septiembre-octubre.año3.No.15.1996


OPINIÓN

DESAFÍOS A LA RECONCIALIACIÓN CUBANA.

por María Cristina Herrera

Los acontecimientos de fines de febrero y marzo de 1996 son sin dudas nuevos desafíos al proyecto de la reconciliación nacional cubana. Cuando habían algunos atisbos de esperanza para una no muy lejana solución al laberinto de problemas internos y externos que aquejan al pueblo cubano, triunfa otra vez la violencia... y la agenda razonable, sensible y posible de la paz sufre un golpe tremendo que la debilita y retrasa bastante. Aún así, los que estamos comprometidos con esta visión ética del proceso nacional no cejamos en nuestro empeño y compromiso con la patria y sus mejores destinos.

Todos los que mantenemos el cerebro y el corazón fijos en Cuba y su complejo acontecer como pueblo y como nación durante más de tres décadas harto sabemos de los vaivenes que marcan ese proceso nuestro que, aunque no lo parezca, sí camina hacia adelante a empujones, tropezando, a veces hasta de mala gana.... pero ahí vamos todos los hijos de Cuba.

Al decir del poeta Machado

«Caminante, no hay camino

se hace camino al andar».

Andemos pues. Hemos de reconocer los escollos y buscar la manera de bregar con ellos con inteligencia y paciencia. Los que no quieren un futuro distinto y mejor para Cuba cuentan con nuestra frustración y cansancio ante el camino difícil y nebuloso. Los convencidos del valor, vigencia y perdurabilidad de una solución nacional digna y pacífica, hemos de vencer todo lo que amenace, la posibilidad de lograr lo que queremos para todos los cubanos de buena voluntad.

La comunicación pobre y esporádica entre cubanos, tanto de los que viven y residen en Cuba o fuera de ella, como entre los de adentro y los de afuera, es un elemento crucial que conspira contra nuestra agenda de reconciliación nacional. Tenemos que hacer lo que haya que hacer para abrir ese flujo continuo y rico de información integral y nutritiva entre todos nosotros. Comunicarse a retazos y mayormente con la familia y los amigos no resuelve. A pesar de las políticas miopes de los gobiernos, tenemos que laborar como hormiguitas para romper las barreras del tiempo, la distancia, los mitos, las distorsiones, las incomprensiones y los miedos.... que se manipulan por unos y otros para dilatar o evitar el reencuentro necesario entre nosotros.

¿Existe un plan serio para marcar pautas viables hacia estos objetivos? Se habla mucho y se escribe poco... (defecto idiosincrático nuestro). Es probable que se imponga la urgencia de plasmar un esfuerzo de reflexión en algún proyecto pragmático de dimensiones modestas que invite a las personas con capacidad de compromiso y con control de sus propias ambiciones a laborar en conjunto y a aunar voluntades y recursos múltiples, sabiendo que hay que sembrar sin contar con que los que siembren sean los que recojan la cosecha. Grupos y grupúsculos aquí y allá han inundado con palabras y papeles los medios de comunicación y las editoriales, con todo tipo de relatos y proyectos prescriptivos para los cubanos a ambos lados del convulso Estrecho de la Florida. Los distintos espacios entre las manidas 90 millas y más allá de sus orillas, están virtualmente atosigados de ideas y palabras casi siempre confusas y contraproducentes. Mientras reine la desconfianza y la sospecha entre los herederos de Hatuey, Varela, Maceo y Martí, nuestro país y nuestro pueblo seguirán entrampados en un laberinto sin aparente salida.

Las coyunturas en el mundo finisecular son tales que, para Cuba y los cubanos de adentro y de afuera, es cada vez más evidente que Cuba y su situación nacional ya no son parte prioritaria en las agendas de otros países en la comunidad internacional. Los pueblos y las naciones del mundo están demasiado metidos en otras cuestiones puntuales que les atañen con más urgencia. A finales del siglo y de cara al tercer milenio el mensaje alto, claro y fuerte que escuchamos todos los cubanos es que somos nosotros los que tenemos que buscar soluciones a la crisis de nuestro país. Históricamente, desde 1492 hasta hace un tiempo, los destinos de nuestro país estuvieron medularmente imbricados con grandes potencias foráneas: primero con España, después con Estados Unidos y más recientemente con la Unión Soviética. El tablero del mundo ha cambiado cualitativamente en la postrer década. Si bien el mundo de hoy es unipolar -con los EE.UU. como el único superpoder- el ajedrez del poder en este mundo de ahora obliga a una conducta distinta por parte de los fuertes. Los que más pueden tienen que actuar en conjunto con otros pues el uso ciego de la fuerza sería incosteable para ellos mismos. En el difícil y delicado binomio histórico-histérico Cuba<>Estados Unidos, algunos entendemos que el deterioro actual de las posibilidades de resolución pacífica del manido diferendo, aunque muy desmejoradas, no están liquidadas. No hay futuro positivo entre ambas naciones sin esa eventual salida del presente impasse. Pero es imperativo que los cubanos todos, los que mandan, los que piensan, los que trabajan, los que sufren, los que rezan..., sepamos que el mayor peso en la responsabilidad de buscar y encontrar las soluciones recae sobre cada uno de nosotros.

Quien escribe posee la convicción de que los sucesos infelices de meses recientes, que tan negativamente han marcado el proceso de lado y lado entre Cuba y los Estados Unidos, no son irreversibles. De la misma manera, a menos que fuerzas dinámicas cubanas se dispongan a laborar para resolver, el tiempo se alargará debilitando voluntades y gastando las esperanzas. Los cubanos hemos de saber que medidas anticubanas adoptadas por el gobierno estadounidense [Helms-Burlon] no se lograron por la voluntad de una de las partes solamente [los EE.UU.]. La forma precipitada en que se «destrabó» ese proyecto de ley en Washington, D.C., se explica por la confluencia de factores políticos y electorales muy concretos en el país de la CocaCola... Y es bueno que se sepa que no fue para cortejar el famoso voto cubano en la Florida sino para proyectar una imagen fuerte por parte del presidente Clinton en pos de su reelección. Dentro de Cuba, por otra parte, conocemos el clima complejo y sensible de finales de febrero, que precipitó acciones que todos lamentamos y rechazamos por sus costos humanos y por el golpe que sufre la causa de la reconciliación nacional.

A pesar de todo lo apuntado más arriba, sin embargo, no podemos abandonar el compromiso de seguir adelante hacia ese mañana mejor para Cuba y todos sus hijos. Hay que apuntalar la causa de la solución digna y pacífica. Para ello se impone la decisión personal y comunitaria de no dejarse aplastar por las circunstancias y coyunturas por dolorosas y difíciles que sean... Hay que seguir predicando y haciendo con buena voluntad y con fe firmes. Los que compartimos estas convicciones tenemos que mantenernos comunicados de cualquier manera para fortalecernos en la obra común. No olvidemos la oración humilde que sabe que siempre es oída, aunque parezca que no. Y digo esto pues conozco del desaliento que cunde entre tantos en mi tierra... A menudo me agarra un cierto sentimiento de culpa al no poder estar allí viviendo cotidianamente con todos ustedes. Pero sé que de alguna manera el Plan de Dios me trajo adonde estoy, y desde aquí hago lo que puedo para nutrir la esperanza de ese reencuentro entre todos nosotros.