A
la Comisión Católica para la Cultura
Hace unos días tuve la oportunidad de ser
invitado a un Encuentro Juvenil de Compromiso Apostólico de mi Parroquia. Fui con
esperanza y curiosidad. En las encuestas preparatorias la mayoría de los jóvenes
expresaba que estaban "desmotivados" y se suponía que en este encuentro se
hallaran causas y consecuencias de esa desmotivación, y su remedio.
Salí de la reunión juvenil entusiasmado y también dispuesto a escribir este
artículo de educación cívica. Mi entusiasmo nacía de que había logrado descubrir que
también desde la cruz de la desmotivación pueden nacer nuevos proyectos de vida. Que no
hay que detenerse en los desalientos sino hacer de ellos causa de renovación. La misma
asamblea juvenil de compromiso apostólico era ya, antes de empezar, una prueba de que en
cristiano la desmotivación es semilla de proyectos y las crisis camino de resurrección.
Pero un detalle, casi insignificante, me levantó la sospecha de que algo faltaba
en la base de la formación de estos jóvenes. Esa es la causa de este artículo.
Resulta que un joven, inteligente y aspirante a poeta, se me acerca en confianza
y en voz tan baja como pendiente de un hilo me pregunta: "Si proponemos un proyecto
juvenil de promoción cultural... ¿la Comisión Católica para la Cultura se
opondría...?"
Sin poder dejar de expresar mi asombro le respondí casi atropellando su
interrogante: "Pues claro que no,... al contrario." Y acto seguido le espeto la
pregunta lógica y buscadora de razones más profundas...: "¿Por qué esta
pregunta?" . El muchacho noble, y con una mezcla de alegría y desasosiego me dice
como dando por terminada la consulta: "No es por nada... es que pensaba que como ese
era su campo. Una cosa como esta se podría ver como una intromisión inadecuada..."
Y comenzó a proponer su proyecto de promoción cultural.
Yo no me quedé tranquilo. Quiero compartir esta experiencia con los demás
jóvenes que le interese este tema de la cultura y que encuentren que les nacen proyectos
culturales ya sea en el ámbito eclesial como en el ámbito social.
Yo creo que parte de la formación cívica que necesitamos es aquella que nos
enseña a participar en el mundo amplio, diverso y complejo de la cultura.
En ese mundo, como en muchos otros, la diversidad es signo de riqueza. Y las
alternativas son garantía de la posibilidad de opciones. Mientras más iniciativas haya
en el mundo de la cultura más se enriquecerá el espíritu humano. A fin de cuentas, la
definición misma de cultura "aquella forma peculiar con la que los hombres
expresan y desarrollan sus relaciones con la creación, entre ellos mismos y con
Dios"(Juan Pablo II en el Aula Magna), tiene en sí el germen y fundamento de
la pluralidad de iniciativas.
Los hombres se expresan de muy diversas maneras y cada grupo humano emite y
recibe su mensaje en el código y el "lenguaje" que le es más propio y cercano,
más inteligible y cordial. Luego, el cultivo del espíritu del hombre y de sus grupos de
relación, que es la esencia de la cultura, puede llevarse a cabo desde diferentes
ángulos, en diversos ambientes, desde distintas perspectivas, a partir de diferentes
concepciones y edades de la vida. Es difícil que el espíritu humano pueda expresarse de
una sola forma, en un único lenguaje, en un ámbito único.
Quien promueve cultura sabe que no lo puede hacer solo, ni exclusivamente, ni de
modo intolerante.
Quien desea fortalecer la identidad cultural no puede excluir ninguna faceta de
la persona humana. Quien hace capillismos en cultura mutila al hombre, amputa espacios al
alma de la nación.
En cultura, tienen el alma más sana quienes perduran en el cultivo de las
relaciones y en la apertura de los espacios diversos y complementarios. El vigor de la
cultura es su capacidad para abrirse a los más novedosos desafíos. Fortalecer la cultura
es abrirla para "encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan
identificarse; buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda
integrar en su seno sus múltiples tradiciones nacionales. La cultura cubana, si está
abierta a la Verdad, afianzará su identidad nacional y la hará crecer en
humanidad." (Juan Pablo II en el Aula Magna)
Entonces, mi querido y joven amigo, comprendes ahora mi asombro y agobio por tu
pregunta. Ya sé que no pensaste en nada de esto. Que lo hacías sólo por no molestar.
Que estabas buscando quedar en paz con todos. Pero la paz que buscabas es falsa porque la
buscabas eliminando alternativas en lugar de buscar síntesis, acompañamiento y
complementariedad de iniciativas. Es más difícil alcanzar estos consensos, pero es más
íntegro y leal. Es mejor para la cultura y para fortalecer la identidad personal y
nacional.
Fíjate que las letras crecen cuando hay más concursos y escritores, más
tertulias y talleres literarios. La música de un país crece cuando hay más grupos
musicales, más festivales, más creadores y más diversidad en los géneros. Fíjate
también que la cultura culinaria de un país crece y es más fuerte mientras más
variedades de platos se inventen y más maestros de cocina presenten su creación de
gustos y sabores más variados. ¡Qué aburrida sería la vida si todo fuera igual y
único!.
Así fue desde la Creación: el mundo se hizo más habitable, más bello y mejor
cuando Dios multiplicó las especies y dijo que no es bueno que el hombre esté solo. Y
creó animales y plantas diversos, según sus especies, y aves del cielo y cetáceos del
mar, según sus especies, y fieras del bosque y reptiles de la tierra, según sus
especies... y Adán diferente a Eva, según su género... y "vio Dios que era muy
bueno"(Génesis 1, 31)
Así fue también en el Arca de Noé: dos de cada especie y todas ellas navegaron
durante el diluvio y salvaron aquella biodiversidad de la creación. (Génesis 6,9)
Así fue de plural y diversa la efusión del Espíritu Santo en la fiesta de
Pentecostés: "Partos, medos y elamitas, romanos, judíos y prosélitos, cretenses y
árabes, y todos los oían hablar en sus propias lenguas" (Hechos 2, 9-11)
Así debe ser hoy, amigo joven, porque en cultura: quien suma buenas
alternativas, multiplica alimentos al espíritu... contribuye al cultivo del alma de la
gente con nuevos espacios, y hace crecer a los pueblos en humanidad. |