uando mis amigos comentaron su fantasía de ejecutar al chivatón
Arsenio pensé en su querida. No sé qué misteriosos corredores del subconsciente me
llevaron hacia esa pobre mujer de repuesto. Ella amaba a su bestia con una conmovedora
devoción, nadie dudaba de su amor por él. Nosotros bien sabíamos que el chivatón
Arsenio no daba nada; una noche completa bajo el guao puede parecerte una caricia si
conociste a Arsenio de uniforme, de civil era igualmente malo pero intentaba parecer
amable, su sonrisa socarrona siempre era presagio de tormenta. Cuando la broma aquella de
los tenis tortolóv él también se mandó una carcajada, acariciaba el asqueroso mocho de
tabaco y se reía, ese fue nuestro último desliz por la inocencia, antes del noticiero
todos presos, a mí me soltaron esa misma noche por ser menor, los demás estuvieron dos
días comiendo pan con mostaza y espaguetis al cebo.
Daniel el gordo, por tener
antecedentes se echó 14 días con idéntica dieta. Estuvimos más de un mes sin
hablarnos.
Argudín siempre dijo que matarlo no
era suficiente, su muerte además debía ser lenta, alguien habló de una gotera de
salfumán en salva sea la parte o amarrarle un bistec y soltarle un doberman. En el quicio
del 314 se celebraban estas reuniones, el ancho portón de antiguo palacete nos
congregaba, la saturada atmósfera del solar nos protegía, si las pesadas puertas
pudieran hablar nos reiríamos, de todas formas tantas maneras de matar a Arsenio no
sirvieron de nada.
La querida a menudo pasaba por
delante del piquete arrastrando la bolsa con los litros de leche o una jaba de boniatos.
Su sayita de láster y las blusas ajadas delataban su pobre condición, siendo querida de
Arsenio no podía aspirar a más, o sí podía, cambiarle el yale a la puerta y no dejarlo
entrar más a la casa. Claro que el tipo es una hiena, la cosa seguramente no iba a quedar
así. Definitivamente la defunción de Arsenio beneficiaría a todos.
La verdad es que nunca nos metimos
con ella; sin mencionar el tema, compartíamos una secreta lástima por aquella mujer
joven aún. Los sábados salían todos juntos, ella, las cabezonas criaturas de Arsenio
hijos de su oficial esposa- y el animal. Nadie aflojó los cranes del antiguo
Chevrolet por los niños de ella, pero en las noches un aluvión de piedras y baterías de
radio ya gastadas se estrellaban en su carrocería.
Al ver pasar esta mujer casi no
resistía la tentación de hablarle, pero Daniel el gordo me aconsejó no hacerlo
"ella es buena gente, pero nunca se sabe y cuando está con él es por algo".
Ese amor era grande, él también la quería, era la única persona a quien no le haría
daño, se rumoraba que a su oficial esposa la delató por guardar los comprometedores
papeles de un hermano, ella nunca lo supo y cuando terminó de cumplir su condena regresó
con su esposo. De más está decir que el chacal tiene dos casas y esto le aumenta el humo
de chivatón secreto.
Argudín insiste sobre la muerte
lenta, encerrarlo en la cisterna del caserón del chino loco es su última idea. La
cisterna es muy grande porque el negocio de los chinos era un tren de lavado. Los chinos
ya se han muerto, solo queda el loco y está encerrado en uno de los cuartos al final de
la casa. La cisterna se cierra con una barra de hierro y un candado, se le echa encima
medio camión de escombros, nadie escuchará nada. Hasta el mismo Argudín se echó a
reír al saber que tanto ejercicio intelectual macabro no sirvió de nada.
Al final del verano la querida
andaba más desgreñada que de costumbre, un inmenso pesar se volcaba en sus ojos,
Argudín lo notó, era el genio del grupo, su ingenioso equilibrio de intuición y talento
nos hacía más cercanas las cosas. Arsenio vendió el carro, nos quedamos sin tiro al
blanco y Argudín repetía lo de gato encerrado.
