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septiembre-octubre.año3.No.15.1996 |
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EDUCACIÓN CÍVICA
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SOCIEDAD CIVIL: IMPEDIMENTOS, MEDIOS Y COINCIDENCIAS. por Dagoberto Valdés Hernández |
Hoy sigue en el candelero el polémico tema de la sociedad civil.
La conciencia de la humanidad se acerca cada vez más al valor y la eficacia de esta forma de organización de la sociedad en la que -como decíamos en el primer artículo de esta serie- se juega el futuro de la democracia verdaderamente participativa. Reconstruir y fortalecer la sociedad civil es ir tejiendo esa red de grupos, asociaciones, organizaciones no-gubernamentales, que tengan cada vez más autonomía, mayor autogestión; que esa red sea diversa e independiente del poder político y no se deje manipular por intereses extranjeros o fines de lucro o carrera partidista. Fortalecer ese entramado de grupos independientes que trabajen pacíficamente, dentro de la ley, con métodos no-violentos y muy participativos, es el camino más ancho y seguro hacia la libertad de creación, la madurez personal y la participación cívica. He dicho «dentro de la ley» porque se supone que exista en todo estado civilizado y democrático las leyes que garanticen la libertad de asociación pacífica, sin fines de lucro y que fomenten la participación ciudadana en la búsqueda del bien común. Y si aún no existen las leyes o las que existen son demasiado restrictivas, habría que hacer las leyes o ampliar las existentes, para que la falta de una legislación adecuada no de paso a la anarquía, ni a la ilegalidad de algo que es derecho común en todas las naciones de la tierra. Existen varios impedimentos que entorpecen el sano desarrollo de la sociedad civil en Cuba y que la legislación debía subsanar para que la ley estuviera al servicio del desarrollo social siempre creciente. Esos impedimentos son, entre otros:
-la falta de espacios de libertad y participación autónomos con relación al Estado. "Donde la sociedad se organiza reduciendo de manera arbitraria o incluso eliminando el ámbito en que se ejercita la libertad, el resultado es la desorganización y la decadencia progresiva de la sociedad" -nos dice Juan Pablo II en su Carta Centesimus Annus no.25-. Una nueva ley de asociaciones podría ayudar a superar este impedimento. -la alienación que provoca el colectivismo. Es decir, la masificación que no permite la iniciativa personal. «Está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y consumo, hace más difícil la realización de la donación y la formación de esa solidaridad interhumana... El colectivismo no acaba con la alienación sino que más bien la incrementa, al añadirle la penuria de las cosas necesarias y la ineficacia económica" (Juan Pablo II, C.A. no.41). Una nueva ética basada en el personalismo podría ayudar a superar este impedimento. -la burocracia estatal que todo lo controla y entorpece muchas gestiones. "De hecho, donde el interés individual es suprimido violentamente, queda sustituido por un oneroso y opresivo sistema de control burocrático que esteriliza toda iniciativa y creatividad" (Juan Pablo II, C.A. no.25). Una nueva ley de reestructuración del papel de los organismos del Estado podría ayudar a superar este impedimento. -Otro escollo es un modelo económico en el que la propiedad de los medios de producción, el comercio y las materias primas son casi exclusivamente del Estado. "La experiencia nos demuestra que la negación de tal derecho (a la iniciativa económica privada) o su limitación en nombre de una pretendida "igualdad" de todos en la sociedad reduce o, sin más destruye de hecho el espíritu de iniciativa... en lugar de la iniciativa creadora surge la pasividad, la dependencia y la sumisión al aparato burocrático que como único órgano que "dispone" y "decide"... pone a todos en la posición de dependencia casi absoluta similar a la tradicional dependencia del obrero-proletario en la sociedad capitalista. Esto provoca un sentido de frustración o desesperación y predispone a la despreocupación de la vida nacional, empujando a muchos a la emigración y favoreciendo, a la vez, una forma de emigración psicológica" (Juan Pablo II. C.A. no. 15). Una nueva ley económica que permita y amplíe la iniciativa privada de los cubanos de aquí por lo menos como la que permite hoy a los extranjeros, podría ayudar a superar este impedimento. -La emigración indetenible y a veces inducida, es