septiembre-octubre. año V. No. 27. 1998


HECHOS Y

OPINIONES

¿DOLLY O

LA NOVIA DE LÁZARO?

por Rafael Bernal Castellanos

 

«GALILEI: Una de las causas de la pobreza de las ciencias es generalmente la riqueza

en incultura. No es su objetivo abrirle las puertas a la sabiduría eterna, sino poner

un límite al error eterno».

Vida de Galileo Galilei (Cuadro 9) Bertolt Brecht.

 

«Y una vez es la Poesía quien logra rescatarnos la verdad por ese don de olfatearla

que se da, de tiempo en tiempo, en los auténticos poetas; y otra vez habrá de ser

la Ciencia la empeñada en hacer suya una quimera...»

Un verano en Tenerife (cap II). Dulce María Loynaz.

 

Suelen la vista y la memoria impresionarnos cuando andan en letra viva; en tales ocasiones un nombre, una fecha, una noticia pueden desencadenar reflexiones que -al decir del poeta- son un estruendo mudo que nos reduce.

Hace siglos que la Ciencia en su mayusculidad abandonó los trillos muleros por los que andaban unos escogidos que, con más tozudez que vista, conformaban una exclusiva cofradía donde la entrada era, además de selectiva, terriblemente peligrosa.

Hoy aquellas serventías -con el concurso silencioso de la diosa Electrónica- se han tornado autopistas tan amplias que permiten la navegación y tan democráticas que lo mismo informan sobre la temperatura media de Júpiter como sobre las más inauditas posibilidades del sexo... sin intervención de pareja alguna.

Ante tal desarrollo era poco más o menos probable que en algún momento Frankestein abandonara su escenario gótico y su sucedáneo electrónico nos saludara como promotor de una gira turística bajo el control de androides o como imbatible rival en un torneo de ajedrez; sin embargo, enterarnos un día que una lanuda oveja había salido de un tubo de ensayos sin intervención sexual alguna, más que admirados puede dejarnos con la mente en blanco.

El impacto de esta oveja con nombre de muñeca -Dolly-, puso inmediatamente de manifiesto cuánto hay de peligroso en la hazaña, no sólo por la reiterada alusión «... a la creación de ejércitos especializados en todo salvajismo», sino por las especulaciones acerca de quienes pudieran ser clonados -es el término científico para este proceso-.

Es aquí donde aparece la médula de este descubrimiento: si la ya conocida clonación vegetal ha permitido multiplicar la producción de alimentos en numerosos países con la reducción del tiempo de espera al no depender para nada de una semilla; similar proceso en el hombre es mucho más ¿complejo?

La reacción inmediata de muchos gobiernos fue vetar su ejecución en seres humanos al menos hasta que luego de numerosos y profundos estudios complementarios no exista un acuerdo internacional al respecto.

La medida -aunque prudente- no deja de ser curiosa pues, resulta bastante difícil de controlar en un mundo donde los laboratorios de investigación de algunos ejércitos y varias transnacionales son casi un estado dentro de otro y, realmente, prohibe algo que muy pocos pueden hacer al carecer del dinero, las instalaciones y el personal adecuado, valga el ejemplo de un periódico argentino que le recordó a su presidente que tal medida era innecesaria para ellos ya que los pocos genetistas del país habían preferido ejercer otras profesiones o cruzar las fronteras al no encontrar condiciones para desempeñarse como tales.

Paralelamente uno de nuestros periódicos, -Juventud Rebelde- abordando la repercusión mundial del hecho, reproducía un comentario donde se ejemplifica cuánto se hubiera podido lograr de conocerse la clonación cuando murió Einstein.

No discutimos los indudables méritos del científico alemán, ni sus fundamentales aportes, pero -aparece aquí un factor discutible: la selectividad, como ejemplo de figura representativa del universo científico es totalmente válida; más ¿cuál Einstein sería el clonado; el joven que desaprobaba exámenes, que no asistía a clases, aquel cuyos maestros consideraban incapaz y cuyos primeros trabajos fueron objeto de burla, o el otro, el científico famoso creador de célebre teoría y de importantes estudios que -entre otras cosas- facilitaron el horror de la bomba atómica? Indudablemente ambos resultan la misma persona, sin embargo; de morir joven no se hubiera pensado en clonarlo.

He aquí el dilema: la experiencia humana, sus convicciones, su fe, su inteligencia, surgen y se desarrollan en el más o menos largo proceso vital, enfrentándose cotidianamente a problemas que despiertan nuestras capacidades, por tanto, asumir esa posición, aunque sea como mero ejemplo supone reservar un logro científico sólo para aquellos genios que arriben al final de su vida, excluyendo a los jóvenes que no han podido aún demostrar su plenitud de formas, además de que todas las investigaciones han demostrado que las células nerviosas -las neuronas- fundamento del cerebro, son las únicas que no se reproducen.

Inquieta también otro asunto; aceptamos que la figura del autor de la Teoría de la Relatividad es ejemplificativa no sólo de los científicos sino de todas aquellas personas, sea cual sea su labor, que son orgullo de la Humanidad, pero resulta sintomático que haya sido él y no Capablanca, Ghandi, Chaplin, Picasso, John Lennon o Lorca: si, como dicen los periodistas sensacionalistas, el mundo se fuera a acabar y hubiera que salvar sólo a un ser humano a través de la clonación, ¿quién puede asegurar que el elegido sería un artista? ¿cuántos recordarán las palabras de una poetisa recientemente fallecida al afirmar...

