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julio-agosto.año3.No14.1996 |
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REFLEXIONES |
RAZÓN Y FE: ¿CÓMO LEER LA BIBLIA? por Pedro Pablo Arencibia Cardoso |
"¿Qué
pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el
espíritu, pero cantaré también con el entendimiento".
1 Corintios 14,15.
Lectura de las Sagradas Escrituras es una actividad llevada a cabo por muchísimas personas en el mundo; pero sólo un número relativamente pequeño de esas personas son las que concluyen la lectura de las mismas. Una de las razones por las cuales se obtiene ese resultado, es el escoger de una manera inadecuada el orden de lectura de las mismas. Un buen consejo para aquel que se inicia en la lectura de la Biblia, es que comience por el Nuevo Testamento, específicamente por Los Evangelios y después de terminado de leer el Nuevo Testamento, acometa la tarea de leer el Antiguo Testamento. Pero en este artículo me quiero referir fundamentalmente a otros errores que se cometen en la lectura de las Sagradas Escrituras y que provocan en muchas personas, con determinada preparación intelectual y científica, el rechazo y abandono de su lectura como libro de fe, por considerarlas absurdas y contradictorias. Paradójicamente, en otras personas con esas mismas características, la actitud asumida ante Las Escrituras es una inconcebible aceptación de todos los mensajes que literalmente ellas plantean, aunque algunos de ellos vayan en contra del conocimiento adquirido por esas personas en diferentes esferas del conocimiento humano. Ambas actitudes privan a los sujetos de estas acciones del gozo de una fe convencida o, peor aún, les imposibilita o dificulta el alcanzar niveles superiores en el conocimiento divino que Las Escrituras poseen.
En el presente trabajo abordaremos el estudio de cinco de esos errores:
l. INTERPRETAClÓN LITERAL DE LAS ESCRITURAS. En este tipo de lectura no se admite ninguna otra interpretación del contenido de Las Escrituras que no sea lo que literalmente se lee en ellas o sea, no existe realmente ninguna interpretación. Una de las consecuencias de este tipo de lectura es que podemos encontrar fragmentos que no coinciden o se contradicen literalmente unos con otros. Un ejemplo de lo anterior es: «Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo». Mateo 27,33-34 «Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó» Marcos 15,22-23 Otro ejemplo es Génesis 6,19-20 y Génesis 7,2-3. Pero ese tipo de contradicción en los detalles no es a mi entender la más importante. Más importante son aquellas que prácticamente tienen que ver con los fundamentos de nuestra fe. Veamos: «Yavé dijo a Moisés: «Ahora que los hijos de Israel tomen desquite de los medianitas, y luego irás a reunirte con tu pueblo» Números 31,1-2 Y más adelante en ese capítulo, Moisés, el portador de las ordenes de Yavé, dice: «Maten, pues, a todos los niños hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones» Números 31,17-18. El contenido de estos versículos es evidentemente contradictorio con el versículo: «El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.» 1 Juan 4, 8, y con todo el mensaje de amor cristiano que trasmite el Nuevo Testamento y muy especialmente los cuatro Evangelios. Se pudiera pensar en que Dios «mejoró» su conducta pero leemos en la profecía de Balaam las siguientes palabras que puso Yavé en la boca de Balaam: «No es Dios un hombre para mentir, ni hijo de hombre para volverse atrás...» Números 23,19 Jesús, la persona más capacitada para hablar de los errores que pueden traer la lectura y comprensión literal de las Sagradas Escrituras, nos alertó hace mucho tiempo sobre ellos. El profeta Elías, llevado al cielo en vida, mostraría con su retorno, una de las señales de la inmediata llegada del Día de Yavé. La inmensa mayoría de los cristianos entendemos ese día como el de la llegada del Mesías, o sea del Hijo del Hombre, profetizada en Isaías capítulos 11, 42, 51 y 53 y en Daniel capítulo 7, entre otras. «Les voy a enviar, también, al profeta Elías, antes que llegue el día de Yavé, que será grande y temible. El reconciliará a los padres con los hijos y a éstos con sus padres, para que, cuando yo llegue, no tenga que maldecir a este país» Malaquías 4,23-24 En el pasaje de la Transfiguración (Mateo 17,1-9), Jesús les muestra a los tres discípulos que lo acompañan su carácter de Mesías. Ellos se sintieron confundidos por lo que habían visto y lo que decían Las Escrituras sobre el Hijo del Hombre. «Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?. Respondiendo Jesús, les dijo: "A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Ellas va vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos". Entonces los discípulos comprendieron que les habla hablado de Juan el Bautista» Mateo 17,10-13. Algunas personas que creen en la reencarnación de las almas utilizan este pasaje y Lucas 1, 17, para argumentar bíblicamente