julio-agosto. año VI. No. 32. 1999


NARRATIVA

 

 

MENCIÓN DE NARRATIVA

PREMIO LITERARIO ANUAL VITRAL´99

 

FOTOS Y RECUERDOS

 

por Yomar González

                  

 

Querido Casey:

Espero que estés bien cuando recibas esta carta. A lo mejor ni la lees porque me imagino que ustedes deben tener gente ahí para leer nada más de tantas cartas que deben ser. Oigo tu programa todos los días, gracias a Chilito, un vecino mío que me llama cuando va a empezar. A veces no se oye bien, mucho ruido porque la antena de Chilito es inventada, la hizo él mismo para oír música en la FM esa, pero como sabe que me gusta tu programa él me lo pone para verme feliz. Me gusta la forma en que lees las cartas que te manda la gente y como los complaces con las canciones que te piden de dedicatoria. Por eso te escribo, para contarte una historia y, si puedes, para que me ayudes con lo que quiero.

—¿Y leyeron la carta así en el programa?

—Bueno, la primera parte no salió, pero ni falta que hacía.

Hola amigos, hoy tenemos una carta que nos ha tomado por sorpresa porque viene desde lejos, desde Cuba. La muchacha que remite nos cuenta una historia tan conmovedora que hemos decidido leérselas hoy, queridos seguidores de nuestro programa. Queremos que sepas, Leonora, que nos unimos en tu pena y trataremos de reconfortarte y de ayudarte a salir de tus dificultades, así como estamos seguros lo harán también nuestros oyentes. Queríamos además, felicitar a ese amigo tuyo que comienza a serlo nuestro, a ese amigo que te ayuda a soportar tu carga y también que se las ingenia para que en ese país se escuche, aunque sea un poco, nuestro programa.

—Ese soy yo, oíste, ese soy yo, ño acere, por la cientouno..

—SSSS, chico que no me dejas oír.

...ra, la carta. Querido Casey: Hace algunos años mi padre se fue a vivir a los Estados Unidos. Se fue y nos dejó solas a mi madre y a mí. Yo tenía diez años cuando aquello y casi no me acuerdo. Claro que no le echo la culpa porque fue casi a la fuerza. El estaba preso y de buenas a primeras se vio montado en uno de los barcos. Eso nos lo mandó a decir en una carta que escribió nada más que llegó allá. Estaban viviendo en un parque, en casas de campaña y por eso no pudo darnos una dirección para escribirle. Quedó en hacerlo después.

—Chica, y a ese viejo tuyo que yo ni lo conocí...

—Cállate anda, no seas pesao.

...sotras esperamos, mi mamá más que yo, porque yo era chiquitica y ya me había acostumbrado a no verlo. Sin embargo la carta no llegaba, no llegó nunca y no volvimos a saber de él.

—Quizás como estuvo tanto tiempo guardao...

—Coño viejo, que te calles.

...ía después, mi madre murió hace un año y él nunca se enteró. No entiendo cómo mi padre pudo hacer eso. Ni siquiera conoce a su nieta, a ella le pusimos Carla por él, que se llama Carlos. Además presiento que le va bien, que la vida le sonríe y me alegro por él. Pero me duele mucho que haya pasado todo así, que nos haya olvidado. Quisiera saber de él, quisiera que con tu programa me ayudes a encontrarlo. Quiero además dedicarle esa canción tan bonita de Selena, Fotos y recuerdos, para acortar la distancia entre los dos. Gracias Casey. Se despide de ti, Leonora.

