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julio-agosto. año VI. No. 32. 1999 |
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V ANIVERSARIO | |||
REVISTA VITRAL
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El tres de julio celebramos el V Aniversario de la Revista Vitral, en el patio de la casa de Las Hijas de La Caridad, en la Ciudad de Pinar del Río. Una noche donde los presentes pudieron dar su punto de vista, o, los que por un motivo u otro no pudieron asistir, enviar por escrito sus parabienes y criterios acerca de una publicación que lleva "un tiempo de escritura esparcida con frutos visibles y positivos". Lo entrecomillado es parte de la tradicional intervención crítica que realiza sobre Vitral una personalidad invitada. En esta ocasión tuvimos el honor de escuchar una potente y bellísima intervención del poeta y ensayista Antonio Piedra, Director de la Fundación Jorge Guillén, de Valladolid, España, Hijo Ilustre de uno de nuestros municipios, descubridor de la guajiria poética pinareña. Amigo entrañable que después de habernos maravillado con su ramillete de banderillas-palabras en el siempre difícil toro de las ideas, rendido a sus pies, regresó a su asiento, y disfrutó otra maravilla de la que sólo en parte nos habíamos percatado: que las muchachas del grupo Almendra desbordaban el erotismo de los ritmos cubanos en un espacio eclesial. El ojo profundo siente los matices que libera esa conjunción vivifica de fe y cultura, y no puede menos que entrar en su misterio. También esa noche escuchamos el resultado del II Concurso Literario Anual de la Revista Vitral. En el género de poesía el Jurado, integrado por los poetas y ensayistas Jorge Luis Arcos, Rafael Almanza y Esteban Menéndez, considerando "la baja calidad de los cuadernos presentados", deciden por mayoría dejar desierto el Premio en este género, y otorgar Mención al poemario Bajo el paraguas, del pinareño Ledy Raúl Díaz González, estudiante de la Universidad "Hnos. Saíz", de Pinar del Río, en la especialidad de Telecomunicaciones, y perteneciente al Taller Literario de este centro. En el género de ensayo el Jurado estuvo integrado por Mirta Suquet Martínez, investigadora del Centro Nacional de Literatura y Lingüística, Ibrahím F. La Rosa Baños, ensayista y Especialista Literario del Centro Provincial de Cultura Comunitaria, y por Enrique Pertierra Serra, escritor y Especialista Literario de la Casa de Cultura de Mantua. Ellos deciden "otorgar un Premio único, independientemente de la diversidad temática, al ensayo Saco, Sagra y el cólera morbo, del habanero Adrián López Denis. Este reconocimiento se sustenta en los indispensables requerimientos del género en cuanto a aportes, fundamentaciones y justificaciones de sus propuestas". Decide, además, otorgar Primera Mención al ensayo La orla recobrada, del habanero Francisco Almagro Domínguez. Mientras que el Jurado de Literatura para Niños, integrado por la escritora Olga Lidia Pérez, y las profesoras Araceli Zaínz y Yadira Piñera, recepcionaron "seis propuestas: dos obras poéticas, una dramática y tres de narrativa" y hacen notar que "por la calidad de la mayoría de los textos presentados, se evidencia el desarrollo de la literatura infantil en los últimos años y su necesaria difusión". Y deciden, por mayoría, otorgar Premio a un cuaderno donde encontraron "respuestas en su mundo de asombro y de poesía, de tradiciones y fantasía", donde está presente la décima, "engalanada por un lenguaje donde armoniza la ingeniosidad de la idea, la belleza metafórica, la asequibilidad del concepto, el humor sutil, la ternura de su expresión". Se refieren a El libro de las preguntas, del escritor palmero Miguel Ángel Morales Cruz. Por su parte, el Jurado de Narrativa, integrado por los escritores Jorge Domingo, Raúl Aguiar y Juan Ramón de La Portilla, decide otorgar Premio al cuaderno titulado Mario in the Heaven´s Gate y otros cuentos suicidas, del cienfueguero Juan Francisco Pulido Martínez, así como Mención al cuaderno titulado En este derruido hueco entre montañas, del pinareño Yomar González. El Jurado, además, "desea destacar la calidad de algunos textos incluídos en otros cuadernos presentados a este certámen y sugiere a los organizadores la posibilidad de publicarlos en la Revista Vitral". El Gran Premio de esta segunda convocatoria del Concurso Literario Vitral, recayó, unánimemente, en quien "ha sabido cantar con ternura y elegancia a los valores humanos", que ha demostrado "un saber hacer, un conocer los rejuegos del arte poético tradicional cubano, pero por encima de todo a quien ha dejado un derroche de sensibilidad humana en cada uno de sus versos", a Miguel Ángel Morales por su Libro de las preguntas. Los cuadernos premiados serán publicados en la Colección "Más Luz", de Ediciones Vitral, en el período de un año a partir de la fecha de premiación.
