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julio-agosto. año VI. No. 32. 1999 |
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REFLEXIONES |
NI JUSTICIA SIN FE NI FE SIN JUSTICIA
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Preocupado por el desconocimiento, que aun sacerdotes, religiosas y gente de Iglesia tiene de CARITAS, me he decidido a hacer estas reflexiones en torno a un Congreso y a una Asamblea. No, no te asustes, no es un congreso más y una asamblea más. Te va a interesar el tema, pues se trata nada más y nada menos que del IV Congreso sobre la "Teología de la Caridad" y la asamblea General de la Caritas Internacionalis. Del Lunes 7 hasta el Jueves 10 de junio tuvo lugar en Pamplona, la bellísima ciudad de la tierra navarra, el IV Congreso, que trató el tema de la "Teología de la Caridad" con la reflexión sobre Reconciliación y Caridad. Nos reunimos en el teatro del grandioso Seminario Conciliar, alrededor de 300 personas, miembros de Caritas de América, esto es América Latina y del Caribe y delegados de América del Norte y Canadá, junto con los delegados de la Caritas Española y algunos delegados de otros Países. Con belleza y maestría singular los responsables del IV Congreso nos presentaron los objetivos de siempre de la Caritas como institución de la Iglesia, que no puede ser otro que "amar al prójimo", como el Señor nos manda y hacerlo con la diversidad que la creatividad de la fe es capaz de realizar. Allí aprendí, entre otras cosas, las actitudes que personas y grupos sociales pueden tomar en las distintas situaciones por las que transitan los hombres y los pueblos en el hoy de este momento, en que termina un siglo y un milenio.
Oigamos lo que nos dice el documento de Juan Pablo II "Christi fideles lacci" Nº 59: "En la existencia del laico no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida espiritual con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, es decir la vida de familia, de trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura..." Estas palabras del Papa motivan el llamamiento que él hace a los pastores del pueblo de Dios para que, como objetivo primero de su ministerio tengan siempre el de llevar al laico a la unidad entre su vida espiritual y la competencia profesional, la solidaridad en el trabajo, el servicio social y profético. Abundan también quienes llevan una vida "sin fe y sin justicia". El contagio de un secularismo fruto de ambientes de abundancia de ciertos países, y el choque con una realidad de pobreza, de sobrevivencia en otros, causa en muchas personas una total inconsciencia frente a los grandes problemas. Y vienen entonces las soluciones de "egoísmo de los satisfechos" que aferrados a un presente privilegiado ignoran a sus hermanos, o las soluciones de los que soportan difíciles, y hasta dramáticas condiciones de vida, que optan por diversas formas de alienación o peligrosas formas de la más diversa delincuencia. Con estas tres tipificaciones que acabamos de hacer creo que podemos situar mejor la propuesta evangélica de san Pablo a los Gálatas, cap. 5, 6: "Lo que sí importa es tener la fe que actúa mediante la caridad". Es también toda la temática de la carta del Apóstol Santiago: "Una fe que vive por la caridad concreta con el prójimo, una fe que se manifiesta en las acciones concretas de comprensión, servicio, solidaridad con los necesitados". El gran reto para nosotros frente a estas realidades es mostrar cómo el Evangelio tiene una palabra que descubre el misterio de la realidad en el cual ni la ciencia ni la ideología logran penetrar. Esa palabra es sencillamente Caridad Cristiana. El Concilio Vaticano II en su decreto Apostolicam Actuositatem No. 8 sobre el apostolado de los laicos, explica cómo el Apostolado tiene "su origen y su fuerza en la caridad" y cómo en las presentes circunstancias se hacen más urgentes y universales acciones concretas de caridad que respondan a los problemas que está viviendo el hombre actual. Plantea también el Concilio en un párrafo magistral, las notas que debe tener este ejercicio de la Caridad. He aquí las palabras del Concilio: "para que este ejercicio de la Caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal es necesario:
