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marzo-abril.año2.No.12.1996 |
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REFLEXIÓN |
EXCURSIÓN DE THOR A UTGARD por Joaquín J. Díaz Ortega y Juan C. Rodríguez. |
Premio de Literatura del Concurso Nacional "Creo en el mejoramiento humano" que convocó la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Entregáronle un tarro para que bebiese, diciéndole era costumbre vaciarlo de un trago; Thor bebió ávidamente, descansando tres veces sin que bajase el nivel..
Abordar el pensamiento filosófico de Martí, desde cuanto hay de originalidad a la hora de realizar su interpretación, digamos sui géneris, de la cosmología fenoménica, hasta como degustar las posibles influencias recibidas en su etapa de crecimiento intelectual de lo más selecto del pensamiento humanístico en boga en la época, constituye por decirlo de algún modo una de las puertas más dulces (porte de l espirit) que se abren (no sin trabajo) en este peregrinar discursivo por el misterio central de la palabra. Arbitrariamente lanzado a los estancos de una u otra escuela filosófica con que se trata de establecer, sin lograrlo, una nomenclatura de corrientes y filosofías donde quepa el pensador y su ideario. Umbral en que queda, al traspasarlo, mucho de ese impulso melodioso que emerge de la verdadera filosofía atrapado en una clave definitoria que siempre es demasiado estrecha. Ha sufrido también Martí de este neoescolastisismo apresurado. Erróneamente asociado, por algunos investigadores, al krausismo español, que solo le sirvió de acicate y no fue medular al descollar su afiliación partidista (aunque si lo fuese Krause). Admirador de Emerson, Carlyle, Spencer y el pensamiento anglosajón y norteamericano más avanzado. Estudioso del judaísmo primigenio. Vemos a Martí identificado con Kant y Hegel y con el pensamiento grecolatino. A veces casi frisando con el eclectisismo, producto de una era ecléctica, para ser más Martí. Respirando con la naturaleza sin ser propiamente parnasiano. Y de un idealismo sin excesos. Adorador de un Dios metafísico que no tiene la forma de uno solo de los seres por Él creados, y encumbrado en humanismo sin cadenas. Entonces nos damos cuenta de que algo maravilloso debe brotar de esta amalgama de valores filosóficos, que etimológicamente constituyen transfusión de identidades y sabidurías acumuladas a lo largo de siglos de pensamiento humano, observación y práctica científica. Es ahí, cuando defensa de Martí, hecha por él mismo, bajo conceptos totalmente revolucionarios dentro de las filosofías latinoamericanas, hace testimonio de una forma novedosa y propia de interpretar el mundo que él ha querido llamar Filosofía de Relación, no por antojo, sino porque preconiza el estar entre "el materialismo, que es la exageración de la materia, y el espiritualismo, que lo es del espíritu", para comulgar, no en el festín de los eclécticos, que puede ser la burda mescolanza inconmensurada de sapiencias adquiridas por obra y gracia de la paciencia dilettante (como aquel erudito a la violeta de que habla Cadalso), sino en la auténtica armonía de la relación, porque de la reflexión filosófica concluye "Yerra quien ve la vida simple. La vida es doble", y debe conocerse en cuanto de unidad y contradicción se desenvuelve. Armonía y relación son la clave de la solución martiana; hombre de razón (expresión que proviene del latinismo ratio: medida), es Martí un pensador meridional, que justiprecia antes de apasionarse, aunque ¿qué intelectual, de cualquier época, no ha adolecido de un espiritualismo mesurado?, es por ello acaso, que la unidad entre "alas y raíces" es constante medular en su pensamiento "¿por qué han de ser enemigos el alma y el cuerpo, lo que tiende a escapar y lo que tiende a retener?". Cercano a Krause, como admite, su solución vuelve a ser auténtica, por cuanto despliega todo un sistema en que la unidad de espíritu y materia confluye en el hombre, culmen de la creación (... mi madre dijo: "Flor de mi seno, Homagno generoso, de mí y de la creación suma y reflejo...". T XVI, pág. 161-). No existe una sistematicidad en su discurso, es cierto, aunque sí es sistémico su pensamiento, ánfora que se vierte en su prosa y en su poesía "que no es arte, sino esencia" (T XIX, pág. 415). Las circunstancias no le permitieron hacer una obra propiamente filosófica, cuyo propósito dejó expuesto al dorso de una invitación a la investidura de abogado de D. Domingo Estrada el cuatro de agosto de 1877, cuando se desempeñaba en su Cátedra de Historia de la Filosofía, en Guatemala, al parecer escritas durante