esa creencia. Si esas personas leyeran detenidamente Juan 1,21-23 comprenderían que Juan El Bautista no es una reencarnación de Elías. En general las religiones que plantean la existencia de reencarnaciones son aquellas que carecen de un Redentor que cargue con las culpas y defectos de las personas y, por eso, la persona necesita varias vidas para irse perfeccionando espiritualmente Nuestra religión tiene su Redentor: Cristo Jesús. Las escrituras de La Biblia están escritas en múltiples géneros literarios que debemos reconocer y diferenciar para poder entender el mensaje que ellas encierran. En ellas hay relatos de epopeyas nacionales, oraciones, poemas de amor, pasajes poéticos, códigos legales, historias edificantes, oráculos, refranes y muchos otros. Cuando leemos las fábulas de Esopo, de la literatura griega, a nadie se le ocurriría admitir que los animales hablan y se comportan como los seres humanos por el hecho de que ellas sean portadoras de una gran sabiduría. En la cancionística cubana tenemos la canción «Longina», la cual habla de una mujer con tales cualidades que ninguna mujer literalmente las posee y sin embargo: iCuantas Longinas vemos por nuestro alrededor!. Si a esta situación de saber reconocer el género literario que estamos leyendo, le agregamos el hecho que las culturas orientales (como es la israelita) tienen sus características propias como es, por ejemplo, que las exageraciones en los relatos no son evaluadas de mentiras como las evaluamos los occidentales, veríamos con más precisión las dificultades que trae el entender correctamente Las Escrituras. Es cierto que es mucho más cómodo aceptar literalmente todos los planteamientos bíblicos, y con esto ahorrarnos muchos esfuerzos, pero ¿estaremos en este caso actuando correctamente? Dios nos dio la vida, nos situó en estos tiempos y nos ayudó a alcanzar los conocimientos y aptitudes que poseemos; es indudable que todos estos elementos están en el Plan de Dios con cada uno de nosotros ¿debemos dejar todo esto a un lado y aceptar literalmente y de manera total Las Escrituras? Deseo hablar de algunos elementos, mucho más cercanos a mi formación, que permiten mostrar lo incorrecto de entender literal y totalmente lo que leemos en Las Escrituras: las pruebas científicas que niegan muchos de los planteamientos que aparecen en la Biblia; y que personas a veces con formación científica suficiente cierran los ojos ante ellas, quizás por comodidad y pereza, sin comprender que con esa actitud vamos en contra de uno de los mensajes más importante del Antiguo Testamento: Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y si bien no podemos ni remotamente llegar a la infinidad de su conocimiento y sabiduría, sí podemos llegar a ser mucho más que meros repetidores de un mensaje, cuyo contenido es a veces inconcebible. Quizás ese sea precisamente un punto de partida puesto por Dios para que profundicemos en el contenido esencial que hay en él, de la misma manera que el aceptar literalmente el mensaje fue la tarea de los hombres de otros tiempos. Los argumentos utilizados para refutar las pruebas que aporta la ciencia, y que van en contra de la lectura y comprensión al pie de la letra de Las Escrituras, están basados, la mayoría de ellos, en la característica que posee el método científico general de no dar siempre resultados perfectos y del carácter abierto de la teoría científica, los cuales permiten cuestionar, perfeccionar y crear nuevas teorías científicas. Cualquier ajuste en la Ciencia significa, para esas personas, el fracaso de la Ciencia y la confirmación automática del mensaje que literalmente dice el texto bíblico. Un ejemplo de esta actitud es el siguiente: las limitaciones que presenta actualmente la Teoría de la Evolución de Las Especies, de Charles Darwin, se toman como prueba automática y fehaciente de que el surgimiento de la vida en la tierra fue como se narra en Génesis, sin tener en cuenta que Darwin por muy genial que fuera no podía crear una teoría científica perfecta pues el quehacer de todo hombre depende, entre otras cosas, del momento y las circunstancias en que le tocó vivir. Con la teoría del surgimiento de la vida de Oparin, sucede algo similar. Esas personas no tienen en cuenta las respuestas científicas definitivas que rechazan algunos planteamientos bíblicos. Uno de esos planteamientos refutados es la forma que en la cosmología bíblica tiene nuestro planeta: la tierra es una plataforma llana y circular (lsaías 40, 22), la cual está sobrenadando sobre un gran océano o inmenso mar llamado abismo (Salmo 24,2), sustentadas por cimientos o columnas (1 Samuel 2,8) sobre las cuales Yavé la había asentado inconmoviblemente. En 1 Reyes 7, 23-26 aparece una representación detallada del mar y sobre lo que, según los israelitas, éste estaba sustentado. Esta concepción desde hace varios siglos fue científicamente rechazada, de manera total, con la prueba de la esfericidad de la