OPINIÓN | |
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Apertura del Coloquio Internacional ÉTICA Y EMANCIPACIÓN EN EL PENSAMIENTO ANTICIPADOR DE FÉLIX VARELA Palabras del Excelentísimo Sr. Francisco Mayor Zaragoza |
Excelentísimo Sr. Don Juan Vela, Rector de La Uni- versidad de La Habana, Excelentísimo Sr. Fernando Vecino Alegret, Ministro de Educación Superior, Excelentísimos Señores Ministros, Señor Presidente de la Conferencia General de la UNESCO, Miembros del Cuerpo Diplomático, Excelentísimo Monseñor Beniamino Stella, Nuncio Apostólico de Su Santidad, Señoras y Señores, Profesores y estudiantes, Distinguidos participantes al Coloquio, Señora Presidente de la Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO, Señor Representante de Cuba en el Consejo Ejecutivo, Señoras y Señores,
Si la figura de Félix Francisco Varela y Morales nos convoca hoy a reflexión, más de dos siglos después de su nacimiento en esta misma ciudad, es sobre todo porque su obra resulta rigurosamente contemporánea de nuestra sensibilidad y de nuestras aspiraciones. Maestro, pensador, periodista, político, sacerdote. El Padre Varela es uno de esos talentos polifacéticos en los que el espíritu de los pueblos parece dar uno de sus latidos más altos. Su vida y su obra fundacional han iluminado la historia de la Isla desde principios del siglo XIX. En sus ideas se esboza ya buena parte del pensamiento cubano posterior. Yo estoy convencido de que ese valor inmarcesible, esa tenaz actualidad de su palabra, provienen fundamentalmente de los principios éticos que animaron su actuación y que laten todavía en cada uno de sus textos. Tanto si se trata de sus "Lecciones de Filosofía", de las "Cartas a Elpidio", de las páginas de "El Habanero", la proximidad que sentimos al recorrer su prosa, es precisamente la que hace de él un clásico del pensamiento, porque nada define mejor a un clásico que su capacidad de sintonizar con las inquietudes y los anhelos de muchos seres humanos de diversas épocas y culturas. Varela anticipa tanto a la sensibilidad y la cosmovisión de nuestro tiempo que al leerlo, olvidamos que escribió hace ya casi 200 años. Varela, el filósofo, continúa aguijoneando las conciencias para que nadie se acomode a las ideas preconcebidas. Varela, el pedagogo, sigue incitando a la juventud para que no se pliegue a la aceptación mecánica de fórmulas que no entiende. El hombre de religión invoca incesantemente las bases morales de la sociedad. El científico dice que en la observación de la realidad se funda la verdad. El músico trasciende las esferas del conocimiento y asciende a la sublime armonía con aquel violín que le acompañó desde su niñez. Con todo lo que Varela hizo y logró, lo más importante fue el haber alcanzado la relación vital entre ciencia y conciencia, entre ética y educación y la coherencia de ambas con las propias raíces culturales. José Martí logra la síntesis genial de esa idea vareliana: "ser cultos es el único modo de ser libres". El método que conduce a la verdadera educación es el que se funda en la libertad de pensamiento y discusión, en el diálogo que busca la verdad y cultiva los valores morales, el que da al individuo y a la sociedad la oportunidad de escoger un determinado modelo de vida, el que lo hace partícipe y responsable del proyecto social; justo equilibrio entre los valores que afianzan la propia identidad y la apertura dialógica que toma en cuenta al otro, de forma permanente y que instaura el principio de la tolerancia en una comunidad plural. A Varela le horrorizaba la uniformidad de las ideas, sabía que la riqueza viene de la diversidad y que una cosa es la unidad y otra el monolitismo invalidante. Integración sí, pero desde una amplia heterogeneidad de componentes que convergen en un eje de necesidades espirituales comunes. A partir de él y en un proceso aún vigente, la cultura isleña comenzó a concebirse a sí misma como una integradora de culturas, como la inmensidad de un continente que debía conquistarse a sí mismo, para no ser conquistado desde fuera. Hay que lograr y conquistar si es preciso la calidad de americano y descender los espacios que preservan, cultivan y enaltecen las culturas locales. La educación, precisa recordarlo hoy en día a los que apuestan ciega y exclusivamente por los excesos tecnológicos, significan