Entre los años finales
del siglo XIX y el primer tercio del XX, Enrique José Varona fue la figura más relevante
del quehacer cultural cubano.
Nació en la austera ciudad de Puerto Príncipe, el 13 de Abril de 1849, cuna de
Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte y otras insignes figuras de la historia
patria. Puerto Príncipe se vanagloriaba de la cultura y prestigio de sus familias.
Proviene Varona justamente del seno de una de las más destacadas. En un ambiente burgués
acomodado y culturalmente favorable a las letras, creció el niño, y halló en ello una
de las direcciones de su cultura, así como los modelos de expresión que iba a preferir.
Se ejercita en ordenar florilegios de poesía lírica; dedica tiempo a un sólido
aprendizaje en lenguas y literaturas de la antigüedad clásica, en grado tal, que ha
podido llamársele humanista.
Entre los años 1876 y 1895 trabajó intensamente en el campo intelectual.
Publicó importantes trabajos filosóficos y literarios en las más importantes revistas y
periódicos del país.
Desde 1880 declara su franca asimilación del positivismo y del evolucionismo en
sus "Conferencias Filosóficas". Sin embargo, Varona no aceptó como un todo
global el positivismo.
La posición de Varona en filosofía significó un franco ataque a la corriente
neoescolástica, exaltada desde la cátedra por el doctor Martínez en la Universidad de
la Habana.
Su incursión por la filosofía sólo duró hasta 1884. Diría años más tarde
acerca de su calificada labor como filósofo:
"Cuando he oído que me llaman filósofo, he recordado siempre lo que dice
La Bruyere; me ha parecido que no hay en ello cumplimiento sino injuria. He escrito un
Tratado de Psicología; pero desde un punto de vista estrictamente científico. Y lo mismo
puedo decir de mis investigaciones sobre el fundamento de la moral y sobre la
lógica"(1).
Alternan en Varona desde los treinta años la incesante actividad intelectual
(literaria y filosófica) y la preocupación vigilante de la cuestión cubana. Autonomista
al principio, separatista después, conservador en la República, se convirtió desde
joven en punto de referencia, porque sus juicios, sus artículos, sus discursos,
contenían a la vez doctrina y llamamiento a ver la realidad concreta.
Fue un hombre que ocupó importantes responsabilidades en su vida pública:
Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, después ocupa la Cátedra de
Filosofía de la Universidad de la Habana, colabora en El Fígaro, para recordar sólo una
revista, y escribe en periódicos diarios numerosos artículos. La preferencia de Varona
por el artículo breve se evidencia en dos de sus libros: "Desde mi Belverde" y
"Violetas y Ortigas". Finos y profundos juicios literarios dan valor permanente
a esas colecciones, donde no hay un solo trabajo extenso.
En otra colección, "De la colonia a la República", aparecen
artículos políticos, manifiestos y las fundamentales disertaciones sobre el fracaso
colonial de España.
Consistió su vida en estudiar, meditar, servir. Desempeñó Ministerios; fue
jefe de partido y vicepresidente de la República. Al final de su existencia no poseía
bienes materiales. Se sostenía merced a una pensión que se le concedió.
Fue un hombre sencillo. La seriedad y el rigor de su pensamiento le habían
dejado cierto aire severo, a más de no ser su temperamento de suyo efusivo. Pero las
gentes tomaban esta nota muy al pie de la letra y no ha faltado quien le niegue
sensibilidad. Esto último es incomprensión. Los clásicos le reafirmaron, es cierto, su
natural recogido, de sobria expresión; pero le corría cálida vena emotiva, sin la cual
no hubiera escrito el elogio de Martí, que es maravilla de afinidad e identificación con
su genial amigo doloroso y profético, ni hubiera dejado la palpitante pieza que tituló
" El poeta anónimo de Polonia". Su capacidad emocional se revela bien en esos
dos trabajos, sin que los credos positivistas ni el sombrío escepticismo que poco a poco
lo invadió fueran estorbos a la concepción de la idealidad humana, tal como reluce en
esas apologías.
