![]() |
mayo-junio. año VI. No. 31. 1999 |
![]() |
LECTURAS |
ME VOY PARA LA CALLE
|
|
El texto dramático CANCIÓN DEL OSCURO de la escritora Carmen Hernández Peña es un antídoto contra la mordida vampiresca del apagón. Desde "Atrás la tiniebla, que venga la luz", inicio del primer parlamento de la obra, la dramatista revela el mundo sórdido y enajenante donde se van a mover sus personajes: MUJER, HOMBRE, Y VIEJA, símbolos más que individuos, utilizados para traducir las desgarraduras, las pérdidas, y la despersonalización de la familia. Aquello que debió servir al hombre como columna vertebral se le viene encima cual si fuera el peor enemigo. El retrato de un hogar desmembrado como consecuencia de la crisis social, la partida de los hijos, y el desmoronamiento de los sueños, devienen estos tres personajes, atravesados por la dura realidad, la constatación de que ya no es posible habitar en aquel futuro luminoso, lleno de paz y comunión, que les fuera anunciado. Desde la frustración más brutal, ejecutan una sinfonía perpetua en espera de La Nada. Sin otra magia para vivir que las que puede deparar las historias de LA VIEJA, relatos tan arcaicos y amarillentos que encuentran su reconciliación en la utopía de la cual nacieron. La esperanza puede ser un reino maravilloso pero también un arma depredadora. Esta última posibilidad sorprende a los personajes de CANCIÓN DEL OSCURO en una sima donde se torna imposible retroceder. Entonces, violentan con silencios cargados de egoísmo, la posibilidad de un reencuentro. Ni siquiera la búsqueda es importante para ellos: habitar, habitar, habitar, y a toda costa seguir respirando, aunque el marido, la esposa, o la madre, dejen de hacerlo, van a representar sus máximas en la vida. Plagada por la oscuridad más absoluta, alienación -como- alimento, esta fotografía de la decadencia, desarrolla un espacio dramático donde la acción es propiciada por la incomunicación extrema. Y precisamente en el no escucharse los unos a los otros, encuentra su púlpito la violencia. Una violencia sorda, esgrimida a partir de la resistencia; naciendo por las entrañas mismas del personaje callado, aparentemente calmado, que va consumiendo de manera inconsciente toda la violencia que deja a su paso la frustración exterior. CANCIÓN DEL OSCURO, premio Regino Botti 1995 y publicada en el año de 1998 por la Editorial Oriente, en una sobria edición salvada de erratas, es un libro de necesaria lectura, no solamente por la rotundez de la palabra poética que la autora esgrime para resaltar su tesis: "nadie está a salvo de esta tela de araña", sino además por la presentación de una atmósfera que cobra su pieza mejor en la exteriorización de los sentimientos y sometimientos del hombre cubano actual. Visto en este caso a través del círculo vicioso que le atrapa: el círculo del oscuro. Todo tan oscuro dentro como fuera. Todo tan perdido. Con finísimas pinceladas de humor Carmen Bárbara convierte en atractivas las situaciones dramáticas que pudieran horrorizarnos, logrando que el lector-espectador quede subyugado por el propio suceso principal, el apagón, y se vincula hasta casi formar parte de la trama. Se nos brinda una participación cerebral ilimitada. Tú eres LA MUJER, (personaje protagónico o mejor proto-agónico). A ti también se te va la luz eléctrica. ¡Maldices! La emprendes con los demás. Tiras con violencia todo lo que tienes a mano. Vuelves a maldecir, y te sientas definitivamente, a deglutir tu amargura. De manera ingeniosa y descarnada Carmen Hernández Peña devela en este texto un pasado común, tiempo anterior que habita en la memoria. Matías Pérez, Carlos Gardel, la lluvia de estrellas de los años cuarenta, son obsesiones que impulsan a la protagonista, (proto-agonizante), a partir. Deseo que se frustra una y otra vez a causa de la cobardía remota, de ese miedo congénito que domina nuestros actos casi todo el tiempo. El resto de los personajes, LA VIEJA, quien todo lo pretende resolver con una canción o un chiste oportuno ...EL HOMBRE, quien más bien parece un muerto por su manera anquilosada de existir, son los seres encargados de obstruir, dinamitando con sus temores, la senda que la mujer quisiera tomar. La calle, el mundo, encontrarse con la realidad. Contenida hasta el final, ella, (toda tú), en un alarde de "impertinente" fuga, declara: MUJER: "A lo mejor no todo está muerto. Me voy para la calle" Yo que tú me iba con la mujer. Yo que tú no me dejaría atrapar por el fatídico exterminio de la Luz Interna. Yo que tú buscaría en todas las librerías del país CANCIÓN DEL OSCURO, y me inocularía con paciencia, para que el virus alienante del apagón no te haga su presa.
