septiembre-octubre.año3.No.15.1996


JUSTICIA Y PAZ

LA PAZ DEBER Y CAMINO.

por Sergio Lázaro Cabarrouy

A todos los hombres de buena voluntad, a todos los responsables del curso de la historia de hoy y del mañana; a los guías, por tanto,de la política, de la opinión pública, de la orientación social, de la escuela; a toda la juventud que surge con el ansia de una renovación mundial, con voz humilde, libre, que sale del desierto de cualquier interés terreno, nosotros anunciamos una vez más la palabra implorante y solemne: Paz. 1.

La Paz es un deber.

La Paz podría definirse como aquel modo de vivir de las personas, las sociedades y la Comunidad Internacional en el que priman la solidaridad, el respeto, y el equilibrio entre intereses y tendencias diferentes.

«La Paz es un valor de importancia tal que debe ser proclamado una y otra vez, y promovido por todos. No existe ser humano que no se beneficie de la paz. No existe corazón humano que no se sienta aliviado cuando reina la paz. Las naciones del mundo sólo podrán realizar plenamente sus destinos -que están entrelazados- si todas unidas persiguen la paz como valor universal»2.

Puede decirse que el mundo actual transita por caminos de transformación que, aunque lenta y a veces dolorosamente, lo conducen hacia la Paz. Hoy parecen superadas las causas que desencadenaron las guerras mundiales de este siglo. A la luz de las lecciones que la humanidad extrajo de ellas se hicieron cambios importantes en la política y la economía mundiales, surgen la ONU y el Banco Mundial, comienza una «reconstrucción de Europa», un proceso de descolonización... »Todos parecían dispuestos a cambios radicales, a fin de evitar nuevos conflictos. Partiendo de estructuras políticas, sociales y económicas se llegó a proyectar un horizonte de innovaciones morales y sociales maravillosas; se habló de justicia, de derechos humanos, de promoción de los débiles, de convivencia ordenada, de colaboración organizada y unión mundial»3.

Sin embargo en esa Europa que se reconstruía surgieron también gobiernos totalitarios, las relaciones económicas entre los países más desarrollados y los más pobres estuvo acompañada de injustas relaciones de intercambio, el proceso de descolonización estuvo acompañado de cruentas guerras, en África y América Latina la lucha por la justicia social generó movimientos guerrilleros que aún hoy perduran, la confrontación entre los grandes bloques militares, Occidente capitalista organizado en la OTAN y Europa del Este socialista organizada en el Pacto de Varsovia, puso en grave peligro la Paz y la existencia misma del hombre sobre la tierra. Hoy la de guerra fría y la inminencia del extermino nuclear parecen superados, pero persisten las guerras por intereses económicos, conflictos étnico-religiosos, etc.

En los últimos 7 años el mundo ha vivido un proceso de democratización e internacionalización de las relaciones políticas y económicas sin precedentes. Hoy se habla de Economía Mundial de Ecología de la Tierra, de la común responsabilidad de todos los países como condición imprescindible para el desarrollo sostenible social y ecológicamente y, sobre todo, de la necesidad de la democracia en los ambientes sociales, desde el internacional hasta el familiar. Un gran camino queda aún por recorrer en estos campos pero los signos de esperanza son visibles.

Hacia el interior de las naciones el proceso de democratización ha sido sin precedentes (también como promotor de lo que se vive a nivel internacional), sobre todo en Africa y A. Latina que han sido sacudidas por terribles dictaduras. Este proceso ha sido caracterizado, como es lógico, por la implementación de regímenes parlamentarios y por el protagonismo de las estructuras no gubernamentales de la sociedad civil como espacios de participación y promotores del desarrollo sostenible. Aún existen, sin embargo, regímenes totalitarios y organizaciones extremistas que no parecen haber aprendido las lecciones de la historia y ponen en peligro la paz. En algunos países se mantiene una situación de «no guerra» que oculta las más variadas realidades de opresión.

