Queridos hermanos y
hermanas:
Celebra la Iglesia católica en el día de hoy, con júbilo, la fiesta de la
Virgen de la Caridad, nuestra Madre y Patrona, coronada recientemente por el Papa Juan
Pablo II como Reina de Cuba.
La historia de los pueblos tiene gestas heroicas, acontecimientos inolvidables
que quedan marcados en los textos y que las generaciones posteriores conocen y aprecian,
pero tiene también una historia entrañable, trasmitida a veces oralmente, recogida por
aquellos estudiosos que miran lo que pudiéramos llamar la cara interna de la vida de una
nación. Uno de estos hechos que aparece en nuestra historia más antigua como pueblo
cuando aún Cuba era un conjunto de caseríos, alrededor del año 1608, y no había tomado
conciencia de nación, es el hallazgo de una pequeña imagen de la Virgen María flotando
sobre las aguas de la bahía de Nipe, encontrada por tres hombres del pueblo, un negro
esclavo y dos indios, que iban a buscar sal. Les llamó la atención algo que flotaba
sobre el agua y recogieron la pequeña imagen con mucha devoción e hicieron el propósito
de construirle una capilla donde pudiera recibir el culto sencillo de gentes como ellos,
que conocían por el catecismo, por la predicación de los primeros misioneros de Cuba,
que aquella imagen representaba a la Madre de Jesucristo, que el niño que traía en sus
brazos era el hijo de Dios hecho hombre y que la Madre de Jesucristo, para todo cristiano,
es también Madre nuestra. Porque desde lo alto de la Cruz el Hijo de Dios nos hizo el
legado más precioso de su Amor a los hombres cuando nos dijo: «Hijo, ahí tienes a tu
Madre». Así la tomaron ellos y, siguiendo también las palabras del Evangelio, desde
aquel día la recibieron en su casa. La Virgen en su imagen pequeña flotaba unida a una
tabla donde se leía: «Yo soy la Virgen de la Caridad».
Así entró en nuestra historia la Virgen de la Caridad del Cobre, que fue el
lugar donde finalmente se levantó la capilla. A través de los acontecimientos ordinarios
de la vida, del trabajo de todos los días, tres hombres en faena divisan algo que les
sale al paso de manera inesperada, pero que les habla como símbolo de una realidad
superior. De este modo actúa Dios en nuestras existencias. Todo el hecho hay que mirarlo
a la luz de esa cotidianidad, y al mismo tiempo, de esa manera admirable de la providencia
de Dios para actuar a través de lo común, de lo que forma parte de la trama de nuestra
vida.
En el hallazgo de la Virgen de la Caridad había dos hombres de esta tierra, dos
indios, y un negro que había sido arrancado de su mundo, de su entorno vital, para
someterlo a los trabajos duros y crueles de la esclavitud en esta América recién
descubierta. La escena toda se convierte también en un símbolo para nosotros, los
cubanos de todos los tiempos.
Todo el mensaje que Dios quería dejarnos está perfectamente representado en esa
escena, que ahora podemos imaginar completa. Aquella que reconocen los pobladores primeros
de nuestra Isla como la Madre de Jesucristo, tiene un título especial con el cual este
pueblo la venerará para siempre: Virgen de la Caridad, que significa Virgen del Amor, del
amor cuidadoso y atento, del amor sacrificado y abnegado.
La coincidencia de aquellos hombres de distinto origen en una misma barca,
integrados ya en un mismo quehacer, que comparten también un mismo suelo, es otro mensaje
que nos llega de la escena que contemplamos. Cuba es un cruce de naciones, de culturas, y
a los que representan ese mestizaje cubano, esa realidad nueva que es también la de
nuestra América, se aparece la Virgen, pero justamente a los más pobres, a los que nada
tienen, a aquellos que salieron a buscar sal y encontraron lo extraordinario.
En su canto del evangelio de San Lucas, la Virgen María, cuando expresa la
alegría de su corazón por lo que Dios ha hecho en ella al elegirla para ser la Madre del
Salvador, proclama la alabanza del Dios que hace proezas con su brazo, que dispersa a los
soberbios de corazón y levanta a los humildes, que a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Eso ha sido la Virgen María de la Caridad a través de toda nuestra historia y
hasta hoy, la Madre de los pobres, la Madre de los humildes, la Madre de los sencillos,
así la venera nuestro pueblo desde hace casi 400 años.
