julio-agosto. año V. No. 26. 1998


EDITORIAL

LA RESPONSABILIDAD:

para que no se apague la esperanza

 

 

"Pido al Señor de la Historia que cada cubano

pueda ser protagonista de sus aspiraciones y legítimos deseos."

                                                  (Juan Pablo II.Roma,9 de Junio de 1998)

 

 

Sin responsabilidad no hay país. Ni obra perdurable. Ni futuro mejor. Ni los cambios que necesitamos.

Muchas personas se preocupan hoy por el presente y el futuro de Cuba. Muchos se preguntan si el mundo se está abriendo a Cuba y si Cuba se está abriendo al mundo.

El propio Santo Padre Juan Pablo II ha querido dedicar un tiempo más, a sólo pocos meses de su visita, para dar seguimiento a lo que pudiéramos llamar "el camino cubano". Fue una verdadera semana de Cuba en el Vaticano para que "no se apaguen tantas genuinas esperanzas".

Cuba ha sido extraordinariamente enaltecida. Durante aquella semana del Corpus Christi en Roma, nuestros Obispos pudieron apreciar el gran amor y la excepcional atención que nuestro pequeño país está suscitando en el corazón del Papa, en la Santa Sede y en todo el mundo.

Cuba está mereciendo una atención verdaderamente inusitada por parte de muchos países después de la visita del Papa. El mundo parece que se abre a Cuba y el Santo Padre ha dicho que "la Santa Sede y el Sucesor de Pedro proseguirán en todo lo que esté a su alcance, y desde las peculiaridades de su misión espiritual, para que esa respuesta siga extendiéndose y para que la atención suscitada con ocasión de mi visita no se apague, sino que alcance los frutos esperados por el pueblo cubano." (Discurso a los Obispos en Roma. No. 2)

"Los frutos esperados por el pueblo cubano". ¿Cuáles son estos frutos?, ¿qué estamos esperando los cubanos?.

A nuestro alrededor verdaderamente hay muchos que esperan. Pero debemos reflexionar en lo que están esperando. Algunos esperan que el mundo cambie para ver qué nos pueden enviar como "ayuda de afuera". Otros esperan que cese el bloqueo o embargo para que puedan "venir y traer", "vender y comprar" más "cosas". Otros esperan que la autoridad cubana haga los cambios desde arriba, para ver si se resuelven las cosas. Otros esperan que el Papa y la Iglesia resuelvan el problema... Otros ya no esperan nada de esto y lo que están esperando es el sorteo de una visa de los Estados Unidos poniendo la suerte de su vida y la de sus hijos en un "bombo" computarizado.

A nuestro modo de ver son muchos los que esperan que otros hagan, pero son muy pocos los que están dispuestos a hacer lo que creen que deben hacer. He aquí, en nuestra opinión el más grave problema del camino cubano.

En efecto, un camino se hace paso a paso: esa es la gradualidad. Un camino no puede hacerse solo: por eso es necesario romper el aislamiento. Un camino se hace con los pies bien puestos en la tierra: por eso es necesario el realismo político y el conocimiento ponderado de la situación. Un camino se hace sabiendo bien a dónde se quiere llegar: por eso son necesarios pensamientos claros, proyectos definidos y metas alcanzables en cada etapa. Un camino es un camino, no una frontera, ni una parada: por eso, hay que salir de la parálisis y hay que hacer senderos de las brechas. No se trata tanto de encontrar caminos viables como de hacer viables los caminos, a fuerza de buena voluntad y sentido común.

Lo ha dicho también el Santo Padre: "Los hombres y las naciones, superando fronteras ideológicas, históricas o de parte, que no permiten el crecimiento de la persona humana en libertad y responsabilidad, han de hacer posible que la verdad, aspiración íntima de todo ser humano, sea buscada con honestidad, encontrada con alegría, anunciada con entusiasmo y compartida con generosidad por todos." (O.c. no. 3b)

En fin, que un camino se hace sólo si hay caminantes: eso es la responsabilidad.

El camino cubano no se hará posible si el Señor de la Historia no encuentra entre nosotros cubanos de a pie que estén dispuestos a "hacer el camino". Es decir, que sin caminantes no hay camino. Por mucha compañía que se les brinde, por mucha gradualidad con que marquemos los pasos, por mucha reflexión, pensamiento y proyectos que señalen la dirección y el destino. Incluso, aún cuando la autoridad política tenga voluntad de hacer caminos, sin personas responsables no hay proyecto viable.

No pensemos que todos, ni la gran mayoría absoluta alcanzará de una vez esta responsabilidad consciente y compartida. Ese no es el camino: es la utopía. El camino es paso a paso y primero con los pocos que estén dispuestos a "moverse". Nadie puede hacer el camino solo, es con todas las partes y con todos los proyectos. Pero resulta paralizante y contraproducente esperar a que todos o una mayoría desbordante abarroten el camino. Entonces ya no será un camino sino una avenida. Y creemos que los cambios verdaderos y profundos nunca han llegado por grandes avenidas.

