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noviembre-diciembre. año V. No. 28. 1998 |
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NUESTRA HISTORIA |
LA OBRA DE LOS DOMINICOS EN CUBA
MEMORIA Y PROYECTO por Fray Manuel Uña, O.P. Los dominicos nos congratulamos de poder celebrar el Centenario de la Orden en la perla del Caribe y del viaje que hemos realizado a través de la Historia de Cuba. Nos animó la afirmación de la exhortación apostólica Vita Consecrata: "Vosotros tenéis una historia gloriosa que contar" (VC. 110). Dos años largos ha durado nuestro recorrido y al finalizarlo puedo afirmar: Nuestra historia de Familia necesita ser conocida, escrita y contada. Con devoción, gratitud y admiración contemplo a aquellos frailes dominicos que arribaron a Cuba en los comienzos del siglo XVI. Por Baracoa iniciaron su predicación itinerante, transitaron los caminos que cruzan la Isla desde Punta de Maisí al Cabo de San Antonio, sus pies de mendicantes dejaron huellas en su caminar y sus ojos pudieron admirar las recónditas bellezas, los sublimes paisajes, y también contemplar tristes realidades. En su corazón brotó la compasión y el compromiso de amor y ciencia. El camino no lo hicieron en solitario, eligieron el itinerario por donde transitaban y vivían los nativos para intercambiar con ellos diálogo vivo, cálido y cordial, para poder aliviar sus pesares, iluminar sus andanzas y enderezarlos hacia la salvación. Se comprometieron con el aborigen y a su lado estuvieron hasta abolir la esclavitud. Bayamo, Guantánamo, Holguín, Santiago, Sancti Spíritus, Trinidad, Cienfuegos, La Habana y Guanajay, nos muestran cómo construyeron ingenios, abrieron escuelas y fundaron la Universidad de San Jerónimo. Llegaron a Cuba y estuvieron atentos a las necesidades del hombre cubano. "Su presencia ha sido tan decisiva que muchas páginas principales de la historia cubana existen porque ellos las escribieron"(S. Larrúa). Apasionante, provocativa y desafiante es nuestra historia, tener conciencia de ella es parte integrante del dinamismo de nuestra vida actual y de la manera como seamos capaces de afrontar los retos del futuro cercano. El carisma dominicano tiene que expresarse en las actuales circunstancias del mundo, de la Iglesia, y de Cuba con un fuerte compromiso histórico, ya que es en la historia donde se va dibujando el compromiso apostólico. Fue el Espíritu Santo quien les trajo y nos trajo y es que el "Espíritu sopla donde quiere y quiere soplar en Cuba." (Juan Pablo II). A él nos abrimos y queremos continuar haciendo y construyendo la historia, para no vivir de la historia, ni de historias, comprometidos con el futuro, "abriendo caminos de vida" y acompañando a esta generación, codo con codo con otros hombres y mujeres y en diálogo con otras culturas y creencias, es decir hoy la palabra más esencial de la fe en conjunción con lo más actual de la historia. Es así como la antorcha que de ellos recibimos no sólo MEMORIA sino PROYECTO. CINCO SIGLOS DE HUMANISMO DOMINICANO EN CUBA por Dr. Salvador Larrúa Guedes
Dos páginas del Breviario de Santo Domingo
El humanismo es la filosofía que centra su objetivo en el hombre y en su situación y destino en el universo, y con precisión particular, el humanismo cristiano se dirige a la salvación del hombre de acuerdo con el proyecto de su Creador. Parte importante y medular del ejercicio del humanismo cristiano es la sensibilidad y el dolor ante los problemas de los demás, ante sus sufrimientos y angustias. Es, además, la compasión y la caridad para remediar y sanar el padecimiento ajeno, la solidaridad activa para prestar ayuda al prójimo. La Orden de Santo Domingo de Guzmán u Orden de Predicadores, la Orden de los Dominicos, para hablar con más sencillez, es una Orden religiosa que aporta un hondo contenido humanista, porque sus entrañas de compasión y caridad cristiana hicieron de su fundador, Domingo, un hombre próximo a los hombres, extraordinariamente sensible al hambre y a la pobreza, a la esclavitud y al cautiverio, a la enfermedad y a la muerte, a la injusticia y a la violencia, un religioso que sale a oponerse a estas situaciones con la denuncia profética y con gestos concretos de misericordia y amor cristiano. Era Domingo un hombre que apreciaba en gran medida la amistad y la comunión fraterna, el arrepentimiento y la reconciliación, la fe y la receptividad del mensaje evangélico, la virtud y el estilo de vida evangélica. En todos los desastres de la historia humana descubre la fuerza del pecado, que es su raíz, y en la caridad, en la amistad, en la fraternidad, el arrepentimiento, el amor, la gracia salvífica que actúa en medio de la misma historia. Su comprensión medular del asunto hace que Domingo trasmita a la orden que fundó su propio carisma, para que los dominicos se preocuparan de las almas sin despreocuparse de los hombres; y atendieran a la salvación en el más allá sin desentenderse del más acá de la historia humana. Así lo han hecho siempre los dominicos a lo largo de ocho siglos de historia, en todas partes y en todas las circunstancias. Así lo hicieron también en Santo Domingo primero y después en Cuba desde que se establecieron en esta Isla.