ante todo la conquista del dominio de sí mismo y de la soberanía personal. La educación significa la capacidad de reflexionar y de decidir por sí mismo sin dejarse influir, significa la aptitud adquirida de pensar, de acordarse, de comparar. La memoria y la comparación, me gusta repetirlo, son dos dimensiones esenciales de toda ética, pero es también cierto, que todo sistema educacional y todo proyecto ético, no encuentra su verdadero sentido y eficacia si no se mide en términos sociales y si no se apoya en ese ciudadano cuyos derechos y dignidad personal son la célula viva, única, irrepetible, del tejido social. Por ese camino el pensador construye su proyecto utópico que se quiere éticamente superior al de los modelos importados desde Europa y que busca una sociedad mejor sustentada en conocimientos y entorno con raíz autóctona. Señoras y Señores: para usar la célebre frase de Bolívar, "Varela no aró en el mar", sus ideas arraigaron en Cuba y la creencia en un destino nacional, grandioso, que se haría realidad mediante la lucha política, fue absolutamente relevante en su ideario. Al igual que ocurrió en el tránsito del siglo XVIII al XIX, en este fin de siglo y de milenio, ha cambiado de forma radical la índole de los retos que los pueblos afrontan. El problema fundamental que se plantea ahora la comunidad internacional es cómo construir y cómo mantener la paz. Cómo asegurar la democracia y propiciar el desarrollo, en un contexto de mundialización y aceleración de intercambios y de tendencias. Porque la democracia, la paz y el desarrollo forman un triángulo interactivo cuyos vértices se refuerzan mutuamente. No hay paz duradera sin desarrollo duradero. Y para ser duradero, el desarrollo ha de basarse en la justicia. A su vez la justicia depende de la existencia de ese ámbito de referencias éticas llamado democracia. La Constitución de la UNESCO es la única del sistema de las Naciones Unidas que hace explícitos los principios o ideales democráticos. Justicia, libertad, igualdad, solidaridad. En el mismo preámbulo de este texto luminoso, se dice que la paz no se puede alcanzar únicamente mediante el desarrollo económico y político. Ambos, dice, son indispensable pero no suficientes. "La paz y el bienestar depende, -cito la Constitución-, de la solidaridad intelectual, y moral de la humanidad", -fin de citación-. Por otra parte, la libertad irrestricta de expresión, libertad de todos, no de unos cuantos, es imprescindible para la justicia. No basta con el imperio de la ley. Para que las leyes sean justas no pueden existir obstáculos de índole alguna a la libertad de expresión. "La UNESCO, -dice el artículo primero de su constitución-: debe asegurar. cito-, la libre circulación de las ideas por la palabra y por la imagen", -fin de citación-. Como tantas veces repitiera el P. Félix Varela, "la verdad es un ser impetuoso y mal contentadizo que ni da paz al que la calla, ni se satisface con presentarla a medias", -fin de citación de sus Lecciones de Filosofía en el año 1818-. Además para que la justicia pueda ponerse en práctica diligentemente, son indispensables la seguridad y la estabilidad. Paz y seguridad son dos premisas y dos resultados a la vez. Hemos invertido recursos ingentes en la fuerza para defender nuestras fronteras, para defender nuestros territorios. Ahora tenemos que invertir en la defensa de nuestra soberanía personal. Tenemos que invertir en la defensa de la dignidad de una sociedad y de un pueblo. La vergüenza colectiva que representa unos niños abandonados, los niños explotados sexual y laboralmente, la vergüenza que representan los jóvenes que se evaden a través de las drogas o de las sectas, la vergüenza de no tener capacidad para aplicar tratamientos ya activos a los enfermos del SIDA de los países más desfavorecidos, la vergüenza de no poder actuar de manera rápida y concluyente frente a los desafíos del medio ambiente, todo esto nos lleva a concluir que de tanto defender los espacios territoriales y de tanto defender las fronteras, nos hemos olvidado de defender a las personas, a los ciudadanos. Señor Rector, señoras y señores: la democracia sólo es fuerte en la medida en que la participación en la vida pública es amplia y voluntaria, en la medida en que todos los ciudadanos conocen y ejercen sus derechos. Una de