mayo-junio. año II. No. 7. 1995


REFLEXIONES

 

EL LENGUAJE DEL CORAZÓN

por Juan Ernesto Montoro Perdomo

 

 

Es lugar común entre los pensadores contemporáneos afirmar la existencia de una crisis universal de valores, una crisis según algunos irreversible, según otros transitoria, según terceros, necesaria. No vamos a ocuparnos de la crisis en sí, sino referirnos a ella como suceso histórico que en su desarrollo engloba disimiles elementos del proceso humano. Ultimamente se le conoce como crisis de la modernidad y otros más osados y con sutiles argumentos la denominan " fin de la historia ".

Pero es innegable que vivimos en un período realmente crítico en todo el universo. La constante amenaza de la guerra, los múltiples y cada vez más crecientes niveles de pobreza y de impotencia en la gestión participativa de la economía que enfrentan muchos países, unidos a un deterioro de elementos de la cultura de estos pueblos que se pierden en el mundo moderno, por no lograr internarse esencialmente al vertiginoso ritmo de la potencias económicas, son algunas de las arrugas que asoman desde hace tiempo en el rostro de nuestra perpleja humanidad. ¿ A dónde vamos con todo este andamiaje de derrotas y de incertidumbre? Tal parece ser el eco de la pregunta fundamental de las generaciones de la postguerra, un eco que no deja de ser un reflejo de angustias, un lamento. Resultado: una desesperada búsqueda de soluciones a problemas tradicionales del modo de vida de estos pueblos, el desarrollo de una creatividad intuitiva que asume la difícil tarea de elegir los patrones culturales de la sociedad, pero también un regreso en el campo de las ideas a los postulados de una ética de la persona por encima de la moralidad de los individuos y del Estado como organismo autónomo. Si alguna consecuencia positiva puede extraerse – y se ha hecho- de las dos guerras mundiales , es que han generado, a la par que mil desastres, una conciencia de la persona, un modo distinto de mirar y comportarnos, un aliento.

El lenguaje de cada cultura: Un lenguaje humano.

Es conveniente aclarar que esto debe entenderse como reacción a un agotamiento notable del espíritu que alcanzó su clímax de negatividad en los modelos políticos dictatoriales, marcados por la confrontación, por la falta de disposición a escuchar al otro y que no resultan otra cosa que mecanismos que se autodevoran – mas rápido o más lentamente según el ritmo de la historia – pero que antes aniquilan a miles y millones de seres humanos.

Generaciones tras generaciones sufrieron las pérdidas de una guerra que acabó con todos en su intento de borrar de la memoria de los pueblos, elementos tan vivos de su cultura, que más que basamento espiritual eran su aliento.

Cada cultura tiene su propio lenguaje y las modificaciones históricas del mismo deben suceder en un marco de encuentro, de auto reflexión, de diálogo, más no debe ser y recalcamos NO DEBE SER, por aniquilamiento o supresiones que violenten el ritmo natural de su desarrollo. Porque en el centro y en la periferia de la cultura esta el hombre, en calidad de hacedor y participante, de nutriente vital de todas sus variaciones. Es por ello que el lenguaje de cada cultura es el lenguaje humano, expresión y acción de los hombres que la hacen, y hacer la cultura significa en primera instancia vivirla.

Sucede entonces que al ocurrir violentos cambios en el modo de vida de los pueblos, estos modifican por reacción su modo de expresión, su lenguaje. Puede parecer alejado del tema de estas reflexiones el hecho de que nos refiramos a problemas, tal vez alejados de nuestra realidad, pero creemos necesario insistir en que, más que las consecuencias económicas, políticas y naturales negativas que resultaron de tal espíritu de beligerancia, el hombre de nuestra época siente los cambios producidos en el interior de su alma. Aunque inseparables en su esencia , corresponde al investigador contemporáneo distinguir las diversas aristas de este problema, es así que hemos de iniciar estas reflexiones por la política como actividad evidentemente mutable de repercusiones inmediatas, o a largo plazo pero de alcance ilimitado.

La política es uno de los elementos que más enriquece – cuando es una política tolerante y prudente – la cultura y por tanto su lenguaje. Una voluntad política abierta al dialogo es una ancha puerta para la cultura pues ello supone capacidad de entendimiento y comprensión para con el otro; significa ante todo reconocimiento de lo semejante y lo diferente como perspectivas necesarias y coexistentes, lo que propicia un espacio libre para la creación y participación en múltiples empresas culturales. No sucede así cuando el espacio político reviste una intolerancia, cuando la cultura de la cual es un elemento vital la historia , se pretende subyugar al servicio de ideales y proyectos políticos que casi siempre son portadores de una relativa estabilidad. Estos empeños políticos se caracterizan por un creciente afán de control sobre la cultura porque tienen como esencia común un desmedido temor a la libertad del hombre, ignorando las potencialidades de resistencia del género humano y los nexos que entre historia y cultura existen por ser ambas, expresiones de la actividad protagónica de la persona. Pretender controlar la cultura es dar pasos certeros hacia la muerte por asfixia de un pueblo y de sus gobiernos. Imaginémonos -con poca dosis de fantasía – que una pequeña comunidad de hombres viven cerca de un lago en cuyas aguas encuentran alimento para toda su población. No lejos de este asentamiento hay bosques donde los hombres suelen cazar y de un río que lo atraviesa traen el agua sus mujeres. Imaginemos que de pronto alguien asegura que los alimentos del lago son nocivos y que los animales del bosque no se pueden cazar más pues en este abundan las epidemias y se corre el riesgo de traer alguno contaminado, que el río no será ya más la fuente abastecedora de agua porque no están seguros de que sus aguas estén absolutamente limpias. Entonces abandonan el lago y se les prohibe a todos ir al bosque. Deciden inventar nuevas formas de alimentación con el propósito de lograr una nutrición más completa para todos los habitantes, es decir enfrentar el reto. ¿Qué puede suceder en esta comunidad?.

