noviembre-diciembre. año I. No. 4. 1994


REFLEXIONES

 

EL EROS ERRANTE

(Apuntes para una lectura de Paradiso)

por Alberto Rodríguez Tosca

 

 

Entre los muchos que desde su nacimiento han cercado opresívamente las páginas de Paradiso, quizás el más recurrente y licencioso sea el del lenguaje asumido como protagonista de la novela. ¿Qué argumentos autorizan semejante afirmación? Convivimos con una respuesta a flor de piel: la selva verbal en que se pierde la anécdota, la historia; pero si nos detuviéramos ahí y aceptáramos sin mayor inquietud, la -por demás radiante- evidencia de ese protagonismo, sin dudas quedaríamos colgando del picaporte de una puerta detrás de la cual más tarde o más temprano comenzarían a salir pequeños coros de risitas volterianas jugando al santo mocarro con nuestra ingenuidad.

  1. Logos

  2. Si evitamos el rastreo minucioso (imprescindible para la comprensión total del asunto, pero sólo posible en un estudio más amplio) y elegimos la figura de José Cemí para resaltar el proceso en que el Logos procura su sentido y al cabo de múltiples pruebas alcanza su finalidad, tendríamos que remitirnos inevitablemente a varios momentos en que los actos más triviales se convierten en oficio sacramental y se ritualizan con el propósito de rodear de absoluto el tránsito de Cemí hacia la configuración de su destino, o lo que es lo mismo, su iniciación en la aventura poética y su posterior coronación en -y por- la poesía.

    En el capítulo VII Demetrio se dispone a leer una carta del tío de Alberto, y como los demás parientes, avisados de las diabluras del tío tarambana, encuentran un pretexto para abandonar la habitación, José Cemí queda sólo frente al anunciado discurso. Antes de empezar la lectura, Demetrio dice: "Acércate más para que lo conozcas más y le adivines la alegría que tiene. Por primera vez vas a oir el idioma hecho naturaleza... "A Lezama le gustaba recordar una frase de Pascal que en su adolescencia había llegado a él como una revelación: "Como la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza", y es en este preciso momento (Lezama ante la frase de Pascal Cemí ante la carta del tío Alberto- : "al acercar su silla a la de Demetrio le parecía que iba a escuchar un secreto") donde comienza a perfilarse la idea de que sólo un tipo de energía será capaz de colocarse a la vanguardia de ese "todo" y cumplir progresivamente el papel de naturaleza sustituida: el idioma, el lenguaje, que en principio oficiará como medio para organizar y completar el reino de la imagen, pero que pronto alcanzará su propia independencia y se convertirá él también en imagen. Al terminar la lectura de la carta (aluvión, trastorno, unidad caótica donde la palabra es peligrosamente sometida a una nueva y extraña experiencia) "la reacción de Cemí no estuvo acompañada de ningún signo visible. Los ojos no se le encandilaron, ni se echó hacia delante de la silla. Pero algo fundamental había sucedido y llegado hasta él".

    Luego de este primer reconocimiento, Cemí asciende a un nuevo peldaño en la recién inaugurada ceremonia de aprendizaje, resumido en las palabras que escucha de boca de su madre (cap. IX), a su regreso de los disturbios en la Universidad; sin dudas uno de los diálogos tesis de la novela, y uno de los más misteriosos de la literatura cubana.

    "(...) Óyeme bien lo que te voy a decir. No rehuses el peligro, pero intenta siempre lo más difícil. Hay peligros que enfrentamos como una sustitución, hay también el peligro que intentan los enfermos, es el peligro que no engendra ningún sentimiento en nosotros, el peligro sin epifanía. Pero cuando un hombre ha intentado lo más difícil, sabe que ha vivido un peligro, aunque su existencia haya sido silenciosa.

    La muerte de su padre fue un hecho profundo, sé que mis hijos y yo le daremos profundidad mientras vivamos, porque me dejó soñando que alguno de nosotros daríamos testimonio al transformarnos para llenar esa ausencia... A mi ese hecho, como te decía, me dejó sin respuesta, pero siempre he soñado, y esa ensoñación será siempre la raíz de mi vivir, que esa sería la causa profunda de tu testimonio, de tu dificultad asumida como transfiguración, como respuesta".

