mayo-junio. año II. No. 7. 1995


NUESTRA

HISTORIA

70 AÑOS DEL FUSILAMIENTO

 

por Wilfredo Denie Valdés

En una sala improvisada del regimiento de infantería "Capitán Alfredo Ravena Alum", situado en las calles Retiro y Cuartel, a mediados del mes de junio de 1925, se integró un Tribunal Militar para juzgar al soldado Luis Cabrera Monterrey. El fiscal, primer teniente Manuel Crespo Moreno; basándose en los testigos de cargo, así como en las investigaciones realizadas al efecto, aportó las suficientes pruebas para solicitar como sanción la pena máxima para el acusado, con las agravantes de premeditación, alevosía, astucia, nocturnidad, insubordinación, ensañamiento y otras causales, para ultimar a su superior militar, el Cabo de apellido Crespo, perteneciente a la tenencia del escuadrón número 21, de la Guardia Rural del municipio de Guanajay.

Después de la intervención del fiscal, el abogado defensor, doctor Heliodoro Gil Cruz, solicitó una sanción más benigna para su defendido.

El Tribunal Militar determinó, dada la gravedad de los hechos , sancionar al acusado, a la pena de muerte por fusilamiento. En sus declaraciones, el reo Luis Cabrera Monterrey, se limitó a decir que tenía una hija en Matanzas de la que no sabía nada hacía más de cinco años. Que en La Habana tenía un hermano nombrado Alejandro Fidel Cabrera y en Artemisa su madrastra y varios hermanos.

Como es natural, una sentencia de muerte siempre produce honda consternación dentro de la población. Para conocer sobre el hecho entrevistamos al soldado Ramón Nonato Hernández, quién nos expresó lo relacionado con ese acontecimiento.

"Ese día yo estaba en Guanajay... Recuerdo que salimos desde la ciudad de Pinar del Río en marcha hacia La Habana con el Tercio Táctico número cuatro de la provincia, al cual pertenecía. La misma noche de la muerte del Cabo Crespo acampamos en los alrededores del escuadrón 21 de la Guardia Rural de Guanajay, situado en aquel entonces a un kilómetro del poblado. Allí conocimos que el soldado Crespo había impuesto al soldado Cabrera Monterrey un castigo disciplinario, consistente en iniciar un recorrido por la zona donde estaba enclavado el Cuartel. Por otra parte, sigue diciendo Nonato Hernández, el Cabo Crespo acostumbraba casi todas las noches a trasladarse al pueblo de Guanajay a jugar dominó en un casino existente en ese lugar. Allí Crespo permaneció hasta las 11 de la noche y después regresó a pie por la carretera en dirección al Cuartel. Aprovechándose de la noche, el soldado Cabrera Monterrey se parapetó detrás de uno de los arboles sembrados a ambos lados de la carretera y al pasar el Cabo, a pocos pasos, le hizo varios disparos por la espalda con un revólver de reglamento y acto seguido lo remató en el suelo".

El tres de julio se recibía en la jefatura del Octavo Distrito Militar, la Orden Especial número 8, como resultado del decreto 1400, del Presidente de la República, Gerardo Machado y Morales, en el cual se fijaba la fecha y hora de la ejecución.

El cinco de julio de 1925, día anterior a la ejecución, el reo Cabrera Monterrey recibió un despacho de la capital, firmado por su hermano Fidel Cabrera, vigilante de la Policía Nacional, en el que le decía que gestionaba un indulto del señor Presidente de la República.

El auditor, teniente Rafael Montano, a solicitud del reo, le redactó un testamento que suscribió Cabrera en el que se consignaba la cantidad de sesenta pesos, con sesenta centavos producto de sus ahorros, para su referido hermano Fidel Cabrera y en caso de que no se aceptase dicha cantidad de dinero, que se le entregará a su hermano político residente en Pijirigua nombrado Mario Cruz.

Hasta las últimas horas de la noche se recogían las firmas de vecinos en solicitud del indulto del reo, tal como se acostumbraba en épocas pasadas. Cabrera Monterrey, a eso de las 11 de la noche se recogió, durmiendo tranquilamente en su calabozo, mientras le acompañaba el presbítero Cayetano Martínez Sánchez y el misionero Rivera, para ofrecerle los oficios religiosos.

A las 5 de la mañana, todo estaba preparado para el acto de ejecución. Desde horas muy tempranas de la madrugada los alrededores del cuartel Ravena se encontraban invadidos de público y por todas partes las calles de la ciudad se notaban inusitado movimiento. Desde las 6 de la mañana comenzaron a formar las tropas en el polígono, situado al sur del referido Cuartel, al mando del Comandante Manuel Benítez González, jefe del Ejército Táctico No. 6. Entre las fuerzas estaban todos los francos de servicio del escuadrón 19 de la Guardia Rural.

