...Favorecer el camino de la reconciliación, con participación activa
de todos los implicados e interesados, dentro y fuera de nuestro país, nos parece ser la
única oportunidad posible para el futuro de la nación cubana.
La iglesia Católica en Cuba acaba de celebrar, con resultados muy positivos y
prometedores, su Segundo Encuentro Nacional Eclesial.
El paso del tiempo, diez años desde que tuvo lugar nuestro Primer Encuentro, ha
permitido verificar el valor de signo y la riqueza de contenidos de aquella reunión, cuyo
documento final tiene plena vigencia, tanto en sus enfoques pastorales, como en lo
referente a las relaciones entre fe y cultura y a la presencia y acción de la Iglesia en
medio de la Nación Cubana, de la cual forma parte.
El diálogo que postulaba aquel Primer Encuentro Eclesial sigue siendo una
aspiración de la Iglesia en Cuba en sus relaciones con el Estado y, además, en las
relaciones de todos los cubanos entre sí, sean o no cristianos o creyentes en Dios y
estén dentro o fuera del país.
Este Segundo Encuentro asumió válidamente todo lo expresado en el Encuentro del
año 1986 con relación al diálogo. Ese llamamiento a la interrelación respetuosa,
madura y responsable se halla implícito en las mismas prioridades elegidas por la
asamblea, sobre todo en la que propone "un proyecto de humanidad solidaria que
reconcilie a las personas entre sí en el seno de nuestro pueblo" y se
fundamenta en "un proyecto de anuncio de la persona y del mensaje de Cristo
que reconcilie al hombre con Dios".
La noción de diálogo es reasumida así por el Segundo Encuentro Nacional
Eclesial, con una connotación particular, en el término reconciliación, es más que
convocar al diálogo, pues, quienes responden a este llamado, deben superar no sólo
prejuicios o simples distanciamientos, sino heridas, algunas muy profundas, que marcan de
diversos modos nuestra historia nacional y la vida personal y familiar de muchos hermanos
nuestros.
Los Obispos cubanos conocemos bien el poder inspirador de la fe cristiana para
aceptar y transitar los caminos escarpados de la reconciliación, pero constatamos cómo,
entre algunos cristianos, se da un rechazo, a menudo explícito y en plena contradicción
con el mismo Evangelio y con la mejor tradición cristiana, de cualquier propuesta
reconciliadora para nuestro pueblo. Nos extraña menos que se produzca este rechazo, a
veces radical, en quienes no profesan nuestra fe. En compensación hallamos, entre algunos
de estos últimos, verdaderas actitudes, y aún gestos, que tienden a fomentar la
reconciliación. Ello resulta de veras alentador en nuestros esfuerzos.
Cuando la Iglesia en Cuba se propone, dentro de su misión profética, coadyuvar
a la promoción del cubano en su persona, dentro de su medio, convocándolo a la
reconciliación, está haciendo una opción decisiva para esta hora de nuestra historia y
para construir el futuro inmediato y lejano de nuestra Patria.
Somos conscientes de lo singular de nuestra postura por el mismo hecho de estar
apoyada en las más duras exigencias del Evangelio de Jesucristo: "Ustedes oyeron que
fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo, pero yo les digo: amen a sus
enemigos y oren por quienes los persiguen a ustedes" (Mt 57 43-44). Sin embargo, los
Obispos estamos persuadidos de que éste es el sentir de la Iglesia en Cuba, de los
sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos católicos y de gran parte de
nuestro pueblo, tal y como lo ha expresado el Segundo Encuentro Nacional Eclesial y según
lo señalado por la Comisión Episcopal Justicia y Paz.
Consecuentemente queremos fijar nuestra mirada como Iglesia en dos hechos
dolorosos que gravitaron sobre todos y cada uno de, los participantes en nuestro
Segundo Encuentro: la no autorización de la reunión que se habían propuesto los
diversos grupos de distinto pensamiento político integrados en Concilio Cubano, con la
subsiguiente detención o prisión de muchos de sus participantes, y el derribo de
dos pequeños aviones procedentes de Estados Unidos. Esta última acción es más
lamentable aún, porque incluyó la muerte de los cuatro ocupantes de las naves
aéreas.
