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septiembre-octubre.año3.No.15.1996 |
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MEMORIA CULTURAL |
CARLOS MITIDIERI LÓPEZ. SU OBRA, SUS CREACIONES. por Adalberto Cabrera Espinosa. |
Desde hace siglos, el hombre acompañado de distintos instrumentos ha
cantado sus inquietudes, el amor, a los astros, a la mujer, hecho que ha tenido lugar en
todas las latitudes y en todos los tiempos, y en forma especial en países de nuestro
continente donde, desde su introducción por los españoles, la guitarra y otros
instrumentos de cuerdas similares han sido marco adecuado para acompañar el canto en
distintos tiempos y aportes y por tanto en distintos ritmos.
En esta oportunidad trataremos sobre la vida y obra de un trovador pinareño nacido el 3 de septiembre de 1 903 en la avenida de Cancio #14, hoy avenida Rafael Ferro #72. Sus padres fueron Mateo y Paula, el primero relojero de oficio, conocimientos que enseñó a sus hijos Nicolás y Carlos. Carlos cursó sus primeros estudios en la escuela «Antonio Maceo», en la calle del mismo nombre, casi en la esquina Rafael Ferro, entonces Calzada a la Coloma en la ciudad capital. Su padre además tocaba acordeón y pronto el jovencito Carlos sintió afición por la «más bella de las artes» logrando que, por el interés demostrado y la aplicación en sus estudios, su progenitor le ofreciera y comprara una guitarra, iniciando su aprendizaje con un vecino de profesión albañil que en sus momentos de descanso, después de largas jornadas de labor, se entretenía en tocarla. Su nombre José María Pozo; que accedió, en sus pocos ratos libres, a impartirle conocimientos sobre el instrumento. Carlos además, para seguir la tradición familiar, aprendió el oficio de relojero, en el que también se distinguió; así ayudaba al sostenimiento del hogar y de sus hermanos Nicolás y Carmen, a quien llamaban Muñeca. Continúa estudios con el profesor Juan -Cuco- Jardín, quien organizó la primera banda infantil en esta ciudad, en esa época. Ya joven, junto a otros de idénticos gustos y aficiones, tocaba serenatas y daba a conocer alguna de sus muchas composiciones, con general aceptación y reconocimiento. Acepta un cargo de alguacil del Juzgado de Instrucción en Guane, donde labora por algún tiempo; y es trasladado a la ciudad capital, varios años después. Esto le proporciona la realización de sus deseos y, en unión de varios músicos, conforman el septeto "María Teresa", de gratos recuerdos entre los bailadores de la época; y junto a Pedrito Martínez y Francisco Lolo-Fernández, fundan uno de los primeros grupos de trova, el trío «Occidental», al que con posterioridad ingresarían Armando Fernández Cardoso, Esteban González, y otros cultores de este género. Ello sirvió de aliento y pronto otros guitarristas y vocalistas les imitaron con muy buenos resultados, ampliando este campo musical, además de propagar las serenatas y otras formas de divulgar distintas manifestaciones de nuestra música. Carlos, más tarde, se integra a un popular septeto de sones que se había fundado en la década del 20 y que seguía la juventud y los bailadores a todas partes: «La Elegancia», bajo el patrocinio de Nicanor Alcalde, un tintorero con establecimiento donde hoy se levanta el cine «Praga». Este fue un buen grupo musical que llenó toda una época en el acontecer cultura¡ en la provincia. Compositor de fecunda inspiración, incursionó por distintos géneros musicales como la canción, el vais, la criolla, preludios, boleros, a cuyos arreglos impregnó un novedoso estilo muy personal que le valieron merecidos elogios de conocedores de la materia, con los que compartió. Autodidacta, siempre presto a la superación, fue estudioso del instrumento que para él constituía un estímulo, un acicate, y a la que llamaba «su novia y compañera». Enseñó sus secretos de tan difícil instrumento, y de ella extrajo bellas melodías en composiciones como: «Retorna», «Imposible», «No lo dudes», «Pronósticos», «A Julia»' «Preludio a Guane», «Cuando las primas lloran» -de corte clásico-, el vais «Ensueño», su bella canción «Martha» y la composición que redondeó el casi centenar de melodías: «No me preguntes». Muchas fueron las ocasiones en que junto a sus hermanos, que también cultivaban el género trovadoresco, realizó actuaciones sin ánimo de lucro; cantaba por una satisfacción y para complacer deseos íntimos, haciendo el deleite de quienes disfrutaban sus interpretaciones. Muchos fueron los que, compartiendo gustos y aficiones similares, dedicaban noches al deleite de transitar por ese mundo maravillosos de la música que es la trova. Cantaba una muy bien afinada voz segunda, y disfrutaba como ningún otro aquellos momentos que compartía con afines a los que denominaba la prolongación de su familia. Fue más allá, contribuyó de una manera eficaz en la formación de otros tríos y grupos de trova, a todos, con la sencillez que siempre le caracterizó, les dio sus experiencias, sus conocimientos que eran muchos y contribuyó a la formación de repertorios que contaran con simpatizadores y cultores. Carlos, junto a otros que como él gustaban del género trovadoresco, trilló el camino en la formación de músicos, al igual que Ramón Mongo Azofra, de quien fue muy buen amigo, y que como Carllos hizo una aureola de gusto y calidad en esta modalidad de nuestra música. Su familia se fue acabando y, enfermo, en unión de su sobrino como única prolongación de los suyos, fue recluido en el Hospital Clínico Quirúrgico de esta ciudad, donde falleció el 7 de julio de 1978, después de realizar la ciencia denodados esfuerzos por prolongarle su valiosa existencia. Fallecía el querido músico, trovador, compositor, persona de valiosos quilates en todos los aspectos, caballeroso, amable, gentil, excelente amigo, cuyos atributos personales le granjearon generales simpatías y el afecto merecido. ¿Por qué no se rescatan esos valores y bellas páginas y a través de transcriptores se restituyen a nuestro acervo musical? Se pudiera hacer junto a muchos de sus alumnos y trovadores que conocen sus creaciones y valoran la riqueza de sus composiciones. La Casa de la Trova Pinareña se identificó con su nombre como homenaje de recuerdo a su labor musical y a sus condiciones personales, así como a su creatividad y amor por la trova de la que fue un admirador sin claudicaciones; su eterna compañera, la guitarra, la guardan celosas manos. Aquella con la que desgranó preciosas melodías, con la que generó música y regocijos, la que le permitió el disfrute de nuestro cancionero, con la que brindó alegrías y deleites y con la que dejó una estela de recuerdos imborrables. En esta oportunidad recordamos al viejo amigo, al trovador vueltabajero, a su labor como tal que no pasó al olvido, que vive, vive en el recuerdo de los que saben valorar y querer el esfuerzo de un gran artista: Carlos Mitidieri López. |