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noviembre-diciembre. año V. No. 28. 1998 |
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1998: tres aniversarios Y LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
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Este año nos ha traído la memoria de dos grandes de la vida contemplativa: Un hombre hindú y una mujer francesa, junto a la celebración del 50 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948. Para la prisa de estos tiempos y su manía de clasificar, puede ser que estos tres aniversarios no tengan nada en común, incluso parecer muy desproporcionados. Propongo una reflexión más serena y profunda para encontrar la comunión de espíritu que da coherencia y significado a la vida de estas personas y al ansia universal de salvaguardar la dignidad plena del hombre y la mujer sin distinción de razas, religión, credo político, filosofía... He aquí la síntesis de sus vidas:
Magdeleine Huntin nació en 1898. Su padre, médico militar, había sido destinado años atrás en el norte de África, y esa experiencia de aquella etapa inicial la sumergió en el mundo árabe. Leer la vida de Carlos Foucauld, la conmociona. En 1935 desembarca en Argel -un clima oportuno para su artritis avanzada- con su madre y otra muchacha que compartía sus inquietudes. Durante un tiempo viven precariamente en Boghari, a 150 kms de Argel, y organizan un comedor, y un dispensario, y visitan a los nómadas en sus tiendas. Peregrinó con su compañera hasta El Golea, a la tumba de Carlos de Foucauld; y allí encontró a René Voillaume, que -también inspirado en los escritos foulcauldianos- había fundado cinco años antes a los Hermanitos de Jesús. Deciden profesar, y Madeleigne comienza a poner por escrito sus intuiciones fundamentales. En 1939, después de un año de noviciado con las Hermanas Blancas -donde Madeleigne cimentó su espiritualidad, marcada por ese misterio de abandono, pequeñez, pobreza y sencillez que llamará «infancia espiritual», que «no destruye la pesrsonalidad sino que debe aliar la grandeza de espíritu a la juventud de corazón»-, se traslada al Sahara, instalándose en un edificio abandonado cerca de los nómadas. En 1940 aparecen las dos primeras vocaciones, pero aquello les parece demasiado duro y se marchan. También la abandona su primera compañera. Años después aparecen cuatro candidatas. El 8 de septiembre de 1942 Madeleigne hace su profesión perpetua. Al retornar a Argelia desea a las primeras novicias que sean «hermanitas insignificantes de las que nadie hará caso, a quien la gente importante no comprenderá y que hasta provocarán una sonrisa. Ser una pequeña y humilde congregación...» En 1944 va a Roma y presenta a Pío XII su proyecto de una congregación obrera, de la clase social de los pobres y trabajadores manuales, contemplativas y nómadas; y el Papa lo acoge con gran comprensión y aliento. Las vocaciones comenzaron a afluir y la Fraternidad, que suscitaba entusiasmos y críticas, comienza a tener un rostro internacional. En 1946, la Hermanita Magdeleigne adquiere la certeza de que la Fraternidad, únicamente consagrada al Islam, debe extenderse al mundo entero y hacerse universal. La Fraternidad obrera será la consecuencia inmediata de este cambio de perspectiva, y varias hermanitas van a trabajar -por primera vez- a las fábricas, para vivir con las obreras y estar de igual a igual junto a ellas, sin «querer más apostolado que la irradiación silenciosa de una vida religiosa profundamente contemplativa». Algunos años más tarde emprende un viaje alrededor del mundo para implantar pequeñas fraternidades que lleven un poco de esperanza a los más pobres y abandonados. Por esa época redacta el famoso Boletín verde, en el que expresa con libertad y frescura evangélicas lo más profundo y original de sus intuiciones; su publicación en la revista La Vie Spirituelle, sin el consentimiento de la autora, conmociona al mundo religioso, y en algunos medios surgen inquietudes y miedos con su teoría de «la levadura en medio de la masa»... En 1948 emprende, con otras cuatro hermanitas, un camino de 400 kms por el desierto hasta el eremitorio de