![]() |
julio-agosto.año3.No14.1996 |
![]() |
NARRATIVA |
EL CALLEJÓN DE LAS PAREDES por Gleyvis Coro Montanet. |
En Tibis sólo hay paredes. Allá va la gente cuando quiere algo
distinto. Toman el camino del Juno y en la primera esquina doblan a la izquierda; a dos o
tres cuadras está, empedrado y con límites.
Cualquiera diría que son muros y no paredes, paredes simples que nada evitan y a nadie protegen; cada una de color diferente, de manera que desde arriba parecen un mosaico entre la ciudad. Pero Tibis es sólo un callejón. Allá van las gentes. Escogen y luego, frente a su mole de ladrillos, las piernas abiertas hasta quedar en línea recta con los hombros, las manos sobre la superficie áspera o lisa, fría o caliente; se deciden y hunden lentamente sus cabezas en la pared que cede para dejarse explorar. Dicen que no hay sensación más completa. Por eso aumentan por horas los visitantes, los que después de haber estado no regresan. Hay también las leyendas: la del hombre que no quiso volver y se quedó para siempre con su mitad del otro lado, la de aquella mujer que destruyó a martillazos los portales de las casas, o la de otra que todavía siembra flores entre las piedras. Pero ninguna igual a la de quien llegó hace ya tantos años que nadie recuerda, escogió como todos y cuando intentó, no pudo ver. La dureza permaneció tras el primer acercamiento. "Quizás no me esforcé lo suficiente", pensó con el rostro ensangrentado y ante el rechazo no hizo como otros que adoloridos buscaron la pared color de rosa, donde todos miraban. Quien llegó hace tiempo, apenas sintió dolor y reunió sus fuerzas para intentar de nuevo. Pero ocurrió lo mismo; y la tercera vez, la cuarta... ya no sabe cuántas otras. Consejos no le han faltado: - Qué obstinación, hombre ¿No ves que te acabas? - Es la pared que he elegido. - Quién sabe si no habrá nada detrás. - Detrás siempre hay algo. - ¿Y si no te gusta lo que encuentras? - Es mi elección. Me gustará. Lo cierto es que ya nadie procura en su pared. Sólo de este modo ha llegado él a poseerla un poco. En el mágico desfile de personas alucinadas del Tibis, aquel es simplemente un hombre, cotidiano casi, cayéndole a cabezazos a una pared que bien pudiera ser un muro.
|