julio-agosto. año V. No. 26. 1998


MEMORIA

CULTURAL

BRINDIS DE SALAS

Raíz de nuestra cultura nacional

(a la memoria del "Rey de las Octavas", en el 146 aniversario de su natalicio)

por Lázaro Rodríguez Corrales

 

 

Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido nació el 4 de agosto de 1852 en la calle Águila Nº 822 en La Habana, justamente cuando habían pasado más de cien años de la llegada a nuestro país del violín.

Una de las primeras influencias musicales que recibe Brindis de Salas proviene del mismo seno familiar que, aunque perteneciente a la raza negra, gozó a plenitud de ciertos privilegios que le permitieron un enorme acercamiento a los medios culturales de la época, casi "cercados" a los negros, esto obedecía a que a través de varias generaciones los integrantes del núcleo familiar, tanto por la línea materna como la paterna, habían tenido una estrecha vinculación con los cuerpos militares españoles.

Claudio Brindis (el padre), violinista talentoso, no tuvo la suerte de nacer como su hijo en un medio donde pudiera desarrollar sus excelentes cualidades. Tuvo que resignarse a ocupar el lugar que establecía la sociedad de aquella época para un músico "negro": director de una orquesta de baile.

Brindis de Salas comienza desde muy temprana edad sus estudios de violín bajo la batuta de su padre, quien con mucho esmero, de padre y maestro, cultiva las excepcionales dotes del crío.

El Liceo de La Habana es escenario del primer acontecimiento artístico de relevante importancia en la vida de Brindis, el viernes 18 de diciembre de 1863, hace ya ciento treinta y cinco años, cuando contaba el niño once primaveras; en este concierto toma parte, entre otros, el eminente pianista cubano Ignacio Cervantes. El pequeño interpretó: Aire variado, de Ch Berior; Fantasía sobre motivos de El Tirador, de J.D. Alard, y Variaciones, sobre un tema del maestro Rodolfo, esta última compuesta por el propio intérprete, primer trabajo autoral creado a la edad de ocho años; la danza "La Simpatizadora".

La presentación de Brindis de Salas fue el primer eslabón de toda una larga y continua cadena de éxitos, cosechados durante su fructífera vida de intérprete, constituyendo una muestra fehaciente de la confianza que en su talento tuvieron músicos de la estirpe del laureado pianista Ignacio Cervantes, con quien compartiera aquel día del año 1863 el programa.

Bajo la celosa dirección de su padre se afianza la sólida formación del maestro Brindis de Salas. Recibe el caudal de conocimientos del destacado maestro José Redondo y más tarde el apoyo del experimentado Van der Gutch, quien le proporcionaría la guía efectiva y segura que lo situaría en 1869 en Las puertas del Conservatorio de París, que gozaba de la más alta y merecida reputación a nivel internacional por su larga y sólida tradición en la formación de los más virtuosos de la época.

 

 

 Brindis de Salas se lanza a la consolidación de su carrera en el exterior:

 

A su llega a la capital francesa, en la segunda mitad del siglo XIX, enfrenta la consolidación de una escuela que, partiendo de Pierre Gaviniés y Viotti, se materializó y desarrolló en las figuras de Rudolph Kreutzer, Pierre Baillot, durante la primera mitad del siglo; es la época en que coexisten un número importante de intérpretes de las más variadas tendencias y latitudes.

Ya en París, Brindis forma parte de la clase del eminente violinista Camilo Ernesto Sivori, alumno de Nicolo Paganini y sólido representante del arte virtuosístico romántico de la primera mitad del siglo, con quien perfecciona los vastos recursos interpretativos que caracterizaban su ejecución.

Salas había llegado a la Ciudad Luz con toda una técnica desarrollada y con un ímpetu que caracterizaban la ejecución de cada pieza musical. Poco a poco perfiló un estilo propio al que añadió elegancia y una amplísima gama de recursos, todo esto gracias a la guía de los grandes maestros franceses, lo que le permitió alcanzar en un plazo breve una alta distinción entre los músicos.

Después de su triunfo en el Conservatorio de París inicia una brillante y vertiginosa carrera de concertista. Lo avala el período de los años 1871-1911, durante el cual recorre los principales centros culturales del mundo despertando invariablemente el mayor entusiasmo del público y de la crítica en general.

El diario "Le Temps" decía que nadie como Brindis de Salas, sabía apoderarse de su auditorio y dominarlo tan completamente(1). Por otra parte en Florencia el "Courriere Italiano" decía: "... el joven negro maravilló y llenó de entusiasmo al auditorio: es violinista de actividad admirable, tiene un portamento de arco ligerísimo y al mismo tiempo una energía que lleva impreso el ímpetu, característico de su raza: siente, y siente con una pasión que le chispea en las pupilas, que son de una expresión electrizante"(2).

