mayo-junio. año II. No. 7. 1995


ECONOMÍA

 

 

EL SISTEMA ECONÓMICO CUBANO DEL AÑO 2000

por José Antonio Quintana

 

 

La economía cubana no es ya lo que fue; no es necesario una especial cualificación para darse cuenta de ello... es más, existe una intuición generalizada de cómo no será lo que fue, de que será distinta pero cómo.

De todas maneras será una economía planificada, aseveran algunos; no de mercado, aunque sí con mercados, dicen otros. Será una economía con reformas enfiladas a preservar la economía nacional, salvar las conquistas del socialismo y desarrollar< al país, asegura el discurso oficial. Pero; cómo será. O no se sabe, o no se dice; o se elabora el proyecto sobre la marcha, o se considera que es algo que sólo concierne a la cúspide del poder.

Como no se sabe y la gente pregunta, parece que no queda otra alternativa que reflexionar acerca de cómo cree uno que debe ser el proyecto económico cubano en el empalme de los milenios.

Al parecer, los requisitos más generales que debe cumplir un buen proyecto económico son la viabilidad y la justicia. Ante todo, el proyecto debe ser posible, apegado a realidades de mecanismos y utopías las metas si los objetivos especificados en los programas debe ser demostrablemente conseguibles; logrables dado los niveles de recursos disponibles las técnicas empleadas y la cantidad de esfuerzo humano que pueden ser desplegados sin fantasías heroicas. Viable quiere decir moverse en los lindes de la objetividad; desterrar para siempre de la programación económica la manía de construir el futuro con cifras y discursos fabulosos, impresionantes y esperanzadores pero cuyas realizaciones se quedan, la mayoría de las veces mil por debajo de las cuotas de sus pretensiones.

El concepto de viabilidad comprende, además la condición de perdurabilidad histórica; de permanecer en el tiempo adelantado aunque sea con pasos cortos o detenciones coyunturales...pero nunca en retroceso.

Viable significa ser sostenible hasta el futuro.

Para que un proyecto económico permanezca en el tiempo debe ser sustentable, es decir, alimentar sus movimientos con energía autogenerada construir lo posible sobre cimientos propios ante todo. No se trata, desde luego, de la absurda autarquía pero si de ser capaz de mantenerse y desarrollarse por su propia eficiencia y sin parasitismo estériles ni dependencias comprometedoras.

 

Un proyecto económico centrado en el hombre.

Paralelamente al cumplimiento de las exigencias de viabilidad material y funcional, el proyecto económico debe centrarse en el ser humano, tener al hombre como destino último de sus pretensiones. Pero no se trata de un destino humano cualquiera, sino precisamente justo, vale decir que la renta que se produzca con eficiencia se distribuya con justicia. Los conocimientos de la riqueza material deben proporcionar al hombre condiciones que le permitan desarrollarse como ser humano, tanto en el incremento del disfrute físico como en la expansión de la espiritualidad, la cual, como se conoce, no es muy susceptible indicada cuantitativamente, pero cuyos efectos se sienten en la calidad de la convivencia. Hablar aquí de justicia no es hablar de igualdad. Esta es la era de la injusticia social y la hora de luchar por la justicia. Usando una imagen matemática , la justicia debe tender a la igualdad pero no equivale a ésta... Nadie sabe si existirá la tangencial o se producirá la asíntota.

La viabilidad del proyecto económico depende mucho, casi está determinada por el grado de adecuación del mismo a las condiciones del país. No existe el proyecto económico general aplicable y útil a cualquier particularidad, ni es posible orientarse por las estrellas que guiaron a los países desarrollados.

Nosotros no tendremos los metales preciosos de Africa y América, ni las materias primas, ni los esclavos, en resumen, no tendremos las colonias y las neocolonias sobre las que se construyó el desarrollo de los países del norte. Adecuar un proyecto económico a las condiciones específicas de nuestro país significa ponerlo en correspondencia con su:

-Geografía

-Recursos Naturales

-Infraestructura

-Base técnica

-Capital humano

-Tradiciones productivas

-Situación política interna

-Coyuntura y perspectiva internacional

Cualquier modelo que no tome en cuenta estas variables será postizo, una especie de prótesis económica. Y se trata de tomarlas en cuenta en tiempo real, no con los ojos puestos en un porvenir fantasioso o un pasado que puede resultar una evocación nostálgica sólo para los que disfrutaron, pero no para los muchos que lo padecieron; aunque no se trata de añoranzas sociológicas o de sentimentalismos, sino de que las arriba mencionadas, son eso, variables, y hoy su valor es otro. Incluso, el sentido de la ubicación geográfica cambia con la coyuntura internacional, los flujos del comercio, la distancia de los amigos o socios y la revolución operada en las comunicaciones internacionales. Se debe partir de lo que se tiene no de lo que sueña o se evoca.

