![]() |
marzo-abril.año2.No.12.1996 |
![]() |
EDUCACIÓN CÍVICA
|
"QUIEN ATACA, PIERDE" por Dagoberto Valdés Hernández |
Hace muy poco presencié una interesante y acalorada discusión entre dos amigos. Me impresionó el entrenamiento que demostraron en el ejercicio del criterio, tema que tratamos ya en esta sección, también me pareció muy positivo el ambiente franco, transparente y sin doblez en el que cada razón y cada opinión salía sin temor. Casi llegue a pensar que habíamos avanzado mucho en la cultura del debate, me iba a convencer de que se había recuperado la tradición de la criollísima polémica de verdad, cuya caricatura nos amarga la nostalgia en esas "peñas" y "esquinas" prefabricadas por la radio y la televisión y que se convierten en desconcierto de gritos e interrupciones. Me refiero a la polémica elegante, ingeniosa, audaz, franca y cubana que es patrimonio de nuestro pueblo. Uno de los participantes agotaba los argumentos con los que defendía su posición y entonces sobrevino el gran desastre que condujo la polémica a un callejón sin salida: los ataques personales. RAZONES, NO IMPROPERIOS. La polémica y las discusiones pueden ganarse o perderse en buena lid. Aún más, yo diría que ambas partes ganan: porque del debate bueno siempre sale más diáfana la verdad. Y citando la verdad y cuando la verdad se encuentra entre varios se disfruta más y perdura más. El problema está en que nos estamos acostumbrando a polemizar más allá de las razones, de las ideas, de los criterios, por muy diferentes y contundentes que sean. Cuando se agotan los razonamientos se echa mano de los agravios personales, de las ruindades que colocan a ras de suelo nuestra dignidad y la del contrincante. Entonces se acabó la búsqueda de la verdad, la buena voluntad del diálogo, la caballerosidad de los que respetan las ideas y actitudes ajenas como provenientes de personas, no de viles enemigos. Es un gran signo de debilidad, de falta de educación cívica, de pobreza moral, acudir a los insultos personales cuando se nos acaban las razones. Y todavía es peor cuando desde el comienzo de un debate la conformación se coloca a nivel de desconfianza y ofensas al que no coincide con nosotros por la sencilla razón de que así se desmoraliza a quien no se puede convencer con inteligencia y paciencia. Usted puede darse cuenta cuando a su oponente se le acabaron las razones: es en el momento en que comienza a atacarte en tu forma de ser, de pensar, de actuar, de compartir. Ha llegado el momento de detener el debate y preguntar: ¿por qué se ataca a la persona y no a los argumentos? Si el otro no reacciona y sube el nivel de las injurias es efectivamente que se acabó el juicio sereno y la actitud civilizada. Lo mejor es terminar con una excusa y esperar que el agua recobre su nivel. "CON CARIDAD Y BUENA LÓGICA" Muchas veces el asunto no es premeditado sino que, al calor de la discusión, se llega a traspasar el umbral del respeto. Entonces hay que saber pedir disculpas y recobrar la compostura. No es fácil para los cubanos, por nuestro carácter, tener una polémica al estilo de los flemáticos ingleses. Pero una cosa es el apasionamiento criollo y otra las agresiones personales. El Padre Félix Varela, que "nos enseñó a pensar primero", tenía un lema que aplicaba en sus encendidas polémicas con sus contemporáneos: "Con caridad y buena lógica". He aquí los dos pilares del buen diálogo: La caridad, es decir, el amor respetuoso y solicito por la persona del otro o de los otros. Caridad significa amor sacrificado y paciente, no ingenua condescendencia con lo malo. Caridad es aceptación de la persona del otro, lo que no significa que tengamos que aceptar sus ideas, y menos, si las consideramos falsas o injustificadas. Hay que llamar las cosas como son y plantearlas con honestidad y sencillez, pero buscando siempre salvar a la persona. El otro pilar es la "buena lógica" que permite que la conversación no pierda su cauce, su hilo conductor, su racionalidad y afectividad. Contra la lógica es imposible debatir y dialogar. Los interlocutores no deben violentar la lógica para salvar distancias. Los que no caminan por senderos lógicos hacen del diálogo un laberinto sin salida. Cuando nuestra propia lógica pone en manos del oponente las razones para convencernos: no seamos remisos, hay que ser leales y reconocer que en "buena lógica" se llega a encontrar caminos insospechados hacia la verdad. No debernos dejarnos manipular, ni debemos ejercer la manipulación del otro poniendo en su boca lo que no ha dicho. Pero debemos estar alertas para que nadie ponga en nuestros labios interpretaciones o intenciones que no hemos expresado ni concebido. No es manipulación usar el orden lógico del contrincante para lograr que llegue a una conclusión. Es habilidad, si se usa bien. El mismo Varela nos recomendaba que primero nos pusiéramos en el lugar del otro y pensáramos cómo entendería este asunto o el otro. POLÉMICA Y PERSONA. En efecto, al contemplar aquella discusión devenida en ráfagas de injurias personales, pude comprobar que quien ataca, pierde. Pierde, porque bloquea el sano razonamiento con un muro de insultos o limitaciones personales, y pierde porque por el camino de las afrentas no se llega a la verdad. De la intersubjetividad, es decir, del compartir nuestra subjetividad, puede salir mayor claridad y la libertad de la luz aumenta la transparencia. Pero entrar en ese "santuario personal "sólo es posible hacerlo, sin ofender, cuando el otro te abre la puerta. Una condición indispensable para que no se transgreda ese límite es la honestidad. Ataca primero quien usa la mentira como arma. La mentira es siempre valladar de la discusión franca y provechosa. Más vale reconocer un error, y varios errores, que disimularlo con falsía. La sinceridad del que se equivoca coloca sobre quien lo juzga la ventaja de la verdad. La mentira, sin embargo, denigra a quien se equivoca más que su propio error. Ni atacar con falsedades, ni atacar con ultrajes a la persona del otro. Si acabáramos de aprender todos esta postura cívica, se ahorrarían mil incomprensiones, toneladas de papel, tiempo de informaciones injuriosas. Prestan un gran servicio a la sociedad quienes se convierten en polemistas ingeniosos y francos que debaten sobre los argumentos y las ideas, sobre los proyectos y alternativas de los otros y no, sobre los defectos, limitaciones y errores de los que difieren en sus opciones. Aún más, no es leal desviar el curso de la polémica hacia las características personales, buenas o malas de quienes debaten alternativas. Porque errores y limitaciones tenemos todos y quienes enarbolan, desesperados, este recurso vil ante la debilidad de ,sus argumentos ponen a la sociedad en trance de parálisis y de apatía puesto que el miedo a ser atacado en sus personas invalidará la decisión de disentir de los que, a pesar de los defectos comunes a todos los mortales, ponen su ingenio y su coraje al servicio de los demás. Polémica y persona comienzan con P de pluralismo y solo la persona lleva la ventaja de la R que significa el respeto que merecen quienes tienen la audacia de polemizar y proponer, que por cierto, también comienzan con P. Todo para bien de aquella realidad que puede integrar polémica y persona, pluralismo y respeto, propuestas y tolerancia, ingenio y amor: con estas letras se escribe PATRIA.
|