La guerras han sido una parte importante de la historia de la humanidad y han llegado a ser catalogadas, algunas, de necesarias o éticamente justificables por héroes y santos, pero la humanidad va dejando ya el camino de las armas en empeño por lograr sus máximas aspiraciones.

Cuba vive también su proceso de apertura a las relaciones internacionales y, aunque mucho más lentamente, transita el camino de la democracia. Falta mucho por lograr en cuanto a tolerancia, pluralismo y protagonismo de la sociedad civil, pero en las actuales circunstancias, un espíritu nuevo parece que va ganando terreno en el pensamiento y el corazón de las personas.

Todo hombre es mi hermano.

El fundamento de la Paz hunde sus raíces en la Verdad sobre el hombre: en su dignidad de hijo de Dios, creado a Su imagen y semejanza 4 con libertad para pensar, actuar y con una vocación a la Vida Plena que trasciende los umbrales de este mundo. La Paz es, por ende, regalo del propio Dios al hombre, quien es responsable de ponerlo en práctica con su capacidad creadora. Aun cuando no se acepten estos argumentos inspirados en la fe cristiana nadie puede negar la vocación natural del hombre hacia la Paz.

En virtud de su dignidad el hombre es hermano del hombre y toda forma de opresión o de violencia es injustificada 5. Todo hombre es responsable, no sólo de sí mismo sino de lo que le sucede a los otros. «Dónde está tu hermano?»6 es la pregunta exigente del Creador que debe resonar en la conciencia de cada hombre.

Sólo en el actuar conforme a esa Verdad tiene sentido la libertad 7 porque sino esta puede falsearse y convertirse en justificación para hacer daño al propio hombre y a la naturaleza.

«La Paz verdadera debe fundarse en la justicia, en la idea de la intangible dignidad humana, en el reconocimiento de una igualdad indeleble y feliz entre los hombres, en el dogma basilar de la fraternidad humana. Es decir, en el respeto, en el amor debido a todo hombre. Irrumpe aquí la palabra victoriosa: por ser hermano. Hermano mío, hermano nuestro"8 .

Para lograr la paz hay que trabajar por la justicia.

Si la vida pacífica es necesaria para la realización del hombre conforme a su Verdad, también lo es el hecho que las normas de convivencia, la organización social, las regulaciones de la actividad productiva, sean también conforme a esa Verdad, en otras palabras, es necesario que haya Justicia.

No se puede hablar de la Paz sin que la Justicia esté presente en todos los órdenes de la vida. Cuando las personas sienten que no son respetados sus derechos y no encuentran las vías para su realización, cuando las personas no son inspiradas por motivaciones justas, o cuando no consideran la dignidad de los otros, entonces aparece la violencia. La violencia no sólo se manifiesta en la guerra sino en las más diversas formas de violación de los derechos del hombre usando la intimidación la coacción, el chantaje, el soborno y otras que están muy de moda en nuestros días.

Las sociedades modernas concretan su búsqueda de la justicia mediante las leyes que aseguran un orden (el Orden Jurídico de la sociedad) necesario para que la libertad del hombre pueda realizarse y este pueda realizarse plenamente. El Orden Jurídico de la sociedad debe estar hecho entonces, teniendo en cuenta las características que definen la nacionalidad y la cultura de los pueblos, así como su historia, su geografía y su relación con otras nacionalidades. Cada sociedad debe tratar de perfeccionar constantemente su Orden Jurídico para que este tienda cada vez más a la Justicia. Cuando dicho Orden no está hecho conforme a estos elementos entonces las leyes se hacen injustas, los Estados se vuelven opresores y el hombre y la sociedad no se desarrollan sino que se paralizan o involucionan, se vuelven violentos y la Paz se depaupera.

Han sido las situaciones de profunda injusticia social y la imposibilidad de procurar la justicia mediante vías pacíficas, lo que ha hecho inevitables muchas guerras, al punto de que hubo épocas en las que la violencia parecía para muchos imprescindible para alcanzar la Justicia.

