UN HOMBRE VUELA EN EL TRAPECIO
Y CANTA
Un hombre vuela en el trapecio
y canta
una canción muy triste
que le enseñó la madre
en los albores.
Un hombre vuela en el trapecio
y sueña
que vuela
canta
y sueña
en el trapecio
un hombre.
EL FLAUTISTA
A John Lennon
Llevo siglos diciendo que nunca fui
el culpable.
Si hubieras visto mi figura en el río
sabrías que no fueron detrás de la belleza.
Siempre andaban perdidos
entre las yerbas altas
con sus botas de cuero que volaban
yo sólo moví mis dedos sucios por la flauta de plata
y apareció la música.
Ellos no andaban detrás de la aventura
ni delante del miedo
porque no les importaba la Peste
ni el Templo destruido y sin campanas.
Ellos fueron detrás de mí sin avisarme:
es que estaban muy solos
y vieron
tantas caras en el fondo del río.
EL TAMBORILERO
El brazo del hermano está apuntando
a las tardes de lluvia
que no han visto los hombres.
Suena bien el reclamo en la planicie
el redoblante feroz del niño ciego.
Convoca a los presagios y a las aves
a remontarse en vuelo hasta la cima.
No sabe el niño audaz que en el redoble
también está el silencio y la locura.
No sabe el niño del tambor que lo aguardamos
para asistir
puntuales
a la muerte.
JOVEN DANZANTE EN FRISO SUMERGIDO Y SALVADO DE LAS AGUAS
El joven
con sus ojos que miran desde el tiempo
trasciende el arco de la luz
la fiera.
Oscuro en su designio
es pájaro latiendo en los confines de la danza.
Se atreve al salto en el vacío
en la intemperie de los muertos.
Danza como David
frente a la casa de su padre
y gime.
Filigrana de plata pendiente de la noche
es el cuerpo del joven
con su boca cerrada
con sus brazos que abarcan la oquedad.
Anuda su cuerpo en la angustia
del que escapa para el ángel de Dios.
El joven es la danza.
El traje
del suicida.
LAMENTACIONES DEL VERDUGO
Ellos
alarido final
el escorzo infinito
pueblan estas paredes.
Nadie sabrá que cercené mi cuello varias veces.
Es tan frágil la cuerda de la vida
el aliento de un hombre
bajo el sutil espejo de una espada.
Soy la mano de Dios
colérica
vertebrándose sola
sobre un cuello sujeto
inmarcesible.
EL CAMPANERO
Nunca en la ciudad se había escuchado
ese
tañer resuelto de campanas
sobre
las piedras
bajo el
humo
más
alto que las voces de los locos
que
deambulaban
buscando
pan y paz para el comienzo.
Los
viejos se abrazaban para esperar la muerte
los
niños inventaban charcos
y ellos
dos se encerraron en el primer lugar
bajo las
nubes
porque
como el vuelo recto de luciérnaga
las
estrellas cayendo
o el
diluvio
sólo
una vez
sonaron
las campanas de esa forma.
El
campanero
quiso ir
alto sobre las piedras grises
mirar
sobre los árboles
deshacerse
buscando un lugar tibio.
No fue
fácil subir al laberinto
encontrar
una cuerda de badajo
alcanzar
equilibrio sobre el mundo
para
tocarlas todas a la vez.
Su
último canto sobre las piedras grises. |