La madera ha resultado desde los inicios, uno
de los componentes básicos en nuestras construcciones y podemos encontrarla como material
único de toda la edificación, asociada a otros materiales de origen vegetal tales como:
paredes de caña, yagua y bejucos, cubierta con hojas de palma (guano), etc., y también
junto a otros componentes naturales como la tierra y la piedra.
Algunos de los sistemas constructivos
primarios empleados por nuestros aborígenes, han trascendido hasta nuestros días en
nuestro medio rural. De modo particular el bohío se ha mantenido en uso durante cientos
de años, formando parte del paisaje cubano rural, fundamentalmente por su adecuación a
las condiciones climáticas del país y por la facilidad que brinda la obtención de los
materiales a emplear del propio entorno inmediato, sin grandes inversiones económicas.
(Foto 1)
Una tipología particular en la que puede
constatarse claramente la influencia de los modelos indígenas lo constituye el llamado bohío
de culata, con paredes laterales semicirculares, una combinación de la planta
circular del primitivo caney, y el trazado rectangular del tradicional bohío.(Gráfico
1)
Este modelo particular de vivienda campesina,
sólo se tienen referencias de haberlo encontrado en la región oriental del país, donde
se estuvieron construyendo hasta la década del veinte del presente siglo. Ya resulta
bastante difícil hallar alguno de ellos en la actualidad.(Gráfico 2)
Otras técnicas tradicionales de construcción
muy antiguas y aún presentes en nuestra arquitectura vernácula, lo constituyen los muros
de embarrado o también llamado en otros países de bahareque. (Foto 2)
De tradición ancestral en nuestro continente
y aún muy empleado en muchos países, consiste en una estructura interna o entramado de
troncos y ramas, que sirven de soporte a una capa exterior de barro que la recubre,
dándole una apariencia de un muro continuo, cuya terminación con un mortero de cal le
otorga una excelente expresión de enlucido. (Foto 3)
Muchas veces esa estructura se coloca doble
para obtener espesores mayores en los muros, que interiormente pueden quedar vacíos o
rellenos con tierra. Esta técnica fue empleada sobre todo en la región oriental de
nuestro país, por su efectividad ante los movimientos de tierra, al comportarse como una
estructura articulada, a la cual resulta muy fácil restituirle las capas de barro que
puedan desprenderse de las paredes, quedando en pie la estructura portante.
Muy curioso resulta que el adobe(1), material
tan ampliamente empleado en todo nuestro ámbito latinoamericano, no se haya encontrado
nunca utilizado en nuestras construcciones coloniales.
La persistencia de estas tradiciones
constructivas se muestra de manera muy extendida en las estructuras de las tres
principales agroindustrias del país; la azucarera, la cafetalera y la tabacalera.
En las dos primeras, durante los siglos XVIII
y XIX, las instalaciones productivas de estos procesos se construyeron básicamente con
materiales de este tipo. Los trapiches y tahonas (2) (Foto 4 y 5)
barracones, depósitos, casas de máquinas y muchas viviendas fueron edificadas con
estructuras de madera y de otros elementos vegetales, empleando además otras técnicas y
materiales tradicionales y el desarrollo tecnológico de estas industrias introdujo en el
presente siglo cambios notables en las estructuras constructivas y el uso de nuevos
materiales, quedando las antiguas construcciones coloniales como referencias
arqueológicas de estas tipologías.
Sin embargo, algo diferente ha ocurrido con la
agroindustria tabacalera cuyas casas de escogida, curado, y depósitos de las hojas
continúan edificándose con los materiales tradicionales locales. Todo parece indicar que
aunque se ha intentado emplear otras soluciones constructivas; las estructuras
convencionales logran mantener mejores condiciones de temperatura y humedad, que
garantizan una mejor calidad durante el proceso de secado y curado de las hojas de tabaco.
(Foto 6)
En los últimos treinta años el paisaje rural
ha experimentado grandes cambios provocados por las transformaciones sociales ocurridas en
nuestro país, pero aún se conservan un número considerable de construcciones tanto de
vivienda como de actividades agrícolas, que forman parte de la historia de nuestra
arquitectura tradicional, popular o vernácula(3), no importa qué término se quiera
emplear para designarla.
Se han realizado proyectos que han extrapolado
al medio rural soluciones y tipologías que nada tienen que ver con la manera de vida del
campesino, y sus programas de usos, los que han devenido en conjuntos que además de no
integrarse con su entorno natural, no son debidamente utilizados por sus ocupantes,
quienes intentan adecuar espacios interiores y exteriores para actividades con las que no
son compatibles. Estos, además de polémicos, han sido cuestionados por sus moradores y
en casos extremos abandonados por ellos.
A propósito de esto, la arquitecta Valeria
Prieto, presidenta del Comité Mexicano de Arquitectura Vernácula y Patrimnonio,
expresaba en sus notas introductorias al interesante libro Vivienda Campesina en
México:
"Los modelos tradicionales son
susceptibles de mejorarse en algunos aspectos, aprovechando la tecnología adecuada.
Higiene, estabilidad estructural, impermeabilización, son algunos de los cambios que
pueden incorporarse a la casa rural. Las mejoras deben realizarse gradualmente, ya que no
es válido, con el pretexto de mejorarla, intentar cambiar violentamente la forma o la
solución arquitectónica de una casa, del mismo modo que no es posible modificar
bruscamente una cultura. La evolución de la casa, en su intento por mejorar, debe
conservar todos los aspectos positivos y su sentido de la belleza expresados en la
solución popular ."
Las restricciones económicas y las
limitaciones materiales por las que atraviesa nuestro país en la última década, y no
una reflexión inteligente o una reconsideración sensata, nos han obligado a echar una
mirada hacia atrás y retomar muchas de esas técnicas y materiales desestimados y
olvidados desde hace mucho tiempo.
Ensayos y experimentos encaminados a dar una
alternativa que permita mantener la construcción de viviendas han recuperado parcialmente
el uso del barro en técnicas y materiales como el adobe, el suelo mejorado, algo
tan parecido al tapial con que se construyeron nuestros mejores exponentes
coloniales, las bóvedas catalanas y los arcos de ladrillos, los muros de mampuestos
entre otras soluciones constructivas que han recibido la aprobación otorgada por el
tiempo, en los centenares de miles de construcciones en nuestro país realizadas con estos
medios tradicionales, con cientos de años de existencia.
Esta arquitectura espontánea, de carácter
modesto, no sólo la encontramos en el medio rural.(Foto 8) En los orígenes de la gran
mayoría de nuestras poblaciones cubanas están presentes y aún hoy podemos hallarlas,
amenazadas por los constantes cambios y las transformaciones incontroladas que las
convierten en elementos anodinos, carentes de identidad y de todo valor intrínseco. (Foto
7)
Otros conjuntos de viviendas de este tipo
persisten en los caseríos de las áreas costeras, tanto de poblados de pescadores como en
zonas residenciales que tuvieron un uso inicial temporal veraniego y que han devenido en
asentamientos definitivos.