julio-agosto. año V. No. 26. 1998


OPINIÓN

JOSÉ MARTÍ

visto por JUAN PABLO II

por Carlos Valdés Sarmientos

 

 

 

La visita del Papa a Cuba es un acontecimiento, lo está siendo ahora, cuyo alcance es imposible conocer en todo su magnitud y que constantemente nos ofrece nuevas aristas: de análisis, evocación, reflexión y enseñanza. A pesar de que muchos, de todas las tendencias, han tratado de disminuir su importancia y minimizar su repercusión, tanto en el plano interno como en el externo, constantemente somos testigos de acontecimientos, que al analizar sus antecedentes es necesario mencionar la visita.

También la visita fue una oportunidad en la cual el Papa nos habló a los cubanos, el Papa nos habla siempre que habla al mundo, o en el momento de referirse a cualquier país, por lo universal de sus enseñanzas, pero en Cuba habló para nosotros y esto hace que sus homilías y mensajes sean una fuente inagotable de lectura, análisis y reflexión para todos los cubanos, especialmente para aquellos que de una forma u otra buscan entrar al próximo siglo por el camino de la paz y el bienestar tanto material como espiritual.

En este proceso de asimilación de sus mensajes fijé mi atención en el tratamiento que el Papa da a la figura de Martí.

La mención de nuestro héroe nacional en las homilías y mensajes de su Santidad es abundante, si se compara con las que ha hecho en otros viajes sobre personalidades relevantes de los países visitados, pero lo que más me impresionó es la coincidencia que existe entre el pensamiento del Apóstol y las enseñanzas que Juan Pablo nos trasmitió. Podemos usar de ejemplo la primera cita, muy conocida, cuando en Santa Clara, al hablar de la familia, expresó:

«Por eso es necesario recuperar los valores religiosos en el ámbito familiar y social, comenzando la práctica de las virtudes que conforman los orígenes de la Nación cubana, en el proceso de construir su futuro `con todos y para el bien de todos´ como pedía José Martí».

El Papa, al igual que Martí, no dice, ni hace nada que no tenga un significado medular y acorde con el programa que se traza, es un hombre coherente y esta cita dentro del contexto de sus mensajes lo es, veamos en una apretada síntesis:

A la llegada a Cuba, en el aeropuerto:

«Quiera Dios que esta visita que hoy comienza sirva para animarlos a todos en el empeño de poner su propio esfuerzo para alcanzar esas expectativas con el concurso de cada cubano y la ayuda del Espíritu Santo».

 

Camagüey, en el mensaje a los jóvenes:

«Me detengo ahora en un asunto vital para el futuro. La Iglesia en su Nación tiene la voluntad de estar al servicio no sólo de los católicos sino de todos los cubanos».

 

Encuentro con el mundo de la cultura:

«En este país, la mayor parte de los artífices de la cultura -católicos y no católicos, creyentes y no creyentes- son hombres de diálogo, capaces de proponer y escuchar. Los animo a proseguir en sus esfuerzos por encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse; a buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda integrar en su seno sus múltiples tradiciones nacionales».

 

En Santiago de Cuba aclara para aquellos que, como yo, dudamos del papel que juegan los que escogieron vivir fuera del país:

«Desde aquí quiero enviar mi saludo a los hijos de Cuba que en cualquier parte del mundo veneran a la Virgen de la Caridad, junto con todos sus hermanos que viven en esta hermosa tierra, los pongo bajo su maternal protección pidiendo a Ella, madre amorosa de todos, que reúna a sus hijos por medio de la reconciliación y la fraternidad».

 

En la reunión con los obispos de Cuba:

«Confiando en ello, les aliento a seguir siendo `ministros de la reconciliación´ (2 Cor.5,18) para que el pueblo que les ha sido encomendado superando las dificultades del pasado, avance por los caminos de la reconciliación entre todos los cubanos sin excepción

... Prosigan como ‘mensajeros que anuncian la paz´ (Is. 52,7) para que se consolide una convivencia justa y digna, en la que todos encuentren un clima de tolerancia y respeto recíproco».

 

A la hora de la despedida:

«Antes de abandonar esta capital, quiero decir un emocionado adiós a todos los hijos de este país...

...En este proceso, todos los cubanos están llamados a contribuir al bien común».

