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septiembre-octubre.año3.No.15.1996 |
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REFLEXIÓN |
LA RELIGIÓN ANTE LOS DESAFÍOS DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL. (El factor religioso con el conflicto entre Cuba y los EE.UU) por Enrique López Oliva |
Ante el umbral de un nuevo siglo, del inicio del tercer milenio del cristianismo, se vive un momento muy especial del tránsito hacia lo desconocido, de diversas búsquedas hacia la construcción de un Nuevo Orden Mundial, de un nuevo mundo para un hombre nuevo -aspiración eternamente utópica del hombre- que abarca lo económico, lo político, lo social y también lo cultural y lo religioso. Todo fin de siglo históricamente suele coincidir con profecías y especulaciones que anuncian buenos augurios, ya que de cierta forma renace la convicción de que el fin de la historia es inminente. Al finalizar el siglo XIX, se habló de un Nuevo Pentecostés (una vuelta del Espíritu Santo sobre hombres escogidos por Dios) y de una Nueva Jerusalén (Ciudad de Dios) por venir, presagiada en el Libro del Apocalipsis (21.222.5), ante una vieja época que llegaba a su fin. ¿Qué clase de mundo vendría? El desarrollo vertiginoso de las ciencias y el progreso, el lanzamiento de nuevas teorías sociales, así como la visión de una glorificación del capital en los Estados Unidos y otras grandes potencias occidentales, estimularon el sueño de un segundo Pentecostés, de un retorno a la tierra del fundador del cristianismo, para establecer un mundo donde no habrá sufrimiento, "ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor (Apocalipsis 21,4). Expresión de este anhelo humano fue la celebración en Chicago de la Exposición Mundial Colombina, que atrajo a millones de personas, en el verano de 1893, y que fue la sede del primer parlamento Mundial de Religiones, que reunió a representantes de las diez más numerosas religiones del mundo, que intentaron, en un esfuerzo ecuménico sin precedentes, descubrir las bases de una unidad espiritual de la raza humana. Pero pronto vendrían las desilusiones, los signos nefastos que anticiparían momentos tormentosos. La propia Ciudad Blanca, erigida como capital del mundo, símbolo del orgullo americano, desaparecería víctima de un voraz incendio, el 8 de enero de 1894. La frágil fantasía de cartón se fue, pero no pudo borrar del todo la persistente esperanza de un Nuevo Pentecostés. La Primera Guerra Mundial estremeció Europa, y una revolución de nuevo tipo, la Revolución Bolchevique, se convirtió en esperanza para muchos, que vieron en ella un Nuevo Pentecostés secular, sobre todo los más pobres y desposeídos, aquellos que no tenían o tenían muy poco que perder. Capitalismo y Socialismo se enfrentaron como sistemas económicos y políticos durante el resto del siglo. Dos guerras mundiales, El Holocausto Judío, el arma atómica (con los calvarios humanos de Hiroshima y Nagasaki), más una serie de conflictos bélicos de mediana y baja intensidad, dejaron millones de muertos; cambió el mapa geopolítico, dando paso a la aparición de nuevas naciones, el mapa religioso también resultó seriamente alterado. Se conformaron nuevas agendas políticas y la religión fue fuertemente impactada hasta en sus propios cimientos. El siglo terminaría con el colapso sorpresivo de los regímenes del llamado "socialismo real" y la desesperanza se apoderaría de muchos, mientras los más poderosos celebrarían con entusiasmo su triunfo momentáneo, visto como un triunfo del bien sobre el mal, de la creencia sobre el ateísmo. El mesianismo socialista sufrió un fuerte golpe, el capitalismo renació de las cenizas del "socialismo real" en los antiguos países comunistas de Europa del Este y hasta la propia Rusia, que llegara a convertirse en el Vaticano del marxismo-leninismo, se declararía capitalista, renunciando a su papel de "Salvador" de la humanidad proletaria. Actualmente se está conformando una nueva agenda para la construcción de un Nuevo Mundo, del mundo del siglo XXI. Un teólogo latinoamericano se interroga si será de "¿caos o esperanza?". El Chileno Pablo Richard, teólogo católico de la corriente cristiana liberacionista, al analizar "fundamentos y alternativas" para el próximo siglo, expresa: "Vivimos hoy una acelerada crisis económica, una crisis del sistema; incluso algunos piensan que vivimos una crisis de la modernidad, o más profundamente una crisis de civilización. También se habla de crisis de paradigma y de crisis de esperanza. No es una época de cambios, sino un cambio de época (...). En este clima de crisis, derrumbe, miedo, agresividad y desesperación, la única actitud humana responsable es la reconstrucción de la esperanza. Pero