Monseñor José Siro, Obispo de Pinar del Río, y Dagoberto Váldes, Director de Vitral, junto a un grupo de Miembros del Jurado y colaboradores. De izquierda a derecha: Rafael Bernal Castellanos, Esteban Menéndez, Jorge Domingo, Enrique Pertierra, Ibrahim la Rosa, Raúl Aguiar, Juan Ramón de la Portilla, Yadira Piñera, Mons. José Siro , Dagoberto y Araceli Saínz. Delante: Mirtha Suquet y Ernesto Ortiz.
PALABRAS PARA UNA PRESENTACIÓN por Antonio Piedra
Querido Monseñor Siro, respetado clero y religiosas de la Caridad, Sr. Director de la Revista Vitral, queridos amigos todos de esta república guajira de las letras que es Pinar del Río: Hace 15 días recibí en España un fax de Dagoberto Valdés invitándome a participar en la celebración del V Aniversario de Vitral. "Encantado", respondí, porque a mí todo lo relacionado con Cuba me parece eso: un encantamiento quijotesco con muchos golpes, con mucha luz y escasísimas tinieblas. Después, una vez en Pinar, Ernesto Ortiz me aleccionó -sin duda, alentado por el jefe- de una manera sutilísima: "Las intervenciones que más han gustado han sido las más críticas", me dijo. Y se quedó tan ancho, como si el ejercicio de la crítica fuera una cuestión de gusto o de escasísimo disgusto. Me dije en un principio: "este muchacho amén de noble, tiene la rara virtud de la sinceridad". Pero uno es perro viejo, y a la media hora concluí: "No, la diplomacia vaticana ha llegado a Pinar del Río. Lo que ha querido decirme es lo contrario: que critique, sí, pero con criterio ignaciano, que es el más sutil: entrar en discusión democrática como principio -que entren con su opinión- para salir con afirmación infalible como fin -que salgan con la nuestra. En fin, Ernesto, que te he pillado, compañero. Y me parece bien porque no voy a criticar nada en principio, ya que Uds., me parecen tan considerados que pueden hacerme caso, lo que acarrearía el cierre de la Revista y el destierro razonable de la redacción. ¿Por algo inconveniente? No, por algo fundamental: porque "quien hace caso a un español pierde casa y hasta el honor" reza el cuento. Y no, hasta ahí podíamos llegar. A mí me parece un milagro que Vitral cumpla años, porque mantener no es cuestión de dineros sino de complicidad y de airear los interiores para que los muebles de la casa mantengan el aroma de las maderas nobles. Sí, de complicidad porque una revista sin operarios de la simpatía no es nada, y sin colaboradores de la imaginación, que son los enemigos, tampoco. Voy a limitarme en esta ocasión a hacer la glosa de una historia real que me ocurrió con un vendedor de la revista Vitral. Dejo el comentario erudito para otra ocasión, como también la retahila de artículos, todos interesantes, que delatan los números del quinto aniversario. En esta presentación me interesa, únicamente, el espíritu de la letra, aunque esto resulte insoportable. Vaya por delate mi solicitud de perdón. Recuerdo que hace años, cuando Vitral vestía pantalón corto y yo paseaba por Pinar como sonámbulo y exprimido por el erotismo triunfante que derrochan sus calles, alguien se me acercó para venderme la revista, y al preguntarle de qué se trataba me respondió lo siguiente: "Cuidado, es una revista de la Iglesia, pero tiene cosas interesantes, durará poco". Admirable respuesta porque la primera parte parece de un gallego -un gallego de Galicia, se entiende- que nos encontramos en medio de la escalera y no sabemos si sube o baja. Este es el cuento. Pasemos ahora a la glosa. Ese "cuidado", no obstante, me resulta capital porque ha sido la resistencia que Vitral ha ido desmontando en estos cinco años de singladura con muchísima paciencia y dignidad. La Iglesia tiene existencia milenaria y misteriosa, y compuesta por hombres se le pueden hacer, en algunos casos, los mismos reproches de la historia escrita y regentada por esos hombres: muerte, desolación, injusticia, guerras infernales, negación práctica de las Bienaventuranzas, y lo más terrible de todo: una imponente caja de resonancia del silencio de Dios ante la soledad del hombre. No es el caso de Vitral ni de la Iglesia cubana. Pero hay algo en dos mil años de historia que resulta irrenunciable en la conciencia de Occidente: que somos culturalmente cristianos y eso quiere decir, incluso para aquellos como yo, cuyo agnosticismo nos come a diario, que la mirada de la Iglesia restituye nuestra identidad desde la palabra