septiembre-octubre. año V. No. 27. 1998


CINE

UNA NOVIA INOLVIDABLE:

LIBERTAD LAMARQUE

por Danny Francisco Tejera

 

Aunque algunas enciclopedias señalan el 24 de noviembre de 1906, no fue hasta 1909, el mismo día, que el cielo Argentino brilló más intensamente al incorporársele la luz de una nueva estrella. Había nacido en Rosario, provincia de Santa Fe, una niña que desde muy temprana edad se revelaría como la actriz y cantante cuyas dotes excepcionales la convertirían en una de las más aplaudidas del continente americano.

Sus primeros pasos en el mundo artístico los daría en el teatro, donde despunta como una genuina y recia figura interpretando pequeños papeles, y la antigua muchachita aficionada deviene en una excelente profesional con un amplio dominio de la escena. Más tarde incorporaría el canto, pues Euterpe (musa de la música) le había regalado una melódica voz, con la que elevó, al igual que Carlos Gardel, Agustín Irusta y Hugo del Carril, la canción porteña a planos estelares. Inolvidables para los que tenemos plateada la sién resultan «Caminito», «Madreselva», «Milonguita», «Un cariño y un clavel» y otras páginas de la cancionística latinoamericana que difundió por todo nuestro continente, por Africa y por Europa.

Su más resonante triunfo en las tablas lo alcanzó con «Los Tres Valses», obra montada por su propia cuenta, estrenada en Buenos Aires y presentada años más tarde en New York, donde la prensa de la gran cosmópolis la colmó de elogios al batir todos los records de taquilla establecidos anteriormente por otros artistas latinos.

Con la llegada del sonido a finales de la década del 20, el Cine absorbe a todos los grandes cantantes y la vemos atravesar sus umbrales con una cinta aún recordada por muchos de sus admiradores: «Tango», donde comparte honores con Alberto Gómez, Pepe Arias y otras figuras muy conocidas en esa época. Este filme constituyó uno de los primeros pasos del cine sonoro en Buenos Aires. Después vendría otro basado en un argumento de su propia inspiración titulado «Ayúdame a Vivir» (lo que evidencia sus cualidades multifacéticas), cuya repercusión trascendería las fronteras de su país natal y le abriría definitivamente las puertas de nuestros corazones. Este segundo filme sería el precursor de una extensa y triunfante filmografía. Es a partir de ese momento que un periodista cubano: Ciro de la Concepción, la define como "La Novia de América", calificativo que por derecho propio le corresponde y que aún mantiene a pesar del paso de los años y el surgimiento de nuevos valores.

Su vertiginosa carrera no se detiene y otros filmes se vienen a sumar como frutos de una abundante cosecha: «Besos brujos», «Cita en la frontera». «La ley que Olvidaron», «En el Viejo Buenos Aires», «Madreselva», «Caminito de Gloria», «La Cabalgata del Circo» todos ellos pertenecientes a su etapa argentina y que constituyeron eslabones de una larga cadena de éxitos.

Somos fervientes defensores del melodrama por considerar que este género contribuye a la formación de sentimientos. Nuestro pueblo, a lo largo de toda la historia del cine, llegó a sentir un grado tan elevado de consternación, que las pupilas se humedecían con frecuencia ante filmes como «Cuando los Hijos se Van», «Nosotros los Pobres», «Ustedes los Ricos», «Pobre Huerfanita», «La Mujer sin Lágrimas» y muchos más, donde nuestra heroína desempeñaría en algunos de ellos el rol principal, pero somos del criterio de que no tuvo necesidad de esforzarse para causar una buena impresión, si tenemos en cuenta que su vida ha sido un verdadero melodrama: amó, sufrió y triunfó intensamente. Su estoicismo y gran pasión por el arte y por sus seres queridos la estimularon para continuar adelante y vencer las vicisitudes que le deparó el destino.

Fruto de un infortunado matrimonio que contrajera muy jovencita con Manuel Romero, nace su única hija, Mirtha Libertad. Pocos años después enviudaría, y en 1945, en Río de Janeiro, contraería segundas nupcias, esta vez con el afamado compositor Alfredo Malerba, en cuya compañía visitó varias veces Cuba y también nuestra provincia, donde supieron conquistar las simpatías de nuestro público.

Cuando por desavenencias con la primera dama Argentina, Eva Duarte de Perón, abandonó el país, México le abriría sus puertas y la cadena de éxitos continuaría creciendo ininterrumpidamente. A esta segunda etapa se deben «La Dama del Velo», «Otra Primavera», «La Infame», «La Loca», «Nunca es Tarde para Amar», «Te Sigo Esperando», «Ansiedad», «Amor en las Sombras», «Gran Casino», «La Mujer X», y «Rosas Blancas para mi Hermana Negra», donde figuró al lado de Eusebia Cosme, quien encarnara a Mamá Dolores en la segunda versión mexicana de la famosa novela del escritor y músico cubano Félix B. Caignet «El derecho de Nacer», entre otras joyas de su extensa filmografía.

Esta mujer apasionada, dotada de una impresionante personalidad, gran inteligencia y extrema delicadeza, se ganó un sitio en nuestros corazones, no solamente con sus cualidades artísticas, sino con su modestia, sencillez y amabilidad. Recordamos que al visitar el Cine «Aida» en esta ciudad, uno de esos personajes que deambulan por nuestras calles, quiso exteriorizar sus simpatías por la actriz y cantante obsequiándole un modesto ramillete de flores, y aquella señora, acostumbrada a recibir las más hermosas ofrendas, besó a la admiradora, tomó el ramito de flores y lo mantuvo contra su pecho durante toda la presentación.

Informada de que compartiría el papel protagónico con Arturo de Córdova en la cinta «Te Sigo Esperando», expresó su complacencia afirmando que siempre quiso trabajar con este actor por el que sentía profunda admiración y respeto, a lo que respondió el mexicano que era él quien se sentía muy orgulloso de figurar al lado de la gran cantante argentina.

Fueron precisamente estos dos actores los que, según una entrevista realizada al célebre cineasta español Luis Buñuel (El Perro Andaluz, Viridiana, Nazarín, El Ángel Exterminador), a quienes dirigió en «Él» y en «Gran Casino», los que más lo habían impresionado de todos aquellos con los que trabajó durante toda su vida.

Muchas son las anécdotas que enriquecen la vida de esta singular mujer y narrarlas harían nuestro ensayo interminable, pero quisiera referirme a una que nos toca muy de cerca, y fue en ocasión de una visita realizada por nuestro Ballet Nacional al teatro Colón en Buenos Aires. Entre los asistentes se encontraba La Novia de América, quien, acercándose a los bailarines, les pidió trasmitirnos el siguiente mensaje: «Díganle a los cubanos que los quise y que los quiero». Nosotros, reciprocamos ese cariño.

Cuando por primera vez abrió los ojos al mundo e inició la odisea de la vida, su padre, Don Gaudencio Lamarque, hombre de puros ideales, guardaba prisión por sus concepciones políticas. Al informársele del nacimiento de la niña y preguntársele qué nombre desearía ponerle, se decidió por aquel que era lo que más anhelaba en ese momento: Libertad.