septiembre-octubre. año V. No. 27. 1998


PEDAGOGÍA

LA AUTONOMÍA

DE LA EDUCACIÓN

por Sergio Lázaro Cabarrouy

 

 

Autonomía viene de la combinación de dos palabras latinas: auto, que significa propio; y nomía, que significa regla. O sea significa tener reglas propias, gozar de libertades en cuanto a la toma de decisiones y a la ejecución de acciones.

En la educación, que es el proceso de formación de la persona, esta autonomía es imprescindible y se expresa de diferentes maneras. La autonomía en la educación podría traducirse como la libre elección de la inspiración humanística, religiosa, así como los métodos educativos y los contenidos académicos, hecha por estudiantes, familias, profesores, y escuelas. Significa que entre los protagonistas del proceso educativo no existen relaciones de obediencia, sino de cooperación.

El principal sujeto de la educación es precisamente el estudiante. Toca primero a la familia y luego al propio estudiante la elección de los contenidos éticos, pedagógicos y científicos de su educación, a no ser los casos en los que los implicados no estén en condiciones de elegir. Si bien el estudiante debe ajustarse a determinada disciplina, propia de dicho proceso, la misma no debe ser carga que le impida establecer sus propias relaciones con el resto de la sociedad y con su familia, al contrario, debe promoverlas. La escuela debe ser un ambiente más, de todos los que en la vida del estudiante contribuyen a su educación. Hoy es cada vez más aceptada en todo el mundo la idea de la educación a lo largo de la vida, que no es otra cosa que la participación de la persona en distintos ambientes sociales (organizaciones, escuela, centro de trabajo, Iglesia, etc.) en los cuales se vaya realizando el proceso educativo a lo largo de toda su existencia. La proporción del tiempo que la escuela ocupa al estudiante depende de la etapa de enseñanza y de las condiciones específicas de cada situación (condiciones económicas de la escuela y los estudiantes, características culturales, intereses, etc.). En la sociedad deben existir varias opciones en este sentido, desde escuelas internas, hasta las de tiempo mínimo, de modo que la familia o el propio estudiante puedan elegir. No debe suceder que los padres deleguen su responsabilidad educativa a la escuela, ni que ésta no deje tiempo a que los padres vivan con sus hijos. Al mismo tiempo, la educación religiosa debe ser reconocida como parte imprescindible de la formación de la persona, escogida por la familia y no debe ser vista como una alternativa a la escuela. "La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa"1 al servicio de la persona.

El educador es el facilitador de la educación. Es la persona que ayuda a la adquisición de conocimientos y al fomento de las actitudes. Este acompañamiento debe tener en cuenta las características de cada estudiante, sus intereses, su vocación en la vida (si no la tiene, ayudar a formarla) así como la cultura propia del lugar y las posibilidades del propio educador. El educador debe tener libertad de enseñar, teniendo en cuenta dichos elementos. A esa libertad se le llama de cátedra, la misma es una expresión de su libertad de conciencia y expresión. Esta libertad va más allá de la autonomía para elegir los contenidos y métodos de la(s) asignatura(s) a impartir. Incluye la manera de relacionarse con los alumnos, los patrones de conducta que le trasmita, los criterios de juicio que le enseñe, los valores dominantes que promueva, el modo de relacionarse con la familia del estudiante, etc. Para evitar la anarquía en la educación o que existan grandes desniveles en la calidad, debe existir consenso expresado en regulaciones o recomendaciones de tipo nacional, regional o a nivel de escuela. Pero no debe dictarse "de arriba" el desarrollo de la clase, la dosificación del contenido, o la forma de evaluar, ya que así el educador se convierte en un mero reproductor de un programa que no siente suyo y que difícilmente pueda adaptarse exactamente a cada circunstancia. Hoy en día las propias exigencias de los niveles superiores de la educación y del mercado laboral funcionan como mecanismo regulador sobre el ejercicio de la libertad de la cátedra. En la escuela, sujeta o no a alguna regulación externa, se deben establecer consensos a nivel de institución o de grupo de educadores (los que imparten una misma disciplina, por ejemplo) sobre los contenidos y métodos del proceso educativo.