Como vemos el Papa no sólo cita «con todos y para el bien de todos», sino que hace de esta frase palabra viva, al hablarnos a todos los cubanos nos exhorta a buscar un diálogo con todos, para poder crear una conciencia justa y digna para todos.

Y ahora veamos que la coincidencia entre estos dos grandes hombres va más allá de la concepción ética de que la Patria es para todos, va en la raíz misma de donde sale esta convicción, por eso el Papa nos expresa en la Plaza José Martí:

«Por eso quiero repetir mi llamado a dejarse iluminar por Jesucristo, a aceptar sin reservas el esplendor de su verdad, para que todos puedan emprender el camino de la unidad por medio del amor y la solidaridad evitando la exclusión, el aislamiento y el enfrentamiento que son contrarios a la voluntad del Dios-Amor.»

Aquí el Papa supera todas las barreras filosóficas, teológicas, ideológicas que alguien podría levantar entre Él y Martí al convocar al Dios-Amor, ya en el Aula Magna expresó de Martí: «...coherente con sus valores éticos y animado por una espiritualidad de raíz eminentemente cristiana». Esta espiritualidad reconoce en Martí el AMOR como el principio vital del hombre.

«Cuando nací, la Naturaleza me dijo: ¡Ama! Y mi corazón me dijo: ¡Agradece! Y desde entonces yo amo al bueno y al malo, hago religión de la lealtad y abrazo a cuantos me hacen el bien» (1).

Desgraciadamente, por su hechura, sencillez, facilidad para representar, son muy conocidos los versos de Abdala en que Martí exclama por boca del protagonista:

 

«El amor, madre, a la patria

No es el amor ridículo a la tierra,

Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;

Es el odio invencible a quien la oprime,

Es el rencor eterno a quien la ataca» (2).

 

Aquí el adolescente José Martí se debate entre estos dos sentimientos: Amor-Odio, pero sin embargo poco se conoce el hecho de que Martí, hombre que nunca se contradice y que es «coherente con sus valores éticos», como nos señala el Papa, en este caso y después de conocer la obra del odio, en el presidio político escribió en un artículo titulado precisamente: «El Presidio Político en Cuba», después de expresar que la existencia de este lugar parecía la negación de Dios.

«Dios existe, sin embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en Él una lágrima pura. El bien es Dios. La lágrima es la fuente del sentimiento eterno...

Ni os odiaré, ni os maldeciré.

Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mi mismo.

Si mi Dios maldijera, yo negaría por ello a mi Dios»(3).

 

Ya esta idea del amor como principio y el rechazo al odio no lo abandonó jamás, pudiera escribirse un libro, nosotros citaremos sólo unos párrafos:

En carta a Joaquín Macal, ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala en abril de 1877.

 

«Amo al periodismo como misión, y, lo odio... no, que odiar no es bueno, lo repelo como disturbio»(4).

Y en 1894 en sus cuadernos de apuntes, en plena madurez vital, reafirma esta idea:

«Por el amor se ve. Con el amor se ve. El amor es quien ve. Espíritu sin amor, no puede ver»(5).

El Papa, y esto es importante, no nos dice que Martí fuera Católico, nos afirma que procede de una matriz cristiana donde se fecundó la nacionalidad cubana.

Esta matriz y el reconocimiento del Amor como principio vital, une a estos dos hombres, pero su identificación va más lejos aún.

El Papa plantea con claridad que es necesario respetar la soberanía cubana, y desde su llegada a Cuba dice:

«Ustedes son y deben ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional».

 

Como Martí, el Papa, da una visión positiva de nuestro pueblo, por eso en el caso de los jóvenes expresa en el mensaje que dirige a los mismos:

«Conozco bien los valores de los jóvenes cubanos, sinceros en sus relaciones, auténticos en sus proyectos, hospitalarios con todos y amantes de la libertad».

Su mensaje está en clave de optimismo y confianza, por eso dice en el momento de su partida:

«Queridos cubanos, al dejar esta amada tierra, llevo conmigo un recuerdo imborrable de estos días y una gran confianza en el futuro de su patria.»(11)

Soberanía, visión positiva del pueblo y confianza en el futuro fueron características básicas del pensamiento martiano.