Varona, representa junto a Martí y Varela, con mentalidades distintas, lo mejor
del ideario del siglo XIX, ideas que no pertenecen por modo exclusivo a siglos ni épocas,
sino que son de permanente sentido humano, por los cuales deben trabajar en Cuba los
mejores hombres de todas las esferas sociales y de todos los credos.
En la vida de Varona cabe señalar tres etapas principales de su actividad
creadora. Aquella, principalmente considerada por nosotros, que se inicia con sus trabajos
literarios y filosóficos y se extiende a todo el período de apogeo de su pensamiento,
que culmina en la serie de conferencias filosóficas, y dura hasta que deja de publicarse
su Revista Cubana. El segundo período, de actividad preferentemente política, se inicia
cuando todo el proceso de ideas de la etapa anterior da sus frutos en los nuevos empeños
de independencia. Varona participa de modo directo en la lucha en favor de la guerra
concebida y guiada por Martí, sustituyéndole en la dirección del periódico Patria
(1895) de Nueva York, órgano del Partido Revolucionario Cubano. A su frente estuvo
mientras duró la guerra y allí realizó su segunda gran campaña para la redención
humana.
Con la instauración de la República (1902) comienza la tercera etapa, la de
moldear la realidad a los ideales forjados durante tanto tiempo. Y es entonces cuando el
escepticismo prende más hondo en su pecho. Es notorio que en su amplia obra de los
primeros tiempos se transparentaba una clara fe en el progreso, en el futuro del hombre,
en el mejoramiento colectivo, en el triunfo de la ciencia. No le falta a esa obra el calor
emocional, la temperatura vital, aun el apasionamiento por las ideas y el entusiasmo por
una humanidad mejor. Sin embargo, esa obra primera y de mayor alcance de Varona, no
obstante su propia calidad y trascendencia, que años antes había contribuido de modo tan
evidente al advenimiento de un credo de superación, en los tiempos republicanos apenas
merece atención, como si perteneciera definitivamente al pasado, sin llegar a despertar
otro interés que el de contados especialistas. ¿ No es bastante testimonio que aquellos
libros suyos publicados entre 1883 y 1891 no se reediten al instaurarse la República, ni
en años posteriores en vida del maestro?.
Varona, al regresar a Cuba al término de una misión que tanto había
contribuido a la libertad de esta tierra, vuelve a sentarse frente a su mesa de trabajo.
Continúa la obra de orientador que siempre había asumido, pero ahora le penetra un
escepticismo que antes no había conocido. Antes pudo existir el escepticismo metafísico
propio de los filósofos positivistas, pero trabajó con fe cuando había que guiar a un
pueblo a su independencia. A pesar de ese descreimiento, no dejará de oírse su voz en
los más graves momentos para la naciente nacionalidad, sobre todo cuando los jóvenes que
se sienten iluminados porque aún son puros y no han perdido la fe en los destinos de Cuba
se le acercan al retiro de su aislamiento para escuchar su consejo y su palabra
adoctrinadora. El les alumbrará el camino.
Enrique José Varona fue profesor de filosofía en la Universidad de la Habana.
Afiliado al positivismo, adversario de toda metafísica trascendente, siguió
principalmente las orientaciones del empirismo Inglés.
Toda disciplina filosófica debía constituirse, a su entender, siguiendo el
modelo de las ciencias naturales; aun reconociendo la distancia que separa a éstas de la
filosofía propiamente dicha, excluía cuanto no se atuviese a los fenómenos, cuanto no
se hallase dentro del campo de la experiencia posible.
Admitió por igual las orientaciones de Comte y de Spencer, pero rechazó del
primero la fase de la Religión de la Humanidad, y del segundo la metafísica de lo
Incognoscible.
En la lógica, siguió rigurosamente la tendencia inductiva que culminó en
Stuart Mill y concibió la investigación lógica como una metodología de las ciencias
particulares.