Y para lograr esto, es necesario formarse y formar en el amor. "Ver en el prójimo la imagen de dios... y a Cristo Señor", es sencillamente la traducción del Evangelio de san Mateo, cuando el Señor afirma "cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis". (Mat 25 40) Desde el Evangelio comprendemos que hace falta una actitud interior, es necesario superar todo acomodo "al mundo presente", de tal manera que surjan la renovación de la mente y "desde dentro", cambiar nuestra manera de pensar, surja un nuevo modo de vivir. Para ver en el prójimo la imagen de Dios es necesario llegar a esa "reconciliación" que nos lleve a tener "los mismos sentimientos de Cristo" (Ga. 2 5) En su inolvidable catequesis sobre la caridad Juan Pablo I decía "Amar a Dios es un viajar con el corazón hacia Dios". Este correr con el corazón hacia Dios "nos lleva al amor al prójimo. Estamos aquí frente a dos amores que son hermanos gemelos e inseparables" según la expresión gráfica del mismo Pontífice. Formar en el amor es un trabajo que llega a interpelar al corazón de las personas, convencidos como estamos de que es aquí donde encontramos el principio de las grandes decisiones, buenas o malas, de las personas. Formar en el amor es emplear la misma pedagogía de Jesús que en un diálogo progresivo se acerca a cada persona y va penetrando en ella hasta llegar a su corazón, haciendo surgir actitudes de amor, perdón, paz y reconciliación. Hablando con términos de la pedagogía contemporánea podemos afirmar que formar en el amor no es únicamente suscitar comportamiento y conductas de compasión hacia los demás. Se trata más bien de educar en auténticos valores para que de allí surjan actitudes diferentes; un valor fundamental, imprescindible es la "interioridad". La diferencia entre una "pedagogía humana" y nuestro trabajo pastoral está en que la Buena Noticia que nosotros entregamos es el mismo Jesucristo. "Abrir las puertas al Redentor", se convierte así en la base de todo nuestro programa de formación en el amor, pues nuestro servicio a la humanidad no puede tener otro punto de partida, que el acontecimiento de la Redención llevada a cabo por Cristo durante su muerte y resurrección y este acontecimiento es el que coloca a la iglesia en el camino de todo hombre para que "la dimensión humana de la redención" transforme la existencia de cada hombre y de todos los hombres. Para ser "protagonistas de nuestra propia historia" como nos recomendaba y pedía el Santo Padre a los cubanos, tenemos que permitir que el Evangelio penetre en los corazones, en las expresiones y modelos de vida, en la cultura y los ambientes, para hacer una nueva humanidad con hombres nuevos y encaminar a todos hacia una nueva manera de ser, de juzgar, de vivir y de convivir. El IV Congreso de Teología de la Caridad celebrado en Pamplona y la Asamblea General de la Caritas Internationalis de Roma con sus más de 400 participantes de 196 países del mundo quisieron "programar" toda una gran acción que convoque al Continente Americano y a todos los otros pueblos para un grande esfuerzo de santidad y oración, a fin de que renazca en nosotros la caridad y demos así comienzo al Gran Jubileo del III Milenio. Formarnos en el amor viviendo con toda sencillez este amor cristiano en todas nuestras actitudes públicas y privadas; es el Espíritu Santo quien nos capacita para vivir la riqueza del amor que "es paciente; es servicial; no es envidioso; no es jactancioso; no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa; todo lo cree; todo lo soporta; todo lo espera" (1 Cor. 13, 4-7). Hoy en el mundo y cómo es lógico, en nuestro pequeño mundo que es Cuba, estamos llamados a la Nueva Evangelización del Amor, a encontrar nuevo ardor, nuevos métodos, nuevas expresiones y como nos dijera el Papa "nuevas proyecciones". Será el Espíritu Santo, a quien buscamos por una vida de santidad, el que nos dé la creatividad necesaria para contagiar a los demás la riqueza del amor que él ha infundido en nuestros corazones. No olvidemos, queridos colaboradores, queridos hermanos todos, lo que nos decía el Papa en La Habana: "Este es el gran cambio que la sociedad necesita y espera, y sólo podrá alcanzarse si se produce la conversión del corazón de cada uno, como condición para los necesarios cambios en las estructuras de la sociedad".
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