no una esperanza voluntarista, ideológica o ilusoria, sin una esperanza histórica, real y creadora de alternativas. Este final del siglo (y final también del milenio) quizás no sea un tiempo lleno de certezas, de éxitos y de triunfos, pero sí será tiempo de construcción de fundamentos y de creación de alternativas. Es un período de transición (...)"1. Uno de los principales estrategas políticos estadounidenses, Henry Kissinger, describe el actual período como "un período de gestación", en que el final no está del todo visible en la medida que entramos en la próxima centuria. "Parte será una extensión del pasado, y parte impredecible, en el nuevo orden mundial". Y se pregunta "¿Qué será la unidad básica del orden internacional? ¿Qué medios interactuarán? (...) ". Y anticipa que el mundo, vivirá "un período de turbulencia inevitable"2 . Lo religioso está de alguna forma presente en la elaboración de las nuevas agendas y programas que se conforman, y no es de extrañar ya que, pese al secularismo reinante en gran parte de occidente, el hombre no ha podido despojarse de su religiosidad. Los presagios secularistas de algunos estudiosos sociales, incluso de algunos teólogos que anticiparon una "era posreligiosa", la imposición de una "Ciudad Secular" (Harvey Cox) y hasta "la muerte de Dios", no solo no se han cumplido, sino que en territorios donde se llegó a implantar el ateísmo como política oficial, vemos como resurge actualmente con fuerza la religión, incluso en modalidades paganas hace tiempo extinguidas. Detrás de las agendas de las principales coaliciones políticas del mundo, como son el partido Republicano y el partido Demócrata en los EE.UU., vemos el elemento religioso jugando un papel de suma importancia. Pero también, hacia la extrema izquierda, incluso dentro del marxismo, parece ir a su rescate nada menos que una corriente teológico radical, encabezada por los teólogos de la liberación, que se sitúan dentro del marxismo y emprenden su relectura desde el Tercer Mundo, y frente a aquellos marxistas que hoy reniegan de su fe política, después de una larga militancia en partidos oficialmente marxistas, se alzan voces como la del teólogo e historiador católico argentino Enrique Dussel: "Marx no sólo no ha muerto, sino que generará nuevo impulso al pensar crítico filosófico, económico y aún teológico3. Y no sólo a Marx se le intenta rescatar de la muerte del olvido, sino a otros pensadores marxistas como el italiano Antonio Gramsci y al peruano José Carlos Mariátegui4. Lo que constituye, sin dudas, una gran paradoja del destino, o una burla de Dios, que plantea el rescate de una ideología política que lo negó. El Movimiento Cristiano progresista de la América Latina es actualmente una de las columnas vertebrales del Nuevo Movimiento Continental Indígena, negro y popular, constituido en el continente a raíz de la campaña por los 500 años. iniciada en 1992, en el marco de las contracelebraciones del V Centenario, y que se desarrolla como un laboratorio de búsqueda para la alternativa sobre varios terrenos de la vida social, propugnando una "unidad en la diversidad" de los diversos grupos sociales populares5. Después de la Segunda Guerra Mundial, que sacudió las bases del cristianismo occidental, los ideales protestantes dejaron de controlar la vida política, social y el destino religioso de los Estados Unidos, principal potencia protestante del mundo, pese a continuar la comunidad cristiana dominando de alguna forma la escena norteamericana, no obstante el creciente incremento de grupos no cristianos. En 1994 se calculaba protestante el 35 por ciento del total de la población de los EE.UU.; católicos el 23,5 por ciento, aunque la Iglesia Católica como tal había pasado a ser la Iglesia más numerosa de los EE.UU. Juntos, protestantismo y catolicismo, constituyen una mayoría cristiana del 58,5 por ciento del total de la población estadounidense6. La propagación de nuevas y no tradicionales religiones en Estados Unidos han comenzado a ejercer cierta influencia por diversas vías en el futuro de la nación. Una respuesta al incremento del pluralismo religioso de décadas recientes, es la exhortación al retorno a una "América cristiana", propugnado actualmente por algunos grupos protestantes, que intentan imponer una particular teocracia al resto de la nación. Se destaca en esta tendencia el llamado "Movimiento por la Reconstrucción del Cristianismo", que dice reunir 20 millones de adherentes, quienes identifican "la tolerancia con la aceptación del ateísmo, la perversión, lo criminal y la adhesión a otras religiones"7. En cierta forma hay una coincidencia política y retórica con la "Nueva Derecha Religiosa", cuyo objetivo es hacer funcionar a los