Tierra y otros descubrimientos. Otros planteamientos mucho más sencillos, que fueron rechazados hace mucho tiempo por la Ciencia, son el carácter de rumiantes que se les asigna al conejo y a la liebre en Levítico 11,5-6 y el de ave que se le otorga al murciélago en Levítico 11, 13-19. Como algo colateral al presente trabajo, deseo señalar que el autor de "Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural" no fue nunca un ateo, aunque su obra ha sido una de las obras más esgrimidas por los ateístas, para argumentar sus puntos de vista contra la existencia de Dios. También ha sido una de las obras más criticadas por muchos de los creyentes de diferentes épocas, incluyendo la nuestra. Charles Darwin en "Autobiografía" escribió: "Otra fuente de convicción en la existencia de Dios, relacionada con la razón y no con los sentimientos, me parece mucho más sólida. Proviene de la extrema dificultad, o más bien la imposibilidad, de concebir este inmenso y maravilloso universo, incluyendo al hombre, con su capacidad de mirar muy lejos hacia atrás y hacia el futuro, como resultado de la necesidad o del ciego azar. Al reflexionar de este modo, me siento impelido a buscar una Causa Primera, poseedora de una mente inteligente, en cierto grado análoga a la del hombre, y por eso merezco ser llamado teísta. " Retornando al tema fundamental de nuestro trabajo, diré que un elemento importante que debemos tener en cuenta cuando leemos Las Escrituras, y que evidentemente va en contra de su lectura literal, es el hecho de que la Biblia, al igual que todo libro sagrado, contiene muchos elementos simbólicos, los cuales pueden ser: números, colores, nombres, etc., que, por supuesto, no debemos de entender al pie de la letra ya que la verdadera importancia de esos elementos en el relato radica en el significado oculto que ellos contienen, los cuales en su mayoría (no todos) eran conocidos por las personas a las que se les dirigía ese mensaje. Algunos de los significados conocidos en aquella época hoy se desconocen. La Hermeneútica nos puede ayudar mucho en la interpretación de esa simbología, pero es más asequible para la mayoría de las personas la utilización de Biblias de Estudio o Pastorales como La Biblia Latinoamérica y La Biblia de América pertenecientes a nuestra Iglesia Católica y La Biblia de Estudio Dios Habla Hoy para las Iglesias Evangélicas, las cuales son de gran utilidad para la lectura bíblica en general. Existen actualmente Biblias para ser usadas mediante microcomputadoras (PC) u ordenadores personales, pero desconozco las potencialidades de algunas de ellas, las que conozco no incluyen los significados de los diferentes símbolos en su contexto.
11. DESCONOCIMIENTO 0 DESPREOCUPAClÓN POR CONOCER LAS CONDICIONES HISTÓRlCAS EN LAS QUE SE ESCRIBIERON LOS DIFERENTES TEXTOS BÍBLICOS. La Biblia es un texto que guarda la palabra de Dios, pero ella no fue escrita por Dios sino por hombres inspirados por Dios, los cuales vivían en un contexto histórico determinado que de muchas maneras se reflejaba en sus escritos. Averiguar cuáles son los mensajes que Dios nos comunica y cuáles son los elementos que no son parte de esos mensajes, es una de las tareas que, a mi entender, Dios nos asigna en el tránsito por esta vida, y que podemos llevar a cabo con éxito mediante la utilización de esa «imagen y semejanza» con que él nos dotó y con la ayuda de ese gran maestro que es el Espíritu Santo. Voy a tratar de ejemplificar lo anterior tomando para ello varios pasajes bíblicos muy conocidos: la creación, la tentación y el pecado, los cuales aparecen en Génesis, del capítulo 1 al capítulo 3. La Creación aparece en dos relatos: El primer relato de la Creación que va del Génesis 1, 1 hasta parte del Génesis 2, 4, que es el de más reciente escritura: siglo V antes de Cristo; y un segundo relato que abarca parte del Génesis 2, 4 hasta el Génesis 2,25, el cual fue escrito en el siglo X antes de Cristo y es, por tanto, el más antiguo. Vemos que el escritor bíblico del primer relato vivió en tiempos en los que desde hacía muchos siglos se practicaba por el pueblo de Israel la Ley de Moisés; luego, la creación del universo en seis días y el descanso de Dios en el séptimo, que aparece en esa primera Creación, realmente lo que hace es reflejar y a la vez justificar la práctica que llevaba en ese sentido el pueblo israelita desde mucho antes. Dios pudo crear el Universo en seis días, después de haber creado los elementos celestiales y físicos que permiten hablar del día y de la noche, pero todas las pruebas científicas indican que fue otro camino mucho más largo el escogido por Dios. En este primer relato no aparecen los elementos tomados de la cultura babilónico y adaptados por los autores del segundo relato como fueron la Primera Pareja y el Paraíso Perdido. La cultura babilónico estaba en el siglo X antes de Cristo mucho más desarrollada que la del pueblo israelita; en particular, la escritura