marzo-abril.año2.No.12.1996


VALORES

DOBLE MORAL,

CARENCIA DE AUTOESTIMA

Y DE IDENTIDAD PROPIA;

LA MEDIOCRIDAD

por José M. Córdova Pineiro

 

Este es un tema al cual se le podrían dedicar largas horas de debate, páginas y más páginas, pero aquí sólo me sumaré a los que se inquietan y desean prever males mayores en una sociedad que muestra, hace ya algún tiempo, deterioro en su salud, y en lo posible hacer un llamado de alerta sobre esta aberración en la idiosincrasia de un pueblo, cuando alcanza proporciones alarmantes.

Oficialmente, con cierta timidez se ha tratado la despersonalización del individuo, sin llevarlo más allá de una simple deformación ética en una minoría, pero creo, como muchos desprejuiciados que también lo considerarán, un problema más serio digno de debates, encuestas, con el fin de evitar que este mal se transmita a generaciones venideras.

La mediocridad, esa incapacidad del hombre de razonar por si mismo, de revelarse tal cual es, de expresar sabiamente lo que en realidad cree bueno o malo, esa nefasta tendencia a hacer de la doble moral una norma de conducta diaria se está manifestando como una epidemia, los ejemplos suman montañas, y ello significa una clara enfermedad social. Es el efecto directo entre otras cosas de la desinformación, la ignorancia que mata a los pueblos como sentenciara el Apóstol, de la despersonalización antes mencionada, producto de un ambiente capaz de inducir en muchas mentes débiles inhibiciones infundadas, ese odioso censor personal, que le hace temer a sí mismo, no ya por un delito real, sino temer de sus propios derechos como ser humano, como persona, es el efecto de esa atmósfera artificial, en que la hipocresía entronizada provoca en el individuo el triste oficio artístico de sonreír cuando su conciencia le dice que debía permanecer serio, afirmar algo cuando no se cree en realidad aprobar lo que no se entiende. Se hace un uso permanente de aquel refrán tan despreciado de que "el fin justifica los medios" y ese fin para muchos es vivir lo mejor posible "escapar". Esas y otras frases como, "el asunto es no buscarse líos" "la vida hay que disfrutarla, lo demás es secundario" etc., figuran en el argot callejero, con familiaridad pasmosa.

Esas características son muy similares a las presentes en el magnífico trabajo de José Ingenieros, específicamente su libro "El Hombre mediocre" y en el que podemos leer entre otras cosas lo siguiente; La Hipocresía es más honda que la mentira: esta puede ser accidental, aquella es permanente. El hipócrita transforma su vida entera en una mentira metódicamente organizada. Hace lo contrario de lo que dice, toda vez que ello le reporte un beneficio inmediato, vive traicionando con sus palabras, como esos poetas que disfrazan con largas crenchas la cortedad de su inspiración. El hábito de la mentira paraliza los labios del hipócrita cuando llega la hora de pronunciar una verdad.

Existe también un tipo de individuo similar, producto de tales ambientes y que C. Wright Mills caracteriza muy interesante y acertadamente en su libro "La imaginación Sociológica" editado por (edición Revolucionaria), Instituto del Libro 1969 y en la que emplea el término de "Robot Alegre", identificando así a esos que tratan de "adaptarse", llegando a perder todo interés real por lo que sucede a su alrededor, si no le reporta algún beneficio, que no se detienen a preguntarse si gozan o no de sus derechos o hasta que punto disfrutan de ellos y pierden la razón, la cualidad que más diferencia al hombre de los animales.

Veamos lo que dice textualmente al respecto:

 

"La creciente racionalización de la sociedad, la contradicción entre esa racionalidad la razón, la quiebra de la supuesta coincidencia de razón y libertad, estos hechos están detrás de la aparición del hombre ‘con’ racionalidad pero sin razón, que cada vez es más autorracionalizado y cada vez se encuentra más a disgusto). Es en relación con este tipo de hombre como mejor puede enunciarse el problema contemporáneo de la libertad.

Desde el punto de vista del individuo, mucho de lo que ocurre parece resultado de manipulaciones, de gestiones de impulsos ciegos: con frecuencia la autoridad no es explícita: los que ejercen el poder creen muchas veces no necesitar hacerla explícita y justificarla. Esa es la razón por la cual los hombres corrientes, cuando se sienten disgustados o están en dificultades, no pueden ver claros para su pensamiento y su acción, no pueden determinar que es lo que pone en peligro los valores que vagamente disciernen como suyos".

