La
visita del Papa a Cuba es un acontecimiento, lo está siendo ahora, cuyo alcance es
imposible conocer en todo su magnitud y que constantemente nos ofrece nuevas aristas: de
análisis, evocación, reflexión y enseñanza. A pesar de que muchos, de todas las
tendencias, han tratado de disminuir su importancia y minimizar su repercusión, tanto en
el plano interno como en el externo, constantemente somos testigos de acontecimientos, que
al analizar sus antecedentes es necesario mencionar la visita.
También la visita fue una
oportunidad en la cual el Papa nos habló a los cubanos, el Papa nos habla siempre que
habla al mundo, o en el momento de referirse a cualquier país, por lo universal de sus
enseñanzas, pero en Cuba habló para nosotros y esto hace que sus homilías y mensajes
sean una fuente inagotable de lectura, análisis y reflexión para todos los cubanos,
especialmente para aquellos que de una forma u otra buscan entrar al próximo siglo por el
camino de la paz y el bienestar tanto material como espiritual.
En este proceso de
asimilación de sus mensajes fijé mi atención en el tratamiento que el Papa da a la
figura de Martí.
La mención de nuestro
héroe nacional en las homilías y mensajes de su Santidad es abundante, si se compara con
las que ha hecho en otros viajes sobre personalidades relevantes de los países visitados,
pero lo que más me impresionó es la coincidencia que existe entre el pensamiento del
Apóstol y las enseñanzas que Juan Pablo nos trasmitió. Podemos usar de ejemplo la
primera cita, muy conocida, cuando en Santa Clara, al hablar de la familia, expresó:
«Por eso es necesario
recuperar los valores religiosos en el ámbito familiar y social, comenzando la práctica
de las virtudes que conforman los orígenes de la Nación cubana, en el proceso de
construir su futuro `con todos y para el bien de todos´ como pedía José Martí».
El Papa, al igual que
Martí, no dice, ni hace nada que no tenga un significado medular y acorde con el programa
que se traza, es un hombre coherente y esta cita dentro del contexto de sus mensajes lo
es, veamos en una apretada síntesis:
A la llegada a Cuba, en el
aeropuerto:
«Quiera Dios que esta
visita que hoy comienza sirva para animarlos a todos en el empeño de poner su propio
esfuerzo para alcanzar esas expectativas con el concurso de cada cubano y la ayuda del
Espíritu Santo».
Camagüey, en el mensaje a
los jóvenes:
«Me detengo ahora en un
asunto vital para el futuro. La Iglesia en su Nación tiene la voluntad de estar al
servicio no sólo de los católicos sino de todos los cubanos».
Encuentro con el mundo de la
cultura:
«En este país, la mayor
parte de los artífices de la cultura -católicos y no católicos, creyentes y no
creyentes- son hombres de diálogo, capaces de proponer y escuchar. Los animo a proseguir
en sus esfuerzos por encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan
identificarse; a buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda
integrar en su seno sus múltiples tradiciones nacionales».
En Santiago de Cuba aclara
para aquellos que, como yo, dudamos del papel que juegan los que escogieron vivir fuera
del país:
«Desde aquí quiero
enviar mi saludo a los hijos de Cuba que en cualquier parte del mundo veneran a la Virgen
de la Caridad, junto con todos sus hermanos que viven en esta hermosa tierra, los pongo
bajo su maternal protección pidiendo a Ella, madre amorosa de todos, que reúna a sus
hijos por medio de la reconciliación y la fraternidad».
En la reunión con los
obispos de Cuba:
«Confiando en ello, les
aliento a seguir siendo `ministros de la reconciliación´ (2 Cor.5,18) para que el pueblo
que les ha sido encomendado superando las dificultades del pasado, avance por los caminos
de la reconciliación entre todos los cubanos sin excepción
... Prosigan como
mensajeros que anuncian la paz´ (Is. 52,7) para que se consolide una convivencia
justa y digna, en la que todos encuentren un clima de tolerancia y respeto recíproco».
A la hora de la despedida:
«Antes de abandonar esta
capital, quiero decir un emocionado adiós a todos los hijos de este país...
...En este proceso, todos
los cubanos están llamados a contribuir al bien común».
