julio-agosto.año3.No14.1996


EDUCACIÓN CÍVICA

RECONSTRUIR LA SOCIEDAD CIVIL

por Dagoberto Valdés Hernández

(pan para hoy y democracia para mañana)

"Urge reconstruir a nivel de calle, de barrio o de gran conglomerado el tejido social en el que el hombre pueda desarrollar su personalidad".

Pablo VI

(Octogesima Adveniens, 11).

Con la urgencia que nace de nuestra situación social y con la convicción de la necesidad perentoria que tiene el hombre cubano de crearse y disponer de espacios de libertad y participación para poder desarrollar su propia personalidad junto con el desarrollo auténtico del tejido social, es que comenzamos esta serie de artículos que tratarán de presentar a nuestros lectores algunas reflexiones sobre el actualísimo tema de la sociedad civil.

 

 

¿QUÉ ES LA SOCIEDAD CIVIL?

 

La sociedad civil es el conjunto de grupos, asociaciones, instituciones y organizaciones que no están dirigidas ni dependen del Estado. Luego, una auténtica sociedad civil está formada por todas las organizaciones no gubernamentales (ONGS) que en realidad lo sean.

A la sociedad civil se le conoce también por ser ese tejido o entramado de asociaciones y grupos que ocupa un amplio espacio de autonomía y participación libre entre las estructuras del Estado, por arriba, y los ciudadanos individuales, por debajo"; por eso también son llamadas "organizaciones intermedias".

Las personas, los ciudadanos, necesitan para desarrollar su personalidad, es decir, para poder vivir su proceso de socialización, donde desplegar sus talentos, sus carismas y potencialidades, sus relaciones humanas; necesitan espacios, asociaciones, grupos naturales, donde Participar con libertad, creatividad y autonomía en relación con el Estado.

Lo que no significa que no respeten las leyes y no se mantengan dentro de los límites naturales del bien común.

 

SOCIEDAD CIVIL O PATERNALISMO DE ESTADO.

Estos grupos, asociaciones, u organizaciones no se crean por decreto, no se imponen desde arriba, no se financian por el Estado, no son dirigidos por personas que pertenecen a las estructuras del gobierno, se crean por iniciativa propia de un grupo de personas que desean asociarse para alcanzar un fin noble y bueno.

Por ejemplo: un grupo musical, una asociación de vinateros, una organización religiosa, una asociación fraternal, un grupo informal de amigos del cine, un equipo de pelota, una tertulia cultural, un grupo de economistas, un equipo de redacción de una revista, una cátedra de estudios, etc.

Estos grupos independientes o autónomos tienen derecho a asociarse siempre que sus fines sean honestos, no hagan daño a otras personas y contribuyan al desarrollo personal de sus miembros.

Cuando durante muchos años los ciudadanos nos hemos acostumbrado a recibir todo del Estado; cuando, por ejemplo, ya casi nadie se pregunta qué desea sino «qué están dando»; cuando el Estado coarta la iniciativa de los ciudadanos con regulaciones excesivas, burocráticas e impositivas... entonces la gente se desanima, se desinfla el espíritu emprendedor que caracteriza al cubano, y todos seguimos esperando «lo que vendrá», «lo que darán», «lo que me toca», venido de la mano omnipresente y dadivosa del Estado.

El mismo Estado se queja de esa dependencia, de la falta de gestión individual o grupal, de las continuas exigencias infantiles de los ciudadanos para que el estado le «resuelva» desde un clavo para arreglar la casa hasta una carrera universitaria para un hijo que no le gusta estudiar.

¿Debíamos preguntarnos por qué ocurre esto? ¿De quién es la culpa? ¿Cuál es el origen de tanta dependencia infantil? ¿Por qué los ciudadanos somos cada vez más apáticos, menos emprendedores aquí?... Porque en cuanto la gente se va se vuelve a despertar el genio y la figura del cubano «que se busca la vida», la lucha, la gestiona... ¿No será esta una de las causas del lamentable e imparable éxodo cubano que dentro de tres años llegará a la bíblica duración de cuarenta años?

Una de las respuestas posibles pudiera ser que mientras exista el paternalismo de Estado no se podrá desarrollar plenamente la iniciativa y la creatividad de los ciudadanos y, por tanto, no podrá existir una sociedad civil sana. Sin sociedad civil sana, sin ese tejido de relaciones sociales, de asociaciones independientes, las personas tendrán que volver a caer en las estructuras del Estado, y estas han demostrado en todo el mundo ser insuficientes para responder adecuadamente a muchas de las necesidades fundamentales de los ciudadanos... ¿Cuánto menos podrá resolver hasta los últimos detalles de la vida cotidiana como pueden ser la limpieza de los zapatos, o arreglar la plancha (la de planchar y la prótesis dental)?..