La prensa nacional se hizo eco de aquel acontecimiento, el periódico La Noche, recogía en sus páginas: "Dos veces lo sacaron de su celda y llevaron al lugar donde debió ser fusilado, pues en la primera ocasión aún no era la hora señalada para la orden de ejecución". (...) A las 7 en punto de la mañana del día 6 de julio de 1925, el teniente Juventino García Carbonell, formado ya el cuadro y presente todas las tropas francas de servicio del escuadrón 19 de la Guardia Rural, al mando del comandante Manuel Benítez González, levantando y bajando su sable, da orden de fuego, tras los naturales requisitos de la colocación del reo Luis Cabrera Monterrey, en el lugar designado, -en la propia Calle de Retiro, fuera del Cuartel-, descargando los cuatro soldados que formaban dicho cuadro.

Un pueblo numerosísimo presenció el fusilamiento. De ahí que la policía trataban de impedir que se acercara el público.

Inmediatamente se hizo desfilar las fuerzas con vistas a la izquierda, para que los alistados observaran el cadáver del ya fallecido Cabrera Monterrey. Era este un detalle reglamentario que a golpe de tambor se cumplía en estos casos.

Luego de colocado el cadáver del reo en el sarcófago destinado al efecto, fue trasladado en el coche fúnebre al cementerio de la ciudad. Fuerzas del ejército y numeroso público lo siguieron a cierta distancia.

El fusilamiento de Luis Cabrera Monterrey se convirtió en una leyenda. Poetas y repentistas se inspiraron en este hecho presentándolo, entro otros aspectos, como un drama pasional, cosa ésta que no se ha podido confirmar.

 

PINAR DEL RÍO EN ÉPOCA DE LA AVELLANEDA

Por. Aldo Martínez Malo Valdés

  

A las tres de la tarde, del día 24 de noviembre de 1859, entró en La Habana el buque de guerra español San Francisco de Borja, que conducía el nuevo Capitán General Don Francisco Serrano y su comitiva, en la que se encontraban el coronel Domingo Verdugo Massien y su esposa doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.
El coronel Verdugo llegaba para hacerse cargo de la Gobernación de Cienfuegos, pero también existía el propósito de que recuperara la salud. Había sufrido un atentado, el 14 de abril de 1858, a la entrada del periódico “La Monarquía Española”, cuando fue atacado por un individuo llamado Antonio Rivera, que había sido expulsado del ejército español por violencia y mala conducta. Otros vieron en el atentado asuntos de índole política.
La convalecencia fue larga. Con su esposa viajó por España hasta que en 1859 al ser nombrado el general Serrano, Capitán General de la isla de Cuba, vino en su séquito.
Cálidos homenajes recibió la Avellaneda desde su llegada: el más importante le fue ofrecido por el Liceo de La Habana, en el Teatro Tacón, donde la poetisa Luisa Pérez de Zambrana, le colocó en las sienes una corona de laurel. Los escritores de ideas separatistas se mantuvieron alejados del homenaje, aunque no se opusieron a él.
La Avellaneda colaboró en varios periódicos, fundó la revista Álbum Cubano de lo Bello y lo Bueno, publicó su novela El artista Barquero, y visitó triunfante varias ciudades de la Isla.
Sólo contaba cuarenta y cinco años de edad, y a pesar de su arrogante personalidad, los padecimientos familiares y propios habían dejado huella. Ella misma lo plasma en su poema: La vuelta a la Patria.

“La voz oigan de esta hermana,
que vuelve al seno materno
después de ausencia tan larga
con el semblante marchito
por el tiempo y la desgracia…

Radicado en Cienfuegos, Verdugo fue acometido por la fiebre amarilla, de la que logró salvarse. Fue nombrado entonces para la Tenencia del gobierno de Cárdenas donde permaneció tres años. Realizó obras públicas que le atrajeron simpatía, pero su salud iba en constante deterioro. Los médicos recomendaron un cambio de clima.
El 16 de Septiembre de 1863, llegaba a Pinar del Río (que ostentaba el título de villa desde el 27 de julio de 1859, por Real Decreto) sustituyendo al capitán General don Domingo Dulce, marqués de Castell Florete, que le dio una fría bienvenida en una mínima ceremonia militar, Verdugo se quejaría a las altas esferas, de este parco recibimiento.
El día 28 del mismo mes se le unía, su esposa, que realizó el viaje por mar, partiendo del surgidero de Batabanó hasta el puerto de La Coloma, en el vapor Cristóbal Colón. Este transporte marítimo  dotaba de 1841, y lo estableció la empresa de vapores Bustamante, Cagigal y Compañía.