in responsabilidad no hay
país. Ni obra perdurable. Ni futuro mejor. Ni los cambios que necesitamos.
Muchas personas se preocupan
hoy por el presente y el futuro de Cuba. Muchos se preguntan si el mundo se está abriendo
a Cuba y si Cuba se está abriendo al mundo.
El propio Santo Padre Juan
Pablo II ha querido dedicar un tiempo más, a sólo pocos meses de su visita, para dar
seguimiento a lo que pudiéramos llamar "el camino cubano". Fue una verdadera
semana de Cuba en el Vaticano para que "no se apaguen tantas genuinas esperanzas".
Cuba ha sido
extraordinariamente enaltecida. Durante aquella semana del Corpus Christi en Roma,
nuestros Obispos pudieron apreciar el gran amor y la excepcional atención que nuestro
pequeño país está suscitando en el corazón del Papa, en la Santa Sede y en todo el
mundo.
Cuba está mereciendo una
atención verdaderamente inusitada por parte de muchos países después de la visita del
Papa. El mundo parece que se abre a Cuba y el Santo Padre ha dicho que "la Santa
Sede y el Sucesor de Pedro proseguirán en todo lo que esté a su alcance, y desde las
peculiaridades de su misión espiritual, para que esa respuesta siga extendiéndose y para
que la atención suscitada con ocasión de mi visita no se apague, sino que alcance los
frutos esperados por el pueblo cubano." (Discurso a los Obispos en Roma. No.
2)
"Los frutos
esperados por el pueblo cubano". ¿Cuáles son estos frutos?, ¿qué estamos
esperando los cubanos?.
A nuestro alrededor
verdaderamente hay muchos que esperan. Pero debemos reflexionar en lo que están
esperando. Algunos esperan que el mundo cambie para ver qué nos pueden enviar como
"ayuda de afuera". Otros esperan que cese el bloqueo o embargo para que puedan
"venir y traer", "vender y comprar" más "cosas". Otros
esperan que la autoridad cubana haga los cambios desde arriba, para ver si se resuelven
las cosas. Otros esperan que el Papa y la Iglesia resuelvan el problema... Otros ya no
esperan nada de esto y lo que están esperando es el sorteo de una visa de los Estados
Unidos poniendo la suerte de su vida y la de sus hijos en un "bombo"
computarizado.
A nuestro modo de ver son
muchos los que esperan que otros hagan, pero son muy pocos los que están dispuestos a
hacer lo que creen que deben hacer. He aquí, en nuestra opinión el más grave problema
del camino cubano.
En efecto, un camino se hace
paso a paso: esa es la gradualidad. Un camino no puede hacerse solo: por eso es necesario
romper el aislamiento. Un camino se hace con los pies bien puestos en la tierra: por eso
es necesario el realismo político y el conocimiento ponderado de la situación. Un camino
se hace sabiendo bien a dónde se quiere llegar: por eso son necesarios pensamientos
claros, proyectos definidos y metas alcanzables en cada etapa. Un camino es un camino, no
una frontera, ni una parada: por eso, hay que salir de la parálisis y hay que hacer
senderos de las brechas. No se trata tanto de encontrar caminos viables como de hacer
viables los caminos, a fuerza de buena voluntad y sentido común.
Lo ha dicho también el
Santo Padre: "Los hombres y las naciones, superando fronteras ideológicas,
históricas o de parte, que no permiten el crecimiento de la persona humana en libertad y
responsabilidad, han de hacer posible que la verdad, aspiración íntima de todo ser
humano, sea buscada con honestidad, encontrada con alegría, anunciada con entusiasmo y
compartida con generosidad por todos." (O.c. no. 3b)
En fin, que un camino se
hace sólo si hay caminantes: eso es la responsabilidad.
El camino cubano no se hará
posible si el Señor de la Historia no encuentra entre nosotros cubanos de a pie que
estén dispuestos a "hacer el camino". Es decir, que sin caminantes no hay
camino. Por mucha compañía que se les brinde, por mucha gradualidad con que marquemos
los pasos, por mucha reflexión, pensamiento y proyectos que señalen la dirección y el
destino. Incluso, aún cuando la autoridad política tenga voluntad de hacer caminos, sin
personas responsables no hay proyecto viable.
No pensemos que todos, ni la
gran mayoría absoluta alcanzará de una vez esta responsabilidad consciente y compartida.
Ese no es el camino: es la utopía. El camino es paso a paso y primero con los pocos que
estén dispuestos a "moverse". Nadie puede hacer el camino solo, es con todas
las partes y con todos los proyectos. Pero resulta paralizante y contraproducente esperar
a que todos o una mayoría desbordante abarroten el camino. Entonces ya no será un camino
sino una avenida. Y creemos que los cambios verdaderos y profundos nunca han llegado por
grandes avenidas.
No deberíamos pedir tanto.
Ni avenidas, ni represas. Lo que necesitamos es un camino humilde y mejorable en que
podamos mostrar al mundo que hemos comenzado a caminar, y hemos encontrado "una
síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse" (Juan Pablo II en
la Universidad de la Habana. No. 6).
