septiembre-octubre.año3.No.15.1996 |
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EDITORIAL |
EL AGUA Y LA LUZ
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La sociedad cubana ha resistido todo tipo de privaciones y dificultades a lo largo de su historia. Eso habla claro del carácter del cubano: gran poder de recuperación, emprendedor, ver la vida con optimismo, no tomar los problemas tan a pecho, nobleza, mansedumbre... Pero hay dos situaciones relativamente recientes en esa historia que son de especial sensibilidad y causan una desagradable irritación en todos los que lo sufren: una es la falta de agua, y otra, las interrupciones programadas del fluido eléctrico. Decimos relativamente reciente porque no vamos a considerar el período precolombino y colonial en que estos servicios no existían, sobre todo el de la electricidad, porque no se había inventado. Pero habría que recordar que Cuba tuvo entonces uno de los acueductos más eficientes y modernos de la América: el llamado Acueducto de Albear en La Habana. Hecho, por cierto, por un cubano, con proyecto cubano y recursos cubanos. Hoy, sin embargo, estas dos limitaciones: la falta de agua y de luz, marcan como un reloj fatal la vida cotidiana de nuestro pueblo. Todos tenemos que vivir pendientes, como de un hilo: si hoy no vino el agua, si hoy se va la luz. Nadie ignora la grave crisis económica por la que estamos pasando y que nos hemos acostumbrado ya a llamar "período especial". Ya sabemos las causas: caída del campo socialista, embargo norteamericano, mala administración y peor sistema de dirección y planificación de la economía, entre otros. Pero no es a las causas de la crisis económica a lo que nos queremos referir sino a una de sus consecuencias. Sean cuales fueran las causas de esta crisis, ya antes del período especial había serios problemas con el agua y apagones de la luz. Por tanto, ni siquiera pudiera restringirse a una situación de emergencia o a una coyuntura que dura ya más de cinco años. Es verdad, por otro lado, que hay servicios fundamentales como la salud y la educación que se han mantenido gratuitos a toda costa a pesar de la crisis. Si la calidad y los suministros de estos servicios han decaído no queremos tampoco ver sólo las manchas del sol. En nuestra opinión se trata de prioridades. En efecto, sabemos que durante casi treinta y cinco años se han priorizado algunos servicios ya mencionados como la salud, la instrucción pública, el deporte, la cultura, etc. Pero hay otros servicios esenciales, básicos, irreemplazables y de una increíble sensibilidad en la vida y la conciencia de la gente del pueblo. Ya dijimos que son, entre otros: el agua, la luz eléctrica, el combustible para cocinar, las medicinas más sencillas, el transporte... ¿Por qué estos no se han priorizado al mismo nivel de los sistemas de salud y educación? ¿Será que por no ser limitaciones en grandes organismos no se ven sus consecuencias? ¿Será que por ser cotidianos y encontrar precarias y sufridas soluciones perentorias se creen menos importantes? ¿Será que son gente sencilla y humilde del pueblo a los que les cuesta más trabajo resolver el agua y la luz, y algunos de los que tienen que priorizar estos servicios no sufren este flagelo diariamente? ¿Será, en fin, un problema de sensibilidad humana, o un mecanismo económico burocrático? ¿Por qué no se han resuelto en tres décadas estos dos problemas esenciales que no deberían existir a escala social habida cuenta que las conquistas de este proceso van encaminadas a los humildes, a los que antes no tenían ni agua, ni luz, ni vivienda, ni transporte, ni alimento suficientes? Sabemos por la prensa y la radio que hay signos de recuperación económica, que se tiene un especial cuidado por priorizar los recursos, por encontrar soluciones. Entonces nos preguntamos: ¿Qué ha pasado con el agua y la luz? Evidentemente no todo se puede resolver al mismo tiempo cuando faltan tantas cosas y recursos, cuando el petróleo se encarece y la zafra cubana crece a costos insospechado, pero evidentemente si se analiza la envergadura de estos dos problemas podríamos pensar que si otros más grandes se han resuelto, estos no han sido suficientemente priorizados. Hay que pensar entonces que los ciudadanos sencillos, los vecinos de casa, no saben mucho de economía de grandes números, pero son expertos en economía doméstica. A eso nos ha enseñado, entre otras cosas, la escasez y los sistemas de distribución de productos normados, para que alcancemos a partes "iguales" lo que no alcanza suficientemente para todos. Pues si las personas sencillas y humildes de nuestro pueblo saben mucho de economía del hogar, saben, por intuición y por experiencia cotidiana, que uno tendrá en su casa lo que priorice para gestionar. No podemos tener todo porque el dinero no alcanza: entonces, no compramos lujos sino