Los contenidos a estudiar deben elegirse por los sujetos del proceso docente-educativo, es decir, por el educador, por los estudiantes, y en las primeras etapas por la familia. Esta decisión debe estar influida por el colectivo de educadores de la institución, por los elementos que definen el perfil de la escuela y por intereses nacionales o regionales, según sea el caso. En este sentido nuestro sistema de educación debe evolucionar mucho ¿Cómo hacer esto luego de tantos años de experiencias tan distintas? La respuesta podría ser un ejemplo como este: en un politécnico agrícola público se va a elaborar el programa de los tres años de estudio. Para ello el director reúne a los profesores, llama especialistas en ganadería y cultivos de la región, a algunos campesinos, antiguos y nuevos estudiantes y a un sociólogo, y les invita a que la elaboren teniendo en cuenta las directivas generales que el Ministerio de Educación ha dado para ese caso. El Ministerio usa sus mecanismos de retroalimentación para saber de la calidad de la docencia y recibe cuenta exacta de los recursos asignados. ¿sería posible, en las condiciones actuales, evolucionar a prácticas como esa? Creo que sí, y ahora más que nunca en que la crisis múltiple que vive el país afecta y tiene al mismo tiempo parte de causa de la educación.

Algunos criterios para elegir los contenidos de estudio podrían ser:

- Necesidad e intereses de los estudiantes.

- Características y preparación de los educadores.

- Características y posibilidades de la escuela.

- Características del mercado del trabajo.

- Situación socio-económica2.

 

Para que educandos y educadores puedan ser autónomos, deben serlo también las instituciones educativas. Debe existir un justo equilibrio entre la autoridad estatal en materia de educación, y la necesaria autonomía de los establecimientos educativos. Dicha autoridad del estado se justifica por el derecho que tiene el pueblo de que se le garantice una buena educación. Los órganos del estado encargados de la educación deben establecer principios rectores para las instituciones que dependen de éste, así como establecer normas jurídicas para hacerlas cumplir, sin que esto implique que se establecieran "desde arriba" la estructura administrativa, los horarios, o los planes de clase de las asignaturas. Al mismo tiempo le toca al poder legislativo elaborar el marco legal para la existencia de otros tipos de escuelas independientes del Estado, de forma que la sociedad civil pueda también dar su aporte en la educación. El Estado debe promover además espacios de consulta y colaboración, así como suministrar apoyo económico también al sector privado.

 La interrelación autónoma de las instituciones educativas con el resto de la sociedad civil es imprescindible, incluso para el mismo desarrollo autónomo de los grupos e instituciones de la sociedad civil que ya se está dando en alguna medida en Cuba. Esta interrelación debe incluir la relación con otras instituciones educativas, la cofinanciación por parte de otras instituciones distintas del Estado, la realización de investigaciones o proyectos para el desarrollo de la comunidad, etc. En este sentido son muy convenientes las asociaciones de padres y maestros.

Un punto y aparte merece la autonomía de la universidad. Estas instituciones son depósito y fuente de progreso privilegiadas de la cultura de los pueblos4. La autonomía de las comunidades universitarias como instituciones pluralistas y diversas es garantía para la democracia y el desarrollo.

 

Para que la educación en un país funcione de un modo descentralizado y eficaz es necesario una autoridad central sólida, que supervise y promueva la educación sin aplastar la autonomía, con un buen marco jurídico para velar por el buen uso de los recursos y por el servicio al bien común3. El sistema educacional cubano cuenta con dicha autoridad y al mismo tiempo llega a todas las capas sociales, pero la escuela en muchos casos suplanta el papel de los padres, y el marco jurídico no permite otro tipo de escuela que no sea la oficial, de esa forma no es debidamente respetada la autonomía de los protagonistas del proceso educativo. Estas situaciones deben ir cambiando gradualmente para que la educación en Cuba pueda responder al reto del presente y el futuro, y sea capaz de superar las crisis que hoy vive para que los nuevos ciudadanos cubanos sepan llevar a la Patria por los caminos del progreso y la Democracia.

