n muchos países del mundo, gran cantidad de hombres y mujeres,
niños y jóvenes, ni siquiera pueden elegir entre el analfabetismo y la instrucción. La
pobreza material no da opción. La educación pública es un derecho a exigir.
En Cuba, afortunadamente,
eso no es un problema. Se han hecho grandes esfuerzos para que la instrucción pública
llegue a todos. El problema aquí es otro: los cubanos no podemos elegir el enfoque
filosófico, los métodos pedagógicos, la orientación religiosa, ni el tipo de escuela
que queremos para nuestros hijos.
A cambio de masividad hemos
abandonado la responsabilidad personal de educar. A cambio del acceso gratuito a la
instrucción no hemos ejercido la libertad de elegir el tipo de educación. Y cuando
expresamos que esto es un problema se nos dice que debemos dar gracias por la oportunidad
de poder estudiar gratuitamente. A cambio de la gratuidad hemos descuidado la calidad.
La gratuidad tiene un precio
en Cuba: agradecer y ser fieles. Agradecer está bien, es bueno ser agradecidos y ser
ingratos es una forma de miseria humana. Pero la ayuda que crea dependencia no libera,
sino encadena; ata con lazos invisibles y más crueles por ser sutiles; cambia libertad
por seguridad. Convierte al hombre en prisionero de su miedo a perder las pocas
seguridades que le vienen dadas. Supervivir y tener algo es preferible para muchos que
asumir las riendas de su vida con independencia, porque siempre supone riesgo.
No desearíamos las brutales
desigualdades que se viven en otros sistemas y países. Pero las desigualdades están
viniendo de todas formas y no a cambio de mayor libertad y responsabilidad sino impuestas
por mecanismos económicos que nos colocan ante lo peor del capitalismo y lo peor del
socialismo. Lo peor del socialismo es la falta de libertad personal, la dificultad para
elegir, no tanto lo que podemos hacer, sino lo que queremos ser. Lo peor del capitalismo
son las injusticias sociales que engendran desigualdad.
Lo esencial del problema de
la educación en Cuba no es el acceso a la instrucción sino la falta de pluralismo dado
su carácter ideológico único y excluyente. En otras palabras: si es verdad que todos
tienen acceso a la instrucción, los padres no pueden elegir libremente el tipo de
educación que creen mejor para sus hijos.
Al escribir esto recordamos
estas palabras del Papa Juan Pablo II en Santa Clara: "Los padres, al haber dado
la vida a sus hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole y, por
consiguiente, deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus
hijos... Por tanto, los padres sin esperar que otros le reemplacen en lo que es su
responsabilidad, deben poder escoger para sus hijos, el estilo pedagógico, los contenidos
éticos y cívicos, y la inspiración religiosa en los que desean formarlos integralmente.
No esperen que todo les venga dado." (Homilía en Sta. Clara, no.6)
Elegir el estilo
pedagógico es, por ejemplo, poder optar entre una educación paternalista y manipuladora
y una pedagogía liberadora y respetuosa de la dignidad y los derechos de la persona.
La educación paternalista
garantiza que todos los "alumnos-hijos" reciban del "Estado-padre" una
instrucción segura cuya finalidad es repetir y continuar en los hijos ideas y actitudes
idénticas a las de los mayores; esto también ocurre en el ámbito de una familia
autoritaria, o una institución religiosa paternalista o no participativa. Una correa de
transmisión que impulsa y reitera el mismo movimiento al mismo ritmo. No educa personas
sino máquinas repetidoras. Asegura fidelidad ciega o ingenua, pero convierte a los
ciudadanos en una carga para el Estado, la Iglesia y la familia, en una masa amorfa y sin
voluntad que hace de la desidia un estilo de vida cotidiano.
La educación paternalista y
manipuladora es seguridad para hoy e incertidumbre para mañana, porque cuando toque
decidir con cabeza propia en el momento en que no se tenga la tutela de arriba, se cae
fácilmente en la indecisión y la corrupción.
La educación liberadora y
pluralista, en cambio es riesgosa e insegura hoy y garantía de la adultez cívica y la
autonomía de las personas y de la sociedad civil mañana. Riesgo del niño que comienza a
dar los primeros pasos, pero todos sabemos que sin correr este riesgo nadie sabría hoy
caminar con sus propios pies. ¿De qué nos asombramos cuando vemos personas y grupos
postrados moral y socialmente?
La educación liberadora no
es apertura al libertinaje sino a la responsabilidad personal y social. Sólo el que es
libre de elegir puede asumir la responsabilidad de su actuación. La educación pluralista
no es apertura al relativismo moral y al "todo vale", es descubrir la riqueza de
la diversidad y respetarla como garantía del aprecio a los derechos de cada persona.
