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julio-agosto.año3.No14.1996 |
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VALORES |
INTEGRALIDAD por María de los Ángeles Garriga. |
...valores
que los sustentan
auténticamente, dirigidos al bien común del hombre y de la sociedad, por encima de razas, credos e ideologías.
¿Cómo mediría usted la integralidad de una persona? Dicho así, de pronto, la pregunta nos deja perplejos. ¿Es posible mensurar con certeza la entereza, la profundidad, la riqueza, el misterio del otro? Ciertamente que es imposible llegar a lo más profundo e íntimo de la persona; pero sí podemos palpar manifestaciones externas que evidencian lo que mora en el interior (De la abundancia del corazón habla la boca). Sucede, no obstante, que desde niños, por lo menos mi generación, fuimos educados en nuestras escuelas en un ambiente emulativo que nos iba induciendo a valorar a los otros por su actuar de acuerdo o no con los cánones del sistema socialista, puesto como paradigma del bien. Los que hacían y decían de acuerdo con "lo establecido" eran INTEGRALES; los que iban en contra (casi ninguno), o no llegaban a "cumplir" todos los "deberes", no lo eran; y había que convencerlos para que lo fueran. Así fuimos, creciendo aprendiendo a valorar muy superficialmente a las otras personas. Y con el tiempo "aprendimos", casi sin darnos cuenta, que en el fondo de aquella INTEGRALIDAD faltaba algo, que era como una careta que se usaba en diversos ambientes y que en la intimidad (muy escasa) se arrojaba con desprecio. Esta forma de vivir se nos hizo común, normal, establecida, eterna...; no habíamos conocido otra. Fue aquella la triste época cuando la profesión y práctica de una fe religiosa era tenida como la desviación ideológica y marcaba ciudadanos de segunda clase", o cuando el deseo de abandonar el país convertía a unos en "escoria" y "GUSANOS", merecedores de burlas y escarnio. Estas personas no eran ni podían ser INTEGRALES. Gracias a Dios, con el paso del tiempo, se abrieron un poco los horizontes y muchos buenos cubanos empezaron a darse cuenta de la farsa que vivían. Las coyunturas históricas abrieron paso a posiciones más coherentes y a medidas institucionales que levantaron los ánimos de algunos que hacía rato ESPERABAN TIEMPOS MEJORES. Muchas personas fueron un poco más reconocidas en sus valores humanos y el respeto se abrió paso entre la multitud de antivalores en contra del hombre. Sin embargo, faltaría a la verdad si dijera que ya hemos superado esta dicotomía lacerante que mina a varias generaciones de cubanos. Para sustentar esta afirmación me referiré a un área de la sociedad y a un hecho específico que fueron los que motivaron estas reflexiones. Se trata de la Universidad Cubana y del escalafón de integralidad que se confecciona en las facultades con los estudiantes del último año de cualquier especialidad. En cualquier lugar del mundo mucho del futuro se forja en las aulas universitarias. Los hombres y mujeres de HOY Y MAÑANA crecen y se preparan para ir tomando lugar en la HISTORIA y construir el futuro desde un presente bien vivido. De aquí que en la Universidad, como fase culmen del PROCESO EDUCATIVO, se expliciten y enriquezcan los valores asumidos durante todas las etapas previas. Como no es mi objetivo hacer un análisis de la realidad universitaria cubana, baste decir que, en mi opinión, esta institución en nuestro país deja mucho que desear en referencia al ideal anteriormente expuesto, que sigue y seguirá siendo IDEAL al que unos se acercan más y otros menos. Al finalizar el último semestre de la carrera, la secretaría de cada facultad, basada en el índice académico acumulado en los cuatro años anteriores, organiza un escalafón. Más tarde la FEU, la UJC y el PCC hacen el llamado ESCALAFÓN DE INTEGRALIDAD en el cual la primera lista se reordena de acuerdo a la participación de los estudiantes en actos políticos, trabajos voluntarios, días de la defensa y jornadas científicas. Los que han pasado por la universidad conocen bien este mecanismo, que en otro tiempos, cuando había ubicaciones laborales ventajosas fue motivo de reuniones horrendas donde los jóvenes se peleaban como fieras, sacando los "trapitos sucios", los "incumplimientos" que REBAJABAN la INTEGRALIDAD del contrincante. Hoy día la ubicación laboral es sólo para cubrir la forma; pues es preferible quedarse sin ella y tener la oportunidad de gestionar empleo por uno mismo e incluso trabajar por cuenta propia. No obstante, el procedimiento sigue marcando huellas negativas y afirmando una escala de valores que va en contra del hombre, en la que pocos creen, pero que sigue siendo "lo establecido". ¿Cómo va a ser medida la integralidad de una persona por su respuesta a una ideología que por demás ha probado su incapacidad de levantar al hombre, como había pregonado, y que es reductora, excluyente e impuesta?. Estoy de acuerdo en que la puntuación acumulada, así fríamente, no es medida real del aprendizaje teórico práctico. Pero "medir" la integralidad, si es que eso fuera posible, si es que la subjetividad humana tuviera que ser compendiada en un conjunto de atributos, estos no serían sus actos externos solamente, sino los valores que los sustentan auténticamente, dirigidos al bien común del hombre y de la sociedad, por encima de razas, credos etc. Al continuar mi reflexión, compartida con algunos amigos, fuimos sacando otras cosas en claro. Esta situación es común a todo el país porque así lo ha establecido el Estado y no cambia porque la aceptamos estoicamente, como algo contra lo que no podemos luchar. Sucede además que este no es el único problema de nuestra universidad. Junto a él marchan todavía la ideologización de la enseñanza, que implica un flujo unidireccional de ideas que sofoca el diálogo abierto y el respeto a lo distinto; el paternalismo, que aún se fomenta tanto a nivel académico como en relación con los medios, escasos y en malas condiciones, que se "dan" al estudiante; los planes artificiales que presuponen un entrenamiento para la vida profesional y que luego son irreales tanto en el entrenamiento como en la salida laboral... Muchos otros problemas se podrían señalar, pero repito que este no es mi objetivo. Simplemente pienso que la institución universitaria cubana tiene mucho que superar y transformar dentro de sí misma para que entonces sí pueda dar jóvenes INTEGRALES que contribuyan al desarrollo y bienestar de Cuba. Pero, ¿quién cambia la Universidad? Eso es tema para otra reflexión. |