mayo-junio. año VI. No. 31. 1999


NOTICIAS

 

 


Póster: Yenia María

 

V ANIVERSARIO

 

El pequeño Larousse Ilustrado no tiene la palabra Vitral ¿Será que los diccionarios también censuran? ¿O será que los diccionarios conocen cuánto simbolismo guardan las omisiones?

Vitral es el espacio que tiene el gozo y el pudor de definirse:

Revista Socio-cultural del Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa, Miembro de la Unión Católica de Prensa de Cuba (UCLAP).

Vitral, no es ventana para huir de casa. Vitral y un semicírculo y un marco que no cierra, porque no quiere ser cuadrado, ni rectangular, pues no persigue límites físicos, sino el diálogo con la imagen de portada, en la libertad de la luz que ilumina los interinos rincones de la patria y del ser. Vitral de mano en mano, perdiéndose en indispensables callejuelas, allí donde nadie lee a Rilke, ni a Heráclito, ni a Dostoievsky. Tejiendo la memoria en medio de la amnesia fatal de nuestro tiempo. Visto de un lado y visto del otro lado, desde el mundo que se embarga en la abstinencia, hasta el mundo que sin embargo se mueve, desde las marinas de Tiburcio, hasta los medio puntos de Amelia, aupando esta necesidad de decirnos algo y de ver la luz que tienen las cosas, cuando son del alma. / por Gleyvis Coro Montanet.

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1999:

AÑO INTERNACIONAL

CHOPIN

 

Lo mismo que en Polonia y en otros países, en Cuba se celebra el Año Internacional «Federico Chopin», declarado por la UNESCO con motivo del 150 aniversario de la muerte del gran compositor y pianista polaco. El siguiente evento tendrá lugar en la Basílica Menor de San Francisco de Asís el 29 de mayo. El concierto, organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, La Embajada de Polonia, La Sociedad Chopin de La Habana y el Centro Nacional de la Música de Concierto, va a reunir una parte importante de música de cámara y los preludios completos del virtuoso polaco.

Por primera vez desde hace varias décadas se va a presentar música de cámara chopiniana en la interpretación del trío cubano, compuesto por Marita Rodríguez y otros músicos del Centro Nacional de la Música de Concierto y de la Orquesta Sinfónica Nacional. Carlos Faxas va a presentar los preludios completos de Chopin, lo que igualmente es poco usual.

 

Tomado de «Polonia de Hoy» No.2 Abril de 1999.

 

BREVES CULTURALES

 

I.

El mes de junio se inauguró con un homenaje, en la Casa de Las Hijas de La Caridad al arquitecto y poeta Pepe Garrido. Esta velada, organizada por la familia Garrido Pérez, contó con la presencia del padre del poeta, de sus hermanos, y de amigos, que expresaron sus recuerdos y contaron anécdotas develadoras de un carácter creativo y dinámico.

Con el fin de dar a conocer una parte importante de la obra poética de Garrido, se hizo el lanzamiento de la más reciente publicación de Ediciones Vitral: el poemario "Les devuelvo mis cosas, las palabras...".

 

II.

El siete de junio se festejó el Día del Bibliotecario en la Biblioteca Diocesana P. Jaime Manich, con la presentación de una recopilación de encíclicas y otros mensajes de Juan Pablo II, entre otras actividades (entre estas: la presentación del cantante Servando Blanco y del conjunto de saxofonistas Arsys).

 

III.

El Sr. Aldo Martínez Malo, la noche del 11 de junio, en la Casa-Taller Pedro Pablo Oliva, presentó el primer número del cuaderno La Gaveta, de Ediciones Loynaz, la propia Casa-Taller, y la AHS. Nos sumamos al presentador en esa alegría que llega a "enriquecer, ampliar el entorno hogareño" de las revistas pinareñas. ¡Enhorabuena!

 

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¿AMAURY PÉREZ

Y DULCE MARÍA LOYNAZ?

 

por José Raúl Fraguela

 

Dulce María Loynaz convoca -de nuevo- y ahí estamos los pinareños, fieles a sus juegos de agua, a la lírica prosa de Poemas sin nombre, a la mujer entera de quien no sólo los que con ella tuvimos oportunidad de departir -aunque no más fuese una vez- nos apropiamos, sino todo el que se ha adentrado en su obra para encontrar los sentimientos propios, los más íntimos, finamente delineados, retratados por esta insigne artífice de la palabra.

Este 21 de mayo la cita tiene un matiz singular. Se presenta el último trabajo discográfico de Amaury Pérez.

¿Amaury y Dulce María?

La primera vez que lo escuché, allá en casa de la poetisa, cantar algunos textos de la Loynaz a los que había puesto música, confieso me sentí casi agredido ¿Acaso admitían aquellos, mis tan familiares versos, un adorno adicional? La poesía de Dulce María es para ser leída, vivida, tiene su propia música ¿para qué más? Sin embargo, esta vez una amiga -una joven y bella amiga- quería ver actuar en vivo a Amaury. Conseguí las invitaciones y pude complacerla.