Sobre este triste incidente no pretendemos hacer un análisis jurídico ni
político, pero, con sentido humano y cristiano pensamos que, aunque las repetidas
incursiones aéreas fueran imprudentes y hubieran exacerbado los ánimos, la respuesta.
fue desmesurada y violenta y sus efectos demoledores para quienes sustentan la moderación
como vía de solución a las crisis y, en el caso de nuestra Iglesia en Cuba, la
reconciliación entre los cubanos todos incluyendo a los que viven en el extranjero.
La deploración de lo acontecido con la frustrada reunión de Concilio Cubano y
sus participantes no emana tampoco de ninguna consideración política, sino de nuestra
preocupación de pastores de la Iglesia, que no hemos cesado de proponer la concertación
y el diálogo como camino de reconciliación para nuestro pueblo. El bien común de la
Nación se alcanza con la participación de todos. El aporte de diversas ideas e
iniciativas constituye una riqueza y es un derecho reconocido a todo ciudadano.
En este andar penoso hacia la verdadera reconciliación, que la Iglesia Católica
desea y promueve entre todos los cubanos, ambos acontecimientos constituyen un nuevo
escollo difícil de superar. Porque parecen salir triunfantes de estas situaciones las
posturas más intransigentes, sea en Cuba, sea en los Estados Unidos de América,
incluyendo a cubanos que viven en ese país o en otros lugares. Palabras como
provocación, bloqueo total respuesta contundente y todo el viejo vocabulario de la
"guerra fría" vuelven a ser de uso frecuente.
Por eso, en momentos de tanta tensión, hicimos los Obispos de Cuba, por
medio del Cardenal Jaime Ortega, Presidente de nuestra Conferencia, un llamado a la
moderación y a la cordura. En la ceremonia de recordación en alta mar de los
trágicamente desaparecidos, todas las partes dieron prueba de sensatez. ¿Será necesario
alcanzar la ecuanimidad sólo cuando nos vemos inmersos en la catástrofe y afligidos por
la pena? Hay muchas cosas que podían haberse alcanzado antes, evitando tantos
sufrimientos si hubiera primado el buen sentido.
Pero, si como consecuencia de aquel sensible acontecimiento triunfa la
confrontación y la lógica de la escalada violenta y, aprobada ya en los Estados Unidos
de Norteamérica, la ley Helms-Burton, se aumenta el cerco a Cuba con otras medidas que
afectan directa o indirectamente a nuestro pueblo, esto equivaldrá a alejar las
probabilidades de hallar medios pacíficos que lleven a la reconciliación de todos los
cubanos. Así las fuerzas de la Paz quedarían derrotadas. Por esto y por los riesgos de
acrecentar los sufrimientos del pueblo cubano, los Obispos de Cuba reiteramos nuestro
rechazo a cualquier recrudecimiento de las medidas económicas contra nuestro país.
Además, hacemos un llamado a los que tienen altas responsabilidades en el Gobierno de
Cuba y en el de los Estados Unidos para que no abandonen vías alternativas a la rigidez o
a la violencia y en este sentido nos dirigimos también a nuestros hermanos cubanos que
viven fuera de la Patria.
En todo lo expuesto sabemos que, por no coincidir exactamente con las políticas
de unos u otros, podemos resultar incomprendidos por quienes tienen poder de decisión o
de influjo, pero la Iglesia no puede alinearse simplemente a políticos de gobierno o a
corrientes de opinión cuando se trata de actuar según la verdad y en plena fidelidad a
la misión que Jesucristo le ha confiado: ser fermento de unidad y de paz en medio del
mundo. Si consideramos el sufrimiento de nuestro pueblo y si tenemos en cuenta la
solidaridad cristiana de la Iglesia Católica en América Latina y el Caribe, Canadá y
Estados Unidos y, sobre todo, nuestra total comunión con el Papa Juan Pablo II, cuyo
magistrado siempre nos ha iluminado, tenemos la certeza de no estar solos cuando hablamos
el lenguaje evangélico del amor.