Sencillamente, que en el intento de evitar los riesgos que siempre habían corrido, han decidido cerrar todas las vías que les proporcionaban su subsistencia. Que están apresados, aún cuando logren encontrar realmente nuevos alimentos, porque han roto el hilo vital de su nutrición. Y sucederá también, que siempre alguno, o algunos se lanzarán al lago o escaparán al bosque, inventándose nuevas formas de vida. Estos que escaparon, desde una distancia prudencial, observaran a los inventores anunciar que ya no necesitan del río, porque han descubierto que por su suelo corre un manantial, que no es más que un paso subterráneo del río prohibido. Sonreirán cuando escuchen que el bosque no era mejor que unos pequeños arbolitos traídos de allí y que sembraron hace mucho tiempo. Sonreirán, es cierto, pero con la mirada cargada de tristeza por la ignorancia de los nuevos pobladores que ahora les reprochan que los hayan abandonado.

Sonreirán, pero con la nostalgia que entre ellos y los que quedaron, se va tejiendo un abismo de incomprenciones en el lenguaje y el modo de pensar. ¡ Que pena ! Y como podrán entenderse los que se fueron con los que van naciendo al amparo de las nuevas leyes. Para estos últimos nunca han existido el bosque, el río, ni el lago. Todo se reduce a una lejana historia, pero ellos no la vieron, por lo que pueden aceptarla o rechazarla, según su conveniencia.

Se crean entonces nuevos códigos de entendimiento porque la ruptura y el control han provocado diferentes modos de pensar. De manera parecida ocurre en los Estados totalitarios de cualquier signo. Se divide la vida, se rompe – con signos positivo o negativo – la existencia de muchos hombres y esto provoca una renovación en el lenguaje. Las nuevas generaciones que nacen pierden referencias vitales de su cultura que se han roto consciente o inconscientemente con la brusquedad de los cambios. Y es este un signo relevante de la modernidad en el plano político: la brusquedad de los cambios.

 

Cualquier decisión en el plano político puede ser tomada sin muchas consultas o para no parecer arbitrarios, "con determinadas consultas".

La palabra es sólo el inicio del cambio hacia la violencia. Desde siempre en las más importantes decisiones políticas, la confrontación está latente como vía moderna de solucionar los desacuerdos. Ejemplos sobran y no vamos ya detenernos en ellos. Baste mencionar uno que al parecer resultará clásico: la invasión a Kuwait por Irak, fue a todas luces un hecho bárbaro. La guerra del Golfo Pérsico apareció para la mayoría de las personas como solución moderna del problema.

 

La guerra era inevitable pero resultaría menos dolorosa porque en vez de aviones que lanzan bombas a diestra y siniestra, el mundo civilizado poseía los mas modernos equipos de localización de objetos estratégicos. Es decir, que hubo guerra, pero una guerra científica, con el mayor despliegue de tecnología militar, pero con un número relativamente bajo de muertos. Y con una nueva posibilidad, desde los hogares de cualquier país, los ciudadanos estaban al tanto minuto a minuto, de los acontecimientos, cual si se tratase de un festival o una competencia deportiva. Tal fue la respuesta civilizada a un hecho bárbaro. Ciertamente hubo muchas gestiones para evitar el conflicto, pero el aire de confrontación aparecía para grandes masas como el mejor de los acuerdos posibles.

De esto nos interesan dos cuestiones :

  • la cobertura que los medios masivos de comunicación , dieron al conflicto;

  • la confianza depositada por el mundo moderno en la alta tecnología.

Comenzaremos por el segundo aspecto :

El alto grado de desarrollo científico – tecnológico es una de las características sustanciales de la modernidad, es casi uno de sus identificables rostros. La influencia que ejerce este desarrollo acelerado ha dejado de ser limitada para convertirse en una necesidad vital de cualquier ciudadano del mundo, de cualquier empresa, de todos los Estados. Los mecanismos por los que se mueven la ciencia y la técnica hace mucho tiempo que dejaron de ser institucionales, para convertirse en mecanismos sociales de influencia y participación colectiva. Así la actividad científico – tecnológica en su movimiento autentico, ha creado un engranaje cultural asombroso convirtiéndose en punto de partida de cualquier proyecto o empresa sociocultural. Este es un signo positivo de nuestro tiempo.