Beni-Abbès, el lugar en el que había vivido Carlos de Foucauld, para crear allí una fraternidad que sea centro de oración y de retiro. En la navidad de ese año pide dejar de ser Priora general de la Fraternidad y en la gruta de Belén pone su cargo en manos de su sucesora, la Hermanita Jeanne, con la intención de marchar a Rusia. Emprende un largo viaje en que funda fraternidades de adoración lo más cerca posible de las fronteras de esa «inmensa zona roja» que le atrae: en Alaska, en Japón, frente a Siberia, en Macao, a las puertas de China. No recibió visado para quedarse en Rusia, pero muchas hermanitas permanecerán clandestinas en los países del Este. En 1956 comienzan las hermanitas a desbrozar un terreno en Tre Fontane, Roma, en el que construirán barracones de madera para los miembros del consejo general, del economato, para acoger a los grupos para encuentros de formación, a los padres ancianos de las religiosas..., la futura Fraternidad general, que se convertirá en lugar de oración y de acogida abierto a todos, con un sello especial de ecumenismo. En 1960 el Vaticano les envía un visitador apostólico para examinar la marcha de la Fraternidad. Fueron momentos difíciles: todo se ponía en cuestión. Todas temían ver la Fraternidad transformada en una congregación bien organizada, pero desprovista del espíritu de libertad y flexibilidad que había tenido hasta entonces. Finalmente, en contra de todas las expectativas, la visita concluyó en enero del 61 sin haber cambiado nada esencial en las Constituciones, y la Hermanita Madeleigne es confirmada en su rol de Fundadora y «madre» de las hermanitas. En 1964 llegó el reconocimiento de la Fraternidad como de derecho pontificio. En 1973 Pablo VI las visita en Tre Fontane: «He venido para reconoceros como Iglesia y para deciros que la Iglesia está feliz de vuestra existencia y de vuestra presencia, de que seáis tal como sois...» En 1979, con 81 años y un desgaste evidente en su salud, emprende un viaje a China. Un cristiano con quien contactó clandestinamente allí le escribirá. «¿cuándo veremos hermanitas entre nuestros cultivadores de arroz, entre los obreros de nuestras fábricas textiles? Vengan con nosotros, la China ha sufrido mucho...» Sus últimos años los comparte entre viajes (hizo dos más a países del Este) y estancias en Tre Fontane. En 1989 la Fraternidad celebra los 50 años de fundación de una obra «que no es mía ni tampoco de ninguna otra. Es Su obra, la suya». El 6 de noviembre de ese mismo año, muere la Hermanita Madeleigne. En la audiencia que les había concedido Juan Pablo II dos meses antes, y a la que ella, ya enferma, no pudo asistir, el Papa dijo: «En nombre de la Iglesia os doy las gracias por la savia evangélica que las primeras hermanitas y las 289 fraternidades de hoy han hecho circular por los medios humanos más empobrecidos e incomprendidos. Vuestro codo a codo evangélico con los nómadas, los feriantes, las minorías menos accesibles, los hombres o mujeres más olvidados o más despreciados, es la parte visible de vuestro camino hacia el Padre. Que los pobres os conduzcan al corazón de Dios y que cada hermanita encuentre una verdadera juventud de espíritu, hecha de amor apasionado por el Señor Jesús y por sus hermanos y hermanas marcados por la miseria. Vuestra historia no ha hecho más que comenzar.» Mohandas Karamchand Gandhi nace el 2 de octubre de 1869, en Porbandar (actual estado de Gujarat). En 1891, de regreso del University College de Londres, donde estudió derecho, intentó ejercer la abogacía en Bombay, con escaso éxito. Una firma india con intereses en Sudáfrica lo envió a sus oficinas de Durban; al llegar allí, Gandhi se enfrentó contra la absoluta negación de las libertades civiles y de los derechos políticos de sus compatriotas inmigrantes. Permaneció por 20 años en aquel país, y estuvo en prisión innumerables ocasiones. Al ser apaleado por sudafricanos blancos, en 1896, comenzó a propagar la política de no cooperación con las autoridades y de no violencia, acuñándola con el término satyagraha (en sánscrito: abrazo de la verdad). En 1910 fundó una colonia cooperativa para la población india, cerca de Durban. En 