Bartolomé de las Casas Cuando desembarca en Cuba en 1511, ya viene marcado por la influencia de los dominicos de Santo Domingo, que a través de Fray Antón Montesinos habían denunciado valientemente la explotación de los indios y emplazado a los encomenderos españoles para que pusieran fin a la explotación de esos sus hermanos (1). Su iluminación en la cuaresma de 1514, cuando debía predicar en la pascua, lo lleva a tomar la misma actitud de denuncia profética de los dominicos de La Española, y llega a comprender el asunto de tal forma, que poco después se hace dominico y dedica el resto de su larga y batalladora existencia a lograr que se reconozca la naturaleza humana de los indios... epopeya de amor cristiano cuyo primer episodio tuvo lugar en nuestra Isla.
La industria azucarera Finales del siglo XVI. Ya los dominicos se encuentran establecidos en el centro de la antigua Habana, en su viejo Convento de San Juan de Letrán. Olvidada por la corona de España y asediada por los piratas, sin medios de subsistencia y sin poder comerciar legalmente más que con España, la Isla y sus habitantes se debaten en la pobreza. Y en 1592 o 1593 los frailes dominicos, en la persona de su prior, comienzan a apoyar ante las autoridades de la villa y el cabildo, el empeño de los vecinos por implantar los primeros ingenios azucareros de Cuba que serán la primera industria y fuente de ingresos estables para el país, ya que portan el conocimiento de Santo Domingo: preocuparse por las almas sin despreocuparse de los hombres. El 30 de diciembre de 1595 S.M. Felipe II de España firmaba la Real Cédula autorizando la introducción de la industria azucarera en Cuba y los dominicos, que habían contribuido a conseguir un préstamo del monarca para facilitar la implantación de la industria, establecen sus propios ingenios en 1596. Trece años más tarde, con fecha 26 de agosto de 1609, otro dominico que por coincidencia histórica era el Obispo de Cuba, fray Juan de las Cabezas Altamirano, suplicaba a Su Majestad la suspensión del pago del préstamo real para que los vecinos pudieran desarrollar la industria. La gestión tuvo éxito porque de forma muy inteligente el obispo dominico hizo comprender al rey que con este arbitrio iba a ganar a la larga lo que perdería de momento, en la medida en que la colonia de Cuba se desarrollara.
La primera Universidad y el primer Seminario Una vez implantada la industria azucarera, cuando la economía dio sus primeros pasos, era necesario instruir a los habitantes de Cuba. Los dominicos sabían muy bien que no existe desarrollo sin el conocimiento previo de las letras y de los números. Su interés por el hombre los impele a crear un Studium Generale (2) en San Juan de Letrán que ya funcionaba en año tan lejano como 1650. En 1670 elevaban a través de fray Diego Romero la primera solicitud al Cabildo para fundar Universidad en La Habana. Desde ese momento no tuvieron fin sus gestiones y solicitudes, con un tesón extraordinario, hasta que fundaron la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana el 5 de enero de 1728, que este año cumplió 270 años. El primer Seminario Tridentino de Cuba fue erigido por el famoso Obispo Cabezas Altamirano en 1605 para cumplir las disposiciones del Concilio de Trento, las que estipulaban que cada diócesis debía contar con su propio Seminario para la formación de los futuros sacerdotes.
