REFLEXIONES |
Vinculación de la DOCTRINA SANJUANISTA con el Siervo de Dios Presbítero Félix Varela |
C omo bien reza el título de nuestra conferencia, se trata de establecer la vinculación (de vínculo=lazo, relación, atadura) que se desarrolla entre estas dos personas: Juan de Yepes o San Juan de la Cruz y el Siervo de Dios, Pbro. Félix Varela Morales.Todo intento de establecer una vinculación entre ellos, va más allá de toda idea que pueda imaginarlos relacionados en el tiempo o el espacio geográfico, un movimiento de ideas o una relación personal. El vínculo al que nos referimos se corresponde, al menos por orden cronológico, al que se establece entre la doctrina del Doctor Místico y el Padre de la Nacionalidad Cubana, "quien nos enseñó primero a pensar", al decir de su discípulo José de la Luz y Caballero. San Juan de la Cruz, nació en Fontiveros, Castilla, España, en 1542, muere en Úbeda, Andalucía, en 1591. Desarrolla su vida en pleno Siglo de Oro Español, el siglo XVI, en que tantos santos aportó la católica España a la Iglesia Universal, como Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y otros. En 1674 es beatificado, y en 1726, canonizado. No será hasta 1926, que el Papa Pío XI lo titula Doctor de la Iglesia, reconociendo su aporte a la doctrina espiritual católica, a través de sus obras, que expresan la experiencia de Dios. Tratando de acercar un poco más la visión del Santo Místico a las tierras que vieron nacer a Félix Varela, conocemos que la Reforma iniciada y desarrollada por Santa Teresa en la Orden del Carmen, de la que San Juan es co-partícipe en la rama masculina, ya desde 1585, había hecho acto de presencia en América Latina, con el envío de 12 frailes misioneros, carmelitas descalzos, que se establecerán en el Virreinato de Nueva España, actual México. En 1591, en el Capítulo General de la Orden, tal como lo cuenta Fray Jerónimo de San José, su primer biógrafo, "se resolvió dejarle sin prelacía (entiéndase privarle de sus cargos como prior de un convento, que hasta la fecha venía desempeñando, y como consejero del Capítulo General de la Orden); y ofreciéndose ocasión de haber de enviar religiosos a la Nueva España a fundar, se ofreció el Siervo de Dios (Juan de la Cruz) a esta jornada, y la pidió al Capítulo, el cual se lo concedió...". En las Actas de ese mismo Capítulo, podemos leer "En Madrid, a 5 de junio de mil quinientos noventa y uno años, vista la demanda de los padres de la Provincia de Méjico de la Nueva España, en que piden les envíen una docena de religiosos, y el ofrecimiento que el Padre Fray Juan de la Cruz ha hecho a todo el Capítulo, y que iría de buena gana allá enviándole, propúsose que se envíen 12 padres a México, y se acepte el ofrecimiento de dicho Padre Fray Juan de la Cruz para esta jornada, y se envíen otros once que sean tales cuales la Provincia de Méjico los pide y vayan de su voluntad. Pasó con todos los votos y lo firmaron...". Todo parece indicar, que de este Capítulo se determinó el nombramiento de Fray Juan de la Cruz como provincial (máxima dignidad y autoridad) de la provincia Carmelita Descalza de San Alberto de Nueva España, equivalente a serlo de todas, las llamadas en aquel entonces, Indias Occidentales. Así lo recoge en su obra "El alma ardiente de San Juan de la Cruz", uno de sus biógrafos, el abate Hoornaert, expresando las diferencias que le tocaron vivir al Santo, con el entonces Superior General, el Padre Doria, del que dice que le hizo "dimitir de su dignidad de Provincial de las Indias, que el Capítulo de Madrid acababa de conferirle". Viéndose frustrado su paso a la América, en aquella guerra sórdida que la línea dura del P. Doria hace a todos los que, manteniendo el espíritu inicial de la reforma Teresiana, ve como oponentes, relegándolo al anonimato y al ostracismo, hasta que éste muere. Sin embargo, todo su caudal espiritual, ese del que diría "ya no tengo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio", se desbordará en esas tierras de las que sin conocerlas, hace referencia