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julio-agosto.año IV.No.20.1997 |
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OPINIÓN |
LA ESPERANZA EN CUBA PRIMER TALLER DE MUJERES CATÓLICAS por Elsa María Siles |
Estas fueron las palabras que el Padre Charland dirigió a las
Mujeres Católicas reunidas con motivo del 1er Taller nacional de la Mujer Católica que
tuvo lugar del 6 al 9 de marzo de 1997, en La Habana.
El Padre Charland se reunió con los participantes del taller el día 7 por la mañana, después de oficiar en la Misa de ese día que fue preparada por la Diócesis de Pinar del Río, de la cual asistieron 10 Mujeres animadoras de los grupos de Mujeres Católicas. El lema de los grupos de mujeres de la Diócesis de Pinar del Río es: Transmisoras de ternura y Esperanza. El Objetivo general es: Crear espacios de formación y participación que contribuyan a la promoción integral de la mujer. En ese 1er Taller nacional de la Mujer Católica participaron un total de 77 mujeres , y su lema era: La Mujer Cristiana, una esperanza del tercer milenio. Objetivo General: Brindar a las mujeres católicas cubanas un espacio de formación, reflexión y animación que permita la promoción de las mismas. El encuentro terminó el día 9/3/97 con la misa presidida por Monseñor Jaime Ortega Alamino y quedó constituido un Equipo Coordinador Nacional, quedando responsable nuestra Hna. María Teresa por la parte occidental , que abarca Pinar del Río, Habana y Matanzas. Es una gran alegría para mí estar con ustedes hoy y ver de nuevo la primavera regresar a Cuba; ¡ para nosotros aún es invierno! No es sólo la naturaleza que vuelve a tomar vida, sino también la Iglesia, y con ella, toda la sociedad cubana. Esta primera reunión nacional del Movimiento de Mujeres Católicas en su país después de casi cerca de 40 años es, en efecto, la señal de una nueva primavera portadora de una gran esperanza. Es como dice San Pablo, el signo de que la Esperanza no falla. Sé que ha habido momentos difíciles en la historia de ustedes y que la vida actual no es fácil. Desde mi país, Canadá, hemos seguido atentamente los acontecimientos que se han desarrollado en su país. Yo era, en esa época, director de un periódico editado por los movimientos de Acción Católica obrera; el periódico aún existe y se llama VIDA OBRERA. Conocemos el proyecto que ha inspirado su país, un proyecto portador de esperanza para los más disminuidos. Podemos así identificar los valores humanos que este proyecto transmitía: la solidaridad, la repartición, la ayuda mutua, la justicia. Son virtudes que pertenecen también al Evangelio y a la caridad cristiana. Quisiera, sobre todo, expresar mi admiración por la esperanza inquebrantable que ha quedado siempre enraizada en el corazón de la Iglesia y del pueblo cubano. «SU REUNIÓN ES UN SIGNO DE ESPERANZA». Sí, lo sé, durante este último período su fe ha sido puesta a dura prueba y ha debido tomar, con frecuencia, el camino de la clandestinidad. Pero durante todo este tiempo, la esperanza no cesó de tenerse en pie y crecer. La virtud se simboliza, a menudo, por una ancla de barco, que le impide ir a la deriva. Hay tres grandes virtudes que se llaman teologales porque se apoyan en Dios: la Fe, la Esperanza y la Caridad. La fe son los ojos del alma que se abren al mundo maravilloso de Dios; la caridad son el corazón y las manos que nos llevan hacia los demás. En cuanto a la esperanza, son los pies que nos hacen tenernos de pie y marchar. Si empleamos otra comparación podemos decir también que la esperanza es como las raíces que permiten a los árboles resistir los vientos y las tempestades. Las raíces están escondidas la mayor parte del tiempo. A veces parecen muertas, pero son ellas las que tienen la vida y las que echan nuevos tallos en la primavera. Si hablamos sobre el acontecimiento que vivimos hoy, es el signo de una esperanza perseverante llevada por las mujeres de su país. A pesar de todas las dificultades encontradas, ellas han guardado en su corazón la fe en Jesús resucitado y el amor por los más pequeños y los más pobres. El encuentro de hoy, anuncia, pues, una nueva primavera para Cuba, el comienzo de una nueva era. ¡Pero no es aún más que una primavera!... Se cuenta que un día, un hombre tuvo un sueño. Era su sueño, él se encontraba en una bella y gran tienda. Se sentía feliz, como si hubiera estado en el cielo. ¿Qué venden ustedes aquí?, preguntó. El ángel que estaba en la caja le respondió: «Vendemos todo lo que usted quiera, señor» - ¡Ah!, ¿Realmente es verdad?...