 

 

REFERENCIAS:

1. Homilía de Juan Pablo II en Santa Clara, p.

2. La Educación en la Sociedad Democrática. R.D. Herle P. Buenos Aires,. 1993.

3. La Educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors.

4. Ex Corde Eclessiae, Juan Pablo II. Encíclica sobre las Universidades Católicas. 

 

El Presidente MANDELA y

la ENSEÑANZA CRISTIANA

 

 

En vísperas de su 80 cumpleaños, el presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, expresó su gratitud a los valores que la Escuela Dominical y las escuelas misioneras le enseñaron.

"En el día de hoy tengo 70 años y 364 días... Mi vida ha sido un largo viaje. Agradezco a mi madre y a mis tíos que me llevaran a la Escuela Dominical y a las escuelas misioneras donde me eduqué. Aunque se supone que la juventud se rebele en contra de las iglesias estrictas, miro con cariño de forma retrospectiva a la instrucción que recibí en Clarkebury y Healdtown".

Hasta el año 1960, estas escuelas estaban en manos de misioneros cristianos que deseaban ofrecer a los estudiantes negros una mejor educación que la de las escuelas estatales que eran racistas. "Los valores que aprendí en estas instituciones me han servido durante toda mi vida", expresó el Presidente Madela durante la Conferencia Trienal Metodista desarrollada en Durhan. "Contamos con la fraternidad religiosa para que nos ayude a restaurar los valores morales y el respeto de unos a otros, elementos destruidos por el inhumano apartheid... Siempre reconoceremos a aquellos que permanecieron firmes a favor de la justicia y la equidad. Muchas comunidades religiosas sufrieron porque lucharon por la verdad. Ustedes no sólo enviaron capellanes para que nos estimularan, sino que nos ayudaron materialmente en lo que estaba a su alcance. Ayudaron a nuestras familias cuando nosotros no podíamos", concluyó el Presidente, agradeciendo a la comunidad religiosa el papel desempeñado durante la lucha contra el apartheid.

Un día después de esta intervención, el 18 de julio, Nelson Mandela contrajo matrimonio con Craca Machel, viuda de Samora Machel, quien fuera Presidente de Mozambique. (Fuente: ENI)

 

CREER ES TAMBIÉN SALUDABLE

 

Nueva York, 15 de julio (ZENIT). Según indica el «Internal Medicine News», al menos veinte facultades de Medicina de estados Unidos ofrecen cursos de espiritualidad, subrayando el papel que juegan las convicciones religiosas en la salud del paciente. «La enseñanza de la espiritualidad es esencial si se ve la curación como un proceso que une todas las energías del sujeto en una visión `holística´ (global) de la enfermedad», dice Edmund Pellegrino, profesor de la Georgetown de Washinton.

Que la fe haga bien no es una novedad, y recientemente lo ha confirmado un análisis realizado a cinco mil californianos, durante 28 años, y publicado por el American Journal of Public Health»: quienes van a menudo a la Iglesia, tienen una tasa de mortalidad más baja y una salud mejor que quienes el domingo se quedan en casa.

Quizá el efecto positivo se deba a la vida más sana de los creyentes, sobre todo por lo que se refiere al abuso del alcohol, tabaco y drogas.

Pero no es suficiente para explicar otros resultados: sobre 119 trasplantes realizados en la Universidad de Pittsburgh, en paridad de condiciones físicas y sociales, quien poseía una sólida fe tenía un período postoperatorio más rápido.

En el hospital de la Universidad de Yale, sobre 23 pacientes sometidos a intervenciones quirúrgicas, los creyentes tienen un índice de supervivencia de unas tres veces mayor respecto a quienes no creen. La explicación podría estar en la meditación y en la oración: el ritmo cardíaco, la respiración y las ondas cerebrales se hacen más lentas; los músculos se reflejan y los efectos de la epinefrina y otras hormonas ligadas al estrés decaen.

Para el profesor Herbert Bensg, de Harvard, la oración estimula las mismas modificaciones bioquímicas de la relajación. Siete individuos insomnes sobre diez, tras un poco de meditación y oración, comienzan a dormir regularmente; más de tres mujeres estériles sobre diez, conciben y otros tantos pacientes con dolor crónico reducen el consumo de analgésicos. ZENIT

 

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