inalizaba el año 1890,
cuando al hospital de La Grave, ciudad vitícola francesa, llegóse una señora nombrada
Bertha Gardés, para recibir atención médica debido a su estado de gravidez. Era el 11
de diciembre, a las 2 de la madrugada brotaron de la garganta del niño Carlos Romualdo
los primeros sonidos guturales. Hacía su presentación en el gran teatro del mundo quien
pocos años después se convertiría en ídolo de multitudes.
El joven Carlos, que no
había tenido la suerte de conocer a su padre, al estallar la guerra en su país natal
abandonó Toulouse, convirtiéndose en desertor, y se estableció en Argentina. Para
evitar todo tipo de peligro de servicio militar, cumplidos ya los 10 años de ciudadanía,
se nacionalizó Uruguayo, país que se disputaba su paternidad.
Pero Carlos estaba
predestinado para deleitar a las grandes masas debido al caudal armónico de sus cuerdas
vocales, y desde muy pequeño se dio a conocer por los alrededores del mercado de Abasto
con sus interpretaciones de Andrés Cepeda, Almafuerte y otros, a las que les ubicaba
música de estilos.
Su fama se fue extendiendo
por la ciudad y ya no había reunión donde su presencia no fuera solicitada.
Por ese entonces, a
instancias de Don Luis Pellicer, se produce el encuentro de Gardel (transformación del
apellido de la madre por razones artísticas) con José Razzano, joven cantante de
exquisita voz con el que algunos habían tratado de establecer rivalidades al morocho,
pero la realidad fue otra: después de escucharse y alabarse mutuamente se produjeron
otros encuentros y terminaron por unir sus voces en un magnífico dúo, también floreció
entre ellos una hermosa amistad que supieron conservar hasta la muerte del zorzal criollo.
El dúo Gardel-Razzano, que
comenzara una noche del año 1911 en el café del Pelado, ubicado en la esquina de Entre
Ríos y Moreno, lugar donde había nacido «el oriental», como llamaban a este valiente
tenor, alcanzó en poco tiempo tanta fama que sus nombres trascendieron las fronteras de
su país.
En 1925, ante la
imposibilidad de continuar cantando debido a afecciones en la garganta, José Razzano le
pediría a su amigo que partiera solo para Europa, mientras él se sometería a un examen
médico en Buenos Aires.
Fue así que el dúo se
disolvió, aunque no la inquebrantable amistad de sus integrantes.
A raíz del fatal accidente
ocurrido en Medellín, Razzano era constantemente asediado por la prensa a la que refería
que no le quedaban anécdotas originales que recordar y reclama el derecho de no evocarlas
por El Morocho, pero sí quería presentar a un nuevo Gardel desconocido por todos: el
Gardel retraído, absorto, distinto al joven sonriente y expansivo, que llevaba en lo más
profundo una tristeza reprimida, tortuosa y oscura como las calles donde se entonaban las
milongas. Más que a ninguno puede aplicarse a Carlos Gardel la frase: En las horas de
prueba es donde se revelan los hombres. Necesitaba a alguien a su lado que le hiciera
sentir la voluntad que por momentos lo abandonaba. Era un fatalista.
«Declaraciones hechas al
periodista Sergio Chiappori en julio de 1935».
Con el surgimiento del cine
sonoro a finales de la década del 20, el séptimo arte absorbe a todos los grandes
cantantes, el mexicano José Mojica (El precio de un beso), el norteamericano Al Jonson
(El cantor de Jazz) y muchos más desfilaron ante las grandes pantallas. Gardel, que ya
había tenido su primera experiencia en 1917 cuando filmó junto a Ilde Pirovano «Flor de
durazno», de la que quiso alejarse aludiendo que él era cantante y no actor. Pero sus
amigos lograron convencerlo y el francesito regresó para terminar la cinta.
Esta fue su primera y única
experiencia en el cine mudo.
Filmografía de Gardel:
Entre 1931 y 1935 el cantante filmaría para la Paramount un grupo de
largometrajes de amplia difusión en todo el continente Americano, cuyo orden exponemos a
continuación:
- «Luces de Buenos Aires» (1931)
- «Melodías de arrabal» (1938)
- «Espérame» (1932)
- «La casa es seria» (1932)
- «Cuesta Abajo» (1934)
- «Tango en Broadway» (1934)
- «El día que me quieras» (1935)
- «Tango Bar» (1935)
- «Cazadores de estrellas» (1935), en inglés, excepto la parte de Gardel,
donde pudo el cine-vidente apreciar las interpretaciones vocales del cantor.