Las verdaderas armas de la Paz.

Es muy difícil lograr la Paz duradera y justa cuando ésta se construye mediante la violencia. Porque ello implica siempre que habrá vencedores y vencidos, porque no sólo se cambian estructuras o leyes injustas sino que también se elimina u oprime a las personas o grupos sociales. Si después de la violencia no predominan las armas de la Paz, la nueva situación seguirá siendo fuente de injusticia y la violencia nunca acabaría. Esto pone a la humanidad ante el enorme desafío de usar, de manera cada vez más eficaz, las armas de la Paz.

«La Paz, lo reconocemos, es, en la realidad histórica, obra de una continua cura terapéutica; su salud es precaria, compuesta como está por relaciones entre hombres prepotentes y volubles; reclama de continuo y prudente esfuerzo de aquella superior fantasía creativa que llamamos diplomacia, orden internacional, dinámica de las negociaciones. Pobre Paz! Cuáles son entonces tus armas?...»9.

Es necesario el desarme de la naciones y de la comunidad internacional. Bajo esta condición ha demostrado su eficacia el protagonismo de las organizaciones internacionales como la ONU y muchas otras (Organizaciones No Gubernamentales y la Iglesia sobre todo) en la solución pacífica de conflictos de toda índole y en la ayuda al desarrollo. También los pactos entre las naciones han ido solucionando grandes tensiones y situaciones de violencia éstos han de ser respetados y enriquecidos con el ejercicio de la sana diplomacia internacional. Hoy se habla de la necesidad de un nuevo orden internacional en la economía, de democratizar aun más la ONU y las relaciones entre las naciones, etc. Esas son, entre otras, las verdaderas armas de la paz en el contexto internacional.

Hacia el interior de las naciones, ya hemos dicho, la Paz y la Justicia han de caminar por la senda de la verdadera democracia. En este sentido hay dos elementos estrechamente relacionados que son imprescindibles: la reconciliación y el diálogo.

La reconciliación no sólo entre los viejos antagonistas políticos, económicos, raciales o religiosos, sino también de cada persona y de la sociedad consigo misma, con su historia, con la naturaleza y con Dios.

La persona que no se acepta a sí misma, reconoce sus defectos y cultiva sus virtudes a pesar de las dificultades de la vida, difícilmente pueda respetar a los otros y ser justo en sus relaciones interpersonales, difícilmente podrá ser pacífico, tolerante y creador.

La persona que no acepte su propia historia y se queda paralizada por sus errores o limitaciones, difícilmente pueda contribuir a que su familia y la sociedad caminen hacia el progreso, sacando lecciones del pasado.

La persona que no sepa relacionarse con el Trascendente difícilmente podrá, entre otras cosas, superarse a sí mismo y a los condicionamientos del mundo que la limitan y empequeñecen.

La sociedad que no permita reconciliar en su seno a las personas y los grupos entre sí, y no sea capaz de usar de forma creativa las lecciones de la historia no podrá desarrollarse; será una sociedad desmembrada donde el ser humano no podrá realizarse como tal.

El buen funcionamiento de una sociedad depende en gran medida de la concepción que esta tenga de las distintas religiones y su papel dentro de ella, de la posibilidad real que tengan los ciudadanos de relacionarse con lo trascendente y, en última instancia de Dios mismo.

El diálogo es, por su parte, una forma de relación de las personas en el entramado social y un método más que eficaz de conseguir el progreso. Es mediante el diálogo que las personas y grupos sociales pueden reconciliarse entre sí, reconciliarse, enriquecerse de sus mutuas experiencias y caminar hacia el progreso.

La persona que no sabe dialogar es normalmente violenta e irrespetuosa con los demás y difícilmente pueda contribuir a la dinámica de la Paz. En la sociedad donde no se promueva el diálogo entre sus miembros difícilmente pueda hablarse de Paz y desarrollo sostenible y justo.

