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julio-agosto.año IV.No.20.1997 |
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TU ES PETRUS |
VOCACIÓN Y SACERDOCIO DE JUAN PABLO II
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En el otoño de 1942, después de una larga conversación con su
confesor, Karol Wojtyla decidió responder a la vocación que venía madurando. Primero
acudió a una Ermita de los padres carmelitas, con el propósito de unirse a esta familia
religiosa, pero el noviciado había sido clausurado por los invasores alemanes y el
superior sólo pudo aconsejar al joven Karol que esperara a su reapertura.
Por su parte Wojtyla, que ya había demostrado tener un carácter muy fuerte, le pidió al director de su grupo de teatro que no le asignara más papeles en las obras que preparaban. Toda una noche de discusión en la casa donde se reunía para ensayar el grupo, pidiéndole que no abandonara su carrera de actor. Le recordaban los talentos escondidos del Evangelio, sus carismas personales y su experiencia... Años más tarde el actual Papa definiría así aquel momento de decisión personal: "El señor Mieczyslaw Kotlarczyk -el director del grupo- creía que mi vocación residía en el lenguaje y el teatro, mientras que Nuestro Señor Jesús creía que estaría en el sacerdocio, y de algún modo yo estaba de acuerdo con Él." Karol, sin abandonar su propósito, fue directamente a la residencia del Arzobispo metropolitano de Cracovia, Mons. Adam Sapieha, que era un príncipe, un patriota y un político y no había seguido los pasos del Cardenal primado que salió al exilio, sino que había permanecido al frente del Comité de asistencia cívica, ayudaba a los judíos distribuyendo certificados de bautismo para protegerlos de los registros nazis, fomentaba también las iniciativas culturales clandestinas y se ocupaba de buscar refugio a los fugitivos de los campos de concentración. Frente a frente, ante aquel arzobispo-príncipe-político que marcaría para siempre la vida y obra del actual Pontífice, el joven Karol dijo sin más rodeos: "Excelencia: Quiero convertirme en sacerdote". El sueño del arzobispo que lo había descubierto en una actividad escolar se comenzaba a realizar y en Octubre de 1942, Wojtyla ingresó en el Seminario clandestino que Sapieha había organizado de forma minuciosa y con gran astucia. Así se hizo cura el actual Papa: Cada seminarista tenía un profesor que lo supervisaba individualmente; las clases se impartían en conventos, iglesias y viviendas privadas; se les ordenaba guardar estricto secreto sobre su formación y seguir trabajando o estudiando en su rutina cotidiana. Todos los estudios del Seminario se hacían después del trabajo. El seminarista que llegaría a ocupar el trono pontificio siguió trabajando como obrero en la Fabrica de productos químicos Solvay. Allí había comenzado a trabajar en 1940 picando piedra durante algo más de tres meses en una cantera que era una especie de cañón con paredes de más de 20 metros de alto y una alta valla. Allí hacía los turnos rotativos de 6 de la mañana a 2 de la tarde, de 2 de la tarde a diez y de 10 de la noche a 6 de la mañana. Allí comprendió el embrutecimiento que conllevaba el trabajo duro, la pobreza y también el pequeño placer de escaparse durante unos minutos para tomar un café malo en una cabaña vecina. Su físico cambió y desde entonces su espalda se encorvó y su caminar se hizo fuerte. Luego de esos meses le encargaron las cargas de dinamita para las canteras y mejoró un poco su situación. Allí había protestado, compartiendo la indignación de sus compañeros, por la muerte de un joven a causa de un fragmento de la piedra que picaba y que le perforó la sien. De allí pasó a las naves de la fábrica para cargar grandes cantidades de lechada de cal transportando una especie de yugo sobre los hombros con una tanqueta de más de 60 libras a cada lado de sus hombros. Después de este trabajo Karol Wojtyla iba a recibir sus clases del Seminario. ¡Qué lección para todos nosotros y especialmente para los seminaristas de hoy! Tanto le exigían en los estudios que sus compañeros de la fábrica lo encontraban a menudo sentado detrás de las grandes tuberías o en lo alto de la plataforma de calderas estudiando y rezando. Prefería el turno de la noche pues había más calma y dicen algunos que le vieron al filo de la medianoche arrodillarse en plena fábrica para ofrecer todo a su Señor. Si alguien venía arrojaba el libro lejos y se ponía a hacer algo. Algunos obreros le llamaban "el curita" y le arrojaban estopas u otro desperdicio para distraerlo de su meditación o estudio clandestino. El Papa filósofo nacería entre las tuberías, las calderas y los tanques de cal de la fábrica. Una vez declaró acerca de un tomo de Teología natural que le costó mucho: "Me sentaba junto a la caldera y trataba de comprenderlo. De hecho llegué a llorar sobre él." El seminarista vivía en su casa, trabajaba en la fábrica y visitaba