![]() |
julio-agosto. año VI. No. 32. 1999 |
![]() |
LECTURAS |
EN EL CENTENARIO DE MARÍA VILLAR BUCETA
LA ESPIRITUALIDAD EN UNANIMISMO |
|
El 25 de abril de 1899, en un pequeño pueblo de la provincia de Matanzas: Corral Falso de Macuriges, hoy Pedro Betancourt, nace María del Carmen Villar Buceta, quien con el paso de los años se covertiría en destacada poetisa y bibliotecaria. En 1916, se gestaron los primeros poemas de lo que sería más tarde el libro Unanimismo. Una joven de apenas 17 años, en un medio hostil al arte, vuelca sus sentimientos en los versos, y años después, en 1925, residiendo ya en la capital, lo concluye. Será el único libro publicado por esta mujer, que supo, a base de inteligencia y tesón, abrirse camino entre la intelectualidad de su época. A pesar de calificarse en «El Autorretrato» como "el arquetipo del ente perfectamente vulgar", el resultado de su obra y su paso por la vida niegan rotundamente esta afirmación. No voy a referirme al aspecto formal del libro, ni a la riqueza del lenguaje poético, y mucho menos al uso de recursos, que tocan diferentes cuerdas del ámbito lírico. Trataré un aspecto que resalta desde la primera página, y de igual manera concluye con el último renglón: la espiritualidad de María Villar Buceta, quizás uno de los aspectos menos estudiados de la autora y el más controvertido, porque en más de una ocasión en los últimos años de su vida se autodefinió como «Atea». Pero, téngase en cuenta que este libro pertenece a sus primeras producciones, cuando era una adolescente. Es posible que con el paso de los años, al tomar definitivamente una filiación comunista y ver el mundo de otra manera, dejase atrás sus creencias religiosas. Eso sería tema para otro trabajo, el análisis que aquí se hace es de algunos de los poemas que integran Unanimismo, aunque no son los únicos donde se trata el asunto. En casi todos los poemas que conforman este cuaderno, como ya hemos dicho, se destaca la espiritualidad de María. Pero no se trata en modo alguno, del misticismo por el misticismo, donde sólo haya espacio para rezos y adoraciones, sino una espiritualidad ligada a lo profundamente humano, en una identificación plena con Dios desde las causas más justas, con las que se identifica su carácter. En «Unanimismo», primero de los poemas que sirve de título al libro, la mayor de los Villar Buceta, declara:
"Creo en la fuerza creadora de Dios, cuyo hálito fecundo mueve la palanca impulsora de la gran máquina del mundo".
El séptimo de los poemas es «La Ascensión», en él la autora hace una exquisita combinación entre la ascensión de Ícaro y la de Jesús, que está implícita, y su propia ascensión por el difícil camino de la vida:
"Tú, la rebelde, tú, la indómita, la enamorada de la audacia y de la fuerza, te detienes prematuramente cansada". Dos estrofas más adelante continúa:
"Sigue adelante, oh alma ¡Ícaro no temió al sol!
No satisfecha, en esa misma estrofa se reclama:
"Oye la airada voz anunciadora del bíblico mandato: "Levántate y anda".
A través de esta frase (San Mateo 9: 1-8) que corresponde a la parábola de Jesús cuando sana al paralítico, ella se ordena a sí misma continuar el recorrido, a veces duro y áspero, como dice, que le impone la vida, y al igual que el paralítico, emprender nuevos derroteros desconocidos para ella. En «La hora de los crepúsculos», la autora, en un osado cambio, relaciona sus propios sentimientos como mujer y poeta con la oración:
"Dios te salve, María eres de gracia llena..."
Y saltando las distancias, se sitúa en el lugar de la virgen, aprovechando la coincidencia de nombres, en atrevida comparación. Se convierte ella: la Villar Buceta en la María de la oración, quedando en el contexto de la poesía una mención a ella, y no a la virgen, cuando a la hora de crepúsculos, hora de los poetas, hora de sí misma, al escuchar en la paz del pueblo la campana de la vieja iglesia tocar el Ángelus, se rebela a la soledad de su monotonía y ambiente pueblerino. Si tenemos en cuenta que redención es el rescate, el remedio, sobre todo del género humano por Cristo, en «Canto de Redención», donde emplea la frase:
"Venid a mí"
utilizada por Jesús en sus prédicas, convoca, como lo hizo Él, con el objetivo de rescatar y dar remedio a las necesidades. Más adelante agrega:
"...con la amorosa, con la bíblica piedad de una samaritana que, al agotar sus manantiales, diera a beber su propia alma".