las más importantes implicaciones éticas de esta idea es la congruencia que debe existir entre los principios democráticos y las políticas de Estado mediante un esfuerzo infatigable de privilegiar los contenidos sobre las formas incluyendo los procesos electorales. Para que esta participación sea verdadera expresión de la voluntad popular, en toda su rica pluralidad, es indispensable un empeño permanente en el ámbito de la educación. Es por la educación, educación para todos, a lo largo de toda la vida, que se aprende a saber, a hacer, a ser, a convivir. Mediante la educación se adquiere el propio discernimiento que permite a cada persona decidir sin influencias externas y sólo mediante ella puede alcanzarse, como antes indicaba, la soberanía personal que es la más importante de las soberanías. "Ser culto es el único modo de ser libres". Participo; luego existo, sería la transposición de esta máxima a la genuina democracia. Participo; luego existo. Si no participo no existo como ciudadano. Me cuentan en elecciones, en encuestas de opinión, pero yo no cuento. Es la degradación de la democracia a demoscopía, a oligocracia, a plutocracia, a burocracia, a tecnocracia. La paz, el desarrollo y la democracia se construyen con la educación, no con la fuerza. Se consiguen con el esfuerzo cotidiano de cada uno, no se otorgan. "La educación es la clave de la libertad", proclamó Simón Bolívar. El siglo que ahora termina ha demostrado a qué precio, al precio de millones y millones de vidas humanas, de vidas humanas jóvenes, el fracaso estrepitoso de la fuerza, de la violencia, de la imposición; así como el fracaso de llevar el mercado y las transacciones comerciales a ámbitos en los que sólo deben prevalecer el buen sentido y los derechos humanos. Ya está claro. Ya está claro que no podemos pagar al mismo tiempo el precio de la paz y el de la violencia y el precio de la guerra. Hay que elegir. Si queremos reducir las disparidades sociales, que son fuente de conflicto; si queremos mejorar la calidad de vida en el medio rural en todo el mundo; si queremos hacer frente a las nuevas pandemias y a las viejas como el dengue o la malaria, a las que no se ha dedicado la atención necesaria porque no atacan a los países industrializados; si queremos evitar el escándalo, como decía hace un momento, de que tratamientos ya disponibles para el SIDA no se apliquen a todos los enfermos, cuando todos los enfermos son pobres, cuando ante un paciente no debe considerarse ni la nacionalidad ni el color de la piel; si queremos hacer frente al tráfico de drogas, de ideas, de capitales, de armas y sobre todo de personas; si queremos mitigar los impactos de las catástrofes naturales o provocadas; si queremos asegurar alimento y escuela a todos los ciudadanos, tendremos entonces que dejar de pagar el precio de la guerra y empezar a pagar el precio de la paz. Tendremos que acelerar el tránsito desde una cultura de guerra a una cultura de paz y de solidaridad. Tendremos que movilizarnos en una gran campaña de responsabilidad ética, en la que participen los medios de comunicación, los parlamentos, el poder municipal, los alcaldes, para lograr la renuncia generalizada a la violencia y el compromiso de la sociedad entera, y digo bien, de la sociedad entera, no sólo del segmento civil, de la sociedad en su conjunto, sea civil, militar, eclesiástica. De la sociedad en su conjunto, a fin de consolidar un marco de convivencia pacífica y de progreso. Señor Rector, señoras y señores: la cátedra, el púlpito y el periódico, fueron para Varela tres ámbitos distintos en el ejercicio de una misma vocación. Un magisterio ético y religioso en el cual la rectitud y austeridad de su vida sacerdotal reforzaron la claridad y hondura de su pensamiento. En el Seminario de San Carlos donde desempeñó las cátedras de Constitución, Latinidad, Retórica y Filosofía, se esforzó por renovar la enseñanza, desempolvando los métodos al uso. Introdujo la enseñanza de la Física y la Química. Fue el primero que empleó la Lengua Española en lugar de Latín para dictar cursos y redactar textos docentes. En la quinta edición de sus "Lecciones de Filosofía", editada en Nueva York en 1841, señala: "el escolasticismo es un árbol estéril que es preciso cortarlo o resignarse a no coger sus frutos. Procuren los jóvenes meditar