A la comunidad de Naciones Latinoamericanas, a Canadá y a los países de la
Unión Europea les pedimos que contribuyan con su esfuerzo para que la ponderación y el
equilibrio puedan abrir paso a relaciones fundadas en la justicia, el respeto y la paz.
Debe haber también una acción común que evite nuevos tragedias, llame a la cordura y
haga posible vías justas de reconciliación para todo el pueblo cubano. Favorecer el
camino de la reconciliación, con participación activa de todos los implicados e
interesados, dentro y fuera de nuestro país, nos parece ser la única oportunidad
posible para el futuro de la nación cubana.
Rogamos a Dios, por intercesión de la Virgen María de la Caridad, que disponga
los corazones de quienes reciban este llamado para que sea acogido en su justa medida,
como una súplica por la armonía y la paz del pueblo de Cuba.
El Cobre, 12 de marzo de 1996.
+ JAIME, Cardenal Ortega, Arzobispo de La Habana,
Presidente de la COCC.
+ PEDRO, Arzobispo de Santiago de Cuba,
+ ADOLFO, Obispo de Camagüey,
+ HECTOR LUIS, Obispo de Holguín,
+ FERNANDO, Obispo de Santa Clara,
+ JOSE SIRO, Obispo de Pinar de¡ Río,
+ MARIANO, Obispo de Matanzas,
+ EMILIO, Obispo de Cienfuegos,
+ MARIO, Obispo de Ciego de Avila,
+ DIONISIO, Obispo de Bayamo-Manzanillo,
+ ALFREDO, Obispo Auxiliar de La Habana,
+ CARLOS, Obispo Auxiliar de La Habana.
RECONCILIACIÓN, ES MÁS QUE CONVOCAR AL DIÁLOGO, PUES, QUIENES
RESPONDEN A ESTE LLAMADO, DEBEN LIBERAR NO SOLO PREJUICIOS O SIMPLES DISTANCIAMIENTOS,
SINO HERIDAS, ALGUNAS MUY PROFUNDAS, QUE MARCAN DE DIVERSOS MODOS NUESTRA HISTORIA
NACIONAL Y LA VIDA PERSONAL Y FAMILIAR DE MUCHOS HERMANOS NUESTROS.
CUANDO LA IGLESIA EN CUBA SE PROPONE, DENTRO DE SU MISIÓN PROFÉTICA, COADYUVAR
A LA PROMOCIÓN DEL CUBANO EN SU PERSONA, DENTRO DE SU MEDIO, CONVOCÁNDOLO A LA
RECONCILIACIÓN, ESTA HACIENDO UNA OPCIÓN DECISIVA PARA ESTA HORA DE NUESTRA HISTORIA Y
PARA CONSTRUIR EL FUTURO INMEDIATO Y LEJANO DE NUESTRA PATRIA
LOS OBISPOS DE CUBA REITERAMOS NUESTRO RECHAZO A CUALQUIER RECRUDECIMIENTO DE LAS
MEDIDAS ECONÓMICAS CONTRA NUESTRO PAÍS.
LA DEPLORACIÓN DE LO ACONTECIDO CON LA FRUSTRADA REUNIÓN DEL CONCILIO CUBANO Y
SUS PARTICIPANTES NO EMANA TAMPOCO DE NINGUNA CONSIDERACIÓN POLÍTICA, SINO DE NUESTRA
PREOCUPACIÓN DE PASTORES DE LA IGLESIA, QUE NO HEMOS CESADO DE PROPONER LA CONCERTACIÓN
Y EL DIÁLOGO COMO CAMINO DE RECONCILIACIÓN PARA NUESTRO PUEBLO, EL BIEN COMÚN DE LA
NACIÓN SE ALCANZA CON LA PARTICIPACIÓN DE TODOS.
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