-«Tomo y obligo»
-«El rosal»
-«Melodías de arrabal»
-«Silencio»
-«Cuando tú no estás»
-«Estudiante»
-«Por tus ojos negros»
-«Me da pena confesarlo»
-«Criollita de mis amores»
-«Cuesta Abajo»
-«Mi Buenos Aires querido»
-«Amores de estudiante»
-«Rubias de New York»
-«Soledad»
-«Golondrinas»
-«Caminito soleado»
-«Volver»
-«El día que me quieras», y muchos más que todos mantenemos frescos en la
memoria.
Gardel también filmaría en 1930, 10 cortometrajes producidos por
Federico Valle y dirigidos por Eduardo Morera, con algunas de sus más gustadas
interpretaciones.
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Filmografía
sobre Carlos Gardel:
- «La vida de Carlos Gardel» (1939) Con Hugo del Carril y Delia Garcés.
- «Se llamaba Carlos Gardel» (1949) con Roberto Escalada y Elina
Colomer.
- «La guitarra de Carlos Gardel» (1949) con Agustín Irusta y Carmen
Sevilla.
- «La historia del tango» (1949) con Tito Lusiardo y Virginia Luque.
- «El morocho del abasto» (1959) con Laura Hidalgo y Rolando Chaves.
- «El último payador» (1950) con Hugo del Carril y Aida Luz.
- «He nacido en Buenos Aires» (1950) con Santiago Arrieta y María Luisa
Robledo.
- «Sábado a la noche» (1960) con Gilda Louseck.
- «Imágenes del pasado» (1961) cortometraje- retrospectiva del cine
Argentino desde 1896 hasta 1933.
- «Carlos Gardel, Historia de un ídolo» (1964) con Tito Lusiardo y
Anselmo Orani.
- «Recordando al zorzal criollo» (1964) Documental biográfico realizado
con fragmentos de noticieros y filmes de Gardel que nos lo muestra desde su infancia hasta
su trágica muerte.
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Aquel 24 de junio de 1935, un largo desfile de personas se dirigía al campo de
aterrizaje Enrique Olaya Herrera, para esperar al afamado cantor. Bordeando la colina que
limita al aeropuerto descendió el F-31 trayendo consigo nuevamente a Gardel a tierras
colombianas, quien descendió esbozando la mejor de sus sonrisas. Después de departir con
algunos amigos, abordó nuevamente el avión que se dirigió a las bombas de combustible
para llenar sus tanques, en tanto el «Manizales», un poderoso Ford de tres motores,
esperaba que el F-31, dejara libre el campo para continuar vuelo hacia Bogotá. El avión
que conducía a Gardel y sus amigos atravesó el campo de sur a norte para continuar su
viaje hacia Cali donde debía presentarse esa noche en el teatro Jorge Isaacs. Lo que
sucedió después dejó estupefactos a todos los presentes: Al pasar frente al Manizales,
que esperaba con los motores encendidos el despeje de la pista, un fuerte golpe de viento
hizo que el F-31 se precipitara contra el trimotor. La colisión de los dos aviones
produjo un gran estruendo. Los colosos se incendiaron y de sus interiores brotaban
alaridos de dolor. Algunos de los viajeros lograron salir por una ventanilla rota pero
Gardel debido a su corpulencia y a las posibles quemaduras no pudo abandonar la nave. Su
cadáver se pudo identificar con facilidad pues entre otras cosas el pasaporte quedó
bastante intacto. Así moría el ídolo de tantas multitudes.
El mundo entero recibió conmocionado la trágica noticia.
Hoy, a 63 años de aquel lamentable accidente, por los rincones porteños de su
Buenos Aires querido; por toda la América Latina que tanto lo admiró; en Europa y todos
los demás lugares adonde llegó el eco de su trino, el zorzal continúa deleitando a
pasadas y presentes generaciones con más entusiasmo, melodía y emoción en su voz.