Como vemos el Papa no sólo
cita «con todos y para el bien de todos», sino que hace de esta frase palabra
viva, al hablarnos a todos los cubanos nos exhorta a buscar un diálogo con todos, para
poder crear una conciencia justa y digna para todos.
Y ahora veamos que la
coincidencia entre estos dos grandes hombres va más allá de la concepción ética de que
la Patria es para todos, va en la raíz misma de donde sale esta convicción, por eso el
Papa nos expresa en la Plaza José Martí:
«Por eso quiero repetir
mi llamado a dejarse iluminar por Jesucristo, a aceptar sin reservas el esplendor de su
verdad, para que todos puedan emprender el camino de la unidad por medio del amor y la
solidaridad evitando la exclusión, el aislamiento y el enfrentamiento que son contrarios
a la voluntad del Dios-Amor.»
Aquí el Papa supera todas
las barreras filosóficas, teológicas, ideológicas que alguien podría levantar entre
Él y Martí al convocar al Dios-Amor, ya en el Aula Magna expresó de Martí:
«...coherente con sus valores éticos y animado por una espiritualidad de raíz
eminentemente cristiana». Esta espiritualidad reconoce en Martí el AMOR como el
principio vital del hombre.
«Cuando nací, la
Naturaleza me dijo: ¡Ama! Y mi corazón me dijo: ¡Agradece! Y desde entonces yo amo al
bueno y al malo, hago religión de la lealtad y abrazo a cuantos me hacen el bien» (1).
Desgraciadamente, por su
hechura, sencillez, facilidad para representar, son muy conocidos los versos de Abdala en
que Martí exclama por boca del protagonista:
«El amor, madre, a la
patria
No es el amor ridículo a la
tierra,
Ni a la yerba que pisan
nuestras plantas;
Es el odio invencible a
quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien
la ataca» (2).
Aquí el adolescente José
Martí se debate entre estos dos sentimientos: Amor-Odio, pero sin embargo poco se conoce
el hecho de que Martí, hombre que nunca se contradice y que es «coherente con sus
valores éticos», como nos señala el Papa, en este caso y después de conocer la obra
del odio, en el presidio político escribió en un artículo titulado precisamente: «El
Presidio Político en Cuba», después de expresar que la existencia de este lugar
parecía la negación de Dios.
«Dios existe, sin
embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se
encarna en Él una lágrima pura. El bien es Dios. La lágrima es la fuente del
sentimiento eterno...
Ni os odiaré, ni os
maldeciré.
Si yo odiara a alguien, me
odiaría por ello a mi mismo.
Si mi Dios maldijera, yo
negaría por ello a mi Dios»(3).
Ya esta idea del amor como
principio y el rechazo al odio no lo abandonó jamás, pudiera escribirse un libro,
nosotros citaremos sólo unos párrafos:
En carta a Joaquín Macal,
ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala en abril de 1877.
«Amo al periodismo como
misión, y, lo odio... no, que odiar no es bueno, lo repelo como disturbio»(4).
Y en 1894 en sus cuadernos
de apuntes, en plena madurez vital, reafirma esta idea:
«Por el amor se ve. Con el
amor se ve. El amor es quien ve. Espíritu sin amor, no puede ver»(5).
El Papa, y esto es
importante, no nos dice que Martí fuera Católico, nos afirma que procede de una matriz
cristiana donde se fecundó la nacionalidad cubana.
Esta matriz y el
reconocimiento del Amor como principio vital, une a estos dos hombres, pero su
identificación va más lejos aún.
El Papa plantea con claridad
que es necesario respetar la soberanía cubana, y desde su llegada a Cuba dice:
«Ustedes son y deben ser
los protagonistas de su propia historia personal y nacional».
Como Martí, el Papa, da una
visión positiva de nuestro pueblo, por eso en el caso de los jóvenes expresa en el
mensaje que dirige a los mismos:
«Conozco bien los
valores de los jóvenes cubanos, sinceros en sus relaciones, auténticos en sus proyectos,
hospitalarios con todos y amantes de la libertad».