El camino cubano debe ser el
camino de la responsabilidad personal. Sin responsabilidad personal no hay protagonismo de
la historia, ni esfuerzo por alcanzar las legítimas aspiraciones y deseos. Sin
responsabilidad personal echaremos sobre otros la culpa. Seguiremos colocando fuera de
nuestra conciencia, y fuera de nuestro país, la incumbencia de todo lo que pasa.
Sin que cada uno de nosotros
asuma su propia responsabilidad seguiremos dejando al Estado, al sistema, al Papa o al
Gobierno, la tarea de resolvernos el problema, de sacarnos de esta situación, de abrir el
mundo y de abrir a Cuba.
Debemos decirlo con todo
respeto, si cada uno de nosotros no abre su mente, no abre su conciencia y dice lo que
piensa; si cada uno de los cubanos no comienza a abrir un pequeño espacio de libertad en
su ambiente, en su centro de trabajo, en su escuela, en su comunidad, nada cambiará para
mejor.
A lo peor, vendrán algunos
cambios, pero serán aquellos que nos diseñen, o nos impongan, o nos preparen otros. Esto
será lo peor porque será un camino hecho desde la altura o desde la lejanía, sin contar
con los caminantes de a pie, que serán los que tendrán que sudar otra vez el camino,
bueno, malo, regular, mejor o peor, pero que, otra vez, no sentiremos como el nuestro.
Hacer el camino de la
apertura es responsabilidad de todos los cubanos y no sólo del Estado. Este camino cubano
debemos buscarlo, abrirlo, recorrerlo paso a paso, pero sin inercias ni parálisis. En
primer lugar: los cubanos de a pie, la sociedad civil y el Estado cubanos. La Iglesia en
Cuba forma parte de los dos primeros. La Iglesia Universal y las naciones y organismos
internacionales han mostrado ya fehacientemente su voluntad de acompañarnos en este
camino. Acompañarnos, no arrastrarnos. Acompañar no es protagonizar, es apoyar,
solidarizarse, animar.
Queda entonces nuestra
respuesta. De "responder" viene la palabra responsabilidad.
Mucho se habla de libertad.
Se debería hablar y vivir más la otra cara de la libertad que es la responsabilidad.
Nadie puede definirse como persona si no es responsable de su vida, de sus actos,
responsable de los demás y de su historia. Es decir, si no responde por su vida, si no
responde por los demás, si no responde por la historia que ayudó a escribir, o que
emborronó con el miedo y la desidia, o con las componendas y los intereses espurios.
Una vez más escuchemos al
Papa que en su magisterio en Cuba habló durante cinco días nada menos que doce veces de
la responsabilidad. Reflexionemos en algunas de estas enseñanzas del Santo Padre que,
así unidas en un mismo párrafo, adquieren una urgencia especial. Preguntémonos
seriamente qué vamos a hacer y sobre todo qué vamos a ser en nuestra vida, con el camino
cubano, con nuestro futuro:
"No esperen que todo
les venga dado... huyendo del compromiso y de la responsabilidad para refugiarse en un
mundo falso cuya base es la alienación y el desarraigo... No busquen fuera lo que pueden
encontrar dentro. No esperen de los otros lo que ustedes son capaces de ser y hacer. No
dejen para mañana el construir una sociedad nueva donde los sueños más nobles no se
frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia... Porque el futuro
de Cuba depende de ustedes, de cómo formen su carácter, de cómo vivan su voluntad de
compromiso en la transformación de la realidad, les digo: ¡Afronten con fortaleza y
templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente...! No
olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad. Más aún, la persona se define
principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia".
Esperamos que no falte la
responsabilidad del Estado cubano ante estos desafíos del momento presente. Ningún
momento más propicio para el Estado cubano. Para una salida honorable, civilizada,
pacífica, de esta situación, que promueva la justicia social ante el peligro de los
extremos. Ningún camino más gradual para guardar el orden y buscar concertaciones.
Ninguno mejor para salvar toda nuestra historia y no borrar de un plumazo etapas y
proyectos.
Esperamos que no falte la
responsabilidad de la Iglesia, que desde su misión propia, acompañe a nuestro pueblo en
este camino.
Pero esperamos, sobre todo,
que no falte la responsabilidad personal de aquellos cubanos que hayan descubierto el
camino y hayan recibido esta vocación de compromiso con los demás cubanos y con nuestra
historia.
Dentro de varios decenios,
cuando este camino cubano se haya recorrido -esperamos que para bien- todos habremos
tenido que dar una respuesta a los desafíos presentes. Por la humanidad, la madurez, la
perseverancia y el sacrificio personal que hayamos puesto en esas respuestas, la misma
historia y Dios, que es el Señor de la Historia, nos pedirán cuentas de cómo hayamos
abierto el camino cubano hacia el Amor.
Esta es nuestra
responsabilidad mayor: Para que nunca se apague la esperanza.