El Papa lo llama en el Aula Magna: «escritor y maestro en el sentido más pleno de la palabra», además considera que fue el que recogió la antorcha encendida por Varela y que «ilumina la historia del pueblo cubano», así el Papa traza una línea de continuidad desde Varela hasta Martí que sirve de soporte a su llamado a «encontrarse en el diálogo y cooperar así al desarrollo de la cultura cubana». En resumen el Papa ve en la identidad cubana la necesidad de seguir por los caminos de diálogo y comprensión, a fin de fortalecerla en la dirección en que la soñaron nuestros próceres y por eso hace referencia a tantos hombres de nuestra historia.

Y hemos dejado para el final este juicio del Papa sobre Martí, que puede parecer enigmático pero que es medular en el tema que nos ocupa. «Él fue, sobre todo, un hombre de luz».

La luz que en Martí, tiene un lugar privilegiado, es usada por el Papa para caracterizarlo. En sus versos el Apóstol nos habla de los hombres de luz:

 

«Esta que, alumbra y mata, es una estrella,

Como que riega luz, los pecadores

Huyen de quien la lleva, y en la vida,

Cual un monstruo de crímenes cargado,

Todo el que lleva luz se queda solo»(6)

 

Pero Martí considera que la luz y el sufrimiento son necesarios a los hombres.

«Padece mucho un cirio que ilumina...

¡Duele mucho en la tierra un alma buena!»(7)

 

Feliz aquel que en bien del hombre muere.(8)

 

Juan Pablo el hombre, el poeta, logra darnos una imagen del hombre-poeta José Martí que nos conmueve, y nos lo ilumina -el Papa también es un hombre de luz-, con colores nuevos, y esto es posible por muchas razones, la matriz cristiana de la formación de ambos, el hecho de ser poetas, de haber escrito para el teatro, de ser hijos de países pequeños inmersos en las disputas de los poderosos, ser patriotas y amar a sus patrias con fervor, haber conocido la obra del odio; Martí en el presidio político y Juan Pablo en la ocupación nazi, y como si fuera poco ambos trabajaron en las canteras, Martí preso, Juan Pablo para escapar a la deportación, ¿puede extrañar su identificación?

Sirvan estas consideraciones para exhortar a que vuelvan a Martí los alejados, a que lo estudien con más brío los que ya lo hacen. Martí hoy hace falta con toda su integralidad. Él es el lugar común donde podemos sin temores encontrarnos todos los cubanos, eso nos es vital en los momentos en que las circunstancias nos acercan materialmente, por la necesidad de unos y la generosidad de otros; ¡a buscar el acercamiento espiritual, que es el más necesario!

Al hacer un alto se le oye decir:

«...¿qué cubano mirará como enemigo a otro cubano? ¿qué cubano permitirá que nadie le humille? ¿qué cubano, que no sea un vil se gozará de humillar a otro? Aunque yerre un cubano profundamente, aunque toda el alma nos arda en indignación contra su error, aunque sea un traidor verdadero; aunque llegue a sernos tan abominable su presencia que nos venga a los labios al verlo o al recordarlo la náusea que producen los infames; aunque arremetamos contra él ciegos de ira como un padre arremete contra el hijo que lo deshonra ¡Ay! Cáigansenos los brazos antes de herirlo, porque nos heriríamos a nosotros mismos. Ha podido errar, ha podido errar mucho, pero es cubano. Que siempre esté la puerta abierta, de par en par para todos los que yerran. Sólo la grandeza engendra pueblos, sólo los fortifica la clemencia».(9)

 

Meditemos estas palabras y dejemos que su sentido más profundo nos embargue:

«Un pueblo en que el exceso de odio ha hecho más viva que en pueblo alguno la necesidad del amor, entiende y proclama que por el amor, sincero y continuo han de resolverse y si no, no han de resolverse los problemas que ha amasado el odio».(10)

 

NOTAS:

(1) Martí, José: Obras Completas, Tomo 7, pág. 116.

Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963.

(2) Idem, Tomo 18, pág. 19.

(3) Idem, Tomo 1, pág. 45.

(4) Idem, Tomo 7, pág 97-98.

(5) Idem, tomo 21, pág. 419.

(6) Idem, Tomo 16, pág. 161.

(7) Idem, Tomo 16, pág. 225.

(8) Idem, Tomo 16, pág. 224.

(9) Idem, Tomo 22, pág. 56.

(10) Idem, Tomo 4, pág. 296.

(11) Subrayado del Papa, los demás son nuestros.