EE.UU. como "una nación cristiana". Después de largos años en que los evangelistas (nombre que se emplea para identificar al movimiento sectario inspirado en los Evangelios surgidos con posterioridad a la reforma luterana, para diferenciarlo del producto directo de la reforma, identificado como protestantismo histórico) estuvieron al margen de la vida política, estimulados por nuevos grupos activos en política los evangelistas han irrumpido en la acción política, agrupados en una "Nueva Derecha Religiosa" que comenzó a atraer la atención por su complejidad e importancia en las elecciones de 1980, que llevaron a Ronald Reagan a la presidencia. Desde ese momento, la Derecha Religiosa ha ido desarrollando una influencia creciente y sostenida sobre el partido Republicano, hasta imponer prácticamente una agenda a este partido, mediante la llamada "Coalición Cristiana", donde participan también católicos, aunque en un por ciento mucho menor, y que agrupa a un millón 700 mil. La influencia de este grupo es tan grande que seis candidatos para la nominación presidencial del partido Republicano, siete si incluimos a Newt Gingrich, se han plegado a la agenda de la "Coalición Cristiana", que ha comenzado a distribuir "guías para votar" en las puertas de los templos y califican las elecciones de "misión primaria". La coalición da actualmente pasos para jugar en grande en las próximas elecciones presidenciales para tratar de imponer en la Casa Blanca a alguien que acepte su agenda y copar el congreso con legisladores que no se opongan a la misma. Los líderes de la "Coalición Cristiana" estiman que podrán movilizar a favor de su agenda entre treinta y cuarenta millones de evangélicos y católicos8. Metodológicamente podemos agrupar a los cristianos en los EE.UU. dentro de tres tendencias políticas: derecha, moderados y liberales, aunque por supuesto en cada tendencia existen toda una gama de matices. Los liberales constituyen un sector muy importante dentro de la coalición demócrata, aunque es un grupo mucho más heterogéneo que la derecha, y los moderados suelen oscilar entre la derecha y los liberales, según las circunstancias, y son muy influenciados por los medios de comunicación masiva. Se suele ubicar políticamente entre los liberales a importantes instancias religiosas como el Consejo Nacional de Iglesias de Cristo, cuya secretaria ejecutiva, la doctora Joan Campbell, participara en un encuentro entre líderes religiosos de los EE.UU. con el presidente Fidel Castro, el pasado 25 de octubre de 1995 en Nueva York. El Consejo tuvo cerradas las puertas de la Casa Blanca durante las Administraciones republicanas de Reagan y Bush, las que le han sido abiertas por la actual Administración demócrata de Bill Clinton9. Aunque existen algunas diferencias (en temas como el aborto, el divorcio y otros) entre el actual pontífice de la Iglesia Católica, Juan Pablo II, y la política de la actual Administración demócrata, diversos comentaristas evaluaron la reciente visita a EE.UU. y sus discursos, pese a emplear un lenguaje no directamente político sino más bien filosófico, como un respaldo a la política del presidente Clinton. Debemos recordar que no ha habido en la historia política de los Estados Unidos un sólo presidente que no haya estado adherido a una determinada Iglesia o por lo menos tenido una posición acorde con el espíritu cristiano. Clinton, religiosamente, se ubica entre la corriente bautista liberal, al igual que el anterior presidente demócrata Jimmy Carter. Hay que apuntar que el catolicismo se suele proyectar políticamente en los EE.UU. hacia los demócratas, aunque en las elecciones legislativas de 1994 una mayoría católica votó por los republicanos, cuya base social es principalmente evangélica conservadora. Juan Pablo II en las Naciones Unidas exhortó a que esta institución se convirtiera en un "centro moral" y llamó a combatir con eficiencia la pobreza y las situaciones de dependencia que "ofenden la conciencia de la humanidad y representan un formidable reto moral para la familia humana". Censuró el aislacionismo y actitudes anti-inmigrantes. "The New York Times" comentaría que lo que dijo el Papa sobre los pobres e inmigrantes sonó de manera atrevida en algunos oídos, porque otras voces similares han sido aplacadas en el escenario político norteamericano, donde se trata de imponer la reducción del beneficio social, la lucha contra la migración ilegal y limitar el apoyo estadounidense a la ONU, elementos fundamentales de la agenda o republicana, que apoya la Derecha Religiosa10. El propio presidente cubano destacó en su encuentro con un grupo de líderes religiosos, que el actual pontífice católico, a quien calificó de "una de las personalidades más