¡Bien!... En ese caso, me gustaría comprar: la paz sobre la tierra, el fin de la opresión, con qué alimentar a los hambrientos, un techo protector para todos los refugiados... «¡Espere! Un momento, por favor, me ha comprendido mal. Aquí no vendemos frutas, vendemos solamente semillas...» La primavera es el tiempo de echar la simiente en la tierra y de mirar brotar los nuevos tallos. Lo que vivimos en este momento tiene algo de especial: está marcado por la presencia activa de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia. Esto no es nuevo, ya que las mujeres siempre han estado activas en Cuba. Lo que, sin embargo, es nuevo, es que ustedes se organizan en asociaciones, en movimientos, para volver más eficaz su participación en la sociedad. Ustedes se organizan para tomar la palabra y participar en las decisiones. Esto es nuevo y es un «signo de los tiempos», como bien lo dijo el Papa Juan XXIII al principio del Concilio: El hecho de que las mujeres se reúnan y organicen para intervenir en la sociedad y en la Iglesia, es un signo de esperanza, es señal de que Dios está presente de una manera especial y de que Él está en la obra del mundo para establecer su Reino. Es el anuncio de una Buena Nueva. «ESTA REUNIÓN ES TAMBIÉN UNA BUENA NUEVA». Todo grupo que se organiza es una buena nueva, sobre todo cuando lo hace en vistas a transformar una situación donde las personas son maltratadas. Al principio de la Creación, está escrito: «No es bueno que el hombre esté solo». El aislamiento es un mal; hemos sido creados para vivir en comunidad. ¿Qué dice Jesús sobre esto en el Evangelio? Nos dice: «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos ó tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos» (Mateo 18,19-20). Dios mismo está en medio de nosotros cuando nos agrupamos. Él actúa en nosotros por su amor y por su Espíritu. Nos comunica su fuerza para que nuestro amor pueda triunfar del mal. Las Organizaciones, por el solo hecho de existir, son signos creadores de esperanza. Ahora, más que nunca, nada podemos hacer quedándonos solos, debemos organizar la Solidaridad. Las situaciones humanas han llegado a ser totalmente graves y los problemas igualmente complicados. Además, cada vez tenemos menos poder sobre las decisiones que se tomen a nivel nacional y sobre todo a nivel internacional. Para reglamentarlas debemos estar unidos. Es por lo que en nuestro siglo la caridad lleva un nuevo nombre: se llama Solidaridad. Sabemos que la caridad puede tomar diferentes formas, situarse en diferentes niveles. El primer nivel, a menudo el más urgente, es ayudar al pobre, dándole de comer o asistiéndolo. Es evidentemente lo indispensable. El segundo nivel consiste en actuar con el pobre para devolverle su responsabilidad, restituirle su autonomía. El tercer nivel, el de la caridad, va aún más lejos: va hasta volverse solidarios de aquellos que están desnudos y marginados. La solidaridad nos hace abrazar su causa y tomar partido por ellos. Reecontramos en el Evangelio estos tres niveles de la caridad. El Hijo de Dios nos ha dado el ejemplo haciéndose hombre. Se ha hecho semejante a nosotros. Cuando ha curado a una persona, le ha restituido toda su dignidad. Más aún, Él se identifica con cada uno y se vuelve solidario con él. Lo declara de una manera solemne cuando afirma: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis». Cristo va hasta identificarse con él: es a Mí a quien lo habéis hecho. LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL Las mujeres, a través del mundo, han creado lazos de solidaridad. Ellas han fundado, desde hace 85 años, una Organización que tiene por nombre la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC). Esta Organización se extiende por los Cinco Continentes y reagrupa 90 Organizaciones y varios millares de miembros. En 1983, el Santo Padre me escogió para ser el Asistente Eclesiástico o Consejero espiritual de la UMOFC. En su nombre, yo vengo a traer su aliento y su bendición. Les traigo también la solidaridad de las Organizaciones Femeninas del mundo. Les