Los dominicos y la sublevación de los vegueros En 1717, los dominicos hicieron causa común con los vegueros sublevados para defender sus derechos y levantar el injusto estanco del tabaco impuesto por la corona de España. Uno de los frailes, lleno de dolor por la opresión a que eran sometidos los vegueros, llegó a instigarlos a la rebelión, lo que le valió al Prior, fray Salvador Cabello, una reprimenda del monarca. Pero el desagrado real no fue un obstáculo para que el dominico encabezara la que pasó a la historia con el nombre de Protesta de los Priores de los Conventos (3) y encabezara la lista de los firmantes, superiores de las órdenes religiosas establecidas en La Habana, que rubricaron el rotundo documento en el que expresaban su oposición a la injusta medida impuesta por la metrópoli. Los dominicos estuvieron presentes en los diversos episodios de la lucha contra el estanco del tabaco, en la que la Iglesia católica y el Obispo Gerónimo de Nostis y de Valdés tuvieron una participación marcada hasta lograr que el rey destituyera y expresara su desagrado al gobernador y Capitán General de la Isla...
La imprenta y el segundo intento de Universidad La Universidad de La Habana estaba a punto de fundarse, pero las Universidades necesitan libros y en el siglo XVIII los libros eran muy caros, sobre todo si había que traerlos del otro lado del mar. Para garantizar la enseñanza de las humanidades que se iban a impartir en el alto centro docente, el Prior de San Juan de Letrán, fray Salvador Cabello, estimuló y financió la fundación de la primera imprenta de La Habana y de Cuba, la del belga Carlos Habré, en 1720, en la que pronto se imprimirían libros religiosos y textos y tesis universitarias. El primer escrito que salió de sus prensas fue un «Sermón a la Virgen Santísima del Rosario» firmado por el propio fray Salvador Cabello. Por esa época, los frailes maniobraban para que el rey de España aprobara un nuevo Convento que de hecho ya existía en Bayamo. El 15 de noviembre de 1736 se firmó la Real Cédula aprobando la fundación, donde echó a andar un nuevo Studium Generale sin facultad para conferir grados universitarios. Los dominicos establecían de esta forma el embrión de una futura Universidad que habría de ser la primera que funcionara en el territorio oriental de la Isla.
La primera Biblioteca Dos páginas de un manuscrito del siglo XIV perteneciente a las monjas de Sto. Domingo el Real de Madrid, que muestra dos de los modos de rezar de Sto. Domingo
Una universidad para formar a los jóvenes, una imprenta de donde saldrán los libros para estudiar. Faltaba una Biblioteca Pública donde se guardaran las fuentes del conocimiento, los libros. En 1799, por acuerdo con la Sociedad Patriótica, los dominicos instalan en los locales de su Convento de San Juan de Letrán la primera Biblioteca Pública que funcionó en la capital y en la Isla.
Las Escuelas de Química Azucarera El siglo XIX fue amargo para los dominicos en Cuba. La secularización de la Universidad de La Habana en 1842, la supresión de la orden en ese mismo año, el rigor de la exclaustración, constituyeron duras pruebas para los frailes. Pero en 1898 se restauraba la orden en Cuba y ese mismo año los dominicos franceses de Lyon establecían una misión en Cienfuegos que pronto daría frutos muy copiosos. Interesados como siempre en el desarrollo del hombre, conocedores de que la primera industria del país había sido muy dañada por la Guerra del 95 y que el azúcar debía ser la base de la reactivación económica de la Isla, concluyeron que la reorganización de la producción azucarera debía establecerse sobre bases rigurosamente científicas. Así nacieron los primeros Cursos de Química Azucarera en Cuba, auspiciados por el dominico fray Regis Gerest con la colaboración de la Secretaría de Instrucción Pública, en 1906. El P. Gerest elaboró personalmente los programas de esta enseñanza. Los cursos evolucionaron con una gran aceptación. Su éxito fue tal, que en septiembre de 1909 fr. Regis Gerest O. P. fundó la primera Escuela de Química Azucarera que funcionó en la Isla de Cuba, la que estuvo bajo la dirección de fr. Félix Hede O.P., Doctor en Ciencias, y el Ingeniero Manuel Bergara. Los dominicos lograron dotar esta Escuela con los más modernos y sofisticados equipos y laboratorios franceses.