La información se ha socializado y universalizado de tal manera que es inconcebible pensar en lo más mínimo sin consultar los registros inmensos de cualquier archivo informático. Esto abre nuevas perspectivas para la vida humana. El lenguaje del científico se complejiza cada vez más, resultando en ocasiones un sistema de referencias especificas de su rama, pero paradójicamente penetran, por las inmensas posibilidades de la comunicación social los múltiples resortes de hablar y del actuar cotidianos.

Es decir, que el sentido institucional de estos elementos del proceso se disuelven en la vida contemporánea. Todo esto es muy positivo siempre que no sobrevaloremos el fenómeno.

Es maravilloso que nuestra vida se haga mas fácil en muchos sentidos esenciales como la alimentación, la comunicación, el transporte, el trabajo, el placer, etc., pero no debemos olvidar que todos estos avances no disminuyen el valor de una vida humana por muy pobre que sea, aspecto que en nuestra opinión se ha confundido en diversas maneras; y la confusión no es un hecho exclusivamente lingüístico. Apunta más a la vida moderna, a su ritmo, del que difícilmente podemos sustraernos. Porque en el intento de la ciencia por desarrollarse, el hombre moderno no ha encontrado su verdadero lugar. Asume una condición de destinatario del progreso que, en mi opinión, no satisface su necesidad de vida. Es que al parecer, se le escapa tanta complejidad porque se considera así mismo como un valor con características especiales dentro del proceso, más no como lo que realmente es, el eje de todo su engranaje. El hombre moderno ha aceptado como modelo de vida un elemento ciertamente muy desarrollado de su creación que se le ha impuesto por lo peculiar de su ritmo como el más alto de sus ideales, por ser fruto histórico del pensamiento humano. Pero es tan solo uno de los posibles. No condenamos al progreso, solo alertamos sobre uno de sus sentidos, el de programar la vida humana. A medida que aumenta el nivel de desarrollo se aspira naturalmente a superar cada estadío y esto convierte al individuo en un ser para el progreso que trabaja cada vez más para algo que conoce cada vez menos, proyectando sus energías en una corriente que en circunstancias determinadas puede oponérsele con todas sus fuerzas. Este es el hombre moderno. Un ser masificado que piensa y actúa en torno al giro de las condicionales psicosociales en las que vive. Un hombre es sensiblemente marcado por la opinión ajena que en su lenguaje expresa casi siempre lo que supone tiene consenso favorable. Puede colaborar infatigablemente en un proyecto científico aún a sabiendas de que sus aplicaciones serán destructivas, pero lo asume dignamente en nombre de la ciencia, del progreso y de la modernidad.

Sólo cuando se enfrenta inevitablemente con consecuencias imprevisibles para él, tales como la destrucción masiva de sus semejantes, los peligrosos escapes de sustancias radioactivas o las ambiguas aplicaciones de la biogenética – por citar algunas – siente la sacudida de su conciencia , más no puede elegir otro camino, pues en ese momento ya estará en uno de los dos campos : el de los vencidos o el de los triunfadores.

¿Quién elige? La opinión pública, los medios masivos de comunicación, los mecanismos de información de cada una de las partes involucradas. La comunicación contemporánea es altamente eficiente más aún con la síntesis entre imagen y palabra, lo que conviene al mensaje en una certera flecha a la conciencia de las personas . Pero esta comunicación , no debemos olvidarlo , responde al ritmo de la época , por tanto tiende a mover resortes no necesariamente a la reflexión para actuar.

Supone transmitir un contenido que tiene consenso, es decir, que es aprobado por un grupo de individuos que de alguna manera lo asumen como su propio pensamiento. Esto aumenta la confianza en el momento de elegir. Cualquiera que sea la elección estaremos acompañados ; es el consuelo de la modernidad, no estar solos. Si fuese necesario, renunciar a la dimensión personal, en aras de una colectivización irresistible y de la que por razones de supervivencia no podemos escapar.

Creemos conveniente distinguir en este sentido entre la colectivización necesaria y fructífera , que nos permite seguir avanzando en nuestra condición humana y la que tiende a reducir grandes grupos humanos a simples términos sociológicos o psicológicos . Si no se distingue esto, corremos el riesgo de confundir la dimensión espiritual del hombre con su psique o con la moralidad.

Si alguna resistencia puede ofrecer el hombre moderno a estas alteraciones de su proceso evolutivo, es su memoria histórica. La memoria es siempre una interrogante abierta en el camino. Guarda celosamente los datos de la conciencia a través de la historia como intentos realizados o no, pero que con el paso del tiempo adquieren una fuerza movilizadora del espíritu humano. Recordar es vivir el presente y el pasado en armonía, como sucesiones naturales, hoy somos lo que ayer intentamos ser. La memoria es el puente natural entre lo psíquico y el alma humana. Por ello cuando un pueblo olvida o pretende olvidar – consciente o inconscientemente – lo que ha sido, daña sensiblemente su ser actual.