    "Sé -y ahora es la voz de Lezama la que regresa- que esas son las palabras más hermosas que Cemí oyó en su vida, después de las que leyó en los evangelios, y que nunca oirá otras que lo pongan tan decisivamente en marcha..." Ponerse decisívamente en marcha no significa más que continuar el gesto enunciado tras la lectura de la carta del tío Alberto, aceptar sin más rodeos su estrella e interpretar con profundidad el espacio en que a partir de ese momento deberá forjar "su respuesta". En el capítulo siguiente Cemí participa de esa misma advertencia en la voz de Foción, sólo que esta vez él es el tercero que escucha, el no aludido y por tanto las palabras tienen incorporadas una ajenidad que objetiviza, de algún modo, el discurso de la madre: "Cuando Electra creyó que había parido un dragón, vió que el moustruo lloraba porque quería ser lactado; sin vacilaciones le da su pecho, saliendo después la leche mezclada con sangre. Aunque había parido un monstruo, cosa que tendría que desconcertarla, sabía que su respuesta tendría que ser no dejarlo morir de hambre, pues la grandeza del hombre consiste en que pueda asimilar lo que le es desconocido. Asimilar en la profundidad es dar respuesta".

    Aún cuando ya Cemí se encuentra listo, cuando puede continuar su camino en solitario, cuando ha sido ungido con la misma Fábula a la que más tarde deberá ofrecer cuerpo y solución, Lezama comprende que será muy difícil probar a través de su vida (la de Cemí, ni siquiera en su fusión con Foción Fronesis; ni siquiera en su prolongación en Opiado Vicario, donde cada una de sus iniciaciones encuentra desenlace, con la entrada final de ambos -uno por la puerta del Eros, otro por la puerta del Tanatos- en el territorio largamente procurado de la poesía) la existencia de un Cosmos en constante superación del Caos y en posesión de la Imagen como Posibilidad. Aceptaba esta insuficiencia (acuerdo pacífico entre Lezama y sus personajes) éste le encargará al Lenguaje la tarea de aunar a su autoridad las indefenciones contenidas en Cemí, Foción, Fronesis, Oppiano, y a nosotros voluntad y vista para reconocerlo como el único organismo que, en definitiva, puede responder.

    Como también el lenguaje se acepta así mismo como respuesta, y no hay matrimonio mejor llevado que lo sospechoso y la unanimidad, me gustaría entenderme un poco en la trascendencia de ese pacto común, lo que más arriba he llamado "acuerdo secreto entre Lezama y sus personajes", rememorando un episodio que puede contener algo de revelador: En uno de los recesos de las clases en la Universidad, un grupo de estudiantes se deleitaba escuchando una conversación del tipo que sólo pueden desarrollar las criaturas de Lezama, donde Fronesis, Foción y Cemí, hacían desfilar ante los ojos raptados de sus compañeros una lista de nombres tan bullangueramente respetables y maliciosamente diversos como Cervantes, Góngora, Garcilazo, Santa Teresa, Quevedo, Kafka, Cotearu, que -junto a muchos otros- encontraban siempre empleo generoso en la danza verbal que día tras día ejecutaba para ellos la tríada teogónica... Cuando sonó el timbre para la próxima clase, interrumpió Fronesis: "Es la trompeta que anuncia la dispersión de Babilonia- levantando una carcajada que evitó la despedida" ...En esa carcajada hay penetración y complicidad. La ciudad preliminar ha sido sólo temporalmente dispersada: La Torre todavía es posible. Intentarla nuevamente significa avanzar hacia lo más difícil. Los estudiantes lo saben y volverán a reunirse tras la próxima trompeta para espesar su continuidad y su sentido.

  3. Eros

  4. Puestos al tanto de la alta responsabilidad con que ha sido envestido el lenguaje, no nos sentiremos incómodos participando en la conformación de un espectáculo en el que poco a poco todo comienza a ser verbalizado, desde los asuntos más pueriles, hasta los más relevantes.