...termina de cerrar el zipper, se acomoda el pantalón y mira en el espejo si está bien peinado. Sobre la mesita deja la carta recién terminada —la echará en la tarde cuando haya entregado el encargo— y sale cerrando la puerta con llave. Al bajar las escaleras y abrir el portón del edificio, el sol lo sorprende como si fuera en Cuba cerrando los ojos como si fuera allá. Toma por la calle sin apurarse, mirando la cara de los que pasan por su lado y creyendo descubrir rostros conocidos. No necesita la dirección porque él lo llevó hasta allí, le enseñó la puerta y le aclaró discreción, sin indicarle el nombre de las calles —que él tanto ansiaba aprender— sino camina siete cuadras y doblas primero derecha, después izquierda... Se entretenía en su primera salida solo, frente al supermercado, fíjate entraban y salían las mujeres como hormiguitas, los choferes de taxi esperaban pacientemente en el nombre, no se te puede olvidar. La cabina de teléfono, los escalones, tocar a la puerta, ¿es usted Alex?, no hablar nada más, no tenderle la mano, darle el paquete, ni despedirse siquiera si puedes borrar todo el cassette, mejor imaginar después que fue un sueño así es mejor la cosa. ¿Cómo había escrito? «Mujer, las cosas están mejorando, me dieron una casita, todavía no trabajo, pero me voy a buscar algún dinero con el Croa, ¿te acuerdas del Croa?» Esta parte no le iba a gustar porque él tenía mala fama y tal vez pensara que volvería a caer preso. «Plata limpia y abundante.» Él puso los billetes sobre la mesa el adelanto y lo invitó a un trago en el bar donde las mujeres bailan desnudas. Esta parte no la escribió. «¿Y cómo está la niña?» Con el dinero se compró ropa nueva, una muda entera. Después te toca más. El Croa parece un americano con esos trajes y el inglés de cuando habla por teléfono gracias a la pasta risas al polvito. Ahora frente al supermercado, las hormigas siguen entrando y saliendo como si fuera ayer, los taxistas bostezan. La cabina de teléfono, los escalones, tocar a la puerta ¿es usted Alex? Entra le dicen examinándolo de arriba a abajo ¿cubano? El asiente solo traje el encargo. Entra, entra demasiado cordial. Y ese sonido lo conoció la noche que mataron a Rosi, se armó buena bronca y los guardias llamaron a los oficiales que entraban rastrillando las pistolas y Rosi, el pobre mariconcito, desangrado ya cojones, sonsos de mierda, llévenlo pa la enfermería. Rastrillan la pistola en la sala y él se queda con la mano en el zipper ¿y eso? No te ocupes mirando para adentro ¿y el encargo? Zipper por fin abajo, cinto abierto ya esto me estaba molestando. De pronto el tipo tiene la pistola en una mano, en la otra el paquete ni te muevas o te recogen la cabeza en Key West. Muerde el papel y posa la lengua sobre el polvito blanco miren señores, si nos trajeron banquete al interior, Miami Police a él, alguien que le lea los derechos. El hombre mira a la calle, al supermercado. No tiene miedo, lamenta no haber entrado a tomarse un par de cervezas como pensó. Junto a los taxis hay un carro que le parece conocido. El Croa se baja y lo mira. El hombre echa a correr por fin párate maricón párate detrás. Sigue corriendo después que escucha el disparo. Gana la calle y el Croa abre la puerta. Otro disparo y al suelo. Se pone de pie, pero a los pocos pasos siente calambres en la pierna y cojea. De nuevo al piso tras sentir como una pedrada en plena espalda. El coche sale acelerado. En el piso coño Croa, espérame un vómito de sangre, espasmos. Voy dentro del carro, qué cómodo, qué bien. «Mujer, ¿cómo van las cosas?» Los policías llegan junto a él y empujan a los curiosos. Un taxista aprovecha para que lo alquilen, al pasar junto al cadáver mueve la cabeza poor bastard y acelera.

...gracias a ti, Leonora, por escribirnos desde tan lejos y compartir con nosotros tus momentos difíciles. Mañana podremos compartir los momentos gratos. Porque Leonora, yo sé, tengo la convicción de que tu padre nos está escuchando hoy, de que él te escribirá y de que tú lo perdonarás sabiamente para nunca, nunca, sentirte tan mal. Leonora, te prometo que todo saldrá bien y espera por tu padre. Ahora, para Carlos, de su hija Leonora: Fotos y recuerdos.