septiembre-octubre. año V. No. 27. 1998


REFLEXIONES

 

 

 

ANIMA NUESTRA ESPERANZA

Homilía de Mons. José Siro Bacallao, Obispo de Pinar del Río, el 8 de septiembre en la Misa celebrada en honor a la Virgen de La Caridad

 

 

Queridos Hermanos y Hnas:

La carta a los Hebreos comienza diciendo: "En diversas ocasiones y de distintas formas Dios nos habla......

Hemos escuchado en la primera lectura proclamada, que el Señor nos habla por los profetas.....

Isaías nos recuerda la confianza que la misericordia y el poder de Dios nos inspiran...

"No temas, pues yo estoy contigo, no mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios; yo te doy fuerzas, yo soy tu auxilio y con mi diestra victoriosa te sostendré.

"No temas, que yo vengo a ayudarte.... Los pobres y los humildes buscan agua pero no encuentran y se les seca la lengua de sed, pero yo no los abandonaré.... Yo, el Señor, los escucharé....

-El Evangelio nos indica otra manera que tiene el Señor de hablarnos: Por medio de su Madre Santísima; que en esta ocasión, como la primera misionera cristiana, corre al encuentro de su prima Isabel, llevando alegre el Anuncio de la Encarnación y portadora de la Palabra Viva que crece en sus entrañas. Nuestra época tiende fácilmente a reducir la fe cristiana a un vago sentimiento religioso, a una creencia en un Dios impersonal que se alza por encima de la historia, sin entrar nunca en ella. No es así, no.

El Señor no cesa de hablarnos a los hijos de este pueblo con signos de amor y esperanza marianos. Les animo a abrir las páginas de nuestra historia, historia toda señalada con un rico sello cristiano y mariano.

Cuando el llanto era nuestro pan, cuando la alegría y el triunfo inundaban nuestra existencia, siempre ha estado presente la estrella luminosa, la Madre de los milagros y los remedios, la Virgen de la Caridad del Cobre.

Veamos:

En los albores de nuestra historia. Hace 400 años, con la aparición milagrosa de la bendita Imagen a tres hombres de nuestro pueblo, el Señor nos hablaba....

En el proceso de nuestra nacionalidad. Con signos como el de la catequesis mariana de aquel soldado español en el desconocido poblado de Macaca. Con la liberación conseguida con esfuerzos, luchas y sinsabores por los esclavos de la Real Mina del Cobre, el Señor nos hablaba....

En el proceso de independencia. Con el acompañamiento de la Virgen Mambisa a nuestros soldados, bien con su estampita, con la medallita, con la cinta amarilla, medida de la estatura de la Imagen, en los campos y maniguas de nuestra Patria insurrecta, el Señor nos hablaba.... con la orden del Gral. Calixto García para que se cantara solemne Te Deum y se celebrara Misa en el altar del Cobre para celebrar la Independencia.

Con la petición de parte de los libertadores y la declaración de parte de la autoridad eclesiástica del título de "Patrona de Cuba" el Señor nos hablaba....

En nuestros tiempos, con el solemne Congreso Mariano de 1954.... Con el magnífico Congreso Católico Nacional de 1959 que la Imagen bendita del Cobre presidió... Con la gran misión nacional Mariana del P. Oroquieta.... con la multiplicación sin cesar de las misiones con la Virgen de la Caridad por todos los pueblos y rincones de Cuba, el Señor nos hablaba....

En nuestros días, muchas son las ocasiones, basta recordar los ENEC 1° y 2°.... Las visitas de muchos dignatarios de la Iglesia a la Iglesia que peregrina en Cuba, a la Iglesia en Pinar.... La inolvidable visita del Santo Padre, regalo del cielo y lluvia de gracias, pero sobre todo, el momento culminante de su visita, aquel en que con mano temblorosa, pero firme y devota, ceñía las sienes benditas de la Señora del Cielo, con corona de oro, y la proclamaba solemnemente Reina de Cuba, el Señor nos hablaba....

-Siempre las multitudes llenas de gozo y de fervor tras la Virgen o al encuentro con Ella, son ocasiones y testimonio de que el Señor nos habla....

