Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido nació el 4 de agosto de 1852 en
la calle Águila Nº 822 en La Habana, justamente cuando habían pasado más de cien años
de la llegada a nuestro país del violín.
Una de las primeras influencias musicales que recibe Brindis de Salas proviene
del mismo seno familiar que, aunque perteneciente a la raza negra, gozó a plenitud de
ciertos privilegios que le permitieron un enorme acercamiento a los medios culturales de
la época, casi "cercados" a los negros, esto obedecía a que a través de
varias generaciones los integrantes del núcleo familiar, tanto por la línea materna como
la paterna, habían tenido una estrecha vinculación con los cuerpos militares españoles.
Claudio Brindis (el padre), violinista talentoso, no tuvo la suerte de nacer como
su hijo en un medio donde pudiera desarrollar sus excelentes cualidades. Tuvo que
resignarse a ocupar el lugar que establecía la sociedad de aquella época para un músico
"negro": director de una orquesta de baile.
Brindis de Salas comienza desde muy temprana edad sus estudios de violín bajo la
batuta de su padre, quien con mucho esmero, de padre y maestro, cultiva las excepcionales
dotes del crío.
El Liceo de La Habana es escenario del primer acontecimiento artístico de
relevante importancia en la vida de Brindis, el viernes 18 de diciembre de 1863, hace ya
ciento treinta y cinco años, cuando contaba el niño once primaveras; en este concierto
toma parte, entre otros, el eminente pianista cubano Ignacio Cervantes. El pequeño
interpretó: Aire variado, de Ch Berior; Fantasía sobre motivos de El Tirador, de J.D.
Alard, y Variaciones, sobre un tema del maestro Rodolfo, esta última compuesta por el
propio intérprete, primer trabajo autoral creado a la edad de ocho años; la danza
"La Simpatizadora".
La presentación de Brindis de Salas fue el primer eslabón de toda una larga y
continua cadena de éxitos, cosechados durante su fructífera vida de intérprete,
constituyendo una muestra fehaciente de la confianza que en su talento tuvieron músicos
de la estirpe del laureado pianista Ignacio Cervantes, con quien compartiera aquel día
del año 1863 el programa.
Bajo la celosa dirección de su padre se afianza la sólida formación del
maestro Brindis de Salas. Recibe el caudal de conocimientos del destacado maestro José
Redondo y más tarde el apoyo del experimentado Van der Gutch, quien le proporcionaría la
guía efectiva y segura que lo situaría en 1869 en Las puertas del Conservatorio de
París, que gozaba de la más alta y merecida reputación a nivel internacional por su
larga y sólida tradición en la formación de los más virtuosos de la época.
Brindis de
Salas se lanza a la consolidación de su carrera en el exterior:
A su llega a la capital francesa, en la segunda mitad del siglo XIX, enfrenta la
consolidación de una escuela que, partiendo de Pierre Gaviniés y Viotti, se materializó
y desarrolló en las figuras de Rudolph Kreutzer, Pierre Baillot, durante la primera mitad
del siglo; es la época en que coexisten un número importante de intérpretes de las más
variadas tendencias y latitudes.
Ya en París, Brindis forma parte de la clase del eminente violinista Camilo
Ernesto Sivori, alumno de Nicolo Paganini y sólido representante del arte virtuosístico
romántico de la primera mitad del siglo, con quien perfecciona los vastos recursos
interpretativos que caracterizaban su ejecución.
Salas había llegado a la Ciudad Luz con toda una técnica desarrollada y con un
ímpetu que caracterizaban la ejecución de cada pieza musical. Poco a poco perfiló un
estilo propio al que añadió elegancia y una amplísima gama de recursos, todo esto
gracias a la guía de los grandes maestros franceses, lo que le permitió alcanzar en un
plazo breve una alta distinción entre los músicos.
Después de su triunfo en el Conservatorio de París inicia una brillante y
vertiginosa carrera de concertista. Lo avala el período de los años 1871-1911, durante
el cual recorre los principales centros culturales del mundo despertando invariablemente
el mayor entusiasmo del público y de la crítica en general.
El diario "Le Temps" decía que nadie como Brindis de Salas, sabía
apoderarse de su auditorio y dominarlo tan completamente(1). Por otra parte en Florencia
el "Courriere Italiano" decía: "... el joven negro maravilló y llenó de
entusiasmo al auditorio: es violinista de actividad admirable, tiene un portamento de arco
ligerísimo y al mismo tiempo una energía que lleva impreso el ímpetu, característico
de su raza: siente, y siente con una pasión que le chispea en las pupilas, que son de una
expresión electrizante"(2).
