Autonomía viene de la
combinación de dos palabras latinas: auto, que significa propio; y nomía, que significa
regla. O sea significa tener reglas propias, gozar de libertades en cuanto a la toma de
decisiones y a la ejecución de acciones.
En la educación, que es el proceso de formación de la persona, esta autonomía
es imprescindible y se expresa de diferentes maneras. La autonomía en la educación
podría traducirse como la libre elección de la inspiración humanística, religiosa,
así como los métodos educativos y los contenidos académicos, hecha por estudiantes,
familias, profesores, y escuelas. Significa que entre los protagonistas del proceso
educativo no existen relaciones de obediencia, sino de cooperación.
El principal sujeto de la educación es precisamente el estudiante. Toca primero
a la familia y luego al propio estudiante la elección de los contenidos éticos,
pedagógicos y científicos de su educación, a no ser los casos en los que los implicados
no estén en condiciones de elegir. Si bien el estudiante debe ajustarse a determinada
disciplina, propia de dicho proceso, la misma no debe ser carga que le impida establecer
sus propias relaciones con el resto de la sociedad y con su familia, al contrario, debe
promoverlas. La escuela debe ser un ambiente más, de todos los que en la vida del
estudiante contribuyen a su educación. Hoy es cada vez más aceptada en todo el mundo la
idea de la educación a lo largo de la vida, que no es otra cosa que la participación de
la persona en distintos ambientes sociales (organizaciones, escuela, centro de trabajo,
Iglesia, etc.) en los cuales se vaya realizando el proceso educativo a lo largo de toda su
existencia. La proporción del tiempo que la escuela ocupa al estudiante depende de la
etapa de enseñanza y de las condiciones específicas de cada situación (condiciones
económicas de la escuela y los estudiantes, características culturales, intereses,
etc.). En la sociedad deben existir varias opciones en este sentido, desde escuelas
internas, hasta las de tiempo mínimo, de modo que la familia o el propio estudiante
puedan elegir. No debe suceder que los padres deleguen su responsabilidad educativa a la
escuela, ni que ésta no deje tiempo a que los padres vivan con sus hijos. Al mismo
tiempo, la educación religiosa debe ser reconocida como parte imprescindible de la
formación de la persona, escogida por la familia y no debe ser vista como una alternativa
a la escuela. "La familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad
educativa"1 al servicio de la persona.
El educador es el facilitador de la educación. Es la persona que ayuda a la
adquisición de conocimientos y al fomento de las actitudes. Este acompañamiento debe
tener en cuenta las características de cada estudiante, sus intereses, su vocación en la
vida (si no la tiene, ayudar a formarla) así como la cultura propia del lugar y las
posibilidades del propio educador. El educador debe tener libertad de enseñar, teniendo
en cuenta dichos elementos. A esa libertad se le llama de cátedra, la misma es una
expresión de su libertad de conciencia y expresión. Esta libertad va más allá de la
autonomía para elegir los contenidos y métodos de la(s) asignatura(s) a impartir.
Incluye la manera de relacionarse con los alumnos, los patrones de conducta que le
trasmita, los criterios de juicio que le enseñe, los valores dominantes que promueva, el
modo de relacionarse con la familia del estudiante, etc. Para evitar la anarquía en la
educación o que existan grandes desniveles en la calidad, debe existir consenso expresado
en regulaciones o recomendaciones de tipo nacional, regional o a nivel de escuela. Pero no
debe dictarse "de arriba" el desarrollo de la clase, la dosificación del
contenido, o la forma de evaluar, ya que así el educador se convierte en un mero
reproductor de un programa que no siente suyo y que difícilmente pueda adaptarse
exactamente a cada circunstancia. Hoy en día las propias exigencias de los niveles
superiores de la educación y del mercado laboral funcionan como mecanismo regulador sobre
el ejercicio de la libertad de la cátedra. En la escuela, sujeta o no a alguna
regulación externa, se deben establecer consensos a nivel de institución o de grupo de
educadores (los que imparten una misma disciplina, por ejemplo) sobre los contenidos y
métodos del proceso educativo.