¿Qué nos quiere decir el Señor con estos precisos y preciosos signos?

Escuchemos atentos que Dios nos habla en estos momentos. Qué responsabilidad para todos, para los que dirigen los destinos de la Nación, a fin de que no se hagan ciegos y sordos a las realidades que nos rodean y no endurezcan su corazón ante las palabras del Dios Señor de la Historia. Para los cubanos de a pie que también marcan con sus pasos a veces imperceptibles, incalculados o inadvertidos los hitos de la historia. Para nosotros, de modo especial, para los que creemos en el Hijo y amamos y veneramos a la Madre.

Hemos reflexionado durante la Novena sobre "La familia"... Se habrá repetido muchas veces que "formamos una gran familia cubana" que pesa sobre nosotros una gran responsabilidad. El Obispo de Santa Clara le pedía con preocupación al Vicario de Cristo; "Anime nuestra esperanza, Santidad, para que podamos levantar siempre nuestra vista hacia el cielo, aun en medio de las ansiedades y desilusiones, cansados por las penas, los fracasos y los trabajos de la vida diaria". Y el Papa respondía con profunda sabiduría "No esperen que todo les venga dado. Asuman su misión educativa buscando y creando los espacios y medios adecuados en la sociedad civil. "Y nos alertaba el Santo Padre con un grito de alarma ¡"Cuba, cuida a tus familias, para que conserves sano tu corazón"!

La gran familia que formamos los cubanos necesita esperanza. Hace unos años los Obispos hablamos de "desánimo, desarraigo y fragilidad en éste pueblo". Hoy, lamentablemente, tenemos que añadir "desesperanza".

¿Dónde ponemos nuestra esperanza hijos? ¿En soluciones fáciles y mágicas? ¿En el abandono y huida de las realidades que conforman la cruz de cada día, la cruz de la vida? ¿En alienaciones que vacían, y desesperan más? ¿Dónde la ponemos?.

Pongamos nuestra esperanza en quien no defrauda ni engaña, en el Señor Jesús, en su Madre, la que llegó a nuestros mares, con el título de la Caridad, la que es "esperanza de todos los cubanos" como dijera el Arzobispo de Santiago de Cuba en su inolvidable saludo al Papa.

Juan Pablo II nos habló en su visita a nuestro País 31 veces de la esperanza. No podemos hacer recuento y mención de todas las ocasiones. Veamos tan solo la primera y la última cita.

La primera fue cuando sobrevolaba nuestras tierras y dirigiéndose a nosotros los Pinareños en un especial saludo nos dijo: "Les animo a perseverar en su opción de fe, su esperanza viva y su caridad solícita". La última mención de la esperanza, cuando se despedía ya en el aeropuerto y nos dijo: " Construyan el futuro de su Patria, con ilusión, guiados por la luz de la fe, con el vigor de la esperanza, y la generosidad del amor fraterno".

Queridos hermanos, cuatro elementos, según el Papa son necesarios para que construyamos el futuro de nuestra querida Cuba, a saber: La ilusión, la luz de la fe, el vigor de la esperanza, y la generosidad del amor fraterno.

Ánimo, porque contamos con Aquella a quien coreamos con confianza de niños:

Santa María de la Esperanza,

Mantén el ritmo de nuestra espera,

Viviste con la cruz de la esperanza,

Pensando en el amor de larga espera,

Y nosotros buscamos con los hombres

El nuevo amanecer de nuestra tierra.

 

8 de septiembre de 1998.

Parroquia de La Caridad

Pinar del Río

 
 

QUE SU PROTECCIÓN MATERNAL SE EXTIENDA A TODOS LOS CUBANOS

Alocución del Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana, en CMBF (Radio Musical Nacional), en ocasión de la solemnidad de Nuestra Señora de La Caridad

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Celebra la Iglesia católica en el día de hoy, con júbilo, la fiesta de la Virgen de la Caridad, nuestra Madre y Patrona, coronada recientemente por el Papa Juan Pablo II como Reina de Cuba.

