julio-agosto. año VI. No. 32. 1999


NUESTRA

HISTORIA

 

 

LOS INICIOS DEL CULTIVO DEL

Cultivo y recolección: Vega de Río Seco, Pinar del Río

T A B A C O

 

por Wilfredo Denie Valdés

                  

 

Cuando los descubridores españoles llegaron a Cuba conocieron de la existencia del tabaco, usado desde tiempos atrás por la población aborigen.

Los extensos territorios al oeste de La Habana eran dedicados a la cría del ganado en la segunda mitad del siglo XVI. Era el tiempo en que comenzaban a introducirse personas con el propósito de sembrar tabaco. Los ganaderos se oponían a todo intento de producir algo que no fueran reses y puercos; pero los labradores, por su parte, persistían en el afán de aprovechar una pequeña parte de tanta tierra ociosa, para cultivar tabaco y frutos. Su cultivo por los pocos sembradores tabacaleros se mantuvo y paulatinamente se amplió.

El tabaco era un producto codiciado por los europeos y fue en constante ascenso a principios del siglo XVII, convirtiéndose en un renglón importante de exportación. En aquella época el tabaco se procesaba en distintas formas para su exportación y consumo interno; las picaduras para pipas eran adquiridas principalmente por los pobladores más pobres. Su mayor demanda estaba en Europa, en forma de rapé o polvo de tabaco que se exportaba a Francia, Italia y España, siendo frecuentemente usado por la aristocracia, cuyos miembros, en los festejos sociales, lo olían para provocar estornudos, tras los cuales exhibían sus pañuelos finos. Para la demanda interna el tabaco era torcido o puro.

A los labradores que se dedicaban al cultivo del tabaco se les denominó vegueros, siendo en su mayoría inmigrantes de las Islas Canarias que ocupaban pequeños espacios de tierra, cultivándolos con la ayuda de sus familiares.

El cultivo del tabaco requiere de una atención cuidadosa que le prestaban fundamentalmente los vegueros en terrenos muy reducidos.

 

Vista de una vega sembrada con tabaco de sol.

 

Un almacén para tercios de tabaco en rama.

 

Interior de una escogida de tabaco, año 1915.

 

 

 

 

 

 

 

Documento del año 1837, con el que se cobraba el arbitrio de "iguala" en las vegas tabacaleras.

 

 

 

 

 

 

 

Entrada a la Finca "Hoyos de Monterrey", P. del Río, 1917

 

Los terrenos arenosos-arcillosos en la llanura costera del sur de Pinar del Río, se prestaban admirablemente para el cultivo de un tabaco de calidad, el que pronto alcanzó fama mundial, como tabaco de "Vuelta Abajo", de manera que, ya desde el siglo XVII el desarrollo de esta región comienza a definirse muy ligado a la producción tabacalera.

El interés de la Metrópoli por el desarrollo del cultivo del tabaco se refleja en las disposiciones, que dictó el gobernador Salamanca en 1659, con el fin de dar apoyo a los vegueros para que no fueran desplazados de sus tierras por los hacendados.

Durante el siglo XVII e inicios del XVIII la producción tabacalera fue uno de los renglones que contribuyó a impulsar la vida económica de la Isla. Como su comercio no era controlado por el monopolio español, el dinero obtenido en la venta quedaba en manos de los vegueros, comerciantes e intermediarios. El auge tomado por el tabaco, así como la ganancia que reportaba, contribuyó a que España, por su conveniencia, controlara el comercio.

En 1717 fue decretado por España el monopolio o Estanco del Tabaco, a fin de centralizar dicha producción mediante la compra-venta de este producto al precio que ésta lo pagara, a través de una factoría creada por la Corona en La Habana. Todos los que de una forma u otra participaban en la producción tabacalera fueron perjudicados por el monopolio del tabaco.

Muchos de los vegueros adoptaron la resolución de tomar el camino del occidente, región donde la autoridad de la Corona apenas existía. Internarse en las comarcas occidentales de la Isla era alejarse de evidentes riesgos, desatados por la brutal persecución a que fueron sometidos los vegueros en la provincia de La Habana.

Criollos y nativos de Canarias fueron creando en los campos de Vueltabajo nuevos asientos para el cultivo del tabaco, fundamentalmente en valles y cuchillas que débilmente habían prosperado en el primer cuarto del siglo XVIII. Este éxodo de vegueros a occidente provocó una lucha desigual contra los ganaderos.

A mediados del siglo XVIII, los escasos pobladores de Pinar del Río tuvieron que luchar contra el exceso de la piratería, el abandono oficial de la Corona y continuar subsistiendo, movidos sólo por sus iniciativas para el sostenimiento de sus familiares. Eran sus vegas de tabaco ya conocidas y apreciadas por su excelente hoja, pasando a ser este cultivo prometedor motivo de enriquecimiento por parte de la administración colonial.

Felipe de Fonsdeviela, Marqués de la Torre y Capitán General de la Isla, comenzó a interesarse por las posibilidades tabacaleras de la comarca occidental, por lo que solicitó informes, los cuales comprendían varios puntos, incluyendo la soledad de los vegueros del poniente y las dificultades de comunicarse con La Habana que los compelían a negociar sus ricas cosechas en puertos del sur de la región con contrabandistas extranjeros, únicos mercaderes con quienes estaban en contacto.

El Marqués de la Torre previó que se podía sacar mayor provecho de la tierra de Vuelta Abajo, y señaló la oportunidad y conveniencia de repartir en pequeños lotes ciertos predios entre labradores e incrementar algunos cultivos, principalmente el del tabaco y así evitar la abundancia de piratas, corsarios y filibusteros de todos las procedencias.

A fines del siglo XVIII, el principal renglón económico de la jurisdicción de Nueva Filipina lo constituía la producción tabacalera. Las reales Cédulas de 1789 declarando realengos las márgenes de los ríos y protegiendo a los vegueros, propiciaron que este cultivo se incrementara aún más en los últimos años de este siglo.

De esta manera, en los comienzos del siglo XIX, el panorama económico de los territorios que formarían la provincia de Pinar del Río se caracterizaba por la existencia de dos regiones bastante definidas: una más occidental, la Jurisdicción de Filipina marcadamente tabacalera, aunque con algunos ingenios y cafetales, y una región oriental de la que el azúcar y el café constituían la producción fundamental.

Las mismas características económica continuarían prevaleciendo, en la parte más occidental de la provincia: el tabaco, en las postrimerías del siglo XIX era aún el principal cultivo de la región.