mucho y disputar poco", -fin de citación-. Como político y periodista su labor tiene también una evidente dimensión didáctica, de permanente inquietud por las generaciones venideras. Desarrolla una actividad que es paradigmática por el contenido y por la forma. Fustiga la ignorancia, el fanatismo y al codicia. Acude a las Cortes de Madrid en 1821 para presentar un proyecto de autonomía, que de aprobarse hubiera permitido quizás que la sociedad cubana evolucionara pacíficamente hacia la independencia, a lo largo del siglo XIX. Pero al cerrarse los caminos del debate parlamentario, no vacila en proclamar la necesidad de un cambio más abrupto. El coloquio que hoy comienza, señoras y señores, me ha hecho pensar en la importancia que iniciativas como esta, pueden tener no sólo en Cuba, sino en toda América Latina y el Caribe, justo en esta época de grandes cambios y en la perspectiva de la recuperación y de la construcción de un pensamiento de alcance regional que sea capaz de hacer frente a los desafíos que plantea el mundo de hoy; justo en esta época de mundialización, hay que rescatar, lo estamos viendo por los ejemplos que he dado, lo que hicieron, lo que dijeron pensadores como Varela y como Martí. Quizás, una persona de la estatura internacional de Alfredo Guevara, podría hacer y escenificar la vida y obra de estos grandes personajes de la historia americana. Señoras y señores: En la clausura del VI Seminario Internacional de Atención Primaria, el pasado día 28 de noviembre, el Presidente Fidel Castro decía, -le cito- "que las crisis ayudarán al hombre a pensar, obligarán a los gobiernos a actuar", -fin de citación-. La perentoriedad aguza el ingenio, -dice un conocido proverbio-, y abre nuevos caminos. Se hace balance certero. En estos momentos se realizan análisis sin complacencias, se reconoce lo positivo, lo que hay que conservar e incluso promover, pero se reconoce lo que debe cambiarse o remozarse. No hay modelos que imponer sino principios que compartir. Los principios son intransitorios; no lo son las modalidades de acción. Hoy el mundo ante el desplome de sistemas cosméticos, de andamiajes provisionales de implantaciones e injertos industriales y tecnológicos basados en el corto plazo y guiados por intereses exclusivamente económicos, y sin tener en cuenta los esenciales aspectos sociales y culturales, se da cuenta de que sólo el desarrollo endógeno, bien enraizado, con acuerdos transnacionales eficientes y con una visión de futuro, podrá resistir las turbulencias de una mundialización asimétrica, de una globalización miope, que quiere sustituir a los Estados y a los seres humanos de la dirección y de la responsabilidad de este planeta todavía azul y confiarla a los caprichos, aparentemente incontrolables del mercado, creando un nuevo fatalismo que sólo podrá enfrentarse y vencerse con la serenidad, resolución y visión a largo plazo que confieren los principios universales. Estos ideales democráticos de justicia, de libertad, de igualdad y de solidaridad, que como antes indicaba, proclama la Constitución de la UNESCO, el ejercicio de estos derechos de todos los seres humanos sin excepción que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo quincuagésimo aniversario celebramos el próximo año, reconoce para toda mujer y todo hombre. Si realmente queremos hacer frente a la uniformidad de pensamientos y de lenguas, si queremos que cada persona única, posea y ejerza esta soberanía personal que la educación y la reflexión confieren, entonces, favorezcamos la ciudadanía y proclamemos que la solución reside donde siempre: en la mente y en el corazón de cada persona. Vayamos a las fuentes de los conflictos. Vayamos a la exclusión, a la marginalización, a la pobreza, a la indigencia física o espiritual. Escuchemos la voz de los desposeídos, pero también la voz de los saciados, para saber por qué ambos son menesterosos. Por qué ambos carecen de esta orientación e inspiración que hoy es más relevante que nunca. En 1945 después de una guerra atroz, donde todas las perversidades el genocidio, las más abominables prácticas bélicas, fueron empleadas, los pueblos del mundo decidieron evitar a las generaciones futuras el horror de la guerra. Así empieza la carta de las Naciones Unidas. Esta es la misión de UNESCO: construir la paz. Evitar los