el auditorium o la recepción, donde testifica el propósito de satisfacer las peticiones de sus alumnos "que quieren texto de H. de la F., obra inmensa que nadie aún hecha tiene, que echará abajo errores y establecerá grandes verdades. Y apuntes americanos sobre cuanto vi y veo, viénenme a la mano, contentos de verse fuera de su forzada oscuridad. -Doy de mano a estas inquietas peticiones y puesto que como catedrático escribo, escribiré sobre mi Cátedra-. Cosas generales", especular sería otra historia. Si se advierte una conexión entre sus ideas fundamentales dispersas pero no contradictorias, generalmente desarrolladas en forma de apuntes que hacen presumir que no eran meras fichas de clase, y sí esbozos de temas más extensos a desarrollar, como era costumbre en el maestro. No es, por concluir de algún modo, éste un caso de un filósofo sin filosofía. Sí de una filosofía que se abrió paso circunstancialmente entre las disímiles ejecuciones estilísticas que cultivó dentro de su actividad intelectual y periodística para imbricarse (en la diáspora) la concreción de un pensamiento sistémico y que se complementa en la reiteración. No se puede vaciar de un tarro el mar. Y este ensayo solamente trata de adelantar algunas tesis que la investigación propone en términos más extensos y que serán en la polémica enriquecidos. Tiene el único propósito de redimensionar la visión que sobre el pensamiento filosófico de Martí se ha desarrollado, en aras de promover un estudio serio y certero que se encargue de enmendar los desaciertos. Sienta questionamientos y cuestiona los ya presuntamente agotados tópicos. Busca la veracidad del pensamiento científico y la defensa de la existencia de una filosofía latinoamericana latente, que desde las primeras culturas amerindias hasta el año de gracia de 1995 ha tenido particulares puntos de contacto que la diferencian de las escuelas europeas y acentúan su unidad lógico formal, y en la cual el pensamiento de José Martí constituye una piedra de toque.
II "A fuerza de comer en casa ajena corrí el riesgo de morir de hambre en la mía". Rousseau (en los héroes, Carlyle, pág. 180). Muerto en 1869, el doce de octubre, el infortunado sabio de Illescas, también -al decir de Alfonso Moreno-Espinosa justamente considerado por la generación a la cual educó, el Sócrates español, corresponde a Julián Sanz del Río propagar la doctrina de Krause en la península. Gozando de las prerrogativas que como ministro de gobernación disponía D. Pedro Gómez de la Serna y advirtiendo las dotes especiales de su discípulo Sanz del Río, le comisionó para estudiar los novísimos sistemas filosóficos alemanes por dos años (1843-45), tiempo éste suficiente para que el talentoso joven, que conoce en Bruselas a Enrique Ahrens, se inicie en la filosofía de Krause, la armonía maravillosa de Hegel y Shellig en el arrebato desprejuiciado de aquel hijo de un "ministro protestante de Eisenberg. De la amistad con Ahrems, y luego con Leonhardi y Roder (de quien recibió clases durante su estancia en Heidelberg), también aventajados discípulos del filósofo alemán, amén de sus estudios personales, le devino una profunda convicción en esta doctrina y el propósito de convertirse en el portavoz de la misma en España "y la convicción -escribe Sanz del Río- no nace de motivos puramente exteriores, sino que es hija de la conformidad que hay entre esta doctrina y la que yo encuentro dentro de mí mismo. Muerto en 1869, dos años antes de la llegada de Martí a Madrid, la intelectualidad española rendía a Sanz del Río los honores que en vida le fuesen negados. España era krausista. Todo había provocado que cuando se proclamara la República Federal el ocho de junio de 1873, suceso del cual Martí fue avezado observador, uno de los más ilustres alumnos de D. Julián, Salmerón, luego de la deposición de la corona y la instauración de la república, había asumido la presidencia de las Cortes el trece de junio de 1873; intentó este de reoxigenar la nación a la cual la vid antiquísima y letal de la monarquía condenaba a la inanición, que duraría, poco menos de un año, cuando en 1874 Pavía disuelve las Cortes y se restaura el reinado. Mas en Krausiana seguía siendo rey, ya no se podría por mucho tiempo cerrar las puertas de la inteligencia española a la polémica filosófica que animaba a Europa. A este período Martí hace alusión en las páginas de la Revista Universal, durante su estancia en Méjico, el trece de marzo de 1875. "Sin discusión algunas, en Madrid se vive estrecha vida científica y abundante y buena vida literaria. Son en esto, parte principal, las condiciones