    El Eros, que es, en la novela Lezama, un asunto relevante, y que tanto morbo -y tanta mogigatería, no se sabe que es peor- ha debido soportar desde que fue descubierto por el primer lector con la libido enferma, no alcanza a ser, afortunadamente, una excepción, como tampoco lo alcanza a ser, ya con menos fortuna, que -aún cuando asentimos con manifiesto desenfado ante el creciente señorío de la palabra- nos sigamos sorprendiendo menos ante su acción latente, confidencial, afásica, que ante la vulgar evidencia de la acción física, exterior, aún no interpretada -o interpretada convenientemente- por el Logos. Sobre este último hecho -curiosidad estimulada por otro tipo de literatura, especialmente de poesía, pero que ahora trato de cirsunscribir a las páginas de PARDISO, y porque no sé de un atractivo mayor en la prosa Lezamiana- me gustaría deslizar algunas ideas que estoy seguro no harán más que destacar lo sencillamente pantagruélico, subjetivo e indescifrable de la cuestión.

    No creo que exista en nuestra literatura un capítulo más leído, comentado y alborotador que el capítulo VIII de PARADISO. El maratón sexual a que son sometidos algunos de sus personajes ha dado lugar a las más diversas y contradictorias exégesis, y como no pretende este comentario sumar una más me limitaré a llamar la atención sobre la sexualidad -muy pocas veces tomada en cuenta- que predomina en los capítulos restantes y que aumenta en la medida en que disminuye el contenido erótico.

    El capítulo VIII -además de las múltiples disquisiciones que ha generado, incluídas las de Lezama -es la trampa que se nos tiende para que nada pueda interrumpir la alta misión asignada desde siempre a las páginas de su alrededor. Mientras el lector se distrae traduciendo de buena o no tan buena fe- el constante "entrar y salir" de Farraluque; Fronesis, Foción y Cemí, ejecutan la acción suprema, consistente en asegurar una apacible peregrinación del lenguaje hacia su máxima posibilidad: la imagen, instruída a su vez en la enevitavilidad de su única consecuencia posible; la concreción erótica desde la palabra y no -aunque en ocasiones paralelamente a ella- desde la acción. A los desmanes de Farraluque, Fronesis, Foción y Cemí (que no por casualidad no participan de su arrebato) oponen desmanes mucho más dignos de turbación y escándalo, sólo que nuestro idolatrado lector acostumbra a sentirse tan comprometido con la ceremonia inteligible, que muy pocas veces acierta a rendirse en los placeres excepcionales que le propone el nuevo erotismo.

    Se necesitaba una chispa y Lezama nos la ofrece en el capítulo VIII. En el siguiente se tantea nuestra disposición para aceptar y comprender las reglas del juego. La naturaleza germinal da paso a la adormecida racionalidad. Desaparece el erotismo de la acción y reencarna en el verbo. Fronesis, Foción y Cemí sostienen una larga y enjundiosa conversación sobre el homosexualismo, pero como la pelota del ping pong de un lado al otro de la net, el tema entre y sale del gran diálogo -que es un gran juego- hasta que, de pronto, o poco a poco -y no precisamente tras una mala jugada- no aparece más en el campo y el juego, y el diálogo, continúan. Primera lección: la pelota no era absolutamente necesaria. Segunda lección: tampoco el tema del homosexualismo ni le exquisita domingada que para nosotros representan Farraluque y sus "víctimas" felices. Tercera lección y última: el juego y el eros no están contempladas en la muerte de los objetos que le dan origen... un dedo sobre el conmutador inaugura una cascada en el Ontario. No hace falta continuar con el dedo puesto para que la cascada continúe fluyendo.

