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septiembre-octubre.año3.No.15.1996 |
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HUMBERTO (EL NEGRO). MI OBRA ES UN HOMENAJE A MIS ANCESTROS. por Ángeles Álvarez y Pedro Pablo Porbén Álvares. |
Antes de la génesis fueron Olofi y el fuego, no había árboles, ni
ríos, ni mares sino llamas... el vapor de las llamas acumuló gases y el agua se hizo, y
con ella el cosmos, nacieron los Yemayases... del fuego acorralado nace Aggayú (el Sol),
las aguas huyen y de cenizas y humedad nacen el fango y la pestilencia, Babalú Ayé, las
tierras fértiles, las plantas y las flores, Osaín; en ella, los rayos y truenos formaron
a Changó, los ríos, Ochún; allí donde el fuego no consumó su obra destructivo, las
montañas y las lomas, Oké y Aggayú, el volcán, anuncio de un caos que, aunque
desplazado, acecha...
H.H- "Yo nací en un mundo donde había que creer, y es el medio que utilizo en mi obra plástica a partir de esos tres elementos vitales: el cielo, el mar y la tierra, en equilibrio y unidad como un todo, sin separaciones. A partir de aquí, cada elemento adquiere su dimensión, su retablo de vivencias propias con una violencia lírica propia, tal vez, de un 'abstraccionismo' que cuando tú lo recibes te lleva a meditar con relación a todo lo que sucede visualmente frente a ti que se trueca en emoción sin que notes la entrada violenta que lo precede. Más que simple gusto, prefiero que se reflexione ante mi obra, no siempre una sonrisa refleja el estado del alma o tu ánimo en la vida, puede ser la máscara ante el desconcierto cotidiano, descargado a través del portador visual plástico intencional de mi trabajo... aunque a veces no logro determinar de dónde salen esos trazos y colores que siempre representan mi universo interior sin habérmelo propuesto." H.H- "¿Al comienzo de todo? Yo manejaba mucho el pincel, incluso utilicé a veces el aerógrafo -lo abandoné a tiempo por ser impersonal y facilista-; la espátula se convirtió entonces en mi elemento expresivo de creación porque me permite mezclar en ella varios colores y lograr una gama móvil, sincrética". Obatalá fue creado por obra y gracia del señor Olofi, imagen y símbolo de Olodumare en la tierra, y creador del hombre y la mujer: Olodumare hizo los bosquejos en arcilla y Obatalá formó la boca y la nariz, los ojos, las orejas, el cráneo, y fijó los miembros; Olodumare les dio vida... Y el hombre recién creado tomó el barro del húmedo suelo y modeló el fetiche, mientras sembraba y labraba con sudor su destino sin advertir que el peligro de la civilización le acechaba y el fetiche lo devoraba... H.H- "Mientras estudiaba, incorporé la figura humana a mis trabajos, pero al mismo tiempo me iba dando cuenta de que no la necesitaba, un paisaje puede prescindir perfectamente de figuras si la mezcla de colores empleada logra la imagen propuesta, Y es que el paisaje para mí es el juego con la realidad, sin permitir que esa realidad misma me tome de marioneta, me utilice; tu debes transformarla y hacerla llegar a los demás tal como la sientes; y es la frecuencia de trabajo, el constante crear sobre el lienzo, quien te convierte en artista-hombre, y sobre todo cuando trabajas el paisaje que, por demás, es bastante complejo; ese paisaje como una forma atípica de representar el mundo sincrético, pues lo 'típico' ha degenerado en símbolos facilistas, en fetiches. Muchos pseudo-artistas utilizan estos elementos y no los critico; pero mis recuerdos de niño se quedaron en el bohío de mis abuelos, en la fogata que se encendía de noche para ahuyentar el frío, con mis abuelos narrando la historia real y mágica de quienes éramos, de dónde procedían mis ancestros... y no en símbolos. De aquí, la incorporación que hago en mis obras de algunos elementos como los propios bohíos o casas campesinas, en parte por la necesidad de exteriorizar y recrear mi mundo vivencial y por otra, para rescatar valores que nos son propios y que la civilización moderna o postmoderna ha ido borrando. Mi obra es su refugio. Nosotros mismos nos hemos burlado de nuestra idiosincrasia. En el mal uso de los poderes ocultos y sus misterios. Para mí el color es el vehículo de rescate de todas estas tradiciones culturales inherentes al cubano. Ellos, los Orichas, están allí en mi obra, marcados por el azul que se va agrisando con el paso del tiempo, como el inevitable envejecimiento que experimento yo y el mal trato que sufren ellos... pero lo combino luego con ocres y naranjas para resaltar y equilibrar con el rojo los detalles, los ánimos ocultos... resulta entonces un gama tan Afro-cubana como mi ser ancestral, 'el negro"'. Feneciendo este convulso siglo, poco importan ya los debates sobre «utilidad» o sobre «belleza» en las obras de arte; campea ahora, en este vastísimo terreno, la implacable comercialización «vitae», el desafuero por la venta, la búsqueda necesaria del trascender artístico pero bien alimentado. Ante tanto trueque primitivo, surgen oasis en el espinoso mercadeo de almas, artistas fieles aún a sus ancestros. Humberto Hernández, «el negro", se apropia de la naturaleza múltiple que le fue legada y lanza su cuerda salvadora a la belleza desfallecida de nuestros padres primigenios mutilados en el bregar «civilizado»- en sus obras, la belleza se ha logrado, todo cambio en ellas por minúsculo, resultaría nocivo. «El negro» ha burlado la repetida fábula de Narciso que -extrapolada al artista plástico- tanto se repite en nuestro universo cultural: alejado pues de la apariencia efímera, de ese lado superficial -en el sentido más adecuado de la palabra- conduce el cuadro superando el simulacro, la pedrada casual