en su Cántico Espiritual, esas "ínsulas extrañas", a las que, aunque físicamente no pisará, vendrán sus hijos espirituales: sus discípulos enviados como misioneros, y sus obras, traídas por sus discípulos, que imprimirán su sello en todas aquellas almas que buscan y viven una relación de intimidad con Dios. De tal manera, que algunos estudiosos se empeñan en asegurar, que muchos de los conquistadores y evangelizadores que llegaron a lo largo de los dos primeros siglos de descubrimiento, colonización y evangelización del continente, traerían como libros de cabecera, sus obras publicadas en las primeras décadas del siglo XVII. Estas primeras ediciones de sus obras serán las de: París, en 1622; las de Bruselas y Roma, en 1627 y la de Madrid, en 1630. Esto ha sido fehacientemente comprobado, con el descubrimiento y publicación en México, en 1945, del llamado Códice Gómez de Orozco, que se supone de finales del siglo XVI y principios del XVII (entre 1590-1640), donde aparecen obras de San Juan de la Cruz como La Noche y el Cántico Espiritual, este último en la versión del Manuscrito de Jaén, uno de los más antiguos, en el que sólo aparecen 17 estrofas, junto a escritos de Santa Teresa, Fray Luis de León (los otros dos grandes espirituales o escritores místicos españoles del Siglo de Oro español), y donde también aparecen obras de Fray Pedro Malon de Chaide y de Fray Pedro de Padilla, importantes autores de la época. El estudioso Alfonso Méndez Plancarte, en su obra "San Juan de la Cruz en México", publicada en 1959 por el Fondo de Cultura Económica, realiza un estudio profundo de la presencia e influencia del Doctor Místico en México, y descubre que en los más importantes escritores y autores mexicanos, no sólo del siglo XVII, sino hasta nuestros días, no sólo hay un conocimiento de sus obras, sino una influencia reconocida con toda claridad. Baste decir, por destacar algún ejemplo importante, el de Sor Juana Inés de la Cruz, llamada la Décima Musa, que antes de ser religiosa jerónima, donde realizó casi toda su obra literaria, vivió tres meses en el Convento de San José de las Madres Carmelitas Descalzas de Ciudad México, como religiosa de esa orden, conociendo y bebiendo de la riqueza literaria y espiritual de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, y todos los estudiosos y críticos, afirman, sobradamente, la existencia de una honda influencia de este autor en sus obras, y en especial en su auto sacramental "El divino Narciso", su obra lírica más importante, en la que descubren elementos del Cántico Espiritual y de sus poemas "La Noche" y el "Pastorcico". Este será el trampolín de entrada de San Juan de la Cruz a nuestra América, justamente con todo el desarrollo y extensión de la presencia carmelitana descalza en el joven continente, que se irá expandiendo a todo lo largo y ancho del mismo. Como vemos, la vinculación no se da de manera física o personal, dada la distancia que se establece, no sólo en la geografía, sino también el tiempo que media entre ellos, pues Félix Varela vive entre los siglos XVIII y XIX, ya que nace en 1788 y muere en 1853. Sin embargo, como vemos, la presencia de San Juan de la Cruz, material, en sus obras, y espiritual, en su doctrina, es cierta en América Latina, ya desde finales del siglo XVI. |
¿Qué caprichosa idea puede hacer creer que existe alguna vinculación entre estas dos figuras prominentes? ¿Acaso sólo el hecho de ser ambos españoles por nacimiento o sacerdotes por vocación, una misma lengua...? Podrían hacerse muchas interrogantes y conjeturas al respecto. Sin embargo, la vinculación entre ellos, como veremos, se da más allá de lo físico, lo geográfico, de lo nacional, de lo temporal o personal. Cuando inicié mis investigaciones sobre la vida del insigne cubano, hubo un detalle que saltó a mi vista, y quizás en ello actuó consciente o inconscientemente el hecho de mi condición de hijo de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, por mi condición de fraile carmelita descalzo. Esto sucedió cuando, al