«La Paz del mundo depende, en cierto modo, del mejor conocimiento que los hombres y las sociedades tienen de sí mismos. Ese conocimiento naturalmente depende de la información y de su calidad. Son promotores de la Paz los que buscan y proclaman la verdad. Trabajan por la Paz los que se esfuerzan por la atención acerca de los valores de las diferentes culturas, lo privado de cada sociedad y las riquezas humanas de cada pueblo»

En este sentido es deber de los educadores sociales (la escuela, la universidad, los medios de comunicación social) la divulgación de temática de la Justicia y Paz, para contribuir a que cada ciudadano se sienta responsable de ellos.

 

 

La Paz también depende de ti.

 

La Paz no sólo es responsabilidad de los que gobiernan la sociedad, es responsabilidad, sobre todo de cada uno de los ciudadanos de un país.

Es en la familia, núcleo fundamental de la sociedad, donde el hombre ha de aprender a andar los caminos de la Paz. Donde primero debe aprender a dialogar y a reconciliarse, a tolerar y a participar creativamente.

Son también los pequeños y grandes espacios de participación de la sociedad civil un lugar privilegiado para esgrimir las armas de la Paz y procurar el desarrollo que es «el nuevo nombre de la Paz».

Una sociedad será realmente pacífica en la medida en que sus ciudadanos se sientan responsables de ella y la procuren en su vida cotidiana.

 

 

La Paz un camino para Cuba.

 

En Cuba, como ocurre en el resto del mundo, no parece haber otro camino viable que el de la Paz, y en él falta aún bastante por recorrer. No hay guerra, es cierto, pero varias formas de violencia subsisten aún en el entramado social cubano dificultando el urgente (a veces dramáticamente reclamado) progreso de la persona y la sociedad.

Más que un «status», la Paz es un camino para las personas y los pueblos; un camino largo y lleno de dificultades en el que siempre aparece la tentación de creer que la violencia es la única solución.

Si los cubanos somos tradicionalmente pacíficos, joviales, tolerantes, francos, creadores y amantes de la concordia debemos serio hoy mucho más y no dejar que las crisis que hoy se viven nos impidan desarrollar esas virtudes. Si los cubanos somos de los que nos gusta decir la verdad «a boca de jarro», es imprescindible que el miedo a sus consecuencias (porque la verdad tiene siempre consecuencias que superan toda intención) no nos paralice.

Si el pueblo cubano ha tenido tradicionalmente una gran capacidad de recuperación, es ahora cuando ésta es más necesaria para que la transformación que ya vive la sociedad transite por los caminos de la Paz y en ellas todos los cubanos participen y encuentren vías para el progreso humano integral.

Es preciso que se usen en Cuba las armas de la Paz. Especialmente la reconciliación y el diálogo si queremos, como pueblo, traspasar el umbral del Tercer Milenio de la Era Cristiana por los caminos del desarrollo y la realización total de la persona humana.

Pinar del Río, mayo de 1996.

Referencias.

1-S.S. Pablo IV, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1ero. de enero de 1969.

2-Idem.

3-S.S. Pablo VI, Mensaje a la Jornada Mundial de la Paz, 1971, Caminos de Paz pág. 34 p.2, Pontificia Comisión «lusticia et Pax»

1987.

4- Gen 1,26.

5-Mt 23,8; Mt 7,12.

6-Gen 4,9.

7-Jn 8,32.

8-Idem a 3, pág. 37, p 3.

9-Cfr. S.S. Pablo VI, Mensaje a la Jornada Mundial de la Paz, 1976, Caminos de Paz pág. 82 P,2, Pontificia Comisión «lusticia et Pax» 1987.

10-S.S. Juan Pablo 11, Mensaje a la Jornada Mundial de la Paz, 1982, Caminos de Paz pág. 182 p.3, Pontificia Comisión «lusticia et Pax» 1987.