brillantes de la Iglesia Católica de los últimos siglos", "habla de la sociedad de consumo con espíritu crítico, habla de la pobreza, de las injusticias sociales, con lo cual nosotros coincidimos"11. El profesor español Rafael Díaz Salazar, de la Universidad Complutense, de Madrid, ha señalado que "en la actualidad existen diversos tipos de críticas cristianas al capitalismo. Las más importantes son las elaboradas por las Comunidades Cristianas de Base de los cinco continentes y, sobre todo, las formuladas por las diferentes teologías de la liberación. Está creciendo, incluso, una importante línea de conformación entre teología y economía, en versiones socialistas y neo-conservadoras. Las primeras afirman que "dentro del capitalismo no hay salvación", mientras que los segundos presentan el cristianismo como una nueva fuente de legitimación moral del neocapitalismo. De aquí nace el gran reto del neoconservadurismo , a la teología y al cristianismo de liberación12 . Subraya que la versión moderna de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, uno de los temas del pontífice Juan Pablo II, "viene, entre otras instancias, a cubrir el vacío creado por el fracaso histórico de ciertas realizaciones del ideal del socialismo y contribuye a mantener la denuncia de un sistema que si bien ha creado riqueza y bienestar en un reducido número de países de la tierra (el primer mundo), también ha contribuido y contribuye a causar pobreza externa para la mayoría de la humanidad (...). Esto no quiere decir que la Doctrina Social de la Iglesia pretenda convertirse en la alternativa única al capitalismo. En modo alguno "pretende ser una tercera vía", como señala la encíclica papal Centesimus Anus (1 de mayo de 1991). Es más, las últimas encíclicas explícitamente lo rechazan"14. Al resumir su pensamiento sobre la problemática actual, Juan Pablo II, en un libro que ha alcanzado ya los cuatro millones de ejemplares, "Cruzando el Umbral de la esperanza", que resume la proyección de este jefe religioso hacia el próximo siglo y el nuevo orden mundial en gestación, recordó al político e intelectual francés Andrés Malraux, quien dijo en una ocasión: "El siglo XXI será el siglo de la religión o no será en absoluto" y exhortó "¡No tengáis miedo!" sobre lo que se avecina15. Entre los múltiples problemas políticos que aquejan al mundo de hoy, figuran diferencias y conflictos entre países, provocados por diversos factores. En el continente americano, y en especial en el Caribe, el conflicto entre Cuba y los EE.UU., ocupa un espacio significativo. No es de extrañar, por lo tanto, que a raíz de la reciente visita a los EE.UU. del actual pontífice católico se haya especulado sobre la posibilidad de una mediación de Juan Pablo II en el diferendo, buscando vías a favor de una solución del mismo. Tanto las Iglesias de Cuba como las de los EE.UU., como también de otros países, así como diversas instancias internacionales religiosas, se han interesado, con diversos acentos, en la cuestión, que no sólo acapara el interés de los gobiernos sino, de forma muy especial, de los pueblos, principalmente de Cuba y los EE.UU., y de una comunidad numerosa de emigrantes cubanos residentes en los EE.UU16. La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, como actualmente otras Conferencias Episcopales de la Iglesia Católica, incluyendo la de Cuba, aportan criterios a veces cuestionadores de aspectos de la política del gobierno de sus países, aunque algunas veces se malinterprete su "profetismo" y se le considere injerencismo político. En un documento reciente, titulado: "Los frutos de la justicia se siembran en la paz", la Conferencia Episcopal de los EE.UU. manifestó no solo su apoyó al pueblo y la Iglesia católica de Cuba, sino que apoyó los esfuerzos que se realizan a favor de un "diálogo entre nuestras dos naciones"17. El "Consejo Nacional de Iglesias de Cristo de los EE.UU." también se ha manifestado en el mismo sentido, así como diversas denominaciones religiosas estadounidenses y algunas iglesias independientes, principalmente miembros de la Comunidad Negra; y algunas organizaciones ecuménicas como "Pastores por la Paz" han organizado diversos programas de ayuda humanitaria y realizado movilizaciones contra el embargo en diversas ciudades norteamericanas. Existe un amplio consenso internacional en el campo religiosos a favor del levantamiento de¡ embargo o bloqueo norteamericano contra Cuba, calificado por algunos, como el teólogo católico chileno liberacionista, Pablo Richard, de "irracional", y por otros, como una medida "anacrónico" propia de los tiempos de la Guerra Fría, de la confrontación Este-Oeste, que ha traído sufrimientos para el pueblo cubano y consecuencias