hebrea no hacía mucho que había surgido (esto no quiere decir que con anterioridad los hebreos no conocieran el lenguaje escrito de otros pueblos, además, el desarrollo de la escritura es un proceso largo y complejo), teniendo entre otras limitaciones: la ausencia de vocales, la no diferenciación de matices y el hecho que una sola palabra podía tener varios significados diferentes. Sin embargo el primer relato de la Creación mantenía el mensaje esencial del relato más antiguo: todo fue creado por Dios; e introducía algo novedoso: el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, lo cual el autor del segundo relato, y a la vez más antiguo, no había escrito. Las experiencias por las que había pasado el pueblo de Israel: división de Israel en dos reinos, la conquista y destrucción de los Reinos de Judá y de Israel por otros pueblos, el posterior destierro o deportación de una gran parte de su pueblo y la maduración religiosa que los profetas Elías y Elíseo en el Reino de Israel e Isaías, el segundo Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías y Ezequiel en el Reino de Judá, habían despertado en el «resto de Israel», hicieron posibles las condiciones para que el sacerdote autor de ese primer relato, iluminado por el Espíritu Santo, escribiera esas sabias palabras donde «imagen y semejanza» no significan necesariamente similar apariencia exterior, sino algo mucho más profundo y espiritual. Es bueno destacar que, cuando se escribió ese primer relato, ya se habían escrito: casi todo el Génesis, Éxodo, Josué, Jueces, Samuel, Reyes y otros. En el segundo relato con la alusión a la primera Pareja podemos llegar fácilmente al mensaje: todos somos hermanos y nos debemos tratar como tales y no querer dominarnos unos a otros. Otro de los mensajes fundamentales son: 1) Dios es el creador del Universo, incluyendo al hombre.
La Biblia no es un libro de Ciencias ni de Historia, es un libro de FE. Lo importante para los escritores bíblicos que escribieron la Creación y para los que la leemos, no es cómo se hizo el Universo y el hombre en particular, sino qué es el Universo y el hombre. No podemos utilizarlo para calcular la edad del hombre como especie o la edad de la Tierra y el Universo, ni para responder si hay vida o no en otros planetas por solo citar algunos usos incorrectos de la Biblia. La genealogía de Jesús que aparece por ejemplo en Mateo 1, 1-17, nos dice que Jesús está insertado en el Plan de Dios con el hombre, desde sus inicios, y que se cumplió la profecía del origen davídico del Mesías. El número 14 al ser el duplo del número 7, está asociado a la totalidad, la perfección y la plenitud, las cuales eran representadas simbólicamente por el número 7. Con respecto al relato de la tentación y el pecado, el cual comienza en Génesis 3,1 y concluye en Génesis 3,13, tenemos que tener en cuenta que fue totalmente escrito por el mismo que escribió el segundo relato de la Creación, o sea , vivió en la época del rey Salomón, o poco después de él. Para él eran muy recientes los problemas que le habían traído las mujeres al Rey David y a su hijo: el Rey Salomón. En 2-Samuel capítulo 11 puede leerse el pasaje del adulterio de David y, en los capítulos siguientes, las tragedias que trajo esto en la familia de David, un hombre que había seguido siempre a Dios. En 1-Reyes capítulo 11 se narra cómo Salomón, un hombre que también había estado siempre al lado de Dios, al final de su vida se aparta de Él como consecuencia de las mujeres extranjeras que había tenido y que eran idólatras. Salomón se interesó, entre otros dioses, por la diosa cananea de la fertilidad y de la fecundidad femenina, llamada Astarté, cuyo símbolo era una serpiente. Salomón y el pueblo le rindieron culto. Al final del mencionado capítulo, y en los siguientes, se pueden leer las desgracias ocurridas al pueblo de Israel después de la muerte de Salomón, por apartarse de Dios. El escritor bíblico, utilizando elementos de la cultura babilónico como es el robo de la planta de la inmortalidad del hombre por una serpiente (lo cual aparece en el poema de Gilgamés), así como el papel negativo que jugaron algunas mujeres al apartar a David y Salomón del cumplimiento de los mandamientos de Dios (en particular la adoradora de la diosa Astarté), trasladó con otros personajes y al inicio de todos los tiempos, el pasaje bíblico de la tentación, el pecado y sus consecuencias. Deseo aclarar, antes de mostrar algunos de los mensajes fundamentales de ese pasaje, que la utilización por parte de los escritores bíblicos de elementos de la literatura y en general de la cultura de los pueblos vecinos, no les resta originalidad a los relatos bíblicos, pues ellos fueron radicalmente transformados y dirigidos a dar un mensaje auténtico carente, por ejemplo, de elementos mitológicos. Al ser Israel desde su surgimiento un pueblo monólatra (un sólo Dios, pero los otros pueblos pueden tener sus otros dioses) y posteriormente convertirse en un pueblo monoteísta (existe un único Dios para todos los pueblos), las situaciones de carácter mitológico, como son las disputas y reconciliaciones entre dioses, no tienen sentido. La similitud en cuanto a la forma y la temática de algunos relatos bíblicos con otros de los pueblos vecinos casi nunca fueron simples repeticiones o adaptaciones, como algunos ateístas desean demostrar. En general, la amplitud, el nivel artístico y la variedad de los escritos bíblicos es muy superior a la de sus pueblos vecinos. Algunas de las enseñanzas o mensajes fundamentales que nos brinda este pasaje de la tentación y el pecado son: l) Dios le da plena libertad al hombre de decidir su futuro. 