    Para Geoge Bataille el erotismo "es el acto mediante el cual se adentra la vida en la muerte". Si regresamos al capítulo VII (pues tras acceder a las acciones anteriores, y para su comprobación, quedamos en libertad de avanzar y retroceder arbitrariamente por toda la novela) en el que Demetrio lee la carta del tío Alberto ante Cemí, y donde presumiblemente este entra por primera vez en contacto con la palabra hecha poesía, observaremos que "al oir ese desfile verbal, tenía la misma sensación que cuando, sentado en el muro del Malecón, veía a los pescadores extraer a sus peces, cómo se retorcían, mientras la muerte los acogía fuera de su cámara natural...", es decir, cómo se adentraba la vida en la muerte y "como un viento ligero estremecía esas palabras y les comunicaba una marcha..." El mismo Bataille habla, en Las lágrimas de Eros -lágrimas y Eros formalizan la primera entidad anárquica-, del orgasmo como de la "pequeña muerte". En la cultura del Antiguo Egipto, el tribunal de los muertos es presidido por Osiris, el dios de la Procreación. Reflexionando sobre la traducción occidental -especialmente angloamericana- de este diálogo muerte y vida, el propio Lezama, en un texto titulado La egiptización americana, comenta que mientras la pirámide egipcia intenta incrustar la muerte al renacer del limo, el rascacielo occidental se convierte en una iluminación momentánea de la vida dentro de la muerte...En la cultura hindú, por su parte, Siva encarna una veces al dios de la Muerte y otras el de la Fertilidad. "Estoy enferma de amor", dice la Sulamita de El Cantar de los Cantares, y la cópula tiene el mismo rango que la muerte", escribe nuestro contemporáneo Walt Whitman.

    Esta milenaria inclinación del Eros hacia el Fátum, y su contrapartida de substancia fatal revolviéndose en vida a través de la experiencia erótica, se actualiza abierta y desordenadamente en las páginas de PARADISO. Si continuamos hurgando en la reacción de Cemí ante la lectura de la carta del tío Alberto -otro sería el experimento con las muertes sucesivas de la novela: Andresito, el Coronel, el tío Alberto, doña Augusta, Oppiano Licario- veremos que "los extraídos peces verbales" se retorcían en la superficie irrespirable y se adentraban poco a poco en la muerte, "pero era un retorcimiento de alegría jubilar, al formar un nuevo coro, un océano de oceánidas cantando el perderse entre las brumas"-.

    Pero hay tantos erotismos -y éste es apenas la manifestación primaria de uno de ellos- como culturas, y como muchas son las culturas que se entrecruzan en la novela de Lezama, también tendremos que encarar el entrecruzamiento -a veces unos excluyentes de otro- de muchos erotismos por lo que cualquier tentativa de inventario deberá ser asumida, cuando menos colectívamente. De semejante ejercicio extraeremos que cada episodio es una expansión -y su principio no menos entrañable que su fin- del Eros trascendido y verbalizado: Baldovina tratando de calmar el asma y -con remedios homicidas- borrar las ronchas del cuerpo del pequeño Cemí; una conversación de sobremesa en casa de los Olaya; las escenas escolares protagonizadas por Alberto y José Eugenio, y las que habrán de protagonizar después cada uno por separado; el internamiento del Coronel en un hospital de Estados Unidos; las últimas palabras intercambiadas con Oppiano Licario, y más tarde su muerte; las propias muertes del tío Alberto y de Andresito; el juego de yanquis de Rialta con sus hijos; la participación de Cemí en los disturbios de la Universidad; el diálogo de Foción con el padre de Frónesis en Villa Clara; el decisivo encuentro de Cemí con Oppiano en un ómnibus alucinado y al final de la muerte de éste, etc. son pasajes -amén de los mencionados con anterioridad, las inolvidables conversaciones-ceremoniales entre Cemí, Fronesis y Foción, y los muchos otros que creo innnecesario enumerar aquí- portadores de una conciencia erótica que precisa de otras vías de aproximación. Ya no bastan el espíritu romancesco o el ánimo constantemente ecilpsado por la actividad y la iniciativa propia del texto, sin arrojos para la rapacidad y sujeto a las leyes dictadas arbitrariamente por los ídolos baconianos que suelen valerse de este tipo de huerta para deshacer en los otros ese opuesto género de sabiduría y adivinación que reclama y azuza la nueva lectura.

    Si nos servimos, para otra posible disección y como proyecto metodológico, de las tres puntas amoviles del triángulo hegeliano -descendiente directo del tres pitagórico, tan caro al sistema poético de Lezama obtendremos nuevas clasificaciones para los erotismos contenidas en PARADISO, a cada una de las cuales será posible aplicar -dado su carácter infinito y circular- el mismo proceso.