La historia de los pueblos tiene gestas heroicas, acontecimientos inolvidables que quedan marcados en los textos y que las generaciones posteriores conocen y aprecian, pero tiene también una historia entrañable, trasmitida a veces oralmente, recogida por aquellos estudiosos que miran lo que pudiéramos llamar la cara interna de la vida de una nación. Uno de estos hechos que aparece en nuestra historia más antigua como pueblo cuando aún Cuba era un conjunto de caseríos, alrededor del año 1608, y no había tomado conciencia de nación, es el hallazgo de una pequeña imagen de la Virgen María flotando sobre las aguas de la bahía de Nipe, encontrada por tres hombres del pueblo, un negro esclavo y dos indios, que iban a buscar sal. Les llamó la atención algo que flotaba sobre el agua y recogieron la pequeña imagen con mucha devoción e hicieron el propósito de construirle una capilla donde pudiera recibir el culto sencillo de gentes como ellos, que conocían por el catecismo, por la predicación de los primeros misioneros de Cuba, que aquella imagen representaba a la Madre de Jesucristo, que el niño que traía en sus brazos era el hijo de Dios hecho hombre y que la Madre de Jesucristo, para todo cristiano, es también Madre nuestra. Porque desde lo alto de la Cruz el Hijo de Dios nos hizo el legado más precioso de su Amor a los hombres cuando nos dijo: «Hijo, ahí tienes a tu Madre». Así la tomaron ellos y, siguiendo también las palabras del Evangelio, desde aquel día la recibieron en su casa. La Virgen en su imagen pequeña flotaba unida a una tabla donde se leía: «Yo soy la Virgen de la Caridad».

Así entró en nuestra historia la Virgen de la Caridad del Cobre, que fue el lugar donde finalmente se levantó la capilla. A través de los acontecimientos ordinarios de la vida, del trabajo de todos los días, tres hombres en faena divisan algo que les sale al paso de manera inesperada, pero que les habla como símbolo de una realidad superior. De este modo actúa Dios en nuestras existencias. Todo el hecho hay que mirarlo a la luz de esa cotidianidad, y al mismo tiempo, de esa manera admirable de la providencia de Dios para actuar a través de lo común, de lo que forma parte de la trama de nuestra vida.

En el hallazgo de la Virgen de la Caridad había dos hombres de esta tierra, dos indios, y un negro que había sido arrancado de su mundo, de su entorno vital, para someterlo a los trabajos duros y crueles de la esclavitud en esta América recién descubierta. La escena toda se convierte también en un símbolo para nosotros, los cubanos de todos los tiempos.

Todo el mensaje que Dios quería dejarnos está perfectamente representado en esa escena, que ahora podemos imaginar completa. Aquella que reconocen los pobladores primeros de nuestra Isla como la Madre de Jesucristo, tiene un título especial con el cual este pueblo la venerará para siempre: Virgen de la Caridad, que significa Virgen del Amor, del amor cuidadoso y atento, del amor sacrificado y abnegado.

La coincidencia de aquellos hombres de distinto origen en una misma barca, integrados ya en un mismo quehacer, que comparten también un mismo suelo, es otro mensaje que nos llega de la escena que contemplamos. Cuba es un cruce de naciones, de culturas, y a los que representan ese mestizaje cubano, esa realidad nueva que es también la de nuestra América, se aparece la Virgen, pero justamente a los más pobres, a los que nada tienen, a aquellos que salieron a buscar sal y encontraron lo extraordinario.

En su canto del evangelio de San Lucas, la Virgen María, cuando expresa la alegría de su corazón por lo que Dios ha hecho en ella al elegirla para ser la Madre del Salvador, proclama la alabanza del Dios que hace proezas con su brazo, que dispersa a los soberbios de corazón y levanta a los humildes, que a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Eso ha sido la Virgen María de la Caridad a través de toda nuestra historia y hasta hoy, la Madre de los pobres, la Madre de los humildes, la Madre de los sencillos, así la venera nuestro pueblo desde hace casi 400 años.

¿Qué tiene que decirnos hoy nuestra Madre a todos sus hijos de Cuba?. Los miles y miles de cubanos que hoy participan en las misas que se celebran en todas nuestras iglesias en honor de la Virgen de la Caridad, escucharán en la lectura del evangelio, el relato de la presencia de María, la madre de Jesús, en las bodas de unos novios humildes, a los cuales se les acaba el vino y no tienen con qué brindar. En la fiesta está también su hijo, Jesús. Todos se fijan en ella pidiéndole que haga algo por aquellos recién casados, y María responde a los que le dicen que falta el vino, que vayan a donde está Jesús y que «Hagan lo que él les diga».