En psicología, se adhirió al psicofisiologismo experimental y en particular a
la doctrina de Bain.
En ética, tendió a convertir toda moral teórica en ciencia de las costumbres,
pero si fundó la moralidad en la sociabilidad admitió que la libertad es algo posible
como conquista del hombre, que puede llegar por un esfuerzo a una parcial desvinculación
de las determinaciones naturales.
Varona representó, por tanto, todo lo que era considerado en su época como
rigurosamente positivista: el determinismo, el mecanicismo, el evolucionismo, el
naturalismo, la negación de la metafísica y, en el camino del conocimento, de toda
deducción y de toda intuición, pero sus tendencias últimas implicaban ya la superación
del positivismo y el bosquejo de un escepticismo no sistemático que podía ser resultado
tanto de una experiencia vital como de un análisis conceptual.
La producción filosófica de Varona consta de dos partes principales: una serie
de artículos extensos y algún trabajo leído a modo de conferencia, anteriores a 1880,
según puede verse en distintos tomos de la valiosísima "Revista de Cuba",
fundada en 1877; y su curso de filosofía, las célebres conferencias en tres series, la
lógica, la psicología y la moral, que empezó en 1880 en la Academia de Ciencias.
Los trabajos sueltos de Varona a que ya me referí, publicados en la
"Revista de Cuba", y contenidos en el libro "Estudios literarios y
filosóficos", que apareció en 1883, son los siguientes: "La moral en la
evolución", "La evolución psicológica", "La psicología en sus
relaciones con la fisiología", "La metafísica en la universidad" y
"El positivismo".
Algunos son polémicos; todos están escritos sin el rigor didáctico de las
conferencias de 1880. Por eso se le prestaban más al autor para ir fijando los
fundamentos de su doctrina, las razones que tenía para desechar las posiciones
metafísicas. Apenas los hizo en sus tres cursos. Digámoslo de otro modo: en los estudios
sueltos, a menudo se pone a filosofar; en las lecciones se ciñe a exposición científica
de los hechos que considera.
Decir que con Varona gana la disciplina científica y decae el espíritu
filosófico, no puede aseverarse así ligeramente. Hay que examinar las razones en que se
funda, me refiero a movimientos de ideas despertados por la obra de un pensador.
Las ideas de Varona apenas rebasan los cauces de las ciencias particulares, lo
cual es muy propio de la dirección positivista que siguió.
Hay que aceptar que los cursos de Varona, aun omitiendo las materias más
genuinamente filosóficas, constituyeron un movimiento. Pero de allí no se originó un
interés sostenido por la Filosofía.
"Ahora bien, los movimientos que en Filosofía merecen el nombre de tales,
crean una atmósfera de reflexión, donde los criterios sobre el mundo y la
vida(descomponiendo estas dos realidades en sus varias facetas) se tensionan en valores.
Los movimientos, además, ponen en circulación las ideas, enriquecen y
flexibilizan los intereses del estudioso y aun del simple lector. Son, pues, avivamiento
de la conciencia, y señalan, no importa el camino, las vivencias superiores del
espíritu. Son primero núcleos, pero pronto dilatan sus potencias en ondas que afectan a
veces la organización de una cultura, o al menos calan en la voluntad de una generación.
En Cuba, Luz y Caballero en su cátedra del convento de San Francisco(1839-1843),
en su polémica famosa, y en general, a virtud de sus doctrinas, ocasionó un movimiento
en los medios intelectuales de su época. Lo había despertado también el P. Varela.
Varona trabajó más que ellos en obra sistemática, ordenada, y expuso en sus
tres cursos un cuerpo de ideas no igualado hasta hoy en Cuba. Sin embargo, esa obra apenas
motivó los intereses filosóficos. Los que la conocen la han admirado por su densidad,
por su método, por su claridad, eso ya, sin más, la reconoce. Pero en punto a vivencia,
en la esfera del pensamiento, no removió los espíritus. No hay en esto mengua ni
fracaso, sino que no podía ocurrir de otro modo" (2).