imaginativas y el cielo todavía azul de los españoles, no muy asimilables ciertamente a las graves especulaciones alemanas en que, a despecho de la originalidad, más con trabajo y ampliación notables, ocupó su inteligencia Sanz del Río, y la ocupan hoy Patricio Azcárate, Macías, Francisco Gener, y el lógico, el honrado, el vigoroso Salmerón. Ellos alemanizan el espíritu, ellos explican a un pueblo de imaginación generalizadora abstracta, durezas de inteligencia positiva. Ellos krausifican el derecho; pero ellos son espíritus severos, limpios, claros e hijos en verdad legítimos de la gran ciencia madre (la filosofía)". Es presumiblemente en esta etapa en la que Martí traba relación oral con las ideas del krausismo español. Ya fuese como socio del Ateneo de Madrid, cuyo paraninfo sostuviese el peso de los cerebros más lúcidos del mundo helénico, o mientras rindiese sus estudios de licenciatura en derecho civil y canónico y en filosofía y letras, carreras en las cuales se utilizaban textos, sobre todo la Filosofía de Derecho, de Ahrens, (publicada en París en 1838), que contenía lecciones de Derecho Natural de una profunda inspiración krausista y que era considerada obra clásica en todas las universidades de Europa y América. También de su puño dejó constancia, en uno de los cuadernos de apuntes que conservaba D. Manuel Mercado, el encuadernado en cartoné color café, de la intención de adquirir los dos libros de filosofía de Azcárate que ya al parecer había consultado a cabalidad (probablemente las "Veladas sobre la filosofía moderna", 1854, o dos de los cuatro volúmenes de su "Exposición histirico-crítica de los sistemas filosóficos modernos", 1861-1862), (t XXI, pág. 77). Hasta este momento solo habían probado el invento de Gutenberg los textos de Karl Christian Friederich Krause vertidos al castellano: "El ideal de la humanidad para la vida", introducido y acotado por Sanz del Río (Madrid, 1860,4o), y del propio Sanz del Río su "Sistema de la Filosofía", conocido por "La analítica", que sirvió para propagar en España la doctrina de Krause, lo cual cierra el margen de sus lecturas sobre el sistema propuesto por el filósofo alemán. Desde esta fecha y hasta 1891 sólo habían sido publicados en España, y referente a la literatura krausista, el "Compendio de Estética", traducido y anotado por Francisco Giner de los Ríos, y las lecciones de Julián Sanz del Río (de 1862 a 1864), que José de Caso recogería en "Análisis del pensamiento racional" (Madrid, 1877, 4o), así como "El idealismo absoluto", que forma parte de la Biblioteca Económica Filosófica y las Cartas Inéditas, publicadas en 8o por Manuel de la Revilla. Es sin embargo, sorprendente, considerando la literatura que pudo haber consultado, el nivel de las valoraciones martianas al respecto cuando enjuicia a Krause, fuera y sin alusión directa del ropaje krausista, que nos hace intuir que como lector ávido y poliglota haya podido Martí acercarse y beber de las fuentes vivas y originales. Así en sus apuntes sostendría (sobre el sujeto y el objeto) "Hegel, el grande, los pone en relación, y Krause, ¿más grande?, los estudia en el Sujeto, en el Objeto y en la manera subjetiva individual a que la relación lleva el Sujeto que examina al Objeto examinado. Yo tuve gran placer cuando hallé en Krause esa filosofía intermedia, secreto de los dos extremos, que yo había pensado en llamar Filosofía de Relación" (T XIX, pág. 367), Esta madurez que le permite crearse su propia concepción del mundo, es alcanzada en el breve espacio de siete años, madurez que tiene su meseta intelectual durante su ejercicio de su Cátedra de Literatura Francesa, Inglesa, Italiana y Alemana, y de la Historia de la Filosofía, en la Escuela Normal de Guatemala, en las que entra en funciones el 29 de mayo de 1877. Espacio este que está marcado por un momento de consolidación y ascenso hecho públicamente efectivo en Abril cinco de 1875, durante su intervención en el Liceum Hidalgo, de Ciudad de México, cuando, revolucionando la polémica que allí discurría defiende el estar entre el materialismo, que es la exageración de la materia, y el idealismo, que lo es del espíritu. Después de estos breves siete afios de autorreconocimiento, encuentro con la esencia peregrina del ser y el pensar y la consolidación de su partidismo filosófico, comienza el maestro su extensa obra de confirmación del mismo, en la cual trasciende a su ideario político, a su ejercicio estilístico en la poesía y en la prosa, y resultado del que queda una vasta obra multigenérica que por derecho propio señorea en los predios del intelecto americano.