Mucho más temprano de lo que acostumbro acudir a encuentros como este -o de cualquier tipo- estábamos en el patio de la Casa Loynaz. Ambiente familiar y buena compañía acortaron la espera que Amaury, derrumbando pronósticos, no alargó, al contrario.

Aldo Martínez Malo -Aldo de Pinar del Río- fue presentador y conductor de una charla sobria con un invitado que si antes me había ya ganado como compositor e intérprete, consiguió romper mis últimas reticencias con sus modos, como quien entre amigos se siente, donde familiaridad y mesura consiguieron una atmósfera de intimidad que hizo olvidar, con creces, cualquier mala experiencia anterior.

Así se enteraron, quienes no lo sabían, por qué escogió precisamente a Pinar del Río y al Centro Hermanos Loynaz como plaza para esta premier, delicada muestra de respeto a la memoria de la poetisa, cuya afinidad con vueltabajo, con esta casa en especial, es bien conocida. Y supimos, por boca del autor, interioridades de la gestación del disco.

La música: lógico colofón del encuentro, con piezas del nuevo CD ( con las que esta noche empiezo a reconciliarme) y otras antológicas del extenso repertorio del intérprete. El final a capella, donde un Amaury entregado de lleno nos regalaba un poco de amor, y partía.

Luego, los asistentes alargamos la velada en pequeños corrillos, donde el buen humor, charla amena y baile a discreción hicieron indeseable la despedida.

Al fin, mi joven amiga hizo de cenicienta y la acompañé a casa, algo preferible a quedar a solas con un zapato de cristal como trofeo ¿no cree?

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20 000 visas

por Ángel Martínez Niubó

 

 

Alguien comentaba que hacen daño los aires del sorteo. Son 20 000 sonrisas que se van, 20 000 amigos, 20 000 sueños, 20 000 novias y novios, 20 000 profesionales, 20 000 hijos, 20 000 recuerdos... Alguien comentaba del daño del adiós, de la herida múltiple, de la cicatriz callada... Son 20 000 cubanos que se van, y otros tanto -no elegidos por la magia del sorteo- que de alguna manera ya no están.

¡Dios mío! quiero tanto un artículo que hable del sueño y del país, de los ríos, del cielo, de la primera montaña que miré de niño, de las caídas y el aire de los parques... Mírame Dios ante estas páginas, y dime, dime pronto, cómo escribir nostalgias y verdades.

Ayer, tú lo sabes, despedí un amigo, hace un mes era otro y hace otro, era un primo que nos creció en la sombra del camino. Los adioses son la mitad de una sonrisa, la otra mitad es polvo, lágrima, silencio, espalda, oscuridad... ¿Serán verdades la ausencia y los relojes? ¿Serán ciertos la soledad y el sol?

Dios mío: hazme recordar aquellos sitios, yo tuve un aguacero, un barco de papel, dos rodillas peladas y otros tantos recuerdos que no alcanzan...

Hazme recordar que mía fue la pelota entre las tejas, míos los sueños y unas novias que casi borra el tiempo... Yo canté y soñé, y pedí para que no hubiera truenos y mamá nos dejara un aguacero... Esa es la Patria, tú lo sabes, tú tienes que saberlo...

Dice un amigo que la Economía abre las puertas del exilio, haz entonces mejorar la economía y abre y endulza y abraza y alumbra los corazones de tus hijos...

Dios mío: son 20 000 cubanos que se van, 20 000 hijos, 20 000 espaldas, 20 000 nostalgias.

Mírame Dios ante estas páginas. Dame fuerza para crecer en el futuro de mis hijas, dame capacidad, y esperanza, y salud para ordenar la forma y los cansancios. Eso te pido... Y otra cosa: haz que por mucho, muchísimo tiempo, pueda yo decir como Martí: Dos patrias tengo yo, Cuba y la noche.

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EN MEMORIA DE

ARTURO REGUEIRO

por Ernesto Ortiz

 

Los que visitaban su casa, famosa por cierto aire asiático y por los enormes aguacates que se daban en el patio, se enfrentaban con un autorretrato de Regueiro, de unos cuarentitantos, de perfil intacto (antes de su accidente), un óleo sobre bagazo. Ahora, muerto Regueiro (y me percato que digo esto con el sosiego conque aceptamos el otoño y la caída de las hojas), he pensado que aquel óleo es una parábola de su obra y su vida. Porque el secreto de aquel autorretrato era invisible para los ojos.