«Si el hombre perdiera los poetas seguiría siendo el dueño del mundo; pero no escucharía el canto de los pájaros, aunque los pájaros cantaran todos los días, ni aunque la poseyera, él sabría en verdad lo que es la rosa».1

Precisamente fue Dulce María Loynaz el impacto profundo y esencialmente humano que traería una resucitación -la clonación de hoy-.

En el largo y sentido poema en prosa La novia de Lázaro la sensibilidad femenina, poética y esencialmente humana de su autora asume la condición de una muy posible novia de Lázaro de Bethania enfrentada al retorno del hombre amado a quien había llorado días antes y, al hacerlo, descubre el lado terrible del milagro, el no previsto el realmente Humano.

Estructurado en forma de un monólogo la novia desarrolla un crescendo emotivo que se inicia enfrentando la euforia del resucitado con el yo interno de la novia viuda.

Ante ese conflicto aparece la esencia del texto, su más honda proyección: cuánto puede un profundo y sincero sentimiento, es el más duro reproche de la novia:

«Dime Lázaro: ¿Acaso no era más difícil resucitar /que quedarte, cuando mi alma se abrazaba a la tuya forcejeando /hasta desangrarse, con la muerte?2.

Más adelante agregará...

«¡Tú estabas muerto y yo seguía viva sintiendo el paso, el peso, el poso de la noche que se me había echado encima, /incapaz de morir o conmoverla! (...)

Fue otro quien lo hizo. Vino y la noche se hizo autora, la muerte se hizo juego, el mundo se hizo niño.(...)

No necesitó más que eso, llorar un poco, sonreír un /poco y ya todo estaba en su puesto. Dulcemente. Sencillamente. /Indolentemente».

 

Hoy, traspuestos los años y enfrentado a nuevas condiciones más que a Cristo taumatúrgico, llega la objeción al investigador científico. ¿El sudor, el dolor, los pesares enfrentados durante su formación y en el trabajo de laboratorio son suficientes para no ponerle límite a su poder? ¿Pueden otorgarle el poder de decidir el destino de los demás?

Para la poetisa novia había algo que le preocupaba por encima de todo:

«Ahora tú eres su obra, el recién nacido de su palabra taumatúrgica.

Las que me digas en adelante, sólo serán el eco de la suya dominadora, vencedora de la muerte. Serán las que no supe arrancar de tu pecho vivo o muerto, ni ganarle a su mano, ni beber en mi sed. Ellas caerán en mi alma heredada por la espera, como flores extrañas en un pozo. ¿Te será lícito servirte de ellas para jurarme amor en la ventana...?

Cae ahora la pregunta fatal que a todos ha demolido desde la aparición de Dolly ¿A quién responderán los seres clonados? ¿Hasta dónde el laboratorio seleccionará o respetará sus emociones? Porque realmente toda conquista científica, más que un premio al afán de perfeccionamiento del Hombre, es un nuevo reto moral, una rendición de cuentas ante su dimensión ética de HOMO SAPIENS SAPIENS.

Y es que el conflicto mayor no radica en alcanzar la meta propuesta sino en ajustar una y otra vez la vida a ese proyecto, el dilema deja de inmediato al científico para hacerse DE TODOS, conozcan o no de la conquista, para la cual, generalmente, no están listos como ocurrió con la novia:

«Ah, te estremeces Lázaro, porque hasta ahora tú sólo has querido seguir siendo tú mismo y no te has preguntado si yo sigo siéndolo.

He podido morirme ante tus ojos que me ven viva todavía.

He podido morirme hace un instante del encuentro contigo, del choque en esta esquina de mis huesos con tu rostro perdido... (...)

«Sí, yo soy la que ha muerto y no lo sabe nadie. Ve y dile al que pasó, que vuelva, que también me levante...

Me eche a andar».

 

La Ciencia, lo sabemos, todavía cura y mata; el más elemental sentido común y el más simple conocimiento de la Historia Universal demuestran que su avance es indetenible y es inmenso el valor de sus conquistas.

La clonación humana, sin lugar a dudas, puede resolver infinitos males que hoy nos aquejan; es muy probable que la cura del cáncer y del SIDA pasen por este atajo. Sólo aspiramos a que, antes que salga del laboratorio, no sólo los científicos responsables de su descubrimiento, sino todos aquellos que de una forma u otra estén responsabilizados con su aplicación, hagan suyas preguntas como éstas:

¿Podrá alguien seguir viviendo «normalmente» junto a otro que ha fallecido una y otra vez? ¿Sus sentimientos seguirán siendo los mismos? ¿Cabremos todos en este planeta cada vez más estrecho? ¿Sobrarán entonces los que no tengan ni el dinero ni el poder para pagar una clonación?

¿En ese futuro mundo modernísimo, llorar por la muerte de un ser querido será un acto indecente propio de las incultas, incapaces y pobres «clases bajas»? ¿Cómo se formarán cívicamente los ciudadanos de una sociedad que no se preocupe por la -hasta entonces- temida barrera de la muerte?

 

 

CITAS:

1. Loynaz, Dulce María: «Poema CXIX» En Obra lírica, p. 369. Ediciones Aguilar. Madrid, 1955.

2. Loynaz, Dulce María: «La novia de Lázaro», en Poemas náufragos. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana, 1991.

Todas las demás citas corresponden al mencionado poema en la referida edición que se extiende desde la página 66 a la 72. 

 
bdown.gif (1557 bytes)