    Fronesis (en la antigüedad griega la frónesis representaba la superación del conocimiento a través de la vida filosófica) en el que predomina el acento ético, profundo, sucesivo, nos entregará un erotismo tesis. Foción, que entraña el caos, el demonismo, la agilidad rebelde, lo épico, la autodestrucción será portador de un erotismo antítesis; mientras que Cemí, la resistencia intuitiva progresando por medio del verbo hacia la poesía, los acogerá a ambos en un erotismo sintético que permanecerá inconcluso hasta el arribo definitivo de Oppiano Licario. No es Cemí, sino Oppiano-Cemí, que significa Cemí-Fronesis- Foción, la cualidad enérgica donde verdaderamente se cumple la síntesis ... aquí comenzaría un nuevo capítulo donde cada cual deberá emplear su inocencia y su imaginación en advertir cómo se acarician las palabras, cómo se ocultan de cierto lector para sentirse libres en su incesante comercio de carnalidad, cómo avanzaron los verbos hacia su naturaleza epicúrea, cómo se arrullan, cómo verbo y palabra, se frotan ardientemente hasta obtener en el último rellano de su endeleble travesía triangular eso que algunos llaman, con acierto, orgasmia, pero que yo prefiero sustituir por uno de sus más nobles sinónimos. Endiosamiento.

  5. Phatos (envío)

 

He dicho "inventariar", "clasificar", cuando estoy persuadido de que sólo a través de la emoción y el reflejo sinceramente animal que aún no ha podido arrebatarnos su majestad el progreso, será posible recpnocer, entre todos los hijos de Afrodita y Ares, a éste que se ha planteado como presencia y devenir una vida errátil y anónima. En una entrevista reciente, Severo Sarduy aseguraba: "Una palabra es ante todo sexualidad, es erotismo. El lenguaje tiene, para mí, una verdadera capacidad de erección". No se llega a esa respuesta por medio del chapoteo académico o el ábrete sésamo de la más refinada metodología. Es a través de una hilaza finísima que cuelga desde dentro hacia afuera y que, aún siendo, no a todos concede el don de detectar cuándo un texto es sencíllamente anorgásmico; porque tengo la impresión de que alrededor de este término y su contrario se han contoneado con elegancia o mezquindad, según el caso, las literaturas de siempre. Para reiterar a qué bando pertenece PARADISO y José Lezama Lima, fueron escritas las páginas que en estos mismos momentos usted está terminando de leer.

Mayo de 1991.

 

 


REFLEXIONES EN TORNO

A LA RELACIÓN FAMILIA SOCIEDAD

                                                                                                         por René Acosta Cubillas.

 

La familia es algo vivo, que debe estar en constante renovación e interacción ya no tan sólo para subsistir sino también existir y coexistir y por qué no, elevarse esa retroalimentación sociedad-familia ha de ser el oxígeno vital y necesario que impulse el crecimiento y la maduración de la familia.

¿Qué sucede en el ámbito familiar y social cuando esa vena se trunca? Veamos, la familia es considerada célula primaria de la sociedad; además que yo diría embrión de la sociedad misma, ya que no tan sólo es parte de ella sino que es la misma sociedad.

Cuántas veces hemos visto fracasar esfuerzos, quizás bien intencionados, pero sin dudas mal orientados, que han obviado esta realidad. Si el hombre ha de ser el sujeto y objeto de toda actividad humana, entonces dónde se complacerá más el hombre que siendo atendido en el nivel que él siente, ve y comprende, es decir, en su núcleo, que a su vez es el motivo de sus principales esfuerzos.

Cada familia, como cada uno de sus miembros, tiene su ética, sus gustos y apreciaciones culturales, su idiosincrasia, su carisma, su raza, su ideología y muchos otros rasgos más que la perfilan y definen; al encerrarla en un concepto o masificarla estamos perdiendo su esencia que es el individuo. Hay necesidades comunes, pero las soluciones tienen que ser específicas, las respuestas deben dirigirse al individuo en su entorno, no al entorno.

Cuando el hombre hace su contribución a la sociedad (léase al resto de las familias) y lo hace a la medida y al gusto de las exigencias específicas, no tan sólo crece en creatividad sino también en espiritualidad, devenida del placer por el aporte hecho al bienestar común. Cuando el hombre contribuye a ciegas para la generalidad es un autómata, un mecanicista; se destruye al individuo y a la idea, sólo se usa el cuerpo.