La dirección positivista limita, mejor dicho, descarta los problemas. Varona no
acoge con calor en sus lecciones cuestiones fundamentales tales como: causa primera,
mecanicismo y finalismo, determinismo y libre albedrío, sentido de la vida, ansia de
supervivencia etc, y no es que no trate algunas de ellas, pero tiende a convertir cada
rama filosófica en ciencia particular.
Todavía advierto en la obra filosófica de Varona, algo que a mi ver determinó,
más que las causas indicadas anteriormente, el poco interés y poca repercusión
filosófica de su obra, y es el no haber introducido en su enseñanza corrientes
históricas. No puede haber filosofía sin raíces en lo pasado ¿ Qué formación
filosófica tendrá quien estudie Psicología, que hoy es una ciencia particular, y no se
entere del fluir del pensamiento universal, a través de escuelas y sistemas?. Es
indispensable el estudio de las obras fundamentales, como la metafísica de Aristóteles,
el Discurso del método de Descartes, la Crítica de la razón pura de Kant. Si se enseña
Filosofía, no pueden dejar de enjuiciarse doctrinas como el Pragmatismo, el Intuicionismo
, la Fenomenología, etc. Varona, excluyó de su obra numerosos temas del más genuino
espíritu filosófico. Se ciñó tanto a lo empírico que perdió el latido vital
profundo, eterno.
Varona ha sido un animador en literatura y en política; no lo ha sido en
filosofía, su influencia se ha derivado más de lo literario que de lo puramente
filosófico, la causa radica en las exclusiones que según lo dicho, se notan en su obra
de filósofo, tan vigorosa y tan lúcida,por lo demás.
Insisto en que, dado el plan que se trazó, y sobre todo, el criterio filosófico
que adopta, procedente en gran parte del evolucionismo y del positivismo, sus lecciones
son lo que deben ser.
Hubiera podido, con otra orientación, incorporar a su obra, temas esencialmente
filosóficos, que excluye o toca sin detenimiento:
1- Las posiciones epistemológicas.
a-) Origen del conocimiento.
b-) Validez del conocimiento.
2- La naturaleza de la mente en Platón, en Aristóteles, en la
filosofía medieval, en Hume, en Kant.
3- La tradición empírica de la filosofía inglesa, de Bacon a
Hume, frente al racionalismo, representado por Descartes.
4- Líneas generales del Kantismo.
5- Exposición sumaria del sistema de Hegel.
6- El sentido de la vida, los valores en filosofía.
Hubiera podido enjuiciar, sin abandono de su doctrina, todas estas direcciones.
Así hubiera señalado los varios sistemas, pero optó por limitar su campo y apenas
especuló fuera del fenómeno.
La Filosofía Moral de Varona es insensible a los matices axiológicos.
Las limitaciones a que me he referido, no son de Varona; son de su época. Su
temperamento personal, la tradición filosófica cubana y los menesteres mismos de su
país le instaban a una filosofía positivista.
Esto se justifica, en que uno de los hechos más inequívocos en la historia de
nuestra cultura es la continuidad que se observa en la evolución, breve pero intensa, de
las ideas filosóficas, y esa corriente maestra es el empirismo. Nace a fines del siglo
XVIII con la crítica indirecta de la Escolástica en el P. Agustín Caballero, acusa
todavía un curioso desdoblamiento de racionalismo teológico y de sensualismo en el P.
Varela; retiene la creencia, pero descarta ya la racionalidad de ella y propugna los
métodos científicos con José de la Luz y Caballero.
