septiembre-octubre. año V. No. 27. 1998


MEMORIA

CULTURAL

 

VARONA:

UN HÉROE DE NUESTRA CULTURA

por Juan Carlos Carballo

 

 

Entre los años finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, Enrique José Varona fue la figura más relevante del quehacer cultural cubano.

Nació en la austera ciudad de Puerto Príncipe, el 13 de Abril de 1849, cuna de Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte y otras insignes figuras de la historia patria. Puerto Príncipe se vanagloriaba de la cultura y prestigio de sus familias. Proviene Varona justamente del seno de una de las más destacadas. En un ambiente burgués acomodado y culturalmente favorable a las letras, creció el niño, y halló en ello una de las direcciones de su cultura, así como los modelos de expresión que iba a preferir. Se ejercita en ordenar florilegios de poesía lírica; dedica tiempo a un sólido aprendizaje en lenguas y literaturas de la antigüedad clásica, en grado tal, que ha podido llamársele humanista.

Entre los años 1876 y 1895 trabajó intensamente en el campo intelectual. Publicó importantes trabajos filosóficos y literarios en las más importantes revistas y periódicos del país.

Desde 1880 declara su franca asimilación del positivismo y del evolucionismo en sus "Conferencias Filosóficas". Sin embargo, Varona no aceptó como un todo global el positivismo.

La posición de Varona en filosofía significó un franco ataque a la corriente neoescolástica, exaltada desde la cátedra por el doctor Martínez en la Universidad de la Habana.

Su incursión por la filosofía sólo duró hasta 1884. Diría años más tarde acerca de su calificada labor como filósofo:

"Cuando he oído que me llaman filósofo, he recordado siempre lo que dice La Bruyere; me ha parecido que no hay en ello cumplimiento sino injuria. He escrito un Tratado de Psicología; pero desde un punto de vista estrictamente científico. Y lo mismo puedo decir de mis investigaciones sobre el fundamento de la moral y sobre la lógica"(1).

Alternan en Varona desde los treinta años la incesante actividad intelectual (literaria y filosófica) y la preocupación vigilante de la cuestión cubana. Autonomista al principio, separatista después, conservador en la República, se convirtió desde joven en punto de referencia, porque sus juicios, sus artículos, sus discursos, contenían a la vez doctrina y llamamiento a ver la realidad concreta.

Fue un hombre que ocupó importantes responsabilidades en su vida pública: Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, después ocupa la Cátedra de Filosofía de la Universidad de la Habana, colabora en El Fígaro, para recordar sólo una revista, y escribe en periódicos diarios numerosos artículos. La preferencia de Varona por el artículo breve se evidencia en dos de sus libros: "Desde mi Belverde" y "Violetas y Ortigas". Finos y profundos juicios literarios dan valor permanente a esas colecciones, donde no hay un solo trabajo extenso.

En otra colección, "De la colonia a la República", aparecen artículos políticos, manifiestos y las fundamentales disertaciones sobre el fracaso colonial de España.

Consistió su vida en estudiar, meditar, servir. Desempeñó Ministerios; fue jefe de partido y vicepresidente de la República. Al final de su existencia no poseía bienes materiales. Se sostenía merced a una pensión que se le concedió.

Fue un hombre sencillo. La seriedad y el rigor de su pensamiento le habían dejado cierto aire severo, a más de no ser su temperamento de suyo efusivo. Pero las gentes tomaban esta nota muy al pie de la letra y no ha faltado quien le niegue sensibilidad. Esto último es incomprensión. Los clásicos le reafirmaron, es cierto, su natural recogido, de sobria expresión; pero le corría cálida vena emotiva, sin la cual no hubiera escrito el elogio de Martí, que es maravilla de afinidad e identificación con su genial amigo doloroso y profético, ni hubiera dejado la palpitante pieza que tituló " El poeta anónimo de Polonia". Su capacidad emocional se revela bien en esos dos trabajos, sin que los credos positivistas ni el sombrío escepticismo que poco a poco lo invadió fueran estorbos a la concepción de la idealidad humana, tal como reluce en esas apologías.

Varona, representa junto a Martí y Varela, con mentalidades distintas, lo mejor del ideario del siglo XIX, ideas que no pertenecen por modo exclusivo a siglos ni épocas, sino que son de permanente sentido humano, por los cuales deben trabajar en Cuba los mejores hombres de todas las esferas sociales y de todos los credos.

En la vida de Varona cabe señalar tres etapas principales de su actividad creadora. Aquella, principalmente considerada por nosotros, que se inicia con sus trabajos literarios y filosóficos y se extiende a todo el período de apogeo de su pensamiento, que culmina en la serie de conferencias filosóficas, y dura hasta que deja de publicarse su Revista Cubana. El segundo período, de actividad preferentemente política, se inicia cuando todo el proceso de ideas de la etapa anterior da sus frutos en los nuevos empeños de independencia. Varona participa de modo directo en la lucha en favor de la guerra concebida y guiada por Martí, sustituyéndole en la dirección del periódico Patria (1895) de Nueva York, órgano del Partido Revolucionario Cubano. A su frente estuvo mientras duró la guerra y allí realizó su segunda gran campaña para la redención humana.