Los contenidos a estudiar deben elegirse por los sujetos del proceso
docente-educativo, es decir, por el educador, por los estudiantes, y en las primeras
etapas por la familia. Esta decisión debe estar influida por el colectivo de educadores
de la institución, por los elementos que definen el perfil de la escuela y por intereses
nacionales o regionales, según sea el caso. En este sentido nuestro sistema de educación
debe evolucionar mucho ¿Cómo hacer esto luego de tantos años de experiencias tan
distintas? La respuesta podría ser un ejemplo como este: en un politécnico agrícola
público se va a elaborar el programa de los tres años de estudio. Para ello el director
reúne a los profesores, llama especialistas en ganadería y cultivos de la región, a
algunos campesinos, antiguos y nuevos estudiantes y a un sociólogo, y les invita a que la
elaboren teniendo en cuenta las directivas generales que el Ministerio de Educación ha
dado para ese caso. El Ministerio usa sus mecanismos de retroalimentación para saber de
la calidad de la docencia y recibe cuenta exacta de los recursos asignados. ¿sería
posible, en las condiciones actuales, evolucionar a prácticas como esa? Creo que sí, y
ahora más que nunca en que la crisis múltiple que vive el país afecta y tiene al mismo
tiempo parte de causa de la educación.
Algunos criterios para elegir los contenidos de estudio podrían ser:
- Necesidad e intereses de los estudiantes.
- Características y preparación de los educadores.
- Características y posibilidades de la escuela.
- Características del mercado del trabajo.
- Situación socio-económica2.
Para que educandos y educadores puedan ser autónomos, deben serlo también las
instituciones educativas. Debe existir un justo equilibrio entre la autoridad estatal en
materia de educación, y la necesaria autonomía de los establecimientos educativos. Dicha
autoridad del estado se justifica por el derecho que tiene el pueblo de que se le
garantice una buena educación. Los órganos del estado encargados de la educación deben
establecer principios rectores para las instituciones que dependen de éste, así como
establecer normas jurídicas para hacerlas cumplir, sin que esto implique que se
establecieran "desde arriba" la estructura administrativa, los horarios, o los
planes de clase de las asignaturas. Al mismo tiempo le toca al poder legislativo elaborar
el marco legal para la existencia de otros tipos de escuelas independientes del Estado, de
forma que la sociedad civil pueda también dar su aporte en la educación. El Estado debe
promover además espacios de consulta y colaboración, así como suministrar apoyo
económico también al sector privado.
La interrelación autónoma de las instituciones educativas con el resto de
la sociedad civil es imprescindible, incluso para el mismo desarrollo autónomo de los
grupos e instituciones de la sociedad civil que ya se está dando en alguna medida en
Cuba. Esta interrelación debe incluir la relación con otras instituciones educativas, la
cofinanciación por parte de otras instituciones distintas del Estado, la realización de
investigaciones o proyectos para el desarrollo de la comunidad, etc. En este sentido son
muy convenientes las asociaciones de padres y maestros.
Un punto y aparte merece la autonomía de la universidad. Estas instituciones son
depósito y fuente de progreso privilegiadas de la cultura de los pueblos4. La autonomía
de las comunidades universitarias como instituciones pluralistas y diversas es garantía
para la democracia y el desarrollo.
Para que la educación en un país funcione de un modo descentralizado y eficaz
es necesario una autoridad central sólida, que supervise y promueva la educación sin
aplastar la autonomía, con un buen marco jurídico para velar por el buen uso de los
recursos y por el servicio al bien común3. El sistema educacional cubano cuenta con dicha
autoridad y al mismo tiempo llega a todas las capas sociales, pero la escuela en muchos
casos suplanta el papel de los padres, y el marco jurídico no permite otro tipo de
escuela que no sea la oficial, de esa forma no es debidamente respetada la autonomía de
los protagonistas del proceso educativo. Estas situaciones deben ir cambiando gradualmente
para que la educación en Cuba pueda responder al reto del presente y el futuro, y sea
capaz de superar las crisis que hoy vive para que los nuevos ciudadanos cubanos sepan
llevar a la Patria por los caminos del progreso y la Democracia.