conflictos yendo a sus orígenes. Escuchar de manera perpetua la voz de la tierra. Nuestra Constitución lo advierte claramente: el desarrollo económico y político, -antes lo indicaba-, no basta, es necesario la solidaridad intelectual y moral de la humanidad. En 1989 asistimos al colapso de un sistema que basado en la igualdad se había olvidado de la libertad. Hoy asistimos a la zozobra de otro sistema que basado en la libertad se ha olvidado de la igualdad. Y ambos se han olvidado de esta solidaridad moral que la Constitución de la UNESCO proclama. Ahora pues desde cualquier óptica ideológica, política, religiosa, tenemos que restablecer los principios y el Homo Sapiens tiene una vez más que prevalecer frente al Homo Virtualis. ¿Ha terminado la historia? ¿Ha terminado la historia como dice el japonés Fukoyama? ¿Estamos abocados a una nueva confrontación, sin remedio, entre el cristianismo y el islam? No. La historia no ha terminado. La que ha terminado, ojalá sea así, es la historia de la cultura de guerra, de la fuerza, de la imposición, de la opresión. Esta guerra, esta situación permanente de la razón de la fuerza, ojalá sea la historia que Fukoyama, dice que ha terminado; pero nosotros proclamamos que queremos la otra historia, la historia que puede empezar ahora, la historia de la paz, del diálogo, del respeto mutuo, de la comprensión. ¿Está el futuro escrito? No. Sobre todo si sabemos escribir y describir mejor nuestro pasado. Si sabemos recordar a los gigantes de la creatividad y del talento; si sabemos descubrir más los lazos que nos unen, que las diferencias que nos separan. Señor Rector, señores ministros, señoras y señores: El cristianismo en su versión católica y con un matiz de sincretismo hispano africano, es uno de los elementos medulares de la cultura cubana. La cosmovisión católica modula la obra de sus más destacados pensadores, de los que como Varela, la comparten plenamente y de quienes adoptan una postura más crítica y distante hacia la doctrina, como es el caso de Martí. La constelación de factores culturales que genera esta religión, resulta indispensable para comprender el sentido de la historia de Cuba, desde la llegada de Colón hasta el día de hoy. Dentro de pocas semanas, Cuba recibirá al Papa Juan Pablo II. Será un acontecimiento histórico. La primera vez que un Papa visita la Isla. El Santo Padre aportará un mensaje de esperanza, que estoy seguro hallará terreno fértil en el ánimo de todos los cubanos, sean cuales fueren sus creencias, sus opiniones políticas, sus experiencias y su trayectoria vital. Lo importante es darnos cuenta de las coincidencias de lo que nos une y separa como antes indicaba. Esta visita es un paso más en el camino que facilite a Cuba los medios necesarios para afrontar con éxito los retos del siglo que ya alborea, de esta transición simbólica de un siglo y de un milenio. La organización que me honro en dirigir, está profundamente comprometida con la forja de la paz, mediante la solidaridad moral e intelectual de todos los pueblos y tiene la misión de contribuir a la justicia y libertad en todo el mundo y fomentar el desarrollo en todos sus ámbitos de competencia. En la UNESCO, señoras y señores, no influyen la magnitud de un país, ni su poderío militar o económico. En la organización intelectual del sistema de las naciones Unidas sólo cuenta el talento de cada ser humano y su capacidad creadora y su diversidad infinita. Ética y anticipación del pensamiento de la emancipación cubana. Hay que ser vigías del futuro. Hay que anticiparse. La anticipación es el fruto supremo del conocimiento. Saber para prever. Prever para prevenir. Prevenir es la gran victoria. Es lo que se opone a los profetas del fatalismo y de lo irremediable. En cumplimiento de este cometido ético, he venido hoy aquí, señoras y señores a rendir tributo a este egregio sacerdote fundador de la nación. Al hombre que en palabras de su discípulo José de la Luz y Caballero, enseñó a pensar a los cubanos. Deseo sinceramente que su pensamiento de hombre sabio y bueno, de intelectual valiente y lúcido, ilumine los caminos que este pueblo debe recorrer en el porvenir. Ese porvenir que es hoy, más que nunca, aún por hacer, una tarea que es preciso reemprender cada día para decirlo en palabras de Martí: "con todos y para el bien de todos".