Pero no se trata sólo de satisfacer necesidades materiales: lo que pudiéramos llamar «el pan» de cada día, el de hoy. La sociedad civil debe existir sobre todo para satisfacer esa necesidad vital, espiritual, que cada persona tiene de hacer algo con su vida, de ser útil, de poder emprender proyectos en su vida sin tener que depender siempre y para todo de las estructuras del Estado.

Esos proyectos del «pan espiritual» pueden ser formar un grupo de modas, que las asociaciones tengan su propia publicación independiente, que los grupos musicales puedan presentarse y contratarse libremente, que los artistas plásticos puedan formar sus propias cooperativas sin tener que acudir a un único fondo estatal, que las fundaciones culturales y las casas editoriales tengan autonomía y autogestión verdaderas, que las iglesias puedan desarrollar sus iniciativas de promoción humanitaria, cultural, misionera, sin trabas burocráticas, que cualquiera que tenga virtud, talento y amigos pueda hacer su tertulia y encuentre un espacio para ella sin tener que perder la libertad de reflexionar y crear bajo el «peso» y el «ojo» de otra institución...

Ya lo he dicho anteriormente: Sin proyectos no hay esperanzas, y sin sociedad civil no hay proyectos que satisfagan la subjetividad, la necesidad de libertad espiritual que necesita toda persona para desarrollar sus potencialidades y talentos en beneficio de la sociedad. Por eso hay tanta desesperanza en nuestro pueblo. Por eso hay tantos cubanos que buscan fuera la esperanza que no «les toca , que no les dan» aquí.

Por eso urge reconstruir la sociedad civil cubana, porque urge reconstruir la esperanza. Urge reconstruir la sociedad civil porque urge promover los proyectos que alimenten esta esperanza. Urge reconstruir la sociedad civil porque urge parar, con motivaciones fuertes, el sintomático éxodo que desangra a la nación.

Si no fuera así, ¿qué podríamos ofrecer a un cubano que quiere gestionar su propio proyecto y luchar la vida asociándose a otros como él, para que se queden, y aporten aquí, la creatividad y la iniciativa, el trabajo y el sacrificio que van a «sangrear» en naciones extrañas?

 

LA DEMOCRACIA DE MAÑANA ...

Además de servir para luchar asociadamente el «pan» de hoy ya sea material o espiritual, la urgencia de reconstruir la sociedad civil es también para garantizar «pan para mayo», es decir democracia participativa y plena para mañana.

En efecto, si a las democracias de hoy, en cualquier lugar del mundo, les falta algo, eso es la «caja de resonancia» de la sociedad civil. Para que una democracia sea efectiva y esencial, no bastan las elecciones, los delegados, las asambleas, por muy abiertas y libres que sean, no bastan los parlamentos y asambleas nacionales, no bastan las organizaciones de masas que sirven de correa de transmisión para una participación ciudadana de apoyo y trabajo ideológico, no bastan las campañas electoreras, ni siquiera la pluralidad de candidatos...

Es necesario, es indispensable para una verdadera democracia que cada ciudadano tenga un espacio, un grupo, una asociación informal, un vecindario organizado por ellos mismos y no desde arriba, un club deportivo, unos medios de comunicación social independientes, para poder ejercer el criterio libremente, para fraguar proyectos y empeños de bienestar social, para aportar su inteligencia y voluntad en el sentido que crean mejor para la nación, por vías informales o estables, por caminos no gubernamentales y sistemáticos, por asociaciones autónomas y creativas que permitan ejercer el poder, el saber, el tener y el creer que cada ciudadano debe poner al servicio de la sociedad dentro del marco de una adecuada legalidad: eso entendemos por democracia verdadera.

Y ejercer el poder sin tener que depender de las estructuras del Estado; ejercer el saber sin tener que repetir la única lección oficial; ejercer el tener sin individualismos egoístas y sin despojos colectivistas; ejercer el creer con la libertad de conciencia y la posibilidad real de practicar la religión en el plano personal y social; esa democracia participativa y plena solamente se puede ejercer cuando existen esos espacios de participación en el entramado social del Estado, que se llaman sociedad civil.

Urge reconstruirla a escala de calle, de barrio, de grupo, para no tener que esperar que nos «den» el pan de hoy, ni que otros nos «diseñen» la democracia de mañana.