Antecedentes Generales
La presencia del ser humano sobre nuestro planeta puede considerarse
relativamente joven, si se tienen en cuenta los miles de millones de años de existencia
de la Tierra en nuestro sistema solar y en nuestra galaxia.
La obra humana, desde su origen, ha tenido como marco físico para su desarrollo
el medio natural, por lo que resulta imposible desligar la dicotomía que se establece
entre el hombre y el entorno en que se va a encontrar inscrito su quehacer.
Este interaccionar del ser humano sobre la naturaleza, en un constante interés
por mejorar la calidad de su vida, ha provocado diferentes niveles de transformaciones o
modificaciones en el medio natural (antropización), que en muchos casos han podido ser
asimilados aceptablemente. En otros, la acción del ser humano ha sido tan vital, que su
huella ha creado un nuevo entorno, pero en muchos casos, extremos, también ha provocado
la destrucción del medio natural.
Cada vez resulta más difícil encontrar en nuestros días ambientes naturales
que no hayan sufrido alguna modificación producida por la mano del hombre. Las más altas
cumbres han sido escaladas; en los helados parajes de los polos encontramos campamentos de
exploradores y las profundidades de los mares y océanos son recorridas por naves y
artefactos diseñados para moverse en este medio.
Si hemos comenzado estableciendo esta estrecha e indivisible relación entre
producción material y espiritual del ser humano y el medio que lo rodea, puede resultar
bastante contradictorio entonces crear una diferencia entre el patrimonio cultural y el
natural. De hecho, esta clasificación se encuentra establecida así por la UNESCO, en su
estructura internacional para la protección y salvaguarda de los monumentos y los
lugares, en la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural y Natural, creada
en 1972 en su Conferencia General y en la que expresa:
"De esta manera, la Convención presenta un carácter profundamente original
y consagra nuevas e importantes ideas.
Reúne las nociones de naturaleza y cultura hasta ahora consideradas como
diferentes e incluso antagónicas. En efecto, durante mucho tiempo se han opuesto estas
nociones: el hombre debía conquistar una naturaleza hostil, mientras que la cultura
simboliza los valores espirituales. Sin embargo, naturaleza y cultura son complementarias;
la identidad de los pueblos se ha forjado en el medio en que viven y, a menudo, las obras
humanas más hermosas obtienen una parte de su belleza del lugar en que se encuentran
instaladas".
La propia UNESCO ha buscado una respuesta propia a esta aparente contradicción
patrimonio cultural-natural, estableciendo una nueva categoría: PAISAJE CULTURAL, que
define como "paisajes ilustrativos de la evolución de la sociedad y su asentamiento
a través del tiempo, bajo la influencia de restricciones físicas y oportunidades
presentadas por su entorno natural, y de sucesivas fuerzas sociales, económicas y
culturales, tanto internas como externas."
Son estos sitios exponentes del aporte positivo del hombre en la transformación
de un ambiente natural, creando un nuevo paisaje en el que la impronta humana tiene un
especial papel en la imagen perceptual. Varios de estos lugares han sido inscritos en el
Listado del Patrimonio Mundial, entre ellos, los arrozales en las terrazas de las
cordilleras de Filipinas, el paisaje cultural de Sintra en Portugal o el conjunto
siderúrgico de Volklingen en Alemania.
En la reunión de este año, fue presentado al Comité Mundial del Patrimonio
Cultural y Natural, para su inclusión en el listado como paisaje cultural, el expediente
del valle de Viñales, ese hermoso paraje vueltabajero en el que se conjugan innegables
valores naturales y paisajísticos, con elementos arqueológicos aborígenes y cimarrones,
hechos históricos, sociales y culturales destacados, así como la acción de la sociedad
expresada en poblaciones, comunidades, conjuntos para el turismo y el descanso,
armoniosamente integrados al paisaje, en los paños de terrenos arados para el cultivo de
viandas y frutos menores que tradicionalmente constituyen el sustento y la base económica
del lugar, que crean texturas de formas y colores variados como un hermoso tapiz; y las
plantaciones tabacaleras, con sus casas de curado y otras construcciones utilizadas en
esta agroindustria, con sus cubiertas de guano que ya forman parte indispensable en este
nuevo paisaje.