 

LA VERDADERA AYUDA Y COLABORACIÓN INTERNACIONAL NO CONSTITUYEN UN ACTO DE CARIDAD.

Usar lo propio, y usarlo bien, no quiere decir que el proyecto haga abstracción de la ayuda y colaboración internacionales. De facto, están implícitas en la situación de partida y no constituye un error utilizarlas, sino una necesidad y un acto de inteligencia y coherencia históricas. ¿Qué país subdesarrollado y pobre no las utiliza si se las brinda? La ayuda y la colaboración para el desarrollo no constituyen un acto de caridad internacional, sino un negocio que le conviene al que lo brinda y al que lo recibe. Este es un aspecto poco divulagado y muchas personas consideran que la colaboración para el desarrollo es un favor que los ricos hacen a los pobres, precisamente porque ignoran que es una inversión que hacen aquellos en la paz y en la ecología, en general, y muy en particular en sus intereses de mercado, en el redespliegue industrial, la competencia de costos y las influencias políticas, entre otros beneficios.

Las verdaderas ayuda y colaboración internacionales no comprometen la soberanía del país receptor, ni hacen un neocolonialista, ni un imperialista del país que las ofrece. El desarrollo en solitario, o poco o mal acompañado, es imposible y este imposible convierte la paz del mundo en un imposible.

Cualquier proyecto económico serio nace con el compromiso de usar, tanto los recursos propios como los que recibe gratuitamente de otros, o los que administra en colaboración con la mayor eficiencia, es decir en el entorno de su optimo posible. La eficiencia es la cualidad cultural del proyecto que lo hace sustentable es una síntesis subjetiva de ciencias y técnicas, de experiencias y habilidades que la necesidad y la voluntad de progreso hacen cristalizar en el fisiologismo económico. Pero para que el proyecto funcione eficientemente, no basta con que Cuba tenga la necesidad de progreso que posee, o la voluntad de que hace gala o el valioso capital humano de que dispone; será preciso que la economía no sea percibida como una actividad única y homogénea, monolítica desde el punto de vista de las relaciones de propiedad, sino como algo diverso, con múltiples factores e intereses. Deberá ser una economía de diversidades, viva, dinámica y descentralizada. El proyecto viable, dada las coordenadas temporales en que debe transcurrir, la realidad del mundo en que se inscribe y la asimilación critica de nuestra experiencia, debe considerar la existencia de distintos tipos de propiedad sobre los medios de producción: estatal; privada; mixta y cooperativa. Si una empresa es ineficiente; no importa quien sea el dueño; debe cerrar por imperativos del mercado, de una autoridad, o de ambos. Pueden haber excepciones, pero solo eso: excepciones.

 

La diversidad de la propiedad, el mercado y la planificación.

En una economía de diversa propiedad convivirán el mercado y la planificación en proporciones que dictara justicia. Hasta hoy se ha visto que la planificación centralizada y la preponderancia casi absoluta de la propiedad social sobre los medios de producción no son vías adecuadas para lograr la eficiencia. También se ha comprobado que la regencia absoluta del mercado no conduce a la justicia. ¿No valdría la pena ensayar la utilización simultánea de ambos?. La idea es vieja, y no solo como idea. Hay países que la han ensayado con resultados que no deben dejar de considerarse por tozudez ideológica. En el perfeccionamiento de esa mezcla de forma y libre albedrío; de ética y libertad económica anda el futuro. A la planificación, como regla, la deben corresponder los grandes trazos, los rumbos; el resto debe ser obra del mercado.

En un proyecto como el que discutimos, en el estado juega un papel importante como trazador de pautas y normas generales de desarrollo convenidas con los sujetos de la urdimbre socioeconómica; como gestionador de producciones y servicios específicos y congestionador de otros; como garante insustituible del equilibrio general de intereses. El estado puede ser el gran organizador de los programas generales de desarrollo y el celoso y dialéctico valor de su cumplimiento; pero no debe maniatar la iniciativa y la creatividad; la competitividad y el libre accionar de los sujetos económicos en pos de la eficiencia. El proyecto económico viable debe rechazar por igual a la máxima intervención del estado en el socialismo conocido, como a la mínima de la propuesta neoliberal. El proyecto concebido para nuestras condiciones debe hacer oídos sordos para los canto de sirena del neoliberalismo. La eficiencia sustentada sobre la fría racionalidad y el abandono de la ética humanista no conduce al desarrollo de la especie humana, sino al crecimiento de indicadores tales como el producto bruto y otros, que crean una imagen de progreso ilustradas por autopistas, capitales deslumbrantes y la confortable posmodernidad de la vida de los privilegiados, tras de todo lo cual se esconde el hambre, la incultura, y la falta de las más elementales atenciones sociales y comunitarias de miles y millones de personas en el mundo.

