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julio-agosto.año3.No14.1996 |
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OPINIÓN |
VIVIR A PULMÓN LA CUBANÍA por María Cristina Herrera |
UNA
CRONOLOGÍA CRÍTICA DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS CUBANOS.
El IEC cumple 27 años en 1996. Es la edad que yo tenía cuando salí de Cuba en 1961. Para mí hablar del IEC es como pedirle a una madre que hable de su hijo predilecto... En sus primicias lo que después resulta ser el proyecto del IEC comienza impensadamente con unas reuniones en mi casa de Miami, en la noche de los lunes. Un grupo de amigos rodeábamos a Carmelo Mesa Lago para escuchar lo que él nos decía sobre la economía cubana a principios de los años sesenta. La necesidad de vincularnos, de alguna manera, con Cuba y su proceso me impulsa a escribir a una pléyade de amigos y antiguos compañeros del apostolado seglar dispersos por tres continentes, y a explorar con ellos la posibilidad de convocar un encuentro para intercambiar ideas y experiencias y tratar de entender un poco qué había pasado en Cuba. Las cartas iban y venían. Hubo consenso en que era un proyecto con méritos y atractivos indudables. Los recursos mínimos y detalles programáticos y logísticos no se lograron hasta 1969. El espíritu de diálogo y civismo fue puntal básico de todo proceso germinador de la Primera Reunión de Estudios Cubanos (PREC), que celebramos en la ciudad de Washington, DC, en los días de la Semana Santa. La experiencia de 30 cubanos diversos en edad, profesión y óptica política, pero unidos por valores éticos y amor a la Patria, además de calidad intelectual, fue impactante. Repetimos el encuentro dos años después y entonces decidimos hacer los trámites para formalizar el esfuerzo e inscribirlo legalmente como una corporación de fines no lucrativos y exenta de impuestos en los EE.UU. A partir de 1973 nos reunimos en alguna actividad "íeciana" anualmente. En años alternos celebramos Reuniones de Estudios Cubanos y Seminarios. Las primeras son como cafeterías de temáticas cubanas con un programa múltiple y abiertas al público interesado, además de a los socios. En estas también se celebran las elecciones para el Consejo de Dirección y se rinde un Informe Bianual que reciben, por escrito, todos los socios del IEC. Los segundos son programas de temas más especializados, y los participantes son los socios e invitados que aportan sólidamente al tema del seminario. Quizás lo más peculiar e importante del quehacer entre nosotros es el haber instaurado entre los cubanos en la diáspora el valor del diálogo como filosofía y como praxis humanizadora. Es justo señalar que la mayoría entre nosotros son cubanos y otros, reconocidos como luminarias en el campo de los estudios cubanos. Los especialistas de más nombre que estudian, escriben y publican sobre el acontecer en Cuba y en la diáspora criolla, son parte de esta preciosa comunidad intelectual, cultural, emocional y cubana. Nosotros aprendemos, nos enriquecemos mutuamente en nuestras actividades anuales pero, sobre todo, vivimos esos días juntos y disfrutamos también por los lazos efectivos que nos unen. Esa dimensión emotiva es elemento muy fundamental en el IEC. ¡Llevamos tanto tiempo y hemos caminado tanto juntos! A la vez que realizamos una actividad intelectual respetable nos divertimos mucho cubanamente: siempre hay chistes, risa, poesía, música, canto y baile. Se piensa mucho y se duerme poco. Algunos también rezamos... Con frecuencia un sacerdote participante celebra la Eucaristía para los que escogen asistir. Una manera de recoger nuestro trabajo de amor por todo lo cubano en el IEC se representa con la expresión de que mantenemos una vigilia apasionada sobre Cuba y los cubanos. ¿Cómo se financia el IEC? En 27 años hemos recibido un gran total de $29,000.00 (veintinueve mil dólares) en pequeñas dádivas de algunas fundaciones. Los socios abonan cuotas de $25.00 (veinticinco dólares, y quince para estudiantes) por año. Todos los gastos anuales mayormente se cubren por el bolsillo personal de los que asisten. El IEC no paga honorarios y los fondos que conseguimos se usan para sufragar viajes y otros gastos de los invitados que vienen de Cuba y otros lugares lejanos. Vivimos pues, en una hermosa pobreza monetaria pero en una enorme riqueza humana, sociocultural, intelectual, profesional y cubana. La carencia de fondos ha limitado el potencial para tener publicaciones iecianas de todos esos trabajos de nuestros mejores talentos en las diversas disciplinas y enfoques sobre la realidad cubana adentro y afuera. Aún así, las ventajas de nuestra pobreza financiera son la base de nuestra limpieza institucional y de la generosidad de todos los que laboramos en la organización programática y el mantenimiento diario del proyecto integral del IEC. Muchos ponemos más que la cuota y los gastos de viaje, alojamiento y comidas anuales. Muchos somos miembros de otras organizaciones profesionales especializadas. Todos, sin embargo, encontramos algo único y diferente en el ámbito de] IEC. ¿Y qué es esto? Aquí doy mi respuesta personal que intuyo seria la de muchos compañeros en el IEC: solamente en este mundo sui generis nuestro... vivimos a pulmón nuestra cubanía... Anualmente