Aunque algunas
enciclopedias señalan el 24 de noviembre de 1906, no fue hasta 1909, el mismo día, que
el cielo Argentino brilló más intensamente al incorporársele la luz de una nueva
estrella. Había nacido en Rosario, provincia de Santa Fe, una niña que desde muy
temprana edad se revelaría como la actriz y cantante cuyas dotes excepcionales la
convertirían en una de las más aplaudidas del continente americano.
Sus primeros pasos en el mundo artístico los daría en el teatro, donde despunta
como una genuina y recia figura interpretando pequeños papeles, y la antigua muchachita
aficionada deviene en una excelente profesional con un amplio dominio de la escena. Más
tarde incorporaría el canto, pues Euterpe (musa de la música) le había regalado una
melódica voz, con la que elevó, al igual que Carlos Gardel, Agustín Irusta y Hugo del
Carril, la canción porteña a planos estelares. Inolvidables para los que tenemos
plateada la sién resultan «Caminito», «Madreselva», «Milonguita», «Un cariño y un
clavel» y otras páginas de la cancionística latinoamericana que difundió por todo
nuestro continente, por Africa y por Europa.
Su más resonante triunfo en las tablas lo alcanzó con «Los Tres Valses», obra
montada por su propia cuenta, estrenada en Buenos Aires y presentada años más tarde en
New York, donde la prensa de la gran cosmópolis la colmó de elogios al batir todos los
records de taquilla establecidos anteriormente por otros artistas latinos.
Con la llegada del sonido a finales de la década del 20, el Cine absorbe a todos
los grandes cantantes y la vemos atravesar sus umbrales con una cinta aún recordada por
muchos de sus admiradores: «Tango», donde comparte honores con Alberto Gómez, Pepe
Arias y otras figuras muy conocidas en esa época. Este filme constituyó uno de los
primeros pasos del cine sonoro en Buenos Aires. Después vendría otro basado en un
argumento de su propia inspiración titulado «Ayúdame a Vivir» (lo que evidencia sus
cualidades multifacéticas), cuya repercusión trascendería las fronteras de su país
natal y le abriría definitivamente las puertas de nuestros corazones. Este segundo filme
sería el precursor de una extensa y triunfante filmografía. Es a partir de ese momento
que un periodista cubano: Ciro de la Concepción, la define como "La Novia de
América", calificativo que por derecho propio le corresponde y que aún mantiene a
pesar del paso de los años y el surgimiento de nuevos valores.
Su vertiginosa carrera no se detiene y otros filmes se vienen a sumar como frutos
de una abundante cosecha: «Besos brujos», «Cita en la frontera». «La ley que
Olvidaron», «En el Viejo Buenos Aires», «Madreselva», «Caminito de Gloria», «La
Cabalgata del Circo» todos ellos pertenecientes a su etapa argentina y que constituyeron
eslabones de una larga cadena de éxitos.
Somos fervientes defensores del melodrama por considerar que este género
contribuye a la formación de sentimientos. Nuestro pueblo, a lo largo de toda la historia
del cine, llegó a sentir un grado tan elevado de consternación, que las pupilas se
humedecían con frecuencia ante filmes como «Cuando los Hijos se Van», «Nosotros los
Pobres», «Ustedes los Ricos», «Pobre Huerfanita», «La Mujer sin Lágrimas» y muchos
más, donde nuestra heroína desempeñaría en algunos de ellos el rol principal, pero
somos del criterio de que no tuvo necesidad de esforzarse para causar una buena
impresión, si tenemos en cuenta que su vida ha sido un verdadero melodrama: amó, sufrió
y triunfó intensamente. Su estoicismo y gran pasión por el arte y por sus seres queridos
la estimularon para continuar adelante y vencer las vicisitudes que le deparó el destino.
Fruto de un infortunado matrimonio que contrajera muy jovencita con Manuel
Romero, nace su única hija, Mirtha Libertad. Pocos años después enviudaría, y en 1945,
en Río de Janeiro, contraería segundas nupcias, esta vez con el afamado compositor
Alfredo Malerba, en cuya compañía visitó varias veces Cuba y también nuestra
provincia, donde supieron conquistar las simpatías de nuestro público.
Cuando por desavenencias con la primera dama Argentina, Eva Duarte de Perón,
abandonó el país, México le abriría sus puertas y la cadena de éxitos continuaría
creciendo ininterrumpidamente. A esta segunda etapa se deben «La Dama del Velo», «Otra
Primavera», «La Infame», «La Loca», «Nunca es Tarde para Amar», «Te Sigo
Esperando», «Ansiedad», «Amor en las Sombras», «Gran Casino», «La Mujer X», y
«Rosas Blancas para mi Hermana Negra», donde figuró al lado de Eusebia Cosme, quien
encarnara a Mamá Dolores en la segunda versión mexicana de la famosa novela del escritor
y músico cubano Félix B. Caignet «El derecho de Nacer», entre otras joyas de su
extensa filmografía.
Esta mujer apasionada, dotada de una impresionante personalidad, gran
inteligencia y extrema delicadeza, se ganó un sitio en nuestros corazones, no solamente
con sus cualidades artísticas, sino con su modestia, sencillez y amabilidad. Recordamos
que al visitar el Cine «Aida» en esta ciudad, uno de esos personajes que deambulan por
nuestras calles, quiso exteriorizar sus simpatías por la actriz y cantante obsequiándole
un modesto ramillete de flores, y aquella señora, acostumbrada a recibir las más
hermosas ofrendas, besó a la admiradora, tomó el ramito de flores y lo mantuvo contra su
pecho durante toda la presentación.
Informada de que compartiría el papel protagónico con Arturo de Córdova en la
cinta «Te Sigo Esperando», expresó su complacencia afirmando que siempre quiso trabajar
con este actor por el que sentía profunda admiración y respeto, a lo que respondió el
mexicano que era él quien se sentía muy orgulloso de figurar al lado de la gran cantante
argentina.
Fueron precisamente estos dos actores los que, según una entrevista realizada al
célebre cineasta español Luis Buñuel (El Perro Andaluz, Viridiana, Nazarín, El Ángel
Exterminador), a quienes dirigió en «Él» y en «Gran Casino», los que más lo habían
impresionado de todos aquellos con los que trabajó durante toda su vida.
Muchas son las anécdotas que enriquecen la vida de esta singular mujer y
narrarlas harían nuestro ensayo interminable, pero quisiera referirme a una que nos toca
muy de cerca, y fue en ocasión de una visita realizada por nuestro Ballet Nacional al
teatro Colón en Buenos Aires. Entre los asistentes se encontraba La Novia de América,
quien, acercándose a los bailarines, les pidió trasmitirnos el siguiente mensaje:
«Díganle a los cubanos que los quise y que los quiero». Nosotros, reciprocamos ese
cariño.
Cuando por primera vez abrió los ojos al mundo e inició la odisea de la vida,
su padre, Don Gaudencio Lamarque, hombre de puros ideales, guardaba prisión por sus
concepciones políticas. Al informársele del nacimiento de la niña y preguntársele qué
nombre desearía ponerle, se decidió por aquel que era lo que más anhelaba en ese
momento: Libertad. |