marzo-abril. año V. No. 24. 1998


NARRATIVA
 

 

DEL TROMPETA Y SU MÚSICA

Eduardo Mesa
 

Cuando mis amigos comentaron su fantasía de ejecutar al chivatón Arsenio pensé en su querida. No sé qué misteriosos corredores del subconsciente me llevaron hacia esa pobre mujer de repuesto. Ella amaba a su bestia con una conmovedora devoción, nadie dudaba de su amor por él. Nosotros bien sabíamos que el chivatón Arsenio no daba nada; una noche completa bajo el guao puede parecerte una caricia si conociste a Arsenio de uniforme, de civil era igualmente malo pero intentaba parecer amable, su sonrisa socarrona siempre era presagio de tormenta. Cuando la broma aquella de los tenis tortolóv él también se mandó una carcajada, acariciaba el asqueroso mocho de tabaco y se reía, ese fue nuestro último desliz por la inocencia, antes del noticiero todos presos, a mí me soltaron esa misma noche por ser menor, los demás estuvieron dos días comiendo pan con mostaza y espaguetis al cebo.

Daniel el gordo, por tener antecedentes se echó 14 días con idéntica dieta. Estuvimos más de un mes sin hablarnos.

Argudín siempre dijo que matarlo no era suficiente, su muerte además debía ser lenta, alguien habló de una gotera de salfumán en salva sea la parte o amarrarle un bistec y soltarle un doberman. En el quicio del 314 se celebraban estas reuniones, el ancho portón de antiguo palacete nos congregaba, la saturada atmósfera del solar nos protegía, si las pesadas puertas pudieran hablar nos reiríamos, de todas formas tantas maneras de matar a Arsenio no sirvieron de nada.

La querida a menudo pasaba por delante del piquete arrastrando la bolsa con los litros de leche o una jaba de boniatos. Su sayita de láster y las blusas ajadas delataban su pobre condición, siendo querida de Arsenio no podía aspirar a más, o sí podía, cambiarle el yale a la puerta y no dejarlo entrar más a la casa. Claro que el tipo es una hiena, la cosa seguramente no iba a quedar así. Definitivamente la defunción de Arsenio beneficiaría a todos.

La verdad es que nunca nos metimos con ella; sin mencionar el tema, compartíamos una secreta lástima por aquella mujer joven aún. Los sábados salían todos juntos, ella, las cabezonas criaturas de Arsenio –hijos de su oficial esposa- y el animal. Nadie aflojó los cranes del antiguo Chevrolet por los niños de ella, pero en las noches un aluvión de piedras y baterías de radio ya gastadas se estrellaban en su carrocería.

Al ver pasar esta mujer casi no resistía la tentación de hablarle, pero Daniel el gordo me aconsejó no hacerlo "ella es buena gente, pero nunca se sabe y cuando está con él es por algo". Ese amor era grande, él también la quería, era la única persona a quien no le haría daño, se rumoraba que a su oficial esposa la delató por guardar los comprometedores papeles de un hermano, ella nunca lo supo y cuando terminó de cumplir su condena regresó con su esposo. De más está decir que el chacal tiene dos casas y esto le aumenta el humo de chivatón secreto.

Argudín insiste sobre la muerte lenta, encerrarlo en la cisterna del caserón del chino loco es su última idea. La cisterna es muy grande porque el negocio de los chinos era un tren de lavado. Los chinos ya se han muerto, solo queda el loco y está encerrado en uno de los cuartos al final de la casa. La cisterna se cierra con una barra de hierro y un candado, se le echa encima medio camión de escombros, nadie escuchará nada. Hasta el mismo Argudín se echó a reír al saber que tanto ejercicio intelectual macabro no sirvió de nada.

Al final del verano la querida andaba más desgreñada que de costumbre, un inmenso pesar se volcaba en sus ojos, Argudín lo notó, era el genio del grupo, su ingenioso equilibrio de intuición y talento nos hacía más cercanas las cosas. Arsenio vendió el carro, nos quedamos sin tiro al blanco y Argudín repetía lo de gato encerrado.

En la antesala del misterio comenzaron las especulaciones, Daniel el gordo sostenía la hipótesis de que la hiena se convertiría en trabajador por cuenta propia y ay de aquel infeliz que le vendiera insumos de dudosa procedencia. Algunos más ingenuos suponían precariedad económica o una posible boda con su paradigmática Penélope. Argudín se mantenía al margen de las suposiciones, "de este tipo se puede esperar cualquier cosa pero ninguna buena, hay que estar preparados".

De la casa de Arsenio discretamente se sacaban paquetes, le donó al comité militar las obras completas del camarada Kim Il Sung, saludaba a la gente con benevolencia y nosotros que bien lo conocíamos llegamos a afirmar que andaba distraído. El rumor más vibrante en el barrio recreaba la idea de una misión internacionalista pero Arsenio malamente llegaba a sexto grado de ahora y si era dudosa su capacidad de enseñar más lo era la de aprender. Tanto tiempo viviendo en este clima y tanta ingenuidad nos adormece, la hipótesis misión se hizo vox populi y quedó establecida.

Argudín no tragaba "este es un camaleón, algo está componiendo para llenarse el buche de medallas, porque talento para ganar dinero no tiene". La querida por su rostro de ayuno y abstinencia me hacía dudar de todas las variantes, ni Argudín con su olfato de cazador de esencia se acercaba a la presa.

Además de sentarnos a sentenciar a Arsenio y consumir alcohol de policlínico con extractos diversos, escuchar FM era otro bálsamo y aunque prefiero oír en español lo que me cantan en el piquete la música en inglés tenía muchos adeptos. Transcurrían las horas entre chillidos de heavy metal y la ondulante paciencia del reggae. Un imponente Selena nos permitía salir al exterior e increíblemente podíamos hacerlo sin tener que ocultarnos. Arsenio andaba perdido del barrio, ya nadie reparaba en nuestra música y aunque no volveríamos a tener otro insano desliz por la inocencia estábamos felices.

Se descolgaba lentamente la noche y la ansiedad de los estómagos no permitía más dominó, ni alcohol, ni onda corta. Llegó Argudín corriendo, su papá le había escrito y le saludaría por puente familiar esa noche, la trucidante solidaridad del piquete no se hizo esperar, mandamos a callar a los muchachos que andaban correteando en el solar, la radio estaba prendida. Al rato comenzaron los recados y el viejo de Argudín fue el segundo en hablar, de no ser porque aquello de ser hombre lo habíamos tomado demasiado a pecho casi lloramos. Mientras felicitábamos a Argudín el gordo metió un grito, se hizo silencio, el gordo no era trágico, subió el volumen y le dimos oreja al último recado. Era el puerco de Arsenio saludando a su esposa y a los cabezoncitos, de la estupefacción pasamos al berrinche y de este pasamos a la risa. Hubo un clamor, un grito en el solar, la calle se llenó de comadres, nadie podía creerlo y hubo alguno que hasta nos desmintió, situación muy común cuando un joven acierta.

La querida salió, cerró la puerta de la accesoria y se acercó a la puerta del 314 "lo que ustedes oyeron es verdad, se fue para Miami". Nadie le respondió, ella estaba dispuesta a escuchar los insultos pero gracias a Dios, se guardaron para otro momento. Después, abrió la puerta de su accesoria sin disimular un gesto de cansancio y es muy probable que esa noche no pudiera dormir.

El gordo se sacudió la nariz "caramba, este chisme me dio alegría". Argudín sonrió "yo sabía que había gato encerrado, la hizo buena el cabrón". Sí, la hizo buena. Y nos fuimos a comer.