Su mensaje está en clave de
optimismo y confianza, por eso dice en el momento de su partida:
«Queridos cubanos, al
dejar esta amada tierra, llevo conmigo un recuerdo imborrable de estos días y una gran
confianza en el futuro de su patria.»(11)
Soberanía, visión positiva
del pueblo y confianza en el futuro fueron características básicas del pensamiento
martiano.
El Papa lo llama en el Aula
Magna: «escritor y maestro en el sentido más pleno de la palabra», además
considera que fue el que recogió la antorcha encendida por Varela y que «ilumina la
historia del pueblo cubano», así el Papa traza una línea de continuidad desde
Varela hasta Martí que sirve de soporte a su llamado a «encontrarse en el diálogo y
cooperar así al desarrollo de la cultura cubana». En resumen el Papa ve en la
identidad cubana la necesidad de seguir por los caminos de diálogo y comprensión, a fin
de fortalecerla en la dirección en que la soñaron nuestros próceres y por eso hace
referencia a tantos hombres de nuestra historia.
Y hemos dejado para el final
este juicio del Papa sobre Martí, que puede parecer enigmático pero que es medular en el
tema que nos ocupa. «Él fue, sobre todo, un hombre de luz».
La luz que en Martí, tiene
un lugar privilegiado, es usada por el Papa para caracterizarlo. En sus versos el Apóstol
nos habla de los hombres de luz:
«Esta que, alumbra y mata,
es una estrella,
Como que riega luz, los
pecadores
Huyen de quien la lleva, y
en la vida,
Cual un monstruo de
crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se
queda solo»(6)
Pero Martí considera que la
luz y el sufrimiento son necesarios a los hombres.
«Padece mucho un cirio
que ilumina...
¡Duele mucho en la tierra
un alma buena!»(7)
Feliz aquel que en bien del
hombre muere.(8)
Juan Pablo el hombre, el
poeta, logra darnos una imagen del hombre-poeta José Martí que nos conmueve, y nos lo
ilumina -el Papa también es un hombre de luz-, con colores nuevos, y esto es posible por
muchas razones, la matriz cristiana de la formación de ambos, el hecho de ser poetas, de
haber escrito para el teatro, de ser hijos de países pequeños inmersos en las disputas
de los poderosos, ser patriotas y amar a sus patrias con fervor, haber conocido la obra
del odio; Martí en el presidio político y Juan Pablo en la ocupación nazi, y como si
fuera poco ambos trabajaron en las canteras, Martí preso, Juan Pablo para escapar a la
deportación, ¿puede extrañar su identificación?
Sirvan estas consideraciones
para exhortar a que vuelvan a Martí los alejados, a que lo estudien con más brío los
que ya lo hacen. Martí hoy hace falta con toda su integralidad. Él es el lugar común
donde podemos sin temores encontrarnos todos los cubanos, eso nos es vital en los momentos
en que las circunstancias nos acercan materialmente, por la necesidad de unos y la
generosidad de otros; ¡a buscar el acercamiento espiritual, que es el más necesario!
Al hacer un alto se le oye
decir:
«...¿qué cubano
mirará como enemigo a otro cubano? ¿qué cubano permitirá que nadie le humille? ¿qué
cubano, que no sea un vil se gozará de humillar a otro? Aunque yerre un cubano
profundamente, aunque toda el alma nos arda en indignación contra su error, aunque sea un
traidor verdadero; aunque llegue a sernos tan abominable su presencia que nos venga a los
labios al verlo o al recordarlo la náusea que producen los infames; aunque arremetamos
contra él ciegos de ira como un padre arremete contra el hijo que lo deshonra ¡Ay!
Cáigansenos los brazos antes de herirlo, porque nos heriríamos a nosotros mismos. Ha
podido errar, ha podido errar mucho, pero es cubano. Que siempre esté la puerta abierta,
de par en par para todos los que yerran. Sólo la grandeza engendra pueblos, sólo los
fortifica la clemencia».(9)
Meditemos estas palabras y
dejemos que su sentido más profundo nos embargue:
«Un pueblo en que el
exceso de odio ha hecho más viva que en pueblo alguno la necesidad del amor, entiende y
proclama que por el amor, sincero y continuo han de resolverse y si no, no han de
resolverse los problemas que ha amasado el odio».(10)