nos encontramos para revitalizar y refrescar nuestra cultura, nuestra lengua, nuestra mirada sobre Cuba. Aún los que entre nosotros proclaman "que no son cubanos", cuando estamos juntos hablan, comen, cantan, bailan como cubanos. Tenemos algunos "gringos" y uno que otro europeo, entre nosotros. Si bien la mayor parte del IEC la forman los académicos, hay periodistas, arquitectos, empresarios, artistas, pastores, sindicalistas, abogados, teólogos, profesionales y estudiantes múltiples integrando nuestro grupo. En los postreros 5 años hemos sumado elementos más jóvenes de cubanos que llamamos «del exilio de terciopelo...», que residen fuera de Cuba sin cortar lazos con el gobierno cubano; esta pesca de juventud es necesaria para el futuro del IEC pues sus iniciadores, y otros que se fueron integrando a lo largo de casi tres décadas de vida y trabajo, ya dejamos atrás los años mozos. Hemos de apuntar además que nuestro intenso transitar por las veredas y vericuetos de la diáspora y de la Isla no ha sido fácil... Intolerancia, incomprensión, difamación, hostigamiento de lado y lado, hasta llegar a la última violencia de una bomba que explotó en una esquina del garaje de mi casa una aciaga madrugada de mayo de 1988, el año de los vientos perestroikos. El IEC copatrocinaba un debate titulado Cuba - EE.UU.: ¿otra perestroika? Los cinco panelistas invitados fueron los más diversos y respetables disponibles entonces, a saber: Enrique Baloyra, Carlos Alberto Montaner, Wayne Smith, Jorge Valls, Bryan O. Walsh. La imagen de mi madre, con sus 80 años entonces y su frágil apariencia física, temblando como hoja que arrebata el viento, por 4 horas, sin parar... El césped amplio, en mi jardín, repleto de periodistas de todos los medios de prensa, con sus equipos.... esperando por mí y lo que yo quisiera decirles... Adentro de mi casa un abejeo de policías, agentes federales y algunos amigos dilectos que nos acompañaban y que se erigieron en un cinturón de seguridad firme, cálido y suave hasta el final de esa jornada punzante y hermosa a la vez, Soy una persona que ha tenido el privilegio de vivir su propio funeral. En la mañana llenaron mi casa más de 500 personas que expresaban su solidaridad. El teléfono sonaba sin parar. Varias de mis tías repartían café y pastelitos cubanos a la gente dentro y fuera de la casa. Pasado el mediodía, y con gran escolta policial, nos trasladamos todos en carros a los predios de la Universidad de Miami, que nos acogió hermosamente para celebrar el debate (el hotel previamente arrendado nos había cancelado el contrato temprano esa mañana). La jornada fue tremenda. El bombazo rindió resultados inesperados y contrarios a lo buscado por sus perpetradores: desde entonces mi casa es punto obligado de muchos estudiosos y curiosos de la realidad cubana, en ambas orillas del Estrecho de la Florida, que desean escuchar una voz diferente y una óptica fresca para mejor entender las muchas y complejas aristas del acontecer cubano aquí y allá... En todo esto, por demás, mi tan especial relación con la Iglesia en Cuba que es ya conocida fuera del medio eclesial, resulta un elemento adicional de interés para todos los que pasan por mi casa. Y una razón importante para esto es el proceso de la Iglesia en Cuba en los últimos tiempos, con su renovada presencia en la sociedad insular. Pero, a pesar de todos estos "beneficios marginales", esa experiencia marcó mi existencia de manera crucial: siempre creía yo que mi condición de mujer minusválida en un ambiente cultural tan machista como es el nuestro, me serviría a modo de escudo protector contra la fuerza bruta de la violencia indiscriminada... Por largo tiempo después del acto terrorista contra mi persona y mi casa, creció en mi la dolorosa conciencia de mi enorme vulnerabilidad. Me costó muchísimo trabajo asimilar esto pues siempre me vi a mí misma como alguien fuerte y capaz de vencer cualquier obstáculo que la vida me presentara. Y esto se agudizó ante el peligro que igualmente se cernía sobre mi viejita... Me fue bien difícil el desafío evangélico del perdón, y en el proceso aprendí que hay que perdonar aunque no se logre olvidar. Asomando el tercer milenio, el IEC enfrenta el reto de sobrevivir en otros medios culturales que nos traiga un futuro dentro de la siempre compleja y complicada realidad nacional. ¿Cuál y cómo será el quehacer íeciano en la Cuba del siglo XXI? ¿Cómo podríamos mejor aportar a ese impostergable y sensible proceso de reconciliación nacional? Mientras tanto, desde ya, ¿qué podemos hacer con los compatriotas y colegas para apoyarnos mutuamente como hijos de Cuba comprometidos con el pueblo, el país y su óptimo destino? Ahí quedan estas preguntas que presagian muchas más... Tendremos el oído pegado a la tierra y la mirada fija en la distancia hasta el día en que lleguemos a laborar juntos de alguna manera, en suelo cubano o en tierras ya tan cubanas de esa "otra Cuba". Termino agradeciendo al Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río, a Mons. Siro, Pastor de los pinareños, al fraterno Dagoberto y al Paráclito que me trajo a mi Isla, esta preciosa ocasión de compartir jalones de mi peregrinar humano y cubano, que es siempre para mí, además, tan eclesial y espiritual. |