Muchas gracias por su atención. 17 de diciembre de 1997. |
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ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL DEL PADRE VARELA P. Manuel H. de Céspedes García Menocal
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Intervención en el panel "Laicismo y Religión en Varela" del Encuentro Internacional "Félix Varela: ética y anticipación del pensamiento de la emancipación cubana", celebrado en La Habana del 17 al 20 de diciembre de 1997, organizado por la Oficina General de Cultura de la UNESCO para América Latina y el Caribe y la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana | |
Tenía el P. Varela 50 años de edad cuando escribió que el amor a su estado sacerdotal es un "amor nutrido por treinta y tres años, en los cuales no ha habido un solo momento en que me haya pesado ser eclesiástico y muchos en que me he gloriado de serlo" (Cartas a Elpidio, Tomo II, p. 15). Esto me hace recordar que cuando, teniendo el P. Varela catorce años de edad y su abuelo le propuso empezar la carrera de cadete, su respuesta fue: "Yo quiero ser soldado de Jesucristo. Mi designio no es matar hombres, sino salvar almas" (José Ignacio Rodríguez: Vida del Presbítero Don Félix Varela, Ed. Arellano y Cía, La Habana, 1944, p.4). Así pues, toda la vida del P. Varela fue una existencia sacerdotal. El P. Varela fue sacerdote tanto como profesor del Seminario San Carlos y San Ambrosio como Diputado en las Cortes; tanto como periodista en El Habanero proclamando la necesidad de la independencia de Cuba como párroco, fundador de parroquias y Vicario General de Nueva York. El P. Varela fue sacerdote tanto como director espiritual como luchador contra el alcoholismo; tanto como Doctor en Teología o teólogo experto en dos concilios regionales de Estados Unidos como cuando asistía a los enfermos en los hospitales o en los barcos durante la epidemia de cólera o cuando organiza las misiones parroquiales en el octavario del Corpus Christi cada año. El P. Varela fue sacerdote tanto escribiendo libros de texto sobre filosofía como cuando escribe el Catecismo sobre la Doctrina Cristiana; tanto cuando compra con su dinero y la ayuda de los habaneros templos en Nueva York o cuando tiene que celebrar la liturgia en casas particulares por no tener templo en su parroquia como cuando traduce el Manual de Práctica Parlamentaria de Thomas Jefferson o los "Elementos de Química aplicada a la agricultura" de Humphrey Davy. El P. Varela fue sacerdote tanto en sus polémicas con otras confesiones cristianas de Estados Unidos o cuando denuncia que la situación de la Iglesia Católica en aquella época en ese país es de discriminación de hecho y libertad de derecho como cuando escribe temas bíblicos en hojas sueltas para participar por suscripción. El P. Varela supo unir en su vida lo más diverso y arriesgado porque tuvo siempre una motivación, una inspiración integradora: la fe en Jesucristo sacerdote, profeta y pastor. Hay quien ha descrito la espiritualidad del P. Varela diciendo que recibió del P. José Agustín Caballero la humildad y el tacto pastoral; de San Vicente de Paúl, en quien veía el mejor ciudadano de Francia, la caridad apremiante y concreta; de Santa Teresa de Jesús, su incansable espíritu reformador y fundacional; en los Padres de la Iglesia admiraba en Tertuliano y en San Ambrosio, la virtud de la fuerza espiritual, y en San Juan Crisóstomo, el don de la predicación unido a la humildad (cfr. Dagoberto Valdés: Padre Félix Varela. Biografía. Ed. Vitral, Pinar del Río, 1996, p.16-18). El P. Varela fue "apóstol de la fe, de la tolerancia y de la libertad, fue un ángel de la caridad" (José María Chacón y Calvo: El Padre Varela y su apostolado, Cuadernos de Divulgación Cultural de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, Nº. 8, La Habana, 1953, p. 33). Hablar de su espiritualidad es, en realidad, hablar de toda su vida pues la espiritualidad de la persona se refleja, se palpa en su modo de actuar, de hablar, de tratar con los demás en