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septiembre-octubre. año V. No. 27. 1998 |
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CORRESPONDENCIA
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Sobre Cancio... asombro y alegría por Gustavo del R. Fernández |
No puedo contener mi euforia, cuando al recibir el número 26 de Vitral, tanto en su portada, como su contraportada, se exponen obras de la plástica de Arcadio Cancio; aunque no he tenido una relación directa con ese pintor cubano que ha triunfado en el exilio, conozco algunas de sus obras y en especial su versión de la Última Cena, que mucho me agrada. Me alegra mucho que Vitral dé a conocer su obra, pués Cancio forma parte de la familia pinareña, al contraer nupcias con Conchita Betancourt González, Máster en Música de la Universidad de Miami y famosa por sus recitales de los clásicos cubanos: Lecuona, Cervantes, Hubert de Blanck. En relación con su último recital, que tenga yo noticias, efectuado el pasado 13 de junio en el Gusman Concert Hall, de la Universidad de Miami; expresó en una entrevista: «Este programa ha tenido mucho que ver la influencia de mi esposo, porque, como que él es artista también, su presencia en mi vida me ha proporcionado paz y apoyo, ya que, no sólo él comprende y acepta las horas que tengo que dedicarle al piano, sino que lo disfruta igualmente». Conocí a Conchita, siendo ella una bebita, pués pertenece a la familia Álvarez Labiada Laviña, un gran afecto mío, pues desde la primaria en las Escuelas Pías hasta concluir el bachillerato, fui compañero de Carlitos Alvarez Labiada Vázquez, eso fue lo suficiente para que gozara del cariño de toda la familia; Conchita es hija del matrimonio formado por Humberto Betancourt y Yolanda González. Conchita simultaneaba sus estudios de primaria, en el Inmaculado Corazón de María, con sus clases de piano en la Academia Santa Cecilia, de la que era directora su tía abuela Ventura. Venturita Labiada formó varias generaciones de profesoras de piano en Pinar del Río, de ellas recuerdo: Florita Prieto, Zoraida Fernández Sánchez (Carlota), Nela de la Fuente y Élida Sevilla Pereda. Era costumbre en las academias de música, no sólo preparar al alumno para el examen de curso, sino que también efectuaban pequeños recitales, en los cuales los alumnos seleccionados, se preparaban con dos o tres estudios para los mismos; aún recuerdo las interpretaciones tan bellas que ejecutaba Conchita, de las versiones tomadas de los libros de Thopson, como eran: Canción del Torero (de la ópera Carmen), Rapsodia Húngara, Vals del minuto de Chopin, Paradise de Beethoven, etc. Abandonó el terruño cuando sólo contaba 12 años; por sus aptitudes musicales obtuvo beca en la Universidad de Miami, donde se graduó; ha formado parte de la dirección de la Asociación de Maestros de Pianos. Su amor por la música cubana, la ha llevado a expresar: «....se trata de mis raíces propias, con el orgullo de ser cubana.» No veo muy lejano el día en que la Comisión Católica para la Cultura, efectúe un Video-Concierto de esta querida pinareña; dirigido especialmente a Profesoras de Piano y alumnos de las Escuelas Vocacionales de Arte; pues el conocimiento científico y la creación artística no reconocen fronteras y de esta forma haríamos realidad el pensamiento martiano: «Honrar, honra». |
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