precisamente otra dificultad. Nada se puede reconstruir aquí si los verdaderos protagonistas de esa reconstrucción que son los ciudadanos sencillos de este país, a la primera dificultad optan por abandonarlo a su suerte. Quienes abandonan su país sin una causa gravísima optan por el empobrecimiento de su país aunque expresen que lo aman. Peor si usan la lucha política como "trampolín" para emigrar. Esto no sólo empobrece la nación sino que contribuye a su desprestigio y a su desmoralización. Una nueva ley de inmigración que desestimulara la salida y un nuevo acuerdo migratorio con Estados Unidos que elimine los privilegios migratorios y equipare el número de visas para nuestro País podría ayudar a superar este impedimento. Pero, sobre todo, una verdadera educación cívica, que distinga Patria y Nación de ideología y partidos, también ayudaría. ¿POR QUÉ EL MIEDO A RECONSTRUIR UNA SOCIEDAD CIVIL SANA? No es "gato por liebre" lo que proponemos, ni anarquía social, ni engañifa politiquera para buscar la salida del país, ni minar por dentro la sociedad socialista, ni fracturar la unidad de la nación. Estos son miedos que hay que superar. No es tampoco servir a un carril de una ley extranjera, ni combatir el papel moderador del Estado, ni fomentar un neoliberalismo individualista y feroz. No es negar la sociedad humanizada ni la humanidad socializada. No es hacerse eco de voces de una tendencia u otra del exilio. Estas son manipulaciones que hay que evitar. En lo que alcanzo a entender creo que hay un denominador común en esta polémica. Hay un punto en el que tirios y troyanos, lo suficientemente moderados y con sentido común, concuerdan: y es que hay que fortalecer al unísono la autoridad del Estado y la sociedad civil y que el fortalecimiento del Estado viene por la vía de un perfeccionamiento democrático asentado en una cada vez más amplia y popular participación. El papel regulador del Estado no es cuestionado hoy en ningún país institucionalizado. Lo que se cuestiona es su tamaño y su poder. Por otro lado, los anarquistas, los que objetan las estructuras al servicio del orden interno y del bien común de los ciudadanos, no tienen espacio en nuestras sociedades. Los organismos internacionales promueven y respetan el papel moderador del estado moderno que es cada vez más reducido y eficaz. También la Iglesia lo reconoce y pondera. SOCIEDAD CIVIL: UNIDAD NACIONAL EN LA DIVERSIDAD REAL. Otro miedo es la desintegración o fractura interna de la unidad nacional. Por supuesto que cuando proponemos la reconstrucción de la sociedad civil en Cuba ponemos como punto clave y no negociable la unidad nacional, la identidad y la soberanía que reside en todo el pueblo cubano. Esto es un presupuesto irrenunciable. En esto también hay amplias coincidencias. El asunto está en lo que se entienda por "unidad nacional": si por unidad se supone uniformidad, desconocimiento de la diversidad, monolitismo de ideas y comportamientos... entonces todo lo que sea plural y diverso romperá esta falsa unidad. Tenemos la certeza de que no existe unidad nacional que pueda construirse sobre el presupuesto de que nos unimos porque pensamos igual, actuamos igual, creemos en lo mismo y debemos adherirnos a una única ideología, creencia, partido político o religión. Esta es una falsa unidad, por cierto la más endeble por ficticia y porque genera doble moral y oportunismo que en la primera oportunidad cambia de colores como el camaleón. Esta es la unidad más fácil, más expedita, más forzada, pero más frágil. Es la unidad de una parte que se impone a la diversidad de la nación. La unidad nacional es siempre unidad en la diversidad, es unidad en la pluralidad; es en voz de Fernando Ortiz: ajiaco, contrapunteo, transculturación. Entonces, fortalecer la sociedad civil fomentando la autogestión, la libre asociación para nobles fines, la creatividad y la subjetividad social es entretejer lo diverso para garantizar la verdadera unidad a partir del reconocimiento y la estima de las riquezas que aporta la pluralidad de opciones y de actuaciones. Lograr este tipo de unidad nacional es, por supuesto, mucho más difícil, es un proceso más lento y más complejo, es como decía Martí, lograr "el equilibrio de las diversas fuerzas del país". Esta es una unidad más trabajosa, pero más segura y duradera. Es unidad de consenso a partir del discenso. Es la unidad que respeta las minorías y permite su desarrollo. Es la unidad de todas las partes al servicio de la diversidad de la nación. NO