III Dubie stand etiam quae relicta sunt. No es, sin embargo, la relación Martí-Krause, un contacto de absorción de uno por el otro, es la lucha pasional de quien busca descubrir la verdad de la naturaleza impregnada en los negros tipos de las galeras y reconstruir su verdad propia, que no es ciencia prestada, sino producto del análisis y la convicción. Así aparecen en Martí posiciones completamente nuevas que discrepan de la lógica krausista. Si bien recurre Krause a la razón como medio que nos eleva (conciencia racional) al conocimiento de Dios (principio del ser y del, conocer) y que se reconoce como principio fundamental de la ciencia sintética; para Martí es el ser el principio fundamental de la sintética, Dios es el ser absolutamente infinito e infinitamente absoluto, cuya personalidad es concebida, ante todo, como relación íntima de Dios con sus atributos. Mas no es Dios el centro de su sistema filosófico, aunque lo asume como "el creador de todos los seres y de todo lo que ha de ser..." (T XVII, pág. 226), es más bien suponiendo en Dios la perfección natural de una razón suprema hacia la que debe proyectarse el hombre en la búsqueda de su crecimiento intelectual y afectivo. "Todo pueblo necesita ser religioso. No sólo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serio. Es innata la reflexión del espíritu en un ser superior aunque no hubiera ninguna religión, todo hombre sería capaz de inventar una, porque todo hombre la siente es útil concebir un Gran Ser Alto, porque así procuramos llegar por natural ambición a su perfección" (...) (T XIX, pág. 392). Perfección sustancial e infinita que habrá de completar, como ser natural, con una perfección material finita. La adecuación martiana de lo que el poeta Juvenil sentenciará: "Mens sana in corpore sano". Los términos naturaleza, espíritu, alma y Dios son categorías elementales que conforman el substrato simple sobre el que aflora un pensamiento complejo y sistemático que tiende a la generación. Así es el alma "...la facultad de observar, juzgar y transmitir, en cuanto piensa, -recibir impresiones en cuanto siente, -y causárselas y causarlas, en cuanto se mueve. -Esencia, cadena entre el hombre y Dios, cuyos eslabones son espinosos y van siendo cada vez más cortos. -Larga cadena. -Es lo que falta al hombre para llegar a Dios". (T XXI, pág. 17). Es, por consiguiente, el alma esa emanación ambivalente que infiere la facultad de comunicarse con un elemento divino que, como esencia, adopta la forma de suprema conciencia, suprema voluntad y razón suprema, muy cercano -como advierte Sande- al espíritu absoluto de que habla Hegel. Hacia él tiende irremediablemente el ser. Aunque a vuelo de lectura puede apreciarse ambigüedad conceptual al hacerse alusión al alma o al espíritu. Si hay en Martí una diferenciación explícita en el uso de ambos términos que, a diferencia de otras literaturas, se utilizan indistintamente "pues que ¿el talento no es el alma? Esto me revela todo mi sistema. El espíritu es un atributo. El espíritu es la fuerza mía más escondida, más noble, es la fuerza generatriz: El ser del ser". (T XXI), pág.69). Es, por tanto, el espíritu lo que anima las duelas de su pecho, lo que da vida a la suma de fibras de sus músculos. Es sin discusión la unidad dialéctica Dios=Naturaleza la parte más densa del sistema propuesto por Martí, donde