Con la instauración de la República (1902) comienza la tercera etapa, la de moldear la realidad a los ideales forjados durante tanto tiempo. Y es entonces cuando el escepticismo prende más hondo en su pecho. Es notorio que en su amplia obra de los primeros tiempos se transparentaba una clara fe en el progreso, en el futuro del hombre, en el mejoramiento colectivo, en el triunfo de la ciencia. No le falta a esa obra el calor emocional, la temperatura vital, aun el apasionamiento por las ideas y el entusiasmo por una humanidad mejor. Sin embargo, esa obra primera y de mayor alcance de Varona, no obstante su propia calidad y trascendencia, que años antes había contribuido de modo tan evidente al advenimiento de un credo de superación, en los tiempos republicanos apenas merece atención, como si perteneciera definitivamente al pasado, sin llegar a despertar otro interés que el de contados especialistas. ¿ No es bastante testimonio que aquellos libros suyos publicados entre 1883 y 1891 no se reediten al instaurarse la República, ni en años posteriores en vida del maestro?.

Varona, al regresar a Cuba al término de una misión que tanto había contribuido a la libertad de esta tierra, vuelve a sentarse frente a su mesa de trabajo. Continúa la obra de orientador que siempre había asumido, pero ahora le penetra un escepticismo que antes no había conocido. Antes pudo existir el escepticismo metafísico propio de los filósofos positivistas, pero trabajó con fe cuando había que guiar a un pueblo a su independencia. A pesar de ese descreimiento, no dejará de oírse su voz en los más graves momentos para la naciente nacionalidad, sobre todo cuando los jóvenes que se sienten iluminados porque aún son puros y no han perdido la fe en los destinos de Cuba se le acercan al retiro de su aislamiento para escuchar su consejo y su palabra adoctrinadora. El les alumbrará el camino.

Enrique José Varona fue profesor de filosofía en la Universidad de la Habana. Afiliado al positivismo, adversario de toda metafísica trascendente, siguió principalmente las orientaciones del empirismo Inglés.

Toda disciplina filosófica debía constituirse, a su entender, siguiendo el modelo de las ciencias naturales; aun reconociendo la distancia que separa a éstas de la filosofía propiamente dicha, excluía cuanto no se atuviese a los fenómenos, cuanto no se hallase dentro del campo de la experiencia posible.

Admitió por igual las orientaciones de Comte y de Spencer, pero rechazó del primero la fase de la Religión de la Humanidad, y del segundo la metafísica de lo Incognoscible.

En la lógica, siguió rigurosamente la tendencia inductiva que culminó en Stuart Mill y concibió la investigación lógica como una metodología de las ciencias particulares.

En psicología, se adhirió al psicofisiologismo experimental y en particular a la doctrina de Bain.

En ética, tendió a convertir toda moral teórica en ciencia de las costumbres, pero si fundó la moralidad en la sociabilidad admitió que la libertad es algo posible como conquista del hombre, que puede llegar por un esfuerzo a una parcial desvinculación de las determinaciones naturales.

Varona representó, por tanto, todo lo que era considerado en su época como rigurosamente positivista: el determinismo, el mecanicismo, el evolucionismo, el naturalismo, la negación de la metafísica y, en el camino del conocimento, de toda deducción y de toda intuición, pero sus tendencias últimas implicaban ya la superación del positivismo y el bosquejo de un escepticismo no sistemático que podía ser resultado tanto de una experiencia vital como de un análisis conceptual.

La producción filosófica de Varona consta de dos partes principales: una serie de artículos extensos y algún trabajo leído a modo de conferencia, anteriores a 1880, según puede verse en distintos tomos de la valiosísima "Revista de Cuba", fundada en 1877; y su curso de filosofía, las célebres conferencias en tres series, la lógica, la psicología y la moral, que empezó en 1880 en la Academia de Ciencias.

Los trabajos sueltos de Varona a que ya me referí, publicados en la "Revista de Cuba", y contenidos en el libro "Estudios literarios y filosóficos", que apareció en 1883, son los siguientes: "La moral en la evolución", "La evolución psicológica", "La psicología en sus relaciones con la fisiología", "La metafísica en la universidad" y "El positivismo".

Algunos son polémicos; todos están escritos sin el rigor didáctico de las conferencias de 1880. Por eso se le prestaban más al autor para ir fijando los fundamentos de su doctrina, las razones que tenía para desechar las posiciones metafísicas. Apenas los hizo en sus tres cursos. Digámoslo de otro modo: en los estudios sueltos, a menudo se pone a filosofar; en las lecciones se ciñe a exposición científica de los hechos que considera.

