julio-agosto. año V. No. 26. 1998


PEDAGOGÍA

LA ENSEÑANZA RELIGIOSA

                ES INDISPENSABLE

 

Palabras de saludo del Canciller alemán en la inauguración del

Sínodo de la Iglesia Evangélica en Alemania (EKD)

en Wetzlar, el 2 de noviembre de 1997

 

por Helmut Kohl

 

Muy distinguido Señor Präses,

Distinguido Señor Presidente del Consejo,

Distinguido Señor Obispo Lehmann, distinguidas damas y caballeros:

 

Me alegro mucho de estar hoy aquí con ustedes en Wetzlar.

Su período como miembros del noveno Sínodo de la Iglesia Evangélica en Alemania comenzó hace sólo pocos meses. Les deseo para los próximos años muchos éxitos en su importante trabajo.

En esta sesión elegirán Ustedes un nuevo consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania —y también un nuevo Presidente del Consejo-. Usted, Señor Obispo de Estado Engelhardt, entregará su cargo en otras manos. Por eso voy a aprovechar hoy la ocasión de manifestarle mi sincero reconocimiento.

Usted ha prestado una contribución importante para el futuro de la Iglesia Evangélica en Alemania, en una época de dramáticos cambios. En estos años usted ha ayudado al mismo tiempo a conformar las relaciones entre Iglesia y Estado y a promoverlas, para el bien de su Iglesia y para el bien del conjunto.

Recuerdo con agrado nuestros encuentros en años pasados: nuestra cooperación estuvo siempre caracterizada por el respeto mutuo, por la franqueza y la confianza, y no en último lugar por un esfuerzo conjunto en pos de una estrecha coexistencia. Hemos tenido muchas y buenas conversaciones. También por esto quiero darle las gracias.

Le deseo a Usted, señor Obispo de Estado, también felicidad y la bendición de Dios. Estoy seguro de que su voz conservará, en la Iglesia Evangélica de Alemania y mucho más allá, su gran importancia.

 

Señoras y Señores:

Como Parlamento Eclesiástico de casi 29 millones de cristianos evangélicos en nuestro país ustedes se plantean la tarea de introducir la Iglesia Evangélica de Alemania en el siglo 21. Esta es una tarea particularmente difícil y al mismo tiempo remuneradora.

En Alemania, Europa y el mundo se han realizado transformaciones trascendentales. El mundo es hoy distinto de hace todavía pocos años y aún está envuelto en los cambios.

En este contexto muchos hombres dirigen la mirada con más fuerza a las iglesias. Buscan allí un sostén firme.

Dentro de apenas dos años comenzará el nuevo milenio. El año 2000 fascina a muchas personas, que relacionan con él el comienzo de algo nuevo y desconocido. Pero al mismo tiempo crece en muchos también el temor a la vida. La cuestión del sentido de la vida se plantea entre ellos con nueva urgencia existencial. Donde reina la falta de fe hay poca esperanza. Y donde languidece la esperanza, se extienden los temores e inseguridades. Este es un precio de la secularización de nuestra sociedad.

Hay en nuestra sociedad una profunda necesidad, hasta un hambre de seguridad y orientación. Aquí hay también una gran tarea para las iglesias. Esta es una gran oportunidad. Ocasionalmente tengo la impresión de que muchos en las iglesias aprovechan poco esta oportunidad, tal vez porque se ocupan demasiado de sí mismos. El peligro es grande, ya que entonces otros pueden intentar llenar esta laguna, y ciertamente con ideologías que no dan libertad sino dependencia.

Deseo que los hombres contemplen su iglesia como una fuerza, que señale caminos y dé valor en esta época de grandes transformaciones. Esto supone naturalmente que las iglesias mismas irradien confianza. La llave para ello reside en la proclamación perseverante de la palabra de Dios.

Por tanto, me alegro mucho de que ustedes hayan hecho de la misma el punto central en el contenido de su sesión. De la palabra de Dios brotan la fuerza y la esperanza, no de las visiones apocalípticas de falsos profetas.

En el centro de nuestra fe cristiana se halla la Buena Nueva. En este espíritu las iglesias pueden y deben influir para que los hombres comprendan los retos de nuestro tiempo, no como un riesgo en primer lugar, sino como una oportunidad.

Esto supone el valor de hacer un inventario honrado. Nosotros los alemanes no vivimos en un nicho, por encima del cual pasan los cambios globales. Si no estamos listos para adaptar nuestra mentalidad y tomar las decisiones necesarias, entonces nuestro país decaerá ineluctablemente.

Ante nosotros se plantea de forma cada vez más dramática la cuestión de cómo conservar nuestra posición cimera en una competencia internacional agudizada, y garantizar trabajo y seguridad social para los hombres en nuestro país.

He leído con atención lo que las iglesias han escrito en su Declaración Conjunta sobre la situación económica y social en Alemania. Y comparto con ellas la convicción de que el decir «sí» a la competencia necesita ser complementado por un «sí» a la coexistencia y a la cooperación en nuestra sociedad. Así como la libertad y la responsabilidad, el rendimiento y el sentido de comunidad están indisolublemente ligados.

Esta coexistencia y cooperación deben manifestarse muy particularmente en la lucha contra el desempleo. Para mí sigue siendo la mayor injusticia social que haya hombres que quieran trabajar y no encuentren puesto de trabajo.

Si queremos ayudar efectivamente a los desempleados en nuestro país, entonces no podremos evitar el abrir nuevas vías en muchos campos, y esto significa también reducir costos y reformar las prestaciones sociales.