aceite, jabón, detergente, sal. Entonces también descubren que a nivel del país tendremos lo que prioricemos aunque no todo a la vez. ¿Por qué entonces no tenemos algo tan esencial y cotidiano como es el servicio de agua permanente y la luz eléctrica sin apagones programados? Estas personas humildes, no saben que hay estrategias de desarrollo que priorizan primero las industrias como el azúcar y el turismo, que después se revertirán en beneficio de todos. Pero saben que mientras esto ocurra ya ellos no vivirán o sus hijos habrán vivido en medio de la más dolorosa privación, que es la de aquello que nos falta diariamente o con tanta frecuencia que no nos permite disfrutar ni vivir en paz con lo poco que tenemos. No hay derecho a privar a las personas de lo esencial hoy en nombre de un mañana incierto. Pero para los que sabemos que esas estrategias existen no nos queda otra alternativa que aguantar las privaciones diarias hasta no se sabe cuando; o preguntar por qué no se priorizan estos dos servicios. Por muchas conquistas sociales que hubiéramos tenido y tengamos, se hace incomprensible que no hayamos podido resolver dos derechos básicos tan fundamentales como es el agua y la corriente eléctrica; sobre todo en un país como el nuestro que tenía mayores niveles que la mayoría de América Latina en estos y otros servicios desde mucho antes del año 59, y luego tuvimos oportunidad de tener recursos y medios para haber solucionado definitivamente estas dos necesidades vitales. ¿Qué pasó? En nuestra opinión no se priorizó entonces y no se ha priorizado tampoco hoy. Ni siquiera nos preguntamos qué es más importante entre la zafra azucarera o tabacalera y el agua y la luz de los hogares donde viven los azucareros y tabacaleros que trabajan sin descanso en esos renglones fundamentales, pero que al llegar a sus casas se encuentran sin agua y sin luz alternativamente o a la vez, en una misma noche. No nos preguntamos qué es más importante entre el turismo para extranjeros y el agua y la luz de los nacionales que ven los hoteles y otras instalaciones turísticas como raros oasis en medio de un desierto en que literalmente falta el agua y la luz. Lo que nos preguntamos es que si es más importante que la inmensa mayoría de los ciudadanos de nuestro país vivan en la agonía cotidiana de la falta de agua y de luz eléctrica o esos planes de reanimación de algunas calles de nuestras ciudades que se ven más o son más comerciales. Qué es más importante: unos carnavales en los que se sacia por unas horas la sed con ron o mala cerveza, promoviendo más el alcoholismo que evade y nos hace huir de la realidad que vendrá después o sosegar diariamente la vida de los cubanos garantizando el mínimo servicio de agua y de luz. Qué es más importante: unos túneles que no se acaban nunca para defendernos de no sabemos que tipo de guerra y otras construcciones imponentes, o defendernos diariamente del enemigo interno que es el estrés y la inconformidad subyacente en cada ciudadano cuando llega el apagón o pasa tres días sin agua para bañarse y cocinar. Sabemos que no todo es posible resolverlo al mismo tiempo. Hay que saber priorizar. Hay que tener una escala de valores para priorizar: ¿Qué vale más: un obrero que llega a su casa luego de 8 ó 10 horas de trabajo y no encuentra ni agua ni luz, o unos planes que nunca garantizan servicio a corto plazo? ¿Qué vale más: las grandes instituciones de salud pública que se proponen en el extranjero por su excelente servicio o la prevención diaria de la salud de los cubanos? Porque lo que sí sabemos todos es que sin agua corriente, estable y clorada, no hay salud física para el pueblo. Y también sabemos que sin corriente eléctrica permanente y estable no sólo se queman los aparatos, sino que se va quemando la salud psíquica de los que aguantamos con amargura e impotencia cada apagón. El asunto del agua y la luz no es un problema como las plagas o enfermedades contagiosas, que se arma una campaña y se solucionan. Se trata de priorizar soluciones globales y estables para problemas básicos y derechos fundamentales. Sí, porque no se trata sólo de un problema más, se trata de derechos sin los cuales, como ya sabemos, no hay vida, ni tranquilidad, ni salud para gozar los demás derechos. Estamos seguros que la capacidad de recuperación del pueblo cubano sabrá llamar a la conciencia de todos para priorizar la solución definitiva y estable del derecho a gozar cada día, en paz, de esos dos elementos fundamentales que son el agua y la luz. Pero no "le cortemos el agua y la luz" a ninguna de las grandes salidas o alternativas que conducen a estos beneficios para el pueblo, ni a la intuición y a las pequeñas iniciativas de la gente sencilla que, en fin de cuenta es y será el único protagonista verdadero de estas conquistas. Pinar del Río, 8 de septiembre de 1996.
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