2) Las consecuencias de las decisiones de los hombres, y muy en particular las que nos apartan de Dios: el pecado, inciden sobre personas que no tuvieron posibilidad de decidir y que tienen que arrastrar con las consecuencias de ese pecado. El pecado nos contagia. David, Salomón y todos los hombres y mujeres fuimos y somos, al igual que el mítico Adán, libres de tomar nuestras decisiones, pero tengamos muy en cuenta que las consecuencias de muchas de esas decisiones, que nos apartaron o apartan del camino de Dios, las están pagando y pagarán nuestros hijos y nietos, como una consecuencia lógica de nuestras malas decisiones. Porque Dios no castiga, sino que el hombre a causa de su pecado se ha alejado de su gracia y no podrá gozar de la presencia de Dios si no se produce en él una real y total conversión. Otro de los errores más frecuentes que he oído en lo relativo al desconocimiento del marco histórico en que se escribió un determinado libro, es el que se tiene con relación al libro de Daniel, el cual es ubicado en la época del destierro judío en Babilonia cuando en realidad se escribió mucho después (siglo II a.C.), en los tiempos de la persecución de Antíoco Epifanes IV. El o los autores judíos de este libro lo escribieron como una res-puesta de resistencia pasiva ante la opresión de ese terrible tirano. La resistencia activa o armada en ese momento la llevaban a cabo otros judíos guiados por los Macabeos. Daniel, el protagonista del libro, es tomado de la vida real (no así muchos de los hechos y atributos a él asignados) y corresponde al de un funcionario judío que vivió en la corte babilónico en la época del destierro, varios siglos antes. La trama del libro también es situada en esa época. El desconocimiento de ese marco histórico ha provocado que muchas personas se admiren del carácter profético de ese libro en cuanto a pronosticar ciertos hechos históricos que realmente ya habían sucedido mucho antes de que fuera escrito ese libro. Tradicionalmente, El Libro de Daniel ha sido situado dentro de la literatura profético y el personaje de Daniel ha sido señalado erróneamente como el cuarto gran profeta cuando en realidad este importantísimo libro debe situarse dentro de la literatura apocalíptica. La retribución o recompensa mediante la resurrección y juicio de los israelitas y algunos de sus más destacados perseguidores, fue uno de los grandes y originales mensajes que Dios nos comunicó a través del sagrado escritor de este libro. Este mensaje se encuentra escrito en el capítulo 12.
III. PENSAR QUE DIOS NOS HA REVELADO TODA SU INFINITA SABIDURÍA DESDE UN PRIMER MOMENTO. Los que hemos ejercido como maestros alguna vez, sabemos que a nuestros alumnos no podemos darles todos los detalles de una determinada teoría o de un proceso de una sola vez porque lo más probable es que, al final, no comprendan nada o muy poco de lo que les explicamos y salgan más confundidos de la clase que cuando entraron. Cristo podía haberse ahorrado mucho tiempo y no haberse pasado casi tres años en su ministerio si, utilizando sus posibilidades, le hubiera revelado a sus apóstoles y demás seguidores su doctrina de manera inmediata. Es inconcebible que se estudie la Biblia y veamos compatibilidad entre el Dios muy frecuentemente castigador, celoso, irascible del Antiguo Testamento y el Dios todo Amor que nos trajo Cristo en el Nuevo Testamento, sin entender que hubo un nuevo conocimiento de Dios. El grado de revelación que tuvo Dios con Abraham fue diferente al que tuvo con Moisés siglos más tarde y, a su vez, este grado de revelación fue muy inferior al que nos trajo Cristo como culminación de esa revelación. Dice Jesús: «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.» Juan 4,23. Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: "A mi me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Pero yo le conozco porque de Él procedo, y Él me envió.» Juan 7, 28-29. Pero el conocimiento sobre Dios no fue lo único que sufrió transformación. Veamos lo que sucedió con el concepto de alma. El alma para los judíos significaba, hasta pocos años antes de Cristo, el aliento del hombre (y los animales) y el calor que está en su sangre, donde radicaba según ellos la vida. En el libro Eclesiastés, escrito en el siglo IV o III antes de Cristo, se dice: «De hecho, el destino del hombre y el del animal es el mismo; muere uno y el otro también: los dos tienen la misma alma; la superioridad del hombre sobre el animal es nula; pues todos pasan como el viento. Todo va al mismo lugar, todo proviene del polvo y volverá al polvo.» Eclesiastés 3,19-20. Y más adelante se lee: «Si ves algo que se debe hacer, hazlo porque entre los muertos, adonde vas, no hay obras, ni cuentas, ni conocimiento, ni sabiduría ". Eclesiastés 9, 10. Es de entender la confusión que tendríamos los católicos si leemos el último versículo sin tener en cuenta que, en ese propio libro, o sea, en ese contexto, se observó un concepto implícito de alma muy diferente e inferior al que todos los cristianos de hoy en día manejamos, el cual corresponde a un nivel superior y posterior de la revelación. Esta revelación comenzó, en buena medida, con el arribo de la cultura griega tras la conquista de Israel por Alejandro Magno en el 333 a.C. Ese concepto se observa en los libros más recientes que conforman el Antiguo Testamento: Libro de Daniel, Libro Segundo de los Macabeos y el Libro de la Sabiduría, último libro escrito del Antiguo Testamento (año 60-50 antes de Cristo); y como es lógico trasciende al Nuevo Testamento: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar, temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.» Mateo 10, 28 «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo." 1 Tesalonicenses 5,23. Es interesante observar que si nos guiamos por lo que aparece escrito literalmente en I-Samuel capítulo 28 (escrito mucho antes que Eclesiastés), los muertos no cumplen con lo descrito en Eclesiastés 9, 1 0.
IV. LAS ESCRITURAS SAGRADAS SE ESCRIBIERON COMO APARECEN EN LA BIBLIA QUE LEEMOS Las Escrituras fueron escritas originalmente en diferentes idiomas: hebreo, griego, arameo. La escritura hebrea primitiva carecía de vocales; el significado específico de las palabras, por lo general, se conservaba mediante la tradición oral y no presentaba matices. Un ejemplo de esa dificultad se encuentra en el pasaje bíblico en el que el Señor le encomienda la siguiente misión a Isaías: «Trata de que se ponga pesado el corazón de este pueblo, que se vuelvan sordos sus oídos y que se les peguen sus ojos; no sea que vean sus ojos, oigan sus oídos, comprenda su corazón, y pueda convertirse y recuperar la salud. » Isaías 6, 1 0. Y en el anuncio de la Octava plaga en Egipto: «Yavé dijo a Moisés: Ve donde Faraón, porque he endurecido su corazón y el de sus ministros, con el fin de realizar mis prodigios en nombre de ellos, y para que tú puedas contar a tus nietos cuántas veces he destrozado a los egipcios y cuántos prodigios he obrado contra ellos; así conocerán ustedes que yo soy Yavé. » Éxodo 10, 1-2. El no conocer y entender que esa traducción corresponde a un idioma que no posee matices y donde por ejemplo las expresiones: «Entorpece la mente del pueblo» y «serás la ocasión de que entorpezca su mente» se escriben exactamente igual en hebreo, nos comunica la idea de un Dios que castiga a otros, por acciones provocadas por él, lo cual es prácticamente una blasfemia. El traducir una obra de cualquier idioma para otro, siempre lleva consigo un aporte (positivo o negativo) a la obra por parte del traductor. Imaginemos además que estamos traduciendo de un lenguaje que no tiene los signos de puntuación que conocemos y que tenemos que situarlos nosotros en la traducción. Hay ejemplos gramaticales donde la situación de un punto o una coma, cambia el significado por completo de lo que está escrito. Durante muchos siglos Las Escrituras fueron copiadas de un manuscrito a otro. Por mucho cuidado que se haya querido tener en el copiado, es poco probable que no se hayan efectuado algunos cambios. En 1947 cuando se descubrieron los aproximadamente 400 rollos del Mar Muerto, cuya antigüedad es de aproximadamente 1000 años antes que los más antiguos escritos que existían en ese momento y que datan del siglo lX después de Cristo, se observaron realmente poquísimos cambios entre unos documentos y otros, pero los hubo. Un ejemplo es Deuteronomio 32, 43. Se han realizado refundiciones de las Escrituras, la ocurrida aproximadamente a partir del año 458 de Cristo (o sea, después del regreso del destierro de Babilonia), cuando el sacerdote Esdras reunió por primera vez los libros de la Biblia que existían en ese entonces. En estas refundiciones los sacerdotes unieron unas partes de unas Escrituras con otras de otras Escrituras, como vimos ya en Génesis. Las Escrituras originales no existen, se perdieron; luego, no tenemos posibilidad de contrastar Las Escrituras actuales con las originales y así valorar la incidencia que han tenido en ellas los procesos de traducción, copiado y refundición, pero entendemos que las que han llegado a nuestros días son las que precisamente Dios ha querido que permanecieran y llegaran a nosotros.