Cada padre y madre cubanos
tiene el derecho de elegir entre estos dos estilos pedagógicos, que es como elegir entre
un hijo-robot pero que no tiene problemas y un hijo adulto y libre con el riesgo de serlo.
Elegir el contenido ético y
cívico de la educación es otro de los derechos que los padres cubanos no debemos dejar a
la voluntad de otros. Se trata de que la educación va más allá de la instrucción y al
llegar a la transmisión de valores y actitudes se está jugando la vida de las personas
que se educan. Ciertamente los maestros y los padres forjan el carácter de los hijos y
alumnos, pero los padres tienen el derecho de elegir el molde y el cincel, así como al
herrero que lo ayudará a completar la forja que empieza en casa.
Lo peor es que no exista,
como durante mucho tiempo ha pasado en Cuba, ni molde ni cincel. No estamos hablando sólo
de que la asignatura Moral y Cívica fuera eliminada de nuestros programas como lo ha
sido, sin tener hoy todavía regreso pleno, pues lo que existe es insuficiente y
totalmente ideologizado. Estamos refiriéndonos a que se destruyó como
"burguesa" la fragua que moldeaba el carácter de los niños y jóvenes pero no
se logró edificar un nuevo ambiente favorable a la educación ética. Esa es la raíz de
la pérdida y crisis actual de valores que está reconocida francamente hasta en la prensa
oficial.
Se trata de enseñar para la
vida y no sólo para coger la Escuela Vocacional o una carrera. Se trata de facilitar un
ambiente favorable, se trata de aprender a hacer un proyecto de vida, una escala de
valores, una opción fundamental y entrenarnos para ser coherentes con ese proyecto. El
Papa lo dice en su Mensaje a los Jóvenes cubanos: "El mejor legado que se puede
hacer a las generaciones futuras es la transmisión de los valores superiores del
espíritu. No se trata solo de salvar algunos de ellos sino de favorecer una educación
ética y cívica que ayude a asumir nuevos valores, a reconstruir el propio carácter y el
alma social sobre la base de una educación para la libertad , la justicia social y la
responsabilidad." (no.4)
Cada padre y cada madre
cubanos tiene el derecho a elegir estos contenidos éticos y cívicos que es lo mismo que
elegir entre unos hijos dependientes y sin voluntad o unos hijos que puedan ser
protagonistas de su historia personal y social.
Elegir la inspiración
religiosa de la educación es el tercer aspecto del derecho que deben gozar y ejercer las
familias cubanas. Y en este aspecto habría mucho que aclarar. Cuando hablamos de
inspiración religiosa no necesariamente estamos hablando de colegios religiosos. En esto,
como en lo anterior, hay diversidad de opciones y caminos:
Está la escuela religiosa,
propiedad de la Iglesia o de una congregación religiosa, en las cuales las monjas o
frailes ya no necesariamente tienen que administrar o dirigir sino ser testimonio y
presencia animadora, dejando a los laicos y otras personas de buena voluntad la dirección
del colegio o la universidad y otras funciones más propiamente laicales.
Está la escuela pública o
del Estado en la que pueden y deben tener acceso para enseñar o dirigir laicos y
religiosas con el mismo derecho y deberes de los restantes profesores. En ellas puede
haber, opcionalmente, clases de religión y de moral según el criterio de los padres y de
los mismos alumnos.
Está la escuela privada no
religiosa, o no confesional, donde también los padres y alumnos pueden optar por clases
de religión o formación ética según las creencias de sus familias.
En todas ellas pueden
compartir el proyecto educativo personas creyentes y no creyentes sin tener que aferrarse
a un modelo único y excluyente o sectario de enfoque filosófico o religioso, ideal para
todos los alumnos y profesores. Esta es la diversidad . Es el pluralismo educativo, que de
ninguna manera puede confundirse con el caos pedagógico, ni con la indiferencia
filosófica ni con el permisivismo moral o el sincretismo religioso.
Cada padre y madre cubanos
tiene el derecho y el deber de escoger entre estas y otras formas de garantizar la
inspiración religiosa o atea de la educación de sus hijos.
Fijémonos que se habla de
inspiración religiosa y no de clases de religión o catecismo solamente. La diferencia
está en que la inspiración religiosa cubre, orienta y penetra toda la actividad
educativa y las clases de religión son un momento puntual y formal en la actividad
docente. No son excluyentes pero no se puede reducir la inspiración a clases u otras
actividades religiosas.
La educación en un Estado
laico debe permitir a los padres hacer estas tres opciones. No hacerlo es no sólo impedir
la diversidad del quehacer pedagógico, sino violar el derecho sagrado de que cada familia
y cada persona pueda elegir cómo quiere ser, que tipo de ser humano desea ser. En esto
radica la gravedad de este tema y la urgencia para solucionarlo en Cuba.