asomarse, hurgar y atisbar en su vida, descubrí un nexo fundamental para encontrar la raíz de esa vinculación: una tía y una prima hermana de Félix Varela, fueron carmelitas descalzas. El vínculo era más profundo de lo que se pudiera imaginar, era un vínculo afectivo. Félix Varela era a los tres años de edad, huérfano de madre, y su padre se hallaba continuamente de viaje por sus funciones como oficial del Ejército Español, por lo que el pequeño se verá envuelto por el cariño y protección de sus tías maternas: Rita, quien es al mismo tiempo su madrina de bautizo, Margarita e Isabel. La segunda, entraría luego como religiosa en el Convento de Santa Teresa de las Madres Carmelitas Descalzas, que habían fundado en la Habana, desde fecha tan temprana como el año de 1702, provenientes de Cartagena de Indias, Colombia. A lo largo de toda su vida, se descubre una relación afectiva muy profunda, entre Félix Varela y las que renunciando a la maternidad material, se consagran en una maternidad espiritual; una, su tía y madrina Rita, consagrada a la educación y cuidado de su sobrino-ahijado, y la otra, Margarita, cuyo nombre de religiosa será Sor Margarita Josefa de la Natividad de María, consagrada a Dios, quien desarrolla su maternal espíritu para con todos los que se acercan a su convento en busca de una experiencia de Dios. Con ella estará íntimamente unido, incluso durante su exilio en los Estados Unidos, por la vía epistolar, prácticamente hasta el momento de su muerte. A pesar de no contar con los documentos que pueden probar la influencia recibida de su tía, y posteriormente de su prima, religiosas carmelitas descalzas, como fuente de conocimiento de la doctrina espiritual de San Juan de la Cruz, contamos con algunos detalles, que nos demuestran el conocimiento de la doctrina teresiano-sanjuanista, por parte del Siervo de Dios Félix Varela. En 1945, Mons. Martínez Dalmau, en sus investigaciones sobre la vida del patriota cubano, encontró entre otras cosas, el listado de los libros que conformaban la biblioteca particular de Félix Varela en los Estados Unidos, donde se destacaban varios libros estrechamente ligados a la influencia del Carmelo, y del conocimiento de las obras de sus santos fundadores, entre los que se hallaban: las Obras de Santa Teresa, la Vida de Santa Teresa y las Cartas de Santa Teresa (en 4 volúmenes), así como una Colección de Poesías Españolas (en las que seguramente estaban incluidas las del Santo Doctor) y otras en las que se descubre la presencia inevitable de su doctrina, que no sabemos cómo han llegado a sus manos, aunque suponemos, por la estrecha relación personal y afectiva con su tía la monja, que algunos de ellos sean obsequio suyo y otros de su propia adquisición, lo que sí no se puede dejar de señalar, es que no sólo en la lectura de sus obras o de la doctrina teresiano-sanjuanista latente en las obras de Santa Teresa, es que él va a beber, sino que su mayor captación de la misma, la recibirá del trato directo con su tía, lo cual está dado porque el vocabulario o lenguaje cotidiano y habitual de las carmelitas descalzas, tiene incorporados muchos principios y elementos de vida espiritual de San Juan de la Cruz, que son fundamentales en el desarrollo de la vida espiritual, que necesariamente tuvieron que fluir en su contacto con su tía, que dada su sensibilidad tan delicada, tuvo que captar e integrar a su propia vida. Pero más allá de su posible conocimiento y la posible influencia, bebida como la leche de los pechos de sus madres de crianza, y de toda la relación de intimidad que se conoce tuvo durante el tiempo de sus estudios y ministerio sacerdotal y pedagógico en La Habana, se descubre una influencia, no ya explícita en las obras literarias de Varela, sino más concretamente en la obra de su propia vida, como veremos más adelante. No es un dato nuevo, que al ordenarse de sacerdote, su primera misa la celebrará allí, donde continuamente, acompañado de su tía-madrina y su abuelo, profundizará en cada palabra y en cada mirada, la