En la antesala del misterio
comenzaron las especulaciones, Daniel el gordo sostenía la hipótesis de que la hiena se
convertiría en trabajador por cuenta propia y ay de aquel infeliz que le vendiera insumos
de dudosa procedencia. Algunos más ingenuos suponían precariedad económica o una
posible boda con su paradigmática Penélope. Argudín se mantenía al margen de las
suposiciones, "de este tipo se puede esperar cualquier cosa pero ninguna buena, hay
que estar preparados".
De la casa de Arsenio discretamente
se sacaban paquetes, le donó al comité militar las obras completas del camarada Kim Il
Sung, saludaba a la gente con benevolencia y nosotros que bien lo conocíamos llegamos a
afirmar que andaba distraído. El rumor más vibrante en el barrio recreaba la idea de una
misión internacionalista pero Arsenio malamente llegaba a sexto grado de ahora y si era
dudosa su capacidad de enseñar más lo era la de aprender. Tanto tiempo viviendo en este
clima y tanta ingenuidad nos adormece, la hipótesis misión se hizo vox populi y quedó
establecida.
Argudín no tragaba "este es un
camaleón, algo está componiendo para llenarse el buche de medallas, porque talento para
ganar dinero no tiene". La querida por su rostro de ayuno y abstinencia me hacía
dudar de todas las variantes, ni Argudín con su olfato de cazador de esencia se acercaba
a la presa.
Además de sentarnos a sentenciar a
Arsenio y consumir alcohol de policlínico con extractos diversos, escuchar FM era otro
bálsamo y aunque prefiero oír en español lo que me cantan en el piquete la música en
inglés tenía muchos adeptos. Transcurrían las horas entre chillidos de heavy metal y la
ondulante paciencia del reggae. Un imponente Selena nos permitía salir al exterior e
increíblemente podíamos hacerlo sin tener que ocultarnos. Arsenio andaba perdido del
barrio, ya nadie reparaba en nuestra música y aunque no volveríamos a tener otro insano
desliz por la inocencia estábamos felices.
Se descolgaba lentamente la noche y
la ansiedad de los estómagos no permitía más dominó, ni alcohol, ni onda corta. Llegó
Argudín corriendo, su papá le había escrito y le saludaría por puente familiar esa
noche, la trucidante solidaridad del piquete no se hizo esperar, mandamos a callar a los
muchachos que andaban correteando en el solar, la radio estaba prendida. Al rato
comenzaron los recados y el viejo de Argudín fue el segundo en hablar, de no ser porque
aquello de ser hombre lo habíamos tomado demasiado a pecho casi lloramos. Mientras
felicitábamos a Argudín el gordo metió un grito, se hizo silencio, el gordo no era
trágico, subió el volumen y le dimos oreja al último recado. Era el puerco de Arsenio
saludando a su esposa y a los cabezoncitos, de la estupefacción pasamos al berrinche y de
este pasamos a la risa. Hubo un clamor, un grito en el solar, la calle se llenó de
comadres, nadie podía creerlo y hubo alguno que hasta nos desmintió, situación muy
común cuando un joven acierta.
La querida salió, cerró la puerta
de la accesoria y se acercó a la puerta del 314 "lo que ustedes oyeron es verdad, se
fue para Miami". Nadie le respondió, ella estaba dispuesta a escuchar los insultos
pero gracias a Dios, se guardaron para otro momento. Después, abrió la puerta de su
accesoria sin disimular un gesto de cansancio y es muy probable que esa noche no pudiera
dormir.
El gordo se sacudió la nariz
"caramba, este chisme me dio alegría". Argudín sonrió "yo sabía que
había gato encerrado, la hizo buena el cabrón". Sí, la hizo buena. Y nos fuimos a
comer.