ES PROMOVER EL NEOLIBERALISMO INDIVIDUALISTA. Ni EL MATERIALISMO MASIFICADOR. Otro miedo a la reconstrucción de la sociedad civil en Cuba es pensar que como se necesita la iniciativa privada y el derecho de libre asociación se está postulando una sociedad individualista o el regreso a un pasado de oprobioso explotación del hombre por el hombre o del hombre por el estado. Disipemos los miedos y busquemos las coincidencias. Para disipar este miedo sólo sería necesario enterarse de las propuestas, objetivos y acciones de las organizaciones no- gubernamentales (ONGS) a lo largo y ancho del planeta y especialmente en Asia, Africa y América Latina. En efecto, una persona que quiera desprejuiciarse sanamente y atender más a las voces del Sur que a los maullidos del Norte -lo que no significa ingenuidad, sordera selectiva, ni desatención desprevenida de los verdaderos peligros podría reconocer que las organizaciones nogubernamentales, es decir el tejido de la sociedad civil, en el llamado Tercer Mundo están hoy mismo luchando denodadamente y con mucha fuerza contra el individualismo del capitalismo salvaje e inhumano, contra la avalancha neoliberal de la economía, contra los grandes monopolios de la riqueza, de la información y del poder. Y no sólo están luchando contra estas cosas sino que luchan por construir una convivencia humana más solidaria, más cooperada, más socializada. Este es el trabajo de las organizaciones no gubernamentales, hoy, en todo el mundo. Que, por cierto, no creo que sean "almas en pena" como expresa un artículo del doctor Valdés Vivó publicado en Granma Internacional (24 de Enero 1996). No sólo existen y trabajan las organizaciones no-gubernamentales en el Tercer Mundo, sino también en el seno y la periferia del llamado Primer Mundo o países más desarrollados. Es más, en estos países más industrializados y opulentos, la sociedad civil es probablemente la única fuerza de los pobres, de la pequeña y mediana empresa, de los grupos culturales y de la minorías étnicas. No es pasar gato por liebre lo que hace la sociedad civil en cada Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno. Ni ponerse al servicio del imperialismo, ni promover el neoliberalismo, ni defender el individualismo: es levantar la voz de los que no tienen voz aisladamente, ni espacio para hablar, y encuentra en sus asociaciones eco para su pequeña voz, concierto de voces para sus demandas y espacio visible y audible cerca de sus Jefes de Estado. Lo que hace la sociedad civil es asociarse para adquirir la agilidad de la liebre frente a la lentitud y la ineficacia de los poderes anquilosados y retardatarios al desarrollo social humano y sostenible. Otra coincidencia en esta polémica es que debemos dejar a un lado las actitudes felinas, que olvidan la mano franca, y agilizar el diálogo que en cualquier época tiende, sin miedo y sin prejuicios, la mano a todos. No es renunciando a estas categorías, como la de sociedad civil y organizaciones no-gubernamentales, como se espantan los enemigos de la nación y de la democracia. Esta es otra coincidencia. Renunciar sería meter la cabeza en el hoyo como el avestruz y desconocer la riqueza de la diversidad de nuestro pueblo, de su capacidad para organizarse como los demás del Tercer Mundo, su ventaja para no equivocarse, ni dejarse manipular por fuerzas foráneas o estructuras estatales demasiado hegemónicas, debido a la experiencia de haber vivido los logros y errores del capitalismo y del socialismo real. HACIA UNA HUMANIDAD SOCIALIZADA. Otro elemento de coincidencia con algunos marxistas es que la sociedad civil tal como la conocemos hoy no es un fin en sí misma, sino un medio, un camino hacia «una sociedad más humana», hacia una «humanidad socializada». La propuesta de reconstruir la sociedad civil en Cuba no excluye ni a los marxistas, ni a los socialistas, ni al Partido Comunista, ni a ningún grupo, movimiento o partido que busque el bien común dentro del respeto al Estado, la Ley, los Derechos humanos y la búsqueda de la justicia social y el bien común. Excluirlos sería negar la esencia de la misma sociedad civil. Uno de los componentes martianos de esta propuesta es que no excluye a nadie, ni tiene espacio para que nadie excluya a los que no piensan como ellos. Por eso también nosotros recordamos una observación de Carlos Marx en las Tesis sobre Feuerbach: "El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad civil, el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada». Y lo