experiencia de intimidad con Dios vivida por su tía, la religiosa carmelita descalza, en la Iglesia anexa al Convento de Santa Teresa. Allí mismo celebrará la fiesta de Santa Teresa, y predicará uno de sus más famosos sermones, titulado "Del Dardo", del que no ha llegado a nuestros días ninguna copia, en clara referencia a la Transverberación (experiencia mística) de la Santa Doctora de la Iglesia, el 17 de octubre de 1816. También se conoce de su actuación como Curador (inspector) de la Comisión de Educación de la Sociedad Económica de Amigos del País, por la que laborará para instalar una escuela para niñas pobres en lo que sería el locutorio del convento donde se encuentra su tía, de la que aún en la actualidad, guardan como grato recuerdo, las religiosas carmelitas descalzas, las sillitas pequeñitas donde se sentaban las niñas que recibían clases de lectura, escritura, principios de religión, costura y otras artes domésticas. También consta, que una de sus primas hermanas, Ana Josefa Morales Arnais, hija de su tío materno Bartolomé Morales, ingresó en 1832, como religiosa carmelita descalza, al mismo convento donde su tía Margarita Josefa vivía su experiencia religiosa. Desafortunadamente, por motivos de salud, se vio precisada, luego de haber concluido su noviciado y haber profesado como religiosa, a salir del convento, hasta que luego viéndose imposibilitada de regresar, se casa y forma familia. Pero, repito, es en su vida, donde concretamente se aprecia la influencia de la doctrina sanjuanista, como veremos en los elementos concretos de la misma que se pueden identificar: -RENUNCIA RADICAL: supone el enamoramiento de Cristo, así como el novio es capaz de una gran renuncia por su amada, hasta dejar a sus padres y a su tierra. Renuncia que se hace por medio del amor, de un amor que pasa de enamoramiento hasta llegar al amor perfecto. La renuncia es un triunfo del amor sobre otro amor (a sí mismo, a las cosas temporales, a las criaturas...). San Juan de la Cruz dirá: "Para poder hacer esto, es necesario que cualquier apetito o gusto, si no fuere puramente por honra y gloria de Dios, renunciarlo y quedarse en vacío por amor del que en esta vida no tuvo ni quiso más que hacer la voluntad de su Padre, la cual llamaba su comida y su manjar" (Dichos de luz y amor, Nº. 165). Es una renuncia ascética, moral, con fondo de unión mística, así la renuncia se realiza en la unión perfecta con Dios, y por Él, con los hombres. El radicalismo de esta renuncia se da en San Juan de la Cruz, en la dialéctica NADA-TODO, una negación de lo que es menos y hace al hombre menos, para alcanzar lo que es más y hace al hombre más, al unirse con el que es el TODO=Dios. Esa negación debe ser real y espiritual, vaciarse para llenarse de Dios, es un vacío lleno de pobreza espiritual, por lo que el que lo logra, alcanza la Bienaventuranza de Jesús: "porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt.5,3). En la vida de Félix Varela, podemos ver cómo esto se hace, por decirlo así, carne. En 1821, viaja a España, elegido Diputado a Cortes, sin que ese fuera su deseo, tiene que marchar a cumplir un deber patriótico, el de servir a la patria en la consecución de las vías que le dieran la independencia o autonomía de la Metrópoli. Comienza su misión, pasando un año de penurias, sin ayuda económica, pues las elecciones han sido anuladas, y aunque es el único diputado en ser reelegido en las nuevas que se convocan, al no poseer acreditación como tal, ni recibir los estipendios establecidos, vive prácticamente en la miseria, lejos de los suyos, de su labor pedagógica que tanto amaba, lejos de su tierra adorada. En su discurso de despedida, expresará la esencia de su existencia: la renuncia, cuando dice: "No hay sacrificio, honor, placer, es todo cuanto se renuncia en obsequio de la patria..." y concluye proféticamente, intuyendo lo que le vendrá en un futuro: "Ya sea que el árbitro de los destinos separándome de los mortales me prepara una mansión funesta en las inmensas olas, ya los