más ardiente a la escultura de mármol más gélida. Y efectivamente, ante esto, como diría el vendedor de Vitral, la palabra clave sigue siendo "cuidado" porque Vitral es eso: la conciencia solapada de lo que culturalmente somos. Vitral, con el subtítulo de "La Libertad de la luz" viene a puntuar que ese cuidado no es preventivo, sino dialéctico y selectivo. La libertad siempre lo es y escoge el lugar más común que Cervantes consagrara en la Galatea: "Libre nací y en libertad me fundo". Y este ejercicio cervantino es el más cuidadoso y fulminante: él crea adeptos y detractores con una facilidad pasmosa, con una inquina desaforada. Es el caso de esta revista de artesanía: hasta su vendedor más humilde advierte del peligro y suministra la ambigüedad. ¿Pero qué peligro? No nos engañemos, señores, vivimos en un tiempo epigonal, y lo epigonal siempre es repetitivo, pesado, inquisitorial. El milenio se cierra como empezó: con guerras y desolaciones humanas. La guerra de Yugoslavia ha demostrado muchas cosas y sobre todo una: que la globalización no tolera ni la disidencia ni las conciencias, y que el cinismo sociológico se arma de valores anticristianos con la disculpa de unos derechos humanos y una defensa de los valores de Occidente. Lo primero hace de la libertad un tiro al blanco con la disculpa de una competitividad dolarizada y de una sociedad borreguil cada día más analfabeta: un triunfo de la posmodernidad. Lo segundo no es nuevo: el imperio yanqui, el de los calibanes del norte, como lo llamaba Rubén Darío, ha hecho de los valores tradicionales una bagatela de Holliwood. Frente a esa normalización perversa, Europa constituía una reserva. Pero la guerra de Yugoslavia, otanizando hasta el aliento, nos ha dejado sin respiración autónoma: todo es ya asistido porque los calibanes son ya nuestro oxígeno. El bastón de Clinton, lubricado convenientemente por los polvos revenidos de la señorita Lewinsky, son nuestra referencia más estimulante. Curiosamente, un Papa como Jun Pablo II, que no es de mi devoción, ha dado en la clave al criticar la guerra de Yugoslavia como una sinrazón, como un desencuentro del espíritu cristiano. ¿Y después de esto podremos preguntarnos todavía, ante una revista, por el peligro o el cuidado que percibía aquel bendito vendedor? Podemos y debemos hacerlo porque Vitral, en este mercadeo de sugerencias y realidad bastardas, representa, precisamente, lo que decía su vendedor: Una gama de cosas interesantes. ¿Cuáles? Un montón. Voy a referirme a algunas y éstas englobadas en tres bloques que para mí resultan definitorios del espíritu de la revista. Su compromiso con la literatura resulta ejemplar en una época en la que el sectarismo tiene acomodo en premios y diversas formas serviles. Vitral no sirve a la literatura, cierto, porque para eso dispone de una sucursal que se llama deLiras, pero hace de la literatura un marco de entendimiento en el que lo ajeno no se ejerce como virtud teologal -algo inaceptable en literatura-, sino como relación artística en la que lo humano dialoga con su trascendencia. Y claro, este punto de vista es el que interesa a una revista católica y en el que debe profundizar, además, porque al fin de cuentas el hombre que escribe, y sobre todo el que escribe poesía, o sirve a la eternidad o el mundo se parece a una cajita de Cornell: hermosas para dar vueltas y vueltas a la belleza, pero insuficiente cuando los colores y las formas agotan su delicia. Y en esto, el destino de la revista no es el de un vendedor de globos, sino un almacén de recursos. Me siento incapaz para hablar con criterio fundado sobre temáticas específicas que afectan a la vida cubana y que Vitral aborda con mucha delicadeza, lo cual no ha evitado polémicas y suspicacias. Conocer un país equivale a desarrollar una capacidad crítica que escapa, sutilmente, a la percepción de un extranjero. Lo cual no quiere decir que no llegue a entenderlo, claro que lo entiendo, y muy bien. Quiere decir que no puedo ser como el capitán Araña: que azuzaba a todo bicho viviente pero él se quedaba en la retaguardia tan feliz. A pesar de ello, quiero decir que la posición de Vitral bebe en las fuentes de la pluralidad, y que ese tomar no produce borrachera alguna. Temas como el de la enseñanza, la llegada del Papa a Cuba y las reflexiones subsiguientes, la consideración de sus personajes nacionales o literarios -menciono