V. SEPARAR LAS SAGRADAS ESCRITURAS DE LA TRADIClÓN APOSTÓLlCA Y, POR LO GENERAL, IGNORAR O DESPRECIAR A ESTA ÚLTIMA. Muchas personas consideran que no es necesario leer ninguna otra escritura para conocer el mensaje divino de Dios para el hombre; desprecian lo que de una manera muy vaga e indefinida consideran que es La Tradición. Antes de explicar con precisión lo que es La Tradición Apostólica, y el papel que ella juega en nuestra comprensión de las Sagradas Escrituras, deseo dar un esbozo de cómo se definieron como libros inspirados los libros que conforman La Biblia. La selección de los libros que componen el Antiguo Testamento la llevó a cabo una asamblea de rabinos en la ciudad de Jamnia (Yavne) entre los años 90 y 100 después de Cristo, o sea, eran todavía recientes los acontecimientos de la vida de Jesús. Esta reunión se realizó poco después que la religión judía se había refugiado en torno a una nueva ortodoxia dirigida por los fariseos; las otras sectas prácticamente habían desaparecidos, debido a que el Templo de Jerusalén había sido destruido en el año 70 por las tropas romanas de Tito. Algunos libros que no fueron aceptados en general por esta asamblea, sí fueron aceptados por otras comunidades judías participantes, como por ejemplo, la de Alejandría. Esos libros discutidos son los llamados por nosotros: Deuterocanónicos, y no aparecen en la Biblia hebrea. Hay personas que sobrevaloran hasta lo divino la selección realizada en Jamnia y subestiman o desprecian a los Deuterocanónicos, pero recordemos que los judíos no reconocieron ni reconocen en Jesús al Mesías esperado por ellos en Las Escrituras y, por tanto, sus decisiones después de la llegada de Cristo a la Tierra no podemos valorarlas de la misma manera que antes de ella, pues con su llegada entramos en un estadío de la Revelación y de la Economía de la Salvación muy superior al que existía antes de ella: «La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reinó de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él» Lucas 16,16. La Iglesia Católica con la inclusión de los Deuterocanónicos, libros utilizados por los primeros cristianos o iglesia primitiva (puede consultarse la página 1227 de la Biblia de Estudio Dios Habla Hoy, publicada para las Iglesias Evangélicas en 1994), lo que hizo fue sencillamente no discriminar los textos que las diferentes comunidades judías consideraron palabra de Dios. Según diferentes autores, se conocen 115 libros de la época del Antiguo Testamento que no quedaron en la Biblia hebrea, la cual es la misma que la nuestra, pero sin los libros del Nuevo Testamento ni los Deuterocanónicos. En el Concilio de Laodicea (364 d.C.) se realizó una selección de los libros que conforman el Nuevo Testamento. Se excluyeron más de 90 documentos de esa etapa, entre ellos varios «evangelios». En ese Concilio, por ejemplo: Eusebio de Cesárea se opuso decididamente a incluir el Apocalipsis y las cartas que tradicionalmente le asignamos a San Pablo. El sínodo de Hipona de 393 constituyó la primera confirmación oficial del Nuevo Testamento (N.T.). La formación del canon del N.T. fue lenta y presentó diferentes etapas, pero los principales criterios para determinar qué libros debían formar parte de ese canon fueron:
La exigencia de estos requisitos aseguró que algunos escritos apócrifos quedaran excluidos de ser considerados libros inspirados por Dios, pero también determinó que otros documentos de un indudable carácter cristiano quedaran excluidos. Entre estos últimos escritos se encuentran: las cartas de san Ignacio de Antioquía (muerto en 107 d.C.), la Didakhé (finales del siglo l), las Cartas de Bernabé, las cartas de san Clemente Romano (aproximadamente año 90), las cartas de san Policarpo, el Pastor de Hermas, etc. Estos documentos eran muy apreciados por los primeros cristianos desde inicios del siglo II d.C. La Tradición Apostólica está contenida en los libros del N.T. pero también se encuentra en los escritos de los grandes escritores cristianos de los primeros siglos: san Clemente, san Ignacio de Antioquía, el autor de la Didakhé (hacia el año 100), san Justino (aproximadamente 150 d.C.), san Irenco (aproximadamente 180 d.C.), Hipólito, Tertuliano, Cipriano, Orígenes (todos estos entre el 200 y 250 d.C.) y san Agustín (300-350 d.C. aproximadamente). La importancia de conocer esta otra parte de la Tradición Apostólica radica en que permite conocer con más detalles la manera en la cual los primeros cristianos interpretaron y llevaron a la práctica las enseñanzas de Jesús transmitidas por los apóstoles. Fue la tradición de las tribus adoradoras del Dios único, Yavé, la que guardó durante varios siglos muchas de las enseñanzas que después se escribieron en los libros veterotestamentarios a partir del siglo X a.C.; fue la Tradición de la Iglesia la que permitió escribir entre los años cincuenta y los noventa los libros que componen el Nuevo Testamento. A continuación mostraré un ejemplo donde se podrá observar la utilidad de conocer la Tradición Apostólica para conocer algunos detalles que no aparecen en La Biblia. «Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta;» Apocalipsis 1,10. El Apocalipsis fue escrito a finales de los años noventa del primer siglo de nuestra era. La duda: ¿A qué día de la semana se refiere el escritor?, queda eliminada cuando leemos en san Ignacio de Antioquía (año 107) que los cristianos en esa época no festejaban ya el sábado, sino el día del Señor, o sea, el día de la semana en el cual resucitó Cristo (Mateo 28,1-6). Por eso en muchas Biblias católicas aparece ya directamente escrito en ese versículo, que fue un Domingo.