tiranos para oprimir la España ejerzan todo su poder contra el augusto Congreso en que os habéis dignado colocarme, nada importa... Mis conciudadanos, haciéndome el mayor de los honores me habéis impuesto la más grande de las obligaciones (SERVIR). Ya no seré feliz si no la desempeño...". Y así como lo previó, será. José Antonio Saco, uno de sus discípulos y amigos más querido dirá, al pasar un año de su partida, de sus penurias y trabajos, contestando a un artículo que le atribuían bajo un solapado seudónimo, del que no era él el autor, que: "Será cierto que sufre, pero sufrirá con la resignación de las ALMAS GRANDES...". Allá, en el corazón institucional de la Metrópoli, se enfrenta al pensamiento colonialista español, y busca los caminos que le abran a su patria paso a la libertad que las colonias americanas ya iban alcanzando por la lucha liberadora. Trata de que sean reconocidas las repúblicas recién independizadas. Lucha contra la esclavitud y se opone a todo lo que supone un freno a la libertad y a la dignidad del hombre y de los pueblos. Finalmente tiene que huir a los Estados Unidos de Norteamérica, siéndole confiscado sus bienes y condenado a muerte, la que logra evadir físicamente, pero que le alcanza al morir de esa manera, ante el exilio forzoso, para los suyos y para sí mismo. Será su Noche Oscura de la fe, la misma de la que nos habla San Juan de la Cruz. Todo para él se hace difícil, le cuesta insertarse en un medio distinto al suyo, a su cultura, su idioma, su pensamiento. Ve demorada su posibilidad de realizar su ministerio pastoral, pero no se amilana, se lanza de lleno a la lucha ideológica para lograr lo que buscaba por la vía pacífica e institucional, levantando los ánimos de los que puestas sus esperanzas en la autonomía colonial o las reformas constitucionales, ven frustradas sus expectativas y decaen en su fe en Dios y en la libertad. Al leer sus cartas a los pocos amigos que le van quedando, podemos ver en el estado en que vive, como las que le escribe a José de la Luz y Caballero: "Carta con petición. Mala carta... pido a Usted una limosnita... Sí me quedan amigos en La Habana, me atrevería a suplicar a Usted me promoviese una suscripción como por vía de limosna, para hacer más llevadera la suerte de un autor derrotado, pero acaso sería un esfuerzo inútil..." A una de sus hermanas le escribe: "...sólo puedo contestar a tu carta melancólica recordándote nuestro deber de conformarnos con la voluntad de Dios. Mi separación de mi patria es inevitable... acaso yo he tenido la culpa por haberla querido demasiado, pero he aquí una sola culpa de la que no me arrepiento..." Su ministerio en los EE.UU. será difícil, pero será reconocido por todos como el Padre de la Caridad, el teólogo más importante y pilar de la naciente, en pujanza, Iglesia católica, integrada fundamentalmente por emigrados españoles, italianos, irlandeses, alemanes y franceses.
-CAMINO TEOLOGAL: San Juan de la Cruz insiste en el papel de las virtudes teologales: Fe-Esperanza-Caridad en todo el recorrido espiritual (Subida al Monte Carmelo). Para él, las virtudes teologales son las que se hacen cargo de la vida moral, tanto personal, como cultural y social. Son ellas las que inspiran una práctica mejor de las virtudes morales. Esa concentración en las virtudes teologales y en particular en el AMOR (Caridad), se corresponde con su meta, que es la unión con Dios, y tiene además la ventaja de evitar la dispersión y mantener el vigor del dinamismo espiritual, sin olvidar la importancia de la humildad, imprescindible para amar y ser amado, por eso dirá: "Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, más en la grandeza de su humildad" (Dichos de luz y amor, Nº. 107). Félix Varela insistirá en este aspecto en sus obras escritas. En las Cartas a Elpidio atacará lo que considera la fuente de todos los males: la impiedad, la superstición y el fanatismo, males opuestos radicalmente a las virtudes teologales, que de males personales, se convierten en vicios sociales que