septiembre-octubreo. año VI. No. 33. 1999


NARRATIVA
PREMIO DIOCESANO CONCURSO "JUBILEO 2000"

 

 

EL ENCUENTRO

 

por Antonio M. Padovani Cantón

 

 

Enero 1998.

Cómo hay gente, casi no se puede caminar, voy a moverme un poco hacia el lado para ver si salgo de este molote. Esa cara que veo allá me parece conocida. ¿Quién será? Parece... se parece a José Luis ¿será José Luis? Hace 25 años que no lo veo, no puede ser, ¿cómo va a ser José Luis? No, no, no es. ¿Y si es? Voy a acercarme para verlo mejor.

 

Mayo 1969.

—Compañeros, la brigada G-3 tiene reunión ahora, vamos, que no falte nadie.

José Luis hizo oír su voz por encima de la algarabía que siempre sigue al final de las clases del día.

En el albergue, por supuesto, nadie faltó a la reunión.

—Compañeros, el motivo por el que nos reunimos consiste en que recientemente se efectuó la se- lección de los ejemplares de las brigadas y se elevaron a la dirección del grupo. Yo no pude estar con ustedes, pero en mi condición de Presidente del grupo he recibido los nombres de los ejemplares que ustedes eligieron y, entre ellos, hay un nombre que no debe estar —comenzó José Luis.

—¿Quién? -dijeron varias voces al unísono.

—El compañero Frank.

—Pero ¡si es el más disciplinado!

—Si es el que más estudia.

—Si tiene las mejores notas.

—Nunca falta a ninguna actividad.

—No va al campo porque está enfermo de la columna ¿es por eso?

—No, no compañeros, no es porque no vaya al campo, nosotros reconocemos todos los elementos positivos que se le plantean a Frank, pero la dirección del grupo entiende que tiene rasgos homosexuales y por eso lo traemos de nuevo a discusión para que la brigada decida su situación -José Luis.

—¡Frank homosexual! -la voz de Ernesto -¿En qué tú lo has visto?

—No, no lo he visto, pero se le nota, sólo de mirarlo uno se da cuenta.

—¿Qué entiendes tú por homosexual? -De nuevo Ernesto.

—Bueno, homosexual es el que no tiene su sexo definido, que tiene rasgos del otro sexo, vaya, es un poco difícil de definir, pero a Frank se le ven fácilmente los rasgos.

—Yo no se los veo. -Me sorprendo, es mi voz que consiguió bloquear la barrera del miedo.

—Yo tampoco. —Me sorprendo otra vez, Ernesto y yo somos compañeros de Frank desde hace años y ahora habla Alberto, que sólo lo conoce desde hace un año -Yo lo que veo es que es muy buen estudiante, buen compañero.

—Homosexual es el que se acuesta con personas del mismo sexo y yo conozco a Frank desde hace años y nunca nadie ha dicho que él se le insinúe ni nada así. -Vencido el miedo ya hablo más libremente.

—Bueno compañeros, tal vez me expresé mal, yo dije rasgos homosexuales, pero debí decir afeminado, Frank realmente lo que es es afemiado.

—¿Qué tu entiendes por afeminado? —Ernesto a la carga.

—Yo creo que para decir que alguien es afeminado es porque esa persona hace cosas características del sexo femenino ¿No José Luis?. —Opino.

—Sí, exactamente, se comporta como las mujeres José Luis piensa tal vez que estoy apoyándolo, por eso ataco.

—Pues Frank no usa colorete, no usa creyón de labios, no se saca las cejas, no se pone bloomer ni ajustadores, ¿Qué hace él que sea femenino José Luis?

—Más bien está bastante desaliñado. —Me apoya Alberto.

—Dale José Luis, di qué hace Frank como las mujeres. —Vuelve Ernesto a la carga.

—Bueno, bien, no hace esas cosas, pero sus modales son amanerados, eso no lo van a negar.

Silencio. Los tres pensamos qué decir. Ya no es posible defender más, el resto de la brigada calla y observa. Siento que piensan como yo, pero no se han desbloqueado.

—Un amanerado no puede ser ejemplar. —Es Ernesto, reflexivamente.