Los rasgos característicos de Brindis de Salas en Europa se hicieron patentes
desde sus primeras presentaciones. No fueron pocos los críticos que hicieron alusión a
su extraordinario dominio del auditorio, al constante entusiasmo que siempre provocó su
interpretación, a su buen gusto, pureza de virtuosismo y entonación. Siempre contó en
cada presentación con la aceptación de su público y de la crítica en general.
América recibe a un célebre violinista
Después de siete años de continuas presentaciones en Europa, Brindis regresa a
América en 1875, esta vez con el título honorífico de Director del Conservatorio de
Haití, y recorre la América Central.
Caracas le abre sus puertas en 1876, de su extensa actividad artística en esta
ciudad de Suramérica dijo el compositor y musicólogo Rházes Hernández López(3):
"...si Brindis de Salas fue una figura en los históricos Conciertos de
Pasdeloup (1819-1887) -fundados precisamente por Julio Pasdeloup, gran director de
orquesta- donde el genial cubano hacía de solista, y si, al lado de la Patti (Adelina) se
presenta como alta figura artística; si Mazzucato le dirige en Milán, en el regio teatro
de Turín y en la Fenice de Génova; si en Berlín el más agresivo crítico le llama
"el rey de las octavas"; si el crítico parisiense Oscar Commentant, celebrada
figura de la prensa, se extasía ante el notable virtuoso y escribe que "el violín
fue creado para él", si Leonard, gran maestro del arco, Charles Dancla y David lo
aclaman, a pesar de tratarse de un músico negro de estas latitudes y se admiran de este
gran concertista, fue porque en realidad lo fue".
En 1877 Brindis de Salas regresa de nuevo a La Habana, tras ocho años de
ausencia. Los teatros capitalinos Tacón (hoy Gran Teatro de La Habana) y el Payret
(Complejo Cultural Payret) le abrieron sus puertas, además de ejecutar sus obras en los
altos del Louvre en compañía de su maestro Vander Gutch. Posteriormente realiza una gira
nacional que le asegura su gran triunfo en Cuba. En los programas Brindis incluía obras
del maestro José White, especialmente aquellas que tenían un contenido más nacional o
latinoamericano, como son los casos de "boleros", La bella cubana y la difícil
"Zamacueca", esta última compuesta por White durante su estancia en Chile,
basado en motivos populares de este país. Además incorporó a su repertorio obras como
Danza Colombiana, de Morales Pino.
Siempre quiso dar a conocer la música que caracterizaba la creación de nuestro
continente, porque de haberse propuesto como único objetivo difundir la de White, bien
que podría haberlo hecho con piezas como Styrienne o Violinezque, muy ricas en
dificultades y escritas en un lenguaje al estilo europeo de la época.
"El Paganani Negro" en México
El día 4 de marzo de 1878 decide Brindis de Salas embarcar para tierras aztecas
con el objetivo de ofrecer, el 21 del propio mes, un concierto en Veracruz. La capital
azteca lo recibe con ardor, lo hace objeto de grandes demostraciones de admiración; el
Casino Español lo festeja con un acto brillantísimo. Cada presentación constituye un
acontecimiento sin precedentes.
José Silvestre White, otro gran violinista cubano acababa de visitar México,
dejando una imborrable impresión en su público. Nada fue obstáculo para el
"Paganani Negro", pues triunfó con su fuerza y maestría de buen músico,
revelando su maravillosa espontaneidad en cada creación con un indiscutible talento.
Nuevamente retorna a La Habana
En 1886 hace su aparición en tierras cubanas. Regresaba del viejo continente,
donde el constante estudio había fortalecido su genio, que ahora se hallaba en plena
madurez. Cuenta entonces treinta y cuatro años y está definitivamente consagrado por la
admiración de toda la Europa culta. El pueblo cubano, y en especial el habanero tuvo el
gusto de deleitarse con piezas como: Dúo de Leonard, Fantasía de Ernest sobre Otello,
"Paráfrasis" de Fausto por Wieniawsky, Rapsodia núm 2 de Liszt por Sitt,
Barcarola del Barón Freederichsz, Grosser Wüterchem, delicioso canto con Sordina de
Gustavo Langer y el Vals de Chopin, op. 64, núme 1, transcripción de David(4).
Yo soy Caballero de la Legión de Honor
A la salida de una de sus memorables apariciones, penetró "el rey de las
octavas", haciéndose acompañar de unos amigos blancos admiradores suyos, en uno de
los cafés más exclusivos que había en La Habana.