degeneran en sus más infectas variantes de: tiranía, inmoralidad, vicio, etc. Ya antes de sus Cartas a Elpidio, había escrito sus Máximas Morales, en que dará las líneas para una vida en plenitud, por el ejercicio de las virtudes teologales. Atacará todos esos vicios teniendo por líneas rectoras la caridad y la justicia. De él dirán por su ejercicio de las virtudes teologales, sus contemporáneos: - "Dichosa Cuba si en su seno viera hombres como Ud., Varela, Luz..." (Cartas de José María Casal a Anselmo Suárez y Romero). - "Félix Varela entró en la carrera de la CARIDAD y la consagración absoluta, que ha hecho que sea su nombre un nombre de bendición en New York..." (Arzobispo de Baltimore, Rev. Bayley). - "Hasta ahora no había conocido lo mucho que quiero a este virtuosísimo hombre..." (Carta de José de la Luz y Caballero a su hermana Manuela Teresa Caballero). - "Tuve el gusto de darle un apretón de manos a nuestro APÓSTOL Varela..." (Carta de Gaspar Cisneros Betancourt, El Lugareño, a José Antonio Saco). Su primer biógrafo, José Ignacio Rodríguez, en cartas a un amigo, contándole de sus avatares en la redacción de la biografía de Varela dirá: "...a medida que he meditado y escrito en la biografía de nuestro santo compatriota, ha ido ensanchándose mi campo de reflexiones... Qué honra para Cuba, que un cubano, proscrito, enfermo, débil, haya venido a ser en esta tierra de tan inmenso empuje una de las grandes figuras de su desenvolvimiento intelectual y moral. Entre el pueblo pasa por santo, entre los hombres que dirigen al pueblo por un campeón de gran fuerza..."
-UNIÓN TRANSFORMANTE O PERFECTA: Luego de realizarse la purificación del alma y los sentidos, que vacía y deja un lugar al deseo de Dios (Noche), por la acción del Espíritu, que con su divino fuego purifica y consume el alma, se produce la unión transformante o perfecta con Cristo, el Amado, el Esposo del alma, que transforma el alma en AMOR, dándole paz y deleite espiritual, uniendo la voluntad humana con la divina en una misma voluntad, la cual tiene un sentido profundo de la trascendencia de Dios, que hará decir a San Juan de la Cruz: "Con tanta fuerza une a los dos, es a saber, a Dios y al alma, este hilo de amor, que los junta y los transforma y hace uno por amor, de manera que aunque en sustancia son diferentes, en gloria y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma" (Cántico Espiritual, Canción Nº. 31,1). Es esa unión a la que San Juan, igual que Santa Teresa, llamará Desposorio o Matrimonio Espiritual, de esa manera, el alma participa de la vida trinitaria, se sumerge en el misterio de la trinidad. Tales experiencias quitan el gusto de todo lo que tomaría indebidamente importancia en la vida, de todo lo que tomaría el lugar de Dios, y avivan la sed y el deseo de vida eterna, hasta llevarla a la unión más perfecta con Dios. En Varela esto lo vemos en su decisión, en contra de lo que muchos no entienden, de no regresar a Cuba, acogiéndose a la Amnistía de la Corona Española; prefiere no volver a su patria, a los suyos, a su ministerio sacerdotal y pedagógico, que sólo haría buscando hacer su voluntad, y se conforma a la voluntad de Dios; reconoce que debe realizarse no donde tiene sus raíces, sino donde ha echado flores, prefiere el abandono, la pobreza, la incomprensión y el olvido, a la gloria, la fama, incluso al precio de su propia vida y aspiraciones personales. De todos estos elementos de la espiritualidad sanjuanista, o en sentido más profundo, espiritualidad carmelitana, se descubre que ésta es ante todo, "espíritu y vida", de donde le vienen también su sencillez y flexibilidad (sin literalismo estrecho), la búsqueda de la unión con Dios en dependencia con Jesucristo, la devoción mariana y la contemplación apostólica, donde se da la primacía del espíritu contemplativo en un sentido profundo de Dios, de lo absoluto, de lo sabroso de Dios. Ese deseo de experimentar directa e íntimamente la presencia de Dios; ese estarse, quedarse ante Dios. Estos son dones de Dios, de su gracia, del