Recordar es la base del lenguaje, pues este exige siempre referencias a un pasado no vivido. "Vivir humanamente es una acción y no un simple deslizarse en la vida y por ella". Es una acción que supone un riesgo del pasado, una pregunta que se responde con la vida. Los pueblos que intentan vivir de espaldas a su pasado histórico pierden la realidad de su presente, se confunden en el largo camino de la historia. Porque lo que en algún momento fuimos, necesitó del empeño de vidas humanas, aún cuando fuese para nosotros un ideal errado. Y todo lo que el hombre intenta ser, deja su huella.

Pero nuestra civilización se ha tejido fundamentalmente sobre olvidos constantes. Lo que en algún momento del pasado no resultó – y cuántos intentos intentos humanos quedan a mitad del camino -, es rechazado o se le mira con lástima por no alcanzar su realidad histórica . Se olvida con esto que nuestros asideros no son obra del presente y que si no caemos, no es porque estemos bien firmes en el hoy, sino bien respaldados por el ayer.

Y en el vertiginoso ritmo de la vida moderna los medios masivos de comunicación hacen olvidar, porque son mecanismos destinados a informar, a movilizar a las masas. No se les exija a estos lo que no pueden dar, exíjasele al hombre mismo.

La memoria ha quedado como un recurso posible cuando nos invade el temor o la desesperanza más no como la vivencia de un pasado siempre actualizable. Nuestro lenguaje parte del presente y apunta al futuro, construyendo ideales casi siempre irrealizables, haremos tal o más cual cosa "seremos esto o aquello". No necesita al parecer de los caminos transitados. La modernidad nos ha enseñado un sentido unidireccional hacia delante y por este transitamos hasta llegar – casi siempre- a ninguna parte.

Sólo los grandes estremecimientos de la historia nos hacen detenernos y atemorizados recordar. ¿ Qué hemos sido y adónde vamos? No lo sabemos ¿ ¿Cómo saber entonces si lo que hacemos nos conducirá a un destino mejor? Son estas, interrogantes cotidianas de quienes hemos perdido la posibilidad - siempre latente- de comparar, de revaluar, de comprender. "Es la comedia de la imposibilidad de la tragedia, es la mueca de cierto ‘elevado sufrimiento‘ del más allá. Es imposible tomar en serio una situación, en la cual el hombre busca la verdad como se busca un excusado y viceversa, de hecho no busca nada más que el excusado, pero le parece que esa es la verdad o incluso la justicia 2".

Porque la civilización no ha entusiasmado tanto que somos sus ciegos servidores, en vez de comprender que civilización humana significa probabilidades humanas. Que en la base de estas probabilidades está inconmovible nuestra libertad de elección. Y decimos inconmovible sin temor a exageraciones. La libertad humana no se pierde, lo que se confunde son los modos de su uso, lo que se cierra son las puertas que permiten su acceso.

La condición humana de la libertad está en la capacidad de soñar, de pensar, de hablar, de amar, de cada ser humano, de cada pueblo. Pero supone recordarnos en esta vorágine que es la vida, esta capacidad. La política, la ideología son revestimientos de esta libertad, es decir, son falsedades necesarias para la civilización más ello no obsta, para que – pagando el precio debido por lo que vale- seamos libres.

Así nuestro lenguaje aún cuando hoy no sea "nuestro" en tanto expresión auténtica del ser sino un acomodo de opiniones, este lenguaje, decimos, siente la posibilidad necesaria de reformularse, de sentirse cierto, de ser verdaderamente humano.

"El verdadero problema consistirá en saber que relación hay entre la palabra cuando es pronunciada en su verdad, rigurosamente, y el ser propiamente dicho3". O sea, que conscientes de nuestra libertad, podemos, por razones muy distintas, engañarnos, disimular, mentir. Pero esto no hace más que confirmar que nuestro estado de conflicto no desaparece con la posibilidad real de elegir, sino que se acentúa, pues aquí están en juego las distintas expresiones en que la libertad humana se manifiesta. Esto es motivo de discordia cuando no se asume responsablemente. La responsabilidad humana es condición indispensable para el progreso. Pero tal responsabilidad significa estar atento a la voz de la memoria histórica. "Es evidente que no se trata tan sólo de una tarea lingüística. Como llamado a la responsabilidad por la palabra y frente a la palabra es esencialmente una tarea moral4".

La ausencia en el lenguaje moderno de la dimensión trascendente de la persona genera constantemente movimientos artísticos y filosóficos de carácter efímero. Esto no es malo, al contrario, da pruebas de un ejercicio de la creatividad, pero una de sus causas es la falta de motivación, la duda ante cualquier discurso (la duda marcada por un alto grado de escepticismo), la imposibilidad de comunicar. Es una evidencia del agotamiento de un ideal de vida, y su evidencia más positiva, pues otra constituye la degeneración de sectores y capas de la sociedad, la ilusión del juego como modelo de vida, la responsabilidad asumida como venganza, el sentimiento de culpa hacia otros hombres, etc.