se disuelven los límites de las categorías para fusionarse en una identidad única e indisoluble donde adquiere valores de la parte y el todo, con el propósito implícito de que la simple suma categorial sea superada por la presencia de una nueva magnitud abarcadora, en la cual creación y creador se retroalimentan mutuamente. Así es Dios "un inmenso mar de espíritus (...). Invisible, pues Dios; contradictorios los juicios de los hombres y permanente y solemne la naturaleza" (T XIX, pág.361). Para preguntarse luego, en un intento de síntesis de su sistema categorial, "¿Qué es la naturaleza? El pino agreste, el viejo roble, el bravo mar (...), el espíritu humano que se acerca y eleva con las 1 nubes del alma (...) Naturaleza es todo lo que existe, en toda forma, espíritus y cuerpos; corrientes esclavas en su cauce; raíces esclavas en la tierra; pies, esclavos como las raíces; almas menos esclavas que los pies. El misterioso mundo íntimo el maravilloso mundo externo cuando es (...) regular todo, medido todo, menos el cielo y el alma de los hombres 2, es naturaleza". (T XIX, pág. 364). Esqueleto este sistémico, que para un entendimiento metodológico quedaría gratificado aproximadamente de la siguiente forma: (perfección sustancial finita) (perfección esencial infinita) NATURALEZA DIOS Espíritu Cuerpo Alma (sustancia esencial o activa) HOMBRE Lo cual concluye que para Martí si bien Dios es el creador, sólo mantiene una relación efectiva en el alma de los hombres desarrollándose una dualidad Dios=Naturaleza, que adquiere una consonancia categorial dado que para Martí la vida es la relación constante de lo material con lo inmaterial. Adquiere por demás, autenticidad sin parangón la originalidad de su concepción en la cual el hombre se atribuye el papel protagónico como eslabón principal de toda concatenación fenomenológica. Es el hombre el elemento medular de un sistema* en el cual bebe frecuentemente para descollar así todos sus apocamientos en una fe terrenal e inconmensurable en el crecimiento del ser humano. "Práctico: en el divino altar comulgo / de la naturaleza: es mi hostia el alma humana" (Versos libres T XVI pág. 217). Su filosofía es dialéctica, asume las contradicciones como elemento del desarrollo, aunque aparecen lagunas sin superar que posiblemente en un discurso más embastado que los simples apuntes o juicios filosóficos, a pesar de encontramos en textos de otros propósitos con referencias intertextuales de su misma obra, que se intencionalizan en la recurrencia temática y que a pesar de adquirir con el género las voces que los giros estilísticos presuponen no pierden por ello su conexión que va más allá de la simple analogía temática hacia la argumentación "exhaustiva" de una idea, pero que no es en modo alguno más que una aproximación reflexiva y no un discurso lógico formal -pudiese haber superado. No es necesario explicitar que no es su ideario filosófico el nec plus ultra, pero si es digno de elogiar la ejecución poco convencionalista y revolucionaria que, a un hombre que sentó época en todo cuanto alcanzó a transitar, le servía de báculo. Su fe es científica, "fe en la eterna sabiduría, su medio es la prueba". (T XI pág. 3 63). También es sorprendente su brevarium sobre la teoría del conocimiento, pero como un tarro inmenso al fin, imposible de vaciar de tres sorbos largos.