—No, Ernesto, no, un amanerado no puede ser ejemplar porque ¿qué ejemplo va a dar? —José Luis.

—Entonces no puede ser militante tampoco. —Ernesto.

—Menos... Ernesto, menos aún.

—¿Por qué Rafael es militante entonces?

«Rafael, verdad que Rafael es militante y es amanerado, tanto como Frank, pero no tiene otras características. Es buena gente, Rafael no se merece esto, pero ¿Frank se lo merece?»

—No, Rafael no es amanerado. —José Luis lo defiende.

—Yo creo que sí (Rafael no se lo merece, pero Frank tampoco. Es válida la defensa, pienso).

—Es más amanerado que Frank (Alberto le puso la tapa al pomo).

—No estamos analizando a Rafael, volvemos a analizar a Frank, no se me desvíen, vamos, vamos a votar. Los que piensen que Frank no debe ser ejemplar porque es amanerado que levanten la mano (cuatro votos), los que piensen que debe ser (ocho manos alzadas). El resto ¿se abstiene? (doce) ¿Cómo es eso?, vamos a ver, ¿por qué se abstienen? ¿no tienen suficientes elementos? no, no, vamos a repetir la votación, otra vez, a ver, los que piensen que no debe ser ejemplar (cinco manos), los que piensen que sí (ocho), se abstienen (once). No compañeros, después del análisis que se hizo debemos ser más objetivos, vamos a ver, ¿quién tiene dudas? ¿Necesitan aclarar algo?

Tienen que tomar esto en serio, ¿es que no comprenden la importancia de la ejemplaridad? ¿Es que no entienden que ser ejemplar exige una moral a toda prueba? Vamos a votar, a ver, a favor de que no sea ejemplar (seis votos), en contra (seis), se abstienen (doce). Vamos a tener que analizar algunos aspectos. Los ejemplares tienen que serlo. Y veo ejemplares que se abstienen, es momento de definiciones, no se puede estar en la cerca. El que se abstenga tendremos que analizar sus motivos, no puede haber falso compañerismo, tenemos que ser honestos. A votar otra vez. Porque no sea ejemplar (doce votos), porque lo sea (cuatro), se abstienen (ocho). Ya está mejor, Frank no es ejemplar.

 

Marzo 1972.

—Pase el próximo —José Luis abrió la puerta y llamó —¿Te toca a ti Tony?

Pasa, siéntate.

Una comisión para analizar aspectos ideológicos en los estudiantes. Presidida por el Profesor Silva, miembros José Luis y Nelson.

«Tony, te juegas la carrera, tienes que ser hábil sin renunciar a lo que piensas, sé cauto, cuidado con lo que dices» Me repetía una y otra vez.

—Buenas tardes —dije.

—Buenas tardes —trío de voces.

—¿Sabes por qué es esta reunión? —Profesor Silva.

—«Sé cauto» —No, no sé.

—Tú llenaste una planilla que se les repartió a los alumnos y marcaste en ella que creías en Dios ¿es verdad?

—Sí, es verdad.

—¿Por qué crees en Dios?

—Mire Profesor, desde que nací me enseñaron que Dios existe, en la escuela igual, fui bautizado, recibí catecismo y me confirmé, siempre creyendo en Dios y después se me ha explicado que no existe, pero figúrese, uno lo tiene tan arraigado que no es posible arrancarlo así de pronto.

—¿Ibas a una escuela religiosa?

—No, laica, pero enseñaban religión.

—¿No has estudiado filosofía? ¿No se te ha demostrado que a Dios lo crearon los hombres, no al revés?, que es fruto de nuestra imaginación.

—Sí profesor, como no, yo conozco todo eso y la razón me dice que Dios no existe, pero hay algo más profundo, que me sembraron cuando niño y no puedo arrancarlo totalmente.

—¿Tú practicas alguna religión? —José Luis.

—No, no practico, lo puse en la planilla.

—Entonces ¿por qué crees? —José Luis.

—Ya lo expliqué, es algo difícil de erradicar, algo que uno tiene muy interiorizado.

—Pero no me has respondido: ¿Por qué crees? —Insistió.

—Ya José Luis, déjalo, quiero que me contestes sólo una cosa: ¿Crees que Dios, que luchó por los humildes, no estaría al lado de nosotros?