Consciente de la responsabilidad que ese linaje de ideas le impone. Varona se
apresta a defenderlo de idealismos aparecidos y a reafirmar sus implicaciones. No sólo
niega la racionalidad de un saber trascendente, sino también su validez y su eficacia. Y
sin embargo, esa actitud no se funda en un extremismo sensista respecto a la naturaleza
del conocimiento. Varona ya ha leído a Kant, y sabe que el espíritu no puede quedar
reducido a un papel meramente pasivo. He ahí por qué dice que entre el sensualismo
directo de los ideólogos y el antiguo apriorismo, siempre procuró tomar "un camino
medio". Por eso también se siente ajeno al positivismo extremado.
De esta suerte, el proceso que Varela inició alcanza en Varona, de una parte, la
integración en cuanto al contenido del saber, que se hace enteramente natural; de la
otra, una mayor profundidad respecto a su origen, su naturaleza y sus modos de
elaboración.
Esa tradición filosófica cubana respondió, más o menos conscientemente, a los
menesteres históricos del país.
Mucho se habla de la influencia que ha tenido Varona en el sistema educacional
cubano actual. Permítame tomar las palabras del filósofo Jorge Mañach " Esa fue la
mira, que andando el tiempo, había de culminar en la reforma educacional que lleva su
nombre: simplificación, poda de humanidades, retóricas y filosofías, practicismo en una
palabra. Es un privilegio de nuestra perspectiva- dicho sea entre paréntesis- el de poder
reprocharle al prócer las consecuencias negativas que hasta cierto punto tuvo esa reforma
para nuestra cultura. Sin duda, su orientación pedagógica fue como una de esas curas
drásticas que sanan, pero que esterilizan demasiado. Varona sin embargo, no tiene la
culpa de que nosotros hiciéramos de su terapéutica de urgencia un plan de vida: que no
supiéramos construir sobre lo que él dejó. No fue sólo desbrozo, sino también puntal
y surgió de una concepción de la cultura presidida por el relativismo de toda su
filosofía. Más que tradición inerte, entendió que la cultura ha de ser acción
histórica y, como tal, eminentemente condicionada" (3).
Varona fue un héroe de nuestra cultura en los tres sentidos. Realizó la proeza
de llegar a sabio por sus propias fuerzas y en ámbito tan incomunicado como inhóspito.
Frente a una sociedad todavía primaria y de apretada intimidad, amasada en tradiciones
inertes y en creencias demasiadas veces hipócritas, tuvo el valor de sustentar
serenamente ideas "herejes", exigentes de una continuidad histórica más
universal y profunda y de una racionalidad insobornable. Fue héroe, en fin, porque para
defender esa razón, que él mismo tenía por relativa, sacrificó el anhelo de absolutos
que le nacía de su alma poética y de su severa conciencia.
"La doctrina de Varona está ya en mucha parte superada, aunque no negada.
Fue el paisaje meditativo a la orilla de un determinado tramo del saber científico. De
entonces acá, la ciencia ha seguido su curso, suscitando el nuevo vuelo del ave de
Minerva. La metafísica, que Varona creyó definitivamente proscrita, será siempre la
irrefrenable aventura de nuestra finitud. En suma: lo más preciso que nos queda de
Varona, y lo más perdurable, es el ejemplo de aquella heroica consagración suya al
menester de su tierra y de su tiempo, de aquella pasión valerosa, cortés y sosegada por
la verdad hasta cuando no percibía de ella más que desoladores destellos"(4).
Citas y Referencias:
1- VARONA, Enrique José, Cartas a Carlos de Velasco, Archivo
Nacional, Caja 115, Número 287.
2- VITIER, Medardo; Las Ideas en Cuba, Editorial Trópico, La Habana, 1938, Págs
159-160.
3- MAÑACH, Jorge; Filosofía para la Vida, Editorial Lex, La Habana, 1951, pág
184.
4- Ibidem; Págs 192-193.
BIBLIOGRAFÍA
MAÑACH, Jorge: Para una filosofía de la vida, Editorial Lex, La Habana,
1951.
VITIER,
Medardo: Las Ideas en Cuba, Editorial Trópico, La Habana, 1938. |