El que sólo levanta barreras y signos de pare ante toda reforma necesaria no ayuda al hombre que busca trabajo y a su familia, sino en verdad sólo ayuda a determinados grupos de intereses.

Queremos construir una sociedad humana en el siglo XXI, una sociedad en paz y libertad, con bienestar y justicia social. Tenemos para ello todas las posibilidades, si tan sólo queremos.

La globalización no significa solamente agudización de la competencia, sino también nuevos mercados y nuevas oportunidades. Por lo demás se abren con ella nuevas perspectivas para los hombres en los países emergentes de Asia y América Latina. Quien tome en serio la solidaridad mundial debe saludar tal desarrollo.

Hay también oportunidades en las revolucionarias novedades tecnológicas de nuestro tiempo. Constituyen un poderoso potencial que debemos explotar para crear puestos de trabajo, combatir el hambre, la miseria y la enfermedad en el mundo y conservar la creación.

Y cuando hablamos de las oportunidades del cambio: Nunca estuvieron la paz y la libertad para los hombres en nuestro país tan seguras como hoy. ¿Cuándo pudo alguien alguna vez decirle a una joven generación alemana que, según la razón humana, jamás sería arrastrada a una guerra?

Nuestra patria se ha reunificado en libertad. El imperio comunista se ha desmoronado, el conflicto Este-Oeste ha sido superado. Toda Europa crece junta sobre la base de los valores que se hallan fundamentados de forma determinante en la fe cristiana.

No hay en absoluto ningún motivo para la pusilanimidad o la resignación.

¿Quién se hubiera atrevido hace diez años a hacer por ejemplo la predicción de que pronto también en el este de nuestro continente se garantizaría la libertad de práctica religiosa?

Este desarrollo es para todos nosotros un motivo de gran alegría. Tanto más lamentable es que hoy en Alemania muchos quieren desplazar la enseñanza religiosa de las escuelas.

Esto lo considero un escándalo, y no puedo comprender que tales tendencias no sean impugnadas con mayor frecuencia y decisión. El ataque contra la educación religiosa de nuestros niños debe alarmarnos, como cristianos y también como ciudadanos.

Nos vemos afectados también como ciudadanos, porque aquí no se trata en último lugar de valores esenciales de una democracia libre. La enseñanza religiosa confesional no es un privilegio obsoleto de las iglesias, sino una tarea necesaria del Estado secular. Esto lo ha señalado Ud. justamente en su sesión de mayo.

Para nosotros los cristianos la fe es el verdadero origen de la responsabilidad, que nos es impuesta en el mundo y por el mundo. Aún quien no comparte la doctrina de las iglesias cristianas debe reconocer su papel sobresaliente, más aún, esencial para nuestro ordenamiento democrático.

La instrucción religiosa es algo completamente distinto de un amontonamiento de conocimientos sobre ciencia religiosa y sobre teorías ético-filosóficas. Los jóvenes deben también experimentar cómo se vive la fe. Quien equipara la tolerancia religiosa con la equidistancia religiosa niega a la juventud una ayuda indispensable en su búsqueda de orientación.

Aquí se trata de un tema de importancia decisiva para el futuro de nuestra sociedad. Estoy seguro: disponemos de las condiciones materiales necesarias para resolver nuestros problemas económicos y sociales. Pero, si queremos ganar el futuro es una cuestión absolutamente esencial la disposición espiritual de nuestro país.

Se trata aquí de los valores inmateriales, de nuestra comprensión de la libertad, de la importancia de las virtudes y del valor de la familia. Se trata, no en último lugar, de la fuerza de la fe y del papel de las iglesias.

Por tanto es pertinente fortalecer aquellas instituciones que transmitan valores y pueden dar así a los hombres sostén y orientación.

La importancia central del mensaje cristiano para el fundamento de los valores de nuestra democracia ha sido subrayada urgentemente por el Sínodo de la Iglesia Evangélica en su declaración recientemente publicada «Sobre las Relaciones del Estado Democrático de Derecho con el Cristianismo». Les estoy muy agradecido por esta declaración dirigida al futuro.

Conservar la base de valores comunes es el núcleo de la probada asociación de Iglesia y Estado en la República Federal Alemana.

Ante todo debemos fortalecer la conciencia de la indisoluble vinculación entre libertad y responsabilidad. La libertad sin responsabilidad lleva a nuevas formas de dependencia.

Sólo en la responsabilidad por nuestra propia vida, por el prójimo, por la comunidad y por la Creación es realmente realizable la libertad. Finalmente se trata de nuestra responsabilidad ante Dios.

 

Quien niega la falibilidad y la debilidad del hombre corre el peligro de encontrar en la política esperanzas de salvación ideológicas. La mejor inmunización contra esto es el fortalecimiento de la fe y de las instituciones cristianas.

 

Señoras y Señores:

La tarea de contribuir a la construcción del mundo es entendida por los cristianos como una obligación. Y en este sentido los invito: Hagamos en conjunto nuestra obligación. Queremos construir para las generaciones venideras un buen futuro, un futuro de coexistencia humana en una patria unificada, en una Europa unificada.

Planteémonos este reto, cada uno dentro de su responsabilidad, pero unidos por nuestra convicción cristiana y con la confianza, la fe en Dios y el corazón lleno de gozo, que deben ser características propias de un cristiano.

A todos ustedes, que se han reunido para el Noveno Sínodo de la Iglesia Evangélica de Alemania, les deseo unos fructíferos y exitosos debates aquí en la vieja Ciudad Imperial de Wetzlar. /Agencia Católica de Noticias (KNA).