—Sí profesor, como no, Dios siempre está al lado de los que sufren, de los humildes y, desde luego —«Cuidado como hablas»— está con los que luchan por los oprimidos, por eso yo estoy aquí profesor, junto a ustedes, no he tratado de irme del país y soy sincero, ustedes saben que creo en Dios porque lo puse en la planilla, porque si no ¿quién se los decía? ¿no cree usted que esto es honesto?

—Correcto, si has estudiado filosofía y eres consecuente con tus ideas debes saber que Dios no existe, es fantasía y se inventó por las clases explotadoras para explicar fenómenos naturales cuyo origen era desconocido para el hombre y así someter al pueblo haciéndolo creer que el orden social proviene de Dios, cuando el mismo proviene del hombre, la religión es el opio de los pueblos, tú te has apartado de la religión, debes arrancar de sí todo resto de creencia religiosa porque un médico tiene que ser objetivo y materialista. Puedes marcharte, pero piensa en esto que te dije.

—Hasta luego Profesor, hasta luego José Luis y Nelson.

 

Una semana después.

—Tony, voy a decirte algo, pero no lo digas, que me matan si se sabe.

—No Nelson, yo no lo digo, soy una tumba.

—La conclusión de la comisión es que eres muy tonto o muy hábil, José Luis piensa que eres muy hábil, que escondiste lo que piensas de verdad y que hay que tener cuidado contigo. Ya sabes: ¡A nadie!

—Despreocúpate, que soy hombre. Chao.

—Chao.

 

Diciembre 1973.

Domingo 10.00 am. Me levanta de la cama una voz conocida:

—Dale dormilón, levántate que ya es hora, dale.

—Miguelito ¿qué pasa?, ¿qué haces aquí?

—Dale, vístete que tengo que hablar contigo, pero fuera.

—¿Qué pasa Miguelito? ¿Hay problemas? —Mi mamá preocupada, madre al fin.

—No, tengo que hablar algo personal con tu hijo, pero a solas. Dale, vístete que no tengo toda la mañana.

Minutos después en el parque de la esquina.

—Oye. estúpido, sigue comiendo mierda, que vas a llegar lejos.

—¿Qué hice?

—¿Que qué hiciste?, no, ¡cuando yo lo digo!, eres guanajo a viaje, no sabes qué hiciste, no.

—No, no lo sé.

—Escogieron un grupo de confianza para revisar los expedientes de los que se gradúan ahora y, por suerte para ti yo estaba. Busqué tu expediente y me encontré que tienes una mano de mierda en él que si no soy yo te mandan para casa de las quimbambas.

—¿Qué tenía?

—Planillas diciendo que crees en Dios, evaluaciones de tu jefe de grupo diciendo que eres creyente y no confiable, que hay que tener cuidado contigo y montones de cosas como esa, suerte tuya que pude resolver eso, ahora estás limpio, empieza otra vez, ya sabes, cuídate. Chao.

 

25 de enero de 1998.

¿Será José Luis?, lo veo más gordo y medio calvo, ¿será? Voy a tratar de acercarme más, se parece sí, pero... ¡José Luis llorando! No, no puede ser, es demasiado, no no es él, no. Ya estoy al lado ¿Sí es José Luis! ¡Qué clase de hijo de ...!

 

La voz del Santo Padre llenaba todos los ámbitos de la Plaza José Martí:

«Estoy en medio de ustedes como mensajero de la verdad y la esperanza. Por eso quiero repetir mi llamado a dejarse iluminar por Jesucristo, a aceptar sin reservas el esplendor de su verdad, para que todos puedan emprender el camino de la unidad por medio del amor y la solidaridad, evitando la exclusión, el aislamiento y el enfrentamiento, que son contrarios a la voluntad del Dios-Amor...»

Le puse la mano en el hombro:

—José Luis.

—¡Tony!, cuánto tiempo sin verte, venir a encontrarte hoy, qué cosa más grande Tony, pero que, ¡qué días más grande hoy! ¡Qué día más grande para todos los cubanos y para Cuba! Tony, qué alegría verte y más aquí.

Nos abrazamos.

Atrás quedaban treinta años y lo que cambia con ellos.

¿Y delante?