IV Eres un vencido, pero no te afrentes, pues en todo hubo artificio. El tarro era el mar, lo agitaste un poquillo, mas, ¿quién es capaz de secar ese abismo? Para volver al jardín de la filosofía martiana no es preciso lanzar una moneda como ante la estatua de Océano, que va en carro inmóvil arrastrado por tritones de torso desnudo que anuncian con cornos y aulos la imponente soberbia de la infinitud; esas bellezas amaneradas que retoman los conceptos helénicos, dónde la piedra, lejos de la reprochada rigidez, provoca la flacidez de la carne, y aflora el alma del artista. Naturaleza que se vuelca en la naturaleza. Pozo infinito. Basta leerlo como quien lee a la Biblia, con ojos de deseo, para volver a él. Levantó Martí, como Pompeyo El Grande levantó una columna que sostiene el techo de Egipto, una palabra recta que en medio del destierro se empedrase en camino para viajar a las alturas del hombre, desde el mismo centro de todas sus miserias y apoyado en la pasarela dignísima del dolor. Columna como la de Pompeyo fue su verbo que sostiene el techo de nuestra identidad. Reconoció en el hombre la síntesis más o menos acabada de la perfección, y en la entramada de verbos y acciones un oráculo que despierta a los pueblos dormidos en los conceptos puros de su doctrina humanística, resultado de una profunda convicción filosófica que le haría decir "tengo fe en el mejoramiento humano, en la virtud...", en las páginas más sinceras que él mismo reconoció haber escrito y que iban dirigidas a su hijo José Francisco, en aquel regalo tierno que le hiciese y a la vez, a las letras hispanoamericanas; libro que publicó sin intereses pecuniarios, porque todo el oro del mundo no hubiese alcanzado para pagarlo. Sin estrechez de concepciones, Martí recibió la savia del mejor pensamiento que influenciaría su tiempo: Shoppenhauer, Espinosa, Spencer, Kant, Emerson, Hegel, Krause, y de la antiquísima filosofía de Platón, Plotino, Séneca, etc. Algunos estudiosos pretenden ver en sus aforismos resultantes bíblicas del cristianismo primigenio en que se funde el antiguo testamento, así mismo es digna de tener en cuenta la cadena pedagógica Várela, Luz, Mendive. Sin embargo esbozaría su autentica y única posición filosófica: la de relación, decantación y asimilación, originalidad no por novedad de creador de sistemas, vanidad esta que no poseía "en suma infiere Jorge Mañach- el espíritu integrador de Martí absorbe todo lo ajeno y lo funde en su propia substancia", pero es el propio Apóstol quien concluye rotundamente reafirmando su vocación de filósofo "Puedo hacer dos libros: uno dando a entender que sé lo que han escrito los demás, -placer a nadie útil, y no especial mío. Otro, estudiándome a mí por mí, placer original e independiente. Redención mía por mí, que gustaría a los que quieran redimirme. Presciendo, pues, de cuanto sé y entro en mi Ser. ¿Que qué somos? ¿que qué éramos? ¿que qué podemos ser?" No fue un filósofo sin filosofía porque fue a la manera socrático de la filosofía milenario un pensador generalizador. Su profundo humanismo, la unidad y la libertad, constantes preocupaciones y elementos sintéticos de cuyo tratamiento aduce la armonía de la relación, resultado fueron de su interpretación filosófica del mundo, a la que le deben mucho su patriotismo su independentismo, su proyección latinoamericanista y uiniversal. Todo cuanto dijo en materia de política, ya lo había sugerido en esencia filosófica. Para los que gustan de clasificar y establecer nomenclaturas grupales con algún pretexto metodológico lo que en Martí es casi ultraje, por ser un hombre en tránsito y epónimo de su propia obra, el maestro mismo dejó expresa su defensa que abunda en la esencia de la relación entre la materia y el espíritu, en lo que se dio en llamar: Filosofía de Relación; emanación que no es idealismo objetivo, ni parneasianismo, aunque amaba, sí, -y mucho-, , a la naturaleza, elemento constante e identificante de la filosofía americana, que se deslumbra, ante el barroquismo y la exuberancia de una tierra virgen donde la naturaleza ha sido esplendorosamente prodiga con el hábitat que concibió para el hombre. No es tampoco, en modo alguno, un escéptico a la manera de Pirrón. Es, sobre todas las cosas ajeno al eclécticismo que se le pueda atribuir, un pensador con ideas propias sobre la concepción del mundo.