Se dice que el hombre es un ser social, pero antes el hombre es un ser espiritual, la espiritualidad los une y la da sentido a esa unidad. Es real esa influencia y proyección social, pero son justas cuando se encauzan a formar el sello, la marca o el estilo del individuo , que a su vez tiene como receptor a otro ser definido, y es entonces cuando esta interacción va del hombre al hombre, y después se revierte al origen, llevando plenitud y satisfacción, crecimiento y renovación.

Es frecuente el uso y abuso del término sociedad, y en la mayoría de las veces sin un sentido lógico, y así oímos expresiones como: uso social, interés social, atención social, obra social, etc., y convertimos esas expresiones en justa causa para todas las posiciones e intereses antagónicos o no, con el individuo; como si la obligación por parte del Estado de atención social no llevara implícita la atención al hombre y a sus derechos.

La verdad es que el hombre se ha de elevar para aspirar a ese lauro que es la dignidad humana; y la sociedad ha de ser el substrato que promocione al individuo, y por ende con el individuo pleno se dignifica la sociedad, que es a su vez el conjunto de éstos. Martí quería que la Ley Primera de la República fuera el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

No debe confundirse el reclamo a la libertad, respeto y atención al hombre, individualmente concebido, con el individualismo despiadado y desprovisto de toda ética, porque ello sería tan lesivo al hombre como su masificación; que al final también lo despoja de sus atributos y lo utiliza para cualificar la palabra sociedad, y así con un término etéreo, sustituir al hombre y a la vida.

Me pregunto, la familia debe ser el reflejo de la supraestructura económica, política y social o sea supraestructura o esa supraestructura reflejo de la familia. Yo opto por lo segundo; el eco refleja al sonido y no el sonido al eco. La supraestructura debe atender a la familia como el agricultor a sus cultivos. Se pueden rotar los cultivos en la tierra, pero jamás las atenciones que requiera cada uno de ellos, es decir, como cada cultivo lleva sus requerimientos en sí, lo mismo precisa cada familia; así es de sencillo. Entonces el interés de todo ha de ser la satisfacción de la necesidad de cada grupo, y a su vez, de cada grupo a la de todos.

La familia debe ascender libremente a la supraestructura, y esta a su vez descender obligatoriamente a la familia, sin tamizaje, es decir, cuando la "sociedad" actúa como tamiz entre ambos truncamos esa vena que alimenta a uno y otro e impedimos el reciclaje y purificación de ambos; entonces ocurre el fenómeno de la polarización entre familia y sociedad, y al hablar de uno no hablamos del otro. Se pierden los buenos esfuerzos por la incorrecta orientación.

¿Y qué llega a la familia y a cada miembro en particular de este "diálogo" de sordos?. La dantesca realidad estremece el horizonte, y donde un día pusimos esperanza debemos poner hoy frustración. Pero también hay esperanza, yo concibo a la familia como núcleo de la supervivencia, en que el hombre, así agredido, se refugia en su familia; pero el individuo así no es feliz, ni su familia lo es. Para que haya felicidad se precisa estabilidad (que no quiere decir inmutabilidad), y sólo se encuentra estabilidad en el equilibrio y equilibrio en la equidad, en el diálogo respetuoso e igual. Volvemos otra vez a la interacción familia-sociedad tan manoseada.

Yo opto por la esperanza en el mejoramiento humano partiendo de los anteriores presupuestos y de su cumplimiento sincero.

De no oirse el reclamo o por la libertad individual y la solidaridad social, se observará otra mutación en esa familia que actúe como agente catalizador de reformas sociales. Muchos ejemplos tenemos los cubanos de esas familias a las que los españoles en el pasado siglo llamaban reductos de insurrectos.

No hay una sola familia, sino casi tantas familias como individuos más o menos poderosas para la lucha por su promoción humana. Todo pueblo también se nutre de estas familias y de las relaciones sociales que dan unidad y fuerza y organizan al conjunto humano para la vida en común.

Toda sociedad funcional, debe ser un sistema de costumbres, aspiraciones e instituciones por las cuales cada familia trate de ajustarse a su medio, siempre cambiante y también satisfacer sus necesidades materiales y espirituales.

 

 


LA FAMILIA CUBANA EN LA FORMACIÓN DE SUS HIJOS

por Raúl Pimentel Cortés.