La Academia Católica de Ciencias Sociales La destrucción de las estructuras de la colonia española y la primera organización republicana de Cuba no podían transitar sin una gran desorientación ideológica. Un régimen que había durado cuatrocientos años había cesado: los cubanos comenzarían a gobernarse por sí solos. En un país profundamente católico con una innegable presencia sincrética, se manifestaron con todas sus fuerzas varias tendencias que no lograron desarrollarse en el pasado. Masones socialistas de todos los tipos, anarquistas, comunistas, propagaban doctrinas de toda clase y contenido, al tiempo que las iglesias protestantes entraban en la Isla junto con los ejércitos interventores. Las grandes masas de los trabajadores, por lo general mal instruidas, se confundían ante todas aquellas opciones distintas, proyectos diferentes, ideologías importadas... en medio de la pobreza y la destrucción heredadas de la guerra, la sociedad cubana, falta de antecedentes y de recursos culturales, trataba de encontrar su propio camino. Muy pronto los dominicos, protagonistas y espectadores del proceso histórico, concluyeron que era necesario estudiar los problemas sociales en la Isla. Así, a principios del siglo XX, surgió la idea de la Academia Católica de Ciencias Sociales, que se fundó en el nuevo Convento de San Juan de Letrán, del Vedado, el 16 de febrero de 1919. Fue el primer centro de este tipo en Cuba y en Latinoamérica, y de ella partieron numerosas iniciativas dirigidas a solucionar los problemas de los trabajadores, de las mujeres, de los niños, para salvaguardar sus derechos, proporcionarles instrucción, dotarlos con viviendas decorosas, con pensiones en caso de accidente, con jubilaciones por vejez.
Las semillas del futuro Las paredes de San Juan de Letrán cercan un recinto de sueños. El aula «Fray Bartolomé de las Casas», que ha creado nuevos espacios a la reflexión, es solamente el comienzo, porque la visita de Su Santidad Juan Pablo II a Cuba en el pasado mes de enero puso de manifiesto las enormes posibilidades y las esperanzas de los católicos de Cuba. Algunos sueños ya germinan, como los Cursos de Computación que ya funcionan. Otros crecen y se desarrollan en silencio: un Centro de promoción de la Mujer, un Taller para la Comunidad Audiovisual de Niños, que también será Taller Musical, y nuevas formas de contribuir a la sociedad cubana, de estudiarla, de ayudarla, de promover a los hombres, de alargar sus sentidos, de inspirarlos. Formas de preocuparse por la vida de los hombres en la tierra y desbrozar el camino a la otra vida en el Reino.
(1) Fray Antón de Montesinos no actuaba «per se» sino en representación de la comunidad de los dominicos de La Española, que delegaron en él la responsabilidad de denunciar la explotación de los indios. (2) Studium Generale, conjunto de clases de Gramática, Artes (Filosofía) y Teología según el curriculum tradicional, que se impartía en San Juan de Letrán. Aunque se impartían los conocimientos, el Studium no tenía facultad para conferir grados. (3) El texto completo de la Protesta de los Priores de los Conventos puede leerse en: Pichardo, Hortensia. Documentos para la historia de Cuba. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1971, t. I, p. 149, doc. 21. LOS DOMINICOS HOY por Fray Antonio Bendito, O.P.