aquí el número bellísimo y decisivo sobre Carilda Oliver que, curiosamente, en Matanzas le ocurre como al coronel de García Márquez: que no tiene centro oficial que le presente o que le escriba-, o temas como el discurso de los valores, que nunca olvida esta revista, constituyen, simplemente, un exponente sociológico que, como proyecto moral y ético, una revista de la Iglesia nunca debe abandonar. Y si lo hiciera, esa pluralidad -el mismo San Pablo decía que el espíritu sopla donde quiere- quedaría dañada para siempre. Que esto se haga desde una revista humildísima hace de esa precariedad material, en cambio, un diálogo poderoso. Porque de esto se trata: los evangelizados serán plurales en el milenio que nos nace. En esa pluralidad la política no puede quedar exenta. ¿Cómo? Pues como suena: opinando, simplemente. Voy a leerles, fuera del ámbito cubano en el que estoy desarrollando este bloque de consideraciones, un articulito de nada que dediqué a mi compatriota Javier Solana, Secretario General de la OTAN, y publicado en la prensa española el pasado 19 de abril. Lo leo no como ejemplo de nada -posiblemente esté equivocado en el enfoque-, sino como simple ejercicio de pluralidad irrenunciable que me asiste como equivocado y en uso de mi libertad cervantina, o por razón esencial que titulaba el diario Granma hace dos días: como "Homenaje al activismo". Es lo que yo quisiera también para Vitral. ![]() El careto de circunstancia cebada que lució Javier Solana el jueves por la noche ante los espectadores de televisión española fue de antología. El personaje se agotó a la primera porque es sólo un instrumento. No supimos en calidad de qué hizo su aparición ante las cámaras el secretario de la OTAN: si como animador de una de esas ONGs de la madre Teresa de Calcuta o como alumno aventajado de aquel general yanqui Westmoreland, por más señas que, con sus bombardeos masivos sobre Vietnam, pretendía, según sus palabras, reducir a los enanos asiáticos a la edad de piedra. Aunque nadie ha juzgado aquel genocidio salvaje ni ningún otro cometido en defensa de los valores de Occidente, sabemos de sobra el resultado de aquella limpieza étnica con matices de guerra santa. Solana, con la misma indecencia que proporciona estar en el bando de los impunes como chico de los recados, ha emprendido ahora su justificación como corresponsal de guerra. Y así, unas veces se deprime por las críticas de la prensa libre, otras se autoconvence de las bondades colaterales de sus bombas, y otras hace temblar al animarse con las palabras apocalípticas de su comandante Wesley Clark: «destruiremos todo». Todo cuanto afecte al enemigo, se entiende. En su fervorosa empresa Javier Solana tiene un solo problema ¿solo uno?: el de la credibilidad. Su guerra perdón, su intervención humanitaria está plagada de errores, y se parece a todas las guerras por mucha falsilla semántica que quiera añadirse: muerte y desolación. Y esto, con su apología desdichada, lo aprendió Solana en edición de lujo, eso sí leyendo a Voltaire en el diccionario filosófico: «lo maravilloso de esta empresa infernal es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invoca solemnemente a Dios antes de correr a exterminar a su prójimo». Así de sencilla es la guerra, don Javier, y déjese usted de pucheros santificando las gestas. Usted, junto con Milosevic, ha cruzado la raya de los ejecutores. Merecen un mismo infierno. Hay, finalmente, un tercer bloque de consideración en Vitral que, siguiendo la guía marcada por el vendedor, resulta también interesante: aquella que afecta, específicamente, a la vida de la Iglesia en Cuba, es decir, a la pastoral y a la teología. Como ocurriera con el recuento de valores, aquí Vitral tampoco engaña y tampoco claudica porque en esto reside su esencia: al hablar de teología pone el dedo en el ventilador del tiempo y aquí la Iglesia siempre nos lleva ventaja porque su explicación es de las únicas que subsiste. Aquí está el quid, y, llegados a este punto, como decía Benjamín -¿o fue quizás Adorno quien lo dijo?