Todo lo antes expuesto conduce por sí mismo -como reacción necesaria- una reinterpretación de la cultura desde una perspectiva, desde el punto de vista antropológico. Y en esta nueva mirada ocupa el lenguaje un lugar esencial, tal vez el que le corresponde. Porque el lenguaje es la expresión primera de la persona, podemos afirmar que es la voz de su memoria y por este camino debe transitar libremente todo lo humano. La ambivalencia lingüística de la modernidad revela un alma humana dividida o más bien, escondida.

El hecho de que miles, millones de personas; vivan constantemente otra vida, que disimulen, que mientan como una condición para seguir existiendo, demuestra que se ha enfermado la esfera más sensible de nuestro ser. La noción de destino se ha convertido en el ideal plus ultra de muchos pueblos, contraponiéndose forzosamente en aras de ideales ajenos a la dimensión personal de la trascendencia. Entonces, el hombre ha descendido más abajo de sí mismo e intenta mirarse como ideal, cuando lo que ocurre es que su condición humana de ser libre se le ha escapado al ejercicio libre de su razón. Y es que como afirmara María Zambrano: "El destino es la contraprueba del trascender de la persona, de su esencia trascendente. Una prueba que revela las condiciones y circunstancias que la rodean, en tanto que necesidad que dejada a sí misma es fatalidad. Es decir, como necesidad no salvada por la libertad"5. Porque el destino nos convierte en el instrumento de la casualidad y lo cual por ser imprevisible casi siempre es sentido con una secreta admiración. Por ello no hay mejor modo de someter a un pueblo haciéndole creer que está cumpliendo con su destino histórico. Los pueblos no tienen otro destino que el de ser cada vez un mejor pueblo, lo que significa que sus miembros sean cada vez más persona.

Esto se intenta al sentir la dimensión trascendente de nuestro yo y de cada hombre que existe. Por ello, lo imprescindible de la responsabilidad para una nueva época, o mejor aún, para la modernidad, que con todos sus defectos brinda las posibilidades de actuar humanamente, pueda trascenderse.

Esto supone un lenguaje renovado, más aún, necesita para salvar lo esencial de la persona, desplazar el odio como sentimiento de masas a través de una ética del lenguaje que tenga su centro en la responsabilidad de cada ser humano. Para una trascendencia de la modernidad que sería la consecuencia feliz de que podemos salvar la historia, es necesaria una cierta desconfianza de las palabras. Se ha malentendido el valor de la palabra humana, se ha relativizado porque el hombre mismo, se rebaja a la categoría de valor. Ya no es un ser que proyecta su espiritualidad a favor del mundo, sino que esta se va formando de acuerdo con las reglas de su época convulsa. Ya no es el hombre que irradia luz, sino un ser que se ilumina con las cosas que posee.

Y en este sentido, su trascendencia puede ser riesgosa en tanto que aparezca como una superación lingüística con los mismos códigos cambiantes de su eticidad. A esto se refiere el hoy presidente de Checoslovaquia Vaclac Havel en ocasión de recibir en 1990 un premio internacional:

 

"Toda palabra contiene también a la persona que la pronuncie, la situación en que esta la pronuncia y la razón por la cual la pronuncia la misma palabra puede expresar una vez, una gran esperanza y otra vez enviar solamente rayos mortíferos. La misma palabra puede ser una vez verdadera y otra vez embustera, una vez fascinante y otra vez falaz: puede abrir una vez perspectivas maravillosas y otra vez hacer resonar en cada uno de sus sonidos el tableteo de las ametralladoras.

"Gorvachov quiere salvar el socialismo introduciendo el mercado y la libertad de palabra. Li Peng salva el socialismo con la masacre de estudiantes y Ceausescu arrasando a su nación con los bulldozér. ¿Qué significa verdaderamente la palabra socialismo en boca de uno y de los otros dos?

"¿Qué cosa tan misteriosa es la que se pretende salvar por medios tan diferentes?". 6 La historia conoce muchos ejemplos más, pero harían interminables estás reflexiones. Una cierta desconfianza de la palabra puede ser saludable si tiene como fin superar su dañina relatividad. Más debemos afirmar que en el intento humano por devolverle a la palabra su verdadera fuerza es necesario reivindicar el silencio.

El silencio es muchas veces expresión más fiel de la verdad que mil palabras. El silencio es también lenguaje. En esta época convulsa el silencio de los que murieron en campos de concentración nazi y estalinistas habla más que todos los estudios sobre el tema. Y es que callar es un hecho de la conciencia, debe ser, por tanto, una decisión libre de nuestra alma. Callar no es estar muerto ni estar dormido, es que en ocasiones la palabra no basta para transmitir lo que se siente, lo que se ve, lo que necesitamos comunicar. Tal verdad ha sido planteada en su profundidad por Wittggenstein en sus Tractatus Logicus Philosophicus al referirse a " de lo que no podemos hablar mejor es callarnos".

El silencio tiene su propia energía porque es tan íntimo de la persona, que difícilmente pueda violentarse; la palabra en cambio, casi no nos pertenece, casi la perdemos si no somos capaces de encontrar las reales dimensiones de nuestro ser. Por tal razón, puede el silencio ceder a la palabra parte de su energía del alma.