políticas negativas. Las instituciones religiosas han saltado por encima de las diferencias políticas para llevar ayuda humanitaria al pueblo cubano con el objetivo de paliar los daños provocados por el embargo y las consecuencias del colapso de los regímenes del "socialismo real", que fueran los principales aliados políticos y económicos de Cuba, y por supuesto, también de errores en la política económica. El diálogo interreligioso se mantiene fluido y es un ejemplo estimulante para otros tipos de diálogo: son frecuentes los intercambios de visitas entre diversos grupos religiosos de Cuba y los EE.UU. El Consejo Latinoamericano de Iglesias desarrolla actualmente un programa de acompañamiento con el pueblo y las iglesias de Cuba titulado: "Junto a las Iglesias de Cuba en su servicio al pueblo". Las instituciones religiosas en Cuba han asumido en los últimos años un rol sumamente dinámico dentro de la sociedad civil cubana y en especial en el campo de la ayuda humanitaria. Cáritas Cuba, de la Iglesia católica, el Departamento de coordinación y proyectos (DECAP) del Consejo de Iglesias de Cuba y otras instancias religiosas, también la Comunidad Judía, ayudan a canalizar la ayuda exterior hacia el pueblo cubano, así como patrocinan y supervisan proyectos concretos de beneficio social y económico. No podemos ignorar a la hora de evaluar el factor religioso en el conflicto entre Cuba y los Estados Unidos, la incidencia que en el mismo tiene la política seguida por el gobierno revolucionario cubano hacia las iglesias y demás instituciones religiosas de la isla y los creyentes en general, la que ha pasado por un complejo proceso de altas y bajas, con momentos de mayor tensión y de casi normalidad, en medio de un proceso político que, como todo proceso revolucionario, ha sido, y es, muy dinámico y complejo, con diversas connotaciones de carácter ideológico, y sobre el que ha interactuado el conflicto con el vecino del norte. En los últimos años se han dado pasos significativos para tratar de mejorar las relaciones iglesia-estado, sobre todo a partir del Cuarto Congreso del Partido Comunista de Cuba, aunque todavía hay quienes estiman dentro del campo religioso que falta a veces una visión más integral y sostenida hacia la institucionalidad eclesiástica, encabezada por sus jerarquías nacionales, que las representan ante el estado y la sociedad, insertadas algunas, como en el caso de la Iglesia católica, dentro de una institucionalidad universal, encabezada por el sumo pontífice. Esta cuestión no puede pasarse por alto en el análisis, ya que separa, como algunos hacen, las jerarquías nacionales de la jerarquía universal, violando un precepto estructural, ya que las primeras son parte de un todo, encabezado por la máxima jerarquía, y obedecen en última instancia a los mismos objetivos derivados de una misma plataforma teológico, que las sustenta, aunque, por supuesto, pudieran manifestarse matices en la apreciación de determinadas cuestiones, pero que no alteran la proyección global. También hay que tener cuidado cuando se analizan las tendencias políticas de una institución o manifestación religiosa, no confundir la instancia eclesiástica con una instancia estrictamente política, ya que las iglesias tienen características sociológicas, derivadas de su fundamentación teológico, que la diferencia de otras expresiones sociales como los partidos, las agrupaciones políticas, los sindicatos, etc., aunque a veces puedan confundirse aparentemente sus funciones. Sociológicamente hablando las iglesias son instancias de mediación, creadoras de consenso, no instancias de acción directamente políticas, aunque no dejen de incidir de alguna forma en el campo de la política. Todo indica que la religión está, desde su propia perspectiva, destinada a desempeñar un papel de primera importancia en la conformación del nuevo orden mundial en gestación y que su incidencia en conflictos entre las naciones, y aún dentro de las mismas, entre diversos grupos sociales, puede desempeñar un papel muy positivo en la búsqueda de soluciones racionales, no violentas a los conflictos. El diálogo interreligioso contribuye a otros tipos de diálogos, ya que propicia una ética en favor de la sociedad mundial. La comprensión interreligiosa es un importante presupuesto de la paz entre los pueblos, ha subrayado el destacado teólogo católico suizo Hans Kung . Cuba no es una excepción en esta proyección, aunque lamentablemente haya quienes traten, de diversa forma, de manipular la fe religiosa alentando odios y diferencias; pero tales actitudes van contra los principios básicos de toda religión y, desde una perspectiva cristiana, son totalmente anti-evangélicos. La Habana, 8 de noviembre de 1995.