Los rasgos característicos de Brindis de Salas en Europa se hicieron patentes desde sus primeras presentaciones. No fueron pocos los críticos que hicieron alusión a su extraordinario dominio del auditorio, al constante entusiasmo que siempre provocó su interpretación, a su buen gusto, pureza de virtuosismo y entonación. Siempre contó en cada presentación con la aceptación de su público y de la crítica en general.

 

 

América recibe a un célebre violinista

 

Después de siete años de continuas presentaciones en Europa, Brindis regresa a América en 1875, esta vez con el título honorífico de Director del Conservatorio de Haití, y recorre la América Central.

Caracas le abre sus puertas en 1876, de su extensa actividad artística en esta ciudad de Suramérica dijo el compositor y musicólogo Rházes Hernández López(3):

"...si Brindis de Salas fue una figura en los históricos Conciertos de Pasdeloup (1819-1887) -fundados precisamente por Julio Pasdeloup, gran director de orquesta- donde el genial cubano hacía de solista, y si, al lado de la Patti (Adelina) se presenta como alta figura artística; si Mazzucato le dirige en Milán, en el regio teatro de Turín y en la Fenice de Génova; si en Berlín el más agresivo crítico le llama "el rey de las octavas"; si el crítico parisiense Oscar Commentant, celebrada figura de la prensa, se extasía ante el notable virtuoso y escribe que "el violín fue creado para él", si Leonard, gran maestro del arco, Charles Dancla y David lo aclaman, a pesar de tratarse de un músico negro de estas latitudes y se admiran de este gran concertista, fue porque en realidad lo fue".

En 1877 Brindis de Salas regresa de nuevo a La Habana, tras ocho años de ausencia. Los teatros capitalinos Tacón (hoy Gran Teatro de La Habana) y el Payret (Complejo Cultural Payret) le abrieron sus puertas, además de ejecutar sus obras en los altos del Louvre en compañía de su maestro Vander Gutch. Posteriormente realiza una gira nacional que le asegura su gran triunfo en Cuba. En los programas Brindis incluía obras del maestro José White, especialmente aquellas que tenían un contenido más nacional o latinoamericano, como son los casos de "boleros", La bella cubana y la difícil "Zamacueca", esta última compuesta por White durante su estancia en Chile, basado en motivos populares de este país. Además incorporó a su repertorio obras como Danza Colombiana, de Morales Pino.

Siempre quiso dar a conocer la música que caracterizaba la creación de nuestro continente, porque de haberse propuesto como único objetivo difundir la de White, bien que podría haberlo hecho con piezas como Styrienne o Violinezque, muy ricas en dificultades y escritas en un lenguaje al estilo europeo de la época.

 

 

"El Paganani Negro" en México

 

El día 4 de marzo de 1878 decide Brindis de Salas embarcar para tierras aztecas con el objetivo de ofrecer, el 21 del propio mes, un concierto en Veracruz. La capital azteca lo recibe con ardor, lo hace objeto de grandes demostraciones de admiración; el Casino Español lo festeja con un acto brillantísimo. Cada presentación constituye un acontecimiento sin precedentes.

José Silvestre White, otro gran violinista cubano acababa de visitar México, dejando una imborrable impresión en su público. Nada fue obstáculo para el "Paganani Negro", pues triunfó con su fuerza y maestría de buen músico, revelando su maravillosa espontaneidad en cada creación con un indiscutible talento.

 

 

Nuevamente retorna a La Habana

 

En 1886 hace su aparición en tierras cubanas. Regresaba del viejo continente, donde el constante estudio había fortalecido su genio, que ahora se hallaba en plena madurez. Cuenta entonces treinta y cuatro años y está definitivamente consagrado por la admiración de toda la Europa culta. El pueblo cubano, y en especial el habanero tuvo el gusto de deleitarse con piezas como: Dúo de Leonard, Fantasía de Ernest sobre Otello, "Paráfrasis" de Fausto por Wieniawsky, Rapsodia núm 2 de Liszt por Sitt, Barcarola del Barón Freederichsz, Grosser Wüterchem, delicioso canto con Sordina de Gustavo Langer y el Vals de Chopin, op. 64, núme 1, transcripción de David(4).

 

 

Yo soy Caballero de la Legión de Honor

 

A la salida de una de sus memorables apariciones, penetró "el rey de las octavas", haciéndose acompañar de unos amigos blancos admiradores suyos, en uno de los cafés más exclusivos que había en La Habana.