La palabra marca el nacimiento, pues nacemos por la palabra, más el silencio es un testimonio de que nacemos en el misterio, así es nuestra vida. Transcurre entre estas dimensiones desde los primeros tiempos. Por ello el hombre necesita de su memoria, para recordar que a veces ha sido condenado por su palabra y otras por su silencio ¿qué nos queda? Elegir, libremente entre el silencio y la palabra, o alternarlos; más no condenar al que calla ni al que por conocer y sentir el valor de la palabra la elige y la enfrenta a las adversidades de su tiempo.

Decimos elegir libremente, que significa elegir con el corazón una verdad razonada. De esta manera, creemos, puede el hombre apreciar lo que vale por el sólo hecho de ser hombre, de poseer la capacidad de optar.

Cuando esto se interioriza como verdad, las falsedades necesarias de la civilización que afectan de algún modo nuestro lenguaje, no podemos humillarnos.

Un fenómeno de este tipo lo veo claramente en lo que denomino de manera intuitiva "nostalgia de la fe". Es en nuestra opinión otro signo de la época que a poco comienza a superarse. La nostalgia de la fe es una respuesta sociológica a una carencia en la espiritualidad de la persona y del pueblo. Son dos niveles de lo humano que están en conflicto, no un conflicto negativo necesariamente. La nostalgia de la fe es una respuesta, una sustitución por carencia, es decir, por efecto. Es la necesidad humana de aclarar su misteriosa esencia que nos conduce a una motivación por lo religioso de cualquier índole –según los casos- a veces, incluso sin orientación. Es nostalgia de una presencia pérdida tal y como un árbol al que le cortan una de sus raíces puede con el tiempo reproducirla, aunque ya no es la misma, así la persona humana reacciona con una inclinación emocional hacia aspectos determinados de la religión buscando asidero para su sobrevivencia como ser. Es un acercamiento que puede parecer falso pero no lo es, al menos, no siempre. Se trata en mi opinión, de un despertar del sentido de lo trascendente, de un alerta de la memoria personal o colectiva que impide que fuerzas externas y objetivas borren tal esencial dimensión de la vida.

Nótese que no hablamos de conversión, sino de acercamiento, de acompañamiento solidario. Es un fenómeno que la sociología comienza a investigar con otros términos en los países de Europa del Este. Lo consideramos como una decisión libre de la persona, Es un síntoma de que ha optado al menos por iniciar un camino. Ha dialogado con su soledad, ha encontrado un lenguaje poderoso para decidirse a correr el riesgo del regreso, después de ser apartado bruscamente, casi sin conciencia. Recordemos, oportunamente para aclarar un poco este aspecto, que generaciones enteras han sido apartadas o han nacido en un desconocimiento la dimensión espiritual de la fe, por razones de tipo político-ideológico. Los que de estas generaciones han optado a favor o al margen de la religiosidad (de cualquier signo) sin duda han avanzado un buen trecho en la búsqueda de elementos nuevos para su trascendencia. Optar es un fenómeno de la vida y tiene sus consecuencias lingüísticas bien delimitadas en una palabra clara, firme, valedera, pero disimular, esconder, ocultar una presencia siempre será un fenómeno que daña la capacidad de expresión de la palabra, ya que es en definitiva mentir. Y cuando se miente en un grado tan sensible de nuestro ser, poco cuesta hacerlo en otros momentos de la cotidianeidad. La nostalgia de la fe fenómeno casi especifico de los países de régimen socialista o totalitario parece confirmarnos que la palabra, luego de llegar a un clímax de negatividad y ambivalencia, puede con ayuda del silencio, generan una fuerza esperanzadora, un lenguaje que siente sus bases en una moral amplia, pero a su vez abierta a la posibilidad trascendente de la persona.

Esto pudiera ser un signo de que la historia, luego de fuertes conmociones se está regenerando. Pero las nuevas generaciones deben aprender a mirar al pasado con avidez de aprendices, y no con deseos de venganza. Sería inútil y lamentable.

"Se puede muy bien inventar una nueva teoría, o un nuevo culpable, el número de los que han perdido, todo es demasiado considerable para que tales invenciones, digamos hasta tales descubrimientos, puedan satisfacerlos".7

Si hemos de buscar un lenguaje que nos revele en nuestra misteriosa condición que se una palabra firme, pero capaz de perdonar; que sea una voz razonable, pero con la fuerza del corazón cuando siente que ha sido tocado por el amor; que sea una palabra solidaria, pero nacida del alma de cada uno en solitario diálogo, pues a pesar de sus mecanismos la modernidad no ha impedido que el hombre sienta su soledad como uno de sus más preciados recuerdos.

 

CITAS:

  1. Zambrano, María. "El sueño creador". Ed. Universidad Veracruzana. Méjico, 1956.

  2. Mamardashvili, Merab. "La conciencia y la civilización", Revista Ciencias Sociales. URSS. 2- 1989, p. 64.

  3. Marcel, Gabriel. "El hombre problemático". p.49. Ed. Lozana. Buenos Aires, 1949.

  4. Havel, Vaclac. "Una palabra sobre la palabra". Tomado de Revista Criterios. S/N. 1990.

  5. Zambrano, María. Op. Cit. p. 47.

  6. Havel, Vaclac. Op. Cit.

  7. Marcel, Gabriel. Op. Cit. p. 15.

 

 

NOTAS:

Esta conferencia fue dictada por el autor en la Casa de las Hijas de la Caridad en Pinar del Río, el Día del Idioma, 23 de abril de 1992.

