mayo-junio. año VI. No. 31. 1999


EDUCACIÓN

CÍVICA

 

 

LA NACIÓN

VIVE AQUÍ Y EN LA DIÁSPORA

 

por Dagoberto Valdés

                  

 

Las migraciones son hoy un fenómeno universal. Por distintas razones hay personas y familias que salen de su país de origen y se asientan en otras latitudes. Cuba no es una excepción.

Desde siempre hubo en Cuba personas que salían y regresaban o se establecían en otras naciones. En realidad, antes de 1959 ese flujo migratorio no era muy significativo. Más bien Cuba recibió a inmigrantes de todos los continentes. Ella significaba un atractivo para muchos que buscaban un nuevo horizonte.

A partir de la década del 60 ha ocurrido un flujo incesante de salidas del país que ha marcado ya la historia misma de Cuba.

No nos detendremos en las causas, que son variadas y complejas. En verdad, lo que es un hecho es que hay cientos de miles de cubanos, por decir unas cifras, que desean salir definitivamente de su Patria. Los analistas de distintas orientaciones políticas quieren ver un fenómeno solamente económico unos, y otros un hecho solamente político. Esta distinción es falsa. La realidad es más polifacética. Lo más que pudiera decirse es que la mayor proporción de motivaciones se inclina hacia lo político porque esto condiciona lo económico o viceversa.

Hoy deseo proponerles que reflexionemos en las consecuencias y en el enfoque con que valoramos esta emigración, exilio o como quiera llamarse, que de todo tiene.

Las consecuencias son patentes y dolorosas: la división de la familia, la enajenación de los problemas nacionales por tener la cabeza puesta allá mientras llega la salida y los pies están aquí. O al revés, mientras los pies están por allá la cabeza no puede librarse de la nostalgia y las referencias de aquí. Otro problema es considerar que quien se marcha traiciona y quien se queda apoya al sistema político. Eso es, por lo menos, impreciso y, por lo más, injusto.

Otros consideran que quienes se van no sólo dejan la Patria sino que también dejan totalmente e inmediatamente su condición de cubanos: su cultura, mentalidad, costumbres, creencias, sentimientos patrióticos. No siempre, y no en la mayoría de los casos, es así.

Es más, conozco muchos cubanos que se han ido, que al alejarse de lo que han confundido como Patria siendo sistema político, han caído en la cuenta que su patriotismo reverdeció en la diáspora, creció con la nostalgia, se afianzó con la herida. Si es cierto que otros olvidan rápido y rompen los hilos, es también comprobable que la referencia a su origen no es fácilmente desprendida de sus conciencias y de sus hábitos.

Lamentablemente, durante muchos años, se fomentó oficialmente la ruptura, se consideró un problema tener familia en el extranjero. Aún aparece en "planillas" la pregunta de los dos problemas ideológicos más chequeados y reprendidos: "¿tiene creencias religiosas?" y "¿tiene familiares en el extranjero?" . Estas preguntas se convirtieron en una amenaza para conseguir ciertos estudios, para acceder a ciertas responsabilidades, para ser un ciudadano normal. Debemos decir que los tiempos han cambiado y que hoy día se toleran más las relaciones con familiares y la profesión de creencias religiosas. Pero las preguntas siguen allí. Me pregunto: ¿para qué?.

En ningún lugar del mundo en que se viva en la normalidad se hacen estas preguntas en planillas, pues nada en la vida social y personal de los ciudadanos puede depender de ellas. Tener familiares en el extranjero y creencias religiosas no constituyen ningún problema.

Este y otros errores cometidos, han dejado una secuela dolorosa en la emigración cubana. Los errores han estado presentes en todas las riberas. Los excesos, los extremismos, los fanatismos políticos, las diferencias económicas, las exclusiones y discriminaciones han sido sufridos por cubanos de dentro y también por los que viven fuera. Es difícil no comprobarlo.

Creo que debemos cerrar esos capítulos de divisiones y confrontación. De prejuicios y ofensas de un lado y de todos los lados. Es difícil lograrlo dentro de Cuba y también en la diáspora, se llame emigración económica o exilio político. No es sobre las ofensas y la desconfianza sobre lo que se podrá reconstruir el futuro de Cuba. Deben cesar de todos lados. Que los argumentos sustituyan los epítetos y la serenidad haga ceder a las pasiones. Que nunca más se usen ofensas para hacer justicia, ni revanchas para responder ofensas.

El tiempo ha dicho y comprobado que a las heridas, las injusticias, la violencia y la muerte sólo se les hace justicia desde la verdad y no desde la ofensa, desde la reconciliación y no desde la venganza. Las voces que identifican aquí la Patria con una ideología deben hacer la distinción por el bien de Cuba, que somos todos. Las voces que en el exilio identifican al pueblo que vive aquí con el sistema político deben hacer la distinción por el bien de Cuba, que somos todos.

Pero aún cuando este discernimiento se haga para sanear la visión sobre la realidad, no se ha tocado fondo hasta que no se aborde el concepto de nación que, en mi opinión, es fundamento de toda la concepción de este problema y la única vía para enderezar bien el camino hacia la reconciliación nacional.

En efecto, la nación es la comunidad formada por las personas que son y se identifican con un pasado histórico común, es decir, con sus raíces; que comparten, de alguna forma, el devenir del presente; y que tienen esperanzas comunes en el porvenir.

Luego, esa comunidad de personas puede estar una parte asentada en "la tierra de los padres", que eso significa Patria, y otra parte puede estar viviendo en la diáspora, es decir, en la dispersión geográfica, pero manteniendo su identidad como parte de la nación, sus costumbres, su historia, su presente y su destino.

Todos conocemos personas que viven aquí y no les interesa para nada la comunidad de intereses, ni la historia pasada, ni la porvenir. Son nacidos en Cuba pero han abandonado la nación a su suerte. También conocemos a cubanos que han abandonado la Patria, la tierra donde nacieron, por razones que no detallaremos, pero que mantienen su vínculo afectivo, cultural y efectivo con la vida que transcurre aquí. Estos dejaron la Patria pero siguen siendo parte de la Nación en la que nos cobijamos todos los que mantenemos el sentido de pertenencia a esta comunidad de intereses y esperanzas.

Si asumiéramos esta visión de la nación cubana que abarca a todos los que se sienten parte de esa comunidad desde cualquiera de las orillas geográficas, culturales o políticas, entonces la herida del exilio, la emigración y la dispersión, comenzaría a cicatrizar desde dentro, única manera de que cierre bien.

El camino de la reconciliación nacional y de la paz para los hogares cubanos depende en gran medida de que acabemos de aceptar y asumir responsablemente que "la nación vive aquí y vive en la diáspora. El cubano sufre, vive y espera aquí, y también sufre, vive y espera allá afuera. Somos un único pueblo que, navegando a trancos sobre todos los mares, seguimos buscando la unidad que no será nunca fruto de la uniformidad sino de un alma común y compartida a partir de la diversidad." – como expresaba el Arzobispo de Santiago de Cuba al presentar al Papa nuestro pueblo, en la ceremonia de coronación de la Virgen de la Caridad el 24 de Enero de 1998.

Busquemos, pues, la unidad de la nación, en la diversidad de los que hemos permanecido en la Patria y en la diversidad de los que, desde la emigración, el exilio y la diáspora, siguen queriendo a Cuba y considerándose sus hijos.