recordamos para buscar ese punto de consenso y diálogo que necesitamos tanto en este momento. El consenso al interior de la nación, el diálogo a todos los niveles y no sólo en la cumbre, el intercambio de ideas y propuestas entre los cubanos de adentro para salvar la Patria de hegemonías foráneas y exclusiones internas, porque sino las conversaciones sólo con los cubanos de afuera sería un diálogo parcial y no nacional. Deseo repetirlo claramente: el debate y el diálogo deben establecerse ya sobre todo entre los cubanos de la Isla. Y debe hacerse a todos los niveles y no sólo en la cumbre. Con esperanza encuentro la ya conocida cita de Marx en otro artículo del Ministro de Cultura recientemente publicado en Granma. Y la esperanza se funda -sin obviar las sustanciales diferencias conceptuales con el materialismo antiguo y nuevo- en el fin, en el objetivo que expresa la esencia del proyecto: Caminar hacia una sociedad humana, hacia una humanidad socializada. La esperanza se funda en que, por encima de la polémica y los disímiles criterios sobre la sociedad civil, sabemos que algo nos podría encontrar unidos: la edificación de una sociedad más humana, la construcción de una humanidad socializada. La ponencia de la Semana Social Católica de 1991 titulada «Un proyecto de humanismo renovado para Cuba» expresa claramente: "Es muy urgente que un proyecto integral de humanismo renovado sea propuesto a nuestro pueblo sin olvidar que una ética social de signo humanista, socialista y democrática pudiera ser un factor dinamizador de nuestro devenir histórico". En la II Semana Social de 1994 el "Proyecto para reconstruir la sociedad civil en Cuba" decía en su epígrafe 5 entre las premisas para el cambio: este cambio debe ir «del fracaso antropológico a una "ecología humana" que permita al hombre su pleno e integral desarrollo». Evocábamos también en aquella ocasión la trascendental frase del Papa Pablo Vi cuando definió en su Encíclica Populorum Progressio: el verdadero desarrollo de los pueblos es avanzar «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas». Por último, el Encuentro Conmemorativo (ECO) por los diez años del ENEC celebrado en La Habana en Febrero pasado, al definir el perfil de iglesia que nos proponemos ser en el camino hacia el año 2000 en que celebraremos la llegada del Tercer milenio del cristianismo, describía varios proyectos entre los que se encuentra-. «Ante una sociedad materialista que camina hacia el individualismo y que tiende a imponer los principios de la economía sobre la ética: Un proyecto de humanidad solidaria que reconcilie a las personas entre sí en el seno de nuestro pueblo". El cristianismo, y la cultura cubana más genuina desde Varela y Martí, que en esto son coincidentes, postulan un modelo de convivencia social basado en el respeto a la dignidad plena del hombre y la solidaridad que brota de la justicia social. Entonces, pues, si el proyecto de una sociedad más humana, de una humanidad socializada, en la que la persona y todos sus derechos sean el centro y el fin de toda institución social, es un punto de consenso entre todos los cubanos porque encuentra su raíz en la esencia de su cultura y su historia, empecemos la reconstrucción espiritual, moral y material de la nación cubana dialogando sobre estos puntos que nos unen y superemos los miedos y limitaciones que entorpecen el fortalecimiento, a la vez, de la sociedad civil y de un Estado más eficiente y democrático. Este será el único proceso que nos hará unirnos en la diversidad para enfrentar la crisis económica. las amenazas de la soberanía en todos los ámbitos, la pérdida de credibilidad internacional y para superar la realidad de un País que se desangra por el exilio frente a una nación tan poderosa que favoreciendo estas salidas no solo aprovecha lo que de emprendedores y lúcidos tienen los hijos de este pueblo, sino que pudiera esperar pacientemente a que por la sangría salgan los cubanos de más aspiraciones y posibilidades, se empobrezca humanamente el país, y se haga ingobernable. Entonces, en sus sueños, vendrían a ayudarnos a ser lo que nosotros podríamos ser con nuestro propio esfuerzo si tuviéramos una mayor madurez cívica y política. Estamos a tiempo. N.B. Agradezco al hermano Enriquez Rodríguez Pino por el excelente resumen de la Ponencia "Reconstruir la Sociedad Civil: Un proyecto para Cuba" que publicó en la Revista "Enfoque", de Camagüey en su No, 54 de Abril-Junio de 1996.
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