Decir que con Varona gana la disciplina científica y decae el espíritu filosófico, no puede aseverarse así ligeramente. Hay que examinar las razones en que se funda, me refiero a movimientos de ideas despertados por la obra de un pensador.

Las ideas de Varona apenas rebasan los cauces de las ciencias particulares, lo cual es muy propio de la dirección positivista que siguió.

Hay que aceptar que los cursos de Varona, aun omitiendo las materias más genuinamente filosóficas, constituyeron un movimiento. Pero de allí no se originó un interés sostenido por la Filosofía.

"Ahora bien, los movimientos que en Filosofía merecen el nombre de tales, crean una atmósfera de reflexión, donde los criterios sobre el mundo y la vida(descomponiendo estas dos realidades en sus varias facetas) se tensionan en valores.

Los movimientos, además, ponen en circulación las ideas, enriquecen y flexibilizan los intereses del estudioso y aun del simple lector. Son, pues, avivamiento de la conciencia, y señalan, no importa el camino, las vivencias superiores del espíritu. Son primero núcleos, pero pronto dilatan sus potencias en ondas que afectan a veces la organización de una cultura, o al menos calan en la voluntad de una generación.

En Cuba, Luz y Caballero en su cátedra del convento de San Francisco(1839-1843), en su polémica famosa, y en general, a virtud de sus doctrinas, ocasionó un movimiento en los medios intelectuales de su época. Lo había despertado también el P. Varela.

Varona trabajó más que ellos en obra sistemática, ordenada, y expuso en sus tres cursos un cuerpo de ideas no igualado hasta hoy en Cuba. Sin embargo, esa obra apenas motivó los intereses filosóficos. Los que la conocen la han admirado por su densidad, por su método, por su claridad, eso ya, sin más, la reconoce. Pero en punto a vivencia, en la esfera del pensamiento, no removió los espíritus. No hay en esto mengua ni fracaso, sino que no podía ocurrir de otro modo" (2).

La dirección positivista limita, mejor dicho, descarta los problemas. Varona no acoge con calor en sus lecciones cuestiones fundamentales tales como: causa primera, mecanicismo y finalismo, determinismo y libre albedrío, sentido de la vida, ansia de supervivencia etc, y no es que no trate algunas de ellas, pero tiende a convertir cada rama filosófica en ciencia particular.

Todavía advierto en la obra filosófica de Varona, algo que a mi ver determinó, más que las causas indicadas anteriormente, el poco interés y poca repercusión filosófica de su obra, y es el no haber introducido en su enseñanza corrientes históricas. No puede haber filosofía sin raíces en lo pasado ¿ Qué formación filosófica tendrá quien estudie Psicología, que hoy es una ciencia particular, y no se entere del fluir del pensamiento universal, a través de escuelas y sistemas?. Es indispensable el estudio de las obras fundamentales, como la metafísica de Aristóteles, el Discurso del método de Descartes, la Crítica de la razón pura de Kant. Si se enseña Filosofía, no pueden dejar de enjuiciarse doctrinas como el Pragmatismo, el Intuicionismo , la Fenomenología, etc. Varona, excluyó de su obra numerosos temas del más genuino espíritu filosófico. Se ciñó tanto a lo empírico que perdió el latido vital profundo, eterno.

Varona ha sido un animador en literatura y en política; no lo ha sido en filosofía, su influencia se ha derivado más de lo literario que de lo puramente filosófico, la causa radica en las exclusiones que según lo dicho, se notan en su obra de filósofo, tan vigorosa y tan lúcida,por lo demás.

Insisto en que, dado el plan que se trazó, y sobre todo, el criterio filosófico que adopta, procedente en gran parte del evolucionismo y del positivismo, sus lecciones son lo que deben ser.

Hubiera podido, con otra orientación, incorporar a su obra, temas esencialmente filosóficos, que excluye o toca sin detenimiento:

1- Las posiciones epistemológicas.

              a-) Origen del conocimiento.

              b-) Validez del conocimiento.

2- La naturaleza de la mente en Platón, en Aristóteles, en la filosofía medieval, en Hume, en Kant.

3- La tradición empírica de la filosofía inglesa, de Bacon a Hume, frente al racionalismo, representado por Descartes.

4- Líneas generales del Kantismo.

5- Exposición sumaria del sistema de Hegel.

6- El sentido de la vida, los valores en filosofía.

Hubiera podido enjuiciar, sin abandono de su doctrina, todas estas direcciones. Así hubiera señalado los varios sistemas, pero optó por limitar su campo y apenas especuló fuera del fenómeno.

La Filosofía Moral de Varona es insensible a los matices axiológicos.