Las citas aquí expuestas, resultan algo extensas, pero el lector sabrá apreciar su gran importancia, su vigencia, continuamos:

 

"Dados estos efectos de la tendencia ascendente a la racionalización, el individuo "hace todo lo que puede" Engrana sus aspiraciones y su trabajo con la situación en que está, y de la cual no puede salir. A su debido tiempo, no busca una salida: se adapta. La parte de su vida que no dedica al trabajo, la emplea en jugar, en consumir, en "divertirse".

Pero también esta esfera de consumo está siendo racionalizada. Enajenado de la producción, del trabajo, lo es también del consumo, del verdadero descanso. Esta adaptación del individuo y sus efectos sobre su medio y su yo tiene por consecuencia no sólo la pérdida de su oportunidad y, con el tiempo de su capacidad y su voluntad para razonar; afecta también a sus oportunidades y su capacidad para obrar como un hombre libre; verdaderamente, ni el valor de la libertad ni el de la razón parecen serle conocidos".

El subrayado es mío. A continuación expone que esos hombres adaptados no son necesariamente poco inteligentes. Y después de todo pregunto ¿Cuántos ejemplos de éstos podemos observar a diario?

Yo pienso que una buena parte de nuestra sociedad ha perdido esa capacidad para razonar, se ha olvidado el valor de la virtud, sustituyéndolo con el traje del camaleón, el traje de la simulación, la hipocresía, y es necesario devolverle esa cualidad en una atmósfera de educación cívica generalizada, de verdadera preocupación por la salud mental de la sociedad. Nadie con buen sentido puede estar interesado en incrementar una masa de enajenados incapaces de exigir sus derechos, una masa de mentes apáticas, reprimidas, encubiertas.

En un párrafo posterior a todo este análisis, el sociólogo en cuestión se pregunta:

 

"¿Llegará a prevalecer o siquiera a florecer, entre los hombres contemporáneos lo que puede llamarse Robot Alegre?".

Mi opinión personal es que ha florecido, tanto como ese otro estado mediocre del individuo a que hacíamos referencia al principio, pero tengamos fe que la ayuda de Dios no prevalezca una Mediocracia saturada de tales entes.

Hace tiempo se eliminó y sustituyó de las escuelas públicas aquellos valiosos textos, aquellas instructivas clases de cívica social, en que desde pequeño se debe enseñar al ser humano a pensar por sí mismo, a razonar, asumir su responsabilidad pública y no se puede esperar cultura general de un pueblo al que no se le enseña civismo, siendo esto prerrequisito indispensable en una sociedad verdaderamente consciente de sus deberes y derechos.

 

"Ser cultos para ser libres". Esta frase encierra una enseñanza, mucho más amplia de la que algunos interpretan. No se puede ser cultos, sin oír la opinión contraria, sin tener presente la relatividad de nuestra verdad, sin conocer lo de adentro y lo de afuera. No se puede ser culto si no se tolera y respeta a quieres no piensan como nosotros, y que, probablemente deseen lo mejor, como nosotros, si es que en realidad lo deseamos, pero discrepan del camino a escoger, En definitiva, no se puede hablar de cultura, si no hay tolerancia por quieres deben tener la oportunidad mínima de pensar, exponer y divulgar sus opiniones y sin ese respeto al derecho ajeno del que hablaba el ilustre Benito Juárez.

 

"La salud pública requiere ese combate en que se aprende el respeto, ese fuego que cuece las ideas buenas y consume las vanas; ese oreo que saca a la luz a los apóstoles y a los bribones. En esos debates apasionados los derechos opuestos se ajustan en el choque, las teorías, artificiosas fenecen ante las realidades, los ideales grandiosos, seguros de su energía, transigen con los intereses que se les oponen".

Esto entre otras muchas cosas nos orientó uno de los grandes maestros de naciones con que tenemos el privilegio de contar, en este caso nuestro Apóstol, pero la realidad del momento lo hubiera defraudado.

De peor forma que no llevar a la práctica algo que se enseña, resulta, el ni siquiera divulgar lo que los ciudadanos de una nación tienen derecho a conocer, y la Declaración Universal de Derechos Humanos, que en su preámbulo recomienda, debe promoverse mediante la enseñanza y la educación en todos los pueblos, el respeto a esos derechos y libertades, es

un ejemplo de tal desinformación pública.

 

 

Citas:

1 - José Ingenieros pág. 68 y 69. "El hombre Mediocre" editorial, TOR.

2-C. wight Milis, pág. 182 y 183 la imaginación Sociológica" edición Revolucionaria, Instituto del Libro.

3-José Martí pág. 314, tomo.,13 "Obras completas".