Allí está el guagüero (que como los marineros tienen en cada municipio un amor) que te salía con el cuento de la Literatura, de sus anécdotas con Fayad Jamís, con Baragaño, y con otros bohemios en una Habana que nos parecía –de tan irrecuperable- mágica. Y después pasábamos a conversar de lo que se pudiera llamar religión y que para él era (como ha de ser) la manera en que dispondría su vida y su muerte: que si el catolicismo, que si los rosacruces o los masones, que si Yogananda o Annie Besant, que si el cuerpo astral o el físico, que si la resurrección o la transmigración... No me acuerdo cuándo lo conocí (creo que siempre, esa es la sensación con los que nos identificamos o queremos mucho), pero desde el inicio le recuerdo esa búsqueda de lo trascendente, y sobre todo la amplitud de un pensamiento, en que fe y razón eran indisolubles, dando cabida y respetando cualquier expresión. Recuerdo que cuando pocas personas conocían el tema de las energías piramidales, Regueiro fue a verme para confrontar lo que decía la física al respecto; y a los pocos días había construido ya una pirámide con la que se trataba la bursitis y hasta reciclaba unas cuchillas rusas que habían perdido todo el filo. Porque siempre estuvo con los pies en la tierra, en esta tierra, sin estar ajeno a los dolores de ella (últimamente conversábamos sobre el asunto del exilio, que había irrumpido en su familia).

Allí, en aquel óleo está el hombre con el que fui tejiendo una amistad entrañable; que se consolidó cuando descubrimos que mi padre no conocía al pintor Arturo Regueiro, pero sí al luchador "Borrasca", a quien estaba unido desde el pasado por la cariñosa magnetita que son aquellas vivencias, aquellos sueños compartidos. ¡Así que tú eres el hijo de...!, ¡Así que tú hiciste también una revista, y que escribías cabrón! -y comenzábamos con la humorada suave. Tener la amistad de Regueiro era una fiesta; y sé que son muchos los convidados. Casi todos jóvenes, porque él era un joven nato: por su carácter, por su pintura, por su interés en los temas más actuales, por su interés en los temas más antiguos (que persisten). Arturo (nombre de estrella) era todo un sabio, no tanto por su vida despierta y perceptiva como por esa importante cualidad que es la duda socrática.

En ese óleo casi cuadrado, que colgaba de un alambre, está también el pintor nada ingenuo y que ya es un artista plástico imprescindible para Pinar del Río.

Pero les había dicho que el secreto de ese cuadro está oculto a los ojos. Porque si ud. le da la vuelta al autorretrato descubre una maravilla: en el reverso hay pintado un óleo que el tiempo –siempre el tiempo- ha llenado de cuarteaduras que avanzan desde el borde. Es una mujer desnuda, sentada en una silla. (Lo que he dicho hasta aquí, lo que diré, todo eso es mortal, porque lo he expresado con palabras.) Quisiera que lo vieran: el que lo ve no lo olvida: la carne en una paleta que delata las preguntas que hace el cuerpo cuando se deja, tímidamente, descubrir por la luz –de sustancia más durable-; los ojos con esa mirada que puede verse en otros cuadros suyos, pero aquí de una languidez azul insuperable (quizá próxima en uno de sus payasos; "esos son los ojos de mi sobrino", me confesó una vez, pero yo sé que son otros ojos, que es la pupila con que el Otro nos mira, tan mortales); y arriba, a la derecha, una mariposa viva como una hostia. Todo de una delicadeza, de una bruma que la voracidad de las raicillas del tiempo, que los desconchados, resalta. Quizá sea la parábola del artista; ¿es que la obra ha de estar siempre acechada por el tiempo?, ¿es que la maravilla subyace siempre, oculta?, ¿es que la vida –la muerte- a fin de cuentas se burla de esas iluminaciones del artista, de esos arrebatos en que tocamos la eternidad?

Los que vieron el cadáver de Arturo Regueiro tendido, dicen que era de una placidez envidiable, casi sonreía. Lamento no haber estado contigo, amigo, en ese momento: se te ocurrió morirte el día de mi cumpleaños (otra atadura: 9 de junio); salimos para tu casa y tu hermano, con el que conviviste casi una vida, nos contó. Tu entierro fue tan rápido como persistente será tu memoria entre nosotros. Ya sé que una semana antes de morir, la última vez que nos vimos, cuando me dijiste que pasara por casa de tu hija a recoger algunas cosas, y te quejaste de que era del carajo llegar a viejo, de tu temor por estorbar, de que si la memoria a veces falla, que si había que apurarse para ir al baño..., te estabas despidiendo. ¿No me lo pudiste decir de una manera más clara? Ahora tengo la sensación de que quedaron pendiente entre nosotros unas palabras, unos abrazos. Pero de la opresión en el pecho que la noticia de tu muerte me produjo (recuerdo el tono de la voz de mi padre cuando le dije "Borrasca murió") he pasado a esta diríamos que paz, cosa extraña, y que tiene más que ver con tu influjo que con mis sentimientos. Es que me parece que lograste la muerte que querías. Y gozas la eternidad que esperabas.

Pinar del Río, 15 de junio.

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