La ciencia, la técnica y la ley: pilares del proyecto.

El proyecto económico viable encontrará más facilidades para sostenerse en la medida que atienda al fomento y desarrollo de la ciencia y la técnica. Estos son el multiplicador de la energía de la sociedad. Pero los efectos de esta atención sensible a la economía solo son posibles cuando la distancia entre la ciencia y la técnica y entre estas y la practica se acortan de continuo, y cuando el resultado concreto, sobre todo, cuando se trata de un producto o servicio que no es único ni original, se echa al ruedo mercantil precedido de la debida promoción; publicitario durante todo su ciclo de vida; presentado con funcionalidad y elegancia y distribuido por canales eficientes a precios sugestivos. Cuba esta obligada a conocer y emplear los expedientes de la competencia, y sobre todo, a culminar la experiencia científica con una acción de marketing. Del laboratorio al mostrador de la tienda y de esta otra vez al laboratorio; un ciclo vital del mundo moderno en que todas las fases son importantes y ninguna puede ser independiente; un enfoque sistemático en que la voz soberana del mercado se recibe como una necesidad placentera en los cubículos de los laboratorios científicos y en los talleres de las fábricas. Así debe ser la economía cubana del 2 000.

Otro aspecto que le es imprescindible al proyecto económico es la normaciòn legal de su funcionamiento. La actividad económica debe existir en un marco de derecho en el cual la ley, sabiamente legislada, se respete irrestrictamente. Se precisa de leyes y reglamentos que posibiliten su aplicación, y no solo leyes para pautar y arbitrar las relaciones económicas externas, o entre el Estado y socios extranjeros, sino que cubran el mosaico de relaciones de la economía de la independencia del tipo de propiedad, nacionalidad de los dueños y tamaño de las empresas. Son muchos los bacilos legales que hay que llenar en las relaciones entre empresas y entre estas y otras instituciones del gobierno o no gubernamentales. Son también muchas las nuevas figuras y situaciones que irán apareciendo y que se irán presentando en el escenario legal de la economía al conjuro de los imprescindibles cambios en marcha. La economía necesita orden, y es la ley la que crea espacio al orden cuando limita el capricho, el voluntarismo y la improvisación arbitrarios.

 

La ética y la espiritualidad como dimensión humana del proyecto viable y justo.

El proyecto económico viable y justo, como se diseña y se ejecuta para el bien del hombre, no puede ser un proyecto económico puro, sin capítulos, objetivos y variables sociales; regodeado en su propia excelencia formal y en los ritmos de incrementos de los indicadores productivos macro-económicos; carente de los contenidos que atañen a la dimensión humana por excelencia, es decir a la ética y espiritualidad del hombre. ¿Cómo quería y podría un pueblo tener economía justa y solidaria si en el alma de los ciudadanos no se ha desarrollado una cultura de justicia y solidaridad? ¿Cómo evitar que un pueblo pobre adopte los patrones de consumo y los estilos de vida de los países ricos si no ha sido educado en la comprensión de sus limitaciones, en la moderación de sus ambiciones y la percepción de la riqueza como algo más distinto de la sola posesión de las cosas? El proyecto económico viable y justo tiene que ser un proyecto de desarrollo económico social.

El hombre cubano, como todos los hombres, viven en sociedad, pero no en una sociedad indiferenciada, como han creído unos pocos, o igualitaria, como pretendieron otros muchos; ni que será tan justa como quisiéramos la mayoría. El hombre pertenece a grupos, estratos o clases sociales diferentes; esto no lo ha podido eliminar ni el más exitoso intento del comunismo real. Una de las variables que determinan la pertenencia de los hombres a los estratos o clases sociales es la propiedad sobre los medios de producción, de lo que proporcionan en riqueza material y cultura y comodidades disfrutables, se vinculan los aspectos económicos con los sociales (bajo la forma de intereses) de las mencionadas asociaciones "naturales" de hombres. Los grupos, estratos y clases sociales tienen intereses socioeconómicos distintos, pero considerables. La política es el arte de que se sirve la sociedad para equilibrar esos intereses sin violencia, y fomentar el bienestar y la conservación de los pueblos. ¿Cómo entonces diseñar un proyecto económico-social viable y justo sin la dimensión política? El proyecto económico social que regirá los destinos de Cuba implica un proyecto político, o es, en su significación más general, un proyecto político.

