mayo-junio. año VI. No. 31. 1999


ECOLOGÍA

 

 

LA FIESTA DEL

DÍA DEL ÁRBOL

TESTIMONIO DE UNA MAESTRA

 

por Rina Malo

                  

 

Nada más oportuno, que un día del mes de mayo, el mes de las flores, el mes de la Virgen, el mes de Las Madres, para rendirle homenaje al árbol, el compañero silencioso del hombre a través de la vida, el refugio amoroso de las aves y el centinela perenne del camino.

La fiesta del árbol, se celebró por primera vez en España, allá en el año 1805, en Villanueva de la Sierra; más tarde se comenzó a celebrar en los Estados Unidos, en Nebrasca, en 1872, y con carácter sistemático y escolar diez años después en Cincinatti. De aquí, pasó a otros países, y a Cuba desde los primeros años de vida republicana, siendo en 1911, cuando por una circular del Ministerio de Educación se estableció con carácter oficial en toda la Isla.

Desde entonces acá, aunque se ha variado la fecha, pues antes se celebraba el 10 de abril y ahora el 10 de mayo, la fiesta del árbol o "Día del Árbol", tiene siempre la misma significación y encanto.

Por eso, a manera de homenaje a los árboles, yo voy a plasmar aquí con verdadero amor, la Plegaria de Constancio C. Vigil, dedicada a los árboles y que dice:

"Amar el árbol, es comprender la vida. La armonía y la bondad fluyen de cada una de sus hojas, mejor que de las de un libro.

El ombú, es toda la historia de la patria vieja y la palmera la del indio.

Además de filósofo, historiador y poeta, el árbol es profeta.

Contad los árboles de una nación y leeréis su porvenir. Nada grande hay que esperar de los países sin abundancia de árboles.

Felices, fuertes y triunfadores, son los pueblos que surgen en medio de árboles y gozan de la caricia de su sombra y de la terapéutica de su fruto.

¿Sabéis de donde viene, si no es de sus bosques, esta fragancia virginal de América, que con fruición aspira el mundo?

¡Ay de América, si sus bosques desaparecen! En ellos está el secreto de su vitalidad exuberante, en ellos nace el soplo soberano que nos empuja al porvenir.

Cuando juzguéis a un hombre, disminuid la pena en relación al número de árboles que plantó.

Vale más plantar árboles que estatuas, que no crecen ni alimentan, ni abrigan, ni educan como los árboles. Enseñemos a los niños algo más que la fisiología de los árboles; debemos enseñarles a amarlos, pues ellos nos colman de beneficios, desde el nacimiento hasta la muerte, cuando las fibras del árbol envuelven nuestro cuerpo y es incompleto el sueño, si el árbol no lo vela.

Induzcamos al hombre a defender y propagar el árbol.

Sea dominada el hacha, que destruye nuestros bosques, sin piedad, sin ley, sin miedo.

Que entre, que arrase y robe cuanto pueda la codicia... ¡Pero que respete, al menos nuestros bosques!..."

Sin embargo, esta bella plegaria de Constancio Vigil, no ha sido suficiente para detener la mano del hombre para herir a los árboles, y del corazón de todos ellos, heridos o maltratados ha brotado este volante de la Sociedad Luz de Buenos Aires y que dice:

"Tú que pasas y levantas contra mí tu brazo, antes que me hagas daño, óyeme bien:

Soy el calor de tu hogar en las frías noches de invierno, soy la sombra amiga que encuentras cuando caminas, bajo el sol de agosto, y mis frutos son la frescura apetecible que te sacia la sed, en los caminos.

Soy la armazón amiga de tu cama, la tabla de tu mesa, la cama donde tú descansas y la madera de tu barco.

Soy el mango de tu azada, la puerta de tu morada, la madera de tu cuna y la envoltura de tu ataúd".

"Soy el pan de la bondad y la flor de la belleza"

Tú que pasas, óyeme.

No me hagas daño.

Soy el árbol...