Espíritu Santo, que crecen con la vida y la experiencia religiosa, pero deben, en cierta medida, pre-existir en la elección de esta vida, son una nota característica de una vocación contemplativa. Pero esta contemplación debe ir acompañada del esfuerzo generoso y delicado de purificación del corazón. Consiste en ofrecer a Dios un corazón santo, libre de toda mancha de pecado (impiedad, superstición, fanatismo, vicios, inmoralidad), que se manifiesta en la caridad, y en abrirse al don gratuito de Dios, y experimentar en su espíritu la fuerza de la presencia divina y la dulzura de su gloria, que se expresa en la CARIDAD, tanto a Dios como al prójimo, con la que se comprende en hacer presente la JUSTICIA, en sentido pleno. Es quedarse ante el Señor, estar en su presencia en todos los actos de la vida, y servirle con un corazón puro y una buena conciencia, lo cual supone delicadeza y exigencia. No es "espiritual", quien mantiene voluntariamente algún apego vano en su corazón, de lo contrario sería engañado. La actividad connatural al espíritu contemplativo, es la oración, concebida no tanto como ejercicio, como un estar presente ante Dios, objetiva e interiormente. Félix Varela no lo hará como los carmelitas, en el silencio y la soledad de un convento o en el seno de una comunidad. La oración es un don de Dios, pero supone la tarea humana de una sacrificada purificación de los sentidos y del espíritu. Lo cual no supone un divorcio o disociación de la vida contemplativa de la vida apostólica. Félix Varela vivirá esta dimensión contemplativa íntimamente ligada a su acción apostólica, su lucha contra la pobreza o a favor de los pobres, su atención a los que sufren el flagelo del cólera, promoverá a los que no tienen trabajo, a la mujer, creará creches, escuelas, asilos, lugares de atención para enfermos, ancianos, mujeres, ayudará a los inmigrantes, dará de comer al pobre y vestirá al que sufre los embates del crudo invierno neoyorkino, no tendrá nada de él, vivirá para darse, para desgastarse por sus ovejas. Él será el Buen Pastor, el misericordioso del que Mateo habla en el capítulo 25 sobre el Juicio Final, el mayor de todos por el servicio, el que sólo con sus armas de la Justicia y la Caridad, será un "nombre de bendición", el que podía enseñar, porque como dijera su alumno y amigo, José de la Luz y Caballero, "Instruir puede cualquiera, enseñar sólo quien sea un Evangelio vivo"; el que a la hora de su muerte, pobre, abandonado y enfermo, hará su profesión de fe, contemplando por última vez en la tierra, el Misterio que irá a contemplar en el cielo, como dijera de él José A. Saco: "... el alma pura de Varela, habiendo volado a la mansión de los justos... descansa en el seno de la eternidad". Son muchos los testimonios que hacen sus contemporáneos de su vida espiritual y de su santidad, entre los que podríamos citar a: - El P. O´Neill, en su elogio fúnebre el 22 de marzo de 1853 dijo que: "Su carácter moral era sin mancha, su piedad ferviente, su devoción sincera y sostenida..." - Ramón Zambrana, el primer autor que escribe una síntesis biográfica a sólo un año de su muerte, en 1854, aparecida en la "Revista de La Habana", donde dice: "¿Quién más animado de prudencia y de fervor apostólico...? ¿quién más veraz y consecuente...? ¿quién más lleno de caridad y de unión evangélicas...? Ni una sola dote, ni una sola virtud de las que solemniza y realzan la dignidad del sacerdote católico faltaron a Varela...". Morirá como vivió, en la humildad y la sencillez, como San Juan de la Cruz en Úbeda, abandonado, olvidado, enfermo, maltratado... pero abandonado en los brazos del Amado del que nos habla en sus canciones del Cántico Espiritual:
"Quedeme y olvideme el rostro recliné sobre el amado cesó todo y dejeme dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado..."
Olvidado de todo y abandonado en un sólo ejercicio:
Mi alma se ha empleado y todo mi caudal en su servicio que ya no guardo ganado ni ya tengo otro oficio que ya sólo en amar es mi ejercicio. |
|
![]() |