1914 el gobierno de Sudáfrica accedió a algunas demandas de Gandhi, entre las que se destaca la exención de impuestos municipales y el reconocimiento de los matrimonios. Ya en su país, Gandhi se convirtió en el exponente máximo de la lucha del movimiento swaraj (en sánscrito: autogobierno); extendiendo por toda la India el satyagraha. Al no lograr reforma alguna del gobierno británico, convocó, en 1920, a una campaña organizada de no cooperación. Fue arrestado en varias ocasiones. El punto culminante de este movimiento era la independencia económica de la pobre y poco industrializada India, que implicaba un boicot completo a los productos británicos y potenciar el renacimiento del trabajo artesanal. Comenzó a usar una rueca como símbolo del retorno a la sencillez campesina que predicaba, y a vestir como las clases más bajas (con un mantón y un taparrabos), y a llevar una vida ascética y espiritual. Gandhi se convirtió en el símbolo internacional de una India libre. Los indios lo veneraban como a un santo y le llamaban Mahatma (en sánscrito: Alma Grande). En 1921 el Congreso Nacional Indio (o Partido del Congreso), grupo que encabezó el movimiento independentista, le otorgó autoridad ejecutiva plena. La doctrina de no violencia o ahimsa (en sánscrito: sin daño) no logró los frutos esperados por Gandhi, que confesó el fracaso de su campaña ante las violentas revueltas armadas contra Gran Bretaña. En 1922, el gobierno británico le detuvo de nuevo y encarceló. Gandhi se retiró de la vida política activa tras su puesta en libertad, en 1924, y se dedicó a propagar la unidad comunal. Seis años más tarde proclamó una nueva campaña de desobediencia civil, convocando a la población a negar el pago de impuestos, en particular el que gravaba la sal. A esto siguió la conocida marcha hasta el mar Arábigo. Gandhi fue arrestado. En 1931 fue puesto en libertad; y detuvo la campaña luego que algunas de sus peticiones fueron concedidas. Ese mismo año, representó al CNI en una reunión celebrada en Londres. Luego de otra campaña de desobediencia (en 1932), de ser arrestado en dos ocasiones y de ayunar largos períodos de tiempo, abandonó formalmente la política, en 1934. Fue sustituido como dirigente máximo del CNI por Jawaharlal Nehru. Gandhi viajó por toda la India predicando el ahimsa, y defendiendo a la casta de los intocables. Tan grande era su autoridad moral y espiritual, que el limitado autogobierno concedido por Gran Bretaña a la India en 1935, no pudo ser puesto en práctica hasta que Gandhi lo aprobó. En 1939 comenzó una huelga de hambre en pro de la federación de los principados indios con el resto de la India, y particularmente para forzar al jefe del estado de Rajkot a modificar su régimen autocrático. La conmoción pública que originó este ayuno fue tal que tuvo que intervenir el gobierno colonial británico, y se concedieron las demandas. Gandhi se convirtió de nuevo en la figura política más importante de la India. Fue recluido en 1942, por su postura en contra de la participación de la India en la II Guerra Mundial, y liberado dos años después por motivos de salud. En 1944, el gobierno británico había aceptado conceder la independencia con la condición de que los dos grupos nacionalistas rivales, el CNI y la Liga Musulmana, resolvieran sus diferencias. Gandhi se opuso con vehemencia a la división de la India, aunque al final -con la esperanza de que la paz interna se alcanzaría cuando se creara un Estado Musulmán- lo aprobó. Gran Bretaña concedió la independencia a la India en 1947, y el país quedó dividido en Paquistán y la India. Sin embargo, varias revueltas explotaron, enfrentando a musulmanes e hindúes, fundamentalmente en Calcuta. El Mahatma ayunó hasta que los disturbios cesaron. El 13 de enero de 1948, inició otra huelga de hambre, en Nueva Delhi, para tratar de instaurar la paz. Doce días después de acabado aquel ayuno, y mientras se dirigía a su habitual rezo de la tarde, fue asesinado por un miembro de un grupo extremista hindú. Su muerte fue considerada una catástrofe internacional; todos los países expresaron sus condolencias, y la Asamblea General de la ONU decretó un período de luto.