Ya en ese mismo año 1972, se convoca a una primera reunión global para evaluar
los preocupantes efectos destructivos de las acciones del hombre sobre el sistema que
sustenta nuestra vida: el planeta Tierra. La Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente
reunió ese año en Estocolmo, Suecia, a un total de 140 países que expresaron sus
denuncias sobre la destrucción y el mal uso que de los recursos naturales está haciendo
la raza humana. Muy poco ha podido lograrse en realidad en ese campo y, durante años
sucesivos, el mundo ha vuelto a reunirse en nuevas conferencias mundiales,
fundamentalmente para continuar oyendo lamentos y quejas.
No es menos cierto que el hombre no puede negarse a continuar buscando su
mejoría y desarrollo, y esto siempre originará un impacto sobre el medio natural. Es
necesario ante esta permanente necesidad, establecer controles que garanticen un equilibro
armónico antre ambas cosas. Nuestra realidad requiere igualmente de nuevas fuentes para
la obtención de una mejor calidad de vida y de nuevos recursos recreativos, turísticos y
económicos.
Ante todo, lo primero es conocer, evaluar y catalogar los valores que poseemos en
nuestro territorio, estableciendo niveles de protección y control sobre los mismos. Para
garantizar dichas condiciones de control y protección de los ambientes naturales, deben
ser estructurados programas que den una respuesta adecuada de planificación de las
actividades previstas para el territorio y, en períodos de tiempo y con niveles de
intensidad establecidos, permite que estos sean asimilados ecológicamente por los
ambientes naturales.
Protección Legal del Patrimonio en Cuba
En el sistema legislativo cubano, en las leyes No. 1 y No. 2 relacionadas con el
Patrimonio Cultural del año 1997 y el Reglamento No. 55 para la ejecución de dichas
leyes, de 1979, se establece la siguiente clasificación para el patrimonio cultural y
natural: Los centros históricos urbanos, las construcciones, y los sitios y objetos; y
para su control y protección se etablecen diferentes instrumentos.
El primer grupo está conformado por conjuntos de construcciones y sus espacios,
parques, calles, plazas, que pueden tener diferentes particularidades: Centro histórico
urbano, sitio histórico urbano, zonas de valor histórico cultural, y zonas de
protección, todas ellas con las particularidades geográficas o topográficas del entorno
en que se encuentran emplazadas.
Las construcciones, que pueden ser inmuebles aislados o un conjunto de ellos, y
que para su clasificación tipológica, atendiendo a su uso original, se denominan en
civiles, conmemorativas, domésticas, industriales, militares y religiosas.
Los sitios, que pueden ser por su significación: Naturales, arqueológicos,
urbanos e históricos.
Es sobre todo en este último grupo, donde resulta más difícil y complejo
establecer un deslinde entre el medio natural y el hecho cultural, social, histórico,
religioso, etc., ya que por lo general la imbricación entre ellos suele ser muy fuerte y
tienden usualmente a superponerse varios hechos y significados en un mismo marco físico.
Indudablemente, la mayor o menor componente y el protagonismo del medio natural y
de su conservación en un conjunto o sitio, determinará el carácter y la calificación
que, como tal, al mismo se asigne.
Entre los instrumentos de control y protección se encuentran el Inventario de
Construcciones y Sitios, herramienta fundamental para poder conocer ante todo qué
tenemos, dónde lo tenemos y qué valores posee. A su vez se establece dentro de él una
clasificación que asigna categorías y niveles de prioridad a los inmuebles, definiendo
restricciones en los mismos (grados de protección).
La declaratoria de Monumento Local, Monumento Nacional y Zona de Protección que
establece diferentes niveles de protección y control sobre los bienes a los cuales les
sea otorgada esta condición.
Los instrumentos con personalidad legal y jurídica para hacer cumplir lo
establecido por la ley para la protección de los bienes del patrimonio cultural, son la
Comisión Nacional de Monumentos, las Comisiones Provinciales de Monumentos, las
Delegaciones Municipales de Monumentos, los Centros Provinciales de Patrimonio y los
Equipos Técnicos de Monumentos de cada provincia. A las instancias provinciales les
corresponderá todo el trabajo concerniente a la ejecución de los inventarios y
catalogación de todos los elementos que componen su patrimonio en el territorio, así
como la determinación y delimitación precisa de los distintos conjuntos urbanos y su
categorización. Son los encargados también de elaborar los expedientes conteniendo toda
la fundamentación requerida para que la Comisión Nacional de Monumentos decida la
declaración de un bien patrimonial como Monumento Local o Nacional. Del contenido y la
calidad con que se elebore esta información, dependerá que la misma sea aceptada en
primera instancia y, además, en la decisión que se otorgue al monumento propuesto.