cualquier situación diaria o extraordinaria. Como el tiempo de mi intervención en este panel no me lo permite sólo mencionaré dos aspectos de la espiritualidad de este sacerdote santo. En primer lugar, su pasión por la verdad. Esta pasión se manifiesta en su tarea de educador, en su actividad periodística, en su controversia con personas de otras confesiones cristianas. Decía: - "Creo que sólo se demuestra filósofo y debe ser considerado como tal, quien persigue única y exclusivamente la verdad y la estrecha, por decirlo así, entre sus brazos desde donde quiera que la encuentra" (Instituciones de Filosofía Ecléctica. Tomo I. Lógica; en Varios: Obras de Félix Varela, Ed. Política, La Habana, 1991, p.36). - "Te escribe un hombre que jamás ha desobedecido una autoridad, pero te escribe un hombre franco y firme que no sacrifica la verdad en aras del Poder, y que sea cual fuere el resultado de sus esfuerzos los dirige todos a presentar las cosas como son en sí y no como hipócritamente se quiere que aparezcan" (Cartas a Elpidio. Tomo II, p.42-43). - "La verdadera ilustración es el escudo contra los dardos de la falsa conciencia...; así debemos promover los acontecimientos exactos para destruir en el corazón humano las emociones engañosas que le convierten en un ciego y ridículo instrumento de la malicia" (Cartas a Elpidio. Tomo I, p.58). - "Acaso hemos escrito con más claridad de la que algunos quisieran, acaso nuestra franqueza se tendrá por imprudencia; pero sírvanos de excusa el no haber querido medir nuestras fuerzas con las de la verdad, que es un ser imperioso y mal contendadizo, que ni da la paz al que calla, ni satisface con presentarse a medias. Insta, hostiga, impele, derriba cuanto quiere ocultarla, y, al fin, rasgando con violencia todo velo, se burla de los esfuerzos del disimulo y del poder humano, como hija del Omnipotente, franca y bella por naturaleza. ¡Puedan todos decirla!" (cfr. El Mensajero Semanal, junio 13 de 1829). - "El amor a la verdad y a la paz es el único principio de la felicidad política" (Homilía pronunciada en la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje de La Habana el 25 de octubre de 1812).
Su pasión por la verdad lo hace dar un vuelco a la pedagogía cubana al introducir el arte de discurrir, de analizar, de observar la naturaleza y los aciertos y errores del género humano. El estudio de la naturaleza, el carácter experimental de la investigación y el razonamiento lógico fueron los pilares de su pedagogía liberada de todo vestigio de autoritarismo, límite impuesto o norma prefijada. "La verdad, la virtud serán los objetos de nuestras investigaciones, decía el P. Varela a sus alumnos. La naturaleza... guiará nuestros pasos, rectificando nuestro espíritu oscurecido por las preocupaciones, extraviado por la costumbre e inerme por la irreflexión... Mis discípulos tendrán una plena libertad de discurrir y proponer sus pensamientos del modo que cada uno pueda. La emulación rara vez llega a ser racional, y por lo general degenera en un encubrimiento de pasiones despreciables. Ella no entrará en mis clases, si yo no soy muy desgraciado. Entre nosotros nadie sabe, y todos aspiramos a saber. Los conocimientos que se adquieren son bienes comunes, y los errores no son defectos mientras no se sostienen con temeridad" (Lección preliminar al empezar el estudio de la Filosofía en el Real Colegio de San Carlos de La Habana el día 30 de marzo de 1818; en José I. Rodríguez, o.c., p. 66-67). El fin supremo al que se dirigieron sus esfuerzos fue rectificar el espíritu de sus discípulos poniéndolos en posesión de sí mismos, y en completa actitud de adelantarse, con provecho y sin trabas, sin temor alguno, por el inmenso campo de la ciencia. El P. Varela menos se propuso inculcar en sus alumnos una determinada solución a tal o cual problema filosófico, que emanciparlos de las trabas de la ciencia oficial, y ponerlos en disposición de pensar por sí mismos colocándolos en el camino por donde se llega a la verdad (cfr. José I. Rodríguez. o.c. , p. 