 

Como uno de los grandes retos que tiene la familia, sino el más importante , es contribuir a la formación integral de sus hijos, para que estos a su vez sean capaces de insertarse en la sociedad, como personas de bien y ayuden al progreso y desarrollo de la misma, y a la vez sean capaces de transmitir a sus hijos todos los valores recibidos con anterioridad por ellos durante su formación.

Para que todo esto pueda ocurrir, es indudable, que debe existir un medio adecuado en el contexto familiar y social, en donde todos los factores que influyen en la formación de nuestros hijos tengan la posibilidad de coexistir e interactuar sin restricciones.

Los profundos cambios en el orden político, económico y social ocurridos en nuestro país en las últimas décadas, han ejercido enorme influencia en todos los estratos de nuestra sociedad, incluyendo, claro está, la familia.

La educación masiva con su elevada carga de justicia social, que ha permitido llevar conocimientos a toda la sociedad, se ha realizado bajo una sola orientación ideológica, antepuesta a la pluralidad tan necesaria para lograr personas más enriquecidas, en sus relaciones, en sus creencias.

Vivimos en una sociedad en donde se ha cerrado el paso a la diversidad provocando una polarización dentro de la propia familia cubana que trae aparejado la ruptura de los lazos familiares, inclusive en la relación de padre a hijo.

Una sociedad radicalizada en una sola dirección, crea dificultades a los padres, para transmitir a sus hijos los conceptos que ayuden a su formación social, cuando éstos no coincidan total o parcialmente con los principios político-ideológicos que sustentan a la misma.

Es difícil lograr núcleos familiares estables con posibilidades de contribuir positivamente a la formación de los más jóvenes, cuando prevalecen en los mismos conceptos tan dañinos como la doble moral y el miedo a expresar sus criterios de forma clara y abierta; cuando esto funciona así, el joven heredará estos patrones de conducta, y los hará suyos, acorde a sus posibilidades como individuo, y a partir de ese punto, aún en sus relaciones más íntimas llevará esa mala semilla, que no le permitirá llevar relaciones sinceras y transparentes, mientras predominen en él estos conceptos.

El exilio, vía elegida por muchos como solución, ha contribuído durante años a la separación de la familia, y a crear un muro de incomunicación entre sus miembros, ejerciendo influencia negativa tanto en aquellos que se insertaron en una nueva sociedad, como en aquellos que permanecen, porque se interrumpió de golpe el intercambio sano o íntimo entre los seres queridos que conforman la familia, el consejo sabio y oportuno de los mayores que tuvo que ser buscado en otras fuentes, las amistades de tantos años rodeados de tantos recuerdos, base de fuertes lazos amistosos en el futuro, ya no son más que recuerdos borrosos por no tener la continuidad necesaria.

Nuestros hijos necesitan desde los primeros años de su vida, el contacto directo y continuo con sus padres, por lo que es necesario que se dedique la mayor parte del tiempo libre disponible a los mismos, pero desgraciadamente no siempre ocurre así, un elevado número de reuniones, movilizaciones y actividades limitan este tiempo, creando un vacío en las relaciones de padre a hijo difícil de llenar y recuperar. A la vez, los hijos, debido a las características del sistema educacional, pasan demasiado tiempo alejados de su hogar, en becas y movilizaciones de diferentes tipos. Esta situación se agrava, cuando ocurre el divorcio de los padres al disminuir el contacto con uno de los padres, por no convivir en el mismo hogar.

Toda esta incomunicación, separación y falta de atención, trae aparejada en ocasiones trastornos de conducta en los menores, influyendo síquica y emocionalmente en los mismos, con la inevitable secuela que deja esta situación, además de aumentar las posibilidades de relaciones sexuales precoces, sin haber alcanzado el nivel de madurez necesario para enfrentar esta situación y la posible llegada de un hijo no deseado en esta etapa.

Es indudable que la familia cubana como parte de la sociedad cubana actual está obligada a reflexionar sobre todos estos aspectos y otros que no han sido tratados, pero relacionados con la formación de nuestros hijos, para de manera madura y consciente ejercer el papel que nos corresponde arribar a conclusiones que nos permitan alcanzar estadíos superiores.