Las limitaciones a que me he referido, no son de Varona; son de su época. Su temperamento personal, la tradición filosófica cubana y los menesteres mismos de su país le instaban a una filosofía positivista.

Esto se justifica, en que uno de los hechos más inequívocos en la historia de nuestra cultura es la continuidad que se observa en la evolución, breve pero intensa, de las ideas filosóficas, y esa corriente maestra es el empirismo. Nace a fines del siglo XVIII con la crítica indirecta de la Escolástica en el P. Agustín Caballero, acusa todavía un curioso desdoblamiento de racionalismo teológico y de sensualismo en el P. Varela; retiene la creencia, pero descarta ya la racionalidad de ella y propugna los métodos científicos con José de la Luz y Caballero.

Consciente de la responsabilidad que ese linaje de ideas le impone. Varona se apresta a defenderlo de idealismos aparecidos y a reafirmar sus implicaciones. No sólo niega la racionalidad de un saber trascendente, sino también su validez y su eficacia. Y sin embargo, esa actitud no se funda en un extremismo sensista respecto a la naturaleza del conocimiento. Varona ya ha leído a Kant, y sabe que el espíritu no puede quedar reducido a un papel meramente pasivo. He ahí por qué dice que entre el sensualismo directo de los ideólogos y el antiguo apriorismo, siempre procuró tomar "un camino medio". Por eso también se siente ajeno al positivismo extremado.

De esta suerte, el proceso que Varela inició alcanza en Varona, de una parte, la integración en cuanto al contenido del saber, que se hace enteramente natural; de la otra, una mayor profundidad respecto a su origen, su naturaleza y sus modos de elaboración.

Esa tradición filosófica cubana respondió, más o menos conscientemente, a los menesteres históricos del país.

Mucho se habla de la influencia que ha tenido Varona en el sistema educacional cubano actual. Permítame tomar las palabras del filósofo Jorge Mañach " Esa fue la mira, que andando el tiempo, había de culminar en la reforma educacional que lleva su nombre: simplificación, poda de humanidades, retóricas y filosofías, practicismo en una palabra. Es un privilegio de nuestra perspectiva- dicho sea entre paréntesis- el de poder reprocharle al prócer las consecuencias negativas que hasta cierto punto tuvo esa reforma para nuestra cultura. Sin duda, su orientación pedagógica fue como una de esas curas drásticas que sanan, pero que esterilizan demasiado. Varona sin embargo, no tiene la culpa de que nosotros hiciéramos de su terapéutica de urgencia un plan de vida: que no supiéramos construir sobre lo que él dejó. No fue sólo desbrozo, sino también puntal y surgió de una concepción de la cultura presidida por el relativismo de toda su filosofía. Más que tradición inerte, entendió que la cultura ha de ser acción histórica y, como tal, eminentemente condicionada" (3).

Varona fue un héroe de nuestra cultura en los tres sentidos. Realizó la proeza de llegar a sabio por sus propias fuerzas y en ámbito tan incomunicado como inhóspito. Frente a una sociedad todavía primaria y de apretada intimidad, amasada en tradiciones inertes y en creencias demasiadas veces hipócritas, tuvo el valor de sustentar serenamente ideas "herejes", exigentes de una continuidad histórica más universal y profunda y de una racionalidad insobornable. Fue héroe, en fin, porque para defender esa razón, que él mismo tenía por relativa, sacrificó el anhelo de absolutos que le nacía de su alma poética y de su severa conciencia.

"La doctrina de Varona está ya en mucha parte superada, aunque no negada. Fue el paisaje meditativo a la orilla de un determinado tramo del saber científico. De entonces acá, la ciencia ha seguido su curso, suscitando el nuevo vuelo del ave de Minerva. La metafísica, que Varona creyó definitivamente proscrita, será siempre la irrefrenable aventura de nuestra finitud. En suma: lo más preciso que nos queda de Varona, y lo más perdurable, es el ejemplo de aquella heroica consagración suya al menester de su tierra y de su tiempo, de aquella pasión valerosa, cortés y sosegada por la verdad hasta cuando no percibía de ella más que desoladores destellos"(4).


 

Citas y Referencias:

1- VARONA, Enrique José, Cartas a Carlos de Velasco, Archivo Nacional, Caja 115, Número 287.

2- VITIER, Medardo; Las Ideas en Cuba, Editorial Trópico, La Habana, 1938, Págs 159-160.

3- MAÑACH, Jorge; Filosofía para la Vida, Editorial Lex, La Habana, 1951, pág 184.

4- Ibidem; Págs 192-193.

 

BIBLIOGRAFÍA

MAÑACH, Jorge: Para una filosofía de la vida, Editorial Lex, La Habana, 1951.

VITIER, Medardo: Las Ideas en Cuba, Editorial Trópico, La Habana, 1938.