plagio de productos que otras mentes crearon y comercializaron.

Ante todo este maremagnum de obstáculos y contradicciones. ¿Qué podemos hacer? Cosas. Cosas como este boletín INFOnotas, como los cursos de este Grupo de Computación del CFCR, intercambiar experiencias y atajos informáticos con los demás, estar reunidos hoy aquí. Ir preparando el camino para que cada vez sean más las personas involucradas en el mundo digital.

INFOnotas ha tratado en este año de acercarse al público con consejos, informaciones, sugerencias y advertencias para tomar decisiones sobre el mundo cibernético. Otras secciones han intentado introducir al lector neófito en el aprendizaje de términos y procesos de ordenadores y programas comerciales. En su gestión editorial INFOnotas, además, ha marcado una pauta moral al introducir casi siempre una coletilla al final de las noticias y los comentarios, en donde el Consejo Editorial expone su criterio del asunto en cuestión.

Debo confesar que al principio me molestaba la coletilla, porque considero que una publicación no debe enjuiciar la información, pero he comprendido que la misión final de INFOnotas no es solamente brindar información sino, también, instruir éticamente al lector en el manejo de la tecnología. Este humanismo, quizás excesivo, del boletín es a su vez su sello distintivo. Generalmente las revistas de corte científico-técnico resultan un poco frívolas con respecto al ser humano. No sucede así con INFOnotas.

El otro resultado exitoso del boletín es su diseño que logra poner la imagen en función de la enseñanza de la computación. Quiero decir que no busca un resultado visual agradable, sino poner toda la información gráfica en función del mensaje que trasmite cada número.

En fin, que tienen ustedes un excelente producto, que puede mejorar y seguro lo seguirá haciendo, pero que está muy lejos de ser una publicación más. Está muy claro que el sentido de INFOnotas es el hombre, su capacidad y su preparación para la vida. Cualquier proyecto comunicativo que tenga esas premisas ha de ser bueno y debemos estimular a quienes se afanan porque se edite, se imprima y se distribuya cada mes.

Sigan así.