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noviembre-diciembre. año V. No. 28. 1998 |
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BIOÉTICA
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DISCAPACITADOS: ÉTICA VS. CARIDAD por Ramón Valdés |
En nuestro mundo, hoy más que nunca cobran importancia los valores éticos que son llamados a rehumanizar nuestras relaciones con el prójimo, nos podríamos preguntar: ¿puede desligarse a la ÉTICA de la CARIDAD?, tendría sentido la CARIDAD si se ejerce sin el consentimiento del otro? quisiera reflexionar acerca de la respuesta a las anteriores interrogantes, en relación con las personas discapacitadas, que no han podido o no podrían conocer la vida de otra manera. Es conocida la suerte que aguardaba a las personas nacidas con una discapacidad en la antigüedad, lo común era la muerte o el abandono en las sociedades tradicionales y por el estado en que se encontraba la ciencia, la mayoría de estas personas morían al nacer, o tenían una vida breve. Lo anteriormente expuesto lo podemos ejemplificar con la filosofía de Platón, el cual en una de sus obras capitales «La República», afirmó y argumentó lo siguiente: «Por consiguiente establecerás en nuestra República una Medicina y una Jurisprudencia que se limiten al cuidado de los que han recibido de la naturaleza un cuerpo sano y un alma bella, en cuanto a aquellos cuyo cuerpo esté mal constituido, se les dejará morir, y se castigará con la muerte a aquellos cuya alma es naturalmente mala e incorregible, pues es lo más conveniente para él y para el Estado». Terribles palabras las anteriores, que a muchos hoy nos horrorizan, pero también a muchos hoy les resultan en el fondo lógicas, yo me preguntaría ¿quién tiene derecho a matar?. Hoy día, la mayoría de las personas que llegan al mundo con una discapacidad pueden sobrevivir, aún más cuando dicha afectación es simplemente la deficiencia mental, la parálisis cerebral, la invidencia, o la sordera, el autismo y otras muchas. Porque en estos casos no se estaría cortando la potencia de ser persona, sino que al hacerlo se asumiría una grave limitación, esa que consiste en la negación del dolor, en la no disposición al sacrificio, en fin, todo cuanto predispone a la conciencia de que todo bien mayor, personal, de pareja, grupal y aún relativo al bien común general exige, en un grado importante, de un renunciamiento; sin embargo, en primer lugar no hemos sido educados para aceptar el dolor, en segundo lugar la experiencia muestra que el mayor número de parejas que tienen un hijo discapacitado han terminado con la separación conyugal y en algunos lugares con mayor pobreza, los padres con un hijo en esas condiciones lo maltratan, lo ocultan, le ragatean la ternura, o sencillamente lo orillan a una vida casi animal. En la vida diaria hay excepciones, parejas para quienes la llegada al hogar de una criatura que padece una discapacidad, ha sido el aceite para reencontrarse, para descubrir energías desconocidas, para crecer en la comprensión de los demás, empero el florecimiento de esas vidas requiere por parte de los padres y de la sociedad, en el caso de abandono, de un superávit de amor, de la conciencia de que la vida está en otra parte y no precisamente en el aquí o en el ahora inmediato. No cuesta entonces demasiado esfuerzo entender por qué se han incrementado la eutanasia y el suicidio, el aborto, el crimen gratuito, recordemos los campos de concentración de la Alemania de Hitler, los campos creados por las dictaduras africanas, la indiferencia del mundo ante los niños y los adultos que han muerto y mueren de hambre en Somalia y en la India. Ha llegado pues, el momento de retomar las preguntas iniciales. Primero: ¿es posible una ÉTICA sin CARIDAD? Creo que es posible contestar SI. Es la triste Ética Kantiana del no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, es la ÉTICA del individualismo, de los racismos y de los nacionalismos ¿Sería un acto de CARIDAD eliminar al minusválido de la faz de la Tierra, un acto ético?, lo anterior significa ejercer la CARIDAD sin el consentimiento del otro, o sea, asumiendo una libertad que no nos corresponde, la del otro, una libertad que es donde reside el sentimiento de angustia y la posibilidad de grandeza de la criatura humana. Juzgar sobre qué vidas tienen el derecho de desarrollarse y cuales no, es exactamente igual que condenar al campo de concentración por cuales quiera razones a cualquier grupo humano. Dicho de otra manera, ni aún una supuesta CARIDAD puede ejercerse sin la anuencia de la criatura libre o que en la prisión de un cuerpo denvencijado e inmóvil es capaz de decir que sí a la caricia, al beso, al frotamiento de otra piel contra la suya. Entonces: ¿es posible que el sacrificio que comporta la presencia en el hogar de una criatura portadora de una discapacidad, aún de una discapacidad grave, tenga un sentido y dentro del dolor que no se puede escamotear, más que un sentido signifique una instancia de gozo? La pregunta es perturbadora, es una pregunta que uno no quisiera hacerse, que uno intenta sabotear, tanto como la posibilidad de la muerte de la madre, un hijo, un hermano o la propia pareja en un accidente cualquiera. El amor, entonces nos hace mirar hacia arriba en una búsqueda desesperada de respuesta, ¿cómo entonces no tener la disposición de prepararse para desplegar amor hacia un ser todo desvalijado, que ha sido producto de nuestra gestualidad amorosa? Es desde el amor de dos como se puede encontrar el amor de ese tercero, que antes de su advenimiento había sido deseado y con cuya llegada nos hemos sentido defraudados y aún más doloroso, humillados y ofendidos. El asesinato de la criatura inocente se va convirtiendo en la castración inmisericorde de nuestra capacidad de donación, de entrega, de sacrificio por la comunidad, un sacrificio que tiene sentido en sí mismo, que no parasita lo efímero, lo circunstancial, lo puramente accidental. La muerte o el abandono de la criatura inocente procurada en nombre de un supuesto amor, no hará sino socavar nuestra reserva de generosidad, que clamará tarde o temprano, si aún fuese posible, por el regreso de los caballeros andantes, cuando sea ya demasiado tarde. Ese hombre, ilimitado en su alma, pero limitado en sus capacidades, al que la sociedad llama con cinismo «inempleables», es la «nueva raza de leprosos» en este cierre de siglo, donde no hay lugar para el débil ¿No habrá quien, como San Francisco de Asís, sea capaz de bajar del caballo y besar al leproso, para que trasfigurado, se de cuenta que la vida estaba, en efecto en otra parte? Porque la felicidad sólo procede del dolor, porque sólo entonces se valora con justicia. La ÉTICA tiene que reencontrarse en la CARIDAD.
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