¿Qué tiene que decirnos hoy nuestra Madre a todos sus hijos de Cuba?. Los miles
y miles de cubanos que hoy participan en las misas que se celebran en todas nuestras
iglesias en honor de la Virgen de la Caridad, escucharán en la lectura del evangelio, el
relato de la presencia de María, la madre de Jesús, en las bodas de unos novios
humildes, a los cuales se les acaba el vino y no tienen con qué brindar. En la fiesta
está también su hijo, Jesús. Todos se fijan en ella pidiéndole que haga algo por
aquellos recién casados, y María responde a los que le dicen que falta el vino, que
vayan a donde está Jesús y que «Hagan lo que él les diga».
En la historia de la Iglesia y en la historia de nuestro pueblo, ése es el papel
de la Virgen-Madre del Salvador. Decirnos siempre que vayamos a Jesús y que hagamos lo
que él nos diga.
Si los cubanos hoy seguimos el consejo de nuestra Madre del cielo, y vamos al
encuentro de Jesús, volveremos a escuchar las palabras de Cristo acerca del amor entre
nosotros: «Ámense unos a otros como yo los he amado». Volveremos a oír que Jesús nos
dice que seamos misericordiosos como Dios nuestro Padre es misericordioso, que le demos de
comer al hambriento, que vistamos al que va desnudo, que visitemos al enfermo y al preso,
que no dejemos de hacer el bien, que debemos ser los primeros en servir a los demás.
En Cuba hoy queremos recuperar los valores, en los cuales se forja una nación,
crece y se desarrolla, aquellos que nos legaron los fundadores de nuestra nacionalidad
cubana, el Padre Varela, José Martí y tantos que dieron su vida por nuestra
Independencia. Esos valores simples, pero imprescindibles, que la familia ha transmitido a
sus hijos de generación en generación y que tienen que ver con la sinceridad, la
honestidad, la justicia, la lealtad y tantas otras virtudes que es necesario cultivar.
Si de verdad en esta fiesta de la Virgen de la Caridad, nuestra Patrona, nos
hacemos el propósito de escuchar su consejo, de ir a Jesucristo y hacer lo que él nos
dice, si ponemos en práctica la enseñanza de Jesús y en todo momento nuestra vida
responde a los altos ideales y principios que nos propone siempre la Iglesia en su
predicación del evangelio para el bien del hombre, para el bien de la Patria, ése sería
un modo de colaborar todos y cada uno de nosotros para que esa siembra renovada de valores
en el seno del pueblo cubano llegue a dar frutos concretos.
Hoy le pedimos a la Virgen de la Caridad que bendiga los esfuerzos de todos los
hombres y mujeres de Cuba en su lucha continua por la vida, por salir adelante, por
alcanzar esa felicidad que Dios quiere para todos y que cada uno debe tratar de construir
obrando el bien, pensando no solamente en sí mismo, sino en los demás.
Que la Virgen de la Caridad nos aúne a todos en ese Amor con cuyo título ella
quiso venir al pueblo cubano, que nos haga cada día mejores, que su protección maternal
se extienda a todos los cubanos, a todos los hijos de esta Patria, a los que gobiernan, a
los que tienen responsabilidades de cualquier tipo en el seno de la nación cubana, a los
cristianos, a los no cristianos, a los creyentes, a los no creyentes, a los cubanos que
viven en Cuba y a los que viven fuera de nuestro País, que Ella reúna en el amor de
Jesucristo a todos sus hijos y que los bendiga abundantemente.
Así lo pido de corazón a nuestra Madre y a ella también le pido como el menor
de sus hijos, su bendición para mí y para todos ustedes, queridos hermanos cubanos, y lo
hago rezando la misma oración que le dirigió a nuestra Patrona el Papa Juan Pablo II en
Santiago de Cuba:
¡Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba!
!Dios te salve María, llena de gracia!
!Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre,
Jesús!
Has venido a visitar a nuestro pueblo
y has querido quedarte con nosotros
como Madre y Señora de Cuba,
a lo largo de su peregrinar por los caminos de la historia.
Tu nombre y tu imagen están esculpidos
en la mente y en el corazón de todos los cubanos,
dentro y fuera de la Patria,
como signo de esperanza y centro de comunión fraterna.
¡Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra!
Ruega por nosotros ante tu Hijo Jesucristo.
Acrecienta nuestra fe, aviva la esperanza
aumenta y fortalece en nosotros el amor.
Ampara a nuestras familias,
protege a los jóvenes y a los niños,
consuela a los que sufren.
Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas,
para que este pueblo abra de par en par
su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y
Redentor,
que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén. |