Hace alusión al pasaje de la piedad de la samaritana, uno de los más conocidos de la Biblia, cuando le ofrece el agua a Jesús (San Juan 4: 1-42) refiriéndose a que los más débiles pueden acudir a ella a beber lo más preciado de sí: su alma; un alma que albergaba los más puros sentimientos para los desposeídos y los marginados de la sociedad que le tocó vivir. Y tanto es así, que desde muy joven se unió a la vanguardia intelectual cubana en la lucha por la igualdad social, enfrentando de forma valiente a los poderosos. «Compensación», otro de los poemas que conforman el libro, nos muestra sus dudas, no a su fe cristiana, sino al tema redundante en todo el cuaderno: la inconformidad con la vida que le tocó vivir. Recuérdese que fueron escritos cuando aún no había roto las ataduras de las limitaciones geográficas que le imponían vivir en un pueblo de campo, obsérvese:
"Alma de sacrificio y de renunciamiento, apta para el cilicio, buena para el convento.
Alma mística y ruda para la fe creada, y por la estéril duda, para su alma, ganada".
Vuelve a evocar a Dios, en su preciada intimidad, no una, sino varias veces. Así ocurre en el poema «Primera vez», descubriendo su alma y su finísima sensibilidad femenina.
"Gracias, Señor, porque me has dado este momento de embriaguez: Primera vez que yo he gozado, primera vez... primera vez.
Una bellísima composición poética, es sin dudas, «Hermetismo», donde clama a Dios por sentirse una extraña dentro de su familia, que a su vez es diferente a otras familias del lugar, porque no podemos olvidar ni por un momento la importancia que pudieron tener para la autora y para todos los que la rodeaban, las opiniones de sus semejantes, como ocurría y ocurre en los pueblos de campo, máxime en las primeras décadas del siglo:
"¡Y yo en medio de todos, Señor, con mi lirismo!... ¡Cuán se agobia mi espíritu de vivir en sí mismo. Y por siempre esos rostros pensativos y huraños: ¡Y así pasan los días, los meses y los años!"
«Memento», que en latín significa Acuérdate, es el título de uno de los últimos poemas del cuaderno, en él se hace referencia al inicio de la Cuaresma: el Miércoles de Cenizas, que le sirve de marco para dar escape a sus vacilaciones, dudas, desde el punto de vista existencial, dentro de un período de tiempo que para los cristianos sigifica de recogimiento y reflexiones. Muy bien plasmada está la atmósfera en el poema, siendo quizás, la máxima expresión de su espiritualidad en todo el libro. A continuación aparece «Diciembre», si bien en el anterior hace referencia al inicio de la Pasión del Señor, en éste habla de la Navidad, tiempo de alegría cristiana al celebrar el advenimiento del Salvador. María critica todo lo artificioso que rodea a tan significativo acontecimiento, cuando los comerciantes y gentes sin escrúpulos organizan un oropel alrededor del nacimiento del ser más humilde que ha existido. Y cómo tomándolo como pretexto, llegan a la gula: uno de los pecados capitales, y la embriaguez. Opacando en cierta medida, la alegría sin brillos y libaciones que representa para los verdaderos cristianos este hecho:
"Diciembre, eres igual a cualquier otro mes del año; un poco cursi, anodino, burgués. Pero, indudablemente, roba vulgaridad a tu transcurso el mito de la natividad".
Como en los últimos cuatro poemas del libro, «Eucaristía», trata íntegramente el tema religioso desde su punto de vista; esta vez lo enfoca desde la importancia del Misterio, dándonos una visión de lo que significa para ella hallar a Dios:
"Vano cientificista que ver a Dios pretendes con el maravilloso cristal de un telescopio: te compadezco. En tu soberbia no comprendes que es absurdo tu empeño y es inútil tu acopio de datos, cifras, cálculos... : falsa lucubración cuyo fracaso humilla tu mente estupefacta. Para obrar el milagro de la revelación no basta, ¡oh pobre sabio!, tu pura ciencia exacta».
El libro Unanimismo cierra sus páginas con la composición titulada «San Pedro al fin comprende», en él narra la situación que espera a las puertas del Cielo, después de la muerte, la admisión o no en el Reino de Dios, de un hombre que en vida se mantuvo firme, luchando contra todos por su credo, que para él fue lo más importante en el curso de su existencia, y cómo en el último instante se arrepiente al comprender que no logró la felicidad, y es aceptado en el Reino, lo que recuerda el arrepentimiento del bandido en la cruz en el momento de la crucifixión de Cristo (San Lucas 23 : 40-42). Al estudiar detalladamente la obra poética de María Villar Buceta, llegamos a la conclusión de que tanto la que aparece recogida en su libro Unanimismo, como aquella que aún está dispersa en diferentes revistas, y la inédita, nos revela el mundo profundamente humano de la autora, a través de versos sentidos, sus ideales políticos y sociales, sus justas aspiraciones, y por qué no, su espiritualidad explícita o implícita. |
![]() |