Pidió cada quien qué tomar, y cuando lo hizo Brindis, el dependiente, que no le conocía, le respondió con aspereza: "Yo no sirvo sino a los caballeros, no a los negros". Brindis de Salas se irguió como picado por un tábano, y ya en pie, esbelto y colérico, se llevó la mano a la solapa del frac, y señalando un botón rojo que llevaba en ella, exclamó lleno de ira: "¡Pues yo soy Caballero de la Legión de Honor, y no hay aquí tal vez ninguno que pueda decir lo mismo!"(5).

A pesar de que, advertido el dependiente acerca de quién era aquel negro trató de excusarse, Brindis rehusó ocupar su puesto, y abandonó el café.

 

 

Continúan sus giras

 

Hallándose en Barcelona, en julio de 1889, decide partir hacia Buenos Aires, a pesar de que sus gustos y sus relaciones eran más del continente europeo que del nuestro. Después de dos años de gloria, decide, como siempre regresar a Europa.

En Berlín, Alemania, contrae matrimonio con una dama de la alta sociedad. También es nombrado concertista del emperador.

Una inquieta respiración nostálgica lo hace emprender una nueva peregrinación artística, para visitar Cuba.

En el año 1898 su hogar se derrumba. Su mujer demanda el divorcio, angustiada de genio tan excéntrico y andariego, y Salas se lanza una vez más a recorrer el mundo dejando en Alemania sus bienes y tres hijos, violinistas también.

El desastre de su hogar en el que quedó toda la familia, la evidente declinación de su genio artístico, los excesos que en ciertos temperamentos exaltados produce la gloria, fueron sin duda socavando su fuerte cuerpo. La tuberculosis muerde sus pulmones y la miseria comienza a rastrearlo. Durante algunos años, Brindis se pasea por América, pero ya sabía que la cuesta era de bajada.

 

 

Brindis de Salas en Pinar del Río

 

Entre los años 1903-1905 el rey de las octavas busca refugio en las cálidas tierras americanas.

Un poco más pobre, cada vez más modesto en apariencia y más carcomida el alma de ansias de libertad artística, toma parte en Pinar del Río en una velada familiar, acompañado al piano por Pedro Rubio, quien estuvo con él en una gira por Europa. Tan inolvidable acontecimiento quedó guardado en los días del año 1903.(6)

 

 

El fin de «El Barón de Salas»

 

«La historia de este lírico bohemio parece un cuento, sin embargo es cierto. El 2 de junio murió en nuestra ciudad. Había llegado de Europa en el vapor Satrústegui ¿a qué vino?, se ignora. Después de haber sido millonario, después de haber vivido la vida de un monarca, después de haber hecho temblar el corazón de las mujeres, después de haber paseado por el mundo su alma que era un violín, después de tanto amor, de tanto fuego, de tanto sol, de tanta melodía, de tanta gloria y laurel, cayó al fin destrozado. Viejo, pobre, sucio, negro, tísico y solo... ¡solo! ¡Solito! Ni siquiera tuvo en el momento de morir el consuelo de abrazar el violín que lo hizo célebre».(7)

En Buenos Aires, cansado, viejo, enfermo, tributaría el último abrazo a la vida. Brindis de Salas fallece en una Casa de Asistencia Pública, ignorado quizás, un apacible 2 de junio de 1911. La tuberculosis había invadido su robusta naturaleza.

Entre sus documentos se hallaron un pasaje y un pasaporte que decía:

"Caballero de Brindis, Barón de Salas"(8).

Sus restos mortales fueron trasladados a La Habana el 26 de mayo de 1930, luego de múltiples gestiones, para permanecer definitivamente en el Mausoleo de la Solidaridad Musical, en la Necrópolis de Colón.

Fue una vida larga, llena de grandeza siempre, grandeza aún en las derrotas, una vida de artista íntegro.

 

 

Notas bibliográficas:

(1) Toledo, Armando: Presencia y vigencia de Brindis de Salas. Editorial Letras Cubanas. Habana 1981. Pág.18.

(2) IDEM.

(3) Boletín Casa de las Américas. Marzo-abril 1977.

(4) Toledo, Armando: Presencia y .... pág.77.

(5) IDEM, pág. 78.

(6) IDEM. Pág. 183. Testimonios de Miguel Sordo Cuervo.

(7) Diario Cartas y Caretas. Buenos Aires Argentina, 1911.

(8) Toledo, Armando: Presencia y vigencia... pág. 159.