El argumento de que
reconocer este derecho no permitiría a personas o iglesias menos favorecidas o
minoritarias tener acceso a medios e instituciones educativas es como pretextar que no se
introduce la computación porque no todos los ciudadanos tienen una computadora personal.,
o que no se harán más transmisiones de televisión porque todos no tienen televisor. El
deber del Estado laico es diversificar la educación y crear las condiciones para
facilitar a las minorías el acceso a este derecho universal.
En Cuba la historia ha
demostrado que los dos extremos son despersonalizantes: ni colegios privados excluyentes o
discriminatorios por razones de raza o economía, ni una escuela única en su orientación
filosófica e ideológica excluyente o discriminatoria por razones políticas, religiosas
o de opinión.
Esto no desconoce los logros
de la instrucción y las inversiones hechas por el Estado en Cuba durante estas últimas
casi cuatro décadas. El asunto está en el resultado de esas inversiones materiales y de
esa instrucción. Recordamos las palabras del Papa en este sentido: "las
estructuras públicas para la educación, la creación artística, literaria y
humanística y la investigación científica y tecnológica, así como la proliferación
de escuelas y maestros, han tratado de contribuir a despertar una notable preocupación
por buscar la verdad, por defender la belleza y por salvar la bondad: pero han suscitado
también las preguntas de muchos de ustedes: ¿por qué la abundancia de medios e
instituciones no llega a corresponder plenamente con el fin deseado?
La respuesta no hay que
buscarla solamente en las estructuras, en los medios, en el sistema político o en los
embargos económicos que son siempre condenables por lesionar a los más necesitados.
Estas causas son solo parte de la respuesta, pero no tocan el fondo." (Mensaje a
los jóvenes cubanos, no.2)
El mismo Santo Padre
propuso, en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, cuál es la respuesta de fondo
del problema de la educación en Cuba, cuando recordó que el Padre Varela "maestro
de generaciones de cubanos, enseñó que para asumir responsablemente la existencia lo
primero que se debe aprender es el difícil arte de pensar correctamente y con cabeza
propia". (no.4)
Es esto lo que está en
debate cuando hablamos del derecho a elegir la educación de los hijos.
Pero no debemos quedarnos en
el análisis de la realidad. Debemos proponer soluciones, proyectos, salidas respetuosas
para todos. Ningún estado tiene derecho a imponer un tipo único de educación, ni la
Iglesia puede imponerlo, ni ningún otro grupo social.
El Papa nos vuelve a
proponer un camino: "... en el proceso de construir un futuro "con todos y
para el bien de todos" como pedía Martí. La familia, la escuela y la Iglesia deben
formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan crecer en humanidad. No
tengan miedo, abran las familias y las escuelas a los valores del Evangelio de Jesucristo,
que nunca son un peligro para ningún proyecto social" (Homilía en Santa Clara
no.4)
Esta fue la primera frase
del Papa que el pueblo cubano ovacionó en Santa Clara. Todos sabemos su importancia.
Pero, quizá, no todos hemos comprendido cómo podemos llevar a la práctica esta
comunidad educativa. La Iglesia debe prepararse para entrar en ella con su riqueza
espiritual pero sin pretensiones hegemónicas. El Estado debe abrir espacios legales para
estas comunidades educativas y otras iniciativas que hagan realidad en Cuba el derecho al
pluralismo de opciones pedagógicas. La familia debe prepararse para poder asumir su papel
principal en este proceso.
Crecer en humanidad es el
objetivo de toda educación. Cuba debe abrirse a estas iniciativas pedagógicas, éticas y
cívicas, para que sus hijos crezcan como personas que sean protagonistas de su vida, de
su familia, de esta Nación.
Recordemos que cuando el
Padre Varela comprendió que no se podía hacer nada más para alcanzar la libertad de
Cuba "se dedicó a formar personas, hombres de conciencia, que no fueran soberbios
con los débiles ni débiles con los poderosos... generando de ese modo una escuela de
pensamiento, un estilo de convivencia social y una actitud hacia la Patria que deben
iluminar, también hoy a los cubanos." (Discurso del Papa al mundo de la cultura.
No. 4)
No nos engañemos: con una
única opción educacional el carácter de los jóvenes se debilita en la rutina, no se
enriquece la vida en el debate, se deshumaniza el alma de la nación por el tedio
existencial del monolitismo ideológico; y sin un sistema educacional donde haya
posibilidad real de acceso a alguna inspiración religiosa, se seca el espíritu humano
"porque nada en él alimenta la virtud" (José Martí).