noviembre-diciembre. año V. No. 28. 1998 |
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CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA
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Mensaje de NAVIDAD |
![]() A los fieles de la Iglesia y a todos nuestros hermanos y hermanas en Cuba: El nacimiento de Jesucristo ha marcado la historia de la humanidad y constituye para millones de hombres y mujeres, en cualquier lugar del mundo, el acontecimiento iniciador de una vida nueva para todos pues "Jesucristo es el nuevo de todo, todo en Él converge, es acogido y restituido al Creador de quien procede".(1) En la Navidad los creyentes reconocemos el cumplimiento de las promesas de Dios y la realización de las mejores esperanzas humanas. Por esto, en correspondencia con el significado profundo de lo que nos disponemos a celebrar, los Obispos de Cuba queremos, dirigirnos, como ya ha sido habitual en los últimos años, a todos los hijos de la Iglesia Católica y a todos nuestros hermanos cubanos con quienes compartimos un mismo origen y un mismo destino. La Navidad de este año adquiere una particular relevancia al tener en cuenta el reconocimiento oficial, por parte de las autoridades del país, del día del nacimiento de Jesucristo como suficientemente significativo para declarar su carácter feriado. Esta celebración de carácter religioso tiene, además, implicaciones decisivas en la transformación y renovación de las personas y la sociedad. Hemos podido constatar, con satisfacción, que la decisión adoptada ha motivado una gran alegría para la mayoría del pueblo, cuya alma y raíces están impregnadas por el cristianismo. Desde hace largo tiempo se aspiraba a la recuperación de una tradición religiosa y familiar que, como sabemos, es capaz de evocar y suscitar los sentimientos y las conductas que hacen buenos a los hombres y felices a los pueblos. Así lo han experimentado, a través de los años, muchas naciones, entre ellas la nuestra, que ha sabido apreciar la reunión en familia de la Nochebuena ante las entrañables imágenes del niño Jesús, la Virgen María y San José, así como los cantos propios de este tiempo, a los cuales los cubanos hemos querido caracterizar con el ritmo propio de nuestras melodías. El reconocimiento explícito del sentido humano de los evangelios, que aparece en la declaración oficial, estimula el legítimo anhelo y la serena confianza en que, en un futuro no lejano, consecuentemente, sea aceptada la más amplia participación de la Iglesia y de los creyentes en la vida social aportando los valores religiosos, espirituales y morales de ese Evangelio que Jesús de Nazaret encarna y realiza, en sus palabras y acciones, hasta la entrega total mediante la muerte en la cruz como expresión indiscutible del amor más grande de Dios hacia nosotros. Al disponernos a celebrar las fiestas de Navidad nos parece oportuno invitar a todos los cubanos a asumir la enseñanza del papa Juan Pablo II al llegar a nuestro país, cuando afirmaba: "el Mensaje del Evangelio conduce al amor, a la entrega, al sacrificio y al perdón, de modo que si un pueblo recorre este camino es un pueblo con esperanza de un futuro mejor". Al acercarnos a la Navidad los cristianos estamos iniciando el último año de la preparación al Gran Jubileo por el Tercer Milenio del Cristianismo, año que el Santo Padre Juan Pablo II ha querido que sea dedicado a Dios Padre. Esa referencia al tiempo humano nos permite apreciar que, gracias al acontecimiento de la Navidad, desde hace dos mil años se ha estado ofreciendo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad la posibilidad de descubrir la presencia de Dios como Padre que ama con predilección y acompaña providencialmente a sus hijos. Al celebrar con fe el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, podemos reconocer la paternidad de Dios sobre sus hijos. Paternidad que es, en su significado y alcance, el origen y la plenitud de todo cuanto existe: la Naturaleza, la Historia y, eminentemente, el Ser Humano. En la aceptación agradecida de esa Paternalidad es posible crear y fundamentar la fraternidad universal de todos los hombres, creyentes o no, alcanzando así una de las aspiraciones más profundamente humanas. "Esta es la Vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Juan 17,3). Desde esta gozosa certeza, el Papa Juan Pablo II, afirma que: "toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del cual se descubre cada día su amor incondicional por toda criatura humana, y en particular por el hijo pródigo".(2) Los Obispos Católicos de Cuba queremos, con paternal solicitud, dirigimos a aquellos hermanos nuestros que por diversas razones y circunstancias se han alejado de Dios y decirles con toda convicción que Dios nunca se ha alejado de ellos. En este año de Gracia unidos a Cristo, Redentor del Hombre, emprendan el camino hacia el Padre de todos. Desde cualquier punto del camino de la vida siempre se puede volver a Dios que como Padre nos abraza con su amor, aliviando las heridas las heridas dejadas en el alma por las pruebas de la vida y, principalmente, por el pecado. Al acercarnos al padre encontraremos, ante todo, la misericordia que pone paz en el corazón y mueve la voluntad a acciones humanas de benevolencia y reconciliación, tan necesarias para la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Nos complace, como pastores de la Iglesia, y en comunión con el sentir de nuestro pueblo, recordar con afecto y gratitud la histórica visita que Su Santidad Juan Pablo II hiciera a nuestra Patria y cuyo primer aniversario nos disponemos a conmemorar. Somos conscientes de que las palabras y las acciones del Papa entre nosotros conservan toda su vigencia y su carácter inspirador "para emprender los nuevos caminos que exigen los tiempos de renovación que vivimos, al acercarse el tercer milenio de la era cristiana".(3) Sentimos la grave y gozosa responsabilidad, junto con todos nuestros hermanos cristianos, de promover y llevar a la práctica las propuestas que el Papa hiciera a los jóvenes, a las familias, al mundo de la cultura y del dolor y, en general, a toda la sociedad, pues como el mismo Santo Padre afirmara: "su visita ha vivido a dar voz al alma cristiana del pueblo cubano" y añadía: "Estoy convencido de que esta alma cristiana constituye para los cubanos el tesoro más valioso y la garantía más segura de desarrollo integral bajo el signo de la auténtica libertad y de la paz".(4) ¡Cuantas palabras y gestos, silencios y oraciones, se conservan, como germen de renovación y mejoramiento, en el recuerdo y en la conciencia de tantos compatriotas. Estamos seguros que se trata de un patrimonio que puede orientar inequívocamente las búsquedas y esfuerzos de todos los cubanos para entrar en el Tercer Milenio por caminos de recuperación humana y religiosa, lo que equivale decir caminos de paz y bienestar para todos los hijos de esta tierra. A la Virgen de la Caridad del Cobre, coronada por el Papa Juan Pablo II como Reina y Madre de los cubanos, confiamos estos deseos y proyectos a fin de que, como lo deseara el mismo Santo Padre, "construyamos el futuro de la Patria con ilusión, guiados por la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor".
Los Obispos Católicos de Cuba.
(1)(2) (Tertio Millennio Adveniente) (3) (Juan Pablo II, La Habana 25 de enero de 1958) (4) (Audiencia General, 28 de Enero de 1998).
(este mensaje debe leerse en todas las celebraciones del IV Domingo de Adviento)
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