 


 

RELIGION, CULTURA Y CAMBIOS EN CUBA HOY

por Manuel Fernández Santalices.

 

 

En el capitulo II de la tercera parte, el Documento final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano(ENEC), se abordó la cuestión de las relaciones entre fe y cultura, constituyéndose en el fundamento de toda la reflexión y en el vértice de ese delicado y difícil encuentro de la religión con el régimen marxista.

 

Las bases sobre las que se propuso este encuentro querían ser realistas:

"Lejos de encerrarse en sí misma, la comunidad católica de CUBA quiere y debe permanecer presente y activa en este momento de onda transformación cultural y considera tarea prioritaria el hallar los modos y medios apropiados para instrumentar un diálogo sereno, objetivo, respetuoso..."(Documento Final, ENEC, 468).

Pero también de comprensión positiva:

"La Iglesia reconoce que en el encuentro entre fe y cultura, ella misma sale purificada, convencida de sus propios defectos, renovada en sus actitudes y enriquecida en la diversidad y universalidad de la vida".(ENEC,449).

El Documento final de ENEC partía, para ello, de esta comprobación:

"Lo más característico de nuestra situación en estos momentos es el encuentro entre estas dos culturas la tradicional cultura cubana y la que se está gestando en estos últimos años".(ENEC,464).

La noción de cultura que subyace en estas afirmaciones es la que aparece en la constitución sobre " La Iglesia en el mundo actual" del Concilio Vaticano II, a la que remite el texto del ENEC:

"La palabra ´cultura´ asume con frecuencia un sentido sociológico y etnológico. En este sentido se habla de la pluralidad de culturas. Estilos de vida común, diversos y escalas de valor diferentes encuentran su origen en la distinta manera de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de prácticar la religión, de comportarse, de establecer leyes e instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes y de cultivar la belleza"(G.S.,53).

El ENEC contrastaba " la tradición cultura cubana", hecha de transculturaciones de síntesis y de sincretismos, con el "nuevo enfoque cultural", que ha provocado "un radical cambio en el panorama socioeconómico-político del país, lo cual está teniendo notables consecuencias en cuanto a su expresión tradicional"(ENEC,460) y esto debido a la filosofía marxista-leninista oficial del único partido político y del Gobierno, que se expresa en "la educación, los medios de comunicación social y los organismos rectores de la cultura –que dependen totalmente del Estado-", y que "van formando a las nuevas generaciones de cubanos en la concepción marxista de la religión, del hombre, de la historia, en fin, de la globalidad de la existencia, cuyos valores son en partes coincidentes, en partes convergentes, y en partes contradictorios con nuestra cultura tradicional" (ENEC,462).

En una primera aproximación crítica a estos niveles de reflexión, aceptada la legitimidad de que los cristianos quieran estar presentes en este proceso por fidelidad "a su vocación evangélica de encarnación en el contexto completo en que vive la iglesia en Cuba ", (D.F,447) pueden plantearse las siguientes cuestiones :

  1. ¿Existe una cultura cubana tradicional?

  2. ¿Lo que ocurre hoy en Cuba está creando verdaderamente una nueva cultura?

Una de las cabezas pensantes de "nuestra América" que mejor ha penetrado en la reflexión sobre el "ser" americano –me refiero al mexicano muy amigo de Cuba, Alfonso Reyes- realizó unas calas importantes en este tema. Mejor que de cultura, término que le parecía equívoco, Reyes, prefería hablar "de la inteligencia americana su visión de la vida y acción". Y la explicaba así:

"Llegaba tarde al banquete de la civilización europea, América vive saltando etapas, apresurando el paso y corriendo de una forma a la otra, sin haber dado tiempo a que madure del todo la forma precedente. A veces el salto es osado y la nueva forma tiene el aire de un alimento retirado del fuego antes de alcanzar la plena cocción". Y añade: "La inteligencia americana está llamada a desempeñar la más noble función complementaria: la de ir estableciendo síntesis, aunque sean necesariamente provisionales; la de ir aplicando prontamente los resultados, verificando el valor de la teoría en la carne viva de la acción".

Parece que lo que quería decir Alfonso Reyes es que nuestras culturas de la América hispana –la cubana por lo tanto- son culturas emergentes, no cristalizadas. "La laboriosa entraña de América –decía- va poco a poco mezclando esa sustancia heterogénea y hoy por hoy, existe una humanidad americana característica, existe un espíritu americano". ¿Podría decirse que esto es ya cultura?.