 

LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL HUMANISMO MARTIANO

El proyecto político que servirá de marco y que substanciará y vivificará el proyecto socioeconómico viable y justo no puede ser otro que la democracia. No la democracia politiquera y falsa, pletórica de abstencionismo y comedias y promesas incumplidas del capitalismo real; ni cualquier otra democracia en que sea posible y frecuente que el partido de gobierno, el único partido existente, pueda designar los presidentes municipales y provinciales con muchos meses de anticipación a las elecciones. Esos ciudadanos saben que van a ser presidentes cuando aun el pueblo que debe votar por ellos no los conoce como candidatos. Todavía la asamblea que los eligirá no esta constituida, pero ellos saben, y el rumor a voces de la calle también, que van a ser presidentes. No serán postulados por ningún partido, pero serán "previstos" según la política de cuadros del único partido, para ocupar los cargos cimeros del gobierno. Estos cuadros previstos o designados con tanta anticipación que en ocasiones pueden ser mudados a residir en municipios lejanos donde nadie o casi nadie los conoce, siempre son elegidos presidentes. Puede darse el caso que un candidato previsto para delegado de circunscripción no sea electo, pero un ciudadano militante del partido previsto para presidente municipal o provincial siempre será elegido.

Esta mecánica electoral se ha extendido en Cuba a toda la trama de organizaciones de masas, sociales y profesionales, con excepciones que confirman las reglas, desde luego, es posible conocer por ejemplo, que un ciudadano miembro de una estructura partidista será, dentro de un tiempo, presidente de una asociación de profesionales a nivel de la nación. A los ojos del partido la promoción puede ser eficaz y justa, y como el ciudadano es elegido, al cabo, por los delegados de los profesionales, se prueba el funcionamiento de la democracia... Pero, ¿Es esta una evidencia de perfección o un síntoma de enfermedad? ¿Es posible tal nivel de anticipación y de sincronización entre los designios del partido y la voluntad popular? ¿Se produce espontáneamente este milagro político en virtud del grado de consciencia de las masas y la clarividencia del partido?.

Si los anteriores síntomas, por si solos, no son patognomónicos para establecer un diagnostico de enfermedad, la unanimidad o la mayoría casi absoluta en todos los acuerdos y decisiones que toman las asambleas completan el cuadro necesario para emitir criterio.

El proyecto socioeconómico viable precisa de una democracia participativa sin dirigismos, paternalismos, ni manipulaciones. El cubano es un pueblo culto y mayor de edad en términos de historia, y puede a través del entramado de la denominada sociedad civil, no solo opinar, criticar polemizar y proponer sobre los asuntos nacionales, sino participar en la solución, control y supervisión de los mismos, pero hacerlo tal y como lo prescribe la ley, y dentro de un orden espontáneo o de una espontaneidad sociopolítica ordenada, con dirección pero sin dirigismos. En una sociedad monopartidista la sociedad civil amplia, desplegada y fecundada es garantia y sostén de la democracia participativa; es contrapeso y apoyo del poder y no caldo de cultivo de la subversión; es expresión de la riqueza espiritual del pueblo y de la variedad de percepciones, de opiniones y criterios de los ciudadanos...Es también la posibilidad que tienen los diversos intereses y contradicciones sociales de expresarse de manera culta y pacifica. Pero para que una sociedad civil, dinámica y saludable, pueda ser útil, se precisa que el cristal que separa la "acerca" de los asuntos del gobierno parezca que no existe por transparente, y que la libertad de expresión y de asociación puedan ejercitarse sin cortapisas. Gobernar en un ambiente de critica, de contradicción constructiva y aun de contesta es incomodo, a veces irritante, pero es mejor ambiente que el que crea el aplauso, el silencio o la indiferencia.

El proyecto económico viable y justo, creado en el hombre y desarrollado bajo los auspicios de la democracia participativa, es un proyecto eficiente y humanista, hecho y ejecutado, al decir martiano; "con todos y para el bien de todos".

Un proyecto así no creo que necesite nombres, pero si debe tener alguno, es precisamente el socialismo; ni real ni imaginado, el que posibilita la historia.