V Será la justicia y luego la injusticia y después la justicia ...Las raíces del dolor que son las mismas raíces de la gloria Fina García Marruz Hace cien años cuando en una llanura mesopotámica, a Pocos kilómetros de la confluencia del Cauto con el Contramaestre, después de que irónicamente fuera abandonado por su Ángel de la Guardia, el cuerpo breve de un hombre grande era recogido por las tropas enemigas que lo identificaran como el Señor Presidente; hubo un escritor contemporáneo que con la lira de un costado y el cincel finísimo con que se signan en el pliego los tormentos del alma retrató -y hasta tuvo la valentía de reprobar su muerte aquel suceso terrible que era la vida trunca del más avezado pensador del siglo XIX americano; ¿precursor del modernismo?, del cual sus crónicas fuesen joyas de estilo, heredero de la escuela periodística de The Sun, de Charles Danah, quien le rindiese honores póstumos firmando la nota obituaria que publicó este diario neoyorquino; pedagogo trascendentalista y patriota eximio: "El fúnebre cortejo de Wagner exigiría los truenos solemnes del Tannhauser: para acompañar a su sepulcro a un dulce poeta bucólico irían, como en los bajos relieves, flautistas que hicieran lamentarse en sus melodiosas dobles flautas; para los instantes en que se quemase el cuerpo de Melesígenes, vibrantes coros de liras (...) -para acompañar, americanos todos que habláis idioma español, el entierro de José Martí, necesitariase su propia lengua, su órgano prodigioso, lleno de innumerables registros, sus potentes coros verbales, sus oboes sollozantes, sus flautas, sus tímpanos, sus liras, sus sistros. Sí, americanos, hay que decir quien fue aquel grande que ha caído (...) quien murió allá en Cuba era de lo mejor de lo poco que tenemos nosotros los pobres; era millonario y dadivoso: vaciaba su riqueza a cada instante, y como por la magia del cuento, siempre quedaba rico (...) Y estaba en comunión con Dios, habiendo ascendido hasta Él por la más firme y segura de las escalas: la escala del dolor. La piedad tenía en su ser un templo; por ella diríase que siguió su alma los cuatro ríos de que habla Rusbrock el admirable; el río que asciende, que conduce a la divina altura; el que lleva a la compasión por las almas cautivas; los otros dos que envuelven todas las miserias y pesadumbres del herido y perdido rebaño humano. Subió a Dios por la compasión y el dolor". Este elogio fúnebre con que comienza el cuarto tomo del primer volumen de las escenas norteamericanas del maestro, publicado en 1905 y cuidadosamente revisado por su discípulo Gonzalo de Quesada, escrito por ese otro grande: Rubén Darío, es el acto patente de profesión de fe y entendimiento entre gigantes olímpicos del parnaso hispanístico, que casi cien años después se trueca en el clamor de las campanas con que amanecemos, en un mundo enajenado y postmoderno, que tiene fe, sin embargo, en él mejoramiento humano. Es invierno y llueve, así por el azar de las cosas que son ciertas, terminando de escribir los pliegos originales en mi moderna y sin acentos Brother Valiant, dejo a un lado los finales, a los que no logro acostumbrarme; y me dispongo a disfrutar la carta de un amigo, alumno de Buenaventura, fechada en Cali, diciembre de 1994, por dónde se aparece de nuevo y para siempre, Martí eterno, en unos versos de Dulce María Loynaz, que parecen escritos por el hombre de "el ala y la raíz" -adosados por fino instinto literario: Es mediodía: por el cielo azul una paloma pasa ... El río esta tan quieto que el gavilán, oculto entre las ramas no sabe ya por un instante dónde tender el vuelo con la garra si al fino pájaro de aire o al pájaro, más fino aún del agua. Hombre iluminado, José Martí tuvo como filósofo el testimonio de una reflexión autentica y original que superó el materialismo vulgar de su tiempo sin asociarse a ninguna de las escuelas idealistas en boga, prefirió la concepción propia que le viniera de ver en la unidad y no en sus partes. "Todas las escuelas filosóficas pueden concretarse a dos. Las dos unidades son la verdad, cada una aislada es sólo una parte de la verdad, que cae cuando no se ayuda de la otra". (Juicios Filosóficos, T XIX, pág.360-361). Habría de decir como parafraseando al preceptor de Meiser que respondería a la pregunta de ¿Cuál de las religiones es la verdadera?", "todas, porque en su unión inician y constituyen la verdad (Pág.44, Carlyle, Los héroes). Adoptó y creó, se dio al pensamiento filosófico latinoamericano en toda una filosofía de la relación, cuyo eslabón es el hombre sustrato de su filiación humanística. Creó sin proponérselo una continuidad de estudiosos de su pensamiento, que conscientemente asimilaron su filosofía de alas y raíces. No quiso hacer escuela e hizo época. Se proyectó en la memoria secular como estricto hombre de su tiempo, e influenció la prosa y la estilística, el pensamiento gráfico y oral de la nueva América. Desapareció Skrymir, desvaneciéndose Utgard con sus altísimos portones cuando Thor agarró el martillo para deshacerlo, oyendo solamente la burlona voz del gigante que decía: "No te aconsejo vuelvas a Jotunheim". Ciudad de Pinar del Río, 1995.
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