Quien visite el Convento de San Juan de Letrán en La Habana, encontrará en su claustro unos paneles con la Cronología de los acontecimientos más importantes, vividos y realizados por los Dominicos en Cuba a lo largo de su amplia presencia histórica. Glorias del pasado, pero no sólo para contar y recordar sino, sobre todo, para impulsarnos a seguir caminando y construir el futuro. El joven que llama a nuestras puertas y sueña, tal vez, conque un día pudiera formar parte de nuestra vida, se pregunta: "Y hoy, ¿Cómo son y qué hacen ustedes?" Seguimos siendo los Frailes Predicadores, que Domingo fundara para llevar el Evangelio a los hombres. Una predicación que brota de la oración y de la experiencia contemplativa, del estudio constante de la Verdad Sagrada, de la pobreza evangélica y de la comunión fraterna. El estilo de Vida Comunitaria varía según las circunstancias. La "comunión fraterna", que es la fuente misma del dinamismo apostólico, es lo que tratamos de mantener siempre viva. Nuestra Regla de Vida, tomada de San Agustín, nos dice: "Han venido al Monasterio para que con un solo corazón y una sola alma glorifiquen a Dios". En San Juan somos una Comunidad internacional: españoles, cubanos, un alemán y un colombiano. Jóvenes unos y mayores en su gran parte. Culturas diversas. Pero todo esto no es un obstáculo para que podamos decir en verdad, y con todas las limitaciones humanas, que nos queremos como hermanos, que nuestra oración brota de un solo corazón y una sola alma; que buscamos juntos, en franco diálogo, solución a los problemas, que reflexionamos y proyectamos juntos nuestra misión apostólica. Nuestra Casa de Trinidad tiene esta asignatura pendiente, pues, en la actualidad, no hay más que un solo Fraile. Y uno solo no hace Comunidad. Situación que esperamos encuentre pronto la solución adecuada. De alguna manera podemos decir que, a pesar de la distancia, forma con nosotros «Comunión de Vida», pues no le falta nuestro apoyo moral , físico y espiritual. Nuestras Constituciones hablan de «Comunidad de Comunidades». El dominico nunca está solo, aunque la necesidad apostólica le mantenga a distancia de su Comunidad por un tiempo. Estamos lejos de ser una Comunidad ideal, pero sí puedo afirmar que todos nos esforzamos por hacer realidad el llamado a constituirla. La Contemplación Dominicana ha de ser fruto de una dinámica de oración y estudio, vividos con intensidad y armonía. También hoy, como ayer, los Dominicos somos bien conscientes que, sin una verdadera vida contemplativa, nuestra predicación o acción evangelizadora estará vacía de contenido. Y estamos empeñados en hacerla realidad. Las circunstancias no siempre lo favorecen, sobre todo cuando hay urgencias apostólicas que reclaman. La pobreza de personal ha sido durante años un reto de fidelidad a esta dimensión esencial del Dominico. Hoy en San Juan, las condiciones son más favorables: se ha logrado crear un cierto ambiente de silencio, sin el que no es posible la contemplación; y aumentó el número de Frailes, pudiendo distribuirnos mejor las tareas apostólicas. Nuestra Misión Apostólica es múltiple y no siempre la más adecuada a «nuestro carisma dominicano». Como acontece en casi todos los Institutos Religiosos, también aquí las circunstancias mandan. Los Dominicos en Cuba dedicamos muchas horas y energías en apostolados parroquiales o similares; y, ciertamente, no es lo más nuestro. Sin embargo, hay siempre «un talante» o manera de actuar muy propio, que lleva nuestro sello. Por ejemplo: priorizamos la evangelización a la sacramentación. Incluso es, para nosotros, como «una de las fronteras» de la Iglesia Cubana a la que hay que dar una respuesta auténtica. Otras muchas de nuestras actividades responden mejor a la Misión propia de la Orden: por ejemplo, nuestro empeño común en la formación de Catequistas, de Responsables de grupos y de todos aquellos que tienen hambre de la Palabra. Participamos en la formación de los Seminaristas y de los Religiosos. Organizamos cursillos de formación humana y cristiana (escuela de valores, educación sexual, cursos bíblicos, talleres de oración; también diversos talleres de manualidades: pintura, costura; cursos de computación, etc.), conferencias, encuentros y diálogos de alto nivel cultural