REFERENCIAS:
1. Homilía de Juan Pablo II en Santa Clara, p.
2. La Educación en la Sociedad Democrática. R.D. Herle P. Buenos Aires,. 1993.
3. La Educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión
Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors.
4. Ex Corde Eclessiae, Juan Pablo II. Encíclica sobre las Universidades
Católicas. |
En vísperas de su 80
cumpleaños, el presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, expresó su gratitud a los
valores que la Escuela Dominical y las escuelas misioneras le enseñaron.
"En el día de hoy tengo 70 años y 364 días... Mi vida ha sido un largo
viaje. Agradezco a mi madre y a mis tíos que me llevaran a la Escuela Dominical y a las
escuelas misioneras donde me eduqué. Aunque se supone que la juventud se rebele en contra
de las iglesias estrictas, miro con cariño de forma retrospectiva a la instrucción que
recibí en Clarkebury y Healdtown".
Hasta el año 1960, estas escuelas estaban en manos de misioneros cristianos que
deseaban ofrecer a los estudiantes negros una mejor educación que la de las escuelas
estatales que eran racistas. "Los valores que aprendí en estas instituciones me han
servido durante toda mi vida", expresó el Presidente Madela durante la Conferencia
Trienal Metodista desarrollada en Durhan. "Contamos con la fraternidad religiosa para
que nos ayude a restaurar los valores morales y el respeto de unos a otros, elementos
destruidos por el inhumano apartheid... Siempre reconoceremos a aquellos que permanecieron
firmes a favor de la justicia y la equidad. Muchas comunidades religiosas sufrieron porque
lucharon por la verdad. Ustedes no sólo enviaron capellanes para que nos estimularan,
sino que nos ayudaron materialmente en lo que estaba a su alcance. Ayudaron a nuestras
familias cuando nosotros no podíamos", concluyó el Presidente, agradeciendo a la
comunidad religiosa el papel desempeñado durante la lucha contra el apartheid.
Un día después de esta intervención, el 18 de julio, Nelson Mandela contrajo
matrimonio con Craca Machel, viuda de Samora Machel, quien fuera Presidente de Mozambique.
(Fuente: ENI) |
Nueva York, 15 de julio (ZENIT). Según indica el «Internal
Medicine News», al menos veinte facultades de Medicina de estados Unidos ofrecen cursos
de espiritualidad, subrayando el papel que juegan las convicciones religiosas en la salud
del paciente. «La enseñanza de la espiritualidad es esencial si se ve la curación como
un proceso que une todas las energías del sujeto en una visión `holística´ (global) de
la enfermedad», dice Edmund Pellegrino, profesor de la Georgetown de Washinton.
Que la fe haga bien no es una novedad, y recientemente lo ha confirmado un
análisis realizado a cinco mil californianos, durante 28 años, y publicado por el
American Journal of Public Health»: quienes van a menudo a la Iglesia, tienen una tasa de
mortalidad más baja y una salud mejor que quienes el domingo se quedan en casa.
Quizá el efecto positivo se deba a la vida más sana de los creyentes, sobre
todo por lo que se refiere al abuso del alcohol, tabaco y drogas.
Pero no es suficiente para explicar otros resultados: sobre 119 trasplantes
realizados en la Universidad de Pittsburgh, en paridad de condiciones físicas y sociales,
quien poseía una sólida fe tenía un período postoperatorio más rápido.
En el hospital de la Universidad de Yale, sobre 23 pacientes sometidos a
intervenciones quirúrgicas, los creyentes tienen un índice de supervivencia de unas tres
veces mayor respecto a quienes no creen. La explicación podría estar en la meditación y
en la oración: el ritmo cardíaco, la respiración y las ondas cerebrales se hacen más
lentas; los músculos se reflejan y los efectos de la epinefrina y otras hormonas ligadas
al estrés decaen.
Para el profesor Herbert Bensg, de Harvard, la oración estimula las mismas
modificaciones bioquímicas de la relajación. Siete individuos insomnes sobre diez, tras
un poco de meditación y oración, comienzan a dormir regularmente; más de tres mujeres
estériles sobre diez, conciben y otros tantos pacientes con dolor crónico reducen el
consumo de analgésicos. ZENIT
ZENIT es una
agencia internacional de información.
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