Ciego de Ávila. Diciembre 20 de 1998.
RITUALES DEL VIAJERO: LA PERMANENCIA DEL VIAJE
por Otilio Carvajal Marrero
Después de efectuado el viaje, cuando sólo queda la huella finísima del ritual en todos los navíos, anclados definitivamente en mis sueños, se hace irrecusable retenerlo, acendrarse en el viaje para resistir en su espacio, en su cuna mágica, fugados de toda máscara, de toda palabra efímera. RITUALES DEL VIAJERO, premio Ávila 1994, libro de la escritora avileña Carmen Hernández Peña, es una suerte de luz iridiscente que por su propia naturaleza, neutraliza. Luego de este primer contacto, la poetisa nos permite compartir con ella los motivos del viaje. Viaje que se ha de realizar en la confortable asiduidad de la palabra, del verbo limpio como una casa de agua. Un lenguaje siempre lúcido, fino siempre, fijo como un continente que alcanza la movilidad exterior cuando la interior es inatrapable. Por dentro también surca la tesis, a veces inasible para los ojos ciegos, impalpable para quien pretende con las manos tocar las maravillas del mundo. De ese otro mundo paralelo que la poetisa crea y asimila a partir del reconocimiento de la metarealidad. Cada texto nace de las entrañas universales del tiempo, más allá de cualquier cuerpo humano, donde el ser físico no puede existir sino en la metáfora que le atrapa, en el retablo de seres, apropiados o inventados, pero siempre distinguidos, que la autora nos pone ante los ojos, para mostrar, para ayudarnos a traspasar ese laberinto doloroso que significa la búsqueda de los sueños. Magnifica Carmen las soluciones a la vez que simplifica los problemas, dimensionando las aptitudes de sus personajes y de ese sujeto lírico que es el hombre, el reo, el permanente, el que se arrastra, el que pierde, el que se arriesga y gana, el que deja para después la riqueza para atrapar en el momento la imagen de un tigre, siempre el mismo tigre, el que es mago, payaso, equilibrista, o rey. Con una sólida factura poética, y la ternura en el ritmo que nos acerca a las cantálidas hebraicas, Carmen se entroniza con este cuaderno publicado en colaboración por ediciones AVILA y SED DE BELLEZA editores, en el desafiante y ya amplísimo espectro de la poesía cubana contemporánea. Y allí ha de lucir un puesto porque este libro revela una voz raramente sencilla, raramente encontrable en la apabullante poesía cubana de las últimas décadas. Estructurado en tres partes: CINEMA ROTO, BAJO EL SIGNO DE SEM, y RITUALES, el texto se mueve de manera atemporal, juntando con lógica hilvanación y limpia ejecutoria, a Charles con Zelig: seriales televisivos con un íntimo desgarrón en el pecho: al glass de Salinger con su último cigarrillo y unas espantosas ganas de llorar por los hombres, los gatos, y por Dios que es música e incienso. En todo el volumen predomina el hallazgo y luego sobreviene su pérdida. El hombre se queda solo y recomienza el camino, abundante de asombros, lleno de piezas por cobrar. La lealtad a su condición es el percutor que lo moviliza y lo convierte a la vez en esa mezcla insólita, en la dualidad primordial de ser uno y el otro, la pieza y el cobrador, integrado que va creciendo en la espiral del libro, hacia lo perpetuo, en la permanencia del viaje.
|
![]() |