Pidió cada quien qué tomar, y cuando lo hizo Brindis, el dependiente, que no le
conocía, le respondió con aspereza: "Yo no sirvo sino a los caballeros, no a los
negros". Brindis de Salas se irguió como picado por un tábano, y ya en pie, esbelto
y colérico, se llevó la mano a la solapa del frac, y señalando un botón rojo que
llevaba en ella, exclamó lleno de ira: "¡Pues yo soy Caballero de la Legión de
Honor, y no hay aquí tal vez ninguno que pueda decir lo mismo!"(5).
A pesar de que, advertido el dependiente acerca de quién era aquel negro trató
de excusarse, Brindis rehusó ocupar su puesto, y abandonó el café.
Continúan sus giras
Hallándose en Barcelona, en julio de 1889, decide partir hacia Buenos Aires, a
pesar de que sus gustos y sus relaciones eran más del continente europeo que del nuestro.
Después de dos años de gloria, decide, como siempre regresar a Europa.
En Berlín, Alemania, contrae matrimonio con una dama de la alta sociedad.
También es nombrado concertista del emperador.
Una inquieta respiración nostálgica lo hace emprender una nueva peregrinación
artística, para visitar Cuba.
En el año 1898 su hogar se derrumba. Su mujer demanda el divorcio, angustiada de
genio tan excéntrico y andariego, y Salas se lanza una vez más a recorrer el mundo
dejando en Alemania sus bienes y tres hijos, violinistas también.
El desastre de su hogar en el que quedó toda la familia, la evidente
declinación de su genio artístico, los excesos que en ciertos temperamentos exaltados
produce la gloria, fueron sin duda socavando su fuerte cuerpo. La tuberculosis muerde sus
pulmones y la miseria comienza a rastrearlo. Durante algunos años, Brindis se pasea por
América, pero ya sabía que la cuesta era de bajada.
Brindis de Salas en Pinar del Río
Entre los años 1903-1905 el rey de las octavas busca refugio en las cálidas
tierras americanas.
Un poco más pobre, cada vez más modesto en apariencia y más carcomida el alma
de ansias de libertad artística, toma parte en Pinar del Río en una velada familiar,
acompañado al piano por Pedro Rubio, quien estuvo con él en una gira por Europa. Tan
inolvidable acontecimiento quedó guardado en los días del año 1903.(6)
El fin de «El Barón de Salas»
«La historia de este lírico bohemio parece un cuento, sin embargo es cierto. El
2 de junio murió en nuestra ciudad. Había llegado de Europa en el vapor Satrústegui ¿a
qué vino?, se ignora. Después de haber sido millonario, después de haber vivido la vida
de un monarca, después de haber hecho temblar el corazón de las mujeres, después de
haber paseado por el mundo su alma que era un violín, después de tanto amor, de tanto
fuego, de tanto sol, de tanta melodía, de tanta gloria y laurel, cayó al fin destrozado.
Viejo, pobre, sucio, negro, tísico y solo... ¡solo! ¡Solito! Ni siquiera tuvo en el
momento de morir el consuelo de abrazar el violín que lo hizo célebre».(7)
En Buenos Aires, cansado, viejo, enfermo, tributaría el último abrazo a la
vida. Brindis de Salas fallece en una Casa de Asistencia Pública, ignorado quizás, un
apacible 2 de junio de 1911. La tuberculosis había invadido su robusta naturaleza.
Entre sus documentos se hallaron un pasaje y un pasaporte que decía:
"Caballero de Brindis, Barón de Salas"(8).
Sus restos mortales fueron trasladados a La Habana el 26 de mayo de 1930, luego
de múltiples gestiones, para permanecer definitivamente en el Mausoleo de la Solidaridad
Musical, en la Necrópolis de Colón.
Fue una vida larga, llena de grandeza siempre, grandeza aún en las derrotas, una
vida de artista íntegro.
Notas bibliográficas:
(1) Toledo, Armando: Presencia y vigencia de Brindis de Salas.
Editorial Letras Cubanas. Habana 1981. Pág.18.
(2) IDEM.
(3) Boletín Casa de las Américas. Marzo-abril 1977.
(4) Toledo, Armando: Presencia y .... pág.77.
(5) IDEM, pág. 78.
(6) IDEM. Pág. 183. Testimonios de Miguel Sordo Cuervo.
(7) Diario Cartas y Caretas. Buenos Aires Argentina, 1911.
(8) Toledo, Armando: Presencia y vigencia... pág. 159.
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