a trova cubana tuvo su cuna en Santiago de Cuba, y se tiene a José
Sánchez Pepe- como el Padre de esa modalidad, maestro de trovadores. Su prolífera
cosecha, su inspiración y gusto hicieron posible que legara a la posteridad páginas tan
bellas como Tristezas, considerado el primer aporte a ese abultado repertorio, en
el que decenas de buenos cultores brindan sus admiradas obras y en las que creadores de la
talla de Sindo Garay, Alberto Villalón, Oscar Hernández, Manuel Corona, Rosendo Ruiz,
Eusebio Delfín, Miguel Matamoros y otros muchos y muy valiosos, nos dejaron muy bellas
inspiraciones que han devenido de una a otra generación con la belleza de sus letras y
melodías.
También en nuestra provincia una
pléyade de intérpretes y creadores dieron su contribución para que el género
continuara en auge; y los enamorados, los que sienten lo bello, nos entregaran páginas
que mantienen su frescura a través del tiempo, siempre hermanadas a los más puros
sentimientos, a momentos que han quedado grabados con indelebles trazos a las vidas de los
que se han deleitado con éstas, ya como cultores, oyentes o admiradores.
Donde hay amor, hay trova, donde se
pretende el amor de una mujer, el canto trovadoresco ha servido como muy eficaz
comunicados. Así surgieron desde tiempos remotos las serenatas, recuérdese al Padre de
la Patria en unión de Fornaris y Castillo en el ventanal de Luz Vázquez entonando La
Bayamesa, que con su extraordinaria belleza llega a nuestros días, y tantas otras
páginas que siempre conmueven, atraen, y nos llevan a hacer realidad la repetida frase de
que "recordar, es volver a vivir".
Lustros transcurridos dan cuenta de
reconocidos trovadores como Esteban González, José Dolores Nogueiras Sosa-Masito, Fidel
Estrada, Carlos Mitidieri, José Ramón Azofra, Juan Reyes, Pedrito Martínez, René
Mezquía, Lolo Fernández, y muchos más, sentaron cátedra como cultores del género, y
muchas -entonces en moda- serenatas que encendieron en pechos enamorados pasiones que con
posterioridad finalizaron en felices romances, declaraciones de amor, noviazgos y
matrimonios. Linda manera de declarar ese sublime y sentido sentimiento... el amor.
Así en sucesivas décadas sumaron
adeptos y simpatizadores el trío occidental integrado por Carlos Mitidieri, Pedrito
Martínez y Armando Fernández Cardoso y posteriormente Lolo Fernández: Los Navegantes;
el Romance -Monguito Blanco, Juanito Mijares y Tito Rodríguez, después Osvaldito
Morejón-; Los Armónicos Ciro Parlá, Guillermo Jorge-Cholín y Vicente Chirino-;
Los Galanes -Dámaso Rodríguez-Tito, Juan Lorenzo-Chito y Jesús Rubio-. De esa época
recordamos a Ché Tejera, Jaramillo, El Niño, Miguel Ángel Martínez, Andrés Arango,
Aldo del Río, Carlos Estrada -Cero-. Junto a los hermanos Osvaldo y Octavio Abreu, que
conformaron el trío Siboney, en San Cristóbal reeditan el trío Occidental, en Guane
Toñito Romeu y Jesús Hernández animaron con sus voces y guitarras esas melancolías que
perdurarán mientras el amor tenga como abanderados a esos apasionados de la trova y las
canciones, como Francisco Vigil Panchito-, George Sotolongo, Tony Carreras, Omar
Pérez, Miguel Mijares, José María Pozo, Gorgoy y muchos más que en distintas épocas
se han distinguido guitarra en mano, deleitándonos con páginas de todos los tiempos que
mantienen su frescura y fragancia, su vigencia.
Así en distintas fechas surgieron
esas pequeñas agrupaciones, en enero del 59, el trío Romance, antes el Occidental
animado por ese gran trovador y compositor que fue Carlos Mitidieri, sus hermanos Muñeca
y Nicolás, Cero Estrada y los hermanos Abreu y Octavio y Osvaldo- constituyeron el
"Siboney", "Los Armónicos", "Los Galanes", junto a los
guitarristas acompañantes Raúl Valdés Estrella, Chicho, Publio Medina, Ana Cristina
Pozo -magnífica intérprete sanluiseña-, en Minas de Matahambre Monguito Coro, los
Igarza y otros aplaudidos intérpretes, los Panadés, que conformaron el trío
"Minero", hasta nuestros días en que han surgido muy positivos valores de esta
género calificado como trova... tradicional, nueva trova, protesta, y otras.
Distintas formas también han ganado
simpatías como los cultores del bolero y la canción junto a un guitarrista en
"momentos musicales" muy bien aceptados en clubes y centros nocturnos, las
"peñas" donde cada intérprete brinda según su estilo páginas de una u otra
época; nuestros centros turísticos los acogen con beneplácito por lo impactante de sus
repertorios, por la forma que les caracteriza y porque ellos representan la variedad de
nuestro folklore, de nuestros ritmos, de nuestra música, de nuestra cultura en general,
de lo nuestro como valiosos y autóctonos exponentes que una vez surgieron para quedarse.