En la historia de la Iglesia y en la historia de nuestro pueblo, ése es el papel de la Virgen-Madre del Salvador. Decirnos siempre que vayamos a Jesús y que hagamos lo que él nos diga.

Si los cubanos hoy seguimos el consejo de nuestra Madre del cielo, y vamos al encuentro de Jesús, volveremos a escuchar las palabras de Cristo acerca del amor entre nosotros: «Ámense unos a otros como yo los he amado». Volveremos a oír que Jesús nos dice que seamos misericordiosos como Dios nuestro Padre es misericordioso, que le demos de comer al hambriento, que vistamos al que va desnudo, que visitemos al enfermo y al preso, que no dejemos de hacer el bien, que debemos ser los primeros en servir a los demás.

En Cuba hoy queremos recuperar los valores, en los cuales se forja una nación, crece y se desarrolla, aquellos que nos legaron los fundadores de nuestra nacionalidad cubana, el Padre Varela, José Martí y tantos que dieron su vida por nuestra Independencia. Esos valores simples, pero imprescindibles, que la familia ha transmitido a sus hijos de generación en generación y que tienen que ver con la sinceridad, la honestidad, la justicia, la lealtad y tantas otras virtudes que es necesario cultivar.

Si de verdad en esta fiesta de la Virgen de la Caridad, nuestra Patrona, nos hacemos el propósito de escuchar su consejo, de ir a Jesucristo y hacer lo que él nos dice, si ponemos en práctica la enseñanza de Jesús y en todo momento nuestra vida responde a los altos ideales y principios que nos propone siempre la Iglesia en su predicación del evangelio para el bien del hombre, para el bien de la Patria, ése sería un modo de colaborar todos y cada uno de nosotros para que esa siembra renovada de valores en el seno del pueblo cubano llegue a dar frutos concretos.

Hoy le pedimos a la Virgen de la Caridad que bendiga los esfuerzos de todos los hombres y mujeres de Cuba en su lucha continua por la vida, por salir adelante, por alcanzar esa felicidad que Dios quiere para todos y que cada uno debe tratar de construir obrando el bien, pensando no solamente en sí mismo, sino en los demás.

Que la Virgen de la Caridad nos aúne a todos en ese Amor con cuyo título ella quiso venir al pueblo cubano, que nos haga cada día mejores, que su protección maternal se extienda a todos los cubanos, a todos los hijos de esta Patria, a los que gobiernan, a los que tienen responsabilidades de cualquier tipo en el seno de la nación cubana, a los cristianos, a los no cristianos, a los creyentes, a los no creyentes, a los cubanos que viven en Cuba y a los que viven fuera de nuestro País, que Ella reúna en el amor de Jesucristo a todos sus hijos y que los bendiga abundantemente.

Así lo pido de corazón a nuestra Madre y a ella también le pido como el menor de sus hijos, su bendición para mí y para todos ustedes, queridos hermanos cubanos, y lo hago rezando la misma oración que le dirigió a nuestra Patrona el Papa Juan Pablo II en Santiago de Cuba:

¡Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba!

!Dios te salve María, llena de gracia!

!Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús!

Has venido a visitar a nuestro pueblo

y has querido quedarte con nosotros

como Madre y Señora de Cuba,

a lo largo de su peregrinar por los caminos de la historia.

Tu nombre y tu imagen están esculpidos

en la mente y en el corazón de todos los cubanos,

dentro y fuera de la Patria,

como signo de esperanza y centro de comunión fraterna.

¡Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra!

Ruega por nosotros ante tu Hijo Jesucristo.

Acrecienta nuestra fe, aviva la esperanza

aumenta y fortalece en nosotros el amor.

Ampara a nuestras familias,

protege a los jóvenes y a los niños,

consuela a los que sufren.

Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas,

para que este pueblo abra de par en par

su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor,

que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo,

por los siglos de los siglos.

Amén.