El patrimonio natural.
Protección y control
En cuanto a la protección y el control del patrimonio natural, a cuyo
protagonismo nos hemos referido ya en los párrafos introductorios de este trabajo, como
marco contenedor de toda la obra humana y, muy en particular por lo que éste significa
dentro del patrimonio de la provincia de Pinar del Río, ya que el mismo constituye uno de
sus componentes fundamentales reconocidos nacionalmente. Además de las instituciones del
Ministerio de Cultura ya relacionadas, existen otros centros adscritos al Ministerio de
Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente (MCTMA), que de conjunto trabajan en el estudio, la
clasificación y categorización del patrimonio natural de nuestro país. Estos se
encargan básicamente de todo lo referente a los aspectos de flora, fauna, orografía,
hidrografía, espeleología, paisajes, ecología, etc. En general, como ya hemos visto,
dentro de los conjuntos naturales, además de estos valores, estarán incluidos otros
componentes socio-culturales aportados por la presencia del ser humano y de su acción
transformadora sobre el medio a lo largo de la historia. Por eso, en el análisis y la
valoración que del patrimonio natural se realice, debe tomar parte un equipo
multidisciplinario que, además de geógrafos, zoólogos y biólogos, incluya también a
historiadores, arqueólogos, sociólogos, etnólogos, etnógrafos, arquitectos,
planificadores físicos y otros especialistas vinculados al trabajo del patrimonio.
El desarrollo de la sociedad, como ya hemos expresado, es un hecho real e
innegable, y el mismo no puede verse como una contraposición a la conservación del medio
natural. Los valores naturales y paisajísticos de un país constituyen una de las fuentes
potenciales de obtención de recursos económicos, y de hecho, para la provincia
pinareña, sus innumerables sitios naturales forman parte de los planes de desarrollo
turísticos inmediatos y perspectivos, pero siguen siendo también el lugar cotidiano de
las actividades de las comunidades que lo habitan.
La aparición de la actividad del turismo significa la inclusión de agentes
foráneos, cuya acción va a generar un impacto sobre el medio natural.
En tal sentido, se han realizado estudios y clasificaciones de nuestros paisajes
naturales para definir sus valores y sus niveles de protección, los que prevén áreas de
protección absoluta y otras que permiten la asimilación de la actividad turística. Ha
aparecido inclusive en el mundo una nueva categoría de turismo, determinado como
ECOTURISMO o TURISMO ECOLÓGICO, cuyo impacto ambiental y cultural negativo es muy bajo y
que contribuye al desarrollo socioeconómico del lugar. Este se concibe como un turismo no
masivo, practicado por grupos interesados en viajar, conocer y admirar los valores
naturales y culturales de una región o un país. En Cuba esta modalidad está
prácticamente sin desarrollar.
El Centro Nacional de Áreas Protegidas (CNAP) es el encargado de la
caracterización y catalogación de las áreas naturales en nuestro país y ha elaborado
la propuesta del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), actualmente en estudio para
su aprobación. Dicha propuesta cuenta con un total de 278 áreas, que abarcan una
superficie geográfica de 10645,3 Km2 , que representa el 9,6 % del territorio cubano, y
en ellas se encuentran representadas prácticamente toda la flora y la fauna endémicas.
Las áreas protegidas se dividen por su significación en dos grupos: las áreas
protegidas de significación nacional y las áreas protegidas de significación local. En
el primer grupo están comprendidas 88 áreas que ocupan 8843,7 km2 , que constituyen el
83% del área total protegida.
El proyecto concibe además 8 categorías restrictivas para las áreas naturales
del país: reservas naturales, parques naturales, reservas ecológicas, refugio de fauna,
elementos naturales destacados, reservas florísticas naturales, paisaje natural protegido
y áreas protegidas de recursos manejables. Estas categorías definen restricciones y
controles sobre las mencionadas áreas, atendiendo a la importancia y la fragilidad de los
ecosistemas y el grado de endemismo de las especies y su hábitat, así como a su
homogeneidad y particularidades de los mismos, teniendo como referencia el marco local,
nacional y regional. En cuanto al uso y manejo de las mismas, los controles establecen
criterios de protección absoluta como en el caso de las reservas naturales con rangos
intermedios de restricciones y limitaciones hasta llegar a las áreas protegidas de
recursos manejables, en las cuales se permiten ciertas flexibilidades, siempre velando por
que estas no excedan los límites posibles de utilización de las mismas. |