68). Este vuelco pedagógico también llegó a la enseñanza religiosa: "Un catecismo repetido de memoria en forma de diálogo, esperando el niño la última sílaba de la pregunta para empezar la primera de su respuesta, es el medio más eficaz para perder el recto juicio sin instruirse en la doctrina cristiana" (Discurso en la Sociedad patriótica de La Habana el 20 de febrero de 1817; en José I. Rodríguez, o.c., p. 39). Su pasión por la verdad y su clarividente análisis de las circunstancias históricas lo llevan a ser el primero en proclamar la indispensable independencia de Cuba. Veamos estas citas de El Habanero: - "Desearía ver a Cuba tal isla en lo político como es en la naturaleza". - "Ninguna conducta más franca que la de los independentistas. Queremos ser libres... porque no creemos que Dios nos ha creado para servir a otro pueblo... queremos que nuestro país sea todo lo que puede ser y no lo que quieren unos amos tiranos que no pueden conservarlo sino mientras puedan oprimirlo... queremos unas leyes justas y un sistema político en el que la libertad se concilie con esta misma justicia, nos conduzca a la perfección de las costumbres y radique cada vez más el sagrado amor a la patria... queremos que las generaciones futuras hereden de nosotros la dignidad de hombres y recuerden lo que cuesta recuperarla para que teman perderla... ¿Y habrá quien se atreva, sin pasar por ridículo, a sostener que la América no tiene derecho a ser independiente sacudiendo la tiranía europea?"
El otro aspecto de la espiritualidad del P. Varela que deseo mencionar es su servicio a los pobres. Esto se evidencia más claramente durante su ministerio parroquial en las Iglesias de El Cristo y de la Transfiguración de Nueva York. Como pastor celoso, allí se entregó a los pobres inmigrantes irlandeses. Allí, entre otras obras: - Fundó una escuela para niños y otra para niñas. Los estatutos de estas escuelas establecían que los ingresos, después de pagar los gastos, debían ser para la Escuela del Domingo y para ropa para los niños pobres. - Organizó un círculo infantil y un orfanato de medio-pensinistas para hijos de viudas o viudos. - Fundó una asociación de mujeres costureras para vestir al que carecía de ropa y dar trabajo al que no tenía. - Estableció la "Asociación Católica de New York para la Temperancia" para responder a uno de los problemas de aquella ciudad: el alcoholismo. Dicen sus biógrafos que el P. Varela visitaba mucho la casa de sus parroquianos dándole asistencia material y espiritual. Visitaba enfermos en casas y hospitales. Pasaba horas en el confesionario. El P. Varela no sólo fue un verdadero apóstol de la caridad, sino que él mismo fue pobre. Se despojó de cuanto tenía, incluso reloj, cubiertos de plata, sábanas para darlo a los más pobres que él. Murió pobre, recogido por un sacerdote también pobre. Uno de sus biógrafos dice que estaba chiflado, pero la única chifladura que le sorbía el seso era la de santo. Por eso, porque era pobre hasta los tuétanos, el P. Varela siempre estuvo disponible para servir aún en aquellas cosas que no tenía como programa de su vida sacerdotal. Él quiso ser un sacerdote habanero. No obstante, cuando se le pidió que realizara su servicio en las Cortes, lo realizó con entrega. Cuando vio que la causa de la independencia cubana lo necesitaba, no escatimó esfuerzos. Cuando se dio cuenta que debía ser protagonista de la Iglesia en los Estados Unidos, lo hizo también con la misma entrega. Fue un hombre para los demás, un pobre. Es que el P. Varela fue un seguidor de Jesús de Nazaret que vino no a ser servido, sino a servir y a dar su vida por los hombres (cfr. Mc 10,45) realizando así la voluntad de Dios Padre (cfr. Lc 22,42). Me parece que no me equivoco al decir que cuando Don José de la Luz y Caballero escribía "Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo", estaba quizás pensando en la imagen de su maestro del Colegio San Carlos de La Habana. Porque eso fue el P. Varela, un evangelio vivo. |
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