entre personas de diferentes maneras de pensar y de ver la vida. Una labor hermosa y fructífera que lleva a cabo, sobre todo, el Aula Fr. Bartolomé de las Casas. La labor misionera realizada por el incansable Padre Luis Francisco Téllez en los poblados pertenecientes a la Parroquia de Trinidad es también un exponente de nuestra Misión Dominicana, hoy. Esto es lo que somos y hacemos los Dominicos, en nuestra Cuba de Hoy. Dicho, naturalmente, a grandes rasgos y sin demasiados matices. Espero sirva esto de un primer contacto que lleve a un conocimiento más personal y profundo. LA ORDEN DE LOS PREDICADORES: búsqueda y anuncio de la Verdad como pasión por Mons. José Siro González Bacallao
Querido Padre Uña: Queridos Padres de la Orden de Predicadores: Queridos hermanos y hermanas: La divina Providencia no nos podía regalar mejor don que hacer coincidir, en este Domingo, la Fiestas de la Ascensión del Señor y la celebración del centenario de la restauración de la Orden de Predicadores en esta Isla que los vio llegar muy al principio de nuestra evangelización y los vio regresar hace ahora sólo un siglo. En efecto, la ascensión de Cristo es la culminación de una obra progresiva, perseverante y radical de búsqueda y anuncio de la verdad, de entrega de la propia vida al servicio de la voluntad del Padre, de purificación y renovación de nuestra humanidad asumida por el Hijo de Dios para que todo hombre pueda alcanzar la salvación. La Orden de Predicadores, como su nombre y su carisma indican, es una familia religiosa que tiene la búsqueda y anuncio de la Verdad como pasión; que se ha puesto durante muchos siglos al servicio del crecimiento humano, que es sin duda la voluntad de Dios en cualquier tiempo y cultura; y es una comunidad donde, por los consejos evangélicos y su señal, los votos, se hace presencia sacramental y testimonial de esa humanidad redimida y ascendida a lo más alto de la libertad en la obediencia, de la fecundidad en la castidad y de la purificación en una opción por la pobreza que enriquece a muchos. Por eso decía que es providencia amorosa de Dios este encuentro eucarístico, que es por esencia y sacramento, una celebración de acción de gracias y promesa de la vida nueva que ya viven ustedes en cierne y que anuncian con apasionado amor al hombre concreto con el que conviven.
1. «Galileos, qué hacéis ahí Plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse.» (Hechos 1, 11) Los Padres dominicos están en Cuba, como comunidad establecida, desde 1574, aunque no debemos olvidar que fueron miembros destacados de esta Orden los primeros obispos de Cuba, quizás por ello los obispos de hoy esperamos tanto de los dominicos en Cuba. Ya sabemos que su obra ha estado marcada por ese ardor evangélico de lucha profética por la justicia y la verdad. La nueva evangelización a la que el Papa Juan Pablo II nos convoca, es también nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión. Este reto de inculturación y apasionada entrega es sin duda, para mí, el mayor desafío para los Padres dominicos que hoy miran a su historia llena de gloria y que se convierte en aguijoneante interpelación: « Hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?» -como hemos escuchado en la primera lectura de hoy. Esta podría ser una tentación de todos, cuando miramos a la historia de Cuba y de su Iglesia en la que esta Orden ha escrito páginas de «cielo», es decir de gloria, que va más allá de la obra meramente humana. Esta podría ser la tentación de los Padres dominicos al mirar atrás y encontrar la figura cenital de Fray Bartolomé de las Casas, insigne defensor de los derechos del hombre, en aquel caso, del hombre sufriente y esclavizado por la encomienda del poder y de la avaricia; o al mirar a la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de la Habana que abrió para Cuba la universalización de la sabiduría que es alcanzar para el hombre la síntesis superior de lo diverso en la unidad insaciable del espíritu humano. 