confieso que experimenté una gran alegría cuando escuché los aplausos espontáneos de los miembros de la Asamblea General, reunidos en Australia, cuando las Organizaciones de Cuba fueron aceptadas como miembros de la UMOFC. Este gesto fue el reconocimiento oficial de la vida de las mujeres católicas en Cuba. Estos aplausos significaron también la solidaridad de las mujeres del mundo con ustedes y su orgullo frente al trabajo que ustedes han realizado hasta hoy. Yo deseo también acogerlas a nombre personal y expresarles mi alegría de contarlas entre los miembros de la gran familia de la UMOFC. Por el testimonio de su fe y de su compromiso van ustedes a enriquecernos y recordarnos una vez más que la Esperanza no falla jamás, pues está anclada en la resurrección de Cristo. Yo veo esta jornada que vivimos hoy, como la mañana de Pascua. ¿A quién se encontró junto a la tumba de Jesús, la mañana de Pascua? ...Mujeres reunidas, convertidas en testimonios de la resurrección del Señor. DESDE LA DIÁSPORA ..., SEIS MESES ANTES por María Cristina Herrera Desde que se sabe que Juan Pablo II viajará a Cuba en enero del 98 se ha escrito mucho y se ha dicho bastante sobre el sentido y horizontes de este acontecimiento para la sociedad y el pueblo cubanos, como quiera que se imaginen sus perfiles y fronteras... Quiero compartir con mi fraterna comunidad pinareña, de la que ya me creo parte viva, mi entender en el Espíritu y en la fe de esa visita del Papa Viajero y Pastor de más de 900 millones de católicos en el mundo finisecular. Por supuesto, los analistas de salón, desde ópticas diversas y hasta opuestas, han vaticinado intenciones, propósitos y resultados aún antes de que el Pontífice pise tierra cubana. Los que se agotan en estos menesteres desconocen que todo este proceso complejísimo de por sí está guiado por el Espíritu Santo (y no por los deseos ni designios de nadie en particular). Los seres humanos somos parte de los procesos pero nunca podemos anticipar ni controlar la dinámica propia de estos ni mucho menos la dirección y destino de los mismos. Somos legión, cubanos de todas partes y otros que aman a Cuba y estudian su acontecer nacional, los que tenemos la convicción intelectual, cultural, y emotiva del impacto benefactor de ese viaje papal a la Patria. Vale observar que el Papa va a Cuba a principios del año centenario de nuestra independencia. Hay que decir también que Juan Pablo viaja a la tierra martiana en las postrimerías de su largo y fecundo pontificado marcado por su amor y fidelidad a los pobres, los humildes y los jóvenes del planeta a quienes ha mostrado especial atención en su peregrinar constante por todos los rincones de las naciones y los continentes que ha visitado. Se sabe que Cuba es tierra de penurias y de juventud. El Santo Padre florece pastoral y humanamente en estos entornos. Su estancia intensa y breve entre pobladores de 4 ciudades cubanas vivificará la fe e inyectará la esperanza del pueblo cubano y de la Iglesia que peregrina con él... Desde afuera, los que estamos en sintonía eclesial y cubana nos alegraremos con la experiencia de esa gracia que nos regala Jesucristo en la presencia de su Vicario terrenal. Una pregunta pendiente de respuesta es quiénes de afuera que forman la diáspora cubana viajarán a la Isla a compartir con compatriotas y compueblanos cuando Juan Pablo II visite a Cuba. Muchos queremos ir a una u otra de las cuatro ciudades en las que el Papa va a celebrar la Eucaristía. Los distintos proyectos de viaje desde puntos varios de la geografía criolla extra insular están pendientes de conocer, por fuentes autorizadas del Gobierno y de la Iglesia, las disposiciones de rigor para completar las gestiones y los itinerarios correspondientes. Sabiendo todas las limitaciones que estos empeños tendrían, sin embargo, mantenemos la confianza y la esperanza de lograr vivir a pleno pulmón eclesial ese encuentro amoroso de un Padre con todos sus hijos de Cuba. Todos estaremos allí... en cuerpo y espíritu... viajando o no... La comunión de los santos y la solidaridad desconocen barreras que imponen los seres humanos que se dejan dominar por incomprensiones y fantasmas... De cualquier manera, el impacto inmenso y misterioso de esta visita pontificia ya se está sintiendo en la tierra cubana... ¡Amén! |