casi todos los días el palacio arzobispal después del trabajo pues Sapieha lo había tomado bajo su propia dirección. El 29 de febrero de 1944, Wojtyla regresaba de la Fabrica Solvay luego de trabajar un doble turno en la noche y la mañana hasta las dos de la tarde, al doblar por una esquina un camión nazi se le avalanzó y lo tiró contra el suelo provocándole una conmoción cerebral y heridas de consideración. Durante toda su vida, Juan Pablo II ha experimentado el dolor en su propia carne provocado por la injusticia y la violencia. Ese ha sido su martirio civil. Con él ha enseñado a los católicos que el sacrificio cotidiano es el único camino hacia la plenitud humana. El 6 de agosto, llamado el "domingo negro" las tropas de Hitler ahogaron en sangre el levantamiento de Varsovia. Wojtyla estaba en su casa y permaneció en el sótano paralizado de miedo oyendo sobre su cabeza y la de los dueños de la casa las botas alemanas que se alejaban. El Arzobispo decidió reunir a sus seminaristas y los convocó inmediatamente a su Palacio, eran diez jóvenes entre los que Karol aprendería la valentía, la espiritualidad y la audacia de un obispo que con gran creatividad y arrojo defendía a su Iglesia. Las tropas rusas entraron en Cracovia y encontraron a los seminaristas en el sótano del Arzobispado. Wojtyla entraría en conversación con un soldado ruso y tal sería su impresión que recogió en un cuarderno de notas aquellos momentos. Dice: el soldado llamó a las puertas del Seminario en ruinas y pidió si podía ser admitido como seminarista. Al conversar durante varias horas le confió a Karol que de niño había entrado en una Iglesia pero que en la escuela y en su trabajo le repetían incansablemente que Dios no existía. "Pero de cualquier forma yo siempre supe que sí hay Dios. Y ahora quiero saber más acerca de él" -así lo transcribió en su cuaderno el seminarista que le agregaría el siguiente comentario: "Durante nuestra larga charla aprendí muchísimo acerca de cómo Dios se imprime a sí mismo en las mentes humanas incluso en condiciones que son sistemáticamente negativas." Sólo el anterior pasaje serviría para que los cubanos sepamos la forma profunda y exacta en que el actual Papa conoce nuestra situación. Fue su propia vida, no los libros, ni las noticias, su experiencia personal le hace comprender muchas cosas que pasarían inadvertidas para otros. Concluida la guerra Wojtyla regresó a la Universidad Jagelloniana donde terminó 3ro y 4to de teología; sus notas de 26 exámenes realizados entre abril del 45 y agosto del 46 fueron: 19 excelentes, 6 muy bien y un "bien" en sicología. Una noche encontró clavada en su puerta de la Universidad esta nota: "Karol Wojtyla, futuro santo". Dos veces intentó obtener el permiso del arzobispo para entrar en los padres carmelitas, la última vez al regresar de estudiar dos años en Roma en 1948. Mons. Sapieha dijo al provincial de los carmelitas: "He otorgado el permiso un centenar de veces a toda clase de candidatos que quisieron ingresar en el monasterio. Sólo he denegado en dos ocasiones. Esta es la segunda vez que voy a decir que no... a Wojtyla se le necesita con urgencia en la diócesis -y entonces añadió- Y más tarde le necesitará la Iglesia por entero". Y así fue. El 1ro. de noviembre de 1946 el Arzobispo ordenaba de sacerdote a Karol Wojtyla, seis meses antes que al resto de sus compañeros. Al día siguiente, conmemoración de los Fieles Difuntos la imponente Catedral de Wawel, entre las tumbas de los monarcas y héroes de la patria polaca, celebraría su primera Misa. Los obreros de la fábrica Solvay le regalaron una sotana y entre los primeros asientos estaban los compañeros del teatro Rapsódico de Cracovia. Habían perdido un actor para los escenarios de las salas de Polonia pero habían ayudado a formar la sensibilidad y el espíritu de este sacerdote que ganaba la Iglesia para colocarlo sobre las tablas de la barca de San Pedro desde donde enderezará, con firme brazo de picapedrero, fuertes hombros de obrero y profunda mística de obispo, el timón de la dramática historia de los finales del siglo XX rumbo al Tercer milenio del cristianismo. Tenía razón el Señor Jesucristo, la vocación de Wojtyla no estaba en las tablas de los escenarios ni en el lenguaje de la filología que estudió, sino en el escenario mundial, donde ha llevado el madero de la cruz en carne propia para hacer creíble el lenguaje del amor cristiano que predica en todas las lenguas de los hombres. Cuba recibirá a este Pastor universal cuya vocación y sacerdocio lo acercan de manera inaudita a nuestra realidad. Cuba escuchará su voz en castellano, lengua que aprendió para estudiar a San Juan de la Cruz, carmelita español, sobre cuya obra mística hizo su tesis doctoral este actor de teatro, seminarista clandestino, estibador de lechada de cal y picapedrero de las canteras de Cracovia que hoy es el Papa Juan Pablo II. ¡Maravilla incomprensible de los planes de Dios! |