0 podrían, quizá, mirar a estos últimos cien años -que hoy celebramos como último jalón de una vieja amistad que se reencuentra- para quedar plantados y pasmados ante la creatividad y la audacia de la Academia Católica de Ciencias Sociales que unió lo mejor de la intelectualidad cubana, cuyo 80 aniversario tendría que celebrarse, Dios mediante, el 26 de Octubre de 1999, fecha de su inauguración en 1919. De esta Academia de estudios cívicos salieron muchas luces para abrir perspectivas, y obras para ponerlas en práctica, pero permítanme destacar aquella que considero más valiente y comprometida, además de oportuna y profética, se trata del Proyecto de Código de Trabajo en cuya elaboración gastó la Academia todas las sesiones del curso hasta que el 20 de Julio de 1920 fue expuesta en el Senado de la República por el Dr. Mariano Aramburo, laico rector de aquel centro de estudios sociales, quien expresó entonces: «La Academia ha deliberado sobre el urgente problema de la legislación del trabajo, estudiándolo en todos sus aspectos y con la mirada atenta a las necesidades económicas y jurídicas de Cuba... esta codificación, a pesar de lo mucho que fragmentariamente se ha legislado sobre la materia en todos los pueblos modernos, aún no se ha llevado a cabo en ninguna parte, siendo Cuba la primera nación en realizarla con la ayuda de la academia.» (Exposición al Senado, citado por Larrúa en «Presencia de los dominicos en Cuba», pág. 226 y 227) Téngase en cuenta que esto ocurría en la segunda década de nuestra historia republicana y ya había una propuesta de Código laboral de inspiración cristiana a partir de lo que el Papa ha llamado ahora «evangelio social». En mi opinión este Código de Trabajo, el primer proyecto de redacción de la Declaración Universal de los Derechos humanos presentado por Guy Pérez Cisneros, otro cubano, en la ONU el 10 de Diciembre de 1948, y la Constitución de la República de 1940, son los tres jalones más adelantados y proféticos de la primera mitad de este siglo en Cuba. Los padres dominicos de hoy no deben quedarse plantados llenos de estupor al mirar las ingentes misiones y fundaciones de este siglo en muchas diócesis de Cuba. Me permito recordar que en mi Diócesis estuvieron permanentemente en la Parroquia de Guanajay invitados por el primer Obispo de Pinar del Río, Mons. Orúe y Vivanco hasta 1907... ¿regresará algún día a la más occidental de las diócesis esta bendita Orden que tanto tiene en común con el estilo y las obras que en aquella Iglesia, guajira y apasionada, se intentan realizar? Otras muchas obras dominicanas han sembrado la verdad, muchas veces con lágrimas, y la han cosechado luego entre cantares, pero ninguna de ellas debe servir para detenernos en los laureles, ni quedar plantados mirando al cielo de glorias pasadas. El Santo Padre tuvo un gesto precioso con el Padre Uña, con todo derecho ocupaba el primer puesto en la fila de la Iglesia en el Aula Magna de la Universidad; les confieso que cuando vi el blanco hábito de los Padres dominicos ocupar el primer puesto al lado del pasillo por donde entraría el Papa, una premonición -quiera Dios que del Espíritu- me decía: una nueva era ha comenzado en Cuba y su Iglesia. Al terminar su encuentro el Papa colocaba su mano segura sobre el brazo del Padre Uña y le preguntaba desde cuándo estaban los padres dominicos en Cuba. La mano del sucesor de Pedro sobre el brazo del sucesor de Fray Diego de Carvajal, el primer dominico que construyó el primer convento de la Orden en Cuba en 1578,» y el Sumo Pontífice había dicho momentos antes la más audaz de las propuestas de esa noche: «Recuerden la antorcha que aparece en el escudo de esta Casa de Estudios: no es sólo memoria sino proyecto. Los propósitos y los orígenes de esta Universidad, su trayectoria y su herencia, marcan su vocación de ser madre de sabiduría y libertad, inspiradora de fe y de justicia, crisol donde se funden ciencia y conciencia, maestra de universalidad y de cubanía.» (Discurso en la Universidad. No. 5) He aquí, queridos padres dominicos de Cuba, un proyecto para la antigua universidad y para todo nuevo sueño que recoja aquella herencia de la antorcha que también he encontrado en la puerta de esta casa. En ella deben encontrar acogida y compañía los laicos que tengan estas inquietudes sociales, los intelectuales de toda creencia o filosofía que intuyan un nuevo proyecto de justicia y de paz, y todo hombre y mujer de buena voluntad que esté buscando la verdad aún a costa de sacrificios. Este es todo un programa de vida y acción.