Referencias Bibliográficas. 1-Pablo Richard, ¿Caos o esperanza? Fundamentos y alternativas para el siglo XXI, en: CRIE. Centro Nacional de Información Ecuménica, Ciudad de México, Documento No.125, julio de 1995, p,1. 2-Henry Kissinger, Diplomacy, New York, Simán & Schguster, 1994, p.806. 3-Enrique Dussel, Las metáforas de Marx, Navarra, España, Ed. Verbo Divino, 1993, p.5. 4-Enrique López Oliva, Gramsci y la cuestión religiosa: la crítica gramsciana y los teólogos de la liberación, en: José María Martinelli, compilador, La actualidad de Gramsci: poder, democracia y mundo moderno, Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad lztapalapa Serie: Texto y contexto, 1995, pps. 67 a 75. Enrique López Oliva, Mariátegui y la crítica marxista a la religión en la América Latina, en: La formación del historiador, Morelia, Michoacán (México), otoño 1994, n.13, pps. 90 a 100. 5-Giulio Girardi, Los excluidos: ¿Construirán la nueva historia? El Movimiento Indígena, Negro y Popular, Managua, Ed. Nicarao, 1994. 6-Derek H. Davis, Rengious pluralism and the quest for unity in American Life, en: Journal of Church and State, Waco, Texas, EE.UU., v. 36, n. 2, spring, 1 994, p. 252. 7-Derek H. Davis, Rengious pluralism and the quest for unit in American Life, ob. cit, pps. 252 y 253. 8-Arthur Jones, Coalition wants to dominate GOP, en: National Cathoiic Reporter, Kansas City, EE.UU., v, 31, n. 41, setember 22, 1 995, p. 5. 9-Don Jones, Michael Lerner and Joan Campbeli, Religion in the White House, en: Cross Currents, New Rochelle, NY, EE.UU., summer 1994, pps. 247 a 258. 10-Servicio de The New York Times, Posiciones de pontífice cruzan límites políticos, Miami, EE.UU. El Nuevo Herald, 8 de octubre de 1995, p. 20 A. 11-Fidel Castro Ruz, Discurso ante un grupo de líderes religiosos: Hay un idioma que nos une, que es el de la gratitud, La Habana, Granma, 25 de octubre de 1995, p.5. 12-Rafael Díaz Salazar, La crítica cristiana a la civilización del capital. Aportaciones de la Doctrina Social de la Iglesia en la construcción de un nuevo socialismo, El Salvador, Rev. ECA. Estudios Centroamericanos, N. 529-530, noviembre-diciembre, 1992 p. 999. 13-Enrique López Oliva, Iglesia Católica y liberalismo, La Habana, Ed. Ciencias sociales, 1991. 14-Rafael Díaz Salazar, La crítica cristiana a la civilización del capital, Ob. cit., p. 1000, 15-Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, Nueva York, Editado por Vittorio Messori, Alfred A. Knopf, 1194, p.244. 16-Enrique López Oliva, El papel de la religión en la Comunidad Cubana Emigrada, en: Rev. Iglesias, Centro Nacional de Comunicación Social, Ciudad de México, noviembre de 1994, pps. 14 a 16. 17-Conferencia Episcopal de los EE.UU., Los frutos de la justicia se siembran en la paz, en: Rev. Iglesias, CENCOS, Ciudad de México, julio 1995, segunda parte, p. 32. 18-Pablo Richard, ¿Caos o esperanza?, ob. cit., p. 2. 19-Hans Kung, Proyecto de una ética mundial, Valladolid, España, Ed. Trotta, 2da edición, 1992. Hans Kung, Un hombre para la utopía, entrevista realizada por Benjamín Forcano, en el libro 20 nombres para la utopía, en: Rev. Acuario, La Habana, n. 37, p, 36.
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