PROFETAS DE LA FRATERNIDAD HUMANA por Dagoberto Valdés
Profetas de la fraternidad humana. Luz puesta en el candelero de su tiempo para iluminar las sombras de las injusticias. Este hombre de Alma Grande (eso significa Mahatma) y esta mujer de intensa vida contemplativa lograron que la pequeñez, casi insignificante, de sus cuerpos abriera en el mundo tan distinto donde vivieron, una ventana de libertad y paz para el espíritu humano. Esta ventana tuvo en ambos la certeza de que algo inalienable unía a los hombres, algo los hacía hermanos, y en ambos la experiencia de que el espíritu humano no tiene fronteras y que la libertad de conciencia es la base de todos los derechos humanos. En ambos el camino de la mística conducía al compromiso con la realidad. En ambos la lucha por la justicia social tomó el camino del testimonio personal e intransferible. Él desde su rueca para tejer sus propios vestidos al uso de los pobres de la India. Ella desde el taller de Nazaret, las fábricas, los campos y los obreros de la cultura de Occidente. Ambos, convencidos de que «la fuerza de los pequeños» es el camino de la perfección personal y del cambio del corazón de este mundo: Él con su puñado de sal frente al Imperio más poderoso de su tiempo, ella con su anonadamiento entre la clase obrera frente a la explotación más despiadada de su tiempo ..... Él, desde su religión hindú, iluminada ciertamente por el Evangelio de Cristo. Ella desde el Evangelio de Cristo, iluminado ciertamente por la mística de otras religiones. Él tan resistente y flexible. Ella tan abierta y tenaz. Ambos entregados absolutamente a su tiempo por estar consagrados absolutamente a su Dios. Ambos caminando en las tinieblas de la crítica y la persecución pero sin perder la pequeña luz de su conciencia, luz sin ocaso, que en Gandhi encontró la plenitud del día en el martirio cruento y en la Hermanita Magdeleine encontró el amanecer sereno en el martirio civil en que gastó su vida en lo cotidiano. Hoy, cuando se intenta reconstruir la dignidad y la libertad del ser humano en todo el orbe y se conmemora el cincuenta aniversario de ese paso de madurez de toda la humanidad que fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos... ¿no sería conveniente experimentar también este otro camino que va por las veredas de la pequeñez , la no-violencia, pacífica y activa, la encarnación y la tolerancia, la recuperación del sentido redentor de lo cotidiano, la apertura de mente y de espacios a la fraternidad universal que ha tenido en el Taller de Nazaret el más discreto y eficaz testimonio de que lo imposible puede hacerse posible?. Aún cuando en ello la rueca y los lentes de las almas grandes y la silla de ruedas y la manta de las mujeres de barro y aliento divino, tengan que caer un día en el oscuro surco de las lógicas económicas, religiosas y políticas de este mundo para allí fecundar, en el deshacimiento de la muerte, todas las obras que, inspiradas en estos dos místicos de la comunión entre lo cotidiano y lo trascendente, continúan hoy, cada cual a su manera, como lo hubieran deseado ambos, sin mucha explicación pero con mucha conciencia de su identidad y proyecto, el camino esperanzador de los derechos y la dignidad de todo hombre y mujer que peregrinan en este mundo enlodado por la injusticia y la pobreza y resucitado por el testimonio de estos «pobres de la tierra».
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