2.»Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria...ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama... « (Ef. 1, 17-23) Cuba necesita del carisma dominicano para salir de la vida en la mentira, para desmantelar la doblez, y pasar a reconstruir una nueva pasión por la verdad. Cuba necesita del carisma de Santo Domingo para alabar, bendecir y predicar al Dios que envía desde el cielo aquel rocío de justicia que el Papa auguró desde el aeropuerto al despedirse de los cubanos para que se abra un nuevo adviento en nuestra historia nacional. Me permito recordar que fue precisamente en una predicación de Adviento, el 21 de Diciembre de 1511, cuando Fray Antón de Montesinos lanzaba aquel grito profético que decía y nos dice también hoy: «¿Con qué derecho y justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? Estos, ¿no son hombres?... ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos?». Esta es otra fecha que debería celebrar toda la Iglesia cubana y latinoamericana, cada año como una Jornada de oración por los Derechos del hombre y de los pueblos, desde el día 10 al 21 de Diciembre, comenzando por este año en que celebraremos las Bodas de Oro de la Declaración Universal. Es una iniciativa que bien podrían animar los padres dominicos. Cuba necesita del carisma y las obras de la Orden de predicadores en el campo que siempre los ha caracterizado: el de la justicia y la paz, el de la búsqueda y anuncio apasionado de la verdad a través hoy de los medios de comunicación social, especialmente las publicaciones católicas de las que ya el P. Uña es prudente y apremiante asesor. Cuba necesita «una comunidad educativa» formada por los padres, la escuela y la iglesia, «para que los cubanos puedan crecer en humanidad» -según nos pidió el Papa en Santa Clara. En esta obra de promoción humana mediante la educación, que sabemos ya por experiencia no se puede reducir a la mera instrucción, ese camino de purificación de la naturaleza humana y de las culturas en las que el hombre se desarrolla, es una obra urgentísima para Cuba. La ascensión de Cristo por el camino de la cruz y la resurrección es el estilo y el ritmo en el que lo debemos hacer. Los padres de Santo Domingo, cuya traslación también celebramos hoy, deben escuchar esta voz y preguntarse qué «cosa nueva» deben hacer en Cuba, pues estoy convencido que, luego de la visita del Papa, no se trata sólo de hacer más de lo mismo, sino de buscar hacer «lo nuevo y profundo» que Cuba necesita y que el mismo Papa ha vislumbrado. Como en otros momentos de la historia, creo que los padres dominicos deben hacer suyas las enseñanzas del Santo Padre y hacerse abanderados y animadores de la aplicación concreta y duradera del audaz magisterio que nos dejó en Cuba el sucesor de San Pedro. El Aula «Fray Bartolomé de las Casas» es algo de eso nuevo que debe crecer y profundizar para servir mejor; las obras de la justicia y de la paz deben encontrar nueva «aula» en esta familia para servir mejor a la familia cubana. La antorcha no se enciende de pronto sino con la participación de pequeñas luces que ya tienen muchos cubanos encendida dentro, sobre todo después de la visita del Santo Padre. Que la antorcha sea primero luz y después calor, sea memoria y proyecto, sea fuego apremiante y ascensión, sea «traslado-camino» y conversión, para que los hijos de este Santo predicador y orante, profético y encarnado en su tiempo, sirvan con mayor eficacia y piedad a esta Iglesia cubana que quiere ser más evangelizadora, inculturada y profética al acercarse el Adviento del tercer milenio del cristianismo. Que para ello el Señor los ilumine con el Don de su Espíritu, cuya efusión celebraremos en este nuevo Pentecostés de 1998, nuevo para la Iglesia en Cuba que debe responder al desafío que le ha dejado la histórica visita del Papa y que no podremos recorrer junto a todos los cubanos sin el concurso de esta Orden y de todas las demás familias religiosas que gracias a Dios miran hoy a Cuba como una nueva tierra, donde los sueños viejos han pasado, pero donde sus hijos no cejan en el empeño de recrear la faz de la tierra a base de nuevos sueños y proyectos que hagan realidad la ascensión-promoción del hombre cubano, de todo hombre y de todo el hombre. «Que Él ilumine los ojos de nuestro corazón, y el alma de los cubanos, para que podamos comprender cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros.» (Ef. 1, 17-23) Que así sea. Amén. |