en el ciclópeo mercado. No habrá para él aguas quietas para contemplaciones y letargos; accionar feroz de un mundo interno, en franca rebeldía con su cara visible, es la fuerza vital que anima un paisaje violento, agresivo, a ratos sombrío o tal vez, visceral. H.H - "De corazón, yo no sé quién soy cuando pinto. Muchas personas se acercan a mi obra y luego me asaltan: 'Humberto lo que tú tienes en la cabeza es el diablo', me dicen; yo me sonrío. Y es que realmente puede ser. Puede ser algo que en el fondo representa a un hombre que piensa y siente, sufre y lucha, y entonces, ese sí soy yo. Pero es difícil lograr un estilo propio, se pasan muchos disgustos y chocas con demasiados escollos tanto humanos como profesionales". Humberto ha logrado que la obra de arte deje de ser una simple pieza dentro un sistema cosmológico, que deje de ser la sirvienta de un dogma y emerja independiente; y con ello, independiza su concepto de lo bello. No se conforma pues con lo bello-útil de Aristóteles y de la Edad Media, ni tampoco con lo bello-agradable o lo atractivo más reciente, sino que va a la búsqueda de lo bello como aproximación a lo perfecto, validando su visión introspectivo, su mundo onírico-vivencial en una obra de depurada factura y alto nivel artístico. No acepta la presuntuosa perfección geométrico o la depurada copia fotoestática de la realidad, ni el aberrado distanciamiento (casual) de los "ismos" de vanguardia. H.H. -"Lamentablemente las personas se acostumbraron a ver la obra artística después de leer el nombre de la pieza y sobre todo el del autor, sabiendo quien la hizo la alaban o la rechazan; y esto es lamentable, superfluo e injusto, pues al ver la firma la consideran ya una obra magnífica (o pésima) y muchas veces faltan 'cosas', elementos o intensiones que pasan desapercibidas al ojo complacido de un espectador saturado de nombres y firmas famosas de la 'élite'. Por ello, intento que las personas se enfrenten a mi obra y valoren muchas cosas, entre ellas los colores, esa composición final intencionada y expresiva que satisface una necesidad espiritual, una manera de hacer catársis". El mejor juez de la obra de arte no será la razón, sino el sentimiento. La conmoción y la atracción son consecuencias directas de la primera emoción que en nuestros sentidos causa la obra de Humberto «el negro», tal como preconizara hace tanto el Abate DuBoss. Y es que la naturaleza dotó a este hombre de una aptitud para realizar con facilidad y buen tino aquellas cosas que para otros son imposibles, aún poniendo gran empeño. Definir esta virtud es ahora traumático: genio. Ese genio necesario para atrapar el solo segundo de nuestra existencia pasada y llevarlo a la categoría de sublime en el presente. Aunque no falta a la consideración de Buffon de que "el genio no es sino una larga paciencia", en progresión lacerante mística y sincrética por las cuestas del arte en tierras del mercado, sembrando sensibilidad e imaginación, ignorando la aseveración de Voltaire que bien se ajusta a nuestro contexto- de que el camino era difícil a principios de siglo porque nadie había andado por él, y actualmente lo es porque ha sido trillado... Humberto Hernández rescata el paisaje. Se alza sucesor de la paleta titánica del Maestro Tiburcio Lorenzo y del pintor del Valle Domingo Ramos. H.H. -"El hecho de exponer en los EE.UU., en un museo de una ciudad cercana a Canadá, fue para mí impresionante; estaba rodeado de salas con obras de grandes maestros de todas las épocas. Me sentí atrapado, apretado, pero a la vez me dio fuerzas para imponerme. Trabajé muy fuerte y duro para esta muestra. Llevé todo lo que yo soy capaz de hacer, y gustó. El mismo día de la exposición, casi a la hora de comenzar, no llegaba nadie; me sentí desalentado, un poco solo; pero a los pocos minutos llegó un grupo musical que tocó para mí música cubana, y de pronto llegaron algunas personas y luego más, y más... y ese día, realmente, lloré, primero cuando vi el montaje de la exposición, cuando el Sr. encargado se me acercó y me preguntó '¿Qué piensa usted del montaje?' y le respondí: 'con mucho respeto, para mí está mejor el montaje que la obra', porque lo consideré exquisito, nunca antes lo había visto así, independientemente de los lugares donde he estado; después, cuando un viejito que llevaba muchos años trabajando en el museo me dijo 'en todo este tiempo de vida que le he dedicado al museo nunca me había encontrado una obra tan impresionante y rica como la de usted' y me tendió su mano, esto fue más importante que los aplausos y los elogios. Culminó mi emoción, cuando me invitaron a exponer diapositivas de mi obra junto a 19 artistas norteamericanos, y llegó mi turno: se acercó la traductora, acompañada por la directora del museo, y me dicen que para mí no serían sólo cinco minutos, que disponía de todo el tiempo que necesitara y que mostrara también los originales que traía... fue impresionante el éxito. 'Venga usted para que nos explique sus misterios -me decían- pero cómo hacerlo. Porque realmente mi obra es un homenaje a esos señores que no conocí, a mis abuelos, a todos mis ancestros y Orichas; y a los que durante años con amor y sabiduría me han dicho quien soy y a donde voy. Este mundo se queda, vive conmigo, en Cuba o en el extranjero, y se expresa en mis obras, detrás de cada trazo hay una intención que no puedo descifrar y lo busco en mi pensamiento y algunas cosas me dice. Cuando pongo la espátula, ese toque de color se queda, difícilmente se cambia. Creo entonces que no soy yo: es el otro Humberto, el negro..." Pinar del Río, Agosto de 1996.
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