- fuera de esa teología el resto es pura negociación. Esos artículos, algunos tan prolijos, tienen una gran virtud: nos dejan ante las grandes preguntas del hombre como investigación y como el alma de todas las cosas. Entramos con ellos en la esperanza como rostro desconocido, como utopía de la realidad mundana. ¿Y orientada a qué? A lo que nadie puede demostrar pero tampoco negar: a Dios, avaricia de la condición del hombre y sueño de eternidad: ese misterio que nos vuelve tan ignorantes y que un Cristo nos desveló de manera sencillísima así: caminando sobre las aguas. Termino con el vendedor de Vitral. El pronosticó que la revista duraría poco. De momento van cinco años -claro que ilegales-, y aunque éste fuera el último habría sido un tiempo de escritura esparcida con frutos visibles y positivos. No importa que desaparezca como hipótesis: eso forma parte de una dialéctica renovada que la Iglesia tiene perfectamente asumida durante siglos. Más se perdió en el incendio de la Biblioteca de Alejandría, o más se perdió en Cuba, como decimos los españoles. Pero en ese incendio y en esta desaparición hubo y habría una misma fatalidad: la impotencia de los gestos. Pero también una realidad indestructible, a pesar de los poderosos: somos cielo robado y así lo percibo en este poema que titulo El Yaguero divino, y que tiene a Vitral y su director como luz rotunda:
Para el poder todo es facilísimo: quitar el nombre a un meridiano o cegar de noche el soplo de un ventilador. En un segundo exhuma las potestades y dominios para entrar en disputa con la fantasía de un cadáver. El sueño del burócrata así interpreta sin sombras la partitura de una fidelidad /desvalida. Pero los sitios que amuebla son agujeros de pensamiento /artesiano, y las preguntas de un simple yaguero disparan un azul conspiratorio: ¿en qué escala el ángelus de una /yagua? Lo ignora, y la provocación bellísima retorna a su mar de melancolía /despierta Sí, a ese mar que olvida la palma real, la más alta. A ese que inunda el bohío del cielo con yaguas doradas: las de tercio, de miel, como el sabor del gran Colmenero, o las de costanera, en medianía con todas las velas, o las de tapas, humildes como el cansancio del yaguero divino que las sueña. ¡Qué gran tragedia la del poder! Posee todas las cosas y todos los paraísos se le escapan. ¿No ocurre así con todas las cosas?
PARA DIOS TODO ES POSIBLE
por Mons. José Siro
Conmemoramos el 5to Aniversario de Vitral, ocasión para celebrar con gozo y para dar gracias. En primer lugar a Dios, dador de todo bien, que nos ha permitido llegar a este día, entre llantos y risas, entre luces y sombras, como ocurre con toda acción humana. Gracias al equipo de dirección, de redacción y de ejecución, que ha logrado, no sin grandes esfuerzos, llevar a cabo la obra. Gracias a los suscriptores y lectores de las páginas de papel y de la lumisosa pantallita de la página Web. Gracias en este momento, al Sr. Antonio Piedra, amigo de Cuba y del Centro de Formación Cívica-Religiosa y de su órgano de publicidad Vitral, por tantas pruebas de afecto sincero y de generosidad sin límite. Gracias al venerable y muy cualificado jurado, que con ahínco y esmero seleccionó los Premios del Concurso. Felicidades a los seleccionados y premiados. Gracias a este querido grupo musical, tan pinareño y tan cubano, que ha querido, con delicado y generoso gesto, amenizar este amistoso y cordial encuentro. Gracias a todos Uds. que conforman este querido y respetable público, por su agradable compañía. Muchísimo agradecemos su presencia, gesto de amistad y simpatía hacia Vitral. El Santo Padre, en días recientes, ha dirigido un Mensaje a los organizadores y participantes en la IV Semana Social Católica en Matanzas y les ha recordado: «Que según el espíritu y la letra del Evangelio Social que él mismo proclamó durante su visita a Cuba, se deben ampliar esos servicios eclesiales a otros proyectos encaminados a salvaguardar el carácter trascendente de la persona, a promover la calidad de su vida, y a defender la totalidad de sus derechos en un clima de tolerancia, libertad, justicia social y solidaridad, tal como lo propuso en su tiempo el siervo de Dios Padre Félix Varela». Eso, gracias a Dios y a Uds., estamos realizando también esta memorable noche. Este 5to Aniversario celebrado al año y medio de la visita del Papa a Cuba, y en los umbrales del Gran Jubileo del año 2000, nos ayude a todos, presentes y ausentes, ciudadanos y autoridades, a asumir la gran responsabilidad de ser los protagonistas de la propia historia personal y social y así se hará posible lo que a los ojos humanos parece inviable, porque «para Dios todo es posible».
Muchas gracias.
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