En Cuba –como en toda la América de formación ibérica- esta "sustancia heterogénea" posee un sustrato religioso y configurado de modo general por el catolicismo que circula por su intrahistoria. El ENEC dijo que no es exagerados afirmar que todo el proceso evangelizador de la Iglesia católica en Cuba, a pesar de sus sombras fue lo suficientemente fiel al Señor para que la fe y los valores cristianos pasaran a formar parte de nuestra identidad nacional". (ENEC, 454). Y añadía que hay la "cultura popular" que en el estilo de la convivencia, la recreación, "junto a las expresiones artesanales, los bailes, las canciones populares, las controversias campesinas y el refranero popular, reflejan –en ocasiones- la memoria cristiana y deben ser tenidos en cuenta como riqueza y realidad cultural de nuestro pueblo" (ENEC, 459).

Es por ello que los católicos cubanos reclaman su lugar en el "nuevo enfoque cultural", a despecho de los planteamientos ateístas que no sólo juzgan negativamente y rechazan la presencia de lo religioso en la evolución cultural cubana, sino que aspiran a que desaparezca la dimensión religiosa, cuando por la acción de la doctrina marxista, "las masas, gradualmente, en el curso de la lucha activa por la nueva sociedad, se liberen de las creencias religiosa" (Tesis sobre la Religión, la Iglesia y los creyentes, en el I Congreso del PCC). Se trata de una cruda aplicación de cánones doctrinales marxista-leninista, que de hecho, en otros contextos sociales han periclitado.

Eludiendo toda tentación de oportunismo, los católicos cubanos declararon que la Iglesia tiene ante sí en Cuba una doble tarea:

  1. "Conservar, purificar y desarrollar las huellas del Evangelio en nuestra cultura tradicional, en continuidad con el persistente sustrato católico de nuestra más auténtica identidad nacional".

  2. "Asumir proféticamente la nueva realidad cultural, sin esquivar las diferencias de concepciones y actitudes existenciales, ni los conflictos que estas puedan originar", sirviendo de "elemento de reconciliación, diálogo y unidad", "enriqueciendo el naciente estilo de vida", y ayudando a subsanar lo que puede ensombrecer la dignidad humana y la propia y esencial identidad nacional" (ENEC, 466-467).

Proponen una "síntesis vital" en la que "La Iglesia deberá mantenerse abierta a la sociedad y ésta abrirse al influjo del mensaje cristiano, cada una desde su propia identidad" (ENEC, 475).

Todos los planteamientos de este capítulo del "Documento Final" del ENEC, constituyen como la columna vertebral que mantiene erguido su cuerpo doctrinal y sustenta las actitudes pastorales y apostólicas. Los católicos de Cuba saben que unas declaraciones de intensiones no resuelven una situación problemática que permanece presente por eso establecen unos "campos de encuentro" entre fe y cultura y proponen unas "líneas de acción" que deben ser establecidas por la Iglesia (ENEC, 602-615).

Alfonso Reyes decía que: " la inteligencia americana va operando sobre una serie de disyuntivas. Cabe preguntarse si desde la disidencia cubana se han elaborado propuestas disyuntivas de realismo político para un futuro previsible. Los católicos de la Isla, bajo imperativos de su fe evangélica, se han ofrecido, con una valentía que sólo los mezquinos y los ciegos voluntarios pueden negar, opciones de humanización sin rupturas quiméricas, que incluso pueden abrir las salidas hacia una transición que cuente con los posibles logros de esta etapa, o en todo caso, salven "la verdad cautiva que en ella se esconde", para usar una frase de Jacques Maritain sobre la Edad Moderna.

Alguien tampoco sospechoso del radicalismo izquierdizante como nuestro Jorge Mañach dijo poco antes de partir de este mundo, desde el exilio, que "ninguna gran idea rectificadora del proceso humano ha aparecido jamás ni ha podido ser suprimida. No lo fue el cristianismo, ni el humanismo renacentista, ni el liberalismo de las grandes revoluciones occidentales, ni el materialismo de la revolución industrial. No lo será tampoco la idea socialista (subrayado mío). Pero la historia muestra también que una de esas grandes instituciones se tradujo en una total sustitución de valores. El proceso humano absorbe todas las novedades, pero las absorbe incorporándolas a su propia sustancia acumulada, esto es, sin renunciar a las conquistas profundas que ya tienen hechas".

En el ENEC, los católicos cubanos pusieron de manifiesto lo que Mañach llamó "la gran corriente maestra de la intrahistoria, esos elementos de universalidad que van permaneciendo en el curso de la "inteligencia cubana". ¿Podría estar aquí el goce de nuestras transformaciones que muchos queremos para nuestra patria?.

 

BIBLIOGRAFÍA:

-Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Documento Final e Instrucción Pastoral de los Obispos. Tipografía Don Bosco, Roma, 1987.

-Concilio Vaticano II, Constituciones, decretos, declaraciones, legislación postconciliar. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1966.

-Mañach, Jorge. "Teoría de la Frontera", Ed. Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1970.

-Maritain, Jacques. "Humanismo Integral", Ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires, México, 1984.

-Reyes, Alfonso, "Última tule", en Obras Completas, Tomo XI, Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica, México, 1960.

-Tesis y Resoluciones. I Congreso del PCC. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1981.