CONCLUSIONES La palabra de Dios se encarnó en palabras humanas y debemos entender esas palabras para poder llegar a recibir el mensaje religioso de la Biblia. En la conformación de la Biblia hay mucho de la actividad y la decisión de los hombres. El mensaje de Dios se encuentra en ella pese a toda esa actividad y decisión. El mensaje tenemos que buscarlo más allá de una lectura y aceptación literal de lo que está escrito. Dios con su infinita sabiduría aceptó en su plan divino esos elementos para que el hombre de hoy y de mañana vaya a una búsqueda y encuentro de un mensaje tan o más profundo que el que recibieron los que nos precedieron en este camino. "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. " 2 Timoteo 3, 16. Pero a la luz de : «el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu: porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. " 2 Corintios 3, 6. Luego, debemos a través de la letra, que indudablemente hay que conocer, y las Tradiciones de los Apóstoles extraer el espíritu que está encerrado en las letras que componen nuestras Sagradas Escrituras Cristianas. Con el objetivo de captar ese mensaje y más aún para entrar en diálogo con la Palabra de Dios, sugiero que se utilice paralelamente con los estudios bíblicos tradicionales, la práctica de una lectura orante de la palabra conocida como La Lectio Divina, la cual se conoce desde hace varios siglos y consiste en: Leer y releer cuidadosamente el texto, ubicar ese texto en el contexto histórico de su tiempo, en el contexto temático o asunto, identificar los recursos literarios utilizados, la experiencia de fe que trasmite, tener en consideración el nivel de revelación al que pertenece ese texto, etc. Meditar y reflexionar el texto hasta que descubramos el mensaje que encierra ese texto para nosotros y nuestro tiempo. Dirigirnos a Dios mediante la oración que espontáneamente nos ha provocado la meditación de ese texto. Debemos hablarle a Dios con todo nuestro corazón y nuestros sentimientos. Estas oraciones pueden ser: súplicas, acción de gracia, alabanzas, reproches hacia uno mismo, etc. Dios nos escucha. El último paso es contemplar, disfrutar de nuestro contacto, nuestra comunicación con Dios penetrando en lo más profundo de la historia y del designio salvador de Dios. Los cambios de un paso de La Lectio Divina a otro se deben hacer de una manera natural y espontánea. Este tipo de lectura requiere de condiciones mínimas para desarrollarla. Los textos escogidos no deben ser extensos. No debemos sentirnos abrumados ni desconcertados para andar este camino de búsqueda y encuentro del mensaje divino, los hombres de hoy estamos bien surtidos para ello: tenemos Las Escrituras, las cuales debemos escudriñar como pedía San Pablo, poseemos una cultura universal que nos puede ser de mucho beneficio, tenemos la experiencia de 2000 años de nuestra Iglesia y lo fundamental, tenemos al Espíritu Santo que nos dejó Jesús para que nos acompañe, guíe y enseñe en este transitar.
BIBLIOGRAFÍA. La Biblia (Latinoamérica), Edición Pastoral, Editorial Verbo Divino, Navarra, España, 1972. El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo (versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera), National Publishing Company, Philadelphia, Pennsylvania, EE.UU., 1988 Ciencia y Religión, Castellanos Israel y otros, Editora Política, La Habana, Cuba, 1981. La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento (versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera), Sociedades Bíblicas Unidas, 1960. Curso de Lectura de la Biblia, La Casa de la Biblia, coeditan Ediciones Sígueme y otras , España, 1992. La Biblia de Estudio Dios Habla Hoy, Sociedades Bíblicas Unidas, Editorial S.B.U.(tercera edición), Estados Unidos, 1994. Diccionario de la Biblia, Haag H., Van den Born A. Y de Ausejo S., Editorial Herder, Barcelona, España, 1987. La vida cotidiana en Babilonia y Asiria, Contenau G., Editorial Gente Nueva, La Habana. ¿Qué dijo realmente Darwin?, Farrington B., Instituto del Libro, La Habana, 1970.
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