No deberíamos pedir tanto. Ni avenidas, ni represas. Lo que necesitamos es un camino humilde y mejorable en que podamos mostrar al mundo que hemos comenzado a caminar, y hemos encontrado "una síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse" (Juan Pablo II en la Universidad de la Habana. No. 6).

El camino cubano debe ser el camino de la responsabilidad personal. Sin responsabilidad personal no hay protagonismo de la historia, ni esfuerzo por alcanzar las legítimas aspiraciones y deseos. Sin responsabilidad personal echaremos sobre otros la culpa. Seguiremos colocando fuera de nuestra conciencia, y fuera de nuestro país, la incumbencia de todo lo que pasa.

Sin que cada uno de nosotros asuma su propia responsabilidad seguiremos dejando al Estado, al sistema, al Papa o al Gobierno, la tarea de resolvernos el problema, de sacarnos de esta situación, de abrir el mundo y de abrir a Cuba.

Debemos decirlo con todo respeto, si cada uno de nosotros no abre su mente, no abre su conciencia y dice lo que piensa; si cada uno de los cubanos no comienza a abrir un pequeño espacio de libertad en su ambiente, en su centro de trabajo, en su escuela, en su comunidad, nada cambiará para mejor.

A lo peor, vendrán algunos cambios, pero serán aquellos que nos diseñen, o nos impongan, o nos preparen otros. Esto será lo peor porque será un camino hecho desde la altura o desde la lejanía, sin contar con los caminantes de a pie, que serán los que tendrán que sudar otra vez el camino, bueno, malo, regular, mejor o peor, pero que, otra vez, no sentiremos como el nuestro.

Hacer el camino de la apertura es responsabilidad de todos los cubanos y no sólo del Estado. Este camino cubano debemos buscarlo, abrirlo, recorrerlo paso a paso, pero sin inercias ni parálisis. En primer lugar: los cubanos de a pie, la sociedad civil y el Estado cubanos. La Iglesia en Cuba forma parte de los dos primeros. La Iglesia Universal y las naciones y organismos internacionales han mostrado ya fehacientemente su voluntad de acompañarnos en este camino. Acompañarnos, no arrastrarnos. Acompañar no es protagonizar, es apoyar, solidarizarse, animar.

Queda entonces nuestra respuesta. De "responder" viene la palabra responsabilidad.

Mucho se habla de libertad. Se debería hablar y vivir más la otra cara de la libertad que es la responsabilidad. Nadie puede definirse como persona si no es responsable de su vida, de sus actos, responsable de los demás y de su historia. Es decir, si no responde por su vida, si no responde por los demás, si no responde por la historia que ayudó a escribir, o que emborronó con el miedo y la desidia, o con las componendas y los intereses espurios.

Una vez más escuchemos al Papa que en su magisterio en Cuba habló durante cinco días nada menos que doce veces de la responsabilidad. Reflexionemos en algunas de estas enseñanzas del Santo Padre que, así unidas en un mismo párrafo, adquieren una urgencia especial. Preguntémonos seriamente qué vamos a hacer y sobre todo qué vamos a ser en nuestra vida, con el camino cubano, con nuestro futuro:

 

"No esperen que todo les venga dado... huyendo del compromiso y de la responsabilidad para refugiarse en un mundo falso cuya base es la alienación y el desarraigo... No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro. No esperen de los otros lo que ustedes son capaces de ser y hacer. No dejen para mañana el construir una sociedad nueva donde los sueños más nobles no se frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia... Porque el futuro de Cuba depende de ustedes, de cómo formen su carácter, de cómo vivan su voluntad de compromiso en la transformación de la realidad, les digo: ¡Afronten con fortaleza y templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente...! No olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad. Más aún, la persona se define principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia".

 

Esperamos que no falte la responsabilidad del Estado cubano ante estos desafíos del momento presente. Ningún momento más propicio para el Estado cubano. Para una salida honorable, civilizada, pacífica, de esta situación, que promueva la justicia social ante el peligro de los extremos. Ningún camino más gradual para guardar el orden y buscar concertaciones. Ninguno mejor para salvar toda nuestra historia y no borrar de un plumazo etapas y proyectos.

Esperamos que no falte la responsabilidad de la Iglesia, que desde su misión propia, acompañe a nuestro pueblo en este camino.

Pero esperamos, sobre todo, que no falte la responsabilidad personal de aquellos cubanos que hayan descubierto el camino y hayan recibido esta vocación de compromiso con los demás cubanos y con nuestra historia.

Dentro de varios decenios, cuando este camino cubano se haya recorrido -esperamos que para bien- todos habremos tenido que dar una respuesta a los desafíos presentes. Por la humanidad, la madurez, la perseverancia y el sacrificio personal que hayamos puesto en esas respuestas, la misma historia y Dios, que es el Señor de la Historia, nos pedirán cuentas de cómo hayamos abierto el camino cubano hacia el Amor.

Esta es nuestra responsabilidad mayor: Para que nunca se apague la esperanza.